El Loco del Martillo dice que la pasaba mejor en la cárcel

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Trama URBANA
Suplemento de Justicia, Seguridad y Policiales del diario Hoy en la Noticia
La Plata, domingo 23 de julio de 2006
CUATRO MESES DE SU LIBERTAD
El Loco del Martillo
dice que la pasaba
mejor en la cárcel
Vive en Virrey del Pino con diez familiares. Dijo que perdió sus años en un penal siendo
inocente, pero que encerrado estaba más seguro. Empezará a cobrar un subsidio pero
quiere que le arreglen la casa. Hace unos días comenzó a caminar solo por la calle
Por Gustavo Battista
De la Redacción de Hoy
A cuatro meses de haber obtenido la
libertad, Aníbal González Higonet,
más conocido como el “Loco del Martillo”, confesó que a veces piensa que
la pasaba mejor en la cárcel. Aseguró
que la Policía lo torturó para que se
hiciera cargo de tres homicidios, contó
detalles de sus 43 años de presidiario y
de cómo son sus días en un barrio humilde de Virrey del Pino, en González
Catán.
El 22 de marzo pasado, la Justicia le
otorgó la libertad condicional y, tras
pasar dos tercios de su vida en cautiverio, salió a la calle.
“Cuando me subí al Renault Megane
de un amigo del Doctor -por Ariel García Furfaro, su abogado- pensé que estaba en un plato volador. La verdad,
me sentí mal. Viajé encorvado. Me
descompuse y vomité dos veces. Nunca había andado tan rápido. Iba como
a 150 kilómetros por hora”, recordó
Higonet.
-¿Cuáles fueron las mayores
sorpresas?
-Los edificios, las autopistas y la pobreza, más que nada la pobreza.
El “Loco del Martillo” vive junto a
su hermana Elsa (65) y la familia de
Carlos, su sobrino. Son diez, seis de
ellos adolescentes, en una casa de chapa en un barrio de viviendas precarias.
Uno de los hábitos de la cárcel no lo
abandonó: apenas entró el fotógrafo de
Trama Urbana le pidió un cigarrillo.
Pero, al ver la caja de unos Viceroy, se
resignó. “Ah, pero no son negros. Dejá, me fumo uno de los míos”. Y sacó
de sus pantalones azules unos armados por él mismo.
Apoyado en un bastón “tumbero”
que le regaló un detenido, se acomodó
en una silla del comedor. Se colocó sus
antiguos anteojos y de la mesa apartó
los restos de unos sandwiches, apoyó
los antebrazos y, mirando fijo al piso,
esperó las preguntas. Todas sus respuestas fueron frases cortas y muy
pensadas.
-¿Cómo va la vida en libertad?
Igual, a veces pienso que la pasaba
mejor en la cárcel.
-¿Quiere volver a la cárcel?
Quiero que me ayuden a arreglar
esta casa.
-¿Qué hace durante el día?
Escucho radio, principalmente los
programas deportivos y tomo mate.
Ahora empecé a caminar. Salgo, charlo
con los vecinos y vuelvo.
-¿Mira televisión?
¿En esto? -y señala un antiguo aparato de televisión-. No, si le faltan todos los botones.
-¿Qué le causa tristeza?
Ver a mis familiares vivir en condiciones tan humildes. Cuando caí
preso, vivía con mí padres. Eramos 11
hermanos, pero teníamos una casa de
material.
Aníbal González Higonet comenzará
a cobrar un subsidio gestionado por el
Patronato de Liberados de la Provincia
y tendrá al IOMA como obra social.
“Gente del ministerio de la Vivienda
me prometió una casa, pero todavía estoy esperando”, se quejó.
-¿Usted mató a martillazos a esas
mujeres?
No. Me “engarronaron”. Me plantaron pruebas. Le digo más, Viviana,
una vecina, me contó una vez que me
visitó en la cárcel que unos meses después de mi detención siguieron los ataques a mujeres con martillos.
“Lo que más me
sorprendió cuando salí
fueron los edificios, las
autopistas y la pobreza...
más que nada la pobreza”
-¿De cuántas muertes se lo acusó?
Creo que de tres. Pero nunca dije
que las maté.
-¿Pero las asesinó?
No. Me detuvieron, me llevaron a la
comisaría y me pegaron para que confesara. Pero cómo iba a confesar si yo
no había sido. Necesitaban culpar a alguien y me agarraron a mí.
-¿Y terminó confesando?
Me torturaron -la voz se quiebra y el
silencio se impone- pero nunca lo ad-
En Sierra Chica, amigo de Puch
Acusado de robar y matar a tres mujeres
Según la Justicia, el 14 de enero de
1963 un hombre entró en la casa de
Emilia Ortiz y, mientras dormía, la
atacó a martillazos hasta que se
desvaneció. De la casa se llevó unas
pocas cosas. Unos días más tarde,
hizo lo mismo en la casa de la señora Torretti y después siguieron siete
ataques más. Entraba en casas de
mujeres solas, nunca intentó un
ataque sexual, robaba muy poco y
golpeaba con el martillo. El 8 de
marzo de 1963 mató a Rosa de
Grosso, el 22 a Virginia González y
el 23 a Nelly Fernández. La psicosis
fue terrible en todo el país.
El 30 de marzo de 1963 fue detenido
Aníbal González Higonet. Llevaba
encima una sevillana y en un baldío
cercano encontraron un martillo.
El 30 de marzo de 1963 llegó a la
prisión. Lo alojaron en el pabellón
8 del quinto piso de la Unidad 1 de
Olmos, junto a los internos
psiquiátricos. Al año lo trasladaron
a la Unidad 9 La Plata. Entre estas
dos cárceles estuvo hasta que lo
condenaron.
A mediados de 1970 llegó a la
Unidad 2 Sierra Chica para pasar
allí 31 años. Fue testigo de revueltas
y muertes. En el trágico motín de
semana santa de 1996 estaba en el
pabellón 8, donde mataron a ocho
reclusos. “Me acuerdo que había
dos bandos que se tenían pica, y
que cuando tomaron el control de
la cárcel se desató una pelea. Yo
habitaba el mismo pabellón que los
de la banda de Agapito Lencina.
Según decían, los de Brandan
Juárez vinieron y mataron a los amigos de Lencina en sus celdas y se los
llevaron a la rastra hasta la
panadería” recordó Aníbal
González Higonet.
En la Unidad 9 conoció a Robledo
Puch y, tiempo después, se reencontraron en Sierra Chica. Eran amigos.
Debajo del tanque de agua, tomaban mate juntos. Hablaban de
política, de fútbol, de la vida carcelaria. “Robledo es muy estudioso,
se había hecho evangelista, pero al
tiempo largó. A lo último, estaba
medio loco”. “Lamentablemente, a
Puch lo violaron -continuó- y,
aunque dicen que es homosexual,
con una faca en el cuello tenía
que aflojar”.
En 2001, el Loco del Martillo pidió ir
a la “cárcel de los viejos”, que en
ese momento funcionaba en Olmos.
Y en 2003 fue a la Unidad 12 de
Gorina, donde conoció a García
Furfaro, en ese momento detenido,
que luego sería la pieza clave para
lograr su libertad.
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mití. Me desnudaban y me acostaban
en una cama de metal. Me vendaban
los ojos, me ataban las manos y los
pies y me pasaban electricidad. Me
trasladaron infinidad de veces desde la
seccional al juzgado, fueron días terribles.
-¿Algunos testigos lo inculparon?
-Que yo sepa, no.
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El terreno de los afectos: la
“mocosa” que no para de
robarle sonrisas a Aníbal
Es hincha de Boca
y está enojado
con Pekerman
El Loco del Martillo es hincha
fanático de Boca. Le gusta seguir
la campaña por radio. Es que la
televisión lo pone tenso. “Estoy
preocupado por la ida de (Alfio)
Basile, espero que venga un buen
técnico”, dijo.
Como la mayoría de los argentinos, siguió de cerca el Mundial
de fútbol de Alemania.
“Menos Pekerman, Riquelme y
Cambiasso, la Selección estuvo
muy bien”. Eso sí, repartió elogios para Messi, Teves y Saviola.
“Me decían que Riquelme estaba
cansado. ¿Cansado de qué? No
tiene que jugar más en la
Selección”, sentenció.
Hace algunos días que González
Higonet empezó a integrarse un
poco más. “Ahora sale solo y
hace algunos mandados. Por lo
menos habla con los vecinos y se
lo ve un poco más animado”,
contó Elsa, su seguidora hermana.
Los años y el encierro hicieron
mella. A los 69 años, Aníbal tiene
algunos problemas crónicos de
salud. Usa anteojos y tiene presión alta y algunos inconvenientes
cardíacos. Todas las mañanas y las
noches tiene que tomar unas
cuantas pastillas. También padece
artrosis y dolores de espalda.
Todavía lo acompaña un bastón
que le regalaron en la Unidad 12
de Gorina.
Trama URBANA
La libertad condicional que
sentó jurisprudencia
El beneficio condicional que le
fue concedido al Loco del Martillo
por la titular del juzgado de
Ejecución Penal n° 1 de La Plata,
Claudia Matilde Marengo, sentó
jurisprudencia y puede beneficiar
a otros presos condenados a más
de 25 años de prisión, aun cuando
sean reincidentes. Así lo expresó
el abogado de González Higonet,
Ariel García Furfaro.
“A pesar de que González
Higonet era reincidente, ya que
había purgado otra condena
Después de seis años, la Justicia lo
condenó a reclusión perpetua. Pasó
43 años entre rejas. Salió viejo, encorvado, con bastón y con problemas
cardíacos.
Nunca formó pareja ni pudo tener
hijos. “Cuando lo detuvieron, los vecinos no lo podían creer ni yo tampoco -dijo Elsa, su hermana-. Lo que pa-
antes de ser condenado por los
tres crímenes, la jueza tuvo en
cuenta la gran cantidad de años
que pasó preso y otorgó la libertad condicional”, remarcó. El
letrado afirmó: “Hace un año que
asisto a González Higonet y a
otros presos ancianos del penal
de Gorina que padecen abandono
legal y afectivo”. García Furfaro
estuvo preso por lesiones y
completó en prisión la carrera
que había iniciado en la
Universidad de Buenos Aires.
sa es que él había estado en la cárcel
por ratero y necesitaban acusar a alguien de las muertes.
-¿Es inocente?
Yo creo que sí -sostuvo Elsa-. Siempre fue muy bueno. Y principalmente
con sus sobrinos. Casi todos los días
los llevaba a la General Paz, a los juegos de la plaza.
La familia de Aníbal González Higonet, el Loco del Martillo, nunca lo
abandonó.
Durante los 43 años de detención recibió cada quince días la visita de su hermana Elsa y, hasta
que falleció, la de su madre. Se llamaba Elisa.
González Higonet proviene de
una familia humilde y trabajadora.
Tenía siete hermanos y cuatro hermanas. Su padre trabajaba en el frigorífico La Foresta de Mataderos.
Aníbal también se desempeñó ahí
por unos meses.
Elsa fue una hermana fiel. A pesar
de las penurias económicas siempre
se las rebuscó para ver a Aníbal. “Al
principio lo veíamos bastante bien,
pero con los años, y principalmente
cuando estuvo en Sierra Chica, se
deterioró bastante. Siempre nos pedía que no lo visitáramos, que él estaba bien, pero no lo abandonamos”, comentó.
Confeso ladrón, el Loco del Martillo purgó una condena de cinco
años antes de que lo acusaran de las
muertes de mujeres. “Sí, era ratero.
Robaba pavadas y las vendía. Pero
nunca fue un asesino”, afirmó Elsa.
La noche que llegó a la casa, aquel
22 de marzo, lo recibieron con milanesas y tortillas de papa, su comida
predilecta. “Hay días -relató Elsaque está un poco nervioso. Se siente
invasor. Pero acá nadie le mezquina
nada”.
En la vivienda de Virrey del Pino,
comparten los días con el argentino
que pasó más tiempo preso Carlos y
Norma, sus sobrinos, y Adrián (24),
Leonardo (20), Dina (18), David
(15), Matías (14) y Karen (12), sus
sobrinos nietos.
En una casilla aledaña vive
Evelyn, de 18 meses. “La mocosa lo
vuelve loco. Es la única que le roba
sonrisas todo el tiempo a Aníbal”,
dijo Matías.
“Necesito que me ayuden para devolver todo lo que me da mi hermana. Ella trabaja planchando y doblando ropa, pero apenas alcanza
para la comida”, comentó el Loco
del Martillo.
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