Revista General de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social

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LA REFORMA DE LA POTESTAD SANCIONADORA DEL ÓRGANO
JURISDICCIONAL SOCIAL
Por
FRANCISCO ANDRÉS VALLE MUÑOZ
Profesor Titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social
Universidad Pompeu Fabra
[email protected]
Revista General de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social 33 (2013)
RESUMEN: El presente estudio analiza las modificaciones que la Ley 36/2011 de 10 de
octubre, Reguladora de la Jurisdicción Social, ha efectuado en la potestad sancionadora del
órgano judicial social, y concretamente: la identificación de nuevas conductas susceptibles de
sanción; la supresión de la incomparecencia injustificada a los actos de conciliación y mediación
previa como conducta sancionable; la nueva forma de cuantificar las multas por temeridad y mala
fe en el proceso laboral; los distintos mecanismos de imposición de las sanciones mediante auto o
por sentencia, con la problemática que ello encierra; y la posibilidad no solo de revisar, sino
también de imponer sanciones en fase de recurso.
PALABRAS CLAVE: Reforma; Sanción; Temeridad; Mala fe procesal; Proceso laboral.
SUMARIO: I. Delimitación de la materia objeto de estudio.- II. La identificación de nuevas
conductas procesales susceptibles de sanción.- III. La supresión de la incomparecencia
injustificada a los actos de conciliación o mediación previa como conducta susceptible de sanción.IV. La nueva forma de cuantificar de la sanción.- V. La imposición de la sanción mediante auto: el
recurso de audiencia en justicia.- VI. La imposición de la sanción mediante sentencia.- VII. La
imposición o revisión de la sanción en fase de recurso.
THE REFORM OF THE SANCTIONING POWER OF THE LABOR COURT
ABSTRACT: This study examines the changes that Law 36/2011 of 10 October, regulating the
social courts, has made in the sanctioning power of the social court, namely: identifying new
behaviors subject to sanction, the suppression unjustified absence of the prior conciliation acts as
punishable behavior, the new way of quantifying fines for recklessness and bad faith litigation, the
different mechanisms of imposition of sanctions by order or sentence, with the problem that it holds,
and the possibility not only review, but also to impose sanctions on appeal.
KEY WORDS: Reform; Sanction; Recklessness; Bad faith; Labor process.
SUMMARY: I. Delimitation of the subject under study.- II. Identifying new procedural conduct
subject to sanction.- III. The abolition of appearance unjustified acts of conciliation or mediation
prior sanction as conduct likely.- IV. The new way to quantify the penalty.- V. The imposition of a
penalty by order: the appeal hearing in justice.- VI. The imposition of the sanction by judgment.- VII.
The imposition or revision of the sanction on appeal.
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I. DELIMITACIÓN DE LA MATERIA OBJETO DE ESTUDIO
El art. 75.4 de la Ley 36/2011 de 10 de octubre, Reguladora de la Jurisdicción Social
(en adelante LRJS), señala que: “todos deberán ajustarse en sus actuaciones en el
proceso a las reglas de la buena fe”, de modo que de vulnerarse éstas, así como en
caso de formulación de pretensiones temerarias, el Juez o Tribunal podrá imponer la
preceptiva multa por temeridad y mala fe procesal.
Con esta previsión se intenta que las relaciones jurídico-procesales se construyan y
desarrollen con un mínimo de ética, fortaleciendo con ello el derecho fundamental a la
tutela judicial efectiva contemplado en el art. 24
de la Constitución Española (en
1
adelante CE) . Y es que la libertad de actuación de las partes en el proceso no puede
permitir una absoluta falta de consistencia o de diligencia en la exposición y defensa de
2
la propia postura procesal .
Dicho esto, y para asegurar el cumplimiento de las citadas obligaciones de diligencia
en la actuación procesal, y porque, de no establecerse consecuencias punitivas
aparejadas a dicho incumplimiento, no estaríamos en presencia de auténticas
obligaciones jurídicas, la LRJS permite al órgano jurisdiccional la imposición de
sanciones pecuniarias. En este punto, las multas por temeridad y mala fe que pueden
imponer los órganos jurisdiccionales del orden social, vienen a ser un mecanismo
corrector ante la infracción del deber de probidad que las partes han de tener en el
3
litigio , y desde esta lógica, la imposición de tales multas estaría relacionada con el
4
derecho a la tutela judicial efectiva .
Si he hecho esta breve alusión a la justificación de la potestad sancionadora del
órgano jurisdiccional social es porque la LRJS ha introducido importantes modificaciones
en dicha potestad, estableciendo con ello un régimen jurídico particular que lo distancia
de su precedente normativo, y lo aproxima al contemplado en la Ley 1/2000 de 7 de
Enero de Enjuiciamiento Civil (en adelante LEC) .
A través del presente estudio, se van a analizar los seis grandes bloques temáticos
en que ha incidido el legislador procesal de 2011 en esta materia, y concretamente los
1
Véase: STS de 27 de febrero de 1986.
2
ANGULO MARTIN, A., “Artículo 97”, en AA.VV. Comentario a la Ley de Procedimiento Laboral,
ed. Comares, Granada, 2001, pág. 654 y ss.
3
Véase: VALLE MUÑOZ, F, A., La multa por temeridad y mala fe en el proceso laboral, ed.
Bomarzo, Albacete, 2004. ALBIOL MONTESINOS, I., ALFONSO MELLADO, C., BLASCO
PELLICER, A., GOERLICH PESET, J., Derecho Procesal Laboral, 5ª ed. Tirant Lo Blanch,
Valencia, 2003, pág. 102.
4
74
STSJ de Canarias de 12 de septiembre de 2002 (AS 2002/ 2960).
Valle Muñoz - La reforma de la potestad sancionadora del órgano jurisdiccional social
siguientes: en primer lugar, la identificación de nuevas conductas procesales
susceptibles de ser sancionadas mediante la oportuna multa por temeridad; en segundo
lugar, la supresión legal de una de las conductas que tradicionalmente había justificado
“ope legis”, la imposición de la multa, como es la incomparecencia injustificada a los
actos de conciliación o mediación previa por la parte debidamente citada, en aquellos
casos en que la sentencia que se dictase, coincidiera esencialmente con la pretensión
contenida en la papeleta de conciliación; en tercer lugar, el establecimiento de una nueva
forma de cuantificar la multa, respetando toda una serie de criterios, y limitándola en la
franja que va de los ciento ochenta hasta los seis mil euros; en cuarto lugar, la
implantación de un nuevo mecanismo de imposición de multas en pieza separada y
mediante auto, a través del llamado recurso de audiencia en justicia; en quinto lugar, la
modificación del mecanismo de imposición de multas por temeridad a través de
sentencia, permitiendo que pueda iniciarse a instancia de parte y estableciendo
mecanismos garantistas para el sancionado; y en sexto y último lugar la nueva
regulación relativa a la imposición y revisión de sanciones por temeridad y mala fe
procesal en fase de recurso.
II. LA IDENTIFICACIÓN DE NUEVAS CONDUCTAS PROCESALES SUSCEPTIBLES
DE SANCIÓN
Tradicionalmente se ha definido la buena fe procesal como aquella conducta exigible
5
a toda persona interviniente en un proceso, por ser socialmente admitida como correcta ;
y pese a que no aparezca expresamente reconocida en la LRJS, se deduciría del art.
75.1 , así como del supletorio art. 247 de la LEC. Pero la dificultad más relevante que
suscita la buena fe procesal, como concepto moral o ético que limita el ejercicio de
cualquier derecho subjetivo, es el de su materialización en el caso concreto.
En la medida en que el principio de buena fe procesal puede incidir en estrategias
procesales totalmente lícitas y que se encuadran dentro del derecho de defensa, cabe
afirmar que no siempre una actuación procesal éticamente reprochable debe ser
6
inadmisible dentro del proceso , puesto que cuando dicha actividad sea respetuosa con
7
el derecho a la tutela judicial efectiva, nada cabrá que objetar de la misma .
5
Cfr. PICO Y JUNOY, J., El principio de la buena fe procesal, ed. J.M. Bosch, Barcelona 2003,
pág. 298.
6
Cfr. ALBALADEJO GARCIA, M., Prólogo a la obra El principio de la buena fe procesal, de PICÓ
Y JUNOY, J., ed. J.M. Bosch, Barcelona 2003, pág. 20.
7
Cfr. PICO Y JUNOY, J., El principio de la buena fe procesal, ed. J.M. Bosch, Barcelona 2003,
pág. 298.
75
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8
En sentido opuesto, la mala fe procesal podría definirse como aquella actuación
procesal de una parte, caracterizada por el mantenimiento de una postura a sabiendas
de la inexistencia de su fundamentación, y causando un perjuicio, inmediato o futuro, al
verdadero titular, que se ve compelido a la defensa del derecho que tal actuación
9
lesiona. Ha sido entendida como el sostenimiento de pretensiones o el mantenimiento
de una resistencia procesal conociendo que son injustas o de una deslealtad probada, y
exige la convicción íntima de que no se actúa legítimamente, ya sea porque existe una
prohibición legal o una disposición en contrario, ya sea porque se sabe que se lesiona un
10
derecho ajeno o no se cumple un deber propio .
Por lo que se refiere a la temeridad, también estamos ante un concepto jurídico
indeterminado de difícil apreciación, por ser demasiado subjetivo, de ahí que haya
correspondido a los Tribunales delimitarlo. La temeridad viene referida a la ausencia
11
inexcusable de la diligencia más elemental en cualquier conducta procesal , y además
de probarse, ha de ser notoria, es de decir, evidente, manifiesta, o muy expresiva, lo que
significa tanto como exigir que el carácter infundado del actuar del litigante se muestre
de manera patente y obvia, incluso para la persona menos experta dentro del círculo de
12
las que intervienen en el proceso .
De esta manera, cuando la conducta procesal de una de las partes revela que su
única intención es la de dificultar al máximo la efectividad del derecho que se reclama
oponiendo toda clase de trabas; y cuando la defensa de tales intereses no se traduce en
el empleo de razonables elementos de defensa y de argumentación sino que muestra
una clara voluntad de obligar a los demandantes a acudir a los Tribunales, puede
13
concluirse que dicha parte ha obrado con temeridad manifiesta .
8
Cfr. DE ALCANTARA Y COLON, J.M., “Criterios jurisprudenciales en la aplicación de las costas
a la Seguridad Social en el ámbito de la Jurisdicción Social: un análisis global”, Boletín Aranzadi
Laboral nº 3, 2003, pág. 6 y ss.
9
MONTERO AROCA, J., IGLESIAS CABERO, M., MARIN CORREA, J.M., SAMPEDRO
CORRAL, M., “Artículo 97”, Comentarios a la Ley de Procedimiento Laboral, ed. Cívitas, Madrid,
1993, pág. 670 y ss. RODRIGUEZ DEVESA, C., “Artículo 97”, Ley de Procedimiento Laboral y
jurisprudencia, 7ª ed. Trivium, Madrid, 1996, pág. 917 y ss.
10
GUIMERA LOPEZ, C., "Administración y condena en costas: nueva doctrina del Tribunal
Supremo", La Ley 1991, nº 3, pág. 1085. Véase también: STSJ de Baleares de 25 de marzo de
1999.
11
MONTERO AROCA, J., Introducción al Proceso Laboral, 5ª ed. Marcial Pons, Madrid, 2000,
pág. 230 y 231. BARREIRO GONZALEZ, G., CACHON VILLAR, P.M., CAVAS MARTINEZ, F.,
DESDENTADO BONETE, A., FERNANDEZ DOMINGUEZ, J.J., Diccionario Procesal Social, ed.
Cívitas, Madrid, 1996, pág. 751 y 752.
12
Véase: STSJ de Andalucía de 22 de octubre de 2002; STSJ de Andalucía de 4 de febrero de
2002; STSJ de Andalucía de 16 de octubre de 1998; STSJ de Navarra de 30 de abril de 1993;
STSJ de Baleares de 25 de marzo de 1991.
13
76
STSJ de Andalucía de 25 de febrero de 2002.
Valle Muñoz - La reforma de la potestad sancionadora del órgano jurisdiccional social
En este punto, y en un intento clarificador, el legislador procesal laboral ha introducido
ciertas conductas susceptibles de vulnerar los anteriores principios de buena fe procesal
y de diligencia. Algunas de ellas, y sin ánimo de enumerarlas todas, aparecen recogidas
en el propio art. 75.1
LRJS que alude a “peticiones, incidentes y excepciones
formuladas con finalidad dilatoria o que entrañen abuso de derecho”, y otras son
identificadas en el mismo art. 75.1 como aquellos actos que “al amparo del texto de una
norma, persigan un resultado contrario al previsto en la Constitución y en las Leyes para
el equilibrio procesal, la tutela judicial y la efectividad de las resoluciones”. De hecho el
mismo art. 75.5 alude a conductas que identifica como “incumplimiento de las
obligaciones de colaboración con el proceso y de cumplir las resoluciones de los Jueces
y Tribunales y de los Secretarios Judiciales en su función de ordenación del
procedimiento y demás competencias”.
Una de estas conductas susceptibles de sanción aparece prevista en el art. 90.7
14
LRJS , en caso de negativa injustificada a realizar las actuaciones acordadas por el
15
órgano judicial ; otra conducta es la prevista en el art. 97.3 LRJS en caso de
incomparecencia injustificada al acto de conciliación ante el Secretario Judicial; o la
16
prevista en el art. 144.2 LRJS , en los casos en que se demore injustificadamente la
aportación del expediente administrativo a las actuaciones con finalidad dilatoria; o
cuando se entienda que las alegaciones o actuación del sujeto responsable pretenden la
17
dilación de la actuación administrativa (art. 148.d) LRJS) .
De hecho, las conductas temerarias o vulneradoras de la buena fe procesal, pueden
darse en fase de recurso, y así, el propio art. 75.4 LRJS insiste en que la temeridad o la
mala fe pueden apreciarse en la resolución de los recursos, siendo temerarias aquellas
14
Según el cual: “En caso de negativa injustificada de la persona afectada a la realización de las
actuaciones acordadas por el órgano jurisdiccional, la parte interesada podrá solicitar la adopción
de las medidas que fueran procedentes, pudiendo igualmente valorarse en la sentencia dicha
conducta para tener por probados los hechos que se pretendía acreditar a través de la práctica de
dichas pruebas, así como a efectos de apreciar temeridad o mala fe procesal”.
15
GARBERI LLOBREGAT, J., El nuevo proceso laboral. Comentarios a la Ley 36/2011 de 10 de
octubre, Reguladora de la Jurisdicción Social, ed. Cívitas, Thomson Reuters, Madrid, 2011, pág.
57.
16
Según el cual, si al demandante le conviniera la aportación del expediente a sus propios fines,
podrá solicitar la suspensión del juicio, para que se reitere la orden de remisión del expediente en
un nuevo plazo de diez días con apercibimiento de imposición de las medidas sancionatorias
previstas en el art. 75.5, que incluyen apremios pecuniarios, multas coercitivas, y, por lo que aquí
respecta, las multas por temeridad y mala fe procesal previstas en el art. 75.4 LRJS.
17
Según dicho precepto, cuando se entienda que las alegaciones o actuación del sujeto
responsable pretenden la dilación de la actuación administrativa, el órgano judicial impondrá la
multa que señalan los apartados 4 del art. 75 y 3 del art. 97, así como cuando tal conducta la
efectuara el empresario, deberá abonar también los honorarios de los abogados y graduados
sociales de la parte contraria que hubieren intervenido, dentro de los límites establecidos para la
instancia, suplicación y casación.
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conductas que consistan en el uso del recurso con finalidad dilatoria, tal y como se
18
recoge en art. 235.3 LRJS .
Y también pueden darse en fase de ejecución, cuando se trate de conductas dirigidas
19
a hacer ineficaz el título ejecutivo, tal y como recoge el art. 241.3 LRJS , superando con
ello el legislador toda una doctrina judicial sentada por algunos pronunciamientos
20
que,
con la anterior regulación, entendían que no cabía la imposición de multas por temeridad
en esta fase del proceso.
Sin embargo, todo este intento clarificador por parte del legislador procesal laboral,
resulta un tanto baldío, ya que supone subsumir en una categoría legal, toda una serie
21
de conductas diversas , desconociendo que tanto la temeridad como la mala fe procesal
son conceptos jurídicos indeterminados, cuya apreciación residirá en última instancia en
los Tribunales. En cualquier caso, en todos los supuestos antes descritos concurre un
elemento común, que define la razón de la sanción: el abuso en el ejercicio del derecho
22
a la tutela judicial efectiva .
III. LA SUPRESIÓN DE LA INCOMPARECENCIA INJUSTIFICADA A LOS ACTOS DE
CONCILIACIÓN O MEDIACIÓN PREVIA COMO CONDUCTA SUSCEPTIBLE DE
SANCIÓN
Tradicionalmente la incomparecencia injustificada de la parte demandada, a los actos
de conciliación previa, en aquellos casos en que la sentencia coincidía esencialmente
con la pretensión de la parte demandante, era una conducta que justificaba, ope legis, la
18
Según el cual: “La Sala que resuelva el recurso de suplicación o casación o declare su
inadmisibilidad podrá imponer a la parte recurrente que haya obrado con mala fe o temeridad la
multa que señalan el apartado 4 del artículo 75 y el apartado 3 del artículo 97, así como cuando
entienda que el recurso se interpuso con propósito dilatorio. Igualmente en tales casos, impondrá a
dicho litigante, excepto cuando sea trabajador, funcionario, personal estatutario o beneficiario de la
Seguridad Social, los honorarios de los abogados y, en su caso, de los graduados sociales
colegiados actuantes en el recurso dentro de los límites fijados en el párrafo primero de este
artículo”.
19
Según el cual: “El órgano judicial podrá imponer multas coercitivas a quienes, no siendo parte
en la ejecución, incumplan injustificadamente sus requerimientos tendentes a lograr la debida y
completa ejecución de lo resuelto o para obtener el cumplimiento de las obligaciones legales
impuestas en una resolución judicial. Todo ello sin perjuicio de la posible responsabilidad derivada
de lo dispuesto en el apartado 3 del artículo 75”.
20
STSJ de Galicia de 16 de septiembre de 2011.
21
RODRIGUEZ SANTOS, B., AVILA ROMERO, M., CEBRIAN BADIA, J., “Artículo 97”,
Comentarios a la Ley de Procedimiento Laboral, Tomo III, ed. Lex Nova, Valladolid, 1991, pág. 27;
STSJ de Madrid de 25 de julio de 2002; STSJ de Canarias de 28 de enero de 1994.
22
STC 41/1984 de 21 de Marzo. ANGULO MARTIN, A., “Artículo 97”, en AA.VV. Comentario a la
Ley de Procedimiento Laboral, ed. Comares, Granada, 2001, pág. 654 y ss.
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imposición de una multa por temeridad y mala fe procesal (así se recogía en el art. 66.3
23
del Texto Refundido de la Ley de Procedimiento Laboral de 1995, en adelante TRLPL) .
Con ello se pretendía sancionar aquellas actuaciones que pudiesen mermar la acción
de la justicia y especialmente las conducentes a impedir el proceso a través de uno de
24
los medios por excelencia, como es la conciliación previa . Además, resultaba de
obligado ejercicio por el Juzgador al asentarse sobre una filosofía correctora del abuso
de una parte en el cumplimiento de sus obligaciones (normalmente la obligación
empresarial de pago). Por ello, bastaba la incomparecencia al acto de conciliación previa
al proceso para que estuviera legitimada la imposición de la sanción por parte del órgano
25
judicial, al operar ésta automáticamente .
Siempre que concurriesen los requisitos legales de incomparecencia injustificada al
acto de conciliación previa, y siempre que la sentencia coincidiera esencialmente con la
pretensión esgrimida por la parte demandante en la papeleta de conciliación, se imponía
26
la multa . Y procedía la imposición de la multa aunque la incomparecencia no se
27
hubiera cuestionado en el acto de juicio .
Sea como fuere, no era exigible una previa petición de parte para apreciar la
temeridad, y por tanto la aplicación del mencionado artículo se producía "ipso iure" al ser
una norma procesal y por tanto de "ius cogens". Dicho de otro modo: su aplicación no se
encontraba en el poder dispositivo de las partes, ni del órgano judicial, sino que era de
28
obligado cumplimiento por éste último . Solamente si la inasistencia al acto de
23
Respecto de esta inasistencia injustificada del demandado al acto de conciliación previa, tanto
el art. 52.2 TRLPL de 1958 y 1963, como el art. 51 del TALPL de 1966, y artículo 56.2 TRLPL de
1973 insistían en que “será preceptiva la declaración de temeridad”. No sucedió así con el art. 53.2
TRLPL de 1980 el cual utilizaba una fórmula potestativa (“podrá apreciar temeridad o mala fe”). El
art. 66.3 TRLPL de 1995, disipaba cualquier duda sobre el carácter potestativo u obligatorio de la
sanción, al señalar que “si no compareciera la otra parte, se tendrá la conciliación intentada sin
efecto, y el Juez o Tribunal deberá apreciar temeridad o mala fe si la incomparecencia fuera
injustificada, imponiendo la multa señalada en el art. 97.3 si la sentencia que en su día dicte
coincidiera esencialmente con la pretensión contenida en la papeleta de conciliación”. MONTERO
AROCA, J., IGLESIAS CABERO, M., MARIN CORREA, J.M., SAMPEDRO CORRAL, M., “Artículo
97”, Comentarios a la Ley de Procedimiento Laboral, ed. Cívitas, Madrid, 1993, pág. 670 y ss.
24
LEONES SALIDO, J.M., "Sanciones en la jurisdicción social", Relaciones Laborales, Tomo II,
1994, pág. 456.
25
STSJ del País Vasco de 27 de enero de 2004.
26
STSJ de Madrid de 19 de mayo de 2003; STSJ de Madrid de 11 de noviembre de 2002; STSJ
de Madrid de 10 de Abril de 2000; STJ de Madrid de 13 de marzo de 2000.
27
STSJ de Navarra de 17 de septiembre de 1991.
28
STS de 7 de mayo de 2010; STSJ de Cataluña de 16 de septiembre de 2011; STSJ del País
Vasco de 26 de octubre de 2010; STSJ de Madrid de 7 de octubre de 2010; STSJ de Aragón de 30
de junio de 2010; STSJ de Castilla y León de 18 de noviembre de 2009; STSJ de Murcia de 16 de
abril de 2007; STSJ de Galicia de 5 de febrero de 2007; STSJ de Murcia de 2 de noviembre de
2006.
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29
conciliación vino justificada por cualquier motivo, no cabría imponer la multa . Tampoco
en los casos en que hubo una negativa a aceptar la solución conciliatoria (al no suponer
30
ello mala fe o temeridad ), o cuando la parte demandada no fue citada correctamente
31
para la celebración de dicho acto conciliatorio .
Siendo estos los antecedentes, la principal novedad que ha supuesto la LRJS en esta
materia es que ha suprimido expresamente dicha conducta, como una de las
susceptibles de imposición de multa por temeridad y mala fe en el proceso laboral. Como
indica la Exposición de Motivos de la LRJS : “En el art. 66 se ha sustituido la imposición
de multa en caso de no comparecer al acto obligatorio de conciliación o mediación,
inoperante en la práctica, por la imposición de costas, relacionada con el principio de
vencimiento objetivo y que no requiere apreciar temeridad o mala fe”. Y según el actual
art. 66.3
LRJS: “Si no compareciera la otra parte, debidamente citada… el Juez o
Tribunal impondrán las costas del proceso a la parte que no hubiere comparecido sin
causa justificada, incluidos honorarios, hasta el límite de seiscientos euros, del letrado o
graduado social colegiado de la parte contraria que hubieren intervenido, si la sentencia
que en su día dicte coincidiera esencialmente con la pretensión contenida en la papeleta
de conciliación o en la solicitud de mediación”.
En consecuencia, la incomparecencia injustificada al acto de conciliación o mediación
previa de aquella parte frente a la que se hubiera interpuesto la papeleta de conciliación,
ya no va a constituir una conducta susceptible de ser sancionada a través de la multa por
temeridad o mala fe procesal.
32
Como ya había interpretado la doctrina judicial , la incomparecencia al acto de
conciliación extrajudicial es un derecho del demandado que no perjudica los intereses
del demandante, ni supone una actuación temeraria o fraudulenta, realizada con ánimo
torticero de manipular el desarrollo del proceso. En realidad no tiene relevancia en el
posterior devenir del procedimiento judicial, ni se causa con ello indefensión o perjuicio al
actor, que dispone si cabe incluso de una mejor posición procesal.
El legislador ha optado por sustituir dicha sanción por la condena a las costas
procesales, incluyendo los honorarios del letrado o graduado social colegiado de la parte
contraria, hasta el límite de seiscientos euros. Y pese a que esta cuantía coincida con el
límite máximo de la cuantía correspondiente a la multa por temeridad de la anterior
regulación, no constituye, en sentido estricto, una expresión de la misma.
29
STSJ de Cataluña de 2 de mayo de 2011; STSJ de Madrid de 10 de abril de 2003; STSJ de
Madrid de 17 de noviembre de 2001; STSJ de la Comunidad Valenciana de 11 de mayo de 2000.
30
STSJ de Madrid de 17 de noviembre de 2009.
31
STSJ de Murcia de 22 de mayo de 2006.
32
STSJ de Cataluña de 29 de octubre de 2003.
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Valle Muñoz - La reforma de la potestad sancionadora del órgano jurisdiccional social
Debe tenerse en cuenta que las costas procesales reguladas en la LRJS
(con
33
inclusión de los honorarios de letrado y del graduado social ), se rigen por el criterio
objetivo del vencimiento en el pleito, de acuerdo con los principios contenidos en la LEC,
de manera que esta condena no puede calificarse como una sanción en sentido estricto
(aunque muchas veces se entienda como tal), sino como una contraprestación por los
34
gastos originados por el proceso .
El problema en este punto, se manifiesta en el actual redactado del art. 97.3 LRJS.
Según dicho precepto: la sentencia, motivadamente, podrá imponer al litigante que no
acudió al acto de conciliación injustificadamente, una sanción pecuniaria “dentro de los
límites que se fijan en el apartado 4 del artículo 75”. Mientras que en su párrafo final
establece, de una manera un tanto contradictoria, que:
“En los casos de
incomparecencia a los actos de conciliación o de mediación sin causa justificada, se
aplicará por el Juez o Tribunal las medidas previstas en el artículo 66.3” (que no alude a
sanción alguna, sino al abono de los honorarios del abogado o graduado social con el
límite de seiscientos euros). Dicho precepto merece una interpretación correctora si no
se desea caer en un confusionismo innecesario.
Un sector de la doctrina científica
35
ha interpretado este precepto en el sentido de
entender que procede la imposición de la multa por temeridad y mala fe procesal a la
parte que no compareció a los actos de conciliación o mediación previa al proceso (de
manera similar a como lo preveía la anterior regulación).
36
Otros autores , en una interpretación sistemática de los arts. 75.4 y 97.3 LRJS,
entienden que la imposición de la multa a la parte que no compareció al acto de
conciliación previa, sería una potestad del órgano judicial (“podrá” dice el art. 97.3 LRJS),
33
STSJ de Murcia de 30 de marzo de 2000.
34
ANGULO MARTIN, A., “Artículo 97”, en AA.VV. Comentario a la Ley de Procedimiento Laboral,
ed. Comares, Granada, 2001, pág. 656 y ss.
35
Manteniendo la doble sanción consistente en la multa pecuniaria y en el abono de los
honorarios de los abogados y graduados sociales de la parte contraria que hubieran intervenido en
el proceso, en caso de inasistencia tanto en la conciliación previa, como en la conciliación ante el
Secretario Judicial: GARBERI LLOBREGAT, J., El nuevo proceso laboral. Comentarios a la Ley
36/2011 de 10 de octubre, Reguladora de la Jurisdicción Social, ed. Cívitas, Thomson Reuters,
Madrid, 2011, pág. 57.
36
Véase sin embargo: TUSET DEL PINO, P., “La obligación de comparecer a los actos de
conciliación y mediación en el proceso laboral y las consecuencias de su incumplimiento. Análisis
comparativo con la nueva ley Reguladora de la Jurisdicción Social”, Revista Información Laboral nº
4, 2012, pág. 17 y ss. A juicio de este autor, si la empresa no ha comparecido al servicio de
conciliación, el órgano judicial queda obligado a imponer las costas, incluyendo los honorarios del
profesional de la parte actora hasta seiscientos euros y, facultativamente, una multa que puede ir
de ciento ochenta a seis mil euros, siempre que, en este último caso, la incomparecencia al acto
previo de conciliación administrativa estuviera injustificada. El problema se agrava si en el acta de
conciliación no aparece tal mención (lo que suele ser habitual). En tales casos, la carga de la
prueba correspondería al empresario, y si la empresa tampoco compareció a juicio, podría
presumirse dicha falta de justificación.
81
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por lo que simplemente habría dejado de ser una obligación legal, para convertirse en
una facultad de la que podría hacer uso el Juez o Tribunal, o no.
Desde mi punto de vista, cuando el art. 97.3 LRJS permite al órgano judicial imponer
la multa por temeridad en las cuantías fijadas por el art. 75.4 LRJS (de ciento ochenta a
seis mil euros) a aquella parte que no acudió al acto de conciliación injustificadamente,
está refiriéndose al acto de conciliación celebrado ante el Secretario Judicial, pero no al
acto de conciliación o mediación extrajudicial o previa al proceso. Para esta última
conducta la ley no ha previsto la imposición de ningún tipo de multa más allá del abono
de las costas procesales con inclusión de los honorarios de abogado o graduado social.
Y buena muestra de ello es que el propio art. 97.3 in fine insiste en recordar
expresamente que en los casos de inasistencia al acto de conciliación o de mediación
(aquí sí en clara referencia a la conciliación previa), se aplicará por el Juez o Tribunal las
medidas previstas en el art. 66.3, esto es, el abono de las costas procesales, incluidos
los honorarios del letrado de la parte contraria. Así se desprendería además, de la
Exposición de Motivos de la propia LRJS, en los términos que antes vimos, y que
reflejarían la intención del legislador en este punto.
Por el contrario, la incomparecencia ante el Secretario Judicial, para efectuar la
correspondiente conciliación, sí que es una conducta susceptible de vulnerar la buena fe
procesal, habida cuenta que ya se ha iniciado el proceso, y no nos encontramos ante
una fase previa al mismo. En este supuesto la imposición de la multa por temeridad y
mala fe procesal podría estar plenamente justificada.
Ahora bien, si hemos concluido que la incomparecencia a los actos de mediación o de
conciliación previas al proceso (y ante el Servicio Administrativo correspondiente o ante
el que se hubiera podido crear por convenio colectivo) no constituye una conducta
susceptible de ser sancionada con multa por temeridad y mala fe procesal, sino
mediante el abono de los honorarios del letrado o graduado social (para el caso de que
la sentencia dictada en su momento se correspondiera esencialmente con la petición del
demandante), la cuestión a dilucidar es si cabe dicha condena en costas a aquellas
partes que gozan del beneficio de justicia gratuita (sirvan de ejemplo los trabajadores,
funcionarios, personal estatutario, o beneficiarios de las prestaciones de Seguridad
Social), cuando no comparecieron al acto de conciliación o mediación previa (pensemos
en una reclamación de cantidad del empresario al trabajador derivada de una
reconvención), habiendo coincidido esencialmente la sentencia dictada en su momento
con la pretensión de la parte actora.
A mi entender, la aplicación del beneficio de justicia gratuita a este colectivo de
personas, constituiría una excepción a la regla general del abono de los honorarios de
abogado y graduado social, de modo que la condena en costas prevista en el art. 66.3
82
Valle Muñoz - La reforma de la potestad sancionadora del órgano jurisdiccional social
LRJS, habría de recaer exclusivamente en el empresario, pero no en el trabajador o en
37
el beneficiario de la Seguridad Social cuando sea éste sea demandado .
IV. LA NUEVA FORMA DE CUANTIFICAR LA SANCIÓN
La LRJS, ha dado un nuevo tratamiento a la forma de cuantificar la sanción que
puede imponerse judicialmente ante una conducta vulneradora de la buena fe procesal
(que el anterior art. 97.3 TRLPL fijaba en hasta seiscientos euros) asumiendo casi en su
integridad la regulación contenida en la LEC .
Según se desprende del art. 75.4 LRJS la multa podrá oscilar entre los ciento ochenta
hasta los seis mil euros, sin que en ningún caso pueda superar en su cuantía, la tercera
38
parte del litigio . Además deberá respetar el principio de proporcionalidad, ponderando
las circunstancias del hecho, la capacidad económica, y los perjuicios causados al
proceso y a otros intervinientes o a terceros.
Y de manera similar, el art. 247.3 de la LEC señala que la cuantía de la multa podrá
oscilar entre los 180 hasta los 6000 euros, sin que en ningún caso pueda superar la
tercera parte de la cuantía del litigio, y el Tribunal, a la hora de imponerla, deberá
respetar el principio de proporcionalidad, y deberá tener en cuenta además: las
circunstancias del hecho de que se trate, así como los perjuicios que se hubiera podido
causar al procedimiento o a la otra parte.
Por último la DF 6ª LRJS, bajo el título: “Habilitación al Gobierno para la modificación
de cuantías”, se encarga de señalar que el Gobierno, previo informe del Consejo General
del Poder Judicial y audiencia del Consejo de Estado, podrá modificar la cuantía que
establece esta Ley respecto de las sanciones pecuniarias y multas.
37
Así se desprende meridianamente del propio art. 97.3 LRJS al señalar que solamente cuando
el condenado “fuera el empresario”, deberá abonar también los honorarios de los abogados y
graduados sociales que hubieren intervenido en el proceso, hasta el límite de seiscientos euros. Y
también se desprende del art. 235.3 LRJS, que excluye a trabajadores, funcionarios, personal
estatutario, y beneficiarios de la Seguridad Social de abonar los honorarios de abogados y
graduados sociales, aún de apreciarse temeridad y mala fe procesal en fase de recurso de
suplicación.
38
En los antecedentes históricos más remotos de la norma, la cuantía de la multa seguía un
sistema en el que se condicionaba al "interés" litigado. Este sistema se inauguró con el art. 57.3 de
las "Bases para un proyecto de ley estableciendo los Jurados Mixtos en España" que elaboró la
Comisión de Reformas Sociales en 1891, al que seguiría el art. 27.2 de la primera Ley de
Tribunales Industriales de 19 de mayo de 1908, el cual establecía una "multa del 10% del interés
del asunto, no pudiendo pasar de 500 pts.” Pero desde la segunda Ley de Tribunales Industriales
de 22 de julio 1912, la multa dejó de ser una cantidad proporcional al "interés litigado" para
convertirse en una cantidad fija comprendida entre dos topes legales (mínimo y máximo), que el
Magistrado de instancia debía respetar. En el TRLPL de 1995, el art. 97.3 sólo establecía un
máximo (seiscientos euros). Cfr. MARTINEZ GIRON, J., "La temeridad en procesos laborales",
Revista Española de Derecho del Trabajo nº 15, 1983, pág. 430.
83
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De todo ello se desprende que, siguiendo los parámetros que ya marcara la LEC
1/2000, a la hora de cuantificar la multa por temeridad y mala fe, el órgano jurisdiccional
social habrá de respetar cuatro criterios: el principio de proporcionalidad; la ponderación
de las circunstancias del hecho sancionado; la capacidad económica de las partes
(requisito éste no previsto en la LEC); y los perjuicios causados al proceso y a otros
intervinientes o terceros (éstos últimos tampoco referenciados en el texto de la LEC). Y
todo ello fijando como franja cuantitativa, aquella que va desde los ciento ochenta hasta
los seis mil euros, con el tope de la tercera parte de la cuantía litigiosa, habilitándose al
Gobierno para que pueda modificar la cuantía de la sanción.
Al unificarse ambas cuantías y criterios de determinación, el legislador pone fin a la
polémica que se suscitó con la anterior regulación
39
sobre si cabía aplicar en sanciones
por temeridad o mala fe procesal, el límite señalado de seiscientos euros que fijaba el
precedente art. 97.3 TRLPL, o si por el contrario cabía aplicar el límite superior de la
40
norma procesal común .
En cualquier caso, la asimilación de ambos montantes pecuniarios (el de la LEC y el
de la LRJS ) supone desconocer que son distintas las cantidades litigiosas que se
dirimen en el proceso civil frente a las generalmente inferiores que se discuten en el
proceso laboral, por lo que una homogeneización de las mismas (básicamente por lo que
respecta a la cuantía máxima de seis mil euros), quizá resulte excesiva en una
jurisdicción como es la social. Además, pese al silencio legal, cabe entender que si se
impusieran diversas multas por sucesivas actuaciones contrarias a la buena fe procesal,
la suma de todas ellas no podría alcanzar la tercera parte del litigio (pues el precepto
41
indica que dicho límite no puede sobrepasarse “en ningún caso”) .
Respecto al principio de proporcionalidad, éste despliega un papel fundamental
habida cuenta que la sanción pecuniaria ha de guardar proporcionalidad con la conducta,
lo que significa que conductas procesales que no hayan obstaculizado excesivamente el
procedimiento, ni hayan generado perjuicios desmesurados a la otra parte o a terceros,
no pueden ser sancionadas con la cuantía máxima de seis mil euros.
Por lo que se refiere a la valoración por parte del órgano judicial, de las circunstancias
del hecho de que se trate, tal previsión permite modular la cuantía de la multa a imponer
en función de la actuación maliciosa que se sanciona. Y si bien es cierto que es una
solución enteramente subjetiva, ese subjetivismo siempre puede fiscalizarse mediante
39
FOLGUERA CRESPO, J.A., “Artículo 75”, en AA.VV. Comentarios a la Ley Reguladora de la
Jurisdicción Social, 2º ed. Lex Nova, Valladolid, 2011, pág. 355.
40
41
STSJ de Cataluña de 4 de julio de 2002.
BANACLOCHE PALAO, J., “Artículo 247” en AA.VV. Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento
Civil, ed. Cívitas, Madrid, 2001, pág. 456.
84
Valle Muñoz - La reforma de la potestad sancionadora del órgano jurisdiccional social
los oportunos recursos judiciales. Además, el órgano judicial habrá de justificar el motivo
42
de por qué la multa se impone en una cuantía y no en otra .
Lo que sí resulta criticable es que la cuantía pueda determinarse en función de la
capacidad económica de las partes, criterio éste no compartido por la LEC, y que incluso
se liga con una circunstancia (como es la capacidad económica), que puede incluso
desconocer el órgano judicial. A través de esta previsión pudieran imputarse multas
superiores no tanto en función de la gravedad de la conducta cometida, como de la
solvencia económica, que, en el ámbito litigioso del proceso social, siempre la tendrá el
empresario y no el trabajador, convirtiéndose con ello en un sujeto susceptible de ser
sancionado con multas superiores.
Por lo que respecta a los perjuicios causados al proceso, el legislador está pensando
en aquellos que no quedarían cubiertos por la condena de las costas procesales. Y
respecto a los perjuicios causados a otros intervinientes o a terceros, se incluiría no
solamente los ocasionados a los litigantes, sino también a peritos, o testigos que
hubieran podido participar en el procedimiento.
Del mismo modo resulta criticable que la cuantificación de la multa venga
condicionada por el valor económico del objeto litigioso, dadas las peculiaridades del
43
proceso social , y ello por cuanto supone crear una distinción artificial de las multas en
base a la cuantía litigada, desconociendo que el interés del litigio puede no residir tanto
en la cuantía discutida como en las causas de su reconocimiento o denegación.
En cualquier caso, la franja cuantitativa a que alude el legislador (de 186.000 euros),
ofrece al órgano jurisdiccional social un gran espacio de maniobra
perfectamente posible acogerse tanto a la cuantía mínima
45
44
siendo
como a la máxima.
Por lo que respecta a la actualización de las cuantías a que se refiere la DF 6ª LRJS,
cabe reproducir las mismas críticas que se hicieron a su regulación predecesora
(contenida en la DA 2ª 2 TRLPL), siendo previsible, tal y como sucediera con la anterior
regulación, que tales cuantías permanezcan invariables durante años, no adecuándose
con ello a las nuevas realidades sociales y económicas.
42
GARBERI LLOBREGAT, J., “Artículo 247”, en AA.VV. Los procesos civiles. Comentarios a la
Ley de Enjuiciamiento Civil con formularios y jurisprudencia. Tomo II, ed. Bosch, Barcelona, 2001,
pág. 796 y ss.
43
PICO Y JUNOY, J., El principio de la buena fe procesal, ed. J.M. Bosch, Barcelona 2003, pág.
273 y ss.
44
MONTERO AROCA, J., Introducción al Proceso Laboral, 5ª ed. Marcial Pons, Madrid, 2000,
pág. 230 y 231.
45
BARREIRO GONZALEZ, G., CACHON VILLAR, P.M., CAVAS MARTINEZ, F., DESDENTADO
BONETE, A., FERNANDEZ DOMINGUEZ, J.J., Diccionario Procesal Social, ed. Cívitas, Madrid,
1996, pág. 751 y 752. MONTERO AROCA, J., IGLESIAS CABERO, M., MARÍN CORREA, J.M.,
SAMPEDRO CORRAL, M., “Artículo 97”, Comentarios a la Ley de Procedimiento Laboral, ed.
Cívitas, Madrid, 1993, pág. 670 y ss.
85
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46
En este punto, y como acertadamente apuntó la doctrina científica , hay que partir de
la base de que el principio de legalidad en la imposición de sanciones (“ex” art. 25.1 de la
CE), es el eje por el que ha de pasar la facultad de corrección de los órganos judiciales
en tanto que se expresa en la fijación de las multas procesales. Por ello no habría
especiales problemas en la habilitación legal para la imposición de estas sanciones, y ni
siquiera en que el Gobierno determine por Decreto Legislativo la cuantía de la sanción.
Pero lo que sí parece discutible, desde la óptica del principio de legalidad, es la
prolongación indefinida de la delegación normativa que introduce la citada DF 6ª LRJS
47
habida cuenta que el art. 82.3 de la CE limita el plazo de delegación .
V. LA IMPOSICIÓN DE LA SANCIÓN MEDIANTE AUTO: EL RECURSO DE
AUDIENCIA EN JUSTICIA
La cuarta gran novedad que ha supuesto la LRJS en esta materia ha sido el
establecimiento de un nuevo procedimiento para la imposición de las multas por
temeridad y mala fe procesal a través de auto. Cuatro son los temas que merecen
especial atención en este punto: en primer lugar la oportunidad sobre el tipo de
resolución judicial prevista por el legislador, que es el auto; en segundo lugar las
peculiaridades del recurso de audiencia en justicia previsto en el art. 75.4 LRJS, frente a
la regulación contenida tanto en la LEC como en la Ley Orgánica del Poder Judicial (en
adelante LOPJ); en tercer lugar la escrupulosa motivación de la multa para el caso de
que el órgano judicial decida utilizar este tipo de procedimiento de imposición; y en
cuarto lugar, la necesaria identificación de los sujetos que pueden ser objeto de sanción
a través del mecanismo previsto en el art. 75.4 LRJS.
Por lo que respecta al tipo de resolución judicial en que puede fijarse la multa por
temeridad, inicialmente la doctrina judicial
48
entendió que al encontrarnos ante normas
de naturaleza sancionadora o punitiva, las multas no podían contenerse en resoluciones
judiciales distintas a las que fijara la ley procesal, y si ésta aludía exclusivamente a la
sentencia, la multa no podría contemplarse en otras resoluciones judiciales, como por
ejemplo un auto.
Sin embargo, esta tendencia jurisprudencial fue corregida
paulatinamente por otra
49
que entendió que no habría especial inconveniente en imponer
46
Cfr. BAYLOS GRAU, A., CRUZ VILLALON, J., FERNANDEZ LOPEZ, M.F., Instituciones de
Derecho Procesal Laboral, ed. Trotta, Valladolid, 1995, pág. 117. En el mismo sentido: BARREIRO
GONZALEZ, G., CACHON VILLAR, P.M., CAVAS MARTINEZ, F., DESDENTADO BONETE, A.,
FERNANDEZ DOMINGUEZ, J.J., Diccionario Procesal Social, ed. Cívitas, Madrid, 1996, pág. 93.
47
STC 29/1989 de 6 de febrero , en conexión con la STC 3/1988 de 21 de enero .
48
STSJ de Canarias de 30 de noviembre de 2001; STSJ de Madrid de 3 de noviembre de 1993.
49
STSJ de Navarra de 31 de enero de 2002 (AS 2002/88790).
86
Valle Muñoz - La reforma de la potestad sancionadora del órgano jurisdiccional social
multas por temeridad y mala fe procesal a través de otras resoluciones judiciales,
siempre que dicha decisión estuviera motivada. Y de hecho, la imposición de multas en
resoluciones judiciales distintas a la sentencia (como es el auto), fue refrendada por un
50
sector de la doctrina procesalista civil , habiendo sido admitida finalmente por la doctrina
51
científica laboralista .
El nuevo art. 75.4
LRJS disipa esta incertidumbre al permitir ahora, de manera
expresa, la imposición de la oportuna multa por temeridad o mala fe procesal, a través
de auto, al señalar que: el “El Juez o Tribunal podrá imponer mediante auto, en pieza
separada, de forma motivada…” la citada multa. Y a aquél al que se le hubiera impuesto
la multa podrá ser oído en justicia, audiencia en justicia que “será resuelta mediante
(nuevo) auto”, contra el que cabrá recurso de alzada. Como podemos observar el
legislador reitera por dos veces la necesidad de que la multa se recoja en auto.
La referencia a este tipo de resolución judicial, sin embargo, no se contempla en el
art. 247.3
LEC, que alude a un “acuerdo” motivado, afirmando: “Si los Tribunales
estimaren que alguna de las partes ha actuado conculcando las reglas de la buena fe
procesal, podrán imponerle, en pieza separada, mediante acuerdo motivado”, la
oportuna multa.
Por tanto, cabría cuestionar la oportunidad del legislador procesal laboral en
establecer el auto como mecanismo a través del cual imponer la multa por temeridad, y
es que en modo alguno puede ser un auto, como resolución jurisdiccional, el que
imponga la multa, sino que será una resolución gubernativa, en el ámbito de las
sanciones que se pueden imponer con arreglo a lo dispuesto en los arts. 552 y ss. LOPJ
a abogados y procuradores que faltaren a la obediencia debida a los Tribunales en sus
52
actuaciones judiciales .
Precisamente, aquello que indica el art. 555.2 LOPJ
es que dicha multa “Podrá
imponerse en los propios autos o en procedimiento aparte”, y no, como ha trasladado el
legislador procesal laboral, que la multa deba imponerse “mediante auto, en pieza
separada”. Y el art. 556 LOPJ , al igual que el art. 247.3 LEC, ya se encarga de recordar
que la naturaleza jurídica del acto por el que se imponga la multa, ha de ser un
53
“acuerdo” .
50
PICO Y JUNOY, J., El principio de la buena fe procesal, ed. J.M. Bosch, Barcelona 2003, pág.
277 y ss.
51
MARTINEZ GIRON, M., "La temeridad en procesos laborales", Revista Española de Derecho
del Trabajo, nº 15, 1983, pág. 431.
52
LORCA NAVARRETE, A.M., “Artículo 247”, en AA.VV. Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento
Civil, Tomo I ed. Lex Nova, Valladolid, 2000, pág. 1591 y siguientes.
53
Según el art. 555 de la LOPJ: “1. La corrección se impondrá por la autoridad ante la que se
sigan las actuaciones. 2. Podrá imponerse en los propios autos o en procedimiento aparte. En todo
87
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En consecuencia, la multa debiera de contenerse en un acuerdo, y no en un auto, si
se quieren articular de manera correcta tanto el recurso de audiencia en justicia, como el
54
oportuno recurso de alzada gubernativo previsto tanto en la LOPJ como en la LRJS .
Otra de las novedades verdaderamente importante en la nueva regulación procesal
laboral, es el llamado recurso de audiencia en justicia, mediante el cual el sancionado
puede reaccionar jurídicamente frente a la sanción que le ha sido impuesta mediante
auto (acuerdo en sentido estricto). El denominado recurso de audiencia en justicia ante
el propio órgano jurisdiccional que impuso la multa no es más que una actividad de auto
revisión llevada a cabo por el mismo, sin perjuicio de que la multa también pueda ser
revisable a través de recurso de alzada.
La incorporación del recurso de audiencia en justicia y posterior recurso de alzada
frente a las sanciones acordadas por la vía del art. 75.4 LRJS constituye una adaptación
al texto procesal laboral, de la modificación que sufrió el art. 247 LEC tras la Ley 13/2009
de 3 de noviembre de reforma de la legislación procesal con motivo de la implantación
de la nueva oficina judicial.
Según el art. 247.3 LEC: “En todo caso, por el Secretario Judicial se hará constar el
hecho que motive la actuación correctora, las alegaciones del implicado y el acuerdo que
se adopte por el Juez o la Sala”. Y el apartado quinto, introducido precisamente por la
Ley 13/2009, afirma: “Las sanciones impuestas al amparo de este artículo se someten al
régimen de recursos previstos en el Título V del Libro VII de la Ley Orgánica del Poder
Judicial, que versa sobre las sanciones que pueden imponerse a los que intervienen en
55
los pleitos o causas” (arts. 552 a 557 ) .
Precisamente, el art. 556 LOPJ , señala: “Contra el acuerdo de imposición de la
corrección podrá interponerse, en el plazo de cinco días, recurso de audiencia en justicia
ante el Secretario Judicial, el Juez o la Sala, que lo resolverán en el siguiente día. Contra
este acuerdo o contra el de imposición de la sanción, en el caso de que no se hubiese
utilizado el recurso de audiencia en justicia, cabrá recurso de alzada, en el plazo de
cinco días, ante la Sala de Gobierno, que lo resolverá previo informe del Secretario
Judicial, del Juez o de la sala que impuso la corrección, en la primera reunión que
celebre”.
caso, por el secretario se hará constar el hecho que motive la actuación correctora, las alegaciones
del implicado y el acuerdo que se adopte por el Juez o por la Sala”.
54
GARBERI LLOBREGAT, J., “Artículo 247”, en AA.VV. Los procesos civiles. Comentarios a la
Ley de Enjuiciamiento Civil con formularios y jurisprudencia. Tomo II, ed. Bosch, Barcelona, 2011,
pág. 796 y ss.
55
Estos preceptos tipifican las faltas en que pueden incurrir abogados y procuradores en el
desempeño de sus funciones, así como las correcciones que pueden imponerse, el órgano
competente para acordarlas y el régimen de recursos aplicable.
88
Valle Muñoz - La reforma de la potestad sancionadora del órgano jurisdiccional social
En base a estos precedentes normativos, el actual art. 75.4 LRJS señala: “Aquel al
que se hubiere impuesto la multa prevista en el párrafo anterior podrá ser oído en
justicia. La audiencia en justicia se pedirá en el plazo de los tres días siguientes al de la
notificación de la multa, mediante escrito presentado ante el Juez o Tribunal que la haya
impuesto. La audiencia será resuelta mediante auto contra el que cabrá recurso de
alzada en cinco días ante la Sala de Gobierno correspondiente, que lo resolverá previo
informe del Juez o Sala que impuso la multa”.
Como puede observarse, el procedimiento previsto en la LRJS se asemeja al previsto
en la LEC y en la LOPJ, y se caracteriza básicamente por los siguientes rasgos: en
primer lugar, se tramitará en pieza separada, y concluirá con un auto (acuerdo), que
impondrá la sanción, motivándola y notificándola a la parte sancionada; en segundo
lugar, se establece lo que el legislador ha dado en llamar el recurso de “audiencia en
justicia”, que ha de pedir aquél que ha sido sancionado en el plazo de tres días
siguientes al de la notificación de la multa, mediante escrito presentado ante el Juez o
Tribunal; en tercer lugar, y tras dicha audiencia, el Juez o Tribunal resolverá mediante un
nuevo auto (acuerdo) que confirmará o revocará el anterior en cuanto a la imposición de
la multa, y contra el que cabrá un recurso gubernativo de alzada ante la Sala de
Gobierno correspondiente; y en cuarto y último lugar, dicha Sala resolverá sobre la multa
(se entiende que mediante resolución gubernativa), para lo cual será requisito necesario
que el Juez o la Sala que impuso la multa, expida el oportuno informe al respecto.
Pese a las similitudes existentes entre el recurso de audiencia en justicia en los tres
textos normativos, también se aprecian diferencias importantes. En primer lugar, el plazo
del que dispone el sancionado para reaccionar contra la sanción en el proceso laboral es
de tres días, frente a los cinco días previstos en la LOPJ; en segundo lugar, tanto en el
enjuiciamiento civil (art. 247.3 LEC) como en la LOPJ (art. 555.2 ) se da entrada al
Secretario Judicial en la tramitación del recurso de audiencia en justicia, haciendo
constar el hecho que motive la actuación correctora, las alegaciones del implicado y el
acuerdo que se adopte por el Juez o la Sala, situación que no es contemplada por la
LRJS si bien la reciente doctrina científica
56
no ha encontrado obstáculo en que éste
participe en el mismo. Por último, tampoco se identifica en la ley procesal laboral, el
plazo de que dispone el Juez o la Sala para resolver el recurso de audiencia en justicia
(que es de un día, según la LOPJ).
Por lo que se refiere a la motivación del acuerdo en que se impone la sanción, así
como el oportuno informe que deba expedir el Juez o la Sala, tal requisito entronca con
la necesaria motivación de cualquier sanción, y constituye de por sí un presupuesto
56
FOLGUERA CRESPO, J.A., “Artículo 75”, en AA.VV. Comentarios a la Ley Reguladora de la
Jurisdicción Social, 2º ed. Lex Nova, Valladolid, 2011, pág. 355.
89
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57
procesal que ha de concurrir necesariamente . La motivación de la sanción viene
justificada por un principio primario y esencial, que es que se demuestren y acrediten
suficientemente los elementos que puedan conducir a la imposición de cualquier multa,
pues, en principio, ha de presumirse que todo derecho y acto de parte viene presidido
por su buena fe y falta de temeridad.
De ahí que el legislador procesal exprese de manera reiterativa que la multa ha de
venir recogida en el auto “de forma motivada” (art. 75.4), a la vez que exige que el Juez o
Tribunal expidan previamente informe al respecto. Reiteración quizá redundante por
cuanto de la definición legal de auto prevista en el art. 208.2 LEC, ya se desprende que
éstos serán siempre motivados, conteniendo, en párrafos separados y numerados, los
antecedentes de hecho y los fundamentos de derecho en los que se base la
subsiguiente parte dispositiva o fallo.
La resolución que determine la existencia de la mala fe procesal, exigirá siempre una
argumentación que justifique la limitación del derecho de defensa del litigante que se ve
58
perjudicado por la sanción . Además, sólo así, exteriorizándose los motivos concretos
que fundamenten dicha decisión, puede controlarse la corrección de la multa, evitando
59
eventuales valoraciones arbitrarias del órgano judicial .
Por tanto, la motivación cumple la función de dar a conocer a las partes y al órgano
judicial que ha de examinarla, si cupiera recurso, las razones determinantes de su
imposición, siendo una exigencia derivada del derecho a la tutela judicial efectiva ex art.
60
24 de la CE . Con ello se consigue garantizar la posibilidad de control de la multa
impuesta por los Tribunales Superiores; se logra la convicción de las partes en el
proceso sobre la justicia y corrección de una decisión judicial que afecta a los derechos
de un ciudadano; y muestra el esfuerzo realizado por el Juez o Tribunal para garantizar
57
MONTERO AROCA, J., Introducción al Proceso Laboral, 5ª ed. Marcial Pons, Madrid, 2000,
pág. 230 y 231. ANGULO MARTÍN, A., “Artículo 97”, en AA.VV. Comentario a la Ley de
Procedimiento Laboral, ed. Comares, Granada, 2001, pág. 654 y ss.
58
BARREIRO GONZALEZ, G., CACHON VILLAR, P.M., CAVAS MARTINEZ, F., DESDENTADO
BONETE, A., FERNANDEZ DOMINGUEZ, J.J., Diccionario Procesal Social, ed. Cívitas, Madrid,
1996, pág. 751 y 752.
59
Cfr. PICO Y JUNOY, J., El principio de la buena fe procesal, ed. J.M. Bosch, Barcelona 2003,
pág. 298.
60
STC 22/1994 de 27 de enero ; STC 41/1984 de 21 de marzo ; STSJ de Galicia de 23 de
octubre de 1997; STSJ de Castilla y León de 26 de marzo de 1993 (AS 1993/1198); STSJ de
Cataluña de 19 de enero de 1993; STSJ de Cataluña de 18 de septiembre de 1992; STSJ de
Cataluña de 11 de febrero de 1992; STSJ de Baleares de 5 de febrero de 1991.
90
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61
una resolución carente de arbitrariedad . En consecuencia, la falta de motivación de la
62
multa obligaría a anular la citada sanción pecuniaria .
Una de las cuestiones a resolver es la de determinar cuáles son los sujetos
susceptibles de ser sancionados a través de este procedimiento de audiencia en justicia,
y si la referencia efectuada por el art. 75.4 LRJS a “todos” y a “aquél” al que se le
impusiera la multa, es una referencia exclusiva a abogados y graduados sociales que
intervienen en el proceso (tal y como así parece desprenderse analógicamente del art.
556 de la LOPJ al regular el recurso de audiencia en justicia), o si por el contrario afecta
a todo interviniente en el proceso, sean los litigantes, testigos, peritos, o representantes y
defensores procesales.
Ciertamente, no es una cuestión sencilla. El legislador procesal laboral no contempla
la previsión del art. 247.4 LEC según la cual: "Si los Tribunales entendieren que la
actuación contraria las reglas de la buena fe podría ser imputable a alguno de los
profesionales intervinientes en el proceso, sin perjuicio de lo dispuesto en el apartado
anterior (y por tanto sin perjuicio de la imposición de la multa correspondiente), darán
traslado de tal circunstancia a los Colegios profesionales respectivos por si pudiera
proceder la imposición de algún tipo de sanción disciplinaria".
Inicialmente, tanto la doctrina científica laboralista
63
como la doctrina judicial
64
entendieron que en el proceso laboral, a diferencia del civil, no podrían ser condenados a
las sanciones por temeridad y mala fe procesal, ni el abogado, ni el graduado social, ni el
procurador, sino únicamente las partes. Es decir, sólo el "litigante", podría ser
condenado, pero no aquél profesional que lo representara procesalmente. La
justificación de ello era que en el ámbito del proceso laboral, no se requiere litigar con el
65
auxilio de personas dotadas de esos conocimientos jurídicos en la instancia . Insistía
esta doctrina judicial
66
en que si el órgano judicial consideraba que la actuación del
letrado de la parte fue temeraria y contraria a las reglas de la buena fe procesal, lejos de
aplicarle una sanción para cuya imposición no estaba facultado, debía comunicar tal
61
STSJ de Baleares de 20 de enero de 1999.
62
STSJ de Cataluña de 22 de octubre de 2002; STSJ de Cataluña de 21 de noviembre de 1994;
STSJ de Cataluña de 5 de octubre de 1994.
63
MARTINEZ GIRON, J., "La temeridad en procesos laborales", Revista Española de Derecho
del Trabajo nº 15, 1983, pág. 417. BARREIRO GONZALEZ, G., CACHON VILLAR, P.M., CAVAS
MARTINEZ, F., DESDENTADO BONETE, A., FERNANDEZ DOMINGUEZ, J.J., Diccionario
Procesal Social, ed. Cívitas, Madrid, 1996, pág. 751 y 752.
64
STSJ de Madrid de 18 de octubre de 2000; STSJ de Aragón de 4 de junio de 1997; STSJ de
Canarias de 31 de mayo de 1992.
65
STSJ del País Vasco de 21 de enero de 2003.
66
STSJ de Extremadura de 25 de septiembre de 2003; STSJ de Madrid de 13 de marzo de 2001;
STSJ de Cataluña de 18 de octubre de 2000; STSJ de Murcia de 21 de septiembre de 1994.
91
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Iustel
circunstancia al respectivo Colegio Profesional, por si pudiera proceder la imposición de
algún tipo de sanción disciplinaria por su conducta profesional, pues sólo dicho Colegio
era el competente para declarar la responsabilidad disciplinaria del letrado, aplicando
67
con ello, de manera supletoria, lo dispuesto en el art. 247.4 la LEC .
Sin embargo, con la actual regulación, el legislador procesal laboral, parece ir más
allá, al permitir la imposición de la preceptiva multa por temeridad y mala fe procesal, a
“todos” (por aplicación de lo dispuesto en el art. 75.4 LRJS) los que puedan intervenir en
el proceso, incluyendo por tanto a abogados y graduados sociales que desempeñan
funciones de representación y defensa procesal. Se trataría por tanto de una multa por
temeridad, que, en el caso de los profesionales que intervienen en el proceso, sería
68
independiente de las sanciones disciplinarias en que hubieran podido incurrir .
Esta previsión resulta criticable, pues en puridad debieran de haberse deslindado los
sujetos pasivos de la sanción (las partes por un lado, y otros intervinientes como son los
defensores o representantes procesales, por otro), ya que, de no hacerse así, podría
sancionarse injustificadamente al litigante por acciones u omisiones cometidas por su
representante procesal. La conducta atentatoria a la buena fe procesal puede venir
motivada, no por las partes, sino por quienes representan sus intereses y ostentan la
dirección técnica, decidiendo como actuar en determinadas situaciones jurídico
69
procesales .
Las únicas sanciones que cabría imponer a las partes son aquellas en que éstas
actúan de manera consciente y voluntaria (por ejemplo a la hora de contestar a las
preguntas del Magistrado, o a la hora de responder al interrogatorio de parte), pero no
aquellas en las que ha incurrido el representante procesal como consecuencia del
incumplimiento de deberes profesionales y de defensa
70
al margen de su representado.
Por ello habría que haber diferenciado la actuación del abogado y del graduado social en
67
GARBERI LLOBREGAT, J., “Artículo 247”, en AA.VV. Los procesos civiles. Comentarios a la
Ley de Enjuiciamiento Civil con formularios y jurisprudencia. Tomo II, ed. Bosch, Barcelona, 2001,
pág. 796 y ss.
68
CORDON MORENO, F., “Artículo 247”, en AA.VV. Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento
Civil, Vol. I, ed. Thomson Reuters Aranzadi, 2º ed. Madrid, 2011, pág. 1209.
69
JIMENEZ BAUTISTA, S., “La buena fe, perspectiva doctrinal, legal y jurisprudencial: examen
del artículo 247 de la vigente LEC”. La Ley: Revista jurídica española de doctrina, jurisprudencia y
bibliografía, nº 4, 2003, pág. 1557 y ss. incluyendo también a otros colectivos colegiados de
profesionales intervinientes en el proceso tales como los peritos o incluso el Ministerio Fiscal.
70
FERNANDEZ GABRIEL, J.R., “Artículo 247” en AA.VV. Comentarios a la Ley de
Enjuiciamiento Civil, ed. Atelier, Iurgium, Madrid, 2000, pág. 987.
92
Valle Muñoz - La reforma de la potestad sancionadora del órgano jurisdiccional social
defensa de los intereses de su representado, de la actuación de la propia parte
71
interviniente, constitutiva de temeridad .
Siendo ello así, y desde mi punto de vista, no habría especial inconveniente en
concluir que el procedimiento sancionatorio previsto en el art. 75.4 LRJS (coincidente
por otra parte con el previsto en los arts. 552 a 557 de la LOPJ a la hora de regular el
régimen disciplinario de abogados y procuradores), será aplicable a los profesionales
que intervengan en la representación y defensa de las partes en el proceso laboral con
temeridad, y desconociendo las reglas de la buena fe procesal, procedimiento que
concluirá mediante la imposición de una multa de carácter administrativo, revisable en
alzada ante la Sala de Gobierno del Tribunal Superior.
Por el contrario, el procedimiento sancionatorio a imponer a las propias partes
(“litigantes”) debiera efectuarse a través del mecanismo estipulado en el art. 97.3 LRJS,
esto es, mediante sentencia, con motivación de la multa, y habilitando el régimen de
recursos jurisdiccionales previsto legalmente, en lo que sería una suerte de multa de
naturaleza procesal, que no administrativa.
VI. LA IMPOSICIÓN DE LA SANCIÓN MEDIANTE SENTENCIA
La LRJS también ha modificado el procedimiento de imposición de la multa por
temeridad y mala fe procesal en aquellos casos en que la misma se aprecie en el acto de
juicio, y se imponga por el órgano judicial en la propia sentencia.
Según el art. 97.3 LRJS: “La sentencia, motivadamente, podrá imponer al litigante
que obró de mala fe o con temeridad, así como al que no acudió al acto de conciliación
injustificadamente, una sanción pecuniaria dentro de los límites que se fijan en el
apartado 4 del art. 75. En tales casos, y cuando el condenado fuera el empresario,
deberá abonar también los honorarios de los abogados y graduados sociales de la parte
contraria que hubieren intervenido, hasta el límite de seiscientos euros. La imposición de
las anteriores medidas se efectuará a solicitud de parte o de oficio, previa audiencia en el
acto de la vista de las partes personadas. De considerarse de oficio la posibilidad de
dicho pronunciamiento una vez concluido el acto de juicio, se concederá a las partes un
término de dos días para que puedan formular alegaciones escritas”.
Respecto del procedimiento de imposición de multas por temeridad o mala fe
procesal previsto en el art. 97.3 LRJS, por comparación al que dispone el art. 75.4 LRJS,
y al margen de la distinta resolución judicial en que se plasma la multa, cabe apreciar las
siguientes diferencias:
71
TORRES LOPEZ, A., “Artículo 247” en AA.VV. Enjuiciamiento Civil. Comentarios y
Jurisprudencia. Ley 1/2000 de 7 de enero, ed. Sepin, Madrid, 2008, pág. 1265 y ss.
93
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Iustel
En primer lugar, ambos procedimientos (tanto el previsto en el art. 75.4, como el
previsto en el art. 97.3) son excluyentes. Así lo dispone el legislador en el último inciso
del primero de estos preceptos al afirmar: “De apreciarse temeridad o mala fe en la
sentencia o en la resolución de los recursos de suplicación o casación, se estará a lo
dispuesto en sus reglas respectivas”. En consecuencia, no puede utilizarse el recurso de
audiencia en justicia, cuando la multa ha sido impuesta en sentencia o en la resolución
del recurso. De hecho, de adoptarse la multa por acuerdo (y en pieza separada), la
sentencia que se dicte en dichas actuaciones no debiera de hacer mención a este punto.
En segundo lugar, los destinatarios de las sanciones son distintos, ya que mientras
que el procedimiento del art. 75.4 LRJS piensa en la imposición de la sanción a “todos”
los que intervienen en el proceso, por el contrario, el art. 97.3 de la LRJS está pensando
en la imposición de sanciones a los “litigantes” que obraron de mala fe, es decir, a las
partes del proceso. Una forma de salvar esta dualidad, visto el carácter excluyente de
ambos procedimientos y la distinta naturaleza de las multas a imponer, podría ser la de
interpretar dichos preceptos en clave de entender que mientras que la multa por
temeridad prevista en el art. 75.4 LRJS está pensando en los profesionales que
intervienen en el proceso (especialmente abogados y procuradores sociales), la del art.
97.3 está pensando únicamente en las partes del mismo.
En tercer lugar, la imposición de la sanción a través de auto y en pieza separada que
estipula el art. 75.4 LRJS es potestad exclusiva del órgano judicial, habida cuenta que la
norma no abre la posibilidad a que sea alguna de las partes la que promueva o inste la
sanción. Por el contrario la imposición de la multa a través de sentencia ex art. 97.3
LRJS, puede ser efectuada “a solicitud de parte o de oficio”, es decir, puede ser
promovida a instancia de parte, o apreciada de oficio por el órgano judicial.
En cuarto lugar, el recurso de audiencia en justicia estipulado en el art. 75.4 LRJS a
imagen y semejanza del previsto en los arts. 552 y ss. LOPJ, se inicia una vez que la
sanción ya ha sido acordada e impuesta por el órgano judicial. En tanto que el
procedimiento de imposición de sanción a través de sentencia, permite la apertura un
doble periodo de alegaciones por las partes previo al dictado de la sentencia en que se
imponga la multa. El primer período de alegaciones se producirá durante el acto de la
vista oral en el que se dará audiencia a las partes sobre este punto para que aleguen lo
que crean oportuno; y el segundo período de alegaciones, para el caso de que el órgano
judicial decida imponer la multa de oficio, se producirá concediendo a las partes un plazo
de dos días desde que concluyó el acto de juicio, para que formulen por escrito las que
crean oportunas.
Nada dice la ley acerca de si es preceptivo este segundo período de alegaciones en
los supuestos en que la sanción no fuera apreciada de oficio, sino a instancia de parte.
94
Valle Muñoz - La reforma de la potestad sancionadora del órgano jurisdiccional social
En tales casos cabría interpretar que no sería necesario, habida cuenta que ya se hizo
uso del primer período de alegaciones durante el acto de la vista oral. Por lo que
parecería que ambos períodos de alegaciones serían excluyentes entre sí, de modo que
si durante el acto de la vista oral ninguna de las partes imputó a la otra una conducta
temeraria, no cabrá abrir ningún período de alegaciones al respecto. Y si el órgano
judicial entiende “de oficio”, que procede imponer una multa a alguna de las partes,
deberá conceder el plazo de dos días, una vez concluido el acto de juicio, para que
aleguen lo que crean oportuno, antes de resolver esta cuestión en la sentencia.
Con la nueva regulación, ha de valorarse positivamente el hecho de que la imposición
de oficio de cualquier multa por temeridad a través de sentencia, venga precedida del
trámite previo de alegaciones escritas por parte del futuro sancionado. Con ello se
garantiza, ex art. 24.2 CE, el derecho del sancionado a ser informado previamente a la
acusación formulada, imponiendo al órgano judicial el citado deber. En cualquier caso, la
imposición de la multa en la sentencia sin haber permitido las alegaciones de las partes
en algunos de estos períodos determinará la nulidad de lo actuado, y en consecuencia,
la revocación de la multa.
En quinto lugar, por lo que se refiere a la posibilidad de que el Juzgador pueda
imponer de oficio una multa por temeridad y mala fe una vez concluido el acto de juicio,
esta potestad entronca con el carácter discrecional o facultativo de la misma, lo que no
quita que las conductas sancionables sean apreciadas conforme a un prudencial criterio
72
del órgano jurisdiccional . El que sea una facultad discrecional determina por de pronto
dos consecuencias: en primer lugar que el Magistrado tiene plena libertad a la hora de
determinar qué conductas articuladas por las partes en el proceso son constitutivas de
temeridad o mala fe, lo cual no es obstáculo para que dicha sanción deba ser
convenientemente motivada a la vez que pueda ser controlada a través de los recursos
73
pertinentes contra la sentencia que se dicte . Y en segundo lugar, la imposición de oficio
de la multa por parte del órgano judicial también significa que éste sigue teniendo plena
74
discrecionalidad a la hora de determinar su cuantía , lo que tampoco impide su control a
75
través de los recursos pertinentes .
En sexto lugar, tanto los plazos, como el tipo de intervención de las partes son
diferentes en uno y otro procedimiento. En el recurso de audiencia en justicia previsto en
72
STSJ de Castilla La Mancha de 22 de enero de 2003.
73
ALONSO OLEA, M., MIÑAMBRES PUIG, C., ALONSO GARCIA, R.M., Derecho Procesal del
Trabajo, 11ª, ed. Cívitas, Madrid, 2001, pág. 196 y 197.
74
BARREIRO GONZALEZ, G., CACHON VILLAR, P.M., CAVAS MARTINEZ, F., DESDENTADO
BONETE, A., FERNANDEZ DOMINGUEZ, J.J., Diccionario Procesal Social, ed. Cívitas, Madrid,
1996, pág. 751 y 752.
75
STS de 17 de diciembre de 1999 .
95
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el art. 75.4 LRJS, se entiende que es la parte sancionada la que dispone de un plazo de
tres días a contar desde la notificación del auto (acuerdo) por el que se le impone la
multa para poder presentar un escrito ante el Juez o Tribunal. Por el contrario, en el
procedimiento de imposición de la previsible multa a través de sentencia, los
intervinientes disponen de un plazo más breve de dos días para que puedan formular por
escrito las alegaciones que crean oportunas una vez concluido el acto de juicio.
Además, en el procedimiento de audiencia en justicia previsto en el art. 75.4 LRJS, la
norma expresamente indica que el propio órgano judicial que impuso la sanción
resolverá mediante un nuevo auto (acuerdo) dicha decisión, mientras que en el
procedimiento de imposición de sanciones a través de sentencia previsto en el art. 97.3
LRJS nada dice la norma sobre cómo han de resolverse las alegaciones efectuadas por
las partes una vez concluido el acto de juicio, por lo que se entiende que habrá que estar
a la fundamentación jurídica efectuada sobre este particular, en la propia sentencia. En
este punto interesa recordar que la sentencia deberá motivar la imposición de la multa,
previsión un tanto redundante, por cuanto toda sentencia, por el mero hecho de serlo, ha
de ser motivada (como así se infiere de los arts. 120.3, en relación con el 9.3 CE), como
expresión del derecho fundamental a la tutela judicial efectiva a que se refiere el art. 24.1
CE.
Y en séptimo y último lugar, y sin perjuicio de lo que se dirá más adelante, en el
recurso de audiencia en justicia, el legislador estipula los recursos que caben contra el
acuerdo que imponga la sanción (el del alzada), el término para interponerlo (plazo de
cinco días), y el órgano ante el que debe dirigirse (Sala de Gobierno del Tribunal
Superior), imponiendo al Juez o Sala a que emita un informe previo al respecto. Por el
contrario, en el procedimiento de imposición de sanción a través de sentencia nada se
dice al respecto, más allá de la genérica previsión (art. 97.4 LRJS) de que en el texto de
la sentencia se indicará si la misma es o no firme y, en su caso, los recursos que
procedan, el órgano ante el que deben interponerse y el plazo y los requisitos para ello,
así como los depósitos y las consignaciones que sean necesarios y la forma de
efectuarlos. Sin mención por tanto a ningún informe previo del órgano judicial sobre los
motivos por los que se impuso la multa.
Con ello el legislador ha creado dos procedimientos excluyentes de imposición de
multas por temeridad y mala fe en el ordenamiento procesal laboral, dotados de
garantías procesales distintas, según se siga uno u otro, y creándose con ello de manera
artificial, una mayor incertidumbre sobre cuál de los dos mecanismos es preferible o ha
de prevalecer, lo que, en última instancia va a depender de la decisión del órgano
jurisdiccional, y puede crear mayor inseguridad jurídica en el sancionado.
96
Valle Muñoz - La reforma de la potestad sancionadora del órgano jurisdiccional social
La única vía de salvar esta dualidad, es la de entender que mientras que el
procedimiento de imposición de la multa por temeridad previsto en el art. 75.4 LRJS se
reserva a las conductas llevadas a cabo por profesionales (básicamente abogados y
graduados sociales en el ejercicio de sus funciones de representación y defensa), el
previsto en el art. 97.3 LRJS se reserva a aquellas conductas en que hayan podido
incurrir los propios litigantes, los cuales, recordemos, pueden acudir al acto de juicio oral,
sin representante o defensor procesal. Aquello en lo que sí coincidirán ambos
procedimientos será en la cuantía de la multa.
Al margen de todo lo expuesto, interesa poner de manifiesto que el exceso en la
carga de trabajo de los Jueces y Magistrados de lo Social, provocará en más de una
ocasión, que la multa se imponga en la propia resolución final del litigio (esto es, en la
sentencia), en la que además, podrá motivarse el rechazo o la inadmisión de la
pretensión formulada por la parte de forma fraudulenta, abusiva o de mala fe, por lo que
la apertura de una pieza separada e incidental podría tener una aplicación práctica
76
limitada .
VII. LA IMPOSICIÓN Y REVISIÓN DE LA SANCIÓN EN FASE DE RECURSO
El Tribunal Constitucional, en su sentencia 77/1989 de 27 de abril , ya se encargó de
señalar que la potestad sancionadora del órgano judicial podía ser controlada a través de
los recursos oportunos. En cierta manera resulta lógico: no se desnaturaliza la potestad
jurisdiccional porque las resoluciones judiciales sean objeto de recurso. Admitir lo
contrario sería tanto como otorgar al órgano judicial un poder sancionatorio ilimitado, y
una lectura así de los preceptos que estamos analizando, es decir, una potestad
incondicionada para multar, podría conllevar a un exceso o abuso contrario al derecho a
la tutela judicial efectiva contemplado en el art. 24 CE. Por tanto, la revisión de las
sanciones impuestas en las sentencias, o en cualquier otra resolución judicial, debe
convertirse en una garantía para el sancionado y no sólo en un límite de la facultad que,
76
GARBERI LLOBREGAT, J., “Artículo 247”, en AA.VV. Los procesos civiles. Comentarios a la
Ley de Enjuiciamiento Civil con formularios y jurisprudencia. Tomo II, ed. Bosch, Barcelona, 2011,
pág. 796 y ss.
97
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77
78
obviamente, tiene el Juzgador , y así lo ha entendido tanto la doctrina judicial , como la
79
doctrina científica .
La LRJS ha incorporado en este punto toda una regulación sobre el tratamiento de la
multa por temeridad y mala fe procesal, en aquellos casos en que la misma es apreciada
o revisada en fase de recurso de suplicación o de casación. De hecho, el art. 75.4 LRJS
se encarga de recordar que de apreciarse la mala fe en la resolución de los recursos de
suplicación o de casación “se estará a lo dispuesto en sus respectivas reglas”. Estas
reglas se prevén básicamente en los arts. 204 , 217 y 228 LRJS.
El art. 204.2 LRJS (en el recurso de suplicación), permite a las Salas de lo Social de
los Tribunales Superiores de Justicia confirmar o no, en todo o en parte, la multa
impuesta por el Juez de instancia, y lo que es más importante, habilita también la
posibilidad de que los Tribunales Superiores de Justicia impongan dichas sanciones si
aprecian la temeridad o mala fe en la actuación de las partes o de sus representantes
durante el recurso de suplicación.
Por otro lado, el art. 217.2 LRJS (en el recurso de casación para la unificación de
doctrina), permite a la Sala de lo Social del Tribunal Supremo pronunciarse sobre la
multa por temeridad o mala fe que hubiera podido imponer la Sala de instancia, y
también por lo que aquí respecta, habilita la posibilidad de que el Tribunal Supremo
imponga dichas multas si apreciase la temeridad o mala fe procesal en la actuación de
las partes o de su representación procesal durante el recurso de casación. Previsión
reiterada además en el art. 228.2 LRJS, al señalar que la sentencia resolverá lo que
proceda respecto de las multas impuestas.
De esta nueva regulación se desprenden que la Sala del órgano jurisdiccional
superior podrá: confirmar la sanción en los mismos términos y cuantía; revocarla (si
apreciase que no concurrió una conducta vulneradora de la buena fe procesal)
80
condonando en consecuencia dicha multa ; modificarla en su cuantía (aumentándola o
77
LEONES SALIDO, J.M., "Sanciones en la jurisdicción social", Relaciones Laborales, Tomo II,
1994, pág. 447 y 464.
78
STSJ de Extremadura de 21 de julio de 2003; STSJ de Canarias de 28 de febrero de 2002;
STSJ de Madrid de 27 de enero de 1998; STSJ de Extremadura de 11 de agosto de 1997; STSJ
de Navarra de 30 de abril de 1993; STSJ de Navarra de 17 de diciembre de 1991.
79
ALONSO OLEA, M., MIÑAMBRES PUIG, C., ALONSO GARCIA, R.M., Derecho Procesal del
Trabajo, 11ª, ed. Cívitas, Madrid, 2001, pág. 196 y 197. ANGULO MARTIN, A., “Artículo 97”, en
AA.VV. Comentario a la Ley de Procedimiento Laboral, ed. Comares, Granada, 2001, pág. 654 y
ss.
80
STSJ de Andalucía de 12 de noviembre de 2003 ; STSJ del País Vasco de 20 de junio de
2003; STSJ de Cataluña de 19 de febrero de 2003; STSJ de Cataluña de 14 de mayo de 2002;
STSJ de Cataluña de 30 de octubre de 2001; STSJ del País Vasco de 13 de julio de 2001; STSJ
del País Vasco de 30 de enero de 2001; STSJ de Canarias de 26 de enero de 2001; STSJ de
Navarra de 30 de junio de 2000; STSJ de Murcia de 20 de junio de 2000; STSJ de Andalucía de 21
de enero de 2000; STSJ de la Comunidad Valenciana de 14 de enero de 2000.
98
Valle Muñoz - La reforma de la potestad sancionadora del órgano jurisdiccional social
81
reduciéndola ); o incluso imponer “ex novo” una sanción si la conducta se produce
82
durante la tramitación del recurso .
Respecto a la minoración de la cuantía de la multa por el Tribunal Superior, no habría
especial inconveniente en admitirla, puesto que si los preceptos que antes hemos
descrito, permiten revocar la multa, también sería factible minorarla, dado que en el
derecho sancionador es posible esta facultad de minoración cuantitativa.
En cuanto a la posibilidad de aumentar la cuantía de la multa, la respuesta ya no es
tan evidente, habida cuenta que por esta vía podríamos estar empeorando la situación
jurídica del sancionado que recurre en una suerte de “reformatio in peius”. Sin embargo,
no es ésta la solución que pretende el legislador procesal (sobre todo en el recurso de
suplicación) al utilizar la LRJS los términos “en todo o en parte” a la hora de que el
Tribunal Superior confirme o no la sanción. De la expresión “... en todo o en parte...”
parece desprenderse que la potestad revisora del Tribunal Superior no sólo puede incidir
en la multa como concepto, sino en la cuantía de la misma, y no sólo para rebajarla, sino
también para aumentarla, de ahí que la posibilidad de que dicha sanción pecuniaria se
83
aumente es perfectamente factible .
El legislador procesal laboral también ha zanjado uno de los temas que había
generado una cierta polémica ante el vacío legal existente con la regulación anterior. Me
estoy refiriendo a la posibilidad de que la multa por temeridad pueda ser impuesta por
primera vez en fase de recurso, aunque no hubiera sido apreciada en la instancia.
En este punto la doctrina judicial se mostró vacilante, y así, mientras algunos
pronunciamientos
84
señalaban que las Salas de los Tribunales Superiores de Justicia no
podían imponer una multa “ab initio” y en trámite de recurso si previamente no había
existido un pronunciamiento en la instancia, por el contrario otros pronunciamientos
85
sí
que lo permitían, imponiendo en fase de recurso la correspondiente sanción, y señalando
que las normas procesales relativas a los recursos, no sólo lo autorizaban, sino que
permitían un "control" de oficio, siempre motivadamente.
Esta última tendencia jurisprudencial ha sido la que finalmente ha prosperado, desde
mi punto de vista de manera acertada, y así, según los arts. 204.2 in fine y 217.2 in fine
81
STSJ de Cataluña de 9 de julio de 2003; STSJ de Madrid de 27 de enero de 1998.
82
STSJ de Castilla La Mancha de 18 de marzo de 1993. LEONES SALIDO, J.M., "Sanciones en
la jurisdicción social", Relaciones Laborales, Tomo II, 1994, pág. 452.
83
STSJ de Madrid de 10 de noviembre de 1999.
84
STSJ de Murcia de 20 de marzo de 2000; STSJ de Madrid de 4 de mayo de 1995; STSJ de la
Rioja de 6 de octubre de 1994.
85
STSJ de Cataluña de 22 de marzo de 2010; STSJ de Castilla-La Mancha de 5 de febrero de
2009; STSJ de Madrid de 11 de junio de 2008; STSJ de Murcia de 3 de mayo de 2005; STSJ de
Cataluña de 9 de julio de 2003; STSJ de Cataluña de 4 de julio de 2002.
99
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Iustel
LRJS, la Sala (tanto del Tribunal Superior de Justicia en el primer caso, como del
Tribunal Supremo en el segundo) podrá imponer dichas sanciones a los recurrentes “de
apreciarse temeridad o mala fe en la actuación de las partes o su representación
procesal durante el recurso”. Tal previsión resulta acertada, si se tiene en cuenta que
algunas conductas temerarias sólo pueden darse en fase de recurso, como ya admitiera
86
87
tanto la jurisprudencia , cono la doctrina judicial . Y de hecho, como hemos visto, una
conducta procesal temeraria es aquella en que el recurso de suplicación o de casación
se interpone con fines dilatorios según dispone el art. 235.3 LRJS.
Precisamente la sanción por temeridad o mala fe procesal, ya había sido utilizada por
el Tribunal Supremo
88
en aquellos casos en que la parte recurrente, a la hora de
presentar su recurso de casación para la unificación de doctrina, traía como término de
comparación sentencias que no eran contradictorias con la del objeto del litigio,
considerándose tal proceder como temerario, y no encontrándose otra explicación que el
mero afán dilatorio.
Para concluir este apartado, interesa poner de manifiesto como con la actual
regulación, el régimen de los recursos será distinto según si la sanción por temeridad y
mala fe se impone a través de sentencia, o a través de auto (acuerdo en sentido
estricto). Tratándose de una sanción impuesta en sentencia como prevé el art. 97.3
LRJS, cabrá el recurso que proceda contra la misma, según si la modalidad procesal
admite o no su recurribilidad, de modo que su apreciación se adecuará a las vías
procedentes en cada modalidad procesal, con el peligro que supone que la modalidad
procesal no admita recurso, pues en tal caso la sanción impuesta en la sentencia
devendría firme.
Por el contrario, si la sanción se impone a través de auto, el especial procedimiento
de la audiencia en justicia previsto en el art. 75.4 LRJS, tan solo abre una vía de recurso
gubernativo de alzada ante la Sala del Gobierno del órgano jurisdiccional superior.
Estamos por tanto ante una revisión de la sanción por una vía diferente que, al margen
de las críticas que pueda merecer, puede generar una cierta inseguridad jurídica en la
parte sancionada habida cuenta que será el órgano judicial quien, en última instancia,
decidirá si impone la sanción a través de auto en pieza separada, o a través de
sentencia, marcando con ello distintas vías de recurso para una misma sanción.
Las semejanzas entre la regulación contenida en el art. 556 LOPJ, y la prevista en el
art. 75.4 LRJS, son notables, y evidencian la voluntad de legislador procesal laboral en
86
STS de 5 de mayo de 1995; STS de 13 de abril de 1992.
87
STSJ de la Comunidad Valenciana de 18 de junio de 2003; STSJ de la Comunidad Valenciana
de 14 de febrero de 2002.
88
STS de 14 de octubre de 1993; STS de 13 de abril de 1992.
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Valle Muñoz - La reforma de la potestad sancionadora del órgano jurisdiccional social
asumir el procedimiento común de revisión de la sanción a través de la audiencia en
justicia y el correspondiente recurso gubernativo de alzada, también previsto en el art.
247.3 LEC por remisión a la LOPJ. Tal es así que incluso la reciente doctrina laboralista
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que ha analizado esta cuestión, asume tal posición .
Pero lo primero que habría que puntualizar es que un auto, como resolución
jurisdiccional, nunca será recurrible en alzada. El régimen de los recursos contra los
autos está previsto en Título I del Libro Tercero de la LRJS (arts. 186 a 189), y según el
art. 186.2 LRJS (al igual que su homónimo art. 451 LEC), contra los autos cabrá recurso
de reposición ante el mismo Juez o Tribunal que dictó la resolución recurrida, y contra el
auto resolutorio del recurso de reposición, no se dará nuevo recurso, salvo en los
supuestos expresamente establecidos en la LRJS (art. 187.4).
Como puede observarse, en modo alguno se hace referencia al recurso de alzada, y
es que el recurso gubernativo de alzada que prevé el art. 75.4 LRJS contra el auto que
imponga la multa solo procede contra un acuerdo (término éste sí utilizado
correctamente tanto por la LEC, como por la LOPJ), pero no contra un auto.
Hecha esta precisión, cabe añadir que las previsiones contenidas en el art. 556 LOPJ
y en el art. 274.5 LEC (por remisión a la LOPJ), no son exactamente coincidentes con las
del art. 75.4 LRJS, puesto que la norma procesal laboral se limita a señalar que contra el
auto que resuelva el recurso de audiencia en justicia “cabrá recurso de alzada en cinco
días ante la Sala de Gobierno correspondiente que lo resolverá previo informe del Juez o
Sala que impuso la multa”, en tanto que el art. 556 LOPJ, especifica además que el
recurso de alzada cabrá incluso si el acuerdo de imposición de la sanción no vino
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precedido de un previo recurso de audiencia en justicia .
Por otro lado, si bien el art. 556 LOPJ concede también un plazo de cinco días para la
interposición del recurso de alzada, previo informe del Juez o la Sala, exige que la
resolución de este recurso se efectúe “en la primera reunión que celebre” (la Sala de
Gobierno), previsión no contenida en la LRJS y que cabría entender de aplicación
analógica. Por último, el art. 556 LOPJ exige no solamente el informe previo del Juez o
Sala que impuso la sanción, sino también del Secretario Judicial, ampliando con ello los
sujetos intervinientes, más allá de la previsión LRJS.
Dicho esto, la cuestión que suscita esta previsión, es pura y simplemente si contra el
acuerdo de sanción de la Sala de Gobierno (que ratificará o no la multa impuesta por el
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FOLGUERA CRESPO, J.A., “Artículo 97”, en AA.VV. Comentarios a la Ley Reguladora de la
Jurisdicción Social, 2º ed. Lex Nova, Valladolid, 2011, pág. 355.
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Señala este artículo que: “Contra este acuerdo o contra el de imposición de la sanción, en el
caso de que no se hubiese utilizado el recurso de audiencia en justicia, cabrá recurso de alzada,
en el plazo de cinco días, ante la Sala de Gobierno, que lo resolverá previo informe del Secretario
Judicial, del Juez o de la sala que impuso la corrección, en la primera reunión que celebre”.
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RGDTSS 33 (2013) 1-30
Iustel
órgano de instancia) cabe interponer algún tipo de de recurso. Y la respuesta es que no,
porque dejando de lado si las Salas de Gobierno actúan en esta función revisora, como
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órganos jurisdiccionales o como órganos de gobierno , lo cierto es que el acuerdo de
una Sala de Gobierno de un Tribunal Superior que confirme o revoque la sanción, no es,
en sentido estricto, un acto de naturaleza contencioso-administrativa revisable a través
de dicha jurisdicción.
Por tanto, de interponerse un recurso contencioso-administrativo contra dicho acto,
cabrá su inadmisión, al no tratarse de un acto de la Administración Pública sujeto a
Derecho Administrativo (art. 1 de la Ley Reguladora de la Jurisdicción ContenciosoAdministrativa), sin que en ningún caso pueda entenderse que una Sala de Gobierno de
un Tribunal Superior tenga la consideración, o pueda incluirse dentro del concepto de
Administración Pública en los términos aquí descritos.
Ello significa, pura y simplemente, que contra los acuerdos dictados por las Salas de
Gobierno de los Tribunales Superiores de Justicia de las Comunidades Autónomas o del
Tribunal Supremo, confirmando o revocando la sanción por temeridad y mala fe procesal
impuesta, no será posible acudir a la vía contencioso-administrativa, quedando tan solo
abierta la posibilidad de librar testimonio de la citada multa a la Agencia Tributaria para
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que proceda al cobro de la misma por la vía de apremio .
Y tal circunstancia no lesiona los derechos de defensa del sancionado, como así lo
entendió la STC 190/1991 de 14 de octubre , al afirmar que no se vulneraba el derecho a
la tutela judicial efectiva, en la inadmisión de un recurso contencioso administrativo
contra un acuerdo de una Sala de Gobierno de una Audiencia Provincial que resolvía a
su vez un recurso de alzada sobre una sanción por temeridad impuesta a un letrado.
Según el alto Tribunal el derecho a la tutela judicial efectiva se satisface no tan solo
cuando se obtiene una sentencia favorable o adversa, sino también cuando se produce
la inadmisión de un recurso, en aquellos casos en que un precepto legal así lo dispone,
que es lo que sucedería en este supuesto.
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FERNANDEZ GABRIL, J.R., “Artículo 247”, en AA.VV. Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento
Civil, ed. Atelier Iurigum, Madrid, 2000, pág. 988.
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LORCA NAVARRETE, A.M., “Artículo 247”, en AA.VV. Comentarios a la Ley de Enjuiciamiento
Civil, Tomo I ed. Lex Nova, Valladolid, 2000, pág. 1591 y ss.
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