trabajo realizado

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“UNA CIUDAD SIN VIOLENCIA”
El sueño de Irati:
Ésta es la historia de Irati: Irati es una niña de 8 años con unos inmensos
ojos color miel que hasta hace unos pocos meses brillaban de ilusión…
-¡Irati, Irati! Pasa la pelota…Vamos… Rápido…¡¡¡GOOOOOOOOOL!!!
-¿Ves Irati? El fútbol también es para las niñas ¡Juegas incluso mejor que
Jordi!
Este era uno de los pocos días en el que los niños podían jugar en el parque
sin la amenaza de la lluvia, es lo que tiene vivir en el norte de España.
Irati tiene un montón de amigos, entre ellos: Jordi, que acababa de llegar
de un pequeño pueblo de Girona, Rocío, una sevillana con mucho salero y
Wenlin, que apenas hablaba español pero que bailaba las sevillanas mejor que
la propia Rocío.
Todos ellos estudiaban 3º de primaria del Colegio “Derechos Humanos” y a
pesar de tener orígenes distintos, en ese colegio lo primero que les
enseñaban era que todos somos iguales pese a nuestras diferencias ya sean
de color de piel, religión, lugar de procedencia… Los valores más
importantes
eran el respeto o la amistad, sin importar el dinero que
tuvieran o el trabajo que desempeñaran sus padres, después ya vendrían las
matemáticas o la lengua.
El padre de Irati era policía, el de Jordi, banquero, el de Rocío, concejal y
de Wenlin tenía un bar llamado “Libertad” al que acudía Irati con su familia
como lo iban a hacer hoy ya que papá y mamá tenían algo muy importante que
contarle, pero Irati que es más lista que nadie, ya lo sabía, los ojos de su
mamá no la engañaban y además ese había sido su deseo al soplar las velas
de su último cumpleaños: Tener un hermanito. Así tendría a quien contar
cuentos, dejar sus juguetes, jugar con él y enseñarle todas las ciudades del
país en el que todos convivíamos juntos, sin violencia, sin rencores, libres y
en paz. ¡Qué contenta estaba Irati! ¡Por fin iba a hacerse realidad su sueño!
¡RING! ¡RING! Suena el despertador, pero Irati no quiere abrir los ojos
porque no quiere despertarse de ese maravilloso sueño y afrontar la
realidad que día a día se le presenta. A pesar del cariño de sus abuelos, no
es lo mismo. Irati ya no vive en Bilbao, ya no va a tener un hermanito, es
más, ya no están papá ni mamá. Todos los días desde que paso aquello Irati
se pregunta ¿Por qué? ¿Por qué esos hombres malos hicieron estallar el
coche de su papá justo cuando iba a nacer su hermanito? ¿Por ser un
Ertzaintza? No lo creo, él estaba muy orgulloso de ello, siempre defendía a
los buenos, y mamá…
Irati estaba de nuevo en el pueblo, pero no era como en verano, ahora vivía
allí en casa de los abuelos.
-Vamos Irati… Levántate o llegaremos tarde a la ceremonia, y recuerda, hoy
hay que sonreír y que tus preciosos ojos color miel vuelvan a brillar. Hace
meses que no lo hacen, pero por fin hay una buena noticia: “El terrorismo
por fin ha acabado en este país. Ya ningún niño más pasará por lo que tú has
pasado. Por fin esos “hombres malos” se han dado cuenta de que ese no era
el camino y a papá y a mamá desde el cielo también les gustará que una calle
del pueblo lleve su nombre”
Esta historia que no es tan ficticia como parece, es mi pequeño homenaje
hacia todas las victimas del terrorismo y en especial a todos los niños que
como la niña de mi historia han sufrido la pérdida de lo más importante para
ellos: sus papás.
¡Qué no haya ninguna Irati más!
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