Tejido adiposo epicárdico

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Tejido adiposo epicárdico:
¿Un nuevo blanco terapéutico en obesidad?
Epicardic adipose tissue: ¿A new therapeutic target in obesity?
Marcos M. Lima-Martínez1, Nathalie Balladares2, Maracelly Mederico1, José Carmelo Nuccio3
1
Unidad de Endocrinología. Instituto Autónomo Hospital Universitario de los Andes. Mérida – Estado Mérida. Venezuela.
2
Laboratorio de Estudios Cardiovasculares y Neurociencias. Departamento de Ciencias Fisiológicas. Universidad de Oriente. Núcleo Bolívar.
3
Centro de Investigaciones Cardiológicas. Instituto Autónomo Hospital Universitario de los Andes. Mérida – Estado Mérida. Venezuela.
AUTOR DE CORRESPONDENCIA
Dr. Marcos M. Lima-Martínez. Avenida Las Américas, Residencias Santa Bárbara, Torre 5, PB-D, Mérida – Estado Mérida. Venezuela.
Correo electrónico: [email protected]
Aceptado: 20/08/2011
Resumen
Palabras clave: Obesidad, tejido adiposo epicárdico,
ecocardiografía.
Obesity is one of the main causes of
metabolic diseases. It is associated
with an expansion and inflammation
of adipose tissue, including the visceral fat located around
the heart. The close anatomical relationship between
epicardial adipose tissue and the adjacent myocardium
should readily allow local paracrine interactions between
these tissues. Therefore, factors secreted from epicardial
adipose tissue can directly affect the function of the heart
and blood vessels. Echocardiographic assessment of epicardial fat may be a helpful tool not only for diagnostic
purposes, but also for therapeutic interventions that can
modulate the adipose tissue. In this review, we describe
epicardial fat’s anatomy, physiology, methods of assessment as a diagnostic tool and potential therapeutic target
in obesity.
Abstract
Key Words: Obesity, epicardial adipose tissue, echocardiography.
La obesidad es un proceso
inflamatorio, y estudios epidemiológicos han establecido una fuerte asociación entre ésta y la morbimortalidad
cardiovascular1. Sin embargo, el riesgo cardiovascular
depende significativamente del tipo y la distribución del
tejido adiposo en el cuerpo. De hecho, la evidencia sugiere que es el tejido adiposo visceral y no el tejido adiposo
subcutáneo, el que pudiera jugar un papel protagónico en
el desarrollo de enfermedades cardiovasculares2,3.
INTRODUCCIÓN
En los últimos años el interés clínico y científico se ha enfocado en el estudio de la grasa visceral intra-abdominal;
sin embargo, otros depósitos de grasa visceral como el
tejido adiposo epicárdico han sido estudiados recientemente, y son considerados no solo un importante índice
de riesgo cardiometabólico para fines diagnósticos, sino
también como un potencial blanco terapéutico en el paciente obeso4.
En este artículo revisaremos las características anatómicas, embriológicas y fisiológicas del tejido adiposo epicárdico que lo convierten en un excelente indicador de riesgo
cardiometabólico, así como la posibilidad de su uso como
blanco terapéutico en la obesidad.
Aspectos morfológicos del tejido adiposo epicárdico
El tejido adiposo epicárdico es la auténtica grasa visceral
del corazón, y deriva del mesodermo esplacnopleural5.
Este depósito de grasa es más prominente en los surcos
aurículoventriculares e interventriculares, y debido a su
íntima relación anatómica comparte la misma circulación
coronaria con el miocardio subyacente. Además, una pequeña cantidad de tejido adiposo epicárdico se extiende
desde la superficie epicárdica hacia el miocardio, rodeando la adventicia de las arterias coronarias6.
Es importante destacar, que el corazón presenta dos depósitos de grasa diferentes, uno localizado extrínseco
al pericardio, y otro directamente sobre el miocardio.
Volumen I. Nº 2. Año 2011
La obesidad es una de las causas
principales de las enfermedades
metabólicas, y se asocia con un incremento e inflamación del tejido adiposo, incluyendo la
grasa visceral localizada alrededor del corazón. La íntima
relación anatómica entre el tejido adiposo epicárdico y el
miocardio adyacente permite la interacción paracrina entre
estas estructuras. Además, factores secretados desde la
grasa epicárdica pueden directamente afectar la función
del corazón y los vasos sanguíneos. La evaluación ecocardiográfica de la grasa epicárdica puede ser una herramienta útil no solo para fines diagnósticos, sino también para
intervenciones terapéuticas capaces de modular el tejido
adiposo. En esta revisión, describiremos la anatomía, fisiología y métodos de evaluación de la grasa epicárdica no
solo como herramienta diagnóstica, sino también como
potencial blanco terapéutico en la obesidad.
Síndrome Cardiometabólico
Recibido: 20/06/2011 45
El primero de ellos es el tejido adiposo pericárdico, el
cual se localiza por fuera del pericardio visceral y sobre
la superficie externa del pericardio parietal; mientras que
el tejido adiposo epicárdico se ubica sobre el miocardio7,
no existiendo tejidos aponeuróticos que separen estas
dos estructuras, lo cual sugiere que existen interacciones
importantes entre estos tejidos. Además, la circulación
local es diferente también en ambos tejidos. La grasa epicárdica es irrigada por ramas de las arterias coronarias,
y la grasa pericárdica por las ramas pericardiofrénicas de
la arteria mamaria interna7. Debido a estas diferencias
morfológicas, la grasa epicárdica constituye el verdadero
depósito de grasa visceral del corazón.
Aspectos fisiológicos y fisiopatológicos del tejido adiposo epicárdico
El papel fisiológico del tejido adiposo epicárdico no está
del todo claro; sin embargo, este tejido cuenta con una
serie de características bioquímicas que resultan interesantes, como el hecho de que su tasa de captación y síntesis de ácidos grasos es mayor que la de otros tejidos
adiposos viscerales, lo cual sugiere que ejerce un efecto
“buffer” que protege al corazón de la cardio-lipotoxicidad
generada por los ácidos grasos8, y además, pudiera servir
como fuente energética, debido a que en condiciones fisiológicas el 50 – 70% de la energía del corazón proviene
de la oxidación de los ácidos grasos a nivel miocárdico9.
Por otra parte, el tejido adiposo epicárdico es un órgano metabólicamente activo, capaz de secretar una serie
de adipocitoquinas que pudieran afectar de forma significativa la morfofisiología cardíaca. Es así como en condiciones fisiológicas, el adipocito epicárdico secreta adiponectina y adrenomedulina las cuales poseen efectos
anti-inflamatorios y anti-aterogénicos sobre la vasculatura coronaria10-12, mientras que en condiciones patológicas
como la diabetes y la obesidad, el adipocito epicárdico
secreta predominantemente adipocitoquinas como factor
de necrosis tumoral alfa (TNF-α, del inglés tumor necrosis factor- α), interleuquinas 1 y 6 (Il-1, Il-6), resistina y
leptina, las cuales tienen efectos pro-inflamatorios, proaterogénicos, y por ende ejercen un efecto desfavorable
sobre la vasculatura vecina13-15.
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La respuesta inflamatoria innata representa una de las vías
que pudieran explicar la liberación de citoquinas pro-inflamatorias, y el subsecuente aumento del riesgo cardiovascular que acompaña a la obesidad16. La inmunidad innata
puede ser activada a través de los receptores recolectores (TLRs, del inglés toll-like receptors), los cuales reconocen antígenos como los lipopolisacáridos, que provocan
la translocación del factor nuclear kappa beta (NFκβ, del
inglés nuclear factor κβ) hacia el núcleo, con la posterior
transcripción de mediadores inflamatorios como TNF-α e
Il-617-19. Recientemente Baker y cols.20, demostraron que
el tejido adiposo epicárdico de pacientes con enfermedad
arterial coronaria exhiben mayor actividad de NFκβ, lo cual
conlleva a un estado proinflamatorio que pudiera causar
inestabilidad de la placa aterosclerótica vía apoptosis y
neovascularización. Por otro lado, la mayor expresión del
TLR-2 y TLR-4 en este grupo de pacientes, permite sugerir
que los macrófagos juegan un papel preponderante en la
respuesta inflamatoria del tejido adiposo epicárdico20.
A pesar de lo que sabemos acerca de las propiedades fisiológicas y fisiopatológicas de la grasa epicárdica, no están claros los factores que determinan el equilibrio entre
los efectos protectores y los dañinos de este tejido. Se
ha postulado, que un mecanismo masa-dependiente expresado en grosor de grasa epicárdica pudiera ser el que
determina el predominio de alguno de estos efectos 21.
Métodos para evaluar el tejido adiposo epicárdico
La cuantificación del tejido adiposo visceral permite un
mejor abordaje de los pacientes obesos, ya que orienta
respecto al riesgo cardiometabólico global e individual.
Tanto la tomografía computarizada multicorte (TCM)
como la resonancia magnética (RM) son consideradas las
pruebas de oro para la cuantificación del tejido adiposo
visceral, en virtud de la exactitud en las medidas, la baja
variabilidad y alta reproducibilidad de los resultados, teniendo pocas ventajas un método con respecto al otro22.
Con la TCM y la RM es posible cuantificar el tejido adiposo epicárdico en términos de volumen, así como también
obtener información acerca de la calcificación de las arterias coronarias y visualizar los sitios de estenosis y su
distribución a lo largo de estos vasos22.23; sin embargo,
estos métodos resultan poco prácticos y accesibles en
la práctica médica diaria, por lo cual en los últimos años,
Iacobellis y cols.21,24, estandarizaron una técnica que permite cuantificar el tejido adiposo epicárdico en términos
de espesor, usando para ello ecocardiografía transtorácica bidimensional. Para tal fin, se usa la vista en eje paraesternal largo, identificando la grasa epicárdica como el
espacio ecolúcido entre la pared externa del miocardio y
la capa visceral del pericardio (figura 1). Este espesor es
medido perpendicularmente sobre la pared libre del ventrículo derecho al final de la sístole en 3 ciclos cardíacos21.
La razón por la cual la grasa epicárdica debe ser medida
al final de la sístole es que durante la diástole ésta es
comprimida, dando lugar a medidas poco exactas, motivo por el cual debe realizarse la medición al final de la
sístole, sobre la pared del ventrículo derecho, usando el
anillo aórtico como punto de referencia anatómica21. Posteriormente, se obtiene el valor promedio que resulta de
la medición ecocardiográfica de la grasa epicárdica en 3
ciclos cardíacos y éste se considerará el valor de espesor
de tejido adiposo epicárdico del paciente en cuestión.
Los estudios poblacionales24-26 han demostrado poca variabilidad intra-observador e inter-observador y además
es un método poco costoso, no invasivo, confiable, fácilmente reproducible y constituye una medida directa de
la verdadera grasa visceral del corazón, siendo más útil
que medidas indirectas como la medición de la circunferencia abdominal.
Tejido adiposo epicárdico como marcador de riesgo cardiometabólico
Es bien sabido que la obesidad visceral constituye un factor de riesgo para el desarrollo de diabetes mellitus tipo
Tejido adiposo epicárdico como blanco terapéutico en
la obesidad
El creciente interés en el tejido adiposo epicárdico no solo
se limita a su importancia como marcador de riesgo cardiometabólico, sino también a su posible uso como blanco terapéutico en la obesidad.
La pérdida de peso se asocia con una disminución sustancial de grasa visceral, lo cual mejora el perfil cardiometabólico de los pacientes obesos. Ésta reducción de peso
puede alcanzarse a través de programas nutricionales basados en dietas hipocalóricas, ejercicio aeróbico, cirugía
bariátrica y en menor cuantía a través de tratamiento farmacológico33. En tal sentido, Kim y cols.34, demostraron
que una dieta hipocalórica (con reducción del 26,8% de
la ingesta calórica diaria) en sujetos obesos a lo largo de
12 semanas, produjo una reducción del 17,2% (p˂0,001)
de espesor de tejido adiposo epicárdico determinado por
ecocardiografía transtorácica. Cabe destacar, que en este
estudio la reducción del espesor de grasa epicárdica fue
más rápida y mayor que la disminución en otros índices de
adiposidad tradicionales como la circunferencia abdominal
(-9%) y el índice de masa corporal (IMC) (-11%), siendo
estos resultados similares a los reportados en otros estudios35. De igual forma, el ejercicio aeróbico en pacientes
obesos también ha demostrado que disminuye significativamente el espesor del tejido adiposo epicárdico, y que
además esta disminución se relaciona con una mejoría en
la presión arterial sistólica y en la sensibilidad insulínica en
este grupo de pacientes36.
La cirugía bariátrica también ha demostrado ser efectiva
para reducir el espesor del tejido adiposo epicárdico. Willens y cols.37, demostraron en 23 pacientes con obesi-
Por otra parte, medicamentos para reducción de peso
como orlistat y sibutramina han demostrado que reducen la
adiposidad visceral33; sin embargo, hasta donde tenemos
conocimiento no existen estudios que prueben su efecto
sobre el tejido adiposo epicárdico. A pesar de esto, se conoce que la grasa epicárdica es susceptible de modificación farmacológica. Al respecto en nuestro país, Lanes y
cols.38, demostraron que en adolescentes con deficiencia
de hormona de crecimiento, la terapia sustitutiva disminuye el espesor del tejido adiposo epicárdico comparado
con adolescentes con la misma deficiencia pero sin tratamiento. Asimismo, pacientes infectados con el virus de
inmunodeficiencia humana (VIH) en terapia antirretroviral,
presentan un mayor espesor de tejido adiposo epicárdico
en comparación con pacientes infectados por el VIH sin
terapia39. Resulta más interesante aún, que fármacos ampliamente utilizados en pacientes obesos como lo son las
estatinas, han demostrado que pueden suprimir la liberación de citoquinas pro-inflamatorias por parte del adipocito
epicárdico14, lo cual constituiría otra acción más dentro del
pleiotropismo atribuido a este grupo de drogas.
Figura 1
Medición ecocardiográfica del espesor de la grasa epicárdica. La grasa epicárdica
se identifica como el espacio ecolúcido (entre flechas) entre la pared externa del
miocardio y la capa visceral del pericardio en un eje paraesternal largo.
El tejido adiposo epicárdico
es la verdadera grasa visceral del corazón, y en virtud
de sus características anatómicas y fisiológicas constituye un marcador de riesgo cardiometabólico de innegable
valor en la actualidad; sin embargo, su uso como potencial
blanco terapéutico en pacientes obesos es relativamente
nuevo, y se necesitan más estudios en esta dirección que
permitan abrir nuevas alternativas en el abordaje de este
grupo de pacientes.
CONCLUSIONES
Volumen I. Nº 2. Año 2011
De igual forma, la obesidad visceral se asocia con un mayor riesgo de desarrollar enfermedad arterial coronaria.
Dos estudios poblacionales importantes como el estudio
multi-étnico de aterosclerosis (MESA, por sus siglas en
inglés Multi-Ethnic Study of Atherosclerosis)30 y el estudio Framingham31 demostraron que los depósitos de
grasa alrededor del corazón son un predictor de riesgo
independiente para el desarrollo de enfermedad arterial
coronaria. Más aún, un espesor de tejido adiposo epicárdico mayor de 7 mm se asocia con un incremento del
espesor íntima media carotídeo, como marcador de aterosclerosis subclínica32.
dad mórbida, quienes perdieron posterior a la cirugía un
promedio de 40±14 Kg, que lograban reducir su espesor
de tejido adiposo epicárdico de 5,2 ± 2,4 mm a 4,0 ± 1,6
mm (p˂0,001), lo cual demuestra el beneficio de este procedimiento quirúrgico en el perfil cardiometabólico de los
pacientes obesos.
Síndrome Cardiometabólico
2. En tal sentido, se ha demostrado que el espesor del
tejido adiposo epicárdico se encuentra incrementado en
pacientes con obesidad27, e inclusive este espesor resulta
mayor en pacientes con intolerancia a los carbohidratos
que en pacientes con tolerancia glucídica normal28, y además la grasa epicárdica se relaciona con los niveles plasmáticos de insulina basal, glicemia en ayuna y sensibilidad
insulínica evaluada por el método del clamp euglicémico
hiperinsulinémico29. De hecho, se ha establecido en la
población Europea, que un espesor de grasa epicárdica
mayor de 9,5 mm es altamente predictivo de resistencia
a la insulina21,26.
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