la responsabilidad civil del empresario por accidentes

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LA RESPONSABILIDAD CIVIL
DEL EMPRESARIO
POR ACCIDENTES DE TRABAJO
José Manuel López y García de la Serrana
Magistrado del Tribunal Supremo
1
SUMARIO
1.- LA RESPONSABILIDAD CIVIL DEL EMPRESARIO
POR ACCIDENTES DE TRABAJO.
1.1.- Concepto y naturaleza.
1.2.- Responsabilidad contractual o extracontractual.
1.3.- Sujetos responsables.
1.4.- La culpa.
1.5.- Nexo causal.
1.6.- Indemnización. Cuantía.
1.7.- Prescripción.
1.8.- Aseguramiento.
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1.- LA RESPONSABILIDAD CIVIL DEL EMPRESARIO
POR ACCIDENTES DE TRABAJO
1.1.- Concepto y naturaleza.
La
responsabilidad
civil
ha
sido
mencionada
tradicionalmente por la legislación de seguridad y salud en el
trabajo, pero no ha sido regulada por este tipo de normas
que, tácita o expresamente, se han remitido a la normativa
común recogida en el Código Civil. Esta solución, recogida en
los artículos 127.3 y 123.3 de la Ley General de la Seguridad
Social ha sido reiterada por el articulo 42, números 1 y 3, de
la, Ley de Prevención de Riesgos Laborales, Ley 31/95, de 8
de noviembre, preceptos que la declaran compatible con las
responsabilidades administrativas y penales que puedan
nacer de los mismos hechos.
La naturaleza de esta responsabilidad es privada, pues
se exige en el ámbito de relaciones privadas, en el contexto de
la prestación de servicios laborales. Su finalidad es la estricta
reparación de los daños y perjuicios causados por la acción
de una de las partes de la relación. Por ello no puede
confundirse con la responsabilidad administrativa o penal
que tienen por fin principal sancionar unos hechos, ni con la
de
Seguridad
Social que
nace
del incumplimiento
de
obligaciones legales del empresario y no tiene por fin la
compensación de unos daños concretos, sino proteger
situaciones
de
necesidad
con
prestaciones tasadas por la Ley.
3
el
reconocimiento
de
1.2.- Responsabilidad contractual o extracontractual.
Como ya he señalado, la Ley General de la Seguridad
Social y la L.P.R.L. se remiten al Código Civil a la hora de
regular este tipo de responsabilidad. El Código Civil ofrece al
respecto dos cauces: El del artículo 1.101, donde se regula la
responsabilidad contractual, al disponer que quedan sujetos
a indemnización de daños y perjuicios quienes en el
cumplimiento de sus obligaciones incurrieren en dolo,
negligencia o morosidad, y los que de cualquier otro modo
contravinieren el tenor de aquellas. Por otro lado, en su
artículo 1.902 dispone que el que por acción u omisión cause
daño a otro, interviniendo culpa o negligencia, esta obligado a
reparar el daño causado. En este precepto se establece la
responsabilidad extracontractual o aquiliana que no nace de
un contrato, sino de un acto dañoso.
La cuestión es determinar que tipo de responsabilidad
es la que nace cuando el daño se produce en el marco de una
relación laboral. La solución es fácil, pues como el daño se
causa en la ejecución de un contrato de trabajo es claro que
nos encontramos ante un supuesto de responsabilidad
contractual. A sensu contrario, si entre el causante del daño
y
el
perjudicado
encontraríamos
no
ante
existe
un
relación
supuesto
extracontractual.
4
de
contractual
nos
responsabilidad
Por lógica y sencilla que parezca la solución apuntada,
no es pacífica la jurisprudencia al respecto. Mientras la Sala
IV del Tribunal Supremo sostiene que, como el empresario es
deudor de seguridad, el daño que causa por incumplir un
deber contractual viene obligado a repararlo en el marco del
contrato de trabajo incumplido, lo que supone atribuir el
conocimiento de la causa a la jurisdicción social, conforme al
artículo 2° de la Ley de Procedimiento Laboral, al ser un
pleito entre empresario y trabajador que tiene su causa en el
incumplimiento de obligaciones contractuales..
Por el contrario, la Sala 1° del Tribunal Supremo,
sentencias de 7 de julio de 2000 y 22 de junio y de 28 de
noviembre de 2001, viene señalando que en la materia rige el
principio de "unidad de culpa", que son los hechos los que
determinan la causa de pedir y que es indiferente el
fundamento jurídico de la petición, pues lo relevante es el
daño causado contractual o extracontractual, esto es, el daño
culposo, razón por la que el interesado puede optar por la vía
del 1.101 o por la del 1.902. Por tanto, estima la competencia
de orden civil para resolver los pleitos sobre la materia,
siempre que se accione al amparo del artículo 1902, lo que
equivale
a
olvidar
que
la
calificación
de
los
hechos
corresponde a los Tribunales.
Pienso que es más correcta la solución que da la Sala IV
del Tribunal Supremo en sentencias de 30 de septiembre de
1997, 2 de febrero y 23 de junio de 1998, así como la Sala de
5
Conflictos de Competencias del Tribunal Supremo en autos
de 4 de abril de 1994, y 10 de junio de 1996, entre otras,
resoluciones de uno y otro órgano.
Pareció que la Sala 1ª cambiaba de criterio en su
sentencia de 10 de febrero de 1998 que atribuyó la
competencia al orden jurisdiccional social, pero la sentencia
de 28 de noviembre de 2001 ha vuelto al antiguo criterio, sin
haberlo rectificado la Sala hasta la fecha, como muestran las
sentencias de 31 de diciembre de 2003 y de 29 de abril de
2004. Por ello, creo que sería procedente que una futura
reforma de la Ley Orgánica del Poder Judicial aclarase
definitivamente la cuestión y dejase reducida la competencia
de la jurisdicción civil a aquellos supuestos en que la acción
de responsabilidad se ejercita por terceros ajenos al contrato
de trabajo, sea por actos propios del empresario o de sus
empleados (artículo. 1.903 del Código Civil). También en
aquellos otros casos en los que la responsabilidad deriva de
un acto del patrono ajeno a la relación laboral.
Cuando el pleito se entabla entre las partes del contrato
de trabajo y con ocasión del mismo cual es el incumplimiento
de normas de seguridad y salud, nos encontramos ante una
reclamación
de
carácter
contractual
que
determina
la
competencia de la jurisdicción social, al estar ante un ilícito
laboral y no civil (S.T.S. 23-6-1999 entre otras).
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1. 3.- Sujetos responsables.
En principio la responsabilidad es imputable a todo
aquel que incurra en los supuestos de los artículos 1101 y
1902 del Código Civil. Quien incumple sus obligaciones
contractuales o las cumpla en forma negligente ó quien cause
un daño culposo sin existir vínculo contractual.
El principal responsable va a ser el titular de la
empresa, sea persona física o jurídica pues como tal debe
hacer frente a los riesgos que comporta el desarrollo de su
actividad. Frente a sus empleados es deudor de seguridad y
salud (art.14 L.P.R.L.) y frente a terceros responsable por
crear una situación de riesgo. Además, puede existir
responsabilidad
de
los
directivos
o.
empleados
que
intervienen en la acción dañosa, pero ello no será óbice para
que nazca la responsabilidad del titular empresa (ex art.1903
C.C.).
Finalmente debe señalarse que, aunque contrate un
servicio de prevención externo al que encomiende las labores
de prevención, el empresario responderá de los daños
causados aunque podrá repetir lo pagado contra la empresa
que contrató (art.14-4 L.P.R.L.), pues es responsable de la
elección que realizó o de no vigilar (culpa “in eligendo” ó “in
vigilando”). Además, como se ha dicho antes, responde del
cumplimiento
cumplirla
de
contrate
una
obligación
a
alguien que
propia,
lo
aunque
auxilie, pues
intervención del auxiliar no lo libera de sus obligaciones.
7
para
la
1. 4.- La culpa.
El requisito típico de la responsabilidad es que los daños
y prejuicios se hayan causado mediante culpa o negligencia
(arts.1101 y 1902 del Código Civil) .
Además debe recordarse que, conforme al art. 1105 del
Código Civil, fuera de los casos mencionados por la ley y de
aquellos en que la obligación lo señale, "nadie responderá de
aquellos sucesos que no hubieran podido preverse o que
previstos fueran inevitables"
La exigencia de culpa ha sido flexibilizada por la
jurisprudencia que debatiéndose entre las exigencias de un
principio de culpa y del principio de responsabilidad objetiva
ha llegado a configurar una responsabilidad cuasi objetiva,
pues aunque no ha abandonado la exigencia de un actuar
culposo del sujeto, ha ido reduciendo la importancia de ese
obrar en el nacimiento de esa responsabilidad bien mediante
la aplicación de la teoría de riesgo, bien por el procedimiento
de exigir la máxima diligencia y cuidado para evitar los
daños, bien invirtiendo las normas que regulan la carga de la
prueba.
En este sentido merece destacarse que la jurisprudencia
es más ó menos exigente del requisito de un principio de
culpa según que emane de la Sala 1ª del Tribunal Supremo, ó
de la 4ª.
8
La Sala 1ª, aunque no ha abandonado el requisito de la
culpa,
viene
aceptando
soluciones
cuasi
objetivas,
demandadas por el incremento de las actividades peligrosas y
la necesidad de que responda quien obtiene un beneficio de la
creación de un riesgo, tendencia que la acerca a la teoría de
la responsabilidad por riesgo (Sent. 22-01-96 y 12-05-97)
La Sala 4ª no desconoce esa evolución y progresivo
acercamiento
responsabilidad
de
la
por
responsabilidad
riesgo
con
aquiliana
apartamiento
o
a
la
menor
exigencia de la culpa e inversión de la carga de la prueba pero
concluye que ello tiene pleno sentido cuando se trata de
daños a terceros a la empresa y sus beneficios pero no
cuando los perjudicados son los beneficiarios de la situación
riesgo
creada,
pues
esa
actividad
beneficia
tanto
a
empresarios como a trabajadores. Por ello en materia de
accidentes de trabajo y enfermedades profesionales que gozan
de una protección de responsabilidad objetiva, venir a
duplicar esta por la vía de la responsabilidad por culpa
contractual ó aquiliana que nunca podrá ser universal ni
equitativa como la legislada, mas que una mejora social se
introduce un elemento de inestabilidad y desigualdad. Por
tanto cree que debe seguirse el principio de culpabilidad en
su sentido clásico y tradicional. En tal sentido las Sentencias
del Tribunal Supremo (IV) de 30 de septiembre de 1997; 29
de septiembre de 2000; 7 de mayo de 2001 y 7 de febrero de
2.003.
9
Tal diferencia de criterio pudiera justificar el que se siga
acudiendo a la jurisdicción civil, pese al retraso existente en
ella.
Sin embargo creo que las consecuencias prácticas no
son tan importantes, pues como señala la Sala 4ª en
sentencia de 8 de octubre de 2001: El deber de protección del
empresario es incondicional y prácticamente ilimitado Deben
adoptarse las medidas de protección que sean necesarias,
cualesquiera que sean. Y esta protección se dispensa aún en
los supuestos de imprudencia no temeraria del trabajador.
Si al patrono se le exige tal nivel de diligencia..., el
puntual
cumplimiento
de
las
precauciones
legales
y
reglamentarias así como de las que aconseje la técnica más
reciente y se hace gravitar sobre él la carga de la prueba, es
claro que estaremos cerca de la responsabilidad cuasiobjetiva y que las diferencias serán mínimas: No liberar de
responsabilidad
al
patrono
que
probó
haber
actuado
diligentemente, so pretexto de que el siniestro prueba que no
agotó toda la diligencia debida.
La apreciación y valoración de la culpa requieren un
examen más detallado, habida cuenta que la doctrina de la
Sala IV del Tribunal Supremo, al hablar de que en este
ámbito de responsabilidad debe imperar el principio clásico y
tradicional
de
la
culpa,
sin
10
ampliaciones
de
esa
responsabilidad por culpa que la objetiven. Tal doctrina no
nos puede hacer olvidar que, como la carga de la prueba,
conforme al art. 217 de la Ley de Enjuiciamiento Civil, gravita
sobre el empresario, será éste quien deba probar que obró
con la diligencia debida, que adoptó todas las medidas de
seguridad reglamentarias y las demás previsibles en atención
a las circunstancias y que el hecho causante del daño no le
era imputable. El art. 1104 del Código Civil, aplicable en los
supuestos de responsabilidad contractual, considera que
existe culpa o negligencia del deudor (de seguridad) cuando el
mismo omite aquella diligencia que requiere la naturaleza de
su obligación y corresponde a las circunstancias de las
personas, tiempo y lugar. Añade, además, que, cuando la
obligación no exprese la diligencia exigible, se exigirá la que
correspondería a un buen padre de familia, mandato que la
jurisprudencia interpreta en el sentido de ser exigible la
diligencia que adopta una persona razonable y sensata que
actúa en el sector del tráfico mercantil, comercial, industrial
o social de la misma clase de actividad que se enjuicia
(sentencias de la Sala 1ª del T. S. de 25 de enero de 1.985, 8
de mayo de 1.986, 9 de febrero de 1.998 y 10 de julio de
2.003. por consiguiente, es el empresario quien debe probar
que obró con la diligencia que le era exigible y que el
incumplimiento de su deber de garantizar la seguridad de sus
empleados no le era imputable, pues así se deriva de lo
dispuesto en los preceptos citados y en el artículo 1.183 del
Código Civil, donde se establece la presunción “iuris tantum”
de que el incumplimiento de las obligaciones se debe a la
11
culpa del deudor, presunción que el Tribunal Supremo (Sala
1ª), en sentencia de 2 de octubre de 1.995, extiende al
incumplimiento de las obligaciones de hacer, lo que es lógico,
ya que el daño prueba la realidad del incumplimiento
imputable al deudor mientras no pruebe lo contrario, esto es,
que hizo todo lo posible para cumplir con su obligación.
No existirá culpa del patrono-deudo cuando pruebe que
obró con la diligencia exigible, que el acto dañoso no le es
imputable por imprevisible o inevitable. Quedará liberado en
los supuestos del artículo 1105 del Código Civil. La
exoneración de responsabilidad es claro en los casos de
fuerza mayor, fuerza imprevisible e inevitable, pero no tanto
en los supuestos de caso fortuito, en los que deberá
distinguirse entre la procedencia externa o interna del
obstáculo impeditivo del cumplimiento de la obligación, para
liberar de responsabilidad cuando el daño se causa por un
hecho imprevisto ajeno a la empresa, mientras que la
liberación no procederá cuando el daño se causa por hecho
fortuito que debió preverse en el curso ordinario de la
actividad empresarial, ya que, cuando se trata de un hecho
previsible
y
evitable
que
se
produce
dentro
del
desenvolvimiento normal de la empresa, no puede liberarse
de responsabilidad a quien pudo prever y evitar el riesgo y no
lo hizo por su obrar culposo.
La culpa de la víctima no liberará al patrono, salvo que
se trate de un accidente motivado por la imprudencia
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temeraria del trabajador. Los artículos 115-4 de la L.G.S.S. y
15-4 de la L.P.R.L. nos muestran que debe preverse la
actuación imprudente del trabajador y que sólo se libera al
empresario en caso de imprudencia temeraria de aquél. La
culpa de la víctima y la concurrencia de culpa servirán para
moderar la cuantía de la indemnización, salvo que exista
culpa exclusiva del accidentado de mayor entidad que
excluya la del patrono, cual se dijo antes, acaece en los casos
de obrar temerario.
Si la jurisprudencia social acepta estos planteamientos
se aproximará a la civil y serán mínimas las diferencias entre
ellas. La Sala Primera del Supremo, valga por todas la
sentencia de 29 de abril de 2004, ha abandonado el concepto
clásico de culpa y lo ha ampliado para abarcar aquellas
conductas en que puede haber negligencia sin una conducta
antijurídica. La responsabilidad la ha objetivado, al presumir
la negligencia en el causante del daño, salvo cuando, aparte
de fuerza mayor, el autor de la acción u omisión acredite
haber
actuado
con
el
cuidado
que
requerían
las
circunstancias de lugar y tiempo o que la culpa del
perjudicado, cuando concurra, sea exclusiva, o de tal relieve,
que anule la culpa del otro, pues en los demás casos, sólo
habrá compensación de responsabilidades, más que de
culpas, lo que sólo servirá para moderar el importe de la
indemnización. A parecidas conclusiones se llegará por la
jurisdicción social si se aplican las reglas sobre la carga de la
prueba dichas, pues se cuasi-objetivará la responsabilidad.
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1.5.- Nexo causal.
Deberá existir un nexo causal entre la acción culposa y
el daño causado; este debe tener su causa en el obrar de
quien ha incumplido su deber de garantizar la seguridad y
salud de sus empleados.
1.6.- Indemnización. Cuantía.
Conforme
al
artículo
1106
del
Código
Civil,
la
indemnización de daños y perjuicios comprende no sólo el
valor de la pérdida sufrida, sino el de la ganancia que se haya
dejado de obtener, esto es, el llamado lucro cesante, ya que el
daño real comprende, además de las pérdidas actuales, la
pérdida de ganancias futuras. También deberán repararse los
daños morales, ya que el fin perseguido por la norma de
lograr que el perjudicado quede indemne, no se cumpliría si
no se incluyeran todos los daños, incluso los morales, cual
establecen los artículos 1106 y 1107 del Código Civil y ha
establecido la jurisprudencia.
La realidad y cuantía de los daños deberá probarse y la
indemnización deberá corresponderse con las circunstancias
de los hechos, la culpa concurrente, la situación económica
del perjudicado, entre otros factores. Como señala la
jurisprudencia civil (sentencias (I) de 26 de marzo, 24 de
mayo y 19 de junio de 1997, entre otras) la función de
cuantificar los daños a indemnizar es propia y soberana de
los órganos jurisdiccionales que tienen no sólo la facultad de
14
valorar las pruebas, sino también la obligación de hacerlo,
sin que pueda abdicar de esa facultad. Pero esa facultad no
es arbitraria, pues debe obrarse con prudente arbitrio
acudiendo
a
principios
de
equidad
y
razonando
la
cuantificación que se hace, pues, aunque queda a criterio del
juzgador de instancia, el libre arbitrio no cabe confundirlo
con la arbitrariedad, lo que le obligará a explicar las razones
de su decisión y permitirá el control de la misma por el
Tribunal Superior, lo que procederá cuando las bases o
parámetros usados no sean razonables y den lugar a una
indemnización desproporcionada.
Par fijar el importe de la indemnización que nos ocupa,
dentro de la jurisdicción social, cada vez son más los órganos
judiciales que acuden, como criterio orientador, como apuntó
la sentencia del Tribunal Supremo (IV) de 2 de febrero de
1998, al Baremo para la valoración del daño corporal que
establece el Anexo a la Disposición Adicional Octava de la Ley
30/1995, de 9 de noviembre, que da una nueva redacción a
la Ley de Responsabilidad Civil y Seguro en la Circulación de
Vehículos a Motor y en el Anexo establece un sistema para la
valoración de los daños y perjuicios causados a las personas
con vehículos de motor, baremo que debe actualizarse
anualmente, cual viene sucediendo. La aplicación de ese
Baremo no nos puede hacer olvidar lo hasta aquí expuesto,
esto es que, como se trata de reparar todo el daño causado,
sólo cabe usar el Baremo con carácter orientativo, lo que
supone
su
inaplicación
cuando
15
la
prueba
practicada
evidencie la producción de un resultado dañoso superior al
baremado. La prueba será fácil cuando se trate de acreditar
el daño manifiesto y el lucro cesante, pero más complicada
cuando se trate de probar el daño moral. Por ello, creo que
debe utilizarse el baremo, salvo que se pruebe que la
reparación
que
concede
es
insuficiente
atendidas
las
circunstancias del caso, lo que será menos frecuente
conforme el mismo se mejore, introduciendo variables y
factores correctores que permitan adecuar la indemnización a
las circunstancias de cada supuesto, modificaciones que
puede articular el juzgador de cada caso haciendo uso de sus
facultades al respecto. Las ventajas de un sistema legal de
valoración del daño son evidentes, pues, al existir un sistema
de tasación objetivo y general, los principios de igualdad y de
seguridad jurídica correrán menos peligro de ser violados que
en otro caso, ya que la prudencia y ponderación con la que
suelen actuar los órganos judiciales no son garantía, ni de
mayor acierto, ni de uniformidad. Además, si bien es cierto
que la valoración del daño patrimonial es más compleja y
admite diversas variables, lo que hará más compleja, que no
imposible, su correcta baremación, no lo es menos que son
menores las variables que pueden darse para la baremación
del daño moral, dolor corporal, psíquico, daño estético y otros
padecimientos que son comunes a todas las personas, razón
por la que su cuantificación por baremo se adecuará más al
principio de igualdad, pues la entidad del daño será similar
en todas las personas, lo que no acaece con las pérdidas
económicas.
16
Fijado
el
importe
del
daño
y
la
cuantía
de
la
indemnización, las soluciones en orden al pago de la misma
son discrepantes. Mientras la Sala 1ª del Supremo mantiene
que son compatibles todas las indemnizaciones que se
reconozcan por el siniestro y que cabe la acumulación de
todas ellas (sentencia de 18 de diciembre de 2003), la Sala 4ª
sostiene que, como el daño es único, la indemnización
también lo debe ser, lo que comportaría el que del monto total
de la misma se descontara lo ya cobrado por causa del
accidente (sentencia de 10 de diciembre de 1998), sin que
proceda descontar el importe de la capitalización del recargo,
pero sí el de las prestaciones básicas sobre las que se calcula
(sentencias de 2 de octubre de 2000, 14 de febrero y 9 de
octubre de 2001). También existe quien mantiene que
procede descontar del monto global dicho, incluso, el importe
de la capitalización del recargo con base, principalmente, a
los argumentos expuestos en el voto particular que contiene
la citada sentencia de 2 de octubre de 2000.
1.7.- Prescripción.
El plazo prescriptivo va a ser siempre el de un año,
conforme al art. 59 del Estatuto de los Trabajadores, si
estimamos que la responsabilidad civil es contractual.
Si es extracontractual por daños a terceros, también se
aplicaría el plazo prescriptivo de un año del art. 1968-2 del
Código Civil.
17
El "dies a quo" para el cómputo de la prescripción será
aquel en el que se reconozcan de modo definitivo los efectos
del quebranto producido, pues sólo entonces se hallará el
interesado en condiciones de valorar el alcance total del daño
y el importe
adecuado de la indemnización (Tribunal
Supremo, Sala de lo Civil, sentencias de 17 de mayo de 1989
y 27 de febrero de 1996) o cuando se notifique la conclusión
del proceso penal (Sentencia de la misma Sala de 15 de mayo
de 1997) o desde que existe resolución firme reconociendo
determinado grado de invalidez permanente al interesado
(sentencias de 27 de febrero de 1996 y 12 de mayo de 1997
de la Sala 1ª ).
La Sala 4ª sigue los mismos criterios en cuanto al
cómputo del plazo en sentencias de 10 de diciembre de 1998,
12 de febrero de 1999 y 6 de mayo de 1999.
1.8.- Aseguramiento.
A diferencia con lo que ocurre con la responsabilidad de
pagar el recargo, es posible asegurar la responsabilidad
patrimonial que nos ocupa.
El artículo 15-5 L.P.R.L. permite concertar operaciones
seguros para garantizar la cobertura y previsión de riesgos
derivados del trabajo. El art. 3-4 de la
Ley 30/95 de
Ordenación de Seguros Privados permite asegurar este tipo
de contingencias.
18
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