dossier para desarrollo de formato audiovisual obra: historia de una

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DOSSIER PARA DESARROLLO DE FORMATO AUDIOVISUAL
OBRA: HISTORIA DE UNA ESCALERA
AUTOR: ANTONIO BUERO VALLEJO
1. PITCH
2. ARGUMENTO (RESUMEN)
3. PERSONAJES
4. RELACIÓN ENTRE PERSONAJES
5. INDICADORES DE POTENCIAL PARA
FORMATOS AUDIOVISUALES
1. PITCH
La acción de esta obra transcurre en la escalera
de una casa de vecinos. Quienes viven en ella
son modestos trabajadores, excepto Elvira y su
padre. Elvira quisiera casarse con Fernando,
pero éste ama a Carmina y es correspondido. Otro
de los vecinos, Urbano, también ama a Carmina.
El desarrollo de la trama lleva a que Fernando
se case con Elvira y Carmina con Urbano. El
triángulo amoroso entre Fernando, Carmina y
Urbano,
no
desaparecerá
con
el
tiempo
y
provocará continuos enfrentamientos entre las
dos parejas. Al cabo de los años, este conflicto
se reproducirá en la generación de sus hijos,
quienes, frente a la rivalidad de las familias,
tendrán que luchar por su amor. El hijo de
Urbano y Carmina, y la hija de Fernando y
Elvira, se enamoran y, a la manera de unos
nuevos Romeo y Julieta entre Capuletos y
Montescos que pelean entre sí, se enfrentarán al
reto de que su amor sea capaz de sacarles del
mundo
sórdido
de
la
escalera,
o
por
el
contrario, cometan los mismos errores que sus
padres
y
acaben
viviendo
una
existencia
miserable.
ARGUMENTO (RESUMEN)
El autor nos cuenta la historia de esta
escalera
de
vecindad
mediante
tres
cortes
temporales, que cubren treinta años. Del primero
al segundo pasan diez años, y del segundo al
tercero, veinte. Sucede en el último rellano de
un edificio sin ascensor, que cuenta con cuatro
puertas
de
pisos
(dos
centrales
y
dos
laterales), y una escalera en el medio que sus
habitantes suben y bajan, una y otra vez, como
si no condujera “a ninguna parte”.
El primer tiempo de la historia comienza
con el cobrador de la luz subiendo fatigosamente
y tocando a todas las puertas. Se abre la puerta
lateral derecha, de la que sale Generosa, una
buena mujer que hace honor a su nombre. Mientras
se escandaliza por lo que ha subido el recibo y
entra a por el dinero, se abre la puerta central
izquierda y sale Paca, vivaracha y deslenguada,
que tacha a la compañía de la luz de “ladronera”
y “chupasangre”. De la puerta central derecha
sale Elvira, una linda muchacha que coge el
recibo y se mete. Generosa sale y paga al
cobrador, Paca entra en su casa y el cobrador
insiste en la puerta del lateral izquierdo, que
finalmente abre doña Asunción, señora de luto,
delgada y consumida. Doña Asunción entra medrosa
a por el pago, mientras Paca sale con el dinero
para pagar al cobrador con cajas destempladas.
Elvira sale, paga el recibo y llama su padre.
Doña
Asunción
sale,
ensayando
sonrisas
y
excusas: no tiene dinero para pagar los gastos
de la luz ya que su hijo no está en casa. El
cobrador se harta porque todos los meses es lo
mismo y “eso le pasa por querer gastar como una
señora”. Elvira, y su padre Manuel, presencian
las quejas del cobrador y las excusas de Dña.
Asunción.
Elvira,
que
está
enamorada
de
Fernando, el hijo de Dña. Asunción, susurra a su
padre al oído y éste se ofrece a pagar lo que se
debe. Dña. Asunción se deshace en promesas de
una pronta devolución. Elvira y su padre se
quedan solos bajando la escalera. Don Manuel
posee una agencia (gestoría administrativa) y es
el que cuenta con una posición económicamente
más desahogada de todos los vecinos. Entre
carantoñas y saltitos de niña caprichosa, Elvira
habla de Fernando, al que su padre ve como “un
tarambana”, y sin disimular sus intenciones
hacia él, le pide que le contrate en su agencia
con un buen sueldo para que deje la papelería en
que trabaja. El padre duda porque no se fía de
Fernando ni de que esté interesado en su hija.
Pero Elvira lo tiene claro: “Haz tu parte, que
de eso me encargo yo…”.
Nada más perderse Elvira y su padre
escaleras abajo, sale de casa de Paca su hija
Trini. Paca desde dentro le dice lo que tiene
que comprar. A la vez, sale Generosa, que va a
por
vino
y
leche.
Bajan
juntas
mientras
chismorrean sobre lo que acaba de pasar: lo
mucho que ha subido de precio la luz, como todo;
que Dña. Asunción no podía pagar; que pagó Don
Manuel porque como Elvira está encandilada con
el hijo de Dña. Asunción… Cuando empiezan a
desaparecer, de casa de Generosa sale Carmina,
su hija, una preciosa muchacha de aire sencillo
y pobremente vestida, gritándole a su madre que
se le olvidaba la cacharra de la leche… Como
Dña. Generosa ya no la oye, Carmina baja rápido
tras ella…
La puerta de Dña. Asunción se abre y
aparece su hijo Fernando, el más guapo de la
casa, a quien Elvira quiere cazar y que, al
contrario de lo que le había dicho su madre al
cobrador, no había ido ese día al trabajo.
Fernando se apoya en la barandilla para mirar
cómo Carmina baja las escaleras. Dña. Asunción
espía a su hijo desde el quicio de la puerta y
comienza una conversación en que ella le
pregunta por qué no ha ido a trabajar, y le
comenta lo amable que había sido Don Manuel
pagándoles la luz. Fernando no soporta lo que su
madre le dice, no soporta lo que refleja sobre
su propia indolencia de carácter ni sobre la
pobreza en la que se ven sumidos, y desabrido y
con malas maneras, le dice que le deje en paz y
vuelva para adentro. Entonces, sube por la
escalera Urbano, hijo de Paca y hermano de
Trini, un muchacho con la fisonomía de quien
trabaja duro con sus manos, y le invita a bajar
al
“casinillo”
a
fumarse
un
cigarro.
El
“casinillo” es como ellos llaman irónicamente a
un rincón de la planta entre pisos que, en
muchas casas antiguas sin ascensor, suele tener
un reposador de madera a modo de banqueta donde
sentarse para descansar de la subida. Urbano le
pregunta a su amigo qué le pasa, porque le ve
cara de enfado. Fernando le responde que “lo de
siempre”, que está “harto de todo” y fantasea
con subir en la escala social. No sabe cómo
hacerlo, pero lo único que quiere es “¡subir! Y
dejar toda esta sordidez en la que vivimos”.
Urbano, que participa en actividades sindicales,
apuesta por un cambio en las condiciones de los
trabajadores que mejore las condiciones de
todos, pero Fernando ve eso como una utopía
irrealizable porque “nadie hace nada por nadie”
y en su fantasía personal, se considera lo
suficientemente por encima para subir por sí
mismo: “Vosotros os metéis en el sindicato
porque no tenéis arranque para subir solos. Pero
ese no es camino para mí. Yo sé que puedo subir
y subiré solo”. Urbano le responde:
URBANO. —Fernando, eres un desgraciado. Y lo
peor es que sabes. Los pobres diablos como
nosotros nunca lograremos mejorar de vida sin la
ayuda
mutua.
Y
eso
es
el
sindicato.
¡Solidaridad! nuestra palabra. Y sería la tuya
si te dieses cuenta de que no eres más que un
triste hortera. ¡Pero como te crees un marqués!
[…]
Para subir solo, como dices, tendrías que
trabajar todos los días diez horas en la
papelería; no podrías faltar nunca, como lo has
hecho hoy… (…) No podrías tumbarte a hacer
versitos ni a pensar en las musarañas (…) Y
cuando llevases un montón de años haciendo eso,
y
ensayando
negocios
y
buscando
caminos,
acabarías
por
verte
solicitando
cualquier
miserable empleo para no morirte de hambre… No
tienes tú madera para esa vida.
Fernando reta a Urbano: observarán cuál es
la situación de cada uno dentro de 10 años. No
obstante, Fernando, como si se tratara de un
fatídico presagio, expresa su mayor temor: que
el tiempo pase, y ellos sigan, ahí, subiendo y
bajando la misma escalera de vecinos. La
confrontación entre la postura individualista de
Fernando y la solidaria de Urbano continúa, y
cuando Fernando expresa sus miedos, Urbano le
conmina:
URBANO.- ¿Y qué vas a hacer?
FERNANDO.- No lo sé. Pero ya haré algo.
URBANO.- ¿Y quieres hacerlo solo?
FERNANDO.- Solo
(…)
URBANO.- Pues te voy a dar un consejo. Aunque
lo creas, siempre necesitamos de los demás.
podrás
luchar
solo
sin
cansarte
(…)
verdaderamente vas a luchar, para evitar
desaliento necesitarás… (…) Una mujer.
no
No
Si
el
Fernando, que sabe de su éxito con las
mujeres, declara ufano que ese no es problema,
pero Urbano le explica que no se refiere a uno
de sus amoríos, sino a algo de verdad, y le
invita a hablar del tema, que hace mucho que no
tocan: “¿No hay nada serio ahora?”. Fernando
responde con evasivas y Urbano empieza a dar
nombres de vecinas. Cuando saca el de Carmina,
espera la respuesta con ansiedad, y aunque
Fernando lo niega, tarda en contestar, así que
se
da a entender que se trata de ella.
Aparece Rosa, la hermana de Urbano, y cuando
va a tocar en la puerta de su casa, de la de
Generosa, sale Pepe, hermano de Carmina. Rosa
anda en amores con Pepe, mayor que ella y, en
definitiva, un granuja achulado y presuntuoso.
Urbano no aprueba esta relación, y tampoco Paca,
la madre de Rosa. Aprovechando que Fernando y
Urbano están abajo, en el “casinillo”, y no les
ven, Pepe empieza a coquetear con ella y le
invita con señas a ir a bailar luego. En eso
sale Paca y se los encuentra. Furiosa, mete a
empellones a su hija en la casa y se encara con
Pepe, que le responde de manera chulesca. Pepe
baja las escaleras y cuando llega al casinillo,
Urbano le agarra y se le encara: lo amenaza para
que no se acerque a su hermana y no la lleve por
el mal camino, como hizo con otras, utilizando
una frase que repetirá varias veces a lo largo
de la obra: “¡Te juro que te tiro por el hueco
de la escalera!” Pepe se revuelve con chulería,
Fernando los aplaca. Fernando ironiza sobre las
amenazas de Urbano: “Cualquier día tiras tú a
nadie por el hueco de la escalera. ¿Todavía no
te has dado cuenta de que eres un ser
inofensivo?”. Urbano le reprocha que sea tan
amable con un sinvergüenza como Pepe. Se
enfadan, Urbano se va desairado a comer a su
casa y Fernando queda solo.
se
Don Manuel y Elvira vuelven de la calle y
cruzan
con
Fernando,
que
se
recuesta
distraído sobre la barandilla. Elvira no puede
evitar mirarle una y otra vez, encandilada, y
retiene al padre para que le haga la propuesta
de colocarle en la agencia. Don Manuel le
comenta que le gustaría hablar con él de un
asuntillo… Fernando accede pero se le ve
incómodo en presencia de Elvira y su padre.
Cuando estos entran en casa, sube Generosa, que
se para un rato a charlar con Fernando. Ella
está contrariada porque el retiro que le ha
quedado a su marido es una miseria. Fernando,
sin embargo, le habla de Carmina, que está a
punto de subir…
Cuando Generosa entra en casa, Elvira sale
de la suya a hurtadillas y se acerca a la
barandilla para ver a Fernando, que hace como si
no estuviera. Finalmente, lo saluda y le propone
que la acompañe a comprar un libro. Cuando
Fernando se niega, la niña consentida que lleva
dentro no puede dejar de echarle en cara que su
padre acababa de pagarles la luz: “Es muy fácil
presumir y despreciar a quien nos quiere, a
quien está dispuesto a ayudarnos… A quien nos
ayuda ya… Es muy fácil olvidar esas ayudas…”.
Fernando estalla y la echa a gritos. Ella, muy
afectada, se arrepiente y mientras retrocede
hacia su casa, le pide perdón, pero Fernando,
abochornado por la vergüenza, sigue gritando:
“¡Vete! ¡No puedo soportarte! No puedo resistir
vuestros favores ni vuestra estupidez. ¡Vete!”.
Enciende nervioso un cigarrillo y se refugia en
el “casinillo”.
La tensión de la escalera se relaja cuando
sale Paca y se dirige a la puerta de Generosa
para pedirle un poco de sal. Hablan como
comadres, de sus cosas, del retiro del marido de
Generosa, de la subida de la luz, y, claro, de
que Don Manuel le ha pagado la luz a Dña.
Asunción, y que detrás estaba el interés de
Elvira por Fernando, pero que Dña. Asunción casi
lo pidió, que con la miseria que gana Fernando,
no llegan nunca, que igual resulta que Fernando
va tras el dinero de Elvira…
Que, además,
Fernando es un poco vago y le quitan muchos días
de sueldo porque falta a menudo al trabajo y
cualquier día de estos le echan… Fernando
escucha la conversación abrumado y escondido en
el “casinillo”…
Pero Fernando está enamorado de Carmina y en
ese momento, Carmina sube las escaleras. Entre
los dos se va a producir un encuentro revelador.
Carmina intenta pasar sin mirarlo pero Fernando
la retiene. Ella está despechada porque Fernando
ha
estado
paseando
con
otras
chicas
y
besándolas. Fernando le resta importancia a esos
devaneos y empieza a declararle su amor.
Le
confiesa que el único recuerdo alegre de niñez
que conserva “en medio de la sordidez” en que
viven es aquel en el que los dos jugaban a ser
novios. Y que ella siempre había significado
para él lo que era en aquel entonces. Si no fue
frívolo
con
ella
y
sí
con
otras,
era,
precisamente:
FERNANDO.- ¡Porque te quería, te quería y te
quiero! (…) Carmina, por favor, créeme. No puedo
vivir sin ti. Estoy desesperado. Me ahoga la
ordinariez que nos rodea. Necesito que me
quieras y que me consueles. Si no me ayudas, no
podré salir adelante
CARMINA.- ¿Por qué no se lo pides a Elvira?
(Pausa. Él la mira, excitado y alegre.)
FERNANDO.—¡Me quieres! ¡Lo sabía! ¡Tenías que
quererme! (Le levanta la cabeza. Ella sonríe
involuntariamente.) ¡Carmina, mi Carmina!
(Va a besarla, pero ella le detiene.)
CARMINA.-¿Y Elvira?
FERNANDO.-¡La detesto! Quiere
dinero. ¡No la puedo ver!
cazarme
con
su
CARMINA.—(Con una risita.) ¡Yo tampoco!
(Ríen, felices.)
FERNANDO.—Ahora
yo: ¿Y Urbano?
tendría
que
preguntarte
CARMINA.—¡Es un buen chico! ¡Yo estoy loca por
él! (FERNANDO se enfurruña.) ¡Tonto!
FERNANDO.—(Abrazándola por el talle.) Carmina,
desde mañana voy a trabajar de firme por ti.
Quiero salir de esta pobreza, de este sucio
ambiente. Salir y sacarte a ti. Dejar para
siempre los chismorreos, las broncas entre
vecinos… Acabar con la angustia del dinero
escaso, de los favores que abochornan como una
bofetada, de los padres que nos abruman con su
torpeza y su cariño servil, irracional…
CARMINA.— (Reprensiva.) ¡Fernando!
FERNANDO.—Sí. Acabar con todo esto. ¡Ayúdame tú!
Escucha: voy a estudiar mucho, ¿sabes? Mucho.
Primero me haré delineante. ¡Eso es fácil! En un
año… Como para entonces ya ganaré bastante,
estudiaré para aparejador. Tres años. Dentro de
cuatro años seré un aparejador solicitado por
todos los arquitectos. Ganaré mucho dinero. Por
entonces tú serás ya mi mujercita, y viviremos
en otro barrio, en un pisito limpio y tranquilo.
Yo seguiré estudiando. ¿Quién sabe? Puede que
para entonces me haga ingeniero. Y como una cosa
no es incompatible con la otra, publicaré un
libro de poesías, un libro que tendrá mucho
éxito…
CARMINA.—(Que le
felices seremos!
ha
escuchado
extasiada.) ¡Qué
Entonces, Fernando se inclina para besarla
y da un golpe con el pie al cacharro para la
leche que Carmina traía de la compra. La leche
se derrama estrepitosamente. Temblorosos, se
levantan los dos y miran, asombrados, la gran
mancha blanca en el suelo.
El segundo momento de esta historia sucede
transcurridos diez años, “que no se notan en
nada”. Nos encontramos con Generosa, Carmina,
Paca, Trini y un nuevo personaje, el señor Juan,
apoyados en el pasamanos de la barandilla
mirando al hueco de la escalera. Generosa y
Carmina están llorando. Paca y Generosa han
encanecido mucho, Trini es ya una mujer madura,
Carmina conserva todavía una belleza que empieza
a marchitarse, y el señor Juan, marido de Paca,
es un viejo alto y escuálido de aire quijotesco.
La escalera está exactamente igual. Ha muerto
Gregorio, esposo de Generosa y padre de Carmina,
y todos miran cómo bajan el ataúd por las
escaleras. Generosa se resiste a dejar de mirar,
pese a que el féretro ya ha salido por el
portal, y le pide a Paca que le deje seguirlo
asomada a los balcones de su casa. Carmina
intenta animar a su madre y entran con Paca para
asomarse al balcón. Quedan solos Trini y su
padre, el señor Juan:
TRINI.- ¿No entra, padre?
SEÑOR JUAN.- No, hija. ¿Para qué? Ya he visto
arrancar muchos coches fúnebres en esta vida.
¿Te acuerdas del de doña Asunción? Fue un
entierro de primera, con caja de terciopelo…
TRINI.- Dicen que lo pagó Don Manuel.
SEÑOR JUAN.- Es muy posible. Aunque el entierro
de Don Manuel fue menos lujoso.
TRINI.- Es que ese lo pagaron los hijos.
SEÑOR JUAN.- Claro. (…) ¡A todos nos llegará la
hora!
(…)
TRINI.- No piense en esas cosas. Usted está muy
bien todavía…
SEÑOR JUAN.- No lo creas. Eso es por fuera. Por
dentro… me duelen muchas cosas. Esto. Esto me
matará.
Se refiere a su hija Rosa y Trini
consolarlo diciéndole que “Rosita es
intenta
buena”.
Durante su diálogo, el señor Juan señala varias
puertas: la que ocupaba Doña Asunción, cuando se
refiere a Rosita, y la que era de la casa de Don
Manuel,
con
un
expresivo
“Estos
no
han
chistado”. Aunque la escalera sigue tan pobre
como antaño, algunas cosas han cambiado: hay
vecinos que ya no ocupan las mismas viviendas.
La muerte de Gregorio deja en la indigencia a
Generosa y Carmina, porque Pepe, su hijo, “es un
bandido…”. Y algo ha sucedido con Rosa que
provoca esa profunda angustia en el señor Juan
cuando dice que “Esto me matará”.
Generosa sale de casa de Paca, ayudada por
ésta y su hija, porque no puede tenerse en pie
de la pena. Entre todos, la acompañan a la suya
con palabras de aliento y calor pero Generosa
sólo piensa en su Gregorio y en su hija, a la
que quiere dejar casada con un buen hombre antes
de
morir.
La
escalera
se
queda
vacía.
Cautelosamente se abre la puerta de la que era
casa de Don Manuel y aparece… Fernando. Detrás,
Elvira, con un niño de pecho entre los brazos.
Descubrimos entonces con sorpresa que Fernando
se ha casado con Elvira. Todas las promesas que
le había hecho a Carmina diez años antes han
quedado en nada y ha seguido el camino fácil. El
tiempo le ha dado a su aspecto un tinte vulgar y
no son un matrimonio feliz. Salen de la casa a
hurtadillas, cuando no hay nadie, porque no se
deciden a dar el pésame. Discuten y se lanzan
invectivas por cualquier cosa, como cuándo dar
el pésame. Fernando dice que lo decidirán en la
calle y Elvira le contesta: “Tendré que decidir
yo, como siempre. Cuando tú te pones a decidir
no hacemos nada. ¡Decidir! ¿Cuándo vas a
decidirte a ganar más dinero? Ya ves que así no
podemos vivir. ¡Claro, el señor contaba con el
suegro! Pues el suegro se acabó, hijo. Y no se
te acaba la mujer no sé por qué”. Mientras
siguen enfrascados en la discusión,
se cruzan
con Pepe, que andaba de juerga mientras su padre
se moría. Cuando Pepe pasa por delante de la
puerta de su antigua casa, hace un amago de
llamar, pero, medio borracho, desiste y se
dirige a la que era casa de Doña Asunción, que
ahora ocupan él y Rosa. Eso es lo que sucedía
con Rosa y el señor Juan no soportaba: Rosita se
había juntado con el “bandido” de Pepe, sin ni
siquiera casarse. Llama con insistencia. Rosa lo
ha estado esperando toda la noche en casa pero
Pepe, con toda naturalidad, le dice que viene a
comer. Discuten y se echan en cara mutuamente la
falta
de
comida
y
dinero
porque
Pepe,
acostumbrado a vivir de las mujeres, ya le ha
dicho muchas veces que: “la obligación de traer
dinero a casa es tan tuya como mía” y “si me
vienes con pegas y con líos, me marcharé”. Rosa
se echa a llorar y cierra la puerta. Pepe se
queda divertidamente perplejo y Trini sale de
casa de Paca con un capacho. Pepe se atreve a
coquetear con Trini, la hermana de Rosa, y Trini
le afea que estuviera toda la noche golfeando
mientras su padre moría y que le revuelve el
estómago que mientras su madre y su hermana
están enfrente, desoladas, y ante la perspectiva
de la miseria, a él todo le dé igual. Pepe,
ufano, responde: “Pichón, no te enfades. ¡Cómo
te pones por un piropo!”.
Urbano, que subía y se para un momento a
oír la conversación, va a por Pepe. “¡Ese piropo
y otros muchos te los vas a tragar ahora
mismo!”. Le zarandea y le empuja sobre la
barandilla amenazándole con tirarle por el hueco
de la escalera. Pero Rosa sale al oír el tumulto
y se mete entre los dos para separarlos,
defendiendo a Pepe: “¡¡Déjale!! ¡Tú no tienes
que pegarle!”. Trini, por el contrario, se pone
de parte de Urbano. Rosa la insulta y comienza
una fuerte discusión entre todos. Entonces sale
el señor Juan, enloquecido: “¡Callad! ¡Callad
ya! ¡Me vais a matar!”. Trini se abalanza sobre
su padre para retenerle. El señor Juan le grita
a Pepe, acerca de Rosa: “¿Por qué no te la
llevaste a otra casa? ¡Teníais que quedaros aquí
para acabar de amargarnos la vida!”. Paca
también sale: “¿Qué bronca es ésta? ¿No sabéis
que ha habido un muerto aquí? ¡Brutos!”. Y
empieza a dar órdenes a unos a otros hasta que
consigue que se desenrede la situación. Cuando
Paca le dice a su marido, refiriéndose a su hija
Rosa y a Pepe: “¡Y tú que tienes que ver ni
mezclarte con esta basura!”, Rosa se mete en
casa dando un portazo. Pepe empieza a bajar
entre murmuraciones para sí, de borracho que
hace alarde de dignidad. Paca y el señor Juan se
meten dentro. Urbano, obedeciendo lo que le
acaba de decir su madre, se dispone a llamar a
casa de Generosa para dar el pésame. Pero antes
de tocar a la puerta, sale Carmina.
Carmina y Urbano se quedan frente a
frente.
Casi
balbuceante,
él
comienza
a
preguntarle por su estado de ánimo, cómo van a
afrontar el futuro ahora que ha fallecido don
Gregorio, y que tanto él, como su hermana y su
madre, están para lo que necesiten. Carmina
responde con incomodidad, queriéndose ir: “Tú
eres muy bueno. Muy bueno. Has hecho todo lo
posible por nosotras. Te lo agradezco mucho”.
Urbano responde que eso no es nada y que “aún
quisiera hacer mucho más”. Carmina se dispone a
irse pero Urbano la retiene y de golpe, se le
declara:
URBANO.- ¡Espera, por favor! Carmina yo… yo te
quiero. Te quiero hace muchos años, tú lo sabes.
Perdona que te lo diga hoy: soy un bruto. Es que
no quisiera verte pasar privaciones ni un solo
día. Ni a ti ni a tu madre. Me harías muy feliz
si…, si me dijeras… que puedo esperar. Ya sé que
no me quieres. (…)
Pero yo procuraría hacerte
dichosa.
Carmina responde con evasivas, pero Urbano
insiste y, en su angustia, sale el fantasma del
amor que hubo entre Carmina y Fernando y acaba
empleando frases parecidas a las que, diez años
antes, utilizó Fernando en su declaración: “Más
vale ser un triste obrero que un señorito
inútil… Pero si tú me aceptas, yo subiré.
¡Subiré, sí!”. Carmina, enternecida, finalmente
acepta y con las lágrimas en los ojos, le
abraza. Entonces les interrumpe Paca, que se da
cuenta de lo que está pasando y lo corta con uno
de sus comentarios irónicos:
PACA.- “¿Qué hacéis ahí?”
URBANO.- Le
entierro.
estaba
explicando
a
Carmina…
el
PACA.- Bonita conversación…
Sin embargo, Paca le coge a Carmina la
bolsa de la compra, le dice que ya irá ella, les
anima a que suban los dos juntos a hacer
compañía a Generosa y acaba con un “¡Je!” para
sí. Cuando baja, se cruza con su hija Trini y le
dice que vaya a ver a su padre, el señor Juan, a
ver si puede consolarle, porque, después de la
bronca, está muy alterado por lo de Rosa. Está a
punto de cotillearle lo que acaba de ver entre
Urbano y Carmina, pero no se acaba de decidir.
El señor Juan sale para dirigirse a casa de
Generosa a hacerles compañía y Trini aprovecha
para conversar con él sobre Rosita. El señor
Juan está muy disgustado pero Trini sabe ir
aplacándolo. Y en el fondo, el señor Juan quiere
a su hija, así que entre exabruptos de él y
palabras
amables
de
ella,
la
conversación
termina ofreciéndole un dinerillo a Trini para
que se lo dé a Rosa “como cosa tuya” porque
“ella no me importa nada (…) pero tú sí, y no
quiero verte con esa preocupación”. Trini está
radiante y en cuanto su padre entra en casa de
Generosa, llama a la de su hermana para darle el
dinero. Rosa, emocionada, no puede creerse que
sea verdad que su padre haya hecho eso por ella:
“Trini, no… no puede ser”. “Sí puede ser… –
responde Trini- Padre te quiere…”. Y entran para
que Trini le cuente todos los detalles.
Elvira y Fernando suben por la escalera, y
discuten de nuevo: Elvira no quiere ir a dar el
pésame; Fernando sí. Fernando está decidido a ir
él solo si fuera necesario, pero Elvira, que no
ha perdido su naturaleza de niña mimada que
siempre se sale con la suya, le echa en cara
que, en realidad, lo que quiere es ver a Carmina
porque “la querías y la sigues queriendo” y
estalla de celos: “¡A mí nunca me has querido!
Te casaste por el dinero de papá. (…) Y, sin
embargo, valgo mucho más que ella”. Cuando están
en plena discusión y con el niño en brazos,
aparecen Carmina y Urbano, cogidos de la mano.
Fernando y Elvira reaccionan ante el inesperado
encuentro
anunciando
que,
precisamente,
se
dirigían a darles el pésame. Las actitudes entre
ambas parejas son esquivas y prevalecen los
dobles sentidos: Elvira comenta lo mucho que su
hijo se parece al padre pero Fernando lo niega
para agregar que el niño podría parecerse a
cualquiera… como a Carmina, por ejemplo. Se va
gestando un enfrentamiento entre las dos parejas
con insinuaciones que se lanzan los unos a los
otros. Elvira presume del éxito de ser madre y
tener a Fernando. Carmina intenta disimular lo
que le hieren las palabras de Elvira. Fernando
corrige a su mujer para dejarle entrever a
Carmina que no es feliz en su matrimonio. Urbano
intenta atraer a Carmina hacia sí para no
perderla. La rivalidad entre los dos hombres por
Carmina y las dos mujeres por Fernando, acaba
consolidándose cuando, al entrar en la casa,
cada una de las parejas
desplante a la otra…
le
dedica
un
sutil
Han pasado velozmente veinte años más y nos
introducimos en el último corte temporal de
nuestra historia. La escalera sigue siendo una
humilde escalera de vecinos. El casero ha
pretendido, sin éxito, disfrazar su pobreza con
algunos nuevos detalles: hay una placa de metal
que pone “Quinto”, las puertas han sido dotadas
de timbre eléctrico y las paredes blanqueadas.
Una
viejecita
consumida
desemboca,
fatigada, en el primer rellano. Es Paca, que
sube lentamente, sujetándose en la barandilla,
con una bolsa llena: “¡Qué vieja estoy! ¡Y qué
sola! Ya no soy nada para mis hijos ni para mi
nieta. ¡Un estorbo! ¡Pues no me da la gana de
serlo, demontre! ¡Hoj! ¡Qué escalerita! Ya podía
poner ascensor el ladrón del casero (…) En
cambio, mi Juan la subía de dos en dos… hasta el
día mismo de morirse. Y yo, que no puedo con
ella…, no me muero ni con polvorones. Bueno, y
ahora que no me oye nadie. ¿Yo quiero o no
quiero morirme? Yo no quiero morirme. Lo que
quiero es poder charlar con Generosa y con Juan…
¡Pobre Generosa! ¡Ni los huesos quedaran! ¡Y que
me haga un poco más de caso mi nieta,
demontré!”.
Cuando Paca entra en su casa, del piso que
fue de Dña. Asunción y luego ocupó Rosa con
Pepe, sale un señor bien vestido. Del que fue de
Generosa sale un joven bien vestido. Son nuevos
vecinos que van al trabajo, se saludan, y hablan
de los vecinos antiguos, que ojalá se fueran
para poder ocupar sus pisos, que son exteriores…
Al rato, Carmina y Urbano salen de casa de Paca.
Están muy mayores, casi viejos, y se disponen a
bajar la escalera. A la mitad del tramo,
aparecen, subiendo, Elvira y Fernando, igual de
mayores. Se saludan secamente. A Elvira y
Fernando los aguarda en casa Manolín, el pequeño
de sus hijos, de unos doce años, que les abre la
puerta. El chico esperaba que sus padres
trajeran pasteles, porque era su cumpleaños.
Pero no los han traído porque “están muy caros”,
lo que nos muestra que la situación económica de
Fernando no ha ido a mejor. Manolín es muy
vivaracho
y
cuando
comprueba
que
no
hay
pasteles, con todo el descaro le dice a su padre
que no entra en casa y se va “a jugar”. Donde va
realmente es al “casinillo”, a fumarse un
cigarro
a
escondidas.
Mientras
disfruta
orondamente del humo, de casa de Paca salen las
hermanas Trini y Rosa, a quienes les igualan las
arrugas y la tristeza que la desilusión y las
penas han puesto en sus rostros. Manolín va a su
encuentro y saluda a Trini muy alegre. Trini se
da cuenta de que está fumando, le regaña y le
dice que lo tire. Manolín, muy ufano, le cuenta
que es su cumpleaños, que cumple doce y ¡que ya
es un hombre! Y se hace el hombrecito frente a
ellas, en especial de Trini, por la que siente
la atracción del adolescente hacia la mujer
mayor: Trini le propone comprarle pasteles,
Manolín le dice que prefiere una cajetilla de
tabaco, Trini se lo recrimina, y Manolín la
lleva
Trini
puede
antes
a un aparte para proponerle matrimonio.
se ríe y bromea con la proposición pero no
evitar que le emocione: solterona, nunca
nadie le había propuesto matrimonio.
Trini y Rosa bajan, y Manolín vuelve al
“casinillo” a echarse unas caladas. En eso, se
abre la puerta de Paca y sale Carmina, la hija
de Carmina y Urbano, una atolondrada chiquilla
de unos dieciocho años. Tras una escena de
juegos cariñosos con su abuela, que le recrimina
que vaya dando golpes a la barandilla, la puerta
donde viven Fernando y Elvira se abre y sale
Fernando, el hijo mayor de ambos, que tiene
veintiuno. Llama a Carmina. Carmina se queda
paralizada. Están enamorados, y tienen que verse
a escondidas porque a sus padres no les gusta la
idea. Carmina le pide que la deje, que en la
escalera les pueden ver. Fernando insiste porque
no le importa y está dispuesto a pasar por
encima
de
cualquier
tipo
de
prohibiciones
paternas. Le pregunta insistentemente por qué
lleva días esquivándolo, si es que ya no lo
quiere o, acaso, no lo ha querido nunca. Ella
niega; afirma que lo quiere pero que lo suyo no
puede ser, porque sus padres… la han amenazado…
y la han pegado… Que hablan mal de él y de sus
padres: “Olvida lo nuestro. No puede ser… Tengo
miedo…”.
Se va rápidamente, llorosa. Manolín ha
presenciado toda la escena, escondido, y cuando
Carmina se va, Fernando lo descubre. Enfadado,
le pregunta qué hace ahí y Manolín, muy
divertido, empieza a burlarse de él: “¡Qué
entusiasmado estás con Carmina! (…) ¡Parecíais
dos novios de película!”. Fernando le da una
bofetada. A Manolín se le saltan las lágrimas y
se esfuerza, rabioso, en patear las espinillas y
los pies de su hermano: “¡Bruto!”. Fernando le
amenaza con decirle a su padre que estaba
fumando y Manolín replica que, entonces, él le
dirá que sigue siendo novio de Carmina. Con el
ruido que hacen, Fernando padre abre la puerta y
Manolín no desperdicia la ocasión: “¡Papá,
Fernando estaba besándose con Carmina en la
escalera!”. Fernando padre manda a Manolín para
adentro y tiene unas palabras con su otro hijo.
Le recuerda que le han dicho muchas veces que no
tonteara con ella pero Fernando hijo se rebela,
iniciándose una discusión. Elvira sale a la
puerta y es aún más dura que su marido:
FERNANDO HIJO.- (…) ¿Por qué no puedo hablar con
Carmina, vamos a ver? ¡Ya soy un hombre!
ELVIRA.- ¡No para Carmina! (…)
FERNANDO HIJO.- ¿Qué tengo yo que ver con
vuestros rencores y vuestros viejos prejuicios?
¿Por qué no vamos a poder querernos Carmina y
yo?
ELVIRA.- ¡Nunca! (…)
FERNANDO HIJO.- Pero ¿por qué?
FERNANDO PADRE.- Tú no lo entiendes. Pero entre
esa familia y nosotros no puede haber noviazgos.
(…) Los padres de ella tampoco lo consentirían.
Puedes estar seguro.
Fernando hijo se desespera porque no
comprende qué está pasando. Fernando padre le
dice que se lo explicará todo pero Elvira le
corta bruscamente: “¡No tienes que explicar
nada!”. Abatido, Fernando hijo termina por
entrar en el piso.
Vuelven entonces de la calle Trini y Rosa.
Están
hablando
de
Pepe,
que
terminó
por
abandonar a Rosa. Se habían encontrado muchas
veces y Pepe, al principio, la evitaba, mientras
que ella le buscaba. Pero ahora era al revés
porque Pepe estaba ya muy viejo y muy gastado
“porque sigue bebiendo y trasnochando”. Sólo
echaba de menos no haber tenido un hijo, pero
que no se pareciera a Pepe y cuando Trini dice
que ella también hubiera querido ser madre, Rosa
cae en la cuenta de que Trini nunca salió de
casa.
La
animosa
Trini
explica
su
drama
personal: “Tú has sido el escándalo de la
familia y yo la víctima. Tú quisiste vivir tu
vida y yo me dediqué a la de los demás. Te
juntaste con un hombre y yo sólo conozco el olor
de los de la casa… Ya ves: al final hemos venido
a fracasar de igual manera”. Cuando entran,
suben Carmina, Urbano y su hija, con quien
mantienen una conversación parecida a la que
Fernando y Elvira acababan de mantener con su
hijo. Le dicen que Fernando hijo es como su
padre, un gandul, y un inútil, y le prohíben
verle: “¡Y no quiero que vuelvas a pensar en
Fernando!”.
Carmina
se
agota
subiendo
la
escalera y Urbano le dice a su hija que vaya
abriendo la puerta. A solas, descubrimos que
tampoco son un matrimonio feliz. Carmina se
queja del corazón pero se niega a ver a otro
médico, Urbano insiste pero Carmina le responde
con sequedad:
CARMINA.- Esto no tiene arreglo; es de la edad…
y de las desilusiones.
URBANO.- ¡Tonterías! Podíamos probar…
CARMINA.- ¡Qué no! ¡Y déjame en paz!
URBANO.- ¿Cuándo estaremos de acuerdo tú y yo en
algo?
CARMINA.- Nunca.
Carmina no ha aprendido a quererlo y
Urbano, desilusionado, llega a preguntarle por
qué se casó con él si no lo quería. Ella, agria,
le muestra la verdad descarnada: “No te engañé.
Tú te empeñaste”.
Paca les llama desde la puerta para que
suban y cuando Urbano está a punto de cerrar ve
a Fernando, que sale de su casa y se dispone a
bajar. Vacila un poco pero se decide a llamarlo.
Fernando no está muy receptivo, pero Urbano le
dice
que
quiere
hablarle
de
su
hijo.
Paulatinamente, empezará entre los dos una
discusión, a la que se sumarán luego Carmina y
Elvira, y finalmente todos los miembros de ambas
familias, que sube de tono, va creciendo, y
acaba en una monumental bronca entre los vecinos
con gritos, amenazas y agresiones. Todo el
resentimiento,
las
verdades
ocultas,
la
frustración vital, y el silencio de décadas
estallan brutalmente. Fernando le dice a Urbano
que qué tiene que decir de su hijo, y este le
responde que no quiere que corteje a su hija.
Fernando dice que a él tampoco le gusta el
asunto y que ya se lo habían dicho mil veces.
Urbano comienza a atacarlo: “¿Luego lo sabías?
(…) Lo sabías y te alegrabas ¿no? (…) Te
alegrabas. Te alegraba ver a tu hijo tan
parecido
a
ti
mismo…
De
encontrarle
tan
irresistible como lo eras tú hace treinta años”.
Fernando quiere cortar la conversación pero
Urbano se lo impide y Fernando contraataca:
FERNANDO.- Mi hijo es una víctima, como lo fui
yo. A mi hijo le gusta Carmina porque ella se le
ha puesto delante. Ella es quien le saca de sus
casillas. Con mucha mayor razón podría yo
decirte que la vigilases.
URBANO.- ¡Ah, en cuanto a ella puedes estar
seguro! Antes la deslomo que permitir que se
entienda con tu Fernandito. Es a él a quien
tienes que sujetar y encarrilar. Porque es como
tú eras: un tenorio y un vago.
FERNANDO.- ¿Yo un vago?
URBANO.- Sí. ¿Dónde han ido a parar tus
proyectos de trabajo? No has sabido hacer más
que mirar por encima del hombro a los demás.
¡Pero (…) sigues amarrado a esta escalera, como
yo, como todos!.
FERNANDO.- Sí; como tú. También tú ibas a llegar
muy lejos con el sindicato y la solidaridad.
Ibais a arreglar las cosas para todos… Hasta
para mí.
URBANO.- ¡Sí! ¡Hasta
cobardes como tú!
para
los
zánganos
y
Carmina escucha la discusión y se asoma
para intervenir:
CARMINA.- ¡Eso! ¡Un cobarde! ¡Eso es lo que has
sido siempre! ¡Un gandul y un cobarde! (…) ¡Has
sido un cobarde toda tu vida! Lo has sido para
las cosas más insignificantes… y para las más
importantes. ¡Te asustaste como una gallina
cuando hacía falta ser un gallo con cresta y
espolones!
Urbano, que no soporta ver cómo su esposa
saca fuera todo el desamor de una mujer
despechada, la ordena, furioso, que se calle y
se meta para dentro. Pero Carmina se niega a
parar:
CARMINA.- ¡No quiero! Y tu hijo es como tú: un
cobarde, un vago y un embustero. Nunca se casará
con mi hija ¿entiendes?
FERNANDO.tontería.
Ya
procuraré
yo
que
no
haga
esa
URBANO.- Para vosotros no sería una tontería,
porque ella vale mil veces más que él.
FERNANDO.- Es tu opinión de padre. (…) Pero
Carmina es de la pasta de su familia. Es como
Rosita…
Urbano, rojo de rabia, va hacia él: “Te
voy a…”, pero Fernando no se achanta: “¡Sí! ¡A
tirar por el hueco de la escalera! (…) Otra de
las cosas que no has sido capaz de hacer con
nadie.
Elvira, que había abierto su puerta y
llevaba un rato escuchando, se entromete también
en la discusión y se inicia un choque entre las
dos mujeres:
ELVIRA.- ¿Por qué te
semejante gentuza? (…)
avienes
a
discutir
con
CARMINA.- ¡Una gentuza a la que no tiene usted
derecho a hablar!
ELVIRA.- Y no la hablo.
CARMINA.- ¡Debería darle vergüenza!
usted tiene la culpa de todo esto!
¡Porque
ELVIRA.- ¿Yo?
CARMINA.- Sí, usted, que ha
zalamera y una entrometida…
sido
siempre
una
ELVIRA.- ¿Y usted qué ha sido? ¡Una mosquita
muerta! Pero le salió mal la combinación…
Carmina hija, Paca, Trini y Rosa se
agolpan en sus puertas. Elvira y Carmina
empiezan a entrar en el meollo de su enemistad:
la rivalidad por el amor de Fernando. Elvira le
dice: “¿Cree usted que se lo quité? ¡Se lo
regalaría de buena gana! (…) Fue usted, que
nunca supo retener a nadie, que no ha sido capaz
de conmover a nadie…, ni de conmoverse”. Carmina
le contesta: “¡Usted, en cambio, se conmovió a
tiempo! ¡Por eso se lo llevó!”. Elvira extiende
los insultos a Urbano y su familia: “Paca ha
sido toda su vida una murmuradora… y una
consentidora. ¡Como usted! Consentidores de los
caprichos de Rosita… ¡Una cualquiera!” Al oír
eso, Rosa salta, se abalanza contra ella y le
agarra del pelo. Todos gritan. Carmina pretende
pegar a Elvira. Urbano trata de separarlas.
Fernando sujeta a su mujer. Entre los dos,
logran contenerlas a medias. Fernando hijo, con
el asco y la amargura pintados en su faz, avanza
despacio
por
detrás
del
grupo,
baja
los
escalones y se refugia en el “casinillo”. La
pelea continúa. Rosa acusa a Elvira de ser tan
cualquiera como ella porque “cazó a Fernando (…)
que es tan chulo como Pepe”. Urbano la secunda:
“¡(…) llevan razón! Has sido un cazador de
dotes”. Fernando amenaza a Urbano con romperle
la cabeza. Urbano amenaza con hacer lo mismo con
su hijo. Entre gritos de: “¡Se acabo! ¡Adentro
todos!” las familias retornan a sus casas,
mientras van soltándose los últimos insultos:
“¡Pécora! (…) ¡Enredadoras! (…) ¡Ordinarias!”.
Elvira despide a su marido, que iba a
salir antes de la pelea, con cajas destempladas:
“¡Y tú a lo tuyo, que ni para eso vales!”.
Fernando baja la escalera como un fantasma y se
cruza con su hijo, que no quiere verlo. Después
de un rato, Carmina hija sale con mucho sigilo
de su casa y cierra la puerta sin ruido. Su
rostro está desencajado. Se asoma y Fernando
hijo la llama. Ella se acerca y resignada le
repite: “Ya ves… Ya ves que no puede ser”. Pero
él no se resigna: “¡Sí puede ser! (…) Tenemos
que ser más fuertes que nuestros padres. Ellos
se han dejado vencer por la vida. Han pasado
treinta años bajando y subiendo esta escalera…
Haciéndose cada día más mezquinos y vulgares.
Pero nosotros no nos dejaremos vencer por este
ambiente. (…) Porque nos marcharemos de aquí. Me
ayudarás a subir…”. Fernando la lleva hacia un
escalón y se sienta con ella, igual que sus
padres se sentaron en el mismo lugar hacía
treinta
años.
Y
empieza
a
hablarle,
entusiasmado,
de
sus
proyectos
de
futuro.
Carmina, la madre, sale lentamente de su casa y
los divisa, entre disgustada y angustiada.
Fernando, el padre, que los ha oído, sube
lentamente la escalera y se queda estupefacto
viéndolos. Fernando hijo empieza a decir las
mismas palabras que él mismo le dijo a su
Carmina cuando tenía esa edad. Las palabras de
Fernando hijo llenan de felicidad a Carmina
hija. Ambos se miran extasiados, dispuestos a
besarse.
Los
padres
también
se
miran,
largamente.
Sus
miradas,
cargadas
de
una
infinita melancolía, se cruzan sobre el hueco de
la escalera sin rozar el grupo ilusionado de sus
hijos.
2. PERSONAJES
FERNANDO
Fernando es un joven muy atractivo.
varios personajes y lo confirma Buero
acotación: Fernando es, en efecto, un
muy
guapo.
Trabaja
como
empleado
papelería. No le gusta su trabajo y
Lo dicen
en
una
muchacho
de
una
tiene la
cabeza llena de planes y proyectos para el
futuro.
Pero
todo
ello
contrasta
con
su
inacción: Fernando no es más que un iluso
incapaz de hacer realidad sus sueños. Termina
eligiendo el camino más fácil, al aceptar el
dinero de su suegro casándose con Elvira, y
fracasa debido a su incapacidad de superación
personal.
URBANO
En la acotación que precede a su primera
aparición, Buero nos explica que Urbano es un
proletario. El personaje trabaja de obrero en
una fábrica. Cree que solo puede enfrentarse a
las
condiciones
sociales
que
le
atenazan
amparándose en la «fuerza» del sindicato. Urbano
ama a Carmina, pero sabe que no es correspondido
por
ella,
así
que
elige
como
forma
de
conquistarla la seguridad económica que él le
puede brindar
CARMINA
Carmina es una preciosa muchacha de aire
sencillo y pobremente vestida. Está enamorada de
Fernando desde que era una niña. Se casa para
librarse de la vida llena de miseria que
seguramente le aguardaría tras la muerte de su
padre. Se nos permite suponer que continúa
enamorada de Fernando, quien ya es marido de
Elvira. Carmina nunca se dirige con cariño a
Urbano, su marido.
ELVIRA
Elvira, nos dice el autor, es una linda muchacha
vestida de calle. Ella y su padre gozan de una
posición económica superior a la de los demás
vecinos. Está enamorada de Fernando, a quien
ayuda económicamente cuando tiene ocasión y a
quien "persigue", sin recato, a pesar de la
aversión que él le muestra. Desde que se casó
con Fernando, Elvira ha descendido en la escala
económico-social que disfrutaba cuando vivía con
su padre. Sólo por un momento deja de disimular
ante los demás, y reconoce el desastre de su
matrimonio.
PERSONAJES SECUNDARIOS
Generosa
La señora Generosa es una pobre mujer de unos
cincuenta y cinco años. Su marido es el señor
Gregorio - que no sale nunca a escena- y tiene
dos hijos: Carmina y Pepe.
Doña Asunción
Doña Asunción es una señora de luto, delgada y
consumida. -y con don Manuel, la única que
recibe este tratamiento.
Don Manuel
Don Manuel, el padre de Elvira, recibe el
tratamiento
de
respeto
(don),
lo
que
lo
convierte en superior a los demás vecinos. Se
trata de un pequeño-burgués que ha subido
gracias a su propio esfuerzo.
El señor Juan
El señor Juan se muestra dolido por la situación
en que vive su hija Rosa, amancebada con Pepe
una puerta más allá de la suya.
Trini
Trini es una de las hijas del señor Juan y de
Paca;
se
trata
de
una
joven
de
aspecto
simpático. Dedica su vida exclusivamente a su
familia, por lo que permanecerá soltera.
Rosa
Rosa, otra de las hijas de Paca y el señor Juan,
es una mujer joven, guapa y provocativa. Hace su
voluntad siempre, a pesar de los continuos
reproches y advertencias de su madre y de su
hermano.
Pepe
Pepe ronda ya los treinta años y es un granuja
achulado y presuntuoso. Es hermano de Carmina e
hijo de Generosa y el señor Gregorio, y tiene
diez años más que Fernando y Urbano.
Fernando, hijo
Fernando es el primer hijo del matrimonio
formado por Fernando y Elvira. Está enamorado de
la hija de Urbano y Carmina –Carmina hija- nos
recuerda continuamente a su padre en sus
ademanes y en sus palabras, dando cuenta
nuevamente del fracaso de sus mayores, que «se
han dejado vencer por la vida».
Carmina, hija
La hija de Carmina y Urbano, una atolondrada
chiquilla de unos dieciocho años se llama
también Carmina. Vive con sus padres, su abuela
Paca y sus tías Trini y Rosa. Aunque también
está enamorada de Fernando hijo, quiere acabar
con sus relaciones por temor a sus padres.
Manolín
Manolín es el segundo de los hijos de Fernando y
Elvira. Se llama como su abuelo materno, don
Manuel. Es revoltoso y deslenguado.
Cobrador de la luz
Señor bien vestido
Joven bien vestido
3. RELACIÓN ENTRE PERSONAJES
Las dos parejas principales
Fernando ama a Carmina y aunque es correspondido
por ella no es capaz de luchar por su amor
cuando llega el momento y termina casándose con
Elvira. Urbano también ama a Carmina y aunque no
es correspondido, termina casándose con ella al
aprovechar su vulnerabilidad en un momento de
incertidumbre ante el futuro.
Otros romances
Hay otra relación amorosa, la de Pepe (hermano
de Carmina) y Rosa (hermana de Urbano), que
también está destinada al fracaso. Aunque Rosa
le ama, Pepe sólo se aprovecha de ella. Viven
juntos pero no llegan a casarse, lo que supone
un escándalo para los demás vecinos.
Fernando y Carmina hijos se enamoran pero lo que
vaya a suceder con ellos no queda resuelto (se
trata de un final abierto).
La comunidad
En el siguiente cuadro, observamos cómo los
personajes se distribuyen, por familias, en las
casas, y cómo trasladan su vivienda de puerta en
puerta -único cambio en sus vidas- a lo largo de
treinta años. Veamos la distribución de los
vecinos de Historia de una escalera:
Primera
parte
Generosa
PUERTA
I
Gregorio
Carmina
Pepe
Segunda
parte
Generosa
Joven bien
vestido
Carmina
Elvira
Elvira
PUERTA Don Manuel
II
Tercera
parte
Fernando
Fernado,
hijo
Elvira
Fernando
Fernando,
hijo
Manolín
Paca
Paca
Señor Juan
Urbano
PUERTA
III
Trini
Rosa
Paca
Urbano
Señor Juan
Trini
Urbano
Rosa
Trini
Carmina
Carmina,
hija
PUERTA
IV
Doña
Asunción
Rosa Señor bien
vestido
Pepe
Fernando
En este drama de familias, vemos repetirse a lo
largo de tres generaciones las mismas pautas de
comportamiento. La personalidad de los hijos es
un eco de la de sus mayores, y aquéllos
transmiten, a su vez, la herencia que han
recibido.
La escalera como personaje
La escalera es el escenario que hace posible la
consideración
colectiva
de
los
personajes.
Ciertos críticos señalan que la propia escalera
es uno de los personajes fundamentales de la
obra de Buero. La escalera simboliza el paso del
tiempo,
pero
sobre
todo
es
símbolo
de
inmovilidad: inmovilidad social e inmovilidad
personal.
4. INDICADORES DE POTENCIAL PARA
AUDIOVISUALES
FORMATOS
SERIE TV, MINISERIE TV, FILM, TV MOVIE
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