Daniel, el Mochuelo, se revolvió en el lecho y los muelles del

Anuncio
E
strechó
aún
más
sus
lazos
con
Elli.
Una
correspondencia peculiar se inició entre las dos
mujeres, que vivían en la misma calle y se veían todos
los días, pero que sentían la necesidad imperiosa de
proseguir sus conversaciones incluso
durante el breve tiempo en que
estaban separadas, para comentar
sus progresos y movimientos de
defensa. Eran el amante y la amada,
el cazador y la presa, quienes se expresaban en las cartas. Al
principio no escribían mucho. Luego descubrieron los encantos
de la escritura. Se dieron cuenta de que había algo especial en
continuar en ausencia de la otra el juego llamado amistad,
persecución, amor. Era algo particularmente emocionante, un
delicioso
juego
clandestino;
medio
a
sabiendas,
medio
inconscientemente, ambas siguieron en las cartas el camino que
habían iniciado.
Alfred Döblin – Las dos amigas y el envenenamiento
Día de Libro 23 de abril de 2014
Descargar