El Holocausto

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 LA GUÍA DE COLUMBIA EN El Holocausto Donald Niewyk y Francis Nicosia COLUMBIA UNIVERSITY PRESS NUEVA YORK
Panorama histórico Este resumen breve del Holocausto empieza exponiendo las fases en que las políticas raciales nazis se desarrollaron. Durante los años 30, Adolf Hitler buscó excluir a judíos, gitanos, entre otros a quienes él consideraba “de raza inferior” de la comunidad nacional alemana. Durante los dos primeros años de la Segunda Guerra Mundial, el Estado nazi recurrió al genocidio, empezando con los minusválidos alemanes, luego con los judíos soviéticos y, finalmente, con todos los judíos y gitanos europeos. Desde finales de 1941 hasta finales de 1944, la concentración, la deportación, la esclavitud y el exterminio de los judíos y gitanos estaban en pleno apogeo. Al mismo tiempo, millones de prisioneros de guerra soviéticos y civiles eslavos fueron asesinados de maneras menos organizadas. Durante los últimos meses de la guerra, los alemanes pusieron fin a las cámaras de gas, pero continuaron explotando a sus víctimas como trabajadores esclavos y trataron de utilizarlos como instrumentos de cambio en las negociaciones de rescate. Después de la derrota de los nazis, víctimas, perpetradores y espectadores, en diferentes momentos y de diferentes maneras, llegaron a un acuerdo con los legados inmediatos del Holocausto. Además de resumir la evolución del Holocausto, esta visión general describe la variedad de campos y las reacciones de las víctimas. También muestra por qué el Holocausto funcionó de diferentes maneras en los distintos países controlados por, o aliados con la Alemania nazi. Lo que emerge es un sentido de la complejidad de estos hechos y la diversidad de las experiencias del Holocausto para todos los grupos involucrados. RECHAZO AL “DE RAZA INFERIOR”, 1933-­1939 El 21 de marzo de 1933, el alemán Reichstag aprobó la “Ley de Habilitación” que daba a Adolfo Hitler poderes dictatoriales y terminaba, así, tres años de conflictos políticos. En ese momento, nadie podía estar seguro de lo que él y el Partido Nazi harían. Sus numerosos partidarios (un poco más de un tercio de los electores alemanes;; los nazis nunca ganaron una elección nacional libre) esperaban movimientos audaces para reactivar la economía y reincorporar a los millones de desempleados en el trabajo. El ejército de Hitler de camisas pardas SA (las Sturmabteilung o tropas de asalto) había aplastado a sus oponentes políticos en batallas callejeras, y muchos alemanes anticiparon medidas igualmente militantes para acabar con la depresión. Los miembros del establishment conservador que habían cedido el poder a Hitler en un acuerdo político secreto esperaban poder controlarlo así como a sus seguidores y usarlos para aplastar al movimiento Comunista amenazador. Los enemigos de Hitler pusieron un frente de confianza y predijeron su fracaso prematuro. Con todos los ojos puestos en la depresión económica y el desorden político que rodeaban la destrucción de la República democrática de Weimar de Alemania, pocos alemanes prestaron la atención necesaria a las ideas de Hitler sobre la raza. En realidad, el asunto racial constituyó el centro de la ideología nazi. Hitler llamó a su filosofía política Socialismo nacional – el nombre oficial de su partido era el Partido nacionalsocialista alemán de los trabajadores o Nazi de forma abreviada – con el que sugería que él había reconciliado las dos grandes ideas políticas en pugna del siglo XIX, el nacionalismo y el socialismo. Lo que hizo posible que él pudiera unir las dos ideas era su creencia de que el pensamiento racial conduciría a la grandeza nacional y la justicia social. Durante sus años de formación antes de la Primera Guerra Mundial en Austria, Hitler había sido profundamente influenciado por el Darwinismo social. Esta rama, ahora desacreditada del Darwinismo biológico enseñó que la vida era una eterna lucha entre individuos y grupos, una forma natural de asegurar la supervivencia del más fuerte. Hitler vio mucha lucha en Viena antes de la guerra – entre clases, nacionalidades, partidos políticos y compañías – y la tomó como la ley fundamental de la historia. Como nacionalista pangermanismo declarado, concluyó que solo una Alemania unida despiadada y racialmente purificada podía sobrevivir en la lucha brutal con otras razas y naciones. Estas ideas se expresaron con claridad en el libro Mein Kampf de Hitler, publicado en los años 20. En él escribió acerca de la necesidad de Alemania de conquistar Lebensraum (espacio vital) a expensas de sus vecinos eslavos en Europa Oriental y la necesidad de un conflicto racial con los judíos y otras personas que se interponían en el camino de la superioridad alemana. El futuro dictador vinculó a los judíos con el comunismo y los identificó como el enemigo principal interno de Alemania. “Si, con la ayuda de su credo marxista, el judío sale victorioso sobre los demás pueblos del mundo, su corona será la corona funeraria de la humanidad... Por lo tanto, hoy, creo que estoy actuando de acuerdo con la voluntad del Creador Todopoderoso: defendiéndome del judío, estoy luchando por la obra del Señor”.1 Declaraciones, con frecuencia, ignoradas o rechazadas como pseudo-­intelectuales en aquella época y más tarde opacadas por asuntos políticos y económicos fundamentales, la centralidad de la raza en el pensamiento de Hitler se volvió visible solo de forma gradual. 1. Adolfo Hitler, Mein Kampf, Traducido por Ralph Manheim (Boston: Houghton Mifflin, 1943), p. 65. Énfasis en el original. Una vez firme en el poder, Hitler y sus seguidores se movilizaron rápidamente para satisfacer las necesidades alemanas de empleo y poner fin al conflicto político. Este último se logró de forma rápida y brutal al prohibir todas las organizaciones políticas, a excepción del Partido Nazi, crear una temida Gestapo (Policía secreta del Estado) y enviar a los líderes antinazis a campos de concentración creados recientemente, tales como Dachau, a las afueras de Múnich. Cuando la Segunda Guerra Mundial comenzó en 1939, había siete grandes campos de concentración en diversas partes de Alemania y en territorios anexos a ella, que incluye Buchenwald, cerca de Weimar;; Ravensbrück, el campo de concentración de mujeres al norte de Berlín;; y Mauthausen, en Austria. Además, llegaron a capturar algo más que adversarios políticos del Partido Nazi. También ingresaron a los campos los judíos, homosexuales, disidentes religiosos y delincuentes comunes. Dirigido por la elite Escuadrones de defensa (SS) de Hitler, los campos de concentración impusieron disciplina draconiana a los prisioneros, muchos de los cuales fueron asesinados en el acto u obligados trabajar hasta la muerte. Pero estos no eran campos de exterminio. A veces, los prisioneros eran incluso puestos en libertad, pero solo después de haber prometido nunca hablar sobre las condiciones del campo. Sin embargo, la existencia de estos campos era conocida para todos. Aunque el régimen ganó el apoyo de un número cada vez mayor de alemanes, el terror sirvió para intimidar a los opositores políticos. Reparar la economía tomó más tiempo, pero los nazis se movilizaron para terminar con el desempleo con determinación característica. Intimidaron a los empleadores privados para que contraten trabajadores, gastaron grandes sumas de dinero en proyectos de construcción del gobierno y colocaron a los jóvenes en un programa de servicio nacional obligatorio de un año llamado Arbeitsdienst (Servicio de trabajo). A finales de los años 30, cuando Alemania se estaba rearmando rápidamente, el desempleo desapareció. Evidentemente, todo esto costó una fortuna, y Hitler no tenía idea de cómo pagar las deudas masivas de Alemania, excepto tal vez mediante la conquista y el saqueo de la mayor parte de Europa. Pero él no lo decía tan abiertamente, y algunos se preguntaban de dónde venía el dinero. Nada aumentó más la popularidad de Hitler que esta espectacular recuperación económica. Asimismo, el éxito de la política exterior de Hitler impresionó a los alemanes. Afirmando en voz alta sus intenciones pacíficas mientras denunciaba las injusticias del Tratado de Versalles, que se había impuesto en Alemania a finales de la Primera Guerra Mundial, Hitler se dedicó a enterrar las cláusulas del tratado de una en una. Las democracias estaban preocupadas por sus propios problemas y esperaban que las concesiones pudieran calmar al dictador. Así, se mantuvieron como una Alemania rearmada (marzo 1935), trasladaron a sus ejércitos a la Renania desmilitarizada (marzo 1936), se apoderaron de Austria (marzo de 1938) y anexaron a los Sudetes de Checoslovaquia de habla alemana. (Octubre de 1938). Al lograr todo esto de manera pacífica, Hitler levantó el orgullo de una nación humillada. Estas victorias en el ámbito político, económico y exterior constituían la base de la gran popularidad de Hitler en los años 30. También hicieron que los aspectos menos atractivos del nazismo sean fáciles de asimilar por los alemanes comunes. Es probable que las personas se quejasen sobre la impertinencia de saboteadores del partido en todos los aspectos de la vida y se preocupasen de ser oídas al expresar la opinión “errada”, pero esto parecía un precio a pagar aceptable por el resurgimiento nacional. En cuanto a los sufrimientos de los disidentes políticos y aquellos considerados racialmente indignos, no había nada que se pudiera hacer. Como fue el caso de las personas en otros regímenes totalitarios, los alemanes se refugiaban en sus vidas privadas para encontrar refugio del omnipresente estado Nazi y evitar ofenderlo. En el caso de los judíos, Hitler inicialmente alentó esta actitud de indiferencia popular excluyéndolos poco a poco de la comunidad nacional y animándoles a emigrar. Es posible que haya sido influenciado para tomar este enfoque legalista por los resultados de su primer ataque directo contra los judíos después de convertirse en dictador, el boicot de los negocios judíos en todo el país que comenzó el 1 de abril de 1933. Hitler lo puso bajo la dirección de Julius Streicher, uno de los primeros líderes del partido nazi, un antisemita feroz y el editor del semanario calumnioso Der Stürmer. A pesar de que Streicher instó a los alemanes a no adquirir productos en las tiendas judías y las tropas de asalto a veces intimidaban físicamente a las personas para no hacerlo, muchos de ellos los frecuentaban de todos modos. Las reacciones por parte de los extranjeros también fueron negativas, con los grupos judíos y sus simpatizantes que amenazaban con organizar boicots a los productos de fabricación alemana. Los nazis cancelaron su boicot después del primer día y optaron por políticas menos confrontacionales. Estos consistían en una serie de leyes y decretos destinados para Arianizar las instituciones alemanas y revertir la emancipación y asimilación judía. La “Ley para la restauración del servicio civil profesional” (Law For The Restoration of the Professional Civil Service) del 7 de abril de 1933, sacó a los antinazis y judíos de empleos gubernamentales como jueces, abogados, maestros y funcionarios. Las leyes posteriores limitaron la matrícula de los judíos en escuelas y universidades a un 1,5 % de la población estudiantil, excluyeron a dentistas y médicos judíos de los programas de seguro público, revocaron la naturalización de los judíos de Europa Oriental y especificaron que solo los Arios podían editar los periódicos alemanes. Al mismo tiempo, las presiones extralegales contra los hombres de negocios judíos para vender sus firmas, con frecuencia por solo una fracción de su valor real, comenzaron el proceso gradual de excluir a los judíos de la economía alemana. Cuando las mentes calenturientas locales nazis reiniciaron las prácticas de boicot y los ataques físicos contra los judíos, Hitler los reincorporó con firmeza en el camino legal mediante la promulgación de las Leyes de Núremberg en septiembre de 1935. Las leyes de Núremberg permitieron al Estado limitar los derechos de los judíos como ciudadanos alemanes y prohibieron los matrimonios y las relaciones sexuales entre judíos y alemanes. Más tarde, los codicilos legales definían a los judíos como personas que tenían más de dos abuelos judíos. Aquellos con dos abuelos judíos fueron llamados Mischlinge (razas mezcladas). Estos fueron agrupados con los judíos solo si eran casados con judíos o pertenecían a congregaciones judías. Las personas con un abuelo judío también se consideraron Mischlinge, pero normalmente no se les agrupaba con los judíos. Más tarde, en 1938, Hitler decidió crear una categoría especial de “matrimonios mixtos privilegiados” para las parejas interraciales que se habían casado antes de que las leyes de Núremberg entraran en vigor. Las mujeres judías casadas con hombres alemanes estaban exentas de las medidas antijudías. Lo mismo ocurría con los hombres judíos casados con mujeres alemanas si tenían hijos. Al hacer estas excepciones, Hitler demostró que quería minimizar el número de alemanes que serían perjudicados por su campaña contra los judíos. La preferencia de Hitler por los métodos legales de aislar a los judíos reflejaba su sensibilidad a la opinión pública, tanto en su país como en el extranjero. Mientras Alemania se preparaba para ser anfitrión de los Juegos Olímpicos de 1936 en Berlín, los nazis no querían que nada manchara su imagen de orden público. Ello tuvo el resultado no deseado de enviar señales confusas a los judíos. Las políticas antisemitas nazis fueron diseñadas para desmoralizar a los judíos y obligarlos a emigrar. En realidad, la emigración fue la solución original nazi al “problema judío” y se mantuvo en vigor hasta 1941. Económica y psicológicamente devastados, algunos judíos habían abandonado el país o habían planeado irse pronto. No obstante, la mayoría de los judíos aún esperaba que las condiciones no empeoraran y pudieran salir de la tormenta. Por otro lado, irse del país nunca fue fácil. Más allá de la angustia mental que implicaba irse de casa, era difícil encontrar un país dispuesto a aceptar refugiados en una época de depresión económica mundial. Otro asunto de preocupación era el impuesto de emigración alemán, que confiscaba una parte considerable del patrimonio de un emigrante. Así, solo alrededor de 105.000 de los aproximadamente 600.000 judíos alemanes emigraron durante los cuatro primeros años del Tercer Reich. En 1937, cuando Hitler entraba en el quinto año de su dictadura, se sentía cada vez más seguro de su poder y menos dependiente de los conservadores en a nivel local o de la opinión popular en el extranjero. Ese año, el dictador informó a sus generales sobre sus planes para una guerra de conquista en un futuro cercano. Para prepararse para la guerra, quería limpiar Alemania acelerando la partida de los judíos. Las presiones para arianizar las empresas judías aumentaron, al igual que los actos aleatorios de violencia antijudía. Estos actos fueron un complemento visible a la Anschluss (unión) forzosa de Alemania con Austria en marzo de 1938. En 1938, los judíos extranjeros y gitanos también fueron expulsados de Reich. Las presiones radicales terminaron en los pogromos de la Noche de los cristales del 9 al 10 de noviembre de 1938, en la que tropas de asalto nazis, bajo las órdenes desde Berlín, destrozaron las tiendas y hogares judíos y quemaron 267 sinagogas. Veinte mil judíos fueron enviados a campos de concentración y al menos noventa y uno de ellos fueron, en efecto, asesinados. El cónsul estadounidense en Lipsia, David Buffum describió los pogromos como un trabajo cuidadosamente organizado por los fanáticos nazis: “Luego de demoler las viviendas y sacar gran parte de los objetos movibles a las calles, los perpetradores insaciablemente sádicos echaron a muchos de los temblorosos prisioneros dentro de un arroyo que fluía por el Parque zoológico y ordenaron a los espectadores aterrorizados a escupirles, ensuciarles con lodo y burlarse de su situación…La manifestación más mínima de simpatía provocaba una furia real por parte de los perpetradores y la gente no podía hacer nada, más que mirar horrorizada la escena de abuso o salir del lugar”.2 Poco después, los judíos fueron excluidos por ley de todas las áreas imaginables de la vida alemana, que incluye los colegios, las universidades y las actividades comerciales. La Arianización de la cultura y la economía de Alemania se había completado. Aunque relativamente pocos alemanes comunes se unieron a la matanza en la Noche de los Cristales, ahora era claro para los judíos que los líderes nazis los querían fuera. Como siempre, el problema era a dónde ir. La mayoría de los países, que incluye los Estados Unidos y los países europeos occidentales como Francia y Gran Bretaña, restringieron la entrada a aquellos que tenían menos probabilidades de extender las listas de asistencia social -­ y los inmigrantes, se daba por sentado, se quedaban bajo la tutela del estado. Los británicos limitaron la inmigración judía a Palestina en respuesta a las protestas de la mayoría árabe allí. La Conferencia de Evian, que se celebró en julio de 1938 bajo la sugerencia del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt con el objetivo de encontrar nuevos hogares para los refugiados judíos alemanes a través de la cooperación intergubernamental, había sido un fracaso evidente. La situación difícil de los refugiados llegó a su límite en mayo de 1939, cuando 930 judíos alemanes partieron de Alemania a bordo del crucero de lujo alemán St. Louis, creyendo que iban a ser admitidos en Cuba. Se les negó el permiso para desembarcar allí y navegaron hasta la costa de los Estados Unidos, pero una vez más fueron rechazados y obligados a navegar nuevamente hacia Europa. Para terminar con estos obstáculos, los líderes alemanes en enero de 1939 establecieron una Oficina Central del Reich para la Emigración Judía, bajo la dirección de Reinhard Heydrich, jefe de la Policía de Seguridad y el Servicio de Seguridad de la SS. Esta oficina coordinaba y sistematizaba todo lo que implicaba la organización de la emigración judía tanto legal como ilegalmente. Siempre que no se podían obtener suficientes visas, los alemanes simplemente llevaban grupos de judíos a las zonas sin protección de las fronteras de Alemania. Todos estos procedimientos fueron modelados en una Oficina Central para la Emigración Judía más pequeña establecida el año anterior en Viena por Adolf Eichmann, el especialista de la SS en asuntos judíos. Durante esta adquisición por parte de la SS de la emigración judía, Eichmarm continuó distinguiéndose por su diligencia. Para 1939, los judíos estaban abandonando el país a un número de 70,000 al año aproximadamente, y solo 185,000 judíos permanecieron en Alemania propiamente dicha cuando la Segunda Guerra Mundial comenzó el 1 de setiembre de 1939. 2. Citado por J. Noakes y A G. Pridham, eds., Nazism: A History in Documents and Eyewitness Accounts, 1919-­1945 (Exeter: University of Exeter Press, 1983-­1988), p. 1:556. Los judíos no eran el único grupo “racialmente peligroso” del objetivo de exclusión de los Nazis. Los 30,000 gitanos de Alemania fueron identificados como racialmente extraños y sometidos a los términos de las leyes de Núremberg, algunos fueron puestos en campos especiales para gitanos. Los varones homosexuales, culpados por el debilitamiento de la comunidad racial por no procrear hijos, en ocasiones fueron enviados a campos de concentración comunes. Como alemanes, podían (teóricamente) ser rehabilitados y retornar a la comunidad, pero, en realidad, pocos de los enviados a los campos de concentración sobrevivieron. Un tercer grupo, también formado por alemanes, ya estaba parcialmente excluido al estar confinados en hospitales y clínicas. Estos eran los discapacitados físicos y mentales, considerados peligrosos portadores de enfermedades hereditarias. Los nazis eran firmes creyentes en la eugenesia, la reproducción electiva de los seres humanos con el fin de mejorar la raza mediante la eliminación de los débiles e inferiores. A partir de 1934, los discapacitados fueron sometidos a la esterilización obligatoria, a excepción de su descendencia futura de la comunidad nacional y, de hecho, de la vida misma. LA GUERRA Y EL PRINCIPIO DEL GENOCIDIO, 1939-­1941 Durante los dos primeros años de la Segunda Guerra Mundial, los alemanes radicalizaron sus políticas raciales con asombrosa velocidad y comenzaron sometiendo a sus víctimas al genocidio. Los primeros en ser exterminados eran los minusválidos alemanes, que quedaron discapacitados durante el primer año de la guerra. Simultáneamente, los alemanes marginaban de forma brutal a los judíos y gitanos en la Polonia ocupada y, posteriormente, extendieron las políticas de exclusión que ya estaban en vigor en Alemania hacia la Europa Occidental ocupada. En junio de 1941, cuando Hitler extendió su guerra al atacar a la Unión Soviética, las fuerzas armadas alemanas fueron acompañadas por una brigada móvil especial de matanza, cuyas órdenes eran matar a los judíos y otros “enemigos del Reich” en el territorio soviético. A finales del año, se realizaron preparativos para exterminar a los judíos y gitanos en Europa. Evidentemente Hitler creía que podía camuflar el genocidio bajo la cobertura de una guerra. La verdad podría filtrarse eventualmente, pero una rápida victoria traduciría el conocimiento del asesinato masivo en algo insignificante. El programa de eutanasia (T4) El asesinato masivo de los alemanes discapacitados mental o físicamente se planeó poco antes del estallido de la guerra, en la primavera de 1939. Se inició con la eutanasia de aproximadamente 5,000 niños gravemente discapacitados en hospitales alemanes durante el invierno entre 1939 y 1940. Esto pasó a ser simplemente un preludio a una expansión masiva de la “muerte misericordiosa” de los discapacitados bajo la orden de Hitler en 1940 y 1941. Si habían sido esterilizados o no, estos individuos fueron considerados “bocas inútiles”, una carga económica en la sociedad, pues tenían una “vida que no valía la pena vivir”. En un programa secreto, llamado de manera informal T4 (nombre de la dirección del cuartel de Berlín, Tiergartenstrasse 4), los médicos alemanes asesinaron de forma sistemática al menos 70.000 discapacitados alemanes: personas con enfermedades mentales, retraso mental, demencia senil, epilepsia y deformaciones físicas, así como ciegos, sordos, mudos. Esto se realizó principalmente en los seis centros de exterminio donde los experimentos revelaron que el mejor método consistía en inyectar gas de monóxido de carbono en habitaciones disfrazadas de duchas. Aunque el T4 debía mantenerse en secreto, la noticia se filtró y, en 1941, valientes líderes de la iglesia católica y protestante denunciaron públicamente el asesinato de los indefensos. A principios de agosto, el obispo Galen de Münster pronunció un profundo rechazo en un sermón público: “¡Ay de la humanidad! ¡Ay de nuestra nación alemana si el santo mandamiento de Dios “no matarás” no solo se quebranta, sino que su transgresión es, en realidad, tolerada y permitida sin ser castigada” 3. Quizás aún más significativas fueron las protestas de la opinión pública alemana. Hitler, enfurecido por esta intromisión, pero sin querer correr el riesgo de divergencia en tiempos de guerra, ordenó de manera oficial poner fin a la inyección de gases en los centros de exterminio el 24 de agosto de 1941. Sin embargo, el asesinato de discapacitados alemanes continuó de manera descentralizada durante toda la guerra y cobró quizás otras 80.000 vidas. El T4 fue tanto una extensión lógica de las políticas de exclusión anteriores, como un precedente para la próxima Solución final del problema judío. Los centros de exterminio desarrollaron técnicas de asesinato masivo que sirvió de modelo para los campos de exterminio. Además, a partir de 1941, el personal capacitado en el T4 llevaría a cabo el asesinato masivo a una escala mucho mayor en el este. Las políticas raciales nazis en la Polonia ocupada A medida que los ejércitos alemanes barrieron el oeste y el centro de Polonia en septiembre de 1939, algunos 2,000,000 judíos polacos y un menor número de gitanos y discapacitados fueron seleccionados para un tratamiento inusualmente brutal. Al principio eran objetivos de las palizas, tiroteos, saqueos y otros actos de violencia al azar. 3. Citado en J. Noakes y A. G. Pridharn, eds., Nazism: A History in Documents and Eyewitness Accounts, 1919-­1945 (Exeter: University of Exeter Press, 1983-­1988), p. 2:1038. Luego, los alemanes se dedicaron a realizar atrocidades más organizadas. En la amplia franja de territorio anexado directamente a Alemania, que constituía una cuarta parte de Polonia antes de la guerra, las personas discapacitadas fueron llevadas bajo el programa T4 y exterminadas, mientras que los judíos y gitanos inicialmente fueron detenidos para ser expulsados al territorio polaco que quedaba y que estaba bajo la ocupación alemana. Este territorio, conocido como el Gobierno general, fue administrado inexorablemente por el Gobernador general Hans Frank en Cracovia. Los alemanes planearon establecer momentáneamente una “Reserva judía” en Nisko, cerca de Lublin en el Gobierno general, y algunos judíos fueron, en efecto, enviados allí. Sin embargo, la reserva no estaba preparada en absoluto para admitir a un gran número de deportados, y los que eran reasentados allí murieron en grandes cantidades Los funcionarios alemanes en el Gobierno general en su conjunto se quejaron porque no se podía alojar a un número tan grande (más de 1.000.000) de judíos y gitanos, además de las multitudes de polacos que también eran deportados allí. Así, los funcionarios nazis en los territorios anexados cedieron y permitieron el establecimiento de un gran gueto (con 160.000 habitantes) en la ciudad industrial de Lodz. Este gueto, que pretendía ser únicamente un recurso temporal, duró hasta agosto de 1944, en parte debido a que sus líderes organizaron a los habitantes del gueto para producir material de guerra esencial para los alemanes. A lo largo de los territorios anexados y el Gobierno general, los alemanes confiscaron las propiedades de los judíos y poco a poco las convirtieron en guetos, en donde se esperaba que realicen diversas formas de trabajo forzados. Un número relativamente pequeño de gitanos se fueron con ellos. Para que se cumplan estas medidas, los alemanes recibieron ayuda de los Volksdeutsche, alemanes étnicos que vivían en Polonia y otros países de Europa Oriental durante generaciones. Con frecuencia, ellos eran los partidarios más entusiastas de la limpieza étnica. Existían un gran número de guetos en el Gobierno General y variaban en tamaño, desde el que se encontraba en Varsovia, con 445.000 habitantes, hasta los guetos de los pueblos pequeños de solo unos pocos miles. Los guetos más grandes y muchos de los pequeños fueron prohibidos de las poblaciones locales restantes, pero algunos de los guetos se les admitió el tránsito de ida y vuelta. Sin embargo, todos los guetos tenían tres características en común. En primer lugar, eran gobernados por Consejos judíos que estaban conformados por líderes judíos nombrados por y bajo la responsabilidad de los alemanes. En segundo lugar, estaban superpoblados y mal abastecidos de alimentos y medicinas, lo que ocasionaba muchas muertes por desnutrición y enfermedades. En tercer lugar, inicialmente eran concebidos por los alemanes como corrales temporales hasta que se encuentre algún lugar a donde los habitantes podían ser expulsados. Algunos funcionarios alemanes hablaban de expulsar a los judíos a nuevas casas en el “este” presuntamente refiriéndose a la Unión Soviética. Otros documentos alemanes citan a Madagascar como un posible destino. Antes de que la guerra comenzara, el gobierno polaco y el francés habían discutido la creación de un hogar para los judíos no deseados de Europa en aquella isla del océano Índico en la costa de África, en ese entonces una colonia francesa (hoy, República de Madagascar). Hitler había aprobado la idea sin ningún problema. Una vez que Alemania conquistó Francia en 1940, Madagascar era de Hitler y podía disponer a su antojo, pero solo si lograba derrotar o firmar un armisticio con Gran Bretaña para tener acceso a las rutas marítimas. En los primeros años de la guerra, Hitler creía que la victoria era inminente. Así, en esta primera etapa de la lucha, la política alemana contra los judíos y gitanos sigue centrándose en la expulsión en lugar del genocidio. Eso cambió hasta cierto punto en 1941. Alemania y Europa Occidental ocupada También en estas regiones, los alemanes prepararon a los judíos para la expulsión a Madagascar o a algún otro lugar remoto. En Alemania misma, en 1939, los líderes nazis establecieron una especie de Consejo judío, la Asociación del Reich de los judíos alemanes, y lo hicieron responsable de todos los judíos alemanes restantes. La mayoría de los judíos que habían vivido en las ciudades pequeñas se trasladaron a las grandes ciudades alemanas donde encontraron refugio en las comunidades judías más grandes. Allí, las autoridades nazis los concentraban en bloques de departamentos judíos especiales, guetos informales que aislaban más a los judíos de la sociedad alemana. Los aptos físicamente fueron obligados a trabajar en las fábricas de guerra. En septiembre de 1941, los judíos fueron obligados a mostrar una estrella de David amarilla con la inscripción Jude (judío) cosida en la parte delantera de sus vestimentas cada vez que aparecían en público. En octubre, la SS dio inicio a las deportaciones sistemáticas de judíos y gitanos alemanes a los guetos de Europa Oriental, donde se les agruparon para compartir la suerte de las víctimas que ya se encontraban allí. Más tarde, ese mismo mes, el jefe de la SS, Heinrich Himmler, prohibió la emigración voluntaria de judíos, excepto en casos especiales que enriquezcan el Reich (por ejemplo, unos pocos muy ricos judíos podían comprar su salida, y así lo hicieron). Después de la conquista alemana en 1940 de gran parte de los países de Europa Occidental ―Francia, Bélgica, Luxemburgo, los Países Bajos y Noruega― las políticas allí respecto a los judíos y gitanos se armonizaron con las de Alemania. Los judíos fueron registrados, expropiados, desnaturalizados, aislados y obligados a llevar la estrella amarilla. La cooperación de las autoridades locales en la ejecución de estas medidas se hizo más fácil ya que el tratamiento más riguroso siempre se reservaba para los judíos extranjeros. En Francia, que tenía la mayor población judía en Europa Occidental (350.000), los funcionarios del régimen colaboracionista de Vichy detuvieron a 25.000 judíos extranjeros y los ubicaron en los campos de concentración franceses con la finalidad de prepararlos para futuras expulsiones. En Europa Occidental, las deportaciones hacia el Este no comenzaron sino hasta 1942. La única excepción fue Dinamarca, en donde una pequeña población judía se encontraba relativamente tranquila hasta 1943. El ataque contra la URSS y las acciones de los Einsatzgruppen A principios de 1941, la guerra de Hitler contra Inglaterra había llegado a un punto muerto. Con el objetivo de llevar a la guerra a una culminación rápida, el dictador decidió atacar a la Unión Soviética con la esperanza de que la victoria rápida también trajera a los británicos a sus rodillas. Además, según lo vio Hitler, la conquista de la Unión Soviética resolvería el problema del Lebensraum (espacio vital) alemán y lograría un ajuste de cuentas final con los judíos más peligrosos de todos, los Rusos comunistas. La Operación Barbarroja, como fue llamado el ataque, comenzó el 22 de junio de 1941. Al principio, fue fabulosamente exitoso, penetraron todo el camino a Moscú antes de que el clima invernal les obligara una suspensión temporal de la invasión. Amplios sectores de la Unión Soviética occidental fueron puestos bajo la administración del teórico líder del partido nazi, Alfred Rosenberg, quien fue nombrado Ministro del Reich para los Territorios orientales ocupados. La formación de los cuatro Einsatzgruppen, escuadrones móviles de matanza conformados por la Policía de Seguridad y el personal de Servicio de seguridad, estaba incluida en la planificación de la Operación Barbarroja. Se les ordenó seguir a los ejércitos invasores alemanes y matar principalmente a los judíos, pero también a los funcionarios comunistas, gitanos y discapacitados. La más grande masacre de Einsatzgruppen ocurrió a finales de setiembre de 1941, cuando 33.000 judíos y gitanos de Kiev fueron fusilados y enterrados en Babi Yar, en las afueras de la ciudad. Antes de que la guerra terminara estos Einsatzgruppen habían disparado y enterrado en fosas comunes a más de 1.000.000 de civiles indefensos de todas las edades, a menudo con la cooperación del Ejército alemán. Las unidades de la Policía de Seguridad alemana participaban en acciones similares. Los judíos y gitanos que no eran eliminados, fueron reunidos en guetos como los de Polonia. El más grande de estos se encontraba en Minsk (100.000), Kovno (30.000) y Riga (30.000). Para capturar a estas víctimas, los alemanes necesitan la ayuda de voluntarios de entre los pueblos conquistados de la Unión Soviética, especialmente los ucranianos y lituanos. Llamados Hiwis, estos voluntarios también fueron capacitados para ayudar en el trabajo de guardia y campos de exterminio. Durante la primera fase de la guerra contra la URSS, un gran número de soldados soviéticos también fue tomado cautivo. Como eslavos “infrahumanos”, no fueron tratados de acuerdo con las reglas de guerra, sino que fueron asesinados o maltratados como prisioneros en los campos de guerra. Más de 3.000.000 soldados soviéticos murieron luego de rendirse ante los alemanes. Los civiles “de raza inferior” de Polonia, Rusia y Ucrania también morían de hambre y eran explotados. Los alimentos y otros recursos necesarios para sustentar la vida en Europa Oriental fueron enviados a Alemania. Antes de que la guerra terminara, miles de millones de civiles eslavos estaban muertos. El asesinato en masa de judíos soviéticos por los Einsatzgruppen puede haber sido parte de un plan general existente para matar a todos los judíos en Europa, aunque no podemos estar seguros de ello. Pero tres hechos son ciertos. En primer lugar, la brutalidad asombrosa de la guerra en la Unión Soviética alimentó el pensamiento extremista acerca de las formas de resolver el “problema judío”. Hitler había ordenado a sus generales llevar a cabo una “guerra de exterminio” en la Unión Soviética, lo que provocó la resistencia cada vez más desesperada por parte del Ejército Rojo defensor. En segundo lugar, la negativa de la Unión Soviética de arruinar a tiempo los planes alemanes estropeados de deportar a los judíos de Polonia, Alemania y Europa Occidental en un futuro próximo. La sobrepoblación y las enfermedades en los guetos de Europa Oriental preocupaba a los funcionarios de la ocupación alemana respecto a cuánto tiempo más podrían arreglárselas con tanto judíos y gitanos. El hecho de que los judíos soviéticos estaban siendo asesinados parecía sugerir que matarlos era una alternativa aceptable en lugar de tenerlos en cautiverio esperando su muerte lenta. En tercer lugar, los Einsatzgruppen estaban probando instrumentos imperfectos de asesinato en masa. Disparar a la gente uno por uno tomó demasiado tiempo y era demasiado visible. Peor aún, los hombres de los escuadrones de exterminio hallaron que el asesinato en masa era tan estresante que las crisis nerviosas y el alcoholismo eran comunes. A finales de 1941, los oficiales de la SS comenzaron la búsqueda de un método más eficiente y menos público de exterminio masivo. En setiembre, se inició el uso del gas de forma experimental en prisioneros de guerra soviéticos en lo que era el entonces pequeño campo de concentración polaco de Auschwitz. En noviembre, la construcción de lo que se convertirían en campos de exterminio se inició en Belzec y Chelmno, y en diciembre, judíos y gitanos eran asesinados en camiones de gas en Chelmno. De ahí que muchos estudiosos creen que a finales de 1941, había comenzado lo que los alemanes llamaron la “Solución final al problema judío europeo”. LA SOLUCIÓN FINAL, 1941 – 1944 El plan real para la Solución final fue transmitido a los jefes de otras agencias del gobierno alemán por Reinhard Heydrich en la Conferencia de Wannsee en 1942. Este plan incluía el envío de judíos de toda Europa controlada por Alemana a guetos, campos de trabajo y campos de exterminio en el Este. El impacto de estas políticas variaba de país a país y dependía en gran parte del lugar donde vivían las víctimas. Las noticias en los campos llegaban a saberse, pero no las creían, y aun cuando las creían, eran difíciles de interpretarlas. Muchas de las víctimas encontradas maneras de resistir a sus atormentadores, pero por muchas razones la resistencia armada no fue una respuesta común durante el Holocausto. La Conferencia de Wannsee En julio de 1941, Reich Marshall Hermann Goring, el líder más poderoso alemán después de Hitler, había autorizado a Reinhard Heydrich, jefe de seguridad de la SS, elaborar “un plan general de medidas organizativas, funcionales y materiales que debían adoptarse en la preparación para la implementación de la solución final deseada respecto al problema judío” 4. Heydrich presidió la Oficina Central de Seguridad del Reich, que coordinó toda la policía alemana y las agencias de seguridad en Alemania y los países ocupados. Le tomó cerca de seis meses idear un plan, lo que sugiere que las políticas nazis aún podrían haber estado en constante cambio en ese momento. Heydrich convocó a una reunión del gobierno, el partido y los oficiales de la SS líderes en Wannsee, en las afueras de Berlín, el 20 de enero de 1942, para informarles sobre el proyecto. Hitler, afirmó, había autorizado la deportación sistemática de todos los 11.000 000 judíos europeos a los campos en Europa Oriental. Allí, serían obligados a trabajar para los alemanes hasta que cayeran. No se mencionó sobre los gitanos en la conferencia, pero en la práctica se les incluiría en las deportaciones. Tampoco hubo ninguna mención específica sobre los campos de exterminio, pero era evidente que los incapaces de trabajar serían “tratados apropiadamente”. (Los líderes nazis siempre utilizan los eufemismos como “Solución final” y “Trato especial” para mantener el genocidio en secreto). Adolf Eichmann, que tomó las notas oficiales de la Conferencia de Wannsee, fue designado como encargado de arrestar y deportar a las víctimas a los campos. Una vez que los distintos organismos representados en la conferencia acordaron cooperar, la Solución final podía proceder. Los guetos En Wannsee, Heydrich habló sobre limpiar Europa de este a oeste. En la práctica, los alemanes hallaron preferible tratar primero con las poblaciones cada vez más grandes de judíos y gitanos en Europa Oriental. Allí, la mayoría de los judíos ya estaba concentrada en guetos urbanos, algunos de los cuales se vaciaron durante 1942 y sus habitantes fueron enviados a campos de trabajo y exterminio. Pero no todos los guetos podían ser liquidados durante el primer año de la Solución final. Tomó tiempo completar las instalaciones de trabajo forzado y de asesinato, y aun así sus capacidades eran limitadas. Por otro lado, varios de los guetos resultaron útiles para los alemanes. Las fábricas y talleres de los guetos estaban transformando todo, desde uniformes para los soldados alemanes hasta juguetes para los niños alemanes. 4. Nuremberg Document NG-­2586, citado en Raul Hilberg, ed., Documentos de la Destrucción (Documents of Destruction) (Chicago: Quadrangle, 1971), p. 89. En ocasiones, estas empresas eran poseídas y dirigidas por empresarios alemanes, como Oskar Schindler en Cracovia. En otros lugares, como en Lodz, los judíos se organizaron y ellos mismos dirigieron fábricas. Por lo tanto, se permitió que estos guetos existieran hasta 1943 y en algunos casos hasta 1944. Los Consejos Judíos que se dirigían en los guetos para los alemanes esperaban que dicha productividad pudiera hacer que los judíos fueran indispensables para la victoria de la guerra y comprara la vida de al menos algunos de ellos. Por lo tanto, los consejos buscaban mantener un orden estricto y luchar contra todas las formas de resistencia armada de los alemanes, pues pensaban que el desorden o levantamientos abatirían las represalias masivas en todo el gueto. Los consejos organizaron a las fuerzas policiales judías para mantener los guetos en orden y, cuando fuera necesario, entregar a los agitadores a los alemanes. A veces, se esperaba que la policía supervise las redadas y deportaciones de los guetos, según lo ordenado por los alemanes;; otras veces, los alemanes iban a hacer el trabajo por ellos mismos. Naturalmente, los miembros del Consejo Judío, sus familias y empleados, además de la policía, fueron los últimos en ser deportados, y a menudo también disfrutaban de otros privilegios como mejores raciones y cuartos. Todo esto generaba controversia en los guetos, pero como ellos mismos sabían, alguien tenía que mantener a raya a los alemanes y al menos procurar que los habitantes de los guetos siguieran con vida. Algunos líderes del Consejo Judío cambiaron de rumbo para impresionar a los alemanes e imitaban su estilo autoritario, como lo hizo Mordecai Chaim Rumkowski, “el mayor de los judíos”, en Lodz. Otros líderes de este consejo, se arriesgaban al trabajar con lo resistencia judía, al mismo tiempo tenían como prioridad mantener satisfechos a los alemanes, como lo hizo Jacob Gens, jefe del Consejo Judío en Vilna. Si los líderes del consejo no hacían lo que se les ordenaba, eran remplazados e intimidados en los guetos, generando redadas inmediatas, seguidas por fusilamientos y deportaciones masivas. Mientras que algunos líderes de consejo perdían las esperanzas. En julio de 1942, cuando Adam Czerniakow, presidente del Consejo Judío en Varsovia, comprendió que no podía hacer nada para detener las deportaciones masivas de los guetos, se suicidó. Un líder más obediente ocupó su lugar. Para los habitantes de los guetos, la vida era una constante lucha por obtener alimentos y evitar ser deportados. Los alemanes solo les proporcionaban las más mínimas provisiones de alimentos, a veces alcanzaban menos de 500 calorías por persona, y el contrabando de alimentos era esencial para sobrevivir. Los Consejos Judíos crearon, como de costumbre, comedores de beneficencia y racionamiento para garantizar que todos tuvieran algo que comer. Sin embargo, esto nunca fue suficiente;; las enfermedades y la desnutrición provocaron altos índices de muerte. Tener un trabajo también era importante para sobrevivir. Sin una tarjeta de trabajo donde constara que se tenía un trabajo remunerado, los habitantes de los guetos eran vulnerables a ser agrupados y deportados en cualquier momento. Los judíos recién llegados de Alemania y Europa Occidental, así como aquellos traídos de los pueblos y aldeas cercanas, tuvieron que ser acomodados, otra tarea que recayó en los Consejos Judíos. Los judíos que vivían en los guetos, a veces actuaban de forma independiente de los consejos, además trabajaban para mantener vivo el espíritu a través de la organización de escuelas, conciertos, obras, bibliotecas, sociedades literarias y servicios religiosos abiertos o clandestinos. Los archivos secretos, como el Oneg Shabbat organizado por Emmanuel Ringelblum en Varsovia, documentó y preservó la historia de la vida en los guetos. Cooperar con los alemanes y promover la supervivencia de los judíos fueron dos polos opuestos de las políticas del Consejo Judío que al final no se pudieron conciliar. En agosto de 1944, el último de los guetos más grandes, Lodz, fue liquidado. Solo uno de los guetos sobrevivió hasta el final y fue un caso especial. Los alemanes hicieron de Terezín, un pueblo en la Checoslovaquia invadida, un “gueto modelo” para los judíos privilegiados, en especial para los judíos alemanes y austriacos y los veteranos judíos que lucharon por los alemanes en la Primera Guerra Mundial. Relativamente, las buenas condiciones de este lugar fueron explotadas por los alemanes cuando en junio de 1944, representantes inquisitivos de la Cruz Roja hicieron un recorrido por el gueto. Al mismo tiempo, los activistas alemanes hicieron una película sobre el gueto para mostrar las condiciones idílicas de este. De hecho, el gueto por lo general estuvo sobrepoblado y había deportaciones frecuentes a los campos en Polonia. En especial, en el último año de la guerra, los alimentos y condiciones sanitarias se deterioraron y aumentaron las muertes a causa de enfermedades. De casi 140.000 judíos enviados a Terezín, menos de 17.000 fueron puestos en libertad cuando el gueto fue liberado en mayo de 1945. Trabajo forzado Los judíos y gitanos deportados desde los guetos de Europa Oriental, sus casas o campos situados en cualquier parte de Europa fueron puestos bajo “selección”. Las selecciones podían realizarse en un gueto antes de la deportación, en el destino final, o durante una parada temporal en un campo de transición a lo largo del recorrido. En las selecciones, se separaban a aquellos que eran capaces (y necesarios) para trabajar y aquellos que no. Estos últimos por lo general iban a campos de trabajo y campos de concentración, para luego ir a los campos de exterminio. Los campos de trabajo fueron numerosos y muy variados. La mayoría de ellos se ubicaron en Polonia, pero otros se podían encontrar en la Unión Soviética y en la misma Alemania. Algunos campos de trabajo, como aquellos ubicados en las plantas de armamento en Skarzysko-­Kamienna y Czestochawa, Polonia, eran inmensos. Otros solo podían tener pocos cientos de trabajadores. Algunos se situaron al lado de fábricas existentes;; pero en otros casos, los trabajadores construyeron sus propios campos y fábricas en los que trabajaron desde cero. A pesar de que algunos campos de trabajo eran poseídos por completo por la SS, otros fueron operados por el ejército alemán, el Luftwaffe, la Organización Todt (batallones alemanes de construcción) y empresas alemanas privadas. Sin embargo, todas estas estuvieron bajo jurisdicción de las unidades locales de la SS y los líderes de la policía. Los encargados de ayudar a las autoridades alemanas eran guardias, a menudo hiwis ucranianos, y funcionarios prisioneros conformados por los superiores de los campos y sus ayudantes. En 1943, la mayoría de los campos de trabajo se absorbieron dentro del sistema de los campos de concentración, convirtiéndose en campos de concentración en su propio derecho u otro subcampo externo de algún campo de concentración existente. Los campos restantes se cerraron y sus prisioneros fueron deportados o asesinados. Otros prisioneros fueron enviados a realizar trabajos forzosos en los campos de concentración que aumentaron de manera desmesurada porque se extendían desde Alemania a otras partes del imperio en los tiempos de guerra de Hitler. La mayoría de judíos en los campos de concentración, antes que estallara la guerra, fueron deportados a nuevos campos de concentración en el este. En todos estos nuevos campos, el sistema existente de triángulos de colores servía para distinguir las categorías de los prisioneros: rojo para los prisioneros políticos, verde para los criminales comunes, negro para los “antisociales” donde se incluían a los gitanos, y rosado para los homosexuales. Los judíos tenían un triángulo amarillo invertido cosido sobre uno rojo que formaba La Estrella de David. Solo en Auschwitz y sus campos satélites, tatuaban a los prisioneros con sus números de serie en el antebrazo izquierdo. Los prisioneros judíos tenían un triángulo adicional al de sus tatuajes para distinguirlos de los no judíos. Con el fin de dirigir los campos de trabajo de la manera más eficaz posible, la SS seguía el sistema administrativo de los campos de concentración alemanes que posicionaban aspectos importantes de la vida de campo a manos de los funcionarios prisioneros. Lo que incluía a los “capos” que actuaban como capataces de los destacamentos de trabajo de los prisioneros, los “superiores de los bloques” que eran responsables de los prisioneros cuando estaban en sus barracas, los secretarios que mantenían los archivos de los campos y realizaban asignaciones de trabajo y los “corredores”, a menudo adolescentes, que llevaban mensajes en todo el campo. Su autoridad se confirmaba por los “encargados de hacer cumplir las normas”, prisioneros armados con látigos y porras. Todos estos funcionarios prisioneros estaban bajo la responsabilidad de los “superiores de los campos”, un prisionero que reportaba directamente al comandante del campo, por lo general era un oficial de la SS. Algunas veces, la SS encomendaba estos trabajos a criminales profesionales entre los prisioneros, confiados en que ellos demostrarían la falta de pena que era necesaria. Otras veces, y en especial cuando se necesitaban habilidades superiores de organización, los alemanes designaban a judíos y otros prisioneros políticos a esas posiciones. Los funcionarios prisioneros tenían un poder considerable dentro de los campos y se les recompensaba con privilegios especiales como cuartos privados para dormir, más y mejor comida y eran exonerados de los destacamentos de trabajo duro. Puesto que en cualquier momento estos privilegios podían cesar, los miembros de la aristocracia del campo trabajaban duro para satisfacer a la SS. A menudo, amenazaban a sus compañeros prisioneros con una crueldad inimaginable. Como un sobreviviente recordó: “Si él [funcionario prisionero] perdía su posición, podía bajar a la posición de los demás, por eso incluso estaban preparados para matar a otros cientos de personas. Los alemanes no tenían que molestarse en tratar con la población de todo el campo, tan solo era necesario asignar a un judío que organizaría todo de la mejor manera para satisfacerlos, y a menudo, se desempeñaban mucho mejor de lo que se esperaba”.5 Sin embargo, este no siempre era el caso. Algunos de los funcionarios prisioneros hacían uso de sus posiciones para proteger a sus camaradas del más terrible trato al fingir golpes, reasignar a los prisioneros que eran amenazados a destacamentos de trabajo más sencillos o enviar a los enfermos a las enfermerías donde los doctores prisioneros podían cuidarlos. Los alemanes se referían a trabajo forzoso como “exterminio mediante el trabajo”. Esta era una descripción apropiada, solo los prisioneros más resistentes podían sobrevivir al trabajo agotador, las largas horas, los castigos brutales, la insuficiente y precaria comida y la atención medica inadecuada. No solo la SS se beneficiaba de su miseria. Las grandes empresas alemanas como el conglomerado químico I.G. Farben, la fábrica de aviones Heinkel y la firma fabricante de armamento Krupp sacaban provecho de los trabajos forzosos. Los productos del campo incluían materia prima como comida y carbón, así como todo tipo de productos industriales como caucho sintético, textiles, partes de aviones, rifles, armazón de artillería y componentes eléctricos. Hacia el final de la guerra, los prisioneros de los campos en Europa Oriental también fueron enviados a escavar trincheras para el ejército alemán en retirada. Sobrevivir a los trabajos forzosos requería tanto de determinación como de suerte. Un prisionero tenía que ser decidido para sobrevivir y estar dispuesto a tomar riesgos. Eso podía incluir ser voluntario para realizar trabajo extra y obtener como recompensa raciones adicionales o arriesgar la furia de algún prisionero poderoso para pedir una mejor asignación de trabajo. También podría significar robar comida de las cocinas o fingir una enfermedad y esconderse de las selecciones y deportaciones en la enfermería. Un prisionero que perdía su determinación, se rendía, en la jerga del campo un Muselmann, era considerado como muerto. Aquellas personas murieron en el campo o eran identificados en las selecciones de campo frecuentes para que los maten o deporten a un campo de exterminio. Sin embargo, los prisioneros solo tenían oportunidades limitadas para arriesgarse y así determinar su destino. La mayoría de veces, la suerte jugaba un papel decisivo. ¿Por qué los alemanes necesitaban trabajadores en el momento de su selección? ¿Tenía alguna habilidad que ellos podían utilizar? ¿Era joven y saludable? ¿El prisionero a cargo de las asignaciones de trabajo era de su ciudad o país natal? Cualquier cantidad de casos puramente fortuitos podían inclinar la balanza de alguna forma u otra. 5. Donald L. Niewyk, ed., Heridas recientes: relatos antiguos de la supervivencia del holocausto (Fresh Wounds: Early Narratives of Holocaust Survival) (Chapel Hill: Editorial de la Universidad de Carolina del Norte, 1998), páginas 40-­41. Exterminio Los judíos y gitanos que fueron enviados a los campos de exterminio eran muy jóvenes, muy ancianos o estaban muy enfermos, eran mujeres con hijos, o simplemente no se las necesitaban para trabajos forzados. Cuatro de los seis campos de exterminio se dedicaron casi por completo a asesinatos masivos: Chelmmo, Belzec, Sobibor y Treblinka. A estos no se les anexó grandes campos de trabajo o de concentración y se mantenían vivos a solo menos de cien prisioneros para que se pudieran deshacer de los cuerpos (el trabajo de los Sonderkommando [comandos especiales]), clasificar las pertenencias de las víctimas y por lo general ayudar a la SS a dirigir los campos. Los dos últimos campos, Majdanel y Auschwitz, fueron una combinación entre un campo de exterminio y de concentración. Las selecciones en estos campos se realizaban sobre la base de determinar quien vivía o quien moría. En otros campos, la llegada de prisioneros, casi de manera invariable, era significado de muerte todos los días. El primer y más pequeño campo de exterminio fue Chelmmo, justo al norte de Lodz. Asimismo, fue el único campo de exterminio donde se utilizaron vagones de gas para matar a las víctimas. Se trataban de vagones que se habían modificado para desviar el tubo de escape hacia la parte de atrás del compartimento y así sofocar a aquellos que habían sido encerrados dentro. Se les ordenaba a las víctimas a desvestirse porque iban a bañarlos dentro el camión antes de continuar con el viaje hacia el este. La mayoría eran llevados mediante engaños, aquellos que contenían la respiración, eran obligados a subir de nuevo. Las puertas se cerraban y los motores avanzaban hasta que los gritos se detenían. Luego, los camiones llevaban los cuerpos a un bosque cercano donde los Sonderkommandos judíos los quemaban o enterraban en fosas comunes. Chelmmo funcionó desde diciembre de 1941 hasta marzo de 1943 y fue reabierto por algunos meses a mediados de 1944 para eliminar algunos restos del gueto de Lodz. En total, allí se produjo la muerte de al menos 152.000 judíos y gitanos, principalmente de aquellos que provenían de Polonia occidental anexada a Alemania. Belzec, Sobibor y Treblinka, campos de exterminio restantes que solo se dedicaban a la asfixia con gas, por lo general son considerados en conjunto como los campos de la Operación Reinhard, nombrado así por Reinhard Heydrich después de su asesinato en mayo de 1942 cerca de Praga por patriotas checos. Estos campos, creados sobre todo para exterminar a los judíos polacos, estaban bajo el comando dinámico de Odilo Globocnik, la SS y los líderes de la policía en Lublin, Polonia. Cada campo poseía un personal de casi treinta hombres de la SS, la mayoría de los cuales estuvieron involucrados en el programa de eutanasia, asistidos por guardias ucranianos formados en el campo de entrenamiento de Trawniki de la SS. Belzec, cerca de Leópolis al sureste de Polonia, funcionó desde marzo a diciembre de 1942. Sobibor, al este de Polonia, comenzó a funcionar en mayo de 1942 y cerró en octubre de 1943. Treblinka, al noreste de Polonia, especializado en matar mediante el uso de gas a los judíos en Varsovia, funcionó entre julio de 1942 y agosto de 1943. Los tres campos de esta Operación Reinhard construyeron cámaras de gas especiales que aparentemente eran identificadas como cuartos de baño. Estas instalaciones fijas se han considerado mucho más eficaces que los vagones de gas que se usaban en Chelmmo. Se les decía a las víctimas, recién llegadas a los campos de transición, que serían desinfectados para continuar el viaje hacia los lugares de reasignación. Falsas señales, horarios de los trenes y revisiones de vestimenta y objetos de valor ocultaban lo que sucedía en realidad. Una vez que se cerraban las puertas, el tubo de escape de un motor rescatado de un tanque o vagón se canalizaba a las estructuras selladas. Los hombres de los Sonderkommandos enterraban o quemaban los cuerpos. Los destacamentos de trabajo de los prisioneros también reunieron y clasificaron las posesiones de las víctimas. En Belzec, murieron 600.000 víctimas, en Sobibor 250.000 y en Treblinka 870.000. Majdanek, justo a las afueras de Lublin en el Gobierno General, compartió con Auschwitz la distinción de ser una instalación que combinaba un campo de exterminio y de concentración. Se creó en 1941 como un campo para los prisioneros de guerra soviéticos;; y un año después, judíos, gitanos y prisioneros políticos polacos eran incorporados a este campo de casi 50.000 prisioneros. Majdanek funcionaba principalmente como un gran campo de concentración, con énfasis en “exterminar mediante el trabajo”. Una pequeña cámara de gas de monóxido de carbono, que luego se complementó por otra que usaba Zyklon B (ácido cianhídrico) y un crematorio, se llevó la vida de cientos de miles de personas, pero la mayoría de las más de 200.000 personas que murieron allí, murieron a causa de fusilamientos, hiperexplotación, desnutrición y enfermedades. Casi el 30 % de las víctimas eran judíos. La peor masacre sucedió el 3 de noviembre de 1943, cuando prácticamente todos los 18.000 judíos de Majdaneky y sus subcampos fueron ametrallados por los hombres de la SS como parte de la Operación festival de la cosecha, que se diseñó para erradicar a todos los judíos que quedaban en el distrito de Lublin. El campo fue evacuado antes de que el ejército soviético llegara a Lublin en julio de 1944 y los prisioneros sobrevivientes fueron enviados a Auschwitz y a los campos de concentración en Alemania. Auschwitz, mucho más grande que Majdanek, también se convirtió en un campo de exterminio cuando se incorporaron las cámaras de gas y crematorios a los campos de concentración existentes. Se localizaba justo a las afueras del pueblo polaco de Oswiecim (Auschwitz es su nombre en alemán), había sido un campo del ejército polaco hasta 1939 cuando los alemanes lo convirtieron en un campo de concentración polaco. En marzo de 1941, Heinrich Himmler visitó Auschwitz y ordenó su expansión para ser el campo de concentración alemán más grande de todos. Quizás estuvo influenciado por su ubicación, en la intersección de dos vías férreas principales casi 30 millas al suroeste de Cracovia y cerca de la gran población judía de Alta Silesia oriental. En el transcurso de expansión de Auschwitz, durante los tres años siguientes, los alemanes también lo convirtieron en el campo de exterminio más grande, responsable de la muerte de al menos 1.100.000 personas, más del 90 % de ellos eran judíos. Auschwitz llegó a ser una amplia empresa, tenía 105.000 prisioneros y cubría un área de ocho millas cuadradas en tres sectores diferentes, cada uno separados por un pocas millas de campo abierto o por el mismo pueblo. El campo original (Auschwitz I), con sus barracas de ladrillos, cámaras de gas y crematorios pequeños, albergaba las oficinas administrativas centrales, 30.000 prisioneros, una enfermería y diversos talleres. Una sección mucho más grande del campo se construyó en la pequeña aldea de Birkenau (Auschwitz II). Los residentes polacos fueron desalojados y los prisioneros del campo original, en su mayoría prisioneros de guerra soviéticos, construyeron una amplia colección de barracas y estructuras administrativas. Luego, se añadieron cuatro grandes complejos de cámaras de gas/crematorios. La expansión de Birkenau continúo sin parar hasta el momento en que se tuvieron que realizar los planes para evacuar el campo. El fuerte sector industrial de Auschwitz se ubicó en Monowitz (Auschwitz III), a menudo hacía referencia al nombre de su producto principal, Buna, un caucho artificial. Además de estos tres sectores del propio Auschwitz, una red de cuarenta subcampos externos, algunos se encontraban muy lejos, abastecían al campo principal con comida, carbón y materiales de construcción. Las cuatro grandes construcciones de cámaras de gas/crematorios en Birkenau (Auschwitz II) se diseñaron para asesinar en una verdadera escala industrial. La más grande de estas podía asfixiar con gas a 2.000 personas de una sola vez. Las cámaras de gas se ubicaban bajo tierra, los cuerpos se ponían en elevadores para que subieran directamente hacia los crematorios. Estas instalaciones no se terminaron hasta 1943. Hasta entonces, pequeñas cámaras de gas se improvisaron en granjas antiguas al otro lado del campo se utilizaban para tal propósito. El gas de ácido cianhídrico, un fuerte pesticida industrial conocido por su nombre comercial Zyklon B, se utilizó durante mucho tiempo. En palabras del comandante del campo, Rudolf Hoss: “llevaba de 3 a 5 minutos matar a las personas en las cámaras de la muerte, dependiendo de las condiciones climáticas. Sabíamos cuando las personas estaban muertas porque sus gritos se detenían. Por lo general, esperábamos alrededor de hora y media antes de abrir las puertas y sacar los cuerpos”.6 Los prisioneros del Sonderkommando operaban las cámaras de gas y crematorios bajo supervisión directa de la SS. Su trabajo era remover los cadáveres de las cámaras de gas, rescatar cualquier objeto de valor escondido en los cuerpos (inclusive empastes dentales de oro) y disponer de los restos. La disposición de los cuerpos siempre era un gran problema en Auschwitz. Las cámaras de gas podían matar a muchas más personas que un crematorio podía incinerar. Por lo tanto, cada vez que las cámaras de gas funcionaban en su capacidad máxima, el Sonderkommando era obligado a incinerar el exceso de cuerpos en hoyos abiertos al extremo del campo. 6. Gobierno de los Estados Unidos, Agresión y Conspiración Nazi [Nazi Conspiracy and Aggression] (Washington, D.C.: Oficina de imprenta del Gobierno de los Estados Unidos, 1946), página 6:788. Un ramal ferroviario se construyó justo en el centro de Birkenau y los doctores de la SS realizaban las selecciones en la rampa. Casi antes de que los nuevos prisioneros llegaran, sabían lo que pasaba, pues habían sido separados en dos grupos. Los que eran seleccionados para morir, iban directamente a la cámara de gas donde se utilizaba el método usual de engaño para hacer que las desconcertadas víctimas creyeran que estaban entrando para bañarse. A los que eran seleccionados para trabajar, se les asignaba al sector del campo principal o se les enviaba a uno de los campos satélites de Auschwitz. Eran separados por sexos, con solo dos excepciones. Un campo familiar especial para gitanos, que albergó a 20.000 personas, se encontraba en Birkenau hasta que fue liquidado en agosto de 1944 y sus prisioneros fueron asfixiados con gas o enviados a otros campos. La segunda excepción, un campo familiar de 5.000 judíos checos enviados a Birkenau desde Terezín en setiembre de 1943, duró tanto que la SS pensó que podría ser una treta útil por si la Cruz Roja insistía en inspeccionar el campo. Cuando esa probabilidad se desvaneció, este campo familiar también se liquidó en julio de 1944. Pocos prisioneros de Auschwitz que sobrevivieron a las selecciones iníciales fueron utilizados como conejillos de indias en los horrorosos experimentos médicos realizados por el Dr. Josef Mengele y otros médicos de la SS. Pocos de estos prisioneros sobrevivieron al sufrimiento. Tal vez los prisioneros más afortunados fueron aquellos asignados a los almacenes de Birkenau para confiscar las pertenencias de las víctimas. Este sector fue apodado “Canadá” porque los prisioneros la imaginaban como una tierra de riqueza infinita. Allí, muchos de ellos eran capaces de “organizar” (que significa “robar” en la jerga de los prisioneros) objetos de valor para intercambiarlos en el mercado negro por alimentos adicionales u otros privilegios. Las pequeñas cámaras de gas funcionaron en seis de los campos de concentración “ordinarios” en Alemania: Sachsenhausen, Neuengamme, Mauthausen, Stutthof, Gross-­Rosen y Ravenzbruck donde murieron miles de judíos, gitanos, prisioneros políticos alemanes y polacos y disidentes religiosos. La captura de las víctimas El plan alemán para limpiar toda Europa y capturar a todos y cada uno de los judíos y gitanos no se pudo completar. Ni tampoco se pudo realizar con la efectividad uniforme en todas partes de Europa donde dominaron los Nazis. De hecho, si uno de ellos vivía o moría durante el Holocausto a menudo dependía de donde había nacido. Los gitanos y judíos bajo el gobierno directo de Alemania, por lo general, corrían más peligro que aquellos que vivían en países gobernados por aliados o gobiernos colaboradores. Las actitudes de la población de los alrededores favorecieron para determinar si la ayuda del vecindario de uno se prolongaría o detendría. La geografía también jugó un papel importante al establecer si allí había colinas y bosques donde esconderse o países neutrales cercanos que pudieran ofrecer refugio. La sincronización fue otro factor. Era menos probable que los pueblos judíos y gitanos, eliminados en los primeros meses de la Solución Final, sobrevivieran más que aquellos capturados después en la guerra. Una encuesta a cada país demostrará el diferente impacto de la Solución Final en diversas partes de la Europa de Hitler. Comencemos con aquellas áreas de Europa Oriental que estuvieron bajo el control directo de Alemania, pues en ninguna otra parte las políticas nazis fueron tan duras o impuestas brutalmente desde el principio. Luego, volveremos a Alemania y el resto de Europa. En Polonia, un país que había sido restablecido a finales de la Primera Guerra Mundial después de más de cien años de dominación extranjera, fue el hogar de más de 3.250.000 judíos (10 % de la población total) y 50.000 gitanos. Muchos polacos se sentían ofendidos ante la prominencia judía en los negocios y finanzas en el país, lo que impulsó las políticas designadas para reducir dicho poder entre los años de 1920 y 1930. Sin embargo, nada de lo que los polacos hicieron se acercaba al nivel de persecución que los alemanes iniciaron en 1939: expropiación de propiedades, concentración en guetos y deportación a campos de trabajo y exterminio. Estas medidas fueron bien recibidas por una minoría de polacos, mientras que otra minoría trataba de ayudar a las víctimas a esconderse o hacerse pasar por polacos. Lo cual siempre era peligroso para muchos judíos o gitanos que no tenían ninguna apariencia de ser eslavos o no hablaban bien en polaco. Los polacos que eran descubiertos ayudándolos eran fusilados con toda su familia y a veces con todo su pueblo. Por lo tanto, la mayoría de polacos preferían no estar involucrados. Ellos también estaban ocupados tratando de lidiar con las normas sumamente duras de Alemania. Debido a la duración y la severidad de las normas alemanas en Polonia, la prioridad determinada para el gran número de víctimas allí y el estatus no asimilado de la mayoría de judíos polacos, provocó que pocas de las víctimas sobrevivieran. Alrededor de 90 % (2.900.000) de los judíos polacos y al menos 16 % (8.000) de los gitanos polacos perecieron. La Unión Soviética emancipó a sus casi 3.000.000 judíos y motivaron su asimilación después de la Primera Guerra Mundial. Cuando Hitler atacó, en junio de 1941, los oficiales soviéticos se las ingeniaron para evacuar a algunos judíos dentro del interior del país, pero cientos de miles fueron atrapados por el rápido avance de los alemanes. Las duras políticas de ocupación alemana se intensificaron por la asociación de judíos con el comunismo realizada por Hitler. Los rastreos realizados por el Einsatzgruppen y las sucesivas deportaciones hacia los campos de trabajo y exterminio perjudicaban a las poblaciones judías y gitanas. Casi 700.000 judíos soviéticos y 30.000 gitanos soviéticos murieron en el Holocausto. Los países bálticos de Letonia, Lituania y Estonia fueron absorbidos por la Unión Soviética en 1940. Los nacionalistas extremos de estos países pequeños creían que los judíos habían acogido las normas comunistas y en Lituania, de hecho, atacaron a los judíos cuando el ejército alemán infestó la región báltica en junio de 1941. Estas opiniones y acciones mejoraron el trabajo del Einsatzgruppen e hizo que las movilizaciones a los guetos y deportaciones sean más fáciles. En muchos aspectos, la Solución Final las igualó en la Unión Soviética. Alrededor de 80 % de 245.000 judíos y más de 35 % de 7.000 gitanos en los países bálticos murieron. En 1942 y 1943, Alemania, ahora expandida hasta Austria o tierras anexadas de Checoslovaquia (Protectorado de Bohemia y Moravia, más o menos adyacente a la República Checa actual) y Polonia, deportó prácticamente a todos los judíos y gitanos restantes a los guetos y campos. Un número reducido de judíos casi afortunados fueron enviados a Terezín. A finales de 1942, tan solo menos de mil judíos que trabajaban en industrias bélicas importantes habían sido prohibidos de usar el transporte público, y también fueron tomados prisioneros durante los años siguientes. Alrededor de 5.000 judíos alemanes se las ingeniaron para ocultarse con la ayuda de amigos y vecinos solidarios, a pesar de ser un peligro para todos los involucrados. Algunos ciudadanos ordinarios se deleitaban con las deportaciones, pero muchos otros las ignoraban porque no podían hacer nada al respecto o tenían otras cosas en que pensar. Muchos de los alemanes que se opusieron enérgicamente a Hitler y se unieron a la resistencia a fin de derribar su gobierno se horrorizaron por las prosecuciones de los judíos. Este grupo incluía a hombres de izquierda, como Julius Leber, miembros conservadores de la resistencia, como Claus Schenk von Stauffenberg, y aquellos que se oponían a Hitler por motivos religiosos, como Dietrich Bonhoeffer. Los estudiantes que pertenecían al grupo de resistencia la Rosa Blanca, concentrado en la Universidad de Múnich, criticó el antisemitismo y divulgó en sus folletos antinarcisistas el exterminio de los judíos. Otro miembro alemán de la resistencia, Kurt Gerstein, se infiltró en la SS para obtener evidencia de primera mano de los crímenes nazis. En 1942, informó a los diplomáticos extranjeros sobre la Solución Final, pero no le creyeron. Los grandes esfuerzos de la resistencia alemana para matar a Hitler y neutralizar a la SS tuvieron éxito, la Solución Final había terminado. En la víspera de la Solución Final alrededor de 150.000 judíos permanecieron en sus ciudades natales en Alemania, más de 50.000 judíos en Austria y 92.000 judíos en los pueblos anexados de Checoslovaquia. De estos grupos, alrededor de 135.000 judíos alemanes, prácticamente todos los austriacos y 78.000 checos murieron. Un número adicional de judíos provenientes de estos países que habían huido a países cercanos fueron regresados. Las poblaciones de gitanos en esas áreas (el 75 % de 20.000 en Alemania, el 58 % de 11.200 en Austria y el 38 % de 13.000 en los pueblos de Checoslovaquia) sucumbieron durante el Holocausto. Los alemanes ocuparon Yugoslavia en abril de 1941 y la repartieron inmediatamente. Una gran parte de esta se convirtió en el nuevo estado satélite de Croacia creado por los alemanes, pero el sur, en especial Serbia, estaba bajo el control directo de Alemania. Allí se consideró a los judíos como responsables de los fervientes ataques contra las fuerzas alemanas y el Ejército alemán fusiló a miles de judíos, gitanos y comunistas en represalia. Los sobrevivientes fueron agrupados y eliminados en los vagones de gas. En junio de 1942, el jefe del gobierno militar alemán en Serbia, Harald Tumer, pudo admitir que había solucionado sus problemas con los judíos y gitanos. En realidad, cientos de personas de ambos grupos habían huido hacia las montañas para encontrar refugio con los partisanos. El resto de la población, 24.000 judíos y casi 1.000 gitanos, fueron asesinados en Serbia. Grecia fue ocupada al mismo tiempo que Yugoslavia (abril de 1941), y parte de esta, se entregó a Bulgaria, un país aliado de Alemania. El resto se dividió en las zonas de ocupación alemanas e italianas. La mayoría de judíos griegos que vivían en la zona alemana, en 1943, fueron ubicados en un gueto en Salonika y después deportados a Polonia. Al principio, los italianos se rehusaron a entregar a los judíos de su zona, pero cuando Italia se rindió y cambio de bando, los alemanes se apoderaron de su zona y deportaron al resto de judíos griegos, inclusive aquellos de las Islas Griegas y el país adyacente de Albania. Por lo visto, la mayoría de judíos griegos creyeron en las historias alemanas sobre ser reasignados en Polonia. Solo algunos cientos lograron ocultarse. Alrededor de 80 % de 73.000 judíos griegos y un número desconocido de gitanos griegos murieron como víctimas de la Solución Final. Hungría, un país aliado de Alemania, no formó parte del control directo de Alemania hasta marzo de 1944. Antes de eso, el gobierno de derecha húngaro, dirigido por Mikos Horthy, aceptó algunas leyes antijudías, pero se negó a participar en la Solución Final. Solo los judíos que no tenían la nacionalidad húngara, un total estimado de casi 20.000 personas, fueron deportadas al territorio controlado por los alemanes. Los 725.000 judíos que vivieron dentro de la frontera húngara durante la Segunda Guerra Mundial estuvieron a salvo hasta principios de 1944, cuando Hitler se enteró de que políticos húngaros importantes estaban manteniendo negociaciones secretas para una paz independiente con los Aliados. Furioso, el dictador alemán, ordenó que su ejército ocupara el país en marzo de 1944 y Horthy fue obligado a reemplazar a los pacificadores por políticos a favor de Alemania. Adolf Eichmann viajó a Budapest y personalmente se hizo responsable de la Solución Final en Hungría. Eichmann obligó a los judíos húngaros a formar un Consejo Judío Central y les dijo que ellos estarían a salvo siempre y cuando siguieran sus órdenes. En abril, se les ordenó que formaran guetos y un mes después las deportaciones comenzaron. La policía húngara supervisó todo el proceso. Eichmann volvió a garantizar tanto a los deportados como a los húngaros que el destino era los campos de trabajo en Alemania y Polonia, una historia que era muy aceptada. De hecho, algunos judíos y gitanos fueron enviados a realizar trabajos forzosos en los campos de concentración, pero las mayoría de ellos fueron asesinados en Auschwitz, suma que alcanzó su máximo nivel destructivo en julio y agosto de 1944 con la asfixia con gas de aproximadamente 400.000 víctimas. Aunque Horthy estuvo influenciado por los protestantes extranjeros respecto a las deportaciones y temía tener que responder por ellos si los aliados ganaban, sus intentos de bloquear los medios de transporte en julio solo obtuvo un éxito parcial. Las deportaciones de Eichmann disminuyeron pero no se detuvieron. Por último, los alemanes expulsaron a Horthy en octubre de 1944 y las deportaciones se reanudaron. Los judíos que no eran enviados lejos formaron los batallones de trabajo para excavar fortificaciones contra los rusos. Al final, miles de personas fueron asesinados brutalmente por los alemanes o fascistas húngaros, miembros del movimiento de la Cruz Flechada. Más de 200.000 judíos húngaros sobrevivieron porque a los alemanes les faltó tiempo para terminar su trabajo y gracias a que Horthy los había retrasado. Más o menos dos tercios de los judíos húngaros habían muerto, al igual que al menos 1.000 gitanos. Eslovaquia, otro aliado de Alemania que fue tomada por los alemanes en 1944, por voluntad propia cooperó con Alemania a principios del Holocausto. Eslovaquia había formado parte de Checoslovaquia antes de la guerra, pero los alemanes habían recompensado a Eslovaquia por ayudarlos a destruir ese país en 1939 al convertirla en un país “independiente”. En realidad, Eslovaquia fue un satélite alemán gobernado por un sacerdote católico, Padre Jozef Tiso. Cuando los alemanes le preguntaron por los judíos eslovacos, el gobierno de Tiso con efusividad obedeció e incluso pagó a los alemanes quinientos marcos por judío, aparentemente para costear los costos de la reasignación. Entre marzo y junio de 1942, alrededor de 56.000 de 89.000 judíos eslovacos fueron agrupados por el Guardia paramilitar de Hinlka y enviados a Polonia. Luego, los líderes de Eslovaquia cambiaron de mentalidad y detuvieron las deportaciones. Habían escuchado rumores de los campos de exterminio y el Vaticano los presionó a detener las deportaciones de los judíos. Desde junio de 1942 a agosto de 1944, la mayoría de los judíos eslovacos restantes fueron ubicados en campos de trabajo en Eslovaquia. En comparación con los campos de trabajo alemanes, estos campos eran dirigidos de una manera más humana. Cuando las fuerzas soviéticas se aproximaron a Eslovaquia en agosto de 1944, un levantamiento fallido de los guerrilleros en contra de Tiso impulsó a que los alemanes tomaran el poder del país y reanudaran las deportaciones. En total, al menos de 60.000 (68 %) de los judíos que permanecieron en Eslovaquia y 400 gitanos eslovacos murieron víctimas de la Solución final. Croacia, otro estado satélite de Alemania que los alemanes crearon gobernó la mayor parte de Yugoslavia durante la Segunda Guerra Mundial. Ante Pavelic, jefe de movimiento fascista Ustacha e igual de brutal y racista que Hitler, dirigió Croacia. Desde el inicio, Pavelie siguió una política de limpieza étnica enfocada a la eliminación de serbios (que eran odiados por dominar a los croatas cuando ambos grupos vivieron en Yugoslavia durante los años 1919 y 1941) así como la eliminación de judíos y gitanos. En 1941, estos fueron enviados a campos de trabajo en Croacia y al año siguiente comenzaron a ser deportados a petición de los alemanes. Solo aquellos que estaban en la zona ocupada por Italia en Croacia fueron perdonados;; desafortunadamente, como en Grecia, eso cambio cuando Italia se rindió en setiembre de 1943 y los alemanes se apoderaron de toda el área. Sin embrago, para entonces la mayoría de judíos y gitanos habían huido donde los guerrilleros que estaban activos en el área. La característica que distinguía al Holocausto en Croacia fue la inmensa cantidad de víctimas asesinadas a manos de los propios croatas, tal vez 75 % del total. La suma total estimada de muertes fue de 5.000.000 serbios, 25.000 gitanos y 32.000 judíos (casi 80 % de la población judía). El resto de los países de Europa Oriental se aliaron con Alemania, Bulgaria y Rumania, se rehusaron a deportar a sus judíos a los campos de exterminio en Polonia, y como estos países jamás fueron ocupados por los alemanes, no se les obligó a que lo hicieran. Aun así, el Holocausto también los afectó de diferentes formas. Bulgaria, con una población muy pequeña de judíos de 50.000 y sin antecedentes de un fuerte antisemitismo, en lugar de solucionar su “problema judío” por ellos mismos, aplazaban las demandas alemanas de deportación. En efecto, eso significó una legislación antijudía relativamente leve, pero nada más. Los judíos de los países vecinos huyeron a Bulgaria para refugiarse, dando como resultado que hubo más judíos en el país a finales de la guerra que los que había en el principio. La gran excepción a esto fue el destino de los judíos y gitanos en Macedonia y Tracia, regiones de Yugoslavia y Grecia dadas a Bulgaria por Hitler en 1941. Los búlgaros en agradecimiento aceptaron agrupar y deportar a tantos judíos y gitanos como pudieron encontrar. Más de 11.000 judíos que vivían allí fueron llevados a Polonia. Rumania, con una población judía muy extensa (441.000 a mediados de 1941) y con una tradición poderosa de antisemitismo, también rechazó las peticiones alemanas de enviar a sus judíos a Polonia. Aún más que en Bulgaria, el orgullo nacional fue un problema. A los rumanos les disgustaba la arrogancia de los alemanes y sus fracasos de envió de la ayuda militar que habían prometido cuando las fuerzas de Rumania y Alemania lucharon codo a codo contra la Unión Soviética. Por lo tanto, se decidió intensificar las leyes antijudías existentes, pero no se llevaron a cabo los planes para deportar a los judíos. La historia hubiera sido muy diferente si el movimiento antisemita, la Guardia de Hierro, hubiera conseguido detener el poder en Rumania cuando se incrementó en enero de 1941. De hecho, el gobierno permaneció firme en manos del mariscal Ion Antonescu, un antisemita más moderado, hasta el final de la guerra. La preguerra de ocupación en disputa de las provincias límite de Besarabia y Bucovina por la Unión Soviética complicó más la situación en Rumania. Hitler, quien luego celebró su Pacto nazi-­soviético de 1939 con Stalin, obligó al país a aceptar esta pérdida en 1940, Rumania recuperó sus provincias cuando se unió al asalto alemán a la Unión Soviética en junio de 1941. Los rumanos reclamaron que los 300.000 judíos que vivían allí habían aceptado con gusto las normas soviéticas y en realidad, algunos de ellos sí lo hicieron. En represalia, las tropas rumanas y miembros de un Einsatzgruppe alemán asesinaron a miles de judíos y gitanos en Besarabia y Bucovina y reunieron a la mayoría de sobrevivientes en los guetos a lo largo del Río Dniéster (Transnistria) en Ucrania, ocupada por Rumania. Allí muchos más judíos y gitanos fueron aniquilados y otros abandonados hasta morir de hambre y por la exposición. Otros judíos fueron asesinados en la misma Rumania. En total, al menos 121.000 judíos murieron, junto con un mínimo de 19.000 gitanos. En Europa Occidental, las condiciones fueron diferentes de manera crucial a las de Europa Oriental, en diversas formas. Puesto que hubo menos judíos y gitanos en Europa Oriental, los alemanes primero persiguieron al mayor número de víctimas más numerosas en Europa Oriental donde también había pocos alemanes. Con la fuerte lucha al Este, sus fuerzas policiales en el oeste, por lo general, se expandían muy poco. Los judíos nativos de Europa Occidental, en gran parte, se asimilaron bastante, lo que les hacía más fácil hacerse “pasar” por Paganos. En el oeste, el antisemitismo fue menos propagado, por lo que fue una barrera menos para ayudar a los judíos. Por último, diversos países de Europa Occidental compartían fronteras con los estados neutrales que podían ofrecer asilo a los refugiados. Sin embargo, la Solución Final no tuvo un impacto uniforme en muchos de los países de Europa Occidental que estaban bajo control alemán. Mucho dependía del tamaño de una población judía del país, las actitudes de los oficiales locales y las personas normales, y la disponibilidad de lugares ocultos y refugios neutrales. Lo cual variaba mucho según el país y explica por qué el Holocausto tuvo un número mucho mayor de víctimas en algunos países que en otros. Francia, con 350.000 judíos (muchos de ellos refugiados) y 40.000 gitanos, tuvo la cantidad más alta de personas pertenecientes a estos pueblos en Europa Occidental. Asimismo, tenían un gobierno a favor de Alemania durante la Solución Final. Se le conoció como el régimen de Vichy y estaba liderado por el héroe de la Primera Guerra Mundial, el mariscal Henri Pétain, el gobierno se había conformado por franceses de derecha para colaborar con Alemania después de la derrota de Francia en 1940. El Primer Ministro de Pétain, Pierre Laval, se empecinó en demostrar las cualificaciones de Francia para ser un socio menor en la Europa dominada por Alemania y por voluntad propia alinearon las leyes de Francia con la legislación antisemita de Alemania. Se ubicaron a los judíos y gitanos extranjeros en los campos de concentración de Francia y, en 1942, fueron deportados a Polonia. Los gitanos franceses fueron los que sufrieron más. Casi el 40 % (un poco más de 15.000) de gitanos murieron, en parte a causa de una antigua ley, que requería que los nómades se registraran con la policía, y los requisitos de la preguerra de que permanecieran en los campos asignados. Los oficiales del régimen de Vichy no estuvieron muy dispuestos a enviar lejos a los judíos naturales de Francia, pero al final cedieron ante la presión alemana. Sin la cooperación de la policía de Vichy y otros oficiales, a los alemanes les habría costado mucho más aplicar la Solución Final en Francia. Y sin embargo, solo un poco más del 20 % de los judíos en Francia (75.000) murieron en el Holocausto. ¿Cómo se puede explicar esta cifra relativamente baja? En comparación con gran parte de Europa, Francia comprendía una zona interior vasta y muy poco poblada al sur y oeste del país. Una cantidad significativa de judíos huyeron a esa zona tras la invasión de los alemanes y muchos tuvieron el buen juicio de quedarse ahí escondidos en lugar de regresar a casa. Otros judíos huyeron a estas zonas apartadas cuando eran amenazados por las deportaciones. Ahí recibieron ayuda de franceses compasivos quienes los escondieron o los ayudaron a escaparse hacia Suiza o España, ambos países neutrales limitando con Francia. Otros se dirigieron a la pequeña zona italiana de ocupación en donde los judíos no fueron deportados hasta que los alemanes se apoderaron de ella en septiembre de 1943. El pueblo de Le Chambon-­sur-­Lignon, done los ministros protestantes locales influenciaron a las personas para ayudar a miles de judíos, se transformó en el símbolo de esta ayuda, aunque era un caso extremo. También debe considerarse el momento. Los primeros judíos en ser deportados fueron los judíos extranjeros, siempre menos populares que los judíos franceses asimilados. Para cuando se dieron las órdenes de arrestar a estos últimos, los franceses ya no estaban seguros de que Hitler ganaría su guerra y comenzaron a salir del derrotismo. Los policías franceses se volvieron cada vez menos fiables y a los alemanes les faltaba personal para hacer el trabajo por ellos mismos. Así que la geografía, la huida de los judíos, el apoyo francés y el rechazo de la fortuna alemana se combinaron para frustrar los planes de Vichy y los alemanes de deportar a todos los judíos franceses. La experiencia del Holocausto en los Países Bajos fue muy diferente y mucho más trágica. Alrededor del 75 % de los 140.000 judíos que vivían allí en 1940 no sobrevivió, así como también ocurrió con casi la mitad de sus 500 gitanos. Los alemanes consideraron a los holandeses como compatriotas arios que finalmente serían incorporados al Imperio alemán. Por ello, impusieron un régimen civil austero (es decir, el Partido nazi) dirigido por un nazi austriaco, Arthur Seyss-­Inquart. Los holandeses sintieron rechazo por la ley directa alemana o las medidas antijudías que vinieron con esta. Cuando varios cientos de judíos holandeses fueron deportados a los campos de concentración alemanes por defenderse entre ellos contra los ataques de los nazis holandeses, los sindicatos holandeses respondieron con una huelga general en febrero de 1941. Este fue el único acto de su tipo en cualquier país durante la Segunda Guerra Mundial. Los alemanes solo tomaron medidas más drásticas, forzando el fin de la huelga al amenazar con más deportaciones y gobernando los Países Bajos con una mano de hierro. En general, el servicio civil holandés cooperó con la identificación y deportación de judíos y gitanos. Cuando las deportaciones en masa de los Países Bajos comenzaron en 1942, la mayoría de los judíos holandeses siguieron las directrices del Consejo Judío para informar según se ordenó. La gran mayoría de ellos nacieron allí y eran adinerados, solían confiar en sus líderes y quizá eran incapaces de confrontar los peligros que se les presentaban. Alrededor de 26.000 judíos se escondieron con la ayuda de amigos y vecinos compasivos. Pero esto resultó difícil. Los Países Bajos era un país pequeño, muy poblado y con falta de cualquier área rural remota. Los escondites eran áticos y habitaciones cerradas, lo cual multiplicaba las oportunidades de ser hallado durante un periodo de tres años. Siempre era posible que la minoría de los colaboradores e informantes holandeses realizaran estos hallazgos o denuncias. El destino de Anne Frank, cuyo diario se hizo famoso después de la guerra, fue similar al de muchos que se escondían. Ella y su familia fueron detectados cuando alguien informó haber escuchado una descarga de agua de baño en una supuesta parte no usada de un edificio en donde se ocultaban. Huir también fue difícil. Los países neutrales se encontraban muy lejos y cruzar el Mar del Norte hacia Inglaterra era casi imposible. Los judíos holandeses fueron atrapados. Bélgica, en muchas maneras, se encontraba en una situación similar: pequeña, muy poblada y sin refugios seguros. Sin embargo, aproximadamente el 60 % de los 66.000 judíos en Bélgica al inicio de la guerra sobrevivieron a la Solución Final. En comparación con los Países Bajos, la ley alemana en Bélgica era menos severa. Bélgica no fue seleccionada en un inicio para la anexión a Alemania y así fue ubicada bajo la administración militar. Los oficiales belgas pudieron explotar la indiferencia relativa del ejército alemán hacia las políticas raciales al rechazar la ejecución de algunas de las directrices más extremas contra los judíos. Además, la gran mayoría, más del 80 %, de los judíos en Bélgica eran refugiados e inmigrantes recientes de Alemania y Europa Oriental y, por ello, extremadamente cautelosos de los policías oficiales. Por eso, muchos de ellos evadieron registrarse, se escondieron, sabotearon el trabajo del Consejo Judío, se unieron a organizaciones clandestinas y huyeron a Francia. En abril de 1943, un grupo de resistencia judía armada atacó a un tren de deportaciones y permitió que más de 200 judíos escaparan. Aun así, al menos 25.000 judíos de Bélgica murieron en el Holocausto, así como al menos 350 gitanos (el 60 % del total de la población gitana en Bélgica). Dinamarca es famosa por haber salvado a la mayoría de sus 8.000 judíos al dejarlos escapar a la neutral Suecia en pequeños botes en octubre de 1943. Eso fue posible porque condiciones muy inusuales prevalecieron en la Dinamarca ocupada por alemanes. Antes de 1943, los alemanes trataron a los daneses con precaución. Los productos agrícolas daneses fueron muy importantes para la economía alemana y los daneses no causaron problemas, en parte porque los alemanes conservaron al rey y el gobierno danés en su lugar. Los alemanes también se abstuvieron de deportar a los judíos daneses porque ellos sabían que los daneses menospreciaron al racismo nazi y reaccionarían con hostilidad ante las políticas antisemitas. Probablemente la historia habría sido muy diferente si la comunidad de judíos daneses no hubiera sido tan pequeña. Las relaciones entre alemanes y daneses se deterioraron en 1943 al mismo tiempo que los alemanes incrementaron sus demandas y los daneses en clandestinidad comenzaron a resistirse. Hitler ordenó al ejército alemán tomar el control del gobierno y la SS planeó deportar a los judíos. Pero otros oficiales alemanes filtraron estos planes al movimiento clandestino danés porque no querían que la deportación de los judíos empeorara las relaciones entre Alemania y Dinamarca. Entonces, los daneses organizaron la huida a Suecia en botes de pesca y poco menos de cien judíos daneses murieron en el Holocausto. Esto fue posible porque la pequeña comunidad judía se concentraba principalmente en Copenhague, Suecia neutral se encontraba solo a unas pocas millas de distancia y estaba dispuesta a aceptar a los refugiados;; asimismo, los alemanes se dividieron con respecto a cómo mejor lidiar a los daneses y sus judíos. Italia, sola entre los países de Europa Occidental, comenzó la guerra como un aliado del Tercer Imperio. Pero el fascismo italiano no era una copia del nazismo alemán y los puntos de vista de Mussolini sobre la raza eran diferentes a los de Hitler. Al dictador italiano no le gustaban particularmente los judíos, pero no era un antisemita radical y el apoyo que recibía entre los 48.000 judíos italianos se encontraba bastante extendido. Las leyes raciales adoptadas a fines de 1930 para consolidar la nueva alianza de Italia con Alemania no se aplicaron con el vigor necesario. Durante los primeros años de la Segunda Guerra Mundial, los judíos italianos y los gitanos se encontraron a salvo de la Solución Final;; además, aquellos en zonas de ocupación italiana en Francia, Grecia y Croacia estaban protegidos contra las deportaciones. Varios miles de judíos extranjeros y sin patria fueron ubicados en campos de concentración italianos en 1940, pero ellos también se salvaron del peor trato. Todo eso cambió con la caída de Mussolini y la invasión de los Aliados a Sicilia en julio de 1943. En septiembre, Italia se rindió y el ejército alemán tomó rápidamente el control del norte y centro de Italia para evitar que los Aliados atacaran hacia el norte. La SS persiguió a 35.000 judíos italianos que vivían ahí, pero no les fue fácil. Los italianos no eran antisemitas y despreciaban a los alemanes. Los judíos encontraron refugio con sus amigos, vecinos y varias instituciones de la iglesia católica. Un grupo clandestino colectivo de judíos y gentiles llamado Delasem los ayudó en esto;; asimismo ayudó a escapar a una cantidad considerable de judíos hacia Suiza. Solo unos cuantos policías italianos fueron persuadidos con recompensas financieras de arrestar a judíos, y a los alemanes les faltaba personal para localizar a varios por su cuenta. Por otro lado, la milicia fascista de Mussolini ayudó entusiastamente en las deportaciones. El número final de muertos, cerca de 8.000 judíos y 1.000 gitanos, fue menos del 20 % de judíos italianos y alrededor del 4 % de gitanos italianos. Noruega, Finlandia y Luxemburgo, todos con poblaciones judías muy pequeñas, experimentaron el Holocausto de diferentes maneras. Casi la mitad de los 1.700 judíos en Noruega cruzaron la gran frontera con Suecia y fueron recibidos amablemente. Otros cuantos pudieron esconderse de las deportaciones alemanas, pero casi la mitad fueron arrestados por la policía alemana y noruega y enviados a Auschwitz. Exactamente 762 murieron. Finlandia, un aliado alemán pero independiente y lejano, rechazó firmemente los pedidos de Himmler de entregar a sus 2.000 judíos. Solo se entregaron a los alemanes siete de aproximadamente 300 judíos extranjeros. Luxemburgo fue anexado eficazmente al Tercer Imperio en 1940;; asimismo, sus 3.500 judíos y 200 gitanos sufrieron el mismo destino de aquellos en Alemania. Casi la mitad de judíos y gitanos fallecieron. Evasión y resistencia armada Las víctimas respondieron al genocidio nazi tanto con evasión como con resistencia armada. La evasión, acción no violenta con el propósito de mantenerse con vida, tomó muchas formas. En Europa Occidental, esto podría incluir evadir el registro, la huida a países neutrales (o ayudar a otros a huir) y esconderse de la policía. Más ampliamente, esto involucró ubicar a niños con padres adoptivos gentiles, saltar de los trenes de deportaciones, hacerse pasar por gentiles y esconderse con los gentiles que ofrecían ayuda. La evasión en guetos de Europa Oriental involucró el contrabando de alimentos, esconderse de las deportaciones y escapar a los bosques cercanos. Lo último rara vez tenía éxito, a menos que se pudiera encontrar partisanos que ofrecieran protección. Un rabino en el este de Polonia, quien llevó a 350 de sus feligreses al bosque, explicó su destino: “[Los alemanes] hacían redadas constantemente en los bosques… Durante todo el verano, podíamos escondernos en el bosque porque las hojas [escondían los refugios de la resistencia]. Cuando la nieve caía, ya que teníamos que salir a la nieve ocasionalmente, dejábamos un rastro. Ellos los rastreaban hacia cada refugio de la resistencia… De los 350, no más de 15 permanecieron”.7 La evasión también incluía esfuerzos para evitar que las víctimas perdieran la esperanza (a menudo llamado “resistencia espiritual”): brindando conciertos, bibliotecas, juegos, educación, prácticas religiosas y servicios de bienestar. En el trabajo y los campos de concentración, la evasión por parte de los prisioneros adoptó formas como ayudarse mutuamente en el trabajo, compartir los alimentos e incluso organizar huidas de los campos más pequeños y poco vigilados. Sin embargo, gran parte de la atención se ha centrado en la resistencia armada, que fue mucho más difícil de llevar a cabo. Los europeos ordinarios, rara vez, poseían armas de fuego y era difícil que vinieran durante la guerra. 7. Donald L. Niewyk, ed., Heridas recientes: relatos antiguos de la supervivencia del holocausto
[Fresh Wounds: Early Narratives of Holocaust Survival] (Chapel Hill: editorial de la Universidad de
Carolina del Norte [University of North Carolina], 1998), pág. 229.
Las huidas a los bosques para reunirse con los partisanos en contra de los alemanes (asumiendo que existiera uno en los alrededores) tuvieron resultado solo si uno podía llevar consigo una pistola. Incluso si uno podía, los partisanos podrían no aceptar a los judíos;; especialmente en Polonia, hubo casos donde el ejército nacional clandestino asesinaba a judíos que pedían unirse. Además, otro obstáculo para la resistencia armada fue la política alemana de responsabilidad colectiva: se responsabilizaba a todos en la comunidad de las acciones de los individuos y los pequeños grupos. Los ataques armados a los alemanes consistieron en ejecuciones masivas de vecindarios o guetos completos. Incluso aquellos que creyeron los rumores sobre los campos de exterminio esperaban evadir las deportaciones, mientras que la responsabilidad colectiva garantizaba que la resistencia armada haría desaparecer represalias ciertas e inmediatas en toda la comunidad. Finalmente, existe el problema de quién sabía sobre la Solución Final mientras sucedía y cuándo lo sabían. Los judíos y gitanos de Europa Occidental y del Sur, lejos de los campos de matanza de Polonia, llegaron ignorando lo que sucedía en ellos. Las noticias sobre las acciones de los Einsatzgruppen y los campos de exterminio llegaron hasta los guetos y los campos de trabajo en Europa Oriental, pero no siempre lo creían. “Negación”, la incapacidad de la mente para asimilar una verdad terrible, llevó a que muchas de las posibles víctimas no creyeran lo que escuchaban sobre los asesinatos masivos o creyeran que esto solo le podría suceder a algún otro grupo que haya hecho algo para merecer ese castigo. La ignorancia y la negación privaban a muchos judíos y gitanos del sentido de urgencia necesario para la resistencia armada. La resistencia armada en los guetos de Europa Oriental sucedió solo después de que la estrategia de sobrevivencia por medio del trabajo del Consejo Judío fuera desacreditada por constantes deportaciones. Tales revueltas, por lo general, eran limitadas a pequeños guetos donde el control alemán era débil y el gueto de la resistencia estaba bien desarrollado. Permitían que varios miles de judíos tuvieran la oportunidad de esconderse con los campesinos o como alternativa formar o unirse a grupos de partisanos. Uno de los grandes guetos en sublevarse en una revuelta completamente armada fue Varsovia y esto, también, solo sucedió en las últimas etapas de deportaciones, en abril de 1943, cuando solo alrededor de 60.000 de los 455.000 judíos originales sobrevivieron. Mientras los alemanes atacaban para deportarlos, también, los judíos clandestinos, dirigidos por Mordechai Anielewicz, contraatacaron. Con poco armamento y solo cerca de 1.500 combatientes, resistieron mucho más y mucho mejor a las fuerzas alemanas armadas por más de tres semanas (del 19 de abril al 15 de mayo). La SS y el Líder de la policía en Varsovia, el General Jurgen Stroop, informó que “La resistencia ofrecida por los judíos y bandidos podría terminarse solo con el compromiso enérgico y constante de nuestras unidades de asalto… [Yo] decidí embarcarme en la destrucción total del barrio judío al incendiar cada cuadra de residencias, incluidas las cuadras de viviendas pertenecientes a las empresas de armamento. Una empresa después de otra era sistemáticamente evacuada y destruida por el incendio”.8 Alrededor de 56.000 judíos sobrevivientes fueron deportados. Las pérdidas alemanas fueron insignificantes y solo pocos de los insumisos pudieron huir por las alcantarillas. Una revuelta mucho más reducida, en el gueto de Bialystok durante su liquidación en agosto de 1943, tampoco tuvo éxito. Casi todos los miembros de la resistencia, que trataron de fugarse del gueto en ese entonces, murieron peleando junto con su líder, Mordechai Tennenbaum. La breve rebelión de la resistencia del gueto de Vilna en septiembre de 1943 fue reprimida por el Consejo Judío bajo la dirección de Jacob Gens. La resistencia armada en los campos de exterminio fue el trabajo de hombres, pertenecientes a las brigadas de trabajo y los Sonderkommandos, quienes habían descubierto que estaban próximos a ser disparados. Hombres verdaderamente desesperados, creían que esa revuelta era la única manera de darle a unos cuantos la oportunidad de sobrevivir. El primer levantamiento de este tipo fue en Treblinka el 2 de agosto de 1943. Sabiendo que los alemanes planeaban cerrar el campo en poco tiempo y disparar a los equipos de trabajo, la resistencia del campo subyugó a algunos guardias, se apoderó de las armas del arsenal y trató de atravesar el alambre de púas y los campos minados. Alrededor de 150 lograron llegar al bosque, pero solo 12 sobrevivieron a la subsecuente cacería humana por parte de los alemanes. Poco tiempo después, el 14 de octubre de 1943, sucedió una revuelta similar en Sobibór, organizada por los prisioneros soviéticos entre los trabajadores. Esta vez, alrededor de sesenta sobrevivieron para unirse a los partisanos soviéticos en el bosque cercano. En Birkenau (Auschwitz II), 450 miembros del Sonderkommando, creyendo con buenos motivos que sus días estaban contados, se sublevaron el 7 de octubre de 1944. Con el contrabando de armas y explosivos hacia ellos por parte trabajadoras de armamentos en una fábrica del campo cercano, ellos pudieron matar a un capo y tres hombres de la SS y prender fuego a uno de los crematorios. Pero la mayoría fueron asesinados y ninguno de ellos pudo cumplir bien con su huida. La resistencia armada judía en las formaciones clandestinas sucedió en Europa Oriental y Occidental. En Europa Oriental, los judíos tenían más necesidad de partisanos en 1942, antes de que muchas unidades se hubieran formado. Desde 1943, quizá hasta 20.000 judíos pelearon con los partisanos en Polonia y la Unión Soviética, saboteando trenes, atacando unidades aisladas del ejército y la policía y demás. Lo hicieron en unidades mixtas, a menudo organizadas por los oficiales soviéticos o comunistas polacos, así como también en grupos individuales de judíos. Los más conocidos de estos últimos operaron en la región de Vilna y fueron dirigidos por el joven poeta Abba Kovner. Los judíos también lucharon en unidades partisanas en Eslovaquia, Serbia, Croacia y Grecia. En Europa Occidental, donde los judíos fueron bien aceptados y no existía ningún gueto, los luchadores judíos por lo general se unían a las organizaciones mixtas clandestinas, en las que tenían una gran representación. 8. Sybil Milton, ed. El informe de Stroop: el barrio judío de Varsovia ya no existe [The Stroop Report:
The Jewish Quarter of Warsaw Is No more] (Nueva York: Pantheon, 1979), pág. 9-11.
También había específicamente unidades de judíos jóvenes sionistas y comunistas, conformadas principalmente por los inmigrantes de Europa Oriental. EL FIN DEL HOLOCAUSTO. 19944-­1945 En 1944, la necesidad cada vez más crítica por trabajo en Alemania provocó que los alemanes transportaran prisioneros de los campos orientales hacia los campos de concentración en el Imperio. Con ello, estos campos, que habían sido despoblados de la mayoría de los judíos en 1942, una vez más contenían grandes cantidades de ellos y, desde ese momento en adelante, su destino fue igual al de cualquier prisionero de campo de concentración. Los últimos seis meses del Holocausto, extendiéndose desde noviembre de 1944 a mayo de 1945, correspondieron a la invasión del este y oeste y a la desintegración cada vez más rápida del Tercer Imperio. A pesar de que el último campo de exterminio existente, Auschwitz, ya no funcionaba como un centro de asesinato y los alemanes mantuvieron con vida a los judíos y gitanos como esclavos de trabajo y herramientas de negocios, las muertes por maltrato, mala nutrición y agotamiento continuaron. De hecho, muchos de aquellos liberados por los Aliados habían ido demasiado lejos para recuperarse. A finales de octubre de 1944, Himmler ordenó poner fin a los envenenamientos por gas en Auschwitz y unas semanas después consiguió la demolición de los crematorios. Los líderes alemanes querían cubrir sus crímenes lo más que pudieran, pero estos movimientos podrían también haber sido motivados por negociaciones secretas en aquel entonces para el intercambio de judíos por concesiones de los Aliados. Ya en ese tiempo, decenas de miles de esclavos fueron evacuados de los campos de concentración en toda Europa Oriental a campos en Alemania. En enero de 1945, Auschwitz, también, fue abandonado, a pesar de que cerca de 6.000 prisioneros enfermos fueron abandonados para ser liberados por el ejército soviético. Casi todas estas evacuaciones se realizaron a pie en estaciones terminales dentro de Alemania, marchas forzadas apropiadamente llamadas “marchas de la muerte” por sus sobrevivientes. En nevadas profundas y temperaturas frías, muchos de los prisioneros ya débiles caían sobre el camino y eran disparados por los guardias de la SS. Algunas huidas osadas sucedieron cuando los prisioneros se escabullían durante las tormentas de nieve o se confundían entre las multitudes de refugiados alemanes huyendo de los rusos. Muchos sobrevivientes de estas marchas de la muerte fueron llevados a la fuerza a Gross-­Rosen, la parte más oriental de los campos de concentración alemanes y el núcleo de un gran complejo de subcampos. Otros fueron enviados directamente a campos igualmente sobrepoblados de la parte más profunda de Alemania. Ellos a menudo terminaban en nuevos subcampos de los campos de concentración, como el que rodeaba a Dora-­Mittelbau, donde se construyeron los cohetes V-­1 y V-­2, el mismo que había comenzado como un satélite de Buchenwald. Aquellos aún necesitados como trabajadores fueron, en su mayoría, afortunados en esta etapa porque aquellos sin trabajo recibían pocos alimentos o nada. El peor de los campos, Bergen-­Belsen, fue fundado en 1943 como un campo de tránsito para ubicar a unos miles de prisioneros retenidos para intercambiarlos con el enemigo. Pero para finales de la guerra, estaba totalmente sobrepoblado por 60.000 esqueletos andantes. Cuando las fuerzas británicas ingresaron al campo el 15 de abril de 1945, lo encontraron contaminado con cadáveres;; muchos miles más murieron después de la liberación. Hubo varios casos de hombres de la SS que dispararon a los sobrevivientes durante los últimos días de la guerra, pero en gran parte estuvieron demasiado ocupados escapando o tratando de esconder sus uniformes para cometer más atrocidades. Los campos de concentración más importantes, como Buchenwal y Mauthausen, cayeron sin oponer resistencia, pero en ellos, el índice de muerte en los últimos días también fue impactante. RESULTADOS Y LEGADOS El número de sobrevivientes del holocausto ascendía a más de 2.000.000 judíos y al menos 400.000 gitanos. Aunque fueran liberados de los campos alemanes, salieran de sus escondites o incluso vivieran en países que les habían dado refugio, su inclinación natural era regresar a casa y buscar parientes sobrevivientes tan pronto como las condiciones de viaje y salud lo permitieran. La mayoría lo hizo, pero no todos se quedaron. Especialmente en Europa Oriental, los sobrevivientes normalmente no encontraron otros miembros de su familia vivos, así como casas y departamentos, si aún estaban de pie, fueron ocupados por otros que no querían dejarlos. Los aproximadamente 300.000 sobrevivientes judíos de Polonia también se encontraron atrapados en medio de una guerra civil declarada entre los seguidores del nuevo gobierno comunista del país, impuesto por la Unión Soviética, y sus enemigos dentro de la resistencia polaca extremadamente anticomunista y el pueblo en general. Las fuerzas antigubernamentales a menudo identificaban a los judíos como procomunistas e hicieron su regreso lo más difícil posible. Las tensiones terminaron en una verdadera matanza en Kielce, Polonia, en julio de 1946. Cuarenta y dos judíos fueron asesinados y muchos más heridos. Al final, menos del 10 % de los sobrevivientes polacos decidieron quedarse. La mayoría de ellos que salieron emigrando ilegalmente a la zona estadounidense de Alemania donde se convirtieron en personas desplazadas (DP) que vivían en campos y esperaban el reasentamiento. En otro lugar, en Europa Oriental comunista, los judíos sobrevivientes fueron etiquetados como “capitalistas” y “elementos cosmopolitas” y los consideraron como personas desagradables. Esto provocó que grandes cantidades de judíos dejaran Rumania y Bulgaria después de 1945. A los sobrevivientes húngaros les fue más fácil regresar a casa. Las políticas soviéticas fueron menos hostiles y más populares al inicio, aunque la fuerte representación de judíos en el liderazgo del Partido comunista húngaro incitó el antisemitismo de la posguerra. Irónicamente, la persecución comunista de religión y la empresa privada fueron los que provocaron que muchos judíos húngaros se marcharan. Alrededor de un cuarto (55.000) de los sobrevivientes húngaros se convirtieron en DP en el oeste. Se supo de cantidades más pequeñas de refugiados de Checoslovaquia y Yugoslavia. A los judíos soviéticos, y los judíos en los estados bálticos, nuevamente bajo el control soviético, les fue más difícil salir. En otro lugar, y especialmente en Europa Occidental, el regreso constituía la ley. Los aproximadamente 250.000 sobrevivientes del Holocausto esperaban el reasentamiento en los campos de DP después de que casi se originara la guerra en Alemania y Europa Oriental. Tomó seis años para que todos ellos pudieran acomodarse, y los años adicionales de vida en el campo fueron difíciles de asimilar. Sin embargo, los refugiados judíos no estaban solos. En un inicio, había millones de DP europeas. Además, aún había leyes que restringían la inmigración a Palestina y los Estados Unidos, destinos preferidos por la mayoría de las DP judías. Los sobrevivientes jóvenes del Holocausto a menudo eran abogados militantes del sionismo que organizaban inmigraciones ilegales a Palestina. La presión en Gran Bretaña por parte de los Estados Unidos para ayudar a resolver el problema de las DP judías contribuyó a la decisión de dividir Palestina y crear el estado de Israel en 1948. Finalmente, alrededor del 57 % de las DP judías encontraron nuevos hogares en Israel, el 29 % vino a los Estados Unidos y el resto ingresó en Canadá y en muchos otros países. Fue mucho más difícil para los gitanos sobrevivientes. Ellos, también, fueron reducidos al estatus de DP como resultado de la destrucción de sus clanes. Tradicionalmente sospechosos de la autoridad y poco acostumbrados a enfrentar burocracias, ellos enfrentaron dificultades al lidiar con todos los trámites burocráticos. Los gitanos tampoco disfrutaron de los beneficios de los aliados extranjeros adinerados. Seguramente, muchos desearon emigrar, pero pocos tuvieron éxito. Los gitanos fueron atrapados en una Europa que no tenía más uso para ellos después de la guerra en comparación al pasado. Los perpetradores de genocidio fueron sujetos a varios juicios de criminales de guerra, pero por varias razones, la justicia no siempre se aplicaba con perfección. Los líderes alemanes sobrevivientes principales fueron procesados por la Corte Militar Internacional (International Military Tribunal) en Núremberg, donde los jueces de los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética encontraron tres de los veintidós acusados culpables y sentenciaron a doce a muerte, incluidos Goring, Seyss-­Inquart, Streicher, Frank, Rosenberg y Ernst Kaltenbrunner, sucesor de Heydrich como jefe de la Oficina Principal de Seguridad del Imperio (Reich Security Main Office). Otros tres acusados fueron sentenciados a vivir en prisión y el resto a penas de prisión de diferentes duraciones. Los juicios de Núremberg también proporcionaron la primera documentación masiva sobre la Solución Final como uno de los tantos “crímenes contra la humanidad” de los nazis. Desafortunadamente, varios de los principales arquitectos del genocidio no se encontraban presentes. Hitler, Himmler y Goebbels habían escapado de la justicia al suicidarse, mientras que a Adolf Eichmann no lo pudieron encontrar. Solo después, en 1960, sería descubierto escondido en Argentina, procesado y ejecutado en Israel. Miles de perpetradores menores, en su mayoría colaboradores pronazis de Europa Oriental, tuvieron éxito al hacerse pasar como DP ordinarias y emigrar a los Estados Unidos y Canadá. Años después, algunos fueron reconocidos y procesados como criminales de guerra. Los juicios adicionales en los tribunales establecidos por los gobiernos militares individuales en las tres zonas occidentales de Alemania tuvieron como resultado más de 5.000 condenas y 794 ahorcamientos. En la zona soviética, una gran cantidad de nazis fueron ejecutados y deportados secretamente, pero no se cuentan con estadísticas confiables al respecto. Los juicios de criminales de guerra también se llevaron a cabo en las cuatro zonas de ocupación en Austria. Muchos criminales de guerra, incluidos el personal de campos de exterminio y trabajo, oficiales de los Einsatzgruppen y ayudantes locales, fueron procesados en los estados cuyos ciudadanos fueron víctimas de atrocidades. Estos juicios ocurrieron en Europa Occidental y Oriental. Aquellos realizados en Polonia y la Unión Soviética fueron especialmente numerosos y a menudo terminaron en penas de muerte. Su más famoso acusado, Rudolf Hoss, Comandante de Auschwitz, fue condenado por un tribunal polaco y mandado a la horca en Auschwitz. Estos juicios continuaron por muchos años. Hasta 1987, Klaus Barbie, quien como un jefe de Gestapo en Francia había deportado cientos de judíos, fue sentenciado a vivir en prisión por un tribunal francés. Los juicios adicionales de los perpetradores del Holocausto se llevaron a cabo en tribunales alemanes. El gobierno alemán occidental en un inicio se extendió y luego abolió el estatuto de limitaciones en casos de asesinatos. En 1958, se estableció la Oficina Central para la Investigación de Crímenes Socialistas Nacionales (Central Office for the Investigation of National Socialist Crimes) para condenar antiguos nazis sospechosos de asesinato. El más sensacional de los juicios que se tuvo, el “Juicio Auschwitz”, concluyó en 1965 con la condena de dieciséis miembros de la SS y un capo. Seis recibieron sentencias de por vida (la pena de muerte había sido abolida en Alemania Occidental). En total, los tribunales alemanes occidentales procesaron a más de 91.000 acusados de crímenes de guerra y sentenciaron a alrededor de 6.500 a largas penas de prisión. De estas, casi 1.000 sentencias se dieron en 1951. Conforme el tiempo pasó, se hizo cada vez más difícil obtener condenas. Algunas veces, no se podía hallar a aquellos acusados de crímenes o la evidencia no era suficiente para condenarlos. Los tribunales alemanes occidentales intentaron diferenciar a los culpables de crueldad excesiva, y merecedores de fuertes sentencias, de aquellos culpables de seguir órdenes dadas por sus superiores, y simples “accesorios”. En Alemania Oriental, 329 condenas por crímenes nazis se impusieron entre 1951 y 1964. Los alemanes como una unidad estaban incómodos con estos juicios, en parte porque sentían que unos pocos individuos estaban siendo juzgados como responsables de crímenes en los que la mayoría de alemanes eran cómplices. Entre los primeros en enfrentar esta complicidad estaban las iglesias protestante y católica. Sin lugar a dudas, ellos no eran responsables de genocidio. Además, Hitler y sus consejeros más cercanos mantenían al Cristianismo en desprecio absoluto. Pero las iglesias alemanas guardaban silencio mientras que los judíos y gitanos eran perseguidos y deportados. Solo unos cuantos clérigos individuales, como el padre berlinés Bernhard Lichtenberg, se habían pronunciado con respecto a las víctimas. Lichtenberg había rezado abiertamente por los judíos en la catedral de Berlín y, después de su arresto, pidió compartir su suerte. Él murió en manos de Gestapo en 1943. El hecho de que solo unos cuantos fueron como él trajo problemas a las iglesias alemanas de la posguerra, que abiertamente reconocían sus errores y deseaban revertir su tradicional opinión negativa del judaísmo. Los líderes políticos alemanes también reconocían la responsabilidad de Alemania por las consecuencias de la Solución Final al aceptar pagar reparaciones y restituciones a personas e instituciones judías. Bajo las condiciones de un Acuerdo de reparaciones de 1953 con Israel, Alemania Occidental aceptó entregar productos con un valor de $845.000.000 para costear los gastos de absorción de 500.000 judíos que habían sido víctimas de la persecución nazi. El mismo año, Alemania Occidental adoptó una Ley de restitución para indemnizar a los judíos por su sufrimiento y pérdida de propiedades. Desde entonces, ha pagado más de $73.000.000.000 a los sobrevivientes que viven en varios países y los pagos continúan. Sin embargo, una pequeña restitución ha sido para los gitanos. Los tribunales alemanes por lo general declararon que los gitanos habían sido arrestados como criminales reales o putativos, no por motivos raciales, y por lo tanto, no reunían los requisitos para reclamar la restitución. Alemania Oriental negó cualquier responsabilidad por los crímenes del Tercer Imperio, pero compensó a los sobrevivientes del Holocausto que se establecieron allí como “Víctimas del nazismo”. Los cambios generacionales fueron principalmente responsables de que los alemanes asumieran los crímenes cometidos por sus líderes durante los años nazis. Los alemanes jóvenes que habían crecido hasta la Segunda Guerra Mundial, debido a su curiosidad resentida por las revelaciones durante los juicios de Eichmann y Auschwitz en los años sesenta, comenzaron a formular preguntas alarmantes a sus mayores. Luego, el documental de la televisión estadounidense Holocausto, que obtuvo una gran audiencia cuando se presentó en Alemania en 1979, tuvo un efecto similar. Las escuelas y universidades en Alemania Occidental respondieron con la enseñanza de la historia del periodo nazi en detalle. Los mejores estudiantes alemanes, como Karl Dietrich Bracher y Hans Mommsen, y periodistas talentosos, como Heinz Hohne y Joachim Fest, revelaron los crímenes de Hitler con todos sus detalles y sus libros fueron leídos por muchos. En otro lugar, la disposición para confrontar la participación en el Holocausto ha sido menos dramática. Austria, que fue parte del Tercer Imperio en ese tiempo y contribuyó desproporcionalmente con la organización de la maquinaria de asesinatos de SS, ha preferido esconderse detrás de la invención de que fue simple y puramente la primera víctima de la agresión nazi. En Europa Oriental, la creencia extendida de que los judíos y gitanos no eran tratados peor que los eslavos fue fortalecida por los regímenes comunistas que generalizaban los crímenes alemanes y minimizaban el sufrimiento de las minorías. En Europa Occidental, también, la cooperación de los funcionarios locales en la persecución de judíos y gitanos es a menudo olvidada por precipitarse a culpar por todo a los alemanes. 
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