21 de SEPTIEMBRE de 2015 Pascual Sala, socio

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21 de SEPTIEMBRE de 2015
Pascual Sala, socio consultor de Roca Junyent, expresidente del Tribunal
Constitucional:
“Es un error combatir la corrupción solo desde la vía judicial. Hay que activar los
mecanismos de control de las instituciones”
LAWYERPRESS / @LuisjaSanchez
Tras cincuenta y tres años en la judicatura, con responsabilidades como
Presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ, (1990-96) primero y más
tarde, presidente del Tribunal Constitucional (2011-2013), Pascual Sala
aceptaba hace unos meses la oferta de Miquel Roca para integrarse en la
estructura de su despacho como socio consultor. “Me siento activo y
renovado con esta nueva responsabilidad profesional. Estoy centrado en el
desarrollo en el despacho de aquellos procedimientos de resolución de
conflictos que no sean estrictamente judiciales, como el arbitraje y la
mediación, entre otros”, subraya. Nadie mejor como Sala, desde su
perspectiva jurídica para analizar cuestiones como la situación de la justicia,
la pugna entre el Gobierno Central y la Generalitat de Catalunya en el
marco de las elecciones del 27S o la forma de combatir la lacra de la
corrupción que asola a nuestra sociedad. Como podrá ver nuestro lector sus
afirmaciones son claras y contundentes en todos estos temas. “Hay que
reformar de verdad las leyes procesales si queremos una justicia moderna.
La reforma procesal es muy necesaria que confíe más en la actuación del
juez en el desarrollo del procedimiento con la colaboración de las partes y
que no ponga el énfasis en una serie de actos procesales que dificultan
enormemente el desarrollo y la terminación de los procesos”, afirma.
Sr. Sala, usted que va a trabajar en el desarrollo del arbitraje y la mediación
en una firma como Roca Junyent, ¿cómo ve el desarrollo de estas prácticas
extrajudiciales?
El problema del arbitraje y su limitación, con todas las ventajas que encierra,
sobre todo para el mundo comercial por su rapidez, se ve nublada porque no hay
una claridad suficiente en las posibilidades de impugnación de los laudos.
En la práctica, la impugnación de los laudos por motivos procesales no se
circunscribe en algunas ocasiones a este terreno sino que entran en valoraciones
de fondo. Esta circunstancia puede desvirtuar en muchas ocasiones la función
arbitral. No es tanto la actitud de los tribunales como un defecto en la regulación
tanto de las leyes de arbitraje como la de mediación.
“Estoy de acuerdo en
la necesidad de una
reforma federal de la
Constitución que
incluya la singularidad
histórica de Catalunya.
Ahora en este periodo
preelectoral será
Y sobre la mediación, ¿qué expectativas
contempla realmente sobre esta práctica?
complicado que se
realice”
Hay que ver su desarrollo pero hasta la fecha
esta es una actividad que, pese a su regulación autonómica o nacional con
posterioridad, no ha calado ni en los jueces ni en los propios abogados. Se acude
en exceso a la solución judicial para resolver cualquier conflicto pese a que una
mediación o arbitraje solventaría con mayor rapidez ese asunto. Esta es una
tradición muy española que deberíamos empezar a cambiar sobre todo viendo
nuestros juzgados como están de colapsados. Este colapso no es culpa de los
jueces sino del número de asuntos que llegan a los juzgados.
Hablamos de cinco mil magistrados para casi nueve millones de asuntos, una
ecuación que no encaja a nadie.
Son unas cifras impresionantes donde la proporción jueces por habitante de un
país como el nuestro es inferior al de cualquier país de la UE. En otros países los
asuntos que se gestionan son la mitad que revisan los jueces españoles.
Llevamos más de veinte años de las reformas de la justicia y no llegan. ¿Qué
habría que hacer para agilizar realmente nuestra administración de
justicia?
Además de invertir en justicia se trata de modificar las leyes procesales,
especialmente la civil y la penal. Ambas normas, especialmente la Ley de
Enjuiciamiento Civil han reproducido esquemas muy laboriosos y premiosos de
desenvolvimiento de los procedimientos jurisdiccionales.
Hay que buscar una simplificación en este sentido. De tal manera que se pudiera
evitar el número de posibilidades de recursos; deferirlos a un momento posterior
y no introducirlos en la secuencia del procedimiento. Hay muchos incidentes y
posibilidades de incidentes que no existe en una legislación moderna que quiera
ser eficaz.
La reforma procesal es muy necesaria. Se trata de que se confíe más en la
actuación del juez en el desarrollo del procedimiento con la colaboración de las
partes y que no ponga el énfasis en una serie de actos procesales que dificultan
enormemente el desarrollo y la terminación de los procesos. Hay que reformar
de verdad las leyes procesales si queremos una justicia moderna.
¿ Y en la justicia penal?
Hay que también agilizar el procedimiento. Lo primero, dar la instrucción al
fiscal y reducir la actividad judicial a la de juez de garantías, es decir, cuando las
partes no estén implicadas o no estén de acuerdo con la actuación del Ministerio
Público. En este nuevo esquema, las partes podrán acudir con un recurso rápido
y bien establecido al citado juez de garantías. Se trata sobre todo que no haya
interferencias en el trabajo de cada uno de ellos, por encima de todo.
¿Le gusta la reforma de la LECRIM que ha hecho el Ministro Catalá?
Creo que se podría haber avanzado bastante más en este cambio normativo.
Quizás la cercanía al periodo electoral ha hecho al Gobierno en no profundizar el
tema. Pero la cuestión está como le comento en la instrucción penal.
Otro asunto importante es el recurso de apelación y no acudir al recurso de
casación penal como si fuera la segunda instancia que nos imponen desde varias
instancias europeas. Esta competencia debería ser asumida clara y
terminantemente en la Ley de Enjuiciamiento Criminal.
“Hay que reformar de
verdad las leyes
procesales si queremos
una justicia moderna.
Ambas normas,
especialmente la Ley de
Enjuiciamiento Civil,
han reproducido
esquemas muy
laboriosos y premiosos
Los plazos que se establecen en la instrucción
penal, sabiendo la falta de medios de nuestra
justicia, ¿son realistas en su puesta en
de desenvolvimiento de
los procedimientos
jurisdiccionales.”
marcha?
Tal y como está organizada la justicia española estos plazos son insuficientes. En
muchos casos, sobre todo en las causas complejas, resultarán bastante
insuficientes.
Hablamos de asuntos donde se ha defraudado a Hacienda; actividades
mercantiles sofisticadas, donde en muchos casos hará falta la petición de
comisiones rogatorias a otros países harán insuficiente estos plazos de seis y
dieciocho meses que se han establecido.
En estos casos de causas tan complicadas deberían realizarse particiones
necesarias para que cada una de ellas se pudiera abordar de forma pronta y eficaz
por los tribunales. Las macrocausas son complicadas de resolver de forma rápida
desde el punto de vista penal.
También Sr. Sala, se ha reformado el Código Penal. Una reforma de calado
con trescientos artículos modificados. ¿Cómo valora este importante cambio
normativo?
El Código de la Democracia de 1995 ya ha quedado muy diluido. Está lleno de
artículos bis o ter que lo hacen bastante complejo de manejar. Sería bueno
realizar una refundición y reestructuración del Código para aclarar muchos
supuestos y tipos.
Se ha visto que en este país se legisla a golpe de problema, con cierta
improvisación. Esto hay que evitarlo y no debemos legislar para resolver
problemas concretos. Si eso se hace así esa reforma suele ser insuficiente porque
no ve la perspectiva general que le corresponde. Este modelo de legislar puntual
debe eliminarse lo antes posible porque no aporta nada.
En este Código Penal se ha introducido la prisión permanente revisable,
ahora recurrida al Tribunal Constitucional.
No soy partidario de este nuevo tipo penal. Creo que no hacía falta incorporar
esta figura porque lo que tenemos es ya de por sí muy contundente con las penas
de prisión de treinta años máxima y la cláusula inclusive para determinadas
figuras delictivas, del cumplimiento de cuarenta años.
Otro avance tiene que ver con la responsabilidad penal de las personas
jurídicas. Una figura controvertida porque colegas suyos señalan que es una
puerta abierta, el cumplimiento normativo que ahora se pide a las empresas,
para que puedan delinquir.
La responsabilidad penal de las personas jurídicas tal y como está en la
legislación española es factible aunque sea difícil, por falta de tradición, el
poderla articular en casos concretos. Esta responsabilidad penal limitada a
determinadas figuras delictivas en principio está bien encauzada en nuestra
legislación.
Sobre si hay una puerta abierta para cometer delito, que usted señala, le diré que
podría haber ese peligro, lo que redunda en la necesidad de perfeccionar con las
modulaciones precisas este nuevo tipo penal para que no suceda esta situación
que es una realidad a tener en cuenta.
El otro gran problema de nuestro país es la corrupción como cuestión que
preocupa muchos a los españoles. ¿Cómo debería abordarse este asunto?
Es un error abordar la corrupción solo desde un aspecto judicial. Deben funcionar
antes todos los órganos de control que tienen la administración central como las
autonómicas y corporaciones locales en su funcionamiento interno.
Ahora esos controles preventivos no funcionan y se va a la via judicial. Es el caso
del Tribunal de Cuentas al que se debería dar más medios para potenciar su
actividad investigadora de las cuentas públicas e independencia.
A nivel político también hay soluciones. El Tribunal Constitucional en tres
sentencias señala la legitimación de los concejales aunque no hubieran
intervenido en el acuerdo de gasto, para impugnar a los tribunales esas
resoluciones que afectan al gasto municipal.
El político también tiene la obligación de investigar si ha habido corrupción y
llevar el caso a los tribunales, esta legitimación ha pasado desapercibida cuando
las citadas sentencias lo respaldan.
Los problemas se resuelven actuando los órganos de control y no solamente los
jueces. Los jueces somos la última garantía, la última pieza y no la primera o la
única del sistema. Hay controles internos en las instituciones y externos como el
citado Tribunal de Cuentas que podrían ser muy útiles y así si llegasen algunos
temas a los jueces ya vendrían de otra forma.
En este escenario que vivimos, con varias elecciones muy cercanas, parece
complicado que justicia y política no se mezclen.
Es posible que así sea. Pero le diré que la justicia debe estar alejada de la
política. La política actúa con criterios de oportunidad o conveniencia mientras
que la justicia debe ceñirse a criterios estrictamente jurídicos.
A este respecto, la modificación de la Ley Orgánica del tribunal Constitucional
era totalmente inoportuna y así me he pronunciado en diferentes foros sobre ese
tema.
Al mismo tiempo es innecesaria porque la propia Ley Orgánica de este Alto
Tribunal ya establece en algunos de sus artículos; 38, 87 y 92, entre otros, se
establecen los mecanismos necesarios para que se cumplan las sentencias del
Tribunal Constitucional y las posibles responsabilidades penales por delito de
desobediencia
Sin embargo, la reforma se ha llevado al Parlamento y se aprobará.
Eso parece evidente pero no era necesaria. Ahora se habla de un procedimiento
de oficio para que el Tribunal Constitucional persiga a aquellos a los que crea
que incumplen sus resoluciones concretas, a través de un procedimiento que
prescinde de la audiencia de los interesados y pueda establecer una suspensión
me parece que es un exceso.
El cumplimiento de las sentencias del tribunal Constitucional es una obligación
impuesta perfectamente por la Ley Orgánica Vigente y no necesita de mayores
precisiones. Este tipo de reformas desnaturaliza la propia justicia constitucional
que no necesitaba de esta reforma. Además que se diga cuándo no se ha cumplido
una Sentencia del Tribunal Constitucional. Si hay sentencias que no se han
cumplido es porque se ha dejado hacerlo.
Desde su perspectiva de jurista, ¿cómo observa el conflicto entre el Gobierno
central y la Generalitat de Catalunya con vistas puestas a esas elecciones del
27S?
Da la sensación que necesitaran un mediador para negociar entre ellos. Ambas
partes no han agotado esas posibilidades de buscar soluciones negociadas. La
solución del conflicto es clara y no es tan difícil y pasa por el reconocimiento de
la singularidad de Catalunya.
Dicho reconocimiento no es un invento de los catalanes sino que tiene unos
antecedentes históricos importantes. En la República el primer Estatuto que se
vota es el catalán, luego en plena guerra civil el vasco y con posterioridad el
gallego.
Si en la Constitución de 1978 se reconoce legítimamente y se protegen los
derechos históricos de los territorios forales y la singularidad del País Vasco y
Navarra, porque no se puede reconocer su singularidad nacional por su lengua e
historia de Catalunya.
Ese reconocimiento de Catalunya necesitaría una reforma de la
Constitución. ¿Es usted partidario de ella?
Claro que sí. Estoy de acuerdo con ella y de ahí se podría hacer una reforma
federal. Sin embargo el periodo preelectoral en el que nos encontramos no es
idóneo para hablar de la reforma de la constitución ni del reconocimiento
singular de Catalunya. Y luego el desarrollo del reconocimiento de esa
singularidad se podría hacer en los Estatutos o en diferentes leyes necesarias
como la Ley de Financiación Autonómica.
Es evidente que este tipo de reforma se debería haber acometido antes. Se ha
hablado muy poco de esta cuestión y ahora nos encontramos con este problema
donde Gobierno Central y Generalitat apenas hablan entre ellos.
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