Eli Zaretisky, Political Freud (New York: Columbia University Press

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Revista Culturas Psi/Psy Cultures
Buenos Aires, marzo 2016, Nº6, 185-188
ISSN 2313-965X, culturaspsi.org
Eli Zaretisky, Political Freud (New York: Columbia University Press 2015), pp. 228.
Mariano Ruperthuz Honorato (*)
(*) Psicólogo. Psicoanalista. Doctor en Psicología, Universidad de Santiago de Chile. Alumno del
Doctorado en Historia, Universidad de Santiago de Chile. Investigador Postdoctoral.
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No podría afirmar que este trabajo de Eli Zaretsky es cien por ciento original, ya que Political
Freud reúne una serie de reflexiones que ya han sido publicadas por el autor en otros lugares
(Zaretsky, 2004; Damousi & Plotkin, 2009; Damousi & Plotkin, 2012). De todas formas, se puede
decir que este autor pertenece a una serie de investigadores que han vinculado las relaciones del
psicoanálisis con la política- entre los que se cuenta con los insignes Carl Schorske, William
MacGrath, Peter Gay, Elizabeth Ann Danto, Russel Jacoby, Janne Ruso, Mariano Ben Plotkin, entre
otros- buscando revertir la flagrante despotilización del freudismo que los mismos psicoanalistas
persisten en sostener de manera ingenua. Justamente, ejemplos como lo ocurrido con Otto Fenichel
en su arribo a Estados Unidos– rescatado por Jacoby (1987)- facilitan comprender la eterna
discusión de que si el psicoanálisis se trata exclusivamente de una práctica clínica ortodoxa, la que
respondería a ciertos cánones establecidos, o logra encumbrarse cómo una cosmovisión, una
verdadera Weltanchauung. La evidencia histórica muestra que en ciertos espacios culturales el
psicoanálisis logró convertirse en una matriz que ayudó a redefinir muchas de las representaciones
sobre el ser humano, facilitando la adquisición de una nueva matriz antropológica, autorizando con
ello nuevos procedimientos y un sinnúmero de prácticas asociadas a él (médicas, criminológicas,
publicitarias, políticas, artísticas, etc.). Considerar la cualidad que tiene el psicoanálisis para producir
una cultura psicoanalítica le permitiría a un investigador atento, así como lo hace Zaretsky,
deconstruir las relaciones que el pensamiento freudiano ha tenido- y sigue teniendo – con las
condiciones sociales, económicas y políticas que lo rodean, según el espacio social que ocupe. Lo
anterior – visto en investigaciones que he podido llevar a cabo en mi país – facilitó la génesis de los
llamados freudianos, los que no eran necesariamente psicoanalistas profesionales, sino que – como
lo han señalado Hugo Vezzetti y Mariano Ben Plotkin- fueron un conjunto de personas de la más
distinta naturaleza (médicos, abogados, artistas, escritores, jueces, etc.) los que leían, o más bien
releían, muchas de sus prácticas desde una óptica freudiana. En este sentido, no puedo dejar de
mencionar como el movimiento psicoanalítico ha dejado fuera constantemente estas historias por
considerarlas prácticas espurias, alejadas del “oro puro” psicoanalítico.
Bajo este marco, Political Freud tiene como disparador la postura crítica del autor sobre la
declarada obsolescencia del psicoanálisis que muchos medios norteamericanos han proclamado
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estos últimos años. Así, el autor busca reivindicar cómo el freudismo alimentó mucho del llamado
pensamiento liberal, logrando denunciar el cinismo y la política del pecado que reinaba sobre
asuntos tan importantes como la sexualidad, la etnia, la religión y la guerra. En sus cinco capítulos,
Zaretsky desarrolla reflexiones que muestran cómo el psicoanálisis mostró la influencia de las
fuerzas irracionales en la construcción capitalista de la sociedad moderna, desentrañando cómo
muchos de los ideales que se le imponen a los sujetos dictaminan su forma de vivir, de hacer familia
y, especialmente, de qué cosas debe consumir. El freudismo difundió la idea que la vida del adulto
dependía directamente de las relaciones infantiles tempranas, dándole un énfasis a las experiencias
educativas. Según Zaretsky, este rasgo facilitó la noción de que el individuo era un ser único e
irrepetible, una existencia singular preformada por este tipo de experiencias.
De este modo, el Capítulo 1 tiene en cuenta cómo las relaciones del psicoanálisis con la política –
permitiendo distinguir al psicoanálisis como objeto histórico y lente para analizar la historia –
ayudaron ampliar las discusiones sobre la sexualidad (especialmente la homosexualidad o las
nuevas sexualidades a través de la teoría queer) y la vida privada. Según el autor, el psicoanálisis
tuvo un doble efecto: por una parte se presenta como un pensamiento que se pliega a las corrientes
progresistas del siglo XX, un verdadero revelador cultural para que los sujetos ganen en libertad.
Así, por un lado, buena parte de los discursos de los llamados Frente Populares Antifascistas, el
Surrealismo, el Feminismo Radical, el Africanismo Norteamericano y la llamada Nueva Izquierda,
tomaron prestadas varias de las ideas de Freud para condimentar sus luchas y, por otro el freudismo
se convirtió en una herramienta de control social, combinándose con la eugenesia, impulsando
también nuevos patrones emocionales “normales” para la población. Luego, el Capítulo 2 Zaretsky
analiza las reflexiones de los intelectuales Afro-Americanos y Afro-Africanos quienes criticaban el
llamado “Complejo paterno” freudiano porque, según ellos, reforzaba constantemente las relaciones
entre amo y esclavo. El autor profundiza en esto tomando el ejemplo de la “Resistencia de Harlem”
en los años 20´s, donde se buscaba desnudar las secuelas del racismo y la experiencias de
esclavitud. En esta localidad se instaló un consultorio psicoanalítico donde Richard Wright podía
recoger la experiencia de los migrantes sureños. Así, el colonialismo, la esclavitud y la memoria
colectiva de estas experiencias fueron leídas freudianamente.
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En el Capítulo 3 el autor se enfoca en la idea de la historia que Freud tenía y que estaba presente
en su trabajo “Moisés y la religión monoteísta” (1939), específicamente la noción de regresión.
Apoyándose en las ideas de Adorno sobre el “narcicismo regresivo”, se expone (y se critica) la idea
de que el tiempo es lineal y evolutivo, sino que circular y regresivo. La historia del pueblo judía
enseñaría, por ejemplo, el peso de las repeticiones y del “entorno retorno” y cómo los nazis
ejemplificarían la regresión de uno de los pueblos que eran considerado los más avanzados de
Europa a finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Y, más adelante, si de guerras se trata, el Capítulo 4 analiza las distintas guerras mundiales y la
participación bélica de Estados Unidos en Medio Oriente, subrayando las contradicciones entre las
declaraciones de paz y la agresión (instintiva) que se expresa en estos movimientos, apoyados
muchas veces en ideales paternos de poder y dominación. Este tipo de experiencia refundó nuevas
formas de mirar al yo. Finalmente, en el Capítulo 5 el autor toma en cuenta lo ocurrido con la
llamada “Nueva Izquierda” en los años 60´s, la que se basaba en el pensamiento de Herbert
Marcuse (específicamente en su libro Eros y Civilización) y el “Feminismo Radical” de comienzos de
los años 70´s, movimientos que criticaban fuertemente la normatividad de la mirada tradicional de la
familia, la vida personal y, especialmente, la sexualidad.
Con todo, esta nueva entrega de Eli Zaretsky puede ser un buen ejemplo para que muchos
investigadores de otras latitudes puedan repensar las relaciones del psicoanálisis con su medio
circundante, logrando analizar la permanente difusión bidireccional que el pensamiento freudiano ha
tenido con las condiciones “ambientales” las que le han dado forma y, al mismo tiempo, cómo él ha
entregado herramientas de inspiración y reconceptualización.
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