VII. Una mirada a la ética. Edad media. Santo Tomás de Aquino: Ley natural. FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2007; 11(2) Fernando Ruiz Rey. Psiquiatra Raleigh, NC. USA PALABRAS CLAVE: Ética, Santo Tomás, Teleología universal, Actos voluntarios, Ley eterna, Ley natural, Finnis. El teólogo napolitano Santo Tomás de Aquino (1225/7-1274) es sin duda -junto a San Agustín-, uno de los pensadores más destacados e importantes de la Edad Media. Santo Tomás incorporó el pensamiento aristotélico a la doctrina cristiana y elaboró un complejo, rico y ordenado sistema filosófico-teológico; esta síntesis realizada por el teólogo neutralizó el racionalismo griego que amenazaba la fe y el pensamiento cristiano de la época. Santo Tomás corrige las interpretaciones erradas de Aristóteles realizadas por el averroísmo e integra los conceptos metafísicos y éticos de este filósofo en la doctrina cristiana. El teólogo separa el conocimiento racional del conocimiento revelado, pero sin generar antagonismos entre razón y fe, sino relacionándolas en una armónica cooperación. Proyección del pensamiento de Santo Tomás El pensamiento de Santo Tomás ha ocupado en la Iglesia Católica Romana y, en buena medida, continúa ocupando –aunque no en forma exclusiva-, un papel importante en la exposición y defensa de muchos puntos teológicos frente a las filosofías del modernismo y postmodernismo. Pero, la influencia histórica del teólogo se proyectó más allá del ámbito religioso, la metafísica de Santo Tomás presentó una visión abstracta del mundo que aúna el cambio constante del universo con una permanencia e inteligibilidad que hace posible su conocimiento; además, el mundo no fue concebido por el teólogo como un contenedor de las cosas, sino que como constituido por las ‘sustancias finitas’ y sus múltiples relaciones, el mundo no es una entidad en sí misma -un absoluto inalcanzable-, sino un conjunto de cosas susceptibles de ser conocidas por la inteligencia humana. Christopher Dawson señala que la gran síntesis realizada por Santo Tomás de aristotelismo y de cristianismo debe considerarse como:”la afirmación de los derechos de la razón humana y la fundación de la ciencia europea.” (1;136) Con este cambio de orientación, escribe este autor:”[Santo Tomás] trae al hombre de regreso al orden natural. Enseñó que la inteligencia humana no es éso de un puro espíritu, es consustancial con la materia, y encuentra su actividad natural en la esfera de lo sensible y lo particular.” (1;137) Con la metafísica de Santo Tomás la estructura del pensar científico se injerta en la cultura medieval, para dar posteriormente los frutos por todos conocidos. En la actualidad, la influencia de Santo Tomás perdura fundamentalmente en la doctrina de la ley natural. Como esta tesis tiene particular relevancia en los debates de la ética contemporánea, la revisaremos en su proyección al presente. Teleología universal Santo Tomás adopta la cosmovisión de Aristóteles que sostiene que lo existente está en movimiento hacia una meta, pero este movimiento no se limita a sólo el movimiento focal o físico, sino que se refiere especialmente al movimiento de toda cosa (ente) a la realización de su potencial, por eso el teólogo sostiene que:”Todo agente, por necesidad, actúa por un fin.” (2;1:2) Un fin que lo perfecciona. En la visión de Santo Tomás, esta cosmología tiene por meta última a Dios: el universo se mueve guiado por la causa final: Dios, que es el Bien supremo y la causa primera de todo lo existente. Los seres racionales se mueven por sí mismos en base a un principio intrínseco dirigido a un fin o meta próximo, pero ordenado racionalmente a la causa final: Dios, el bien por excelencia. El teólogo sostiene que la acción al dirigirse a una meta, implica la posesión de un “conocimiento”, la acción es entonces el producto de un:”’apetito racional’,’ que es llamado el querer [voluntad].” (2;1:2) Este principio intrínseco de los seres racionales:”…es uno no sólo de movimiento, sino de movimiento por un fin.” (2;6:1) No se trata de una acción errática, sino que dirigida a una meta considerada racionalmente deseable o buena. Santo Tomás sostiene que el objeto del querer -de la voluntad- es su meta, considerado bueno en sí, pero ordenado al bien universal mediante la razón:”Por consecuencia, dice Santo Tomás, no puede haber querer (voluntad) en aquellas cosas [seres] que carecen de razón e intelecto, puesto que no pueden aprehender lo universal.” (2;1:2ro3) Gracias a este principio intrínseco, los seres racionales se mueven por sí mismos hacia una meta, por eso escribe el teólogo: “…es propio de la naturaleza racional tender a un fin, dirigiéndose y conduciéndose a sí misma a la meta.” (2;1:2) De acuerdo a la filosofía de Santo Tomás, lo que corresponde a la sustancia -lo que la cosa es en sí-, sin ser de ella, es una correspondencia o relación natural; de este modo, sostiene el filósofo que para el intelecto es natural (le corresponde) aprehender los primeros principios del conocimiento; y de igual modo, a la voluntad le es natural tender al bien en general, y escribe:”…es el último fin, el que se presenta en la misma relación a las cosas apetecibles, como los primeros principios de demostración a las cosas inteligibles: y hablando en forma general, son todas aquellas cosas que pertenecen al agente voluntario de acuerdo a su naturaleza. (2;10:1) Actos voluntarios humanos: razón, voluntad y libre albedrío Las acciones voluntarias tienden al bien guiadas por la razón, esto es, el ser racional se mueve por su propio principio intrínseco en base a un conocimiento racional del bien que permite determinar los objetos o metas para la acción de la voluntad, y esto implica deliberación; por eso dice Santo Tomás:”El hecho que el hombre sea maestro de sus acciones es debido a que es capaz de deliberar acerca de ellas.” (2;6:2). Por el contrario, los seres no racionales son movidos a su fin, por una fuerza externa a ellos, son movidos por la voluntad de Dios. Santo Tomás, sostiene entonces que un acto propiamente humano es aquel que se realiza con pleno control de la razón y de la voluntad, escribe el teólogo:”el hombre es naturalmente el principio de su acción por su intelecto y voluntad.” (2;5 :5) “La palabra ‘voluntad’ se aplica a lo que podemos manejar. Podemos manejar el actuar o no actuar, querer o no querer.” (2;6:3) ”…el hombre es dueño de sus acciones a través de su razón y su querer, de aquí también que el libre albedrío es definido como “la facultad y querer [voluntad] de la razón.” (2;1:1) Por ésto el libre albedrío consiste en el ejercicio del querer (voluntad) y de la razón –“la voluntad está en la razón”, dice Santo Tomás. (2;15:4,ro2) Para el filósofo, la voluntad y la razón están íntimamente ligadas. Los actos humanos son producto de una voluntad deliberada: “las acciones son llamadas voluntarias por el hecho de que las consentimos.” (2;15:4,ro2) Si se da una compulsión a actuar o no actuar, no se trata en rigor de un acto voluntario, por ser contrario a la voluntad del agente. El ser humano es libre en sus acciones, pero no puede determinar el ordenamiento al bien que es condición de su naturaleza (creado de ese modo), pero es libre en determinar los medios o procedimientos para llevar su conducta al fin próximo –objeto- que corresponde y elige; escribe el teólogo:”La raíz de la libertad es la voluntad [el querer] como el sujeto mismo, pero la razón es su causa. Porque la voluntad tiende libremente hacia viarios objetos, precisamente porque la razón puede tener varias percepciones del bien.” (2;17:1,ro2) El libre albedrío del hombre que lo conduce a la realización de su potencial natural es para Santo Tomás producto de la voluntad y de la razón. Actos voluntarios humanos (morales), razón y ley Eterna (Ley Divina) De acuerdo a esta visión antropológica de Santo Tomás, el hombre realiza muchos actos sin deliberación de la voluntad libre, como son lo que llamaríamos actos automáticos que se realizan sin pensar, pero estos actos no se pueden considerar propiamente actos humanos, sino simplemente actos que realiza el hombre. El hombre es definido en esta filosofía como criatura racional, por lo que lo típicamente humano son sus actos voluntarios guiados por la razón. El bien y la malicia de los actos humanos, nos dice Santo Tomás:”son predicados en referencia a la razón.” (2;18:5) Los actos voluntarios así definidos son los actos morales. Es la razón la que determina el bien de acuerdo a la correspondencia con la naturaleza y la Ley Divina; dice Santo Tomás:”Ahora, es de la ley eterna, que es la Razón Divina, de la que la razón humana es la regla de la voluntad humana, de la cual el hombre deriva su bien”…..”el bien de la voluntad humana depende de la ley eterna mucho más que de la razón humana: y cuando la razón humana falla, debemos recurrir a la Razón Eterna.” (2;19:4) El conocimiento de la Ley Eterna según Santo Tomás, es posible por la naturaleza misma de la razón:”Aunque la ley eterna es desconocida para nosotros por estar en la Mente Divina: no obstante se hace en cierto modo conocida para nosotros, ya sea por la razón natural que es derivada como su propia imagen [Mente Divina]; o por alguna revelación adicional.” (2;19:5) Especificidad del acto: meta (fin) u objeto y razón Los actos voluntarios son buenos o malos de acuerdo a su especificación (su carácter), que depende del objeto o meta próxima a la que se dirige la acción; escribe el teólogo:”Por consecuencia, la voluntad buena o maliciosa son actos que difieren en su especie” (2;19:1)….”El bien es presentado por la razón a la voluntad como su objeto: y así, en cuanto corresponda con la razón, entra en el orden moral, y causa bien moral en el acto de la voluntad: porque la razón es el principio de los actos humanos y de los actos morales.” (2;19:1,ro3) Entonces cualquier acto voluntario que se aleje del mandato de la recta razón es considerado malicioso. Los actos llamados morales para ser buenos deben ser en sí buenos, con una buena intención y con un buen objeto o meta, y también buenas circunstancias en su realización, si el mal se infiltra en cualquiera de estas dimensiones, el acto deja de ser bueno, para convertirse en malicioso. El mal para Santo Tomás es una privación del ser, de modo que el mal moral es una privación en el acto libre humano de lo que debe ser de acuerdo a lo promulgado por la razón y, por ende, de la ley Eterna; los actos morales buenos y malos son tales en referencia a un fin externo (al hombre), esto es, la ley de Dios. El teólogo distingue en el acto voluntario, el acto exterior que es el acto realizado, y el acto interior que es previo al anterior y propio de la voluntad que inicia la acción; es a este acto interior al que se refiere el bien y el mal moral. Fin próximo y fin remoto, bien y felicidad Los actos voluntarios se realizan para el logro de una meta o fin que se aprehende como un bien, a través de la elección racional del ‘objeto’ que satisface al querer de la voluntad. Las acciones típicamente humanas se dirigen a un fin próximo (objeto), pero muchas de estas acciones voluntarias en la vida ordinaria presentan además, fines remotos, como es el caso de tomar una medicina (fin próximo) para lograr la salud (fin remoto). De este modo, las metas de las conductas voluntarias pueden engarzarse unas con otras, constituyendo una, el fin de otra. Pero, en todas las acciones humanas, las metas sucesivas que van surgiendo, se desean, porque constituyen un bien en verdad o, se aprehenden o perciben como buenas; el ‘apetito racional’ es sólo por el bien, se desea lo que se aprehende del objeto como bien: “no que éste sea bueno en realidad.” (2;8:1) Esta tendencia o impulso natural de actuar prosiguiendo concientemente lo deseable (bien) implica en Santo Tomás una propensión del hombre a la realización de sus potenciales y con éllo de su felicidad. El bien, según Santo Tomás, y la felicidad están íntimamente relacionadas; la felicidad es la operación del acto voluntario que tranquiliza el querer, y el querer se tranquiliza y satisface por ‘lo bueno’ del objeto elegido. Entonces, escribe el teólogo:”…la felicidad es el bien supremo del hombre, es incompatible con cualquier mal”…..”el hombre está ordenado a la felicidad a través de principios que están en él; puesto que él está ordenado a ésto naturalmente.” (2;2:4) La búsqueda de lo bueno y, por ende de la felicidad, es propio y necesario de la condición misma del ser humano. Este bien, no es una satisfacción meramente individual, sino que debe estar siempre referido al “bien común”, al bien de la comunidad, así como la voluntad Divina quiere el bien de la totalidad de lo creado. Todas las metas en la vida del hombre, se ordenan mediante la razón al fin último que es el Bien Supremo, las criaturas participan de este modo, del bien y de la felicidad divina. El bien trae la felicidad y el agrado (descanso del querer -voluntad) del hombre, y no a la inversa, la búsqueda del placer por sí mismo, no trae el bien ni la auténtica felicidad. Según Santo Tomás, todos los hombres aspiran a la felicidad, a un bien perfecto que satisfaga plenamente todas sus necesidades y aspiraciones, pero no todos los hombres saben en qué consiste: “porque no saben en qué se encuentra la noción general de felicidad.” (2;5:8) En otras palabras, no todos conocen a Dios. Voluntad y bien Supremo El ser humano tiene la capacidad natural de buscar el bien en todo lo que hace, escribe el teólogo:”…el bien es lo que tiene la naturaleza de fin o meta.” (2;1:4) La meta final o el bien último del hombre es Dios, por lo que:”…la voluntad está ordenada al bien universal.”….”mientras que todo otro bien es bien por participación [del bien universal]. (2;9:6) “Ahora, el último fin de la voluntad humana es el Bien Soberano, a saber, Dios. Por tanto el bien de la voluntad humana requiere estar ordenado al Bien Soberano, esto es, Dios.” (2;19:9) La voluntad humana no puede ser igual a la voluntad de Dios, pero debe imitarla, conformarse a élla, para lograr el máximo de realización de los potenciales que le corresponden por naturaleza, y así conseguir el estado de felicidad. Para Santo Tomás la meta final del hombre es la visión misma de Dios (beatitud), sólo así el hombre queda definitivamente tranquilo, sin más deseos: logra la felicidad perfecta. El teólogo sostiene que el hombre posee naturalmente la capacidad de conocer y amar a Dios, escribe:”…su intelecto puede aprehender el bien universal y perfecto.” (2;5:1) Pero esta felicidad perfecta sólo se puede lograr plenamente en la beatitud de la vida por venir, en la vida terrestre sólo se logra una felicidad parcial y limitada, aún en la vida contemplativa, la felicidad alcanzada es imperfecta. Prudencia y razón práctica Para establecer las metas el ser humano utiliza la razón práctica en las actividades de la vida corriente, logrando una felicidad incompleta, pero para buscar la meta final –en esta tierra-, esto es el Bien Supremo, debe utilizar la razón especulativa, que no trabaja con particulares ni cosas sensibles, sino que con universales. Los seres irracionales, por no poseer razón, no pueden participar de la felicidad, y menos aún, llegar a conocer la esencia de Dios. Todos los seres no racionales se mueven hacia Dios dentro de un margen acotado de acuerdo a su propia naturaleza; y, como ya se ha señalado, el movimiento de estos seres no es propio, sino que externo: el poder de Dios; escribe Santo Tomás:”…los animales irracionales poseen la intención de una meta, en cuanto son movidos por instintos naturales.” (2;12:5) (2;1:1) Los animales no tienen control de sus apetitos, ni discernimiento, se mueven instintivamente, no así el ser humano que puede resistirlos y dirigirlos, salvo que sean perturbaciones emocionales severas. (2;10:3-4). La divinidad que mueve al universo es el Bien por excelencia, la perfección máxima a lo que tiende todo lo existente, particularmente y en forma conciente el ser racional. En la criatura racional, el bien se va dando en sus elecciones voluntarias cuyo bien -incompleto- está en relación, u ordenado por la razón al Bien Supremo. Pero el Bien Supremo aunque perfecto, no se impone con necesidad inevitable a la voluntad humana, Dios respeta la naturaleza (creada) de la voluntad, esto es, la libertad de acercarse a objetos opuestos y elegir siguiendo la guía de la razón capaz -por naturaleza- de captar y de ordenarse al Bien. Dios respeta la libertad de elección del ser humano, por lo que la moral que es propia del hombre, está especificada por la meta elegida en la conducta, de modo que los actos morales son los actos humanos realizados con plena y libre voluntad. (2;1:3) El hombre puede errar y desear algo no adecuado, pero esto es una equivocación en lo concreto de la elección, no en la intención, que es desear lo ‘bueno’ o, lo que se considera o aprehende como bueno para el agente que elige, como es el caso de la equivocación y del pecado; escribe el teólogo:”Aquello a lo que la voluntad tiende pecando, aunque en realidad es malo contrario a la naturaleza racional, sin embargo, es aprehendido como algo bueno y adecuado a la naturaleza, en cuanto es adecuado al hombre por razón de una sensación agradable o hábito vicioso.” (3;6:4) La recta razón se ordena al Bien supremo, pero la razón puede claudicar de este ordenamiento al cegarse por el simple placer o el vicio. La virtud de prudencia representa la capacidad del agente de deliberar, decidir y ordenar apropiadamente la acción al proceso de la razón práctica; pero no dirige infaliblemente a la voluntad a la acción correcta, la voluntad permanece libre de elegir dentro de lo que se le presenta. En lo referente a las virtudes, Santo Tomás, siguiendo el énfasis de Platón y Aristóteles, distingue en el carácter moral, cuatro Virtudes Cardinales: justicia, coraje, templanza y prudencia. Razón, ley y hábito Para Santo Tomás es la razón la que dirige la voluntad a su meta, la razón es el principio de toda acción voluntaria; por eso escribe:”La ley es una regla y medida de los actos por la cual el hombre es inducido a actuar o es restringido a actuar: porque “lex” [ley] es derivado de “ligare” [ligar, atar, obligar], porque obliga a actuar. Ahora la regla y medida de los actos humanos es la razón…” (2;90:1) La ley es la regla de la conducta voluntaria, por eso se dice que la ley está en la razón, pero también la ley está reflejada en los actos realizados bajo la guía de la recta razón. El hábito es una fuente de poder de acción, el hábito formado e inclinado por la ley en la razón, participa de la ley, y en este sentido se puede decir que la ley es un hábito; el teólogo sostiene que:”aquellas cosas que están inclinadas a algo por razón de alguna ley….pueden ser llamadas una ley, no esencialmente, pero por participación como si lo fueran.” (2;90:1,ro1) De este modo, el ejercicio de la ley por la razón se constituyen en una tendencia –hábito- a operar en la ley (sindéresis); Santo Tomás lo explica así: “Estas como proposiciones universales del intelecto práctico que son dirigidas a acciones, tienen la naturaleza de ley. Y estas proposiciones están a veces bajo consideración actual, mientras que otras veces, son retenidas en la razón por medio de un hábito.” (2;90:1,ro2) La formulación de leyes (humanas) referidas a la comunidad es tarea de la totalidad de la comunidad o del encargado de dirigirla; pero la ley está en cada una de las personas de la comunidad en cuanto participan de la ley; el filósofo explica:”cada uno es una ley para sí mismo, en cuanto comparte la dirección que recibe del que lo manda. (2;90:3,ro1) Entonces, nos dice Santo Tomás:”…una ley no es otra cosa que el dictado de la razón práctica emanando del jefe que gobierna una comunidad perfecta [Santo Tomás sigue a Aristóteles que pensaba que la comunidad perfecta era la polis].” (2;90:5) Ley y bien común La razón es el principio de los actos humanos voluntarios, y su última meta es el logro de la felicidad, mediante la prosecución del bien; escribe Santo Tomás:”El fin último de la vida humana es la felicidad o beatitud. Es necesario por ley reflejar en el más alto grado ese orden que lleva a la beatitud.” (2;90:2) Por eso también Santo Tomás escribe:”…la ley debe considerar principalmente la relación a la felicidad.” (2;90:2). Y como el hombre es parte de la totalidad universal:”la ley [humana] debe considerar apropiadamente la relación a la felicidad universal.” (2;90:2) Pero como las acciones voluntarias son materia particular:”esas materias particulares son referibles al bien común…..como a una causa final común, de acuerdo a como se dice que el bien común es el fin común.” (3;90:,ro2) De modo que cualquier acción guiada por la razón y referida al bien común:”tiene la naturaleza de una ley.” (2;90:2,ro3) El bien común al que debe ser referida la ley humana (ley positiva) es el reflejo de la comunidad universal, del bien de la totalidad de la Creación. Ley Eterna Dios gobierna la totalidad universal y este gobierno de Dios:”tiene la naturaleza de ley.” (2;90:5). La ley de Dios para el gobierno de la Creación está ordenada a Dios mismo, no hay otra meta o fin, y es eterna, como Dios lo es, por lo que se llama: Ley Eterna. Toda la Creación está sujeta a la ley eterna; escribe el teólogo:”…es evidente que todas las cosas participan algo de la ley eterna, en cuanto, a saber, por estar impresa en éllas, derivan sus respectivas inclinaciones a sus propios actos y fines. (2;91:2) Dios, nos dice Santo Tomás:”…gobierna todos los actos y movimientos que se encuentran en cada criatura…”….”Porque como el tipo de la Sabiduría Divina, en cuanto por élla todas las cosas son creadas, tiene el carácter de arte, de ejemplar o de idea; así el tipo de Sabiduría Divina, al mover todas las cosas a su debido fin, tiene el carácter de ley. Por tanto la ley eterna no es nada más que el tipo de Sabiduría Divina, dirigiendo todas las acciones y movimientos.” (2;93:1) De este modo:”… la ley denota una especie de plan dirigiendo los actos hacia un fin.” (2;93:3) Ley Natural La parte de la ley eterna que corresponde al hombre en cuanto creatura racional es llamada Ley Natural. La razón natural participa de la ley Eterna, esto es para Santo Tomás, la razón natural es causada, y es semejante a la ley Eterna, de ahí que esté naturalmente ordenada al bien; escribe el teólogo:”…la participación de la ley eterna en la creatura racional es la llamada ley natural.” ….”…la ley natural no es otra cosa que la huella en nosotros de la luz Divina.” (2;92:2). Para que una ley sea eficaz debe ser promulgada (hacerla conocida a los que se aplica) y coercitiva; en caso de la ley natural explica el teólogo:”La ley natural es promulgada por el hecho mismo que Dios la instiló en la mente del hombre para que así la pueda conocer naturalmente.” (3,90:4) Para Santo Tomás, todo acto de razón y voluntad:”…está basado en lo que es de acuerdo a la naturaleza….porque todo acto de la razón está basado en principios que son conocidos naturalmente, y todo acto del apetito con respecto a los medios se deriva del apetito natural con respecto a la meta final. De este modo, la primera dirección de nuestros actos a sus fines necesariamente debe ser en virtud de la ley natural.” (2;91:2,ro2) Los animales irracionales carentes de razón no participan de la ley natural, sin embargo, al ser criaturas de Dios son parte del plan Divino y son movidos por la Providencia. En cambio, dice el teólogo, cada criatura racional:”…tiene algún conocimiento de la ley eterna,. …y también tiene una inclinación natural a lo que está en armonía con la ley eterna;…” (2;93:6) Dios es el creador de todo lo existente, y esta creación obedece los deseos de su creador, siguiendo el plan inscrito en élla; escribe el teólogo:”Puesto que la ley eterna es el plan de gobierno del Gran Gobernador [Dios], todos los planes de gobierno de los gobernadores inferiores [criaturas racionales] deben ser derivadas de la ley natural.” (2;93:3) Como consecuencia, todas las leyes humanas que participan de la recta razón derivan de la ley eterna. Si una ley humana se aparta de la razón, escribe Santo Tomás:”…en cuanto se desvía de la razón, es llamada ley injusta, y tiene naturaleza, no de ley, sino de violencia”. Razón práctica y ley Eterna La razón práctica humana tiene acceso por participación a ciertos principios generales indemostrables de la ley Eterna; escribe Santo Tomás:”…así es también que de los preceptos de la ley natural, como desde principios generales indemostrables, que la razón humana necesita proceder a determinaciones particulares de ciertas materias. Estas determinaciones particulares, concebidas por la razón humana, las llamamos leyes humanas.” (2;91:3) La razón práctica opera en forma análoga a las deducciones de las ciencias teóricas o contemplativas, de los principios primarios se desprenden principios secundarios para su aplicación a las situaciones concretas. Sin embargo, Santo Tomás puntualiza que para alcanzar las determinaciones particulares es necesario la participación de la ley Divina, porque la ley natural no es suficiente para el trabajo (consejo) de la razón en los detalles de su aplicación:”…son necesarios ciertos principios adicionales, los preceptos de la ley Divina.” (2;91:4,ro2) [Preceptos y consejos del Antiguo y Nuevo Testamento] Esto ocurre según Santo Tomás, porque la razón práctica se centra en lo particular y contingente, o sea, la acción concreta del hombre, no como la razón especulativa que trabaja con cosas necesarias y alcanza conclusiones también necesarias, por eso las leyes humanas no pueden tener la precisión y certeza que tienen las conclusiones científicas. Santo Tomás sostiene que la razón especulativa capta los principios universales del saber, y trabaja con lo necesario, alcanzando conclusiones que son válidas para todos. En cambio, la razón práctica cuyo objeto es la aplicación de principios a situaciones particulares para la realización de una acción adecuada, si bien capta principios universales de bien y mal, no siempre alcanza la misma validez en la aplicación de principios secundarios para todas las ocasiones concretas; esto es debido a que en algunos casos la aplicación de un principio secundario derivado de la ley natural, resulta perjudicial al bien común. Sin embargo, la mayoría de los casos en que la aplicación de principios falla, es debido a obstáculos, o vicios, o pasiones. El teólogo escribe:”…debemos decir que la ley natural, en cuanto a principios generales, es lo mismo para todos, tanto para la rectitud como para su conocimiento. Pero en ciertas materias de detalle, que son las conclusiones, como que fueran de esos principios, es lo mismo para todos en la mayoría de los casos, tanto para la rectitud como para el conocimiento; no obstante en unos pocos casos puede fallar…” (2;94:4) Razón práctica y bien Santo Tomás sostiene que hay evidencias que captan todos los seres humanos como: ‘la parte es menor que el todo’. Estas evidencias universales imparten orden a la vida del hombre, así, dice el teólogo:”...el ser es la noción que está incluida en todas las cosas que el hombre aprehende. Por lo que el primer principio indemostrable es que ‘la misma cosa no puede ser afirmada y negada al mismo tiempo’, lo cual está basado en la noción de ‘ser’ y ‘noser’. Santo Tomás continúa diciendo:”Así como ‘ser’ es la primera cosa que cae bajo la aprehensión simple, así también, ‘bien’ es la primera cosa que cae bajo la aprehensión de la razón práctica, que está dirigida a la acción: puesto que cada agente actúa hacia un fin bajo el aspecto de bien. Por consecuencia el primer principio de la razón práctica se encuentra en la noción de bien, de modo que el bien es lo que todas las cosas buscan. Por tanto, este es el primer precepto de la ley: ”que el bien debe hacerse y buscarse, y el mal debe ser evitado.”” (3;94:2). Este es el principio fundacional de todos los preceptos de la ley natural, de modo que:”...que cualquier cosa que aprehenda naturalmente la razón práctica como buena (o mala) pertenece a los preceptos de la ley natural como algo que debe hacerse o evitarse.” (3;94:2). Propósito de la ley El propósito de la ley según Santo Tomás: ”…es evidente que el efecto propio de de la ley es conducir a sus súbditos a su propia virtud: y puesto que la virtud es “eso que hace a sus súbditos buenos” se desprende que el efecto propio de la ley es hacer a aquellos a los que se les da, buenos, buenos simplemente o buenos en algún aspecto particular” (2;92:1) Entonces la intención del legislador es el verdadero bien:”que es el bien común regulado de acuerdo a la justicia Divina…” (2;92:1) Cualquier ley que se desvíe de esta meta del bien común y se dirija a intereses particulares de un gobierno en desmedro del bien de todos está fallada; los súbitos que cumplan con ese tipo de ley, aunque realizan un cierto bien, no se trata de un bien completo o pleno, de este modo dice Santo Tomás: ”un hombre puede ser llamado un buen ladrón, porque obra de un modo adaptado a su fin.” (2:92:1) Inclinaciones naturales Según Santo Tomás el hombre está dotado de inclinaciones naturales que al desarrollarse y satisfacerse actualizan su potencialidad llevándolo a la perfección y a la felicidad mediante la elección del bien. Al desplegarse la acción humana en búsqueda de la satisfacción de las inclinaciones, sus metas tienen el carácter de bien por naturaleza, y por tanto, el mal debe evitarse; escribe el teólogo:”de ahí que todas esas cosas a las que el hombre tiene inclinación natural, son aprehendidas naturalmente por la razón como buenas, y por consecuencia objetos deseables, y sus contrarios como malos, y objetos a evitarse.” (3;94:2). De acuerdo a Santo Tomás:”según el orden de las inclinaciones naturales es el orden de los preceptos de la ley natural” (3;94:2). De la reflexión acerca de las inclinaciones naturales y sus metas surgen los preceptos de la ley natural que varían en grados de generalidad. De estos preceptos se conforman las elecciones particulares del ser humano. Para Santo Tomás la inclinación radical y distintiva del hombre es la acción racional:”…es propio del hombre estar inclinado a actuar de acuerdo a la razón.” (2;94:4) Una de las inclinaciones primarias del hombre, que comparte con todas los seres vivos, es la preservación del propio ser:”…y por razón de esta inclinación cualquier medio de preservar la vida humana, y eliminar sus obstáculos, pertenece a la ley natural. (3;94:2). Otras inclinaciones que el hombre comparte con los animales son: las relaciones sexuales y la enseñanza de la prole; pero en el hombre como creatura racional, pertenecen sólo a él las inclinaciones de: “conocer la verdad acerca de Dios, y vivir en sociedad: y en este respecto cualquier cosa que pertenezca a la ley natural, como eliminar la ignorancia, evitar ofender aquellos con los que se tiene que vivir…”(3;94:2). De este modo, la ley natural no es para el hombre una imposición del Altísimo, sino el resultado de su propia naturaleza creada por Dios para la realización y perfeccionamiento del hombre. La ley natural es básicamente la regla de conducta prescrita por Dios para el ser humano, y es natural porque está inscrita en la naturaleza misma del hombre y se manifiesta a través del ejercicio de su razón; por esto se sostiene que la ley natural es inmutable y universal, válida para todos los seres humanos. La ley natural es una doctrina moral que enfatiza la capacidad de todos los seres humanos para entender y elegir la conducta en base a principios éticos inteligibles. En las tendencias o inclinaciones naturales del hombre se expresa el orden que debe seguir la conducta humana, de modo que las acciones que se conforman a estas inclinaciones conducen al ser humano a su fin destinado por su Creador. Pero no todas las tendencias humanas son conducentes al fin especial del hombre, la razón que está ordenada (participa) al Bien Supremo, organiza y supedita las inclinaciones conflictivas de modo que las menores se subordinan a las mayores. Así por ejemplo, es correcto y bueno comer para nutrir nuestros cuerpos, pero incurrir en excesos es malo, porque daña la salud, así también es bueno querer preservar la vida, pero es malo rehusar exponerla por beneficio de la comunidad. (3;1) Ley natural y la Caída Para Santo Tomás, la participación del hombre en la ley Eterna –ley natural- de acuerdo a lo que le corresponde por naturaleza, se manifiesta por ‘inclinaciones’, y lo que al hombre se le ha asignado específicamente por naturaleza es inclinarse por la razón, o sea:”…que debe actuar de acuerdo con la razón.” (2;91:6) En el estado originario el hombre podía controlar su vida perfectamente en concordancia con la razón, pero con la Caída:”…el hombre es destituido de la justicia original, y su razón es privada de su vigor…” (2;91:6) Como resultado de este cambio, el impulso a la sensualidad va a emerger con fuerza como una consecuencia de la acción de la ley Divina; de este modo, el impulso a la sensualidad tiene también un carácter de ley natural para el hombre:”…en cuanto es un castigo resultante de la justicia Divina.” (2;93:3,ro1) El que se deja llevar por esta inclinación a la sensualidad sin el control de la recta razón, adultera la virtud; dice Santo Tomás:”…la inclinación natural a la virtud es corrompida por hábitos viciosos, y, más aún, el conocimiento del bien es oscurecido por las pasiones y hábitos del pecado.” (2;93:6) En el bueno, en cambio, la inclinación a la virtud es fortalecida por la fe y la gracia. Ley natural y normatividad El carácter normativo de la ley natural deriva de su origen divino; este carácter no es impositivo –Dios respeta el libre albedrío-, sino que la ley natural indica el camino para que el hombre se conduzca realizando su naturaleza y alcance la felicidad de la participación del Bien; la naturaleza es creada por Dios y obedece sus designios. Muchos teólogos sostienen que los principios fundamentales de la ley natural, y sus derivados más inmediatos son conocidos (o debieran ser conocidos) por todos los seres humanos con uso de razón, si esto no sucede, es por falla de los hombres. Pero, si bien es cierto que los principios fundamentales, como “desear el bien y evitar el mal”, “formar colectividad” se dan en todos los hombres, aunque en forma rudimentaria, y centrados primariamente en lo propio, no parece evidente que la mera razón natural capte –sin ayuda de otras fuentes valorativas- el bien trascendental del orden Divino, ni seleccione el bien a nivel humano en forma generosa y desprendida; los pueblos antiguos y aún los de nuestros tiempos, especialmente los alejados de la tradición judeo-cristiana, lo muestran claramente. Parece más evidente en los seres humanos, la búsqueda espontánea del bien personal o del propio grupo -el poder y el prestigio-, que el bien común para todos los hombres. Las dificultades de la doctrina de la ley natural, se extienden también a la derivación de los principios secundarios preceptos morales propiamente tales- del principio fundamental: “bien” como meta de todo acto voluntario, y de los principios propios de las inclinaciones naturales, como son: inclinación a “saber”, inclinación a “formar comunidad”, etc. Este proceso de derivación no es una secuencia racional ‘necesaria’, y el mismo Santo Tomás habla de la utilización de la razón humana (leyes positivas) y de la Ley Divina, para asegurar la mejor aplicación de los principios derivados a los casos concretos de la vida de los seres humanos. No obstante estas dificultades, los moralistas contemporáneos sostienen que se pueden derivar fácilmente preceptos de los principios fundamentales y que tienen fuerza normativa en todas las circunstancias y para siempre como: son “adorar a Dios”, “honrar a los padres”, “no robar”; “no adulterio”. Estos moralistas aceptan sin embargo, que otros preceptos y conclusiones más alejadas de los principios iniciales, contribuyen a la perfección moral y al bien personal, pero en ciertas circunstancias especiales, pueden dejarse de aplicar, sin ocasionar una perturbación del orden moral racional, como es el caso de la poligamia. (3;3) Las dificultades que enfrenta la operación racional son serias y difíciles de rebatir desde el punto de vista empírico y teórico, por lo que Fox escribe:”En efecto, tomando en consideración el poder de la pasión, prejuicio, y otras influencias que oscurecen el entendimiento o pervierten la voluntad, uno puede decir con confianza que el hombre sin ayuda de la revelación sobrenatural, no adquiere un conocimiento completo y correcto de los contenidos de la ley natural.” (3;5) La ley natural aparece entonces, como una doctrina ética intelectualista que no puede fundamentar sus preceptos morales en una base puramente racional, debiendo recurrir a las fuentes de la revelación Divina para concretizar y dar fuerza normativa a las obligaciones y deberes éticos. John Finnis (1980) En nuestra época Finnis señala que:”Una teoría de la ley natural afirma ser capaz de identificar condiciones y principios prácticos correctos, del buen y apropiado orden de la conducta entre los hombres y en los individuos.” (4;18) De acuerdo al autor citado, estos principios básicos del buen obrar los puede coger la razón práctica, de la naturaleza misma de la situación humana, independientemente de la cuestión Divina; en otras palabras, estos principios son propuestos como objetivos y universales; no se trata de apetencias subjetivas y cambiantes, ni de creencias religiosas, sino de valores primarios que responden al desarrollo de las potencias mismas del ser humano (“florecimiento” de su constitución misma, esto implica una teoría metafísica de la naturaleza humana que el autor no presenta (5;13-16)). Basado en observaciones antropológicas Finnis sostiene que:”Todas las sociedades humanas muestran preocupación por la vida humana; en todas, la auto-preservación es generalmente aceptada como un motivo adecuado de acción, y en ninguna es permitido matar a otros seres humanos, sin alguna definitiva y adecuada justificación.” (4;83) De igual modo, Finnis continúa e identifica los siguientes principios –o valoresfundamentales, asignándoles un carácter pre-moral: preservación de la vida, afán de conocimiento, juego, experiencia estética, sociabilidad (amistad), racionalidad práctica y religión (se ha criticado que Finnis no presenta prueba de que estos valores que se encuentran en las sociedades humanas sean auto-evidentes (5;13-23)). Para el autor estos valores constituyen las luces naturales que orientan la conducta humana personal y comunitaria a su pleno desarrollo. El ser humano puede participar de estos siete valores fundamentales de múltiples maneras, en distintas combinaciones y con diversos énfasis. La razón práctica es precisamente uno de los valores fundamentales centrales, ya que opera:”precisamente conformando la participación en los otros bienes básicos, guiando el compromiso personal, la selección de proyectos y lo que hace uno para llevarlos a cabo.” (4;100) Es entonces la razón práctica la que deriva de los valores fundamentales, los preceptos y normas morales propiamente tales que se aplican en la elección de conducta y plan de vida; es de notar que el colocar la razón práctica en un estatus pre-moral ha sido motivo de controversia con los proponentes de la ley natural tradicional, que como señalado anteriormente, sostiene que la razón está ordenada al bien por naturaleza: participación en la ley Eterna. Finnis identifica los requerimientos elementales para la tarea de la razón práctica en la aplicación de los valores básicos identificados; no es el propósito de esta revisión entrar en detalles de la teoría de la ley natural de John Finnis, pero conviene mencionarlos para completar la descripción general de esta tesis. Los requerimientos son: organizar un plan coherente de vida; evitar preferencias arbitrarias en la elección de los valores fundamentales que distorsionen el plan de vida; evitar preferencias arbitrarias entre personas para evitar egoísmo e indiferencia por el desarrollo de la vida de los demás; desprendimiento y compromiso en la realización de los proyectos para la realización de un plan de vida adecuado y flexible; eficiencia en la realización de los propósitos en el lograr el bien personal y el de los demás, evitando hacer el mal; consideración de las consecuencias de las elecciones de bien en cuanto posible; respetar siempre los valores fundamentales (sólo en este requerimiento descansan los derechos humanos); procurar el bien común a todo nivel, para la realización adecuada y plena de todos los miembros de la comunidad (actualmente universal), con apropiado desarrollo de la justicia; y actuar siguiendo la conciencia [es oportuno señalar que la conciencia debe educarse apropiadamente para formar el ‘carácter moral’ de la persona]. De esta manera, con la razón práctica es posible establecer un criterio para distinguir entre acciones que son razonables siempre (o en circunstancias particulares) de las acciones que no son razonables y deben evitarse por no conducir al bien común del hombre y, así, a la realización de su condición humana. La obligatoriedad de los valores fundamentales y de los procedimientos de la razón práctica, emana de acuerdo a Finnis, de los beneficios de la realización del bien común: del “florecimiento” (eudaimonia: ‘felicidad’) de todos los componentes de la comunidad. Finnis está conciente de que la tesis presentada puede considerarse “subjetiva y cuestionable”, pero agrega, es válida:”su afirmación de ser más razonable que ninguna otra posible estructura alternativa.” (4;405) La ley natural ofrece un modo de tomar decisiones acerca de nuestras acciones, dados ciertos supuestos para que los seres humanos tengan un ‘buen’ vivir. La tesis de John Finnis enfrenta el mismo tipo de dificultades que la doctrina tradicional de la ley natural, esto es, la razón sola, sin influencias éticas derivadas de otras fuentes, dudosamente podría identificar los principios fundamentales auto-evidentes y los requerimientos prácticos presentados. Sin dudas, estos principios y preceptos son nobles y “moralmente razonables”, pero que surjan por la sola operación de la razón descarnada de creencias básicas, no resulta evidente si consideramos los contradictorios comportamientos del ser humano, y las diversas ‘explicaciones’ y ‘entendimientos’ ‘racionales’ que genera el hombre para justificar conductas dispares. Finnis no presenta la intervención de Dios para sostener y dar obligatoriedad a la ley natural propuesta, presenta sí, la hipótesis filosófica de la ‘causa no causada’ (Dios) que sostiene todas las causas que se muestran en los órdenes de las cosas del mundo (natural, físico, psicológico, lógico), incluyendo la ley natural. No obstante, reconoce la Revelación de Dios para los creyentes, como fundamento de la ley Natural, pero sólo avalando y fortaleciendo lo que la razón ha podido descubrir por sí misma. Según este autor, Dios se manifiesta como:”dador de la ley, cuya ley debe ser obedecida por gratitud, esperanza, temor, y/o amor.” (4;392) También escribe que, sin una revelación más allá de los penetrantes avances del pensamiento de Platón y Aristóteles:”…es imposible tener suficiente seguridad de que la causa no causada [Dios] de todas las cosas buenas de este mundo (incluyendo nuestra habilidad para entenderlas), es en sí misma un bien que uno puede amar, personal de un modo que uno puede imitar, una guía que uno debe seguir, o fiador del razonamiento práctico de todos.” (4;398) Bibliografía 1. Dawson Christopher (1929). Progress & Religion: An Historical Inquiry. The Catholic University of America Press. Washington, DC. 2001 2. Santo Tomás de Aquino. Summa Theologica. First of the Second Part (Prima Secundae Partis). New Advent www.newadvent.org/summa/2.htm 3. Fox, James J.(2005). Natural Law. Catholic Encyclopedia (2005). www.newadvent.org/cathen/09076a.htm/ 4. Finnis John (1980). Natural Law and Natural Rights. Clarendon Press Oxford 5. Luna 1. Introduction John Finnis’ Natural www.stmarytx.edu/mcnair/content/student_research/luna/natural_law.pdf Nota. Las traducciones del inglés han sido realizadas por el autor. Law and Rights.