CADUCIDAD DE LOS TITULOS DE CREDITO. La caducidad de los

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359862. . Tercera Sala. Quinta Época. Semanario Judicial de la Federación. Tomo XLIV, Pág. 124.
CADUCIDAD DE LOS TITULOS DE CREDITO. La caducidad de los títulos de crédito, a
que se refiere la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito, en su artículo 160 y correlativos, es
de interés público y se basa en la necesidad que exista de dar mayor movilidad a los títulos de
operaciones de crédito, desde un punto de vista económico social; y por lo mismo, debe
conceptuarse obligatoria para todos los elementos sociales, desde la fecha de su existencia.
Conviene, sin embargo establecer la distinción entre prescripción extintiva y caducidad; dado
un derecho que no se ejercita, como distinguir si es un derecho sujeto a caducidad o un
derecho sujeto a prescripción extintiva, si el derecho se extingue fatalmente en el término
fijado, es un derecho sujeto a caducidad; si el derecho puede subsistir indefinidamente,
mediante la ejecución de actos interruptivos establecidos por la ley, es un derecho sujeto a
prescripción. Hay relaciones jurídicas en las que, por las peculiaridades que entran en juego,
resulta dudoso si el favorecido las exigirá o no, o que queden como un incierto residuo de
otra relación aparentemente extinguida: Grawein conviene, para no cargar a nadie con
deberes inseguros y ocultos, en que se debe señalar un plazo invariable para que el favorecido
opte por su ejercicio, o resuelva o renuncie a las ventajas que el derecho le concede con ello
el legislador cumplirá, del modo más adecuado, la misión de dar a cada uno la finalidad de
sus derechos, fijando los límites de su esfera patrimonial, llenando así una de las condiciones
más indispensables para la vida social. Esta finalidad no podría ser alcanzada por la
prescripción extintiva, la cual, con los retrasos producidos por los medios de interrupción,
podría prolongar indefinidamente esa situación dudosa; en ello puede añadirse, y Grawein lo
dice también así, que mientras, la prescripción extintiva no pretende liberar a deudor alguno
de la obligación de pagar, aun cuando indirectamente pueda producir tal efecto, la caducidad
libera de una obligación, sabiendo que no se ha cumplido, solamente por el transcurso del
plazo. Determinada así la connotación jurídica del término caducidad, nos encontramos con
que ella es una verdadera institución de interés público, y por lo mismo, los preceptos que la
regulan no pueden, en su aplicación, tener efectos retroactivos. En consecuencia, no puede
afirmarse que la aplicación de la disposición de la Ley de Títulos y Operaciones de Crédito,
que regulan la caducidad de los títulos de crédito produzca efectos retroactivos, pues aun
cuando esa aplicación causa perjuicios al interés particular, éste debe ceder frente al interés
social. Si la acción proveniente de una letra de cambio o libranza, se comenzó a ejercitar con
la promoción relativa al reconocimiento de las firmas del aceptante y del girado, debe tenerse
en cuenta que este acto no constituye un medio preparatorio del juicio, y que solo en este se
da posibilidad al demandante para oponer las excepciones y defensas que juzgue pertinentes
para destruir aquélla; en tal virtud, si en el momento de producir la contestación ya existían
disposiciones legales que establecían la caducidad de los títulos de crédito indudablemente
que puede el demandado usar de esa defensa, ya que ella tuvo origen y nacimiento con la
promulgación de la ley, aunque pueda decirse que su aplicación sea retroactiva, porque no
opera lesionando situaciones jurídicas adquiridas, ya que la expedición de la ley impuso al
tenedor de títulos, la obligación de ejercer la acción en vía de regreso, dentro de los primeros
meses siguientes a su expedición, y si no lo hizo, la sanción de caducidad surte todos sus
efectos, y, por lo mismo, debe aplicarse la fracción V del artículo 160 de la Ley de Títulos y
Operaciones de Crédito, tal como lo previene la fracción, también V, del artículo 2o.
transitorio, de la propia ley.
Amparo civil directo 3841/34. Pierce Oil Company, S. A. 3 de abril de 1935. Unanimidad de
cinco votos. La publicación no menciona el nombre del ponente.
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359862. . Tercera Sala. Quinta Época. Semanario Judicial de la Federación. Tomo XLIV, Pág. 124.
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