Revolución Nazi

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18. La revolución nazi
La revolución nazi comenzó de una manera al parecer inofensiva. En el verano de 1932, el régimen
parlamentario se había desmoronado. Ningún canciller podía conservar el apoyo de la mayoría en el
Reichstag, pues los nazis se negaban sistemáticamente a apoyar a cualquier ministerio que no estuviera
encabezado por Hitler, y los comunistas, por su parte, eran opuestos a colaborar con los grupos socialistas. En
enero de 1933, un grupo de reaccionarios compuestos por industriales, banqueros y junkers presionaron al
presidente von Hindenburg para que designara canciller a Hitler.
Estaba dispuesto que sólo habría tres nazis en el gabinete. Pero los auspiciadores del plan no supieron advertir
el tremendo renacimiento de los sentimientos nacionalistas que respaldaban el movimiento nazi. Hitler no
perdió el tiempo y aprovechó al máximo ésta oportunidad. Procedió a intimidar a sus opositores con todas las
armas que poseía, suprimiendo las organizaciones gremiales y tomando enérgicas medidas contra comunistas
y socialistas. Persuadió a von Hindenburg para que disolviera el Reichstag y convocara a nuevas elecciones el
5 de marzo.
Los nazis obtuvieron menos de los votos populares necesarios para asegurarse la mayoría, con un porcentaje
de apenas 288 bancas sobre el total de 647. Pero, sumando los 52 representantes elegidos por sus aliados,
Hitler obtuvo los votos necesarios para que se le acordaran poderes prácticamente ilimitados.
Consolidación del régimen nazi
En el término de pocos mese, otros cambios más drásticos y radicales habrían de sobrevenir. Alemania
altamente centralizado a partir de la destrucción del principio republicano federal. Todos los partidos
políticos, con excepción del nacionalsocialista, fueron declarados fuera de la ley. El control totalitario se
extendió a la prensa, la educación, la actividad cinematográfica y teatral, la radio y muchas ramas del
comercio y la industria. Comenzaron a tomarse drásticas medidas contra los judíos, que fueron eliminados de
los puestos públicos, privados de su ciudadanía y proscritos de toda actividad teatral y editorial,
excluyéndoselos al mismo tiempo de las universidades.
Los radicales del partido se fueron envalentonando, hasta exigir que se prestara más atención a los aspectos
"socialistas" del programa nazi. Una facción interna, acaudillada por Ernest Roehm comenzó a criticar la
política del gobierno, tildándola de excesivamente conservadora, hecho que movió a Hitler a acusarlo de
conspirar para derrocarlo. El resultado fue que Roehm y por lo menos un centenar de sus partidarios fueron
asesinados por Hitler, Goering y la policía secreta. Con el correr de los años, todo el régimen pareció
desplazarse hacia una orientación cada vez menos radical.
Los elementos de debilidad
El imperio nazi, a pesar de su aparente fortaleza, sería derrotado; ante todo por la formidable coalición que
pudo ser organizada en su contra, pero también porque detrás de las apariencias impresionantes escondía
importantes elementos de debilidad. En primer lugar, los propios de todo imperio que, llegado un grado de
crecimiento, ve aumentar proporcionalmente las dificultades de organización y de represión de las oposiciones
que suscita. Agréguese la incapacidad de ganarse la buena voluntad de los aliados y las rivalidades internas
entre la SS, la Gestapo, el ejército y los principales dirigentes que rodeaban a Hitler y pugnaban por
desplazarse los unos a los otros. Súmese igualmente al carácter di Hitler, personalista, reacio a los
asesoramientos y proclive a conducir la política o las operaciones militares dejándose llevar por factores
irracionales; su concepción de la guerra relámpago impidió una preparación industrial para grandes plazos y
una movilización mejor de sus grandes recursos potenciales. Y el panorama se completa con la resistencia
cada vez mayor de las poblaciones sometidas y la organización de movimientos de rebeldía que se
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transformarían en una verdadera guerra de guerrillas.
El fascismo alemán comparado con el fascismo italiano. El racismo.
En cuanto a su filosofía, puede decirse que el fascismo alemán tenía una manifiesta afinidad con su congénere
italiano. Ambos movimientos eran esencialmente colectivistas, autoritarios, nacionalistas, militaristas y
románticos por definición (en el sentido de su antiintelectualismo). Pero mediaban, no obstante, algunas
diferencias manifiestas. El fascismo italiano nunca tuvo una base racial. Si bien es cierto que después de la
formación del eje Roma−Berlín, Mussolini promulgó algunos decretos antisemitas, la mayoría de ellos
parecen no haber sido cumplidos al pie de la letra. Por el contrario, el nacionalismo hizo del factor racial el
pilar central de su teoría, argumentando que la raza aria tenía en los nórdicos sus más perfectos exponentes,
era la única en todo el género humano que había hecho contribuciones realmente significativas al progreso de
la humanidad. Sostenían además, que las grandes obras y las cualidades intelectuales de un pueblo eran
fatalmente determinadas por la sangre. Deducían de ello que ninguna ciencia, literatura i música judía podrían
representar jamás a la verdadera nación alemana. Pero la verdadera razón por la que los nazis persiguieron a
los judíos parece radicar en el hecho de necesitar imperiosamente una víctima propiciatoria sobre cuyas
espaldas descargar la responsabilidad de los graves problemas que afligían a la nación.
Otra de las diferencias entre el fascismo alemán e italiano, reside en el hecho de no haber sido plenamente
desarrollado en Alemania el Estado en su forma corporativa. Por supuesto, una y otra forma de fascismo
implicaban por igual la abolición del derecho de huelga y el absoluto sometimiento de las actividades
económicas al control político, pero en Alemania no existía ninguna forma de representación directa de los
intereses económicos en las altas esferas del gobierno. Los miembros del Reichstag siguieron siendo elegidos
por el sistema de distritos geográficos y el Estado conservó su carácter exclusivamente político. Finalmente,
puede decirse que el nacionalsocialismo era mucho más vehemente y fanático que el fascismo italiano.
El gobierno del Tercer Reich
A pesar de los profundos cambios teóricos del nuevo régimen, se permitió que perduraran muchas de las
formas tradicionales del antiguo régimen. Técnicamente, la nación seguía siendo una república. Hitler añadió
inmediatamente a la autoridad que ya poseía como canciller, la de presidente, y con el consentimiento de la
nación, manifestado a través de un plebiscito, adoptó el título de Fuehrer und Reichskanzler (líder y canciller
del Reich). El parlamento alemán fue también conservado, aunque pasó a ser un cuerpo unicameral reducido
exclusivamente al Reichstag.
Complejidad de los fundamentos de la importancia histórica del fascismo
La importancia histórica del fascismo en cualquiera de sus dos manifestaciones, italiana o alemana, sigue
siendo un tema de controversia que divide a los estudiosos de la historia moderna. Algunos argumentan que
sólo se trató de un movimiento de entronización de la fuerza por parte de los grandes capitalistas empeñados
en rescatar el derrumbe a su agonizante sistema. Pero ni el fascismo de Mussolini ni el nacionalsocialismo
alemán mostraron en sus comienzos ninguna inclinación por proteger los interese de los monopolios. El
propósito que los animaba era diametralmente opuesto; aunque no debemos olvidar que la toma del poder en
ambos casos dependía en alguna medida del apoyo de los terratenientes y capitanes de la industria. Otra de las
interpretaciones de fascismo pretende explicarlo como una reacción de los deudores contra sus acreedores.
Otros historiadores del movimiento lo interpretan como una rebelión contra el comunismo. Lo más probable
es que el fascismo haya sido una combinación de todos esos factores y de otros que no figuran en la lista. Se
podría decir que era un producto del orgullo nacional y de una demanda de fuerza y eficacia para solucionar
los problemas de una sociedad caótica, indescriptiblemente complicada por la segunda revolución industrial y
por la desilusión y el colapso económico que sucedieron al estallido de la primera Guerra Mundial.
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