No podemos ser menos que el vecino Tina Kapp Mi hermano Jeremy escribió en su blog un artículo fascinante titulado Lifestyle Inflation1 (Estilo de vida inflacionario). En él, comenta cómo las personas se ven presionadas a gastar más dinero a fin de seguir mejorando su estilo de vida. Conforme uno gana más dinero, siente que tiene que conseguir un auto mejor o una casa más lujosa, y eso te atrapa en un círculo vicioso en el que apenas uno gana para sobrevivir, o en muchos casos, se termina endeudado por gastar más de lo que se tiene. Es un tema muy interesante, y si no tenemos cuidado, podemos caer en esa trampa. Puede resultar peligroso no ser menos que el vecino, no solo para nuestra economía, sino sobre todo, para nuestra felicidad. No podemos ser menos que el vecino es una expresión acuñada sobre la necesidad de mantener el mismo nivel de vida del vecino acumulando bienes materiales. Si los vecinos consiguen un auto nuevo, nosotros también. Si sus hijos tienen un nuevo juego de computador o el último modelo de móvil, te sientes mal si tus hijos no lo tienen. Hicieron una película sobre el tema. Era una familia aparentemente perfecta apellidada Joneses que se instalaron en un vecindario presumiendo del último modelo en todo, y provocaron que todos los que los conocían quisieran comprar las mismas cosas. Pero detrás de aquella fachada perfecta se escondían vendedores cuyo objetivo era vender a cierto grupo etario y lograr sus cuotas. El esposo consiguió que otros hombres compraran el mismo equipo de golf, el auto y la televisión que él había adquirido, mientras que la esposa logró que las mujeres compraran sus tratamientos de belleza y sus prendas de última moda. Incluso la hija adolescente estaba vendiendo maquillaje y artilugios a otras chicas, y el chico adolescente estaba ofreciendo juegos de computador, equipos de sonido y demás. Todo fue a las mil maravillas hasta que los vecinos se endeudaron mucho por no poder permitirse todas aquellas cosas nuevas que de repente sentían que tenían que tener, sin detenerse a pensar lo bien que les iba sin ellas. Eso no significa que esté mal ahorrar para comprarnos algo que queremos o que podría considerarse un artilugio o un lujo, o que nunca deberíamos tener cosas bonitas, pero sería prudente pensar de vez en cuando por qué nos parece que lo necesitamos. Por desgracia, muchas personas consiguen cosas simplemente para impresionar o superar a sus amigos (e incluso a sus enemigos), y ellos a su vez, sentirán que necesitan hacer lo mismo y conseguir cosas aún más lujosas que no son necesarias. Puede convertirse en un círculo vicioso y todos terminan descontentos con sus compras pues solo lo hacen para tener algo mejor que el vecino. Así, los únicos que salen ganando son los vendedores que se ríen cada vez que van al banco. Hay mucho que decir sobre conseguir productos de calidad en lugar de lo más barato y en ocasiones, menos fiable. Vale la pena aprender desde joven a ser buen administrador, saber ahorrar cuando es necesario y comprar cuando se presenta una buena opción. En una ocasión, alguien muy sabio me dio un excelente consejo que puede aplicarse a cualquier asunto económico: «Cuando tus gastos superan tus ingresos, mantener ese ritmo provoca tu caída». Jesús sabía que es tentador para todos conseguir cosas nuevas y relucientes, por eso advirtió a Sus discípulos: «No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido carcomen, ni los ladrones se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón.»2 El otro día estuve chateando con unos amigos que la mayoría de la gente catalogaría de adinerados. Me confesaron que gastar mucho dinero y conseguir lo mejor de todo con frecuencia hace que muchas veces ni siquiera lo aprecien. En lugar de disfrutar de una comida deliciosa en un restaurante, existe la tentación de volverse muy exigente, que al sentir que uno ha pagado mucho, debería obtener un servicio perfecto, o fijarse en todos los defectos en lugar de disfrutarlo. Únicamente cuando pasaron un bache económico y de repente tuvieron que apretarse el cinturón, comenzaron nuevamente a apreciar las cosas. Comprendieron que lo que habían dado por hecho durante tanto tiempo, otras personas lo apreciaban y lo disfrutaban; que otros atesoraban y disfrutaban las experiencias de las que ellos se quejaban. Y claro, el afán de riqueza nunca tiene fin. No sé de dónde surgió la idea pero creo que se trata del viejo truco del carretero. Éste cuelga una zanahoria atada a un palo delante de la nariz del caballo. Cuanto más rápido corre el caballo tratando de alcanzarla, más rápido se mueve la zanahoria, siempre fuera de su alcance. Pero a diferencia del pobre caballo, nosotros podemos detenernos y entender qué estamos haciendo. Podemos aprender a disciplinarnos para vivir dentro de nuestros recursos. Trabajar mucho tiene su recompensa, y el Señor nos diseñó para trabajar de manera que seamos productivos y cuidemos bien de nuestra familia y de nosotros mismos. El Salmo 128:2 dice: «Lo que ganes con tus manos, eso comerás; gozarás de dicha y prosperidad»3. Es bueno detenerse a pensar si andamos demasiado ocupados persiguiendo un estilo de vida que nosotros u otras personas piensan que deberíamos tener, mientras descuidamos las cosas verdaderamente importantes. Jesús dijo sabiamente: «No se preocupen por su vida, que comerán o beberán; ni por su cuerpo, cómo se vestirán. ¿No tiene la vida más valor que la comida, y el cuerpo más que la ropa? Porque los paganos andan tras todas estas cosas, y el Padre celestial sabe que ustedes las necesitan.»4 Eso no significa que Dios quiera que dejemos de ganar dinero para vivir como hippies en el bosque. Necesitamos cosas para sobrevivir y salir adelante en la sociedad actual. Sin embargo, Él añadió un consejo sumamente importante: «Mas bien, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas»5. Si quieres obtener una buena calidad de vida, querrás amigos a quienes no les importe si tienes el último modelo de todo. Disfrutarás y apreciarás tanto las cosas sencillas como las especiales. Disfrutarás dando y recibiendo cosas que son valiosas por su significado y consideración, no porque sean caras y costosas. Si quieres saber si llevas una vida equilibrada en este aspecto, piensa en qué cosas son importantes para ti si perdieras mañana todas tus posesiones materiales. Como dijo Henry Ward Beecher: «La cuenta bancaria de un hombre no indica si es rico o pobre. Es su corazón lo que le convierte en rico. Un hombre es rico por lo que es, y no por lo que tiene.» Notas a pie de página 1http://jeremyyamaguchi.me/lifestyle-inflation/ 2Mateo 6:19-21 NVI 3Nueva Versión Internacional 4Mateo 6:25,32 NVI 5Mateo 6:33 NVI © La Familia Internacional, 2015 Categorías: perspectiva, sabiduría, confiar en Dios