Cómo sobrevivir a ser una “empresa regulada”

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ESTADO DE DERECHO
ALGUNOS CONSEJOS PARA LIDIAR CON LA REGULACIÓN ADMINISTRATIVA
Cómo sobrevivir a ser una
“empresa regulada”
No es fácil ser una empresa en las llamadas “actividades reguladas”.
El asesoramiento profesional ayuda a minimizar los costos que
implica la regulación.
Sandra González
FERRERE Abogados
as empresas reguladas tienen menos libertad. Están continuamente
bajo el ojo del Estado.
Tienen que cumplir exigencias más estrictas que otras empresas. Están sujetas
no solo a supervisión regular sino a inspecciones y solicitudes de información
sorpresivas.
Navegar estas aguas en forma eficiente ayuda a minimizar los costos asociados a la regulación y al control.
El costo regulatorio.
Conocer de antemano las reglas de juego
permite planificar mejor. Eso es lo bueno
cuando en un país existe lo que se llama
“previsibilidad”. Pero a mayor cantidad
de normas menos libertad y más control.
Las empresas reguladas tienen que destinar recursos para asegurarse de cumplir, y para no sufrir las consecuencias de
no hacerlo.
Según el caso se deben cumplir estándares financieros, de seguridad, medioambientales u otros dependiendo de la
actividad. Hay que presentar información periódica a los reguladores. Alguien
debe monitorear que los estándares se
cumplen y que la información se presenta en forma y a tiempo.
El incumplimiento suele ser caro. Además del costo directo como en el caso de
las multas, está el costo indirecto cuando
se afecta la reputación de la empresa.
Los siguientes son algunos elementos
claves para ayudar a las empresas a minimizar estos costos.
Conocer la regulación a fondo.
Para poder cumplir hay que saber exactamente qué hacer y en qué momento.
Es una tarea compleja que no se agota
con saber al pie de la letra la regulación
vigente:
• es tan importante lo que dice la regulación como lo que no dice.
• hay que anticipar los cambios y evaluar su efecto sobre la actividad de la empresa. Para ello hay entender cómo las
cargas regulatorias afectan “su” negocio.
• es preciso comprender a fondo la
actividad regulada: su sentido económico, sus riesgos, sus particularidades técnicas. Según cuál sea la actividad, esto
significa ser un poco economista, médico, ingeniero, contador, etc..
Interactuar con los reguladores.
La regulación no es algo abstracto que se
aplica automáticamente. Siempre hay alguien encargado de hacerlo. Hay que conocerlo. Hablarle. Entender cómo visualiza las normas y su propio rol. Así como
Una tarea redituable:
La participación activa en los
cambios regulatorios
Hay pocas cosas más importante en temas regulatorios que participar en el dictado e
implementación de normas nuevas.
A veces la interacción con quienes tienen a su cargo redactar las nuevas regulaciones es solicitada por ellos. Otras veces no. En uno y otro caso, sin embargo, suelen
agradecer los aportes serios y de buena fe. La perspectiva de la empresa es vital: después de todo la regulación incidirá sobre su actividad y sobre su negocio.
Ayudar a compatibilizar el interés regulatorio del Estado con una normativa razonable es parte fundamental del asesoramiento a empresas reguladas. Y lo es también
acompañarla en la preparación para los cambios: diagnosticando cómo la afectarán y
ayudándola a explicar a los reguladores -cuando sea necesario- las dificultades o procesos graduales de implementación.
las actividades no son todas iguales, tampoco lo son los reguladores. Conocer
las particularidades de cada uno ayuda
a planificar y a acotar los riesgos en la
toma de decisiones.
Minimizar el impacto de las
sanciones.
La idea es que no las haya, pero a veces
existen. El manejo de una sanción tiene
siempre dos caras: la sanción en sí misma
y su efecto futuro. Una empresa sin sanciones, o con la menor cantidad posible,
puede invocar ese hecho a su favor, para
tratar de revertir o reducir otras en el futuro o inclusive como credencial frente a
los reguladores cuando, por ejemplo, necesite un permiso.
Enfrentar una sanción exitosamente
requiere varias cosas:
• un control de daños efectivo: reparar el incumplimiento rápidamente ayuda y mucho al pelear una sanción.
• una estrategia que logre el equilibrio entre las necesidades de corto plazo y la estrategia empresarial a largo plazo. A veces vale la pena pelear la sanción
hasta las últimas consecuencias. Otras, la
medida del éxito puede estar en reducirla.
En este, y en todos los temas, el manejo
profesional ayuda a que la empresa tome decisiones planificadas, ahorrando tiempo y disminuyendo los costos de la carga regulatoria.
Las aprobaciones
previas
Las empresas reguladas usualmente necesitan comunicar algunas de las cosas
que hacen. Y en muchos casos precisan
incluso una autorización previa para hacerlas. No es un juego porque olvidarse
puede salir caro: en el extremo dar marcha atrás.
Confiar el proceso a quién sabe como
hacerlo por su metodología o porque ya
lo ha hecho colabora para que sea lo más
corto y predecible posible: permite anticipar potenciales problemas y buscar
una salida rápida y aceptable para los
reguladores. Supone, en definitiva, acotar el riesgo que significa esperar la autorización del regulador para poder hacer algo.
El arte de saber
preguntar
Una de las claves para obtener la respuesta que uno quiere de un regulador es saber preguntar. Por lo general, las preguntas genéricas o abiertas no funcionan. El
abanico de posibles respuestas hace inmanejable la planificación empresarial.
Típicas actividades reguladas
• Las empresas financieras y las aseguradoras están sujetas a supervisión por parte
del Banco Central del Uruguay.
• Las empresas médicas y las farmacéuticas son otro ejemplo. Y a ellas se suman las
empresas alimenticias. En este caso, es el Ministerio de Salud Pública el encargado de
dictar sus normas y controlar su cumplimiento.
• Las empresas de telecomunicaciones, energía y agua, finalmente, está sometidas
a normas específicas y al control de unidades reguladoras especiales, la URSEC y URSEA respectivamente.
• Las industrias y los emprendimientos de cualquier tipo que por sus características
tengan efectos sobre el ambiente. La Dirección Nacional de Medio Ambiente está encargada de la supervisión de las mismas.
Si bien en todas estas actividades hay un interés público que la regulación trata de
proteger, ese interés es distinto en cada una. Entenderlo es imprescindible para convivir con la regulación.
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