Una obra maestra de relojería literaria

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Una obra maestra de relojería literaria
FABIO RODRÍGUEZ AMAYA Universidad de Bergamo
Murió prematuramente. Demasiado pronto para una artista que apenas había
alcanzado la plena madurez o, quizás, en el momento elegido, mas sin embargo anticipando a
la crítica amodorrada y al gran público saturado inconscientemente por un irracional y salvaje
mercado editorial. La verdad es que sólo hoy se comienza a descubrir su existencia y a
soslayar sus libros con estupor.
De 1971 a 1995, aun a pesar de que la enfermedad y la indiferencia hayan
acompañado en reserva y soledad la redacción de la entera obra –y no obstante la falta del
merecido reconocimiento–, ha primado obsesivamente la certidumbre de ser artista: una
escritora total y un ser íntegro, cognición tan difícil de encontrar en la atormentada segunda
mitad del siglo que acoge la formación y la producción de la escritora colombiana Marvel
Moreno.
No obstante el exordio «tardío» –en 1969, apenas cumplidos los treinta años, en la
revista Eco y en el «Magazín Dominical» del diario liberal independiente El Espectador de
Bogotá con el relato «El muñeco»–, la relación de Marvel con la escritura comienza
prematuramente, a la edad de siete años, bajo la guía de su padre quien la «inicia» a la lectura
–El libro de los muertos, La Biblia y Don Quijote– y a los quince, por obra de un arrebato
adolescencial, con la escritura de una novela, destruida enseguida por fortuna para la historia
de la literatura y la suya personal. Todo esto sucede en Barranquilla, puerto industrial de la costa caribe colombiana,
ámbito babélico y cosmopolita y sólo en apariencia periférico y provincial respecto a la
capital: Bogotá es definida desde mucho tiempo atrás y con presunción «Atenas
suramericana», para el júbilo de una mediocre y farisea oficialidad de la cultura y de un grupo
de poeticas de café que –salvo contadas excepciones– se complace desde siempre por su
altanero desprecio hacia la provincia, que es en realidad la auténtica generadora de la nueva
literatura.
Entre los talentos activos, que son de la capital y se forman o llegan a ella de otras
regiones figuran León De Greiff, Eduardo y Jorge Zalamea, Aurelio Arturo, Alvaro Mutis,
Hernando Téllez, Pedro Gómez Valderrama, Elisa Mújica, Nicolás Suescún, Jorge Gaitán
Durán, Marta Traba, Eduardo Cote Lamus, Carlos Perozzo, Policarpo Varón, algunos
«Nadaístas»: Armando Romero, Gonzalo Arango y otros jóvenes aislados como Fernando
Cruz Kronfly, Germán Caicedo, Marco Tulio Aguilera, Augusto Pinilla, Luis Fayad, Freddy
Téllez y Roberto Rubiano. El centro ignora la periferia, sobre todo la de las regiones de Antioquia –el «país
paisa»–, el Valle y la costa pacífica, tierra de autores de la talla de Manuel Mejía Vallejo,
Rocío Vélez, Darío Ruiz Gómez, Alba Lucía Angel, Ricardo Cano Gaviria, Jaime Jaramillo
Escobar, Gustavo Alvarez Gardeazábal, Umberto Valverde, Oscar Collazos o Juan Manuel
Rocca. También la costa caribe sufre el mismo tratamiento, a pesar de que en esos años se
encuentre en el pleno fervor de la renovación y la creatividad. Lo testimonian, en efecto, la
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obra y la vida de intelectuales, artistas y escritores –además del renombrado «Grupo de
Barranquilla»: Ramón Vinyes, José Félix Fuenmayor, Germán Vargas, Alvaro Cepeda
Samudio, Gabriel García Márquez, Alejandro Obregón– de la importancia de Héctor Rojas
Herazo, Enrique Grau, Manuel Zapata Olivella, José Stevenson, Fanny Buitrago, Antonio
Mora, hasta los por entonces exordientes Ramón Illán Bacca, Norman Mejía y los más
jóvenes Darío Morales, Roberto Burgos Cantor y Julio Olaciregui. Todos son
contemporáneos de Marvel en su período formativo.
La verdad es que la incontrastada afirmación en el mundo de un escritor como García
Márquez suscita un momento de ruptura y desequilibrio en la literatura colombiana. Son muy
pocos los escritores, cuantos bastan, los que logran superar la aplastante influencia del autor
de Cien años de soledad, para emprender nuevos caminos expresivos y de alta calidad
estética.
Cierto es que los más se adaptan como borregos inofensivos, o lobos agresivos, en dos
vertientes: los que se lanzan al carrierismo, al arribismo desenfrenado o al sectarismo
ideológico –derechista o izquierdista– a través de una escritura irracional, supuestamente
urbana, sicológica, ilustrada, enciclopédica, comprometida o intimista; y los que se acomodan
en los puestos gubernativos de la oficialidad reaccionaria de la cultura y pontifican desde las
curules parlamentarias, desde las embajadas o desde las mullidas poltronas de Colcultura, en
suma, desde los vértices del poder o desde la secretaría de la presidencia, con el objetivo de
construir una memoria que falsee la verdadera memoria histórica con la presunción y la
arrogancia del pensamiento débil y señorero de todo lo que cultura no es. Aparece evidente también la falta de una escuela crítica sólida que oriente y no se
limite al comadreo o al elogio fácil. Rafael Gutiérrez Girardot, Ernesto Volkening, Eduardo
Camacho Guizado, Michael Palencia Roth, Carlos Rincón y Helena Araújo son paradigmas
ejemplares, en sus diferencias, de la tentativa de producir un nuevo y profundo aporte crítico. Por otra parte se verifica una doble circunstancia: hay quienes permanecen en
Colombia y quienes eligen la vía del exilio; entre estos últimos Marvel Moreno. El hecho es
que entre los mejores, dentro y fuera del país, se verifica la ruptura con una literatura
amodorrada, que mantiene sus raíces en el respeto de un lenguaje académico, de una retórica
anquilosada, en el regionalismo de manera, en el tratamiento superficial que se le da al tema
de la violencia patológica y lacerante que caracteriza al país o en una literatura floja e
insípida.
Afincados en su Colombia nativa pero conscientes de pertenecer también al mundo,
estos escritores realizan una inédita interpretación del realismo, acercándose con ojo crítico y
vivaz al lenguaje popular, a la elección de nuevos temas y estilemas, al irreversible fenómeno
de la urbanización y a la recuperación de fantasmas obsesivos; rasgan el manto de silencio
tendido por la violencia y el ostracismo de la cultura de régimen que se impone desde lo alto
en la tentativa de acallar una voz que se apresta a volverse elevada, libre y autónoma.
Precisamente en este momento, en la década de los setenta, Marvel publica cuatro
relatos; se trata de publicaciones esporádicas, pero suficientes a cualificarlos en una historia
de la literatura que rebasa las fronteras colombianas para retar la esfera enorme de la entera
lengua española. Es necesario, sin embargo, esperar la aparición, en 1981, del primero de los
tres libros publicados en vida por la autora: Algo tan feo en la vida de una señora bien.
Alejándose del ingenuo realismo o de las etiquetas limitantes y a la moda del realismo
mágico o del real maravilloso, Marvel logra proponer formas expresivas inéditas, superando
en el plano temático, lingüístico y formal el arrollador boom latinoamericano. Fenómeno, este
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último, que ella vive muy de cerca a sus protagonistas durante un breve pero intenso período,
para luego alejarse conscientemente al no compartir los roles literarios y extraliterarios
asumidos por ellos y eligiendo la soledad para dedicarse por entero a la composición de su
obra.
Amalgamando en una receta intencionalmente celada y decididamente secreta muchos
ingredientes –fantasía, imaginación, experiencias de vida real, capacidad fabulatoria, ecos de
historias escuchadas de niña, pero sobre todo conocimiento de un mundo mestizo y urbano en
rápida transformación, provisional y destinado al olvido– la autora impone la vertiginosa
necesidad de afirmación de una realidad que va de la personal a la de Barranquilla, para
alcanzar a largo plazo el universo narrativo de una entera comunidad humana.
A partir de esta fecha, en tres momentos, se produce la lenta y parsimoniosa entrega
de su producción: en 1987 la publicación de la novela En diciembre llegaban las brisas,
traducida en Francia e Italia, logra un inusitado y espontáneo éxito de público y de crítica; en
1992 la edición del segundo libro de cuentos El encuentro y otros relatos, en 1994, en fin,
cuando sigla la novela inédita El tiempo de las amazonas, que la escritora logra reelaborar en
una segunda versión, a la que se suman ocho nuevos cuentos hasta pocos días antes de morir. Considerada en su conjunto, la narrativa de Marvel Moreno se puede definir, sin
excitación alguna: «obra maestra de relojería literaria». A lo largo de veinticinco años de
actividad ininterrumpida, salvo por gravísimas dificultades económicas y de salud, la
escritora colombiana con tenacidad y obstinación diseña, persigue y logra una idea de
perfección conceptual, poética y lingüística. Se trata de «obra maestra» por la cualidad del
objetivo y de «relojería» por la minucia, elaborada gracias a una pasión y a una paciencia
extremas, con la que logra focalizar y rematar una idea absoluta de mundo, equilibrado y
casi diabólico en su micro mecanismo estructural.
Para elaborar una obra de tal alcance y limarla hasta la definición exacta de los
elementos que la constituyen, Marvel recurre al menos a cinco métodos de pensamiento y de
escritura: 1. la precisión analítica, 2. el saber oblicuo, 3. la lucidez distante, 4. la poética
eversiva y 5. la renovación lingüística.
Estas cinco características permiten reconocer sólo los instrumentos, no la naturaleza
de la trayectoria literaria, que evoluciona como la búsqueda del punto de foco para lograr una
imagen de rigurosa y aplastante definición: de la memoria autobiográfica a la metáfora de una
realidad, a la realización de una idea de mundo, a la contextualización de una realidad
histórica objetiva. En esta pausada y cabal expansión del contexto, que va del yo al mundo, de
lo subjetivo a lo objetivo, de la memoria personal a la realidad histórica, se realiza un deseo,
se concretiza un proyecto que para muchos escritores se queda en la utopía: lograr
transformar el material anecdótico de la vida de un único individuo, a través de la sola
conciencia narrante, en una idea de mundo total e inextricable. Se trata sin duda alguna de un
esfuerzo imane, de una labor titánica.
Si es posible individuar con absoluta certidumbre cinco métodos de pensamiento y de
escritura y sugerir la entidad y el espesor del itinerario literario, frente a un proyecto de tal
magnitud y significación en la historia de la literatura contemporánea resultaría audaz y
presuntuoso formular conclusiones definitivas, al menos por los siguientes cuatro motivos.
El primero: la proximidad cronológica de la muerte de Marvel impide tomar las
distancias necesarias y la perspectiva indispensable que permitan fijar su importancia en un
panorama literario que abarca algunos siglos.
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El segundo: la vida y la obra de Marvel Moreno son unitarias e indivisibles, porque las
memorias de la primera sirven siempre como materia prima para la elaboración de la segunda.
El tercero: que es consecuencia del anterior: la actitud en cualquier modo posesiva y
secreta de Marvel respecto a su obra y a su vida privada constituye una barrera insuperable
respecto a algunos elementos tanto de su estrategia escritural cuanto de las memorias
dramáticas de su experiencia personal; de esto deriva que un análisis crítico, científico y
riguroso requiere un trabajo de investigación que hasta hoy el tiempo no ha concedido.
El cuarto: en la medida en que resulta difícil establecer si El tiempo de las amazonas,
su novela inédita, es una obra terminada o no, se puede sólo intuir la dirección que toma la
obra literaria, pero es aún imposible definir el vértice generado por la trayectoria de tal
dirección.
En otras palabras, el tiempo no concede aún una perspectiva histórica necesaria, la
vida y la obra aparecen inextricables, la dimensión de las dos resulta oculta y la obra se
interrumpe en un punto impreciso.
No obstante todo esto, es posible demostrar la autenticidad de la afirmación de obra
maestra de relojería literaria, las modalidades compositivas según cinco argumentos así como
también la naturaleza del proyecto literario. Tales elementos no se consideran exhaustivos,
sino quieren limitarse a servir de primera y provisional base para el verdadero objetivo de un
trabajo crítico: la ubicación del nombre de Marvel Moreno, al menos por ahora, en un espacio
importante de la entera historia de la literatura de lengua española. La precisión analítica
«La supuesta pereza intelectual de los artistas significa trabajo creador del
inconsciente», escribe Marvel Moreno en El tiempo de las amazonas. Con dicha afirmación la
escritora colombiana se propone definir la relación de continua elaboración e interpretación
que vincula a un artista al mundo que lo circunda.
La obra de arte o literaria, por consiguiente, aparece sólo como parcial y provisional
resultado de una búsqueda infinita que involucra la entera trayectoria creativa de un autor y
que se desarrolla principalmente en su inconsciente. Por esta razón, el interés de Marvel
respecto a la experiencia humana no se limita a la captación o a la crítica del pensamiento de
su propia obra o de la de otros autores. Por el contrario, ella supera tales límites y va más allá,
en la difícil tentativa de capturar la esencia, la médula de la naturaleza creativa.
Si se acepta como válido el concepto de que la creación es un acto continuo y sin fin,
cualquier elemento de la realidad que tenga un nexo con tal facultad se transforma en sujeto
de análisis que tiene siempre como objetivo último el extraer un núcleo cognoscitivo del
evento, de la acción o del pensamiento. Dicho núcleo existe sólo en todo aquello que
desencadena interés en una conciencia creadora y sienta las bases de agregación principal de
los elementos que configuran la reflexión o la especulación intelectual de un individuo. Si la
reflexión aparece como presunta «pereza», esto depende del estrato subconsciente en el que
se verifica la elaboración entre núcleo cognoscitivo y pensamiento. Aquí precisamente se
configura la suma atención y la exactitud que requieren la elección, el análisis, la crítica y la
deducción de los elementos tomados en consideración.
Entre muchos, un ejemplo: en «La eterna virgen» una joven secretaria comienza a
construir castillos en el aire sobre un futuro que no se materializa en la realidad, fantaseando
una relación escuálida con su jefe construida según el más perfecto prototipo de la telenovela;
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en la imaginación o en el sueño se mezclan una multitud de elementos como son el reavivarse
de la pasión, la fuga de amor, la playa y el mar como marco ideal, el deseo de transgredir un
código moral o social establecido. Todos los componentes del sueño configuran un cuadro
completo de la tipología de la mujer pequeño burguesa y arribista y, a la vez, abarca
minuciosos detalles, profundas reflexiones y nimias cavilaciones. Sin embargo, el entero
cuento, se desarrolla en un flujo temporal hacia atrás, porque el único evento real se verifica
en un brevísimo instante, al final del texto, en el que el jefe abre una puerta y le comunica que
va a realizar un viaje acompañado por otra persona.
A partir de un acontecimiento fútil, en apariencia insignificante y privo de
consecuencias sobre los personajes, Marvel propone un cuadro de expectativas
extremadamente complejo y articulado, en el que analiza con una precisión obsesiva y casi
exagerada todo posible estado de ánimo y de imágenes que atiborran el sueño a ojos abiertos
de la secretaria. Sea en reconstrucciones estructuralmente complejas como ésta, sea en otras
soluciones literarias, la escritora persigue siempre el mismo objetivo: analizar con exactitud y
a cabalidad todo lo que ocurre en el ánimo y en el pensamiento de un personaje en relación a
la singular percepción que tiene de la realidad, para confrontarlo con la esfera de la
objetividad. En el caso específico de la secretaria, el abigarrado subseguirse de eventos
imaginarios se confronta con la mezquindad del rol social del personaje y con la absoluta
inconsistencia del suceso.
El anhelo por dominar la totalidad de la condición del ser humano que aparece como
presupuesto de la pesquisa a través de la escritura se explica en esta metodología adoptada
que, en En diciembre..., alcanza incluso a desempeñar un papel protático en la obra. Por
precisión analítica se entiende, en síntesis, la identificación del núcleo cognoscitivo de toda
entidad de lo real en grado de suscitar interés en la mente de un personaje y la capacidad de
restituir tal nexo de forma total por medio de una o varias imágenes literarias.
Aparece claro sin embargo que tal actitud, casi del todo inédita en la experiencia
literaria latinoamericana, excepción hecha por ejemplo de algunos textos de Borges, es más el
resultado de un asimilado racionalismo francés, por parte de Marvel, que del substrato
cultural del Caribe en el que ella afinca las raíces de su virtuosa obra literaria.
El saber oblicuo
Resultan evidentes dos matrices culturales, sólo en apariencia antagónicas: la primera,
herencia francesa de la cultura occidental en clave racionalista, complementada por la lectura
de los grandes clásicos antiguos y modernos; la segunda, raíz multiétnica y polifónica del
mundo caribe, que engloba una amalgama entre las culturas de origen africano y tradición
amerindia, de experiencia criolla y memoria colonial blanca. No existe dicotomía alguna
entre estas dos fuentes autónomas, porque la capacidad de asimilar y mestizar en un nuevo
contexto, típica del mundo caribe y característica autobiográfica, le permite a Marvel
apropiarse de un bagaje de conocimientos culturales externos sin disminuirles su importancia.
En otras palabras: la raíz caribe de Marvel Moreno emerge asumida y asimilada de
modo tan consciente, que le permite adicionar al propio patrimonio cultural experiencias en
apariencia tan lejanas de su mundo de origen, sin deformarlas o caricaturizarlas. Su lectura de
El Quijote, de la Comedia o de La Iliada, por ejemplo, no se transmuta en un mestizaje
desarraigado de la perspectiva histórica a amplio radio de acción de las tres obras citadas. Por
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el contrario, ofrece tres claves más para acrecentar la interpretación de la condición humana
que es, sin duda, argumento de fondo de su exploración personal.
Tal libertad en el uso de las fuentes literarias o históricas propias y ajenas la conduce
inevitablemente a ejercer otro tipo de libertad cual es de la transmisión del saber que, en la
escritora, se vuelve literalmente oblicuo, porque se da el lujo de transitar a sus anchas
disciplinas diferentes, seleccionando de modo deliberado sólo algunos aspectos, para definir
una búsqueda autónoma, exenta de cualquier dogma y rica en la experimentación no formal.
Desbordar los cánones del experimentalismo formal para ejercer uno de contenido
significa, en este caso, apropiarse del conocimiento de manera profunda, liberándose de los
límites y de las trincheras existentes entre las más variadas disciplinas del saber, lo que le
permite atravesar con la más absoluta autonomía diferentes escuelas del pensamiento.
Son tres los ámbitos que aparecen como predilectos y a los cuales Marvel hace a
menudo referencia: el sicoanálisis, el marxismo y un cierto existencialismo. Tales escuelas no
se asumen tout court, ni identifican en lo más mínimo la obra dentro de un límite ideológico o
cultural. Por el contrario, muchos métodos, temas y asuntos que derivan principalmente de
Marx, Engels, Marcuse, Sartre, de Beauvoir, Camus y de Freud, Jung y Reich, como pueden
ser el modus dialéctico, el uso del arquetipo o del mito, son aplicados libremente según un
esquema exquisitamente narrativo o un anhelado objetivo poético que sobrepasa sea el límite
de la especialización de tales disciplinas así como el cultural de su contexto. Otro campo al que se recurre con frecuencia y que alcanza una singular importancia es
la historia, entendida como el cúmulo producido por la estratificación de experiencias
fundacionales y significativas y no como la sucesión de hechos eclipsados por ideologías o
por estructuras de poder. No se trata, en el caso de Marvel, de captar un acontecimiento
histórico en su perspectiva, sino de desentrañar los mecanismos que lo generan. En esta
óptica resultan ambivalentes el uso del mito, de las leyendas populares del Caribe, así como
también el uso de la historiografía, de la historia oral y escrita, de la memoria oficial como de
la subterránea o alternativa, de la enumeración enciclopédica como de la anécdota. De aquí se deduce un interés particular de la escritora colombiana por el sentido de
narración que transmiten una historia o la Historia. Sin embargo, sea ésta mito o reevocación
o crónica o celebración, lo que prevalece es la estructura de la narración, no los
acontecimientos en sí; casi como si la Historia fuese un ensamblaje de mecanismos del
mismo reloj que, con el tiempo, no cambia. La historiografía en cuanto tal se convierte pues
en un desteñido telón de fondo, ante el cual, pensamientos, personajes, objetos y eventos se
encajan para plasmar la acción en primer plano. Tal uso de la historia y de su sentido
resultarían frágiles si no se tuviera en cuenta la calidad de todo lo que aparece en dicho
primer plano.
La elección de los temas en la obra permiten columbrar el alcance de la construcción
de los mecanismos narrativos. Se trata de grandes temas que encuentran su origen en una
sólida y profunda concepción de los fenómenos humanos: la muerte, la soledad, el poder, el
amor, la incomunicabilidad, la violencia, la alienación, el eros, la sexualidad, lo inalcanzable,
lo inacabado.
Sin temor a exagerar es posible afirmar que, a través de un saber oblicuo que se sirve
sin prejuicios de las más variadas disciplinas, Marvel Moreno logra captar de modo veraz
todos los aspectos que configuran al ser humano, agrupándolos en categorías nuevas y
sorprendentes, para restituirlos de modo anárquico y sin embargo unitario y compacto. Esta
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consecuencia es producto de una rara conciencia respecto a la personal herencia cultural y a
una lúcida perspicacia del uso de las fuentes.
La lucidez distante
Tratando temas intensos y que suscitan una implicación emotiva gracias a su estrecha
relación con el inconsciente del lector –y del autor–, es fácil caer en una trampa ética o
autobiográfica. Si a esto se suma que una buena parte del material narrativo del que se sirve
Marvel es fruto de experiencias directas y vividas en primera persona, una lectura crítica
debería al menos vislumbrar una cierta participación o un pathos de la autora con lo que
narra. Si se observa, en fin, la ambición de un proyecto literario que apunta a restituir las
pequeñas glorias y las grandes miserias de la condición humana, las expectativas y las
reacciones ante el texto inducirían a encontrar un juicio, o al menos elementos que denuncien
la presencia o la participación directa de Marvel en lo que narra. Nada de esto sucede.
La capacidad de romper los vínculos con la materia tratada es tal que se genera una
absoluta y distante lucidez entre su propia conciencia y el texto, el proyecto narrativo, los
personajes, los acontecimientos y los ámbitos. El pacto autobiográfico con los personajes se
respeta a tal punto que se anula cualquier tipo de presencia de la autora en su obra. No hay un
juicio, no hay emociones, no hay participación por parte de quien escribe: el texto y sólo el
texto deben restituir un mundo completo, sin ceder a presión alguna o ceder ante nada. De
este modo un muro de cristal impenetrable se interpone entre quien escribe y quien lee.
Los cuentos y las novelas, que producen un impacto emotivo a menudo devastador y a
veces de gran intensidad lírica, esconden por completo la posición personal de su creadora.
Cuanto más aparecen elementos autobiográficos tanto menos resultan reconocibles, incluso
para aquellos lectores que han conocido a Marvel tan de cerca. Ningún indicio, en la entera
obra, permite intuir quién genera y cómo se genera esta extraordinaria máquina narrativa que
parece escribir sola y solemne en su grandiosidad.
Marvel permanece lúcida hasta el final, fijando las distancias que no son desinterés,
sino un destilado de respeto, pudor y discreción. Su exploración en los meandros del alma
humana brinda segmentos de violencia irracional y tanatófila de modo subterráneo, echando
mano a la metáfora. Detrás de la figura de Madame Yvonne, por ejemplo, no se perfila la seductora y feliz
matrona de un burdel parisino que ha llegado al Caribe como vendedora de sueños o una
despiadada conocedora de las debilidades de un grupo social, que tiene la certidumbre del
desprecio que le atribuyen a su papel, sino que toma forma la juez severa de un mundo mucho
más corrupto que el suyo. Sin embargo lo que aparece ante los ojos del lector es una fiesta de
carnaval, aparentemente lejana del verdadero conflicto. La totalidad de la novela En
diciembre.. se estructura según lógicas de violencia sumergidas por una superficie de la
percepción de lo real que las enmascara; en la inédita El tiempo de las amazonas las
apariencias se cancelan definitivamente, para mostrar los colores sangrientos de la violencia,
privada de cualquier tipo de atmósfera en grado de atenuarla.
Si el distanciarse es lúcido, la visión de la tragedia no se vuelve complaciente o
despiadada; por el contrario, estas imágenes devienen por sí solas una fuerte denuncia, un
grito que no proporciona una visión negativa del mundo, sino un conglomerado de energía
que le permiten a la vida triunfar sobre la muerte o sobre la destrucción, superándola por sus
cualidades y no como resultado de un conflicto dialéctico.
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La ausencia de un yo que narra en primera persona o de un auténtico y único
protagonista en los textos de Marvel aparece como índice de perenne neutralidad: incluso
Lina, voz narradora de En diciembre..., no expresa jamás una opinión, no sugiere un juicio,
no toma partido por ninguno y se limita a transmitir, sin asumir un rostro o una expresión,
acontecimientos intrincados, trágicos y arrolladores que ven involucrados a más de sesenta
personajes en un lapso de ciento cincuenta años de historia. En términos más estrictamente
filológicos, el epos en la narración se encuentra mucho más cercano de La Iliada que de La
Odisea, si se acepta con la primera la recreación de los eventos de un mundo compacto y
configurado por una multitud de personajes y con la segunda la narración de un mundo que se
transforma y se subsigue a partir de las vicisitudes de un protagonista.
La poética eversiva
Al tratar temas mayores de la literatura con el objetivo de comunicar una exacta,
analítica, lúcida y distante visión de la condición humana, Marvel Moreno debería a rigor de
lógica apelar a la experiencia de sus contemporáneos, servirse de los modelos de
experimentación formal o sacar partido de los mitos y de los arquetipos consolidados, entre
otros, por García Márquez, Carpentier o Cabrera Infante, para permanecer en ámbito caribe.
Otra vez la elección de su itinerario creativo sorprende y la coloca ante un avisado lector
como voz del todo autónoma.
Para ser correctos, casi ninguna de las categorizaciones actuales permite colocar con
facilidad la voz de Marvel Moreno. En el conjunto de su obra no existe descripción, al
contrario de cuanto se verifica en la literatura coeva a la suya –tan vinculada y complaciente
con la anécdota en la que se regodea–, porque el interés se concentra sobre la aguda reflexión
de los personajes en torno a un evento o a un diálogo; no hay impresionismo, peligro que
anula gracias a su obsesivo raciocinio y, sobre todo, por una tendencia hacia una poética más
cercana al expresionismo; su literatura no posee un carácter naturalista, porque no tiende
jamás a reproducir un cuadro, limitándose a su percepción objetiva, sino que utiliza siempre
tales imágenes para insinuar, sugerir o aludir a un concepto hermético, oculto y críptico; del
realis­mo perdura sólo la técnica, no los temas, porque la lógica narrativa se desquicia a
través de la acumulación de flujos de conciencia y de imágenes torrentosas dentro de un único
cuadro demoledor y aplastante por su coherencia lógica, no realista. La ausencia de un escenario que haga las veces de guía cultural o ideológico y la
sublimación de los elementos que configuran el mundo caribe permiten ubicar la obra de
Marvel en el ámbito de la literatura urbana, categoría emergente y en vías de consolidación en
el universo de las letras hispanoamericanas de este siglo, en el que predominan aún obras que
pertenecen al real maravilloso, al realismo mágico, al indigenismo, a la negritud, a un cierto
neo barroco o a formas regionalistas. Marvel se exilia de la magia de los eventos y del
telurismo de una naturaleza lozana y fagocitaria para adentrarse en los meandros urbanos, en
las cloacas existenciales, en la miseria afectiva, en el eros desencadenado, en la vida sórdida
de las barriadas, en el dolor cósmico de los seres, en la violencia sicológica y física para
recomponer, así, un moto a luogo innovador y sorprendente.
Es indudable que Marvel utiliza elementos locales: la reconstrucción de la
Barranquilla de los años cincuenta tiene una precisa colocación cultural y geográfica; sin
embargo la posibilidad de recrear ese mundo cerrado en su localismo provincial le sirve como
coartada para realizar una metáfora del mundo; en este sentido cualquier ambientación por
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mano de Marvel es instrumental para configurar un espacio social y humano mucho más
amplio y universal; el Caribe, usado como telón de fondo o escenario en la primera novela, es
substituido en el segundo libro de relatos, hasta desaparecer por completo en su obra inédita.
Marvel opera a partir del plano local para alcanzar el universal sin atravesar el regionalismo.
Dicha operación no es sólo ambiental, sino que acomete su entero proyecto poético: de la
conciencia que raciocina a la concepción de humanidad sin atravesar el yo o el protagonista;
de la presentación de un detalle a una configuración total de la realidad sin pasar por la
descripción de una ambientación; de la caricaturización de algunos personajes a la
deformación grotesca de los comportamientos humanos individuales y colectivos sin
detenerse en las tipologías de los caracteres; de la anécdota al mensaje poético universal sin
pasar por el tratado teórico­descriptivo; del uso de vocablos de la jerga local a la
interpretación de la lengua española sin detenerse en las diversas acepciones colombianas o
latinoamericanas. Una poética tal, en grado de alcanzar la dimensión clásica planetaria sin
tener que recurrir a los instrumentos y a los métodos que derivan de lo clásico, se puede
definir a pleno título y sin titubeos eversiva. No se trata de eversión en los contenidos, porque
por clásica se entiende aquí la indagación literaria que busca soslayar y retratar la condición
humana en su totalidad, sino de eversión cualitativa porque, con instrumentos para nada
ortodoxos o inconsuetos, logra los fines que se propone de manera autónoma e incontestable.
La capacidad intuitiva –o animalesca o instintiva– para soslayar matices escasamente
perceptibles si no por un ánimo agudo y lúcido configura un elevado nivel cualitativo de la
narración que se puede definir pálpito, porque aparece impregnado de una gran aliento lírico,
que logra convivir con su dimensión antitética y que, a mirar bien, estructura la obra: el epos.
La narrativa de Marvel Moreno se desarrolla dentro de un epos humano y no heroico –ningún
personaje de esta obra es héroe, o antihéroe o ahéroe–, dentro de un epos que significa gran
sistematización de los seres humanos, debida a una visión totalizadora y totalizante, en
relación a un concepto bien definido y exacto de mundo y a una cosmovisión íntegra y
siempre en embriagador y audaz movimiento transformador.
Características de la breve mas intensa producción son algunos elementos de fondo
perceptibles en sus relatos y novelas. Los dos primeros, de gran impacto ético, emergen con
la denuncia contra el poder y la ortodoxia –no importan el color o la bandera– y con la
rebelión contra el moralismo camandulero y pseudocatólico de una burguesía en decadencia.
Si tales posiciones parecen tener una connotación política, derivan en realidad más de una
acentuada tendencia hiper realista, que exaspera las contradicciones y la autodestrucción de la
sociedad retratada, como metáfora de la especie o de la fauna humana. Las aberraciones y
deformaciones del mundo barranquillero o parisino no las interpreta un ojo o una pluma
cínica; por el contrario, la actitud de lucidez distante y circunspecta concede a menudo a
dicho retrato de la realidad humor e ironía, a veces, incluso, sarcasmo.
En tercer lugar se da con el amor, el eros y la sexualidad, temas utilizados por Marvel
como meros instrumentos de afirmación del yo de los personajes, sea en clave masculina
como también femenina. El tratamiento y la exploración de estas tres componentes del ser
resultan en su totalidad: de la violencia a la ternura, del sueño inmaterial a la realidad carnal
tangible, de la soledad al encuentro, cada personaje se contradistingue, precisamente, por su
experiencia individual en tal sentido.
El Caribe como entorno, en sus aspectos cultural y geográfico, es –como se ha dicho–
anulado, pero permanece en su dimensión esencial en el talento escritural mestizo: sólo un
autor íntima y conscientemente caribe como Marvel Moreno puede contaminar con la más
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absoluta libertad múltiples herencias culturales manteniendo con autonomía y rigor un propio
hilo de Ariadna que conduce un proyecto literario a un punto predeterminado y lúcido. Un
ejemplo de la presencia del Caribe aparece en elementos determinantes como pueden ser la
sinuosa y sensual musicalidad, la base rítmica del texto o a través de la introducción de
personajes, leyendas orales y costumbres negras, indias o mestizas, desterrados casi siempre
en la tipología etiquetada como literatura de la negritud e indigenista
La renovación lingüística
La lengua y el lenguaje, asumen un papel decisivo y fundamental. Más importantes
quizás que la elección y el tratamiento de los temas resultan los estilemas para realizar un
serio análisis de la literatura de la escritora colombiana. La misma estrategia narrativa se sirve
de una técnica escritural nueva, en la que el sistema de sucesión sintáctica y de
encadenamiento sintagmático envuelve una imagen hasta inmovilizarla en un espacio de más
tres páginas. Dicha técnica, en uso en época decadente en la literatura europea y modernista
en América Latina, aparece renovada de manera inédita: la estructura de la frase se vuelve
virtualmente infinita, mientras que el uso del vocablo aparece despojado hasta alcanzar su
más pura esencia semántica. El lenguaje que brota es del todo nuevo y configura una armazón
serpentiforme y laberíntica sobre el cual se apoyan términos densos y circunvoluciones
barrocas. Diferentes maestros se pueden vislumbrar tras las componentes de una solución tan
personal como la de Marvel, pero ninguna que la resuma completamente: por la estructura
sintáctica Cervantes, Joyce, Lezama, por la semántica Dante, Beckett, Rulfo; se trata de todas
maneras de autores que no tienen nada en común, si no afinidades lingüísticas. La creación o invención de un nuevo lenguaje llega a su ápice en las novelas, donde la
autora elimina deliberadamente el expediente técnico del diálogo, sustituyéndolo con diversas
conciencias narrantes o flujos de memoria o de conciencia con diferentes grados de
certidumbre. Emerge una idea de comunicación trastocada completamente respecto a los
cánones narrativos tradicionales, que separan discurso directo, discurso indirecto,
pensamiento, reevocación, memoria e imagen onírica. Aquí las categorías son diversas:
pensamiento conscientemente distante, pensamiento que raciocina, deseo vinculado a la
realidad, deseo irracional, semiconciencia, subconsciente, inconsciente, trance y raptus. Si
bien las categorías usuales distinguen con precisión la reflexión presente de la memoria, de la
proyección futura, en el lenguaje de Marvel el tiempo histórico de la reflexión de un
personaje no existe, produciendo una mezcla entre pasado–presente–futuro en el que el
pensamiento funda un ámbito espacio–temporal autónomo. El concepto de stream of
consciousness introducido por H. James y Joyce es entonces asimilado y superado gracias a la
creación de nueve niveles de pensamiento y de su sistema comunicativo.
El uso de la alusión, más que de la definición de un evento, se convierte en un
mecanismo recurrente para la recreación de una atmósfera o de un estado de ánimo. Tal
artificio, claramente anti cartesiano, no aparece en contradicción con la lucidez realística de la
imagen representada, que no se manifiesta jamás vaga o desdibujada, puesto que la alusión
permanece en el plano del método escritural, no en el del objetivo narrativo, y el plano
técnico de la alusión permanece subordinado al de la imagen fotográfica final, sin mellarlo
nunca.
La entera obra contiene un continuo juego de idas y vueltas, como el del rebote de una
pelota, entre elementos narrativos, temas o textos: un episodio de un cuento aparece en otro,
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no como una citación, sino como una evocación o como una interpretación diferente aplicada
al mismo material utilizado. Es importante recordar como el material original es siempre
autobiográfico, característica que permite utilizar varias veces una misma memoria para
expresar un concepto distinto o para reafirmar su importancia. Esto sucede entre cuento y
cuento, entre cuento y novela, entre novela y novela, casi como si la obra fuese una sola, aun
en la evidente evolución del proyecto literario que, en veinticinco años, se transforma,
afinándose continuamente y eliminando detalles que en la elaboración se vuelven obsoletos.
El resultado lingüístico es entonces cada vez más limado, siempre más descarnificado, severo
e imponente. No obstante, tal resultado no hay que entenderlo como reducción o como
simplificación, sino que aparece, en su esencialidad, más rico y articulado: piénsese, por
ejemplo, en la polifonía y en la sensualidad –índices caribes– o en la conmistión entre los
niveles textuales. En esta última se revelan cuatro técnicas recurrentes: el intra texto, a través
de citaciones de autores; el infra texto, con la introducción de variaciones sobre el mismo
tema regido por la alteración del registro semántico y lingüístico; el meta texto, con la
metaforización del entero escrito; en fin, el supra texto, con la activación de la capacidad y de
la participación reflexiva del lector respecto a la obra.
Si se observan los cinco métodos de pensamiento y de escritura propuestos y si se
resumen en la expresión «obra maestra de relojería literaria», queda abierto un reto crítico
significativo. Si como objetivo de la obra se puede sólo intuir la progresiva búsqueda del
punto de foco de un proyecto que va de la memoria de la experiencia personal a la propuesta
–literaria y también filosófica– de una idea objetiva de mundo, es aún mucho el trabajo por
realizar para responder a la pregunta más importante: ¿cómo colocar a Marvel Moreno en la
entera historia de la literatura de lengua española?
Para responder a tamaña cuestión es necesario, ante todo, hacer justicia a una autora
que, por adversas circunstancias personales, como también por la libre autodeterminación de
aislarse que deriva de una lúcida crítica contra la literatura de régimen, escogió no figurar, no
confrontarse con la aparente calidad de la producción literaria contemporánea sino con
aquella en grado de superar las fronteras del contexto local, del tiempo, de la celebración
oficial y de la fama momentánea.
Abrazando los campos de indagación perseguidos por la escritora es posible, tal vez,
reconstruir el itinerario que está a la base de su propuesta poética. Se trata entonces de abrir
una brecha entre disciplinas en apariencia antitéticas, la sicología con la antropología, la
poesía con la filosofía, la historia de las religiones con el materialismo histórico; dejando
claro desde un principio que se trata de un proyecto artístico literario y que todas las
enseñanzas principales provienen de los grandes maestros clásicos o de los pocos clásicos
contemporáneos visitados por Marvel. Una obra maestra de relojería literaria no se improvisa, sobre todo en el caso de una
escritora que, robándole el tiempo a una vida limitada, ha dejado de lado conscientemente
textos medios o mediocres, para confrontarse sólo con los grandes que un tiempo tan reducido
le hubiese concedido conocer e interpretar.
Una lectora secreta de poesía, una gran melómana y una experta conocedora de la
pintura. Una intrépida y audaz crítica de la fenomenología, de los totalitarismos, de la
religión, como de algunos marxismos, una obsesiva curiosa de la historia, una apasionada del
hermetismo y una atenta crítica de la politología se celan detrás de un personaje que condujo
una vida discreta, oscilante entre el pudor, la sencillez y el aislamiento en el plano personal.
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Su pequeña grande obra, fluida en la perfección como las circunvoluciones de una bailarina y
amenazadora como una bomba de tiempo por las verdades que denuncia, merece mucho más
que un coloquio.
«Denunciar la opresión que se ejerce sobre una niña es denunciar la opresión en
general, aún si la niña nació burguesa y murió en las aguas del Caribe [...] y, no obstante su
fragilidad, la vida termina siempre imponiéndose a la muerte». En sus palabras, que aluden a
la capacidad de transformar una secreta tragedia personal en un canto a la vida lúcido y jamás
resentido, se encierra un mensaje profundo y oculto, que mira a las raíces del ánimo humano:
tener el valor de afrontar del todo y no obstante todo la vida, para inventar y realizar un
destino único, ejemplar y memorable. Como Marvel. 12
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