¿Qué es el patriarcado?

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Los contenidos que se exponen a continuación fueron tomados de: http://www.mujeresenred.net
¿Qué es el patriarcado?1
TEXTO DE MARTA FONTENLA
En su sentido literal significa gobierno de los padres. Históricamente el término ha sido utilizado para
designar un tipo de organización social en el que la autoridad la ejerce el varón jefe de familia, dueño
del patrimonio, del que formaban parte los hijos, la esposa, los esclavos y los bienes. La familia es, claro
está, una de las instituciones básicas de este orden social.
Los debates sobre el patriarcado tuvieron lugar en distintas épocas históricas, y fueron retomados en el
siglo XX por el movimiento feminista de los años sesenta en la búsqueda de una explicación que diera
cuenta de la situación de opresión y dominación de las mujeres y posibilitaran su liberación.
Las feministas han analizado y teorizado sobre las diferentes expresiones que ha ido adoptando a largo
de la HISTORIA y las distintas geografías, estructurándose en instituciones de la vida publica y privada,
desde la familia al conjunto de la social. También fueron definiendo los contenidos ideológicos,
económicos y políticos del concepto que, conforme a Carol Pateman (1988), es el único que se refiere
específicamente a la sujeción de las mujeres y singulariza la forma del derecho político que los varones
ejercen en virtud de ser varones.
En los relatos sobre el origen o la creación de los sistemas de organización social y política, del mundo
público y privado, hallamos historias conjeturales, considerando algunas que la sociedad emerge de la
FAMILIA patriarcal, o las más actuales, que se origina en el contrato. El PODER en el patriarcado puede
tener origen divino, familiar o fundarse en el acuerdo de voluntades, pero en todos estos modelos, el
dominio de los varones sobre las mujeres se mantiene.
Gerda Lerner (1986) lo ha definido en sentido amplio, como “la manifestación e institucionalización del
dominio masculino sobre las mujeres y niños/as de la familia y la ampliación de ese dominio sobre las
mujeres en la sociedad en general”. Sus investigaciones se remontan a la Mesopotamia, entre los años
6.000 y 3.000 A.C. “En la sociedad mesopotámica, como en otras partes, el dominio patriarcal sobre la
familia adoptó multiplicidad de formas: la autoridad absoluta del hombre sobre los niños, la autoridad
sobre la esposa y el concubinato”.
María Milagros Rivera Garretas, señala como estructuras fundamentales del patriarcado las relaciones
sociales de parentesco y dos instituciones muy importantes para la vida de las mujeres, la
heterosexualidad obligatoria y el contrato sexual. La institución de la heterosexualidad obligatoria es
1
Este artículo ha sido publicado en el "Diccionario de estudios de Género y Feminismos". Editorial Biblos 2008.
necesaria para la continuidad del patriarcado, ya que expresa la obligatoriedad de la convivencia entre
varones y mujeres en tasas de masculinidad/feminidad numéricamente equilibradas. Junto con estas
dos categorías se encuentra la política sexual o relaciones de poder que se han establecido entre
varones y mujeres, sin más razón que el sexo y que regulan todas las relaciones.
En el patriarcado no todas las relaciones son familiares, por tanto no se puede entenderlo literalmente
sino a riesgo de dejar fuera las demás instituciones sociales que realmente comprende.
La forma de entenderlo como poder de los padres, llega hasta la modernidad, donde el ascenso de una
nueva clase, la burguesía, necesita dar otro fundamento al ejercicio del poder para adaptarlo a los
cambios producidos. Este nuevo fundamento es el pacto o acuerdo social, mediante el cual se organiza
el patriarcado moderno.
Algunas autoras consideran que en la constitución del patriarcado moderno, los varones también pactan
su poder como hermanos. Los ideales de igualdad, libertad y fraternidad remiten a este pacto entre
fraters.
Celia Amorós, citada por Rosa Cobo (1995), apunta a la constitución de la fratria como un grupo
juramentado, aquel constituido bajo la presión de una amenaza exterior de disolución, donde el propio
grupo se percibe como condición del mantenimiento de la identidad, intereses y objetivos de sus
miembros.
Con la formación de los Estados modernos, el poder de vida y muerte sobre los demás miembros de su
familia pasa de manos del pater familias al Estado, que garantiza principalmente a través de la ley y la
economía, la sujeción de las mujeres al padre, al marido y a los varones en general, impidiendo su
constitución como sujetos políticos.
Las teorizaciones sobre el patriarcado fueron esenciales para el desarrollo de las distintas corrientes del
feminismo, en sus versiones radical, marxista y materialista, entre otras.
Desde los primeros trabajos de Kate Millet (1969), para el feminismo radical la sexualidad de las mujeres
se considera prioritaria en la constitución del patriarcado. La autora con el término, se refiere a las
relaciones sexuales como relaciones políticas, a través de las cuales los varones dominan a las mujeres.
ShulamitFirestone (1976) postula como base de la opresión social de las mujeres, su capacidad
reproductiva.
Anna Jonásdottir plantea el problema básico de este sistema como: “una cuestión de lucha de poder
socio–sexual específica, una lucha sobre las condiciones políticas del amor sexual”. Sigue a Millet y a
Firestone al centrarse en la sexualidad y el amor al “cuestionar la forma presente de heterosexualidad
dominada por el hombre y las articulaciones del poder sexista en la sociedad moderna en general”
(Jonásdottir 1993).
Otras corrientes consideran que las relaciones de reproducción generan un sistema de clases sexual, que
se basa en la apropiación y el control de la capacidad reproductiva de las mujeres, y que existe
paralelamente al sistema de clases económico basado en las relaciones de producción.
Dentro del denominado feminismo materialista, Lidia Falcón considera a las mujeres como clase social y
económica, siendo los padres–maridos quienes controlan el cuerpo femenino y se apropian del trabajo
productivo y reproductivo de aquellas. Por su parte, Christine Delphy afirma la existencia de una
“relación de producción entre marido y mujer en la familia nuclear moderna, consistente en la relación
de una persona o jefe, cuya producción se integra al circuito mercantil, con otra que le está
subordinada, porque su producción, que no se integra a ese circuito, es convertida en algo invisible”. En
virtud del matrimonio y del trabajo doméstico gratuito, las mujeres comparten una posición común de
clase social de género.
En la línea del feminismo marxista, una de sus exponentes más importantes, Heidi Hartmann (1981)
sostiene la teoría de los sistemas duales definiendo el patriarcado “como un conjunto de relaciones
sociales entre los hombres que tienen una base material, y aunque son jerárquicas, crean o establecen
interdependencia y solidaridad entre ellos que los capacitan para dominar a las mujeres”. No es sólo el
sistema, sino los varones como tales quienes oprimen a las mujeres. La restricción de su sexualidad,
junto al matrimonio heterosexual, como formas de control sobre la fuerza de trabajo de las mujeres son
elementos cruciales del patriarcado, que no descansa sólo en la en la familia, sino en todas las
estructuras que posibilitan este control.
Para AudreLorde (2003) las mujeres están expuestas a distintos grados y tipos de opresión patriarcal,
algunas comunes a todas y otras no.
En la América conquistada por los españoles, la subordinación de las mujeres se consolida
especialmente a través de las Leyes de Partidas, la familia patriarcal y la influencia y poder de la Iglesia
católica, continuándose en las leyes de los Estados–Nación que se van constituyendo a lo largo del siglo
XIX.
En términos generales el patriarcado puede definirse como un sistema de relaciones sociales sexo–
politicas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e
intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva,
oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y
reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la
violencia.
Los estudios feministas sobre el patriarcado, y la constatación de que se trata de una construcción
histórica y social, señalan las posibilidades de cambiarlo por un modelo social justo e igualitario.
BIBLIOGRAFÍA
Rivera Garretas: “Nombrar el mundo en femenino” Editorial Icaria, 1994 Jonásdottir, Anna G.:”El poder
del amor –Le importa el sexo a la democracia?” Ed. Cátedra, 1993.
Pateman, Carole: “El contrato sexual” Editorial Anthopos, 1995
Cobo, Rosa: “Fundamentos del patriarcado moderno” Ediciones Cátedra, 1995
Lerner, Gerda “La creación del patriarcado” Editorial Crítica, 1990
Heidi Hartmann: “El infeliz matrimonio entre marxismo y feminismo (“Cuadernos del Sur Nº 5, 1987)
AudreLorde: “La hermana, la extranjera” Editorial horas y HORAS. 2003
Millet, Kate:Política sexual” 1975. Editoral Aguilar. Historia de la Mujer Argentina. Tº III
¿Qué es la Democracia Paritaria?
Es la forma de organización social y política en la que existe igualdad de número y derechos de los
distintos colectivos que componen la sociedad y que deben formar parte de los órganos decisorios y de
gobierno.
Históricamente las mujeres han sido apartadas de la participación social y política ya que no se las ha
considerado ciudadanas de pleno derecho. En la actualidad, la mayoría de las democracias adolecen de
una escasa presencia de mujeres en los poderes y órganos del Estado, por lo que dicha equiparación es
considerada por determinados colectivos de mujeres un principio fundamental para la consecución de la
igualdad entre mujeres y hombres.
Recopilación Periodística
Compás de espera: todas somos Ángeles
Álvarez
Mujeres en Red
27 de febrero de 2011
Ya ha pasado casi una semana desde que Jaime Lissavetzky y Tomás Gómez anunciaron que por fin
habían llegado a un acuerdo en las listas del PSOE de Madrid.
En esta lista tal como era presagiable según la evolución de los acontecimientos y el sectarismo
rezumante, no estaba Ángeles Álvarez, una de las mujeres que más ha logrado sumar y que más ha
trabajado por la ciudadanía desde el Partido Socialista de Madrid en estos últimos años.
Se anuncia el nombre de dos varones que se han ganado el nuevo puesto y ni siquiera se da el nombre
de la mujer “escogida” indicándose simplemente que se trata de “una mujer vinculada al mundo de la
Cultura que ha trabajado en el grupo Planeta”.
“los varones son insustituibles, las mujeres somos intercambiables”
Llama la atención con cuanta facilidad se logra “rescatar” a los “hombres clave” pero no hay manera de
que las “mujeres clave” se mantengan. No es casualidad. Está estudiado desde hace tiempo.
“Los varones son insustituibles, las mujeres somos intercambiables" explica Alicia Miyares en “La
paridad como derecho”, un brillante trabajo que muestra como en el Congreso de Diputados no hay
manera de lograr consolidar la presencia de las mujeres más activas.
Hemos visto cómo en los últimos tiempos se ha dejado caer a muchas mujeres. La responsabilidad está
en las estructuras y en quienes deciden en ellas, que siguen atribuyendo el valor, la autoridad y la
representatividad sólo a los hombres.
Hemos tenido la ilusión en estos últimos años de que algo estaba cambiando pero en época de crisis y
repliegue volvemos a ver cómo afloran las mismas reacciones ancestrales y los mismos obstáculos.
En el caso de Angeles Álvarez la pelota ahora está en el PSOE. El partido es responsable de reubicar sus
mejores valores, y Ángeles lo es, en espacios donde poder impulsar políticas y seguir trabajando.
Desde hace muchos años Ángeles está presente en el movimiento feminista y se ha comprometido una
y otra vez en la defensa de los derechos de igualdad en todos los ámbitos en los que se ha implicado.
Por ello nos sentimos especialmente afectadas e implicadas en el seguimiento de estos acontecimientos.
Todas somos Ángeles y seguimos en compás de espera para ver cómo se resuelve la situación.
Las élites dan la espalda a la mujer europea
Por Cristina Galindo/Ricardo M. de Rituerto. El País
19 de noviembre de 2009
Algunas de las mujeres más poderosas de Europa están en pie de guerra por la escasez de candidatas
para ocupar los dos más altos cargos de la UE. Sólo cuatro de los 21 países que han comunicado hasta
ahora el nombre de su aspirante para integrar la futura Comisión Europea han elegido a una mujer. La
falta generalizada de candidatas ha indignado a un grupo de eurodiputadas (y eurodiputados) amenazan con bloquear el futuro Ejecutivo que debe nacer de la mano del Tratado de Lisboa- y ha
puesto en evidencia que la teóricamente ejemplar Unión no es tan igualitaria como asegura ser.
La discriminación histórica de la mujer de los ámbitos de decisión política se está imponiendo frente a
cualquier declaración de principios, incluida la del Tratado de Lisboa que va a entrar en vigor en breve.
"Las instituciones reclaman por una parte la igualdad de oportunidades, pero cuando se llega a un cierto
nivel, el número de mujeres desciende", dice Juana Lahousse-Juárez, que acaba de ser nombrada
directora general de Comunicación del Parlamento Europeo. "Hay mucho recelo por parte de los
políticos que toman los mandos; siguen existiendo los prejuicios en torno a la mujer", afirma LahousseJuárez, que en la actualidad es la funcionaria española de mayor nivel en la Administración comunitaria.
¿Quién esconde a las mujeres en Europa? El poder está en manos de hombres y ellos lo reparten,
afirman las expertas consultadas. "Hay pocas candidatas para los altos puestos de la UE, porque también
hay discriminación en las élites; es una situación heredada del pasado, de cada uno de los países",
afirma la filósofa Amelia Valcárcel. La discriminación ya es un problema en los mandos intermedios.
Éstos son una barrera para muchas mujeres, que por lo tanto llegan con dificultades a la cúpula, tanto
en la política como en la empresa. "Las mujeres de la UE no están escondidas, sino que las están
ocultando", sentencia.
Un buen indicativo es el hecho de que, pese a que en la larga vida de la UE se han aprobado directivas
para casi todo, no hay ni una que garantice la igualdad entre hombres y mujeres -éstas suponen un 53%
de la población europea- en los ámbitos de toma de decisión. "Es lamentable: no puede haber una
democracia europea moderna sin igualdad de género. En la UE tenemos mujeres muy capacitadas y hay
donde elegir, pero a veces da la sensación de que ningún currículum es suficiente", afirma la ministra de
Igualdad, Bibiana Aído, en una entrevista telefónica. "Todo esto es una clara muestra de que las cuotas
son necesarias", añade.
Sólo cinco países de la UE han regulado por ley las cuotas. Uno de ellos es España. En resto se limita a
dar libertad a los partidos para que garanticen un lugar mínimo a las mujeres en sus listas electorales. En
algunos países, ni si quiera eso.
Cada vez son más las voces que piden que Bruselas pase de las palabras a los hechos y tome medidas
similares. "Ya hemos tenido bastante con 50 años de gris y azul", afirma Pilar López-Díaz, profesora
experta en comunicación y género, en referencia a los trajes de hombre que predominan en Bruselas.
"Los varones llevan siglos aplicando sus reglas de discriminación positiva, que sólo les benefician a ellos;
ellos se eligen entre ellos, se devuelven sus favores", añade López-Díaz, defensora de las cuotas. "Las
mujeres que llegan a la cima son bastante buenas; muchas tienen más formación de la necesaria, y ni
siquiera así son respaldadas", añade Valcárcel, que defiende la necesidad de crear una directiva que
promueva una igualdad real.
Pese a los grandes avances registrados en los últimos años, la posición de la mujer en el ámbito político
de la UE es todavía reducida. Tanto el presidente de la Comisión Europea, como el del Parlamento son
hombres. Y todo indica que los otros dos altos cargos (presidente del Consejo y alto representante)
acabaran siendo ocupados por hombres. "Qué fracaso que, entre esos cuatro puestos, cuatro, no haya
ni una sola mujer", destaca Pilar López-Díaz.
Para algunos la política de cuotas es imperfecta, porque no siempre garantiza que el 50% de los elegidos
en un partido sean mujeres (a veces, se las relega a los últimos puestos de las listas, con pocas opciones
de ganar). Para otros, es simplemente una perversión. "A las mujeres hay que apoyarlas de otra manera,
con medidas para que puedan conciliar la vida familiar y profesional, porque si hay cuotas siempre son
cuestionadas, aunque sean personas muy válidas para el puesto", opina la escritora Ángela Vallvey.
La figura femenina más visible en la Unión es Angela Merkel: la única jefa de Gobierno europea dirige,
además, la mayor potencia económica del Viejo Continente. Y, curiosamente, es la principal opositora al
nombramiento de la ex presidenta letona Varia Vike-Freiberga por, según Merkel, su falta de
experiencia ejecutiva. En declaraciones a The Times, Vike-Freiberga denunciaba ayer el machismo de los
líderes europeos que dicen que "no hay mujeres cualificadas" para un puesto como el de presidente de
la UE. Mientras, sólo tres países tienen presidentas (no ejecutivas): Finlandia, Irlanda y Lituania.
En la Comisión, la situación va a peor. A estas horas, sólo cuatro países (Bulgaria, Irlanda, Luxemburgo y
Suecia) han presentado candidatas al Ejecutivo comunitario y otros cuatro (Chipre, Dinamarca, Grecia y
Reino Unido) tienen aún que decidir. La Comisión saliente cuenta con ocho mujeres entre los 27
comisarios. En la elección de los comisarios hay un problema: cada país sólo puede elegir a un aspirante,
con lo que es difícil que sea mujer. Los expertos consideran que sería mucho mejor dar a elegir entre dos
candidatos: uno de cada sexo. Otro problema es que son los jefes de Estado o de Gobierno los que
eligen a los candidatos, y en su gran mayoría son hombres.
El presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, ha comentado en privado su incomodidad que
siente al tener que presidir "un Gobierno a la saudí". "Pues que se espabile, porque está entre la espada
y la pared", decía ayer con tono proféticamente amenazador IsabelleDurant, europarlamentaria verde
belga. "¿No decía que sería un presidente fuerte? Pues que lo demuestre y que pida a los otros jefes de
Gobierno que le presenten un hombre y una mujer igualmente cualificados entre los que elegir el
comisario correspondiente".
Durant participaba ayer en una protesta simbólica ante la sede bruselense del Consejo (oficinas de los
Veintisiete en la capital europea), donde una veintena de mujeres de distintos grupos políticos de la
Eurocámara se plantaron esgrimiendo sus currículos y demandando un empleo. Vestidas con traje y
corbata, alguna con bigotes pintados, y Durant cubierta con un sombrero, todas mantenían la tesis de
que "los hombres sólo piensan en los hombres para cubrir cargos". "Y hay mujeres muy cualificadas en
todos los países", insistía Durant. "Lo que tienen que hacer Barroso y los Gobiernos es preocuparse por
el asunto y buscarlas". "Lo ideal sería que hubiese un 50% de mujeres en la Comisión, pero pedimos un
mínimo de un tercio".
"Los cargos de mayor poder siempre intentan quedárselos los hombres", opina Teresa Jiménez Becerril,
eurodiputada del PP y miembro de la Comisión de la Mujer en el Parlamento Europeo. "Ni yo ni mi
partido somos partidarios de las cuotas", explica, "pero lo que me parece increíble es que se reduzca el
número de mujeres que ya son comisarias; debería subir, no bajar".
La francesa MichèleRivasi cree que dos razones explican la ausencia en la escena pública: "La política ha
sido hasta ahora un juego de hombres y es difícil cambiar las costumbres". Cree Rivasí que los cambios
llegarán por vía legislativa, "por eso son necesarias las cuotas, que bien aplicadas deberían crear el
semillero de mujeres políticas". "Los hombres deciden quién es competente y creen que no lo somos",
afirma la eurodiputada finlandesa AnneliTuulikkiJäätteenmäki. Cita a su compatriota, la presidenta Tarja
Halonen, como mujer a la altura de los desafíos de la UE y también a la ex presidente letona VairaVikeFreiberga. Le cuesta encontrar mujeres para el cargo de alto representante.
En la cuestión de los nombres se atasca también Emilie Turunen, una danesa de 25 años. Pero remite a
quien busque nombres de políticas a la dirección genderbalancedcommission.eu.
Pintarrajeada con unos barrocos bigotes, Turunen atribuye el ralo paisaje político femenino a "un
problema estructural: entran poco a poco, pero en las posiciones de arriba hay hombres de 55 años que
se reparten los cargos entre lo de su generación". Según ella, "los hombres piensan en la fuerza en
términos casi físicos, mientras que ser fuerte es ser inteligente, ser capaz, estar dispuesto al
compromiso".
Coincide con ella Amelia Andersdotter, de 22 años, que en 2010 será eurodiputada por el Partido Pirata
(defiende la libertad en Internet): "Europa es muy conservadora, y eso dificulta que las mujeres tengan
familias y carreras a la vez". También considera que la sociedad todavía está muy segregada socialmente
- "las chicas siguen jugando con las chicas"- y eso impide la igualdad. Y concluye: "Al fin y al cabo,
vivimos en un mundo de hombres".
Los feminismos a través de la historia. Capítulo
IV. Feminismo de la diferencia y últimas
tendencias.
Por Ana de Miguel
27 de enero de 2007
g) Feminismos de la diferencia
Según el exhaustivo e influyente análisis de Echols, el feminismo radical estadounidense habría
evolucionado hacia un nuevo tipo de feminismo para el que utiliza el nombre de feminismo cultural. La
evolución radica en el paso de una concepción constructivista del género, a una concepción esencialista.
Pero la diferencia fundamental está en que mientras el feminismo radical -y también el feminismo
socialista y el liberal- lucha por la superación de los géneros, el feminismo cultural parece afianzarse en
la diferencia. En Europa, especialmente en Francia e Italia, también han surgido al hilo de diferentes
escisiones o disensiones dentro del movimiento feminista de los setenta, feminismos que se
autoproclaman defensores de la diferencia sexual. De ahí su designación como feminismos de la
diferencia frente a los igualitarios.
· Feminismo cultural
El feminismo cultural estadounidense engloba, según la tipología de Echols, a las distintas corrientes que
igualan la liberación de las mujeres con el desarrollo y la preservación de una contracultura femenina:
vivir en un mundo de mujeres para mujeres [1]. Esta contracultura exalta el "principio femenino" y sus
valores y denigra lo "masculino". Raquel Osborne ha sintetizado algunas de las características que se
atribuyen a un principio y otro. Los hombres representan la cultura, las mujeres la naturaleza. Ser
naturaleza y poseer la capacidad de ser madres comporta la posesión de las cualidades positivas, que
inclinan en exclusiva a las mujeres a la salvación del planeta, ya que son moralmente superiores a los
varones. La sexualidad masculina es agresiva y potencialmente letal, la femenina difusa, tierna y
orientada a las relaciones interpersonales. Por ultimo, se deriva la opresión de la mujer de la supresión
de la esencia femenina. De todo ello se concluye que la política de acentuar las diferencias entre los
sexos, se condena la heterosexualidad por su connivencia con el mundo masculino y se acude al
lesbianismo como única alternativa de no contaminación [2]. Esta visón netamente dicotómica de las
naturalezas humanas ha cuajado en otros movimientos como el ecofeminismo de Mary Daly y el
surgimiento de un polémico frente antipornografía y antiprostitución.
· Feminismo francés de la diferencia
El feminismo francés de la diferencia parte de la constatación de la mujer como lo absolutamente otro.
Instalado en dicha otredad, pero tomando prestada la herramienta del psicoanálisis, utiliza la
exploración del inconsciente como medio privilegiado de reconstrucción de una identidad propia,
exclusivamente femenina. Entre sus representantes destacan AnnieLeclerc, HélèneCixous y, sobre todo,
Luce Irigaray. Su estilo, realmente críptico si no se posee determinada formación filosófica, o incluso
determinadas claves culturales específicamente francesas, no debe hacernos pensar en un movimiento
sin incidencia alguna en la práctica. El grupo "Psychanalyse et Politique" surgió en los setenta y es un
referente ineludible del feminismo francés. Desde el mismo se criticaba duramente al feminismo
igualitario por considerar que es reformista, asimila las mujeres a los varones y, en última instancia, no
logra salir del paradigma de dominación masculina. Sus partidarias protagonizaron duros
enfrentamientos con el "feminismo", algunos tan llamativos como asistir a manifestaciones con
pancartas de "Fuera el feminismo", e incluso acudieron a los Tribunales reivindicando su carácter de
legítimas representantes del movimiento de liberación de la mujer. Tal y como relata Rosa María
Magdá:
Las batallas personales, la defensa radical o no de la homosexualidad y las diversas posturas con los
partidos políticos han sido también puntos de litigio para un movimiento excesivamente cerrado sobre
sí mismo, que plaga sus textos de referencias ocultas y que, lejos de la acogedora solidaridad, parece
muchas veces convertirse en un campo minado [3].
· Feminismo italiano de la diferencia
Sus primeras manifestaciones surgen en 1965, ligadas al grupo DEMAU. Otro hito importante será la
publicación en 1970 del manifiesto de Rivoltafemminile y el escrito de Carla Lonzi, Escupamos sobre
Hegel [4]. Las italianas, muy influidas por la tesis de las francesas sobre la necesidad de crear una
identidad propia y la experiencia de los grupos de autoconciencia de las estadounidenses, siempre
mostraron su disidencia respecto a las posiciones mayoritarias del feminismo italiano. Asó lo hicieron en
el debate en torno a la ley del aborto, en que defendían la despenalización frente a la legalización,
finalmente aprobada en 1977, y posteriormente en la propuesta de ley sobre la violencia sexual. Esta
propuesta, iniciada por el MLD, la UDI y otros grupos del movimiento de liberación, reivindicaba, entre
otras cosas, que la violación pudiese ser perseguida de oficio, aun contra la voluntad de la víctima, para
evitar las frecuentes situaciones en que las presiones sobre ésta terminaban con el retiro de la
demanda. En este caso, como en el del aborto, se considera "lo más inaceptable" que las mujeres
"ofreciesen ese sufrimiento concreto a la intervención y la tutela del Estado, diciendo actuar en nombre
de todas las mujeres" [5]. Mantienen que la ley del hombre nunca es neutral, y la idea de resolver a
través de leyes y reformas generales la situación de las mujeres es descabellada. Critican al feminismo
reivindicativo por victimista y por no respetar la diversidad de la experiencia de las mujeres. Además
plantean que de nada sirve que las leyes den valor a las mujeres si éstas de hecho no lo tienen. A
cambio, parecen proponer trasladarse al plano simbólico y que sea en ese plano donde se produzca la
efectiva liberación de la mujer, del "deseo femenino". Ligada a esta liberación, muy volcada en la
autoestima femenina, están diversas prácticas entre mujeres, como el affidamento, concepto de difícil
traducción, en que el reconocimiento de la autoridad femenina juega un papel determinante. Lo que sí
se afirma con claridad es que para la mujer no hay libertad ni pensamiento sin el pensamiento de la
diferencia sexual. Es la determinación ontológica fundamental.
h) Últimas tendencias
Tras las manifestaciones de fuerza y vitalidad del feminismo y otros movimientos sociales y políticos en
los años setenta, la década de los ochenta parece que pasará a la historia como una década
especialmente conservadora. De hecho, el triunfo de carismáticos líderes ultraconservadores en países
como Inglaterra y Estados Unidos, cierto agotamiento de las ideologías que surgieron en el siglo XIX,
más el sorprendente derrumbamiento de los Estados socialistas, dieron paso a los eternos profetas del
fin los conflictos sociales y de la historia. En este contexto, nuestra pregunta es la siguiente: ¿puede
entonces hablarse de un declive del feminismo contemporáneo?, y la respuesta es un rotundo no. Sólo
un análisis insuficiente de los diferentes frentes y niveles sociales en que se desarrolla la lucha feminista
puede cuestionar su vigencia y vitalidad. YasmineErgas ha sintetizado bien la realidad de los ochenta:
Si bien la era de los gestos grandilocuentes y las manifestaciones masivas que tanto habían llamado la
atención de los medios de comunicación parecían tocar su fin, a menudo dejaban detrás de sí nuevas
formas de organización política femenina, una mayor visibilidad de las mujeres y de sus problemas en la
esfera pública y animados debates entre las propias feministas, así como entre éstas e interlocutores
externos. En otras palabras, la muerte, al menos aparente, del feminismo como movimiento social
organizado no implicaba ni la desaparición de las feministas como agentes políticos, ni la del feminismo
como un conjunto de prácticas discursivas contestadas, pero siempre en desarrollo" [6].
Efectivamente, el feminismo no ha desaparecido, pero sí ha conocido profundas transformaciones. En
estas transformaciones han influido tanto los enormes éxitos cosechados -si consideramos lo que fue el
pasado y lo que es el presente de las mujeresComo la profunda conciencia de lo que queda por hacer, si comparamos la situación de varones y
mujeres en la actualidad. Los éxitos cosechados han provocado una aparente, tal vez real, merma en la
capacidad de movilización de las mujeres en torno a las reivindicaciones feministas, por más que,
paradójicamente, éstas tengan más apoyo que nunca en la población femenina. Por ejemplo, el
consenso entre las mujeres sobre las demandas de igual salario, medidas frente a la violencia o una
política de guarderías públicas es, prácticamente total. Pero resulta difícil, por no decir imposible,
congregar bajo estas reivindicaciones manifestaciones similares a las que producían alrededor de la
defensa del aborto en los años setenta (De hecho, sólo la posible puesta en cuestión del derecho al
propio cuerpo en los Estados Unidos de Bush ha sido capaz de concitar de nuevo marchas de cientos de
miles de personas). Sin embargo, como decíamos, esto no implica un repliegue en la constante lucha por
conseguir las reivindicaciones feministas. Aparte de la imprescindible labor de los grupos feministas de
base, que siguen su continuada tarea de concienciación, reflexión y activismo, ha tomado
progresivamente fuerza lo que ya se denomina feminismo institucional. Este feminismo reviste
diferentes formas en los distintos países occidentales: desde los pactos interclasistas de mujeres a la
nórdica [7] -donde se ha podido llegar a hablar de feminismo de Estado- a la formación de lobbies o
grupos de presión, hasta la creación de ministerios o instituciones interministeriales de la mujer, como
es el caso en nuestro país, donde en 1983 se creó como organismo autónomo el Instituto de la Mujer. A
pesar de estas diferencias, los feminismos institucionales tienen algo en común: el decidido abandono
de la apuesta por situarse fuera del sistema y por no aceptar sino cambios radicales. Un resultado
notable de estas políticas ha sido el hecho, realmente impensable hace sólo dos décadas, de que
mujeres declaradamente feministas lleguen a ocupar importantes puestos en los partidos políticos y en
el Estado. Ahora bien, no puede pensarse que este abandono de la "demonización" del poder no reciba
duras críticas desde otros sectores del feminismo, y no haya supuesto incluso un cambio lento y difícil
para todo un colectivo que, aparte de su vocación radical, ha sido "socializado en el no poder". En este
contexto institucional también cabe destacar la proliferación en las universidades de centros de
investigaciones feministas. En la década de los ochenta, la teoría feminista no sólo ha desplegado una
vitalidad impresionante, sino que ha conseguido dar a su interpretación de la realidad un status
académico.
En definitiva, los grupos de base, el feminismo institucional y la pujanza de la teoría feminista, más la
paulatina incorporación de las mujeres a puestos de poder no estrictamente políticos -administración,
judicaturas, cátedras...- y a tareas emblemáticamente varoniles -ejército y policía-, han ido creando un
poso feminista que simbólicamente cerraremos con la Declaración de Atenas de 1992. En esta
Declaración, las mujeres han mostrado su claro deseo de firmar un nuevo contrato social y establecer de
una vez por todas una democracia paritaria. Ahora bien, esta firme voluntad de avance, y el recuento de
todo lo conseguido, no significa que la igualdad sexual esté a la vuelta de la esquina. Tal y como ha
reflejado SusanFaludi en su obra Reacción. La guerra no declarada contra la mujer moderna, el
patriarcado, como todo sistema de dominación firmemente asentado, cuenta con numerosos recursos
para perpetuarse. El mensaje reactivo de "la igualdad está ya conseguida" y "el feminismo es un
anacronismo que empobrece la vida de la mujer" parece haber calado en las nuevas generaciones.
Como consecuencia, las mujeres jóvenes, incapaces de traducir de forma política la opresión, parecen
volver a reproducir en patologías personales antes desconocidas -anorexia, bulimia- el problema que se
empeña "en no tener nombre".
Terminaremos esta exposición con una referencia al problema del sujeto de la lucha feminista. En
algunos textos se ha acuñado ya el término de "feminismo de tercera ola" para referirse al feminismo de
los ochenta, que se centra en el tema de la diversidad de las mujeres [8]. Este feminismo se caracteriza
por criticar el uso monolítico de la categoría mujer y se centra en las implicaciones prácticas y teóricas
de la diversidad de situaciones de las mujeres. Esta diversidad afecta a las variables que interactúan con
la de género, como son el país, la raza, la etnicidad y la preferencia sexual y, en concreto, ha sido
especialmente notable la aportación realizada por mujeres negras. Sin embargo, aún reconociendo la
simultaneidad de opresiones y que estos desarrollos enriquecen enormemente al feminismo, cabe
hacerse la siguiente pregunta: ¿"Dónde debemos detenernos en buena lógica? ¿Cómo podemos
justificar generalizaciones sobre las mujeres afroamericanas, sobre las mujeres del Tercer Mundo, o las
mujeres lesbianas?" [9]. Efectivamente, llevando esta lógica a su extremo, tendríamos que concluir que
es imposible generalizar la experiencia de cada mujer concreta. Tal vez sea pertinente concluir con unas
palabras de Celia Amorós a propósito de otro debate. Señala esta que autora que tan importante como
la desmitificación y disolución analítica de totalidades ontológicas es no perder, al menos como idea
reguladora, la coherencia totalizadora que ha de tener todo proyecto emancipatorio con capacidad de
movilización. Y, en la práctica, postula:
La capacidad de cada sujeto individual de constituirse en núcleo de síntesis de sus diversas "posiciones
de sujeto", orientándolas al cambio del sistema [10].
Texto publicado en: 10 PALABRAS CLAVES DE FEMINISMO, CELIA AMOROS (COMPILADORA)
Entrevista a Alicia Puleo: claves del
ecofeminismo
Por Elena Duque
22 de febrero de 2009
Alicia Puleo es doctora en filosofía y directora de la Cátedra de Estudios de Género de la Universidad de
Valladolid. Ha escrito numerosos artículos sobre feminismo y es la máxima representante del
ecofemisnismo en España. Esta línea de pensamiento, de especial seguimiento en América Latina,
propone los objetivos comunes de la lucha por la igualdad de las mujeres y la conservación del medio
ambiente, como una mejora de la calidad de vida del conjunto de la sociedad. El respeto como punto de
partida para una sociedad más justa.
¿Cuál es la relación entre ecologismo y feminismo? ¿Cuáles son los objetivos comunes? –preguntamos a
Puleo.
Creo que ambos son pensamiento y praxis que responden a grandes retos del siglo XXI. El ecologismo
busca proteger lo poco que va quedando del mundo natural y nos muestra la necesidad de alcanzar una
calidad de vida que pueda ser mantenida sin agotar recursos naturales limitados. Plantea cambiar
nuestra relación depredadora con respecto a la Naturaleza.
El feminismo, hoy, es la demanda de igualdad efectiva, no sólo formal, para las mujeres. Apunta a una
asignatura pendiente en el trabajo asalariado y en el doméstico, en el acceso a puestos de decisión, en
el reconocimiento del mérito, etcétcera. También quiere la autonomía en la relación con el propio
cuerpo y una corrección de los sesgos androcéntricos de la cultura.
Tanto el feminismo como el ecologismo se plantean una mejora de la calidad de vida del conjunto de la
sociedad, no en el sentido de simple acumulación alienada de más objetos de consumo, sino de
desarrollo de las capacidades de las personas. Ambos tienen una visión del mundo menos jerarquizada,
con profundos cambios en la vivencia de la cotidianeidad.
¿Cómo se define el ecofeminismo, entonces?
Es la corriente del feminismo que asume la problemática ecológica como algo que puede ser abordado
de manera pertinente en clave de género, aportando ciertas claves de comprensión de la relación
humana con la Naturaleza”
En la práctica, ¿en qué se traduce? ¿Cómo podemos aplicarlo en nuestra vida cotidiana?
Voy a citar algunos ejemplos que no resumen, por supuesto, todas las dimensiones del ecofeminismo.
Uno de sus aspectos es el cuidado de la salud, dar un trato menos agresivo a nuestros cuerpos,
promoviendo en la medida de lo posible una alimentación sana, sin pesticidas ni transgénicos. No se
trata de una preocupación egoísta, referida sólo a la salud personal o de quienes te son más próximos,
sino de pensar también en los otros, humanos y animales, y en la tierra que los cobija.
Las productoras ecológicas no utilizan agrotóxicos, con lo que preservan su salud, la del medio y la de los
consumidores, el componente feminista les provee de una actitud crítica y reivindicativa sobre las
relaciones de poder patriarcales en su pareja, en sus organizaciones sindicales y en la sociedad.
Ser ecofeminista implica, además, en tanto consumidoras, ser conscientes de aquellos aspectos de los
estereotipos femeninos que dan lugar a prácticas increíblemente crueles como las de experimentación
de cosméticos o las que abastecen la industria peletera. Sólo la falta de información de muchas mujeres
sobre la forma en que agonizan millones de animales a los que se arranca su piel puede explicar que la
moda siga imponiendo el uso de las pieles”.
De entre las acciones ecofeministas se suele citar el caso de las mujeres de Chipko que, abrazándose a
los árboles de su región, evitaron la tala masiva de esta zona del Himalaya en 1973. ¿Conoce más
acciones de este tipo?
En 2004, el movimiento de mujeres de Plachimada, también en India, consiguió que la justicia
reconociera a la comunidad el derecho de uso del agua frente al deterioro de las condiciones de acceso
a este recurso básico producido por la contaminación y la explotación excesiva de las empresas
multinacionales. La misma Vandana Shiva lo cuenta en su libro Manifiesto para una democracia de la
Tierra.
Debemos recordar también las manifestaciones pacifistas de las feministas inglesas de
GreenhamCommon que lograron cerrar bases de misiles con más de trece años de campamentos y
manifestaciones en las que desplegaban redes tejidas simbolizando el entramado de lo orgánico que
estaba siendo amenazado por la guerra atómica.
O la campaña del barrio obrero de Love Canal, en Estados Unidos, cuando las amas de casa se
organizaron contra la contaminación química local que afectaba la salud de sus familias. Existen muchos
otros casos de resistencia organizada de las mujeres. Pero generalmente no encuentran eco en las
agencias de noticias.
Existen varias corrientes dentro del ecofeminismo. ¿Cuáles son las que tenemos que conocer para
tener una idea global?
En efecto, el ecofeminismo no es uno sino múltiple. Incluso se ha llegado a señalar que hay tantas
posiciones como teóricas del ecofeminismo. Esquematizando mucho, se pueden diferenciar dos grandes
líneas de pensamiento según su manera de entender la identidad femenina y la relación humana con la
Naturaleza: un ecofeminismo clásico de corte más esencialista y espiritualista que considera que las
mujeres estarían biológica u ontológicamente más cerca de la Naturaleza; y otro constructivista que
enfatiza las condiciones históricas y económicas.
Pienso que las distintas formas de ecofeminismo hacen valiosas aportaciones desde sus perspectivas
específicas apoyadas en distintos contextos culturales y geográficos, aunque no comparta algunos
planteamientos diferencialistas o excesivamente lapidarios con respecto al pensamiento moderno.
Por eso, después de varios años de reflexión sobre feminismo, ecología y ecofeminismos, he elaborado
mi propia propuesta que he llamado “ecofeminismo ilustrado”. Es una posición que se orienta hacia la
ecojusticia y la sostenibilidad sin renegar de las conquistas de igualdad y autonomía que el feminismo
ilustrado ha obtenido o sigue demandando como asignatura pendiente de las democracias modernas.
Considero que la sostenibilidad debe ser hermandad con el conjunto de la ciudadanía, con niñas, niños,
mujeres y hombres pobres del Sur, responsabilidad con las generaciones futuras y compasión activa con
los demás seres vivos con los que compartimos la Tierra”
¿Qué corriente es hoy en día la más popularizada?
Es difícil decirlo. En los ambientes académicos predomina el constructivismo. Más allá, hay una mezcla
de componentes de distinto origen. Algo que me parece importante es que el ecofeminismo está
creciendo entre las productoras del movimiento agroecológico en América Latina.
¿En España tiene fuerza este movimiento? ¿Está organizado?
Todavía no, pero estoy percibiendo en muchas jóvenes un fuerte interés por esta dimensión tan poco
conocida del feminismo.
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