Riff-Raff: Usted ha dedicado buena parte de su obra a la

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Remo Bodei__________________________________________________
Modena, 15 de septiembre de 2006.
Hablar de Remo Bodei como uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo
sabe a poco y forma parte del tópico con el que se inician buena parte de las
presentaciones puramente protocolarias que anteceden a una entrevista como la que
seguirá a continuación. Por ello, acaso porque tanto él como nosotros salvamos un buen
número de pequeños obstáculos para conseguir llevar a cabo este diálogo, preferimos
sin duda presentar a Bodei como uno de esos tipos que desprenden simpatía nada más
escucharlos, que se hacen cercanos en cuanto se sientan a hablar contigo y que, sólo una
vez que nos encontramos frente a la relectura del texto que tras de sí ha dejado, nos
damos cuenta realmente de cómo la sabiduría que se deduce de cada una de sus palabras
nos muestra planos de clarividencia difícilmente parangonables. La genealogía a partir
de la cual se ha ido gestando este diálogo habla también del profesor Bodei, de su
intensa actividad académica que le lleva año tras año de la Toscana a la costa del
Pacífico de Norteamérica, desde la Universidad de Pisa hasta la University of
California, Los Angeles, la conocida por todos como UCLA. Contactar con él no es
fácil, y en buena medida el haberlo conseguido se lo debemos a Laura Lamanna, alumna
de Bodei en Pisa y amiga de esta revista, pero lo es aún menos encontrar un pequeño
espacio de tiempo entre todas las ocupaciones que subyacen a tan intensa actividad
universitaria, y ahí destacó la predisposición de Bodei, quien desde el principio se
mostró muy interesado en colaborar con nosotros. El marco para el encuentro no pudo
ser más acertado, el Festival Filosofia, que año tras año hace más grande a la ciudad de
Modena llenándola de público y de un buen puñado de reputados intelectuales que
durante tres días comparten charlas e ideas en todas y cada una de las hermosas plazas
que conforman la ciudad, pero también en sus cafés y restaurantes, en sus teatros y hasta
en vagones de tren en donde la filosofía y el viaje vuelven a caminar juntos. En total se
dan 180 citas en 48 lugares distintos, incluyendo las localidades vecinas de Carpi y
Sassuolo, y las estimaciones de este año nos dejan el abrumador dato de cerca de
100.000 personas que visitaron el Festival a lo largo de sus tres días de duración, lo cual
nos permite señalar que pocas veces al año el pensamiento ocupa tan evidentemente un
espacio físico. Fue precisamente en la sala de prensa de la Fondazione Collegio San
Carlo di Modena, uno de los principales patrocinadores y organizadores del evento y de
la que Bodei es partícipe al formar parte del Comité Científico de la Scuola
Internazionale Alti Studi de dicha fundación, donde se produjo el encuentro entre el
filósofo italiano y nuestra buena amiga e interlocutora para la ocasión, Mersia Menin,
doctoranda de la Universidad de la Sorbonne de París, en cotutela con la Scuola
Internazionale Alti Studi «Scienze della Cultura», Fondazione San Carlo di Modena,
quien además transcribió después la entrevista prestándonos una colaboración a la que
seguro que estas líneas de agradecimiento no hacen justicia.
De Bodei poco diremos que no se sepa ya. Su trayectoria iniciada en Pisa,
atraviesa otras geografías y otros marcos filosóficos como son los de Tubinga, Friburgo,
Heidelberg o Bochum, que configuraron su vasta formación intelectual. En su obra
tienen cabida estudios sobre el idealismo alemán o sobre los grandes autores
románticos, como es el caso de Hölderlin, profundos análisis acerca de la estética
moderna y contemporánea o sugerentes incursiones en los grandes temas que parecen
monopolizar el pensamiento en nuestros días: la problemática cultural, las cuestiones
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acerca de la identidad, la globalización… Todos estos asuntos sobrevuelan las líneas
que componen nuestro diálogo con Bodei, uno de esos pensadores cuya trayectoria y
pensamiento sobrepasan cualquier tipo de contexto restrictivo, dejando tras de sí una
estela intelectual que no puede más que catalogarse como universal y que nos permite
seguir pensando con optimismo acerca de la necesidad del pensamiento y de la vigencia
del discurso filosófico.
Obras de Bodei publicadas en España:
- La chispa y el fuego: invitación a la filosofía, Buenos Aires, Nueva Visión, 2006.
- El Doctor Freud y los nervios del alma: filosofía y sociedad a un siglo del nacimiento
del psicoanálisis, Valencia, Pre-Textos, 2004.
- Las lógicas del delirio: razón, afectos, locura, Madrid, Cátedra, 2001.
- La filosofía del siglo XX, Madrid, Alianza, 2001.
- La forma de lo bello, Madrid, Visor, 1998.
- Ordo Amoris: conflictos terrenos y felicidad terrestre, Valladolid, Cuatro ediciones,
1998.
- Geometría de las pasiones. Miedo, esperanza, felicidad: Filosofía y uso político,
México, F.C.E., 1995.
- Hölderlin: la filosofía y lo trágico, Madrid, Visor, 1990.
- Fernando Colina y Mauricio Jalón (eds.), La imagen del presente: diálogos,
Valladolid, Cuatro ediciones, 2000.
- Carlo Diano (ed.), Forma y evento: principios para una interpretación del mundo
griego, Madrid, Visor, 2000.
Artículos y monográficos publicados en España:
- «La filosofía», Nuova informazione bibliografica, nº 4, 2005, pp. 661-674.
- «Navigatio vitae: Métaphore et concept dans l'oeuvre de Hans Blumenberg», Archives
de philosophie: recherches et documentation, Tome 67, Cahier 2, 2004, pp. 211-226.
- «La domesticación de la política», Claves de la razón práctica, nº 148, 2004, pp. 2225.
- «Los sin patria», Identidades comunitarias y democracia, 2000, pp. 153-166.
- «Memoria histórica, olvido e identidad colectiva», Los filósofos y la política, 1999, pp.
13-46.
- «Política y felicidad», Los filósofos y la política, 1999, pp. 47-54.
- «Dolor y pasiones como forma de conocimiento», Nómadas: revista crítica de
ciencias sociales y jurídicas, 1999.
- «La sombra de lo bello», Revista de Occidente, nº 201, 1998, pp. 9-24.
- «Organizar la vida», Claves de la razón práctica, nº 83, 1998, pp. 40-43.
- «Distancia de seguridad», La Balsa de la Medusa, nº 38-39, 1996, pp. 73-86.
- «"Tumulto de criaturas congeladas" o sobre la lógica de los museos», Revista de
Occidente, nº 177, 1996, pp. 21-35.
- «La Iglesia contra el relativismo», Revista de Occidente, nº 169, 1995, pp. 21-36.
- «Rivales de sí mismos», Claves de la razón práctica, nº 58, 1995, pp. 28-35.
- «Las enfermedades de la tradición: dimensiones y paradojas del tiempo en Walter
Benjamin», Revista de Occidente, nº 137, 1992, pp. 157-176.
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Riff-Raff: Usted ha dedicado buena parte de su obra a la consideración de las potencias
de la subjetividad en la época moderna. Muy especialmente en la Geometría de las
pasiones, ha realizado un brillante recorrido desde Descartes hasta ese momento en el
que nuestra actualidad se insinúa ―1789―. Si algo facilita una continuidad es la
pretensión de doblegar las pasiones, de someterlas. Usted se ha esforzado en señalar, sin
embargo, la posible complementariedad entre las potencias. Cunde la impresión de que
el horizonte del hoy está marcado por corrientes de fuerzas parecidas a las que usted ha
precisado: explosión de las potencias ―un cierto movimiento aórgico― y pretensión
controladora de las mismas.
Remo Bodei: Pienso que ya en los tiempos de Descartes, quien es erróneamente
considerado filósofo del pensamiento puro, el cogito ―como dice tantas veces en las
Meditaciones― quiere decir imaginar, pensar, amar, odiar. En Descartes, autor de Las
pasiones del alma, el contraste entre pasiones y razón no se da, también porque según
Descartes todas las pasiones son buenas si están bien tomadas. Sólo que luego, en el
desarrollo de la modernidad, sobre todo por el efecto de los procesos de nacionalización
de la política, sustancialmente a partir del absolutismo, se puso el acento en el control
de las pasiones que políticamente pueden ser subversivas, incluso hay dos pasiones que
vienen usadas políticamente, a saber, la esperanza y el miedo, que son dos pasiones
complementarias. Por lo tanto, por lo que a mí respecta, no cambiaría mucho, en el
sentido en que la naturaleza humana, como se dice, incluso si no existe una naturaleza
fija, tiene elementos de constancia, por lo que, en resumen, ninguno conseguirá extirpar
las pasiones que luego renacen fértiles todas las veces que vienen podadas y ninguno
querrá renunciar a un control racional de sí mismo.
Riff-Raff: Acaso el desánimo y la desorientación sean el efecto primario y pasajero de
la euforia desatada en los años 60 y 70 y debamos sospechar, como subraya usted que
pensó Hölderlin, que el encuentro es aún prematuro. Y, sin embargo, hay indicios de
que puede estar agotándose el tiempo de la espera. Negri se abona a un proyecto político
en Multitud, existe un fuerte interés por rastrear los principios de una política
deleuziana… Y están, obviamente, las rearticulaciones cuasi-teológicas que tienden de
nuevo a la necesidad de lo omnicomprensivo. Es el caso de Vattimo, entre otros.
Remo Bodei: De Negri, del que además soy amigo, no comparto esta idea de «multitud»
que él toma más de Spinoza que de Deleuze. Veo una suerte de inversión frontal al
pasar de una exaltación de la violencia revolucionaria a la parte final de aquel libro
―Imperio― que cierra con San Francisco ―«vogliamoci bene»―. Me parece un
pasaje un poco fuerte, también porque en sustancia no se entiende si contra el Imperio
mundial las multitudes se deben organizar. ¿De qué modo?, ¿sobre la base de qué
necesidades?, tales son las cuestiones. En cambio, en lo que respecta a Vattimo me
parece que la posición es completamente opuesta. En Vattimo, el tristemente famoso
―porque tampoco lo ha inventado él― pensamiento débil, quiere decir simplemente
tener esta piedad en la verificación de aquello que muere, de lo humano, de aquello que
es débil, frágil, caduco. Por lo que puede decirse que en la euforia de los años sesenta y
setenta, sobre todo si se piensa en el 68, haya algo que hoy esté resfriado, pero las
soluciones que se ofrecen de nuevos encuentros entre la pasión y la razón o entre lo
aórgico de Hölderlin, lo que es efervescente, desordenado, violento, y una racionalidad
que, podríamos decir, recompone todos los conflictos, me temo que esté cambiando de
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cara y no sepamos más dónde va. Nosotros estamos delante de formas como terrorismo,
crisis ecológica, hambre en el mundo… La filosofía tiene mucho que hacer para tomar
en serio estos problemas y desarrollarlos de tal manera que no se compriman las
aspiraciones, los deseos de cada hombre, y al mismo tiempo que no se transforme todo
en una especie de nietzscheanismo de domingo. ¡Ser dionisiacos!
Riff-Raff: Siempre reaparece Spinoza… Es sorprendente su salida del infierno
académico. Ahora bien, siempre dudamos los lectores de Spinoza –el partido de los
espinosistas, reclamaba Negri, quienes escriben la novela del espinosismo, como
apuntaban Deleuze y Guattari- si hay que favorecer la maquinaria productiva de las
partes centrales o si, por el contrario, subrayar la importancia del Amor Dei
intellectualis. Esta última parece ser su opinión –que remarcaría la ruta del ordo amoris
agustiniano hasta las postrimerías de la Ética. ¿No piensa usted que el superior grado de
conocimiento enmienda la radicalidad de las tesis sobre el cuerpo-alma, introduciendo
una especie de causa final-formal que reimplanta el principio teológico en el horizonte
materialista de Spinoza?
Remo Bodei: No, yo no lo creo, Entre otras cosas, por lo que a mí respecta, aprecio esta
relación entre amor intellectualis, en el sentido en que sublima por un lado las pasiones
sin meterlas en contraste con el conocimiento, con la inteligencia, que es distinta de la
razón porque la razón, desde nosotros ratio, quiere decir cálculo y en griego logos es
algo más complicado, pero tiene la humilde raíz de «legumbre», que quiere decir
«recoger» o «reunir». Pero yo no excluyo, es más, añado que esta relación entre cuerpo
y alma y estas dos caras que tiene la filosofía spinoziana, en lugar de contraponer como
hace Descartes res cogitans y res exstensa, ve la una y la otra como un fenómeno de
double face, como se dice de los impermeables. Por ello no se trata de ver en Spinoza
simplemente este pináculo del amor intellectualis, sino que la actualidad de Spinoza
está en el hecho de que, frente a lo que podríamos considerar el empobrecimiento del
proyecto dialéctico ―es decir, el avanzar a través de las contradicciones, todo basado
sobre la potencia humana, haciendo del hombre una especie de gran protagonista del
universo, olvidando que estamos condicionados por todo lo demás―, aquello que
Spinoza llama Dios, Deus sive natura, reescribe al hombre dentro de las dimensiones
naturales y la política dentro del cosmos.
Riff-Raff: A usted le ha preocupado intensamente la convivencia entre el pensamiento
filosófico y el pensamiento poético, y es en esa convivencia donde a buen seguro
podemos entender sus reflexiones acerca de Hölderlin. ¿En dónde residen en su opinión
los puntos más interesantes de uno y otro discurso en el ámbito de la sociedad
contemporánea?
Remo Bodei: El puente que la poesía establece, y en general el arte, es aquél de evitar
esta separación tradicional en la que casi ninguno de los agregados a los trabajos cree,
pero que a un nivel de sentido común es difusa: entre una ciencia que es rigurosa, toda
hecha de mecanismos internos y en cambio la dimensión humanística que es vaga, etc.
En realidad, no habría ciencia si no hubiese una especie de fantasía creadora. El mismo
Copérnico descubrió el heliocentrismo no sólo con los cálculos matemáticos, que
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llegaron después, sino también por el hecho de que el fuego, en su imaginario, era más
noble que la tierra, de modo que el sol estaba en el centro. Por lo tanto, cualquier
descubrimiento matemático o cualquier descubrimiento científico y también cada
elemento de creación implican la imaginación. La poética no es más que esta capacidad
de profundizar en el lenguaje, de conectar mediante metáforas elementos alejados, por
lo que no hay necesidad de pensar más la ciencia como una disciplina de contables,
hecha sólo de cálculos, ni las disciplinas humanísticas como algo gelatinoso que no
tiene espina dorsal. Al fin y al cabo también el poeta piensa, razona, usa la lima, etc. Por
eso, bajo esta perspectiva, la importancia de la literatura para la filosofía es enorme: hay
más filosofía en Proust que en cualquier otro filósofo, y no sólo del siglo XX. En
resumen, los artistas tienen esta capacidad de adentrarse en mundos que por ahora
pueden ser vividos a nivel del imaginario, pero después tienen dentro una sustancia de
tipo también racional, el meollo.
Riff-Raff: Uno de los efectos que la globalización parece haber traído consigo es el
hecho de la fragmentación de las grandes identidades modernas ―identidad nacional,
identidad obrera…― en favor de un incalculable número de microidentidades. Resulta
por tanto cada vez más complejo, pero a la vez necesario, reactivar ese pensamiento
otro, tal y como usted ha tenido muy presente en sus obras. ¿En qué espacios
consideraría usted que podría desarrollarse dicho pensamiento? Y, por otra parte, ¿es
posible aún pensar en el mundo globalizado un afuera de esta lógica discursiva que el
sistema multinacional parece implantar?
Remo Bodei: El pensamiento otro significa en este caso que, desde que las culturas
humanas se han encontrado después de decenas de miles de años de separación ―basta
pensar que los aborígenes australianos están allí desde hace cerca de 40.000 años y
nosotros nos hemos dado cuenta en el siglo XVII, así como los amerindios―, desde que
ha pasado casi medio milenio de expansión europea en los otros continentes, hoy
tenemos el fenómeno inverso: están aquellos de los otros continentes que vienen a
nosotros y por lo tanto tenemos lo extranjero, el otro que no es lejano, aislado, pero que
está entre nosotros. Por eso se dan problemas de convivencia y es entonces cuando
debemos evitar, según lo veo, un doble error: el de asimilarlos haciéndoles perder
cualquier forma de identidad y aquél de ser buenísimos y les permitirles todo. En
cambio debemos crear nuevas formas de integración de ciudadanía en las que, digamos,
nosotros mismos cambiamos junto a los otros y cambiamos sobre la base de eso que
humanamente es más deseable. Por ejemplo, la abolición de la esclavitud, la ausencia de
formas de subordinación entre hombre y mujer, la abolición de la tortura o de la pena de
muerte, y, por otra parte, esta suerte de conflictos, como el del chador, que son
conflictos un poco más serios porque la identidad es al fin y al cabo la cosa menos
negociable que hay. Será un proceso largo. Por otra parte, es necesario entrelazar estas
formas de humanidad, el modelo ideal sería aquél de una cuerda que más filos y más
identidad entrelaza, de tal manera que las identidades se deben plegar. Lo mejor es,
como dicen los sociólogos con un término feo, la «diaforización», es decir, volverse
indiferentes a ciertas cosas, el hecho, por ejemplo, de que alguien lleve puesto el chador
o no lo lleve, como pasa en Francia donde está prohibido; o bien que exista un espacio
público, que es aquello que actualmente encuentro más amenazado, en el que sea
posible un encuentro, que no esté ocupado ni por la iglesia católica, con esa idea de
sustituir valores laicos con valores religiosos diciendo que en definitiva todo es
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relativismo, ni por las escuelas islámicas, etc.; que no hubiera instrumentalización.
Querría que la sociedad se volviera como un circo americano a tres pistas, en una están
los payasos, en la otra están los elefantes y en la tercera están los malabaristas, que se
hicieran Chinatown, Campo Bisenzio o Prato, pero no aisladamente como partes de una
sociedad que está troceada, en cambio sería mejor que fuera un terreno público en el que
cualquiera tiene el derecho de manifestarse, pero sin imponerse a los otros.
Riff-Raff: Desde esta perspectiva global, se han ido imponiendo a lo largo de las dos
últimas décadas ciertos discursos que ahondan en la idea de un fin, el fin de la historia,
que formuló a comienzos de los noventa Fukuyama, pero también el fin del discurso
filosófico, cuestión esta última que pareció retomarse con la reciente muerte de Jacques
Derrida. ¿En qué medida estamos en disposición de reafirmar el discurso filosófico
hoy? ¿Cuáles son en su opinión los nuevos retos a los que se enfrenta la filosofía del
siglo XXI?
Remo Bodei: Bueno, el discurso filosófico es siempre un discurso amenazado porque el
discurso religioso presenta siempre mayores certezas, la ciencia parece siempre más
coherente y la filosofía debe hacer siempre un esfuerzo en cambiar y en responder a los
desafíos, pero permaneciendo fiel a sí misma, a las formas racionales. Hoy no faltan
nuevos problemas porque con la biotecnología ha nacido la bioética como ciencia nueva
que plantea unos problemas enormes porque se trata no sólo de modificar, como la vieja
medicina, los organismos que están enfermos, sino también de modificar el genoma que
atañe al particular pero también a sus descendientes. Está el problema de la violencia y
del terrorismo; está el problema de un humanismo que vaya más allá de Occidente y que
incluya a estas masas humanas que se encuentran en situaciones desastrosas como en el
África subsahariana; está el hambre, cada año mueren 800.000 niños de hambre. Ahora
bien, todas estas cosas las sabemos, pero a un nivel de conciencia nos molestan un poco
porque parece que minan nuestro bienestar. Sin embargo, descubrimos luego que hay
millones de personas, también en Italia, que realizan un voluntariado. En resumen, con
estos problemas no basta ni el cinismo de quien intenta no verlos haciendo como las
avestruces metiendo la cabeza bajo la arena, ni tampoco la buena voluntad de los otros.
Es preciso pensar un modelo de convivencia y de mundo en el que estas cosas puedan
ser encaminadas hacia la solución no de la filosofía, aunque la filosofía da los
elementos-encuadre, sustancialmente como la matemática: tan sólo si sé contar de un
modo abstracto «uno, dos, tres», sé contar el número de peras o de platos que hay sobre
la mesa. Por ello es erróneo tomarla contra lo que es abstracto, porque lo que es
abstracto al final es lo que es más concreto; si no tuviéramos el verbo ser, que parece el
más vacío de todos, ni siquiera conseguiríamos expresar con palabras conceptos como
«idéntico» o «diferente». Por tanto, la filosofía mira estas grandes articulaciones que
nos permiten pensar, que se mueven raramente como en la deriva de los continentes,
pero no es poco. Por ello debemos rediseñar de nuevo el panorama de los problemas
emergentes, pero con estos conceptos que, por suerte para nosotros, como las placas
continentales que se deslizan, siguen adelante lentamente y muchas veces colisionan.
Estamos en una fase de varias colisiones, de civilizaciones, de culturas, etc., por lo que
para la filosofía hay mucho que hacer, basta con subirse las mangas.
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