HOMILIA EL HIJO PRODIGO, CUARTO DOMINGO DE CUARESMA, 2013 El evangelio de hoy es la historia de una familia, una historia de un hombre y sus dos hijos. Se trata de un padre amoroso que amaba a sus dos hijos por igual, el hijo más chico el "malo" y el hijo mayor el "bueno". El problema recae en ambos, de distintas maneras, se convierte en obstáculos para la unidad y el amor en la familia, algo que el padre quería tanto. La historia es sobre el amor y el perdón, la codicia y la intolerancia, y es una historia perfecta para la Cuaresma. La historia, o parábola, que Jesús dice hoy, según el Evangelio de Lucas, comienza con el hijo menor que quiere en ese momento la parte de su herencia. Así que el padre repartió los bienes en partes iguales entre ellos, y unos días después el hijo menor se marchó a una vida nueva y emocionante. Ya sabes cómo va la historia, se malgasto la herencia en una vida de fiestas y “libertinaje”. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba. Había perdido su camino llevando una vida de codicia y lujuria, y había perdido todo sentido de la vergüenza y la decencia. Si tú nunca has estado allí, no es un buen lugar para estar, lo sé, porque una vez estuve allí. Nuestra codicia, nuestro egoísmo y nuestro egocentrismo puede destruirnos si nos dejamos. Pero el hijo joven, salvaje, divertido tenía todavía algo a su favor: no era demasiado orgulloso para ir de nuevo a su padre pedirle perdón y decirle “Lo siento” Y eso es lo que decide hacer. Cuando el padre lo ve regresar a casa, él sale corriendo a saludarlo y darle la bienvenida al hogar. El padre está lleno de amor y compasión, y cuando su hijo le ofrece sus disculpas al padre, ni siquiera escucha, porque está lleno de tanta felicidad que inmediatamente mereció una celebración ", porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado. " Cuando el hijo mayor oyó lo que estaba pasando, en vez de alegrarse de que su hermano había regresado, estaba enojado porque su padre le dio la bienvenida con una celebración. El hijo mayor no pensaba que esto era justo y no quería unirse a la celebración. Estaba celoso y enojado porque sentía que él siempre había estado fiel con su padre sirviéndole. No podía entender por qué su padre lo recibía de esa manera sabiendo cómo se había comportado. A causa de su enojo y celos el hijo mayor no podía ver el amor y la compasión que el padre tenía para ambos chicos. Él le dice al hijo mayor: "Hijo mío, tú estás aquí conmigo siempre, todo lo mío es tuyo. Pero era necesario hacer fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado”. Entonces, ¿dónde encajamos en esta parábola? Bueno en primer lugar que todos somos pecadores, todos y cada uno de nosotros. Todos cometemos errores y algunas veces tomamos malas decisiones. Después de todo es por eso que estamos aquí hoy en la Iglesia en la celebración de este santo sacrificio de la Eucaristía como comunidad que alaba el amor y perdón de Dios y damos gracias por ello. Podemos ser como el hijo más joven, cuyos pecados fueron más visibles en la forma que eligió vivir su vida. O podemos ser más como el hijo mayor, que estaba lleno de ira y resentimiento e interrumpieron la unidad en la casa del padre. Pero de cualquier manera, el mensaje es claro, todos tenemos que arrepentirnos y regresar a la casa del padre. Puede que tengamos que hacer cambios en la manera en que vivimos nuestras vidas como el hijo menor lo hizo. Puede que tengamos que dejar de lado algún tipo de enojo o resentimiento que estamos llevando, porque sentimos que hemos sido tratados injustamente por alguien. Todas estas cosas pueden lastimar nuestra relación con nuestro Padre amoroso y causar desunión en la casa del Padre. Pero para todos nosotros existe la esperanza y el perdón, como lo señala San Pablo en la segunda lectura que hemos escuchado hoy. Pablo está diciendo a la gente de su tiempo, y hoy a nosotros, que Dios ha reconciliado al mundo consigo mismo por el regalo de su Hijo, para que nuestros pecados sean perdonados. Pablo llama a todos a ser "embajadores de Cristo", para convertirse en pueblo santo, amando y perdonando, y llevando el mensaje de perdón y reconciliación para el mundo entero. Como San Pablo nos dice Dios "nos ha dado el ministerio de la reconciliación". Esto es por cada uno de nosotros que Cristo sufrió en la cruz para que podamos ser reconciliados con nuestro Padre amoroso, para ser perdonados de nuestros pecados y errores, y llegar a ser santos y justos. Tenemos que aprender a vivir, amar y perdonar como Cristo lo hizo. Esta es la forma en que llevamos a cabo el "ministerio de la reconciliación." De nuevo, como San Pablo dice: "Imploramos en nombre de Cristo, la reconciliación con Dios." Así que hermanos y hermanas a medida que continuamos a través de los días restantes de la Cuaresma, vamos todos a hacer un gran esfuerzo para reconciliarnos con Dios mediante la oración, el sacrificio y la Sagrada Eucaristía. El próximo jueves por la noche tenemos nuestro servicio de reconciliación y penitencia. Que mejor oportunidad para acercarnos a nuestro Dios amoroso y comprensivo para pedir perdón por nuestras faltas y deficiencias y para fortalecer nuestra relación personal con nuestro Padre celestial. Para nosotros este es el momento de humillarnos delante de nuestro Padre amoroso, admitir nuestras faltas y deficiencias y pedirle su perdón. Para perdonar y ser perdonados son dos grandes actos de amor desinteresado e incondicional. Esta es una gran oportunidad para reconciliarse con Dios y que nos ayude a ser "embajadores de Cristo". Que el amor de Dios, la paz y las bendiciones estén siempre con cada uno de ustedes durante estas últimas semanas de Cuaresma!