El pájaro triste. Tomado de http://personal.us.es/vmanzano/ El pájaro triste Había una vez una calle. Tenía muchos árboles, con muchos pájaros y con muchos niños y niñas jugando. En la calle había edificios. Uno de ellos era de color rojo, todo entero. El edificio rojo tenía cuatro pisos: el primero, el segundo, el tercero y el cuarto. En el piso segundo vivía una mujer, un perro y un pájaro. Pero todos no estaban en el mismo sitio, porque el perro, que se llamaba Jaún, y el pájaro, que no tenía nombre, siempre estaban en el balcón. Jaún se llevaba todo el día tumbado en el suelo, mientras que el pájaro vivía realmente dentro de una jaula. Entre las niñas que jugaban en la calle estaba Carmen, una pequeñaja alegre de cinco años. Le gustaba mucho saltar a la comba, ir en bicicleta, hacer teatro y jugar a las carreras. Así que pasaba mucho tiempo en la calle, con sus amigas y amigos. Todos los días, Carmen se quedaba un rato mirando el balcón del segundo piso de aquél edificio rojo. Y allí, dentro de la misma jaula, siempre estaba el mismo pájaro, casi sin moverse, 1 El pájaro triste. Tomado de http://personal.us.es/vmanzano/ dando saltitos de vez en cuando y moviendo las alas muy de tarde en tarde. A Carmen le daba pena aquel pájaro. No podía salir a la calle como ella, ni como el resto de los pájaros, que llenaban las copas de los árboles y que se llevaban todo el tiempo cantando. De vez en cuando, a alguien le caía una caca de pájaro en la cabeza o en la ropa. ¡Son cosas que pasan!. A Carmen, eso le hacía mucha gracia. Pero aquel pájaro en el balcón del segundo piso del edificio rojo, sólo podía hacer caca en el suelo de la jaula. “¿Qué te pasa Carmen, que estás tan callada?” le preguntó una tarde su amigo Diego. “Estoy pensando”, le respondió, “y creo que ya sé qué es lo que voy a hacer”. Carmen había decidido hacer algo. Tenía que remediar la infelicidad de aquel pájaro. “No es justo”, se decía, “Todos jugando y ese pobre animal ahí, enjaulado”. Fue al edificio rojo, dispuesta a buscar una solución. Cuando llegó al portal rojo, se encontró que estaba abierto, así que no tuvo problemas para subir las escaleras hasta el segundo piso. Fue subiendo un poco despacio, para no caerse. Carmen vivía en una planta baja y no estaba acostumbrada a subir escaleras. Esto es muy importante, cuando la gente sube o baja escaleras, tiene que tener cuidado de no caerse, porque si alguien tropieza con un escalón y pierde el equilibrio, puede rodar y hacer mucho, mucho daño. 2 El pájaro triste. Tomado de http://personal.us.es/vmanzano/ Carmen llegó a la puerta del segundo piso y, muy resuelta, pulsó el timbre. Estaba un poco alto, así que tuvo que ponerse de puntillas para llegar con el dedo. Dio al timbre dos o tres veces. Entonces escuchó pasos dentro del piso. Alguien se acercaba a la puerta. La puerta se abrió y Carmen se encontró delante de una mujer muy grande, con el pelo castaño rizado. Tenía puesta una bata y en la mano le colgaba un trapo. “¿Quién eres tú, niña? ¿Qué quieres? ¡No te conozco de nada! ¡Si vienes a pedir algo, ya te estás yendo!”, dijo la mujer de una forma muy desagradable, parecía que estaba enfadada. Pero Carmen no le tenía miedo a nada ni a nadie. Así que le respondió a la mujer, con una voz muy chillona, “¡Hola!, me llamo Carmen ¿Y tú? ¿Cómo te llamas? ¿Te llamas también Carmen, como yo? Y tengo cinco añitos, como todos los dedos de una mano ¿Tú también tienes cinco añitos?”. La mujer se quedó muy sorprendida y pensó “¡Qué niña tan descarada!”. Se agachó hasta que su cara se quedó a la altura de la cara de Carmen y le respondió “No, no me llamo Carmen, soy Juana. Y a ti no te importa cuantos años tengo. ¿Qué quieres, niña?”. Carmen infló los pulmones y le dijo todo lo siguiente casi sin respirar y con la misma voz chillona: “Juana, yo salgo a jugar todos los días ahí afuera, en la calle, y todos los días veo al pájaro que tienes en el balcón, ahí, muy triste, muy quieto. Y me da mucha pena. ¿No te da pena a ti? ¿Te gustaría estar en una 3 El pájaro triste. Tomado de http://personal.us.es/vmanzano/ jaula todo el día? A mi no me gustaría. Yo también estaría muy triste y no tendría ganas de moverme. Yo creo que eso no es justo. Todas las personas y todos los animales deberíamos estar a gusto ¿no? Eso es lo que pienso. ¿Por qué está tu pájaro en una jaula?”. Juana se quedó boquiabierta. Iba a chillarle a la niña, iba a decirle que quién se había creído que era, así, tan pequeñaja y tan descarada. A Juana no le dice nadie qué es lo que tiene que hacer. Iba a cerrar la puerta y dejar a la niña fuera sin darle una respuesta. Iba a hacer todo eso, pero no fue capaz. Ahí estaba Carmen, una pequeña niña de cinco años, muy resuelta y muy valiente. Al final, Juana no hizo nada de lo que había pensado, continuó agachada cara a cara con Carmen y se sorprendió diciendo “Bueno, Carmen, es posible que tengas razón”. Inmediatamente pensó “¿Qué? ¿He sido yo quien ha dicho eso?” y continuó explicándole a Carmen. “Verás, Carmen. Vivo sola, soy ya una mujer mayor y necesito compañía. Si no tuviera el pájaro en una jaula, no tendría ningún pájaro, porque los animales con alas salen volando y yo estaría aquí, todavía más sola. El pájaro aún no canta, no dice ni pío, pero espero que comience a cantar algún día y me haga compañía”. “Pues, ¿Sabes qué es lo que creo?”, le respondió Carmen, “creo que el pájaro no va a cantar nunca, porque está muy triste ¿Por qué no le abres la puerta de la jaula? A lo mejor te llevas una sorpresa.”. 4 El pájaro triste. Tomado de http://personal.us.es/vmanzano/ Juana no había tenido nunca hijos, ni se había casado, ni tenía pareja, ni nada. Desde que se fue a vivir sola, hace ya muchos años, estaba así, sola. Siempre andaba muy enfadada y hablaba muy poco con la gente, ni del edificio rojo, ni de la calle, ni de ningún otro sitio. Así que casi nunca llamaba alguien a su puerta. Se quedó mirando a Carmen y pensó que era una niña muy simpática. “¡Vale!”, dijo Juana, “Vamos a ver qué ocurre. Voy a abrirle la jaula al pájaro. Pero estoy segura que se irá. Y me quedaré más sola que nunca”. Carmen miró a Juana y le dijo “Pues verás, Juana, te prometo que si te quedas sin el pájaro, yo vendré a hacerte compañía de vez en cuando. Sé contar un montón de cuentos y me sé también algunas canciones”. Juana sonrió, cogió a Carmen de la mano y fueron hacia el balcón. Cuando llegaron a la altura de la jaula, Carmen reconoció al pájaro, quieto y triste. Juana se acercó aún más, alargó la mano y abrió la puertecita de la jaula. El pájaro no sabía qué hacer. Se quedó quieto, mirando la puerta abierta. Hacía ya meses que vivía en aquella jaula y ya se había hecho a la idea de quedarse ahí para siempre. Pero, de repente, no lo pensó más y dio un brinco, salió por la puerta y comenzó a volar. Volaba por el balcón, por el salón, cerca del suelo y cerca del techo, pasó por las cabezas de Juana y de Carmen y se le escapó una pequeña caca cerca de Jaún. El perro estaba también muy asombrado y comenzó a ladrar. El 5 El pájaro triste. Tomado de http://personal.us.es/vmanzano/ pájaro salió hacia la calle y voló muy rápido entre las copas de los árboles, saludando a todos los pájaros con los que se encontraba por el camino. “Ya ves, Carmen, se fue”, le dijo Juana a la niña de cinco años. Las dos tenían las manos en la barandilla del balcón y no perdían de vista al pájaro, que volaba como loco de un sitio para otro. Entonces, pasó algo maravilloso. El pájaro se posó en una rama del árbol más grande de la calle, miró hacia el balcón y cantó. Cantó tan alto y tan bien, que los niños y niñas de la calle se quedaron parados, dejaron de jugar y escucharon la canción. La gente que andaba por la acera también se paró y se quedó disfrutando la linda melodía. Un hombre que iba en bicicleta, se paró también y, detrás de él, una fila de coches. Muchas personas se asomaron por los balcones, para escuchar mejor el canto. Fue realmente maravilloso. Y a Juana se le escaparon unas lagrimitas de emoción. Carmen gritó “¡Bien! ¡Bien! ¡Bien! ¡El pájaro ya no está triste! ¡Mira, Juana, mira qué alegre está ahora, mira qué bien canta!”. “¡Tenías razón, Carmen, niña lista, tenías razón!”. Pensaron en un buen nombre para el pájaro y se les ocurrió que podría llamarse Melodía. A partir de ese día, la calle estaba más alegre. Los cantos de Melodía conseguían que la gente sonriera más y estuviera más amable. Los coches, cuando pasaban por allí, iban más 6 El pájaro triste. Tomado de http://personal.us.es/vmanzano/ despacio para escuchar a Melodía y algunas personas de otras calles y de otros barrios, llegaban por allí, paseando, para oír el canto de aquél pájaro feliz, que ya se había hecho famoso en la ciudad. Y Juana ganó tres amigos. Sí, porque Melodía iba a visitarla todos los días varias veces. Se metía en su antigua jaula, que ya no tenía una puerta, sino que siempre estaba abierta. Juana le tenía preparado un vaso de agua y un platito de comida. Y antes de salir de nuevo a la calle, Melodía se acercaba al hombro de Juana y le cantaba una canción para ella. Carmen venía todas las semanas dos o tres veces y le contaba a Juana todos los cuentos que sabía. ¡Ah! ¡Y eso no es todo!. Juana aprendió, gracias a esa niña valiente de cinco años, que hay que respetar a todos los seres vivos, y se preocupó más por Jaún, a quien sacaba a pasear dos veces al día. Jaún también se hizo muy amigo de Juana y le cogió mucho cariño. Y así es esta historia. Hacía tiempo que no tenía noticias de Juana, Jaún, Carmen ni Melodía. Pero ¿Sabéis qué me ha pasado esta mañana?, encendí la radio y escuché el último éxito: una canción de Melodía, que se llama “mi amiga Carmen”. Vicente Manzano-Arrondo 7