la iglesia se siente interpelada por el mensaje de fatima

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“LA IGLESIA SE SIENTE
INTERPELADA POR
EL MENSAJE DE FATIMA”
El siguiente texto es un extracto de una alocución proferida por el Padre Gruner en nuestra
Conferencia del Ejército de Abogados de Nuestra Señora que tuvo lugar en Chicago, Illinois
en noviembre de 2014. Cuando se dice la verdad, las palabras no pasan - como Usted verá en
este discurso, uno de los últimos que el Padre Gruner ha dado antes de irse hacia la eterna
recompensa.
por el Padre Nicholas Gruner, S.T.L., S.T.D. (Cand.), R.I.P.
A Sor Lucía se le preguntó la razón por la cual Nuestro Señor no convertiría Rusia o
llevaría a cabo la paz mundial sino por medio de la Consagración de Rusia.
Ella comunicó esta pregunta a Jesús y esta fue la respuesta:
“Porque quiero que toda Mi Iglesia reconozca esa consagración
como un triunfo del Inmaculado Corazón de María, para después
extender su culto y poner, al lado de la devoción de Mi Corazón divino,
la devoción a este Corazón Inmaculado.”
Sor Lucía, respondiendo a esto, nos dice por qué Dios insiste. Dice que es el único
medio, y ningun otro medio servirá.
Si yo pudiese vivir una vez más los últimos 34 años de mi vida y hacer algo
diferente, tal vez dijese, “Ojalá que hubiese sido otra la respuesta”. Pero no la hay. Es el
único medio. Es la Voluntad de Dios y Su mente no cambia.
Los pensamientos de Su Corazón se dirigen a todas las generaciones. El Corazón de
Nuestro Señor no es meramente un símbolo, sino que está lleno de amor de verdad y, por
supuesto, el amor más grande está dirigido hacia Su Madre. Ella es la más destacada de
todos los santos y hemos tenido muchos y grandes santos. Ella es mayor que todos ellos. Él
la ama más, no sólo porque es Su Madre, sino porque es la criatura más santa jamás creada.
Y quiere que sea exaltada.
Y así se resume todo. Y en esto, ¿dónde se encuadra la Iglesia? Hay quienes
mantienen que la Iglesia no tiene ningun compromiso con respecto a Fátima; que es
simplemente una revelación particular y que si el Papa quiere hacerle caso omiso, con toda
razón puede hacerlo. Y si los Obispos quieren hacer caso omiso, ellos, también, con toda
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razón pueden hacerlo. Y así en adelante con todos los sacerdotes y todo mundo, si quieren
hacerlo.
Eso es la teoría, la tesis e interpretación de la mayoría de la gente hoy en día. Pero,
tristemente, esa teoría está completamente equivocada y ¡puede conducir a millones de
almas al infierno!
La obligación de creer
¿Cómo podemos estar tan seguros sobre esto? Podemos basarnos en una variedad de
argumentos. En primer lugar, antes de examinar la obligación de obedecer, vamos a hablar
sobre la obligación de creer. La filosofía es un estudio de las cosas finales a la luz de la
razón sola, sin la ventaja de la Revelación. La filosofía que trata de lo que todos estamos
obligados a hacer se llama en su terminología clásica: Ética.
Incluso a partir de la ética fundamental, podemos probar que es una obligación creer
en Fátima –Sin ni siquiera citar ni una sola vez las Sagradas Escrituras. Simplemente,
tenemos la obligación de creer a nuestro prójimo. Ante todo, el hombre se ha hecho para
convivir en una comunidad y eso quiere decir que vivimos en dependencia, el uno del otro.
Algunos son buenos secretarios y otros buenos pensadores o escritores según lo que fuese
que hagamos. Ninguno de nosotros tiene bastante talento y habilidad para vivir sin la ayuda
de otra persona. Dios nos ha hecho de esta forma. Somos dependientes de nuestro prójimo a
causa de cosas distintas – cosas que no podemos hacer bien.
Hasta en la Iglesia, Dios nos ha hecho así. Ciertamente, el Papa, los Obispos y los
sacerdotes tienen dones y autoridad que otros no poseen. Pero el Papa, los Obispos y los
sacerdotes también necesitan la ayuda de otros. Es la manera en que Dios lo estableció–
para que vivamos en una comunidad y estemos en dependencia el uno del otro. Por lo tanto,
para que podamos convivir debemos, primero, ser capaces de creer en lo que otra persona
razonable dice cuando nos cuenta algo razonable y no tenemos indicación contraria que nos
induzca a pensar que hay algo equivocado en lo que dice.
Y si no estuviésemos obligados a creer lo que dice de buena voluntad el prójimo,
entonces no podríamos convivir en la sociedad. Realmente es fundamental. Y por eso no
hay un motivo verdadero para dejar de creer que los 70 mil testigos vieron en realidad el
milagro del 13 de octubre de 1917. No hay un motivo verdadero para dejar de creer en la
aprobación de siete Papas acerca de cómo el Mensaje de Fátima es digno de fe. No hay una
razón verdadera para rehusar aceptar lo que nos han dicho los niños de Fátima.
Y así, estamos obligados a creerlos a nivel natural y humano por sí solo. Podríamos
desarrollar más este tema. He escrito una tésis filosofica basada en esto sólamente. Pero hay
mucho más que simplemente la filosofía o la ética para probar la obligación que tenemos de
creer. Lo que he mencionado antes, hay aquellos que piensan, “Pues bien, si no es un
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Artículo de la Fe, entonces, no tengo obligación de creerlo”, y eso es una concepción
completamente falsa de nuestra obligación en cuanto a nuestra convivencia en este mundo.
Ni toda la revelación está en las Sagradas Escrituras, ni todas las obligaciones que
tenemos nos han sido enseñadas. Como San Pablo nos dice en Romanos, tenemos
obligaciones que la Ley Natural nos indica por sí misma. Sabemos que Dios también ha
reforzado la Ley Natural para revelar parte, aunque no toda la Ley de las Sagradas
Escrituras. Sin embargo es verdad que también confiamos en la Ley Natural por sí misma,
no importando si se halla en la Biblia o en la Tradición.
Estamos también limitados por la Ley Natural, y tomar como verdad lo que dice el
prójimo es parte de la Ley Natural. No tenemos que creer todo lo que el mundo dice en
todo tiempo, pero tenemos que creer, si es razonable, lo que el prójimo nos dice. Es una
obligación y puede ser seria, dependiendo de la materia. Si es algo sin importancia, puede
ser que haya sólo pecado venial de desconfianza; pero si es algo realmente importante y nos
falta un motivo adecuado para dudar, entonces, rehusar creerlo es también un pecado, a
nivel natural.
“No despreciar las profecías”
Además, basándonos en las Sagradas Escrituras, tenemos una variedad de citas que
nadie contrariaría. La primera cita está en la Primera Carta de San Pablo a los
Tessalonicenses, capítulo 5, versículo 19:
“No apaguéis el Espíritu. No despreciéis las profecías. Examinad,
sí, todas las cosas, y ateneos a lo bueno”.
Primero dice, “no apaguéis el Espíritu”. El Espíritu Santo puede hablar a cada
generación con mensajes proféticos y en verdad lo hace.
San Tomas de Aquino, el más ilustre teólogo, nos enseña que cada generación
recibe profecías del Espíritu Santo.
Si empezamos con la suposición de que Dios puede enviar un profeta y darnos un
mensaje pero que no tenemos porque creerlo, ya vamos en contra de las Sagradas Escrituras
porque aquella actitud fundamental muestra un desprecio hacia las profecías; o sea, apagar
El Espíritu Santo. En la Biblia, Dios nos prohíbe hacer eso. Y no es la única cita –
hallaremos el mismo concepto en la Epístola de San Pablo a los Efesios (2:20), la popular
cita que dice que la casa de Dios está “edificada sobre el fundamento de los apóstoles y los
profetas”.
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Aquellos que interpretan la palabra “profetas” como los profetas del Antiguo
Testamento, no están equivocados porque los profetas antiguos tienen mucho que decirnos
– aún hoy.
Sin embargo hay otra interpretación de la cita y es que la Iglesia está edificada sobre
los profetas del Nuevo Testamento. Sabemos que hay una jerarquía, y ciertamente es Dios
quien la ha constituido. Hay un Papa, Obispos y sacerdotes. El Concilio de Trento definió
que los tres forman parte de la jerarquía, evidentemente en categorías variadas y limitadas.
El don de la profecía
Además de la jerarquía, Está el carisma y don de la profecía. Y la Iglesia está
edificada también sobre este carisma junto con la fundación de los apóstoles en Jesucristo
mismo, la principal piedra angular. Edificados sobre esa piedra hay tanto apóstoles como
profetas. En esa analogía de la piedra angular se halla el apoyo de la ulterior piedra
fundamental que son los apóstoles, pero después están los profetas.
Por lo tanto ¿qué relación hay entre los profetas del Nuevo Testamento y los
apóstoles? Otra vez tenemos que volver a la cita de los Tessalonicenses, capítulo 5,
versículo 19, que nos dice, “No apaguéis el Espíritu. No despreciéis las profecías.
Examinad, sí, todas las cosas, y ateneos a lo bueno”. El Papa y la jerarquía tienen el oficio
entonces de examinar al profeta para ver si, en verdad, proviene de Dios.
No todas las personas que pretenden poseer el don de la profecía son profetas. Es
por eso por qué no promovemos las apariciones sin aprobación eclesiástica – no porque son
todas falsas ipso facto, sino porque no tenemos el tiempo ni tal vez la capacidad de
examinar adecuadamente cada una y probarlas.
La Iglesia ha aprobado Fátima. La Iglesia ha dicho que Fátima es digna de fe.
Promovemos el hecho de que Fátima ha sido aprobada por la Iglesia. Pero también tenemos
el mandamiento de Dios por medio de San Pablo, diciéndonos que nos atengamos a lo
bueno.
Pertenece a la jerarquía aprobar al profeta – en este caso, FÁTIMA. La jerarquía la
ha hallado buena, y por lo tanto estamos obligados a adherirnos a ella, y de la misma
manera, también el Papa y los obispos están obligados a adherirse a ella.
Fíjense: ¿estamos intentando decir que Sor Lucía, por ejemplo, es más importante
que el Papa, o que ella puede mandar al Papa? La contestación es muy simple. No, ella no
manda al Papa. Mejor dicho, Dios hace uso del profeta, en este caso Sor Lucía, para
transmitir un mensaje y lo ha transmitido fielmente.
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Debemos obediencia a Dios ante todo
Pertenece a la jerarquía juzgar si este mensaje proviene de Dios o no, y una vez
hecho esto, la jerarquía está obligada a obedecer – no al profeta, sino a Dios, que ha
hablado por medio del profeta.
Toda obediencia es debida a Dios. Tanto si tenemos que obedecer a la policía como
si debemos de obedecer el Papa, en cuanto el asunto sobre el cual nos mandan
comportarnos de cierta forma pertenece a su jurisdicción, estamos obligados a obedecer –
no como quien obedece a los hombres, sino como quien obedece a Dios, que es quien habla
por mediación de estas personas para decirnos lo que debemos hacer.
La jerarquía – es decir, el Papa, los Obispos y sacerdotes y todos los demás fieles,
incluidos los laicos – tenemos que obedecer. La Consagración de Rusia ha sido mandada
por Dios. Nuestro Señor se apareció a Sor Lucía de nuevo en 1931, después de la fecha (el
13 de junio de1929) en que la petición formal se hizo ante la Santísima Trinidad de la
Consagración de Rusia.
Un mandato del Cielo
hecho caso omiso
Jesús ordenó que el Papa mandase a los Obispos en comunión con él, la
consagración de Rusia. Expresó su descontento:
“Participa a mis ministros que, en vista de seguir el ejemplo del Rey
de Francia, en la dilación de la ejecución de mi petición, también lo han de
seguir en la aflicción”.
Nuestro Señor dice que el Rey de Francia fue castigado; fue decapitado como si
hubiese sido un criminal. ¿Por qué? Por una sola razón – porque no obedeció a tiempo el
mandato de consagrar Francia al Sagrado Corazón.
Ahora, puede haber de aquellos que digan: ¡“Qué pena! – él no sabía que tenía que
obedecer; no tenía que obedecer porque el mensaje se lo un santo que en aquel momento no
estaba canonizado”. Sin embargo Santa Margarita María ya en vida se la tenía por santa. El
mensaje dado por ella no contradecía en nada la fe o a la moral ni tampoco la recta razón.
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A ojos del rey, Francia
estaba en sus días de gloria y Luis
XVI era el más poderoso, y
digamos, el más glorioso en su
poder de entre los reyes franceses
y por eso no hizo caso. Cien años
después, como sabemos, el rey
francés fue despojado de su poder
por la infiltración masónica de su
país. Las logias quitaron al rey el
derecho de regir y legislar y
llevaron a cabo la revolución
francesa.
Pienso
que
los
historiadores actuales estarían de
acuerdo en que fue totalmente obra
de la masonería.
Es
interesante
como
Nuestro Señor nos da este ejemplo,
cuando nos cuenta lo que pasó a
los reyes de Francia – a causa de
los mismísimos enemigos – algo
que también puede suceder al Papa
y a los Obispos. Hoy en día,
evidentemente, no lo ven, pero las
señales existen si queremos verlas.
Mi punto aquí es que Nuestro
Señor Mismo dice que serán
castigados; que según el ejemplo
del rey de Francia, le seguirán en la
aflicción por una sola razón – por
no obedecer Su mandato.
John Vennari, Maestro de Ceremonias de todas
nuestras conferencias de The Fátima Center, ha
sido de una insustituible ayuda del Padre Gruner a
lo largo de muchos años. Encima, está abriendo la
sesión de la conferencia: “Homenaje al Padre
Gruner” (sesión 13). Usted no querrá perdérselo.
Vea las páginas 53 y 63 para encargar su(s)
DVD(s).
Obviamente esto implica que están obligados a obedecer; de otra manera sería
incorrecto castigarlos porque dejasen de realizar algo que no están obligados a hacer. Y
cuando digo ‘ellos’, pienso que estamos incluidos todos, porque por nuestra parte no hemos
rezado o no nos hemos sacrificado lo suficiente por difundir esto a nuestros amigos y
vecinos, o hemos dejado de hacer lo posible para dárselo a conocer.
Y si eso se aplica a nosotros, más aún se refiere a aquellos que falsifican el mensaje,
que fingen ser devotos de Nuestra Señora de Fátima. Tanto si comprenden o no lo que
hacen, sólo Dios lo sabe, pero eso es lo que están haciendo.
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La obligación de creer en Fátima
se basa en las Sagradas Escrituras
Por lo tanto la obligación no se fundamenta tan sólo en el sentido común, también
se fundamenta en las Sagradas Escrituras; se fundamenta además en un argumento que he
dicho y que nadie ha contestado aún. Hay teólogos – tanto conservadores como liberales, de
izquierdas como de derechas –que discrepan con lo que he dicho. Hay incluso algunos que
se tienen por íntegros que piensan que yo estoy equivocado, y argumentan así: Hay dos
tipos de revelaciones. Las revelaciones públicas, que se terminaron con la muerte del
último apóstol; y las revelaciones particulares, que no estamos obligados a creer.
Hay teólogos contemporáneos – entre ellos, el Obispo Graber, un teólogo por
derecho propio – que han señalado que esas no son los únicos tipos de revelaciones. Hay
también un género de revelaciones que son tanto proféticas como públicas. Quiere decir
que no se hallan ni en las Sagradas Escrituras ni en el Depósito de la Fe, pero que obligan
porque son más que una simple revelación particular. Una revelación particular, en el
estricto sentido, es dirigida a una persona particular.
Dios ratificó Fátima
por medio del Milagro del Sol
Tenemos el Milagro del Sol atestiguado por 70.000 personas. Está Nuestra Señora
diciendo a los incrédulos que si no creen, que vengan en tal y tal fecha a una determinada
hora y Ella probaría que el mensaje es de origen divino. Propuso el desafío y todos estamos
obligados a buscar la verdad.
Nos dice en 2 Tessalonicenses, Capítulo 2, que el Anticristo viene porque los
católicos han perdido el amor de la verdad.
Es una actitud fundamental el buscar la verdad, amarla y defenderla. Y por tanto
estamos todos obligados a buscar la verdad. He aquí una revelación profética que es
también pública concedida a todo el mundo a través de estos testigos, y con todo algunos
dirán, “No tengo que creerla”, y cierran su mente y siguen ocupándose de sus asuntos. No
puede ser posible que no tengan obligación simplemente porque digan, “Rehúso ver, rehúso
saber”. Tal actitud no refleja amor a la verdad. El más grande oponente de Fátima se
caracteriza exactamente por este modo de pensar.
El Padre Edouard Dhanis, un sacerdote jesuita, empleó toda su carrera a lo largo de
su vida entera, arrogando la duda sobre Fátima por rehusar estudiar la evidencia. Durante
los años 40, mientras la Segunda Guerra Mundial bramaba, hubo alguna gente que
interpretó falsamente el texto del mensaje de Nuestra Señora – la segunda parte del Secreto
– y cambiaron Sus palabras. Haciéndole un gran perjuicio. Según ellos, lo habían hecho
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porque no querían dañar el esfuerzo en la guerra y, por eso, quitaron la palabra ‘Rusia’ de
la frase de Nuestra Señora: “Rusia esparcirá sus errores”.
Pues bien, era evidente a un hombre como P. Dhanis que el texto tuvo que ser
manipulado de tal modo que antes del fin de la guerra, pudiese decir que hizo un servicio al
señalar que habían falsificado el texto. Pero cuando la guerra acabó, se le invitó venir y leer
el texto original y hasta reunirse con Sor Lucía personalmente; pero rehusó examinar las
pruebas. No era mejor que cualquier otra persona que rehusase examinar las pruebas sobre
Fátima. Dicen, “Bueno, ya sabes, no tengo que creerla”.
No podemos negar las pruebas
a favor de Fátima
Ahora, si examinamos las pruebas estamos obligados a creerlas; y si rehusamos
verlas no podemos, por eso, esquivarlo. Santo Tomas de Aquino prueba en su Summa
Theologica que si tú te mantienes en la ignorancia simplemente, eso no te justifica de ser
ignorante, y que tú y tu ignorancia no serán perdonados en el Día del Juicio porque
rehusaste conocer la verdad. Dice, efectivamente, que tu culpa es más grande porque
rehusaste conocer la verdad.
Por tanto esta obligación es real. Yo estaría dispuesto a debatir con cualquier
persona, y hay muchos en el mundo que piensan que estamos completamente equivocados
en esto. Pero este punto es fundamental. El pretexto que detrás de que la Iglesia ha sido
escondiéndose durante los últimos 50 años para no hacer la Consagración es que piensan
que no tienen la obligación, y sin ninguna duda, esto es falso.
La obligación de creer y de obedecer está, por supuesto, fundamentada en la razón,
en las Sagradas Escrituras, y en el hecho de que Fátima es una reconocida realidad de gran
importancia.
Es el cumplimiento de la profecía bíblica cuando caemos en la cuenta que hemos
tenido 14,400 guerras en los 6000 años de la historia registrada, y con todo Nuestra Señora
de Fátima promete detenerlas. El único lugar donde se encuentra esa profecía además de
Fátima es en las Sagradas Escrituras cuando nos dicen: “Ni estudiarán ya más el arte de
guerrear” (Michéas 4:3). Eso no ha sucedido desde el tiempo en que Isaías y Michéas
hicieron esas profecías – hasta el día actual. Nuestra Señora dice que ese tiempo ha llegado.
El hecho de Fátima es un hito de la historia humana más allá que cualquier otra
cosa. Es mucho más importante que el Concilio Vaticano II o la Segunda Guerra Mundial o
cualquier otra cosa, excepción hecha la vida de Cristo Mismo. Es un hito en la historia de la
humanidad.
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Nuestro tiempo de misericordia está agotándose.
Haga lo que Usted pueda – ¡Ahora!
Esta generación no la ha reconocido y pagaremos el precio por ello – no lo pagarán
sólo el Papa y los Obispos. Nos concierne a cada uno hacer nuestra parte para darla a
conocer y hacerla comprender, y vivir Fátima con el rezo diario de cinco decenas del
Rosario y el uso del Escapulario del Carmen. Nuestra Señora sostenía el Escapulario en la
visión durante el Milagro del Sol en Fátima para que todos nosotros lo usemos.
Reconocemos que estas cosas parecen pequeñas, pero son muy grandes a los ojos de Dios.
Debemos hacer lo que podamos con lo que Dios coloca en nuestras manos. Eso es
todo lo que nos pide hacer. Pero también nos pide comprender estas cosas y animar a otros
para que les den más importancia. San Agustín dijo: “Como cristiano, me alegro con
vosotros, como Obispo, tiemblo – la responsabilidad que tengo es mucho más grande”. Él
apreciaba mucho la ayuda para desempeñar su cargo que recibía de sacerdotes y laicos.
Estoy seguro de que a todos los buenos Obispos les pasa lo mismo. Es por eso que no
debemos de olvidarnos de rezar y de sacrificarnos por todos los buenos Obispos y
sacerdotes y especialmente por el Papa; que recibirá las gracias necesarias para cumplir la
misión que le ha sido concedida por Nuestra Señora de Fátima – la Consagración de Rusia
a su Inmaculado Corazón. Dios los bendiga y gracias.
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