1 - Biblioteca Virtual del Principado de Asturias

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PRINCIPADO
DE
ASTURIAS
REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS
(C. E. C. E. L.)
BOLETIN DEL
REAL INSTITUTO DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
N .º 144
A Ñ O X L V III
OVIEDO
Julio
1994
Diciembre
CONSEJO DE REDACCION
Director:
F
r a n c is c o
T uero B
ertrand
Subdirector:
J osé L u is P erez
C astro
de
Presidente de la Comisión 1.a (Lingüística, Literatura y Tradiciones):
J osé M .a M
C achero
a r t ín e z
Presidente de la Comisión 2.a (Historia, Geografía, Antropología, Folklore y
Etnografía):
J u a n I g n a c io R u iz
de l a
P eña
Presidente de la Comisión 3.a (Artes, Arquitectura y Urbanismo):
In m a c u l a d a Q
u in t a n a l
S ánchez
Presidente de la Comisión 4.a (Derecho, Ciencias Sociales y Económicas):
J u l io F
onseca
R o d r íg u e z
Presidente de la Comisión 5.a (Ciencias de la Naturaleza y Tecnología) y Director
del Boletín de Ciencias:
J osé A
n t o n io
M
a r t ín e z
A
lvarez
Conservador de la Biblioteca:
F
r a n c is c o
J a v ie r F e r n a n d e z C o n d e
Director del Boletín de Letras:
M
anuel
F ernandez A
vello
Presidente del Centro de Investigaciones Científicas y Tecnología:
E n r iq u e J u n c e d a A
vello
Secretario General:
A
dolfo
P u l i d o R o d r íg u e z
Esta revista no es responsable de las opiniones expuestas por sus colaboradores.
PRINCIPADO
DE
ASTURIAS
REAL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS
(CONFEDERACION ESPAÑOLA DE CENTROS DE ESTUDIOS LOCALES)
BOLETIN DEL
REAL INSTITUTO DE
ESTUDIOS ASTURIANOS
N .º 144
AÑO XLVIII
OVIEDO
Julio
Diciembre
1
94
Depósito Legal: O. 43-1958
I. S. B. N. 0020-384X
Imprenta «LA CRUZ»
Hijos de Rogelio Labrador Pedregal
Granda-Siero (Oviedo), 1994
SUMARIO
Págs.
A nálisis de El caballero de las espuelas de oro de A lejandro Casona, Manjula Balakrishnan...............................................................................................
303
El ovetense Clemente C im orra(1900-1958), María Martínez-Cachero Rojo ...
343
Anotaciones sobre un viaje imaginario a la Asturias del siglo XVIII, José
Feo. Pérez Berenguel........................................................................................
363
Criptografía moderna: Curioso cifrario entre el obispo Diego de Muros y
los Reyes Católicos, Juan Carlos Galende Díaz............ ............................
385
La fuente de Foncalada (Oviedo), Sergio Ríos González, Rogelio Estrada
García y Javier Chao Arana............................................................................
399
El paraíso perdido de Doña Berta y otros relatos, Eva María Pallarés Sisón.
423
Los arquitectos Francisco Pruneda y Benito Alvarez Perera. La práctica aca­
démica en Asturias a finales del siglo XVIII (II), Vidal de la Madrid
A lv a rez...................................................................................................................
435
La antroponim ia de la parroquia de San Tirso de O viedo (1614-1849), Flo­
rentino López Iglesias.......................................................................................
455
Regalismo en Asturias (Carlos III y el sínodo de 1769), Justo García Sánchez ..
491
Dos fundaciones hospitalarias m edievales en el itinerario astur-galaico del
camino de Santiago: Fonfría y Montouto, J. Ignacio Ruiz de la Peña Solar.
581
R eflexión sobre los topónim os, Jesús Neira Martínez...................................
593
El hospital-asilo de Luarca (1895-1936). Fundación y estudio arquitectóni­
co, Covadonga Alvarez Quintana..................................................................
607
La cruz románica de Sales y algunas consideraciones sobre las cruces rom á­
nicas de metal de Asturias, Yayoi Kawamura..........................................
667
Págs.
DOCUMENTA
Estado económico de los monasterios benedictinos asturianos (1565), Ernesto
Zaragoza Pascual................................................................................................
679
V A R IA
V ajilla metálica de época romana en el Museo A rqueológico P rovincial de
O viedo, Joaquín Aurrecoechea y Carmen Fernández Ochoa.................
687
Estela romana de V illaverde, Margarita Fernández M ie r ............................
695
MISCELANEA
G astronom ia en La Regenta, Sara Suárez S olís..............................................
701
B IB L IO G R A F IA
Justo García Sánchez: Las vestales romanas, Victoriano Rivas Andrés ....
711
Sabine N oack-Haley y Achim Arbeiter: Asturische Königsbauten des 9.
Jahrhunderts. Die Kirchen San Miguel de Liño, Santa Cristina de Le­
na, San Salvador de Valdediós und das Belvedere am Naranco in Auf­
nahmen und Untersuchungen des Deutschen Archäologischen Instituts
Madrid, Magín Berenguer................................................................................
714
Memoria del curso general 1993-1994 ..................................................................
719
BOLETIN DEL REAL INSTITUTO
DE ESTUDIOS ASTURIANOS
A ñ o x l v iii
Núm . 144
J u l i o -D i c i e m b r e
ANALISIS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS
DE ORO DE ALEJANDRO CASONA
M
an ju la
B
a l a k r is h n a n
El estreno de la obra tuvo lugar en Puertollano, lo que no deja
de ser algo sorprendente. En Madrid había gran expectación por
diversos m otivos: por ser la primera obra escrita en España des­
pués de veinticinco años, por el interés que despierta siempre el
personaje del satírico y por la noticia que se tenía de que era una
obra «experimental», un tipo de comedia distinto del que Casona
acostumbra a hacer. Durante el verano de 1964 se estrenó en otros
lugares de provincias. Casona quería estar seguro de su éxito an­
tes de presentarla en Madrid. La obra tuvo éxito en todos los lu­
gares en los que se estrenó, con públicos muy distintos. Por fin,
el 1 de octubre de 1964 se estrenó en el Teatro Bellas A rtes de M a­
drid, logrando un sostenido éxito y llegándose a las m il represen­
taciones. Fue uno de los éxitos escénicos más importantes de los
alcanzados entre 1940 y 1964 y la obra se convirtió en una pieza
clave de los Festivales de España. La crítica habitual de diarios,
radio y televisión reconoció el triunfo sin objetar nada, al igual
que el público. Sin embargo, la crítica joven de las revistas espe­
cializadas se m anifestó insatisfecha. Juan R. Castellano escribe:
«Cuando Casona regresó a España hizo un modesto esfuerzo por
acercarse al sentir de sus colegas españoles, pero ese esfuerzo no
fue m uy estimado por la crítica. No quisieron ver en la figura de
304
M AN JU LA B A LA K R ISH N A N
Quevedo la rebeldía al medio que encontraron en el Velázquez de
Buero V a lle jo »1.
Esta reacción es, a nuestro modo de ver, un tanto injusta. En
prim er lugar, no deben hacerse comparaciones entre dram atur­
gos tan diferentes como Casona y Buero. En segundo lugar, no de­
be olvidarse que los intelectuales progresistas, de tendencias so­
cializantes, no veían con simpatía a Casona, por su marcado apoliticism o. Por últim o, algunos aspectos de la idealización del
personaje que se encuentran en la obra se parecían dem asiado al
teatro nacionalista que ya hemos mencionado y que solía asociarse
políticam ente con el franquismo. Pero, aparte de todas estas con­
sideraciones extraliterarias, El caballero de las espuelas de oro
es una obra muy lograda y que merece un estudios objetivo, inde­
pendientemente de que fuera útil o no como elemento de denun­
cia social y de que estuviera inspirada por una u- otra ideología
política.
LA PERSONALIDAD DE FRANCISCO DE QUEVEDO
El caballero de las espuelas de oro es una obra que muestra una
tendencia a glorificar el españolismo. Desde el punto de vista de
Casona, Quevedo es el símbolo del hombre español ideal, según la
concepción estoica de un hombre íntegro, capaz de sufrir por sus
ideales y de luchar por la verdad. Los aspectos de la personalidad
de Quevedo que se muestran en la obra está en función de este idea­
lismo. En efecto, la vida privada del personaje no tiene validez en
sí sino como reacción simbólica ante los sucesos del mundo exte­
rior, puesto que Quevedo ha pasado a ser un modelo del hombre
hispánico que se rebela contra todo tipo de injusticias. Esta ideali­
zación de la figura histórica la llevaron a cabo los románticos. Se­
gún ellos el genio de Quevedo se rebelaba contra las obligaciones
sociales y todo tipo de hipocresías, convirtiéndose así en símbolo
del hombre rebelde en un medio anquilosado. Dice Mauro A rm i­
ño: «...Francisco de Quevedo, un español que, si aceptamos el tó­
pico y el encasillamiento, sería el espejo en el que se miran m u­
chos españoles porque el gran poeta llevaría marcada en su con­
ducta, en su altivez, en sus comportamientos, en las cárceles y
destierros que padeciera por su enfrentamiento al poder, los estig­
1 Citado por F r a n c i s c o R u iz R a m ó n : Historia del teatro español. Siglo X X , Cá­
tedra, Madrid, 7? ed., 1986, pág. 24.
A N A L IS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. CASON A
305
mas que caracterizan, según parece contar la historia, al mejor es­
pañol, al senequista inmolado en bien de su patria»2.
A sí que su personalidad gira en tom o a esos valores acepta­
dos como representativos de las virtudes españolas. Veam os co­
mo ejem plo algunas de ellas. En primer lugar está la habilidad
con las armas y el valor para manejarlas. En la obra Quevedo dis­
puta con Pacheco de Narváez, quien quiere convertir el arte de
la esgrima en una ciencia de cátedra, mediante su libro científico:
Q u e v e d o . —(...) ¿Habéis leído el de Pacheco de Narváez
sobre «La ciencia de la espada»?
H e rm an o m a y o r . — ¿Quién no lo ha leído, si no se habla
de otra cosa? El rey ha dado el ejemplo, y hoy todos los ca­
balleros van a su academia como los estudiantes a A lcalá.
Q u e v e d o . —Pero, ¿cabe nada más ridículo que un caba­
llero con la espada del honor en la mano calculando ángu­
los, diámetros y perpendiculares? ¡Ah, no! Muchas virtudes
habremos perdido, pero permitir que la espada se estudie
en la academia como una lección de matem áticas, ¡jamás!
Quevedo demuestra su razón de que la esgrima no está funda­
mentada en la ciencia, sino en el valor, mediante una lección prác­
tica al final del acto primero, desarmando dos veces a su contrin­
cante, pese a ser éste espada m ayor del rey.
Otro aspecto a mencionar es el del orgullo y la dignidad. Des­
pués de ser detenido por el conde-duque de Olivares, al ver llegar
a Monna Laura a palacio, su primer concernimiento es que no ha­
ya venido a pedir gracia para él. Lo mismo sucede en su actitud
ante Lope de Vega:
M o n t a l b á n . — ¿Hay algo que os separe de él?
Q u e v e d o . — Su servilismo con los grandes señores. Cuan­
do se ha llegado a su gloria, ¿pueden perdonársele esas car­
tas de mendigo al duque de Sessa pidiéndole de rodillas dos
varas de paño?
M o n t a l b á n .— Eran para su hijo, que no tenía con qué cu­
brir las carnes.
Q u e v e d o . — ¡Ni aun así! Los hijos de los albañiles saben
andar con las nalgas al aire sin mendigar. ¿O es que nues­
tros poetas tienen menos orgullo que nuestros albañiles?
El personaje define este comportamiento como la forma últi­
ma del orgullo español, al que se le da el nombre de «la negra hon­
2 M auro Armiño: «Prólogo» a El caballero de las espuelas de oro, EDAF, Ma­
drid, 1985, pág. 10.
306
M AN JU LA B A LA K R ISH N A N
ra», que salva a los españoles cuando se creen más perdidos y que
no es un acto de voluntad personal sino el cumplimiento de un de­
ber preestablecido. Cuando Olivares le da a elegir entre vender­
se políticam ente o ir a prisión, Quevedo como persona no preten­
de tener opción:
O
l i v a r e s . — ¡Basta
he dicho! ¿Has elegido ya?
Q u e v e d o .— ¿Yo? Pobre de mí, señor, si fuera yo el que
tuviera que elegir. Afortunadamente mi honra negra ha ele­
gido por mí. A San Marcos de León.
Su honorabilidad le impide todo tipo de fingimientos y m en­
tiras. En la escena mencionada aconseja a Olivares que no se fíe
de él y de ningún otro aliado que se venda. A dem ás, es incapaz
de ocultar nada y de esto se vale Olivares para hacerle confesar
quién es el autor del memorial en el que se censura la política del
rey:
Q u e v e d o .— ¿Será menester que os diga además su nom ­
bre y apellido?
O l i v a r e s .— ¡Dílo!
Q u e v e d o . — ¿No lo s a b é i s y a ?
O l i v a r e s .— Lo sé , pero quiero oírtelo a ti. ¡Su nombre!
Q u e v e d o .— Don Francisco de Quevedo.
En la obra aparece otro aspecto de la caballería que tenía la
m ism a importancia que la honra en aquella época: la defensa de
las mujeres.
Según Casona, ocurrió un incidente que se puede ligar con una
fase importante en la vida de Quevedo: su huida a Italia, que, en
su opinión, tiene relación con la tendencia caballeresca de Que­
vedo de defender a las mujeres.
Considera Casona que el episodio famoso de la dama abofetea­
da ocurrió de verdad y se menciona esto en una escena donde Pa­
checo le pregunta si se ha marchado porque acuchilló a un hom ­
bre un día de Jueves Santo, en plena iglesia de San Martín. Que­
vedo responde que se marchó no porque hubiera matado a un
hom bre, sino porque había defendido a una mujer.
Existe un fuerte debate sobre la veracidad de este aconteci­
m iento. Como es usual, algunos críticos están de acuerdo con la
historia y otros lo consideran ficción. En palabras de José María
Salaverría: «Fue cuando en la iglesia, y en una tarde de Jueves
Santo, vio a su lado espantarse a una señora por las injurias que
estaba causándole un desconocido. Las injurias llegaron a más:
A N A L IS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. CASON A
307
el desconocido dio una bofetada a la dama, y Quevedo, que hasta
entonces había vacilado, ya no pudo resistir: empujó al hombre
a la calle, desnudaron las espadas y el hombre que abofeteaba a
las mujeres cayó muerto allí m ism o»3.
Mauro Arm iño, sin embargo, insiste en que este episodio no
es verdadero: «En ese momento (1606) sitúan algunos historiado­
res un hecho hoy comprobado como legendario — al que alude una
escena de El caballero de las espuelas de oro — . A l ver en una igle­
sia a un caballero golpeando a una mujer, Quevedo le desafía y
m ata a las puertas del templo, para luego emprender la huida a
Italia. Está demostrado que no existió tal lance ni esa huida»4.
Por supuesto, esto es sólo una opinión personal. Este episodio
lo han mencionado demasiados autores como para que no tenga
algo de verdad. Luis Astrana Marín nos da su punto de vista, co­
rroborando lo que dice Salaverría: «Un lance caballeresco en de­
fensa de una m ujer abofeteada en un templo (1601) le obliga a huir
y a abandonar sus estudios. Había herido de muerte a su rival»5.
Otro incidente en el cual Casona muestra la caballerosidad de
su personaje principal en cuanto a las mujeres es aquel en el que
salva a la Moscatela, una mujer previamente desconocida para él.
Contestando a la pregunta de Anselm o de que si va a pasar toda
su vida en defensa de mujeres desconocidas, dice que éstas son m e­
jores que las que conoce porque entre ellas no hay ninguna que
lo valga.
Pero esto no quiere decir que Quevedo no tenga ninguna incli­
nación hacia la apreciación de la belleza. Se puede citar, como
ejem plo, un episodio. En la obra comenta sobre la belleza de las
italianas, que no permite aún percatarse de la existencia de los
varones italianos y sus cualidades. Por otra parte, también criti­
ca a las mujeres. Según su punto de vista, una característica esen­
cial de ellas debe ser la sencillez. Pero no lo consiguen por su em ­
peño en ser bachilleras latinas, mujeres de leer y escribir, que só­
lo conversan en una manera culta, a veces únicamente porque es
la moda. Según Quevedo, esos son errores que han impuesto el
esnobism o de la sociedad.
Otro aspecto de la personalidad de Quevedo que Casona nos
m uestra es su actitud de indiferencia suprema hacia las mujeres,
3
«Introducción» a Obras satíricas y festivas, Espasa-Calpe, Madrid, pág. 15.
4 M a u r o A r m i ñ o : op. cit., pág. 13.
5 Luis A s t r a n a M a r í n : La vida turbulenta de Q uevedo, 2? e d ., M a d r i d , 1945,
págs. 58-62.
J o sé M a r ía S a la v e r r ía :
308
M AN JU LA B A LA K R ISH N A N
a quienes no considera esenciales para vivir. El cree que un buen
criado puede sustituir a una mujer en los malos tiempos. A él no
le hace diferencia si su sortija lleva un filtro de amor, un retrato
de m ujer o un veneno. Las mujeres no ocupan una posición pri­
m ordial en la vida de Quevedo. Casona no les ha dado mucha im ­
portancia en esta obra, subrayando así otros aspectos de la vida
de Quevedo.
Las apariciones de mujeres en esta obra son m uy breves y las
dos que aparecen se ven frustradas, porque Quevedo mismo se nie­
ga a acceder a sus deseos.
De la existencia de Monna Laura, la bella italiana, en la vida
real de Quevedo no sabemos nada. En el «Prólogo» a El caballero
de las espuelas de oro, Mauro Arm iño nos inform a que Casona si­
túa en la etapa italiana de Quevedo su enamoramiento de Monna
Laura6. En la obra ella viene a casa de Quevedo y le ruega que
escape con ella a su palacio en Italia. En esta situación política,
Quevedo se niega a hacerlo, porque sabe que, si se esconde, serán
los pajes y las lavanderas los que sufrirán. Este acto valiente por
parte de Quevedo deja frustrada a Laura, quien fracasa en su in­
tento de llevárselo lejos del peligro en que vive en ese mom ento.
Su relación con el otro personaje femenino también es muy bre­
ve. Pero existe una incomprensión entre los dos. La Moscatela es
una prostituta que vive con el Escarramán, que es un hombre de
tendencias violentas. Quevedo la salva de él, pero se queda estu­
pefacto cuando ella le dice que él no ha hecho nada positivo al ha­
berla salvado, porque su vida es así y continuará igual. Aunque
ella sabe que las intenciones de Quevedo eran buenas, no sirven
para dism inuir sus sufrimientos. Según ella, después de unas ho­
ras, ella y el Escarramán se van a reconciliar. Quevedo no puede
aceptar su lógica y dice:
Q u e v e d o .— (...) Quizá podría decirte más aún: Porque to­
da tú eres una tentación, y a este terrible egoísta le da m ie­
do entregarse. Pero es inútil tratar de explicar. Tenías ra­
zón, Moscatela: entre tantos millares de palabras, tú y yo
no tenemos una sola que signifique lo mismo.
Pero ella no puede aceptar el rechazo de Quevedo. Está ofen­
dida de que Quevedo la separe del único hombre que le acompa­
ña y luego le sugiera que le denuncie a los alguaciles. Esto, según
la M oscatela, es traicionar a su gente y algo que ella nunca puede
6
M a u r o A r m i ñ o : op. cit., p ág. 14.
A N A LIS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. C A SO N A
309
hacer. También queda muy frustrada porque Quevedo rechaza la
única cosa que ella le puede ofrecer.
Entre otros aspectos de la personalidad de Quevedo que apa­
recen en la obra, tam bién se puede destacar su sencillez. Casona
ha subrayado el elemento de la sencillez en Quevedo en sus con­
versaciones con una variedad de personajes de niveles diferentes
de la sociedad. A Quevedo no le importa si el personaje es una
prostituta o una jovencita y habla con todos de la m ism a manera.
Como ejemplo podem os ver esta sencillez suya en una conversa­
ción con la Moscatela, cuando afirma que él es un hombre normal
como los demás de su sociedad y que no hace distinciones entre
un noble, como él m ism o, y una prostituta, como ella. La Moscatela tam bién está sorprendida de que Quevedo no la trate como
a una prostituta, sino como cualquier otra persona que viene de
huésped a su casa, que comparta con ella su lumbre y beba con ella.
Quevedo tam bién trata a los jóvenes con comprensión. A p re­
cia las acciones que normalmente los adultos consideran infanti­
les. Esto es evidente en el hecho de que no se ríe cuando Sanchica
menciona que atraviesa montes y ríos para oír cantar a una ca­
landria. Por otra parte, la deja convencerse de que él no puede te­
ner ningún afecto por la gente que no sería capaz de sufrir tantas
dificultades sólo para oír la melodía de un pájaro.
Otro aspecto del cual Casona hace mención de pasada es el de
la generosidad de su personaje principal. Nos muestra a Queve­
do como un hombre generoso que pasa sus mañanas recibiendo
pedigüeños. También hace mención de su respeto por la amistad.
GUERRAS LITERARIAS
En la obra en estudio tienen cabida varias referencias a las gue­
rras literarias que caracterizaron el período barroco. Aunque no
todas ellas están mencionadas, la más importante (conceptismo
contra culteranismo) es una de las elegidas. «Una de las caracte­
rísticas más acusadas del Siglo de Oro español —con tener tantas
y m ejores— es ésta de enzarzarse unas contra otras las gentes de
letras en sangrientas coplillas que luego circulaban de mano en
mano y de sonrisa en sonrisa para hacer las delicias de cualquie­
ra emponzoñada concurrencia»7.
Esta contienda se presenta de la siguiente manera: el librero
A lonso Pérez de M ontalbán se dirige a ver a Quevedo en una hos­
7
J o sé A n t o n io V iz c a ín o :
Quevedo, Sílex, s. 1., 1985, pág. 82.
310
M AN JU LA B A LA K R ISH N A N
pedería madrileña. Le comunica los ataques dirigidos contra Lo­
pe por sus enemigos en el famoso libelo titulado L a Spongia. Quevedo decide ayudar a Lope en esta guerra literaria (cuadro II). En
el cuadro IV vuelve a aparecer el mismo personaje para comuni­
carle al escritor que las copias manuscritas de sus sátiras contra
los gongoristas circulan por todo Madrid. Sin embargo, los venci­
dos han ejercido influencia para que se censuren Los sueños.
Veam os ahora la veracidad histórica de este episodio. A lonso
Pérez, de origen judío, fue librero del rey desde 1604, como nos
dice Sainz de R obles8. Era íntimo amigo de Lope y se ocupó de
la publicación de sus comedias. No se tienen noticias de la posi­
ble am istad de M ontalbán con Quevedo, pero sí de que el hijo de
M ontalbán, escritor también, fue enemigo de Quevedo. Sin em ­
bargo, la buena amistad de M ontalbán y Lope hace verosím il his­
tórica y literariam ente esta demanda de ayuda.
En cuanto a las relaciones de Lope con Quevedo sabemos que
fueron buenas y basadas en la mutua admiración en el plano lite­
rario. En la obra de Casona:
Q u e v e d o . — ¿Conozco yo
M o n t a l b á n .— Le habéis
a e s e amigo?
dedicado un hermoso soneto.
El soneto al que se refiere es, sin duda, el dedicado a la obra
de Lope El peregrino en su patria, publicado en Sevilla en 1604.
No sólo esto, sino que le elogia repetidamente en diversos luga­
res. En la aprobación a las R i m a s de Burguillos dice: «Frey Lope
F élix de Vega Carpió, cuyo nombre ha sido universalm ente pro­
verbio de todo lo bueno». Y en otro lugar escribe: «... Pues ha de
ser de Lope lo que es bueno»9. Todo esto queda claro en la com ­
posición titulada Soneto sobre el rey don Felipe I V u n día que sa­
lió a jugar cañas y lloviendo cesó, donde, para alabar al rey, dice
que sólo Lope pudo cantarle. Esto queda claro también en la obra:
Q u e v e d o .— (...) ¿No es Lope el orgullo de Madrid y el en­
canto de damas y señores?
M o n t a l b á n . — Nadie como él.
Q u e v e d o .— ¿No es el descubridor, el conquistador y el
colonizador del teatro español?
8
9
Ensayo de un diccionario de la literatu­
ra, Aguilar, M adrid, 4? ed., 1973, pág. 941.
F r a n c i s c o d e Q u e v e d o : Obras com pletas, vol. II, A guilar, M adrid, 6 ? ed.,
1978, pág. 511.
F e d e r ic o C a r l o s S a in z de R o b le s :
A N A L IS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. C A SO N A
311
Lope, por su parte, no oculta su predilección por Quevedo, co­
mo nos dice Vizcaíno: «Tan sólo Miguel de Cervantes y Lope de
Vega, enredados el uno contra el otro (o el otro contra el uno, dí­
gase mejor) en cáustica batalla, evitaron con Quevedo el choque
frontal y aun, en más de una ocasión, hicieron ambos de él públi­
ca alabanza»10. En L a hermosura de Angélica Lope incluye un so­
neto en elogio de Quevedo. En las R i m a s del licenciado T o m é de
Burguillos afirma que para teñir en oro una pluma hay que ba­
ñarla en el ingenio de Quevedo. No oculta tampoco su agradeci­
m iento. Y le define como «ingenio verdaderamente insigne, y tan
adornado de letras griegas y latinas, sagradas y humanas, que,
para alabarle más quisiera deberle m enos...» ( Otra epístola a u n
señor de estos reinos sobre la m i s m a materia: L a nueva poesía).
No obstante esta simpatía mutua tiene lím ites:
Q u ev e d o . —(...) Le admiro profundamente; creo que es el
más grande de nuestro tiempo; y si yo pudiera tener un am i­
go, uno solo, sería él. Pero, desdichadamente, no puedo que­
rerle como le admiro.
Quevedo experimenta sorpresa de que Lope le necesite. Según
él, Lope es un triunfador y Quevedo es un pobre escritor que tie­
ne dificultad en publicar sus libros. Pero según le inform a Montalbán, sus enemigos no sólo le han atacado en el plano literario
sino que han censurado su vida privada y sus intimidades.
La razón histórica es la envidia. Dice Lope en el prólogo a su
com edia El verdadero a m a n t e : «Y o he escrito 900 comedias, doce
libros de diversos sujetos, prosa y verso y tantos papeles sueltos
que no llegará jam ás lo impreso a lo que está por imprimir, y he
adquirido enemigos, censores, asechanzas, envidias, notas, repre­
hensiones y cuidados». Y , efectivamente, la lista de los enemigos
de Lope de Vega es bastante numerosa, aunque en la obra se men­
cionen solamente unos cuantos, de los cuales hablaremos más ade­
lante. Casona no concede gran importancia a estos autores ante
la personalidad poderosa de sus protagonistas:
M o n t a l b á n .— ...Afortunadamente, el caballero Quevedo
está otra vez aquí. Si Quevedo saca por él su espada y su
pluma, todos esos valentones correrán desbandados como
sabandijas a su agujero. Esto es lo que he venido a suplica­
ros, señor. Lope no lo sabe.
10
J. A . V iz c a ín o : op. cit., p á g . 82.
312
MANJULA B A LA K R IS H N A N
El episodio de la Spongia ha quedado un tanto impreciso a cau­
sa de la desaparición de la edición, lo que sirve a Casona para m a­
nejar este elemento dramático con relativa libertad. Lo que sabe­
mos históricamente de este libelo es que se imprimió seguramente
en el verano de 1617 en Alcalá de Henares. Dice Entrambasaguas:
«No sólo carecemos hoy de la menor noticia acerca de la suerte de
la edición de la Spongia —no muy extensa, seguramente— , sino
que no han quedado más que vaguísim as alusiones a ella en los
escritores coetáneos de Lope de Vega. Nadie la cita más que de
pasada y sin detallar otra cosa que el títu lo ...»11. Sin embargo,
M ontalbán la presenta en la obra como bastante hiriente:
M o n t a l b á n . — Es un libelo inmundo, chorreante de vene­
no y pus, en que todos los escritores de la corte se ensañan
con él colm ándole de injurias.
Y
dice el autor antes mencionado que Spongia era, por antono­
m asia, la esponja que se empleaba para borrar o limpiar. Lo que
se lim piaba aquí era toda la obra de Lope de Vega. En la Spongia
habían de aparecer reunidas por primera vez, de un modo siste­
mático y ampliadas extensamente, las críticas contrarias a Lope,
emitidas antes por los seguidores de la Poética de Aristóteles, tan
en boga entonces, y los italianizantes, que también la seguían a tra­
vés de la poesía renacentista. Las censuras del libelo hacían refe­
rencia a la ruptura de las reglas clásicas por parte de Lope, con erro­
res que hoy consideramos nimios. Los autores de la Spongia eran
de diferentes tendencias literarias y estaban unidos por su odio al
Fénix de los ingenios.
En la comedia se hace mención directa de los autores del ata­
que: Rám ila:
M o n t a l b á n . — El primer firmante (simple testaferro).
Q u e v e d o . — ¡Bah!, un pedante de cátedra, sonoro como
un cántaro vacío.
Este autor es de segunda categoría y su fam a no se debe a sus
obras, sino a este ataque contra Lope. Aunque fue el autor de la
idea, Casona no le concede m ayor importancia. Entrambasaguas,
que es quien más ha estudiado este libro, nos dice en su libro Es­
tudios sobre L o p e de Ve ga cómo se maleó en contacto con su men-
11
J o a q u ín de E n tr a m b a s a g u a s :
Madrid, pág. 284.
Estudios sobre L ope de Vega,
v o l.
I, C.S.I.C.,
A N A LIS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. CA SO N A
313
tor Suárez de Figueroa. Sainz de Robles, sin embargo, le defien­
de, diciendo que fue objeto de más ataques de los merecidos: «La
inmensa idolatría que España sentía por Lope se volvió airada
contra el infeliz canónigo complutense y le elim inó de la notorie­
dad y aun le representó en láminas y ex-libris como un escaraba­
jo inmundo a quien ha matado el olor de una rosa: Lope»12. Esto
se debió a la reacción de los admiradores de Lope, quienes con­
trarrestaron su ataque un año después de la aparición del libelo
mediante la publicación de un librillo titulado Expostulatio Spongie a Petro Turriano Rami la Pro L u p o a Vega Carpió12.Adem ás,
se hicieron burlas con su nombre, denominándole «Trepus Ruitanus Lamira», anagrama de «Petrus Turranus Ramila», versión la­
tina de su nombre castellano.
El siguiente autor mencionado en el texto tampoco asusta a
Quevedo:
M o n t a l b á n .— Juan de Jáuregui.
Q u e v e d o . — Un pintor aficionado a la poesía y un poeta
aficionado a la pintura.
Sobre Jáuregui existen elementos de discordancia debido a la
escasa mención que se hace de él en el texto de la obra, puesto que
varios críticos afirm an que Jáuregui fue buen amigo de L ope14.
Tampoco es segura su participación en el libelo. Es verdad que
fue enemigo de Quevedo, contra quien escribió una sátira dram á­
tica titulada El retraído y que no llegó a representarse15. Pero es­
cribió también un Antídoto contra la pestilente poesía de las so­
ledades, donde habla de la «desigualdad perruna» de los versos
de Góngora, por lo que no parece probable que colaborase con él.
La participación de Ruiz de Alarcón es mucho más verosím il:
M o n ta lb á n .— A larcón.
Q u e v e d o .— Una doble joroba llena de hiel.
El autor mejicano estuvo en guerra permanente con todos los
literatos importantes de su época. Se dio a conocer al público es­
pañol en 1614 y en 1617 ya era enemigo de Lope, a quien acusaba
de envidiarle sus triunfos16.
12
13
14
15
16
F. C.
op. cit., pág. 1.208.
op. cit., pág. 418.
A l o n s o Z a m o r a V i c e n t e : Diccionario de literatura española, pág. 383.
F. C. S a i n z d e R o b l e s : op. cit., pág. 600.
«Culpa a quien siem pre se queja
de ser envidiado, siendo
envidioso universal
de los aplausos ajenos». J u a n R u iz d e A l a r c ó n : Los pechos privilegiados, III, 3.
S a in z de R o b le s :
J. d e E n tr a m b a s a g u a s :
314
M ANJULA B A LA K R IS H N A N
La mención de Miguel de Cervantes está suavizada por Casona:
Q uevedo .— ¿Cervantes? ¿Tan viejo está que se deja arras­
trar así? Es triste.
En realidad Cervantes nunca perdonó a Lope sus éxitos tea­
trales y el que dijese indirectamente que un poeta había compues­
to veintisiete comedias que nadie quería representar y que agra­
decería que alguien se las cambiase por papel blanco. Adem ás, en
una carta al duque de Sessa, fechada en marzo de 1612: «Y o ley
unos versos con vnos antojos de Zerbantes que paregían uevos es­
trellados m al hechos». Cervantes atacó a Lope repetidamente con
el pretexto aristotélico: «Pero donde Cervantes refleja claram en­
te su filiación clásica, conforme a la perceptiva aristotélica, es en
los juicios que em ite acerca de las comedias de su tiempo, dedica­
dos por entero a combatir el teatro creado por Lope de V ega»17.
Y
por últim o, Casona resume todo el ataque en un nombre que
ya se ha mencionado en el primer cuadro de la obra: Luis de Góngora y A rgote, contra el que el personaje de Quevedo lanza sus
sátiras con los cofrades de la risa:
M o n t a l b á n . — ¿No os he dicho que son todos? Y a la ca­
beza de todos, Góngora.
Q u e v e d o . — ¿Ah, también está ese hígado en figura de
hom bre, que le mires por donde le mires, siempre hace es­
quina? No podíais ofrecerme nada mejor. Me gusta que mis
enemigos tengan talento.
Este es un detalle ficticio; no es segura en absoluto la partici­
pación de Góngora en la redacción de la Spongia. Sí es m uy cier­
ta y fam osa la enemistad del cordobés con Lope, a quien atacó re­
petidam ente, llam ándole «un idiota sin arte ni juicio» y atacán­
dole en m edia docena de sonetos. Esta enemistad no perduró más
allá de 1617, tras el encuentro de ambos en casa del alm irante de
C astilla. Tras esta entrevista Lope declaró haber hallado a Gón­
gora más humano de lo habitual. A la muerte de éste, en 1627, L o­
pe escribió un soneto en su elogio. La enemistad de Quevedo y
Góngora, por el contrario, no acabó con su muerte, pues Quevedo
le siguió atacando en la Aguja de navegar cultos que no se publi­
có hasta 1630.
17
J.
de E n tra m b a sa g u a s:
op. cit., págs. 127-8.
A N A L IS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. CA SO N A
315
La respuesta del personaje no aparece en la obra. Solam ente
sabemos que ha tenido lugar por lo que el personaje de M ontalbán nos dice en el cuadro cuarto; lo que decide al personaje a in­
tervenir es la relativa timidez de Lope:
Q u e v e d o . — (...) lo que me mueve, más que el amor a la
justicia, es el asco de la cobardía. No puedo sufrir ese es­
pectáculo de todos contra uno. Veremos si se atreven con­
tra dos.
Cuál fue la respuesta a la que Casona alude es fácil de averi­
guar con una lectura de sus versos satíricos. Y a en la obra dice
el personaje que lo peor que tiene España son sus poetas, güeros,
chirles y sabandijas. A Jáuregui le ataca en un soneto incluido en
su Discurso Poético. Contra Ruiz de Alarcón escribe un C o m e n t a ­
rio contra setenta y tres estancias, insistiendo agresivamente en
los defectos físicos del mejicano. «En la sátira, m uy intensa en es­
te aspecto, contra Ruiz de Alarcón, además de otras ridiculizaciones, se aducen un buen número de animales como términos de com­
paración, que hacen referencia a su corta estatura y sus corcovas:
ardilla, gorgojo, piojo, cangrejo, ranilla, arador, gámbaro, chin­
che, rana, mosca, mono, p elad o...»18. Cervantes es objeto de bur­
la en el famoso romance titulado Testamento de don Quijote y so­
bre Gongora y los culteranos en general son múltiples los escri­
tos. Este es el escritor en quien más se centra Casona.
H erm an o m a y o r . —La culpa no es suya; es de ese m aldi­
to Góngora que hoy es el gran tirano de las letras.
Q u e v e d o . — ¿Vuestro tirano ése que ha inventado cons­
truir el castellano al revés, como si fuera un latín m al tra­
ducido?
Sobre este aspecto de la gramática de Góngora hay muchos
ejem plos como la fam osa décima de las Imitaciones de Marcial.
A dem ás Quevedo llegó hasta a comprar la casa en que Góngora
vivía en Madrid, en la calle del Niño, para deshauciarle (1625). Sus
ataques contra los culteranos aparecen en casi todas sus obras
(Premáticas del desengaño contra los poetas güeros, A g u j a de n a ­
vegar cultos, L a culta latiniparla, D e las necedades y locuras de
Orlando e n a m o r a d o y en Los sueños).
18
I g n a c io A r e l l a n o :
Poesía satírica-burlesca de Quevedo, p á g . 264.
316
M ANJULA B A LA K R IS H N A N
Q u e v e d o .— ¡Hola! ¿También tenemos poetas por aquí?
A r c h id ia b l o .— ¿Pues dónde estarían mejor esos desva­
riados que, no teniendo camisa que mudar, derrochan to­
dos los tesoros de la nación en cabellos de oro, dientes de
perlas y prados de esmeralda?
La culminación de esta guerra literaria con el triunfo de Q ue­
vedo sobre sus enemigos tiene lugar escénicamente en el cuadro
cuarto, cuando Montalbán le comunica que los libelistas de la
Spongia ya huyen a la desbandada desde que corren por los mentideros de Madrid sus sátiras contra ellos. El Quevedo de Casona
proporciona un anticlímax con su afirmación de que una victoria
tan fácil no valía la pena y de que la próxim a vez habrá de elegir
mejores enemigos. Esta es la guerra literaria, m itad verdad y m i­
tad fusión de elementos de otro tiempo, con que Casona da a su
personaje el relieve literario que no podía faltar en una obra so­
bre Quevedo.
LA CRITICA SOCIAL
Y a he tratado en la Introducción la polémica sobre la m ayor
o menor validez de la obra de Casona, desde el punto de vista del
«compromiso» social y de los argumentos a favor o en contra de
su postura, su grado de aceptación por la crítica, etc. Pero al m ar­
gen de esta polémica y de las intenciones del autor al escribirla,
un análisis de la obra nos obliga a aceptar los factores de crítica
social que en ella se encuentran y que, si tienen una validez dis­
cutible o dudosa en el contexto socio-político español de la época
en que se escribe, su precisión con respecto a la época en la que
está ambientada la obra está fuera de toda duda. Es una relación
m uy exacta de la relajación de costumbres que tuvo lugar duran­
te el reinado de Felipe IV. Dice Ruiz Ramón: «En su actuación sor­
prendemos, en efecto, su ingenio amargo y burlón, su tremenda
gravedad, su asco de la cobardía, de la estupidez y de la venali­
dad, su pasión por la justicia, su odio a la mezquindad y a la in­
triga solapada, su hondo amor por una España lim pia y digna, su
aguda conciencia de los males que la corroen, su dolorida digni­
dad, su soledad de hombre lúcido y puro, su triste amor al pueblo
escarnecido y humillado, y su esperanzado amor al pueblo inocen­
te y creador»19.
19
F. Ruiz R a m ó n : op. cit., pág. 244.
A N A L IS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. CASON A
317
En realidad, el personaje de Casona no parece querer decirnos
nada nuevo. Cuenta con que el público estará más o menos fam i­
liarizado con estos vicios que critica. Como se sabe, la inminen­
cia del fin del imperio español provocó dos reacciones distintas
entre los intelectuales del barroco: un grupo (Góngora y los culteranistas serían un ejemplo adecuado) cerró sus ojos ante la situa­
ción negativa en que se encontraba el país, en todos sus aspectos,
y se refugió en la torre de m arfil del arte, eludiendo el contacto
con la realidad circundante. Otro sector (el que representaría Quevedo o Gracián) es el del intelectual consciente, que presiente la
próxima ruina de España y que quiere hacer conscientes a sus com­
patriotas con sus escritos de que no sirve de nada el cerrar los ojos
a la realidad. El Quevedo que Casona nos presenta es dolorosa­
mente consciente de hallarse en medio de una sociedad corrompi­
da, en vías de degeneración. Todo lo que ve a su alrededor le hace
reaccionar. No puede mantenerse al margen:
Q u e v e d o . — No podría aunque quisiera. Y o he venido al
mundo para intervenir, no para estar sentado, mirando.
Todo esto queda mucho más claro cuando, en medio del sueño,
el Archidiablo le pregunta cuál es su oficio. Quevedo hubiera po­
dido contestar que era político o escritor. Sin embargo lo define
como la obligación de dejar testimonio fiel de lo que veían sus ojos
para aquellos que no lo sabían ver. El personaje se convierte así
en un testigo de su época. Llegamos a conocer mediante Quevedo
la historia de su tiem po. Este personaje representa así al intelec­
tual que critica a su momento para mejorarlo. Está en contacto
con las clases altas y las bajas. Participa de las características de
los de arriba, pero tiene una gran capacidad para apreciar los v a ­
lores de los de abajo y presentarlos con valor. Quevedo es el sím ­
bolo del intelectual creador y transmisor de la cultura y, al m is­
mo tiem po, consciencia real de su momento histórico, alzando su
voz contra cualquier tipo de injusticia u opresión.
Naturalm ente, que esta postura del «compromiso» social tie­
ne un precio, que nuestro personaje ha pagado con creces:
O l iv a r e s . — (...) Enfrentarse con Olivares es un lujo que
se paga caro. ¿Sabes el precio?
Q u e v e d o . — No pienso discutirlo. Mientras esperaba en
ese sillón he hecho un recuento de mi vida, y el saldo no es
m uy halagüeño: he estado doce años en la cárcel, nueve en
el m ar o en el destierro, y tengo once heridas en el cuerpo.
318
M ANJULA B A LA K R IS H N A N
No obstante, su conciencia no le permite adoptar la típica ac­
titud hispana de desentenderse de los problemas, como sucede en
la «Cofradía de la risa», que presenta a la diversión y la burla co­
mo remedio para aceptar el hambre, las injusticias u otros males.
España, dicen, es el pueblo del mundo donde se ríe más barato.
Pero esta risa es sólo una muestra de impotencia, una protesta por
no poder cambiar totalmente la situación:
D
o ñ a . — Son
de la Cofradía de la Risa. H oy es sábado y
les toca.
F o r a s t e r o . — ¿Les t o c a q u é ?
D o ñ a . — Reír. Solamente se ríen los sábados.
F o r a s t e r o . — ¿Es una promesa?
D o ñ a . — A l diablo que los entienda. Mírelos bien:
el que
no ha perdido un brazo en Flandes, ha perdido el color en
Panamá. Tienen apenas de sobra para llorar la semana en­
tera, y después, los sábados, vienen aquí a reírse juntos.
Quevedo participa hasta cierto punto de esta postura de burla
ante las cosas, pero siempre indicando que hay que hacer algo por
rem ediarlas. Sólo la burla no es bastante. H ay que usar la inteli­
gencia para arreglar estos problemas y así dice que sus peores ene­
m igos son los tontos del mundo entero, que aceptan las cosas tal
y como vienen. Su inconformismo le hace indignarse con La Moscatela, que acepta una situación indigna por mera inercia:
M o s c a t e l a .— Siempre ha sido así.
Q u e v e d o . —Todas las cosas han sido
siempre así, hasta
que hay alguien que dice ¡basta!
En cuanto a los vicios que critica en concreto, son aquellos que
muchos autores han mencionado. A un forastero que acaba de lle­
gar a la corte y que pregunta cuáles son las mejores armas para
progresar, le contesta que se ha de presumir de lo que no se tiene,
se ha de aparentar ser de mejor fam ilia de lo que se es, se ha de
adular a los poderosos y ayudarles en sus vicios. Sin estas cuali­
dades no se puede triunfar.
En realidad, su pesimismo es extremo; y le lleva hasta el pun­
to de citarle a Sanchica el relato bíblico en donde se cuenta que
Dios estaba dispuesto a perdonar a una ciudad pecadora si encon­
traba a un habitante justo que compensase los pecados de los otros.
Pero no se encontró ni a un hombre justo. Este es un parangón con
la sociedad del X V II, constituida por unas clases altas, interesa­
das únicamente en una vida fácil con placeres y lujos y una clase
A N A LIS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. C A SO N A
319
m edia y baja llenas de elementos delincuentes y un concepto p i­
caresco de la vida.
El personaje de Casona se refiere a la desigualdad económica
del país:
C o f r a d e 2.— ¿Cómo habéis encontrado la tierra
Q u e v e d o . — Demasiados hidalgos en andrajos.
al volver?
Dem asia­
dos soldados inválidos mendigando su pan.
A dem ás, en su conversación con los cofrades de la risa, se opo­
ne al concepto del momento de que la riqueza es una bendición
de Dios, que era lo que el vulgo veía en una sociedad em inente­
mente materializada y que había tenido como ejemplo la codicia
del duque de Lerma y el amor al lujo de Felipe III.
Otro aspecto típico del tiempo es el de la hipocresía, producto
lógico de una sociedad preocupada por «el qué dirán» y que ini­
ciaba ya la artificialidad en el trato y el habla que llegaría a su
m om ento más extrem o en el siglo X V III. Quevedo protesta de es­
te falso pudor, un tanto femenino, de la gente que no quiere que
le digan las cosas directamente:
M o n t a l b á n . — Es una conjura silenciosa y con los hilos
m ovidos desde palacio, donde tenéis muchos enemigos.
Q u e v e d o . — ¿Qué enemigos? ¿Las damas melindrosas
que me leen en secreto para ruborizarse después en públi­
co? ¿Los que se horrorizan de encontrar en mis libros pala­
bras que sólo habían visto escritas en las paredes?
Más grave aún es la relajación de costumbres en relación con
el tem a sexual; y éste es el vicio social que el personaje ataca más
frecuentemente en sus diversos aspectos. La corrupción de las cos­
tumbres producida por el relajamiento moral lleva a las mujeres
a comportarse deshonestamente, y las alusiones a los maridos en­
gañados, a los cuernos y a los toros son frecuentes en toda la obra:
H e r m a n o m a y o r . —Sin embargo, nunca ha habido en la
corte tanto lujo. El prado de San Jerónimo está lleno de co­
ches, y cada mujer hermosa lleva encima más oro que un
galeón.
Q u e v e d o . — Demasiado. Y no siempre a cuenta del m ari­
do. Por eso hay tantos mansos engordando al sol.
Su diálogo con la Moscatela le pone al corriente de muchos as­
pectos ocultos en la escala de la corrupción. La prostitución de la
Moscatela adquiere caracteres de total explotación, puesto que
320
M AN JU LA B A LA K R ISH N A N
parte de sus ganancias pasan a la policía, los alguaciles, que reci­
ben este dinero por medio del Escarramán, que es el hombre que
vive a costa de la muchacha. Si ella no paga a la policía, ésta no
la permite llevar a cabo su comercio carnal. Quevedo cree, en un
principio, que aquí se trata solamente de un caso aislado, pero la
prostituta le afirma que todo es así con arreglo a un plan estable­
cido. Por encima de los alguaciles está el regidor, pero no servi­
ría de nada denunciar a los alguaciles, porque éstos dan al regi­
dor también una parte de lo que ella les da. Así es toda una cade­
na de corrupción que llega hasta lo alto y en la que muchas
personas, al parecer respetables, ganan dinero con el producto de
la prostitución.
En cuanto a la causa que lleva a las mujeres a este oficio, se
habla de la pérdida de la honra, por violación, y que imposibilita
a la mujer para otro trabajo más honrado. Moscatela le habla de
otra compañera suya y de las circunstancias de su vida:
Y a ella, ¿quién la había traído?
A ella la desgració en el pueblo una tropa
que pasaba para Flandes. Después vino con otra tropa que
pasaba para Andalucía.
Q u e v e d o . — ¡Admirable colaboración de la tropa!
Q u e v e d o .—
M o s c a t e l a .—
Una vez dedicadas a ese oficio, sufren por el control del hom­
bre que las maneja. La Moscatela está controlada por el Escarra­
mán, un rufián que vive con ella y que la explota sexualmente.
Cuando Quevedo le pregunta si tiene él algún derecho sobre ella,
la Moscatela le responde que él es quien la protege de los otros.
Quevedo muestra su sarcasmo triste ante esta situación cuando
la Moscatela le habla de su miedo por la reacción del Escarramán
después de la pelea que acaba al iniciarse el acto:
M o s c a t e l a . —En este momento andará buscándome ca­
da vez más furioso. Y mañana, cuando me encuentre, ¿qué
va a ser de mí?
Q u e v e d o . —Pierde cuidado. Te necesita más que tú a él.
¿De qué viviría si no el valentón?
A C T IV ID A D P O L IT IC A
Entre muchos otros aspectos de la obra en estudio, vistos en
otros capítulos, también aparece uno muy intersante: la política,
ambientada durante el reinado del rey Felipe IV. Resumiremos
la postura política de Quevedo, tal como aparece en la versión de
Casona.
A N A L IS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. C A SO N A
321
Quevedo fue uno de los representantes más importantes y sig­
nificativos de los arbitristas y de los críticos de la política, a tra­
vés de los cuales se plantea, en el siglo XVII, el tema de la deca­
dencia en España. La magnitud de sus escritos sobre este tema va­
ría desde la reacción política (del pueblo entero) hasta la apología
de la cultura. Muchos autores han mencionado este aspecto de la
personalidad de Quevedo: su actitud contra la corrupción de la
clase superior de la sociedad: «El españolismo de Quevedo le lle­
vó a ser testigo de cargo excepcional en la acendrada decadencia
de su patria. Durante tres reinados sucesivos, el de Felipe II en
su infancia, el de Felipe III en su mocedad y el de Felipe IV en
su madurez, Quevedo ansia, sufre y se desespera por la desastro­
sa gestión de los malos gobiernos que España soporta sobre sí»20.
La actitud de Quevedo en contra de Olivares fue debida a lo
sucedido en el duque de Osuna, don Pedro Téllez Girón, virrey
de Nápoles, a quien Olivares encarceló, quien murió en prisión
y de quien Quevedo fue secretario, amigo y confidente durante
su virreinato.
Como dice J. L. Abellán en su obra Historia crítica del pensa­
miento español, Quevedo tiene la exaltación de la acción y el me­
nosprecio de los hombres que saben, pero no hacen. Desde dicha
postura, la identificación de Quevedo con el duque de Osuna, re­
presentante de lo más dinámico de la aristocracia española, hay
que interpretarla como una vía de acceso a la única política váli­
da en su época: la de la acción eficaz y fecunda21.
En una escena en la obra hay un enfrentamiento clave entre
Olivares y Quevedo. Aquí está claro que la razón para la enemis­
tad entre ambos es el duque de Osuna, que fue llevado a prisión
según las instrucciones de Olivares. Este ahora quiere impedir la
pérdida de Italia cueste lo que cueste. Quevedo le dice que ya es
demasido tarde, porque era Osuna la única persona que podía sal­
var estas posesiones y, con su muerte, las posibilidades de conse­
guirlo desaparecieron prácticamente.
El personaje de Quevedo hace una crítica del personaje de Oli­
vares por sus características inherentes de tiranía y autocracia.
El rey tenía el poder absoluto, pero Olivares redactaba las leyes
y el rey sólo las firmaba. Esto es lo que nos indica Casona en su
obra en un fragmento muy claro:
20 J. A . V i z c a í n o : op. cit., pág. 27.
21 J. L. A b e l l á n : Historia crítica del pensamiento español, vol. III, Espasa-Calpe,
Madrid, 8? ed., 1981, pág. 301.
322
M AN JU LA B A LA K R ISH N A N
Q u e v e d o . —¿Quién es aquí la única voluntad y la única
ley? El conde-duque de Olivares no manda solamente en
nuestra justicia y en nuestros soldados, manda en el lujo
de nuestros ricos y en el hambre de nuestros pobres; man­
da en nuestras horas de sueño y de trabajo; manda en nues­
tra risa y en nuestro llanto, y hasta en los ciervos de nues­
tros bosques y en las truchas de nuestros ríos.
En la obra, el personaje de Quevedo tiene dos enfrentamien­
tos clave de tipo político, lo que afecta directamente a su postu­
ra. Estos son el problema de la censura y el episodio famoso del
soborno de los nobles del gobierno, por deseo del duque de Osuna
y por mediación de Quevedo.
El Quevedo de Casona adopta una postura de rebeldía en con­
tra de la censura religiosa. Nunca la acepta y se rebela contra ella.
Según él, la religión y el arte son dos esferas diferentes y no se
pueden mezclar, y esta opinión suya aparece en una conversación
con su sobrino Pedro. Este le dice que el padre Tébar, que le ad­
mira tanto, le aconseja renunciar a unos versos amorosos de su
mocedad. Quevedo le reitera su opinión, contestándole que el pa­
dre es un santo, pero que el arte no es su campo de especialización, o sea, su jurisdicción.
El segundo enfrentamiento a nivel político lo provocó la reac­
ción de Quevedo ante la corrupción de la nobleza. Dice Vizcaíno:
«En la España de aquel tiempo no había cargo público sin sobor­
no, prebenda sin cohecho y sinecura sin coacción. El favoritismo,
el amiguismo y el nepotismo gobernaban a sus anchas. Nadie ocu­
paba el puesto que en verdad merecía, sino el que sus influencias
le procuraban»22.
Históricamente se sabe que Quevedo consiguió para Osuna —y
tuvo necesidad de apelar de soborno (tal era la corrupción de la
camarilla que rodeaba al monarca)— el nombramiento de virrey
de Nápoles. En la obra se narra cómo Quevedo lleva a cabo el so­
borno de los nobles que podían influir para este nombramiento:
Q u e v e d o . —A la grandeza de mi señor le viene estrecha
Sicilia, y aspira al virreinato de Nápoles. Muchos son los
enemigos que se le oponen en Madrid; pero a mi señor no
le gusta desperdiciar su tiempo: cuando sus enemigos son
dignos, lucha contra ellos hasta la muerte; cuando son in­
dignos, se limita a comprarlos, que es más rápido.
22
J. A. V i z c a í n o : o p . cit., p á g . 93.
A N A LISIS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. C A SO N A
323
La prueba histórica la tenemos en una carta de Quevedo al du­
que de Osuna (12 de noviembre de 1617) en que se documenta el
vergonzoso reparto de los 50.000 escudos de oro entre los grandes
personajes de la corte española. En ella Quevedo refiere al duque,
con su estilo personal, que la corte anda revuelta con su presen­
cia, al olor de los escudos y los brillantes; que su casa parece un
jubileo23.
Lo que quevedo dice en su carta al duque de Osuna se lo repite
a Montalbán en la obra de Casona, hablándole de la costumbre
del soborno y de la manera de distribuirlo según las preferencias
de los nobles, que pueden variar desde joyas y sedas, títulos y pre­
bendas hasta dinero, recibido directamente. Todo es cuestión de
precio; según nos dice el autor:
Q u e v e d o . —Las tarifas no varían gran cosa. ¿Queréis sa­
ber exactamente lo que vale hoy un consejero de la Coro­
na? Una cadena de oro y dos plazas de gorguerán. ¿Queréis
saber lo que vale un secretario de Estado y un gentilhom­
bre de cámara y hasta un favorito del rey?
El personaje de Casona pasa a la acción en contra de esta co­
rrupción con sus escritos. Hay muchas composiciones suyas con­
tra el conde-duque de Olivares y sus quejas interminables apare­
cen en la Epístola satírica y censoria al conde-duque de Olivares.
En esta manifestación de sus lamentos se ensaña en la crítica de
las costumbres degeneradas de los españoles de su tiempo24.
Sin embargo, el escrito de Quevedo que es motivo de conflicto
en la obra no es esta epístola, sino el famoso Memorial contra las
costumbres de los castellanos. Sobradamente difundido está el
episodio del memorial al rey, con la anécdota de su colocación bajo
la servilleta para que el monarca lo encontrara al sentarse a co­
mer y la participación de algunos servidores muy allegados en la
conjura.
Varios críticos dudan de la veracidad de esta historia, entre
ellos Mauro Armiño en su «Prólogo» a la obra y Vizcaíno en su
documentada biografía: «El asunto del memorial famoso perte­
nece a la leyenda. No hay prueba alguna, ni oral ni escrita. Du­
rante bastante tiempo se ha venido creyendo esta versión porque
resultaba más bonita que ninguna otra. Y en verdad que su argu­
mento corresponde al género más representativo de la épica ca­
23
24
Ibid., pág. 95.
J. L. A b e l l á n : op. cit., pág. 301.
324
M AN JU LA B A LA K R ISH N A N
balleresca»25. Casona emplea la historia por su evidente interés
y plasticidad teatrales y porque sirve para provocar el enfrenta­
miento entre los dos personajes más importantes de la obra. El
contenido del Memorial se presenta al público a través de los diá­
logos del político:
O l i v a r e s .— En este miserable libelo se me insulta como
ningún gobernante fue insultado jamás. Según él, yo soy el
que deja a las viudas sin tocas y a las familias sin pan; yo
el que cohecha a los tribunales, el que vende los cargos pú­
blicos y el que tiñe su púrpura con sangre de pobres.
La reacción de Olivares ante el autor del Memorial es casi de­
sesperada. Para saber la identidad del genio que está detrás de
este episodio empieza a atormentar a los cómplices posibles en pa­
lacio, es decir, a los pajes, a los lacayos, a los ujieres de mesa y
hasta las mujeres que lavan y planchan la mantelería. También
ofrece como recompensa mil ducados de oro al que descubra al
autor de la carta infamante.
Según la historia, Quevedo fue delatado por otras personas.
Quevedo cometió la imprudencia de abrir su corazón a un amigo
que le visitaba diariamente (cuyas señas coinciden con el falsario
don Lorenzo Ramírez de Prado, y mucho más todavía con don Juan
de Isasi)26.
Esta verdad histórica no se menciona en la obra de Casona. En
ella tiene lugar una situación de conflicto cuando Olivares viene
a ver a Quevedo sabiendo que éste es el autor del Memorial. Pero
Olivares quiere la confirmación mediante las palabras de Queve­
do. Por su parte Quevedo también se da cuenta de que Olivares
está familiarizado con la verdad y, en sus mismas palabras, la des­
cribe. Dice que el autor ha de ser alguien muy conocido en la cor­
te, porque en el escrito la ha descrito con mucho detalle y exacti­
tud. También sugiere que, quizá, ha tenido alguna secretaría en
el palacio mismo. (Recuérdese que Quevedo había aceptado el car­
go de secretario real a principios de 1632).
A continuación viene el episodio de la detención de Quevedo
al final del acto quinto. Dice Astrana Marín que a las once de la
noche del 7 de diciembre de 1639, hallándose en el palacio del du­
que de Medinaceli, casa del duque de Alba, en la calle del mismo
25
26
J. A. V i z c a í n o : op. cit., pág. 174.
Ibid., pág. 177.
A N A L IS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. C A SO N A
325
nombre, donde posaba, ya acostado, fue prendido por dos alcal­
des de corte, don Enrique de Salinas y don Francisco de Robles27.
En esta detención le trataron con mucha descortesía, maltratán­
dole mucho. La detención fue tan rápida que no se le dio tiempo
para avisar a nadie. Se puede ver el reflejo de este suceso en el
siguiente diálogo de la obra:
Q u e v e d o . —¿Podríais aguardarme un momento? Sólo el
tiempo necesario para escribir una despedida.
C a p itá n . —Lo siento; la orden es terminante: sin cam­
biar una palabra con nadie y sin perder un solo instante.
Q u e v e d o . —¿Ni siquiera lo que puedo tardar en coger mi
capa? Es diciembre y está helando.
Casona hace hincapié en la mención de la capa y esto nos mues­
tra cuánto el frío afecta a su personaje. Se sabe que no se le per­
mitió tomar ninguna ropa de abrigo. Uno de los alcaldes de corte
encargados de su custodia, don Francisco de Robles, compadeci­
do al verle tiritar, le dio su ferreruelo. En el mismo coche que los
había conducido hasta allí entraron los representantes de la auto­
ridad al poeta tembloroso de frío y de emoción y condujéronle ex­
tramuros de la villa.
En la conversación entre Olivares y Quevedo se puede ver el
último intento del conde-duque de ganarse al poeta para su polí­
tica. Le ofrece a Quevedo dos opciones: la de la prisión o la de ayu­
darle en su política en la embajada de Génova. Pero Quevedo se
niega. Olivares le dice que la experiencia de Quevedo durante su
servicio en la embajada de Sicilia es bastante para conocer lo que
significa una embajada y Quevedo inmediatamente da su opinión,
diciendo que es, generalmente, sólo un destierro bien pagado. Y,
consecuentemente, elige el ir a prisión. Este episodio tiene lugar
en la siguiente afirmación de Olivares en la obra:
O l i v a r e s . —Bien está. Lo que andas buscando a todo
trance es la guerra, ¿verdad? Pues tendrás la guerra. Pero
no en ese terreno al que me quieres arrastar para que el
mundo pueda decir señalándonos: «Esa es la noble víctima,
el caballero mártir, y ese otro, el odioso tirano, el verdugo».
Según Olivares, la decisión de Quevedo de ir a prisión es un
truco para obtener la simpatía del pueblo. Y le informa a Queve­
do de que esta vez su plan va a fallar porque la gente no tendrá
27
Luís A s t r a n a M a r í n : Historia general de las literaturas hispánicas, vol. lii.
pág. 505.
326
M AN JU LA B A LA K R ISH N A N
ninguna pista del destino que ha sufrido Quevedo. Con mucha cal­
ma, Quevedo contesta que ya conocía hasta qué extremo pueden
llegar las torturas que se le pueden inflingir, pero que a él no le
importa. Le pregunta sobre el tipo de cárcel que Olivares ha ele­
gido para él.
Olivares manda a Quevedo a una mazmorra de un convento, en
vez de a una cárcel ordinaria, porque conoce el miedo de Quevedo
al frío y su obsesión con la temperatura. Olivares está condenan­
do a Quevedo a una muerte lenta. «Ya Quevedo le escribió en una
ocasión desde su celda a su buen amigo Juan de Chumacero, presi­
dente del Consejo de Castilla, que tanto interés demostrara por su
estado y por su posible liberación: “ He visto a muchos condena­
dos a muerte, pero ninguno condenado a que se muera” »28.
Toda esta historia del enfrentamiento de Quevedo y Olivares,
en la obra, es un pretexto para demostrar el ansia de libertad de
Quevedo. En la pieza se reitera la condición de Quevedo de perse­
guido. Su pasión política, que da una especie de furia a todo lo
que hace, es la obsesión de su vida. Y no se da cuenta de que esta
misma siempre le proporciona sólo castigos, persecuciones, cár­
celes y destierros. Quevedo bromea con su dondición de eterno pri­
sionero diciendo que no es obligatorio que él esté siempre preso
o desterrado. Y dice a sus interlocutores que, de cuando en cuan­
do, hasta él está en libertad.
La suprema verdad que el personaje de Casona nos dice me­
diante sus acciones y palabras es que la libertad no existe. Todos
los hombres están sujetos a los imperativos de su destino perso­
nal y también a las estructuras sociales y políticas en las que vi­
ven. Al final de la obra se nos presentan sus reflexiones sobre el
destino del conde-duque y el suyo propio:
Q u e v e d o . —Nada. Cosas mías. Ayer yo estaba en San
Marcos y el conde-duque en palacio. Ahora él está en un ca­
labozo y yo al amor de la lumbre. Pero libres, libres..., ¿lo
hemos estado alguna vez ninguno de los dos?
A N A L IS IS E S T R U C T U R A L
Aunque la obra en cuestión se aparta por completo de los cá­
nones de la tradición española, con la anticlásica división en tres
actos, preconizada por Lope en su Arte nuevo de hacer comedias
en este tiempo y que ha venido utilizándose frecuentemente des28
J. A. V i z c a í n o : op. cit., pág. 192.
A N A LIS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. CA SO N A
327
de entonces, hallamos en la estructuración de esta obra innova­
ciones que no lo son tanto y que están siempre en función de lo
que el autor quiere expresar. Dos puntos hay que mencionar aquí:
el primero de ellos es que las obras anteriores de Casona se han
mantenido siempre dentro de la ortodoxia de los tres actos y de
una ambientación relativamente normal, por lo que la estructu­
ra de ésta es, evidentemente, un cambio radical en la forma de ha­
cer. En segundo lugar, el hecho de que el teatro español ha pasa­
do en las últimas décadas por gran cantidad de experimentacio­
nes con el tiempo y el espacio escénico: decorados dobles, triples
o inexistentes como tales, escenas diversas encargadas únicamente
a las luces, varios niveles físicos de representación con escenarios
elevados, «flash-backs» o analepsis frecuentes, etc. Esta obra de
Alejandro Casona no se adhiere a esta corriente de revolución es­
cenográfica que rompe con todo lo establecido durante siglos. En
él sigue dominando el concepto calderoniano de que la escenifi­
cación y los efectos especiales deben ayudar en lo posible a la obra,
pero sin dificultar su expresión. Bien es verdad que la pieza so­
bre Quevedo tiene muchas divisiones (si hemos de llamarlas ac­
tos, cuadros, escenas o partes lo veremos a continuación), pero es­
tas divisiones vienen dadas por el carácter del argumento, por ne­
cesidades de la acción, que presenta diversos aspectos de la vida
del satírico en diferentes momentos de su vida, incluso con bas­
tantes años de diferencia entre la primera parte y la segunda. Sin
embargo, repetimos, esto no significa una ruptura con lo anterior.
Analicemos ahora cada una de las partes formales de la obra.
Comencemos por el título. No se puede negar la belleza de és­
te: El caballero de las espuelas de oro. En un nivel de connotacio­
nes es un pleno hallazgo. Dejando aparte el elemento estético aso­
ciado al vocablo «oro», las palabras «caballero» y «espuela» nos
llevan directamente a un mundo, si no necesariamente mejor que
el nuestro, sí mucho más lleno de ideales. Los títulos comenzados
por «El caballero de...» son innumerables en todas las épocas y to­
dos los géneros del teatro y la novela española. Su calidad fonéti­
ca e ideológica es algo que se ha sabido siempre. El defecto que
hallamos es que no indica de una manera precisa sobre qué trata
la obra (como debiera hacer todo buen título), puesto que el epi­
sodio de las espuelas de Quevedo no es muy conocido por el pú­
blico en general. Casona contó, evidentemente, con la expectación
que iba a causar el anuncio de un estreno suyo y supuso acertada­
mente que se correría la voz de que la obra era sobre Francisco
de Quevedo. Sin embargo, hoy en día este detalle informativo se
ha perdido y el público de hoy puede acudir a ver la obra sin sa­
328
M ANJULA B A LA K R ISH N A N
ber cuál puede ser su contenido. El título de El caballero de las
espuelas de oro se justifica en la escena que protagonizan, a dúo,
Quevedo y Olivares. Este le reprocha que escriba contra el lujo
de los nobles mientras él se pavonea con sus espuelas de oro, fal­
tando, además, a lo ordenado en la Pragmática contra el uso del
oro en el vestuario. Quevedo le explica que jamás se ha pavonea­
do con ellas, y que se las mandó hacer para ponérselas dos únicas
veces en su vida: la primera, en las Descalzas Reales, al tomar el
hábito de Santiago; y la senguda será el día de su muerte, para
entrar pisando con dignidad en el reino de Dios.
El segundo aspecto a tratar es el género en el que debe incluir­
se la obra. Aquí Casona se nos muestra muy prudente. En princi­
pio, un análisis detallado nos lleva a la conclusión de que es un
drama puro. Sin embargo, el autor decide denominarlo con cau­
tela «retrato dramático». El concepto de «retrato» parece aquí co­
mo un intento de precaverse contra futuras críticas. Siempre se
puede decir que no intentó escribir un drama puro simplemente,
sino una especie de biografía dramática, quizá para justificar la
posible falta de hilación entre sus partes. El episodio de la Moscatela, por ejemplo, podría haberse suprimido o colocado en se­
gundo lugar, en vez de en el tercero, sin que la obra sufriese ma­
yor deterioro.
Aparte del título, la obra incluye un lema, que va a ser el ele­
mento importante en lo que va a esceneficarse después. Es una
cita del libro Marco Bruto, de Quevedo, en donde se lee: «La esta­
tua del padre sería ociosa idolatría si sólo acordara de lo que hizo
el muerto y no amonestara lo que debe hacer el vivo». Quede cla­
ro el sentido de esta obra y su intención de presentar a Quevedo
como modelo de españoles: «El retrato dramático de Quevedo no
ha sido escrito sólo para resucitar el pasado, sino para que éste
sirva de ejemplo y modelo en el presente»29. La intención de Ca­
sona es subrayar la incorruptibilidad de Quevedo y su negación
a pactar con el poder establecido.
La división teatral se aparta en buena medida de la que el autor
solía emplear. Se habla de «dos tiempos, divididos en ocho cua­
dros». Estos «tiempos» vienen a sustituir al concepto tradicional
de «acto». En realidad, cumplen la misma función que los actos
y este cambio en la terminología no supone ninguna innovación.
César Oliva, sin embargo, se muestra en contra de esta división
en escenas separadas: «Extraña fórmula que no parece encajar
bien en este autor, que hubiera necesitado una mayor flexibili­
dad estética y dramática para contar algo importante en la exis29
F . R u i z R a m ó n : op. cit., p ág. 243.
A N A L IS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. C A SO N A
329
tencia de Quevedo, en vez de esos retazos bachilleres propios de
escenificación escolar»30.
El argumento en el que se basa este crítico es que los cuadros
no tienen solución de continuidad, sino que todo viene a ser como
una sucesión de estampas de la vida del poeta, en donde se tratan
por separado temas diversos, como sus amores, sus rencillas lite­
rarias, sus problemas con el poder, etc. Nosotros, aunque acepta­
mos esta opinión en lo que vale, creemos que ésta era la única for­
ma posible de presentar una visión panorámica del personaje. Si
el argumento hubiera sido más complicado, hubiera girado nece­
sariamente en torno a sólo un aspecto de su vida. Esto hubiera si­
do quizá mejor en cuanto a la obra como conjunto, es decir: tea­
tralmente; pero la visión que se nos da de un personaje tan com­
plejo como Francisco de Quevedo hubiera quedado incompleta.
Esta peculiaridad mencionada por César Oliva se ha indicado mu­
chas veces en piezas dramáticas, novelas y películas que tratan
sobre la vida de un personaje histórico: o ésta queda incompleta
o hay necesariamente baches en la narración y cierta inconexión
en las escenas. No consideramos esto como un defecto.
He aquí la estructura espacio-temporal de la obra. La primera
parte tiene lugar en los últimos días del reinado de Felipe III:
PRIMERA PARTE
Cuadro I
Cuadro II
Cuadro III
Cuadro IV
Figón
Hospedería
Hospedería
Hospedería
Madrid
Madrid
Madrid
Madrid
Año 1620
aproximadamente
Al día siguiente
Esa misma noche
Al día siguiente
La acción de la segunda parte transcurre veinte y veinticuatro
años después, bajo Felipe IV:
SEGUNDA PARTE
Cuadro V
Cuadro VI
Cuadro VII
Cuadro VIII
Hospedería
Antesala de los
Reyes
Casa de labranza
Casa de labranza
Madrid
Madrid
Villanueva de los
Infantes
Villanueva de los
Infantes
Veinte años después
Esa misma noche
Cuatro años des­
pués
Al día siguiente
30
C é s a r O liv a :
El teatro desde 1936, Alhambra, Madrid, 1989, pág. 169.
330
MANJULA B A LA K R ISH N A N
Entre los cuadros IV y V y VI y VII median las prisiones de
Quevedo, a las que menciona particularmente en la obra.
La estructura argumental de la obra es como sigue:
C u a d r o I: En un figón madrileño de baja extracción se dan ci­
ta un grupo de personajes que se denominan a sí mismos «Cofra­
des de la risa». Son soldados inválidos que han participado en di­
versas guerras para aumentar los dominios españoles. Quevedo
solicita ingresar en dicha cofradía y todos le aceptan. Juntos se
burlan de los males sociales del tiempo. Al final, el maestro de
armas de Su Majestad, Pacheco de Narváez, se siente ofendido por
las palabras de Quevedo y ambos tienen un pequeño duelo en el
que el poeta sale vencedor, hasta que los alguaciles les separan.
Cuadro II: En la modesta habitación que ocupa Quevedo en una
hospedería madrileña. Acude a visitar a don Francisco el librero
Alonso Pérez Montalbán, contándole el feroz ataque contra Lope
contenido en un libelo anónimo titulado Spongia. Quevedo pro­
mete ayudar a Lope contra sus muchos enemigos literarios.
Cu a d r o III: En la misma habitación. Arde el fuego de la chi­
menea. Llegan rumores de riña callejera: choque de armas, pesias,
ayes, gritos... Y entra Quevedo trayendo del brazo a Casilda, la
Moscatela, hermosa mujer de vida airada, a la que ha rescatado
de manos de truhanes. Dialogan. Ella, aun cuando no entiende
bien cuanto le va diciendo Quevedo, se siente atraída por este ca­
ballero bravo y misericordioso. Y desea pagarle el rescate con la
entrega de su cuerpo. Pero como Quevedo se niega a poseerla y
aun le entregue dinero para que se asista, ella, irritada, se larga
después de arrojar al suelo lo que cree limosna.
C u a d r o IV: En la misma habitación. Al atardecer. Siempre el
mismo fuego avivado en la chimenea, pues nada hay que tanto
maltrate a don Francisco como el frío. Llega el librero Alonso Pé­
rez de Montalbán para contarle el éxito de sus ataques a los anó­
nimos redactores de la Spongia y de sus sátiras contRa Góngora
y Ruiz de Alarcón. Los enemigos de Lope han quedado humilla­
dos; pero están preparando una gran intriga para que Pacheco de
Narváez, el maestro de espada de Su Majestad, le provoque a due­
lo. También le dice que han negado las licencias para la publica­
ción de Los sueños. Triste, enfermo, desilusionado, al quedarse
solo, Quevedo se adormece por efectos de la fiebre... Y entonces,
sobre la escena, en un pasaje de luces cárdenas que recuerda al
Bosco, se desarrollan —ballet y diálogos— varios de Los sueños,
con intervención del Archidiablo, Pero Grullo, el Rey que Rabió,
El bobo de Coria, Perico de los Palotes, Don Diego de Noche, el
Sastre del Campillo, poetas, mujeres, enanos, bufones...
A N A L IS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. CA SO N A
331
Cuadro V: La misma hospedería, pero veinte años después. En
Quevedo y en su fiel criado Anselmo el largo tiempo transcurri­
do ha dejado profundas huellas. Llega una hermosísima dama, es­
pléndidamente vestida y alhajada, ya en su primer otoño; se su­
pone que a esta dama italiana Quevedo dedicó, en mejores días,
su admirable soneto Cerrar podrá mis ojos...; y durante su poéti­
ca y patética entrevista se recuerdan deliciosos episodios de Ita­
lia que protagonizaron la gallardía y el ingenio del autor de Los
sueños, mientras el amor unía sus existencias turbulentas. Monna Laura avisa a Quevedo que el conde-duque de Olivares ha da­
do orden de prenderle, acusándole de haber divulgado memoria­
les anónimos con insultos para la Monarquía y la Privanza... Monna Laura suplica a Quevedo
huya con ella a Italia. Pero cuando
I
éste se halla aún indeciso, llegan el capitán y los soldados con or­
den de prisión.
Cuadro VI: Antesala en el Alcázar de los Reyes, en Madrid;
muebles, y cortinajes y tapices suntuosos. Entra Quevedo escol­
tado por el capitán, y cuando éste se retira llega, como un duende
maravilloso, Monna Laura para insistir en que huya con ella a Ita­
lia. Aún es tiempo... Ella le esperará en el jardín, dentro de una
carroza cerrada. Apenas ha salido Monna Laura entra el conde-duque de Olivares, quien reprocha a Quevedo sus memoriales, sus
conspiraciones, sus odios contra él. Dura, angustiosa entrevista.
Olivares plantea el dilema: o le sirve fielmente en Nápoles, ciu­
dad en la que necesita una inteligencia y una bravura como la de
Quevedo, o será llevado a la prisión subterránea del convento de
San Marcos de León, donde Quevedo tendrá como inseparable
compañero a su mayor enemigo: el frío hielo que cala hasta los
tuétanos. Quevedo resuelve pronto el dilema marchando a San
Marcos de León.
Cuadro VII: En Villanueva de los Infantes, cuatro años después;
en una casa de labranza grande y limpia, donde cuidan al enfer­
mísimo don Francisco su sobrino Pedro y los campesinos Loren­
za y Diego. Quevedo es una ruina. Los años de prisión de San Mar­
cos de León le han puesto en las puertas de la muerte. Y si no mu­
rió en prisión debióse a la estrepitosa caída de la privanza del
conde-duque de Olivares. El rey don Felipe IV, apiadado de Que­
vedo, permitió que fuera a morir a aquellas amadas tierras manchegas de Villanueva, Montiel, tan próximas a Sierra Morena.
Sanchica, una encantadora mozuela de no más de dieciséis años,
sobrina de Lorenza, se convierte en la constante compañera del
moribundo; y le mima, y le distrae con sus charlas, risas y recita­
332
M ANJULA B A L A K R ISH N A N
ciones de coplas y romances famosos, logrando arrancar a don
Francisco tenues y doradas y frías sonrisas.
Cuadro VIII: El mismo escenario unas horas después, ya de ano­
checida. Pedro, el sobrino de Quevedo, sostiene con éste un diálo­
go crudo, exasperante para el moribundo, que adivina el agoísmo de su pariente... A gritos pide que se marche éste, y también
Lorenza y Diego. A gritos llama a Sanchica. Acude la gentilísima
criatura y, tragándose las lágrimas, procura calmar a su viejo ami­
go, contándole lances alegres. Quevedo besa conmovido las ma­
nos de Sanchica. Y reclina su cabeza en el respaldo del sillón, ce­
rrando los ojos. Sanchica se arrodilla ante él, le toma las manos
y las acaricia. Quevedo casi solloza unas frases entrecortadas, de
contrición. Y Sanchica grita, grita, ¡porque sabe muy bien que don
Francisco acaba de morir!
El clímax ideológico de la obra se encuentra en el cuadro VI,
cuando Quevedo se halla en la posición de poder elegir entre su
salvación personal y su felicidad privada por un lado y la cárcel
por otro. La perspectiva de poder huir a Italia con la dulce Monna
Laura es muy tentadora, pero Quevedo prefiere mantenerse fiel
a sus ideales y no pactar con el poder corrupto, representado por
el conde-duque de Olivares. El resultado es que éste le castiga a la
prisión con el agravante del frío y la soledad, los dos mayores ene­
migos de Quevedo, como hemos ya mencionado al hablar de su
personalidad. Lo que sucede en los cuadros VII y VIII es sólo una
continuación añadida para redondearla descripción del persona­
je y para recalcar la incomprensión por aquellos que le rodean.
En cuanto a los personajes que participan en la obra hay que
hacer una especial diferenciación. Son un total de treinta y cinco,
pero once de ellos aparecen únicamente en el sueño, que tiene lu­
gar en el último cuadro de la primera parte. Así que, en realidad,
su número es veinticuatro. Entre todos ellos existe poca conexión.
Están divididos en mundos aparte que no llegan a encontrarse en­
tre sí y sólo el personaje del poeta sirve de nexo entre ellos.
Queda por mencionar un aspecto interesante en las acotacio­
nes, donde se hacen comentarios que ayudan a la mejor compren­
sión del medio («... el inhóspito Madrid de Felipe III») o incluso
de la psiquis del escitor («Habitación de Quevedo. Pocos muebles.
Muchos libros»). Aquí, el fuego, elemento simbólico que ya se ha
mencionado antes, aparece repetidamente en las acotaciones co­
rrespondientes a los cuadros II, III, IV, V, VII, VIII («La chime­
nea siempre encendida»). Esto da una idea de la importancia es­
cénica de este elemento.
A N A LIS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. CA SO N A
333
IN T E R T E X T U A L ID A D
Para hablar de la intertextualidad en una obra específica he­
mos de especificar en primer lugar qué entendemos por ella. Se
ha empleado aquí este término según la definición de Julia Kristeva, que es quien lo ha popularizado31. Este término, de recien­
te. introducción, parece abarcar bajo una nueva etiqueta hechos
conocidísimos como pueden ser la reminiscencia, la utilización de
fuentes o citas, la plurivocidad, etc. Pero en lugar de aceptar to­
dos los posibles usos preferimos utilizar el término para casos per­
fectamente individualizables de presencia de textos anteriores en
un texto determinado, donde la lengua del texto asume como com­
ponente propio la lengua de un texto precedente.
La intertextualidad es un fenómeno frecuente, especialmente
en los autores modernos (en el límite están la parodia y la refun­
dición). Casona lo utiliza con abundancia en su obra para darle
al público una impresión más precisa de la época en que la obra
está ambientada y mejorar así la ambientación. Además, la «orien­
tación hacia el mensaje» se hace más compleja en las zonas de in­
tertextualidad. Con ello Casona puede decir con más precisión to­
do aquello que desea. En diversos momentos de la obra (como ve­
remos a continuación) ha utilizado este recurso para construir
sobre él el clímax de una escena concreta o su momento de mayor
importancia temática.
Texto 1
H erm a n o m a y o r . —(...) «Hoy, ano sé cuántos de no sé qué
mes, de no sé qué año, el abajo firmante, hijo de sus obras
y padrastro de las ajenas; hombre de bien nacido para mal,
de tan buena fama que podría echarse a dormir si no le fal­
taran mantas.»
Este texto, correspondiente a una parte de las Obras satíricas
y festivas, aparece como memorial del personaje por pasar a for­
mar parte de la Cofradía de la Risa, una asociación de bromistas
que llevan en sí la misma amargura que Quevedo. El contenido
es bastante parecido al original, aunque con interpolaciones, pa­
ra hacerlo más coherente. Además, Casona ha llevado a cabo una
ligera modernización del texto original; sobre todo en las formas
verbales32.
31
32
Semeyotiké. Recherche pour une Sémanalyse, s. ed., París,
1969, pAG. 122.
«(...) hijo de sus obras y padrastro de las ajenas (...) atento a que es hombre
J u lia K r is te v a :
334
M ANJULA B A LA K R ISH N A N
Texto 2
H e r m a n o m a y o r . —(...) es hombre dado al diablo, presta­
do al mundo y encomendado a la carne, rasgado de ojos y
de conciencia, corto de vista como de ventura, negro de ca­
bello como de dicha.
La redacción nueva de Casona del texto en cuestión se basa en
el mismo texto que lo anterior y el tratamiento es casi nulo, ya
que el texto aparece igual que en el original, sin modificaciones
de ningún tipo33.
Texto 3
Q u e v e d o . —Ser el hombre de peor fortuna que ha naci­
do de madre.
H e r m a n o m a y o r . —¿Tan negra es la vuestra?
Q u e v e d o . —Tanto que, a falta de tinta, bien podría escri­
bir con ella. Nací una noche con luna de dos maravedís, que
por tratarse de mí no quiso llegar a un «cuarto».
En el diálogo anterior encontramos un curso nuevo: la prosificación de un texto poético. El romance original, muy conocido, sir­
ve de base para que el personaje casoniano haga unos cuantos chis­
tes sobre su persona, lo grotesco de su apariencia y su mala fortu­
na. Las anfibologías del texto original («maravedí», «cuarto») no
se presentan lo suficientemente claras y pierden mucha calidad
al ser tratadas en prosa34.
Texto 4
Q u e v e d o . —Imponer temporadas de veda a las Musas co­
mo a los cazadores. Y a los poetas públicos señalarles casas
de arrepentidos y fechas con prohibición de ejercer, como
a las mujeres públicas en Semana Santa.
33
34
de bien nacido para el mal(...) persona que si se hubiera echado a dormir, no
le faltaran mantas con la buena fama que tiene (...)». M em orial de Don Fran­
cisco de Q uevedo pidiendo plaza en una academia, O.C., pág. 119.
Ibid.
«Parióme adrede mi madre (...)
Dos maravedís de luna
alumbraban a la tierra
que por ser yo el que nacía
no quiso que un cuarto fuera». R efiere su nacim iento y las propiedades que
le com unicó, O.C., pág. 240.
A N A L IS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. C A SO N A
335
Este es otro caso de transcripción modernizada del texto. Nó­
tese que los textos de la comedia casi siempre reducen el texto ori­
ginal o, como mínimo, lo conservan igual, sin añadir elementos
originales de Casona en esos diálogos. La impresión es de que el
autor, en las frases transtextuales, ha querido respetar el nivel
lingüístico e ideológico de Quevedo. Esto hace que estos diálogos
sean, en ocasiones, un tanto distintos del resto de la obra, pese
a los intentos del autor de mantener un estilo uniforme35.
Texto 5
Q u e v e d o . —Los de ninfa y pastor, contra los cuales de­
bería dictarse una pragmática ordenándoles descartarse in­
mediatamente de Júpiter, Venus y Neptuno, so pena de te­
nerlos por abogados a la hora de su muerte.
Aquí tenemos otra muestra de una transcripción semejante al
texto básico, con modernización en las formas verbales36.
Texto 6
1.—Carcajada segunda en honor de Góngora:
«Trepó el furioso gato a la espetera
derribando sartenes y asadores,
y con estas demencias y furores
en una de fregar cayó caldera.»
C o fr a d e
El texto anterior no pertenece a Quevedo, sino a Lope de Ve­
ga, quien en su obra La gatomaquia se burló repetidamente de las
figuras retóricas empleadas por los culteranos. Aquí se trata del
hipérbaton («en una de fregar cayó caldera» en vez de «cayó en una
caldera de fregar»). Casona ha mantenido el verso, convirtiendo
la silva en un cuarteto. Tiene modernización y variantes, con el
propósito de dar totalidad a la idea que, en el texto de Lope, vie­
ne como una continuación de lo anterior37.
35
«Por lo cual (los poetas) (...) viendo que todo el año idolatran mujeres y hacen
otros pecados más enormes, mandamos que la Semana Santa recojan a los poe­
tas públicos y cantoneros, como a malas mujeres, y que los prediquen para
convertirlos; y para esto señalamos casas de arrepentidos, que, según es su
dureza, no las estrenarán». Premáticas del desengaño contra los poetas güe­
ros, págs. 51-2.
36 «Y, últimamente, a todos los poetas en común les mandamos descartar de Apo­
lo, Júpiter, Saturno y otros dioses, so pena que los ternán por abogados a la
hora de la muerte». Ibid., pág. 54.
37 «Trepaba la lustrosa
reluciente espetera,
336
M AN JU LA B A LA K R ISH N A N
Texto 7
H erm an o
m a y o r .—
Carcajada primera en honor de
Góngora:
«Salió Marramaquiz, gato romano,
con un penacho rojo, verde y bayo,
de un muerto por sus uñas papagayo.»
En este ejemplo, semejante al anterior, Casona ha tenido que
utilizar el primer verso de una silva anterior. Por lo demás, ha
respetado el texto para una segunda burla del hipérbaton («de un
muerto por sus uñas papagayo», en lugar de «un papagayo muer­
to por sus uñas»)38.
Texto 8
Q
u e v e d o .—
( ...) p a r a e s t a r a la m o d a , h a n d a d o e n h a b l a r
a lo d if ic u lt o s o , lla m a n d o a la n ie v e a r m iñ o d e fr ío ; a l q u e ­
s o , c e c in a d e le c h e , y lo s h u e v o s , lo s b la n c o s g l o b o s d e la
m u je r d e l g a llo .
En este fragmento encontramos una recopilación de términos
tomados de diversos lugares. Están, por otra parte, simplificados
y pertenecen a la relación que de ellos se hace en el libro La culta
latiniparla, donde se hacía burla del hablar culterano39.
Texto 9
Q u e v e d o . —Carcajada
tercera en honor de Góngora:
«Si quisiera ser culto de repente
la jeri... (aprenderás)... gonza siguiente:
Nácar, púrpura ya, canora arpía,
émulo adunco, argento comiscante,
pira, palestra, métrica armonía,
pulsa aljófar, livor... líquido errante.»
38
39
derribando sartenes y asadores,
y con estas demencias y furores
en una de fregar cayó caldera
(transposición se llama esta figura)». L o p e d e V e g a : La gatomaquia, Aguilar,
Madrid, 4? ed., 1973, pág. 1.031.
«(...) por gorra de Milán, media toronja
con un penacho rojo, verde y bayo,
de un muerto por sus uñéis papagayo». Ibid., pág. 1.016.
«Al queso “ cecina de leche” . Para decir: Tráeme dos huevos, quita las claras .
y trae las yemas, diré: Tráeme dos globos de la mujer del gallo, quita las no
cultas y adereza el remanente pajizo». La culta latiniparla, O.C., pág. 163.
A N A L IS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. C A SO N A
337
Casona ha conservado aquí el verso original en los dos prime­
ros versos. Después ha cambiado los términos para poder encajar
la rima en un poema de menor extensión que el que aparece en la
Aguja de navegar cultos. Hay también inclusión de términos nue­
vos, como, por ejemplo, «argento», «aljófar», que no aparecen en
el original, pero que sí son de Quevedo, tomados de otras obras40.
Texto 10
Q u e v e d o . —Ante
todo entendámonos: os habéis hecho
anunciar como el señor don Alonso Pérez de Montalbán, y
como el don no le tenéis y el Montalbán lo añadís vos, va­
mos claros y dejémonos de cháncharras-máncharras: ¿Qué
quiere de mí el librero Alonso Pérez?
Este texto es bastante diferente del original y sólo de una ma­
nera indirecta puede considerarse intertextualidad. Es, más bien,
una simple alusión a la anécdota del «don» del doctor, referida por
varios autores, de un verso de Quevedo, pero del que se duda so­
bre la paternidad, pues podría ser apócrifo. Dice así:
«El doctor tú te lo pones;
el Montalbán no lo tienes;
conque, quitándote el don,
vienes a quedar Juan Pérez.»41
Texto 11
Q u e v ed o . —Yo, que en mis sueños vi tantas cosas que son
burla de la fantasía y ocio del alma, halléme un día en un
lugar de donde nacían dos sendas contrarias: la una estre­
cha, llena de abrojos y asperezas; la otra ancha, llena de ca­
rrozas, de galas y hermosura.
Este es otro caso típico de condensación de textos, tomados de
diversas páginas y unidos para su mejor comprensión. Hay lige­
ras variaciones, aunque no ha sido precisa una modernización del
texto en concreto. En la escena, el autor figura estar leyendo su
obra, o sea, que es un texto dentro de un texto. Las primeras pa­
40
41
«quien quisiere ser culto en sólo un día
la jeri (aprenderá) gonza siguiente: (...)». Aguja de navegar cultos, O.C., pág. 149.
J. A. V i z c a í n o : op. cit., pág. 85.
338
M AN JU LA B A LA K R ISH N A N
labras, bastante conocidas, remiten al espectador al libro y no hay
confusión posible en cuanto a su origen42.
Texto 12
Q u e v e d o . —Por lo que veo, tenéis juntos en cada jaula a
los del mismo oficio.
A r c h i d i a b l o . —Los del mismo oficio, no; los de la misma
inclinación. Los locos van con los astrólogos, los taberne­
ros con los aguadores y los enamorados con los ciegos.
Este texto es imitación de otro menos condensado. Casona ha
hecho un resumen de elementos de otro libro de Quevedo, El al­
guacil alguacilado, donde se habla de los castigos que en el infierno
se dan a personas de diversos oficios. Estilísticamente es difícil
de juzgar, puesto que esta idea aparece con frecuencia en Queve­
do en otras obras distintas, aunque la idea sea la misma. Hay mo­
dernización de los tiempos verbales43.
Texto 13
A r c h i d i a b l o . —Infinitos, porque todos están enamora­
dos en sí mismos; muchos de su dinero; otros de sus pala­
bras, y algunos hasta de las mujeres.
Aquí el texto no ha sufrido sino leves cambios y condensación.
Durante todo este acto y los diálogos del Archidiablo especialmen­
te, Casona ha intentado apartarse del modelo lo mínimo impres­
cindible para dar a la escena el carácter de escenificación de la no­
vela que pretendía44.
Texto 14
Q u e v e d o . —¡Ah, facineroso del idioma! ¡Hijo sietemesino
de las musas de alquiler! Entonces, ¿eres tú el inventor de
42
«(...) dos sendas que nacían en un mismo lugar (...) llena de abrojos y aspere­
zas y malos pasos (...) humanas hermosuras y gran cantidad de galas y de li­
breas (...)». Las zahúrdas de Plutón, O.C., págs. 96-9.
43 «Y en el infierno están todos aposentados así (...) Los que venían por el cami­
no de los locos, ponemos con los astrólogos (...) Y un aguador, que dijo haber
vendido agua fría, fue llevado con los taberneros». El alguacil alguacilado,
O.C., pág. 68.
44 «—Mancha es la de los enamorados —respondió— que lo toma todo, porque
todos lo son de sí mismos; algunos, de sus dineros; otros, de sus obras, y algu­
nos, de las mujeres». Ibid., pág. 69.
A N A L IS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. C A SO N A
339
la zarabanda y la chacona y el guiriguirigay? ¿Tú el que nos
trajiste el tengue-tengue y la cachumba y gatatumba y el
don-golondrón?
Se hallan variaciones en este texto y, lo que es más raro, hasta
es mayor en amplitud al original, lo que, como ya pernos dicho,
va contra la regla general de síntesis que Casona respeta. Véase,
sin embargo, la perduración del anacronismo de los textos. Se nos
habla de conceptos que ya no conocemos (a excepción, quizá, de
la «chacona») pero que eran grandemente populares en la época.
Al parafrasear a Quevedo, Casona ha conseguido un gran pareci­
do estilístico con el satírico45.
Texto 15
P e r o G r u l l o . —«Cuando
lloviere habrá lodos,
y será cosa de ver
que nadie podrá correr
sin echar atrás los codos.»
Este texto es idéntico. Su carácter métrico y el hecho de ser un
todo en sí hacen que Casona no haya querido variarlo en lo más
mínimo. Además, nos encontramos, quizá, ante un caso raro de
lo que podríamos llamar «doble intertextualidad», pues la redon­
dilla no parece de Quevedo, sino que da la impresión de ser de ca­
rácter popular y de que Quevedo la insertó en su obra porque ya
era famosa en relación con el personaje popular de Pero Grullo46.
Texto 16
E l O t r o . —El Otro, nada más. El que nunca dijo ni escri­
bió nada; pero en cuanto hay algo que nadie sabe quién lo
ha dicho, todos dicen a una voz: «como dijo el otro...»
Casona ha ampliado aquí también ligeramente el texto de Que­
vedo, pero constituyendo la frase con una estructura moderna que
no se parece en nada al estilo del autor barroco. Está variado por
completo y el nivel de intertexto es muy superficial47.
45
46
47
«¿Tú no eres el poeta de los picaros, que has llenado el mundo de disparates
y locuras? ¿Quién inventó el tengue-tengue y don-golondrón?» El entremeti­
do, la dueña y el soplón, O.C., pág. 266.
Ibid.
«(...) y luego, en no sabiendo cómo dar razón de sí, dicen: “ como dijo el Otro” .
Yo no he dicho nada ni despego la boca». Visita de los chistes, O.C., pág. 260.
340
M AN JU LA B A LA K R ISH N A N
Texto 17
Q u e v e d o . —Por fin te veo, ¡oh estómago aventurero, gaz­
nate de rapiña y panza al trote! ¡Oh, sabañón de las cenas,
tarasca de los convites y cáncer de las ollas!
Aparte de una leve condensación, tenemos aquí un caso de intertextualidad casi total, hasta el punto de incluir palabras arcai­
cas («tarasca») y que han cambiado de sentido («cáncer»). El estilo
original quede así totalmente preservado, aunque difiere del de
los diálogos que lo preceden48.
Texto 18
Q u e v e d o . —No te esperaba. Ni te imaginaba así. Allá te
pintan toda huesos.
M u e r t e . —Eso no es la muerte; es lo que queda de los vi­
vos. La Muerte la lleváis todos dentro; la de cada uno tiene
su propio rostro, y todos sois muertes de vosotros mismos,
porque eso que llamáis nacer no es más que empezar a morir.
Este fragmento incluye condensación del texto y moderniza­
ción. El contenido ideológico del párrafo no ha de perderse para
el espectador, por lo que Casona ha eliminado una o dos frases
(«...y lo que llamáis vivir es morir viviendo») que dan más clara­
mente idea de la conceptualidad barroca, pero que confunden qui­
zá en la primera lectura o audición. Así, el estilo queda supedita­
do al contenido49.
Texto 19
L a u r a . —(...)
48
49
«Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera.»
«—Más precio haberte visto —dije yo— que a cuanto tengo. ¡Oh, estómago aven­
turero! ¡Oh, gaznate de rapiña! ¡Oh, pan al trote! (...) ¡Oh, tarasca de los convi­
tes y cáncer de las ollas!» Ibid., pág. 270.
«—Yo no veo señas de la muerte, porque allí nos la pintan unos huesos descar­
nados con su guadaña.
—Eso no es la muerte sino los muertos, o lo que se queda de los vivos (...)
La muerte no la conocéis, y sois vosotros mismos vuestra muerte (...) Y lo que
llamáis morir es acabar de morir, y lo que llamáis nacer es empezar a morir,
y lo que llamáis vivir es morir viviendo». Ibid., págs. 212-3.
A N A LIS IS DE EL CABALLERO DE LAS ESPUELAS DE ORO DE A. CA SO N A
341
El soneto titulado A m o r constante m á s allá de la muerte está
reproducido en la obra por entero y sin la más mínima variante.
Bien es verdad que el texto es lo suficientemente claro y moder­
no. La ficción consiste en el hecho de que tal soneto estuviese de­
dicado a un personaje50.
Texto 20
Q u e v e d o . —(...) Y gracias a él nuestro rey Felipe puede
llamarse el Grande, pero como los pozos: tanto más gran­
des cuanto más tierra les quitan.
El cambio más importante que se aprecia en este fragmento es
el de haber convertido en prosa lo que era verso originariamente.
La idea de la comparación del rey con los pozos aparece en el fa­
moso Me mo ri al de la Servilleta y Casona lo explica con otras pa­
labras, cambiando el estilo y la forma51.
Texto 21
O l i v a r e s . —(...)
«Católica, sacra y real majestad,
que Dios en la tierra os hizo deidad.»
Este es el inicio del Memorial, que apareció en diciembre de
1639 bajo la servilleta del rey. El texto original no ha sufrido va­
riaciones, como en el caso del soneto amoroso antes citado52.
Texto 22
Q u e v e d o . —(...)
50
51
52
¿qué más da? Todo es prisión.
Todo este mundo es prisión
todo es cárcel y penar.
La cuba es cárcel del vino,
la troje es cárcel del pan;
el cuerpo es cárcel del alma,
y de la tierra la mar.
Amor constante más allá de la muerte, O.C., pág. 123.
«Grande sois, Filipo, a manera de hoyo;
ved esto 'que digo en razón de apoyo:
quien más quita al hoyo, más grande le hace». A S.M. el rey don Felipe IV,
O.C., pág. 457.
Ibid., pág. 455.
F r a n c is c o de Q u e v e d o :
342
M AN JU LA B A LA K R ISH N A N
Aparte de la modernización del texto del romance, Casona ha
llevado a cabo la labor de hacer un extracto del mismo eliminan­
do pares de versos del original. Hay cambios varios («prisión» por
«prisiones», «troje» por «trox») para acercar más el texto al espec­
tador moderno. Sin embargo, es un buen resumen y no se echan
de menos los versos eliminados en este ejercicio de condensación
textual53.
53
«Todo este mundo es prisiones,
todo es cárcel y penar,
los dineros están presos
en la bolsa donde están.
La cuba es cárcel del vino;
la trox es cárcel del pan;
la cáscara, de las frutas
y la espina, del rosal.
Las cercas y las murallas
cárcel son de la ciudad;
el cuerpo es cárcel del alma
y de la tierra, la mar». Relación que hace un jaque de sí y de otros, O.C., págs.
181-2.
EL OVETENSE CLEMENTE CIMORRA (1900-1958),
UN NOVELISTA EXILIADO
M
a r ía
M
a r t ín e z -C a c h e r o
R ojo
Entre los asturianos que hubieron de exiliarse al término de la
guerra civil debido a su militancia en el bando republicano —po­
líticos (como Indalecio Prieto, Alvaro de Albornoz o Augusto Bar­
cia Trelles, quizá los más destacados), militares (como el general
Miaja), catedráticos (Wenceslao Roces o Antonio Ortega), periodis­
tas (Ovidio González Díaz, «Ovidio Gondi»), profesionales diver­
sos (médicos y abogados), escritores y artistas (Alejandro Casona,
Germán Horacio Robles)— figura Clemente Gutiérrez Cimorra (cu­
yo primer apellido desapareció muy pronto en su firma literaria),
nacido en Oviedo —29 de mayo de 1900—, miembro de una familia
de clase media cuya posición económica le permitió realizar estu­
dios oficiales en Madrid, adonde se había trasladado con sus pa­
dres. Participó en la campaña africana (primeros años 20) contra
los cabileños rebeldes que mandaba Abd-el-Krim y fue distingui­
do por el gobierno a causa de su actuación como telegrafista en
Alhucemas. Ejerció como periodista en diferentes publicaciones y
lugares de España, principalmente en Madrid, lo cual le permitió
frecuentar algunas tertulias literarias y conocer de cerca a ciertos
escritores y personajes importantes en la vida española de enton­
ces, cuyo recuerdo está presente en varios capítulos de su novela
Cuatro en la piel de toro. Decidido partidario de la República del
catorce de abril, de ideología izquierdista, amigo de políticos co­
mo el radical-socialista Alvaro de Albornoz y el socialista Indale­
cio Prieto, paisanos suyos además, Cimorra, comenzada la guerra
civil, militó en el bando gubernamental y fue cronista de guerra
del periódico Mundo Obrero, órgano del partido comunista, en los
344
M ARIA MARTINEZ-CACHERO ROJO
frentes de Andalucía y Madrid1 y, también, en el Pirineo, valle
de Bielsa, donde actuó algún tiempo la División número 432; en
ambos casos, el cronista elogia el heroísmo de los combatientes
republicanos. A poco de terminada la contienda, llegaba Cimorra
a la Argentina como exiliado y en Buenos Aires vivió y trabajó
—periodista, conferenciante, traductor, autor de libros de varia­
do tema y de novelas como las tres que estudio seguidamente—
hasta su fallecimiento en 1958, considerado por el anónimo redac­
tor de su necrología en Negro sobre blanco, el boletín bibliográfi­
co de la editorial Losada, como «pérdida sensible que enluta a
nuestras letras y afecta particularmente a nuestra editorial, en
cuyos trabajos había colaborado»3.
UNA NOVELA SOBRE LA GUERRA CIVIL
Lo es la titulada El bloqueo del hombre (que lleva como subtí­
tulo aclaratorio «novela del drama de España»), publicada en 1940
por la editorial Claridad (Buenos Aires), formando parte de su co­
lección «Claridad» (volumen 34); testimonio muy próximo en fe­
cha a los hechos históricos que le sirven de argumento. Unas «Pa­
labras preliminares» advierten sobre el propósito del autor, quien
conoció de cerca la realidad política y bélica a que se refiere —«He
vivido día por día la guerra que durante cerca de tres años [...] La
he vivido por presencia en las principales batallas, como en las
más tristes derrotas, y por trato asiduo con el ambiente de la re­
taguardia»—, lo que garantiza la exactitud de su testimonio, don­
de es muy poco lo inventado. Aparte su calidad literaria, aspecto
sobre el cual Cimorra, extremoso, llega a conceder que «esta no­
vela puede no tener ningún valor como tal», lo que resulta claro
es el compromiso ideológico decididamente asumido por quien la
escribe, combatiente de uno de los bandos en lucha y para quien
ésta fue la respuesta de los republicanos leales a una sublevación
(«alguien se había levantado contra un gobierno constituido»), ayu1 Algunos de esos trabajos fueron reunidos por Cimorra en el folleto Crónicas
de guerra (recopilación de artículos periodísticos), Subsecretaría de Propagan­
da, Valencia, 1937, 32 págs.
2 Los héroes del P irin eo español. (Figuras y episodios de nuestra lucha), Edito­
rial Nuestro Pueblo, Madrid, 1938, 76 págs.
3 Algunos otros pormenores biográficos contiene la semblanza de Clemente Gu­
tiérrez Cimorra firmada por R. M. en las págs. A5-A8 del volumen Dos n o v e­
las asturianas de la guerra civil. «Con la vida hicieron fu ego», de J. E. Casa­
riego (1953)[y ] «Cuatro en la p iel de toro», de C lem ente Cimorra (1954)..., Ins­
tituto de Estudios Asturianos, Oviedo, 1989.
EL OVETENSE CLEMENTE CIMORRA (1900-1958), UN NOVELISTA E X IL IA D O
345
346
M A RIA MARTINEZ-CACHERO ROJO
dada en seguida por una invasión, ya que «soldados extranjeros,
unidades enteramente extranjeras, intervenían». La derrota re­
publicana queda muy próxima cronológicamente y el exilio del
novelista casi acaba de empezar, lo que explica el tono desmesu­
rado, tanto para el elogio como para la repulsa, de algunas expre­
siones y situaciones.
El bloqueo... consta de tres partes. «Antecedentes» (cuatro ca­
pítulos), «Guerra» (diecinueve) y «Derrota» (siete), un total de
treinta capítulos que comprenden un tiempo español real —más
o menos, desde la proclamación de la República hasta el final de
la contienda—, si complejo y variado, abundante en acontecimien­
tos colectivos y episodios individuales (los que ocupan más espa­
cio en la novela). Algunos de sus capítulos, además de funcionar
como piezas de un conjunto, podrían considerarse como cuentos
cuya limitada peripecia se desarrolla a lo largo de unas pocas pá­
ginas y corre por lo general a cargo de personajes secundarios —es
el caso de doña Mercedes y los novios de sus hijas, episodio con un
final dramático debido a las anormales circunstancias del Madrid
asediado (capítulo XIII); o el episodio de «La viuda» (capítulo XV):
relación sentimental entre el miliciano Eugenio Vargas y la «fas­
cista» Lola del Rosal—. Algunas alusiones geográfico-temporales
en la segunda parte de la novela —como, entre otras, la retirada
republicana desde Talavera y el avance enemigo hacia Madrid, la
operación del cerro Garabitas («en abril del 37»), la batalla de Te­
ruel («en lo más fuerte del invierno, en los finales del año 1937 y
comienzos del 38, el ejército republicano conquistó y perdió Te­
ruel», capítulo XXI), el encuentro de Eugenio y Benito Manzaneda en un café del barcelonés Paseo de Gracia cuando «terminaba
1938» (capítulo XXIII)—, convertidas en mojones cronológicos,
marcan la sucesividad de los acontecimientos en una narración li­
neal o progresiva cuyas retrospecciones, mínimas y escasas, se pro­
ducen únicamente para ofrecer datos pertenecientes al pasado de
algunos personajes en la presentación de los mismos. Semejante
sucesividad corre parejas con una forzosa simultaneidad —tam­
bién en la segunda parte—, cuando la acción, ya en los frentes o
en la retaguardia, se diversifica tanto por los personajes que la
encarnan como por lo que concierne a los escenarios; ejemplo de
simultaneidad es la declarada por el novelista en el capítulo XXI,
que comienza a finales de 1937 y principios de 1938, con la con­
quista y pérdida de Teruel por los republicanos, y sigue con la
mención de lo que sucedía «al mismo tiempo» en otros lugares y
a otros personajes —Madrid, donde el seudoerudito del café Colo­
EL OVETENSE CLEMENTE CIMORRA (1900-1958), UN N OVELISTA E X IL IA D O
347
nial ponía cátedra; Cuenca, donde descansaba transitoriamente
la tropa de reserva que mandaba el comandante Vargas; Ciudad
Real, donde vivía, «modesta y tranquilamente», don Celestino, el
párroco de Cabezuela; Barcelona, residencia del empleado Padi­
lla, «revolucionario pueblerino»—. Los finales de capítulo suelen
ser netos y separados, en cuanto constituyen adecuado remate de
una acción personal que, caso de continuar, sería en capítulos pos­
teriores al siguiente, fruto de la sucesividad y la simultaneidad
debidamente conjugadas.
Los «antecedentes» que dan cuerpo a la primera parte de El blo­
queo del hombre sirven para la creación de un ambiente —el de
Cabezuela de la Jara, un lugar castellano, «pueblo ínfimo» y sór­
dido, verdadero espécimen de la España Negra—; los cambios ocu­
rridos durante los primeros años 30, llegados con algún retraso
a Cabezuela, irán configurando un clima moral presidido por unos
odios punto menos que «zoológicos» (así los llama Cimorra) que
afectan a gentes de muy distinta ideología —Andrés Vargas y el
boticario don Bernabé, en la izquierda, frente a doña Manolita,
en la derecha— y que tendrían, por desgracia, oportunidad para
manifestarse sangrientamente durante la guerra civil, cuando Ca­
bezuela fue dominio alternativo de ambos bandos beligerantes;
los hermanos Manzaneda, Benito (doctor en Filosofía y Letras y
comisario político) y Santiago (militar no demasiado afecto a la
causa republicana), representan a las dos Españas enfrentadas e
incompatibles, de lo cual es muestra evidente la muerte del se­
gundo a manos del primero en el frente de Teruel:
«Benito gritó:
—¡Santiago!
Este vaciló como si le hubieran cogido por la espalda.
—¿Dónde vas? Dime.
Con una turbación muy visible afirmó Santi:
—Quería... estudiar el terreno... por si un emplazamien­
to de las piezas... alguna vez.
—¡Embustero! ¡Canalla! Di a dónde ibas.
Siguió su camino con paso mucho más rápido [Santiago].
—Vuélvete, te digo —le conminaba el hermano [Benito].
—Tú, tú, vuélvete tú, o haz lo que quieras.
Entonces Benito sacó la pistola. Le apuntó. Hizo el dis­
paro antes de que la niebla lo desdibujara.
Santiago cayó en la nieve como un costal.»
348
M ARIA MARTINEZ-CACHERO ROJO
A la vista de lo sucedido en Cabezuela diríase que si, por una
parte, parece tratarse de «la lucha entre pobres y ricos» (de este
modo simplificaba la cuestión el personaje republicano Andrés
Vargas), por otra parte, acaso más acorde con el pensamiento de
Cimorra, se trataba de la disputa entre el inmovilismo retrógra­
do de algunos poderosos y el deseo de cambio hacia una sociedad
más libre y justa, apoyados aquéllos en un perverso uso de la re­
ligión y seguidos los otros por una masa dormida y esperanzada;
dos mujeres, la rica doña Manolita y la joven maestra Adelaida
(que «hablaba de un modo distinto, [que] tenía un aire distinto,
[que] era mejor que nadie»), encarnan con sus respectivas actitu­
des a las fuerzas enfrentadas. Tal vez no haya escapatoria para
nadie en este enfrentamiento y por ello, tanto en Cabezuela de la
Jara —o la España rural— como en Madrid —la España urbana—,
el novelista no presenta ningún caso de personaje neutral o des­
comprometido pues, quien más quien menos, las gentes que apa­
recen en El bloqueo... muestran sus preferencias antes de que es­
talle la guerra civil o en el curso de ésta. ¿Conduce lo dicho a una
división maniquea de los personajes en «buenos» y «malos»? A l­
go de ello hay en los capítulos de la novela, donde difiere grande­
mente el trato dado por su autor a doña Manolita —de repulsión
y hasta de esperpentización (final del capítulo IV)— y el que dis­
pensa a Adelaida, poco menos que un dechado de virtudes; en otro
orden de cosas, contrastan las palabras de condena destinadas a
los sublevados y a sus colaboradores extranjeros con los párrafos
para celebrar a jefes militares republicanos como los caudillos po­
pulares Enrique Líster, Modesto Guilloto («tipos de la historia del
tesón humano y del valor generoso») y el militar profesional ge­
neral Vicente Rojo (capítulo XXV). La vicisitud anormal que es
la guerra propicia el estallido de la crueldad humana y de ello hay
algunas muestras en esta novela de Cimorra, quien, en el más ge­
nuino estilo tremendista, presenta la barbarie de los moros (capí­
tulo XX), el dolor y el horror de la desesperada resistencia de los
nacionales en un Teruel reducido a escombros (capítulo XXI) o el
sadismo de «El Sapo», un repulsivo miliciano, cobarde, jorobado
y matón, que parece gozar con el sufrimiento ajeno, a quien repu­
dian sus correligionarios.
En el nutrido conjunto humano que pueblan las páginas de la
novela —gentes de Cabezuela, más algún personaje de otra proce­
dencia— alcanza la categoría de protagonista la pareja formada
por el mozo Eugenio Vargas, un gañán de la familia de los Ma­
rros, con veintidós años en su primera comparecencia y el deseo
EL OVETENSE CLEMENTE CIMORRA (1900-1958), UN NOVELISTA E X IL IA D O
349
de subir en la escala social («tenía ciertas apetencias de mejora­
miento») y para ello contará con la eficaz ayuda de Adelaida, la
maestra del lugar, presentes uno y otra ya en el capítulo inicial,
aunque separados por su respectiva condición y por las circuns­
tancias externas, juntos para siempre en el desenlace, esperando
un hijo, señal quizá de tiempos mejores. Los veintiocho capítulos
intermedios son, en buena medida, la historia de su relación, una
relación que vence los obstáculos que se le oponen; con el paso del
tiempo se produce un mejor conocimiento entre ambos y él (en el
frente) y ella (en Cabezuela, ejerciendo como maestra) recurren
con cierta frecuencia a las cartas; dos de ellas (colocadas en el ca­
pítulo XIX), con la declaración amorosa de Eugenio y la acepta­
ción de Adelaida, suponen hitos fundamentales. El ascenso desea­
do por Vargas viene por sus pasos contados —de escribir cartas
ayudado por un compañero de trinchera pasará a redactarlas él
mismo (con o sin borrador previo); su valentía y entusiasmo le ha­
cen acreedor al grado de comandante en el ejército popular—, es­
timulado desde lejos por el ejemplo de Adelaida, en cierto modo
convertido Eugenio en un singular alumno suyo. El reencuentro
de la pareja en Barcelona (en circunstancias un tanto inverosími­
les), cuando la derrota republicana es inapelable y comienza la hui­
da de los vencidos, cierra el proceso, con la esperanza del hijo y
la vuelta a la normalidad (¿fuera de España?), cuando los asuntos
nimios y cotidianos ocupan nuevamente la atención de la pareja
según queda constancia en las últimas líneas de El bloqueo..., bre­
ve diálogo entre Adelaida y Eugenio:
«Cruzaron la calle. Ella le dijo a él:
—¡Que contrariedad; se me ha roto una media!
Y un poco después:
—Es carísimo lavar la ropa aquí.
Y un poco más tarde, él le dijo a ella:
—¿Que te parece? ¿Me afeito hoy o me afeito mañana?»
Junto a la narración, componente casi exclusivo de El bloqueo...
como novela que es de acción externa, hay en sus páginas descrip­
ción —alguna breve referencia a propósito del físico o de la indu­
mentaria de los personajes; otras veces son apuntaciones paisajís­
ticas, nunca muy cargadas de pormenores— y diálogo, que tiene
carácter de una conversación ordinaria entre personajes; la trivia­
lidad que la distingue se rompe en algunas ocasiones merced a las
reflexiones de personajes como Benito Manzaneda o a las perora­
tas del seudoerudito del Colonial, trasnochador y pedantesco, com­
placido en asombrar a los tertulianos con sus hipérboles.
350
M ARIA MARTINEZ-CACHERO ROJO
Lo que podría llamarse componente político-bélico se reparte
entre la exaltación del bando tenido como propio y la denostación
del enemigo, comprensiblemente muy acentuadas en libros cuya
composición queda muy cercana a los hechos referidos. La más
importante exaltación del bando republicano la realiza Cimorra
mostrando como ejemplar el caso (ya atendido) de Eugenio, pero
también lo es el de su hermano Andrés, combatiente asimismo del
ejército popular, cuya muerte heroica en el frente de Madrid es
comentada así por un compañero: «Vaya un paleto jabato. Ponía
la cara de un lobo sólo con oír hablar de los fascistas».
Los jefes de tal ejército son celebrados por el novelista, que
también aplaude a sus integrantes más modestos, los soldados des­
conocidos que acudieron voluntariamente en su día, «hombres de
todos los oficios, procedentes del pueblo», a la llamada contra los
rebeldes; el entusiasmo de esa variopinta multitud animada por
unos ideales que coinciden con los de Cimorra constituye para és­
te motivo de admiración. La denostación del bando enemigo no
se concreta en nombres determinados de, por ejemplo, jefes mili­
tares o políticos, sino que se extiende a una vasta masa en la que
cuentan, primera y destacadamente, los moros traídos a la Penín­
sula e incorporados al ejército faccioso y las tropas italianas en­
viadas por Mussolini, en suma: extranjeros invasores de España.
La denostación comprende, fuera de nuestras fronteras, a quie­
nes guardaron una postura de no-intervención en la contienda,
mientras dejaban las manos libres para actuar a las potencias del
Eje; a esos políticos extranjeros, temerosos y complacientes, ha­
ce responsables el novelista —en un pasaje reflexivo a su ca rg o de la desdichada suerte corrida por algunos amigos y compañe­
ros del protagonista, ya muertos, o de la que espera a los supervi­
vientes derrotados.
La profesión periodística ejercida por Clemente Cimorra se
echa de ver en la prosa neutra y a ras de tierra que emplea, aten­
ta principalmente a contar las cosas con gran sencillez, como pu­
diera hacerse en las páginas noticiosas de un periódico, lo cual no
impide que de vez en cuando aparezcan en El bloqueo... determi­
nados recursos retóricos, como: la invención neologizante, que pro­
duce palabras como «orfeonizaba» («el diálogo se hacía más fácil
con los acompañantes anteriores [...], con los que se orfeonizaba
mejor el coro de denuestos y protestas»); el empleo de compara­
ciones, por lo general de naturaleza expresionista, a cuyos térmi­
nos sirve de nexo la conjunción como («aquella idea la [sic] caló
las carnes como un navajazo», «Santiago cayo en la nieve como
un costal flojo»).
EL OVETENSE CLEMENTE CIMORRA (1900-1958), UN N OVELISTA E XILIA D O
351
MEDIO SIGLO DE HISTORIA ESPAÑOLA
Tal es el contenido de la novela Cuatro en la piel de toro (Edi­
ciones Helios, Buenos Aires, 1952), que tuvo buena acogida inme­
diata como demuestran las reseñas que se publicaron en algunos
importantes periódicos bonaerenses4. Son treinta y seis capítulos
dedicados a narrar una abundante peripecia individual —la de los
cuatro protagonistas aludidos ya en el título— y colectiva —la de
esa piel de toro, España, ahí mismo aludida—; 1906 —boda de A l­
fonso XIII y atentado de Mateo Morral, que trae consigo la pérdi­
da y reencuentro en las calles de Madrid de cuatro niños: Pío, Ra­
fael, Jerónimo y Antón— y 1956 —cuando éstos se juntan para «ce­
lebrar con una memorable reunión el cincuentenario de las vidas
y de la amistad»— son los jalones inicial y final del tiempo a que
se contrae la acción. Entremedias quedan muchos acontecimien­
tos de la historia general como, entre otros, la guerra de Africa,
la dictadura de Primo de Rivera, la proclamación de la Repúbli­
ca, la intentona revolucionaria asturiana de octubre del 34, el es­
tallido de la guerra civil y sus vicisitudes y consecuencias, algu­
nos de los cuales afectan directamente al cuarteto protagonista,
y se hace también mención de otros acontecimientos no relacio­
nados de modo explícito con ellos; semejante cantidad de referen­
cias constituye una tupida base histórica que se enlaza con bas­
tante equilibrio al elemento individual, convirtiendo la novela en
un caso de literatura narrativa de estirpe galdosiana (el Galdós
de los Episodios Nacionales) que reúne en su medio millar de pá­
ginas una llamativa variedad de personajes y escenarios. Preci­
samente, los acontecimientos históricos de una u otra clase for­
man el esqueleto sobre el cual se sustenta la acción, una acción
de naturaleza realista y costumbrista que avanza linealmente (o
sin saltos hacia atrás y hacia adelante en el curso temporal) cuan­
do los integrantes del cuarteto están juntos, estructura que se mo­
difica cuando se produce su separación y dispersión, obligando así
a una simultaneidad que informa de lo ocurrido en ese lapso de
tiempo a cada uno de ellos. El caso más ilustrador a este propósi­
to pasa durante los años de la guerra (capítulos XXV a XXXII,
4
Como La Nación («Cuatro en la piel de toro es una obra magistral que tendrá
que ser leída por cuantos quieran penetrar en la vida española de 1906 a 1939»),
La Razón («(...) una gran novela y al mismo tiempo una crónica viva y vivida
de los acontecimientos que se fueron cruzando en la existencia del autor») o
Crítica («Cuatro en la piel de toro se lee de cabo a rabo sin levantar los ojos
de sus páginas, y al final nos parece que retornamos de un viaje por España
de los años veinte y treinta».
352
M ARIA MARTINEZ-CACHERO ROJO
EL OVETENSE CLEMENTE CIM ORRA (1900-1958), UN NOVELISTA E X IL IA D O
353
ambos inclusive) que sorprende a tres —el juez Pío, el hacendado
y torero Rafael y el profesor Jerónimo— en diferentes lugares de
la zona nacional y solamente a Antón en la republicana; entre
aquéllos y éste se levanta un muro infranqueable que en algún
momento está a punto de romperse —en la campaña por tierras
toledanas, la retirada de los republicanos (entre los cuales figura
Antón) forma pareja con el avance de los nacionalistas (Jerónimo
en sus filas) y el abandono y la conquista de las localidades se pro­
duce con gran rapidez, lo cual podría hacer posible el reencuen­
tro casual de ambos amigos; o en la batalla de Guadalajara, el de
Antón y Rafael— o, efectivamente, se rompe —cuando la patru­
lla de que forma parte Antón hace varios prisioneros en una des­
cubierta por tierras toledanas, entre ellos Pío, a quien su amigo
salva arriesgadamente la vida—. En los tres casos, realizado o no
el reencuentro, éste es sólo de dos amigos y no del grupo completo.
Volviendo a las dichas referencias históricas, más o menos des­
arrolladas por Cimorra de acuerdo con su estrategia novelísti­
ca, debe decirse que quien, como él, parece haber vivido muy de
cerca los años 20 y 30 —periodista en Madrid— aprovecha ese co­
nocimiento para alternarlo con la narración propiamente dicha.
Los ejemplos abundan y como se trata de referencias de muy di­
ferente naturaleza cabría una clasificación de ellos, como la si­
guiente: crímenes (como el de Cullera) e incidentes (como el de Con­
suegra entre los mozos del pueblo y la Guardia Civil); relativas
a la política y a los políticos (como Alejandro Lerroux, «detonan­
te y espectacular», «tribuno fogoso con aires de Danton»); comer­
ciales, como algunos productos muy conocidos entonces (el anís
del Mono y el ron Negrita) o algunos establecimientos (Lhardy,
donde se celebra un homenaje al periodista Francos Rodríguez:
«era lo más lujoso en materia de restaurantes. Comiendo por to­
do lo alto con buenos vinos, valía el cubierto cinco duros»); artís­
ticas (apartado en el que figuran bailarinas como la «Goya» y la
«Chelito», actores como Enrique Borrás y escultores como Maria­
no Benlliure); referencias a periodistas (Manuel Chaves Nogales),
literatos (Salazar Chapela), editores (Pedro Sainz Rodríguez y la
CIAP), profesores eminentes (Menéndez Pidal y Ortega); y una
variada gama no reducible a grupo homogéneo que incluye desde
el que fuera considerado escandaloso libro de memorias de la in­
fanta Eulalia (Al correr de la vida) hasta la epidemia de gripe del
otoño de 1918, pasando por la mísera Posada del Peine («un labe­
rinto de habitaciones, tantas como tendrían diez casas de pueblo,
aunque todas más destartaladas, vacías de intimidad, desapaci­
354
M ARIA MARTINEZ-CACHERO ROJO
bles»). La lista podría aumentarse fácilmente pero bastan los ejem­
plos indicados para darse cuenta de cómo son estas menudas pie­
zas animadoras de un vasto retablo nacional.
El dicho compromiso político de Clemente Cimorra asoma tam­
bién en Cuatro..., si bien la repartición maniquea de malos (dere­
chistas y nacionales en la guerra civil) y buenos (izquierdistas y
republicanos) y el consiguiente tratamiento no se da cuando los
personajes que comparecen son los integrantes del cuarteto amis­
toso, en el cual los no-izquierdistas (Pío, Rafael y Jerónimo) son
mayoría. Entre los cuatro, Antón parece el más protagonista por
la mayor atención y extensión para sus hechos y palabras que le
concede el novelista, de quien pudiera ser trasunto y portavoz —su
madrileñismo y su dedicación al periodismo y a la literatura apo­
yan semejante hipótesis identificadora—; se alejan de su creador
en este aspecto los dichos Pío, Rafael y Jerónimo, pero el escépti­
co y pesimista Damián Ros y el sefardí Medina, tan dado a la re­
flexión y a la perorata, republicanos ambos, pudieran ser en cier­
to modo desdoblamiento parcial del novelista, quien, más por sí
mismo que por las palabras puestas en boca de determinados per­
sonajes, se pronuncia a favor o en contra de actitudes, hechos y
personas correspondientes a los años de preguerra y a los de la
guerra civil. Encontramos muestras de ello como su disculpa de
la revolución de 1934, promovida por «los que se impacientaban
por muchas demoras y contradicciones del régimen perezoso [...] en
soltar las viejas ligaduras», impaciencia resuelta a veces en actos
criminales que «rebasaban el deseo de los jefes responsables».
De nuevo estamos ante el enfrentamiento a muerte de las dos
Españas, encarnadas ahora en dos miembros de la misma fami­
lia, los hermanos Antón y Carlos Vázquez Olmedo (militar este
último), quienes más de una vez se dirigen palabras muy duras
a causa de su dispar ideología política («las palabras de desprecio
del periodista, y las inflamadas de indignación del militar, fue­
ron durísimas y estallaron como fieros latigazos») y es que, des­
pués de la revolución de octubre, «ya estaba en medio de la casa
de los Vázquez, como en medio de España entera, el espíritu de
la parcialidad rabiosa»5. Sin embargo, desaparece en Cuatro... el
tremendismo que presidía varias escenas y situaciones de El blo­
queo del hombre y se propician las ocasiones para hacer bien al
projimo —Jerónimo, por ejemplo, salva de la muerte a manos de
los revolucionarios asturianos al sargento de la Guardia Civil, Be5
Recuérdese, como caso análogo, el de los hermanos Benito y Santiago Manzaneda en El bloqueo del hombre.
EL OVETENSE CLEMENTE CIM ORRA (1900-1958), UN NOVELISTA E X IL IA D O
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nítez, y, más tarde, a dos jefecillos aldeanos (Xuaco y Manuel) de
la represión gubernamental del 34—. Aunque la postura del no­
velista no deja lugar a dudas y, ya por el personaje Medina o por
sí mismo, se anuncia en el capítulo XXVI —cuando arremete con­
tra el bando nacional en la guerra civil: «las fuerzas llamadas del
orden se encomendaron a los tajos del mandoble de unos milita­
res para salvar lo que entendían marcha desenfrenada hacia las
novedades políticas más temidas y de sello más radical»—, el fi­
nal de la novela, que ocurre veinte años después de empezada la
contienda, es también una clara invitación a que el odio cainita
deje paso a la convivencia siquiera sea entre amigos —los miem­
bros del cuarteto—, siempre bien avenidos, en cuyo ánimo no pe­
saron, separándolos, las ideas políticas; éste es el sentido del ca­
pítulo XXXVI y final, protagonizado por ellos y sus familiares
y conocidos, cuando todos juntan sus voces «como electrizados»
para gritar «¡Viva España!»
Poblado mundo humano y social, extendido en el tiempo y en
la geografía, es el creado por Cimorra en Cuatro... partiendo de
una realidad bien conocida por él. Madrid es el escenario más fre­
cuentado, sobre todo en los capítulos que se corresponden con los
años anteriores a la guerra; ésta trae consigo una separación o dis­
persión de algunos personajes por diferentes lugares españoles,
a lo que ha de añadirse la variedad de escenarios bélicos, por lo
cual Madrid pierde su destacada condición protagonística ante­
rior; los refugios buscados por sus amigos para esconder al perse­
guido Antón aumentan, ya en los capítulos finales, esa topogra­
fía. Una de las características de Antón más insistidas por su crea­
dor es la pasión erótica, que le lleva a establecer relación más bien
fugaz con numerosas mujeres, hasta incluso con una monárquica,
Mercedes, que trataba de hacer espionaje en el Madrid republica­
no; cumple así el «sino de enamorado impenitente que tenía cla­
vado desde la niñez como una vocación o una configuración orgá­
nica» y parece entonces un personaje de novela galante, especie
literaria en boga durante los años madrileños del autor; ese tono
poseen la presentación y el léxico de ciertas escenas —«Cayeron
[Antón y Claudia] en las sábanas amorosas, en los tres colchones,
en la profecía de lana de la solícita hospedera. Cayeron en el alu­
vión de palabras tartamudas, de jadeos sostenidos tanto tiempo,
en la conciencia celestial de los enloquecidos latigazos de seda»—.
A Antón le sigue en importancia Rafael, tópico señorito andaluz,
torero de éxito finalmente, mujeriego hasta que se casa con su no­
via, y pretexto principal para que en la novela se hable de toros
356
M ARIA M ARTINEZ-CACHERO ROJO
y de flamenco, dos aficiones de Clemente Cimorra que, docto en
una y otra, es autor de sendos libros al respecto6. El notario Pío
Cobos, hijo de campesinos toledanos, y el asturiano Jerónimo Gua­
dalupe Vélez, profesor de letras y con una clara inclinación reli­
giosa, son personajes de menor relieve en el grupo. Los restantes
de ese poblado mundo, cualquiera sea su condición (edad, sexo,
profesión, ideología) entran de lleno en la secundariedad si se les
coteja con los cuatro amigos y, dentro de la novela, encarnan por
lo general posturas que tienen bastante que ver, para respaldar­
lo o para contradecirlo, con el compromiso de Cimorra; como ca­
sos que lo confirman encontramos a los padres de Antón, conser­
vadores y monárquicos, o a algunos amigos de éste como Damián
Ros, Medina o Cores, escéptico, sentencioso y energúmeno, respec­
tivamente, con quienes Vázquez Olmedo pasea por las calles de
Toledo en pleno asedio del Alzázar. Su abundancia, así como la
de breves acciones episódicas y la de lugares, es, junto con la ya
advertida extensión del tiempo histórico, causa de que el nove­
lista se vea en ocasiones desbordado y no acierte a aprovecharla
debidamente, pese a las muchas páginas de la novela.
En el nivel formal llama la atención la relativa frecuencia de
expresiones que pudieran calificarse de vanguardistas, donde la
relación comparativa que más o menos explícitamente se establece
entre sus componentes resulta desacostumbrada —«la tarde bos­
tezaba abriendo la boca redonda del coso» (en una corrida de to­
ros), o «el silbido de las balas cosía el lienzo del aire en todas di­
recciones y a muchos les enhebraba los tímpanos y loS cerebros»—;
aunque se trate de la obra de un escritor muy lejos de una postu­
ra descomprometida y experimentalista, el magisterio de Ramón
Gómez de la Serna creo importa mucho a este respecto. Añadamos
las comparaciones («gritos de mujer como agujas perforadoras»,
o «muy reluciente como yelmo recién pulido, el sombrero de ala
ancha») —como es el nexo más utilizado— y los símiles taurinos, de
ordinario en boca de Rafael y aplicados a todo orden de cosas. Con­
tinúa empeñado Cimorra en la invención neológica —«espectraba» (la luz de unos botes de acetileno en los muros de la casa); «amilicianado» (vestido de miliciano en el Madrid de la guerra civil:
«todo el mundo armado y amilicianado por las calles»), o «ahuerfanándose» (quedar sin algo, como el gobierno republicano que, a
medida que la guerra civil duraba, «iba ahuerfanándose de apo­
6 Son los titulados El cante jondo: origen y realidad folklórica (Buenos Aires,
1943) e Historia de la tauromaquia: crónica de los toros en España (Buenos
Aires, 1945).
EL OVETENSE CLEMENTE CIM ORRA (1900-1958), UN NOVELISTA E X IL IA D O
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yos»)—; muy dado también Cimorra a utilizar como sustantivo el
infinitivo presente («la visita al recluso de Santa Rita fue un re­
partir [subrayo] de abrazos y de efusiones», «la desaparición [de
Claudia] fue confirmándose en el sucederse de días negros», o «las
bombas caían muy cerca y el hábito no engañaba en el situar las
explosiones (...)». Las menciones literarias —libros y escritores—
abundan como un componente culturalista en las páginas de C u a ­
tro..., casi siempre a cargo del autor, que llama «novelista honra­
do» a Palacio Valdés o recuerda el Fray Gerundio del padre Isla
con motivo de una cacería en tierras toledanas —«la reunión te­
nía algo de las comidas del Fray Gerundio de C a m p a z a s en la ca­
sa de Antón Zotes según el libro clásico y jocundo».
« E L C A B A L L I S T A » , NOVELA PICARESCA
La inclusión en 1957 de su novela El caballista en la prestigio­
sa y selecta colección «Novelistas de España y América» (edito­
rial Losada, Buenos Aires) supone para Clemente Cimorra una es­
pecie de espaldarazo; hasta entonces habían publicado en ella so­
lamente tres españoles —Eduardo Blanco-Amor, Manuel Lamana
y Esteban Salazar Chapela— y entre los narradores hispanoame­
ricanos figuraban ya nombres como Miguel Angel Asturias, Adol­
fo Bioy Casares, Alejo Carpentier o Augusto Roa Bastos; la edi­
torial ratificaba ese honor con la afirmación (en una de las sola­
pas del volumen) de que «Clemente Cimorra alcanza ahora la
madurez de su talento novelístico». En los treinta y dos capítulos
(más un epílogo) de que consta la novela, Cimorra, que ha aban­
donado ya el tema de la guerra civil aunque no la vida española
—muy destacadamente, los toros, el cante flamenco y la raza gi­
tana7— y la geografía patria, dedica su atención a un singular es­
pécimen humano, llamado Lorenzo, distinguido entre cosas bue­
nas, regulares y malas por su afición a los caballos.
En la dicha nota editorial se advierte que «la filiación [litera­
ria] del libro es clara, puesto que viene a remozar, en cierto mo­
do, la tradición de la vieja novela picaresca española» y, en efec­
to, El caballista puede ser examinado a esa luz. El protagonista,
como cualquiera de sus congéneres de antaño, fue mozo de mu­
chos amos muy pronto en su vida; abandonado por su madre fue
acogido (unas tras otras) por diversas familias hasta que encuen­
tra, ya más adelante, alguien a quien acompañar como criado des7 En 1944 se había publicado en Buenos Aires (editorial Atlántida) un libro de
Cimorra titulado Los gitanos.
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M ARIA MARTINEZ-CACHERO ROJO
EL OVETENSE CLEMENTE CIM ORRA (1900-1958), UN NOVELISTA E X IL IA D O
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empeñando menesteres muy diferentes; forzado por las desfavo­
rables circunstancias —así le ocurrió con la pareja de buhoneros
del capítulo XIII, objeto de sus pequeños robos— a cambiar de se­
ñor, sienta plaza como soldado en Madrid y, excepcionalmente,
decide por su voluntad dejar la milicia (aunque «salía sin menos­
cabo de mi honor en el ejercicio de las armas»); más de una vez
llegaría a pensar como salida para su existencia en marcharse a
América —«yo entonces veía las tierras americanas con más ilu­
sión y esperanza ilimitada que los propios conquistadores de In­
dias. Un nuevo mundo fuera del alcance de toda consecuencia del
pasado, generoso de todas las posibilidades, para volver a vivir,
para volver a creer, para volver a nacer»—. Deseoso de libertad,
enemigo de la que llama «justicia injusta» y huido a veces de ella,
sin «sujeción ni brida» para sus instintos, víctima en ocasiones de
un destino adverso contra el que parece vano rebelarse —«¿tenía
yo la culpa [se pregunta tras uno de sus crímenes] de que la basu­
ra me la pusieran a mí delante para aplastarla con el pie?»— De
origen más que humilde: hijo de padre desconocido (acaso uno de
la familia de los Juanillones, metido a bandolero) y de una mujer
(Bernarda, la «Ronca») que dejaba mucho que desear en su con­
ducta y que «terminó colgándose de la garrucha de un pozo»; «des­
venturada» la llama su hijo, metido a memorialista, que no escri­
be ninguna palabra ofensiva contra quien le abandonó a poco de
nacer. Otras mujeres con las que tuvo relación cuando mayor le
trajeron más bien mala suerte junto con algunos momentos de ilu­
sión y felicidad; a Rosita (poco más que una niña de quien la apar­
taron por fuerza), la Guinosa (una gitana destinada a otro gitano
por el clan familiar), Casilda (una señorita madrileña que estaba
socialmente por encima del protagonista) y Candelaria (una bai­
ladora que llega a hacerse rica y famosa) las consideraba Lorenzo
suyas y únicamente suyas, y en ello estuvo «el estribillo de toda
mi tragedia», culminada en el caso de la última a la que, despe­
chado, mata a puñaladas. Ninguna de las cuatro fue «contrapun­
to alegre de una etapa nueva» en su vida. Los ambientes que co­
noció y vivió, sórdidos y violentos, y sus nada ejemplares habi­
tantes, que solían ser gentes al margen de la ley, contribuyeron
asimismo a la desgracia del protagonista.
Ya al final de su relato, bajo el patrocinio de su señora la con­
desa, vive en el campo felices horas solitarias y muestra, sino arre­
pentimiento por sus malos pasos —«es un hombre que lleva en su
mano la muerte», le había acusado el fiscal—, lamentación por las
equivocaciones cometidas; tampoco Lorenzo ofrece el relato de su
360
M ARIA MARTINEZ-CACHERO ROJO
vida como un curso de aleccionamiento ejemplificador para los
lectores, ni (como sucede en el Guzmán de Alfarache) coloca jun­
to al veneno que suponen sus torcidas acciones, la triaca de la re­
convención moralizadora; todo lo más, alguna palabra al paso
cumple este cometido.
Otros rasgos característicos del relato los expone Lorenzo en
el capítulo I, y son: veracidad de lo narrado, que no es otra cosa
sino «la pura verdad, sin afeites ni disimulos, de una vida ape­
rreada y bronca»; posible desorden de la rememoración y, tam­
bién, posibles olvidos en ella —«mi relatar ha de ser por fuerza
y en mucho caótico», «lo que se me olvide, qué le vamos a hacer,
se me olvida»—; dificultades encontradas para expresarse pues el
lenguaje utilizado muestra «por una parte, una inclinación a los
dichos del llamado bajo pueblo (...) y por otra parte, lo que se me
fue pegando, a la buena de Dios, de mis abundantes lecturas, en
los largos años de encierro». Salvo el epílogo, que data de tiempo
después, los capítulos de su narración fueron escritos en la cárcel
y en ese conjunto cabe señalar dos bloques de desigual extensión:
uno, más breve, que se refiere a aquellos sucesos más antiguos en
su vida, de los que hace memoria gracias a informaciones ajenas
—cuando en el capítulo III trata de su vida como recogido por el
matrimonio Juliana-Eleuterio, advierte que «estoy contando to­
do esto a vuelo de pluma, porque sólo me fue referido posterior­
mente, y yo lo amaño ajustándolo a lo que pronto supe de la vida
aquélla»—, amaño que no se ve precisado a hacer cuando más ade­
lante se enfrenta a sucesos que recuerda por sí mismo.
La marcha de la narración es en todo momento lineal y sin la
simultaneidad producida en anteriores novelas de Cimorra; faci­
lita que sea así el hecho de que ahora la materia narrativa se con­
centre en un solo protagonista y los restantes personajes —las mu­
jeres que fueron algo en la existencia de Lorenzo, sus amos ocasio­
nales, sus amigos— no son más que complementos indispensables.
Resultan escasas las intervenciones explícitas del autor-narrador
para llamar la atención sobre algún rasgo de su carácter que tal
vez importa conocer al lector —así: «yo era un chico animoso y creo
que nunca fui un hombre cobarde», «fui siempre hombre de pocas
o ninguna confidencia»—; asimismo encontramos indicaciones res­
pecto al modo de llevar el relato —repartición del continuo na­
rrativo en secuencias capitulares debido a causas muy diversas:
la importancia del suceso que va a contar inmediatamente pide
un nuevo capítulo («(...) mas la desgracia que voy a referir sí que
fue para no olvidarla. Y fue... Pero eso, mañana», capítulo IV);
EL OVETENSE CLEMENTE CIM ORRA (1900-1958), UN NOVELISTA E X IL IA D O
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cansancio de Lorenzo («y no sé si he escrito mucho de este capítu­
lo o lo vengo haciendo con galvana, pero voy a pasar a otro», VII);
algún trastorno físico como impedimento para continuar («y sus­
pendo por ahora, porque me levanté con un ataque de no sé qué.
Algo que el médico ha llamado reuma», VIII); necesidad de pasar
a otra historia («y hago punto en este capítulo—. ¿No estoy ya un
poco pelmazo con mis andanzas con el capador?», XV). Las pági­
nas 181 (desde «cuando la montura no daba más, me detuve») a 228
(capítulos XXIII a XXVII, inclusive), que cuentan sus andanzas
con el «Pernales», bandolero de triste fama, constituyen un con­
junto bien trabado u homogéneo, cuyas piezas se continúan natu­
ralmente unas a otras.
Algunas indicaciones cronológicas referentes ya a la vida del
protagonista —1880, año de nacimiento; 1904, año en que comien­
za a actuar como bailadora su amada Mercedes la Candelaria;
agosto de 1907, cuando a él y al «Pernales» los caza la Guardia Ci­
vil en la provincia de Albacete—, ya a hechos fuera de ella —como
los taurinos: muerte del Espartero, 1894, y cogida de Domingo del
Campo, octubre de 1900—, ayudan a ordenar (de cara al lector) la
rememoración. Una muy apreciable diversidad de lugares como
escenario de la acción, simplemente de paso, algunos —Busdongo
y Arbás (provincia de León; capítulo XV) y otros, residencia de
Lorenzo durante largas temporadas —caso de Madrid, como apren­
diz de corneta en el regimiento de lanceros del cuartel del Conde
Duque—; el campo predomina sobre los espacios urbanos y An­
dalucía, en diferentes períodos de su vida y en varias localidades,
es la región española más habitada por Lorenzo.
Si se repara finalmente en los rasgos estilísticos y expresivos
de El caballista volveremos a encontrar algunos ya advertidos en
las dos novelas precedentes: abundancia de comparaciones, con­
junto en el que junto a algunas normales o consabidas hay otras
que destacan por la relativa novedad de uno de los términos rela­
cionados («la cara roja como la muleta de un torero», «la luna ilu­
minaba como una navaja que estuviese hecha de luz»); infinitivo
presente usado por un sustantivo; culturalismo en buen número
de alusiones, literarias sobre todo (desde el Amadís de Gaula hasta
Pérez Escrich, pasando por Gracián y Góngora, lo que le lleva a
apostillar irónicamente: «Olé mis lecturas, olé mis conocimientos
históricos».
362
M ARIA M ARTINEZ-CACHERO ROJO
FINAL
Al año siguiente de la publicación de El caballista fallecía en
su exilio bonaerense Clemente Cimorra y quedaba cortada así una
obra narrativa, cinco novelas en total8, de las cuales la última es
sin duda la más lograda aunque no sea la más llamativa por su
asunto. Era un narrador nato, dedicado primordialmente a con­
tar cosas, por lo que componentes como la descripción, la pene­
tración psicológica, la reflexión acerca de cuestiones diversas sur­
gidas en el flujo de la acción quedan menos atendidos; es también
grande el acervo de personajes y episodios que maneja. Son na­
rraciones lineales en cuanto a la estructura, y realista-costumbristas en cuanto a tono y contenido, sin que la fantasía haga acto de
presencia en sus páginas. Podría decirse que la guerra civil fue
principalmente su tema, fundamento de cuatro de sus narracio­
nes, las cuales si atractivas por ello, están viciadas en principio
por la comprometida inmediatez, haciendo buena su opinión de
que «el que escribe en la guerra usa de la pluma como de una ame­
tralladora o de una pieza de artillería. Los que usan de una y otra
tratan de perfeccionar el tiro, y el de la máquina de escribir trata
de vulnerar al enemigo lo más violenta y hábilmente posible», lo
cual ciertamente no es un objetivo estético.
8 Además de las estudiadas en este artículo, Cimorra publicó las novelas titula­
das Gente sin suelo (novela del éxodo civil), Ediciones Naval, Buenos Aires,
1940, y La simiente (novela de los hijos de la guerra), Ediciones Claridad, Bue­
nos Aires, 1942.
ANOTACIONES SOBRE UN VIAJE IMAGINARIO
A LA ASTURIAS DEL SIGLO XVIII
José
Feo.
P érez B
erenguel
Desde la infancia, el español se familiariza con lo
maravilloso, aunque no sea más que porque la edu­
cación religiosa es la única materia que los maes­
tros, clérigos o seglares, son susceptibles de ense­
ñar sin capacitación particular, pero también por­
que las ciencias de la naturaleza no han arrebatado
a la m etafísica el inmenso dominio que todavía in­
debidamente ocupa.
R ene A
n d io c 1
H ablar de la obra literaria de Luciano Francisco Cornelia su­
pone citar una muy numerosa producción dramática, que comienza
a finales de 1777, cuando empieza a componer letras para las to­
nadillas de Pablo Esteve y Blas Laserna, y continúa a lo largo de
toda su vida, con unas doscientas piezas conocidas. En este tiem ­
po cultiva prácticamente todos los géneros dramáticos, desde los
sainetes a los melodram as, pasando por las tonadillas, las trage­
dias, las zarzuelas y un largo etcétera de composiciones, con un
único denominador común: un reiterado empleo del lenguaje ver­
sificado y la incorporación de la música al servicio de un teatro
de m agia, no exento de aparatosidad y grandilocuencia. Este tea­
tro de la desmesura recibe bien pronto la crítica de la m ayor par­
te de los ilustrados. Tanto es así que el propio Moratín lo ridiculi­
za en su obra L a C o m e d i a N u e v a o El Café, personificando al pro­
pio Cornelia en la figura de don Eleuterio. Y esto ya en 1792. Pero
esta burla no habría de suponer ninguna merma en el gran éxito
1 Vid. René A n d i o c : Teatro y sociedad en el Madrid del siglo XVIII. Valencia,
Fundación Juan March y Editorial Castalia, 1976, pág. 91.
364
JOSE FRANCISCO PEREZ BERENGUEL
que la obra de Cornelia seguía alcanzando entre el público de la
época. Tanto es así que en dos temporadas posteriores llegó a es­
trenar una veintena de obras en los teatros españoles. E xito que
evidencia el fracaso de muchos de los intentos reformadores lle­
vados a cabo por conspicuos defensores de las nuevas ideas ilus­
tradas sobre el teatro. Pero no es de esto de lo que voy a tratar
aquí, sino de la existencia de un relato en prosa del propio Corne­
lia, fruto de su colaboración en un periódico ilustrado de la épo­
ca: el M e m o r i a l Literario, dirigido por Joaquín Ezquerra. Causa
sorpresa la existencia de este relato en la obra de nuestro autor,
el único que aparece atribuido a él en la reciente Cronología de
la literatura española 2; y no menos su título: Viaje aéreo desde
El Pr ad o de M a dr id hasta el Valle de Cangas de Tineo. La pecu­
liaridad del relato viene dada por tres razones principalmente: de
un lado su pertenencia a una tradición ampliamente extendida en
la época, el viaje imaginario; de otro el cuadro social de costum ­
bres que retrata el autor con una finalidad crítica y de reforma;
y, por últim o, la referencia al valle de Cangas de Tineo, en la ac­
tualidad Cangas del Narcea, y a la situación de los asturianos en
la Corte madrileña a finales del X V III.
I.
ANTECEDENTES DEL VIAJE IMAGINARIO Y UBICACION DE
L A O BR A DE COMELLA
El viaje imaginario pertenece a una tradición literaria cuyos orí­
genes se remontan a la cultura egipcia. Y a encontramos en la X II
dinastía un papiro en el que se narran las aventuras de un náufra­
go en una isla maravillosa. Cualquier época de la humanidad ha
sido propicia para la aparición de relatos de este tipo. Pero, como
era de suponer, no iba a adoptar un modo uniforme a lo largo de
la historia de la literatura. A sí, nos encontramos en primer lugar
una literatura utópica, en la que se requiere que el país en el que
se desarrolla la acción sea desconocido, las más de las veces por
inexistente, con el fin de presentar una descripción de las leyes y
modos de vida de sus habitantes, modelo de perfección, y confron­
tarlos con la realidad, nada perfecta, del momento. A l lado de es2
Cronología de
la literatura española (Siglos X V III y X IX ). M a d r i d , C á t e d r a , v o l . I I I , 1992.
V id . J o s é M a n u e l G o n z á l e z H e r r á n y E r m ita s P e n a s V a r e l a :
A p a r t e d e la m e n c ió n q u e h a ce e s te m a n u a l n o h e e n c o n t r a d o n in g u n a r e fe ­
B ibliografía de autores españoles d e
Manual d e P a l a u . S e g u r a m e n t e e s t o s e d e b e r á a l h e ­
r e n c ia e n la , p o r o t r a p a r te , m a g n ífic a
A g u ila r P iñ a l, n i en e l
c h o d e h a b e r a p a r e c id o in s e r t o d e n t r o d e l c o n t e x t o d e u n p e r ió d ic o .
ANOTACION ES SOBRE UN VIAJE IM AGINARIO A LA ASTU RIAS DEL SIGLO X VIII
365
ta literatura, y en íntima conexión con ella, va a aparecer una lite­
ratura fantástica, ambientada en planetas y países desconocidos,
y en la que se va a ir siempre un poco más allá de los avances de
la ciencia, al utilizar medios técnicos inexistentes en la época. Y ,
por último, encontramos lo que Adam s3 llamó fireside stories, que
no son otra cosa que relatos inventados — fundamentalmente de
viajes— , donde se describe una zona geográfica con tal realismo que
sólo un buen conocedor de ésta podría descubrir el engaño. A sí, cir­
cunscribiéndonos a la España del siglo XVIII, encontramos que Ana
Guerrero4 da como segura la adscripción del libro de viajes por Es­
paña de A p Rhys a este tipo de literatura. También Sarrailh5 cita
una carta de Azara en la que aparece una crítica al Viaje de Es pa­
ña de Swinburne:
Es tan perspicaz su penetración que, a los dos o tres días
de haber entrado en España, ya había descubierto que to­
dos los caminos eran malos, las posadas peores, el país p a ­
recido al infierno, donde reina la estupidez.
No obstante, cualquier intento de clasificación choca inevita­
blem ente con las características originales y únicas de cada uno.
de los relatos que se tratan, y supone, por tanto, un mero ejerci­
cio de reduccionismo de carácter exclusivamente didáctico. No es
otra m i pretensión, ni siquiera el objeto de este estudio. El Viaje
aéreo de Cornelia es un ejemplo de relato de carácter imaginario
en el que no es posible la adscripción a uno sólo de los tipos que
he mencionado anteriormente. A lgo tiene este relato de costum ­
brista, por lo que supone de descripción de unos hábitos presen­
tes en la sociedad del X V III, que el autor percibe como causantes
del abandono del campo asturiano; de fantástico, por los medios
em pleados para efectuar el viaje; y de fireside story, por el m is­
mo desconocimiento que manifiesta de esta realidad asturiana,
de sus verdaderos problemas estructurales y de la propia lengua
de sus habitantes.
Acercándonos más, el siglo X V II contempla la aparición de la
Histoire comique ou Voyage dans la L u n e (1650) de Cyrano de Bergerac, el Iter extaticum... (1660) del padre Kircher, y ya en el caso
Vid. Percy G . A d a m s : Travellers and. travel liars 1660-1800. Berkeley and Los
Angeles, U niversity o f California Press, 1962.
4 Vid. Ana Clara G u e r r e r o : Viajeros británicos en la España del siglo XVIII.
Madrid, Aguilar, 1990, pág. 27.
5 Cit. p or Francisco A g u i l a r P i ñ a l : Introducción al siglo XVIII. Madrid, J ú car, 1991, pág. 71.
3
366
JOSE FRANCISCO PEREZ BERENGUEL
de España obras como el A m o r con vista. Lleva u n a sumaria des­
cripción del m u n d o , así de la parte elemental, c o m o de la etérea
(1625) de Juan Enríquez de Zúñiga. El gran adelanto que suponían
los constantes avances científicos, el éxito de la literatura de v ia­
jes, así como un m ayor interés por todo lo que suponía reforma
y aplicación de nuevas luces al desarrollo social trajo consigo la
explosión de este tipo de literatura de carácter imaginario a lo lar­
go de todo el siglo X V III. Escrito a finales del X V II, pero partici­
pando ya de una cultura pre-ilustrada, encontramos el descubri­
m iento reciente de un libro utópico que no se llegó a publicar por
evidentes razones de censura o autocensura. Se trata de la D e s ­
cripción de la Sinapia, península en la tierra austral6. Aparece
sin mención expresa de la autoría, y presenta una clara concomi­
tancia entre la Sinapia inventada y descrita con la propia Espa­
ña real. Quizás eso nos diga algo más del porqué de su anonimato.
Muchos han sido los tópicos que la historiografía literaria ha
venido aplicando en relación con el siglo X V III. De una parte, se
ha considerado éste como un siglo poco fecundo desde la perspec­
tiva de la creación literaria, con una escasa y poco interesante pro­
ducción novelística y con un teatro y una poesía que, dado su ca­
rácter didáctico, no son capaces de traspasar las fronteras del m o­
mento en el que han sido escritas. Muchos, no obstante, han sido
tam bién los esfuerzos que en los últimos años se han realizado pa­
ra desm entir esto y situar la producción de la época en un lugar
que esté más a la altura de su verdadera importancia. A hí es don­
de debemos situar la labor de Hafter7, G uinard8 y A lvarez de
M irnda9, tendente a recuperar la nada escasa producción de uto­
pías y viajes imaginarios realizada a lo largo de todo el siglo.
Siem pre se ha partido del tópico de considerar el realismo como
una característica innata de la literatura española, y deducir de
ahí la incapacidad de nuestros literatos para crear un mundo im a­
ginario. Sin embargo, las últimas investigaciones realizadas en
este campo demuestran más bien lo contrario. Si bien es induda­
6 Vid. A n ó n i m o : Sinapia. Una utopía española del Siglo de las Luces. Ed. d e
Miguel A vilés. M adrid, Editora Nacional, 1976.
7 Vid. M onroe Z. H a f t e r : «Toward a history o f Spanish Imaginary Voyages».
En Eighteenth Century Studies, VIII (1975), 265-282.
8 Vid. Paul-Jacques G u i n a r d : «Les utopies espagnoles au X V IIIe siècle». En Re­
cherches sur le roman historique en Europe, XVIII-XIX siècles. Paris, Les
Belles Lettres, 1977, 171-202.
9 Vid. Pedro A l v a r e z d e M i r a n d a : «Sobre utopías y viajes im aginarios en el
siglo XVIII español». En Homenaje a Gonzalo Torrente Ballester. Salam an­
ca, Caja de A horros, 1981, 351-382.
AN OTACION ES SOBRE UN VIAJE IM AGINARIO A LA ASTU RIAS DEL SIGLO X V III
367
ble que la producción inglesa, fundamentalmente, y tam bién la
francesa, son abundantísimas a lo largo de todo el siglo y sirven,
en gran medida, de fuente continua de inspiración, tampoco re­
sulta viable menospreciar la cantidad y la importancia de las
obras escritas en España. La censura, la tardía penetración de las
ideas y de los libros foráneos, y el escaso conocimiento que en es­
te siglo se tiene del idiom a inglés no iban a ayudar mucho en esta
tarea.
A principios de siglo nos encontramos con la influencia que la
obra de Kircher ejerce en Corachán y Torres de V illarroel, ambos
curiosamente profesores de matemáticas. El primero escribe unos
Avisos del Parnaso, que no ven la luz hasta 1747, y Villarroel ha­
ce lo propio con su Viaje fantástico del G r a n Piscator de S a l a m a n ­
ca. No obstante, estamos ante unas obras que no presentan tipo
alguno de viaje imaginario sino que se escriben con la intención
de ganar dinero, aprovechando la ignorancia del vulgo, y difun­
dir supuestos conocimientos astrológicos. Adem ás, la ficción li­
teraria que presentan es mínima, y tan enorme la magnitud de
sus engaños que llegaron a provocar la reacción de la plum a más
aguda e ilustrada del momento. Y así es como encontramos a Feijoo burlándose intencionadamente de estas creencias en su Tea­
tro crítico universal10. Por otra parte, en el siglo X V III ven la luz
algunas obras literarias que sentarían un precedente, no sólo por
la utilización del discurso moral y el didactismo como marco del
desarrollo narrativo, sino también por el hecho de ser pioneras
en la búsqueda de una nueva forma de escribir, centrada en el em ­
pleo de la prosa y en la ficcionalidad del relato. Por su influencia
en la literatura de viajes imaginarios en el siglo X V III voy a ci­
tar el Robinson Crusoe de Defoe (1719), los Viajes de Gulliver de
Sw ift (1726) y los Micromégas de Voltaire (1752). La influencia que
ejerce la obra de Defoe, tanto en nuestro país como principalmente
en Francia y A lem ania, es enorme. Algunos autores11 hablan de
un subgénero dentro del viaje imaginario, formado por los rela­
tos de naufragios en islas distantes y perdidas, en los que apare­
ce el tema del prim itivism o y la vuelta del hombre a la naturale­
za. No obstante, no conviene perder de vista la realidad española
10 Vid. Benito Jerónim o F e i j o o y M o n t e n e g r o : «Fábulas de las Batuecas y p aí­
ses im aginarios». En Obras escogidas. Madrid, BAE, CXLII (1961), 35-101.
11 Vid. una mención muy completa de los autores que han estudiado la influen­
cia de Robinson en la literatura europea en: Francisco G a r c í a T o r t o s a : Via­
jes imaginarios en el siglo XVIII inglés y su fondo cultural. Salamanca, U ni­
versidad de Salamanca, 1973.
368
JOSE FRANCISCO PEREZ BERENGUEL
del siglo X V III y el atraso cultural que sufría nuestro país en re­
lación con gran parte del resto de Europa, el papel todavía im por­
tante de la inquisición, y la ausencia de una clase social burguesa
bien asentada en el país. A sí, nos encontramos con que esta obra
de Defoe no fue publicada en español a lo largo del siglo. ¿Supo­
ne esto que los escritores españoles desconocían la existencia de
la m ism a? Creo sinceramente que no. Es m uy posible que muchos
de ellos la conocieran a través del francés, sobre todo durante la
segunda mitad del siglo. Un sacerdote, cuyo nombre desconoce­
mos aunque responde a las iniciales S. S., realiza una traducción
procedente del italiano, titulada Vida y aventuras de Robinson
Crusoe en una fecha temprana, 1745, pero ésta no recibió la apro­
bación de la censura12. Se publican también varias traducciones
de versiones m uy alejadas del original, generalmente proceden­
tes del francés. Veam os un ejemplo muy ilustrativo. Tom ás de
Iriarte, consciente del peligro que representa para nuestras cos­
tumbres la obra original de Defoe, decide emprender la traduc­
ción de un texto procedente de una versión dialogada y edulcora­
da del alemán Hans Joachim Campe. Pero, dado que no conoce
el alemán, realiza ésta a través de una versión francesa posterior.
Resultado: El nu ev o Robinsón, que así se llam a, se convierte en
un libro de uso frecuente en las escuelas como manual de educa­
ción. Llegó a alcanzar tal éxito que se publica una continuación
al año siguiente.
La obra de S w ift tampoco se conoce en español hasta que, a
finales de siglo, M áximo Espartal13 decide llevar a cabo una adap­
tación de una traducción francesa. La enorme influencia que ejer­
cía Francia, no sólo en el mundo de la cultura sino en el de los gus­
tos y las costumbres de nuestra nobleza, trajo consigo un m ayor
conocimiento del idiom a francés, lo que llevaba implícito el que
la m ayor parte de las traducciones de obras inglesas tuvieran que
pasar primero por el filtro de una traducción previa del francés.
No ocurre lo mismo con el inglés, lo que habría de representar una
pérdida irreparable, m áxim e teniendo en cuenta la rica produc­
ción literaria que se escribió en esta lengua a lo largo de todo el
siglo X V III. A sí, nos encontramos con que, una vez más, lo que
se lleva a cabo son traducciones de adaptaciones muy libres del
original, con pocos de sus valores literarios, como la que realiza
12 Vid. J.
A
lvarez
B a r r ie n t o s :
La novela del siglo XVIII. Madrid, Júcar, 1991,
66- 68 .
13 Vid. Jonathan S w i f t : Viajes del capitán Lem uel G ulliver. Trad. de Ramón
M áxim o Espartal. Madrid, Benito Cano, 1793-1800.
ANOTACIONES SOBRE UN VIAJE IM AGINARIO A LA ASTU R IA S DEL SIGLO XVIII
369
Vaca de G uzm án14 a partir de una obra del italiano Zacharia Seriman, inspirada sólo ligeramente en los Viajes de Sw ift. El M a ­
nual 15 de Palau nos habla también de una versión abreviada en
el siglo X V III, pero sin especificar año. Sabemos también que V a­
lladares conocía ya en 1797 tanto la obra de Seriman y Vaca de
Guzmán como la propia de S w ift16. Por lo que respecta a V oltaire sabemos que la traducción de Micromegas vio la luz en 1786,
pero el hecho de proceder de un original en francés seguramente
facilitó mucho su conocimiento anterior.
De todos los datos que he venido señalando podemos deducir,
sin aventurarnos en exceso, que estas obras eran conocidas a lo
largo del siglo X V III. Su influencia en la literatura española ge­
neró un gran número de relatos de carácter imaginario, y todo ello
en el siglo del racionalismo y la ilustración. Ha llegado incluso
a ser considerado « l’áge d’or du Voyage Imaginaire»17. Es el siglo
que va a ver la aparición del tema del buen salvaje y la defensa
del prim itivism o inocente, no contaminado por los vicios y degra­
daciones de la sociedad actual. Esto va a servir de base para des­
cribir el funcionamiento de otras sociedades ficticias (léase el país
de los Houyhnhnms, la Sinapia o el país de las monas) que sirvan
de contrapunto para denunciar la realidad circundante, o procla­
mar una vuelta a la naturaleza para encontrar la verdadera esen­
cia del ser humano (léase la isla de Juan Fernández). Sea real o
im aginario el escenario, la intencionalidad es siempre la m ism a:
denuncia de una situación injusta, situando ésta lejos del ámbito
que rodea al escritor y propuesta, en su caso, de soluciones. El via­
je se presenta así al servicio de una intencionalidad didáctica, y
esto es lo verdaderamente innovador y característico del relato
im aginario a lo largo del siglo X V III. Es aquí donde debemos si­
tuar el relato que presenta Cornelia en el M e m o ri al Literario en
noviem bre de 1789. El autor aprovecha un viaje aéreo para con­
traponer dos realidades sociales distintas: la de la Corte m adrile­
ña y la del campo asturiano. El abandono al que, según el autor,
S e r i m a n y Gutierre Joaquín V a c a d e G u z m á n : Viajes de
Enrique Wanton a las tierras desconocidas australes y al país de las monas.
14 Vid. Conde Zacharia
Madrid, Sancha, 1775. Los últimos volúmenes corresponden a la pluma de Vaca
de Guzmán, y reflejan de un m odo más directo la realidad española.
15 Vid. A ntonio P a l a u y D u l c e t : Manual del librero hispano-americano. Bar­
celona, Librería Palau, 1948, pág. 344.
16 Vid. J. A l v a r e z B a r r i e n t o s : Op. cit., pág. 278.
17 Vid. Emile P o n s : «Le “ V oyage” genre littéraire au X V IIIe siècle». En Bulle­
tin de la Faculté des Lettres de Strasbourg, IV (1925-26), pág. 97.
370
JOSE FRANCISCO PEREZ BERENGUEL
está som etido este últim o es el que justifica la obra. Pero, no son
sólo estas obras que he mencionado las que influyen en el medio
que utiliza Cornelia para realizar este viaje. El desencadenante
lo constituyen unos hechos que se encuentran más cerca de la rea­
lidad en la que está inmerso nuestro autor. Estos no son otros que
la reacción que suscita en la época la realización del prim er vuelo
libre de un globo con pasajeros humanos en Bois de Boulogne. En
seguida se dejan oír los ecos de esta hazaña en nuestro país, y te­
nemos constancia de una ascensión en globo realizada por el in­
geniero francés Betancourt, en la finca del infante don Gabriel,
en noviem bre de 1783. El pintor que iba a inmortalizar esta ú lti­
ma fue A ntonio Carnicero, pero no sería el único en plasm ar algo
así, dado que este tipo de hazañas constituyen tam bién el princi­
pal m otivo de diferentes grabados e, incluso, de un cuadro del m is­
m ísim o Goya. En el campo literario, el propio conde de Toreno
escribe un poema conmemorativo de este acontecimiento extraor­
dinario18. El M e m o r i a l Literario se hace eco inm ediatam ente de
esto con la publicación de diferentes cartas, cantos, diálogos, ex­
periencias aerostáticas, e incluso un viaje aéreo en tono jocoso fir­
mado por el padre José de Teza19. Alvarez de M iranda20 señala
tam bién un Viaje por los vientos de José M? Vaca de Guzmán «si­
guiendo la alegoría y entusiasmo ... a la sazón que tanto se había
extendido por una gran parte de Europa, y principalmente en
Francia, el uso de los globos aerostáticos». Es en este contexto en
el que tenemos que situar el relato que ahora se presenta de Co­
rnelia. No obstante, como veremos más detenidamente, la fanta­
sía de nuestro autor va un poco más lejos y se inventa un torbelli­
no que le hace subir a una nube y le transporta hasta tierras astu­
rianas.
II.
CRITICA COSTUM BRISTA Y A F A N DIDACTICO EN LA
ESTRUCTURA INTERNA DEL RELATO
El Viaje aéreo desde El Prado de Madrid hasta el Valle de C a n ­
gas de Tineo carece de cualquier tipo de estructura novelesca co­
mo la que aparece en las obras de un Sw ift o Defoe. En su lugar
nos presenta un narrador que nos va contando lo que ve, a la par
18
Joaquín José Q u e i p o d e L l a n o y V a l d é s : Canto, que en elog io de la bri­
llante invención del globo aerostático ... escribía Cypariso, labrador asturiano.
M a d r i d , 1784.
19 V i d . M o n r o e Z. H a f t e r : Op. cit., 275-276.
20 V i d . P e d r o A l v a r e z d e M i r a n d a : Op. cit., 369-370.
V id .
AN OTACION ES SOBRE UN VIAJE IM AGINARIO A LA A STU R IA S DEL SIGLO XVIII
371
que nos describe un reducido cuadro de costumbres de la época.
Sólo aparece el diálogo entre un eclesiástico y el narrador cuan­
do a este últim o le resulta conveniente para hacer más verosím il
el problem a que plantea, y nada ocurre en la narración que des­
pierte ningún tipo de interés desde el punto de vista de la acción.
En realidad, se trata de la descripción personal que realiza al­
guien, el narrador-autor, de un paseo por el Prado de M adrid, y
de su contrapunto en la Asturias rural representada por el valle
de Cangas de Tineo. En este último caso se vale del cantar de unos
zagales y de la narración de un eclesiástico para tener un m ayor
conocimiento de la realidad que pretende describir. Termina con
la vuelta a Madrid y el propósito de contar esa realidad en las ter­
tulias donde asisten personajes influyentes para intentar solucio­
nar los males que nos ha ido describiendo. La estructura del rela­
to es, pues, circular, empieza y termina en Madrid, y cuenta con
un interludio situado en Asturias que le sirve para presentar las
consecuencias de la situación que pretende denunciar: el abando­
no del campo y de la fam ilia por parte de unos hombres cuya m á­
xim a aspiración es la de ser empleados como mozos de librea al
servicio de los miem bros de la Corte madrileña.
La narración comienza un «domingo de m ayo», cuando el na­
rrador se dirige al Prado con el fin de «ver y ser visto como to­
dos». Cornelia nos presenta este lugar como un sitio m uy concu­
rrido, atestado de coches, y nos confirma su intención de contar
todo lo que ve, para lo cual se pone «unas gafas ... para ir con ellas
un tanto más autorizado». La costumbre de pasear por el Prado
está m uy extendida en la época, m áxim e después de la reforma
emprendida por el conde de Aranda, que lo transformó en uno de
los paseos más bellos de Europa. Uno de los observadores más agu­
dos y brillantes de la realidad española de la época, Joseph Townsend, que viaja por España muy pocos años antes que la fecha del
relato de Cornelia, nos describe el Prado y una costumbre muy pe­
culiar de la época del siguiente modo:
Los carruajes eran numerosos, los senderos estaban atesta­
dos y todo se m o v í a cuando de repente, hacia las ocho de
la tarde, sonó u n a c a m p a n a y, para m i sorpresa, cesó todo
movimiento, todos los coches pararon, todo el m u n d o se des­
cubrió y todos los labios parecían pronunciar u n a plegaria
...Si los signos externos de piedad correspondieran en este
país a los sentimientos, y éstos se vieran reflejados en la
conducta moral, éste sería el pueblo m á s religioso y virtuo­
so de la tierra21.
21
Vid. Joseph T o w n s e n d : Viaje por España en la época de Carlos III (1786-87).
Traducción de Javier Portus. Madrid, Turner, 1988, pág. 117.
372
JOSE FRANCISCO PEREZ BERENGUEL
Como vem os, a pesar de la belleza del paseo, las opiniones no
son del todo favorables hacia las costumbres de la sociedad que
se servía de él. Otro de los viajeros ingleses, Clarke, señalaba que
el pasear por el Prado no representaba más que «una costumbre
insípida en grado sum o»22. En el mismo sentido Antonio Muñoz
(posible seudónimo del m ilitar Enrique Ramos) ya señala en 1735
que:
L l a m a n paseo irse uno m u y de respeto a u n atascadero de
coches, dond e todo ha sido hacer cortesías con m a n o s y ca­
beza, y tragar polvo y m á s polvo, después de estar mil ve­
ces para volcarnos23.
Como veremos, no es mejor la opinión que el propio Cornelia
tiene del panorama que se preenta ante sus ojos en la visita a este
lugar. A sí, realiza una crítica del lujo y de la ostentación de la que
hacen gala las petimetras que se pasean por allí, así como la fa l­
sedad del cortejo masculino, manifestado en el «delirio» de sus ad­
miradores. Pero no es esto lo único que llam a la atención de nues­
tro autor-narrador sino la inutilidad de mantener un em pleo de­
sorbitado de servidumbre para realizar en ocasiones las labores
más peregrinas y sin importancia. Tras cifrar aquella en «cuatro
m il ochocientos» señala que sólo la tercera parte son de alguna
utilidad porque:
...para abrir la portezuela del coche al ama, y dar el brazo
al amo, lo m i s m o es uno que ciento, y lo propio que esté ves­
tido de trompetero que esté vestido de caga la olla.
Este excesivo empleo de la servidumbre es el que le va a ser­
vir de punto de partida para confrontar esta realidad con la que
se encuentra posteriormente en Asturias. No sin antes dar por sen­
tado que si tantos hombres trabajan allí no es por el deseo de lujo
de sus empleadores sino por la bondad y generosidad de la que
éstos hacen gala para evitar que caigan en la mendicidad y cons­
tituyan, por tanto, una carga para toda la sociedad. A q u í es don­
de empezamos a ver la falta de sentido de la realidad que tiene
Cornelia. Ausencia de realismo que se ve complementada por la
desmesura que em plea en la descripción del fenómeno que origi­
na su elevación a las nubes y su posterior desembarco ya en tie­
22
23
Cit. por Ana Clara G u e r r e r o : Op. cit., pág. 403.
Vid. A ntonio M u ñ o z : M orir viviend o en la aldea y v iv ir m uriendo en la cor­
te. Madrid, Gutiérrez, 1737.
ANOTACIONES SOBRE UN VIAJE IM AGINARIO A LA A STU R IA S DEL SIGLO XVIII
373
rra asturiana. Aparece también la idea del castigo divino, ejecu­
tado por las fuerzas de la naturaleza, en respuesta a los pecados
terrenales que el hombre pueda tener. Algo de lo que nuestro autor
se siente muy libre, dado que no se siente abrumado
...— sin que sea a m o r propio, ni quererme santificar— del
peso de la avaricia, de la sensualidad, de la murmuración,
del latrocinio, de la ambición, ni de otros vicios, que los
ho mb re s sólo hacen alto en ellos cuando Dios manifiesta su
cólera por m e d i o del terror que causan los elementos desen­
frenados...
Libre, pues, de toda culpa asciende en una nube, aunque aún
teme que le suceda como a «uno de los pilotos aéreos», en posible
referencia a alguno de los viajes en globo realizados hasta la fe­
cha, que se «hizo cuatro mil pedazos». Conocemos la existencia,
a través de un óleo de Antonio Carnicero existente en el Museo
Municipal de Madrid, de una ascensión en globo en Aranjuez, rea­
lizada el 5 de junio de 1784, por el francés Bouché, que terminó
m al. Fuera o no esta experiencia la que Cornelia tuviera en m en­
te, lo que sí resulta claro es que tenía que conocer la existencia
de diversas catástrofes relacionadas con los experimentos aeros­
táticos, de las que algunos pilotos aéreos, de seguro, no salieron
del todo bien parados.
Pero no es esto lo que a él le ocurre. Antes bien, nuestro autor
se encuentra sobre una tierra, Asturias, marcada por la pobreza
y el abandono:
...m e hallé sobre una lo m a que d o m i n a b a algunos valles
eriales, poblados de heno, donde pacían algunas vacas y, en
m e d i o de los cuales, se divisaban algunos caseríos m u y p o ­
bres y, de trecho en trecho, algunas iglesias tan infelices co­
m o los caseríos.
De nuevo, no es la realidad el punto de referencia que toma Co­
rnelia para describir el valle en el que se encuentra, como tendre­
mos ocasión de contrastar más adelante. No se corresponde ésta
con la verdadera imagen de Asturias en el siglo X V III. Pero sí es
la imagen que le conviene ofrecer para prom over la necesidad de
una cierta reforma que evite un empleo excesivo de servidumbre
en la Corte y el consiguiente abandono de la tierra de labranza
en los valles asturianos. La desnudez y el abandono de la cam pi­
ña se convierten así en el perfecto contrapunto de un paseo del
Prado atestado de coches, petimetras y sirvientes.
374
JOSE FRANCISCO PEREZ BERENGUEL
En seguida el narrdor nos describe un rasgo que permite una
identificación cultural de la tierra en la que la nube ha tenido a
bien dejarle: una gaita se oye en medio de un paisaje digno de cual­
quier égloga pastoril. Aparecen también los imprescindibles pas­
tores, esta vez un zagal y una zagala, muy jóvenes aún, pero «ni
uno ni otro eran de égloga por ser muy zafios». Una vez más el
autor nos señala la pobreza como un rasgo caracterizador de lo
que está viendo. A siste como espectador a una cancioncilla que
canta la zagala, mientras el chico toca la gaita: ésta hace referen­
cia al problem a que nos va a plantear en el relato. H abla de uno
que abandona el campo y se va a la Corte en busca de algo mejor
«y agora diz que anda llenu de galones». Este no es otro que la em i­
gración desde las zonas rurales hacia la Corte para ejercer el ofi­
cio de la librea. Es bien conocida en la época el gran número de
asturianos y montañeses que se encuentran en Madrid a finales
del siglo X V III, y éste es el pretexto del que se vale Cornelia para
denunciar el abandono del campo que nos describe. No falta una
clara exageración a la hora de calibrar la exacta importancia de
este fenómeno, lo que viene a demostrar —una vez m ás— que el
autor no conoce la verdadera problemática del campo asturiano.
Un contemporáneo del propio Cornelia ya señaló los verdaderos
problem as de éste: su excesiva fragmentación y la falta de bue­
nas comunicaciones para favorecer el crecimiento del comercio.
E stoy hablando, qué duda cabe, de Jovellanos. No obstante, sí es
cierto que la situación económica del campo asturiano no era na­
da halagüeña: la carestía de granos había hecho señalar al conde
de Toreno que había visto muchos campesinos «en la dura necesi­
dad de usar para alimento de yerbas silvestres sin más condimento
que cozidas con agua y sal»24. Es más, la Junta de 1789 cifraba «en
la m itad y aún más» la población realmente pobre. A sí pues, si
—como ha quedado dicho— la situación económica en el campo
asturiano era verdaderamente angustiosa, esto no se debía a otros
fenómenos diversos como los ya señalados. Aparece un rasgo caricaturizador del pastor asturiano en el empleo de un falso bable
en la cancioncilla que canta la zagala. El único cambio que se pro­
duce en relación al castellano es el cambio final de la -o por -u y
quizás el empleo de algún arcaísmo: agora, diz. Pero, como seña­
la García Arias con referencia a diversos villancicos en los que
aparecía el empleo de rasgos de asturiano en boca de algunos per­
sonajes,
24
Vid. Joaquín O c a m p o y S u á r e z - V a l d é s : «Jovellanos y la carretera de Casti­
lla». En La N ueva España, 27 de noviem bre de 1986, pág. 18.
A N O T A C IO N E S SOBRE UN VIAJE IM AGINAR IO A LA A ST U R IA S DEL SIGLO X V III
375
...estos cancios, a lo que paez, cantáron-se n o n n ’Asturies
sinon en M a d r i d ... y diben empobinaos a u n a x en te n o n as­
turiana. Esplíquen-se asina dos notes c o mu ne s a toos ellos:
caricaturización y artificiosidá llingüístiques25.
El autor justifica la autoría de esta cancioncilla señalando ha­
berla oído antes en boca de algún héroe teatral, y afirma que des­
de ahí, gracias a su mérito e invención, ha pasado a ser patrim o­
nio de la plebe. Confirm a el uso del lenguaje como otro rasgo de
identificación que le sirve para situar, esta vez de un modo defi­
nitivo, el lugar donde se encuentra: «en alguna de las provincias
de nuestra Península situadas hacia el norte». Cuando se acerca
a los zagales éstos huyen despavoridos, presos del miedo a lo des­
conocido, los perros ladran y la gente sale de los caseríos para pro­
teger a sus ganados de la posible amenaza del lobo. Resultado: pue­
de contemplar la ausencia de hombres que sufría el campo. Des­
cribe, asim ism o, el empleo de la mujer en las labores más duras.
Es aquí donde aparece la figura del beneficiado eclesiástico que
le sirve de inform ador, a la vez que denunciante, del estado de
abandono en el que se encuentran las haciendas. Si la visión que
tenemos del Prado de Madrid nos venía dada directamente por
el narrador, ahora es el eclesiástico el que nos ofrece la visión de
la realidad asturiana a través de un diálogo en el que el narrador
sólo intervendrá para manifestar su sorpresa por el actual esta­
do de cosas. Esto proporciona al autor un m ayor grado de verosi­
m ilitud en lo que nos cuenta, a la vez que hace más creíble la crí­
tica costumbrista y el afán didáctico que lleva implícito este re­
lato. El religioso se lamenta una y otra vez, en lágrimas, de la
difícil situación por la que atraviesa el campo, situación cuya cau­
sa hay que buscar en el deseo que tienen los naturales de trabajar
en la librea. Esto se lleva a cabo a través de un proceso, esta vez
no circular sino sin retorno, según el cual apenas «se encuentran
aptos para la agricultura» se marchan a Madrid a realizar sus pri­
meros servicios, pasan un tiempo allí y realizan unos pequeños
ahorros que les permiten la vuelta a la tierra. Una vez de vuelta
al origen eligen mujer y contraen matrimonio, para más tarde
abandonar tierra y fam ilia y partir de nuevo a Madrid «como si
fuesen en busca de la verdadera dicha». Era conocida en la época
la ostentación que algunos asturianos y montañeses hacían de la
25
Vid. X osé Lluis G a r c í a A r i a s : «Villancicos puestos en boca d ’asturianos nos
siglos X VII-XV III». En Estudios y trabayos del seminariu de Llingua A stu ­
riana, I (1978), 37-56.
376
JOSE FRANCISCO PEREZ BERENGUEL
pureza de su linaje. Y de este tópico, aunque sin mencionarlo, se
sirve Cornelia para presentar una situación, un tanto desm esura­
da, que no se corresponde mucho con la realidad de la época. A sí,
la m ayor parte de los hombres del campo asturiano parecen ser­
vir en la Corte y para esto no dudan en abandonar su fam ilia y
sus tierras. Señala, además, para defender este criterio, la escasa
productividad de estas personas en su nuevo servicio y el perjui­
cio que esto supone para la riqueza del país, pues,
...se olvidan para siempre, contentos con la librea de algún
viejo ridículo o con la ocupación de cuidar a unas mu ía s re­
galonas, de la mujer, del trabajo y de la Patria.
Llega aún más lejos y atribuye a esta costumbre todas las des­
gracias que atraviesa el campo asturiano. Y , con el fin de darle
un m ayor realce, lo hace por boca del religioso que, en su calidad
de testigo directo de la situación, ve en ella la causa principal de
su decadencia. Si anteriormente los paseos por el Prado, y el cor­
tejo, aparecían como sendos reflejos de las costumbres de la épo­
ca, ahora le toca el turno a las tertulias. La existencia de éstas co­
mo instituciones con un profundo arraigo en la España de la Ilus­
tración es un hecho que ha quedado ya repetidamente demostrado.
Su papel como germen de las academias, cuyo nombre adoptaron
algunas de ellas, y también de las sociedades económicas y patrió­
ticas tam bién ha sido ya objeto de no pocos estudios m onográfi­
cos. De ahí la importancia que el eclesiástico les concede, así co­
mo el ruego al narrador-autor para que lleve estos graves proble­
mas de Asturias a aquellas tertulias de la Corte «donde concurran
algunos magistrados para que se apresure la cura de contagio tan
arraigado».
Sabem os que la tertulia más concurrida por políticos e inte­
lectuales fue la que realizaba el conde de Campomanes. U na vez
más voy a citar unas palabras de Townsend, esta vez para descri­
bir de algún modo el carácter y los componentes de esta tertulia:
El conde de C a m p o m a n e s no organiza cenas, y apenas se jue­
ga a las cartas en su casa. El tiempo pasa agradablemente
con su conversación, que hace innecesaria cualquier otra cla­
se de diversión. El grupo de amigos procede principalmen­
te de Asturias, su tierra natal26.
26
Vid. Joseph T o w n s e n d : Op. cit., pág. 210.
ANOTACION ES SOBRE UN VIAJE IM AGINARIO A LA ASTU RIAS DEL SIGLO XVIII
377
Una vez conocido el principal problema, el narrador decide vol­
ver a Madrid, apenado por lo que ha visto y oído acerca de «aquel
infeliz pedazo de Asturias». Esta vez, bien es verdad, lo hace de
un modo más natural, valiéndose de los lomos de un m ulo. Fina­
liza entonces el relato, pero no sin antes m anifestam os su firme
disposición de «no volver más al Prado en tiem po de aire».
III.
EL «ASTURIANO» Y L A ASTURIAS PROFUN DA EN EL
V I A J E A E R E O : REALIDAD O FICCION
El título de este relato y su intención de denunciar una costum­
bre de la época, cuyos protagonistas son los hombres del campo
asturiano, y cuya repercusión más notoria se pone de m anifiesto
en el abandono del mundo rural de la propia Asturias, nos lleva
a plantearnos varias preguntas acerca del conocimiento que el
autor, Luciano Francisco Cornelia, pudiera tener de la realidad
que nos presenta. Surgen así varias preguntas: ¿Se puede inferir
que Cornelia conoce Asturias antes de escribir este relato?, ¿es la
realidad que nos presenta el espejo fiel del estado del campo as­
turiano de fin de siglo? y, por último, ¿conocía el autor el bable
que se hablaba en el valle de Cangas del Narcea y es esta lengua
la que incorpora al cantarcillo que aparece en el relato?
Lam entablem ente, como ya he ido señalando, las tres pregun­
tas tienen una respuesta negativa. Empecemos por la últim a. El
recurso del que se sirve el autor a la hora de escribir este cantar­
cillo no es otro que el de plasmar, de un modo artificioso, algún
rasgo distintivo de la lengua asturiana con una finalidad muy pre­
cisa: ofrecerle tanto al lector como al narrador, que no olvidem os
acaba de aterrizar en una tierra que no conoce, unas señas de iden­
tificación cultural con el espacio geográfico que nos está descri­
biendo. H ay otro aspecto que es necesario tener en cuenta. Sabe­
mos que a lo largo del siglo X V III no son pocos los asturianos que
ocupan trabajos humildes en Madrid, fundamentalmente en la li­
brea. Esto hace m uy posible que el autor conociera sus rasgos dia­
lectales más significativos. A dem ás, existía la costumbre en la
época de emplear en los villancicos de Navidad y Epifanía perso­
najes caracterizadores de rasgos lingüísticos distintos del caste­
llano: así encontramos a los asturianos, gallegos o catalanes jun­
to a franceses, italianos, etc. Por lo que respecta a los asturianos,
encontramos, junto al estudio ya citado de García A rias, donde
aparece una recopilación de villancicos procedentes de distintas
fuentes bibliográficas, diferentes villancicos recogidos por José
378
JOSE FRANCISCO PEREZ BERENGUEL
Luis Pensado procedentes del maestro de capilla de la catedral
de Salam anca27, algunos cantados en la catedral compostelana
que recoge A lvarez Blázquez28 y, más recientemente, unas com ­
posiciones líricas para festividades religiosas, cantadas en un lu­
gar tan alejado de Asturias como es Cádiz, realizadas a finales del
siglo X V II por el secretario de Carlos II, y recopiladas por Camús
Bergareche29. Como vemos, la utilización de ciertos rasgos lin­
güísticos ajenos al uso normalizado del castellano no constituye
un hecho aislado cuando Cornelia escribe este relato y, por tanto,
es fácil que sea el propio autor el inventor de esta cancioncilla que
aparece en el m ism o. Estos pastores utilizan una lengua a im ita­
ción del bable asturiano, pero llena de artificiosidad y plagada
de continuas interferencias con el castellano, lo cual revela bien
a las claras el origen lingüístico de quien compone estos textos.
A dem ás, esto se explica también porque iban dedicados a una
audiencia no asturiana, bien sea de la Corte o de otras capitales
españolas. García A rias30 relaciona estas composiciones con una
tradición que arranca de la obra de Lucas Fernández y Juan del
Encina, en la que aparecen algunos personajes, principalmente
pastores, hablando en jerga dialectal, el sayagués, con una finali­
dad pretendidamente cómica. Sea lo que fuere, lo que sí está cla­
ro es que Cornelia se inventa ese habla dialectal, recogiendo posi­
blem ente toda una am plia tradición anterior, con una doble fina­
lidad: situar el origen del problema que nos plantea (el abandono
del campo) y añadir nuevos datos a su contextualización geográ­
fica (el valle de Cangas del Narcea).
Cuando analizaba el contenido del relato en el apartado ante­
rior hice referencia a la descripción que Cornelia realiza de la A s ­
turias rural, en concreto del valle de Cangas del Narcea. Señala­
ba que la intención didáctica del relato y su crítica de costumbres
había llevado al autor a cargar las tintas a la hora de presentar­
nos una Asturias despoblada, donde los campos aparecen sin cul­
tivar y las mujeres se ocupan de las labores más duras. Veam os
ahora si esta descripción corresponde en todo o en parte a la A s ­
27
Vid. José Luis P e n s a d o : «Textos asturianos dieciochescos». En L letres A stu rianes, núm. 21, 83-108, y 22, 83-88, 1986.
28 Vid. J. M. A l v a r e z B l á z q u e z : «Villancicos asturianos cantados en la catedral
com postelana (1749-1763)». En BIDEA, núm. 63, O viedo, 1968.
29 A la sazón visitador de las Reales Aduanas del Puerto de Cádiz. Vid. Bruno
C a m ú s B e r g a r e c h e : «El dialecto asturiano en el siglo XVII». En BIDEA, XLVI
(1992), Oviedo, 375-392.
30 Vid. X osé Lluis G a r c í a A r i a s : Op. cit., pág. 43.
AN OTACION ES SOBRE UN VIAJE IM AGINARIO A LA ASTU RIAS DEL SIGLO XVIII
379
turias profunda de la época. Y , para esto, nada mejor que recoger
la impresión que le produjo el contacto directo con el campo astu­
riano al propio Townsend sólo dos años antes:
E n todas estas mo nt añ as la gente viste de color m a r r ó n y
las mujeres hilan con rueca. S u laboriosidad es asombrosa,
y nace no c o m o fruto del lujo, c o m o ocurre en zonas m á s fa­
vorecidas, sino c o m o hija de la pobreza y de la severa nece­
sidad. Todos los lugares accesibles se cultivan, incluso los
de suelos m á s ingratos. Las tierras m á s altas producen tri­
go, y maíz las bajas31.
La descripción de una tierra abandonada que nos hace Corne­
lia no se corresponde mucho a la realidad que nos describe Tow n­
send. Pero han sido muchos los testigos de la realidad asturiana
de la época que han ofrecido testimonios más cercanos a la reali­
dad que describe este último. Cuando Jovellanos menciona los pro­
blem as agrícolas de Asturias se refiere a la excesiva división que
había sufrido la tierra y la escasa productividad que ello repre­
senta para una población tan numerosa. Como vemos, justo lo con­
trario de lo que nos presenta Cornelia. También Jovellanos cono­
cía de un modo directo, como pocos, la realidad social de A stu ­
rias. No ocurre así en el caso de Cornelia. La laboriosidad de las
mujeres asturianas, que nos presenta el relato realizando las la­
bores más duras del campo, es un reflejo de la realidad, aunque
no circunscribible ni a la geografía asturiana ni al siglo X V III.
Las razones que la causan no son el abandono al que se ven som e­
tidas por parte de unos hombres que huyen en busca de una vida
m ejor en la Corte — aunque seguramente existirían tam bién ca­
sos de este tipo— , sino una consecuencia directa de la m ism a po­
breza en la que se ve inmersa toda la sociedad rural a lo largo de
este siglo.
Cuando Cornelia nos presenta a los habitantes del valle, todos
ellos mujeres, niños o ancianos, lo hace mediante otro rasgo con­
creto de la desmesura. A l verle éstos aparecen como huidizos, ex­
pectantes y temerosos de lo desconocido, así
...al verme, cual si fuera el diablo, empe za ro n a santiguar­
se y a correr desaforadamente por la pradera.
Temen que aparezca el peligro en forma de lobo que pueda hacer
daño a los ganados. Tampoco el narrador parece encontrarse muy
31
Vid. Joseph T o w n s e n d : Op. cit., 156-157.
380
JOSE FRANCISCO PEREZ BERENGUEL
seguro lejos de su ambiente cortesano. Cuando se le acerca una
persona, el eclesiástico, echa a correr «creyendo que era un oso».
El único medio de reconocimiento que le sirve para tom arlo por
humano es la voz. Más adelante aparece otro personaje que no in­
terviene en el relato, pero que es objeto de la atención de nuestro
protagonista. Se trata del ama del beneficiado que le trae la co­
mida. Su curiosidad le hace fijarse en ésta, pero ¿cuál es el resul­
tado de su descripción?:
A l oír a m a volví la cabeza, y vi que era u n a vieja con m á s
colmillos que u n elefante.
Poco halagador resulta el panorama que nos pinta Cornelia tan­
to del campo asturiano como de sus habitantes. Sin embargo, por
todo lo hasta aquí expuesto, resulta evidente que Cornelia no co­
nocía Asturias, ni la verdadera dimensión de sus problemas. Tam ­
poco la lengua que se hablaba en el valle de Cangas del Narcea,
aunque sí es m uy posible que estuviera habituado al uso de dia­
lectalismos en diferentes manifestaciones literarias, o a través del
contacto con algunos asturianos que vivían y trabajaban en la Cor­
te. El conocimiento de esta peculiaridad y el estado de pobreza
en el que estaba sumida Asturias a lo largo del siglo X V III posi­
blem ente fueron las razones que impulsaron a Cornelia a presen­
tarnos este viaje aéreo. Pero, aunque la realidad que nos presen­
ta no se corresponda con los verdaderos problemas que tenían que
afrontar los asturianos de la época, es m uy lícito que el autor se
valga de esta ficción imaginaria con el fin de prom over las m edi­
das oportunas que alejen de una vez por todas la pobreza de la
realidad rural de Asturias. Si imaginario es el medio que emplea
el autor para conocer, in situ, el valle de Cangas del Narcea que
nos describe, no menos imaginarias resultan las causas que éste
nos presenta. Pero el fondo del problema no deja de ser algo que
form a parte del m ejor espíritu ilustrado: prom over el necesario
cambio de las costumbres con el fin de conseguir, en definitiva,
un desarrollo más armónico de toda la sociedad.
32
P or don Luciano Francisco Cornelia. Impreso en el M em orial L iterario de no­
viem bre de 1789, págs. 381-388. El texto que aquí aparece corresponde a una
transcripción exacta del original, manteniendo el estilo de su autor, y haciendo
sólo aquellas correcciones de carácter ortográfico que puedan servir para ade­
cuar el relato al lector de nuestros días.
AN OTACION ES SOBRE UN VIAJE IM AGINARIO A LA ASTU RIAS DEL SIGLO XVIII
381
«VIAJE AEREO DESDE EL PRADO DE MADRID H ASTA EL
VALLE DE CAN GAS DE TINEO32
Un domingo de m ayo del pasado año, para ver y ser v is­
to como todos, fui al Prado, al tiempo que, con m otivo de
ser víspera de toros (como si en las vísperas de toros tuvie­
se ni más ni menos el Prado que en las vísperas de come­
dias, ópera, procesión, etc.), se llenaba de una concurrencia
m uy superior a los demás días. Y , en particular, la de co­
ches fue tal, que las dos filas tocaban los dos extremos de
él, esto es, llegaban a la Puerta de Recoletos, y al Convento
de Nuestra Señora de Atocha. Con este m otivo, aunque ten­
go la vista más perspicaz que mercader cuando cuenta di­
nero, me puse unas gafas, que me prestó un P. Lector ju bi­
lado de un convento, para ir con ellas un tanto cuanto más
autorizado. Y , así como me había de dar la manía de exa­
m inar de arriba a abajo a todas las petimetras que se pa­
seaban, para admirar en unas el frenesí de su lujo, y en otras
el delirio de sus adoradores, me dió la majadería de contar
cuántos hombres se ocupaban en el servicio y maniobra de
los coches que componían las dos filas, y cuántos podían co­
rresponder a la servidumbre interior de las casas que m an­
tenían este boato, como son porteros de estrados y de la
puerta, mozos de muías, galopines, faroleros, etc. No es ca­
paz el genio más calculador de adivinarlo: conté cuatro m il
ochocientos, vea Vm . — dije para mi capote— si en Madrid
hay personas que se duelen de la humanidad. De los cuatro
m il ochocientos hombres que he contado, realmente no son
útiles ni menesterosos más que unos m il quinientos a todo
tirar, porque para abrir la portezuela del coche al ama, y
dar el brazo al amo, lo mismo es uno que ciento, y lo propio
que esté vestido de trompetero que esté vestido de caga la
olla. Estos hombres — proseguía— , a no ser por la piedad
de estos Señores que los amparan y protegen, serían unos
mendigos y, por consiguiente, unos miembros gravosos a la
Sociedad y al Estado. Porque, esto de mantenerlos sin ne­
cesitarlos, yo no puedo creer que sea por ostentación, lujo
ni soberbia, sino por un efecto solamente de generosidad,
y de predilección que tienen hacia sus conciudadanos.
A l tiem po que acababa mi discurso de entretenerse en
estas reflexiones, por el sudeste arrebatadamente vino una
negra nube que, desfogando en huracán terrible, con los tor­
bellinos violentos que formaba, cubría la atmósfera de pol­
vo, tronchando sus ráfagas algunos árboles chicos, y des­
gajando varias ramas de los grandes. Como una vandada
de palomas que tranquilamente descansa en un antiguo cas­
tillo y, al oír el tiro que dispara el certero cazador, alza el
vuelo tím ida y se dispersa, así la concurrencia arredrada
corría a guarecerse en las calles circunvecinas. Y o, como no
temo muchazo las causas con que se desfogan los elemen­
382
JOSE FRANCISCO BERENGUEL
tos, porque no me siento abrumado — sin que sea amor pro­
pio, ni quererme santificar— del peso de la avaricia, de la
sensualidad, de la murmuración, del latrocinio, de la am ­
bición, ni de otros vicios, que los hombres sólo hacen alto
en ellos cuando Dios manifiesta su cólera por medio del te­
rror que causan los elementos desenfrenados, con cachaza
me iba retirando, cuando súbitamente me arrebata a las nu­
bes uno de los torbellinos. A l verme en ellas —como la v i­
da, sin embargo, es amable— temía que me sucediese lo que
a uno de los pilotos aéreos, cuando navegaba por los golfos
de la esfera, que de pronto se le sumergió el barco, y él se
hizo cuatro m il pedazos. Iba lleno de miedo, dicurriendo en
esto, cuando veo que mi conductora nube va descendiendo
y dilatándose sobre un empinado monte; aquí fue cuando,
creyendo mi fin cercano, empecé a clam ar a Dios y a sus
Santos.
Pero, cosa extraña, cuando pensé que caía sobre los for­
m idables peñascos que divisaba, me hallé sobre una lom a
que dominaba algunos valles eriales, poblados de heno, don­
de pacían algunas vacas y, en medio de los cuales, se divi­
saban algunos caseríos muy pobres y, de trecho en trecho,
algunas iglesias tan infelices como los caseríos. Por estas
señas conocí me hallaba en tierras de cristianos, lo que me
sirvió de mucho consuelo. Bajé de una lom a, oí una gaita,
cuyo son me guió hacia un arroyuelo que regaba una gran
parte de sus llanuras; y unas ovejillas, que pacían la grama
de sus márgenes, me enseñaron luego un zagal de unos diez
años que la tañía, y una zagala que a sus compases canta­
ba, que ni uno ni otro eran de égloga por ser m uy zafios.
Para escucharla de cerca, me puse detrás de unos arbustos
frondosos, y oí que cantó la siguiente cantiña:
Con curpiñu pardu
Fue el primu a la Corte,
Y agora diz que anda
Llenu de galones.
Tum ba y la
Que me voy con tigo,
Tum ba y la
Para ir a moler.
Si no me engaño — dije— yo he oído esta cantiña en otra
parte. Y , en efecto, ahora que estoy tranquilo y sosegado,
me acuerdo habérsela oído a los dos héroes de carácter de
nuestro teatro, Querol y Polonia, en una tonadilla de serra­
nos. En teniendo mérito e invención las cosas, hasta las gen­
tes más remotas hacen aprecio de ellas; bien que no faltan
autores que afirman que fue rapiña de Galicia o A sturias.
Pero yo no lo creo, porque no es dable que ningún profesor
de mérito se valga de las producciones de la plebe. V olvien ­
do al asunto, por el lenguaje de la cantiña, conocí que esta­
AN OTACION ES SOBRE UN VIAJE IM AGINARIO A LA ASTU RIAS DEL SIGLO X VIII
383
ba en alguna de las provincias de nuestra península situa­
das hacia el norte. Me acerqué a los zagales, que al verme,
cual si fuera el diablo, empezaron a santiguarse y a correr
desaforadamente por la pradera; los ladridos de los perros
que custodiaban el rebaño pusieron en arma a la gente de
los caseríos vecinos, los cuales, creyendo que andaba el lo­
bo, salieron a recoger sus ganados. Pero, cosa rara, entre
los que salieron de los caseríos no pude distinguir entre cien
mujeres, y otros tantos niños, ni siquiera un hombre; seguí
adelante, sin embargo, y a un lado vi una cosa como mujer
que estaba arando un campo y, a otro lado, otras dos, como
a modo de fieras, guiando unas carretas cargadas de leña.
¿Qué es esto? O yo deliro o estoy en el país de las amazo­
nas, pero en España ¿cómo? Pensando en esto, veo que vie­
ne hacia m í con mucha parsimonia un bulto negro. A l ver­
le, creyendo que era un oso, echo a correr; deténgase Vm .
— me grita— y no tema. Como vi que tenía voz humana, me
paré y le aguardé. Y , llegándose a mí con mucha atención,
reparo era un Beneficiado; me preguntó que por qué huía
de él, se lo dije y, riyéndose, me cogió de la mano y me lle­
vó a una casilla pobre pero aseada.
Y , después de informarse de mi prodigiosa llegada, le
pregunté la causa de estar aquellos dilatados valles eriales
y sin cultivo; de no haber en todos aquellos contornos po­
blación alguna numerosa; de ser los templos del Señor tan
infelices; del por qué araban y hacían las mujeres todas las
faenas propias de los hombres; y del por qué no se veía en
todos aquellos contornos más hombres que él. Más hay que
yo, me replicó: en mi feligresía habrá, además del Cura Pá­
rroco, y cinco Beneficiados, unos treinta ancianos. ¿Y los
mozos? ¡Ah, Señor! A l decir esto, veo que se baña todo en
lágrim as, no sabe Vm . lo que pasa: como no se ponga freno
en un abuso inveterado que aquí reina, en pocos años, esta
parte, que no es la menor de las Asturias, se verá entera­
mente despoblada. ¿Cómo pues? Estos naturales, apenas se
encuentran aptos para la agricultura, cuando por una estre­
lla, que sin duda será la que influye sobre la librea, se van
a la Corte y a las capitales. Pasan un noviciado penoso en
un bodegón, en casa de una cómica, o en la de unos celiba­
tos, en cuyo servicio ahorran con mucha tacañería, en tres
o cuatro años, cuatrocientos o quinientos reales, con los cua­
les se vuelven a la tierra. A sí que llegan, por huir del sor­
teo, se casan al instante con cualquiera de estas infelices,
nacidas a la miseria y al trabajo. Los primeros meses del
m atrim onio, en compañía de ellas, cuidan algún tanto de
la hacienda que poseen, hasta que el primo cochero, o el tío
portero les escribe tenerles buscada una conveniencia de la­
cayo o de mozo de muías. A l otro día de recibir la carta, aun­
que estén las tierras en sazón de sembrar, o las mieses en
disposición de segar, salen de su casa como si fuesen en bus­
384
JOSE FRANCISCO BERENGUEL
ca de la verdadera dicha, abandonando a la providencia su
m ujer y casa. Llegan a Madrid y, embriagados con el faus­
to y honor que — a su parecer— les da la carrera de la librea,
aunque no lleguen a los encumbrados puestos de volantes
o cazadores de alguna poderosa, ni menos sota ni tronquis­
ta, se olvidan para siempre, contentos con la librea de al­
gún viejo ridículo o con la ocupación de cuidar a unas mulas regalonas, de la mujer, del trabajo y de la Patria. De es­
te abuso, la experiencia me hace decir, dimana la perdición
de las haciendas de estos naturales, el abandono de sus m u­
jeres y fam ilias, y la decadencia de este noble Principado.
Y así, por Dios, cuando Vm . se vuelva a Madrid, cuente es­
ta desgraciada herencia de mis paisanos en las tertulias don­
de concurran algunos Magistrados para que se apresure la
cura de contagio tan arraigado. Pero el ama trae la comida.
A l oír ama volví la cabeza, y vi que era una vieja con más
colm illos que un elefante. Venga V m . —me dijo— a comer
conm igo, comí con él y, por los deseos que tenía de reme­
diar los males de su país y lo que noté en su mesa y conver­
sación, conocía que era un buen patricio y un buen Ecle­
siástico.
Y , habiéndome proporcionado un ordinario que en un
m ulo atravesado me condujese, me despedí y llegué a M a­
drid, condolido de mis aventuras, y de la suerte de aquel
infeliz pedazo precioso de Asturias, con ánimo de no v o l­
ver más al Prado en tiempo de aire.»
CRIPTOGRAFIA MODERNA: CURIOSO CIFRARIO
ENTRE EL OBISPO DIEGO DE MUROS Y LOS
REYES CATOLICOS
Juan Carlos G
alende
D
ía z
En la evolución de la criptografía, numerosos han sido los m é­
todos utilizados con el fin de preservar el contenido de un cripto­
grama de todas aquellas personas a quienes no iba dirigido; m é­
todos que se han ido complicando con el paso del tiempo, siendo
el inicio de la denominada «edad moderna» el momento en que
se puede establecer el tránsito entre la sencillez y la dificultad.
De esta manera, durante la etapa medieval —período relaciona­
do con la escritura visigótica en la península Ibérica— el princi­
pal sistem a empleado es el de «sustitución» (bien las vocales por
numerales romanos, las vocales por puntos y líneas, letras grie­
gas para las suscripciones latinas o el empleo de neumas), y m e­
nos, el de «transposición» (grafías colocadas en distinto orden al
normal), mientras que durante el ciclo moderno — a partir del rei­
nado de Isabel y Fernando— los elementos utilizados en la con­
fección de criptogramas han sido tanto números y letras como sig­
nos convencionales, de gran variedad y de difícil interpretación1.
Posteriormente, finalizada la etapa de la criptografía que nos­
otros bautizamos con el nombre de «histórica» y que, por ejem ­
plo, Andrea Sgarro califica como «de lápiz y papel»2,comenzaría
el período contemporáneo, en donde se la vincularía con la técni­
ca, con la invención de máquinas cifradoras y la aparición de or­
denadores, que han revolucionado las técnicas criptográficas en
1 Adem ás, en toda escritura oculta se localizan también una serie de elementos
nulos o duplicantes, cuyo fin es dificultar la lectura de la misma.
2 A. S g a r r o , Códigos secretos, Madrid, 1990, pág. 43.
386
JU AN CA R LO S GALENDE DIAZ
razón de su enorme capacidad y de la gran rapidez con que trata
la inform ación, pudiendo, de esta manera, recurrir a claves de
com plejidad ilim itada, creándose infinitos criptosistem as. De
igual form a, desde épocas antiguas, el tercer sistema criptográfi­
co, el de «ocultación», ha sido practicado asiduamente, siendo m úl­
tiples las maneras de esconder o enmascarar determinados m en­
sajes3.
Por su parte, será durante la fase moderna —hasta la centuria
decimonónica— en donde se localiza el cifrario que vam os a ana­
lizar en las próxim as líneas, y que, como adelantábamos en el tí­
tulo, es el correspondiente al empleado entre el obispo de Oviedo
Diego de Muros y los Reyes Católicos en su correspondencia pri­
vada.
Pero antes de entrar a examinar este método, creemos oportu­
no realizar un breve apunte biográfico del prelado objeto de nues­
tro estudio4, y que tanto su formación como sus actividades po­
líticas, religiosas y literarias se sustrajeron al todavía existente
contexto m edieval para colocarle en los albores de la Edad M o­
derna5. El humanista Diego de Muros nació en N oya (La Coruña)fi
3 C om o curiosidad, expliquem os que en esta época, para hacer llegar las com u­
nicaciones o noticias desde un campamento a otro, por ejem plo, se afeitaba
la cabeza de un esclavo que ejercía las funciones de mensajero, escribiéndo­
sele entonces el contenido del mensaje sobre su cuero cabelludo con caracte­
res endebles; cuando le crecía el pelo, era enviado al acantonamiento desig­
nado a cum plir la m isión; si lograba llegar a él, se le afeitaba la cebeza por
segunda vez, leyéndose así el texto por el caudillo a quien iba dirigido. Se
puede com probar que estamos ante un m étodo poco recom endable por su len­
titud.
4 No debemos equivocar este personaje con el de otros dos obispos, contem po­
ráneos suyos, que tenían el mismo nombre. Nos referim os a Diego de Muros,
obispo de Túy (1472-1487) y de Ciudad Rodrigo (1487-1492), de la Orden de la
Merced, y a Diego de Muros, que, siendo canónigo de Santiago, fue p rom ov i­
do en 1496 al obispado de Canarias, ocupándolo hasta su muerte en 1507. A si­
m ism o conviene precisar, com o apunta José Campelo, que el obispo de Túy
y de Ciudad Rodrigo fue tío de Diego de Muros, obispo de M ondoñedo y O vie­
do, «por ser hermano del padre de este último». J. C a m p e l o , « L o s ascendien­
tes de D. D iego de Muros, deán de Santiago», Compostellanum, Santiago, 4
(1959), págs. 579-604.
5 Quizá la m onografía de J. G a r c í a O r o , Diego de Muros y la cultura gallega
del siglo XV, V igo, 1975, sea la más completa sobre esta ilustre celebridad,
m otivo por el que hemos decidido basarnos en ella para seguir el hilo conduc­
tor de nuestra biografía. En esta obra el autor, después del estudio histórico,
presenta un apéndice documental en el que incluye diferentes escritos p u b li­
cados p or D iego de Muros; testamentos de fam iliares allegados, com o el de
su padre político Fernando Casquizo o el de su madre Catalina Góm ez; y d i­
versas cartas, que dirige a personalidades tales com o Fernando el Católico,
CR IPTO G R A FIA MODERNA
387
a mediados del siglo X V , en el seno de una de las fam ilias mejor
situadas en bienes e influencias, tanto en Galicia como en la Cor­
te castellana, pasando su juventud en Roma, lugar que, sin duda,
marcaría al adolescente, en edad propicia para recibir toda clase
de influencias. Desde allí regresó en torno a 1470, residiendo con
la fam ilia de su tío, el obispo de Túy y Ciudad Rodrigo, y por exi­
gencias suyas, accedió en 1474 a una canonjía compostelana, co­
menzando su carrera eclesiástica, pasando en 1476 a la U niversi­
dad de Salamanca, donde obtuvo los grados de maestro en Artes,
bachiller en Teología y doctor en Decretos. Luego, cuando se abre
el colegio de Santa Cruz de Valladolid (24 de febrero de 1484), el
fam oso agustino fray Juan de Salamanca lo presentó al cardenal
González de Mendoza para que fuera el primer colegial del nuevo
centro, quedando desde este momento al servicio de él, y gracias
al cual inició cordiales relaciones con los monarcas hispanos, lle­
gando a ser uno de los personajes más influyentes de la Corte. En
el colegio de V alladolid se licenció en Teología (1487), después de
haber desempeñado los cargos de rector (1485-1486) y consejero to­
do el tiempo que permitían las constituciones, ejerciendo también
de catedrático de Prima. Tras dejar el colegio en septiembre de
1487, aparece como canónigo de Sigüenza el 29 de agosto de 1488
y titular de una cátedra de Sagrada Teología (6 de febrero de 1489)
en la Universidad, poco antes fundada en el colegio de San A n ­
tón de M edinacelli7. Posteriormente, durante el célebre episodio
Carlos V, el cardenal Cisneros, el conde de Altamira, Martín de Rianjo —su
p rovisor en M ondoñedo—, Miguel Pérez de Almazán —secretario real—, A l­
varo de Osorio —obispo de A storga— y Adriano de Utrech, las cuales se con­
servan en diferentes centros como el A rchivo Histórico Diocesano de Santia­
go, el A rchivo H istórico Provincial de Orense, la B iblioteca de la Real A ca­
demia de la H istoria, el A rchivo Secreto Vaticano, el A rchivo H istórico
U niversitario de Santiago y el A rchivo General de Simancas.
6 J. L. G o n z á l e z N o v a l í n , «Diego de Muros», Diccionario de Historia Eclesiás­
tica de España, Madrid, III (1973), pág. 1.753. Además de esta teoría, otros auto­
res form ulan la probabilidad de que naciera en la cercana villa de Muros o
en la de Cée; realmente todavía existe una interrogante respecto a la fecha
y lugar de nacim iento, lo mismo que a su inmediata genealogía. Así, Salustiano P ó r t e l a P a z o s apunta la posibilidad de que su padre fuese Miguez de
Bendaña (Decanalogio de laSanta A. M. Iglesia Catedral de Santiago de Compostela, Santiago, 1944, pág. 184), mientras que en el testamento de su ma­
dre, transcrito com o hemos reseñado por García Oro, se puede leer que su ma­
rido era «Francisco Casquijo». Es más, en esta misma línea, Isidoro M o n t i e l
(Historia de la Universidad de Sigüenza, vol. I, Maracaibo, 1963, pág. 231) afir­
ma que el verdadero nombre del obispo Diego de Muros era Diego Miguez de
Vendaña.
7 Según Isidoro Montiel, Diego de Muros actuó aquí con bastantes interrupcio-
388
JUAN C ARLOS GALENDE DIAZ
de la conquista de Granada acompañó a los reyes, y después, a la
muerte de su protector, el cardenal Mendoza (1495) —tam bién ha­
bía fallecido ya su tío— , consigue una plaza en la Corte, entre los
capellanes de la Reina Católica (1495-1503), a la vez que seguía acu­
mulando prebendas en varias iglesias de España (rector de la igle­
sia de Muros (1490), chantre de Ubeda, deán de Compostela (1492)
y de Jaén (1501), canónigo de Sevilla, arcediano de Carmona8, v i­
sitador y maestrescuela de Sigüenza, canónigo de Oviedo y abad
del monasterio de San Martín, en Santiago). También, junto a G ó­
mez de Marzoa y Diego de Muros, obispo de Canarias, organizó
el Estudio Viejo de Santiago de Compostela (1501) —em brión de
la Universidad de Fonseca— , y dirigió en V alladolid la im pren­
ta, recién establecida (1495-1497)9. Del m ism o modo, su afición a
las letras le valió la consideración y amistad de diversos hum a­
nistas, entre los que sobresalen las personalidades de los italia­
nos Pedro Mártir de Anglería y Lucio Marineo Sículo, y de los es­
pañoles Diego Ramírez Villaescusa y Bernardo de Carbajal, con
quienes entabla relación. De la m isma manera, a sus demandas,
Isabel y Fernando erigieron el Hospital Real de Santiago de Com ­
nes desde 1489 a 1495, ya que el cúmulo de cargos le obligaba a descuidar di­
cha cátedra (op. cit., vol. I, pág. 246). Documentación referente a su labor en
esta Universidad se puede consultar en el A rchivo H istórico Nacional, sec­
ción universidades (Sigüenza), libro 1.234 y legajos 583 y 587.
8 Este arcedianato lo retuvo dese 1497 hasta 1501, que lo resignó en Juan de Carm ona; pero después de 1517, siendo ya obispo de O viedo, v olv ió a tom ar p o­
sesión de él, una vez falleció Juan de Carmona. V. B e l t r á n d e H e r e d i a , «La
Facultad de T eología en la Universidad de Sigüenza», R evista Española de
Teología, Madrid, II (1942), págs. 431-434.
9 Am én de lo apuntado, existen otras noticias en las que se com prueba la pre­
sencia de Diego de Muros en diversos actos, y también se conservan docum en­
tos correspondientes en que actúa en calidad de secretario del cardenal Men­
doza, com o p or ejem plo el decreto de anexión de un canonicato y prebenda
del cabildo seguntino a la cátedra de Cánones del Colegio-Universidad de Portaceli, fechado en Guadalajara el 25 de septiembre de 1486 (se conserva en el
A rchivo H istórico Nacional, sección Universidades, Universidad de Sigüen­
za, legajo 583); un relato de la conquista de Málaga, firm ado p or Muros en Za­
ragoza el 16 de febrero de 1488 (cuya autoría, com o veremos después, está pues­
ta en duda); las adiciones a las constituciones que la U niversidad de Sigüen­
za, compuestas en Sevilla a 1 de abril de 1490; y un mandamiento de exención
de tributos, dado en Guadalajara a 23 de febrero de 1491. V . V e l t r á n d e He
r e d i a , op. cit., pág. 433. Asimismo, Diego de Muros erigió en iglesia colegia­
ta de la rectoral existente en la villa de Muros, bajo la advocación de Santa
María del Campo, mediante bula dada al efecto por Alejandro V I en 15 de mayo
de 1500, que com ienza con las palabras «Sacri apostolatus m inisterio», y con­
firm ada por León X el 9 de abril de 1517.
CR IPTO G R A FIA MODERNA
389
póstela, para cuidado y atención de los peregrinos que acudían al
santuario, y cuya administración fue encomendada en 1499 al pro­
pio Muros, con doscientos m il maravedís de salario10; igualm en­
te, pone en marcha la cofradía del hospital en los diversos reinos
españoles, e incluso en varias zonas de Europa11.
Después de un corto pontificado en la diócesis mindoniense
(1505-1511)12, se trasladó al año siguiente (1 de octubre de 1512),
tam bién en calidad de obispo, a Oviedo, siendo un prom otor de
la reform a eclesiástica13. Por otra parte, y debido al fuerte con­
trol que ejerció sobre los señoríos temporales y las inmunidades
de la Iglesia, el corregidor de la ciudad ovetense, Manrique de Lara, ordenó un ataque armado contra Diego de Muros, forzándole
a ocultarse en el condado de Noreña, cuya fortaleza demolió el co­
10
En su testamento, otorgado en O viedo el 19 de agosto de 1825, legó al H ospi­
tal Real 2.000 ducados de oro. Véase la obra de M. L u c a s A l v a r e z , El Hospietal Real de Santiago (1499-1531), Santiago, 1964.
11 Sobre esta cofradía, es interesante el estudio de M. L ucas A l v a r e z , «La co­
fradía del A póstol Santiago, establecida en el hospital de Santiago de Compostela», Estudios Leoneses, León, 25 (1971).
12 A pesar de su residencia casi habitual en la Corte, queda constancia de su v i­
sita a determinados arciprestazgos y también de su visita «Ad lim ina apostolorum » (1508). Su prestigio era tal que los obispos, reunidos en Burgos para
preparar el con cilio Lateranense V, le eligieron por su secretario y represen­
tante en la magna asamblea (1511), aunque no llegó a desempeñar esta legación.
13 A l mismo tiempo, desde 1812, fue nombrado para diferentes comisiones de ca­
rácter hacendístico, la mayoría relacionadas con asuntos indianos, por lo que
es fácil encontrarle en tierras sevillanas. Ejemplos de esta actividad son di­
versas cartas, conservadas en la Biblioteca de la Real Academ ia de la H isto­
ria, dirigidas por Muros a Fernando el Católico desde Sevilla, com o por ejem ­
p lo la fechada el 10 de noviem bre de 1512, en la que le comenta el malestar
existente en esa ciudad por la carestía y escasez de pan, debida a las muchas
sacas que de él se hacían para el abastecimiento de las armadas (signatura
9/20, docum ento numero 32); o la misiva, datada el día 2 de marzo de 1513,
en la que le inform a sobre las dificultades existentes para el cobro de la con­
tribución especial que se había repartido para el sostenim iento de la arma­
da, ya que burgaleses y vizcaínos se negaban a satisfacerla (sig. 9/14, doc. núm.
77, folios 122-123). Otra documentación vinculada con Muros y atesorada en
este centro madrileño es la carta que le remite la ciudad de G ibraltar el 11
de ju lio de 1512, en la que le comunica las medidas que habían adoptado para
defenderse en caso del ataque de los moros, prom etiéndole que le avisarían
de cualquier novedad (sig. 9/14, doc. núm. 16, fol. 23); la misiva de Muros al
secretario Miguel de Almazán, en creencia de su criado Andrés de Oro, fecha­
da en Sevilla el 4 de septiembre de 1512 (sig. 9/14, doc. núm. 37, fol. 37); y la
carta que este obispo dirige al Rey Católico desde el Puerto de Santa María
el día 30 de octubre del año 1513, en la que le recomienda que cuando las na­
ves pasen a Indias lo hagan reunidas en grupos de ocho a diez, ya que se tie­
nen noticias de las andanzas de corsarios franceses (sig. 9/14, doc. núm. 121,
fol. 187).
390
JU AN C A R LO S GALENDE DIAZ
rregidor con la artillería de A vilés. Dos años más tarde, luego de
haber huido a León y excomulgar a sus adversarios, regresó a la
diócesis, en tanto que sus contrincantes eran sometidos a severas
penitencias y perdón público. En este estado de tirantez cada una
de las partes recurrió a sus superiores mayores: el obispo al Papa
y el corregidor al rey don Carlos, el cual mandó a Cisneros que
ordenase a Muros el levantamiento de las censuras; realmente
existieron grandes extralimitaciones por ambas partes14.
En este m ismo año de 1518 colaboró con Pablo de León a esta­
blecer en Oviedo el colegio de dominicos, con la finalidad de pro­
m over allí la predicación, las misiones populares y la formación
clerical, por medio de cátedras de Artes y Teología que se funda­
ron en el citado centro. Por otra parte, tam bién es justo signifi­
car que debido al incendio ocurrido en Oviedo durante la N a v i­
dad del año 1521, ejercitó notoriamente la caridad, activando poco
después las obras de la torre de la catedral, contratando a Berruguete en 1522 para que hiciera el dorado y pintura del retablo, pe­
ro, como sabemos, el pintor castellano no llegó a efectuar esta
obra, sino León Picardo. Adem ás, a su costa, abrió los caminos
del puerto de Pajares, obra inacabada cuando falleció, pero cuya
dotación fue prevista en su testamento.
A dem ás de lo expuesto, creó en Salamanca el colegio de San
Salvador — llamado luego de O viedo15—, y cuya bula fundacional
fue otorgada por Adriano VI el día 31 de agosto de 1522, a pesar
de comenzarse siete años antes. Este colegio fue pensado como
14 V. B e l t r á n d e H e r e d i a , Cartulario de la Universidad de Salamanca, vol. III,
Salamanca, 1971, págs. 371-404. Documentación referente a estos acontecimien­
tos es recogida por Vicente Beltrán del Archivo General de Simancas (sección
de Estado y libros de Cámara) y transcrita en dicha obra.
15 Sobre este colegio, y con referencias a la figura de Diego de Muros, se pueden
consultar los estudios publicados por J. M. F e r n á n d e z C a t ó n , «El Colegio Ma­
y or de San Salvador de Oviedo de la Universidad de Salamanca», Studium
Legionense, León, 1 (1960), págs. 259-329; y por J. L. P é r e z d e C a s t r o , «Don
Diego de Muros, deán de Santiago, obispo de M ondoñedo y de O viedo, y su
C olegio de Salamanca», Com postellanum, Santiago, 4 (1959), págs. 195-218.
Este últim o autor, con buen criterio, extracta y comenta varios fragmentos
de tres fuentes manuscritas redactadas en los siglos X V II y X VIII referentes
a la vida de Muros, en lo tocante, principalmente, a la fundación del Colegio
de San Salvador de Salamanca; fuentes tardías y de segunda mano, cuyos da­
tos hay que tom ar sobre ciertos puntos con gran reserva, por varias inexacti­
tudes que allí se contienen, que el articulista mismo reconoce. A sim ism o, en
la citada obra de Vicente Beltrán (Cartulario de la Universidad de Salaman­
ca) dedica el capítulo XVIII, «Diego de Muros, deán com postelano, obispo de
O viedo y fundador del Colegio de San Salvador en Salamanca» (págs. 371-404),
a inform arnos sobre este centro en su período fundacional.
C R IPT O G R A F IA MODERNA
391
auténtico seminario de prelados y tanto en su construcción como
en su organización se tuvo presente este objetivo, rehuyéndose de
toda ostentación y lu jo16. De igual forma, se puede asegurar que
era en la capital del Principado donde tenía pensado Muros esta­
blecer este centro, pero la falta de apoyo y solidaridad entre sus
inmediatos colaboradores le obligó a llevarlo más allá de Pajares.
Posteriormente, y en relación a la figura del emperador, sus
servicios también fueron notables. A sí, entre los más destacados,
hay que citar su concurso en la pacificación de Navarra cuando
fue invadida por tropas galas y tener custodiados los bienes de
los comuneros (parece ser que intervino en la contienda, siendo
herido por los insurrectos del obispo de Zamora). Igualmente, en
1521, el día 9 de abril, se dirigió a Carlos V , en nombre del Conse­
jo de Estado —afincado en Tordesillas—, para instarle que repri­
miera form alm ente la herejía luterana17.
Lo enojoso del cargo y la enemistad personal que hacia él con­
cibió el almirante de Castilla indujeron a Carlos V a destituirle
súbitam ente en 1522, con notable quebranto de su excelente re­
putación, terminando así su carrera política18; de todas las m a­
neras hay que significar que se vio implicado en querellas y re­
clamaciones de la hacienda real, comprobándose en ocasiones su
negligencia y parcialidad, tachas que conllevan además condenas
a resarcimientos en favor de algunos afectados. Como consecuen­
cia de ello, pasa a Oviedo, pero, paulatinamente diferentes ata­
ques de perlesía fueron minando la salud de Diego de M uros19,
que falleció en Oviedo el día 1 de agosto de 152520, siendo ente­
16
17
18
19
20
P. T a r s i c i o d e A z c o n a , La elección y reform a del episcopado español en tiem ­
po de los R eyes Católicos, Madrid, 1960, págs. 226-227.
Esta empresa, según consta en la correspondencia del Papa León X , fue soli­
citada a Diego de Muros por el propio Pontífice. Quizá, en com pensación, en
1522 el obispo ovetense pretendió de Su Santidad la nunciatura de España.
Esta congratulación personal del Papa León X se v io aumentada durante el
p on tificado de A driano VI, que mientras residía en España, le había distin­
guido con su amistad.
Sobre su escudo de armas se puede consultar el libro de Salustiano P ó r t e l a ,
op. cit., págs. 199-201.
Aunque no hay constancia fidedigna, algunos eruditos apuntan la posibilidad
de que Clemente VII le había concedido la púrpura cardenalicia casi al m is­
mo tiem po que fallecía; así, Salustiano P ó r t e l a (op. cit., pág. 202) m anifies­
ta que «no tuvo la satisfacción de recibir el rojo capelo, porque, p or triste ca­
sualidad, llegó el m ism o día en que se celebraban sus honras fúnebres, com o
se lee en los A nales del colegio del Salvador, en Salamanca».
J. L. G o n z á l e z N o v a l í n , op. cit., pág. 1.753. Como sucedía anteriormente,
otros autores apuntan otras fechas cercanas, e incluso algunos retrotraen su
óbito al año anterior.
392
JU AN CA R LO S GALENDE DIAZ
rrado en la capilla m ayor de la catedral de Oviedo, en el lado de
la epístola21.
Entre la labor bibliográfica que se le atribuye, sin duda, des­
tacan las siguientes obras, en alguna de las cuales se puede ad­
vertir un elegante latín: Breve epithoma rerum apud M a l a c a m gest a r u m (Zaragoza, 1487), D e victoria Serenissimi Regis Hispaniar u m contra m a u r o s granatenses (Roma, 1488), Panegiris de obitu
illustrissimi domini Johannis, Hispaniae principis (Valleoleti,
1497)22, Exortación a los reyes nuestros señores sobre el caso
acaescido (Valladolid, 149 7)23 y Memorial latino al cardenal
Adriano, gobernador de E s pa ña (1516)24.
Vistas estas concisas noticias biográficas25, centrémonos en el
análisis de la cifra aludida, cuyos corresponsales, como ya m en­
cionamos, son los Reyes Católicos y el obispo de Oviedo Diego de
Muros. A sim ism o, más arriba, hemos calificado este cifrario co­
mo curioso, debido, no a su aspecto ni características externas, si­
no a su contenido interno, ya que como veremos, los nombres ele­
gidos para sus correspondencias codificadas así se pueden cata­
logar.
21
Otras referencias a la figura del obispo Diego de Muros se pueden encontrar
en los estudios de F. B ouza Brey, «L os Guillelmez de Bendaña y la genealo­
gía de D. Diego de Muros», Boletín de la Comisión de M onum entos de Oren­
se, Orense, 12 (1939), págs. 32-43 y 66-80; y J. L. G onzález N o v a l í n , «El deán
de Santiago, D. Diego de Muros. Su puesto en la historia del humanismo es­
pañol», A ntología Annua, 22-23 (1975-1976).
22 Estas tres obras citadas son analizadas por J. L.
23
24
25
G o n z á l e z N o v a l í n en su es­
tudio «Los opúsculos latinos de los Diego de Muros», A sturiensia M edievalia, O viedo, 1 (1972), págs. 357-390, llegando a la conclusión que las dos pri­
meras son de Diego de Muros, obispo de Canarias, y sólo la tercera, el epíto­
me que dirige al Papa y al colegio cardenalicio con m otivo de la prematura
muerte del príncipe don Juan (conservado en la Biblioteca Casanatense de Ro­
ma, inc. 1908), es del obispo ovetense.
Este tratado filosófico-p olítico, escrito en lengua vulgar y atesorado en la B i­
blioteca Nacional (ms. 495), versa sobre el atentado que sufrió el rey don Fer­
nando en 1494. De él se ha ocupado M . A l c o c e r M a r t í n e z en su obra Catálo­
go razonado de obras impresas en Valladolid, 1481-1800 (Valladolid, 1926, págs.
38-39), quien tam bién pone en duda su autoría.
Esta concisa publicación fue publicada en la obra de J. G a r c í a O r o (op. cit.,
pág. 110); en ella, Diego de Muros inform a al regente de los atropellos que ha
sufrido por iniciativa del corregidor asturiano, y al igual que en otras ante­
riores, su autoría sigue siendo un dilema.
Una breve biografía de Diego de Muros nos la ofrece J. M. F e r n á n d e z C a t ó n
(op. cit., págs. 264-267), quien la recoge de un manuscrito dieciochesco conser­
vado en el A ch ivo Diocesano de León (ms. 52), el cual contiene las constitu­
ciones, ritos, preceptos y nombre de los alumnos del C olegio M ayor de San
S alvador de Salamanca. Hemos creído conveniente traerla a estas páginas,
p or lo que hemos decidido incluirla en el apéndice documental.
C R IPTO G R A FIA MODERNA
393
En cuanto a su lugar de conservación, hay que localizarlo en
la Biblioteca de la Real Academia de la H istoria26. En este cen­
tro, en un volumen manuscrito, compuesto por 25 hojas —tamaño
folio— , se inserta esta cifra junto a otras once, ya que son doce
las que, actualmente, lo componen. Como acabamos de significar,
ahora encontramos una docena de cifras, pero es fácilmente pre­
sum ible que tiempo atrás este número fuera superior, ya que se
puede comprobar cómo algunas han sido sustraídas y otras están
m utiladas. A sim ism o, délas atesoradas, una serie de ellas tienen
fragm entos prácticamente ilegibles, debido a la humedad o rotu­
ras. De la m ism a manera, todas ellas están escritas con tinta ne­
gra sobre papel y encuadernadas en pergamino, puediendo leerse
en el lomo del ejemplar la leyenda «Cifras de los Reyes Católicos»,
aunque no todas se pueden fechar en este período de tiem po; co­
mo prueba de ello, veamos a continuación la reseña completa de
las cifras que se encuentras en este volumen: cifra general de los
Reyes Católicos, cifra del visorrey , cifra con fray Juan de Mauleón, cifra con el arzobispo Montesregalis, cifra con don Juan Ruiz
de Medina, cifra con el arzobispo de Zaragoza don Alonso de A ra ­
gón, cifra entre los componentes de la fam ilia real, cifra particu­
lar entre Alonso de Silva y Garcilaso de la Vega, cifras de don Juan
Manuel con su esposa y con el marqués de Villena, cifra entre Juan
Claros y Diego A lfon so de Páramo, y finalm ente, la dicha cifra
con el obispo Diego de Muros27.
En conjunto, nos encontramos con una serie de tablas cifradoras de parecidas características, a excepción de la mantenida en­
tre Diego A lfonso Páramo y Juan Claros, que es de carácter nu­
mérico y mucho más tardía que las demás (finales del siglo X V II
o comienzos del X V III). El resto están fundamentadas en los no­
menclátores compuestos por un vocabulario homofónico y un có­
digo de símbolos especiales que correspondían a algunos térm i­
nos cuya utilización se preveía frecuente; además se basan en un
sistem a de sustitución simple con varias claves. De la m ism a m a­
nera, prácticamente en todas ellas, los caracteres empleados pa­
ra configurar el alfabeto son de índole esteganográfico, mientras
que las correspondencias codificadas del vocabulario convenien­
te al uso son de carácter literal, configuradas por bigramas o trigramas sin sentido semántico.
26
27
B iblioteca de la Real Academ ia de la Historia, signatura 9/15, fol. 15.
Cifra que también inluiremos en el apéndice documental, manteniendo la gra­
fía original en su transcripción.
394
JUAN CARLOS GALENDE DIAZ
En relación a éstas, el cifrario de Diego de Muros es singular,
ya que en el alfabeto homofónico encontramos también caracte­
res numéricos, y los términos cifrados del código sueles referirse
a personajes históricos de la antigüedad, como podremos obser­
var más adelante. Esta es otra razón por la que hemos querido de­
dicar un estudio particular a este cifrario, con el fin de facilitar
la comprensión de todos aquellos criptogramas confeccionados con
ella, y con los que frecuentemente ambos personajes se transm i­
tían noticias, tanto de naturaleza política como social o económica.
De igual forma, podemos especificar que este nomenclátor es
m uy sencillo en su configuración, ya que en él no encontramos ni
elementos nulos ni duplicantes. Se reduce a un alfabeto de 21 le­
tras, con una sola representación secreta por cada una, a excep­
ción de las vocales (excepto la E ) y de las consonantes F, R y S'28,
y de un código de 54 palabras, referidas generalmente a persona­
jes públicos (reyes, infantes, condes, duques, príncipes, obispos,
secretarios, cardenales, etc.) o a lugares geográficos (países, rei­
nos, ciudades, etc.), siendo únicamente las figuras del rey Fernan­
do y de la reina Isabel las que tienen doble término cifrado («Or­
lando» y «Ordonio» para el primero, y «Omero» y «Orpheo» para
la segunda).
Finalm ente, y refiriéndonos al método empleado en la confi­
guración de este cifrario, podemos asegurar que nos encontramos
ante el más utilizado en esta etapa29, en detrimento de otros ta­
les como regletas, rejillas y tablas, y es que nos hallamos ante uno
de los métodos más seguros, quizá el mejor, para transm itir co­
municados secretos, junto con el sistema de ocultación; no o lv i­
demos que cualquier sitio ha sido buen escondite para este m e­
nester.
A PE N D IC E D O C U M E N T A L
Biografía de Diego de Muros, obispo de M o n d o ñ e d o y de Ovie­
do, confeccionada por el licenciado Espinosa, arcediano de Tineo.
A rchivo Histórico Diocesano de León, Fondo Episcopal, m anus­
crito 52, folios 5r y 5v.
28
29
Las grafías 17 y V se emplean indistintamente, bien con valor vocalico o con­
sonàntico.
Será en la correspondencia codificada mantenida entre la corte de Mantua y
Sim eone da Crema en 1401 cuando se use por primera vez, según nuestras no­
ticias, el prim er cifrario hom ofónico.
C RIPTO G R A FIA MODERNA
395
«V ID A DE EL ILLUSTRISSIMO Y REVERENDISSIMO SEÑOR DON DIE­
GO DE MUROS OBISPO DE OVIEDO Y FUNDADOR DE EL COLEGIO DE SAN
S A L V A D O R DE OVIEDO, EL M AYOR DE LA UNIVERSIDAD DE SA L A M A N ­
CA, SA C A D A DE PAPELES Y MEMORIAS DE LA SANTA YGLESIA DE OVIE­
DO POR EL LIZENCIADO ESPINOSA, ARCEDIANO DE TINEO.
Don Diego de Muros natural de la villa de Muros de Noya de
Galicia, nacido de pobres padres, aunque hidalgos, siendo de po­
ca edad pasó a Roma, entró en servicio de un cardenal, amigo de
el Cardenal de España don Pedro González de Mendoza y como
gran presente se le embió por secretario desde Roma a España,
el Cardenal lo acceptó, aunque tenía otros secretarios; conocido
el valor, y havilidad de Diego de Muros, todos los negocios de im ­
portancia los trataba con él, y quando tenía el Cardenal algunos
negocios con los Reyes Catholicos, embiaba siempre al Diego de
Muros para que los tratasse con sus Altezas, de donde vino en grandissim a gracia con los Reyes Catholicos, y en poco tiempo el Car­
denal por los indultos, reservas y expectativas, que en aquel tiem ­
po se usaban le hizo chantre de Ubeda, deán de Jaén, canónigo de
Sevilla, y de Oviedo. Tenía otros muchos beneficios sim ples. En
la Guerra de Granada anduvo en servicio del Cardenal, y la escrivió toda en latín m uy elegante, y está impresa. Quando los Reyes
Catholicos querían tratar algunas cosas con su Santidad, él era
su secretario. En este tiempo obtuvo el decanazgo de Santiago, y
aconteció un quento de mucha gracia, y de grandissima importan­
cia para los Reyes Catholicos; fue, que saliendo de la Guerra de
Granada gastados, y empeñados, llegó a ellos a Segovia el deán
de Santiago suplicando a sus Altezas hiziessen un hospital en San­
tiago por causa de los muchos romeros que venían a aquella San­
ta Y glesia, y los más de ellos en llegando morían del largo cam i­
no, y m al tratamiento, persuadiéndoles que sería gran servicio de
Dios, y bien suyo la obra; al Rey Catholico le dio tan gran risa,
que se echó de espaldas sobre la silla diziendo: como deán, veism e en el hospital, y queréis que haga hospitales? Respondió el
deán: haga vuestra Magestad éste, que yo le sacaré del hospital;
y assí lo hizo, porque por orden de los Reyes Catholicos escrivió
a su Santidad, y se ganó una Bula de grandes indulgencias con un
real de limosna, que no sólo la tomaron en España hasta los ni­
ños, más fuera de ella se sacó grandissima limosna, con la qual
se hizo el H ospital Real, y el Rey fue socorrido, y don Diego de
Muros quedó por administrador del con docientos mil maravedís
de salario. Después vacando el año 105 (sic: 1505) el obispado de
M ondoñedo, los Reyes Catholicos le presentaron, dudó de accep-
396
JUAN CARLOS GALENDE DIAZ
tarlo, porque valía más la renta que dexaba, que lo que valía el
obispado, mas porque entendió servía en acceptarlo a sus A lte ­
zas, lo hizo. V alía el obispado de Mondoñedo quando lo acceptó
370.000 m aravedís, y quando le dexó, que fue el año de 1512, ren­
taba ya 700.000 maravedís. De allí vino a este obispado, a donde
como quissiese reformar algunas costumbres, y sacar muchas ren­
tas enagenadas, en poder de muchos cavalleros, cayó en grande
odio con ellos, y alguna enemistad con sus cavildos, y también con
el corregidor de esta ciudad, que era don Pedro Manrique de Lara, con el qual, porque para una necesidad el obispo le presentó
su aparador de plata, y después se le pedía, vino en gran rom pi­
miento. Sucedió que haviéndose acogido un delinquente a la yglesia, y al m ism o sacramento en San Vicente, el corregidor le hecho
un lebrel, que le sacó por las tripas, y ahorcolo, y el obispo proce­
dió contra él con censuras. De esto indignado el corregidor hizo
informaciones grandes, y falsas contra el obispo; y como todo es­
taba rebuelto por aquel año, que era el de 1516, falleció el rey don
Fernando, el corregidor dio sentencia contra el obispo, en que le
m andaba saliese de todo el Principado. El obispo, por evitar rui­
dos, y muertes, aunque el cavildo y sus vasallos le daban bastan­
te ayuda contra el corregidor, fuesse a Noreña; allí le fue a cercar
el corregidor con tres m il hombres, y también por evitar los m a­
les, que se podían seguir, a ruego de algunos caballeros se pasó
a León, y de allí procedió con sus censuras contra el corregidor,
y sequaces. El negocio paró en que el obispo volvió a su obispa­
do, y los culpados salieron descalzos, y sin gorras, y con velas en
la procesión, y le acompañaron desde esta Santa Yglesia hasta el
convento de San Francisco. El corregidor passó a Flandes contra
el obispo, y allí no hizo nada; desde allí fue a Perpiñán a donde
murió excom ulgado. Gobernó su obispado santamente. En su
tiem po año de 1521 por Navidad, se quemó gran parte de esta ciu­
dad, vinieron a ella los frailes dominicos, y fueron bien recividos,
dioles muchas rentas, y sitio para el monasterio. Quiso reform ar
los hospitales de esta ciudad que andaban en poder de legos, pre­
tendiendo de todos hazer uno, no salió con ello; pretendió hazer
aquí en la capilla del Rey don Alonso el Casto, un colegio; tuvo
tam bién sobre ello contradicción por algunas personas poderosas
del cavildo, y assi lo hizo en la Universidad de Salam anca, que
se llam a de San Salvador de Oviedo, una de las señaladas, y he­
roicas obras, que ay, no solo en aquella Universidad, sino en to­
da España, y después de le haver edificado, y dado mucha renta,
397
CR IPTO G R A FIA MODERNA
le dexó por su universal heredero, aunque esto no huvo lugar, por­
que se metió el fisco con ciertas ocasiones en toda la hazienda.
Murió año 1524, está enterrado en esa Santa Yglesia junto a
don García Ramírez, que es la capilla mayor al lado de la epísto­
la junto a la rexa.»
Tabla cifradora mantenida entre los Reyes Católicos y el obispo Diego de Mu­
ros. Biblioteca de la Real Academia de la Historia, signatura 9/15, folio 15r.
Papa .................................................................................................
Cardenal Sant Pedro ad Vincula.............................................
Cardenal de San Jorge...............................................................
Cardenal de Santa Cruz.............................................................
Roma ................................................................................................
Abissus
Antipatro
Athico
Mercurio
Arabia
398
JU AN CARLOS GALENDE DIAZ
— España .............................................................................................
— Italia ................................................................................................
— Frangia ............................................................................................
— Ñapóles ...........................................................................................
— Navarra ...........................................................................................
— Norm andia .....................................................................................
— Bearne .............................................................................................
— Condado de F o x ...........................................................................
— Mylan ...............................................................................................
— Rey de F r a n c ia ..............................................................................
— Em perador Rey de R om a n os....................................................
— Rey de U n g r ia ...............................................................................
— Rey de Polonia y B o h e m ia ........................................................
— Rey de Ñapóles ............................................................................
— Reyna de Ñapóles .........................................................................
— Archiduque de Borgoña .............................................................
— Rey de Portugal ...........................................................................
— Señoria de V en eg ia ......................................................................
— El t u r c o ...........................................................................................
— Rey de Inglaterra .........................................................................
— Rey de N a v a rra .............................................................................
— Reyna de N a v a rra ........................................................................
— Duque de Milán .............................................................................
— Conde del A b r e t ...........................................................................
— Duque de V a len tin on es..............................................................
— Señoria de F lo re n cia ...................................................................
— Princesa Madama M argarita.....................................................
— Cardinalagdo o c a p e lo ................................................................
— Argobispado ...................................................................................
— O bispado .........................................................................................
— A b a d ia .............................................................................................
— El Rey de España, nuestro s e ñ o r ............................................
— La Reyna de España, nuestra s e ñ o r a .....................................
— Principe de E sp a ñ a .....................................................................
— La infante doña M a r ia ...............................................................
— La infante doña C a ta lin a ..........................................................
— Com endador M ayor de L e o n .....................................................
— Don E n rriq u e ................................................................................
— A rgobispo de T o le d o ....................................................................
— A rgobispo de S e v illa ...................................................................
— Obispo de C o r d o v a ......................................................................
— Secretario A lm a g a n .....................................................................
— Lo rengo X u a r e z ............................................................................
— Don Juan de R ib e r a ....................................................................
— Dean de S a n tia g o .........................................................................
— Am istad ...........................................................................................
— Mucho ...............................................................................................
— Que ....................................................................................................
_ Por ...................................................................................................
Ardea
Andria
Athenas
Adonias
Atlante
Andria
A dronico
A lberto
A lfa
Eraclio
Enielo
Em bolism o
Eliseu
Esdras
Eléboro
Eleazaro
Eolus
Energia
Erugo
Edon
Ebron
Elisa
Erodoto
Erculeo
Edulio
Erotima
Ebosus
Erm ofilas
Enfiteosis
Evesia
Evarius
O rlando-Ordonio
Om ero-Orpheo
O liverio
Ormisda
Orosio
Vriaco
Vespasiano
Vandalico
Um brigio
Vernáculo
Vinea
V aldobinos
Valdes
Validius
Vilis
Valus
Volus
Vallis
LA FUENTE DE FONCALADA (OVIEDO)
S e r g io R
ío s
G
o nzález
R o g e l io E s t r a d a G
J a v ie r C h a o A
a r c ía
rana
INTRODUCCION
En octubre de 1991 el Ayuntamiento inicia las obras destina­
das a dotar a la Foncalada con un nuevo colector de desagüe. Da­
do que esta actuación afectaba al entorno de un monumento na­
cional, los trabajos fueron objeto de un seguimiento arqueológi­
co desarrollado bajo la supervisión del Servicio de Patrimonio del
Principado.
A través de este control, que fue encargado por el Consistorio
ovetense a nuestro equipo, se pudo saber que el subsuelo de la pla­
za albergaba una serie de elementos constructivos que señalaban
claramente cómo la fuente conocida hasta entonces, form ada por
un edículo de sillería con vertiente a dos aguas, era en realidad
una de las partes de una estructura más compleja. Informados del
hallazgo tanto el Ayuntam iento de Oviedo como la Consejería de
Cultura, ambas instituciones decidieron proceder a descubrir en
lo posible estos restos arqueológicos.
Esta primera publicación de los resultados de las excavacio­
nes realizadas en la plaza entre 1991 y 1994 pretende exclusiva­
mente dar a conocer el edificio mediante una descripción de las
partes que la componen y una propuesta de reconstrucción que po­
demos considerar como provisional, dado que el estudio arqueo­
lógico aún no ha sido terminado. En ésta, junto con planteam ien­
tos que podemos considerar ya como seguros, adjuntamos otros
cuya definición precisaría en el mejor de los casos de la inform a­
ción recogida en el registro arqueológico.
400
SERGIO RIOS G O N ZA L E Z, ROGELIO E STR A D A GAR C IA Y JA V IE R CHAO A R A N A
D E S C R IP C IO N
A unque limitaciones de carácter urbanístico impiden por el
m omento poder contemplar la integridad de sus vestigios, los dis­
tintos elementos que han quedado vistos tras las excavaciones son
suficientes para poder determinar con bastante exactitud las ca­
racterísticas constructivas de este importante monumento oveten­
se. Consta la Foncalada de un canal de sum inistro, de un edículo
que realza la salida del agua al exterior y, finalm ente, de un es­
tanque destinado a retener el caudal. Estas tres partes form an un
conjunto alineado en sentido W-E (lám. I), cuyas medidas actua­
les, a falta de descubrirse los dos extremos, superan los 19 mts.
de largo por casi 8 mts. de anchura media.
El aspecto más destacable de la construcción es sin duda su monumentalidad. Carácter que viene dado por sus dimensiones, por
la calidad de la m ayoría de los materiales y el tamaño de los dis­
tintos aparejos utilizados, y finalmente, por obedecer su plantea­
miento arquitectónico a criterios modulares que resuelven de for­
ma armónica las relaciones proporcionales entre las distintas par­
tes del conjunto. La nobleza del recinto sólo se ve empañada por
una cierta imperfección en la ejecución; especial mención merece
en este apartado el tratamiento dado a la axialidad que transm i­
te la planta.
Emplazam iento
Pese al elevado grado de urbanización del entorno de la Foncalada se puede llegar todavía a conocer de manera aproxim ada
las características topográficas que tenía en origen el em plaza­
miento. En esta tarea son de gran ayuda los mapas de la ciudad
levantados en la segunda mitad del siglo pasado y principios de
éste1, ya que corresponden a momentos en los que la densidad
edificatoria de la zona era todavía muy baja. En estos planos pue­
de verse cómo la fuente se localiza en una pequeña hondonada
abierta en una ladera orientada al O-N O, aprovechando un pun­
to de inflexión de la pendiente a partir del cual ésta comienza a
suavizarse.
1 En especial, los levantados por Angel Alvarez de A raujo y Cuellar (1869), Ma­
nuel Góm ez Vidal (1885) y, en menor medida, Manuel López-Doriga y A ntonio
Landeta (1917).
LA FUENTE DE FO N C A LA D A (OVIEDO)
Lámina I: Vista general de la fuente desde el E.
401
402
SERGIO RIOS G O N ZALE Z, ROGELIO E STRADA GAR C IA Y JA V IE R CHAO A R A N A
La erección de este monumento fue precedida de una prepara­
ción del lugar de envergadura, con el fin de permitir el encajona­
miento de la estructura en el terreno. Esta excavación estuvo en
función de la cota marcada por las necesidades de captación y su­
puso la apertura de una fosa de gran volumen que obligó incluso
a rebajar el sustrato rocoso. En donde aflora éste, la construcción
apoya directamente sobre los entalles practicados al efecto, o bien
sobre un lecho compuesto por arcilla y restos de talla. En las zo­
nas en las que la profundidad alcanzada por la excavación no es
suficiente para descubrir el roquedo, la estructura descansa so­
bre un paquete de arcillas y fragmentos calcáreos.
Canal
Engarzado con la pared posterior del edículo, se conservan los
tres últimos metros del canal de suministro. Este conducto, con
una anchura media que oscila en torno al metro, presenta unas
paredes levantadas con dos hiladas de gran aparejo cuadrangular en caliza que conforman unos paramentos con una ligera in­
clinación hacia el interior (alzados X -X ’ y Y-Y’)- Al igual que en
la práctica totalidad de la construcción, lo más probable es que
estos muros descansen sobre una base de bloques calcáreos.
De la cubrición se conservan tres grandes bloques monolíticos
en caliza. Solamente podemos facilitar las medidas del situado
más al este —260 x 108 x 42 cms.—, ya que los otros dos permane­
cen todavía semiocultos.
Las características del pavimento las podemos conocer gracias
a los testigos del mismo que aún se conservan bajo el último de
los bloques de la cubierta. Sobre un lecho de arcilla descansaba
una solera de arenisca cuya fijación se aseguraba mediante cuñas
de piedra interpuestas entre las losas y las paredes del conducto.
Al exterior se encuentran los restos del relleno que adosa a los
laterales de la canalización. En el flanco sur este aparejo se com­
pone de grandes piezas de caliza y arcilla que recubren también
el lateral del edículo. Al norte se localiza en cambio un mampuesto
de arcilla y pequeñas lajas de arenisca. La presencia de una serie
de estructuras modernas, especialmente del muro de contención
de la calle Gascona, del testigo de la escalera que permitía el ac­
ceso a la plaza y, finalmente, de los restos del arranque de la bó­
veda de un viejo colector, impiden determinar con exactitud la
anchura que alcanzan estos rellenos, aunque lo más probable es
que ésta llegue hasta los mismos límites laterales registrados a
la altura del edículo y el estanque.
LA FUENTE DE FO N C A LA D A (OVIEDO)
403
El intenso proceso urbanizador que transformó el aspecto de
la calle Foncalada durante los años 50 supuso entre otras cosas
la anulación y parcial destrucción de este canal, hecho que provo­
có que por el testigo del conducto que acabamos de describir co­
menzaran a aflorar las aguas residuales procedentes de cotas su­
periores. Lo cual motivó a su vez que una de las actuaciones del
proceso de urbanización de la plaza de Foncalada fuera la de se-
ALZADO
llar su interior. Para este cometido se levantó un encofrado que
se rellenó con hormigón tras desplazar los bloques de la techum­
bre. Al menos el más oriental no se restituyó exactamente a su
posición originaria, ya que actualmente descansa sobre una capa
de hormigón; además, tanto esta pieza del canal como una hilera
en saledizo de la fachada posterior del edículo, sobre la que abun­
daremos más adelante, presentan las huellas de los entalles que
permitían que la conexión entre ambos elementos fuera mucho
más perfecta que en la actualidad. Junto con el encofrado se acon­
dicionó asimismo un aliviadero consistente en dos tubos cuya ins­
talación provocó la ruptura parcial del segundo de los bloques de
la techumbre y el cajeado de los bloques de caliza que configuran
el relleno situado en el lateral sur del canal. No sólo fueron las
tapas de la cubierta las únicas afectadas por las obras de sellado,
404
SERGIO RIOS G O N ZAL E Z, ROGELIO ESTR A DA G A R C IA Y JA V IE R CHAO A R A N A
ia desaparición del pavimento de la mayor parte del canal posi­
blemente también tenga relación con las mismas, ya que éste se
conserva solamente en el espacio no ocupado por el cierre de hor­
migón. Las dos losas de este testigo presentan dos oquedades que
también fueron rellenadas con cemento.
U
5
3
ALZADO
Edículo
Se trata de un templete de planta rectangular, cubierta a dos
aguas y bóveda de cañón peraltada que recorre longitudinalmen­
te su interior. Está construido con sillería arenisca perfectamen­
te escuadrada que se levanta sobre un basamento compuesto por
espectaculares bloques ciclópeos de caliza con las juntas selladas
LA FUENTE DE FON CALADA (OVIEDO)
405
con arcilla. La dimensión aproximada de los dos monolitos cen­
trales oscila en torno a los 3,50 mts. de longitud y 1,50 mts. de an­
cho. El grosor máximo alcanza el metro.
Fachada
Mide 4,22 mts. de altura por 3,97 mts. de ancho. En el centro
se abre un arco con 19 dovelas y 2,10 mts. de luz del que arranca
la bóveda que recorre todo el interior. Muchos de los sillares que
configuran este hastial presentan restos epigráficos que desgra­
ciadamente se encuentran muy mal conservados, únicamente pue­
den transcribirse fidedignamente dos conocidas fórmulas protec­
toras labradas sobre el arco, las mismas rezan lo siguiente:
(HOC SIG)NO TVETVR PIVS HOC SIGNO VI(NCITVR INIMICVS)
(SIGNVM SALVTIS PO)NE DOMINE IN FONT(E ISTA VT NON PERMITAS)
INTROIRE ANGELVM PERCV(TIENTEM)
Se conserva asimismo tallado en el remate del frontispicio una
cruz de la Victoria con el alfa y la omega pendientes de sus brazos.
C á m a r a y conexión con el canal de sumisnistro
El interior del edículo presenta un perímetro cuadrangular con
las siguientes medidas: 2,16 y 2,20 mts. para los lados norte y sur,
2,15 y 2,05 mts. bajo el arco de la fachada y en el muro W, respec­
tivamente. Al carecer de revestimiento, la cara superior de los blo­
ques del basamento se encuentra muy erosionada por la acción del
agua. A este desgaste se suma el producido por los entalles reali­
zados para instalar un caño bajo el arco de la fachada; las medi­
das de esta caja son las siguientes: 83 cms. en dirección E-O, 65
cms. en dirección N-S y 13 cms. de profundidad.
Al fondo de esta cámara se levanta el cierre, donde desemboca
el canal de suministro a través de un vano adintelado. Esta pared
se compone de nueve hiladas, las cinco primeras están en directa
relación constructiva con el canal, mientras que las cuatro restan­
tes ciegan el arco en el que finaliza la bóveda. La descripción por­
menorizada de la conexión edículo-canal es la siguiente (alzados
X -X ’, Y-Y’): la primera hilada del muro oeste la forman dos silla­
res en ángulo que engarzan con las paredes laterales del templete
y soportan parcialmente a la segunda hilada del canal; la tercera
hilada del muro, de menor grosor que las dos anteriores (15 cms.,
y 24 y 28 cms., respectivamente), presenta un cajeado en el sillar
406
SERGIO RIOS G O N ZAL E Z, ROGELIO E STR A D A GA R C IA Y JA V IE R CH AO A R A N A
de la jamba norte con objeto de permitir que el dintel que remata
el vano (128 x 61 x 22 cms.) pueda descansar también sobre las pa­
redes del conducto. Esta relación entre ambas fábricas se completa
con un segundo dintel, de menores dimensiones y también de are­
nisca, que apoya exclusivamente en las paredes del canal y que
sirve a su vez de soporte al saledizo que presenta la fachada pos­
terior del edículo, cuya función es la de favorecer el encaje con
el último de los bloques-tapa de la canalización.
Las cuatro hiladas que constituyen el cierre del arco posterior
del edículo presentan un paramento ligeramente retranqueado
respecto a las anteriores. En el centro de la primera, es decir, la
sexta del cómputo total del muro, se abre una pequeña hornacina
(32 x 18 x 17 cms.). La esquina norte de las dos últimas líneas de
sillares muestra los efectos de una pérdida parcial del aparejo.
Fachadas laterales y posterior
Los muros norte y sur tienen una anchura de 2,80 y 2,88 mts.,
respectivamente. Cada uno está constituido por doce hiladas de
sillares rematadas con los respectivos aleros del tejado, en nacela lisa. En ambas paredes el paramento de las cinco inferiores pre­
senta numerosas irregularidades que contrastan con el regular
aparejo que exhiben las restantes, las únicas visibles antes del ini­
cio de las excavaciones. La línea que delimita estos dos tipos de
planos, la misma que sirve de imposta a los arcos de las fachadas
anterior y posterior, es asimismo la divisoria entre dos partes des­
igualmente erosionadas, siendo la superior la que presenta un ma­
yor desgaste.
La fachada oeste mide 2,60 mts. de ancho. Su arranque se si­
túa sobre un saledizo que coincide con la rasante que mantiene
la cara superior del último de los bloques de la cubierta del ca­
nal. Como ya se ha señalado, tanto la tapa como los sillares pre­
sentan huellas de talla destinadas a favorecer su encaje. Al igual
que en el interior, la sillería y la argamasa del aparejo que ciega
el arco no difiere del resto del muro, si exceptuamos lógicamente
las partes que muestran claras huellas de actuaciones posteriores.
Flancos de la fábrica de arenisca
A ambos lados del templete y ocupando una anchura de unos
dos metros se encuentran los restos del relleno que ocultaba par­
cialmente las fachadas norte y sur. El grado de destrucción que
LA FUENTE DE FON CALADA (OVIEDO)
407
presenta esta zona de la Foncalada se debe fundamentalmente a
actuaciones recientes, especialmente a la instalación de colecto­
res y a las obras de urbanización de la plaza.
En el costado sur se puede apreciar cómo dos bloques que pro­
longan el basamento del edículo sobresalen unos dos metros res­
pecto al plano marcado por las fachadas laterales. Sobre este fir­
me se conservan junto al muro, perfectamente encajados con sus
salientes, algunos bloques de caliza unidos con arcilla que forman
parte del mismo relleno que adosa a la pared del canal de sumi­
nistro.
Al norte, las características del aparejo pueden conocerse me­
jor, en gran parte gracias a un pozo de 180 x 116 cms. producido
por la extracción de piedra realizada durante la reforma de la pla­
za. Sobre el nivel correspondiente al basamento del edículo y a
su prolongación lateral, cada uno de los perfiles de esta brecha
abierta en el aparejo muestra los siguientes testigos: al S (alzado
E’-D), la pared del edículo; por el W (alzado D’-D), escalonamiento
de tres líneas de bloques; al N (alzado D-E), hilada de bloques per­
teneciente al muro septentrional del estanque; al E (alzado E-E’),
testigo de dos hiladas de bloques, engarzado por la inferior con
el lienzo del corte N.
A tenor de esta distribución, la solución adoptada es diferente
a la del costado meridional, aunque el resultado constructivo ve­
rosímilmente debió de ser el mismo. Las hiladas del corte W mar­
can una clara transición entre los materiales anexos al canal, pie­
dra arenisca de pequeño tamaño y mayor presencia de arcilla, y
la obra de bloques de caliza. Al igual que en el sur, por la disposi­
ción del aparejo parece entreverse una cierta relación con la obra
del edículo, especialmente en el corte W. El testigo N demuestra
que el lienzo correspondiente a la pared septentrional del estan­
que arranca desde antes del edículo, con lo cual marca el límite
lateral de la fuente en gran parte de la construcción.
Estanque
Las excavaciones no han podido descubrirlo íntegramente, ya
que su longitud sobrepasa los límites marcados por la acera y la
fachada que cierran la plaza por el este. La parte despejada so­
brepasa los 14 metros y su anchura media se acerca a los 8 metros;
delimita lateralmente con dos muros a los que se adosan junto al
edículo los cuerpos de las escaleras de acceso. La presencia de és-
408
SERGIO RIOS G ON ZALEZ, ROGELIO ESTRADA G A R C IA Y JAVIER C H A O A R A N A
tas provoca los consiguientes retranqueos en el perímetro inter­
no del vaso. El pavimento, formado por bloques, sólo se mantie­
ne parcialmente.
P a v im en to
El tramo conservado corresponde al espacio existente entre las
dos escaleras, es decir, algo más de 5,50 mts. de largo por una an­
chura media de 3,50 mts. Consta de una alineación central de tres
bloques ciclópeos que se completa con las zapatas de las escale­
ALZADO
ras situadas a nivel. Las juntas resultantes aparecen selladas con
arcilla. Las tres grandes piezas poligonales, de contornos bastan­
te irregulares, tienen las siguientes dimensiones (en sentido W-E):
308 x 177 cms., 280 x 225 cms. y 290 x 199 cms., respectivamente. Su
LA FUENTE DE FON C A LA D A (OVIEDO)
409
grosor es menor que el existente en el basamento del edículo, por
lo que el piso se dispone a un plano inferior al de aquél.
La parte en la que el pavimento ha desaparecido es de mayo­
res dimensiones, ya que mide cerca de 9 metros de largo por 5,50
de ancho. En la mayoría de esta superficie aflora el sustrato, com-
ALZADO
(D-E)
puesto de caliza y areniscas, sobre el que se puede apreciar la obra
de cantería realizada para encajar los bloques del pavimento. En
una pequeña franja situada al W, el roquedo permanece todavía
oculto por el lecho de arcilla y restos de talla sobre el que iba la
solería.
Además de las señales relacionadas con el piso, la base del es­
tanque muestra asimismo las huellas de dos reformas arqueoló­
gicamente fechadas en torno a la segunda mitad del siglo XIII:
410
SERGIO RIOS GON ZALE Z, ROGELIO ESTR A DA G A R C IA Y JAVIER C H A O A R A N A
un canal, tallado tanto sobre los bloques como sobre el sustrato,
que recorre longitudinalmente la superficie descubierta ligera­
mente desviado del eje del estanque; y una alineación de aguje­
ros de poste excavados en la roca viva que enlaza los testigos de
los dos muros laterales.
ALZADOS
(D-D, E-E)
M u r o s laterales
Sus características constructivas son dispares. Como ya hemos
señalado al referirnos a los laterales del templete, el lienzo sep­
tentrional arranca desde antes de la línea marcada por la facha­
da posterior del edículo. Tiene un metro de ancho y está levanta­
LA FUENTE DE FON C A LA D A (OVIEDO)
411
do con un aparejo a soga y tizón algo irregular, configurado con
bloques de caliza unidos con arcilla. En la zona del estanque en
la que ha desaparecido el pavimento se puede contemplar, junto
con el paramento interno, las dimensiones de las zapatas de este
muro. La cara exterior no ha podido ser estudiada a causa de las
limitaciones espaciales impuestas a la exploración, aunque sí se
ha logrado determinar la presencia de una capa aislante de arci­
lla y piedras, fundamentalmente de arenisca, adosada a la misma
y conservada hasta un nivel superior al que presenta el propio mu­
ro. La longitud total descubierta supera los 18 metros, correspon­
diendo al estanque casi 14,50 metros.
El recorrido marcado por los restos de la pared sur comienza
a partir del frente marcado por la prolongación del basamento del
templete. Su espesor es, al igual que en el anterior, de aproxima­
damente un metro, pero en este caso junto a la arcilla se han uti­
lizado lajas de arenisca. El aparejo apoya en más de la mitad del
lienzo sobre zapatas de caliza, descansando directamente sobre el
sustrato, acondicionado previamente con un trabajo de cantería,
en casi todo el tramo que flanquea el sector del estanque sin pa­
vimento. El aislamiento adosado al paramento exterior es de dos
tipos, junto a un relleno arcilloso de características similares al
registrado en el costado septentrional, se localiza debajo, adosa­
da a la zapata, una capa de textura más arenosa. La longitud que
alcanza este muro es de 14,72 metros, aunque en el tramo situado
más al este ha desaparecido por completo la obra de maniposte­
ría y sólo queda la huella de la caja practicada en el roquedo calizo.
Escaleras
Se localizan al oeste, adosadas a las paredes laterales del es­
tanque y al basamento del edículo. Estas estructuras poseen una
anchura media de 1 metro y longitudes que alcanzan los 5,65 mts.
en la norte y 5,75 mts. en la sur, respectivamente. A nivel cons­
tructivo, los restos de ambas escalas presentan idéntica solución:
un cuerpo mural levantado con un emplecton compuesto por un
relleno de piedra caliza y arenisca aglutinada con arcilla sobre el
que se traba el paramento y un primer tramo de escalones. En el
cuerpo de la escalera septentrional se conservan dos hiladas de
sillares y dos peldaños, sobresaliendo por encima restos del re­
lleno. En el del otro lateral, la segunda hilada está incompleta y
sólo subsiste un escalón.
412
SERGIO RIOS G ON ZALEZ, ROGELIO ESTR A DA G A R C IA Y JAVIER C H A O A R A N A
El paramento de ambas escaleras presenta unas característi­
cas similares al visible en el muro lateral norte del estanque. Los
escalones del último tramo que se conserva, muy desgastados por
el agua, están tallados sobre bloques monolíticos de caliza.
RECONSTRUCCION
Canal
La retirada del hormigón y tubos que lo enmascaraban ha per­
mitido llegar a saber que el caudal de la Foncalada no afloraba
al fondo del edículo, como tradicionalmente se ha venido admi­
tiendo, sino que era transportado hasta dicho punto por un canal.
Las características constructivas y la sección de este conducto han
podido ser estudiadas con bastante exactitud durante las excava­
ciones; por desgracia, no se ha podido dilucidar en cambio el sis­
tema de captación y la longitud de la canalización.
Edículo
Las reparaciones que muestran sus paredes tan sólo han con­
llevado alteraciones en la configuración del aparejo, por lo tanto
no ha variado el alzado de la construcción. No ocurre lo mismo
en lo relativo a los aspectos ornamentales, ya que dos piezas re­
cuperadas durante las excavaciones permiten documentar elemen­
tos decorativos desconocidos hasta ahora. La primera (102 x 57 x 37
cms.) corresponde al extremo oriental del alero norte, ya que una
de sus caras tiene grabadas las letras « t i e n t e m » , las cuales com­
pletan el término «PERCUTIENTEM », última palabra de la segun­
da fórmula que es posible transcribir entre los restos epigráficos
que conserva la frachada principal (fig. 1). Los caracteres de esta
pieza del alero aparecen rematados por un testigo de la moldura
de perfil rectilíneo que debió de culminar todo el hastial.
Junto con los aspectos decorativos, este sillar de arenisca su­
ministra asimismo información de carácter constructivo a través
del sobrelecho, donde muestra dos orificios con un diámetro y pro­
fundidad en torno a los 4,5-5 cms. que testimonian el empleo de
grapas.
La segunda de las piezas labradas (158x42x31) presenta un
gran desarrollo longitudinal, un perfil triangular rebajado en la
base y tres molduras de sección circular que la recorren por com­
pleto (fig. 2). Estas se traducen en uno de los extremos en sendas
LA FUENTE DE FON C A LA D A (OVIEDO)
FIG
1
413
414
SERGIO RIOS G ON ZALEZ, ROGELIO ESTRADA G A R C IA Y JAVIER C H A O A R A N A
espirales unidas por cordones. Creemos que la función originaria
de este elemento sería la de fastial, con las espirales rematando
la cruz de la Victoria de la fachada, ya que el ángulo que presenta
su base coincide con el de la lima del tejado y por lo tanto permi­
te un perfecto asiento sobre el caballete.
Dadas las numerosas citas bibliográficas que consideran al cie­
rre del arco de la fachada posterior como el resultado de una re­
modelación realizada en 1848 por la Comisión de Monumentos2,
consideramos necesario dejar clara nuestra creencia de que dicha
obra corresponde a la fábrica originaria. A nuestro juicio, este arco
tiene una clara función constructiva: servir de descarga al dintel
que remata el vano en el que desemboca el canal de suministro,
y su cierre se explica simplemente por la necesidad de evitar el
foco contaminante que implicaría el mantener una abertura jus­
to encima del punto en el que el agua sale al exterior.
Sea cual fuere la cronología de estas cuatro hiladas lo seguro
es que no son resultado del arreglo practicado por la Comisión de
Monumentos en 1848. Los papeles que se conservan de esta insti­
tución no especifican en qué consistieron las reparaciones3, pero
Ciriaco Miguel Vigil, participante y conocedor de las actividades
emprendidas por la Comisión, dibuja el arco prácticamente en su
estado actual, señalando que «aparece tapiado desde antiguo»4.
Rasante y límites laterales de la Foncalada
en torno al edículo y canal
Por el análisis de los restos conservados en la zona sabemos
que las paredes del canal y los muros laterales y posterior del
edículo —estos últimos, parcialmente— estaban ocultos por una
acumulación de piedras aglutinadas con arcilla. La cota que al­
canzaba dicha obra en la zona del canal viene determinada por la
cubierta de éste y por la línea de imposta de la bóveda del edícu­
lo, la cual corresponde en la fachada posterior con una hilada so2
Joaquín Manzanares es el prim ero en sugerir que el arco posterior «fue tapia­
do posteriorm ente, acaso en 1848, cuando se reparó la fuente a sus expensas»,
A rte P rerrom ánico asturiano. Síntesis de su arquitectura. Tabularium Artis
Asturiensis, pág. 41. Oviedo, 1957. B oletín de la Com isión Provincial de M o­
num entos, 1, pág. 177. Oviedo, 1957.
3 C a n e l l a S e c a d e s , Fermín: Resumen de las actas y tareas de la Com isión de
M onum entos H istóricos y A rtísticos de la Provincia de Oviedo. D esde 1844
a 1866 y desde 1871 hasta la fecha. Imprenta de Eduardo Uría. O viedo, 1872.
4 A sturias M onum ental, Epigráfica y Diplomática, T. 1, págs. 183-184; T. II, lá­
mina K-II. Imprenta del Hospicio Provincial. O viedo, 1957.
LA FUENTE DE FON C A LA D A (OVIEDO)
415
FIG
2
416
SERGIO RIOS G O N ZA L E Z, ROGELIO E STR A D A GA R C IA Y JA V IE R CHAO A R A N A
bresaliente respecto al plano del muro. La función de este saledi­
zo sería facilitar la conexión con la última de las tapas del canal
y permitir el engarce con el templete a las piezas que remataban
el relleno. De hecho, se conserva todavía encajada bajo ella un si­
llar de arenisca.
Un documento fotográfico fechado a finales del pasado siglo5
demuestra que al norte del edículo la cota de la rasante no sufre
variaciones, por lo que, dado el carácter axial de la construcción,
es bastante probable que la solución adoptada en el costado me­
ridional sea similar. En esta instantánea se aprecia claramente
cómo los bloques del relleno configuran un paramento casi en lí­
nea con la fachada principal, con un alzado que llega hasta el ni­
vel de la imposta del arco de la fachada principal. De este frente
subsiste todavía un testigo formado por dos hiladas, faltaría una
tercera para llegar a la altura requerida. Formando un ángulo rec­
to con estos bloques y a su mismo nivel, esta imagen muestra asi­
mismo el muro norte del estanque.
El límite lateral de la fuente en esta zona lo marca la prolon­
gación del basamento del edículo por el sur, la cual llega hasta
el nivel del paramento externo del muro lateral de la piscina, por
lo que es de suponer que los bloques superpuestos también lo ha­
rían. Al norte no se pudo completar el estudio, pero creemos que
el esquema no sufría variaciones.
Estanque
Aunque esta estructura no ha sido descubierta por completo,
los alzados de los muros laterales y las escaleras, junto con su impermeabilización con arcilla, nos ponen en relación con el alma­
cenaje del agua acarreada a través del canal de suministro. La ca­
nalización que hoy en día se conserva en la base del estanque no
pertenece a la fábrica originaria; además de romper la simetría
de la construcción, el tramo labrado directamente sobre el sector
en el que aflora el roquedo, posterior obviamente a la reforma
que supuso la eliminación del pavimento de esa zona, presenta las
mismas características que el que discurre sobre los bloques con­
servados.
Al no haber podido estudiar el muro que cerraba el vaso por
el este, donde probablemente se encontraría el aliviadero, no se
puede determinar con exactitud el nivel que alcanzaba el agua,
5 Depositada en el archivo de J. Muñiz, ha sido publicada por el R.I.D.E.A. (Ovie­
do en el recuerdo, pág. 100. Oviedo, 1992).
LA FUENTE DE FON CALADA (OVIEDO)
417
lo más probable es que ésta no llegara a desbordar sobre el basa­
mento del edículo, cota que, como veremos, también mantenían
los descansillos de las dos escaleras. De esta manera, existiría una
pequeña cascada bajo el arco de la fachada del templete.
Pavimento
Los negativos de los bloques esculpidos sobre el sustrato y los
restos del lecho arcilloso que cubría a los mismos indican que el
pavimento desaparecido de gran parte del vaso era similar al que
aún se conserva entre las dos escaleras. Las únicas diferencias res­
pecto a esta solución están en relación con la mayor anchura de
la superficie a cubrir y con el papel que desempeña en la configu­
ración del piso la roca madre.
M u r o s laterales y escaleras
La vieja fotografía a la que anteriormente hacíamos mención
señala que el alzado del cierre norte en las proximidades del edícu­
lo coincide con la rasante que marcaban los bloques adosados al
lateral de éste. Que esta cota no sufriera variación significativa
a lo largo de todo el borde del estanque conllevaría la presencia
de un gran desnivel entre el borde del vaso y el agua (superior al
metro), que se haría especialmente resaltable en el perímetro del
estanque no ocupado por las escaleras. Podrían, por lo tanto, darse
otras soluciones que buscaran una disminución del alzado a lo lar­
go del recorrido de los lienzos hacia el este.
El exterior de ambos muros no iba visto. Al margen de la esca­
sa funcionalidad que presentaría una solución así, en el lateral
norte el relleno de la caja se conserva hasta una cota que excede
a los límites exigidos por una trinchera de fundación y que inclu­
so supera la altura que conserva la propia pared.
Por lo que respecta a las escaleras, sabemos con seguridad que
los escalones que se conservan adosados a ambos lados del basa­
mento del edículo corresponden a un primer tramo rectilíneo que
no era el único elemento de estas escalas, dado que de ser así el
desnivel a salvar hubiera obligado a encajar alguno de sus pelda­
ños en las paredes del estanque, medida que, al menos en el late­
ral norte, sabemos que no se llevó a cabo.
Los cuerpos murales en los que se traban los escalones que se
conservan hoy en día corresponden a dos estructuras erigidas, al
menos en lo que respecta a los restos hoy visibles, independiente­
418
SERGIO RIOS G O N ZAL E Z, ROGELIO E STRADA G A R C IA Y JA V IE R CHAO A R A N A
mente de los muros laterales y sin duda son la base del resto del
recorrido de las rampas. Sobre ellos irían sendos descansillos pa­
ralelos a los muros del estanque y, seguramente, un segundo tra­
mo de escalones.
Recomponer los dos primeros elementos es la parte que plan­
tea menores problemas. A la vista de la limitación espacial que
imponen los muros laterales de la piscina se puede deducir que
la primera sucesión de escalones contaba probablemente con tres,
o a lo sumo cuatro, peldaños. De esta forma el descansillo siguien­
te se disponía al mismo nivel que la cara superior del basamento
del edículo. Esta meseta sin duda presentaba un revestimiento que
enmascaraba el aparejo del cuerpo de la escalera. Sobre la pro­
longación norte del basamento del edículo se conserva un testigo
de argamasa que quizás corresponda a esta solería.
La reconstrucción de la última parte de las escalas está en fun­
ción de la disyuntiva planteada por los alzados de los muros late­
rales del estanque. A la vista de esta problemática, hemos decidi­
do elaborar una propuesta de reconstrucción por cada una de las
dos configuraciones que se pudieron dar en el alzado de estos mu­
ros: que éste no sufriera variación significativa, o bien que se si­
tuara a dos niveles diferentes. Ante la falta de evidencias cons­
tructivas que nos encaminen hacia una determinada opción, he­
mos preferido plantear las dos posibilidades, a la espera de los
resultados del estudio arqueológico que a buen seguro aportarán
nuevos datos que quizás permitan, si no llegar a conocer el alza­
do completo, sí a descartar una de las dos hipótesis. Dado el esta­
do actual de la investigación queremos señalar asimismo que las
infografías que ilustran las propuestas no corresponden a recons­
trucciones ideales, sino simplemente a dos de los posibles mode­
los teóricos que se pueden obtener de la aplicación de las dos so­
luciones que consideramos más idóneas para articular el períme­
tro del estanque y las escaleras.
Con un segundo tramo de peldaños dispuesto transversal al pri­
mero (propuesta 1), es decir, paralelo a los laterales del estanque,
se puede salvar sin problema cualquier desnivel, ya que bastaría
simplemente con aumentar o reducir el espacio ocupado por los
escalones en detrimento de la longitud del descansillo. Esta solu­
ción es la única aplicable en el supuesto de que los muros latera­
les del estanque mantuvieran sin variación la cota documentada
en las proximidades al edículo. Esta configuración del tramo po­
dría también adaptarse a una pérdida de altura del muro, pero
en este caso los mejores resultados visuales ofrecidos por la pro­
L A FUENTE DE FON C A LA D A (OVIEDO)
419
puesta siguiente probablemente constituyeran suficiente argu­
mento para que no fuera elegida.
Si, por contra, los escalones se alinearan perpendiculares a los
laterales del estanque, el espacio existente, apenas un metro, se­
ría insuficiente para permitir salvar la diferencia de altura res­
pecto a unos muros laterales que en este punto tuvieran la misma
cota que en las proximidades del edículo, a no ser que en sus apa­
rejos se abriera una caja. Como esta medida tiene en su contra la
autonomía constructiva que los restos de las escaleras manifies­
tan respecto al estanque, lo más probable es que la presencia de
escalones transversales a las paredes fuera asociada al comienzo
de una pérdida de cota de éstas, ya que así simplemente bastaría
con empotraren el aparejo los escalones necesarios (propuesta 2).
La presencia de una doble altura en el perímetro del estanque
podría tener una justificación de carácter topográfico. El conjun­
to de la fuente se empotra en el terreno siguiendo la orientación
de una ladera, por lo que lo más probable es que la rasante en tor­
no al canal de suministro y al edículo fuera superior a la del ex­
tremo oriental de la construcción. Aprovechando esta diferencia
de nivel no sería descartable que los muros laterales perdieran
altura, de esta forma se simplificaría el proceso constructivo (ate­
nuándose además la presión del terreno que deberían de sopor­
tar las paredes), a la vez que se logra una perspectiva del conjun­
to monumental más favorable reduciendo el desnivel del borde
del vaso con respecto al agua.
CONCLUSIONES
A la vista de esta configuración se puede asegurar que nos en­
contramos ante un edificio que a nivel tipológico se puede poner
en relación con los monumentos a las aguas de la antigüedad clá­
sica, tanto helenística como romana y, muy especialmente, con los
ninfeos con edículo pompeyanos. Este paralelismo con el mundo
grecorromano afecta igualmente a las técnicas y materiales uti­
lizados.
Con respecto al arte de la Monarquía asturiana, período al que
tradicionalmente se ha venido adscribiendo la fuente, se puede
señalar que la Foncalada descubierta tras las excavaciones es una
de las construcciones de mayor monumentalidad y, sin duda, el
conjunto de aparejos que exhibe no tiene parangón en ninguno de
los edificios conservados.
LA FUENTE DE FON C A LA D A (OVIEDO)
421
PRODUCCION INFOGRAFICA
J a v ie r M
F
oreno
r a n c is c o
J. B
F ernández
orge
C o r d o v il l a
Se integra en esta parte del presente informe el resumen del
procedimiento utilizado para la recreación virtual que sirve de so­
porte a la propuesta de reconstrucción de la fuente de Foncalada,
así como la explicación y justificación de las imágenes que se apor­
tan como resultado final del trabajo.
A continuación se describe el desarrollo del proyecto tal y co­
mo se ha llevado a cabo, incluyendo algunos detalles técnicos de
interés.
Diseño conceptual
El diseño conceptual comprende todas las operaciones de di­
seño en un espacio tridimensional mediante el empleo de una com­
putadora. A partir de la planimetría proporcionada por el equi­
po de excavación, se produjo la planta y se levantaron los corres­
pondientes alzados, conformando el esqueleto arquitectónico del
monumento que serviría de base a la formación y representación
de las diferentes hipótesis reconstructivas.
Cada uno de estos planos y volúmenes matemáticos se convir­
tió en un objeto sólido tridimensional al asignarle su material co­
rrespondiente. Cada material posee sus propias características diferenciadoras en cuanto a color, comportamiento físico ante la luz
(reflexión, refracción y transparencia), brillo, rugosidad y textura.
El mapeado de texturas permite representar fielmente en un
objeto virtual una textura de un objeto real, tomada generalmente
de forma directa mediante una digitalización fotográfica.
Para esta propuesta infográfica se utilizaron texturas de dis­
tintos tipos de piedra caliza y arenisca, siguiendo las indicacio­
nes del equipo de excavación.
Generación de infogramas
Durante el proceso de generación de infogramas los datos geo­
métricos son interpretados por la computadora y transformados
en imágenes.
De los numerosos métodos existentes de síntesis de imagen por
ordenador hemos escogido el denominado «Ray-Tracing» por ser
el que produce resultados finales de mayor calidad. El «Ray-Tra-
422
SERGIO RIOS G O N ZAL E Z, ROGELIO E STR A D A GAR C IA Y JA V IE R CHAO A R A N A
cing» es la técnica más avanzada actualmente de generación de imá­
genes por ordenador. A partir del diseño conceptual de la escena,
una iluminación y una hipotética cámara, en el proceso denomi­
nado de «rendering» o modelado sólido, la computadora calcula la
intensidad y características del color de cada uno de los puntos que
inciden en el campo visual de la cámara, siguiendo estrictamente
las leyes de la física óptica. Este complejo proceso da lugar a imá­
genes de realismo casi fotográfico.
En Foncalada se escogieron dos puntos de vista (situación del
enfoque de la imagen), según las necesidades de exposición de la
propuesta reconstructiva:
— Una vista general del monumento desde un punto situado al este
y ligeramente elevado.
— Una vista de detalle de las diferentes hipótesis reconstructivas,
transversal al eje principal del monumento.
Características técnicas de las imágenes
— Modo de «render»: incluye reproducción de materiales, mapeado de texturas y acabado sin sombras (por razones de claridad
expositiva).
— Resolución: 640 x 480 «pixels» (puntos de color).
— Colores: originalmente 16,7 millones, reducidos a 256 en la im­
presión.
EL PARAISO PERDIDO EN DOÑA BERTA Y
OTROS RELATOS
Eva M
a ría
P a l l a r e s S isón
Doña Berta es una novelita, «nouvelle» sería lícito llamarla,
en la que su autor alcanza el más tierno lirismo, aunque sin rozar
siquiera la sensiblería. Para Baquero Goyanes es el relato más
poético de todo el siglo XIX. «El gran encanto de Doña Berta —nos
dice— parece residir en que su autor concentró en esa narración
lo mejor de su siglo: lo más delicado y musical del romanticismo y
lo más humano y sobrio del naturalismo»1. Otros críticos han in­
sistido en este aspecto2, pero no olvidemos que fue Clarín quien,
por las mismas fechas en que debía componer Doña Berta, escri­
bía: «Si la literatura se acerca a la piedad dejadla ir y no la pidáis
hipoteca, y el mejor camino para la piedad a partir del arte es el
del sentimiento y la poesía»3.
Desde el principio del relato se observa la extraordinaria sen­
sibilidad de Clarín hacia la naturaleza, y no cabe duda de que
aquel retazo de tierra asturiana donde transcurren los siete pri­
meros capítulos contribuye a crear el halo poético del relato. Pre­
tendemos analizar el paisaje, partir de sus rasgos geográficos y
físicos y llegar a su más profundo significado. Para ello es no só­
lo enriquecedor, sino necesario, acercamos a otros textos clarinianos: dos cuentos, ¡Adiós, Cordera! y Boroña, y especialmente una
novela, Su único hijo.
* * * *
1
o y a n e s , «Clarín, creador del cuento español», Cuadernos de L ite­
ratura (enero-junio 1949), págs. 145-169.
2 Laura d e l o s R í o s , L os cuentos de Clarín: proyección de una vida, Madrid,
Revista de Occidente, 1965.
3 C l a r í n , Ensayos y Revistas, Barcelona, Lumen, 1991, pág. 159.
B aquero G
424
EVA M ARIA P A LLA R E S SISON
Las tierras que habitaba doña Berta, una anciana que semeja­
ba «una miniatura de marfil»4, junto con su vieja criada Sabelona y el gato, son un rincón de la naturaleza aislado de la civiliza­
ción. Ya las líneas iniciales del texto insisten en este aparta­
miento:
Hay un lugar en el norte de España adonde no llegaron nun­
ca ni los romanos ni los moros; y si doña Berta de Rondaliego, propietaria de este escondite verde, supiera algo más
de historia, juraría que jamás Agripa, ni Augusto, ni Mu­
za, ni Tarik habían puesto la osada planta sobre el suelo mu­
llido siempre con tupida hierba fresca, jugosa, aterciopela­
da, de aquel rincón suyo (...) (pág. 133).
Y
aún más adelante el narrador nos informa de que «carrete­
ras y ferrocarriles quédanse allá lejos» (pág. 137). Estas tierras son
pues un remoto y tranquilo lugar que no ha sido alcanzado por
los estragos de la civilización ni del progreso humano. A este afán
de aislar el lugar, de delimitarlo, responde su localización geográ­
fica cuidadosamente documentada. Se da el nombre del partido
judicial —Gijón—, el concejo —Carreño—, la parroquia —Pie del
Oro—, el barrio —Zaornín— con su hondonada frondosa propie­
dad de la anciana —Susacasa—. Queda por añadir un último de­
talle que junto con todo lo dicho nos hace intuir que Susacasa es
un paraíso en el corazón asturiano. En Susacasa se ubica el puro
significado (el nombre es la cosa y la cosa es el nombre), repre­
sentativo del lenguaje propio de un estado de primitiva plenitud
e inocencia, que ignora los terribles trastornos de la historia. Un
estado de absoluta unidad entre la naturaleza y el hombre antes
de que éste alcanzara la conciencia de sí5. A esta reflexión nos lle­
van las siguientes observaciones que hace el narrador:
Viven solas en el palacio doña Berta y Sabelona. Ellas y el
gato, que, como el arroyo del Aren, no tiene nombre por­
que es único, el gato, su género (pág. 135).
4
La edición citada es la de Cuentos: Superchería. Cuervo. Doña Berta, Madrid,
Taurus, 1987, con prólogo de Pérez de Ayala.
5 M. Ruggen en su artículo «Doña Berta Clarin’s allegory of signification», MLN,
1988, págs. 444-456, donde realiza un análisis m etalingüístico de la obra, con­
sidera que la identificación de Susacasa con un paraje edénico es una ilusión.
Para com prender esto —opina— no tenemos sino que fijarnos en las sendas
que cruzan el prado, los arañazos de la actividad social que niegan el concep­
to de eterna pureza prístina que podríam os atribuir por error a Susacasa. Es­
ta puntualización no está en contradicción con lo que nosotros exponem os.
EL P A R A IS O PERDIDO EN DOÑA BERTA Y OTROS RELATOS
425
El ideal humano de la existencia de un paraíso es propio de to­
dos los pueblos que tienen historia. El hombre concibe este ideal
como un estado de felicidad que ya se ha perdido, o bien como un
anhelo que se logrará al final de los tiempos, que sea la consuma­
ción de la historia; aunque con frecuencia se enlazan ambas con­
cepciones. Sea como fuere, debemos entender que se evoca un es­
tado de vida sencilla y natural, nunca salvaje.
Este ideal tiene, cómo no, su plasmación en la literatura, y a
su realización poética se denomina motivo de la Arcadia. En el oc­
cidente europeo piedra angular de dicho motivo literario es la epo­
peya griega de Hesíodo titulada Los'trabajos y los días (700 a JC),
que desarrolla el m ito de las edades encabezadas por la Edad de
Oro. Ciertamente el motivo evoluciona a lo largo de los siglos, des­
ligándose muy pronto de su original vinculación histórica y lo­
cal. Por otra parte la tradición griega fue en ocasiones desplaza­
da por la tradición cristiana, que adoptó el mito judío del jardín
del Edén. Ecos de ambas tradiciones, pagana y cristiana, se con­
jugan en D o ñ a Berta y analizarlo será nuestro primer objetivo.
Veam os las características físicas del paisaje. El texto presen­
ta un paisaje idealizado que corresponde a lo que los retóricos lla­
maron «locus amoenus». Los elementos necesarios para la compo­
sición de un lugar ameno, placentero, son: un árbol o grupo de ár­
boles que proporcionen sombra donde protegerse del rigor del sol
m eridional, un arroyo o fuente que refresque y un prado de jugo­
sa hierba. Todos estos elementos cobran un protagonismo espe­
cial en la descripción que de Susacasa hace el narrador en las pri­
meras páginas, descripción que irá completando en un continuo
goteo de pequeños detalles a lo largo del relato: el prado por nom ­
bre Aren, aquella verdura «que parece lavada, que sirve de m ar­
co a la ropa», «que casi tiene aires de una persona muy afeitada,
m uy jabonosa y muy olorosa» (pág. 136); el arroyo que allí no tiene
nombre ni lo merece, «corriente del cristalino huésped del Aren»
(pág. 134) y los «árboles infinitos» (pág. 133).
El paisaje ameno es uno de los tipos de paisajes ideal que nos
legaron los poetas antiguos. Curtius se remonta a los paisajes
hom éricos6. De ellos los poetas posteriores toman elementos que
se convierten en la base de paisajes literarios eternamente repe­
tidos: la selva m ixta, la alfom bra florida, el lugar ameno y el lu­
gar encantado de eterna primavera. El último nos remite al esce­
6
u r t i u s , Literatura europea y Edad Media latina, Fondo de Cultura Econó­
mica, Méxiso, 1955.
C
426
EVA M ARIA P A LLA R E S SISON
nario de una vida bienaventurada más allá de la tum ba, o bien
a los albores de la humanidad, cuando dioses y hombres convi­
vían en plena armonía en las regiones olímpicas. Nos estamos re­
firiendo a la Edad de Oro, descrita, como dijim os, por Hesíodo.
Entonces era el tiempo de Cronos, cuando el hombre no necesita­
ba trabajar sino que la tierra ofrecía sus frutos en abundancia.
La inclinación del hombre al mal es la causa de la pérdida de esta
felicidad.
Con Teócrito se inicia una nueva fase del m otivo de la A rca­
dia. El poeta de Siracusa continúa en sus Idilios la veta iniciada
por Hesíodo, pero añade a las características de un pasado feliz
la del am or cumplido entre pastores, y localiza el escenario de las
cuitas amorosas en una Sicilia idealizada, adornada con toda la
exuberancia del verano meridional. Teócrito fue, como dijo Cur­
tís, el creador de la poesía pastoril y V irgilio la figura que con­
virtió ésta en patrimonio estable de la tradición de occidente. Lu­
gar ameno y amor caminarán juntos en la llamada poesía bucólica.
D o ñ a Berta, claro está, no es una égloga, pero sí tiene visos de
égloga el capítulo IV, donde leemos la escena del encuentro am o­
roso de doña Berta, entonces muchacha, con su capitán. Y es ahí
cuando más que nunca Susacasa se erige como «locus amoenus».
La escena está llena de lirismo, en ella el narrador, con un guiño
al lector, consigue que el huerto de la doncella unido al de la m e­
dieval santa Dulcelina del monje de Parma evoque otros huertos
de la tradición literaria7.
En la huerta, bajo el laurel real que olía a gloria (...) Canta­
ba un ruiseñor solitario. Un ruiseñor como el que oía arro­
bada de amor la sublime santa Dulcelina, hermana del v e­
nerable obispo Hugo de Dignes (pág. 144).
A los elementos primordiales del «locus amoenus», que ya he­
mos enumerado y que el lector de la novelita conserva en la m e­
m oria, se suma aquí otro de carácter secundario: el canto de un
ave. Y el canto del ruiseñor, hagamos un inciso, no sólo contribu­
ye a crear una atmósfera sensual, sino que marca dos mom entos
de gran tensión emocional: la entrega amorosa de Berta y la muer­
te gloriosa del capitán en el campo de batalla.
7 Laura de los Ríos opina, op. cit., que Clarín se refiere aquí a una Cónica en
latín del monje de Parma Salimbene de Adam. En ella encontramos la histo­
ria de la domina Donolina, hermana de Hugo de Dignes. Se habla de su vida
santa y de su am or m ístico por el beato Francisco. P or otra parte, opina que
mezcla la historia de Donolina con alguna leyenda nórdica y con el éxtasis
de los santos en que aparece un ruiseñor.
EL P A R A IS O PERDIDO EN DOÑA BERTA Y OTROS RELATOS
427
U na tarde, a la misma hora que cantaba el ruiseñor de Ber­
ta y de santa Dulcelina, el capitán liberal oye cantar al bron­
ce el himno supremo de la guerra; como un amor supremo
la muerte gloriosa le llam a desde la trinchera (pág. 145).
Por otra parte, no podemos pasar por alto el dato de que for­
me parte del escenario un laurel. Se trata de la técnica de señala­
m iento de lugares ideales de que se vale la épica; y el hecho de
que sea un laurel está relacionado con la retórica m edieval. La
llam ada «rota V irgilii» distinguía tres estilos: «humilis», «mediocris» y «gravis», a cada estilo le correspondía una clase social, un
tipo de animales y un tipo de árboles. El estilo grave trata de los
guerreros y sus árboles son el laurel y el cedro.
Si hasta aquí los vínculos de Susacasa con la Arcadia de la tra­
dición clásica eran evidentes, a partir de ahora será posible aso­
ciar esas m ism as tierras al paraíso bíblico. La conexión no la es­
tablecen ya elementos físicos que podamos encontrar en la com ­
posición del paisaje, sino el propio lenguaje adoptado por el
narrador en el m ism o capítulo IV y el uso de la técnica del con­
traste.
Meses después de la marcha del capitán nace un niño. Los her­
manos, vástagos de una familia anclada en el culto a la aristocracia
terrateniente con sus leyes del honor, consideran la actuación de
Berta como deshonra y traición («teatro de su deshonra», pág. 148,
será Susacasa para ellos).
Todos los hermanos permanecían solteros, eran fríos, apá­
ticos, aunque bondadosos y risueños. El ídolo era el honor
lim pio, la sangre noble inmaculada. En Berta, la hermana,
debía estar el santuario de aquella pureza (pág. 141).
Pero la hermana había sido seducida, había roto la ley y algo
entonces se desmorona en la familia8. El narrador es quien, inter­
pretando el pensamiento de los Rondaliego, habla de «la caída»
(pág. 146), «el enorme pecado» (pág. 148), «el hijo maldito» (pág. 148).
Berta se convierte en el ángel caído. Ahora vem os clara la identi­
ficación de Susacasa con el Edén, de Berta con Eva y del laurel
con el árbol prohibido. Ella, que sólo había sido impulsada por
un amor sincero e inocente, digamos nosotros como el de los pas­
tores de las poesías bucólicas o como el de los amantes de las no­
velas románticas que los Rondaliego leían en Posadorio, «comen­
8 Véase al respecto L.
1982.
Saavedra,
Clarín, una interpretación,, Madrid, Taurus,
428
EV A M ARIA P A LLA R E S SISON
zó a comprender su falta por su castigo, se le robó el hijo» diciéndole, mentira piadosa, que haía muerto y «la dejaron sola en
Posadorio con Isabel y otros criados» (pág. 146). Conoció el bien
que había perdido y el mal en que se había precipitado. El casti­
go, variante literaria, no fue la expulsión del paraíso sino su con­
finam iento en él, «donde estaría más segura que en parte alguna»
(pág. 146).
H em os aludido a la técnica del contraste como forma de afian­
zar la relación dé Susacasa con el paraíso bíblico, veám oslo más
despacio. Nosotros, lectores, nos encontramos a una doña Berta
anciana «que seguía en el retiro que le habían impuesto y que ha­
bía aceptado por gusto y por costumbre» (pág. 147) y «sin poder
comprender la vida fuera de allí» (pág. 147). Pero tam bién encon­
tram os a una m ujer que, aunque se ha perdonado su falta, no se
ha perdonado el no haber hecho nada por saber la verdad sobre
su hijo. Cuando quiso saberla su hijo estaba ya definitivam ente
perdido. Doña Berta lucha entre dos deseos: vivir su existencia
en la paz y soledad de sus dominios y encontrar un sentido a su
vida, apaciguar «un ratoncillo, un espíritu loco dentro del pelle­
jo» (pág. 150).
En esta situación la encuentra un pintor que se aventura en bus­
ca de inspiración por la naturaleza asturiana y entra en las tierras
de la anciana cantando «oh paradiso tu m ’apartieni» (pág. 154), pues
tal es el encanto de lo que ve. Entra, como el capitán, por el posti­
go de la quinta y, como él, llega también para dar un cambio radi­
cal a la vida de aquella mujer. El pintor será capaz de despertarle
el dormido sentir de su corazón hablándole de un cuadro suyo que
es la pintura de un capitán en un momento sublime: la muerte he­
roica en la guerra. Ella tendrá entonces la seguridad de que ese mis­
mo destino salió al encuentro de su capitán, que no pudo volver
a cumplir la promesa de hacerla su esposa. Pasan los días y el pin­
tor le manda un apunte del cuadro. Ella siente que el capitán del
cuadro es, no su capitán sino el hijo perdido de ambos. El renacido
amor de madre, prolongación del amor al amante, provoca su de­
cisión de hacer algo por el hijo: desea pagar una deuda que éste
había dejado sin saldar y comprar el cuadro. Esto requiere un gran
sacrificio: hipotecar su señorío y marchar a Madrid, y eso hará.
La marcha a Madrid sí puede considerarse como una expulsión
del paraíso, pero por voluntad propia. Cuando contempla por úl­
tim a vez sus tierras, doña Berta se siente un ser humano solo, con
derecho a elegir libremente, libertad dolorosa para ella:
EL P A R A IS O PERDIDO EN DOÑA BERTA Y OTROS RELATOS
429
E lla como era libre podía romper la cadena, y la había ro­
to; pero agarrada a la cadena se le quedaba la m itad del al­
ma (pág. 177).
El últim o día, el día de la despedida, descubre la indiferencia
de la naturaleza, «llegó a notar que el bosque no se quejaba por­
que ella se iba; siempre se quejaba así» (pág. 177). Esto no es obs­
táculo para que doña Berta siga amando su rincón de verdura y
allí, en Madrid, lo recuerda idealizándolo aún más si cabe por el
contraste que percibe entre Susacasa y la gran ciudad. Madrid se
convierte a los ojos de la dama en un infierno, dos veces aparece
la m etáfora en el texto:
Se levantó algo más dispuesta a orientarse en aquel infierno
que no había sospechado que existiera en el mundo (pág. 184).
(...) arrojarse al infierno de las calles, a la batalla diaria de
los coches, caballos y transeúntes (pág. 193).
A la paz, la soledad y la lentitud del tiempo, que parece eter­
no, de Susacasa se opone el bullicio y el ritmo rápido de Madrid,
al que no se acostumbra la anciana. En una ocasión pone el narra­
dor en labios de doña Berta las palabras que m ejor expresan esta
antítesis. U na vez llegó a las afueras de Madrid y lo que vio, el
campo seco que parecía un desierto, le hace exclamar:
¡Y o debía haberme muerto sin ver esto, sin saber que había
esta desolación en el mundo; para una pobre vieja de Susa­
casa, aquel rincón de la verde alegría, es demasiada pena
estar tan lejos del verdadero m u nd o, de la verdadera tiera,
y estar separada de la frescura, de la hierba, de las ramas,
por estas leguas y leguas de piedra y polvo! (pág. 179).
* * * *
En el infierno madrileño encuentra doña Berta la muerte. Un
tranvía, signo de la civilización y del progreso, atropella a la an­
ciana, truncando así todas sus ilusiones. La muerte es para doña
Berta y su gato el fin de todo lo soñado:
O lvidado por el mundo entero, muerta su ama, el gato v i­
vió muchos días tirándose a las paredes. Y al cabo pereció
como un Ugolino, pero sin un mal hueso que roer siquiera;
sintiendo los ratones en las soledades de los desvanes pró­
xim os, pero sin poder aliviar el hambre con una sola presa
(...) y murió tal vez soñando con las mariposas que no po­
día cazar, pero que alegraban sus días, allá en el Aren, fio-
430
EV A M ARIA P A LLA R E S SISON
rido por abril, de fresca hierba y deleitable sombra en sus
lindes, a la margen del arroyo que llam aban el río los seño­
res de Susacasa (pág. 201)9.
Con esta página inolvidable se cierra doña Berta, final terri­
ble y poético donde Susacasa se convierte en el paraíso perdido
im posible de recuperar.
No son los únicos personajes de Clarín que fracasan, por con­
tra la m ayoría experimentan un sentimiento de frustración. Re­
cordemos aquí dos cuentos y una novela que también se articu­
lan mediante la técnica del contraste, «paraíso versus infierno».
Un esquema base es común a todos ellos: presentación de un es­
pacio-paraíso, elementos amenazadores, expulsión del paraíso,
espacio-infierno y fracaso. Nos referimos a los títulos que avan­
zábam os al principio.
En ¡Adiós, Cordera! el espacio-paraíso es el prao Somonte. Este
rincón asturiano desde donde no se divisaba vivienda alguna es un
reducto de paz, de dulce y apacible soledad, de tiempo eterno, de
silencio y sobre todo de ternura que fluye entre sus moradores: dos
niños huérfanos de madre, Pinín y Rosa, y la vaca llamada Corde­
ra, que los ha criado y junto a la cual se sienten protegidos y am ­
parados. Pero este mundo idílico que abriga los juegos de los pastorcitos encargados de llindar a la vaca está amenazado desde un
principio. No es nuestra intención hacer un estudio retórico de las
imágenes del cuento, como ya lo hizo D. Boyer10, pero sí debemos
considerar algunas de las imágenes y metáforas, aquellas que se
9
El gato es un personaje presente en todo el curso de la obra, pero empieza a
ser persona literaria el último día que pasa en P osadorio, y cobra cada vez
más im portacia hasta que su muerte es el cierre del relato. El gato muere de
ham bre encerrado en una buhardilla. Se le com para con Ugolino. U golino es
un personaje de la Divina Comedia dantesca. En el Canto X X X III del Infier­
no cuenta al poeta su historia. Ugolino de Gherardesca, conde de D onoratico,
de concierto con el arzobispo Ruggieri se apoderó del gobierno de Pisa. Pos­
teriormente el arzobispo sublevó al pueblo contra él, acusándolo de haber ven­
dido a los florentinos y luqueses algunos castillos. Lo hizo prisionero en una
torre junto con sus tres hijos y mandó arrojar las llaves al averno. El conde,
después de ver m orir a sus tres hijos, muere tam bién de inanición. Cuando
U golino term inó de contar la triste historia al poeta siguió royendo el cráneo
del obisp o Ruggieri.
10 D. B o y e r , «Las imágenes en el cuento ¡Adiós, Cordera! de Clarín», Iris, 1985,
núm. 2, págs. 1-13. Considera que las imágenes tienen com o principal función
no el adorno, sino otras de sumo interés: poner de relieve a un personaje o
elem ento del paisaje, revelar un sistema de valores subyacente y mostrar la
apreciaicón subjetiva del paisaje por parte de los personajes y del narrador.
EL P A R A IS O PERDIDO EN DOÑA BERTA Y OTROS RELATOS
431
refieren a los componentes principales del ambiente físico: el pra­
do, el poste de telégrafo, el tren. El prado era un «recorte triangu­
lar de terciopelo verde» (pág. 67)11. Uno de sus ángulos lo cortaba
«el camino de hierro de Oviedo a Gijón. Un palo de telégrafo, plan­
tado allí como p e n d ó n de conquista (...) representaba para Rosa y
Pinín el ancho mundo desconocido, misterioso, temible, eternamen­
te ignorado» (pág. 67).
A bram os un pequeño paréntesis y recordemos que para doña
Berta y Sabel «romanos y moros vienen a representar, como sím ­
bolo, todo lo extraño, todo lo lejano, todo lo enemigo» (pág. 138).
Expresión donde se observa la utilización de palabras similares
para definir el mundo exterior.
Si la comparación del poste con un pendón de conquista y más
adelante con un árbol seco puede parecer innocua la primera vez,
después se interpretará como anuncio del desenlace: el poste, sím ­
bolo junto con el tren del progreso técnico, toma posesión del pra­
do cuyo mundo acabará por destruir. La trama es muy sencilla:
el padre debe vender la vaca para pagar la renta de su caserío y
esta ruptura de la relación ser humano-animal prefigura la rup­
tura de relación ser humano-ser humano, mucho más patético12.
El tren, que se lleva a Cordera al matadero y a Pinín a la guerra,
es castigado con imágenes más peyorativas, de carácter destruc­
tivo y hostil: «monstruos» (pág. 69) («mostruo cauteloso» era el
tranvía que temía doña Berta), «relámpago» (pág. 70), «gran cule­
bra de hierro» (a doña Berta el tranvía le parecía una serpiente
insidiosa). Esta últim a metáfora hace pareja con otros signos ser­
pentinos: el silbido del tren y «los rumores metálicos» (pág. 68)
de los hilos del palo del telégrafo; el ruido, ciertamente, está uni­
do en el texto a lo negativo. A sí, los sonidos de los hilos que están
llenos de misterio, esa «canción metálica» (pág. 79) que no com ­
prenderá Rosa de niña, adquiere años después todo su sentido:
«era canción de lágrim as, de abandono, de soledad, de muerte»
(pág. 79). Este es el pensamiento de la muchacha mientras ve ale­
jarse a su hermano en el tren, envuelta en los gritos de los reclu­
tas — la expulsión del paraíso.
11
12
Citamos de la edición de Gonzalo S o b e j a n o de El señor y lo demás son cuen­
tos, Madrid, Espasa Calpe, 1988.
Lorda Alaiz, en su artículo «Descripción científica de la obra literaria ¡Adiós,
Cordera! de Leopoldo Alas», BRAE, núm. 52,1972, págs. 503-510, habla del triun­
fo de las relaciones económico-clasistas sobre la necesidad afectiva. Por lo que
se refiere a ideología política véase U l l m a n , «Clarin’s Androcratic Ethic and
the A ntiapocalyptic Structure of ¡Adiós, Cordera!», The Analusis o f Hispanic
Text. Current Trends in M ethodology (Second Y ork College Colloquium), ed.
Lisa Davis e Isabel C. Taran, New York, Bilingual Press, 1976, págs. 11-30.
432
EVA M ARIA PA LLA R E S SISON
El dolor de la separación de los seres queridos provoca la trans­
form ación del espacio-paraíso en espacio-infierno. U na vez que
esto ha ocurrido, que la civilización ha entrado de lleno en el
prado-paraíso y ha dado lugar al reconocimiento de lo bueno y de
lo m alo ya nada podrá ser igual. El poste, árbol de la ciencia del
bien y del m al, se ha hecho dueño del paraíso.
B o r o n a es un cuento de apenas seis páginas donde la acción se
reduce al m ínim o. Un indiano rico, Pepe Francisca, retorna en­
fermo a su pueblo natal, Prendes, con la ilusión de volver a co­
mer boroña —el pan amarillo del asturiano pobre— y de reencon­
trarse con el cariño de su hogar. Pero acabará sus días en un deli­
rio m ortal llam ando a su madre, ya muerta, y pidiendo boroña
mientras su fam ilia se disputa sus riquezas. En este cuento el pa­
raíso está ligado claramente no sólo a un paisaje, «la estrechez de
una vega muy pintoresca, mullida por infinita hojarasca de cas­
taños, robles, pinos y nogales, con los naturales tapices de la hon­
da pradería de terciopelo verde oscuro» (pág. 50)13, sino tam bién
a la felicidad del hogar, cuyo núcleo era la madre. Paraíso que ya
sólo existe en el recuerdo del indiano, pues «del rincón de verdu­
ra en que había nacido (...) le habían arrojado de niño, casi a pa­
tadas, la codicia aldeana y las amenazas del hambre» (pág. 52). La
carretera ya cruza el prado, el egoísmo y la ambición se han adue­
ñado de su hermana y, en fin, de su fam ilia. Y así halla «el desen­
canto de encontrar frío, mudo, el hogar con que soñó de lejos»
(pág. 54). La muerte vuelve a ser el fin de un sueño, como ocurre
en el caso de doña Berta y su gato, y como sugiere el «silencio fú­
nebre» que reina en el prado Somonte.
— ¡Madre, torta! ¡Leche y boroña, madre; dame boroña! —sus­
piraba el agonizante, sin que nadie le entendiera— . Rita so­
llozaba a ratos, a pie del lecho; pero Llantero y los hijos re­
volvían, en la salucha contigua, el fondo de los baúles, y se
disputaban los últimos despojos, injuriándose en voz baja
para no resucitar al muerto (pág. 55).
La antítesis paraíso-infierno que presentan estos relatos en la
forma campo-ciudad no puede explicarse, aunque resulta tentador,
remitiendo al clásico «menosprecio de corte, alabanza de aldea».
Ni siquiera la descripción de los espacios rurales puede conside­
rarse realista o pintoresca. Clarín no pretende exaltar la vida feliz
y sencilla del campo que puede ser destruida por la civilización.
13
Citamos de la edición de Cuentos morales, Madrid, Alianza Editorial, 1973.
EL P A R A IS O PERDIDO EN DOÑA BERTA Y OTROS RELATOS
433
No pretende entonar un «Beatus ille» moderno. Lo cierto es que
los paisajes se convierten en estos relatos en símbolo de una idea.
La obra que, en nuestra opinión, puede prestamos una valiosa ayu­
da en la interpretación de lo que significa el paisaje-paraíso es S u
único hijo.
La segunda novela de Clarín, novela «analítica, sentimental
y humorística» según la definía su propio autor, presenta dos es­
calas de valores opuestas que entretejen la acción; muestra las re­
laciones que se establecen entre unas gentes de provincias envi­
lecidas y despreciables de entre las que se salva Bonifacio Reyes,
un ser sometido a la voluntad de su esposa, una mujer presa del
histerism o y de un refinamiento sensual llevado a lím ites tales
que roza la aberración. Bonifacio, personaje que también sufre la
experiencia de ser arrojado de su paraíso, vive en un infierno del
cual ansia salir, primero refugiándose en la música de la flauta,
después en los brazos de su amante y, por últim o, aferrándose a
la idea del hijo cada vez más hasta convertirse en su única ob­
sesión.
El hijo significa para Bonifacio la salvación. Por ello Gonzalo
Sobejano14 considera esta especie de parábola de la redención del
hijo religiosa en dos sentidos. En el sentido etimológico porque
religa al padre a la tierra, lo que N. Valis llam a la cadena de pa­
dres e h ijo s15, y en el sentido sacro, porque Bonifacio espera y
cree en el hijo como en Dios (recordemos que «Su único hijo» es
un sintagm a que aparece en el credo cristiano). De mano de su hi­
jo espera recuperar lo que ha perdido: la felicidad, la m oral, lo
que Lissorgues llam a una plenitud parecida al paraíso perdido de
su niñez, la aspiración a un absoluto16.
En esta novela la oposición paraíso-infierno no se hace plástica
bajo la forma campo-ciudad como en otros relatos. Sin embargo
hay un pasaje hacia el final de la novela en el que la relación entre
el carácter de Bonifacio y el de «aquel escondite verde» (pág. 344)17
donde nació se hace patente. Sentado a las afueras de Raíces (Cla­
rín no podía ser más simbólico) Bonifacio piensa:
14 Gonzalo S o b e j a n o , Clarín en su obra ejemplar, Madrid, Castalia, 1985.
15 N. Valis, en su libro The decadent visión in Leopoldo Alas, Baton Rouge, Louisiana, State University Press, 1981, habla de la cadena que liga a los padres
con los hijos, el presente, pasado y futuro. Esa cadena conduce a B onifacio a
los orígenes, a la fuente de todo ser. Su búsqueda lo lleva al núcleo de la creación.
16 L i s s o r g u e s , «Etica y estética en Su único hijo de Leopoldo Alas», Clarín y su
obra en cel centenario de la Regenta (ed. A. Vilnova), Barcelona, Universidad
de Barcelona, 1985, págs. 181-210.
17 C i t a m o s d e la e d ic i ó n d e J o sé M aríaM A R TíN E Z C a c h e r o d e Su único hijo, M a ­
d r i d , T a u r u s , 1991.
434
EVA M ARIA PA LLA R E S SISON
Como soy tan aprensivo se me f-igura sentir cierta sim patía
por estos parajes... Esta calma, este silencio, esta verdura,
esta pobreza resignada y tolerable... hasta la música del mar
que ruge detrás de esos montes de arena... todo esto me pa­
rece algo m ío, semejante a mi corazón, a mi pensamiento,
y semejante al carácter de mi padre (pág. 347).
Tam bién Susacasa tiene carcterísticas que recuerdan a las de
su dueña: «... de aquel rincón suyo, todo suyo, sordo como ella a
los rumores del mundo, empaquetado en verdura espesa de árbo­
les infinitos y de lozanos prados como ella lo está en franela am a­
rilla por causa de sus achaques» (pág. 133). No podía ser de otra
manera porque Susacasa representa su sueño. Su sueño de felici­
dad íntim a capaz de reconciliarla consigo m ism a es el reencuen­
tro con el hijo, que viene a ser el origen, lo absoluto, el reencuen­
tro de sí m ism a libre de todo pecado, la recuperación del arqueti­
po de prim itiva pureza humana. Por eso puede más en su lucha
interna el ansia de búsqueda que las dificultades y miedos. Para­
dójicamente, requisitos de trama, debe salir de sus tierras, sím ­
bolo de su ideal, para intentar encontrarlo. Intento fracasado co­
mo tam bién el de Bonifacio, pues éste descubre que el niño que
cree su hijo no es tal, aunque se niega a aceptar el terrible desen­
gaño y la obra se cierra con sus patéticas palabras:
Cuando mañana te arrepientas de tus palabras, acuérdate
de esto que te digo: Bonifacio Reyes cree firmemente que
A ntonio Reyes y Valcárcel es hijo suyo. Es su único hijo.
¿Lo endiendes? ¡su único hijo! (pág. 360).
Clarín ha llegado a una fase en esta novela en la que la pérdi­
da insalvable del paraíso está totalmente desligada a la pérdida
de un concreto trozo de tierra.
♦ * * *
H em os partido del análisis de los dominios blancos y verdes
de doña Berta como paraje geográfico y físico identificable con
un «locus amoenus» de la tradición clásica hasta llegar a superar
esta interpretación convirtiendo Susacasa en símbolo de una idea,
del anhelo íntimo de la protagonista. En el prólogo a los Cuentos
morales Clarín justifica el título diciendo: «los llam o así porque
en ellos predomina la atención a los fenómenos de la conducta li­
bre, a la psicología de las acciones intencionadas. No es lo princi­
pal, en la m ayor parte de estas invenciones m ías, la descripción
del mundo exterior, ni la narración interesante de las vicisitudes
históricas, sociales, sino el h o m b r e interior, su pensamiento, su
sentir, su voluntad». Y esto es lo privativo también en D o ñ a Berta.
LOS ARQUITECTOS FRANCISCO PRUNEDA Y
BENITO ALVAREZ PERERA. LA PRACTICA
ACADEMICA EN ASTURIAS A FINALES DEL
SIGLO XVIII (II)
V
2.
2.1.
id a l de l a
M a d r id A
lvarez
B E N IT O A L V A R E Z PER ER A
B IO G R A F IA
Comparado con la información obtenida de su compañero Fran­
cisco Pruneda disponemos de pocos datos biográficos sobre Beni­
to A lvarez Perera. Sabemos que había nacido en Oviedo aproxi­
m adam ente en 1743 y que a los veinte años, en 1763, se inscribió
en la Academ ia de San Fernando89. También según esta fuente
sus padres serían José Alvarez Perera y Francisca Lahuerta. La
siguiente noticia que tenemos de él es su solicitud para ocupar el
cargo de maestro fontanero de Oviedo en 1768 al m ism o tiempo
que presentaba la suya Francisco Pruneda. A m bos viajaron jun­
tos seis años más tarde a la Corte para obtener el título de m aes­
tro académico, con el que volvieron a A sturias. Hemos visto ya
cómo, gracias a esta cualificación, Pruneda logró colocarse como
m aestro de obras municipal de Oviedo y del Principado. A lvarez
Perera, en cambio, se limitó a trabajar de forma continuada en
los proyectos de iniciativa pública sin obtener ningún cargo ofi­
cial. Adem ás, a causa de su dedicación en este tipo de proyectos
y a la decadencia que mostraba la clientela privada en el últim o
cuarto del siglo X V III apenas cuenta con un escaso número de es­
te tipo de obras.
89
P a r d o C a n a li s , E n r iq u e , op.
cit.,
l i b r o I, p á g . 6
436
V ID A L DE LA M ADRID A L V A R E Z
Los años siguientes no han dejado testimonios de su vida pri­
vada hasta que en 1790 arrienda una casa propiedad del marqués
de Ferrera en la calle de San Antonio de Oviedo donde vivió junto
con su fam ilia90. Estaba casado con María Teresa Ortea y tenían
al menos un hijo, Andrés, que llegó a ser abogado de los Reales
Consejos y perteneció al claustro de la Universidad de Oviedo91.
Benito A lvarez Perera falleció el 21 de junio de 1804 y fue en­
terrado en la iglesia de San Tirso de Oviedo92.
2.2.
OBRA
2.2.1.
La obra arquitectónica
La actividad arquitectónica que hoy conocemos de Benito A l­
varez Perera no permite definir con claridad su estilo. Tan sólo
el diseño de un gran templo presentado en la Academ ia de San
Fernando en 1774 para la obtención de su título de arquitecto pue­
de considerarse una obra personal. El resto de sus actuaciones ar­
quitectónicas se han efectuado sobre diseños ajenos o son de es­
casa relevancia. No obstante, fue el primero de los maestros gra­
duados asturianos en estudiar en la Academ ia de San Fernando
y, pese a que probablem ente no estuviera en ella más de un cur­
so, debemos suponerle unos fundamentos teóricos m ínim os que,
a su vuelta al Principado, le permiten destacar en el panorama
regional junto a Francisco Pruneda. Según hemos visto, ambos
pretendieron simultáneamente la fontanería ovetense en 1768 y
obtuvieron juntos su título académico en 1774 con unos diseños
que han sido objeto de estudio en páginas anteriores. El proyecto
de A lvarez Perera evidencia frente al de Pruneda una ejecución
más minuciosa y un mejor conocimiento de los recursos clasicistas.
90
91
92
A H PO , esno. Francisco Fernández Tuñón, Prot. Ov., caja 969, fols. 33-34.
Sobre Andrés A lvarez Perera véanse AHPO, esno. Benito José Rodríguez,
Prot. Ov., caja 1.238, fol. 175, y esno. Manuel A ntonio Alvarez, Prot. Ov.,
caja 1.391, fol. 60.
«En veinte y uno de Junio murió dn. Benito A lvarez Pereda natural de la
Parroqa. de Sn. Juan de esta ciudad de estado casado con da. Maria Theresa
Hortega, de cuio matrimo. dejo un hijo qe. se llama dn. Andrés, casado, reciv io los Stos. Sacramentos de Penitencia Sagrada Eucharistia p or viatico, y
el de la extrem a unción, no testo, se dio sepultura a su cadaver al sigte. dia
en esta Real Y glesia de Sn. Tirso, y en fee de ello lo firm o com o cura propio
de ella = = =
Dr. Dn. Franco, de Borja Estrada»
(rubricado)
A rchivo parroquial de San Tirso de Oviedo, Libro de D efunciones IV, 17981859, fol. 22v.
LOS ARQU ITECTOS FRAN CISCO PRU NEDA Y BENITO A L V A R E Z PERERA
437
P royecto de tem plo monumental para obtener la titulación académica (AASF).
Benito Alvarez Perera, 1774
438
V ID A L DE LA M ADRID A L V A R E Z
P royecto de tem plo monumental para obtener la titulación académica (AASF).
Benito Alvarez Perera, 1774
Entre estos dos momentos tuvo lugar lo que pudo haber sido
su primera obra importante. Benito Alvarez Perera aparece en va­
rias ocasiones junto a Manuel Reguera en trabajos relacionados
con el hospicio y H ospital Real. Desconocemos la naturaleza de
estas obras, pero se efectúan en torno al año 1770, por lo que es
m uy posible que interviniera en la construcción de la nueva ca­
p illa93. Ese m ism o año había contratado el traslado de las sepul­
turas de la iglesia vieja de San Isidoro de Oviedo a su nuevo em ­
plazam iento, en el templo del colegio de San M atías, una vez ex­
pulsados los jesuítas94.
93
94
A G P , Libro de las Juntas de Dirección del Rl. Hospicio de los años de 1752
hta. 1766 y el de 1774, estantería H, caja 7 y 8, s /fo l., Juntas del 10 de agosto
y 10 de septiem bre de 1770.
«(...) que dho Maestro se obliga a levantar, portear, y asentar en dha nueva
Y glesia todas las sepulturas aduquinadas que se hallan en dha Yglesia v ie ­
ja, poniéndolas con la misma perfección, seguridad, ajuste e igualdad con
que se hallan en esta, y haciendo en la misma form a las diez nuevas que se
han de añadir en los parajes q. com o dho es, se le señalare (...)», AH PO, esno.
G erónim o López de Porto, Prot. Ov., caja 805, fols. 87-88.
LOS ARQU ITECTOS FRAN CISCO PRU NEDA Y BENITO A L V A R E Z PERERA
439
Claustro sem idestruido del antiguo convento de Santa Clara. Detalle. Benito
Alvarez Perera-Pedro Muñiz Somonte, 1786-1787
440
V ID A L DE LA M ADRID A L V A R E Z
Desde 1772 en que comenzó a trabajar en los primeros tramos
de la carretera de Castilla hasta finales de la década siguiente ape­
nas contamos con datos sobre su actividad arquitectónica. En 1787
aparece contratando diversas obras en el claustro del convento de
Santa Clara de Oviedo, que aún no había sido concluido después
de casi treinta años de trabajos95. La reconstrucción de la m ayor
parte del recinto monástico, excepto la iglesia, fue ajustada con
Pedro Muñiz Somonte en los primeros meses de 1750 con arreglo a
unas trazas que parecen ser obra de este arquitecto96. Las depen­
dencias antiguas estaban ruinosas y la comunidad obtuvo del m u­
nicipio la concesión de un pedazo de terreno del Campo de la L a­
na que le permitió ampliar la superficie del claustro viejo97. No
obstante, los recursos económicos del convento eran m uy lim ita­
dos y en 1757 las monjas reclamaron ayuda a la Junta del Princi­
pado para poder beneficiarse del arbitrio de un real en fanega de
sal durante cuatro años99. Desde entonces los fondos para las
obras fueron m uy escasos y éstas languidecieron durante mucho
tiem po. En 1770 se dio un nuevo impulso a la reconstrucción del
conjunto monástico gracias al préstamo de 3.000 ducados otorga­
do por el canónigo de la catedral José Froilán de H eredia100, pe­
95
96
97
98
A H PO , esno. Gerónim o López de Porto, Prot. Ov., caja 813 (bis), fols. 119-122.
A H P O , esno. Francisco X avier Ravanal, Prot. Ov., caja 729, fols. 89-104.
AM O, Libro de Acuerdos. Año 1750, fols. 74 y 76v.
C iriaco Miguel V igil recogió la existencia de cuatro inscripciones en dos de
las fachadas del claustro relativas a la fecha de su realización. En la fachada
que mira al este: «PRINCIPIOSE ESTA / OBRA SIENDO A BA D E SA D? RO­
SA JACINTA ARGÜELLES, 1750»; «ACAVOSE ESTA OB R A / SIENDO
A B A D E S A DOÑA A N GELA CABALLERO». En la fachada que mira al sur:
«PRINCIPIOSE ESTA OBRA SIENDO A- / BAD ESA DO Ñ A M ARIA C LA ­
RA DE / LLANES Y AVILES. AÑO DE 1754»; «ACABO SE SIENDO A B A - /
DE SA L A SEÑORA DOÑA M ARIA / C LA RA DE LLANES / Y AVILES.
AÑ O DE 1755», op. cit., págs. 154-155.
99 «Señor. La Abadesa y Monjas de Sta. Clara de esta ciudad con el m ayor rendim to. suplica a V.SS. que com o tan Ylustres y Piadosos favorezcan a su co­
m unidad con carta acordada de la Junta para que pueda lograr de S.M. (que
la D ivina guie) y Sres. de su Real Consejo un real en ana. de sal de el consu­
m o de los tres, o quatro años siguientes en este Principado, pues obligadas
de la necesidad pr. haverse caydo de viejo el cam panario y parte de el Combento, y amenazando ruina lo demas de el fue preziso em prender el hacerle
de nuevo mucha parte de el com o se va haciendo, y de Ínterin padecen el in­
com od o de estar dos y tres religiosas en zelda y con el desconsuelo de no p o­
der perfecionarle con ocho mil ducas. ni hallan recurso para ellos sin m enos­
cabar sus rentas prezisas para su conservación de las que se apocaron parte
com o puede constar a los mas de V.SS. todo lo expuesto (...)», A G P, Libro
de Actas de las Juntas y Diputaciones del Principado, sigta. 109, fol. 91.
100 A H PO , esno. Nicolás López Villaderrey, Prot. Ov., caja 840, fols. 163-166, y
caja 842, fol. 130.
LOS AR Q U ITE C TO S FRANCISCO PRU NEDA Y BENITO A L V A R E Z PERE R A
441
ro las obras definitivas para la conclusión del claustro se efectua­
ron en 1786 y 1787 a cargo de los maestros Toribio Alonso Carbayo y el propio Benito Alvarez Perera. Toribio Alonso reconstruyó
el lienzo que se encontraba arrimado a la iglesia, manteniendo co­
rredores con columnas toscanas de piedra en el primer piso y de
madera en el últim o101. Benito Alvarez Perera, en cambio, se ocu­
pó de cerrar de cantería los lienzos del claustro que miran al oes­
te, dándoles su apariencia final de tres pisos estructurados m e­
diante pilastras cajeadas superpuestas. El interior es de m ayor
altura y está form ado por arcadas. Los otros dos adquieren una
formulación semejante, con balcones adintelados enmarcados por
un suave rehundido, y en el primer piso aún se aprecia el rastro
de algunos arcos que preveía el diseño de Muñiz Somonte.
En los años siguientes intervino en algunas obras de carácter
menor en viviendas de la capital102 y en 1793 realizó junto a Fran­
cisco A ntonio Muñiz Lorenzana la trascendental declaración so­
bre el estado del proyecto de la nueva basílica de Covadonga y
lo que aún faltaba para su conclusión. El informe presentado por
estos arquitectos duplicaba la tasación inicial del proyecto y fue
decisivo en su completa paralización poco tiempo después, una vez
que la Academ ia de San Fernando declinase cualquier reforma en
el plan prim itivo de Ventura Rodríguez103.
Sus últimos diseños arquitectónicos documentados son refor­
mas de escasa relevancia en dos iglesias parroquiales. En 1797 pro­
yectó las dos capillas que se añadieron al cuerpo del tem plo pa­
rroquial de Ceceda (Nava) y en 1807, cuando ya hacía tres años que
había muerto, se contratan diversas obras de reparación en la igle­
sia de San Andrés de Sobrescobio arreglados a sus trazas y condi­
ciones elaboradas previam ente104.
2.2.2.
Las obras públicas
Todos los maestros titulados asturianos participaron activa­
mente en las obras públicas de infraestructura y comunicaciones
que se realizaron en la región durante el últim o cuarto del siglo
101
102
103
104
AH PO , esno. Gerónim o López de Porto, Prot. Ov., caja 813, gols. 108-115. Pe­
dro Muñiz Som onte había tasado las dos primeras plantas de las fachadas
del claustro de pilastras y arcos y la última de columnas y antepechos.
A H PO , esno. José Estévanez Solís, Prot. Ov., caja 1.054, fols. 95-96; AH PO,
esno. Juan Cruz Alvarez, Prot. Ov., caja 1.188, fol. 206; AHPO, esno. Joaquín
Martínez Bustamante, Prot. Ov., caja 1.100, fol. 79.
AHN, Sec. Consejos, leg. 1.6027, expdte. núm. 6, fols. 39-44.
Véanse ACO, Obrería, caja 275 (papeles sueltos), y AHPO, esno. Francisco
A ntonio Fernández Cuevas, Prot. Ov., caja 1.134, fols. 45-50.
442
V ID A L DE L A M ADRID A L V A R E Z
X V III bajo el patrocinio del Consejo de Castilla. No obstante, Be­
nito A lvarez Perera, libre de los compromisos que ataban a sus
compañeros, fue quien se dedicó con m ayor continuidad a ellas.
Desde 1772 figura como destajista en casi todo el recorrido de la
carretera de Castilla hata el año 1781. También para este camino
construyó la fuente de Manzaneda en 1778 siguiendo una orienta­
ción clasicista que contrasta con el barroquismo de la de Olloniego, realizada por Francisco Pruneda tres años antes, y comenzó
la fábrica del puente de San Juan, junto a la iglesia parroquial
de Mieres, según el diseño de José Ventura Palacio San M artín105.
Después de este período de gran actividad las obras del camino
fueron suspendidas, pero Alvarez Perera regresó a ellas antes de
su reanudación para intervenir en los trabajos del nuevo puente
de Santullano, en las cercanías de Mieres, como aparejador de M a­
nuel Reguera. Durante los años de 1789 y 1790 se realizaron los
cimientos y se elevó la obra hasta el arranque de los arcos. A l año
siguiente se efectuó otro remate, en esta ocasión con Benito A l­
varez Perera como director, y estuvo al frente de la obra hasta los
primeros meses de 1794, pero la abandonó poco antes de su total
conclusión debido al agotamiento de los fondos destinados a
ella 106.
En 1786 remató el primer tramo del camino que se estaba cons­
truyendo a la salida de A vilés bajo la dirección de Francisco Pru­
neda y se ocupó de estas obras hasta el año 1791 que las entregó
concluidas107. Simultáneamente se encontraba dirigiendo la re­
construcción del camino de Oviedo a Grado según el plan y con­
diciones elaborado por él mismo en 17 88108. A sim ism o, se encar­
105
Sobre la participación de Benito Alvarez Perera en los trabajos de la carre­
tera de Castilla véase AGP, Libro Contador de el gasto, qe. ocasiona la Rl.
Carretera proyectada desde esta ciudad de Oviedo hasta la de León, sigta.
28, s /fo l. En este archivo se ha conservado también el diseño de José Ventu­
ra Palacio San Martín para el puente de San Juan de Mieres con el siguiente
título: «D escripción de la Obra del Puente qe. se ha de fabricar en la Linia
de la Rl. Carretera sobre las aguas del Rio Sn. Juan, junto a la Parroquia
de Mieres del Camino». Junto a él se encuentra una copia para la obra y las
condiciones de construcción. AGP, caja sin clasificar.
106 Sobre la fábrica del puente de Santullano véase AHPO, esno. Pedro Antonio
de la Escosura, Prot. Ov., caja 1.299, fol. 41; AHN, Sec. Consejos, leg. 6.039,
expdte. 59; AHPO, esno. José Alvarez Santullano, Port. Ov., caja 1.060 (I), fols.
70-71; AHPO, esno. Antonio Ramón de Menes, Prot. Ov., caja 1.066, fols. 1-2.
107 AMO, despacho 2, anaquel D, leg. 43, doc. 15. Véase tam bién A H P O , esno.
Francisco Fernández Tuñón, Prot. Ov., caja 969, fol. 1, y esno. A ntonio Fer­
nández Solís, Prot. Ov., caja 1.218, fol. 413.
108 Benito Alvarez Perera abandonó esta obra en 1792 a causa de las críticas ver-
L OS AR QU ITE C TOS FRANCISCO PRU NEDA Y BENITO A L V A R E Z PERERA
443
gó de numerosos reconocimientos de caminos, puentes y proyec­
tos de diversa índole y apenas cuenta con diseños propios en este
tipo de obras.
A l contrario de lo sucedido con Francisco Pruneda, los planos
conservados de Benito Alvarez Perera son muy escasos y se redu­
cen a los diseños del templo que presentó a la Academ ia de San
Fernando. No obstante, es posible reseñar tam bién un plano del
concejo de N ava custodiado en el Archivo Histórico Nacional que
supone un cambio fundamental en comparación con el dibujado
algunos años antes por José Bernardo de la Meana para el coto
del monasterio de V aldediós109. El plano de A lvarez Perera care­
ce de la ingenuidad y recreación del de Meana, pero adopta un ca­
rácter más científico, y en él la precisión prima sobre otros aspec­
tos más aparentes.
A PE N D IC E D O C U M E N T A L
DOCUM ENTO N? 1
Escritura de ajuste para la obra de dos lienzos del claustro del
convento de Santa Clara de Oviedo contratado por Benito A l v a ­
rez Perera. A ñ o 1787.
«A juste sobre una Obra.
En la Reja de Locutorio de el Convento de Sta. clara orden del
Seraphico Padre Sn. Franco, de Asis estramuros de esta Ciudad de
Oviedo a Veinte dias de el mes de Mayo de mil Setecientos ochen­
109
tidas contra su gestión. Véanse AGP, Libros de Documentos presentados a
las Juntas y Diputaciones del Principado, sigta. 34, fols. 108-113; AHPO, esno.
P edro de la Escosura, Prot. Ov., caja 1.346, fol. 160; AH PO , esno. A ntonio
Fernández Solís, Prot. Ov., caja 1.219, fols. 104-105.
«Planta, o dibujo Geom étrico de la Parroquia y Conzejo de Nava que (...) de
este Obispado lebanto el Arquitecto Dn. Benito Alvarez (...)», AHN, Sec. Con­
sejos, leg. 16.021, plano núm. 535.
A BREVIATU RAS
A A SF : A rch ivo de la Real Academ ia de Bellas Artes de San Fernando.
A G P : A rch ivo General del Principado.
AH D: A rchivo H istórico Diocesano de Oviedo.
AHN: A rchivo H istórico Nacional.
AH PO : A rchivo H istórico Provincial de Oviedo.
AM O: A rchivo Municipal de Oviedo.
AM P: A rchivo Municipal de Pravia.
444
V ID A L DE LA M ADRID A L V A R E Z
ta y siete as. Antemi escrivano y testigos de la una parte de las
Sras. Madre Abadesa y Religiosas de Consejo de este dho Convto.
especial y señaladamte. las sras. Da. Juana de sn. Miguel Heredia, Da. Ana Maria de la Anunciación Arango, Da. Josepha de sta.
Barbara Arango, Da. Josepha de la Encarnación. Reguero y Da.
Josepha Maria de los Dolores, y con ellas el R. P. Fr. franco. Vega
Vicario de este Convento; y en la otra Dn. Benito Perera Maestro
Arquitecto en el arte de Canteria como pral., y Andrés de Hortea
su suegro como su fiador y pral. pagador vecinos ambos de esta
Ciudad, los dos juntos y demancomun a voz de uno cada uno de
por si y el todo insolidum, renunzdo. como espresante, renuncia
las Leys. de Duobus Reis de vendi, la autentica presente hoc ita
defide yusoribus el beneficio de la divison. y excursión de ves. re­
medio deposito de las espensas y mas de la mancomunidad vajo
de las que las unas, y otras partes Digeron, q. haviendo determi­
nado ésta Comunidad cerrar de Canteria labrada los dos Lienzos
o pisos altos del Claustro que miran al Poniente, y las dos arca­
das del piso terreno de dho Claustro, que mira la una al Ponien­
te, y la otra al Norte, y éstas dos de mamposteria, se hizo plan
de Condiciones para el arreglo de la obra, estampando en ellas to­
do quanto se havia de hacer por el Maestro con quien se combiniesen, cuyas condiciones firmadas asi de dha Señora Abadesa Pe.
Vico, y del referido Pereda, como rubricadas por mi escrivano se
juntan a ésta Excritura para incorporar en los traslados que de
ella se dieren cuyo tenor a la letra son como se siguen:
Aquí las Condiciones
E instruido, y bien inteligenciado dho Pereda del contesto de
dhas Condiziones, se combino con dha Sra. Madre Abadesa y Re­
ligiosas en hacer y que ará la referida obra, según y en la forma
que lo prebienen dhas Condiciones sin faltar en pte. alguna a ellas,
dándosele por el todo de dha obra diez y ocho mil quinientos cinquenta y ocho rs. en que fueron ajustados en los tres plazos que
prescriben dhas Condiciones, y en conseqa. de esto dhas Sras. Ma­
dre Abadesa y Religiosas obligan los vienes y rentas de este Con­
vento a dar y pagar, que darán y pagarán llanamente y sin con­
tienda de Juicio alguno a dho Pruneda por razón de dha obra los
ya esplicados diez y ocho mil quinientos cinquenta y ocho rs. en
tres plazos, a saber el primero, y en el seis mil ciento ochenta y
seis rs. para quando quiera dar principio a la obra: otra igual can­
tidad para quando tenga hecho la mitad de ella: y la otra igual
LOS AR Q U ITE C TO S FRANCISCO PRU NEDA Y BENITO A L V A R E Z PERERA
445
restante Cantidad pra. el dia en que se entregase la enunciada
Obra a vista de Maestro inteligente: y los referidos Pereda, y su
fiador se obligan a executar dha obra como ba dho con arreglo en
todo y por todo a dhas Condiciones, y darla fenecida y acavada
para en todo el mes de Octubre que primero biene de éste año, y
a uno y otro consienten se les compela y apremie en via executiva
y or todo rigor de dro. y cada uno insolidym como mancomuna­
dos. Y en esta conformidad unas y otras pte. son combenidos, y
reciprocamente ajustados, y hacen la presente que otorgan con to­
das las demas clausulas fuerzas y firmezas necesarias. Y para su
cumplimiento dan Poder a las Justicias de S.M. que sean compe­
tentes en sus respectibes fueros que a ello les compelan y apre­
mien, recivenlo contra si por Senta. pasada en cosa juzgada re­
nuncian todas Leyes de su favor con la general del dro. en forma:
dhas Sras. Religiosas las Reglas fueros y Estatutos de su Sagrada
Religión. Asi lo otorgaron unos y otros otorgantes a quienes yo
Escrivano doy fee conozco firmáronlo dhos Pereda, su suegro, y
Rdo. Pe. Vicario y dhas sras. Religiosas se confirieron su Comison.
unas a las otras para q. firmasen las que quisiesen, siendo testi­
gos dn. Bernabe Phe. Moran, dn. Carlos Escosura López, y Miguel
Marnz. Marina Vecinos de esta Ciudad = = = Entre rengs. = = =
Padre Vicario = = = valga = = = Y es declaracon. de ésta Escri­
tura, q. si a ésta Comunidad se le proporcionase caudal para po­
der hacer el enlosado de los dos Lienzos del Claustro, en la con­
formidad, que están los otros dos, se obliga dho Pereda a executarlo en cantidad de tres mil seiscientos rs. von. q. le entregará
dha sra. Abadesa, siempre q. se le proporciones Caudal como ba
dho: testigos los (...) ut supra valga = = =
Sor Ma. Antonia de la Natividad Abbsa.
(rubricado)
Sor Susana de sn. Miguel
Sor Ana Maria de la
Anunziazion
(rubricado)
Sor Ma. Josepha de la
Sor Joseph de Sta. Barbara
encarnación
Sor Joseph Ma. de los dolores
Sor Benita de los angeles
Sor ma. de sn. geronimo
Benito Alvarez Perera
Fr. Franco. Vega
(rubricado)
Vico, (rubricado)
Antemy
Andres de Ortea
Germo. Lopez de Porto
(rubricado)
(rubricado)
446
V ID A L DE LA M ADRID A L V A R E Z
Plan y Condiciones bajo de las que se ha de hacer la nueba obra
qe. se propone pr. la Señora Abadesa del Combto. de Sta. Clara
de Oviedo. Primeramte. = = = Que se han de cerrar de Canteria
labrada por dentro y por afuera los dos Lienzos, o Pisos altos que
miran al Poniente en el Claustro = = = Que también se han de ce­
rrar de mamposteria las dos Arcadas del Piso Tercero, en dho
claustro qe. miran la una al Poniente, y la otra al Norte = = = To­
do bajo las condicions. siguientes = = =
1? Que los dos Pisos altos se han de Cerrar de Canteria labrada
pr. dentro, como pr. afuera, llebando todas las molduras re­
saltos, Cornija, Pilastras, y siendo la Parez de igual (...) re­
saltos, molduras, cornijas, y Pilastras de (...) hechura en to­
do a los dos lienzos hechos (...) Claustro = = =
2? Que en dhos dos Lienzos se han de hechar diez y ocho Puer­
tas con sus marcos de madera apinazadas todas con sus Per­
nos y Pasadores; Y en cada Puerta de estas su antepecho de
madera con sus rejas torneadas.
3? Que en dhas diez y ocho Puertas se han de hechar en cada
una su contraventana de buena madera de cuerpo, y sano,
hechas todas sencillas con sus aldavilla, largas y cortas, pa.
abrirse y cerrarse; han de ser lisas, pero de dos medias a la
larga, y de tapajunto con sus marcos de madera qe. han de
arrimar al vatiente hecho en la misma Canteria, sugetando
dhos marcos con tres fixas por cada lado = = =
4? Que los dos Pisos terrenos qe. se han de cerrar de mampos­
teria, han de llebar en cada Arco una puerta, o Ventana se­
gún se halla en los Pisos Cerrados del mismo Claustro, con
su claraboya también en cada arco como en dhos dos Pisos
(digo) el qe. mira al Oriente con la diferenza. de qe. dhas Cla­
raboyas an de ser todos sus piezas de Canteria labrada y pa­
santes enteras de dentro afuera, cada una con su Vidriera,
en marco de madera, y con quatro o mas fixas necesarias pa­
ra su seguridad, y entre vidrio, y vidrio su varreta, y plo­
mados, pr. todas partes, pero los vidrios podran ser de Cas­
tilla.
5? Que en cada arco ha de hecharse una Puerta o Ventana de
buena madera con su marco de lo mismo pues an de ser to­
das apinzadas, de dos medias, con sus fallebas, y pernos.
6? Que en cada oja de las contrabentanas o contrapuertas arri­
ba dhas, se han de poner un Vidrio de terzia, y quarta; y ad­
mitirlo asi el ancho de ellas, pes. el alto de todas ls puertas
a de ser de Ocho pies, y el Ancho de quatro (...)
LOS A R Q U ITECTOS FRANCISCO PRU NEDA Y BENITO A L V A R E Z PERE R A
7?
8?
9?
10?
11?
12?
13?
14?
447
Que las Colugnas de piedra qe. se hallan en el primer Piso,
se an de quitar, porqe. en su lugar se ponen las Pilastras en
todo uniformes, e iguales a las de los otros dos lienzos Ce­
rrados de Cantería, quedando dhas Colugnas, y los tres or­
denes de antepechos de Cantería qe. se hallan en los tres pi­
sos qe. mirar al Poniente a favor, y disposizion del Maestro
qe. hiciere dha Obra pero no otra cosa qe. pueda llamarse
despojos; sino los que fuere Materiales sobrantes solamte.
Que ha de ser de quenta del Maestro la limpia del Claustro
acabada qe. sea toda la Obra.
Que en los frentes de los dos lienzos terrenos se ha de finjir
Pilastras, y Cantería del mismo modo, qe. en los dos lienzos
terrenos Cerrados, y esto pr. afuera; y por dentro se les a de
dar de Lanilla vien dada, y buen blanco a satisfacción de la
Sra. Abadesa.
Que: A todas las maderas de Puertas, ContraPuertas, Ven­
tanas, tragaluzes, Valcons., pasamanos, Soleras y quanto sea
madera, se le ha de dar de Verde al Oleo, bien aparejado a
satisfaczion de la Sra. Abadesa.
Que: Toda esta Obra se ha de entregar a vista de Maestros
diputados pr. la Sra. Abadesa para que registren, y vean si
se halla, o no cumplido todas las condicions. expuestas para
dha Obra.
Que ha de ser de Quanta del Maestro cerrar la Puerta qe. se
halla al Campo de la Lana; qe. oi se halla avierta para en­
trar todos los materiales de la obra qe. se acaba de hacer, y
ha de servir para entrar del mismo modo todos los materiales
de esta misma nueba obra de qe. se trata, sin qe. para toda
ella pueda entrar Carro alguno en el Combento, y si solo a
manos de hombres como de (...) en la anterior, advirtiendo
estar de quenta del Maestro qe. esta nueba obra haga qualqa.
quiebra qe. ocasione en qualqa. de los enlosados de los Claus­
tros, Puertas...
Que Toda esta Obra la ha de dar acabada el Maestro, qe. la
haga, para últimos de Octubre precisamente.
Que la Señora Abadesa y su Comunidad han de dar al Maes­
tro qe. esta obra hiciere la Cantidd. en que se hajustaren en
tres Plazos = = = al principio de la obra, la tercera parte de
dha Cantidad = = = al medio de ella, la otra tercera parte;
y acabada qe. sea dha obra, y entregada a vista de Maestros,
la otra terzera parte del dinero ajustado = = = entre renglo­
448
V ID A L DE L A M ADRID A L V A R E Z
nes = = = cencillas = = = valga = = = textado castellanas no
balga = = =
Sor Ma. Antonia de la Natividad Abbsa.
(rubricado)
Fr. Franco. Vega
Veo.
(rubricado)
Benito Alvarez
Ortea
Perera»
(rubricado)
(rubricado)
Archivo Histórico Provincial de Oviedo, esno. Gerónimo López de Porto, Proto­
colos de Oviedo, caja 813 (bis), fols. 119-122.
*
*
*
*
DOCUMENTO N? 2
Escritura de obligación para la reconstrucción de la iglesia p a ­
rroquial de S a n A n d r é s de Sobrescobio según los planos y condidones de Benito Alvares Perera. A ñ o 1806.
«Contrata y obligazon. de obra, entre Maní, de Secades, y An­
drés Mori, vezs. de Oviedo, y Dn. Ramón de Roces, como Apodo,
de los vezs. de la Parra, de Sn. Andrés Concejo de Sobrescovio.
en la Ciudad de Oviedo a vte. y dos dias del Mes de Enero año de
mil ochocientos y seis, antemi esno. y Testigos presentes Manuel
de Secades, y Andrés Mori Maestros de Canteria Vezos. de esta
Vecindad, como su fiador de mancomún en que se constituye de
la una parte, y de la otra dn. Ramón de Roces vezino de la Parro­
quia de San Andrés Conzo. de Sobrescobio, por lo qe. le toca y a
los demas vezs. de ella también como principal, y el Dr. Dn. Alonso
Canella Gutierrez Vezino de esta dha Ciudad como su fiador mancomunads. en que igualmte. se constituye, y el Don Ramón en vir­
tud de Poder que para lo qe. aqui se expresará tiene de los Vezinos de los Lugares de Soto, San Adres y Agües comprendidos en
la nominada Parra, según pasó pr. testimonio de Juan Alvarez
esno. del citado Conzo. de Caso en los doce del corriente Mes y año
y una copia signada y firmada según suena pr. dho esno. entregó
a mi el Ynfraescrito a efecto de Juntar a esta Esra. e incorporar
en los Traslados qe. de ella se dieren y su tenor a la letra es como
se sigue:
LOS ARQU ITECTOS FRAN CISCO PRUNEDA Y BENITO A L V A R E Z PERERA
449
Aquí el Poder
Y usando el referido Dn. Ramón de Roces del nominado Poder
que tiene aceptado y en caso necesario de nuebo acepta confiesa
y asegura no estarle suspendido alterado ni rebocado por auto con­
trario ni en otra mana, alguna por lo que le toca y como tal Apo­
derado de los expresados Vezinos, en unión con los demas otor­
gantes especificados en la caveza de esta Esra. digeron que para
la execucion de varias obras y reparos de qe. tiene necesidad la
Yglesia de la mencionada Parroquia de Sobrescobio, dispusieron
sus vezinos sacarlas a publico remate en el Maestro practico e in­
teligente, vajo los planos lebantados por el Arquitecto Dn. Beni­
to Alvarez Pereda, y condiciones formadas a aquel fin siendo una
de ellas, que el importe de dho remate se havia de pagar en tres
tercios, el uno al principio de la obra, el otro al medio de ella, y
el otro al tiempo de su conclusión y entrega correspondte. prebiniendo el fenecimiento de las citadas obras para el ultimo dia del
corriente año; cuyo remate en concurrencia de varias personas y
prebia combocatoria qe. se ha fijado en el paraje publico acostum­
brado de esta Ciudad, y con presencia de los planos y Condicio­
nes mencionadas, despues de varias posturas se hizo con asisten­
cia de mi Esno. en el dia seis del Corriente Mes a favor del Ma­
nuel de Secades pr. la Cantidad de :veinte y cinco mil y quatro
cientos rs. von. importe de su ultima mayor vaja y postura vajo
de la correspondte. Fianza prebenida pr. una de dhas condiciones,
cuyo contexto a la letra es como se sigue Plan de Condiciones va­
jo las qe. se saca a remate la fabrica de la Yglesia de San Andrés
de Sobrescobio = = =
1? La obra ha de ser la qe. señalan y esplican los planos leban­
tados por Dn. Benito Pereda pero con las reformas y decla2? raciones qe. se seguirán aqui = = = Los cimientos por el desbahido en que se halla el sitio de la obra serán de seis pies
de grueso, y vendrán a quedar en quatro pies y medio quando lleguen a nibelarse con la Solera de la Puerta principal
de la Yglesia qe. esta hecha en este estado los cimientos se
3? les dara pr. el lado esterior medio pie de corta y pr. el menor
un quarto de pie o tres pulgadas y con este grueso seguirá
otros cinco pies de altura y a ellos se les ha de hacer talus
4? alrededor de toda la obra qe. se hace de Talus ha de ser de
5? Canteria en limpio, y grueso de ocho pulgadas = = = en el
Talus se dara otro corte a las paredes y seguirán en tres pies
y medio de grueso hasta la altura de la imposta donde arran-
450
6?
7?
8?
9?
10?
11?
V ID A L DE L A M ADRID A L V A R E Z
can los arcos y repisas para el descanso de las Bobedas. Aqui
se les dara un corte de medio pie para la formazon. de las
Bobedas, y seguirán despues las paredes en tres pies de grueso hasta su conclusión y altura qe. señala el plano = = = Sin
embargo de que el Plano pr. alzarlo señala el cerramiento
o cubrición de la obra a dos aguas, no ha de hacerse asi sino
qe. cada Bobeda y Capilla se ha de cerrar pr. si sola y sobresi.
Para ello las quatro paredes qe. cargan sobre los Arcos de
las Bobedas han de lebantar ocho pies, y llevan dos de grueso con sus esquinales lisos = = = Los cimientos de las dos Sa­
cristías llevaran dos pies de grueso y doze de altura desde
el pabimento: los cimientos, serán como los de la demas obra
arriba dicha = = = Las bentanas serán todas de Cantería a
medio cortezo, y su escazan para que puedan llevar rejas,
marcos y bidrieras. Las de la Capilla mayor serán de tres pies
de alto y dos de ancho: Las de los colaterales de tres pies por
quatro, y las de las Sachristias, de dos pies pr. diez y seis pul­
gadas cuidando el Maestro de fixarlas a la altura correspon­
diente, asi las unas como las otras por causa de qe. no tro­
piecen las unas en los Arcos formes, y las otras y las de la
Capilla mayor dejen lugar al cerramto. o cubrición de la Sachristia, pero las fixura con Aquerdo de los comisionados del
vecindario = = = Las Puertas de las Sachristias se coloca­
rán un pie mas debajo y acia el Crucero de lo que señala el
Plano, para dejar mayor lugar al Retablo, Altar mayor, Pea­
na y grada; y para su fixacion se dara parte a los Apodera­
dos del vecindario con cuyo Aquerdo las haya de colocar, es­
tas puertas se apuraran de escoda y de un pie de huella = = =
Los esqunales, Arcos y Pilastras se haran según presenta el
Plano de Cantería a escoda en limpio, y los dos esquinales
de las Sachristias lisos sin refajo y todos ellos de buenos ra­
males de media vara lo que menos. Toda la obra se coronara
de imposta de Cantería = = = Se pondrán tres gradas, dos
en el Arco qe. sube al Presviterio o capilla mayor, que la una
hace de pabimento, y la otra grada en el Altar mayor, que
correrá de puerta a puerta de las Sachristias. Ademas otras
dos gradas una en cada colateral; estas an de ser ochabadas,
de seis pies pr. frente y tres en cada costado con la salida de
cinco pies en la parte mayor. Todas las gradas deben ser de
cantería apuradas a escoda señaladamente sus molduras, de
siete pulgadas de alto doce de huella con su Bocelon y un fi-
LOS ARQU ITECTOS FRAN CISCO PRUNEDA Y BENITO A L V A R E Z PERERA
451
12? lete = = = Los altares de los colaterales se haran según de­
muestra el diseño que se manifiesta, y para ello y plantar­
los lo hara el Maestro con Aqdo. de los Apoderados del Becin13? dario. El Altar mayor no entra en esta obra pr. ahora = = =
Las Bobedas serán cerradas pr. Arista y de piedra debiendo
quedar en la clave de los diagonales un floron de yeso = = =
14? A toda la obra por lo interior se le dara lanilla y blanqueo
de buena calidad, y pr. lo esterior un reboque de raspado y
15? cielo raso en las Sachristias = = = Para toda esta obra dara
el vecindario cal y Arena al pie de la obra esbara los Cimien­
tos vajo la dirección del Maestro Dara todos los acarretos de
Piedra y Toba, pero el sacarla en las canteras ha de ser de
cuenta y a cargo del Mestro. La elección de Canteras ha de
ser con Aquerdo y consentimiento del Vecindario y dentro
de los limites de la Hijuela hallarse la Toba en ella = = =
16? Aunque los Vecinos se obligan a dar los Acarretos, esto se
entiende hasta el ultimo dia del Mes de Junio y no mas, por­
que desde alli adelante hasta el primero de Noviembre han
de ser de Cuenta y cargo del Maestro, pues pasado aquel dia
no puede ocuparse el Vecindario en los acarretos por causa
de sus haciendas; asi qe. hasta dho ultimo dia de Junio pedi­
rá el Maestro todos los acarretos qe. necesitare para toda la
obra, y desde Noviembre y Diciembre bolberan los vecinos
a dar los acarretos, pero no pr. mas tiempo pr. qe. el ultimo
17? dia del año a de estar concluida la obra = = = Dara el Vecin­
dario las maderas precisas para los Andamios y Cimbras; pe­
ro su formacion aparejo y clavazón sera de cuenta y a cargo
18? del Maestro y de bolberlas al fin de la obra = = = Dara asi­
mismo el Vecindario las rejas para las Bentanas, y quedan
también de su cuenta las maderas y marcos de las puertas y
19? bentanas como igualmte. las Vidrieras = = = Sera asimismo
de cargo del vecindario toda la cubrición de la obra, sus ma­
deras, teja y clavazón, pero sera de obligación del Maestro
dirigirla y dar las medidas si el vecindario lo pidiese y repa­
rará el Mestro en las Paredes todo lo qe. fuese necesario para
20? la cubrición = = = el agua corre pr. junto a la misma obra
pero en qualqa. caso a de quedar a cuenta del Maestro, y to20? do lo demas que no quede expresado arriba = = = No podra
el Maestro aprobecharse de ningunos materiales qe. existan
hoy al pie de la obra, ni los qe. hay en los esquinales de la
qe. se ha de demoler, sin combenirse con los Apoderados de
Vecindario sobre su valor, por qe. no combiniendose los re­
452
22?
23?
24?
25?
26?
27?
28?
29?
30?
V ID A L DE LA M ADRID A L V A R E Z
cogerán los Vecinos, y si se combiniesen en la Cantidad, la
tendrá a Cuenta el Maestro al recivo de la segunda paga o
Tercio = = = el Maestro a de dar principio a la obra pr. la
saca de piedra y labra en el Mes de Febrero proximo, y a mas
tardar en principios de Marzo siguiente y la ha de dar con­
cluida toda para el ultimo dia del presente año y pr. cada Mes
qe. se retarde se le rebajaran mil rs. = = = Ha de admitir el
Maestro reconocimtos. de Peritos luego qe. la obra salga de
Cimientos para inspeccionar su asiento y labra de Piedra, y
si se hallase alguna falta la ha de enmendar sin dilación a
satisfacción del Perito = = = Ha de plantar la obra con asis­
tencia de los Apoderados del Vecindario y tendrá siempre
de manifiesto los planos, y condiciones para que puedan re­
conocerlos los comisarios siempre que tubieran pr. combeniente, y los debolbera entregada la obra = = = Tampoco po­
dra el Maestro dar principio a la obra sin afianzarla antes
a satisfacción de los Apoderados del vecindario del mismo
modo que este deberá afianzar también a satisfacción del
Maestro = = = Concluida la obra se entregara a los Apode­
rados pr. reconocimiento de Perito y saliendo defectuosa ten­
drá el Maestro qe. enmendar las faltas y pagar los gastos del
reconocimiento y Perito, pero en caso de resultar bien hecha
y de recivo, serán estos gastos de cuenta del Vecindario = = =
La primera paga se le ha de dar al segundo dia que principie
la saca de piedra, con los oficiales correspondtes. a la cali­
dad de la obra y tiempo qe. ba fixado para su conclusión. La
segunda paga con el descuento de importe de los materiales
que tomase se le hara a mitad de la obra (...) donde arrancan
los Arcos y repisas y la tercera paga concluida entregada y
recivida qe. sea la obra — No ha de pedir engaño el Maestro,
y el remate sera perentorio. Si aquel en quien se rematare
la obra se separase de ella antes de afianzar, pagará quinien­
tos rs. al Vecindario, y de este modo quedará libre: en otro
caso se le podra obligar = = = Si el vecindario quisiere al­
guna añadicion a lo dicho se hara por ajuste separado con
el Maestro, y este tendrá qe. hacerla no combiniendose en el
Coste, pr. lo qe. tasare un Perito a los Vecinos ni quiseren
tomarla de su Cuenta = = = En cuyo impuesto y conocimto.
de uno y otro los nominados Manuel Secades, y Andrés Mori
como principales y Manuel Mori como su fiador de manco­
mún otorgan qe. se obligan con sus personas y viens. mué-
LOS ARQU ITECTOS FRAN CISCO PRUNEDA Y BENITO A L V A R E Z PERE R A
453
bles raíces prestes, y futuros a executar las obras menciona­
das con arreglo a las insinuadas Condiciones, y las daran con­
cluidas y entregaran para el ultimo dia del presente año a
vista y satisfaccon. del Perito qe. se disputare, en la confor­
midad qe. se expresa en la veinte y seis, uno y otro pr. la Can­
tidad de los apuntados veinte y cinco mil y quatrocientos rs.
vellón importe de su esplicado*remate, obligándose como
también se obligan a no pedir por razón de dhas obras aumen­
to ni mejoras algunas de cuyo derecho se desisten, cediendo
como ceden renuncian y trspasan desde ahora y para en to­
do tiempo a veneficio de los expresados Vecinos de San An­
drés de Sobrescobio qualquiera exceso resultante, y del mis­
mo modo se obligan a no pedir ni percivir cantidad alguna
si no a los plazos qe. ban señalados cuyas obras no dejaran
de la mano hasta la devida conclusión y entrega al tiempo
señalado, y si lo contrario subcediese quieren y consienten
qe. a su costa se encarguen a qualquiera otro Mestro practi­
co e inteligente qe. se halle pr. el nuebo ajuste, y Combenio
qe. se proporcione, y que a la paga de qualquiera esceso re­
sultante como a la de las costas y salarios qe. pr. lo uno y
otro se siguieren se les compela y apremie pr. todo rigor de
dro. vajo la mancomunidad en qe. ban constituhidos, como al
exacto cumplimto. de las citadas Condiciones, Y el referido
Dn. Ramón de Roces por si y como tal Apoderado de los no­
minados vecinos, juntamente con dho su fiador Dn. Alonso
Canella Gutierrez, se obligan en igual forma y vajo la pro­
pia mancomunidad a cumplir y cumplirán pr. su parte con
todo aquello a qe. son obligados con arreglo a las mismas
Condiciones y en defecto quieren y onsienten del propio mo­
do ser compelidos y apremiados y qe. se les compela y apre­
mie a ello a su Costa pr. todo rigor de dro. Para cuyo cum­
plimto. unos y otros otorgantes dan Poder a las Justas, de
S.M. competentes que a ello les compelan y apremien lo reciven por Senta. pasada en cosa juzgada y renuncian todas
Leys. de su favor con la general del dro. en forma. Asi lo otor­
garon los otorgantes a quiens. doy fee conozco y lo firmaron
estando presentes por testigos Jph. Fernz. Miranda, Jph.
Ygno. Romero, y Jph. Secades, vezs. de esta Ciudad. Emda
Sobrescobio = = = sera = = = va. = = = Testado ara = = =
no valga = = =
454
V ID A L DE LA M ADRID A L V A R E Z
Manuel Secades
(rubridado)
Ramón de Roces
(rubricado)
Manuel Mori
(rubricado)
Andrés Mori
(rubricado)
Sr. Dn. Alonso Canella
(rubricado)
Antemi
Franco. Antonio Fernz.
de Cuevas»
(rubricado)
Archivo Histórico Provincial de Oviedo, esno. Francisco Antonio Fernández de
Cuevas, Protocolos de Oviedo, caja 1.134, fos. 45-49.
LA ANTROPONIMIA DE LA PARROQUIA DE SAN
TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
F l o r e n t in o L ó p e z I g l e s ia s
El proceso que lleva a la nucleotización de la familia contem­
poránea no se agota en el estudio de la domesticidad iniciado por
el grupo de Cambridge, ni lo refleja unívocamente; deben propo­
nerse y explorarse otros instrumentos indicativos de la posición
central y casi excluyente que tomaría el núcleo familiar. Es un
largo proceso en el que la familia pierde la coextensividad con el
medio social —comunidad aldeana, dependencia y obligaciones
señoriales— y se vuelca sobre su espacio interior centrándose en
la crianza y la educación.
El análisis antroponímico puede indicamos la impronta nuclear
que la devoción religiosa estaba adquiriendo en las postrimerías
del Antiguo Régimen. La validez del análisis antroponímico des­
cansa en que el acto de nombrar es un acto del individuo que nom­
bra quien con dicho acto está expresando un estado de su propia
subjetividad. Para Levi-Strauss el acto de nombrar es la intersec­
ción de tres dominios: el de la clase del sujeto a nombrar, el de la
subclase de nombres disponibles y concebibles en el seno de la cla­
se y el de la clase formada por las intenciones y gustos del que nom­
bra —«bonus nomen, bonus ornen»: «los malos nombres y los que
no tienen conjunción con nuestra religión siempre arguyen mala
sospecha, como al contrario son fundamento de buena opinión los
buenos nombres»1—. El dominio de los nombres disponibles indi­
ca el sistema antroponímico de una civilización; el dominio de las
intenciones del que nombra, en cambio, permite detectar impul­
1 D. J o s é O r t i z C a n t e r o , Directorio parroquial, Madrid, 1727, pág. 125; vid. Le
v i - S t r a u s s , C., El pensamiento salvaje, F.C.E., México, 1964, pág. 265.
456
FLORENTINO LOPEZ IGLE SIA S
sos y actitudes colectivas en períodos de menor extensión cronoló­
gica, esto es, permite clasificar el medio y la orientación concreta
de la época en que se producen. El sistema de designación tiene,
entonces, un carácter histórico y por ello es posible percibir la noosfera de mentalidades —de herramientas mentales— que cristali­
zan en el acto de poner nombre a una persona2. En el siglo XVII
tenemos configurado un sistema antroponímico3 constituido por
un nombre de bautismo —el nombre propiamente— y un nombre
de familia —los apellidos—, éste es profano e informa del paren­
tesco, aquél es sagrado y señala a un individuo. El apellido no es
de libre elección, viene dado; en cambio, el nombre es de libre elec­
2 V r o o n e n con un criterio evolucionista clasifica los sistemas antroponímicos
en religiosos y profanos, y los profanos, a su vez, en laicos mitigados y laicos
generalizados (vid. E u g e n e V r o o n e n , Les noms des p ersonnes dans le m on­
de. A n th rop on ym ie universelle com parée, Editions de la librairie encyclo­
pédique, Bruxelles, 1967, pág. 231).
3 La situación antroponímica en la Europa del siglo XVIII era resultado de una
decantación milenaria. Los romanos del período republicano constituyeron
un sistema antroponímico hereditario en base a los tria nomina: praenomen,
nomen y cognomen; bajo el Imperio «nomen» y «praenomen» pierden impor­
tancia a la vez que aumenta el uso del «cognomen». En un extremo del Medi­
terráneo, en Palestina, un pueblo de Oriente, parte central de la historia de
Occidente, tenía un sistema antroponímico cuyo eje estaba constituido por
nombres teóforos, por nombres evocadores de la divinidad y que para distin­
guir a las personas que portaban un mismo nombre empleaban una mención
del lugar de origen, de la profesión, etc. Desde el siglo IV el cristianismo ha­
bía comenzado, aunque débilmente, a inspirar el sistema antroponímico: nom­
bres místicos, apóstoles, mártires, santos..., configurando un universo nomi­
nal que bebía de tres fuentes mediterráneas: hebrea, griega y latina; del Pa­
pa Gregorio el Grande (590-604) proceden las primeras disposiciones canónicas
por las que los niños, al bautizarse, debían recibir el nombre de un santo o
de un nombre bíblico. Los visigodos no utilizaban nombres de familia, el nom­
bre era individual. Este nombre único y de raíz germánica fue dominante en
toda la Europa occidental durante la Alta Edad Media; el sistema uninomi­
nal germánico se sostenía merced a su riqueza y flexibilidad para la composi­
ción de nombres a partir de un conjunto habitual de raíces nominales (vid.
al respecto el estudio descriptivo de Marie-Therese M orlet, Les noms de p er­
sonne sur le territoire de VA ncienne Gaule du Vif au XII? siècle, 2 vol., ed.
C.N.R.S., Paris, 1971). En la Edad Media carolingia el nombre llegó a ser una
propiedad, un bien protegido por el derecho cuya pertenencia exclusiva co­
rrespondía a una familia aristocrática, el nombre llegaba incluso a predeter­
minar la posición del individuo en la sociedad (vid. K a rl Ferdinand Werner,
«Liens de parenté et noms de personne», en Famille et parenté dans l ’occi­
dent m éd iévale, Actas du colloque de Paris [6-8 juin 1974] organisé par l’Escole Pratique des Hautes Etudes (VI? section) en collaboration avec le Collège
de France et l’Ecole Française de Rome, présentés par G. Duby et J. Le Goff,
ed. Ecole Française de Rome, Palais Farnese, 1977, págs. 25-34). Las inevita-
LA A N TRO PON IM IA DE L A PA R R O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
457
ción4. El concilio de Trento (1545-1563) había impuesto los registros
parroquiales y había restringido los nombres de pila —de bautis­
mo— a los nombres del calendario litúrgico. Desde las disposicio­
nes canónicas del concilio de Trento el universo de nombres dispo­
nibles en el occidente católico es el de los santos de la Iglesia, co­
mo recogen las constituciones sinodales de Pisador:
«que la acción de señalar el Nombre que se ha de poner al
bautizado es propio de los Padres quando fuesen conocidos
y por ellos de sus padrinos a quienes mandamos le den siem­
pre el de algún Santo de la Ley de Gracia.»5
La laicización que acompañó a la Revolución francesa y su con­
tagio al resto de Europa modifica el sistema antroponímico hacia
una laicización parcial en la medida en que el sentimiento cristia­
no da paso a la moda, la tradición —el casticismo— o el capricho6;
el sínodo ovetense de 1886 muestra la alarma por esta tendencia:
«Procuren los párrocos cortar el abuso que por su débil con­
descendencia, y con olvido de las leyes eclesiásticas, se ha
introducido en algunas localidades, de imponer a los recién
nacidos nombres que abundan en las comedias, romances y
novelas, pero que no se hallan en el Martirologio Romano.
Instruyan a los padres y padrinos sobre la importancia de
imponer al niño el nombre de un Santo, que sea su abogado
en el cielo y cuyas virtudes pueda imitar sobre la tierra.»7
bles confusiones del nombre único introdujeron, desde los siglos X -XII para
la aristocracia y alta burguesía y posteriomente para las gentes del pueblo,
el uso de un sobrenombre distintivo que tendió a ser hereditario (vid. J. Go
d o y A l c á n t a r a , E nsayo histórico etim ológico filo ló g ico sobre los apellidos
castellanos, Madrid, 1781 [reimpresión de ed. El Albir, Barcelona, 1980], pá­
ginas 10 a 70).
4 Para P i t t - R i v e r s el nombre de pila define al individuo dentro de su propia
comunidad de vida, representa el yo personal frente al yo legal y exterior de
los apellidos (A ntrop ología del honor o política de los sexos, Ed. Crítica, Bar­
celona, 1979, pág. 101).
5 C onstituciones sinodales del obispado de O viedo de 1769, Salamanca, 1786,
pág. 64. El catecismo de Pío V prescribía que el nombre «se debe tomar de al­
guno que por su excelente piedad y religión esta colocado en el numero de los
santos. Porque de este modo sera fácil que qualquiera se excite por la seme­
janza del nombre a imitación de su virtud y santidad» y a la par tenga en di­
cho santo «su fiel Abogado en defensa de su salud así espiritual como corpo­
ral» (C atecism o rom ano com puesto por decreto del sagrado Concilio Tridentino para los párrocos de toda la Iglesia y publicado por San Pío V, imprenta
de Benito Coscoyuela, Pamplona, 1777, t. I, pág. 298); Trento supuso una re­
definición antroponímica que desterró a los Sueros, Todas, Aldonzas, que to­
davía se reconocen en los protocolos del siglo XVI.
6 V r o o n e n , L es noms des personnes, pág. 82.
7 C onstituciones del sínodo diocesano de Oviedo de 1886, tít. X , cons. 6a.).
458
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
Si bien el nombre es elegido libremente por los padres y pa­
drinos, algunos factores están mediatizando dicha libertad, en par­
ticular la tendencia a poner los nombres de los padrinos8, los pa­
dres o los abuelos que favorece la estabilidad del universo ono­
mástico, pero incluso esta tendencia, entrópica y empobrecedora
del sistema, puede romperse por la presión de otras tendencias
más poderosas; algún autor de la época desaconseja «que no se le
ha de poner al niño Andrés, porque su padre se llama Andrés, ni
Pedro porque su abuelo se llamó Pedro. No, dice San Crysostomo, no porque ese es un motivo muy baxo, muy de carne, y san­
gre, y muy de tierra; porque se continué el nombre de la casa, ese
es motivo muy de bárbaros», antes bien, «por hacerle aquella es­
pecial honra y obsequio á aquel Santo cuyo nombre se pone a la
criatura, y con esto empeñado a que la acoja debaxo de su protec­
ción y la ampare siempre», de modo que «aquel nombre nos sea
un incentivo continuo para imitar sus virtudes: que aquel nom­
bre sea una continua reprehensión de nuestros vicios»9. Y es quí
donde los nombres de pila puede constituirse en un «testimonio
precioso, pese a las dificultades de interpretación, para el conoci­
miento de las mentalidades, de lo “ mental colectivo” y de lo ima­
ginario de los hombres y mujeres»10. Cuando queremos acceder a
la religiosidad popular el camino habitual son los archivos de la
represión donde se levantan las actas del pecado, en cambio Saugnieux hace observar el interés que presentaría el estudio sobre ba­
ses cuantitativas los nombres que se daban a los niños11; la an8 «23 de febrero de 1797.—El Conserje me avisa haber parido su mujer, y busca
para padrino (...). Acebedo tiene a mi nombre la niña del conserje: se le da
el nombre de Baltasara» ( J o v e l l a n o s , Diarios, ed. de Julio Somoza, IDEA,
Oviedo, 1953, t. II, pág. 323); «Al bateo de la segunda niña de Marica Ramírez,
nacida ayer: padrinos el marqués, su padre, madrina su tía Nicolasa que le
puso su nombre» (t. II, pag. 172).
9 J u a n M a r t í n e z d e l a P a r r a , Luz de verdades católicas, Madrid, 1783, 23? edi­
ción, págs. 5-6, plática II, «De lo que cada uno tiene que aprender en su propio
nombre», a 13-IV-1690. La elección de nombres pertenecientes a los antepasa­
dos es un factor presente en muchos sistemas antroponímicos: «Y aconteció,
que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban del nombre
de su padre, Zacarías. Y respondiendo su madre, dijo: No; sino Juan será lla­
mado. Y le dijeron: ¿Por qué? Nadie hay en tu parentela que se llame de este
nombre» (Lucas, 1, 59-63).
10 M e n j o t , D e n i s , « L o s nombres de bautismo de los murcianos durante la Baja
Edad Media: un testimonio sobre un universo mental y religioso», en Areas.
R evista de Ciencias Sociales, núm. 1, 1981, pág. 11; V r o o n e n , Les noms des
personnes, pág. 21.
11 S a u g n i e u x , J o e l , «Ilustración católica y religiosidad popular: El culto ma-
459
L A A N TRO PON IM IA DE L A PA R R O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
troponimia se convierte entonces en una de las fuentes alternati­
vas para conocer las convicciones populares.
La antroponimia regional tenía matices pero no fracturas. El
Catastro de Ensenada (1752) nos proporciona una imagen regio­
nal a través del empleo de los nombres de los jefes de familia, úni­
co componente familiar cuyo nombre de pila está recogido en to­
dos los catastros, pues en la mayoría carecemos del nombre de la
esposa o del de los hijos y parientes. El cuadro resultante esboza
el panorama antroponímico del primer cuarto del siglo XVIII, pe­
ríodo en el que fueron bautizados la mayor parte de los cabezas
de casa. Los catastros disponibles se han agrupado y sintetizado
en tres grupos: catastros urbanos, catastros de la Asturias central
y catastros de la Asturias occidental. El panorama antroponími­
co masculino viene representado en el siguiente cuadro:
TABLA I
Nombres de los cabezas de casa varones en el Catastro de Ensenada
Juan
F rancisco
José
Pedro
Domingo
Antonio
Manuel
Toribio
Bernardo
Alonso
Andrés
Diego
Gabriel
Santiago
Gregorio
Otros (d)
Con dos nombres:
Centro (a)
Occidente (b)
Ciudades (c)
Total
15,26
14,62
10,36
7,52
6,73
6,16
3,68
2,87
2,42
2,29
1,98
1,49
2,06
1,00
0,70
20,78
100,00
11,49
9,34
7,41
8,21
11,38
13,64
4,64
0,96
1,81
1,58
0,79
2,37
0,39
1,47
1,07
23,38
100,00
11,51
12,65
12,00
5,55
4,40
8,89
5,75
1,63
2,44
1,95
1,38
1,26
0,69
0,69
1,42
27,71
100,00
14,47
13,44
9,44
9,16
7,56
7,16
3,58
2,54
2,13
2,13
1,84
1,83
1,61
1,07
0,79
22,30
100,00
2,0%
2,8%
9,4%
2,1%
(a) Campiña ovetense, Tudela, Puerto, campesinos de Gijón, Carreño, Castrillón, campesinos de Avilés, Villaviciosa, Caravia, Cabranes y Valdediós.
(b) Abres, Taramundi, Villanueva de Oseos, Illano, Pesoz, Allande y Degaña.
(c) Población urbana de Oviedo, Gijón y Avilés.
(d) Nombres que en ningún concejo han superado el 2,5% del total.
460
FLORENTINO LOPEZ IGLE SIA S
El total de los catastros disponibles muestra cómo siete nom­
bres suponían el 60% de los nombres utilizados, eran: Juan, Fran­
cisco, José, Pedro, Domingo, Antonio y Manuel; y en los tres gran­
des bloques conformados estos siete nombres son los siete más pre­
feridos con unas facies porcentuales muy similares12. En el área
central —campesinos del centro y ciudades— los nombres de Juan
y Francisco son los más habituales; así entre los campesinos de
Gijón y Carreño el nombre de Juan supera el 19% de los nombres
y entre los campesinos de la vega ovetense, Francisco supera el
15% y se aproxima al 18% en Villaviciosa, mientras en la econo­
mía ganadera del occidente asturiano el primer puesto lo ocupa
el nombre de Antonio13, que es el cuarto más utilizado en las ciu­
dades. José —que nos remite a un culto más moderno— lo encon­
tramos más representado en las ciudades, y es en las ciudades don­
de se advierte una mayor variedad antroponimica. En cuanto a
la antroponimia femenina, seis nombres representan —en las tres
áreas— el 60% de los nombres: María, Antonia, Francisca, Ana,
Isabel y Josefa, con similares órdenes de atribución.
Tras el omnipresente María14, Josefa de nuevo nos remite a un
mundo urbano. Se reproduce el ciclo de una antroponimia fran­
ciscana (Francisca, Antonia, Isabel, Rosa), si bien resulta llama­
tiva la reducida presencia del nombre femenino franciscano por
excelencia: Clara. En todo caso el desinterés catastral hacia las
mujeres previene no categorizar los resultados del análisis, sufi­
ciente para bosquejar un panorama antroponimico homogéneo pa­
ra toda Asturias.
Para efectuar un análisis diacrònico se ha elegido la parroquia
ovetense de más postín, San Tirso, pues si como ha sostenido Ph.
riano en la España del siglo XVIII», en La época de Fernando VI, ponencias
leídas en el Coloquio conmemorativo de los 25 años de la fundación de la cá­
tedra Feijoo. Textos y Estudios del siglo XVIII, núm. 9, Oviedo, pág. 284.
12 El panorama que observa A. M o l i n i e - B e r t r a n d en el litoral cántabro de fi­
nales del siglo XVI es similar pero con una menor variedad nominal: Juanes
por encima del 20% y Josés por debajo del 1%, Francisco en tomo al 10 ó 15%,
Pedros en tomo al 10%, Antonios sobre el 8% y ningún Manuel (Au siècle d ’Or.
L ’Espagne et ses hommes, Ed. Economica, Paris, 1985, pág. 326).
13 Sobre la importancia de la devoción a San Antonio entre los vaqueiros vid.
M a r í a C á t e d r a T o m á s , Vaqueiros y pescadores. Dos m odos de vida, Akal,
1979, págs. 79 y ss.; también La vida y el mundo de los vaqueiros de alzada,
C I S , 1989, pág. 151; cfr. J o s é M a n u e l F e i t o , «Devocionario popular (zona de
Somiedo)», BIDEA núm. 137 (1991), pág. 42.
14 En el área y período analizado por A. M o l i n e - B e r t r a n d el porcentaje de Ma­
rías supera el 40% y las Franciscas y Catalinas se sitúan del 10 al 15%.
461
L A AN TRO PO N IM IA DE L A P A R R O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
TABLA II
Nombres de los cabezas de casa mujeres en el Catastro de Ensenada
Centro (a)
María
Antonia
Francisca
Ana
Isabel
Josefa
Catalina
Manuela
Dominga
Magdalena
Angela
Bernarda
Luisa
Rosa
Mariana
Juana
Teresa
Inés
Gregoria
Margarita
Agustina
Otros(d)
Con dos nombres:
34,58
10,01
9,29
6,63
6,39
5,19
2,35
3,44
1,87
1,38
1,20
1,87
1,50
1,08
1,08
0,54
0,96
0,42
0,78
0,72
0,12
8,50
100,00
12,7%
Occidente (b)
33,65
8,25
5,07
4,44
2,85
6,98
3,17
2,54
2,85
1,90
3,49
1,27
0,63
2,85
2,22
4,12
0,63
0,63
0,63
0,95
10,79
100,00
9,7%
Ciudades (c)
Total
26,32
8,50
7,40
5,40
4,00
7,70
2,80
3,50
1,20
0,30
2,00
2,80
0,80
2,10
1,10
2,20
3,10
0,10
1,10
1,20
0,90
15,41
100,00
33,76
9,15
9,06
6,23
5,66
5,14
3,31
3,26
2,00
1,91
1,56
1,56
1,43
1,30
1,17
1,13
0,91
0,74
0,69
0,65
0,26
9,02
100,00
16,1%
10,6%
(a), (b), (c), (d) = Vid. nombres de los cabezas de casa varones.
Ariés las clases elevadas son quienes elaboran conductas y senti­
mientos que posteriormente son asimilados por otros grupos so­
ciales, entonces la antroponimia de San Tirso ha de ser la prime­
ra en detectarlos. El registro de bautismos comienza en el año de
1614 y lo hemos seguido ininterrumpidamente hasta 1849, confi­
gurando una serie de 26.662 nombres que corresponde a 14.185 bau­
tismos (7.438 niños y 6.747 niñas, incluido el libro de expósitos),
de los que 1.940 corresponde a expósitos o ilegítimos (1.093 niños
y 847 niñas). Al tratarse de una parroquia urbana interior el in­
cremento demográfico es muy débil y se concentra en la primera
mitad del siglo XVII, la crisis de la primera década del XVIII dis­
para hasta el 50% la tasa de expósitos y multiplica por dos el nú­
mero de bautismos celebrados en la iglesia, manteniéndose duran­
te el resto del período objeto de análisis una gran regularidad en
462
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
los bautismos; en cuanto al estilo antroponímico se reconocen cua­
tro fases en estos 250 años, aplicables tanto a hombres como a mu­
jeres: en la primera mitad del siglo XVII la norma habitual es un
nombre de pila por bautismo, en la segunda mitad de siglo se ini­
cia una transición que conduce a una media de 2, 3 nombres por
persona durante todo el siglo XVIII, hasta que en la primera mi­
tad del siglo XIX se imponen dos nombres por persona. Paralela­
mente se produce una amplición constante e ininterrumpida del
universo onomástico; en el período de 1620-29 se utilizaron 47 nom­
bres masculinos y 39 femeninos15; en cambio, doscientos años des­
pués, en el período de 1820-29 el universo nominal manejado se
sitúa en 145 nombres masculinos y 144 femeninos. El tercer cuar­
to del siglo XVIII es un momento de agotamiento antroponímico;
el reducido universo nominal que los fieles habían empleado du­
rante el siglo XVII y parte del XVIII exigía variedad y renovación,
la variedad se obtuvo aumentando las partículas nominales por
personas —las medias más altas corresponden a este período16—
y la renovación mediante la advocación, no a un nombre genérico,
sino a un santo concreto; construcciones que hasta entonces sólo
habían aparecido muy puntualmente en medios de la alta nobleza
se generalizan ahora a otros grupos sociales17. A partir de finales
15
La pobreza de las variaciones y combinaciones de un universo nominal tan
reducido conduce de modo inexorable al recurso del mote o el apodo como tras­
lucen las fuentes de protocolos. El monte surge de la modificación del nom­
bre o los apellidos, del origen geográfico, del oficio, de las características fí­
sicas o psíquicas, de una significación en clave privada... En cuanto a las po­
sibilidades expresivas del mote vid. al respecto el artículo de G a b r i e l G a r c í a
M a r t í n e z «El mote como género literario es exclusivamente asturiano», en
BIDEA núm. 81 (1980), págs. 123-25; cfr. L u c i a n o C a s t a ñ ó n , «Onomástica as­
turiana», BIDEA núm. 47 (1962).
16 Dice Arbiol que «ahora ya se puede contentar a los Padres y a las Madres por
que ya esta en uso de poner muchos nombres de Santos a las criaturas en el
Sagrado Bautismo» (La familia regulada, Madrid, ed. de 1770, pág. 441). D. Jo
sé Ortiz Cantero recomienda «evitar que le pongan muchos nombres, pues
cualquiera Santo es bastante para ser protector suyo y mejor podra cumplir
su devoción con uno que con muchos, empero si los padres o Padrinos instasen
a que se le han de poner muchos nombres, disimule y no se ponga a porfiar y
use de uno, o dos para escribir su partida» (Directorio parroquial, pág. 125).
El 7 de junio de 1785 se bautizaba «Luis de San Luis Obispo, Juan Baptista,
Francisco de Paula, Domingo, Manuel, José, María, Joaquín Pascual, Antonio
de Padua, Miguel, Gabriel, Rafael, Gaspar, Baltasar, Melchor, Erasmo, Ramón»,
hijo de don Luis García Pando de Echavuru, caballero de la Real Distinguida
Orden Española de Carlos III y ayuda de la Real Cámara de S.M., natural de
Nápoles, y de doña María Teresa Vigil Argüelles Quiñones, natural de Sariego.
17 Las construcciones nominales de este tipo que parecen son: «Vicente Ferrer»,
«Pedro Nolasco», «Antonio Nolasco», «Felipe Neri», «Francisco de Paula», «Fran-
L A AN TRO PO N IM IA DE L A PA R R O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
463
del siglo XVIII se verifica un mayor caudal en las fuentes antroponímicas; así, se recuperan antiguos nombres bíblicos que la aler­
gia hebrea de los cristianos viejos había excluido, de este modo sur­
gen de nuevo nombres como Abdón, Salomé, Sara, David, Elias,
Daniel, Exequiel, Isaac...18, se recuperan nombres perdidos en el
santoral y en la historia, ora latinos o griegos19, ora germánicos20,
y se utilizan nombres de atributos y connotaciones ya no exclusi­
vamente religiosas21. Desde fines del siglo XVIII se percibe una
cultura religiosa más rica y diversa, pero también un debilitamien­
to de la religión oficial. Durante el siglo XVII el interés por indi­
vidualizar a los niños parece ser mínimo al verificarse el empleo
de un único nombre elegido entre un número reducido de posibili­
dades; a mediados del siglo XIX el universo nominal se ha enri­
quecido de modo notable y existe un afán individualizador, un pro­
pósito específico de diferenciación y de personalización. Los niños
despiertan mayor interés, se hacen más próximos, más hijos. Pero
también se producen otros fenómenos que afectan a los nombres
utilizados. El último cuarto del siglo XVIII es un momento de quie-
18
19
20
21
cisco de San Diego», «Nicolás de Tolentino», «Pedro de Alcántara», «Antonio
de Padua», «Francisco de Padua», «Domingo de Silos», «Benito Palermo», «Luis
de Gonzaga», «Juan de Sahagún», «Tomás Concuasiense», «Francisco de Asís»,
«Tomás de Aquino», «Antonio Abad», «Francisco de Sales», «Juan Nepomuceno», «Domingo de Guzmán», «Juan Evangelista», «Luis de San Luis», «Luis Obis­
po», «Agustina de Santa Teresa», «Eulalia de Mérida», «Juan de Dios», «Domingo
de la Calzada», «Tomás de Villanueva» y «Nicolás de Bari». Llegado el momen­
to de operar cuantitativamente con los nombres, estas partículas onomásticas
especificativas no se han considerado debido a su carácter dependiente y a su
aparición «experimental» —abarcan un lapso de treinta años y nunca afectan
a más del 10% de los bautizados—, tampoco olvidemos que algunas de estas
partículas especificativas se convirtieron en nombres autónomos y así surgie­
ron nombres como Javier, Borja, Nepomuceno, Evangelista.
A esta recuperación contribuye el edicto de 26 de diciembre de 1789 por el cual
la Inquisición suprimía las prohibiciones de las versiones de la Sagrada Es­
critura en lengua vulgar.
Aquilino, Atanasio, Aureliano, Avelino, Balbina, Bonifacio, Braulio, Calix­
to, Casiano, Casimiro, Celestino, Constancia, Demetrio, Elena, Emilio, Fausto,
Faustino, Feliciano, Félix, Filomena, Florentina, Ifigenio, Justiniana, Má­
ximo, Maximino, Nicasio, Octavino, Primo, Saturnino, Segundo, Telesforo,
Valentín, Víctor.
Baldomero, Beremunda, Eduardo, Eduvigis, Elvira, Enrique, Eugenio, Facun­
do, Genoveva, Guillermo, Gumersindo, Leopoldo, Matilde, Ramón, Ricardo,
Ubalda, Wenceslao, Wersindo.
Aurea, Aurora, Leal, Liberta, Paciente, Perfecta... o el género de los Carlos
—Carlos, Carlota, Carolina, Carola— y Cristinas —Cristín, Cristina— que se
hacen notar en los años 30 del siglo X IX .
464
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
bra en el desarrollo del sistema antroponímico; se rompe la ten­
dencia a la acumulación de nombres y nombres a un mismo niño,
se reconocen síntomas de laicización en las fuentes antroponímicas, algunas advocaciones responden ya a una fe íntima, personal,
recogida sobre sí y alejada de los estereotipos simplificadores y
«propagandísticos» propios de la piedad barroca; estamos ante una
inflexión —disgregación— de las tendencias dominantes hasta en­
tonces. ¿Qué tendencias eran ésas?
El siglo XVII y la primera mitad del XVIII habían experimen­
tado un constante y progresivo aumento en la utilización de nom­
bres franciscanos, hasta el punto de que en el período 1740-49 —su
momento culminante— la mitad de los bautizados habían recibido
el nombre de Antonio o Antonia22 y todavía en los años setenta
del siglo XVIII un 20% de los niños llevaban el nombre de Fran­
cisco o Francisca, situación en consonancia con la devoción y re­
verencia a las figuras franciscanas más reverenciadas: San Fran-
22
O la totalidad en algunos universos pequeños, pensemos así efi aquel campe­
sino, Domingo Fernández Galán —libro personal de legos del catastro de Villaviciosa, fol. 865v—, cuyos tres únicos hijos se llamaban: Domingo Antonio
—como él—, Manuel Antonio —como su esposa Manuela— y Francisco Anto­
nio. El libro personal de legos del catastro de Gijón recoge a un Juan Alva­
rez, casado y con tres hijos, de 37 años de edad, oficial carpintero durante seis
meses al año, maestro albañil otros cuatro, y durante el resto del año freru
—santero, limosnero— para San Antonio de Padua.
L A AN TRO PO N IM IA DE L A P A RR O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
465
cisco de Asís, San Antonio de Padua, San Benito de Palermo, San­
ta Rosa de Viterbo, Santa Isabel de Hungría —patrona de la Orden
Tercera—, Santa Clara..., en Oviedo también late la figura del «socius Petrus», el amigo de San Francisco, que introdujo en Astu­
rias la nueva piedad del «poverello» de Asís. Los santos ya pro­
pios de otras órdenes ocupan un lugar secundario —Santo Domin­
go, San Bernardo de Clairveaux, Santa Teresa, San Ignacio...—,
aunque en algunos casos contribuyen a reforzar el ciclo francis­
cano, así San Francisco de Paula —fundador de la Orden de los
Ermitaños o Mínimos—, San Francisco de Sales —fundador de la
Orden de la Visitación y patrono de la Congregación de los salesianos—, San Francisco Javier, San Francisco de Borja. Los epí­
gonos de este ciclo de antroponimia franciscana, en el que el nom­
bre de Antonio ocupa una posición central, coinciden con un mi­
lagro atribuido a la imagen de San Antonio que se veneraba en
la antigua iglesia conventual de San Francisco y que actualmen­
te se halla en la iglesia de San Juan: en 1792 una mujer, desespe­
rada por la prolongada ausencia de su marido en Perú, depositó
a los pies de la imagen una carta para su marido, al cabo de unos
días al pie de dicha imagen obraba la contestación de su marido
junto a una cierta cantidad de dinero «y de entonces proviene la
costumbre de escribir S.A.G. (San Antonio guíal)»23. Durante es­
23 Vid. Parroquia y templo de San Juan el Real de Oviedo, hasta el año 1930,
Oviedo, 1980, pág. 81. En esta línea, el trabajo de J o s é G a r c í a F e r n á n d e z ,
466
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
te mismo ciclo antroponímico se extiende, de modo paralelo e in­
separable de la predicación franciscana, el uso de los nombres que
corresponden a la Sagrada Familia24. Desde mediados del siglo
XVII los nombres de María, de José y Josefa y en menor medida
de Manuel y Manuela aumentan progresivamente su penetración
en el sistema antroponímico; en su clímax, durante la década de
1770-79, María es nombre que llevan el 35% de los bautizados; un
poco antes, en el período de 1760-69, el binomio José/ Josefa afec­
taba al 32,9% de los bautizados. Este auge es indisociable de la
vitalidad que las figuras de la madre y el padre de Jesús están
adquiriendo. Saugnieux considera que a lo largo del siglo XVIII
se elabora una moral que utiliza el culto mariano para encerrar
a la mujer en su papel de madre, de ahí la misoginia y el moralis-
24
«Coyunturas mental y económica: posibles relaciones» (La religiosidad popu­
lar II, Ed. Anthropos, 1989, págs. 472 y ss.), es un ejemplo de las posibilidades
del análisis coyuntural de las devociones y milagros.
A la Sagrada Familia, nuclearmente entendida —Jeús, María y José—, por sin­
tonía con algunos registros del Antiguo Régimen se le podría añadir la figura
de Juan, tanto por el Bautista que era primo de Jesús como por el Evangelista,
figura fraternalmente próxima a María y a Cristo («Dice a su madre: Mujer,
he ahí tu hijo. Después dice al discípulo: He ahí tu madre», Juan, 19; 26-27). El
correlato onomástico de la Sagrada Familia no posee unos límites precisos pues
la figura del hijo, de Cristo, sólo aparece de modo indirecto, bien a través del
teóforo Manuel («Y llamarás su nombre Emmanuel que declaro es: Con noso­
tros Dios», Mateo, 1; 23); o bien por medio de evocaciones directas (Salvador,
Domingo, Nazario) o indirectas (Epifanio, Oliverio, Pascual, Cruz, Jordán).
LA AN TRO PO N IM IA DE L A P A RR O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
467
mo sexual de los predicadores y el extraordinario auge de la de­
voción a la Virgen, una devoción selectiva en la que se potencia
la maternidad y la virginidad de María25. Esta orientación del
culto mariano se pone de manifiesto en los ritos y costumbres cam­
pesinos de cortejo y matrimonio; en Somiedo, a principios del si­
glo XX, tras la boda, cantaban las mozas a la novia: «Al tomar
agua bendita / vuelve para atrás la cara, / reza una salve a la Vir­
gen / que te haga buena casada»26.
25
L a V i r g e n M a r í a e s u n a f ig u r a o m n ip r e s e n t e e n la v i d a y e n la m u e r t e d e la s
g e n t e s : « F a lle c e e s t a t a r d e la s r a .: D ? ( M a r ía J a c in t a d e L la n o s - C i f u e n t e s ) L l a ­
n o s , m a d r e d e D . F r a n c is c o A l v a r e z T e ja d a , c o n u n a e s t a m p a d e l C a r m e n e n
u n a m a n o , y la v e l a e n o t r a , q u e o tr a s m u je r e s t ie n e n a p r o d ig i o » (J o v e l l a n o s ,
Diarios,
t.
II,
pág.
239).
E n lo s t e s t a m e n t o s lo s t e s t a d o r e s s o l ic it a n s u in t e r c e ­
s ió n y m e d i a c i ó n a la p a r q u e r e a lz a n s u s c u a lid a d e s d e s o b e r a n a , v i r g e n y m a ­
d r e y a q u e la V ir g e n M a r í a e s m o d e lo d e m u je r : « E l e x e m p l a r m a s p e r fe c to q u e
p u e d e n t e n e r e n s u e s t a d o la s s e ñ o r a s c a s a s , p a r a h o n r a r , e s t i m a r , o b e d e c e r ,
a s i s t i r , a m a r , o b s e q u ia r , c o m p la c e r y s e r v i r a s u s e s p o s o s e n e s t a v i d a m o r t a l
e s e l d e la p u r í s i m a R e y n a d e lo s A n g e l e s M a r í a S a n t í s i m a S e ñ o r a n u e s t r a »
(F r . A
n t o n io
A
r b io l ,
La familia regulada,
pág.
69);
« ... p o r q u e la s o m b r a d e
s u s h o ja s a p a g a el f u e g o d e la c o n c u p is c e n c ia , y su s f lo r e s s o n fr u t o s d e c o n t i ­
n e n c ia y c a s t i d a d » (F r . A
pág.
26
n t o n io
A
rbol,
A u r e l i o d e L l a n o R o z a d e A m p u d ia ,
de
Estragos de la luxuria,
M a d r id ,
1764,
233).
1972),
183.
pág.
Del folklore asturiano,
I D E A ( e d ic ió n
T a l c o m o r e c o g e e l c a n c io n e r a d e T o r n e r e l c ic lo m u s i c a l
e s a b u n d a n t e : « C a s a d a , y a e s t á s c a s a d a / p o r lo s li b r o s d e S a n P e d r o ; / la V i r ­
Cancio­
nero musical de la lírica popular asturiana, I D E A , e d . f a c s ím ila r , O v i e d o , 1986,
p á g . 4); « E s t i r a m u t a e n r a m a d o / m e n a y a q u ie n l u ’ n r a m ó , / l u ’ n r a m a r o n la s
d o n c e l l a s / la V i r g e n le s a y u d ó » ( i d ., p á g . 52); « A d i ó s d e d e c im o s t o d a s / c o n
g e n t e h a r á d ic h o s a / y lo s á n g e le s d e l c ie lo » (M . T o r n e r , E d u a r d o ,
a l e g r í a y c o n t e n t o , / y p e d i m o s a la V i r g e n / q u e te p i n t e e l c a s a m i e n t o » ( i d .,
pág.
203);
« V i r g e n d e la C o n s o la c i ó n , / m u y d e v e r a s t e lo p i d o / q u e n o v u e l ­
v o a v is it a r t e / h a sta q u e te n g a m a rid o » ( A u r e l i o d e L l a n o ,
ram a,
1919,
pág.
204);
El libro de
Ca­
« L a V i r g e n d e C o v a d o n g a / t i e n e u n a f u e n t e m u y c la r a
/ la n i ñ a q u e d e e l l a b e b e / d e n tr o d e u n a ñ o s e c a s a » ; t a m b i é n « O h V i r g e n
d e C o v a d o n g a , / b i e n d e v e r a s o s lo d ig o / q u e n o v e n g o m á s a v e r o s / h a s t a
q u e m e d e is m a r i d o » ( r e c o g i d o p o r B e l l m u n t , O . y C a n e l l a , F . , « D e v i t a et
m o rib u s», en
Asturias,
t. I I I , p á g .
40),
e tc . E n e s t a d ir e c c i ó n l a s d e v o c i o n e s
a M a r í a , l i g a d a s a l m e s d e m a y o y a la e x p l o s i ó n d e la p r i m a v e r a , c o n e c t a n
La estación del amor, T a u r u s , M a ­
1979, p á g s . 18 y s s .; E l o y G ó m e z P e l l ó n y G e m a C o m a G o n z á l e z , Fies­
tas y rituales de Asturias. Período estival, O v i e d o , 1986, p á g s . 93 y s s .) ; d e
c o n lo s c u lt o s a la v e g e t a c ió n ( J u l i o C a r o ,
d rid ,
n u e v o J o v e l l a n o s : « H a b ía m o s a c a b a d o d e c o m e r en E l B u r g o c u a n d o se n o s
e n t r a r o n c u a t r o m o z a s e n e l c u a r t o , c o n su p a n d e r o . D i j e r o n s e r la s m a y a s q u e
p e d í a n p a r a la V i r g e n » ( Diarios, t. II , p á g .
112); v i d .
a c e r c a d e la s m a y a s y o t r a s
m a n i f e s t a c i o n e s d e r e li g i o s id a d p o p u la r e l c o m e n t a r i o d e C a m p o m a n e s e n c a r ­
ta de m a rzo de
1750
a F e i j o o t r a n s c r i t a p o r F . A g u i l a r P i ñ a l en « L a p r i m e r a
BOCES XVIII, n ú m . 1 (1973), p á ­
16; F . J. F e r n á n d e z C o n d e , « R e li g i o s i d a d p o p u l a r y p i e d a d o c u lt a » , His­
toria de la Iglesia en España. II, 2, M a d r i d , 1989, p á g s . 289 y s s .
c a r ta c ru za d a e n tre C a m p o m a n e s y F e ijo o » ,
g in a
468
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
Cuando Constantino Cabal a principios de nuestro siglo reco­
pila cuentos populares asturianos, la referencia mariana era tan
poderosa que en las narraciones el hada madrina se ha mudado
en madre divina; así, la versión popular de «La Cenicienta» reza:
«Pero he aquí que de repente se apareció a su lado la seño­
ra del río, Nuestra Señora la Virgen, y ella vistió con telas
de extraordinaria hermosura a la niña castigada, y la calzó
con zapatitos de oro, y la peinó con peinas de cristal (...) Las
puertas de la casa se abrieron solas y la niña se encontró
en la romería.»27
Era un culto fomentado por la jerarquía y popularizado por
los predicadores28. El culto mariano se remonta a la Edad Media
27
L os cuentos tradicionales asturianos, r e i m p r e s i ó n d e
1987 [1? e d ic i ó n d e 1923], p á g s . 38-43); o t r o t a n t o e n e l c u e n t o
« C a s i l d a y J i m e n a » r e c o g id o p o r A u r e l i o d e L l a n o ( Cuentos asturianos re­
cogidos de la tradición oral, M a d r i d , 1925, p á g . 95); t a m b i é n e n « L a s t r e s b o ­
C a b a l, C o n s ta n tin o ,
G.
H.
E d ., G i j ó n ,
la s d e o r o » : « E l h e r m a n i t o m e n o r s e p u s o i n s t a n t á n e a m e n t e d e r o d i l l a s , c o m o
s i s e e n c o n t r a s e d e l a n t e d e la V i r g e n . ..» (C . C a b a l ,
les,
59),
pág.
L os cuentos tradiciona­
v e r ific á n d o s e e l m is m o m e c a n is m o d e a b s o r c ió n y a s im ila c ió n
d e a c titu d e s , id e a s y c o m p o r ta m ie n to s , y a p r o fa n o s , y a p a g a n o s , p r a c tic a d o
s e c u l a r m e n t e p o r la I g le s ia .
28
J . S a u g e n i e u x , « I l u s t r a c i ó n c a t ó l ic a » , p á g .
e d ic to d e
12
de a g o sto de
R e lu z , c o n c e d ía
40
1697
277;
d e s c o lla n d o lo s d o m i n i c o s , u n
d e l d o m in ic o y o b is p o d e O v ie d o , F r . T o m á s
d ía s d e in d u lg e n c i a s p o r p o n e r l u m i n a r i a s « q u a n d o p o r la s
n o c h e s se c a n ta p o r la s c a lle s e l S a n to R o s a r io » (F r . M
trocinio de Nuestra Señora en España,
M
a r ía
A
n t o n ia
Fernández O
choa
O v ie d o ,
1719,
anuel
pág.
M
143).
edrano,
Pa­
E n A s tu r ia s ,
c o n s ta ta d u r a n te e l s ig lo X V I I I u n a re n o ­
v a c i ó n d e l c u l t o m a r i a n o d e t e c t a d o e n la f u n d a c i ó n d e c o f r a d í a s ( Luarca
y la
tierra de Valdés en la Edad Moderna, T e s i s d o c t o r a l i n é d i t a , U n i v e r s i d a d d e
O v i e d o , 1990, p á g . 838); t a m b i é n e n e l s i g l o X V I I I l e o n é s e s t u d i a d o p o r L a u
r e a n o M . R u b i o ( L a Bañeza y su tierra, U n i v e r s i d a d d e L e ó n , 1987, p á g i n a s
436-37). G e r m á n R a m a l l o r e c o n o c e e n e l c a m p o d e la i m a g i n a r í a « u n a e s p e ­
c i a l d e d i c a c i ó n a la V i r g e n M a r í a » , o r ie n t a c i ó n q u e a t r i b u y e a l a n u e v a s e n s i ­
b i l i d a d ( ¿ e x c i t a b i l i d a d ? ) d e T r e n t o i n t r o d u c i d a d e la m a n o d e l o s j e s u í t a s y
q u e p r e n d e e n u n t e r r e n o y a a b o n a d o p o r la s ó r d e n e s m e n d i c a n t e s ( G . R a m a
llo
A
s e n s io
,
Escultura barroca en Asturias,
ID E A , O v ie d o ,
1985,
pág.
518).
L a s i n n o v a c i o n e s t r i d e n t i n a s e n e l á m b i t o d e la i m a g i n e r í a se e x t i e n d e n a la s
f i g u r a s d e S a n J o s é y S a n A n t o n i o : « S a n J o s é s e r e ju v e n e c e , t o m a d e la m a n o
a l N i ñ o y d i a l o g a c o n é l , y S a n A n t o n i o t o m a e n s u s b r a z o s a l N i ñ o p a r a r e c i­
b i r s u s c a r i c i a s ; a m b a s a c t i t u d e s v a n e n c a m in a d a s a c o n s e g u ir u n a m a y o r s e n ­
s i b i l i z a c i ó n q u e c a le m á s h o n d o en e l f i e l y le h a g a d a r l a r e s p u e s t a i n m e d i a ­
ta » (R a m a l l o A
siglo XVII,
s e n s io ,
G .,
Luis Fernández de la Vega, escultor asturiano del
e d . de la C o n s e j e r í a d e E d u c a c ió n y C u lt u r a d e l P r i n c i p a d o d e A s ­
tu r ia s , O v ie d o ,
1983,
pág.
26).
D e l au g e de J o sé y A n to n io d a c u e n ta e l b u r ­
g u é s o v e t e n s e p o r e x c e le n c i a e n e l O v i e d o d e
C u e t o , q u ie n e r a d u e ñ o d e u n b e r g a n tín d e
d e un p a ta ch e d e
30 t o n e la d a s ,
50
1752
don D o m in g o F e rn á n d e z
t o n e l a d a s y d e la c u a r t a p a r t e
lla m a d o s c a d a u n o « S a n J o s e p h y S a n A n t o n i o » .
L A A N TRO PON IM IA DE L A P A RR O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
4 69
—del siglo XIII arrancan el rosario y la costumbre de dedicar el
mes de mayo a la Virgen— y tuvo en franciscanos y dominicos sus
principales vehiculizadores29. El auge mariano del siglo XVIII
tiene su correlato antroponímico; de mediados de este siglo pro­
cede la introducción de los apelativos de la Virgen María, por los
que María deja de ser un nombre desnudo para ir acompañado,
bien de las cualidades atribuidas a la madre de Cristo, bien de la
referencia a algún santuario mariano; de este modo se comienzan
29
L a h i s t o r i a d e l c u l t o m a r i a n o e s la h i s t o r i a d e u n a p r o g r e s i ó n c o n s t a n t e ; s e ­
ñ a l a A . C . F l o r i a n o q u e e l n o m b r e d e M a r ía : « E s c a s o , e v i d e n t e m e n t e e s t e
n o m b r e e n lo s p r i m e r o s t i e m p o s d e la R e c o n q u i s t a , h á c e s e a b u n d a n t í s i m o a
p a r t i r d e l s i g l o X , c o m o l o d e n u e s t r a n u e s t r o C o d . [e l l i b r o r e g is t r o d e C o r i a s ],
e n e l q u e s e ñ a la m u y c e r c a d e c ie n t o in d iv id u a lid a d e s » ( A n t o n i o C . F l o r i a -
Colección de fuentes para
la historia de Asturias, II. el Libro de Registro de Corias, I D E A , O v i e d o , 1950,
n o , « L a a n t r o p o n im ia e n el r e g is t r o c o r ie n s e » , e n
p á g . 2 7 8 ), c o r r o b o r a d o a d e m á s « p o r e l h e c h o d e q u e e s r a r o e l d o c u m e n t o q u e
n o t e n g a u n i n v o c a t i v o a la “ G e n i t r i c i s D e i ” o la “ M a t e r C h r i s t i ” , o a la “ G l o ­
r io s a V ir g e n S a n c ta M a r ía ” , s ie n d o c o p io s ís im o e l n ú m e r o d e d e d ic a c io n e s
Diplomacia española del periodoastur.
I, I D E A , O v i e d o , 1949, p á g . 577). A n g u s M a c k a y h a p o n d e r a d o la e x i s t e n c i a
o a d v o c a c io n e s » (v id . A . C. F l o r i a n o ,
d e u n c o m p o n e n t e p o lít ic o en e l c u lt o m a r ia n o , u t iliz a d o c o m o e le m e n t o le g i­
t i m a d o r d e la s m o n a r q u ía s b a jo m e d ie v a le s (« D o n F e r n a n d o d e A n t e q u e r a y
la V i r g e n S a n t a M a r í a » ,
Homenaje al profesor Juan Torres Fontes, U n i v e r ­
s i d a d d e M u r c ia , 1987, p á g s . 94 8-85 7). S o b r e la p r o g r e s i ó n d e l c u l t o m a r i a n o
v i d . J o s é S á n c h e z H e r r e r o , « A l g u n o s e l e m e n t o s d e la r e l i g i o s i d a d c r i s t i a n a
p o p u l a r a n d a l u z a d u r a n t e la E d a d M e d i a » ,
La religiosidad popular. I, p á g i ­
n a s 273 y s s. C u a n d o e n 1385 s e c o n f e c c i o n ó e l L i b r o B e c e r r o d e la C a t e d r a l
d e O v i e d o , l a V i r g e n M a r í a o c u p a b a e l p r i m e r lu g a r d e p a r r o q u i a s b a j o su
a d v o c a c i ó n c o n 22 5 p a r r o q u i a s , s e g u i d a d e S a n P e d r o y S a n J u a n c o n 80 c a d a
u n o ( A g u s t í n H e v i a V a l l i n a , « H a g i o t o p o n i m i a d e la s p a r r o q u i a s d e la d i ó ­
c e s i s d e O v i e d o s e g ú n e l L i b r o B e c e r r o d e la C a t e d r a l (1 3 8 5 )», p o n e n c i a p r e ­
s e n t a d a a la s « P r i m e r a s J o r n a d a s s o b r e r e l i g i o s i d a d y c r e a c i ó n l i t e r a r i a e n
l a E d a d M e d i a y l o s s i g l o s d e O r o » , O v i e d o , 23 y 24 d e a b r i l d e 1987; t a m b i é n
« L a d e v o c i ó n a la V ir g e n M a r ía e n A s t u r ia s : H a c ia u n c e n s o d e ig le s ia s p a r r o ­
Studium ovetense, O v i e d o , 1984, p á g s . 173-229). D e s d e q u e a m e d i a d o s d e l s i g l o
q u i a l e s , m o n a s t e r i o s , c a p i l la s y c a p e l l a n í a s d e d ic a d a s a N u e s t r a S e ñ o r a » ,
X I V la s u n iv e r s id a d e s d e P a r ís , O x f o r d y C a m b r id g e se c o m p r o m e t ie r o n a
d e f e n d e r la c o n c e p c i ó n i n m a c u l a d a d e M a r í a , la h i s t o r i a d e l a E d a d M o d e r n a
e s t á a t r a v e s a d a p o r la h i s t o r i a d e e s t e v o t o c o n c e p c i o n i s t a : e l A y u n t a m i e n t o
His­
toria mañana de Asturias, O v i e d o , 1988, p á g . 19), l a U n i v e r s i d a d o v e t e n s e
d e O v i e d o l o h a c í a c o n f e c h a 15 d e a b r i l d e 1648 ( F l o r e n t i n o F e r n á n d e z ,
p r e s c r i b í a e n s u s v i e j o s u s o s a c a d é m i c o s q u e e n la c o l a c i ó n d e l o s g r a d o s s u ­
p e r io r e s d e lic e n c ia y d o c t o r a d o el a s p ir a n t e d e b ía ju r a r « y m a n t e n e r y a b r a ­
z a r ( .. .) l a d o c t r i n a q u e a f i r m a q u e la g l o r i o s a V i r g e n M a r í a , M a d r e d e D i o s ,
n o e s t u v o n u n c a s u je t a e n v i r t u d d e g r a c i a d i v i n a a l p e c a d o o r i g i n a l y q u e
fu e s a n ta e in m a c u la d a s ie m p r e d e s d e e l p r im e r in s ta n te d e su a n im a c ió n »
( C a n e l l a S e c a d e s , F .,
Historia de la Universidad de Oviedo, O v i e d o , 1903,
Colección histórico-diplomática,
p á g . 142; t a m b i é n C i r í a c o M i g u e l V i g i l ,
470
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
a extender los nombres de Concepción, Rosario, Mercedes, Nie­
ves, Encarnación, Ascensión, Asunción, Presentación, Purifica­
ción, Regina, Soledad, Virginia, Visitación...; en este siglo apare­
cen los primeros María masculinos, hasta el extremo de que en
el período 1790-99 el 24,9% de los varones bautizados llevaba en­
tre alguno de sus nombres el de María. Entre principios del siglo
XVII y el último cuarto del siglo XVIII el análisis antroponímico
sugiere que la progresiva devoción a las figuras de la Sagrada
Familia30 va acompañada de un retroceso en el culto a los san­
tos31; la piedad toma referentes familiares: el padre José, la ma­
dre María, el niño Manuel o bien figuras que representan una pie­
30
31
Oviedo, 1889, pág. 357, núm. 419); J . D e l e i t o y P i ñ u e l a transmite la constan­
te presencia mañana en la España del siglo XVII (La vida religiosa española
bajo el cuarto Felipe, Madrid, 1952, pág. 21). Carlos III, bajo el pontificado
del Papa Clemente XIII, declara a la Virgen patrona de España; en la culmi­
nación del proceso, el 8 de diciembre de 1854, la bula Ineffabilis Deus define
que la Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa origi­
nal (existe una versión bable de esta bula realizada por el obispo M a n u e l F e r
n á n d e z d e C a s t r o , Dios enfalatible, edición facsímil del IDEA de 1976), vid.
artículo de E. L l a m a s , «Mariología», en el Diccionario de historia eclesiá sti­
ca de España, CSIC, Madrid, 1973, t. III, págs. 1.421-25.
El nombre de Joaquín tendrá un óptimo a mediados del siglo XVIII; como afir­
mara el Pe. M a r t í n d e l a N a j a : «que así como para ganar el favor de Iesus,
el mejor medio es ganar el amparo de Maria, assi también para ganar el fa­
vor de Maria, es gran medio ganar la afición de San Ioachin su padre» (El m i­
sion ero p erfecto deducido de la vida, virtudes, predicación y m issiones del
ven era ble y apostolico predicador, padre Geronimo L ópez de la compañía de
Iesus, Zaragoza, 1678, L. IV, C. X X , pág. 432, núm. 1.622). En cambio, Ana,
madre de María, tiene su orto en la segunda mitad del siglo XVIII pero queda
descolgado del apogeo familiar y nuclear de la segunda mitad del siglo XVIII.
E s e l r e t r o c e s o d e n o m b r e s c o m o E u la lia , A n a , B a r t o lo m é , C a t a lin a , D o m in ­
g o , J a c in t o , Is a b e l, In é s , J e r ó n im o , L e o n o r , L u is , S e b a s tiá n . E l r e t r o c e s o d e l
c u l t o a l o s s a n t o s , c u y o i n i c i o s e r e m o n t a a la p l e n a E d a d M e d i a (W i l l i a m A .
C h r i s t i a n , « D e l o s s a n t o s a M a r ía : p a n o r a m a d e la s d e v o c i o n e s a s a n t u a r i o s
Temas
de A n trop olog ía española, M a d r i d , 1976, p á g s . 50 y s s .), a ú n d e j a l a t r a z a d e
e s p a ñ o l e s d e s d e e l p r i n c i p i o d e la E d a d M e d ia h a s t a n u e s t r o s d í a s » ,
su e s t e la en la a n t r o p o n im ia u r b a n a d e lo s s ig lo s X V I I - X V I I I , s ig lo s q u e W .
C h r is t ia n c a l i f i c a c o m o e l p e r í o d o d e m a y o r a c u m u la c ió n d e e s t r a t o s d e v o c i o n a l e s a l o s s a n t o s , a M a r í a y a C r i s t o ( i d ., p á g .
73); v i d . d e E l í a s Z a m o r a
A c o s t a , « A p r o x i m a c i ó n a la r e l i g i o s i d a d p o p u l a r e n e l m u n d o u r b a n o : e l c u l ­
t o a lo s s a n to s e n la c iu d a d d e S e v illa » ,
La religiosidad popular. I, p á g s . 540
y s s . L a t e n d e n c i a a l r e t r o c e s o d e l c u l t o a lo s s a n t o s e s t á a t r a v e s a d a p o r s i n ­
g u la r id a d e s c o m o e l c a s o s e ñ a la d o p o r B e r n a r d a G a r c ía P a l a c io s , « U n c u l­
La religiosidad popular. I, p á ­
571. E l r e f r a n e r o i l u s t r a la p e r v i v e n c i a d e e s t a s d e v o c i o n e s , v i d . L u i s
G a r c í a G a r c í a , « S a n t o s y fi e s t a s e n e l r e f r a n e r o a s t u r » , BIDE A n ú m s . 88-89
(1976), p á g s . 535-563.
t o e n d e c a d e n c ia . S a n I n d a le c io en A lm e r ía » ,
g in a
LA AN TRO PON IM IA DE LA P A RR O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
47 1
dad más suave, más dulce, más íntima y familiar, es San Antonio
siempre representado con un niño Jesús en sus brazos, es también
San Francisco. Se debilitan las referencias a santos que remiten
a valores comunitarios y gregarios (ciclos agrarios32, santos pa­
tronales) o a virtudes religiosas «duras» y se refuer zan en cam­
bio los que nos hablan de los valores, sensibilidades y expectati­
vas de la familia nuclear33. A mediados del siglo XVIII, en el An­
tiguo Régimen pleno, la religión había tomado una proyección
familiar, protagonizada por los santos lares34 —familiares— de la
cristiandad católica.
32
33
34
Para J. C a r o , el culto a los santos entre los campesinos no tiene un sentido
histórico sino funcional, por lo que el deseo de asegurar la buena marcha de
los ciclos agrícolas puede articularse sobre devociones diferentes como pue­
de ser el culto mañano (Las form as complejas de la vida religiosa (siglos X V I
a XVII), ed. Sarpe, Madrid, 1985, pág. 375).
Un paso más y estaremos afirmando la novedad de los lazos afectivos nuclea­
res y conyugales cristalizados en el siglo XVII, vid. L. S t o n e , Familia, sexo
y m atrim onio en Inglaterra. 1500-1800, FCE, México, 1990, pág. 209; L. C. A lv a r e z S a n t a l o «Anormalidad y códigos de conducta de la familia en el An­
tiguo Régimen: la doctrina religiosa sobre el abandono de niños», en Familia
y sociedad en el M editerráneo occidental, págs. 67-68; J. G e l i s , «La indivi­
duación del niño», en Historia de la vida privada. D el Renacim iento a la Ilus­
tración, Taurus, 1989, pág. 328.
Se llega a recomendar un santo patrón de la casa: «He dicho en honor del San­
to Protector de la casa de aquel año, porque es conveniente que le haya (...);
así en las casas han de procurar sacar Santos no solo para los particulares si­
no también para el común de la casa, que sea tenido por Patrón de aquel año»
(Fr. F r a n c i s c o M i g u e l d e E c h e v e r z , Pláticas doctrinales, Madrid, 1763, pá­
gina 163); vid. Ph. A r i e s , El niño y la vida fam iliar en el A ntigu o Régim en,
ed. Taurus, Madrid, 1987, pág. 458; al efecto A . B a r r e r a , Casa, herencia y fa­
milia, Alianza Universidad, Madrid, 1990, pág. 242.
472
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
LOS NOMBRES DE PILA DE LOS BAUTIZADOS EN LA PARROQUIA DE SAN
TIRSO DE OVIEDO. PERIODO 1614-1849
Nombre
1614
1629
1630
1649
1650
1669
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1730
1749
1750
1769
1770
1789
1790
1809
1
Abdón
Abdona
1810
1829
1830
1849
1
1
1
Abraham
Adda
Adelaida
1
3
1
15
2
1
1
1
4
3
1
1
1
3
4
Adolfo
1
Adriano
1
1
Agaptta
Agapito
Agueda
Agustín
1
Agustina
1
1
6
Agustino
1
6
3
2
1
7
4
2
1
2
7
3
12
12
1
1
6
4
1
1
Alberta
2
1
12
2
1
2
6
9
1
1
Alberto
Alejandra
1
Alejandro
1
Alejo
2
2
2
5
3
Alfonsa
1
Alfonso
1
3
3
1
1
1
1
1
*
7
1
1
Alfredo
Alonsa
Alonso
Alvaro
10
1
10
4
13
14
1
1
2
1
3
33
3
18
10
9
4
2
6
5
4
3
Amalla
Amallo
3
2
11
2
Amando
Amanda
1
Amando
Ambrosia
1
Ambrosio
1
3
6
1
1
Amparo
18
34
47
36
37
22
20
10
Anadeta
5
1
Anadeto
Anastasia
Anastasio
2
1
1
2
2
3
7
2
1
2
2
1
1
Amdiano
Ana
1
1
6
2
1
5
4
1
1
2
1
1
1
5
1
5
2
4 73
L A A N TRO PON IM IA DE LA P A RR O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
Nombre
1614
1629
7
3
9
5
24
Andrea
Andrés
1630
1649
Angel
Angela
1650
1669
8
2
23
1670
1689
10
3
21
1690
1709
5
13
10
12
1710
1729
9
21
9
12
Angeles
1730
1749
1
12
6
15
1
1750
1769
3
12
9
11
1770
1789
3
18
5
2
2
Angustias
1790
1809
5
13
12
4
2
1
1810
1829
6
9
8
3
Angustio
Anlceta
1
Aniceto
1
2
Anselma
1
1
Anselmo
1
1
1
Antera
Antero
1
1
Antollna
72
44
36 103 200 280 399 280 314 212 199 144
1
98
1
29
56 120 120 216 143 210
97
Antonlna
97
1
Antonlno
Antonio
Anundación
Apollnarla
Apollnarlo
1
1
Apolonla
1
1
1
1
2
1
1
2
Aquilino
Arcadlo
1
Asdschlo
2
Asunción
Atanaslo
Atllano
1
1
Ascensión
Atanasla
1
1
4
Avelina
45
1
4
1
2
1
4
1
4
2
2
1
1
2
1
Aurora
Avellno
1
22
1
Aurea
Aurdlano
1
4
4
2
3
1
Aquilina
Arlas
3
9
14
3
1
1
Antolín
Antonia
1830
1849
1
1
1
2
1
4
2
474
Nombre
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
1614
1629
1630
1649
1650
1669
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1730
1749
1750
1769
1770
1789
1790
1809
Balbina
1810
1829
1
Baldóme»
Baldomern
1
Baltasar
5
5
Baltasara
Bárbara
1
1
8
10
Bartola
Bartolomé
3
7
7
7
2
7 24
1
5 14
Bartolomea
5
2
3
14
15
14
3
1
6
2
1
2
3
3
4
1
1
3
2
6
Basa
1
Basllla
Basilio
Bautista
Beatriz
2
1
1
1
1
5
1
2
8
1
4
1
1
1
3
1
1
2
1
1
1
4
1
1
3
1
1
Belisa
1
1
Belisario
Beltrán
1
Benedicta
1
12
11
1
2
1
4
6
1
6
2
2
7
1
6
13
1
1
17
1
10
2
1
9
4
1
3
5
3
4
3
3
4
5
Benldo
Benigna
Benigno
Benita
1
5
Bernarda
1
2
1
6
Bernardina
1
9
7 9 17 21
16 25 30 36
Beremunda
Bermuda
Bernabé
Bernardino
Bernardo
1
8
3
1
2
21
2
2
24 23 28
9
1 1
1
1
1 3
16 31 47 42 28
Bibiana
31
37
25
24
1
1
4
1
12 20
1
1 1
33 14
1
Blanca
Blas
Biasa
2
1
3
2
2
1
Bonifada
Bónlfado
3
4
6
2
2
2
1
Belarmina
Belén
Benito
1830
1849
1
1
1
1
2
2
2
1
5
4
475
L A A N TRO PON IM IA DE LA P A RR O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
Nombre
1614
1629
1630
1649
1650
1669
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1
Boija
1730
1749
1
1750
1769
1770
1789
1790
1809
1810
1829
1830
1849
3
4
4
1
2
1
1
4
Braulia
Braulio
Brido
Brígida
1
2
2
1
2
1
2
1
1
5
1
3
Bruna
Bruno
Buensuceso
Buenaventura
Calixto
1
2
1
2
2
2
7
3
1
Candela
1
Canddaria
2
Cándida
1
1
2
7
1
4
2
24 34 35
31
Cándido
Canuto
2
Caralamplo
1
Carlos
14
6
4
4
Cariota
Carmda
Carmelo
4 20
Carmen
Carola
Carolina
1
Casiano
1
Casilda
1
2
1
1
19
10
1
2
1
1
Casimira
Casimiro
6
1
5
1
1
1
3
1
1
3
1
2
Casto
Castor
21
20
23
19
Cayetana
Cayetano
7
1
5
7
5
7
Cayo
Cecilia
Cedlio
1
7
6
1
1
14
15
6
10
1
2
21 19
1 3
6
2
1
Caslana
Catalina
4
1
2
Camila
Camilo
1
1
1
1
1
1
1
2
3
1
6
1
2
1
3
2
1
4
1
1
1
2
476
Nombre
FLORENTINO LOPEZ IGLE SIA S
1614
1629
1630
1649
1650
1669
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1730
1749
1750
1769
1770
1789
1790
1809
1
Ceferina
1
Ceferino
1
Celedonia
1
Celedonio
Celestina
Celestino
1
1
1
2
1810
1829
1
1
1
4
4
Cesarea
2
Cesareo
1
Cipriana
1
Cipriano
1
1
1
2
1
3
1
1
3
2
1
2
Ciriaca
Ciriaco
Cirilo
Clara
4
8
8
15
30
27
11
9
Claudia
1
4
1
1
2
1
2
4
2
2
4
7
2
1
3
1
1
elementa
1
Clemente
2
1
1
Clementina
Cleofé
Cleto
2
1
2
1
Colasa
5
4
1
11
15
4
6
1
2
Coleta
Concepción
2
11
Constancia
13
1
15
2
Cornelia
1
1
2
2
Crescente
Crisanta
Crisanto
25
6
1
3
1
Crisólogo
Crisóstoma
1
Crisòstomo
2
1
1
1
1
1
1
6
1
Crispina
Crispida
Crlstín
Cristina
7
16
2
1
2
1
4
2
Claudio
Cosme
5
1
1
César
1830
1849
1
1
1
1
1
L A AN TRO PO N IM IA DE L A PA R R O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
Nombre
1614
1629
1630
1649
1650
1669
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1730
1749
1750
1769
1770
1789
1790
1809
Crlstino
Cristóbal
1
Cruz
2
3
1
1
1
2
6
3
1
2
Cruza
Custodia
Custodio
8
2
3
4
1
3
1
2
3
8
2
1
1
Dámasa
Dámaso
6
2
Damián
Damlana
4
1
1
8
1
1810
1829
1
1
6
1
3
3
2
Daniel
1
David
Delflna
Demetria
Demetrio
Deogratias
Diego
14
Dionisla
14
1
Dionisio
11
1
1
14
4
22
1
26 28
1
19
2
4
Dolores
Dominga
Domingo
6
13
7
19
2
7
1
8
3
1
2
10 14
3 5 2 12
21 21 21 29
3
11
4
16
1
2
1
3
13
4
5
5
1
4
Donata
Donato
Dorotea
2
1
1
Doroteo
1
1
2
1
1
3
4
3
1
18
3
7
1
1
3
1
1
Eduarda
Eduardo
Eduvlgis
1
5
2
1
3
1
1
1
Egidlo
Eladla
Eladio
Eleuteiia
Elias
Elimena
EUsa
Eloísa
1830
1849
5
2
1
2
1
1
3
3
1
2
4
2
35
2
8
2
3
1
Drato
Elena
477
1
1
1
18
2
1
1
2
5
2
1
7
1
478
Nombre
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
1614
1629
1630
1649
1650
1669
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1730
1749
1750
1769
1770
1789
1
Eloy
1790
1809
1810
1829
1
4
Elvira
1
1
Emerendana
Emería
Emeterta
1
1
Emeterlo
Emilia
1
1
1
1
2
2
1
Emilio
1
1
Encarnadón
1
Engrada
1
Enrique
1
1
2
5
4
2
3
Enriqueta
1
Epitafla
1
Erasto
2
1
6
5
1
1
3
4
2
1
4
3
5
1
1
2
2
5
1
3
1
7
14
3
Ernesto
1
Escolástica
3
5
3
2
1
1
1
1
5
2
1
2
7
Esperanza
6
1
7
1
-5
2
1
1
1
Estanislá
Estanislao
2
1
1
Estebana
Estebano
2
1
1
1
1
Estefanía
Etdvlna
Eufroslna
1
1
Eugenia
Eugenio
Eulalia
3
21
9
18
42
50
1
1
1
4
1
1
3
2
1
1
21
1
1
7
Eulogia
Eulogio
2
7
2
1
3
2
7
4
Eurica
Eusebia
Euseblo
Eustaqula
Eustaquio
Evarista
1
1
3
1
2
1
2
8
1
1
1
4
Evaristo
Eviterlna
11
4
1
3
3
4
1
Epifanio
Esteban
1830
1849
1
2
6
1
1
2
2
1
2
2
3
1
1
3
479
L A A N TRO PON IM IA DE L A PA R R O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
Nombre
1614
1629
1630
1649
1650
1669
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1730
1749
1750
1769
1770
1789
1790
1809
1810
1829
2
Ezequlel
1
1
1
1
2
1
2
2
2
1
2
1
1
Ezequlela
1
Fabián
1
2
1
Fabiana
Fabridano
Facunda
2
Facundo
1
1
Fausta
1
Faustina
2
Faustino
1
1
1
Fausto
1
Feliciana
Felldano
Felipa
Felipe
3
2
6
1
4
2
10
3
25
5
23
6
12
4
11
2
1
1
1
3
8
1
5
4
3
3
7
6
2
1
13
2
3
2
Felisa
Félix
**
1
Feliz
Fermín
Fermina
Fernanda
Fernando
4
2
7
15
28
11
1
8
1
10
Filomena
Florenda
1
1
1
1
1
Florendo
1
Florentina
Florentino
Floriano
Frandsco
Frollán
Fructuosa
19
27
1
45 67 82 153 85 82 65 66
63 119 149 227 151 135 109 116
2
1
1
1
38
77
1
Fructuoso
Fulgendo
Gabina
2
1
3
8
1
1
1
3
2
7
1*
2
1
7
1
3
2
9
15
1
9
2
38
67
26
44
2
1
1
1
2
2
1
Fulgenda
Gabín
3
6
1
4
1
5
6
1
1
2
2
13
9
12
1
Flores
Frandsca
1830
1849
»
1
1
480
Nombre
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
1614
1629
1630
1649
5
8
1
5
1650
1669
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1730
1749
1750
1769
1770
1789
1790
1809
14
5
8
2
2
6
2
3
4
6
4
4
4
1
2
1
1
12
2
3
8
1
2
1
3
3
2
3
1
2
Gabino
Gabriel
Gabriela
Garda
Gaspar
Gaspara
1
1
2
1
1
3
1
11
1
8
Genara
Genaro
1810
1829
2
Genoveva
Germán
Germana
5
Gertrudis
35
29 32
24
11
Gervasla
1
Gervasio
1
Gil
2
2
2
3
1
3
2
1
Gradano
4
9
6
7
14
19
1
10 12
11 23
6
13
11
15
8
11
7
12
11
9
3
11
1
1
1
2
Guadalupe
1
Gualberta
1
1
Gumersinda
1
1
Gumersindo
Gumeslldo
Hermenegilda
2
Hermengildo
2
1
Hermógenes
Hlginla
3
Hlglnio
Hilaria
3
1
2
1
3
4
5
1
1
2
Herminio
Hilario
6
5
2
1
Guillerma
Guillermo
2
1
2
1
1
Grada
Gregorio
1
3
1
5
3
1
1
Gorgonla
Gorgonlo
Gregoria
1
1
3
O la
Gonzalo
1830
1849
2
2
1
1
3
1
3
1
2
LA A N TRO PON IM IA DE LA P A RR O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
Nombre
1614
1629
1630
1649
16S0
1669
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1730
1749
1750
1769
Hipólita
Hipólito
1
1
1770
1789
1790
1809
1810
1829
4
Hospido
1
IUgenlo
Ignada
16
19
2
25
4
31
24
30
27
35
21
23
4
18
Ddefonsa
2
1
Ildefonso
2
2
6
3
1
7
Inocenda
2
1
1
Inocendo
2
2
Irene
10
15
10
15
1
1
1
1
1
1
2
3
3
4
1
6
1
2
8
2
1
2
2
1
2
1
Isaac
Isabel
25
34
28
2
29
1
3
1
1
3
1
2
8
15
3
21
12
5
18
10
Isidora
Isidoro
41
9
5
,
28
2
1
21
4
9
1
32
23
12
27
19
10 22
1 1
2
5
Isldra
Isidro
Jadnta
Jadnto
41
38
2
7
7
Jacoba
Jacobo
Javier
Javiera
Jerónima
Jerónimo
4
1
4
4
6
6
3
10
18
7
8
26
Jesús
Joaquín
Joaquina
5
7
2
2
1
Januario
1
1
9
4
22
12
8
17
1
18
4
1
19 20
12 5
2 3
12 5
1 5
19 31
9 14
18
10
1
6
1
23
15
1
1
11
2
3
2
3
5
3
2
8
1
1
7
4
3
4
3
34
12
6
4
2
3
2
28
6
8
1
22
2
78
28
1
1
1
1
99 207 190 176 172 157 149 124
45 162 121 154 126 147 110 82
38
45
42
52
Jorge
Josefa
Jovlta
Juan
3
8
1
3
1
9
22
1
Jon
José
1
6
6
1
4
8
9
1
3
Indaledo
Inés
1830
1849
1
1
1
1
Hortensia
Ignado
481
95
71
77
61
71
48
50
89
56
3
24
482
Nombre
Juana
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
1614
1629
1630
1649
1650
1669
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1730
1749
1750
1769
1770
1789
1790
1809
1810
1829
1830
1849
20
5
9
13
14
39
30
28
28
2
39
43
32
2
1
9
2
1
3
4
1
1
7
1
1
2
3
1
1
3
3
5
1
2
2
1
6
1
1
Judas
Juila
Julián
Juliana
Justa
1
4
4
Justina
1
Justinlana
Justo
2
Ladislao
Laura
Laureana
1
1
1
Laureano
*
Laurencia
Lavina
1
1
Lázara
Lázaro
2
1
1
9
1
2
1
3
1
2
2
1
1
2
4
1
3
1
Leal
2
Leandra
1
Leocadia
1
1
1
1
Leandro
2
1
Leocadio
León
Leona
1
1
Leonarda
Leonardo
1
1
2
4
1
1
1
Leonda
1
Leondo
Leonisa
Leonor
Leopoldo
3
5
1
2
8
4
1
1
1
Leta
2
1
1
1
1
1
1
Llboria
Lis*rdo
2
2
1
2
3
2
Librada
Llviada
5
1
1
1
1
Liberata
Lina
1
3
2
1
1
2
5
1
1
5
2
3
1
1
2
1
LA AN TRO PO N IM IA DE L A PA R R O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
Nombre
1614
1629
1630
1649
1650
1669
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1730
1749
1750
1769
1770
1789
Longinos
Lope
Lorenza
8
Lorenzo
1
1
11
3
3
2
8
2
6
18
4
1
9
2
5
1
3
1
7
2
2
5
8
9
6
4
2
3
4
Luca
Lucas
Luda
4
7
6
2
6
1
6
5
1790
1809
1
2
2
7
2
1
1810
1829
2
1
1
1
1
3
6
11
8
7
3
7
Ludano
Ludia
Ludo
Luis
Luisa
Luperdo
5
8
2
1
5
5
8
4
7
10
1 4
24 22
14 11
6
15
1
1
8
10
6
8
Luz
Macrlno
Magdalena
4
7
6
13
9
4
6
8
3
4
1
78
37
1
1
64
52
3
2
2
67
50
77
35
Mamerta
Mamerto
Mamés
Manuel
Manuela
2 20
1 11
46
33
55 121 110 90
55 83 70 74
Marca
1
Marcela
1
Marcelina
1
Marcelino
Marcelo
Mardal
Marcos
Margarita
María
(mujeres)
1
2
2
3
2
96 133
9
7
1
1
1
2
1
1
1
1 10
43
8
3
4
1
Marta
1
61 115
1
2
2
3
2
3
69
1
Mariano
Marina
2
4
4
1
11
3
1
1
3
2
55
30
1
1
2
6
1
1
2
4
3
2
1
4
4
6
2 6
2
1
5
3
2
6
6
1
1
1
5 2
2
219 301 454 309 302 245 282 190 183 145
María
(varones)
Mariana
1
5
1
Ludndo '
Lucreda
1830
1849
1
3
3
2
3
Ludana
483
1
1
1
2
1
1
50
1
5
1
3
484
Nombre
Martín
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
1614
1629
2
Martina
1630
1649
3
1
1650
1669
2
1670
1689
1690
1709
4
4
1710
1729
3
1
1730
1749
1
1750
1769
1
1770
1789
1830
1849
7
2
3
2
2
3
1
1
1
2
1
3
3
3
2
6
8
4
2
1
1
Mártir
Matea
2
3
5
9
Matía
Matías
1810
1829
2
Martino
Mateo
1790
1809
4
1
3
7
5
Matilde
8
1
13
1
3
4
6
1
6
1
Maura
2
Maurida
Mauro
1
1
Maurido
1
2
1
Máxima
1
5
Maximina
Maximino
Máximo
1
Medarda
1
Medardo
1
Mederò
2
2
4
2
2
9
3
4
11
5
4
11
13
5
10
Melanio
Mdchor
Melchora
3
3
5
4
6
1
2
1
1
Mditón
1
1
Melquíades
1
Menda
1
1
Menendo
2
Merced
1
2
Mercedes
Miguel
1
4
1
5
2
10
4
22
11
20
8
19
4
19
1
1
2
8
13
11
10
1
1
1
1
Modesta
1
Modesto
Ménica
Nardsa
1
1
3
2
1
Melitona
Micaela
1
3
1
3
3
1
Mayor
Mederà
1
8
1
1
1
2
1
3
10
2
5
5
9
5
2
485
LA AN TRO PON IM IA DE L A PA RR O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
1614
1629
Nombre
1630
1649
1650
1669
1670
1689
Narciso
1690
1709
1710
1729
1730
1749
4
2
2
1750
1769
1770
1789
1790
1809
1810
1829
1
2
1
Natalia
1
Natividad
Nemesio
Nepomucena
5
Nepomuceno
12
1
2
7
1
6
Nicanor
Nlcanora
1
Nlcasla
Nicaslo
1
Nicolás
4
3
Nlcolasa
37 33 23
8 19 22
36
15
13
18
11
9
3
1
4
1
2
2
3
3
3
7
8
Nieto
Nieves
Norberta
2
3
2
8
8
1
1
1
2
1
Norberto
1
Obdulia
1
Octavlano
2
1
3
3
Olaya
1
1
Olegario
Oliverio
2
Onofre
Ordofto
4
1
Pablo
11
13
3
3
8
3
1
1
9
Paciente
Pancrado
1
Pantaleón
Pantaleona
2
Pascasla
1
6
Pascaslo
1
Pascua
Pascual
Pastor
4
1
1
3
3
1
4
4
8
4
1
1
1
1
1
3
2
6
2
1
1
1
2
2
1
Pastora
Patricia
Patricio
2
1
1
Nieva
Paula
1830
1849
'■
2
1
1
1
1
2
4
4
1
3
9
14
7
6
2
6
4
4
5
486
Nombre
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
1614
1629
1630
1649
1650
1669
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1730
1749
Paulina
1
Paulino
Paz
Pedro
12 27
18
32
3
2
Pelaya
Pelayo
2
2
75 31 30
1
1
8 3
1
1750
1769
1770
1789
1790
1809
1
1
1 2
1
32 33 25
4
1
2
2
1
12
8
1
1
5
1
2
2
2
1
3
1
2
1
2
2
Perfecta
Petra
1
Petronila
2
1
4
Pía
2
1
2
3
1
Pilar
Pío
1
1
Pládda
Pláddo
Policarpa
1
Policarpo
Polonia
1
1
2
5
3
2
1
Prima
1
Primo
Protasia
Prudenda
1
1
1
1
2
15
11
10
14
Prudendo
Puriflcadón
Qulntlna
Quinto
Rafael
1
2
2
1
1
2
2
1
2
3
1
1
2 10
1 10
1
Raimunda
Ramira
Ramiro
Ramona
5
1
2
6
4
3
6
1
3
1
1
2
1
1
2
1
1
1
Protaslo
Ramón
2
7
1
Presentadón
Raimundo
26
2
2
3
15
1
Práxedes
Rafaela
2
1
1830
1849
1
Pontico
Potendana
2
1
1810
1829
1
6
4
3
29
14
61
48
42
35
1
1
1
1
3
3
1
9
10
3
1
18
5
31
37
39
25
2
48 7
LA AN TRO PON IM IA DE LA PA RR O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849 )
Nombre
1614
1629
1630
1649
1650
1669
Regalado
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1730
1749
1750
1769
1770
1789
2
4
2
1
2
2
Regina
1790
1809
1810
1829
1
2
1
1
1
Regino
Relicario
1
Remigia
Restituía
'
1
Restltuto
Ricardo
3 45
Rita
1
13
13
24
1
21
Roberto
1
1
Robustiana
Robustiano
Rodolfo
2
2
1
1
1
2
2
2
2
2
1
4
2
Rogerlo
2
Román
Romana
Rosalía
Rosario
4
4
2
1
2
64
1
2
10 3 4
50 32 26
1
1
14
4
2
1
22
1
7
1
6
1
4
4,
1
11
5
6
Rosaura
Rosenda
Rosendo
Rudosindo
7
3
1
2
1
Rufina
Rufino
Ruperto
Salomé
Salustiana
4
1
1
1
Ruiza
Sacramento
2
1
10
4
8
1
1
1
1
Rufo
Sabina
2
1
2
1
1
1
3
Romualdo
Rosa
5
1
5
5
1
3
Romano
Romualda
Roque
4
2
1
1
3
Remigio
Rodrigo
1830
1849
1
1
1
1
1
3
9
5
5
1
1
2
1
1
1
2
1
1
3
1
1
2
1
488
Nombre
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
1614
1629
1630
1649
1650
1669
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1730
1749
2
9
2
4
2
4
4
1
4
1
5
1
9
9
2
3
1
4
1750
1769
1770
1789
1790
1809
2
1
Salustiano
Salvador
3
3
Salvadora
1
1
Sancha
Sancho
1
1
3
Santa
Santl Espíritu
Santiago
Santos
3
2
Sara
3
2
1
8
8
13
8
5
6
6
1
1
4
1
9
3
3
3
3
3
9
5
5
8
6
1
3
Saturnina
Saturnino
Sebastián
5
Sebastiana
4
5
2
10
2
9
4
6
6
6
2
1
1
6
1
1
4
2
1
1
1
2
Secundino
Segunda
Segundo
4
4
1
4
1
1
1
1
•
Senén
1830
1849
1
1
Saturio
1810
1829
1
Senón
1
Serafín
1
Serafina
1
1
4
1
1
1
1
1
Sergio
Serrana
5
Serrano
1
Severa
1
1
2
1
1
1
1
1
1
2
1
Severina
Severlno
1
1
Severo
SUva
Silverio
1
Silvestre
Silvestre
Simeón
Simón
1
2
3
1
4
1
5
4
Simona
Sinforosa
Solía
2
1
4
1
1
1
3
2
4
1
2
1
1
1
1
2
3
1
1
1
489
L A A N TRO PON IM IA DE LA P A RR O Q U IA DE SAN TIRSO DE OVIEDO (1614-1849)
Nombre
1614
1629
1630
1649
1650
1669
1670
1689
1690
1709
1710
1729
1730
1749
1
1
1750
1769
1770
1789
1810
1829
Soledad
1
Susana
1
6
Tadea
2
Tadeo
-
1
1
3
1
1
1
1
1
Telesfora
Telesforo
Teobaldo
1
Teodora
1
3
1
2
2
1
Teodoro
Teopista
2
Teresa
11
37
89
91
78
7
15
2
2
30
18
9
3
9
12
5
10
6
6
7
1
3
Tiburdo
40
1
50
2
35
Timoteo
Tlrsa
Tirso
Tomás
Tomasa
Torlbla
Toribio
5
3
2
3
3
2
8
3
9
10
7
3
1
2
5
10
4
1
1
20
5
1
1
1
10
6
7
Tranquilino
Trifón
1
5
Trinidad
2
1
2
Trósimo
1
1
23
4
1
14
9
4
1
1
1
Ulpiana
Ulpiano
Urbana
Urbano
Valentín
Valentina
2
1
1
1
2
1
1
2
1
3
1
1
1
2
2
3
4
1
2
Valentino
Valerio
Valeriana
1
11
4
1
5
1
1
3
3
2
5
3
1
1
1
Venando
Venanda
1
2
1
2
2
1
16
3
1
Ubalda
Ursula
1830
1849
1
Solano
Teda
1790
1809
3
1
2
490
Nombre
FLORENTINO LOPEZ IGLESIAS
1614
1629
1630
1649
4
Ventura
1650
1669
6
1670
1689
9
Vicenta
Vicente
3
8
4
5
1690
1709
15
4
6
1710
1729
1730
1749
1750
1769
13
5
21
22
10
10
20
11
27
26
30
2
1
1
2
Víctor
Victoria
Victoriana
Victoriano
1770
1789
8
1790
1809
9
29
21
3
2
Vigilia
1
Vlolanda
1810
1829
9
11
17
5
1
2
2
1
2
Virtuosa
Visitación
1
Vitoria
Vltorlo
1
1
1
3
W encestó
1
Wenceslao
1
Werslnda
Werslndo
2
Zacarías
Zenón
Zoila
3
2
3
1
1
San
Tirso.
Totales
Nombres
Bautismos
Nifios
Ñiflas
Expósitos e
Ilegítimos.
Total.
Expósitos e
ilegítimos.
1
1
1
1
1
3
1
1
1
3
1
1
1
2
2
1
1
Zoa
6
1
1
Walda
5
1
8
14
16
3
3
6
1
Virginia
Ilegible
1830
1849
•
622
613
310
303
55
1069
998
528
470
81
1598
1259
666
593
150
2128
1395
741
654
118
3827
2077
1126
951
811
2914
1208
643
565
241
2942
1197
599
598
175
2424
1021
561
460
108
2657
1100
556
544
73
2263
1083
571
512
56
2077
1134
583
551
30
2101
1100
554
546
42
31
50
77
73
476
135
96
63
26
29
17
20
24
31
73
45
335
106
79
45
47
27
13
22
Varones
Expósitas e
ilegítimas.
Mujeres
REGALISMO EN ASTURIAS
(CARLOS III Y EL SINODO DE 1769)
Ju sto G
a r c ía
Sánchez
El siglo X V III español se identifica con un período intenso de
reform as, para cuya ejecución se precisaba el fortalecimiento del
poder regio, rodeándose los monarcas de unos consejeros adecua­
dos a tal fin; Carlos III es un ejemplo del regalismo, imperante
en España con el advenimiento de los Borbones, destacando en­
tre sus colaboradores, decididos defensores de las regalías de la
Corona, el conde de Aranda, Floridablanca y Cam pom anes1.
El térm ino regalism o2 identifica la postura del absolutism o
borbónico en relación con la Iglesia, ya que las regalías son dere­
1 Mucho se ha escrito sobre el regalismo exagerado de este monarca Borbón
y sus colaboradores, ya que dada la enorme influencia que gozaron algunos
consejeros, tomaron múltiples prevenciones sobre las resoluciones de las auto­
ridades eclesiásticas, com o ocurrió con el exequátur o pase regio de las dis­
posiciones romanas y sus contenidos. En el archivo catedralicio ovetense que­
da el testim onio del o ficio dirigido al deán y cabildo de la catedral de O vie­
do p or don Ignacio de Ygareda, fechado el 20 de junio de 1768, con el cual
le hace la remisión de la real pragmática sanción de 16 inmediato anteceden­
te a través de la cual el rey Carlos III restablece la de 19 de enero de 1762
acerca de la «previa presentación de Bulas, Breves, y Despachos de la Cortte
de Roma en el Consejo... a fin de que leiendose en ese Cavildo se alie entterado de su conttenido, y lo haga asenttar en sus Acuerdos Capitulares para
su cum plim iento e intteligencia sucesibe, y del Recivo me dará V. S. I. aviso
para trasladarlo a la superior noticia del Consejo. Respondiosele el recibo
de esta en nuestro C abildo, y Junio 19 de 1768» (Sign. antigua: Arm. grande.
Cajón 8?, cédulas reales, 1768; leg° 1?, núm. 11). Baste recordar otra inter­
vención significativa del Consejo de Castilla: El 6 de noviem bre de 1765 se
dicta una orden «para que los provisores, vicarios y priores del territorio de
las Ordenes celen el que se explique la doctrina cristiana en las fiestas del
año, adviento, etc.».
2 Tomás y Valiente (Manual de H istoria del Derecho Español, 3? ed., Madrid,
492
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
chos que el Estado tiene y /o se arraga para intervenir en materia
eclesiástica; en este ámbito, el citado rey ilustrado continúa la po­
lítica emprendida por los Reyes Católicos y sobre todo por F eli­
pe II, que impusieron su voluntad real en asuntos muy variados
que afectaban a la Iglesia, subordinándola en m ultitud de asun­
tos al poder tem poral3; quizás el hecho más significativo ocurrió
en el siglo X V I al otorgarse valor de ley civil a los decretos em a­
nados del Concilio de Trento, a través de la real cédula de 12 de
julio de 1564, si bien el rey prudente controló las deliberaciones
y acuerdos de los obispos participantes en las diferentes sesiones
de los concilios provinciales convocados en España con el objeto
de aplicar la reforma tridentina, a través de la presencia física
de los delegados regios, tanto en los debates como en sus respec­
tivas votaciones.
Este planteamiento va a reiterarse, con un esquema sim ilar,
en el sínodo diocesano ovetense, convocado y celebrado el año
1769, en el que la intromisión real se extiende desde la orden de
convocatoria y delimitación de algunas materias objeto del debate
en la asamblea, identificando incluso las limitaciones legales que
1981, pág. 381) pone de manifiesto que entre la m onarquía y la religión hubo
profundas conexiones en campos muy diversos, creándose vínculos y com ­
prom isos entre política y religión, que en el plano institucional se traduje­
ron en una honda colaboración entre la Iglesia y el Estado; sin em bargo esta
situación no es equiparable a total acuerdo, pues siem pre existieron zonas
de con flicto, denominándose regalismo «a la política seguida por las m onar­
quías europeas de países católicos (Francia, Austria, España...) durante los
siglos X V I a X VIII consistente en defender los derechos inalienables (rega­
lías) de la Corona a intervenir en asuntos que afectaban tanto a la Iglesia
com o al Estado», dando origen a multitud de situaciones conflictivas de gran
tensión, y próxim os a la ruptura más profunda entre ambas potestades, v i­
niéndole a dar solución parcial el concordato de 1753, delim itando el dere­
cho de patronato regio. Cf. H e r a , A . de la, El regalismo borbónico en su pro­
yección indiana, Madrid, 1963, págs. 61, 76-77 y 83-87; M a r t í n H e r n á n d e z ,
F., España cristiana, BAC, Madrid, 1982, págs. 129-153; id., La Iglesia en la
historia. II. Una visión serena y desapasionada de la Iglesia en el mundo,
Madrid, 1984, págs. 184-188; Carlos III y fin del Antiguo Régimen, en Nueva
Historia de España, vol. 13, Madrid, 1973, págs. 15-17 y 50-52; A n e s , G., El
Antiguo Régimen. Los Borbones, Madrid, 1979; M a r a v a l l , J. A . , Utopía y
reformismo en la España de los Austrias, Madrid, 1982, págs. 334-335.
3 O bserva Tomás y Valiente (Manual de Historia del Derecho Español, cit.,
pág. 379) que la contienda entre la monarquía y la jerarquía eclesiástica acerca
del gobierno tem poral de la Iglesia, com o institución que tiene una vincula­
ción histórica concreta y un territorio determinado, som etido a un poder p o­
lítico concreto en el que desarrolla su actividad, ciertamente se produ jo en
el siglo XVIII, pero con anterioridad existió otro regalism o menos conocido
bajo los Austrias.
REGALISM O EN ASTU RIAS
493
debían tener presente los padres sinodales en sus resoluciones4,
hasta la reforma y adición de sus decretos, cuya redacción final era
incluso contraria al espíritu de los aprobados en las sesiones, a
la que se dota de valor legal como si fuera el resultado de la libre
discusión que competía exclusivamente a la potestad eclesiástica.
Este contexto sitúa el evento acaecido en el último tercio del
siglo X V III, cuando el obispo de Oviedo, don Agustín González
Pisador5, haciéndose eco de una aspiración sentida por algunos
proceres ovetenses, se dirige al Consejo de Castilla6 para solici­
4
C f. Real cédula de 5 de septiembre de 1769, que reproduce en parte otra cédu­
la de 19 de febrero del mismo año y el auto del Consejo de Castilla de 28 de
septiem bre de 1768.
5 A 29 de diciem bre de 1749 fallece el prelado ovetense don Gaspar Vázquez
de Tablada, quien p or un breve pon tificio pudo acceder al oficio de presi­
dente del Consejo de Castilla y actuar en causas crim inales. P or traslado del
obisp o don Juan Francisco Manrique a la diócesis de Plasencia (Cáceres) es
nom brado, a 21 de ju lio de 1760, com o nuevo pastor de la iglesia diocesana
asturiana, don Agustín González Pisador, episcopus Tricomiensis: Pro Augustino González Pisador episcopo Tricomensi. Translatio per translationem ad
Ecclesiam Placentinam Joannis Franciscus Manrique (ASV, Cédula consistorialis 21 ju lii 176, vol. 3.674, fol. 316). Absolvitur a vinculo Tricomiense,
praesentato rege catholico, tr. c. reserv. pens. usque ad summam 2.950 duc.
auri de camera et 13 juliorum mon. Rom. pro pers. nominandis, non exced.
tertiam fructuum (ASV, AC 35, fol. 281). Fit episcopus solio Pont, assist. 15
febr. 1776 (S. Br. 3.837, f. 32; cf. F ló re z -R isco , España Sagrada, t. 51, pág.
6
304; R itz le r , R .-S efrin , P., O.F.M. conv., s. v. Ovetensis, in Hispania, en
Hierarchia Catholica medii et recentioris aevi, t. VI, a pontificatu Clementis X II (1730) usque ad pontificatum Pii VI (1799), Patavii, 1958, pág. 322, no­
ta 5). Murió en Benavente (vicaría de San Millán, diócesis de Oviedo) el 17
de marzo de 1791, y en su lugar es nombrado, a 26 de septiem bre de dicho
año, don Juan de Llano y Ponte, quien había sido designado por la Santa
Sede auxiliar de O viedo y episcopus Larensis, en virtud de la cédula consis­
torial de 20 de noviem bre de 1769 —ASV, vol. 3.810, fol. 117; cf. A SV , Ricerche d ’archivio vescovadi, vol. 908, s. v. Oviedo (Ovetensis)—, con la obliga­
ción de reservar pensiones hasta la suma de 4.124 ducados de oro de cámara
y 14 julios de m oneda romana para las personas que se nombrarán, con tal
que no exceda la tercera parte de los frutos, con el decreto de hacer el jura­
mento de fidelidad, vacar el arcedianato y canonicato y prebenda de O vie­
do, y erigir el m onte de piedad (ASV, AC 40, fol. 266). Murió el 29 de abril
de 1805. Cf. G o n zá le z N ovalín , J. L., s . v . González Pisador, A., en Diccio­
nario de Historia eclesiástica de España, dir. por Q. A ldea y otros, t. II, Ma­
drid, 1972, pág. 1.038, col. a; id., s. v. Oviedo (arzobispado de), en Dicciona­
rio..., cit., t. III, Madrid, 1973, pág. 1.855, col. a.
En el siglo XVIII se estructuraba en cuatro salas, de las cuales una era de
G obierno; Carlos III el 5 de junio de 1769 aumentó en cinco el número de sus
vocales, creó el fiscal tercero y determinó varias cuestiones de procedim ien­
to. Sus funciones eran de dos clases: gubernativas y judiciales, comprendiendo
las prim eras, entre otras, la vigilancia del cum plim iento de los decretos tri-
494
JU STO GAR C IA SANCHEZ
tar una medida regia que prohibiera la celebración de ferias y mer­
cados en la capital de la región asturiana durante los domingos
y días festivos, ejecutando un decreto redactado en el sínodo de
1769. Lograda en 1777 esta aspiración, por decisión del real acuer­
do7 de la Audiencia de Asturias8, fechada en 1778, se extiende su
vigencia en las demás villas y lugares del territorio del Principa­
do9; la oposición político-social contraria a la resolución adopta­
da por el tribunal asturiano hizo que el rey Carlos III se retractara
en 1784 de las medidas adoptadas el lustro precedente, mantenien­
dentinos; extirpación de vicios y pecados públicos; los espolios de los ob is­
pos; el examen del Regium exequátur de breves y bulas pontificias, erección
de seminarios, gobierno de las universidades, restauración del com ercio y
agricultura, etc., y en las segundas se trataban los negocios civiles y crim i­
nales más im portantes y graves (cf. E s c r i c h e , J., Diccionario razonado de
legislación y jurisprudencia. Nueva ed. de D. L. G alindo y J. V icente y Caravantes, t. II, Madrid, 1874, pág. 494, s. v. Consejo de Castilla o Real; Enci­
clopedia jurídica española, t. VIII, ed. Seix, Barcelona, s. f., págs. 330-333,
s. v. C onsejo de Castilla).
7 B ajo esta denom inación se comprende al «cuerpo de m inistros que com p o­
nen una audiencia con su regente cuando se juntan para asuntos gubernati­
vos, y en algunos casos extraordinarios para los contenciosos: las juntas de
acuerdos ordinarios se componen sólo de los oidores...» (Cf. E s c r i c h e , J., Dic­
cionario razonado de legislación y jurisprudencia, 2? edición corregida y
aumentada, t. I, Madrid, 1838, pág. 127, col. a, s. v. Acuerdo). Se com ponía
dicha Audiencia asturiana de un regente y cuatro oidores, que gozaban del
título de alcaldes mayores. Cf. T u e r o B e r t r a n d , F., Instituciones jurídicas
asturianas. La creación de la Real Audiencia de Asturias a principios del
siglo XVIII, Oviedo, 1979.
8
Para un m ejor conocim iento de este órgano jurisdiccional del Principado en
el m om ento que nos ocupa, vid. por todos S a n g r a d o r y V í t o r e s , M ., Histo­
ria de laAdministración de Justicia del antiguo gobierno del Principado de
Asturias, Oviedo, 1866 (ed. facs. Oviedo, 1975); T u e r o B e r t r a n d , F., La crea­
ción de la Real Audiencia en la Asturias de su tiempo (Siglos XVII-XVIII).
I D E A , Oviedo, 1979; M a t e o s D o r a d o , D ., «Administración y gobierno en A s­
turias en el siglo XVIII (II)», en Historia general de Asturias. Edad Moder­
na, fase. 173, Gijón, 1978, págs. 193-197.
9 Este prelado, de origen vallisoletano, había tomado posesión de la diócesis ove­
tense el 30 de agosto de 1760 y prom ovió desde el inicio de su misión apostóli­
ca la renovación pastoral del clero y pueblo que le estaban confiados, por lo
que el año siguiente al de la asunción del oficio de pastor, y ante la inadecua­
ción de la mayoría de las normas aprobadas y publicadas en el mes de mayo
de 1607 con ocasión del sínodo diocesano de Alvarez de Caldas, cuyas consti­
tuciones se im primieron en 1608, se propuso incorporar como normativa dio­
cesana una serie de disposiciones, sin esperar la aprobación de nuevas sino­
dales que retardarían su objetivo, dictando unas providencias generales en
1761. De este conjunto de normas destacan las que tienen conexión directa con
la difusión de la Palabra Divina: la providencia tercera en el que se suspen­
den las licencias de celebrar a los capellanes de capillas y ermitas que no le­
REGALISM O EN ASTU RIAS
495
do el régimen de mercados que era tradicional, lo que benefició
en este caso a distintas poblaciones asturianas, además de dar oca­
sión a que el Consejo Real introdujera otras modificaciones im ­
portantes en algunas constituciones sinodales, legítim am ente
aprobadas en 1769.
Punto de partida de la intervención real fue el recurso, en que­
ja, que los vecinos de la feligresía de Santa María de Ardesaldo,
en el concejo de Salas, elevaron al Consejo Real de Castilla ale­
gando el excesivo costo de los derechos parroquiales; este órgano
político del Estado español remitió la súplica de aquellos asturia­
nos al real acuerdo de la Audiencia ovetense para que exam inase
el asunto, por lo cual el procurador general del Principado, des­
pués de asesorarse sobre el alcance del expediente, informó de la
yeran durante un cuarto de hora un punto de Catecismo en el ofertorio de la
misa de los días festivos, y el tenor literal del capítulo tercero de las observa­
ciones que eleva en 1787 el párroco de Santo Tomás de Pereda, en el concejo
de Tineo, don José Antonio Suárez, revela el conflicto entre el proyecto pas­
toral del prelado y los enfrentamientos surgidos por razón de la congrua de
los clérigos y convocatoria de los feligreses: «Capítulo 3? Aquí se prescribe
y manda que los capellanes que precisamente dizen misa en los días festibos
o de prezepto en Hermitas o Capillas separadas de las Parroquias lean al ofer­
torio de aquella Cathecismo. En este Arciprestazgo no hay capellán alguno
que tenga obligazión prezisa de decir misa por dotazión o fundazión en her­
mitas separadas de las parrochias (según estoy inform ado), pero entendien­
do a su m odo aquel perm iso algunos o los más hizieron precisión de su anto­
jo y com odidad, para usar de él, quanto a celebrar solamente, diciendo algu­
nos que no concurriendo en ellos precisamente tal obligación se hallan
exem ptos de la lectura del catecismo. Quéjanse los curas (no sin razón) de
la inteligencia arvitraria que dan los capellanes a este capítulo, pues aque­
llos lo estiman conzedido este permiso a los prezisamente obligados a cele­
brar en tales días y hermitas por fundazión y dotazión y aún en este caso
no es justo sea con toda livertad y sin restricción de señalamiento de ora,
oientes y otras que ebiten la substracción de concurrentes a la parrochia, pues
de lo contrario se siguen muchos incombenientes y desfalcos a cofradías, cu­
ras y partícipes en ofertas, besamano y limosnas, porque en esta parrochia
mía hay veinte capillas o hermitas, separadas algunas de ellas en parajes
interpuestos entre muchos lugares y la Yglesia principal y otras inm edia­
tas a ésta, con que pudiendo celebrar con livertad serán otras tantas dudas
y aquella solamente servirá para reservar el Santísimo Sacramento, b apti­
zar y enterrar a los feligreses y, por consiguiente, mal se podrán descubrir
los im pedim entos del Matrimonio, al publicarse las m oniziones en la Misa
popular, p or no ser el concurso de aquellos tan copioso, com o lo fuera sin
la absoluta libertad (com o lo quieren siniestramente entender algunos) de
zelebrar en Capillas: sobre cuio asumpto, modo, tiempo y lugar para celebrar
en dichas hermitas separadas hay en esta parrochia de Taramunde y L ibro
de su Fábrica cierto auto de Visita, confirm ado por el lim o. Sr. Manrique,
obispo y antezesor de V. I. en este obispado, y antheriormente obtube yo auto
496
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
cuestión suscitada en la sesión de la Diputación10 celebrada el 23
de enero de 1767, en la que se tomó la siguiente resolución: «que
dicho Cavallero procurador general (D. Domingo González de A rgandona) acuda al Real Acuerdo con certificazion de este, reduci­
do a que no teniendo, como no tiene la Diputación noticia de otro
algún Synodo Provincial11 después de el señor Caldas, que haze
ya muchos años, y que por solo este medio le parezca ser arregable general, y respectivamente en todos, y cada uno de los Conzejos de este Principado y sus feligresias, con equidad y xusticia dis­
10
11
en contradictorio juizio contra cierto particular, feligrés mió, sobre el m odo
y form a que devía observar para tener misa en la Capilla de junto a su casa
y el capellán para dezirla en los días festibos o de precepto, cuyo auto dio
el lim o. Sr. Mañero, actual obispo de Tortosa, quando era doctoral de esta
Santa Iglesia Cathedral y hacía de Provisor en bacante; todos estos documen­
tos paran por aora en mi poder y siendo de el agrado de V. I., remitiré con
su aviso si los considerase apreciables. Parece que los curas desean en este
número más explicazion por las razones dichas», y en el capítulo 9?, p ro v i­
dencia prim era, en la que el obispo Pisador ordena la explicación del Cate­
cism o a los párvulos «en tres dias feriados o no festibos de cada semana, du­
rante la Quaresma», además de lo acordado en el párrafo 2?, número 2?, ar­
gumenta el párroco: «La experienzia que en las aldeas nadie concurre a tan
santo exercicio, pues los mismos padres y cabezas de fam ilia, que la debían
conduzir, la destinan a labor de el campo, guarda de ganados y otros empleos
de su ofizio, no quedando ninguno exem pto de el trabajo com petente a su
hedad, por corta que ésta sea: con todo, el poco cuidado de dichas cabezas
que no mandan ni embían los hixos y fam ilia m enor a la Misa popular aún
en los días festibos para oir a sus párrocos ni a otra ora señalada, porque
es un mal generalmente llorado de todos nosotros y casi irrem ediable, pues
solam ente los podem os coger a unos y a otros, quando los exam inam os para
cum plir con el precepto annual, en que a fuerza de reprobarlos en la doctri­
na justam ente, algunas veces se les pone cuidado, para que no olviden, pero
pasado este tiem po no vuelven a parezer hasta el siguiente año y tiem po di­
cho de prezepto pascual inmediato venturo, sin que en el interm edio se c o ­
nozca ningún adelantamiento, por más providenzias que se tomen».
La Junta General del Principado se reunía cada tres años, y mientras tanto
delegaba sus poderes en la Diputación, presidida por el regente, que en aquel
mom ento era don A ntonio de Veyán; su miembro más destacado, a causa del
com etido que le correspondía, era el procurador general, ejecutor de las de­
cisiones y encargado del despacho de los negocios. Vid. M em oria histórica
sobre la Junta General del Principado de Asturias. Publicada de orden de
la misma, O viedo, Imprenta del Principado, año de 1834, págs. 36 y 40-51.
Vid. T u e r o B e r t r a n d , F., Instituciones tradicionales en A sturias, G ijón,
1976, págs. 34-59.
El térm ino sínodo designaba toda clase de concilios, aunque acabó por iden­
tificar más comúnmente la reunión diocesana, convocada por el obispo, pa­
ra aprobar algunos decretos o constituciones sobre la disciplina y pureza de
las costumbres. Cf. G o n z á l e z N o v a l í n , J. L., s . v. Sínodos, en Gran Enci­
clopedia Asturiana, t. XIII, Gijón, 1984, pág. 159.
REGALISM O EN ASTU RIAS
497
tributiva la pretensión de los vezinos de Salas, bien que pareze
fundada, se suplique al Real Consejo se sirva providenciar el que
quanto antes, se verifique dicho Synodo, que podrá ser igualmente
mui útil para otros fines de el propio común beneficio»12. Por otra
parte el Consejo de Castilla redactó una circular que hizo llegar
al obispo de Oviedo mediante auto fechado en Madrid el 10 de ju ­
nio de 1768 requiriéndole para que remitiera a dicho órgano del
Estado las sinodales de Alvarez de Caldas, «impresas en 1607», y
las manuscritas de don Tomás Reluz, correspondientes al sínodo
de 1698, lo que ejecutó casi de inmediato don Agustín González
Pisador.
La necesidad de convocar urgentemente un sínodo diocesano
era conocida por la Curia romana, como lo demuestra la respues­
ta a las peticiones formuladas por Pisador en 1762, con ocasión
de la primera visita ad limina que ejecutó después de tom ar po­
sesión de la sede; aunque el obispo de Oviedo, en su relatio, in­
form ó al Papa de haber urgido al clero de su diócesis el cum pli­
miento de los decretos tridentinos, particularmente los relativos
a la predicación dominical y catecismo de los niños: «...praedicti
Cleri, populique recto regimini, no n post multos menses a nostro
hac Dioecesi ingressu (1760), varias Constitutiones seu Providen­
cias publicavimus, quibus praecipue erga Parochos e o r u m q u e ministerium recte explendum, nostrum a n i m u m direximus, innovan­
do per eas o m n i a laudatae Synodi Tridentini mónita, ac praecepta circa... obligationemque erudiendi salutaribus verbis, saltem
Dominicis et solemnibus festis, plebes sibi commissas, ac docendi eas o m n i a quae ad salutem om ni bu s necessaria sunt, puerosque rudimenta fidei, obedientiamque erga D e u m ac parentes. Alia
n o n etiam aliena a ministerio dictorum P a r o c h o r u m praecipimus,
veluti retinere in suis respectivis Ecclesiis, ad Ritualis R o m a n i
n o r m a m , in quo plures deficiebant, libros Matrimonii, Baptizatorum, aliosque...»12, la Congregación del Concilio, después de re­
cordarle su obligación de erigir un seminario diocesano, confor­
me a lo dispuesto por Trento, decreta en el punto tercero: «Lo stes­
so si dice del Sinodo Diocesano per cui conviene, che Monsignore
Vescovo si adoperi ad effetto di poterlo adunare quanto prima,
potendosi giustamente Lusingare di aver a godere un gran van-
12 AAPrincipado, libro 110. Libro de actas de las diputaciones desde 14 de agosto
de 1763 hasta 1775, y juntas generales de 1766, 2772 y 1775, fol. 46r: In marg.
Recurso de los vezinos de Salas sobre derechos parroquiales.
13 A SV , S. Congr. Concilii, Relationes, busta 607A, fol. s. n.; cap. II & IV.
498
JU STO G A R C IA SANCHEZ
taggio spirituale dal veder adunato sinódicamente il suo Clero a
pensare le cose piú serie, e necessarie per il bene di quei Paesi»14.
A pesar de la indicación precedente, el origen de la medida
acordada por el rey es la favorable acogida de la representación
elevada al Consejo de Castilla por parte del Principado, con oca­
sión de los informes pertinentes acerca de la reclamación presen­
tada por los habitantes de Ardesaldo, dictando Carlos III, el 19
de febrero de 1769, una real cédula por la que se manda al prela­
do ovetense convocar un sínodo diocesano en el plazo de seis m e­
ses, período de tiem po que empezaba a correr desde el día citado,
«y en el se forme un justo equitativo Arancel de los derechos que
deben percivir los Parrochos de su obispado por entierros m atri­
monios baptism os y demas funciones eclesiásticas asistiendo a el
el fiscal de esa Real Audiencia (de Oviedo) y Procurador General
(del Principado) a cuyo fin y que tome las noticias combenientes
a precaver qualquier perjuicio a la regalía de Su Magestad y de
Vuestras Señorías (los miembros de la Junta General del Princi­
pado de Asturias), por don Ygnacio Ygareda secretario de govierno (de la Real Audiencia) con la fecha referida se comunicó al D i­
putado (del Principado) la cittada orden de que pasase aviso al
Y llustrisim o Obispo de esa Ciudad, que respondio en veinte y uno
de m arzo... tener hecha representazion a Su Magestad sobre la ce­
lebración de dicho Synodo, y que luego que se digne resolber co­
municará el correspondiente al Procurador General de Vuestras
Señorías para caminar de aqquerdo al bien de ambas Magestades».
El asunto se trató en la Junta general del 13 de m ayo, y en el
número treinta de las propuestas presentadas, sobre la asisten­
cia del procurador general al sínodo eclesiástico «que se manda
se tenga en este Obispado para arreglar los derechos parroquia­
les en su distrito», el alférez m ayor15, don Joaquín José Queipo
de Llano, V conde de Toreno16, presentó la resolución, aprobada
14 ASV, S. Congr. Relationes, busta 607A, fol. s. n.
15 Junto al alférez m ayor del rey y al alférez m ayor de Castilla encontramos
en Asturias el «alférez m ayor del Principado», que form aba parte de la Jun­
ta General, asistiendo igualmente a la Diputación, junto con el regente o de­
cano de la Real Audiencia, del procurador general y de seis diputados (cf.
Memoria histórica sobre la Junta General del Principado de Asturias. Pu­
blicada de orden de la misma, Oviedo, 1834, pág. 44). Tuvo una especial sig­
nificación el alférez m ayor de una ciudad o villa (vid. E s c r i c h e , J., Diccio­
nario razonado de legislación y jurisprudencia, nueva ed. ref. y cons. aum.
por los doct. L. Galindo y J. Vicente y Caravantes, t. I, Madrid, 1874, pág.
432; Enciclopedia Jurídica Española, t. II, Barcelona, ed. Seix, pág. 616).
16 En 1636 el rey Felipe concedió este título de alférez m ayor del Principado
REGALISM O EN ASTU RIAS
499
por unanimidad de los presentes, a tenor de la cual «siempre que
llegue este caso el Procurador General obre con todo el celo que
le corresponde y pide el asunto pues se interesa tanto en el alivio
de los Pobres. Su opinión hizo acuerdo»17.
El problema del elevado costo de los derechos generados por los
servicios religiosos, alegado por los vecinos de Salas en su instan­
cia, dada la grave penuria económica imperante, era el asunto más
relevante, a nivel político y social, de los que debían abordarse
en el sínodo, y no debe extrañar que, dada esta sensibilidad, en
la posterior sesión de la Diputación del Principado, celebrada el
27 de julio de dicho año, se planteara otra cuestión de interés so­
cial: «Sobre Libros de bauptizados, Casados y Difuntos de todas
la Parroquias de la comprensión de el Principado, se acordó que
el Procurador General (D. José Antonio de Llanes Campomanes)
quando llegue el caso de su concurrencia al Synodo, mandado ce­
lebrar en esta Ciudad, tenga presente la representazion que en este
punto haze el referido Diputado con todo lo demás que la Diputazion tenga por combeniente prevenirle a m ayor veneficio publico,
y de el Real Servicio», lo que se reitera para el arreglo de los de­
rechos parroquiales que debía concertarse en el m ismo sínodo18.
El prelado ovetense celebró el sínodo diocesano durante el mes
de septiembre de 1769, después de haber recibido la real cédula
del día 5 de dicho mes y año, «instructiva y preventiva de dife­
rentes puntos, y particulares, que debían tenerse presentes en el
Synodo»; de su desarrollo queda la síntesis que, como noticia fi­
dedigna., refiere el secretario episcopal doctor don Domingo En­
rique de Puertas; «Estando enfermo el Obispo de Oviedo, delegó
para la publicación (de las constituciones sinodales) en su provi­
sor y vicario general, licenciado D. Antonio Navarro, quien jun­
tam ente congregado en la Sala A lta de la Catedral, lugar desti­
nado por Su Señoría Ylustrisim a para este efecto, el fiscal de Su
Magestad de la Real Audiencia del Principado y el Procurador Ge­
de Asturias con carácter hereditario a don A lvaro Queipo de Llano y Bernaldo de Quirós, con la preeminencia de tener voz y voto perpetuo en las jun­
tas y diputaciones del Principado de Asturias, lo que originó algunos con­
flictos y peticiones a S. M. para la revocación de esta merced. Cf. F. B e r n a l d o d e Q u i r ó s , M., s . v . Alférez m ayor del Principado de Asturias, en Gran
Enciclopedia Asturiana, t. I, Vitoria, 1981, pág. 100.
17 A A P rincipado, libro 110, fols. 30a y 33v.
18 A A P rincipado, Ibidem , fol. 70r. En la proposición 27? de la misma sesión se
afirma: «Sobre el Synodo que se a de celebrar en esta Ciudad, para el arre­
glo de los derechos parroquiales se acordo que el Procurador General quan­
do llegue el caso, se dedique y asista a el con el celo que le corresponde».
500
JU STO G A R C IA SANCHEZ
neral del m ism o, que asistieron en virtud de Real Provisión, a to­
das las sessiones de de dicho Sinodo; los diputados comisionados
del Venerable C a v ild o / de dicha Yglesia: El Dean y Arcedianos
de ella... Los A bades de las Colegiattas... los Arciprestes y curas
del Obispado que fueron combocados, por sí y a nombre de los de­
mas según costum bre... fueron leidas, y publicadas las Constitu­
ciones Sinodales que antteceden en los dias veinte y quatro, veinte
y cinco, veinte y seis, veinte y siete, veinte y ocho, veinte y nueve
y el presente treinta de este mes de septtiembre; y executado to­
do lo demas nezesario según disposiciones sagradas: Que haviendolas oido, y enttendido se protestaron varias de ellas, asi por el
referido Fiscal de Su Magestad como por el Procurador del Prin­
cipado, el del Clero, D ip u ta d o s// del Venerable Cavildo, Dean y
Arcedianos y varios curas respectivamente; pidiéndolo por testi­
m onio, que se mandó dar, sin perjuicio...»19
Las contradicciones formuladas por los asistentes a las sesio­
nes sinodales durante las discusiones suscitadas a propósito de los
decretos, antes de su aprobación y en el mom ento de publicación
de los m ism os, en base a sus diferentes puntos de vista y por muy
diversos m otivos —baste recordar en el libro I, título 3?, de constitutionibus, la norma 5. Concurrencia a los sitios deparadas que
se prohíbe; la 6. Bailes de enlace, que se prohíben20, y la 19, so­
bre la congrua sinodal del párroco, beneficiados y simples sacer­
dotes; en el título 5?, de consuetudine, se protesta la 31, sobre m e­
dias annatas, mientras que la 30, dedicada a los entierros, exequias
y ofrendas acostumbradas, sin estar protestada, es una de las m o­
dificadas21— , fueron la causa principal del retraso que se produ­
19
20
21
ACO, Caja 311. Oviedo. Obispo Pisador. Constituciones sinodales, ms., fols.
252r-253r (Una descripción de este fondo, vid. A r i a s d e l V a l l e , R., El papel
manuscrito del archivo capitular de Oviedo (Inventario-Indice), Oviedo, 1993,
págs. 130 y 157-). Martínez V igil califica sus decretos de «recapitulación p ro­
digiosa de cuanto se había decretado en los años anteriores y había además
sancionado el tiem po y la costumbre».
Esta prohibición va de acuerdo con otras disposiciones regias posteriores al
sínodo de Oviedo. Vid. Apéndice II.
ACO, Caja 311, fols. 79v, 88v-89v y 93v. En el fol. 90r: Prot. la 23, sobre con­
currencia de hom bres y mujeres a las brañas, o cavañas, y suplica que los
hom bres y mujeres duerman en chozas y cabañas separadas, sin perm itirles
com partirlas, y que se exhorte para que las mujeres, hijas, menores y cria­
das no vayan a dichos montes y puertos, y si es preciso e irrem ediable que
practiquen la m edida señalada. Se corresponden con las constituciones im ­
presas en 1786, publicadas y distribuidas en todas las parroquias del arz­
obispado libro I, tít. III, constitución núm. V, en pág. 104; núm. VI, en págs.
REGALISM O EN A STU R IA S
501
jo durante tres lustros en la confirmación, por parte del rey y Con­
sejo Real, de las disposiciones aprobadas.
Dado el relevante interés político y social de algunos asuntos
abordados, la Junta general del Principado de 5 de julio de 1772
(primera celebrada una vez concluido el sínodo diocesano), trató
de este asunto; al conocer la proposición séptima del procurador
general, don Pedro Velarde, cuyo tenor era que: «en dichas sesio­
nes espuso de acuerdo con el señor Fiscal de estta Real Audiencia
quanto le a parezido combeniente al servizio de ambas M ajesttades y utilidad de estte Prinzipado, y se alia remittido a la supe­
rioridad para su aprovazion, la que deberá solicitarse por el m e­
dio que Vuestras Señorías tengan por mas conveniente», adoptó
como acuerdo «que el Procurador General era m uy acreedor al re­
conocimiento del Principado, al igual que el Fiscal de la A udien­
cia, por el trabajo ejecutado en el Sínodo últim am ente zelevrado
en esta Ciudad, de cuya aprovazion se deve de encargar a la Diputazion y cavallero Procurador G e n e ra l// attual, se solizitte en
dicha superioridad por medio de el diputado de V. S. en la Cortte»22, que había sido el parecer del diputado por Oviedo.
La Diputación del Principado en sesión de 3 de noviembre del
m ism o año resuelve que «sobre aprovacion superior de el Synodo, moderación de aranceles, y extinción de decimas... el m ism o
Cavallero Procurador General promueba lo uno, y otro hasta su
conclusión tanto aqui por si mismo, quanto en la Corte por medio
de su Diputado alli»23; de nuevo sobre este asunto la Junta gene­
ral de julio de 1775, que discute la proposición tercera del procu­
rador general, don José Vicente de Omaña: «Por lo que mira a la
aprovacion de el Synodo, e dado algunos pasos, pero mui en los
primeros conocí que no devia continuar por que me fue respondi­
do, por persona de alto caracter y acreditado celo de el bien pu­
blico de el Pais, que no hera ocasion faborable y que havia m u­
cho que arreglar primero»24, asumiendo el órgano político el pun­
to de vista del marqués de Ferrera, diputado por A vilés, dejando
libertad al procurador general y Diputación del Principado para
22
23
24
104-105; núm. X IX , en págs. 114-115; libro I, tít. V, constitución núm I, sobre
entierro y exequias de costumbre, y ofrendas acostumbradas, y núm. II, so­
bre medias anatas.
A A P rin cipado, libro 110, fol. 40r. In marg.: Siguen las proposiciones del P ro­
curador General.
A A P rincipado, Ibidem , fol. 102r.
A A P rincipado, lib. 111. Juntageneral de 1775y diputaciones hasta 1778, fol.
19v. Junta general de 24 de ju lio de 1775.
502
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
que ejecutaren las gestiones que juzguen pertinentes en el tiem ­
po que estimen oportuno25.
El prelado asturiano, buen conocedor de las dificultades sur­
gidas en el Consejo de Castilla, debe comunicar a la Santa Sede
en la relatio de 1773 que los decretos sinodales aún no habían ob­
tenido el respaldo regio: « S y n o d u m vero Dioecesanam coegit anno
1769, et in ea q u a m p l u r a praecepta, jura, et constitutiones in utiliorem Dioecesis guvernationem, prout aptius stationi temporum,
ó m n i b u s circunstantiis perpensis, judicavit, stabilivit (Utinam
fauste et ad desiderátum D e o honorem, et servitutem). Coeterum,
c u m jussu Regis ad Castellae Senatum, seu Regale Consilium Synodi acta miserit Episcopus, ut inhibí viderentur, et propter plura, et gravia negotia, quae continuo expediuntur, e o r u m revisio
n o n sit jacta, et hinc nec ad E p i s c o p u m devoluta Synodus, nequit
hic, ut optat, et suo tempore faciet, Sanctitatem Vestram nunc individualiter de eis reddere instructam»26. Dada la urgencia de po­
ner en ejecución algunas constituciones aprobadas en el sínodo,
don Agustín González Pisador hizo una petición singular para con­
seguir, por vía urgente y al margen del resto de las disposiciones,
una real orden que impusiera legalmente la prohibición de cele­
brar mercados en Oviedo27 los domingos y días festivos28.
25
26
27
28
A A P , Ibidem, fols. 23v-26v. Junta de 31 de julio de 1775.
ASV, S. Congr. Concilii, Relationes, Ibidem, fol. s. n., capítulo II, «De rebus
ad Episcopum pertinentibus», en su & 3. Cf. G o n z á l e z N o v a l í n , J. L., Las vi­
sitas «ad limina» de los obispos de Oviedo (1585-1901), Oviedo, 1986, pág. 164.
El año 1768 la ciudad de Oviedo «sin el concejo» no llegaba a los dos m il v eci­
nos (A A O , Labro de acuerdos, fol. 79v. Ayuntam iento de 23 de diciem bre de
1768). En 1773 el número total de vecinos que poblaban el Principado de A s­
turias era de 52.510.
A rchivo Histórico Nacional de Madrid: «Consejo de Castilla. Sala de Gobierno.
Oviedo. Expediente formado a representación del Reverendo Obispo de Ovie­
do, en que m anifiesta el intolerable abuso que hay en aquella ciudad de te­
ner los mercaderes abiertas sus lonjas y tiendas los dom ingos y dias feria­
dos. Relator Alarcón. Secretario Salazar» (AHN de Madrid, Sección conse­
jos, libro 2.682 (2). «Pleitos que se enlegajaron en la Navidad de 1777), fol.
524r. En una pieza con 35 fojas. In marg.: Oviedo, tiendas abiertas en días
feriados». B ajo el térm ino día feriado se indican los días que están cerrados
los tribunales y se suspende el curso de los negocios de justicia, com o apare­
ce en la ley 2, tít. 4, del lib. IV de la Recop.; vid. Diccionario de la lengua
castellana, t. III, Madrid, 1732, pág. 736, s. v. Día de feriado. P or la circular
de 31 de marzo de 1789 se ejecuta lo dispuesto por el real decreto de Carlos
IV, dirigido al conde de Floridablanca, en el que se reducen los días feriados
al elenco de fiestas allí señaladas; cf. S á n c h e z , S., Colección de todas las
pragmáticas, cédulas, provisiones, circulares, autos acordados, vandos y
REGALISM O EN A STU R IA S
503
El texto de la representación episcopal se fecha en Benavente,
a 22 de abril de 17 7 529, y de su contenido merecen destacarse los
siguientes aspectos:
1? La costumbre, practicada en la ciudad en base a una real
pragm ática, de celebrar mercados públicos todos los jueves30.
2? «El intolerable abuso», que genera en el prelado «sumo do­
lor», a causa de que «los mercaderes y demás comerciantes» tenían
las tiendas y lonjas abiertas al público los domingos y días de fies­
ta para la provisión de todo tipo de mercancías.
3? En estas fechas señaladas hay una actividad comercial
idéntica y parangonable con el día de mercado de los jueves, «de
suerte que en nada se distinguen los unos de los otros»31.
otras providencias publicadas en el actual reynado del señor don Carlos IV.
Con varias notas instructivas y curiosas, t. I, comprehende hasta el año de
29
30
1793 inclusive, Madrid, 1794, págs. 26-27.
AHN de Madrid, Sección consejos, legajo 653, expediente núm. 18: «O viedo,
1775. Una pieza, 35 folios. 338. Expediente form ado a representazion del Re­
verendo Obispo de O biedo en que manifiesta el intolerable abuso que ay en
aquella Ciudad de tener los Mercaderes abiertas sus Lonjas y tiendas los D o­
mingos, y Dias feriados. 1785. Relator Alarcón. Secretario Salazar», fols. lr-6r.
A AO , Desp. 1, an. C, leg. 13, doc. 2: Confirmación, dada en Valladolid, a 20
de octubre de 1524, del privilegio otorgado por el emperador Carlos V y fe­
chado en Burgos el 10 de septiembre de 1523 (vid. M i g u e l V i g i l , C., Colección
histórico diplomática del Ayuntamiento de Oviedo, Oviedo, 1889, pág. 344,
núm. 321; V i l l a d e l R í o , P., Catálogo-inventario del archivo municipal de
la ciudad de Oviedo, t. II, priera parte, Oviedo, 1987, pág. 502, núm. 7.308).
Don Ferm ín Canella (cf. C a n e l l a , F., Oviedo. Guía, Oviedo, 1888. Ed. facsím ilar de la B iblioteca Antigua Asturiana, con prólogo de J. E. Casariego,
G ijón, 1984, págs. 53-54 y 313-314) inform a de las causas que m otivaron este
p rivilegio de concesión de mercado franco, confirm ado por el rey Carlos II
en 1671: doña Juana y el emperador Carlos V en 1523 hicieron la concesión,
confirm ada el año siguiente por el emperador; en el título VIII de las Orde­
nanzas del Principado de 1781, dedicado a la materia jurisdiccional, se dis­
ponía que, a causa del «grave perjuicio que se sigue al com ercio», no era p o­
sible retener o ejecutar a los asistentes a las ferias y mercados si se trataba
de causas civiles, y debía esperarse dos días después del mercado o cuatro
en caso de feria para que procediera el juez competente. Cf. Ordenanzas pa­
ra el govierno de la Junta General de el Principado y su diputación y las
generales, judiciales y políticas, para la administración de justicia en to­
dos los concejos, cotos y jurisdiciones de el. A ño de 1782. En la oficina de
Francisco Díaz Pedregal, impresor del Principado de Asturias, págs. 11-12;
16-17 y 32-33; vid. Ordenanzas generales del Principado de Asturias (Reco­
pilación completa de las de 1494-1594-1659-1781 y 1805). Rep. tip. y fase. Ed.
dir. y prol. p or F. Tuero Bertrand, Luarca, 1974.
31
Señala Canella (op. cit., pág. 314) que siendo insuficiente el m ercado de los
jueves «se instituyó otro también concurrido en los domingos».
504
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
4? El prelado asturiano, tan pronto como tom ó conocimiento
de esta situación, «quiso tomar la correspondiente providencia pa­
ra remedio de este grave mal, con que no sólo se viola y quebran­
ta con indisim ulable escándalo la devida santificación de las fies­
tas32, también se retrahen de de sus Parroquias en tales días la
m aior parte de los aldeanos confinantes, y se vienen a la Ciudad
con pretexto de si tienen o no que comprar'algunos utensilios pa­
32
El influjo del cristianismo en el Imperio romano conlleva en el siglo IV d. C.
y a partir del em perador Constantino a una presencia clara de sus prin ci­
pios en la norm ativa jurídica vigente, como se com prueba en la constitución
de este em perador fechada el año 321 d. C. prescribiendo a todos los cives,
salvo la excepción de los agricultores, la observancia del día del Señor o dies
dominici, y estableciendo la prohibición de trabajar (C. Iust. III, 12 (2), 3. Imp.
Constantinus A. H elpidio. Promulgada el 5 de las nonas de marzo, en el se­
gundo consulado de Crispo y Constantino). Entre los días festivos en los que
no puede celebrarse ju icio alguno se encuentran las dos semanas de Pascua,
los días de Natividad y Epifanía, además de los dom ingos (C. Th. 2, 8, 19 y
21 = C. Iust. 3, 12. 6 (7) y 7 (8). Valent. Theod. y Are. año 389; Hon. y Theod.
año 408). A unque la cesación del trabajo en el día del Señor ya aparece enun­
ciada en Tertuliano (T e rtu lia n o , De oratione, 23: Este autor invita a todos
a dejar durante algún tiempo «differentes negotia» para poder celebrar el
día del Señor), Eusebio de Cesárea ( Vida de Constantino, 4, 18) afirm a que
Constantino es el prim er emperador que estableció «que un día sería espe­
cialm ente destinado a la oración, el prim ero de los días, porque es el día del
Señor y de la salvación, el día al que el Señor dio su nombre» (vid. A ld a z á
b a l, J., en La celebración en la Iglesia. III. Ritmos y tiempos de la celebra­
ción, dir. p or D. B orobio, ed. Sígueme..., pág. 91). La constitución de Cons­
tantino es la prim era norma escrita sobre esta materia (Coincidim os con la
observación de Biondi, resumida en la siguiente proposición: «le leggi postclassiche e giustinianee hanno impronta essenzialmente cristiana». Biondi,
B., «II diritto romano cristiano», en Scritti Giuridici, vol. I, Milano, 1965,
pág. 543). Ya Juliano el Apóstata consideró a Constantino com o «novator turbatorque priscarum legum», pretendiendo restaurar la rom anidad pagana
y cancelando la cristiana que se delineaba con Constantino (sobre esta ma­
teria, vid. p or todos, Biondi, B., II diritto romano cristiano, 3 vols., M ila­
no, 1954, fundamentalmente los números 54 y 480); una nueva constitución
del año 469 d. C. declara que en tales días no se permiten las actividades v o ­
luptuosas ni las ejecuciones (C. Iust. 3, 12, 11. Impp. Leo et Anthem ius A A.
A rm asio P. P. Dat. Id. Decemb. Constantinop. Zenone et Marciano conss.);
el con cilio de Laodicea del 381 d. C. en su canon 29 interpreta la ley de Cons­
tantino de form a más mitigada, a través de la fórm ula «si servari poterit»,
si bien una constitución del año 386 d. C. emanada por los emperadores G ra­
ciano, V alentiniano y Teodosio conmina al contraventor de las d isposicio­
nes referidas «non modo notabilis, verum etiam sacrilegus iudicetur, qui a
sanctae religionis instinctu rituve deflexerit» (C. Th. 8, 8, 3. Vid. C a s te lló n ,
J., Historia de las fiestas de la Iglesia y el fin con que han sido estableci­
das..., trad. del francés, Madrid, 1788, págs. 1-6). Un edicto del em perador
Constancio del año 357 d. C. complementa la disposición de Constantino que
REGALISM O EN A STU R IA S
505
ra su casa y fam ilia, quando regularmente no es más que por di­
versión, y pasatiem po»33.
5? De este estado de cosas, que afectan profundamente a los
habitantes de los alrededores de Oviedo, «resultan dos visibles
perjuicios, dignos de la maior atención:
Primero: que, como a excepción de las misas conventuales de
las parroquias34, en las demás que se celebran en dicha Capital, en
semejantes días, no se explica el Santo Evangelio, es lastinoso el
atraso y la falta de la devida instrucción en la Doctrina Cristiana
distingue el dom ingo cristiano como día de reposo (C, Th. 2, 8, 1; 2, 8, 18),
y Teodosio I propuso en un edicto del año 389 una lista de días festivos entre
los que predom inan las fiestas de carácter cristiano respecto a las de tipo
neutro, com o los natalicios de los emperadores, fiestas de la recolección y
otras, incluyendo todos los domingos, las dos semanas antes y después de
Pascua, Epifanía y Navidad (C. Th. 2, 8, 19), cuya norm ativa fue confirm ada
p or el em perador A rcadio el año 395 (C. Th. 2, 8, 22). Asim ism o es una conce­
sión a la Iglesia la prohibición emanada de Teodosio I de celebrar com peti­
ciones circenses los domingos, salvo que cayese en este día el natalicio del
em perador (C. Th. 2, 9, 20. Cf. Jedín, H., Manual de Historia de la Iglesia,
t. II, Barcelona, 1979, págs. 565-566; Stern, H., Le calendrier de 354, París,
1953); el concilio de E lvira del año 306 d. C. recuerda la obligación de oír m i­
sa y en el siglo VI d. C. el concilio Aurelianense, celebrado el año 538 d. C.,
enumera las opera servilia que están prohibidas los domingos (vid. Naz, R.,
Dictionnaire de Droit Canonique, contenant tous les termes du Droit Canonique, t. IV, París, 1949, cois. 1.227-1.231, s. v. dimanche; P a lla z in i, P., s. v.
Sanctificatio dierum festorum, en Dictionarium morale et canonicum, t. IV,
dir. P. Pallazini, Romae, 1968, pág. 199; s. v. opera prohibita in diebus festis, en Dictionarium morale et canonicum, t. III, Romae, 1966, págs. 470-472);
el tercer con cilio de Orleáns en su canon 28 condenó la tendencia existente
en ese m om ento de asim ilar el descanso dominical con el reposo sabático
(cf. D u blan ch y, E., s. v. dimanche, en Dictionnaire de Théologie catholique
contenant l’esposé des doctrines de la theologie catholique, leurs preuves
et leur histoire, dir. A. Vacant y E. Mangenot, cont. por E. Amann, 3? ed.,
t. 4, prim era parte, París, 1924, col. 1.313).
33
G o n z á le z Q u e v e d o p o n e d e m a n if i e s t o q u e e n lo s m e r c a d o s y f e r ia s a c u d ía n lo s
c a m p e s in o s c o n a s i d u i d a d , y e n o c a s io n e s n o e s t a b a n m o v i d o s p o r lo s d e s e o s
c o n c r e t o s d e a d q u i r i r o v e n d e r u n t i p o d e g a n a d o , s in o m á s b ie n p a r a e n t e r a r ­
se d e l p r e c io d e lo s a n im a le s , lo q u e le p r o p o r c io n a b a u n a m e j o r r e f e r e n c ia
a la h o r a d e d e c id i r y p la n i f i c a r la e c o n o m ía de la c a s e r ía y e n t a b l a r n e g o c i a ­
c io n e s c o n lo s t r a t a n t e s , a d e m á s d e c o n v i v i r c o n o t r o s a s t u r ia n o s , i n t e r c a m ­
b i a n d o id e a s s o b r e t o d o t i p o d e a s u n t o s , p a r t ic ip a n d o e n e l a m b i e n t e f e s t i ­
R., en Enciclopedia temática de Asturias, t. 8. Etno­
grafía y folklore, I (Etnografía), G i j ó n , 1981, VIII. A g r i c u lt u r a y g a n a d e r í a ,
v o (G o n z á le z Q u e v e d o ,
pág.
34
177).
Z. B., Jus Ecclesiasticum Universum hodiernae disciplinae
accommodatum. Ex ipsis Sacrae Scripturae Litteris, SS. Canonibus, Conciliorum, tum Oecumenicorum, tum Synodalium Decretis, Pontificum Res-
V id . V a n E sp en ,
506
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
que advierten en ellos, y no pueden remediar sus párrochos35, retraiéndose también de oir a éstos dicha Ynstrucción36, que por
punto general tiene mandado hagan en sus parroquias todos los
días festibos al ofertorio de las Misas de pueblo37.
Segundo: que dexan en tales días yermas sus casas, descuida­
dos sus ganados, y abandonadas todas las demás obligaciones, y
aún consumen en ellos malamente mucha parte de sus caudales
en vino, comida y otros gastos excusados y perjudiciales38, como
no lo pueden ocultar muchos, por lo que se ve en ellos al tiempo
de volverse a sus casa».
criptis, SS. Patrum Sententiis, Principum Edictis, et magistratus tam Ecclesiastici, quam Civilis Judicatis depromptum. Opus, in quinqué partes disributum..., t. I, Matriti, 1791, págs. 320-327.
35
Sobre la obligación general de los párrocos de predicar la palabra de Dios
e instruir a los niños, vid. E n g e l , L., Collegium universi Iuris Canonici an-
tehac juxta triplex juris objectum partitura; nunc vero servato ordine Decretalium accuratius translatum, et índice copioso locupletatum; cui praeter Tractatum de privilegiis monasteriorum, novissime accessit aureus liber,
qui Manuale Parochorum inscribitur. Omnibus tam in foro, quam in scholis apprime utile, ac necessarium. Adjectae sunt annotationes C. Barthel,
Mantuae Carpetanorum, 1777, pág. 571, cap. VIII.
36
Providencias Generales del Ilustrísimo Señor D. Agustín González Pisador,
Obispo de la ciudad y obispado de Oviedo, para el buen régimen y gobierno
de él, año 1761, AH D O , sign. 59.11.36, en dieciséis folios. En la introducción
de estas medidas refiere claramente este propósito: «teniendo presente que
ha muchos años que por justos m otivos no se celebra Sínodo y que acaso por
los mism os no lo podrem os celebrar con la brevedad que quisiéram os para
proveher de remedio a los abusos, que estamos inform ados haver en nues­
tro O bispado y ordenar lo concerniente al m ejor servicio de Dios, bien de
la Iglesia y su Clero, establecimiento de buenas costum bres y extirpación
de los vicios, hemos dispuesto y ordenado a este fin que, entretanto que lle­
ga el caso de celebrarse Sínodo o dar otras Providencias que tengamos por
convenientes, nuestros Arciprestes, Curas, Clérigos y demás personas a quie­
nes toque guarden y observen inviolablem ente las siguientes, publicadas en
O viedo, a 26 de Febrero de 1761» (Cf. H e v i a V a l l i n a , A ., «Las Providencias
Generales del O bispo González Pisador para la diócesis de O viedo: Reparos
y dificultades para su aplicación», en Memoria Ecclesiae, I V (1993), 192). De
este conjunto de normas destacan las que tienen conexión directa con la d i­
fusión de la Palabra Divina: la providencia tercera en la que se suspenden
las licencias de celebrar a los capellanes de capillas y ermitas que no leye­
ran en el ofertorio de la misa de los días festivos durante un cuarto de hora
un punto de Catecismo, y el tenor literal del capítulo tercero de las observa­
ciones que eleva en 1787 el párroco de Santo Tomás de Pereda, en el concejo
de Tineo, don José A ntonio Suárez, revela el conflicto entre el proyecto pas­
toral del prelado y los enfrentamientos surgidos por razón de la congrua de
los clérigos y convocatoria de los feligreses ( Representación que hace el Ar­
cipreste e Miranda de Galicia al Obispo de Oviedo, exponiendo algunos re­
paros jurídicos que motivan las Providencias Generales, publicadas para
REGALISM O EN A STU R IA S
507
En estas circunstancias, «se echa de ver que la pobreza y mise­
ria de los aldeanos y pueblos de la inmediación, dimanada en con­
cepto común de esta sola causa, excede incomparablemente a la
del resto del Obispado, pues sin duda alguna se advierte que son
más pobres y miserables, y que viven con muchos más empeños,
que los de las demás parroquias, los de las contiguas a la Capital,
quando si les fuesen útiles dichas concurrencias de mercados se
vería lo contrario».
37
38
su observancia hasta que se celebre un nuevo Sínodo, en A H DO , fondo San­
to Tomás de la Pereda. Arciprestazgo de Tineo, sign. 59.11.36a.). Cf. G o n z á
l e z N o v a l í n , J. L., Las visitas «ad limina» de los obispos de O viedo
(1585-1901). Una fuente eclesiástica para la historia de Asturias, Oviedo, 1986,
págs. 145-173. Otra prueba del interés del obispo Pisador por la reform a ecle­
siástica general del Principado, vid. Constituciones para las monjas fraciscas descalzas de la Immaculada Concepción de la villa de Villaviciosa, dis­
puestas de orden del ilustrissimo señor Don Agustin González Pisador, obispo
de Oviedo, conde de Noreña, del Consejo de S. M., etc., y particularm ente
la carta dirigida a la madre abadesa y religiosas de dicha comunidad, fecha­
da en Oviedo el 14 de agosto de 1768.
Una división clásica de la misa es la que distingue la misa conventual y la
parroquial; la misa parroquial, también llamada misa «pro populo», es la
misa que están obligados a aplicar por su grey, los días de precepto y fiestas
suprim idas, todos los que tienen cura de almas: obispos, párrocos, adm inis­
tradores, vicarios; suele ser única en cada iglesia en las villas y aldeas; su
horario venía fijado por los estatutos sinodales y su duración era muy larga:
misa cantada y oficiada conform e a las prescripciones del misal de Pío V,
prom ulgado el 14 de ju lio de 1570, comprendiendo la bendición del agua y
aspersión, plática con plegaria, anuncios e instrucción, rito del pan bendito
y ofrendas (Cf. P a s t o r a y N i e t o , I. de la, D iccionario de Derecho Canónico,
trad. del que ha escrito en francés el abate Andrés, arreg. a la jurispruden­
cia eclesiástica española antigua y moderna... bajo la dir. de J. J. Rom o, Ma­
drid, 1848, págs. 303-306, s. v. misa parroquial, misa privada, misa conven­
tual; A z c á r a t e , A., La flo r de la liturgia o curso ilustrado de liturgia, 1? ed.,
San Sebastián, 1932, pág. 155; M a r t i m o r t , A. G., La Iglesia en oración. In­
troducción a la liturgia, nueva ed. act. y aum., Barcelona, 1987, págs. 480-484).
Durante el siglo X VI y en la legislación eclesiástica europea aparece com o nor­
ma universal la observancia del reposo dominical desde la medianoche del sá­
bado a igual momento del domingo; asimismo en la Edad Moderna la Iglesia
disminuye el número de fiestas de precepto (Const. del Papa Urbano VIII, Uni­
versa, de 13 de septiembre de 1642) y tiene muy presente la aparición de nue­
vas costumbres y exigencias sociales, lo que provoca la autorización de ven­
der o comprar las cosas necesarias para la alimentación ordinaria o para re­
m edio de las enfermedades (recordamos el II Concilio de Colonia de 1549 en
su en. 98; el concilio de Reims de 1583, en. 5; el concilio de Aix, celebrado el
1585, en. 16, etc.), si bien las tiendas deberían estar cerradas y la venta en las
proximidades de las iglesias y cementerios estaba prohibida (cf. D u b l a n c h y ,
E., s. v. dimanche..., cit., col. 1.223).
508
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
6? Para atajar estos inconvenientes, el obispo consultó con
personas «literatas y de su maior confianza y satisfacción» acerca
de los remedios más oportunos que solucionaran los males denun­
ciados, considerando como más conveniente y eficaz «prohibir se­
mejantes mercados en tales días, por medio de un edicto y bajo
de las correspondientes penas», aunque se alegaron «en contra del
éxito que le animaba a tomar estas providencias, basado en su celo
pastoral, dos obstáculos dignos de tener en cuenta:
a) La resistencia previsible al edicto por parte del gremio de
mercaderes o de algunos de ellos, posponiendo la santificación de
tales días, dando prioridad al corto y privado interés de la ganan­
cia derivada de la venta de los géneros, frente al bien público que
trataba de proteger la justa medida del prelado»39.
b) El argumento de que «en tales días podían concurrir y con­
currían los aldeanos sin perder el trabajo de sus haciendas».
1? En opinión de don Agustín, tales argumentos eran meros
pretextos para no ejecutarlas providencia oportuna, pues: I, «se­
guramente concurren muchas más gentes en los juebes que en los
domingos, y se nota que muchos o los más de los que lo hicieron
en aquellos lo repiten en éstos, sin vérseles que traigan cosa algu­
na a vender ni la lleben comprada»; además, II, «informan los párrochos de las aldeas que, por lo regular, los que estilan o acos­
tumbran dichas concurrencias, maiormente en los domingos y días
festibos, son los más holgazanes, desperdiciados y viciosos, y que
solamente vienen a la Ciudad para en tales días juntarse con los
amigos o amigas a comer, beber y gastar, etc.», y III, «si fuese so­
lo por comprar y vender lo preciso, les bastaría y lo mismo para
el abasto de la Ciudad, que no es grande, las concurrencias y mer­
cados de todos los juebes».
39
D e s d e e l p u n t o d e v is t a d e la n o r m a t iv a e c le s iá s t ic a , e l p e r í o d o a lt o m e d ie v a l s i g n i f i c a e l d e s a r r o l l o d e la s d i s p o s i c i o n e s c o n c e r n i e n t e s a la p r o h i b i c i ó n
d e t r a b a jo s s e r v ile s y s im ila r e s : la b o r e s a g r íc o la s y a s im ila d a s , a c to s ju d i ­
Dictionarium casuum conscientiae seu praecipuarum difficultatum circa Theologiam Moralem, ac Disciplinam Ecclesiasticam d ecisiones: E sacris Scripturis, Conciliis, SS. Patribus, Pontificum Rom anorum Decretalibus,
celeberrim is Theologis et Canonistis deprom tae..., 1 .1 , V e n e t i i s , 1773, p á g s .
c i a l e s , la c a z a e in c l u s o d e l o s m e r c a d o s y v e n t a s p ú b l i c a s (c f. P o n t a s , J .,
3 9 5-39 6, c a s u s V . D u b l a n c h y , E ., s. v
.
d im a n c h e ..., c i t ., c o i s . 1.3 11-1.31 5), c o n ­
s a g r a n d o u n a c o s t u m b r e e x i s t e n t e d e s d e m u c h o t i e m p o a n te s ; b a s t e c i t a r p a r a
E s p a ñ a e l c a n o n 9 d e l c o n c i l i o d e C o m p o s t e l a c e l e b r a d o e l a ñ o 1114 d . C ., e n
c u y a s r e g la s n o s e c o n t i e n e e x c e p c i ó n a lg u n a a la p r o h i b i c i ó n s e ñ a l a d a ( V id .
D ictionaire apologétique de la fo i catholique
contenant les preu ves de la v erité de la Religión et les réponses aux objections tirées des Sciences humaines, 4 ? e d . e n t . r e f ., d i r . p o r A . d ’ A l é s , t. I,
G i b o n , F ., s . v . d i m a n c h e , e n
P a r í s , 1925, c o i s . 1.0 8 9 -1 .0 9 2 ).
REGALISM O EN ASTU RIAS
509
Ante este cúmulo de circunstancias, temiendo o dudando de la
eficacia de la medida propuesta con el edicto, esperó a que se ce­
lebrase el sínodo diocesano de 1769, en el cual se aprobó la siguien­
te constitución:
«Por quanto nos hallamos informados de los graves per­
juicios, asi espirituales c o m o temporales, que se siguen en
m u c h o s pueblos de este nuestro Obispado, con motivo de
los mercados, que de antigua costumbre se hacen los d o m i n ­
gos, y otras solemnes fiestas del año en esta Ciudad, y al­
gunas villas y lugares, pues de s a m p a r a n d o m u c h a s perso­
nas en dichos días sus parroquias, con el pretexto de acudir
a los mercados, dexan de oir la Doctrina, que explican sus
párrochos; y de consiguiente viven con u n a crasa ignoran­
cia, de la que c o m o christianos deven saver; y por otra par­
te c o m u m m e n t e gastan dichos días Santos en desórdenes y
libiandades, lo que en cumplimiento de nuestro Ministerio
Pastoral no p o d e m o s disimular 40, y m u c h o m e n o s a vista
de la Bula de Nuestro Santissimo Padre Benedicto 14, de
feliz recordación, que empieza A b eo tempore, su fecha 5 de
n o viembre de 1745 dirigida a los prelados y ordinarios del
Estado Eclesiástico41, en la que exponiendo, con la m á s
profunda erudición, las disposiciones sagradas del Derecho
Canónico, Concilios, Constituciones Apostólicas y opinio­
nes sobre el asunto. C o m o igualmente una decisión de la S a ­
grada Congregación del Concilio, a instancia de los m e r c a ­
deres de la ciudad de Barcelona, que pretendían tener abier­
tas sus tiendas y vender en los días de fiesta, fundados en
la costumbre inmemorial, y en u n a especie de necesidad de
los pueblos comarcanos, que por sus labores no podían ocu­
rrir a la Ciudad, sino es en dichos días de fiesta, sobre que
se decidió no serles lícito, no obstante la costumbre i m m e ­
morial insignuada; y aunque instaurado dicho juicio por los
mercaderes, insistiendo con maior conato en dicha cost um­
bre immemorial, persistió la Sagrada Congregación en la
m i s m a respuesta y decisión, y les puso silencio42. Prohivió
40
41
42
Las gestiones del prelado para que, dadas las difíciles condiciones clim áti­
cas y topográficas del Principado, todos los asturianos gozaran de la dispen­
sa pontificia, declarando la licitud de sus conductas en el cum plim iento del
precepto dom inical, se constatan en las peticiones elevadas a la Santa Sede
con ocasión del inform e que hace en 1782 para la visita ad limina y que está
fechado en Benavente, a 21 de septiembre de dicho año: Cap. 4? , «De Postulatis» (ASV, S. Congr. Concilii Relationes, busta 607b, fols. s. n.).
Cf. Codicis Iuris Canonici Fontes. Cura emmi. P etri Card. Gasparri editi,
vol. I. Concilia Generalia-Rom ani P ontífices usque ad annum 1745, Romae,
typis polyglottis vaticanis, 1923, núm. 364, págs. 943-953: Venerabilibus Fratribus A rchiepiscopis, Episcopis, et Ordinariis D itionis Ecclesiasticae. La
doctrina del Papa se desarrolla en treinta parágrafos numerados, destacan­
do el & 30 y el & 31 (Ibidem, pág. 953).
Ibidem , págs. 952-953, & 24.
510
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
dicho Santísimo Padre tenerse los mercados en días de fiesta,
m a n d a n d o se trasfiriesen al antecedente, o subsiguiente43.
Po r tanto, de ve mo s exortar, y exortamos no se tengan
dichos mercados en esta Ciudad ni en ningún otro pueblo
de esta nuestra Diócesis; ni los mercaderes, tenderos o bu­
honeros abiertas sus tiendas, ni vender géneros en los do­
mingos, ni otros días de fiesta, en los que ba declarado no
poderse trabajar; y para que esto tenga el m a s devido efec­
to, y que los dichos mercados se trasladen a otros días, que
no sean de fiesta de guardar, suplicamos m u i re n d i d a m e n ­
te al S u p r e m o Real Consejo de Castilla se digne dar las pro­
videncias que, su notorio religioso zelo, tuviese por m á s
oportunas y eficaces, pues sin d u d a cederá en m u c h o bien
de las almas.»
8? Concluye el obispo solicitando la protección del rey y Con­
sejo de Castilla, que deberían acordar en este caso, por vía urgen­
te, la providencia con la que se eliminara abuso tan grave, apro­
bando con carácter excepcional la constitución sinodal relativa a
los mercados dominicales, y «mandando librar Real Provisión,
aprobativa y auxiliatoria de la jurisdición del Obispo, para que
se la coadiuve por las Justitias de Su Magestad a que tenga efecto
dicha Constitución y se corten los referidos perjuicios», aunque
se aplazara la revisión del conjunto de acuerdos del sínodo, pues
dicha supervisión se esperaba que aún tardase; para allanar al­
gunas dificultades que pudieran alegarse contra la adopción de
la medida solicitada, el prelado informa al Consejo que «hoi la
misma Junta de mercaderes de dicha Ciudad de Oviedo, que se­
rían los que acaso, como ba dicho, no llebarían a bien tal provi­
dencia, ha recurrido al Obispo solicitándola» por medio de una
representación escrita44, que acompaña a su solicitud y respalda
la petición del titular de la sede ovetense.
Este documento45, dirigido al prelado asturiano y fechado en
Oviedo el día 4 de marzo del año citado, está firmado por los co­
misarios del comercio de la capital del Principado: don José Díaz
Valdés Argüelles y don Bernabé Suárez Villar, recogiendo el
acuerdo tomado por su junta de comerciantes que les comisionó
para solicitar: «se cierren tiendas en los domingos y que no se ven­
da en ellas o fuera de ellas con pretexto alguno, a fin de interrum­
43
44
45
Ibidem , pág. 951, & 22: «Communis praeterea sententia est (quidquid sit de
Nundinis), M ercatum haberi non posse Diebus Festis, sed esse transferendum in antecedentem , vel in subsequentem diem, si in Festum inciderit».
AHN de Madrid, Sección consejos, legajo 653, expediente 18, fols. 7r-v.
AHN de Madrid, Ibidem, fol. 8r.
REGALISM O EN ASTU RIAS
511
pir abuso tan mal permitido con el título de ser mercado», pues
presumen con fundamento que dicho día era el jueves, ya que en
él se vendían los ganados, y no en domingo.
Los suplicantes comprueban que los vocales de la junta son so­
lamente aquellos que pagan cantidad determinada y que se con­
templan capaces al desempeño de cuanto ocurra a beneficio del
gremio, y teniendo presente que son «muchos más los que se ex­
cluyen», argumentan que «poco serviría el que aquellos volunta­
riamente cerrasen, si no lo hacían todos», y no tendría justifica­
ción que unos cuantos mercaderes sufriesen el grave perjuicio que
les irrogarían los otros46.
Recuerdan además que algunos pueden tratar de justificarse
en sentido contrario a su petición: a) «con el colorido de ser útil
a los pobres paisanos por decir que con motibo de venir a el mer­
cado en Domingo se les excusa perder el trabaxo de otros días»,
y b) «que a el intento se acordó en la sinodal del señor Caldas se
pudiesen abrir tiendas y vender en ellas todas las fiestas despues
de los oficios de misa maior en la Cathedral»47. Contra estas dos
46
47
A causa de la vigilancia que los representantes de la Junta del C om ercio de
Vetusta desempeñaban sobre este ám bito de actividad elevaron al Consejo
de Castilla una solicitud para exigir el cum plim iento en el Principado de las
disposiciones generales relativas a la prohibición de ejercer la venta de mer­
cancías p or parte de quienes no gozaban de dom icilio fijo. Apéndice I.
Cf. C onstituciones Synodales del Obispado de Oviedo. Hechas y ordenadas
conform e al Sancto Concilio de Trento por don Juan Alvarez de Caldas, Obis­
p o de dicho Obispado, Conde de Morena, del C onsejo de Su Magestad en el
S ynodo que en su Sancta Iglesia celebró en el m es de M ayo de mil seyscien tos y siete años. Con licencia. En Valladolid. Por Juan Godinez de Millis.
A ño de 1608. L ibro II, título III. De feriis, núm. 2. Que no se hagan obras ser­
viles en las fiestas, y quales se permiten, pág. 69: Después de enunciar todas
y cada una de las fiestas del obispado asturiano, mes a mes, se determina:
«En las quales dichas fiestas, y en qualquier dellas, ordenamos, y m anda­
mos, se abstengan todos de obra servil; y no hagan cosa de officios, ni a rtifi­
cios, ni labren las tierras, ni cojan pan, paja o vino, ni los herradores hie­
rren bestias, salvo a forasteros, y con necesidad, y esto no se haga estando
en la Missa mayor, ni lleven trigo, ni otro pan a los m olinos, ni a otras par­
tes, sino en caso de necessidad, o piedad: y dicha la Missa m ayor del pueblo,
con licencia de nuestro Provisor, Vicarios, o del Cura, adonde no los uviere.
Y ansi m ism o mandamos, que en los dichos dias los panaderos, carniceros,
taberneros, pescaderos, y pasteleros no den bastimento alguno despues de
tañido a Missa Mayor, hasta que ayan salido della sopeña de dos reales por
la prim era vez, y p or la segunda quatro, y por la tercera, que sean castiga­
dos a arbitrio de nuestro Provisor, o Vicarios. Número 3. Pena contra los que
no oyeren missa. Item establecemos, y ordenamos, que en los dias de fiesta
arriba referidos todas las personas hombres, y mugeres de doze, y catorze
años arriba respectivamente oyan Missa entera, y el Cura castigue, al que
512
JUSTO GAR C IA SANCHEZ
razones aparentes argumentan en sentido contrario que: a) «los
aldeanos paisanos concurren más en juebes que en domingo por
la venta del ganado», y b) «que los comerciantes no se ocuparían
en despachar a el paisano que toma mui poco y eso fiado, siempre
que qualquiera del lugar o fuera del compre al contado cantidad
grande ó pequeña».
El Consejo Real, a través de su Sala de Gobierno, resuelve, en
Madrid a 29 de abril de susodicho año, trasladar el expediente a
informe del fiscal de dicho Consejo48, quien considera convenien­
te, el 16 de mayo inmediato posterior49, solicitar de su homóni­
mo en la Audiencia de Oviedo, más próximo a los hechos denun­
ciados, su dictamen y cuanto le «pareciere conveniente acerca de
la utilidad o perjuicios que se podrán seguir de la observancia de
la citada constitución» (sinodal), a lo que se adhiere el Consejo a
2 de junio50, requiriendo una información precisa del Supremo
Tribunal de Justicia de Asturias.
El informe del órgano jurisdiccional del Principado, fechado
el 30 de septiembre del mismo año51, se basa en el que le elevó su
48
49
50
51
la dexare de oyr, sin tener justa causa, y al que la dexare de oy r tres dias
de fiesta, o mas, le añada la pena, y si no se enmendare, le acuse/ (pág. 70)
ante nuestros juezes, para que le castiguen: y exhortam os a los Curas, ten­
gan mucho cuydado de visitar los mesones, y avisar a los caminantes, no se
vayan sin oy r Missa. Número 4. En A gosto y tiempo de vendim ias puedan
trabajar despues de Missa. En tiempo de Agosto, y vendimias, suele aver ur­
gente necesidad de acarrear, y aventar: perm itim os, que en los dias de fies­
ta puedan los Curas dar licencia, para hazer las cosas arriba dichas, lo m is­
mo se entiende en el tiem po, que se coge la yerva, con tanto, que sea despues
de dicha la Missa m ayor, y no antes. Número 5. No aya tienda abierta antes
de Missa, ni los officiales trabajen so cierta pena. Iten ordenam os, y m anda­
mos, que ningún tabernero, tendero, ni especiero, bodegonero, ni recatón abra
taberna, o tienda, o acoja en su casa a comer, y bever los dichos dias de fies­
ta, hasta despues de Missa mayor, si no fuere a caminante, y aviendo prim e­
ro oyd o Missa, so pena de dos reales para la fabrica de la Iglesia, y evitación
de los divinos afficios, hasta pagarlos. Los Barberos no afeyten, ni los gapateros desviren gapatos, ni hagan obras serviles so la pena arriba dicha, so
la qual prohibim os el cagar, pescar, o jugar qualquier juego antes de Missa».
AHN de Madrid, Sección consejos, legajo 653, epediente 18, fol. 9v. Suscri­
ben el acuerdo tom ado los miembros de dicha sala: «Naba, Valiente, Veyán,
Pontero, Azpilcueta, Azedo, Santa Clara y Villafañe».
AHN de Madrid, Ibidem , fol. lOr.
AHN de Madrid, Ibidem, fol. s. n.-r. La Audiencia asturiana debía escuchar
previam ente la opinión de su fiscal, y este despacho del Consejo es rem itido
a la Real A udiencia de Oviedo el 16 del último mes y año referidos.
AHN de Madrid, Ibidem, fol. 16r. Suscriben el dictamen don Cristóbal de Bibero, don B artolom é Sanz y Torres, don Juan Miguélez y Diez y don A n to­
nio Melgarejo, y el escrito dirigido al secretario don A ntonio Martínez Salazar lleva la firm a de don Cristóbal Bibero.
REGALISM O EN ASTU RIAS
513
fiscal, a 31 de agosto inmediato antecedente52, y revela en su con­
clusión una rigurosa y documentada justificación concordante con
la petición del prelado, aunque planteada en sus premisas doctri­
nales y legales en posición ambivalente, como corresponde a un
dictamen. De una parte recuerda que «la santificación de las fies­
tas es de derecho divino53, pero la indicación de ellas, esto es del
domingo en lugar del sábado o día de descanso, y las demás, es
de derecho positivo eclesiástico»54, argumentando que incluso el
concilio de Trento supone en los obispos diocesanos autoridad para
establecer en sus respectivas diócesis días festivos y de precep­
to55, por lo que «si la asignación de los domingos y demás fiestas
52
53
54
55
AHN de Madrid, Ibidem , fols. llr-15r.
Los textos de la Sagrada Escritura prescriben en el A ntiguo Testamento la
observancia del sábado y de las fiestas: Génesis 2, 3; E xodo 16, 26-30; 18, 26;
31, 13-26; 34, 21; 35, 2; Núm. 15, 33-36; 28, 25; Dt. 5, 12-15; II Esd. 12, 17-18; Is.
1, 13-14; Jer. 17, 21-22, y lo recuerdan otros fragmentos del Nuevo Testamento.
Observa Pallazzini (s. v. sanctificatio dierum festorum ..., cit., pág. 199, col. b)
a propósito de la naturaleza del precepto que el mandato de santificar las
fiestas es de derecho natural, en cuanto exige destinar algún intervalo de tiem­
po al culto público de Dios, y también es de derecho divino p ositivo en cuan­
to ordena la participación en el sacrificio de la Nueva Ley. Es de derecho ecle­
siástico la fijación del tiempo y m odo de realización de este deber así com o
la determ inación de las fechas en las que deben los hombres abstenerse del
trabajo.
Con relación a los días festivos prescritos por el obispo respecto de su dióce­
sis, el concilio tridentino decretó: Dies festi quos in dioecesi sua servandos
episcopus pra ecep erit, ab exem p tis omnibus, etiam regularibus, serven tu r
(Sess. X X V , cap. 12 de reg.); así lo expresan Barbosa (Pastoralis solicitudinis sive de o fficio et p otestate episcopi, pars tertia, Lugduni, 1697, pág.
455, núm. 432), Reiffenstuel (Ius Canonicum universum , clara m ethodo iuxta títu los quinqué librorum Decretalium in quaestiones distributum , solidisque responsionibus, et objectionum solutionibus dilucidatum, t. I, Venetiis, 1726, pág. 85, núm. 15) y Ferraris (s. v. festa, festivates, núm. 2, en
Prom pta bibliotheca canonica, jurídica, moralis, theologica nec non asceti­
ca, polem ica, rubricistica, histórica. De principalioribus, et fere omnibus,
quae in dies occurrunt, nec penes omnes facile, ac prom pte reperiri possunt,
ex utroque jure, pontificiis constitutionibus, conciliis, Sacrarum congregationum decretis, Sacrae Romanae Rotae decisionibus, ac probatissim is et selectissim is auctoribus accurate collecta, adaucta, in unum redacta, et ord i­
ne alphabetico congesta, ac in octo tom os distributa, ed. 4?, t. II, Bononiae,
1763, pàgs. 196-208), y así lo refieren Pontas (Dictionarium casuum conscientiae seu praecipuarum difficultatum circa Theologiam M oralem, ac Disciplinam Ecclesiasticam decisiones: e sacris Scripturis, Conciliis, SS. Patribus, Pontificum Romanorum Decretalibus, celeberrim is Theologis et Canonitis deprom tae, ed. nov., cet. mult. emendatior, et quam max. auct. ac loc.,
t. II, Venettis, 1773, pág. 118)y Walter (Derecho eclesiástico universal, con
arreglo a la octava ed. alem., corr. y anot. por J. Pérez y Angulo, t. II, Ma-
514
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
fuera de precepto dibino no cabría en ellos dispensación, trasla­
ción ni derogación»56.
En contraste con esta opinión «común en theólogos y canonis­
tas, parece se opone nuestra Ley Real que es la 5, título 1?, libro
1? del Ordenamiento57, y oy es la 4, título 1?, libro 1? de la Reco­
pilación, en que se dice: Mandamiento es de Dios, que el día san­
to del Domingo sea santificado: y continúa mandando que ningu­
na persona de qualquier estado y condición, en dicho día no labren
ni hagan labores algunas ni tengan tiendas abiertas, y que los ju­
díos y moros no lo hagan en público vajo la pena de treinta mara­
vedíes, que después se aumentó a trescientos»58. No obstante lo
drid, 1871, pág. 239), aunque algunos autores negaron la capacidad del ob is­
po para instituir nuevos días festivos en su diócesis al am paro de este decre­
to ( F e r r a r i s , Ibidem , pág. 202, núm. 36).
56 El Catecism o romano de 1566 dirigido a los párrocos para p rom over la ejecu­
ción de los decretos tridentinos (cf. Catecismo Romano. Traducción, in tro­
ducciones y notas de P. Martín Hernández, Madrid, BAC, 1956, págs. 752-764)
a propósito del tercer mandamiento, señala en su número 18: placuit autem
Ecclesiae D ei ut diei sabbati cultus et celebritas in dom inicum tran sferetur
diem ..., y en el número 19 añade: A lios autem dies festo s ab E cclesiae initio, et consequentibus deinde tem poribus A p o sto li et Sancti Patres nostri
instituerunt, ut pie et sánete Dei beneficiorum m em oriam colerem us... in
quorum victoria D ei bonitas et poten tia laudatur, ipsis debiti honores tribuuntur, atque ad eorum im itationem fidelis populus incitatur. Com o se­
ñala Sabino A lonso Morán (Comentarios al código de D erecho canónico, con
el te x to legal latino y castellano. II. Cánones 682-1.321, M adrid, BAC, 1963,
pág. 845), hasta el presente siglo los ordinarios locales gozaron de amplias
facultades para establecer días festivos, incluso con carácter de perpetuidad,
si bien en la normativa canónica de 1917, el canon 1.244 reservaba al R om a­
no P ontífice con exclusividad la facultad de «establecer, trasladar o abolir
los días festivos comunes para toda la Iglesia», y facultaba a los ordinarios
locales, en su parágrafo 2, para establecer días festivos en sus circunscrip­
ciones «pero sólo a m odo de acto», es decir, de manera transitoria y nunca
de form a estable ni de larga duración; en el vigente CIC de 1983, en. 1.246,
& 2, se afirma: «Episcoporum conferentia tam en potest, praevia A p ostolicae Sedis approbatione, quosdam e x diebus festis de p raecepto abolere vel
ad diem dominicam transferre».
57 Cf. O rdenam iento de L eyes, dividido en tres tratados hechos en las Cortes
de Bribiesca en el año de 1387 por Juan I, tratado prim ero, pág. 11, en C olec­
ción de Cortes de los R eynos de León y Castilla. Dada a la luz p or la Real
A cadem ia de la Historia. Madrid, 1836, pág. 217: «Mandamos á todos los de
los nuestros regnos de qualquier estado o condicion que sean, que en el dia
del dom ingo non labren, nin fagan labores algunas, nin tengan tiendas abier­
tas...» (Cf. Cortes de los antiguos reinos de León y Castilla, publicadas por
la Real Academ ia de la Historia. Tomo segundo, M adrid, 1863, pág. 365: nú­
mero X X V III. Tratado primero, ley 7).
58 R ecopilación de las leyes destos reynos, hecha p or mandato de la Magestad
Católica del R ey don F elipe Segundo nuestro señor; que se ha mandado im-
REGALISM O EN ASTU RIAS
515
antecedente, constata que «Las Partidas de Alfonso X solamente
incluyen como días de precepto de derecho divino las tres pascuas;
los santos padres y el ordenamiento de la Iglesia fijaron el resto
de fiestas del año: Aparición, Ascensión, las cuatro fiestas de la
Virgen Madre de Dios, las de los apóstoles, San Juan Bautista y
los domingos»59, y por ello, concluye, «vemos muchas festibidades de primera clase60 de moderna institución»61.
Argumenta el fiscal que «de aquí resulta una duda que parece
necesario remober, para llegar a la resolución del punto princi­
pal, y es que si la asignación del domingo, y otras festibidades,
59
60
61
prim ir, con las leyes que despues de la ultima im pression se han publicado,
p or la Magestad Católica del R ey don Felipe Quarto el Grande nuestro se­
ñor. Esta recopilación va dividida en tres tom os. En Madrid, por Catalina
de Barrio y A ngulo y Diego Díaz de la Carrera, año 1640; ed. fascím il nume­
rada, V alladolid, 1982, pág. 3, col. a: In marg.: El mismo (don Juan I, en Breviesca, año de 1387), ley 7: «Ley IIII. Como el dia Santo del D om ingo deve
ser guardado, y no se faga ninguna labor en el. Mandamiento es de Dios, que el
dia santo del D om ingo sea santificado. Por ende mandamos á todos los de
nuestros Reynos, de qualquier estado, ley, ó condicion que sean, que en el
dia del domingo no labren, ni fagan labores algunas, ni tengan tiendas abier­
tas... E defendemos que ningún Consejo, ni oficial no dé licencia á ninguno
que labre en el dicho dia del Dom ingo, so pena de seiscientos maravedís».
Partida III, título II, ley X X IV (cf. Las Siete Partidas, glosadas p or el licen­
ciado G regorio López, Tercera Partida, en Salamanca, por Andrea de Portonariis, 1555, pág. 12, cois, a-b: «Título II, Ley X X X IIII. Quales dias son de
guardar para non fazer demanda en ellos, por honrra de Dios e de los Santos...
e otrosí los dias de los domingos. E todos estos dias deven ser guardados por
honrra de Dios e de los santos: de manera que non deve ningún orne fazer
demanda en ellos, a otro para aduzirlo en juyzio. E si en tal manera alguna
cosa fuere demandada, o librada, non seria valedero lo que fiziessen, maguer
fuesse fecho con plazer de amas las partes».
Las festividades se dividen por razón del rito en dobles de primera clase, d o­
bles de segunda clase, dobles mayores, dobles menores, sem idobles y sim ­
ples, y por razón de su objeto en primarias y secundarias; las dominicas se
dividen en mayores y menores, y las primeras en prim era y segunda clase;
finalmente, las ferias se clasifican en mayores y menores, y las primeras en
privilegiadas y no privilegiadas (cf. B reviarium Romanum e x D ecreto S. C.
Trident. restitutum , S. Pii V, P. M. iussu editum, et Clem entis VIII primum,
nunc denuo urbani PP. VIII auctoritate recognitum... Matriti, 1788; este bre­
viario fue aprobado en Roma a través de la bula Divinam Providentiam , fe­
chada en Roma el 25 de enero de 1631; vid. también, D e v o t i , J., Institutionum canonicarum libri IV, t. II, ed. novena, et. corr. atque em., Matriti, 1801,
págs. 217-222; M a d r i d M a n s o , P., Tratado teórico práctico de Liturgia, con
arreglo a los últimos decretos de la S. C. de Ritos, 1.1, Madrid, 1902, pás. 26-27).
El calendario romano en base a lo dispuesto en el concilio tridentino fue re­
form ado por San Pío V y publicado al frente de su B reviario romano de 1568.
Este P ontífice se mostró seguidor de la tradición, reservando tres cuartas
516
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
son de derecho eclesiástico positivo, estarán sugetas a derogación
por contrario uso y costumbre immemorial a lo menos (quando
no vaste otra menor) como lo están comummente hablando todas
las leyes puramente ecclesiásticas62, y si esto fuese assi procede­
rá que si en Oviedo, y otra qualquier Ciudad, provincia o pueblo
hai la tal costumbre (como aquí la hai) de celebrar mercados y ha­
cer otras serviles (que es lo prohivido)63podrán hacerlo sin escrú­
pulo de pecado porque aquel día festivo quedó derogado»64.
El citado miembro de la administración de justicia entiende
que hay argumentos en ambos sentidos y que la cuestión propuesta
tiene alguna dificultad, pues si de una parte «además de las razo­
partes del santoral a mártires; en el siglo XVI se incorporan trece fiestas nue­
vas, a las que se agregan veinticuatro en la centuria siguiente y treinta y dos
en el siglo XVIII. El número de días festivos se estableció por la constitu­
ción Universa del Papa Urbano VIII, de 13 de septiem bre de 1642, parágra­
fos 2 y 3, y el Papa Inocencio X , en su breve Cum nuper de 6 de octubre de
1653, dictam inó tajantemente que ningún príncipe laico y ninguna potestad
secular puede instituir o «indicere» los días festivos u ordenar su observan­
cia (cf. F e r r a r i s , L., Prom pta bibliotheca canónica, jurídica, moralis, theologica nec non ascética, polémica, rubricistica, histórica. De principalioribus, et fe r e Omnibus, quae in dies occurrunt, nec p en es om nes facile, ac
prom pte reperiri possunt, ex utroque iure, Pontificiis Constitutionibus, Conciliis, Sacrarum Congregationum Decretis, Sacrae Romanae Rotae D ecisionibus, ac Probatissimis et Selectissimis Auctoribus. Accurate collecta, adaucta, in unum redacta, et ordine alphabetico congesta, ac in octo tom os distributa. Editio quarta in qua, praeter A uctoris supplem enta nunc prim um
sum m o studio suis locis apposita, accedunt in calce O peris A d d ition es Criticae quaedam Juridico-M orales (ex aliena manu) ad exem plar nuperrim ae
Romanae editionis: quibus demum supplendis, sive declarandis, vel confutandis novissim e superadduntur ab ipsom et A u ctore Anim adversiones apologetico-criticae. Tomus tertius, E = H, Bononiae, sed prostant Venetiis. Apud
Gasparem Storti, 1763, s. v. festa, festivitates, núm. 8, pág. 198, col. b). Ya
en la constitución segunda del sínodo ovetense de don Gutierre de Toledo,
celebrado en 1377, se enumeran las fiestas que se debían guardar en el ob is­
pado, «en las quales fiestas et dias de los domingos se deben guardar de fazer toda obra servil, et los clérigos et los legos sean amonestados pu blica­
mente en las penitencias por sus curas que todos y cada uno dellos vengan
en las dichas fiestas et en los dias de los domingos a las iglesias a oy r los
divinales ofigios, et que non fagan obra ninguna» (vid. Sinodicon hispanum,
ed. crítica dir. por A. García y García. III. A storga, L eón y O viedo, Madrid,
1984, págs. 396-397). También se reproduce el elenco de fiestas en los sínodos
de 1381 y 1382 (Ibidem, págs. 426-427 y 448-449), así com o en la constitución
segunda del sínodo de Rojas y Sandoval de 1553 (Ibidem, págs. 502-503); en
las sinodales de A lvarez de Caldas (Constituciones sinodales del obispado
de O viedo..., 1608, cit., pág. 68) a propósito del mes de marzo se indica: «Por
quanto el Rey nuestro señor por su cédula dada en Madrid a veinte y siete
de margo de mil y seyscientos años a nos dirigida mando, se guardasse la
REGALISM O EN A STU R IA S
517
nes legales que según principios y reglas canónicas authorizan la
facultad de comprar y vender y hacer otras lavores donde hai
costumbre65(que se presume inducida por necesidad), existe una
declaración de la Congregación de los Cardenales intérpretes del
Concilio para los moradores de Perugia en que se respondió que la
costumbre de vender los días de fiestta puede tolerarse, no siendo
como no es nutritiba de pecado66, y así lo entienden los sumistas
y muchos theólogos y canonistas de gran crédito67, POR EL CON­
TRARIO está la constitución de Benedicto 14, Ab eo tempore que
cita el Reverendo obispo en que ordena que en todos los ovispa-
62
63
fiesta del A ngel de la Guarda en prim er dia del dicho mes de Margo en cada
año, la qual dicha fiesta se celebra en este nuestro Obispado a diez y seys
dias del dicho mes, mandamos que de aqui adelante se celebre, y guarde la
dicha fiesta en prim er dia del dicho mes de Margo, com o por su Magestad
esta mandado». Y en el título IV del libro II, constitución I, de las constitu­
ciones sinodales de 1769 (op. cit., págs. 185-186), se suprimen en abril, la fies­
ta de San Marcos evangelista; en junio, San Bernabé; en julio, la M agdale­
na; en octubre, San Lucas evangelista, y en noviem bre, Santa Catalina; se
añaden: en el mes de m ayo, la de San Fernando Rey; en junio, San A ntonio
de Padua; en julio, Santa Ana; en agosto, San Agustín, y en diciem bre, San­
ta Eulalia de Mérida, patrona del obispado; Santa Lucía, Santo Tomás apóstol
y San Silvestre.
Dice Schmalzgrueber (Iudicium Ecclesiasticum seu Decretalium Gregorii IX.
Pont. Max. líber II. B revi m ethodo ad discentium u tilitatem expositus, in
quo praecipuae circa materiam hujus libri secundi, quae tum in theoria, tum
in praxi occurunt, difficultates solvuntur, allatis etiam contra sententium
fundam entis, et horum solutionibus... accedunt dúo índices, unus titulorum
initio operis, alter rerum et verborum notabilium in calce ejusdem, Ingoldstadii, 1726, pág. 148): «Magna ex parte huic praecepto per consuetudinem contrariam, consentientibus, et conniventibus Praesidibus Ecclesiae, derogatum
esse; videm us enim passim, et sine scrupulo die festo conduci operarios, ce­
lebran venditiones, et locationes privatas, etc., tum in favorem em ptoris,
qui alio die adesse non potest, tum in gratiam vendentis, qui alio die non
posset vendere ob defectum ementium». Cf. R e g í s P l a n c h e t , F., Tratados
del D ecálogo y de los prceptos de la Iglesia, M éxico, 1900, págs. 126-127 y
130; W r n z , F. X ., Ius D ecretalium ad usum praelectionum in scholis textu s
canonici sive Iuris Decretalium , 1.1. Introductio in Ius D ecretalium , alt. ed.
em. et auct., Romae, 1905, págs. 254-294.
En la constitución II, del título IV, libro II de las constituciones sinodales
de 1769, se afirma expresamente: «Declaramos, que fuera de los Dom ingos,
la Ascensión, Corpus Christi, Epiphanía, Natividad del Señor, los segundos
dias de Pasqua de Resureccion, Pentecostes, y Natividad, Circuncisión, San­
tiago Patrón de España, y Concepción, Asunción, Purificación, San Joseph
en esta Ciudad y Arrabales, Anunciación, y N atividad de nuestra Señora,
San Juan Bautista, San Pedro y San Pablo, la Festividad de todos los San­
tos, Santa Eulalia de Merida, y el Patrón ó Titular de cada Pueblo, en todos
los demás se puede trabajar en obras serviles, oyendo Misa, mediante el Pri-
518
JUSTO GAR C IA SANCHEZ
dos de la Dominación Ecclesiástica se transfieran los mercados que
fueren en días festibos para el antecedente o siguiente día de la­
bor68, suponiendo que ni la costumbre immemorial69 ni la nece­
sidad puede hacer lícito el quebrantamiento de la santificación
de las fiestas»70.
La cuestión planteada doctrinal y legalmente queda perpleja,
pues el Pontífice solamente hace la prohibición a sus dominios
temporales, y por ello cabe argüir que «si fuese materia de peca­
do la celebración de mercados en días festibos, en España, Fran­
cia y otras potencias no heran éstos menos acrehedores a que se
y q u e e s tá en u so », m a tiz a n d o
III ( Constituciones sinodales del obispado de O viedo, he­
chas en esta ciudad p or don A gustín González Pisador..., S a l a m a n c a , 1786,
p á g . 187) q u e lo s v o t o s o c o n v e n io s d e a b s t e n e r s e d e t r a b a j a r e n l o s d ía s q u e
p e r m i t e e l i n d u lt o a p o s t ó l i c o se a n c o n s i d e r a d o s n u l o s y q u e « t o d o s lo s p u e ­
b l o s y p a r r o q u i a s q u e a s í lo h u b i e s e n h e c h o , y s u s f e l i g r e s e s y v e c i n o s p u e ­
v i le g i o A p o s t ó lic o , q u e tie n e e ste O b is p a d o ,
en la c o n s titu c ió n
d a n t r a b a j a r e n o b r a s s e r v i l e s e n lo s r e f e r i d o s d ía s c o n t o d a s e g u r i d a d d e
c o n c i e n c i a , c o n s o l a la o b l i g a c i ó n d e l p r e c e p t o d e M i s a » ( E s t a d i s p o s i c i ó n e s ­
Non multi m enses d e l P a p a B e n e d i c t o X IV d e f e ­
14 d e n o v i e m b r e d e 1748. C f . S a n t i s s i m i d o m i n i n o s t r i B e n e d i c t i P a p a e
X IV , De syn odo dioecesana libri tredecim , in dúos tom os distributi. T o m u s
s e c u n d u s , F e r r a r i a e , 1764, p á g s . 412-413; G a s p a r r i , P ., Codicis iuris canoni­
ci fon tes..., v o i . II. R o m a n i P o n t í f i c e s A . 1746-1865, n ú m s . 365-544, p á g . 182).
E l c a n o n 3, d e l l i b r o II, d e l s í n o d o o v e t e n s e d e 1553 c o n v o c a d o p o r e l o b i s p o
R o j a s y S a n d o v a l , e s t a b le c e : « T o d o s lo s d o m i n g o s y f i e s t a s d e g u a r d a r s o n
tá c o n c o r d e c o n el d e c re to
cha
f e r i a d o s a h o n r a d e l S e ñ o r , e n lo s q u a l e s ... s e h a d e h a z e r p u n t o e s u s p e n d e r
t o d o s l o s n e g o c i o s e c a u s a s c e v i l e s ... E n t o d o s lo s q u a l e s t i e m p o s n o s e d e ­
v e n t r a t a r l o s d ic h o s n e g o c i o s e c a u s a s , s i n o f u e r e p o r n e c e s id a d u r g e n t e o
c a u s a d e p i e d a d » ( Synodicon
hispanum, III, c i t ., p á g . 503).
Cf. S a b a t e r M a r c h , J., Derechos y deberes de los seglares en la vida social
de la Iglesia, Barcelona, 1954, pág. 308.
65 El cardenal Cayetano comentando la Suma de Santo Tomás (II-H'.K', q. 122,
art. 4, adquartum) afirma: Licitum est diebus festis em ere, ac ven d ere asínos, equos, quia sic est consuetudo in publico fo ro in diebus festis, sp e d a n ­
te mundo; haec enim omnia ubi antiquata consuetudo, ac per hoc a Praelatis scita, cum sint omnibus notoria, licita sunt e x ipsa consuetudine, fundata super liberiate Evangelica, qua non tenem ur s tr id o iure V eteris Legis
de observatione Festorum (cf. Carta enciclica A b eo Tempore de 5 de noviem ­
bre de 1745, de Benedicto XIV , parágrafo 10; G a s p a r r i , P., Códicis iuris ca­
nonici fon tes, voi. I. Concilia generalia-Romani P on tífices usque ad annum
1745, números 1-364, Romae. Typis polyglottis vaticanis, 1923, pág. 946); cf.
I o a n n i s A n d r a e , In secundum Decretalium librum N ovella Commentaria,
Venetiis, 1581, pág. 54; G ó m e z S a l a z a r , F., Instituciones de D erecho canò­
nico, t. II, Madrid, 1880, pág. 229.
66 González Téllez (Commentaria perpetua in singulos textu s quinqué librorum D ecretalium G regorii IX, t. II, com p led en s librum secundum, additis
notis uberioribus ab Historia, et Chorographia, nuncprim um in lucem pro-
64
REGALISM O EN A STU R IA S
519
les prohibiese que los vasallos del Estado Ecclesiàstico a quienes
se limita: ni es de creher, que si realmente se estimase causatiba
de pecado la celebración de estos mercados hubiese dexado el ce­
lo y doctrina de tan insigne Sumo Pontífice de estender la prohi­
bición a todo el Orbe Christiano71, si ya no es que le detubo la
máxima que repite en dicha Bulla, de que hemos de emprender
lo que podemos, no lo que queremos».
Visto lo antecedente, el fiscal acoge la doctrina de los moralis­
tas de mayor seguridad: «En medio de estas dudas, lo mejor y más
seguro es no celebrarse mercados en días de fiesta, a no verificardit, Lugduni, 1673, pág. 169) no duda en afirmar: «ob secularem tamen distractionem, quam secum affert, et quia difficile est inter ementes, et vendentes non intervenire peccatum, capite qualiter, de poenit. dist. 5, ideo mercatus prohibetur die Deminico in praesenti, ut docet Suarez de relig. d. libro
secundo de diebus festis, cap. 29, numero prim o».
67 Cf. B u t r i o , A., Super prima Secundi Decretalium Commentarii, summariis
et indice rerum ac verborum m em orabilium locupletissim is, universas D e­
cretalium materias com plectentibus, in studiosorum gratiam exornati, t. Ili,
Venetiis, A pud Iuntas 1578, pág. 88, núm. 4, citando al Hostiense para quien
la afirm ación de que esta prohibición es nutritiva de pecado es abusiva. Vid.
otros autores citados por el Papa Benedicto X IV en su encíclica A b eo tem ­
pore, parágrafos 10 y 11, en G a s p a r r i , P., Codicis iuris canonici fon tes...,
voi. I..., cit., págs. 946-947. Schmalzgrueber (Iudicium Ecclesiasticum ..., cit.,
1. c.) recuerda: «Etsi mercatus, contractus, emptio, aut venditio die festo fiat
contra prohibitionem Juris, per hoc tamen non fieri invalidum, quia Lex prohibens mercatum illum non irritat».
68 Contitución A b eo tem pore, parágrafo 22.
69 Sobre la costum bre en el ámbito eclesiástico, vid. L a n c e l o t t o , J. P ., Institu tiones Juris Canonici, t. I, Venetiis, 1770, págs. 23-26; P h i l l i p s , G., Compendium iuris ecclesiastici, auctum et em. ed. F. H. Vering, ed. tertia, Ratisbonae, 1875, págs. 38-40.
70 La preocupación del Papa Benedicto X IV respecto de la obligación que tiene
tod o cristiano de santificar las fiestas se constata a través de su doctrina re­
cogida en las instituciones canónicas. Cf. P r o s p e r i L a m b e r t i n i , Institutionum Ecclesiasticarum B enedicti X IV Pont. Opt. Max. olim P rosperi Card.
Lam bertini, t. I, Matriti, 1768, Institutio XLIII: De observandis diebus fes­
tis. Barbitonsores, rerumque venditores vehementer im probantur, qui hoc
praeceptum summopere negligant, págs. 339-351; id., t. II, Matriti, 1768, Institutio LXV. E pistola encyclica ad universos Archipresbuteros, et parochos
dioecesanos, in qua sermo est de operibus ruralibus, quae die festo exercentur, págs. 26-35.
71 Cf. A n g e l i s , F. de, Praelectiones iuris canonici ad m ethodum D ecretalium
Gregorii IX exactae, quae in scholis Pontificii Seminarii Romani, cur. N. Gen­
tilini, t. ultimi-pars prima, Romae, 1884, págs. 205-206: «In feriis sacris in­
terdici mercatur. Sub hoc autem nomine non veniunt distractiones rerum par­
vi momenti, quae ad victum quotidianum maxime sunt necessariae, sed con­
tractus emptionum, et venditionum, locationum, et conductionum, praesertim
si publice, vel publica solemnitate fiant... Et ratio est, quia non est conve-
520
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
se una necesidad urgentissima y perjuicios de grabe considera­
ción»72.
Sentadas con carácter general las premisas legales y doctrina­
les, pasa a examinar el caso concreto de Oviedo: «En esta Ciudad
consta celebrarse dos mercados cada semana, uno el juebes en vir­
tud de facultad Real, otro el Domingo, para el que no hai facul­
tad, y solo se funda en una costumbre, cuio principio se ignora,
por lo que se la llama immemorial»73.
Si bien es cierto, prosigue el fiscal, que se obtiene mayor utili­
dad con la celebración de los dos mercados, «porque la Ciudad es­
tará más avastecida y los labradores y artesanos lograrán más fá­
cil y pronta salida a sus frutos y manufacturas, y los comprado­
res maior facilidad de hacerse con ellos, y acaso con más
comodidad en los precios», sin embargo «no es lo mismo utilidad
que necesidad, y aunque ésta escuse de la exposición o duda de
pecado, no la primera», y por lo mismo «es preciso ver si hai real
y verdadera necesidad»74.
niens, ut in sacris illis diebus mercatus fiat, qui fideles e cultu, et servitio
divino distrahit. In pluribus locis receptum est, ut nundinae festis diebus
celebrentur ob m ajorem populi com m oditatem , praesertim rusticorum, et
pauperum, qui non possunt operas suas deserere. Et licet nonnulli teneant
hanc consuetudinem non excusare a peccato; oppositum tamen substinent
alii, quia cum observatio festorum sit legis humanae, sequitur ei per con­
suetudinem derogari posee».
72 A coge el fiscal la opinión más segura, derivada de la doctrina pontificia con­
tenida en la constitución A b eo tem pore, en cuyo parágrafo 16 se defiende
la doctrina taxativam ente (Cf. op. cit., pág. 948). Vid. V a n E s p e n , Z. B., Jus
E cclesiasticum Universum ..., t. I, Matriti, 1791, pág. 507.
73 Se solicita del regim iento ovetense la inform ación fidedigna de la instaura­
ción del mercado dominical en base a los datos obrantes en su archivo m uni­
cipal, y de dicha solicitud así com o de la respuesta dada a la consulta quedó
testim onio en los libros de actas. Ayuntam iento ordinario y extraordinario
de 14 de julio de 1775: «Diose parte de la Real Probision del Consejo a ynstancia del Reberendo Obispo de este Obispado pidiendo se muden los mercados
de los Dom ingos con el Auto de la Real Audiencia en que manda que la Ciu­
dad yn form e de si se estableció con facultad real o no pase a los A bogados
de la Ciudad para que ynformen a esta = » (AAO, L ibro de acuerdos de 1775
(signatura A-94), fol. 44v). Ayuntam iento ordinario de 19 de ju lio de 1775:
«D iose quenta de lo ynform ado por los señores A bogados de la Ciudad (doc­
tores Faes, Granda y licendiado Llana) de que el mercado de los Dom ingos,
se estableció por costum bre obserbada de antiguo a esta parte, y se acordo
que pase con dicho ynform e al señor fiscal» (Ibidem , fol. 45r).
74 A sí es reconocido por los canonistas y moralistas, para los que la causa de
la necesidad propia o ajena excusa de la obligación de abstenerse de traba­
jar y demás obras prohibidas en estas fechas: cf. por todos, C a b a s s u t i o , J.,
Iuris Canonici theoria et praxis, ad forum tam sacram entóle quam conten-
REGALISM O EN A STU R IA S
521
Desde su punto de vista «no hai tal necesidad a lo menos abso­
lutamente hablando porque con un día de mercado a la semana
se socorre vastantemente la facilidad de que los vecinos compra­
dores y vendedores respectibamente hagan sus compras, ventas
y provisiones de lo necesario en todas especies comerciales, ni pru­
dentemente puede temerse carestía en el corto espacio de ocho días
que media de uno a otro.
De un mercado sí hai verdadera necesidad y sin él padecería
notablemente el surtimiento de la Ciudad en aquellos géneros que
conducen los aldeanos y tratantes para despachar y hacer su co­
mercio, aunque lo comestible y preciso para el sustento de la vi­
da humana no debe estimarse comprehendido en la prohibición,
porque esto, en qualquier día y hora puede y aún debe venderse
y comprarse, y de esto siempre hai necesidad75.
Es necesario pues entender que de lo que se ba hablando es de
los mercaderes, lonjas, ganados, herreros y otros artesanos que
aunque necesarios para el uso y commodidad humana no lo son
para el sustento diario corporal», que es, en opinión del fiscal, el
criterio compartido por el Papa Benedicto XIV y la sinodal ove­
tense.
«Acerca de los perxuicios no concibe el Fiscal se siga alguno
de que tales mercados no se hagan el domingo ni días de fiesta,
75
tiosum , tum Ecclesiasticum , tum Saeculare. Opus exactum , non solum ad
normara Juris Communis et Romani, sed etiam Juris Francici, ed. nov., acc.
et emend. a J . P. Gibert, Augustoriti-Pictonum , 1738, pág. 182, cap. X X X I;
C a v a l l a r i i , D., Institutiones iuris canonici, quibus vetus et nova Ecclesiae
disciplina enarratur, in usum privati auditorii conscriptae, ed. 5f act. et em.,
t. I, N eapoli, 1785, pág. 350. Hubo una cuestión muy im portante y particu­
larmente controvertida desde el siglo XVII en el cam po de la teología m o­
ral: si en caso de duda seria respecto de la vigencia de una ley moral debía
seguirse el probabilism o (cf. J e d i n , H., Manual de H istoria de la Iglesia,
t. VI..., cit., pág. 749). La ley VIII del lib. I, tít. I d éla N ovísim a Recopilación
recoge el capítulo 4 de la real cédula de Carlos III, fechada en El Pardo el
20 de febrero de 1777, e inserta en la real provisión de 18 de septiembre de
1781, en la que se dispone: «Las Chancillerías, Audiencias y Justicias del reyno
no disimularán trabajar en público los días de fiesta, en que no está dispen­
sado poderlo hacer, oid o el santo sacrificio de la Misa: y en el caso de que
al tiem po de la recolección de frutos, por el tem poral ú otros accidentes, hu­
biere necesidad de emplearse en ella algún dia festivo de dicha clase, ped i­
rán la correspondiente licencia al párroco a nombre del vecindario, sin que
necesite pedirla cada vecino; cuya concesión deberán hacer los párrocos con
justa causa graciosamente, sin pensionarla con título de limosna ni otro al­
guno». A péndice II.
Cf. S c h m a l z g r u e b e r , F., Iudicium Ecclesiasticum seu Decretalium, lib. II...,
cit., pág. 148, núm. 2.
522
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
antes vien de hacerse en el domingo se notan los que espresa el
Reverendo Obispo, y a la verdad es asumpto digno de toda aten­
ción, y muy encargado por el Tridentino a los Obispos y párro­
cos76 para que faciliten que el pueblo asistía a su parroquia a lo
menos los domingos y fiestas maiores, y puedan ser instruidos por
su pastor en la Doctrina77.
Sentado ya que no hai necesidad del mercado del domingo ni
se considera perxuicio notable de su falta, hace juicio el fiscal que
podría quitarse éste y trasladarse el del juebes quando caiese en
fiesta de precepto al antecedente o subsiguiente día de labor, ha­
ciéndose espresa mención de que no se prohíbe que en los días de
domingo y juebes, aunque sean fiestas de precepto, concurran a
la venta de granos, semillas, abes, tocino, manteca y todo lo co­
mestible, gozando si tienen alguna esención en ello, y sólo se pro­
híben los mercados, buhoneros, lonjas, tenderos, herreros y otros
artefacttos que es lo que prohíben la constitución de Benedicto
XIIII, nuestras Leyes Reales78 y la Sinodal que hizo el Reveren­
do Obispo».
76
Sess. X X IV , cap. IV de reform. Vid. B e n i t o G o l m a y o , P., Instituciones del
D erecho canónico, 7? ed., t. I, Madrid, 1896, págs. 148-149.
77 No obstante lo dispuesto en el concilio de Trento, la falta de cum plim iento
de este grave deber respecto de la difusión de la palabra Divina era uno de
los principales abandonos del clero hispano en el siglo XVIII, por lo que el
Papa Benedicto XIII, en la constitución In suprem o m ilitantis Ecclesiae, de
23 de septiembre de 1724, confirm ando la de su predecesor Inocencio XIII,
de 13 de m ayo de 1723, en materia de disciplina eclesiástica vigente en los
reinos hispanos, en su parágrafo 9, recuerda la obligación que tienen los rec­
tores de almas de apacentar a su pueblo con la predicación durante los días
festivos (Cf. Bullarium romanum, seu novissim a et accuratissim a collectio
apostolicarum constitutionum e x autographis, quae in secretiori vaticano,
aliisque Sedis apostolicae scriniis asservantur. Cum rubricis, summariis,
scholiis et Índice quadruplici. Tomus undecimus, pars altera. C om plectens
con stituciones C lem entis XI, ab A nno XIII, usque ad X X I. Innocentii XIII,
et B enedicti XIII. A nno I, editas. Romae, 1736. Typis, et sumptibus Hieronymi Mainardi im pressoris cameralis. Superiorum facúltate, cum privilegio
Sanctissim i, pág. 352, cois. a-b).
78 El Fuero Juzgo, recogiendo la ley de Recesvinto del siglo VII d. C., establece
la prohibición de trabajar los domingos y días festivos (Fuero Juzgo, lib. XI,
tít. III, ley VI: «Que todo judío cese en toda obra los días de dom ingo é de
las fiestas». Cf. Fori Iudicum, lib. XII, tít. III, ley IV). Los fueros m unicipa­
les reiteran este mismo planteamiento legislativo, y baste recordar, a m odo
de ejem plo, lo dispuesto en el de Cuenca, que describe algunos días feria­
dos, comenzando por el domingo «por reverencia de Dios», en los cuales se
prohíbe la prenda de los deudores y citar a juicio (Fuero de Cuenca, cap. X X V I
de la forma sistemática I y II = Título X , ley I del códice valentino. (Cf. U re
ñ a y S m e n j a u d , R. de, Fuero de Cuenca (Formas prim itiva y sistem ática:
REGALISM O EN A STU R IA S
523
El informe solicitado por el Consejo de Castilla y que debía ela­
borar la Audiencia del Principado es remitido por don Cristóbal
Bivero79 desde Oviedo el 30 de septiembre del mismo año, y eva­
cuado este trámite el día 9 de octubre del año supradicho la sala
de gobierno del Consejo Real solicita de nuevo el informe de su
fiscal80, quien remite su informe a los miembros de la susodicha
sala el 4 de enero de 177681, «y dice que prescinde de si la santifi­
cación de las fiestas, su observancia y abstinencia de toda obra
serbil procede de derecho divino positivo, como sienten unos, o
de derecho natural, como sienten otros82, pues de qualquier de­
recho que proceda es indubitable la obligación de guardar las fies­
tas y emplearse en obras que no se opongan a la santificación de
ellas, siendo también indubitable que la indicción de los días fes­
tivos es de derecho positivo clesiástico83.
79
80
81
82
83
te x to latino, te x to castellano y adaptación del fu ero de Iznatoraf). Ed. críti­
ca con introd., not. y ap..., Madrid, 1935, págs. 590-591). El Espéculo dedica
casi un título com pleto a las «ferias», con la triple división que encontramos
en las Partidas: unas por honra de Dios y de la fe; otras por honra de los em ­
peradores y reyes, y las otras por el común de los hombres. Partiendo de la
definición del térm ino «feria»: «Ferias tanto quiere dezir com o días de fies­
tas en que los ornes non se deven trabar de lavores, nin de pleitos, nin de
justicia, nin de otras cosas, sinon daquellas que pertenecen a onra de las fies­
tas...» (Espéculo, lib. V, tít., VI, ley I); también la ley X , del tít. V del lib.
IV, prescribe la nulidad del juicio entablado en día feriado, ya que en las
fiestas no se debe juzgar; una amplia justificación de la especial relevancia
cristiana del dom ingo se contiene en el lib. V, tít. VI, ley II del mismo cuer­
po legal que facilita un elenco minucioso de las fiestas religiosas que deben
guardarse durante el año en las leyes III y IV del mismo título.
Don C ristóbal B ivero era oidor, alcalde mayor, decano de la Audiencia de
Asturias y, por indisposición del regente, presidió la Junta General de 1775.
AHN de Madrid, Sección consejos, legajo 653, expediente 18, fol. 17v. Firman
la resolución los señores Valiente, Veyán, Pontero, Azpilcueta, Urries, Azedo, Santa Clara, Villafañe y Mora.
AH N de Madrid, Ibidem, fols. 18r-19r.
Cf. A l o n s o M o r á n , S., Com entarios al Código de D erecho canónico..., c it.,
al título 13 del lib. III, cánones 1.247-1.249, del CIC de 1917, núm. 691, págs.
850-851.
Cf. W e r n z , F. X ., Ius D ecretalium ad usum praelectionum in scholis textu s
canonici sive iuris Decretalium , t. III. Ius adm inistrationis eccles. Catholicae. Pars prima. Alt. ed. em. et auct., Romae, 1908, págs. 53-65; D o n o s o , Ins­
titu cion es de D erecho canónico, 3? ed. cor. y com pl. por C. Silva, Friburgo
de Brisgovia, 1909, págs. 482-483. Aunque Urbano VIII en 1642 redujo los días
festivos a treinta y cuatro, España, bajo el papado de Benedicto XIII, logró
la introducción de días sem ifestivos para diecisiete fietas de santos, en los
que subsistiendo la obligación de asistir a misa, se suprimía la prohibición
de trabajar. El Papa Clemente X IV abolió totalmente los días sem ifestivos
(cf. J e d i n , H., Manual de Historia de la Iglesia, t. VI, Barcelona, 1978, pá­
gina 784).
524
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
De las obras que como serbiles enseñan los Sagrados Cánones
nos debemos abstener en los días festivos son: el mercado, todo
auto judicial, etc.84, porque los mercados y contratos en semejan­
tes días festivos y solemnes distraen considerablemente a los fie­
les del culto divino por la incompatibilidad que tienen estas ac­
ciones puramente profanas y temporales con aquellas espiritua­
les en que debemos ocupar aquellos días, sin embargo de que por
la utilidad pública y necesidad urgente la misma piedad aconse­
ja que se puede dispensar y egercitar en tales días aquellas obras
serbiles, como se refiere en el capítulo 5 de Feriis85.
84
85
Las ordenanzas reales de Castilla reproducen la prohibición de celebrar ju i­
cios los dom ingos y demás días festivos tanto en su tram itación com o en su
inicio, sancionando al que haga lo contrario con la pena de nulidad de lo ac­
tuado (Ordenanzas Reales de Castilla, lib. Ill, tit. VII, ley VII. «De las fe­
rias». Ley I.—En quales ferias ninguno puede ser emplazado, ni demandado).
En este m ism o orden de ideas se sitúa la Nueva Recopilación, que consagra
el título prim ero del libro primero a la fe católica; recuerda la prohibición
de ejecutar labores agrícolas en los días festivos y obliga al cierre de las tien­
das los dom ingos (R ecopilación, lib. I, tit. I, ley IV (que es la ley VII de la
novísim a): «Como el dia santo del Dom ingo deve ser guardado, i no se faga
ninguna labor en él» (1. 5, tit. 1, ley 1 del Orden.; ley 10, tit. 1, lib. 2 del Fuero
Juzgo; 1. única, tít. 5, lib. 2 del Fuero Real; 1. 2, tít. 23, Part. 1 con la 34 y
35, tít. 2, Part. 3, y la única, tít. 7, lib. 3 del Orden; 1. 4, tít. 9, lib. 3, y 1. 2,
tít. 4, lib. 4 Reco.; 1. 37, tít. 2, Part. 3; Aut. 70 y 76, tít. 4, lib. 2 (cf. Tomo pri­
m ero de las L eyes de Recopilación, que contiene los libros prim ero, segun­
do, tercero, quarto i quinto. Madrid, 1775. En la im prenta de Pedro Marín,
a expensas de la Real Compañía de Impresores, i Libreros del Reino, pág. 2b).
De feriis, II, 9, 1: Omnes dies Dom inicos a vespera in vesperam cum omni
ven era tion e decernim us observari, et ab omni illicito opere abstinere, ut in
eis mercatum , m inim e fiat, ñeque placitum, ñeque aliquis ad m orten, vel
ad poenam iudicetur, ñeque sacramenta (nisi pro pace, v el aliqua necessi­
tate) praesten tu r (G regorii pape IX D ecretales, una cum L ibro sexto, Clem entinis et Extravagantibus, ad veteres codices restitutae et notis illustratae. Quibus accedunt septim us D ecretalium et J. P. L ancelotti, In stitu tio­
n s iuris canonici, cum indicibus necessariis, t. II, Coloniae Munatiaenae,
1717, pág. 216), y dispone en el cap. V del mismo título, C onquestus est no­
bis: Quam vis non prorogari, sed exp eriri deceat quaestiones, d ebet tamen
iudicialis strepitus diebus conquiescere feriatis, qui ob reverentiam D ei noscuntur esse statuti, scilicet Natalis Domini... caeterisque solennitatibus, quas
singuli Episcopi cum Clero et populo in suis d ioecesibu s duxerint veneran­
das. Quibus utique solennibus feriis (nisi necessitas urgeat, vel p ietas suadeat) usque adeo convenit ab huiusmodi abstinere, ut consentientibus etiam
partibus, nec processus habitus teneat, nec sententia, quam contingit die­
bus huiusmodi prom ulgan. Licet diebus feriatis, qui gratia vindem iarum ,
ob necessitates hominum indulgentur, procedí valeat, si de partium processerit volú n tate (Ibidem, pág. 218).
REGALISM O EN ASTU RIAS
525
Esta necesidad urgente para tolerar que en la Ciudad de Ovie­
do estén abiertas las lonjas en días solemnes con los géneros ex­
puestos a la venta pública no parece la hay, por lo qual es de prohivir este abuso sin que ninguna costumbre le haya podido auto­
rizar por resistirla la misma falta de necesidad y utilidad pública
que se requiere para permitir y dispensar tales ventas en días so­
lemnes destinados puramente al público86.
Es indubitable que sin la autoridad Real, como consta del ca­
pítulo 1? en la distinción 887, no se puede mandar por los Obis­
pos cesar en los días festivos de las obras serviles, y a este efecto
nuestra Ley Real que es la 5, título 1?, libro 1? del Ordenamien­
to, y 4, título y libro 1? de la Recopilación88 manda que ninguna
persona de qualesquier estado o condición que sea en el domingo
labren, ni hagan labores algunas ni tengan tiendas abiertas.
Por todo lo referido entiende el Fiscal debe declararse ser arre­
glado a todo derecho que no estén abiertas las lonjas de los mer­
cados en los días solemnes de precepto y que no se permita a és­
tos, a los vuhoneros y otros que no tengan tienda de comestibles
y mercería vender en tales días sus géneros, quedando solo libre
la venta en todos los días festivos y no festivos de granos, y todo
lo demás que sea comestible».
Los integrantes de la sala de gobierno del Consejo de Castilla
resuelven el día 7 de febrero de 177689 que el relator, licenciado
Alarcón, examinara todos los antecedentes y preparara una pro­
86
87
88
89
González ( G o n z á l e z T é l l e z , E., Commentaria perpetua in sigulos textu s
quinqué librorum D ecretalium G regorii IX. Tomus secundus, com plectens
librum secundum, additis notis uberioribus ab Historia et Chrographia. Nunc
primum in lucem prodit. Lugduni, sumptibus Laurentii A m aud, et Petri Bor­
de, 1673, pág. 169, col. b), citando a Suárez, pone de relieve que aunque no se
enumera el mercado entre las opera servilia, cum non sit proprium , et peculiare servorum officium , sin embargo a causa de la distracción profana que
produce esta actividad,et quia difficile est inter em entes, et vendentes non
interven ire peccatum , ideo mercatus prohibetur die Dom inico in praesenti.
Después de señalar en D. III, de cons., c. 1, que ius divinum in scripturis habemus; humanum ius in legibus regum, no duda en afirmar: iura autem hu­
mana, iura im peratorum sunt... quia ipsa iura humana per im peratores et
reges saeculi Deus distribuit generi humano, aunque en la glosa del Papa
G regorio XIII se matiza: Leges. C onstitutiones Im peratorum super rebus
ecclesiasticis, non valuissent, nisi postea confírm ate fu issen t ab ecclesia
(Cf. Decretum Gratiani emendatum et notationibus illustratum. Una cum
glossis, G regorii XIII. Pont. Max. iussu editum. Romae. In aedibus populi romani, 1584, págs. 19-20). También D. I de cons., c. 62-66; D. III de cons.,
c. 2, 16 y 19.
Supra, notas 58 y 59.
AHN de Madrid, Ibidem , fol. 19r.
526
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
puesta de resolución, que viene fechada en Madrid el 22 de mayo
de 1777, redactándose en los siguientes términos: «Executese co­
mo lo propone el señor Fiscal, previniendo también á la Real
Audiencia de Oviedo, que por ahora haga cesar el mercado que
se celebra cada Domingo, subsistiendo el de el Juebes de cada se­
mana, no siendo dia de precepto, y siéndolo se traslade al antece­
dente, ó subsiguiente dia de labor: y que se avise esta providencia
al Reverendo obispo de aquella Diócesi para su inteligencia»90.
Los miembros integrantes de dicha sala primera de gobierno,
vistos los pareceres concordantes que preceden, asumen la pro­
puesta del relator Alarcón, y en su virtud se dictan las reales ór­
denes oportunas, datadas el 4 de junio inmediato posterior, en la
que se dispone: «Enterado el Consejo de lo representado por el Re­
verendo Obispo de esa Ciudad del inttolerable abuso que hai en
ella, de tenerlos mercaderes aviertas sus tiendas y lonjas, los Do­
mingos y demas fiesttas solemnes con el prettexto de ser merca­
do, y de lo informado en el asuntto por esa Real Audiencia ha de­
clarado este Supremo tribunal ser arreglado a todo derecho que
no estén abiertas las lonjas de los mercaderes en los días solem­
nes de preceptto, y ha acordado que esa Real Audiencia no per­
mita a éstos, a los buhoneros91 y otros que no tengan tienda de
comestibles y mercería bender tales días sus géneros, quedando
sólo libre la venta en todos los días festibos y no festibos de gra­
nos y todo lo demás que sea comestible, cuya providencia se haga
entender a los comerciantes de esa Ciudad para su observancia.
Asi mismo a acordado el Consejo que por aora haga cesar esa Real
Audiencia el mercado que se celebra cada domingo, subsistiendo
él del jueves de cada semana, no siendo día de precepto y siéndo­
lo se traslade al antecedente o subsiguiente día de lavor».
Esta medida adoptada se comunicó al regente de la Audiencia
asturiana para que la diera a conocer en el acuerdo del Supremo
Tribunal de Justicia, al mismo tiempo que con el objeto de recor­
90
91
AHN de Madrid, Ibidem, fol. 29r.
Según el diccionario (Diccionario de la lengua castellana, en que se explica
el verd adero sentido de las voces, su naturaleza y calidad, con las phrases
o m odos de hablar, los proverbios o refranes, y otras cosas con ven ien tes al
uso de la lengua. Dedicado al R ey nuestro señ or don Phelipe V (que Dios
guarde) a cuyas reales expensas se hace esta obra. C om puesto p or la Real
A cadem ia Española. Tomo prim ero. Que contiene las letras A, B. Con pri­
vilegio. En Madrid. En la imprenta de Francisco del Hierro, im pressor de
la Real Academ ia Española. Año de 1726, pág. 710, col. a) buhonero es «el
tendero que en una cesta grande, que trahe colgada del pescuezo, anda por
las calles vendiendo cosas de poco valor: com o son agujas, alfileres, deda­
les, cuchillos, tixeras y otras semejantes».
REGALISM O EN ASTU RIAS
527
darle su deber de velar por su cumplimiento92. Don Juan Matías
de Azcárate, regente, informa al secretario del Consejo de Casti­
lla, don Antonio Martínez Salazar, mediante carta, fechada en
Oviedo el día 10 del mismo mes y año, que ha recibido su provi­
dencia y queda enterado de su contenido, «y que para su cumpli­
miento se ha hecho presente al Real acuerdo en el extrahordinario que oy se ha celebrado»93.
El mismo despacho del Consejo Real se comunica al obispo
ovetense94, quien contesta desde Benavente, el 7 de junio de 1777,
que ha recibido la providencia del Consejo y queda enterado de
su doble contenido: 1. «Que en Oviedo no estuvieran abiertas las
lonjas de mercaderes durante los días de precepto, con la prohi­
bición de que ni los citados ni los buhoneros ni otros pudieran ven­
der sus géneros en esos días», y 2. «Que cesara el mercado del do­
mingo, subsistiendo el del jueves, que debería trasladarse, sien­
do festivo, al anterior o posterior»95.
A tenor del contenido de la provisión real, el regimiento ove­
tense, en una sesión extraordinaria, celebrada el día 12 inmedia­
to posterior, analizó el fundamento de la prohibición solicitada
por el obispo y asumida por el Consejo de Castilla, observando
que dicha providencia tenía plena validez para el resto de la pro­
vincia asturiana, por lo que acuerdan solicitar del supremo órga­
no jurisdiccional asturiano que ampliara su vigencia a todo el
Principado96; vista la petición formulada por el regimiento de la
capital, el real acuerdo de la Audiencia de Oviedo dictó una nue­
92
93
94
95
96
AHN de Madrid, Ibidem, fols. 30r-31r. Asistieron a la sesión convocada para
tom ar el acuerdo final del Consejo los señores Nava, Valiente, Contreras, Azpilcueta y Azedo.
AHN de Madrid, Ibidem , fol. 35r-v. Era procurador general del Principado
don José Vicente de Omaña.
AHN de Madrid, Ibidem , fols. 32r-33r.
AHN de Madrid, Ibidem , fol. 34r-v.
A yuntam iento extraordinario del día 12 de junio de 1777: «Diose quenta de
la Provision de esta Real Audiencia a consequencia de cartta Orden del Real
y Supremo C onsejo de Castilla sobre quitar los mercados de los Dom ingos,
quedando solo el de los Juebes, y siendo dia de fiesta los juebes, sean los miér­
coles, ó viernes, y que los mercaderes, y comerciantes en los dias festibos
solegnes cierren sus tiendas, y se acordo obedecerla. Guardarla cum m plida,
haciéndola ademas saver a ttodos los comerciantes de esta Ciudad para su
observancia, y que el Procurador General de la Ciudad, solicite en el Real
A querdo, ú donde tenga por combeniente, se estienda dicha real orden por
todo el Principado, y por la identidad y razón de los perjuicios que se orig i­
nan a esta Ciudad y total cumplimiento de dicha Real Orden» (A A O , L ibro
de acuerdos de 1777 (signatura A-96), fol. 35v).
528
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
va resolución con su data en Oviedo, el 3 de enero de 177897, ex­
tendiendo, mediante una orden circular, a todos los pueblos astu­
rianos la prohibición de abrir las tiendas y lonjas durante los do­
mingos y días festivos «con pretesto alguno», a no ser que fueran
géneros comestibles, bajo la amenaza de imponerles una sanción
de diez mil maravedís para la Cámara de Su Majestad, y el secre­
tario de dicho órgano jurisdiccional asturiano, don Francisco An­
tonio Rivero, en ejecución de la medida adoptada, manifiesta ex­
plícitamente de su puño y letra: «Esta orden a representazion del
comercio de Oviedo. Se mando por el Real Acuerdo comunicar,
y que se entendiese con todos los conzejos del Principado y sus
jurisdiziones para que la guerden y observen. Oviedo y enero quin­
ce de mil setezientos y ochenta años. Rivero, rubricado»98.
Puesto que la solicitud inicial se refería exclusivamente a la
capital99 y esta resolución aplicaba la real orden a todo el Prin­
cipado, de lo que queda constancia en uno de los testimonios con­
servados: «Nos el Regente, y Oydores, Alcaldes Mayores de la Real
Audiencia de el Rey N. S. que reside en esta Ciudad de Oviedo,
Principado de Asturias, etc. A vos la Justicia ordinaria del Con­
cejo, Coto, o Jurisdicción de La Veguiña salud y gracia, sabed que
de orden del Real Consejo...»100, algunos pueblos asturianos que
gozaban, desde tiempo inmemorial, de un mercado dominical se
sintieron gravemente perjudicados y despojados de un derecho101.
97 AHN de Madrid, Ibidem, fol. 36r-38r.
98 AHN de Madrid, Ibidem, fol. 38r.
99 Sobre el comercio interior en Asturias durante el siglo XVIII, con indicación
de productos y sus valores, vid. por todos, Anes, G., Historia de Asturias.
Edad Moderna II. El Antiguo Régimen: Economía y Sociedad, Ayalga, V ito­
ria, 1977, págs. 170-179; Menéndez G onzález, A., Enciclopedia temática de A s­
turias, t. XI. Historia, Gijón, 1981, cap. VI. Edad Moderna (siglos XVI-XVIII),
págs. 202-218.
100 AHN de Madrid, Ibidem, fol. 37r. Apéndice III. Seguramente hay un error
en el nombre de la población a quien se dirige, pues tod o el expediente pare­
ce abundaren la misma identificación: Se trataría de La Veguina, en Mieres
del Camino.
101 Gonzalo Anes (op, cit., pág. 173) habla del mercado que se celebraba el primer
dom ingo de cada mes en el campo de San Pelayo, en la parroquia de Valdepares, y recuerda que el procurador síndico general de la villa y concejo de Gran­
das de Salime solicitó autorización para celebrar un mercado dominical en la
capital del concejo, pensando en la utilidad que obtendrían sus vecinos y de­
más habitantes que residían en el contorno de ocho leguas, para el abasteci­
miento de lo necesario en el consumo diario, sobre todo ante los rigurosos in­
viernos, lo que m otivó una consulta proveniente del Consejo de Castilla, re­
suelta favorablemente por S. M. el rey, en 1754 (Ibidem, págs. 174-175).
REGALISM O EN ASTU RIAS
529
Por ello no debe extrañar que la villa de Mieres102 elevara al Con­
sejo de Castilla, en diciembre de 1783, una representación contra­
ria al contenido de la orden circular dictada por el acuerdo de la
Audiencia asturiana, argumentando, después de mostrar la obe­
diencia debida a la disposición regia, «que respecto a no enten­
derse con esta Villa el espíritu de dicha Real Orden del Supremo
Consejo de Castilla, y ser tan perjudizial y gravoso a esta Repú­
blica la alterazión en los mercados que por privilegio immemo­
rial se celebran en esta Villa el día primero de cada semana desde
las dos de la tarde de él en adelante», hacen la correspondiente
oposición a la pretensión de los diputados de Oviedo, don Anto­
nio Carreño y don Joaquín Méndez de Vigo103, promotores de la
102
103
Según León Costales (Noticias históricas sobre M ieres y su concejo, Mieres,
1988, pág. 279) las primeras noticias que se conocían sobre la celebración del
m ercado dom inical en Mieres se remontaban a principios del siglo X IX , con
la visita pastoral del obispo de Oviedo, don G regorio Ceruelo de la Fuente,
en 1818. Hoy es indiscutible que este mercado semanal venía celebrándose
durante todo el siglo XVIII en el lugar de La Veguina, junto a la iglesia de
San Juan, y el traslado del mismo desde la plaza de Requexo a la de La Pa­
sera generó una destacada novedad en el comercio tradicional de la villa as­
turiana.
Sirva de referencia la participación de este comerciante de Vetusta en una
sociedad mercantil: «Escritura de compañía entre don Gregorio Méndez, don
Pedro González Villam il y otros: En la Ciudad de O viedo a seis dias de el
mes de Jullio de m il setezientos y ochenta, ante mi escrivano y testigos Don
G regorio Méndez de V igo, Don Joachin Mendez de V igo su hijo prim ogénito,
Don Pedro González Villaam il, su sobrino y primo respectibe, y don Pedro
Fernandez Juncal, todos vezinos de esta dicha Ciudad. Dijeron que en dos
de ju n io de el año pasado de mili setezientos setenta y tres form aron trato
de Compañía com fidenzial dicho don Gregorio Mendez, su sobrino, y el cita­
do Don Pedro Fernandez Juncal pactando con ygual comfianza el modo y for­
ma con que devia de jirar assi la continuaron hasta onze de m ayo de el año
p roxim o pasado de m ili setezientos setenta y nueve, que despues de haver
hecho su Abanze general con separación de los generos, deudas y efectos de
la misma Compañía la declararon en el todo fenecida y acavada, quedando
en dicho dia onze de maio proxim o pasado por caudal y fondo pertenezientes a los tres referidos otorgantes la cantidad de setecientos quarenta y cin­
co m ili quarenta y seis reales y cinco maravedíes de vellón en esta forma.
Los seiscientos mil seiscientos ochenta y siete reales y veinte y quatro ma­
ravedís a fa vor de dicho don Gregorio; noventa y seis m ili doscientos trein­
ta y ocho reales y treinta y tres maravedís de vellón en favor de dicho don
P edro G onzález/ y el citado don Pedro Fernandez Juncal, quarenta y ocho
m ili ciento diez y nueve reales y diez y seis maravedís de vellón que todas
las tres partidas com ponen la de los expresados setecientos quarenta y cin­
co mil quarenta y seis reales y cinco maravedís de vellón que de común acuer­
do dexaron existentes en los mismos xeneros deudas y efectos que por m e­
nor constan de el Ynventtario general que hizieron y firm aron al tiem po de
530
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
resolución adoptada en la Audiencia104, solicitando del Consejo
«se sirva librar la competente Real Provision para que el Acuer­
do de la Real Audiencia de Asturias recoja la Orden circular des­
pachada para la villa de Mieres y mas del Principado prohiviendo las Ferias y Mercados en los Domingos y dias festivos, ampa­
rando a las citadas villas y sus pueblos en la posesion inmemorial
en que han estado de hacerlos, inhiviendose de tomar conocimien­
to en este particular por ser privativo de la Sala de Govierno de
este Supremo Tribunal»105.
el referido abanze que existe en poder de dicho Don Pedro González Villaam ill, a que los otorgantes se remiten, quienes de común acuerdo con el refe­
rido don Joachin han seguido y continuado desde el citado dia onze de m ayo
en nueva com pañia que para que en todo tiempo conste desean se aia de en­
tender y quieren se entienda vajo de las condiziones y capitulaziones siguien­
tes: (in marg. 1?) Que se aia de entender y entienda por solos quatro años
contados desde el citado dia onze de m aio de el p roxim o pasado de setenta
y nueve hasta otro ygual dia de el que vendrá de m ili setecientos ochenta
y tres, y en el caso de separazion devera cada uno de los ynteresados cargar­
se a proporzion de las utilidades, deudas y generos que se hallasen existen­
tes, erijiendo lo mejor y mas prom pto para pagar las deudas contrarias a la
Com pañia com o contraidas a su nombre y ser p or lo m ism o responsables a
su satisfazion. 2? Que esta Compañia seguirá va jo el nom bre de el expresa­
do don Pedro González V illaam il y Compañia y se dara credicto a su firma
siendo responsables los otorgantes a los que contraiga para el Giro de el com erzio y su maior fom ento, quedando a su cuidado el manejo y direzion de
el, com o el tom arlos manzebos que le parezcan mas aproposito = 3? Que aian
de poner nuebos libros para las deudas contraidas en fa vor de esta Com pa­
ñia desde el citado dia onze de Maio teniendo siem pre a la mano los de la
anterior para la cobranza de las deudas que de ellos resultan p or no ser fácil
separar por aora las que puedan ser dudosas o fallidas = 4? Que se ha de lle­
var razón de los gastos que ocasione la cobranza de dichas deudas de la anti­
gu a/ / com pañia, bien sea en los viajes que se hagan para el efecto, ejecuziones o por qualquiera otra razón para rebajarlos de el ynteres que ubo en ella
o cargar los que corresponde a cada ynteresado = 5? Que se aia de llevar ra­
zón en libro separado de los gastos que haga cada uno de los ynteresados,
form ándole en el su cuenta, sin que se pueda sacar cantidad considerable que
pueda debilitar el fom ento de el Comerzio = 6? Que ninguno de los ynteresa­
dos se pueda embarazar en negocio particular yndependente de la Com pa­
ñia sin pleno consentimiento de los demas ynteresados = 7? Que de el globo
de ella se aian de sulplir los gastos de una cavalleria y su com pra por consi­
derarse precisa para las obcurrenzias de el com erzio, y tam bién se aian de
pagar de el mismo globo los salarios de manzebos y su manutenzion, portes
de cartas solamente correspondientes a dicho com erzio, agasajos que sean
precisos por respecto de el, y no otros, sin que se pueda sacar cosa alguna
para el fin de devoziones como antes se hazia = 8? Sera de quenta de el G lo­
bo la renta de la casa nuebamente aforada y alguna precisa com postura, pe­
ro a la conclusión de la Compañia se hara cargo el que aia de usar y quedar
con ella, de los catorze mili doscientos quarenta y nueve reales y treinta y
REGALISM O EN ASTU RIAS
531
Por esta vía se trasladó el problema local de Oviedo a una con­
frontación política que llegó al Consejo Real en el momento del
debate interno sobre la aprobación de las constituciones sinoda­
les de 1769, en una de cuyas disposiciones figuraba la prohibición
de celebrar mercado los domingos y días festivos, y que había si­
do contradicha en el momento de su elaboración y aprobación por
los asistentes.
El rey Carlos III, que había recibido de su Consejo un informe
exhaustivo de todas las vicisitudes del sínodo y revisión de sus
constituciones, primero por la sala de gobierno y más tarde por
la de justicia, que introdujo algunos reparos en aquéllas, tuvo, des­
de la consulta de 21 de enero de 1780, a su disposición la resolu­
ción final respecto de la confirmación de los decretos sinodales
ovetenses, y en su virtud dictó, el 15 de enero de 1784, la real cé­
dula de aprobación del sínodo; examinados de nuevo sus decre­
104
105
dos m aravedís que tubo de costo su rehedifizio respecto de ser esta cantidad
parte de el fondo de ella= 9? Que en la Com form idad prevenida y contribuiendo todos los quatro ynteresados al maior bien y fom ento de esta Com ­
pañía aian de tener y tenga por ynteres en ella de las seis partes en que la
deviden, las dos de ellas, dicho don Gregorio Mendez; otras dos, dicho don
Pedro González, una, dicho don Joachin Mendez y la otra el citado don Pe­
dro Fernandez Juncal, siendo entre unos y otros a proporzion el ynteres o
perdida si la ubiese, y con la misma se deveran cargar de los generos y deu­
das que se hallasen a la conclusión de esta nueba Compañía que si durase
mas tiem p o/ que los quatro años, que van referidos se aia de entender y en­
tienda, la continuazion vajo las reglas y condiziones que van referidas; Res­
pecto de lo qual y para que en todo tiem po conste el m odo y form a con que
se ha prinzipiado y deve concluir la dicha Compañía han resuelto los otor­
gantes hazer y otorgar la presente escriptura con ynserzion de dichas con d i­
ziones para que desde este dia en adelante se entiendan obligatorias y que
cada uno de ellos por lo que respectivamente le toca, y comprehenda las aia
de cum plir, observar y guardar, sin poderlas alterar, ni reform ar con pre­
texto ni m octibo alguno, y a ello sujetan sus personas y vienes con poder a
las Justicias Competentes, para que les compela y apremie com o por sentenzia pasada en Cosa Juzgada sobre que renunzian todas las Leyes de su favor
con la general del derecho en forma: Assi lo otorgaron y firm aron los otor­
gantes a quienes doy feé conozco siendo testigos don Vizente Mendez de Vigo canonigo de esta Santa Yglesia Cathedral, don Josef Gabriel Fernandez
Cueto R egidor perpetuo de esta Ciudad, y don Francisco Mendez de V igo vezino de ella, a quienes assi mismo doy Feé Conozco. Firman y rubrican: Gre­
gorio Mendez de V igo, Joaquín Mendez de Vigo, Pedro González V illaam ill,
Pedro Fernandez de la Juncal. Ante mi, Francisco X a v ier Mere. Rubricado».
(A rch ivo H istórico Provincial de Oviedo. Sección protocolos. O viedo. L e­
gajo 956, notario Francisco Javier Mere, fols. 250r-251v).
AHN de Madrid, Ibidem, fol. 39r.
AHN, Ibidem, fols. 42v-43r. Apéndice IV.
532
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
tos por el juez de imprentas y el fiscal, el Consejo de Castilla pro­
veyó, en sala de justicia, un auto, fechado en Madrid el 8 de octu­
bre del año citado, dando al prelado asturiano la licencia oportuna
para editar las constituciones sinodales, y en virtud de la real or­
den de 23 de noviembre del año susodicho se le reitera la facultad
de imprimir el sínodo, además de imponer al prelado asturiano
la obligación de entregar un ejemplar impreso en la biblioteca del
Real Monasterio del Escorial y depositar otros cinco ejemplares
en el Consejo.
A pesar de este permiso oficial el obispo Pisador retrasó la im­
presión del sínodo y ello permitió la formulación de nuevas que­
jas ante el Consejo de Castilla, por lo que este órgano del Estado
conmina al prelado, el 15 de febrero de 1786, para que con la ma­
yor brevedad concluyese la impresión de la real cédula de apro­
bación del sínodo, reiterándosele este cometido por la real orden
de 21 de marzo del mismo año, lo que ejecutó de inmediato, pre­
sentando en el Consejo, el 6 de mayo de 1786, los cinco ejemplares
impresos que le habían sido requeridos. Las constituciones se im­
primieron en Salamanca por el impresor titular de dicha ciudad,
Andrés García Rico, el año 1786 y se publicaron el 3 de noviem­
bre del mismo año106. En su letra impresa podía fácilmente ob­
servarse, por ejemplo, que la constitución XXII, del título III, so­
bre mercados, no recogía literalmente lo aprobado por los padres
sinodales, sino una norma bien distinta, asumiendo el recurso he­
cho por el regimiento mierense107 y en evidente contraste con la
precedente real orden de 1777. Su tenor es el siguiente:
«In marg.: Benedicto 14. Constitución Ab eo tempore.
Atendiendo a la inmemorial costumbre que ha habido
en los pueblos de este nuestro Obispado de Oviedo de cele­
brar los mercados en los domingos y otras solemnes fiestas
del año, y las particulares circunstancias de los naturales
dedicados enteramente a la labranza, y otros oficios del
106
107
Cf. AHN de M adrid, Sección consejos, legajo 1.140, exp. 24, fols. 43r-44r.
Una disposición del Ministerio de la Gobernación del presente siglo recono­
ció el mercado dom inical de Mieres del Camino, que vino aprobado en 1910
p or real orden de 3 de agosto del mismo año; dicho m ercado se declara tradi­
cional a causa de que los alcaldes, autoridades, curas párrocos, Cámara de
Com ercio de O viedo, Sociedad de Ferrocarriles Vasco-Asturiana y Sociedad
A nónim a Fábrica de Mieres lo favorecían con sus declaraciones, lo que de­
mostraba que la inform ación recabada era am plísim a y unánime, sin con­
tradictores, agregándose a ella el testimonio de tres párrocos de U jo en el
sentido de que nunca se ha celebrado en Mieres el m ercado en una fecha d i­
ferente al dom ingo (Gaceta de 6 de agosto, núm. 218, pág. 514).
REGALISM O EN A STU R IA S
533
campo y marinería con los perjuicios que sufrirían si se asig­
nasen para los mercados los días que no sean festivos, en
los quales abandonarían sus trabajos por acudir a las villas
y Capital para el surtimiento de lo que necesitasen, orde­
namos y mandamos que en quanto a la asignación de los
días de mercado se esté y guarde la costumbre recibida y
observada sin la menor contradicción.»108
La presión ejercida sobre el Consejo de Castilla se tradujo en
la normativa sinodal impresa por orden de dicho órgano políti­
co, y de esta obra se dio traslado al cabildo catedralicio de Ovie­
do, quien toma noticia de su envío en la sesión de 14 de julio de
1786109; los capitulares designaron una comisión que examinara
su contenido y el 31 de dicho mes y año los canónigos de la cate­
dral asturiana ponen de manifiesto que «desde luego abian halla­
do novedades en barios capítulos que son contrarios, y opuestos
a lo acordado en el Sínodo, en cuia vista se acordó repetir a Su
Ylustrisima la instancia y suplica de que suspendiese la publica­
ción»110, a lo que no pudo acceder el prelado por tratarse de una
108
109
110
C onstituciones Sinodales del obispado de Oviedo, hechas en esta Ciudad por
el Ilustrisim o señor Don Agustín González Pisador, O bispo de dicha D ióce­
sis, prelado d om éstico de Su Santidad, A sisten te al Sacro S olio P ontificio,
Conde de Noreña, del Consejo de Su Majestad, en los días vein te y quatro
de sep tiem bre y seis siguientes del año de 1769. Publicadas con Real perm i­
so del R ey N. S. D. Carlos III (que Dios guarde) y correspondientes licencias
del Real y Suprem o Consejo de Castilla, su fecha en Madrid a 9 de n oviem ­
bre del año de 1784. Y con las demás licencias necesarias. En Salamanca, por
Andrés García Rico, im presor titular de esta ciudad. A ño de 1786, pág. 117.
ACO, L ibro de actas, sign. 61, fol. 178r.
De las actuaciones de los capitulares para im pedir la puesta en vigor del sí­
nodo impreso, así com o de los escritos dirigidos a sus represetantes en liti­
gio suscitado ante el Consejo de Castilla, quedan m últiples pruebas e in for­
mación en las actas capitulares ovetenses, de las que nos lim itarem os a ci­
tar: ACO, Libro de actas de 1782 a 1789, sign. 61, fol. 178r; in marg.: exem plar
sobre el Sínodo. Cabildo de 14 de ju lio de 1786; fol. 178v. C abildo de 31 de
ju lio de 1786. In marg.: «sobre Sínodo: Luego los señores [canonigos] com isa­
rios nom brados para reconocer el exemplar del Sínodo que rem itió el Señor
O bispo inform aron, que desde luego abian hallado novedades en barios ca­
pítulos que son contrarios, y opuestos a lo acordado en el Sínodo, en cuia
vista se acordo repetir a S. Y. la instancia y suplica de que suspendiese la
publicación, y remitiese el original, o copia autentica para cotejarla con el,
pues de otra suerte no es fácil saver si concuerda o no del im preso y el tenor
de la carta es como se sigue: Yllustrisimo Señor. Muy Señor mió, consiguiente
a lo que dijim os a V. Y. en carta de beinti i quatro del corriente aber nom ­
brado una diputación de capitulares para que reconociesen el Sínodo embiado
por V. Y ., desde luego se pusieron a executarlo, y en el dia nos proponen que
se hallan con el embarazo de notar algunas bariaciones sustanciales, y aun
534
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
real orden111, aunque hicieron otras gestiones, en apoyo de sus
puntos de vista, con el conde de Floridablanca, el confesor regio
y el marqués de Valdecarzana112.
Entre los aspectos más relevantes que justifican el plantea­
miento de los canónigos destacan dos: en primer lugar aparece el
tema de la prohibición de mercados, sobre el cual su procurador
lleva a cabo un análisis jurídico impugnatorio basado en la falta
de legitimidad y competencia del rey Carlos III y miembros de
su Consejo para poner en vigor como sinodal la nueva norma apro­
bada y publicada: «El Synodo de que se trata se hizo cargo de que
la celebración de los Mercados en los días de Fiesta trahian un gran
contrarias a lo que se ha determinado en el año pasado de m il setecientos
sesenta i nuebe, quando se form o el S in od ocom o es entre otras lo contenido
en el titulo 3? de constitutionibus, constitución primera, prf? 22, fol? 117;
y en el titulo 5? de consuetudine, constitución prim era, prf? 1?, fol? 124. No
obstante de lo cual se inserta todo en el Sínodo im preso, com o si entonces
realm ente se ubiese acordado. En esta inteligencia no podem os exim irnos
de solicitar de V. Y. la causa de semejante innovación para que procedam os
con acierto en lo que se juzgue del caso exponer a V. Y. según hemos insinua­
do en la carta anterior: insistiendo al mismo tiem po sovre la suspensión de
publicar el Sínodo ínterin se haga la representación form al, para lo qual nos
es indispensable suplicar a V. Y. mande se nos manifieste el original, o qualquiera copia autentica del para cotejarla con el impreso. Deseamos a V. Y.,
etcetera. Julio 31 de 1786. Cuia carta firmaron l o s / / fol. 179r señores Dean,
y Prada: Y despues se acordo que sin embargo destas diligencias se m anda­
se publicar por parte del Cavildo se proteste y contradiga todo lo que no estubiese acordado, para que no le pare perjuicio, a cuio fin se da com ision al
señor sovreagente para que pida testim onio de lo contrario, y form alice la
representación según combenga al cavildo»; fol. 179r: Cabildo de 3 de agosto
de 1786. In marg.: «Poder sobre el Sínodo. Luego se otorgo poder ante Porto,
a fa v or de el Procurador Luxigo para que salga en caso necesario a nom bre
del C avildo haciendo oposicion a la publicación del nuebo Sínodo en todo
lo que no concordase con el orijinal»; fol. 180r: Angulo de 11 de agosto de 1786.
In marg.: Cartas del Sr. Obispo; fol. 180r: Cavildo de 14 de A gosto de 1786;
fol. 180v: In marg.: Comisarios a Benavente fol. 181r: C abildo de 21 de agos­
to de 1786. In marg.: Carta para el Señor Obispo; fol. 184r: C avildo extraor­
dinario de 20 de septiem bre de 1786; fol. 185r: Cavildo en 25 de septiembre
de 1786. In marg.: «Carta del apoderado del clero en Madrid a consulta . Lue­
go se abrió una carta su fecha en Madrid a quince del presente la que se ha­
llo ser del Dr. D. R odrigo de Valdes Alas, cura de V illam aior p or la que da
cuenta de haber pasado a la Corte a nonvre del clero de quien es apoderado,
para seguir la oposicion a la publicación del im preso del Sínodo, y pide se
le libren cien doblones del caudal del clero para los gastos desta instancia,
la que se rem itió a consulta»; fol. 186r: Cavildo ante diem en 28 de septiem ­
bre de 1786. In marg.: Consulta aprobada. Dieronse (tres m il reales) del ca­
jón del clero; fol. 188: C avildo en 20 de octubre de 1786. In marg.: «Escríbase
a S. Y. Respecto esta introducido el recurso en el Consejo sovre los reparos
REGALISM O EN A STU R IA S
535
detrimento al servicio de Dios, y a la instrucción del Pueblo113
por que como el objetto de todas las labores de industria, de agri­
cultura, cría de animales, etc., no se hace con otro que el de co­
merciar estas especies, el dia de mercado es el que ha de cumplir
todos los proiectos economicos de los Menestrales, Labradores,
Criadores de ganado y Tragineros: de suerte que el dia destinado
para Dios, para aparttar a los hombres de los cuidados munda­
nos y darle cultto, era precisamentte el de maior distracción, y
el que reuniendo todas las ideas de Ínteres que havia ocupado a
los hombres en el discurso de toda la semana, pues era el dia en
que las iban a ver cumplidas todas, los apartaba mas de santifi­
carle, tantto que se podia cierttamente tener por actto de señalaque se hallan en el impreso del Sínodo, y que acaso se retardara la determi­
nación se acordo escrivir al Señor Obispo pidiéndole mande suspender la pu­
blicación que tenía acordada para principios de Noviembre, lo que se enco­
mendó al Señor Chantre, y firmaran los Señores Comisarios nombrados pa­
ra este asumpto»; fol. 2r: Cabildo de 26 de febrero de 1787. In marg.: «Sobre
el Synodo... Y supuesto que el negocio es de la mayor gravedad, e Ínteres,
se tratará en primer cabildo de la resolución que se ha de tomar, para preca­
ver las malas conseqüencias que amenazan y daños que se ocasionaran, no
haciendo la resistencia debida, a lo que se publicó en el Synodo, y se insertó
como constitución, no siéndola en la realidad, según se ha hecho ver al Se­
ñor Obispo, y despues representado en el Consejo; que, no obstante esto, dio
el auto siguiente= De los pedimentos presentados por parte del Clero de la
diócesis de Oviedo; del Cabildo de su Yglesia Cathedral en 16 de octubre,
23 de Noviembre, y 2 de Diciembre de 86, traslado al Reverendo en Christo
obispo, y a todos los Concejos y feligresías del mismo obispado; y para ha­
cerlo saber se libre el emplazamiento en la forma regular. Madrid y Febrero
15 de 1787»; fol. 50r: Cabildo de 29 de enero de 1788. In marg.: «Carta al señor
Obispo: ...se acordó escribir al señor Obispo para que declarase formalmen­
te varios puntos, relativos a las dudas, que se ofrecían con motivo de la pu­
blicación del Synodo»; fol. 54: Cabildo de 18 de febrero de 1788. In marg.: «Car­
ta del señor Obispo sobre Synodo. Abrióse una carta su fecha en Benavente
y febrero 16 de 88, por la que el señor obispo declara su intención, en quanto
a los tres puntos del Synodo, sobre que había alguna duda acerca de su genuina inteligencia; y se le había escrito con este obgeto, para proceder con
seguridad en las diferencias que suscitan: y asi se acordó, que dicha carta
pasase a los señores diputados en lo relativo al propio Synodo, para que/
con arreglo a su contenido puedan determinar en los recursos que se hagan
en este particular»; fol. 58v: Cabildo de 6 de marzo de 1788. In marg.: Carta
al Sr. Dean; fol. 62r: Cabildo de 2 de abril de 1788. In marg.: «Carta del señor
Dean sobre el Synodo ...suministrarle las razones que se considerasen con­
ducentes en apoyo del derecho que nos asiste, para reclamar contra la obser­
vancia de varias constituciones y capítulos del Synodo expresado, por ser
adicciones hechas despues de su celebración, de que tampoco se dio traslado
a los interesados. In marg.: Carta del señor Obispo sobre synodo. Otras dos
escritas por el señor Obispo sus fechas en Benavente a diez y ocho y veinte
536
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
do celo, y devoción el cumplimiento del preceptto de la Misa114:
a esto se agregaba el que siendo estos los únicos días en que los
párrocos podían dar alguna instrucción a sus feligreses con sus pla­
ticas, y aun dedicarlos a otros oficios de devocion propios de se­
mejantes días, aun este arbitrio les faltaba; pues la ocupazion or­
dinaria de todas las demas de la semana imposivilitta a los Feli­
greses de poder concurrir a tales acttos// con attenzion, pues, á
estas, y otras razones tubo por conveniente el Synodo al prohivir
la concurrencia a los Mercados en los días festivos trasladándo­
los a otros días en conformidad de lo acordado anttecedente por
y cinco del propio mes, contestando en una, a la que se le habia dirigido so­
bre perjuicios ocasionados con motivo de la publicación del synodo mencio­
nado, ofreciendose que procederá de acuerdo con el señor Dean, y favorece­
rá la pretensión del Cabildo, en lo que pueda por su parte...»; fol. 77v: Cabil­
do de 9 de junio de 1788. In marg.: «Sobre Synodo en el concejo de Valdes.
Luego hice presente un memorial de Don Benito Martinez Villamil, arcipreste
del concejo de Valdes, exponiendo los perjuicios que se experimentan en aquel
partido de resultas de la publicación del Synodo; y de consiguiente implo­
rando la protección del Cabildo de esta Santa Yglesia, para que salga en de­
fensa del clero, que se halla en la situación mas deplorable, expuestos los
curas de aquel arciprestazgo a quedar incongruos. En su vista se acordó pa­
sar dicha representación a los señores de la Junta del Synodo para que de­
terminen lo que tengan por mas acertado, encargando se archive para los efec­
tos que haya lugar; y que el señor Ponte en carta privada diga al que repre­
senta, de que el Cabildo no omitio hasta ahora oficio alguno, de los que
contemplo precisos a precaber semejantes daños, tomándolo por causa co­
mún, y trascendental a todo el estado eclesiástico. In marg.: y en Cecos, tam­
bién se leyó otra representación del cura de Cecos relativa al mismo asunto,
que igualmente se acordó pasase a la dicha junta, que hecha cargo de su con­
tenido, resolverá, lo que le parezca»; fol. 84v: Cabildo de 1 de julio de 1788.
In marg.: Arcipreste de Valdes; fol. 97r-v: Cabildo de 13 de agosto de 1788.
In marg.: «Memorial del Dr. D. Rodrigo Valdes. Leyóse un memorial del Dr.
D. Rodrigo Valdes cura de Villamayor, en que hace presente al cabildo ha­
llarse actualmente con poderes de la mayor parte de los arciprestazgos de
esta Diócesis, para seguir el recurso sobre Synodo, pendiente en el Supremo
Consejo de Castilla, concluyendo/ en pedir se le den tres mil reales a este
fin, y se acordó como lo pide vistos que sean los poderes por los señores de
la Junta nombrada para lo tocante al nuevo Synodo» (ACO, Libro de actas
capitulares de 1789 a 1792, sign. 62, fol. 17r: Cabildo de 15 de septiembre de
1789). «Sobre la congrua del cura de San Martin de Sierra. Se me encomendó
el informe del memorial que presenta el cura de San Martin de Sierra en el
concejo de Cangas de tineo pidiendo se le señale algún tanto, para su subsis­
tencia, o se le congrue con arreglo al Synodo, en atención a que solo percive
una octava parte de frutos, y las demas el Cavildo»; fol. 38r: Cabildo de 27
de noviembre de 1789. In marg.: «Synodo. Los señores de la Diputación nom­
brada para tratar de los asumptos del Syndo bayan reconociendo los infor­
mes que han venido de los Párrocos, y calculando el decremento que podran
REGALISM O EN A STU R IA S
537
el Consejo a representtacion del Reverendo Obispo, de suerte que
el Synodo procedio en esto tan ajustado a las Leyes Divinas, y hu­
manas que no hizo mas que repetir lo que el Rey havia mandado,
por no faltar a lo que Dios manda.
El Consejo, por razones que mis parttes no alcanzan, desapro­
bó este acuerdo e hizo estampar en las constituziones un Decretto
formal para que los Mercados se celebren en día de Fiesta en con­
formidad de la costtumbre115: sobre lo qual reflexionan mis par­
tes de este modo: Prescindamos de la razón con que el Consejo pu­
do desaprobar este acuerdo del Synodo: pero por venttura puede
tener las Prevendas con motivo de las ofertas y otros emolumentos abolidos
por el Synodo, para que los señores contadores con arreglo a dicho calculo
hagan la rebaja correspondientes en las dos cédulas restantes de este quatrienio»; fol. 55v: En el cabildo de 4 de febrero de 1790 se trata de nuevo de
la solicitud del cura de San Martín de Sierra y del cura de Bonielles, ambos
sobre incongruidad, y se encarga el informe al señor magistral. Vid. Apén­
dice VII.
111 ACO, Caja 311, ms., fol. 189v. In marg.: Carta del señor obispo. Apéndice VI.
112 ACO, Caja 351, fols. s. n.
113 Cf. ACO, Caja 311, ms., fol. 119r-v: Título XIIL De officio rectoris. 74. In marg.:
«Publiquen los Domingos a la Missa de Pueblos las Fiestas, Ayunos... Sr.
Caldas. Yt. Declararán, y Publicarán todos los Domingos al tiempo del Oferttorio de la Missa maior las Fiestas...» (fol. 120v): In marg.: Esplicacion de
Doctrina los Domingos y Fiestas. Sess. 5, cap. 2, et Sess. 24, cap. 4, et 7 de
reform. (cf. Constituciones Sinodales..., Salamanca, 1786, págs. 160-163, sin
indicar las fuentes canónicas de inspiración); (fols. 139v-141v): tít. 4?, de feriis, del lib. II, de judiciis, recoge las fiestas de la diócesis y los días de pre­
cepto que se deben guardar en el obispado, comenzando por «todos los do­
mingos del año» (es el mismo elenco que en el impreso de 1786, págs. 185-188).
114 ACO, Caja 311, fol. 18v. (Mandamientos de la Ley de Dios): «51. El tercero nos
manda santtificar las Fiestas, y las santtifica quien oye Misa enttera en los
dias Festivos, y se ocupa en ellos en obras de virtud, no travajando sin nezesidad, pero no las quebranta gravemente el poco travajo, y ni aun levemen­
te aunque sea mucho, siendo mui nezesario; como tampoco el no oir Missa
estando impedido con verdadera nezesidad, y en duda de si la hay, o no, pa­
ra uno y otro se deve preguntar a quien lo sepa. Y también se nos prohive
en este Mandamiento el desacatto, ó irreverencia que se hace al templo o a
las Censuras Eclesiásticas» (cf. Constituciones Sinodales del obispado de
O viedo, hechas en esta Ciudad por el Ilustricim o señ or Don A gustín Gonzá­
lez Pisador, obispo de dicha Diócesis..., en los dias vein te y quatro de sep ­
tiem bre, y seis siguientes del año de 1769. Publicadas con Real permiso del
Rey N. S. D. Carlos III (que Dios guarde) y correspondientes licencias del
Real y Supremo Consejo de Castilla, su fecha en Madrid a 9 de noviembre
del año de 1784. En Salamanca, por Andrés García Rico, impresor de esta
ciudad, año 1786, pág. 23). Ibidem, fols. 20v-21r. (Mandamientos de la Santa
Madre Yglesia): «60. Por el primero en que se nos manda oir Missa, etc., es­
tamos obligados desde que tenemos uso de razón a oiría entera todos los do-
538
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
haver alguna para poner en voca del Prelado un decretto contra­
rio a sus ideas o imcompettentte a su Ministerio Pastoral? Un Pre­
lado Ecclesiastico podrá mui bien declarar en que dias las ocupa­
ciones temporales ofenden a las instituciones de Jesuchristto, pe­
ro no podra ni toca a su Jurisdicion ni a su orden el destinarlas
dia señalado; con que en poner en voca del Prelado un Decretto
preceptivo sobre que los mercados se hagan en dia de fiesta es ha­
cerle autor de una Ley, para la que su Ministterio es absoluta­
mente incompettentte y es hacerle subscrivir la conttravencion
mingos y Dias de Fiesta, con tal que no estemos lexitimamente dispensados,//
o impedidos de oiría, y por la misma obligación no devemos ponernos a pe­
ligro o riesgo de perderla, ó no oiría, y en aventurarlo, pecaríamos grave,
o levemente, según fuese el riesgo, o peligro» (cf. C onstituciones Sinodales
del obispado de O viedo..., Salamanca, 1786, pág. 26).
115 ACO, Caja 311, fols. 88v-89v: Título III. De constitutionibus. Sobre merca­
dos. In marg.: «Prot. 22. Sobre Mercados. Bened.14. Const. A b eo tem pore.
Por quanto nos hallamos informados de los graves perjuicios, asi Espiritua­
les, como Temporales, que se siguen en muchos pueblos de este nuestro Obis­
pado, con motivo de los Mercados que de antigua costumbre se hacen los Do­
mingos, y otras solemnes Fiestas del año en esta Ciudad, y algunas Villas,
y Lugares, pues desamparando muchas personas en dichos dias sus Parro­
quias con el prettexto de acudir a los Mercados dejan de oir la Doctrina que
explican sus Párrocos, y de consiguiente viven con una crasa innorancia, de
la que como Christianos deven saver; y por otra partte comunmemte gastan
dichos días santos en desordenes, y libiandades, lo que en cumplimiento de
Nuestro Ministerio Pastoral no podemos disimular, y mucho menos a vista
de l a // Bula de N. S. P. Benedictino Cattorce de feliz memoria, que empie­
za, Ab eo tempore: su fecha cinco de Noviembre de mil settecientos quarenta y cinco, dirigida a los Prelados, y ordinarios del Estado Ecclesiastico en
la que exponiendo con la mas profunda erudición las Disposiciones Sagra­
das de Derecho Canonico, Concilios, Constituciones Apostólicas, y Opinio­
nes sobre el asumto, como igualmente una decisión de la Sagrada Congrega­
ción del Concilio a instancia de los Mercaderes de la Ciudad de Barcelona,
que prettendian tener abierttas sus tiendas, y vender en los dias de Fiesta,
fundados en la costumbre inmemorial, y en una especie de nezesidad de los
Pueblos Comarcanos, que por sus labores no podían ocurrir a la Ciudad, si­
no es en dichos dias de Fiesta, sobre que se decidió no serles lícito, no obs­
tante la costumbre inmemorial insinuada; y aunque instaurado dicho juicio
por los Mercaderes, insistiendo con mayor connatto en dicha costumbre in­
memorial, persistió la/ Sagrada Congregación en la misma respuesta, y decission, y les puso silencio; prohivió dicho SS. P. tenerse los mercados en dias
de Fiesta, mandando se transfiriesen a el antecedente, ó subsiguiente: Por
tanto devemos exorttar, y exorttamos no se tengan dichos Mercados en esta
Ciudad, ni en ningún otro pueblo de esta nuestra Diócesis (In marg.: A. ex
Leg. 4, tít. 1, lib. 1?, Recop.); A. ni los Mercaderes, Tenderos o Buhoneros
abierttas sus tiendas, ni vender generos en los Domingos, ni otros días de
Fiesta, en los que va declarado no poderse travajar, y para que esto tenga
el mas devido efectto, y que los dichos Mercados se trasladen a o.tros dias,
REGALISM O EN A STU R IA S
539
de los Decretos de Vuestra Real Persona, Prottectores del dogma,
y de la buena disciplina116.
Permitamos, pues, que pudo haver una razón para que estte
capitulo del Synodo se suprimiese; pero salbando el respetto devido al Consejo, diremos que no pudo haver alguna para atribuir
al Synodo el Decreto contrario: repettimos, pues, que de la savia
censura del Consejo pueden resulttar ó supresiones de lo acorda­
do/ en el Synodo, ó exorttos y prevenciones sobre lo que se devio
acordar; pero todas las censuras que se prettendan elebar a Decrettos, como la presentte, ó serán incompettentes en voca del
que no sean de Fiesta de guardar, Suplicamos mui rendidamente al Supre­
mo Real Consejo de Castilla se digne dar las providencias que su notorio Re­
ligioso Celo tubiese por mas oportunas, y eficaces; pues sin duda cederá en
mucho bien de las Almas»(cf. Constituciones Sinodales..., Salamanca, 1786,
pág. 117). «Sobre mercados. X XII. Atendiendo (a: Bened. 14, constit. A b eo
tem pore) a la inmemorial costumbre, que ha habido en los Pueblos de este
nuestro Obispado de Oviedo de celebrar los Mercados en los Domingos, y
otras solemnes fiestas del año, y las particulares circunstancias de los natu­
rales dedicados enteramente a la Labranza, y otros Oficios del Campo y Ma­
rinería con los perjuicios, que sufrirían, si se asignasen para los Mercados
los dias, que no sean festivos, en los quales abandonarían sus trabajos por
acudir á las Villas y Capital para el surtimiento de lo que necesitasen, orde­
namos y mandamos que en quanto a la asignación de los dias de Mercado
se esté, y guarde la costumbre recibida y observadaa sin la menor contra­
dicción».
116 ACO, Caja 311, ms., fol. 78r-v: Título 3? De Constitucionibus. 2. In marg.:
«Constituciones Sinodales obligan, y se juzgue por ellas, etc. Siendo cons­
tante en derecho, que los Obispos en los Synodos Diocesanos pueden/ y de­
ven hacer, y ordenar, con Consejo del Cavildo, Constituciones, y Leyes, que
no sean opuestas a los Sagrados Cánones, y Concilios generales, ni a las Le­
yes Reales de estos Reynos; y que asi hechas, y con la solemnidad de dere­
cho obligan in utroque foro a los subditos, Ordenamos y mandamos, se guar­
den y cumplan las que estableciesemos en el presente Sínodo; y que nues­
tros Jueces, y Visitadores en todas las Causas que se ofrezcan, y demas co­
sas juzguen conforme a ellas» (cf. C onstituciones sinodales.... Salamanca,
1786, pág. 102). 3. In marg.: «Constituciones Sinodales que se han de obser­
var en este Obispado. Porque en las Constituciones hechas en las Sínodos
Diocesanas celebradas por nuestros Predecesores de buena memoria para las
cosas tocanttes al govierno de este nuestro Obispado, hay muchas que están
innovadas, o comprehendidas en estas nuestras, y otras que corregimos, o
alteramos, añadiendo juntamente las que nos han parecido convenientes, se­
gún la calidad, y variedad de los tiempos, y de las nuevas cosas, que devian
remediarse: Por tanto, y para evitar confusiones y dudas, que pudieran ofre­
cerse, derogamos, rebocamos, y anulamos// (79r) todas las constituciones de
los dichos nuestros Predecesores, que no estubieren en este volumen aunque
no sean contrarias a las que están en él: Y reencargamos a nuestros Juezes
y Ministros que por estas, y no otras procedan, juzguen, y sentencien executando lo en ellas contenido». 4. In marg.: «Dias en que los Curas han de leer
540
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
Synodo, como ésta, o lo serán en la dèi Consejo, si son de otra natturaleza. Como quiera que se juzgue por capricho de unos nego­
cios de principios tan conocidos, como este, siempre es ciertto que
un acuerdo del Consejo de la naturaleza dél que se tratta no tiene
natturaleza de ley general, ni de cosa juzgada en negocio de entre
parttes: estas dos calidades son las únicas que le podían dar la authoridad de executtivo, y como carece de una y otra, no tiene ca­
pítulo por donde serlo no siendo executtivo no causa estado le­
gal: porque el no ser executtivo, es lo mismo que no destruir el
esttado anttecedentte: es de necesidad el amparo y manuttencion
ó la restituccion por la turbación de echo que causo la publicación
prottestada»117.
El segundo punto digno de mayor consideración no consistía
en alegar que el Consejo de Castilla había elevado a decretos for­
males las adiciones que le pareció oportunas provocando una gra­
ve incongruencia, sino que esas glosas o reformas incorporadas
a los decretos causaron un «conocido perjuicio de terzero», del que
pueden afirmar que «no habría cosa menos conforme al Espíritu
de las leyes que el dexar de reponer un despojo hecho sin Audien­
cia ni citación del agraviado», poniendo como ejemplo el hecho
de las oblaciones y ofrendas parroquiales. Santiago Escacho, pro­
curador del estamento eclesiástico y buen conocedor del proble­
ma, lo resume en estos términos: «El Synodo determino á canttidades cierttas las oblaciones que se havian de hazer o Derechos
Parroquiales que se havian de pagar por los entierros de los Feli­
greses á cada Parroco con tantta moderación como se puede espe­
rar de una Asamblea, en que ya el celo y virtud del Prelado, ya
la religiosa moderazion del clero, asistentte, y ia la presencia del
Vuestro Fiscal, y Procurador General del Principado remobian
todas las especies de Codicia y de intteres injusto, y lo regulaban
todo por los principios de la mas sana disciplina, teniendo presentte que de todos los frutos de la tierra casi ninguno paga Diez­
mo, sino es el/ trigo y el maiz, siendo assi que son muchos de los
que hay cosecha conocida y abundantte; pero el Consejo lleno de
celo por el rigor de la Disciplina primitiva, corrigio también en
estte Artticulo los Decrettos del Synodo, haciendo necesarias las
117
y explicar estas Constituciones... E igualmente mandamos, que en cada una
de las Yglesias Parroquiales de esta Diócesis, haya un exemplar, ó libro de
estas Constituciones Signodales, y que dichos curas las tengan, estudien y
sepan con particular instrucción, y cuidado, so pena que la omission que en
ella haya será corregida como corresponda».
ACO, Caja 351, fols. s. n.
REGALISM O EN ASTU RIAS
541
oblaciones, pero dejando en el arvitrio de cada uno la calidad y
canttidad de lo que ha de ofrecer. Como la devocion, y celo del
Pueblo por sus Pasttores no es tan fervientte, ni esttá tan en su
puntto como en otro tiempo, los Feligreses lejos de honrar la ge­
nerosidad con que el Consejo ha querido trattarlos, y empeñarse
en asegurar a sus Párrocos la congrua sustentazion, han converttido en irrisión y escandalo este acuerdo del Consejo, ofreciendo
una nuez, un huebo, una avellana, etc., y los Párrocos por la mo­
deración que conviene a su estado, y por el respetto que deven al
Consejo, han sufrido su ignominia con resignazion.
El Consejo tiene presente que aunque las oblaciones fueron en
el principio absoluttamente volunttarias, el tiempo, las vicisitu­
des, y postteriores succesos han dado a las cosas ottro aspectto:
no parece justto que si las urgencias del estado han derogado el
rigor de la primitiva disciplina haiamos de ser luego rigorosos con
los únicos Derechos que se han reservado al Clero, y si ha de haver un absoluto rigor sera menestter debolverle los Diezmos enagenados, abolir los los privilegios de no pagarlos y desttruir una
multitud de establecimienttos que se manttienen a costta del Pattrimonio de la Iglesia118... estando en el Synodo tasados con designazion de cantidades los Derechos Parroquiales, y oferttas por
los entierros, y estando este mismo Aranzel insertto en las Cons­
tituciones impresas119, lo qual significa una aprobación, resulta
118
119
La representación concluye con estas palabras: «En fin, Señor, estas son ra­
zones relativas a la Justicia original del Acuerdo del Consejo para sostener­
le o no en un juicio ordinario, oy solo se tratta de que el por si en la forma
que estta conzevido, y publicado no causa estado legal, por que causa un ver­
dadero despojo: y si el Synodo no ha podido hacer executivos sus decretos
contra los Feligreses sin la aprobación del Consejo, el Consejo tampoco habra querido// despojar al Cavildo y Párrocos de los Derechos authorizados
por la costumbre sin oirles; prescindiendo de que...».
ACO, Caja 311, fol. 169r: en el libro 3?, título 7?, De testam entis (en el ms.
se pasa del título 7?, const. 26, al título 9?), De parrochiis, const. 56, sin solu­
ción de continuidad, mientras que en el impreso de 1786 el título De testa ­
m entis comprende el equivalente al ms. const. 26-const. 29, y el título VIII,
De sepulturis, desde la const. 30 hasta la 55, que en el texto impreso son XXVII
constituciones numeradas. Probablemente fue un error de indicación del co­
pista de que estaba en el título De sepulturis, aunque la numeración de las
constituciones se hace siguiendo el orden sucesivo sin contar entre los diver­
sos títulos, como hace en sentido inverso el texto impreso, que numera títu­
lo por título las constituciones. Regulación minuciosa del arancel. In marg.:
Asignación, moderazion y regulación de derechos de rompimientos de sepul­
turas, etc. Prot. 35 (Idéntica a la de las Constituciones impresas en 1786, del
título VIII D e sepulturis, constit. VI, págs. 221-223). En este mismo sentido
542
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
una perplexidad inesplicable con el otro Capitulo que los deja en
absoluta livertad de pagar lo que quisieren: bien que los feligre­
ses han salido de la dificulttad aceptando la parte que les indulta
dejando lo demas a cargo de quien quiera o quien le importe disputtarlo; succediendo lo mismo con las demas ofrendas que se
acostumbraban hazer por tiempos señalados del año, respetto de
las quales mando el Synodo que se guardase la costumbre imme­
morial, que es el titulo mas respettable que se conoce; y ahora en
el impreso por acuerdo del Consejo se dejan en absolutta liver­
tad, no solo quantto a la cantidad y qualidad, sino quantto a la
substtancia...»120
Al mismo tiempo que ejecutaba las órdenes políticas recibidas
desde Madrid, don Agustín González Pisador reclamó la copia
auténtica y completa del ejemplar manuscrito de las constitucio-
120
en el ms. const. 36 (fol. 170v) aparece «No se adeuden derechos algunos de
funeral a los menores de 7 años. Prot. (Y en la ed. impresa de 1786 es literal­
mente la núm. VII del título De sepulturis literalmente idéntica). En el ms.
la núm. 42 (En el impreso de 1786, págs. 227-228, del tít. VIII De sepulturis,
const. XIII) se añade un párrafo a esta constitución sin solución de continui­
dad (fols. 181v y ss.); 55. «Prevención para el arancel. Por lo que queda dicho
a la 42» (En el impreso de 1786 es la núm. X XV I, págs. 236-252), con un aran­
cel común y otro especial para el arcedianato de Benavente y los tres arciprestazgos de que se compone, que son el de Valencia de D. Juan, el de la
Vega del Toral y el de dicha villa, «por la mucha variedad que hay en orden
a dichos derechos entre ellas, y las demas déla Diócesis»; fols. 183r-185r: «Abo­
lición de algunas costumbres en punto de derechos funerales, y quienes se
devan entender pobres para no adeudar derecho alguno» (idéntico en el im­
preso, págs. 238-240). En orden a las cantidades de los derechos funerales,
la introducción es la misma, pero se incorporan algunas partidas en el im­
preso que no están en el ms. como parte de estas constituciones, por ejem­
plo, el funeral menor, día del entierro (ms. fols. 185v-186r), entre la asocia­
ción y los tres responsos, se incluye: «Por la asociación desde la Iglesia Pa­
rroquial a la casa mortuoria, siendo la distancia como de trescientas varas
comunes poco mas o menos con capa sola ocho reales. Con Capa y ternos diez
reales. Por un quarto de legua con sobrepelliz y estola ocho rreales. Por me­
dia legua con sobrepelliz y estola doce reales. Por tres quartos de legua con
sobrepelliz y estola diez y seis reales. Poruña legua con sobrepelliz y estola
veinte reales. Y a esta proporcion la distancia de mas de una legua, de modo
que nunca se pueda exceder de los derechos de quarenta reales que se tasan
en la Constitución XIII. Libro II, Titulo VIII De sepulturis».
«Es, pues, el presentte un estado de verdadera turbazion, y de despojo en los
Capíttulos de que se ha hecho expresión, y en los demas que no se confor­
man con el verdadero original; y siendo el anttecedentte un esttado de tran­
quilidad, y de posesion pacifica con el apoyo de una costtumbre prolongada
mas anttigua que la memoria de los hombres corresponde de Justicia, que
el Consejo se sirva diferir al artículo de reposición y restitución». ACO, Ibidem, fols. s. n.
REGALISM O EN ASTU RIAS
543
nes que había remitido al Consejo para su revisión, ya que el pre­
lado tuvo que enviar los originales al Consejo y no retuvo copia
alguna, ni auténtica ni simple, a tenor de la petición dirigida a
dicho órgano del Estado, manifestando que es notoria y relevan­
te la alteración hecha por el Consejo de Castilla en su tarea, pre­
via a la confirmación regia, de revisar las constituciones: «Don
Pedro Escolano de Arrieta del Consejo de Su Magestad, su secre­
tario, escrivano de Camara mas antiguo de Goviemo del Consejo =
Certifico que ante los Señores de él se presentó la Petición si­
guiente = In marg.: Petizion. = M. P. S.: Domingo González Espi­
nosa. en nombre del Rverendo obispo de Oviedo, antte V. A. co­
mo mejor proceda Digo. Que a consecuencia de Reales Ordenes
comunicadas a mi partte combocó, y formó Synodo para el mejor
regimen, y bien estar de su Diócesis, en el año pasado de mil settezientos sesenta y nueve, el que, según se le havia prevenido remittio al consexo, quien haviendole visto acordo modificar y re­
formar algunas constituciones, al mismo tiempo que rebocó ente­
ramente otras mandando s e // observase todo lo contrario de lo
dispuesto en las Synodales; cuyos acuerdos se estendieron al mar­
gen, o a continuación del original manuscrito, dirigido por el Re­
verendo Obispo: Y haviendole pasado a la aprovacion de S. M.
con los acuerdos del Consejo inserttos en la misma lettra de las
Constituciones, de manera que ni se conocía quales eran los decrettos Sinodales del obispo (aunque todos parecían por el dispues­
tos) ni quales las determinaciones de V. A.121: Su Magestad se dig­
nó aprovar el Sínodo en la forma que se le presenttó, y del mismo
modo se imprimió con la correspondiente lizencia del Consejo:
Pero mediante a que quando mi partte le remitió, no se quedó
con copia de lo dispuesto en Oviedo, al ver hoy que el Sínodo que
se le embió, e imprimió tiene diferenttes Constituziones opues­
tas a las acordadas con su Clero (sin embargo de expresar la Real
Cédula de aprovacion que el Sínodo remitido por el Obispo es del
tenor siguiente) juzga nezesario para el mejor govierno en lo su­
cesivo, saver qual es la lettra del Sínodo dispuesto por él, y qua­
les las detterminaciones; mediante lo qual a V. A. Suplico, que
en attencion/ a todo lo expuesto, se sirva mandar que por el pre­
sente Secretario Escrivano de Camara y de Govierno, se de al Re­
verendo Obispo mi parte, Copia certificada del Synodo formado
en Oviedo, aunque sea para evitar toda sospecha, con inserción
de los respectivos acuerdos del Consejo al margen, o a continua121
Vid. Apéndice VI.
544
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
cion de las Constituciones, pero con total distinción, en lo qual
recivirá merced, etc. = Domingo González Espinosa = Y vista es­
ta petticion por los señores del Consejo con los anttecedentes del
asunto, y lo expuesto por el Señor Fiscal, por autto que probeyeron en dos de Octubre proximo pasado, mandaron se diese al Re­
verendo ovispo de Oviedo una copia certificada del Synodo que
firmó en el año de mil settecienttos sesentta y nueve»122.
El día 5 de julio de 1788 don Agustín González Pisador, a tra­
vés de una larga misiva dirigida al Consejo de Castilla, reclamó
contra la modificación de algunas constituciones, ya que su tenor
era contrario a los acuerdos tomados con toda regularidad en 1769,
mostrando palmariamente su coincidencia en el punto de vista ma­
nifestado por el clero asturiano: «El obispo de Oviedo, lleno de
respeto summision y confianza rendidamente expone a V. M. que
las quejas de los vecinos de Ardesaldo sobre Derechos funerales
motivaron un Real Decreto por el que se vio precisado a celebrar
Synodo Diocesano en el año de mil setecientos sesenta y nueve,
con asistencia de vuestro Fiscal de la Real Audiencia de aquella
Ciudad, y del Procurador general del Principado de Asturias se­
gún prevenía la Real Resolución de V. M. Se formalizó el Syno­
do. Y haviendose remitido al supremo Consejo se detubo hasta
el año de mil setecientos ochenta y quatro, en que recaio la apro­
bación de V. M. y se conzedio la licencia de imprimirle.
Observó el Obispo una notable diferencia entre el Synodo que
se le debolvía para publicar, y el que havia remitido original pa­
ra la inspección del Consejo. Halló que algunos de sus Decretos/
estaban reformados, y otros enteramente contrarios a los acorda­
dos en las Sesiones Synodales. Advirtió que estas mismas inno­
vaciones y adicciones venían insertas en la letra del textto pare­
ciendo constituciones dictadas en el Synodo las que eran de el to­
do opuestas a las determinaciones de el. Reparó que de la
alteración dimanava una contrariedad entre las mismas consti­
tuciones que hacía imposible su execucion y practica. Finalmen­
te al ver que el Estado Ecclesiastico sin ser oido fue despojado de
muchos Derechos indispensables para la congrua sustentación de
algunos Párrocos123; conoció el Obispo que la mutación y diver122
123
ACO, Caja 311, cit., fol. Ir.
ACO, Ibidem, fol. 86v: Título II. De constitutionibus. In marg.: Se establece
la congrua sinodal de curas beneficiados y simples sacerdotes. Prot. 19 (en
el sínodo impreso en 1786 la const. X IX del tít. III, págs. 114-115, reproduce
literalmente esta disposición, con el añadido: «Entendiendo todo sin perjui­
cio de lo prevenido en la Acordada circular de la Real Camara de doce de
Junio de mil setecientos sesenta y nueve»).
REGALISM O EN ASTU RIAS
545
sidad de Decretos forzosamente occsionaría diferencias entre sus
Diocessanos. Quiso detener la ediccion de la obra porque presen­
tía los perjuicios; pero el Consejo de V. M. le estrecho para que
quanto antes se concluiese, y saliese a la luz publica. No pudo escusarse a las Superiores insinuaciones. Y haviendo mandado pu­
blicar el synodo immediatamente principiaron a resaltar, no so­
lo los inconvenientes previstos, sino otros muchos que se havian
ocultado a su conocimiento.
El Cavildo de su Santa Yglesia y el Comisionado del Clero de
su Diócesis se opusieron a la promulgación de las Constituciones
Synodales, especialmente de las alteradas e innovadas. Mas el
obispo no pudo acceder a sus deseos, porque las resoluciones de
la Superioridad no le dejaban en livertad para adoptar la suspen­
sión. Recurrieron despues al Consejo pidiendo justamente la res­
titución de sus despojos. Pero sin ser restituidos (como parecía//
regular) se han tomado unas providencias que eternizaran el asun­
to con notable detrimento temporal y espiritual del Estado Ecclesiastico y de todos sus Diocesanos. En efectto, Señor, los Eclesiás­
ticos se miran agraviados notablemente en sus Derechos... ni aun
lo expreso en el Synodo se practtica sino en quanto es gravoso a
los Eclesiásticos. Los Legos resisten toda novedad. No quieren ad­
mitir reforma en sus costumbres ó corruptelas; faltan facultades
expeditas para estrecharlos, y la Real Audiencia de Oviedo los am­
para en quanto intentan. De modo, Señor, que tratándose asunto
entre Eclesiástico y Secular solo esta ultima qualidad parece que
dá a la solicitud tomada la Justicia que necesita, y se le mira con
una extraordinaria propensión, como si los eclesiásticos no fueremos miembros de la República, Vasallos de V. M. y como si nues­
tros oficios fuesen inútiles para el buen orden de el Estado.
Ello es, Señor, que es mui fuerte el daño que padece el clero.
Aquella armoniosa paz que es el fundamento de qualesquiera ade­
lantamientos, se halla ia interrumpida entre/ los Párrocos, y Fe­
ligreses, sin que temperamento alguno sea suficiente a evitar es­
ta desgracia. Ni es fácil hallar otro, sino el que V. M. por un efect­
to de su Real innata piedad se digne mandar que se suspenda la
obligación de todas las constituciones reformadas por el Conse­
jo, y que dejando las cosas en el ser, y estado que estavan antes
de la publicazion del nuevo Synodo, por lo respectivo a los Decrettos variados, se oiga al Clero sobre las innovaciones introdu­
cidas, y que enttre tanto se esté a las declaraciones del obispo en
qualesquiera dudas ocurrentes. El amor a la publica tranquilidad,
y las obligaciones del Ministerio Pasttoral le impelen a suplicar
546
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
esta providencia que juzga indispensable. A no ser assi tampoco
dirigiría esta solicitud al Trono, y ciegamente executtaria los Rea­
les Decretos (como lo hizo en los principios) si estos fueran practi­
cables. V. M. y sus Augustos predecesores repetidas veces han or­
denado que se representen aquellos perxuicios que poco a poco se
van advirtiendo en la observancia de las Leyes. Fundado pues en
tan justas providencias se alienta sin rezelo y con el mas profun­
do respetto a exponer todo lo dicho a V. M. quedando en la firme
confianza que recaera una Real Resolución con que quedaran cor­
tadas todas las diferencias propuestas. Asi lo espera el obispo de
la venignidad de V. M. cuia catholica Real Persona conserve el To­
do Poderoso para bien de la Monarquía/ / Benavente y Julio cinco
de mil setecientos ochenta y ocho. Agustín obispo de Oviedo»124.
124 ACO, Ibidem, fol. s. n.r: «Yllmo. Sr. Presidente y Cavildo de mi Santa Yglesia de Oviedo: Yllmo. Señor: Muy Señor mió: En carta de 7 del corriente se
sirve V. S. Y. pedirme un trasunto de la representazion que, con fecha de 5
de julio del presente año, dirigí al Rey Nuestro Señor exponiendo los perjuizios que ocasionaba en mi obispado la observanzia de algunas constituziones impresas en el Synodo Diocesano nuevamente publicado, contrarias a
las acordadas en las Sesiones Synodales, y dictadas o añadidas por el Su­
premo Consejo de Castilla. Sin perdida de tiempo mandé a mi Secretario sa­
car la adjunta copia autentica que incluyo, quedando con el mas vivo deseo
de que aproveche para los fines que se ha propuesto V. S. Y. a cuyas ordenes
me repito y ruego a Dios conserve a V. S. Y. muchos años. Benavente No­
viembre 15 de 1788. Illmo. Señor B. Las manos de V. S. su mas atento seguro
servidor, Agustín obispo de Oviedo». Dos fols. s. n.r-v: «El doctor D. Miguel
Bernardo Meana, Abogado de los Reales Consejos, Secretario de Camara del
Illmo. Sr. D. Agustín González Pisador, obispo de Oviedo... Certifico: que
entre barios papeles y expedientes relativos a la publicazion y execuzion del
Synodo formado para govierno de esta Diócesis en el año pasado de mil se­
tecientos sesenta y nueve, que por ahora obran en esta secretaria de mi cargo,
se halla la copia authentica de una representación dirigida por S. S. Illma.
el obispo, mi Señor, a su Real Magestad (que Dios guarde) cuio tenor es a
la letra como se sigue: Representación. Señor:... = Concuerda con la repre­
sentación original dirigida al Rey Nuestro Señor (que Dios gurde), y remiti­
da con cartta de S. S. Illma. el obispo, mi señor, de igual fecha al Señor Don
Manuel Carro, Dean de la Santta Yglesia de Oviedo, y residente en la Villa
y Corte de Madrid para que la presente y entregue quando lo juzgue oportu­
no: Y para que conste lo certtifico, y firmo: En Benavente y Julio cinco de
mil settecientos ochenta y ocho años = Doctor D. Miguel Bernardo Meana =
Secretario. Asi resulta déla copia authentica de la representación de que va
hecho mérito a la que me refiero: Y para que conste, a solicitud de el Illmo.
Sr. Dean y Cavido de la Santa Yglesia de Oviedo, y de mandato de S. S. I.
el Obispo, mi Señor doy la presentte que sello con el maior de la Dignidad
Episcopal, y firmo en Benavente y Noviembre quince de mil Settecientos
ochenta y ocho años = Doctor Dn. Miguel Bernardo Meana Secretario. Ru­
bricado».
REGALISM O EN A STU RIAS
547
El prelado ovetense remitió otro ejemplar de las Constitucio­
nes sinodales al órgano político del Principado, quien en la Dipu­
tación de 28 de febrero de 1787125 ordena guardar el ejemplar im­
preso en su archivo, al mismo tiempo que toma noticia de que el
cabildo de la catedral de Oviedo ha hecho recurso ante el Consejo
Real, contradiciendo su contenido. La Diputación del Principado
adopta una postura diametralmente opuesta a la formulada por
los representantes del clero y del cabildo catedralicio al pronun­
ciarse unánimente sobre el sínodo de 1769 en ayuda del manteni­
miento de lo acordado por el Consejo, y encargando a su comisio­
nado en la Corte, don Francisco Torrejón126, para que pidiera «a
nombre de la Provincia la continuación de dicho Synodo en la for­
ma establecida»127.
Los representantes políticos de la comunidad autónoma astu­
riana y del poder real consideraban que algunas de las normas que
obtuvieron el respaldo de los padres sinodales lesionaban o la nor­
mativa tradicional o las legítimas atribuciones de la Corona de
España o la costumbre practicada inveteradamente en el ámbito
eclesiástico, protestando su contenido, y estas contracciones re­
trasaron la necesaria confirmación regia durante casi dos decenios.
El punto principal de disputa no era la discusión sobre los jueces
sinodales128, ni siquiera el relativo a la prohibición de los merca­
125 AAPrincipado, libro 115. Diputaciones que siguieron desde el año de 1784 has­
ta el de 1787, y que concluye con la Junta General de ese año, fol. 53r. In marg.:
Signodo. Era regente D. Juan Gabriel Tenreiro Montenegro, y actúa en la
gestión del interés público como sustituto del procurador general, D. Nico­
lás de Rivera.
126 Su nombramiento por la Junta General como agente del Principado en Ma­
drid se debió al aval y recomendación que hizo de su persona el asturiano
don Pedro Rodríguez Campomanes.
127 AAPrincipado, libro 116. Diputaciones de 1787 a 1790 y Junta general de es­
te año de 1790, en las sesiones de 9 de agosto de 1788 y en la inmediata poste­
rior, celebrada el 1 de septiembre, fol. 31r. In marg.: Sobre el Synodo; fol. 35r.
In marg.: Sobre el poder en razón del Synodo. Acuerdo sobre lo mismo.
128 Don Bernardo de Estrada, abogado de Oviedo y diputado de esta ciudad, lo
menciona específicamente en la Junta general de 1775: «no enquentro duda
de la dificultad de la aprovazion de el Sínodo que hallo y dice el señor Cañe­
do [comisionado en Corte]. Pero también es cierto que si en algún particular
se necesita pronto remedio, y solicita en el Consejo, regularmente se despa­
cha sin retardazion: tal es el que haya Jueces signodales, que no sean capitu­
lares desta Santa Yglesia, porque siéndolo todos los nombrados en el Síno­
do, y ante quienes de necesidad se an de seguir en segunda instancia los plei­
tos eclesiásticos según Reales Ordenes y arreglo con la Corte Romana aunque
sean sobre medias annatas, modo de cobrarlas y de dezmar, en que es princi­
palmente interesada esta Santa Yglesia, y su mesa capitular, se sigue a las
548
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
dos, tan extensamente analizado, sino que venía referido a las
ofrendas de los fieles y derechos parroquiales, por las graves re­
percusiones que tenían en el clero de la diócesis129, a efectos de
la congrua de sustentación de los respectivos beneficios, de una
parte, o a la penosa carga impuesta por esta vía a los depaupera­
dos naturales, de la otra, a lo que se añadieron otros asuntos, co­
mo la pretensión de los procuradores de la Audiencia Eclesástica
ovetense, contrarios a que se le suprimiera la expedición en ex­
clusiva de los despachos130.
partes el agravio de litigar ante jueces que tienen Ínteres en la causa berificandose este respeto, y el de partes, yncompatible con todas razones. Para
el remedio puede acordar la Junta que el Procurador General del Principa­
do acuda al Consejo representando este particular a fin de que se nombren
algunos otros jueces sinodales, que lo pueden ser los Ecclesiasticos que son
chathedraticos de el Derecho de la Universidad de esta Ciudad o qualesquiera
otros que se proporcionen, pues aunque tengo entendido que esta Santa Yglesia, conociendo el reparo, acudió al Consejo solicitando la aprovacion y fa­
cultades de dichos signodales, para conocer de los referidos juicios, el fun­
damento que alegan, si es el de que no ay otros, que lo puedan ser, como asi
corrio la especie, puede contemplarse suficiente para conseguirlo, en que re­
cibirán agrabio los naturales del Principado que tengan y se les ofrezcan es­
tos pleitos y muchos mas en salir fuera a letigar, ante signodales de otro Ovispado, como esta sucediendo a diferentes por precaver este daño». AAPrincipado, Libro 111, fol. 22v. Junta general de 31-VII-1775.
129 El cabildo catedralicio ovetense dirigió, a 16 de julio de 1789, por medio de
su chantre-secretario, don Jacinto Díaz Miranda, una carta-circular solici­
tando, de todos y cada uno de los responsables de cura de almas en el Princi­
pado de Asturias, una información sobre estas cuestiones, contestando con
precisión a un cuestionario impreso que se le adjuntaba. ACO, Caja 247, fols.
s. n. Vid. Apéndice VII.
130 AHN de Madrid, Sección consejos, legajo 1.140, exp. 24. Eran veinte los pro­
curadores que ejercían su oficio en las dos Audiencias de Oviedo: doce en
la del regente y ocho en la eclesiástica, y todos ellos eran nombrados con in­
tervención de la Junta General, por lo que no dudan en acudir a la máxima
representación política del Principado para la protección de lo que conside­
raban despojo de sus derechos. Vid. AAPrincipado, Lib. 115, fols. 149r-150r:
Memorial de los procuradores: «Los Procuradores de numero de el Tribunal
Eclesiástico de esta Ciudad, y Obispado, que avajo firman, a V. S. con el devido respeto exponen. Que con ocasion de haverse publicado el Synodo Dio­
cesano en el presente año, se les despojó de la facultad de extender los Des­
pachos, que solicitavan, y sacaban de dicha Audiencia, y a sus Oficios de las
utilidades que les rendían, dejándolos yndotados, y disminuhidos en mas de
la terzera parte de su valor, sin poder vivir con semexante novedad en lo subcesivo ellos, ni sus respectivas Familias. Que por conservar dicha facultad,
y mantener los ynsinuados oficios sobre el pie, aunque decadente en que se
hallaban al tiempo de la publicazion, han sufrido los suplicantes crecidos gas­
tos en las Gestiones Judiciales que han tenido a bien hacer, asi en la Ynsinuada Audiencia Eclesiástica como en la Real de este Principado, para re-
REGALISM O EN A STU R IA S
549
Se entabló un pleito en el Consejo Real de Castilla, al que acu­
dieron las distintas partes implicadas: los procuradores de la
Audiencia Eclesiástica, quienes trataron de hacer valer la situa­
ción existente antes de 1769; los eclesiásticos asturianos así como
el cabildo catedralicio, a través de sus procuradores Santiago Es­
cacho y Miguel Bernal Morán, a causa de la incidencia de las nue­
vas normas en los ingresos generados por el servicio de sus res­
pectivos beneficios y la contraposición de aquéllas con los decretos
aprobados en el sínodo; los representantes políticos del Principa­
do, en defensa de los naturales y tradición inmemorial, reclaman­
do la inm utabilidad de las constituciones publicadas, sin olvidar
al prelado asturiano que, sumiso a las disposiciones de los pode­
res políticos, tam bién elevó una representación sobre este conflic­
to, asumiendo en parte la reclamación de los eclesiásticos y, por
ello, parcialmente contraria al contenido normativo publicado.
El 13 de marzo de 1788 hubo un primer decreto del Consejo de
C astilla, disponiendo que se observara fiel e íntegramente las
constituciones sinodales publicadas mientras no recayera senten­
vatir la fuerza. Ynterin no se les reintegrase, y últimamente en el Supremo
C on sejo/ de Castilla, donde pende el expediente y se les está oyendo, y es
parte el Lizenciado Don Ygnacio Noriega, actual Notario m ayor, pues acu­
dió al m ism o Consejo con una representación oponiendo al Yntento, y pre­
tensión de los Exponentes. V. S. a quien corresponde nombrar com o ha nom ­
brado siem pre en todas las vacantes Personas que sirvan estas Procuracio­
nes, com o las Doce de el Tribunal Real, no puede mirar con Yndiferencia las
novedades que ocasiona la publicazion de dicho Synodo en privar a los E x­
ponentes de dicha Extensión de Despachos, que de Ym m em orial han exercido ellos, y sus antecesores, con notoria Yntegridad, y utilidad de los L iti­
gantes, asi por la equidad de los derechos, como por el mas pronto Expediente
que experimentaban. Los Exponentes juzgan, que qualquier m edio que se
tom e no reintegrándoles en todas las facultades de su oficio, y posesion, en
que han estado, ha de ser contrario a la causa publica de el Principado, o a
la provision de dichos oficios, lo que tienen por bastante para que V. S. se
sirva tom ar esta Causa por suya, y vajo de su protección acordando en el par­
ticular lo que fuere d e / / su agrado, y librando a los Exponentes alguna can­
tidad para subbenir a tan crecidos gastos, com o con este m otivo se les han
ocasionado, y ocasionan, en cuyo caso darán parte a la Diputazion subcesivam ente de los progresos, y termino que tenga dicho Expediente, com o de
qualquiera otra novedad que ocurra para la Ynteligencia de V. S. com o asi
lo suplican y esperan de su Justificazion y celo de la causa publica.—Firman
y rubrican: R odrigo Garcia Busto.—Diego A ntonio Mendez.—Diego Antonio
A lvarez V aldes.—A ntonio de L uxigo.—Juan A ntonio Alvarez. In marg.: A
la Diputación. A l Memorial de los Procuradores del Tribunal Eclesiástico
sovre el Synodo, se acordo pasase a la Diputación, para que con prolijQ y ma­
duro examen resuelva lo com veniente» (Ibidem, fol. 158r Junta general de
4 de septiem bre de 1787).
550
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
cia en el pleito interpuesto131, lo que no fue obedecido en bastan­
tes casos132. El litigio principal concluyó con la real provisión del
Consejo de 5 de enero de 1792 «para que la Real Audiencia no per­
m itiera que por tribunal ni Justicia alguna de este Principado se
contravenga a lo dispuesto en el Synodo impreso y publicado, con
la declaración hecha acerca del titulo octavo de sepulturis»133; de
la sentencia definitiva el procurador general sacó ejecutoria que
presentó en las diputaciones de 1 de mayo y 22 de septiembre del
m ism o año134, y exhibida en la Réal Audiencia de Asturias se cir­
culó en extracto por todo el Principado, para conocimiento de to­
das las justicias ordinarias, puesto que, por razón de su materia,
había sido, durante el período que duró el litigio, uno de los ne­
gocios resueltos de m ayor importancia y trascendencia.
La divulgación de su contenido tenía por objeto, según don N i­
colás de Rivera, sustituto del procurador general, en la proposi­
ción séptim a que presentó a la Junta General de 22 de agosto de
131
Cf. A A P rincipado, Lib. 34, fol. 126: El marqués de Ferrera y el A yuntam ien­
to y vecinos de Luarca recurren al Consejo de Castilla por la falta de aplica­
ción de lo dispuesto sobre derechos funerarios, referidos en el título VIII,
De sepulturis, y dicho órgano político desde M adrid, el 3 de noviem bre de
1791, recuerda al regente de la Audiencia de Asturias que no permita que
ningún tribunal o justicia alguna introduzca alguna innovación, pues este
asunto d io origen a la intervención del Consejo Real a causa de la reclam a­
ción hecha p or los vecinos del concejo de Valdés, y sobre ello habían hecho
la misma petición: el 20 de febrero de 1790, el procurador general del Princi­
pado; don Nicolás Meléndez, vecino de San Pedro de Lotorrada, concejo de
P ravia, el 28 de enero de 1790, y varios vecinos de la parroquia de Santiago
de Villapedre, concejo de Navia, en el mem orial de 6 de agosto de 1791.
132 A sí lo indica el o ficio de don Carlos de Simón Pontero, regente de la A udien­
cia de Asturias, dirigido al juez noble y fechado en O viedo a 21 de octubre
de 1791: «Siendo intolerable el desorden que p or dias se aumenta de la con ti­
nua vagancia, en que a pretexto de mercados, ferias, las llamadas abusiva­
mente romerías, y otras semejantes distracciones, viv e el com ún de las gen­
tes de am bos sexos con notable estrago de las costumbres, abandonada la
crianza y educación de sus hijos, y con profanación'de los Tem plos, adonde
apenas se concurre, sino para oir Misa los dias de precepto, y entre otras irre­
verencias, se ven las mugeres descuvierta la cabeza, y llebando los animales
v iv os contra lo mandado en las Sinodales de este Obispado, y además resul­
tan otros graves inconvenientes morales, y políticos que conviene atajar...»
(ACO, Caja 280, fol. s. n. impreso).
133 Cf. A A P rincipado, Lib. de actas de las diputaciones desde 1790 hasta 1793
y Junta general de este año 1793. Sign. 117, fol. 60r.
134 A A P rin cipado, L ibro de actas de las diputaciones desde 1790 hasta 1793 y la
junta general de este año, sign. 117, fols. 60r y 79v. El sustituto del procura­
dor general, D. Nicolás de Rivera, presentó en la diputación de 9 de diciem ­
bre de 1791 una copia simple de lo resuelto por el C onsejo sobre el sínodo
(Ibidem , fol. 39r).
REGALISM O EN A STU R IA S
551
1793, «que los Curas Párrocos no abusasen de la exacción de dere­
chos funerales, contraviniendo a las declaraciones del Sínodo, co­
mo se esperimentava en varias partes con imponderable daño de
los Pueblos... Desearía, añade, que encargase la Junta a los dipu­
tados subcesivos, que procurasen cada uno en su Partido obser­
var cuidadosamente la contravención, pues tiene entendido que
aun hay algunos curas sovre todo en donde es m ayor la rustiquez
e ignorancia de los parroquianos que con ardides y socaliñas tra­
tan de iludirla decisión», haciendo acuerdo de pasar oficio al obis­
po de O viedo «pidiendo la insinuación combeniente a los Párro­
cos para evitar las infracciones de que se tiene noticia, y que cada
Cavallero Diputado cele, y no pierda de vista este asunto en los
pueblos de su partido», nombrándose por diputado en este asun­
to a don Fernando Valdés, representante de la ciudad de Oviedo,
y a don Francisco de Paula Jovellanos, diputado por el partido
de V illa v icio sa 135.
De este modo se resolvió un asunto que sólo en algunos aspec­
tos era de m ixta jurisdicción136; la obligación impuesta al obispo
de O viedo de convocar en un plazo determinado la reunión eclesial, tener que aceptar la presencia de los representantes p olíti­
cos y del poder real en las sesiones sinodales y la fijación de m a­
terias objeto de debate con sus delimitaciones ponen de relieve
que el rey se arrogó unas competencias que no le correspondían
por el derecho de patronato; aprobados los decretos sinodales por
los asistentes, y viendo la falta de concordancia entre los intere­
ses m anifestados por las autoridades eclesiásticas y los puestos
de relieve por los ciudadanos y sus representantes políticos, el rey
Carlos III dispuso que se mantuviera la costumbre inmemorial en
m ateria de mercados, aunque éstos recayeran en domingo y día
festiv o 137, como lo solicitó el regimiento de Mieres del Camino,
135 A A P rincipado, Ibidem , fol. 119v.
136 V id., p or todos, F a g n a n u s , P., In secundum librum Decretalium..., cit., pá­
gina 97, núm. 73.
137 A pesar de la existencia en Oviedo durante el siglo X VIII del doble mercado,
uno el jueves y otro el domingo, el asturiano Canella (op. cit., pág. 314) reco­
noce que «continuó este servicio en condiciones gravosas y desatendido por
no estar explícitas y terminantes las ordenanzas», y buena prueba de ello
son los Autos de Buen Gobierno y Policía de la M. N. y M. L. Ciudad de Ovie­
do, capital del Principado de Asturias, aprobados por el S. D. Carlos de Si­
món Pontero, del Consejo de S. M., regente de la Real Audiencia de esta ciu­
dad y governador de este Principado, impresos en O viedo el año 1791 por
Francisco Díaz Pedregal, donde se recuerdan minuciosamente los sitios pú­
blicos prohibidos, para perm itir el paso de personas y carros, respecto de
aquellos otros enunciados en los capítulos X V I, X X y X X II, en los que la
552
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
con lo que incorporó su propia regla dentro del sínodo, excedién­
dose palm ariamente de sus atribuciones; reducir el gravamen que
los naturales abonaban por los oficios religiosos, dejando las
ofrendas tradicionalmente acostumbradas como voluntarias, im ­
plican una tarea regia de mediación y concordia entre las partes,
pues acogía parcialmente las peticiones de los clérigos y del pre­
lado asturiano; finalmente, se produjo una plena coincidencia, con
posterioridad a la asamblea diocesana, entre el rey y su Consejo
de C astilla, de una parte, y el obispo, con su notario, de la otra,
en cuanto al planteamiento referente a las atribuciones de los pro­
curadores de la Audiencia eclesiástica. Todo ello sin olvidar que
se llevaron a cabo otras adiciones y rectificaciones, que dem ues­
tran cómo el rey Carlos III, con el asesoramiento de su Consejo
Real, actuó bajo el síndrome de un regalismo exacerbado y acabó
ingiriéndose plenamente en la vida interna y norm ativa eclesial
aprobada en el sínodo diocesano ovetense de 1769, añadiendo o
reform ando constituciones que los participantes en dicha asam ­
blea no habían aprobado. Este aspecto es resaltado de manera sig­
nificativa por los clérigos asturianos que impugnaron la aplica­
ción de esta norm ativa, como se refiere explícitam ente en el m e­
morial que justifica la introducción de su recurso ante el Consejo
de C astilla:
«Santiago Escacho, en nombre y en virtud de poder que
presento del Venerable Dean y Cabildo de la Santa Yglesia
Catedral de Oviedo por sí y como protecttor del Clero, en
el expedientte sobre la publicazion de las constituciones
Synodales, usando de la enttrega que se me ha hecho del
proceso, formo articulo del previo pronunciamientto con las
prottestas ordinarias, sobre que el Consejo se sirva repo­
ner, y restituir las cosas al estado que tenían anttes de la
publicazion puesto que en los términos que se ha hecho no
causa estado legal manutenible, y digno de ser amparado
por el Consejo = No hay circunstancia en la causa que no
conspire a demosttrar la justicia de esta prettension, y la
verdad legal, y física de los fundamenttos sobre que se apo­
ya. Es el caso que haviendose celebrado el Synodo en el año
venta de mercancías se repartía conform e a sus géneros, principalm ente se
ejecutaba en las plazas más relevantes en la ciudad, com o la M ayor, la de
Trascorrales, el Fontán o la de la Catedral. Aram buru ( A r a m b u r u y Z u l o a g a , F., M onografía de Asturias, Oviedo, 1899, pág. 427) puso de relieve que
las relaciones interconcejiles en el Principado a finales del siglo X IX venían
determinadas en buena parte por los mercados y ferias «que desde larga fe­
cha tienen días de la semana o épocas del año señalados y dispuestos con ve­
nientemente para el citado fin», recordando los jueves y domingos en Oviedo.
REGALISM O EN A STU R IA S
553
pasado de 769, y sacadose de sus acuerdos un cuerpo de cons­
tituciones que se remitió al Consejo para su aprobación. No
estrañaron mis parttes que este negocio estubiese suspen­
dido por muchos años; pues como los negocios de Dogma,
Disciplina exterior, Derechos temporales, etc., son de tantta
gravedad, y tienen en muchos articulos relaciones conoci­
das con la Regalía, la politica, el Orden civil, y leyes posi­
tivas del Estado requiere por su naturaleza mucho examen,
y mui juicioso reconocimientto, principalmente haviendo
concurrido a su formazion personas de conocido celo, vir­
tud, y literatura que por quantto deciden por razones mas
superiores, hazen mas dificil las censuras de sus Decisiones.
En este estado, pues, y quando mis parttes esperaban notticias del estado de este negocio, se hallaron con la novedad
inesperada de haverse impreso con/ la aprobación del Con­
sejo dichas constituciones tan alteradas en punttos sustan­
ciales que en algunos de ellos, no solo no convienen con los
Decretos originales del Synodo, sino que esttan diametralmentte opuestos tanto que en el tiempo de la suspensión
mas parece que se trató de derogar el Synodo, y formar otro
nuebo, que de confirmarlo. Esta novedad excito el celo de
mis parttes a rrecurrir como en efectto recurrieron a este
Supremo Tribunal a fin de que se suspendiese la distribu­
ción y publicazion hasta que el negocio se liquidase con su
Audiencia y cittacion. Mientras mis partes repettian estas
instanzias, succedio que el Reverendo obispo intento la pu­
blicazion solenne de dichas Constituziones alteradas; pero
se protestaron en forma en el mismo acto de la publicazion;
y haviendose representtado al Consejo con la prettension
de que se suspendiese su execucion, y opinado el Señor F is­
cal que se desestimase por entonces en attencion a estar ya
publicadas, se sirvió el Consejo mandarlo assi, y que se die­
se traslado a los interesados. En este estado ha recivido mi
partte los A uttos despues de echos, y presenttados los emplazamienttos. Por la serie de estos echos se conoce la Jus­
ticia del A rtículo que llevo formado: esta bien que el Syno­
do no se publique, ni tenga execusion hasta obtener la su­
perior aprobación del Consejo por los punttos en que contra
toda la intención, celo y verdadero amor de Prelado y de­
mas pudiera estar ofendida la regalía ó los Derechos del pu­
blico; pero tam bién lo está el que para la alterazion de sus
Decretos se oigan, y se examinen sus razones. En el estado
presente no es menester trattar de la conveniencia ni aun de
la justicia que puedan conttener las nuevas addiciones que
han alterado el Synodo, sino de la fuerza y del valor que
pueden tener no estando acordadas con el Prelado, el Cavildo, y el Clero, ó no estando estos convencidos en juicio
form al sobre la necesidad y racionalidad de dichas altera­
ciones. Toda nueba alteración,// sobre constituciones Ecclesiasticas necesariamente ha de consistir en que o conttienen
554
JU STO G A R C IA SAN CHEZ
lo que no deben, u omitten lo que debían conttener: si con­
tienen lo que no deben corresponde la supresión, si omitten
lo que debían conttener corresponde la amonestazion y re­
querimiento para que lo manden, pero absolutamente en
ningún caso corresponde en que se den decretos positivos
por el Tribunal Real y se insertten como constituciones: y
si en efecto se inserttan por necesidad también ha de resul­
tar una irregularidad, una inconsequencia, y una cosa ab­
solutamente ajena de un cuerpo de constituciones Ecclesiastic a s;...»138.
Las dificultades impuestas por la Corona hispana al sínodo de
1769, a causa del regalismo, fueron, en opinión de González
N o v a lín 139, el m otivo fundamental que explica la falta de cele­
bración, a pesar del decreto tridentino correspondiente, de nuevas
reuniones eclesiales, pues las dificultades regalistas se intensifi­
caron a finales del siglo X V III y en la primera mitad del X I X , «pre­
tendiendo los reyes no sólo controlar el desarrollo y resultado de
los sínodos, sino también llevar la iniciativa en los puntos que ha­
brían de someterse a la deliberación de los sinodales». Por esta
razón los obispos de Oviedo se abstuvieron de convocar nuevos
sínodos hasta que fueron derogadas estas medidas en 1860, cele­
brándose el primero en 1886, merced a la iniciativa del dominico
asturiano, gran reformador, fray Ramón Martínez V igil.
138
ACO , Caja 351, fols. s. n. Destaca De la Hera (El regalismo borbónico en su
proyección indiana, cit., págs. 77-78 y 83-84) algunos testim onios de juristas
que afrontan la situación política creada con el galicanismo imperante, frente
al cual, por ejem plo, Mayans recuerda que el concordato de 1753 no otorga
al rey jurisdicción eclesiástica de ningún tipo y el C olegio de A bogados de
Madrid niega al monarca el derecho a dar leyes sobre el gobierno de la Igle­
sia; salvo casos aislados, los clérigos no podían adm itir sin más, por con vic­
ción y por interés personal, la teoría del poder jurisdiccional del rey en m a­
terias eclesiásticas, imperante entre los consejeros regios, y para salvaguar­
dar la independencia de la autoridad eclesiástica en el gobierno de la Iglesia,
frente a la arbitrariedad de los gobernantes, eligen la vía de la convivencia
tolerante, poniéndose en ocasiones al lado del poder real y bajo su protección.
139
G
o nzález
pág. 159.
N o v a l í n , J. L ., s. v . s ín o d o s , e n
Gran Enciclopedia Asturiana,
c it .,
REGALISM O EN A STU R IA S
555
A P E N D IC E I
«Expediente tramitado ante el Consejo Real a instancias
de don Francisco Méndez de Vigo y consortes, com isarios
del Com ercio de la ciudad de Oviedo, sobre que los com er­
ciantes transeúntes ni pasiegas no bendan géneros sin que
tengan dom icilio fijo.
Oviedo. Año de 1785. Secretario Payo: En la Ciudad de
Obiedo a diez dias de el mes de Maio de m il settecientos
ochenta, y cinco años ante mi Escribano y testigos Don Fran­
cisco Mendez de Vigo Don Sebasttian Suarez Casadoiro Don
Bernabe Suarez del Billar, y Don Antonio López Doriga ve­
cinos, y de el comercio de estta Ciudad comisarios nom bra­
dos por el mismo comercio para los asunttos conducentes
a el digeron que por Real Orden de ocho de Nobiem bre de
el año proximo antecedente se manda por punto general que
todos los comerciantes transeúntes figen su Dom icilio, y se
abecinden en los pueblos donde quisiesen seguir su Comer­
cio para contribuir con los rreales derechos, y mas cargas
que deve sufrir todo vecino cuia Real Orden se hizo notoria
en estta Capittal, y demas Pueblos pero no obstante de lo
que en ella se prebiene, y manda, barios Forasteros comer­
ciantes residentes en estta Ciudad sin embargo de haber passado el termino de los treinta días de su publicación han pro­
seguido y prosiguen hendiendo como antes lo hacían, y ha­
ciendo su comercio en contrabencion a la insinuada Real
Orden, y la en ella inserta de veinte, y cinco de Marzo de
settecientos ochenta y tres sin que aprobechasen para con­
tenerlos las repetidas prebenciones que se les ha echo. / por
lo que les fue forzoso a dichos Don Bernabe y Don Francis­
co ocurrir antte los Señores Regente, y Oidores de la Real
Audiencia de estte Principado con relación de lo referido
pidiendo se mandase notificar al Adm inistrador y Oficial
de Libros que siempre que se presentase algún Comercian­
te transeúnte le prebiniesen no debia zelevrar benta algu­
na de generos sin contraer primero becindario, y ponerse
en tienda publica para ebittar de estte modo el que alega­
sen ignorancia y prosiguiesen hendiendo en los Mesones, y
casas de Posada como estaba sucediendo; que dicho vecin­
dario fuese berdadero, y no simulado, con tienda abiertta
en paraje publico, y que a los vecinos de estta m ism a Ciu­
dad que sacaban generos para su bentta a la plaza publica,
y calles ym m ediatas se les notificase los recogiesen a sus
casas y tiendas como conforme a el Espíritu de dichas Rea­
les Ordenes se informó al Susttittuto Fiscal de Su Magestas, despues de lo qual, y en estte esttado bolvieron dichos
Don Francisco y Don Bernabe a ocurrir a el tribunal espo­
niendo que en el Juebes diez de Marzo de estte año acaba­
ran de Cerciorarse de la Liberttad de dichos Comerciantes
556
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
transeúntes quienes falttando al respetto y beneracion de­
bida a dicha Real Orden (y que no podian ignorar m edian­
te su publicación) se habian puestto. a bender sus generos
en la plaza publica como lo hacian anttes nobstante de ha­
berles requirido se ciñesen a lo probidenciado, y acordado
por el Tribunal sobre que ofrecieren justificación pidiendo
que recibida que fuese se manden pasar a si m ism o a dicho
susttittuto Fiscal para que insttruido de tan justta queja pi­
diese lo que aliase por combeniente lo que se esttim o assi,
y en bistta de todo espuso que si los Comisarios del Comer­
cio ubiesen acudido a darle partte, como Juez Primero de
estta Ciudad de la infracción que publicamente hacen las
passiegas y Forniellos hendiendo en la plaza sus generos
contra lo detterminado por dicha Real Orden de ocho de Nobiem bre de ochenta, y cuattro como ygualm ente de la que
hacian de las Ordenanzas de policia barios vecinos em ba­
razando con bancos, y tiendas la plaza, y calles publicas hu­
biera procurado en cumplimiento de su obligación atajar
im m ediatam ente esttos escesos y castigar a los transgresores con el rigor que prebenian dicha Real Orden, y Orde­
nanzas de Policía, y en bistta de todo en veinte y siette de
habril proxim o antecedente de estte año se probeio autto
por dichos Señores Regente y oydores mandando guardar,
y cum plir la mencionada Real Orden según en ella se conttenia sin que los otorganttes pudiesen conseguir hastta haora el cum plimiento en dichos Comerciantes forastteros pa­
siegas, y forn i-/ ellos portantto en la Mejor form a que aia
Lugar en derecho dan, y otorgan todo su poder cumplido
el que se requiere y es necesario a Don Francisco de el Tejo
Acebedo agentte de negocios en la Villa, y Cortte de Madrid
para que en su nombre ocurra antte su Magesttad que Dios
guarde y Señores de el Consejo digo de su Real y supremo
consejo de Casttilla y a donde competa pidiendo se mande
notificar a dicho Adm inistrador, y oficial de Libros de es­
tta Ciudad que ha todos los Comercianttes transeunttes que
se presenttasen en ella ha hacer su Comercio les prebengan
la pribacion de zelevrar ventta alguna sin conttraer prim e­
ro, y antte todas cosas el Correspondiente vecindario, y po­
niéndose en tienda publica con las demas probidencias conducenttes ha hacer obserbar, y guardar dicha Real Orden
haciendo en el particular todas las representtaciones que le
pareciere y por bien tubiese hastta conseguir lo que ba espuestto pues para ello le dan estte dicho poder am plio, ge­
neral, sin limittacion alguna con todas sus incidencias, de­
pendencias, annesidades connesidades livre franca general
Adm inistración relevación en forma con clausula espresa
de que le pueda jurar y susttittuir las veces que le parecie­
re, y por bien tubiere rebocar los susttittuttos, y nom brar
otros de nuebo, y se obligan los otorganttes a esttar y pa­
sar por quanto en virtud de estte poder fuere/ / echo y obra­
REGALISM O EN ASTU RIAS
557
do, y para que se lo hagan cumplir le dan igualmente a las
justicias de su Magestad que a ello les compelan, y apremien
recibenlo conttra si por sentencia passada en cosa judgada
renuncian todas leyes de su favor con la general de el dere­
cho en form a asi lo otorgaron, y firmaron dichos otorganttes a quienes, yo Escribano doi fee conozco siendo testtigos Don Miguel Martinez Marina Don Thoribio Suarez y
Don Santtos Suarez Casadoiro vecinos de estta Ciudad =
Francisco Mendez de V ig o = Bernabe Suarez de el Billar =
A nttonio López D origa= Sebasttian Suarez Casadoiro =
A nte mi Pedro Anttonio de la Escosura = ...concuerda con
el poder que antte mi passo, y en mi oficio queda por registtro a que me refiero en fee de lo qual yo el dicho Pedro
A nttonio de la Escosura Escribano Real y de el numero de
estta dicha Ciudad de Obiedo lo signo, y firmo en ella dia
de su otorgamiento = En testimonio de verdad, con la cruz
y el signo: Pedro Antonio de la Escosura, rubricado.
Sobstituzion. En la Villa, y Corte de Madrid a veinte dias
de el mes de M ayo de mil setezientos ochenta y cinco años
ante mi escribano de Su Magestad y testigos Don Francis­
co de el Tejo Acevedo contenido/ en el Poder antecedente:
D ijo que usando de la clausula de substitución que contie­
ne le substituia, y substituio en Manuel González Monroy,
A ngel de Sata y Ciberia, y Santiago de Elcacho, Procura­
dores de los Reales Consejos en todos, y cada uno in solidum, a quienes relebo según lo es, obligo los vienes en di­
cho Poder obligados; otorgo substituzion en forma, y lo fir­
mó a quien yo escribano doy fee conozco: Siendo testigos
Don Pedro Antonio de la Escosura, menor, Don Josef M a­
nuel González y Don Thomas Abarca vezinos y residentes
en esta Corte = Firma y rubrica: Francisco del Texo Azevedo. A nte m i: Luis Cordovés Dominguez, rubricado.»
Representación elevada al Consejo
«Muy Poderoso Señor: Manuel González y M onroy en
nombre, y en virtud de poder especial que en debida forma
presento de don Francisco Mendez de V igo, D. Sebastian
Suarez V illar, y don Antonio López Doriga, vezinos y co­
misarios nombrados por el Comercio de la Ciudad de O vie­
do, para los asuntos que le sean interesantes, ante Vuestra
Alteza por el recurso mas correspondiente y en la forma que
mas haya lugar Digo: que haviendose advertido por mis par­
tes que los tratantes transeúntes continuaban vendiendo sus
generos en la Plaza publica de aquella Ciudad sin el menor
embarazo; en expresa contravención de la Real Orden de 8
de N oviem bre de el año proximo pasado, expedida a ins­
tancia de los Mercaderes de Cuenca, que inserta la de 25 de
Marzo del año de 83, relativa a que los comerciantes tran­
seúntes, extrangeros y naturales, y todos aquellos que tie­
558
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
nen tiendas en los portales públicos ó anden por las calles,
huertas, y campos, vendiendo generos y llevándolos a las
casas, sin domiciliarse, ni establecerse; tomasen vecindad, y
fijo domicilio, en el termino perentorio de un mes, y contribuiesen con los derechos reales y demas cargas inheren­
tes al vecindario, y no ejecutándolo assi se les tratase, como
á vagos por la mera aprensión justificada: para ocurrir al
perjuicio que se seguia al Comerzio cuyo general fomento,
y progresos se procura principalmente en la expedición de
estas Reales Ordenes representaron a la Real Audienzia su
publica infracción á efecto de que en su m ejor cum plim ien­
to m a n -/ dase se hiciesse saber al A dm inistrador y oficial
de Libros que asisten en el Registtro de dicha Ciudad, que
siempre que le presente algún Comerziante transeúnte, se
le prevenga no debe celebrar venta alguna de generos sin
que se domicilie primero y ponga tienda publica para evi­
tar por este medio alegasen ignorancia, y que continuasen
vendiendo en los Mesones, y Casas de Posada como estaba
succediendo, entendiendose el domicilio verdadero, y no si­
m ulado; y que assi mismo se hiciesse saber a los vecinos de
la Ciudad de Oviedo que sacan generos para su venta a la
Plaza y Calles immediatas los recogiessen a sus casas, y tien­
das en conformidad del espiritu de dichas Reales Ordenes:
cuya pretensión se mandó pasar en 5 de Marzo proxim o a
la vista del substituto Fiscal, con las ordenes del particu­
lar; En este estado se pidió nuevamente por mis partes se
les reciviesse información en orden a la livertad con que los
Comerciantes transeúntes vendian sus generos publicamen­
te en la Plaza, sin embargo de haverles hecho saber se arre­
glasen a lo acordado en las Real Ordenes y que evacuada
pasasse igualmente al substituto Fiscal; y haviendose probidenciado assi en el dia 11 y resultado de la informazion
que las Pasiegas, y Forniellos hacian publicamente la ven­
ta de sus generos. Con vista de todo, y de lo expuesto por
el substituto Fiscal, se determinó por la Audienzia en 27 de
A bril se guardasse, y cumpliesse la Real orden según en ella
se contiene, como mas individualmente resulta lo relacio­
nado de la certificazion dada por Don Juan Antonio Garcia
V iejo que en debida forma presento = Y respecto a que no
han podido mis partes conseguir el cum plim iento de las
mencionadas Reales Ordenes por el medio propuesto que
es el que consideran mas oportuno para su m ejor observanzia y evitar las frecuentes infracciones que de lo contrario
se experimentaran con conocido perjuicio del Comerzio de
aquella Ciudad, y desestimazion de sus Y n d iv id u o s // pues
como semejantes traficantes no pagan las Reales contribu­
ciones y suelen introducir con una m ism a Guia diferentes
generos como lo ha acreditado la experienzia particularmen­
te en las Pasiegas: acaece que siendoles menos costoso por
esta razón el principal de los generos de su trafico que a los
REGALISM O EN ASTU RIAS
559
comerziantes domiciliados, los venden en precio mas vajo,
y consiguen por esta causa su venta con preferencia a es­
tos: Ynfiriendo de aqui el Publico que no medita las circunstanzias referidas, que los comerziantes avecindados en la
Ciudad se lucran indevidamente con su comerzio, vendien­
do á precios m uy excesivos sus generos; En esta atenzion,
y aunque se remediaran estos perjuicios, encargándose al
Adm inistrador y Oficial de Libros del Registro de dicha
Ciudad, la prevención que se ha solicitado por mis partes
para mejor cumplimiento de las precitadas Reales Ordenes
no siendo regular que prevenidos los tratantes transeúntes
de no poder vender sus generos sin incurrir en la pena de
las Reales Ordenes que se les impondrá irremisiblemente
se determinen á executarlo, y quando lo hagan el castigo
que sin escusa deberán sufrir en éste caso los transgresores, servirá de exemplar para contener a los demas en lo succesibo, asegurando de este modo mis partes en su Comer­
zio el beneficio que les proporciona las expresadas Reales
Ordenes y escusandose también la m olestia de dar quejas
de sus infracciones que serán repetidas, no poniéndose en
ejecución el medio propuesto; por tanto = s u p l i c o a V . A .
que haviendo por presentado el poder expecial y Certifica­
ción referidos se sirva mandar con mérito a lo que produ­
cen, y a lo que se ha expuesto en este escrito, que para la
debida observanzia y mejor cumplimiento de las Reales or­
denes predichas se haga saber al A dm inistrador y oficial
de Libros del Registro de la Ciudad de Oviedo, prevengan
a los Comerciantes traseuntes, incluiendo en esta clase á las
Pasiegas, no celebren venta alguna de sus generos sin que
preceda tener domicilio fijo, y v e -/ / cindario, providencián­
dose assi mismo, se cele cuidadosamente que los Vecinos no
saquen los generos para su venta a la Plaza, y Calles im m e­
diatas, como opuesto al espiritu de las Reales Ordenes: li­
brando para todo el Real despacho que sea mas conducen­
te: y para ello hago el escrito mas necesario, con el de la Xusticia que pido, y juro, etc. Firman y rubrican: Licenciado
Don Ramón de Yarto y Manuel González Monroy». V isto lo
antecedente, los señores integrantes de la sala de gobierno
segunda: Torre, Acedo, Roda y Argaiz, resuelven, en M a­
drid, a dos de junio de 1785, que la parte interesada «acuda
a la Audiencia», por lo que se hizo certificación al día si­
guiente, y el procurador Monroy, que firma y rubrica, reci­
bió la «certificación y testimonio presentado con el pedimiento», en Madrid 4 de junio de 1785 (A H N . Sección con­
sejos, legajo 27.258, expediente 27, fols. lr-6r).
560
JUSTO GAR C IA SANCHEZ
APENDICE II
Real cédula de Carlos IV sobre la prohibición de traba­
jar los días festivos, salvo dispensa expresa de los párrocos.
«Real Cédula de S. M. y señores del Consejo en que a consequencia de cierta representación del Reverendo Obispo
de Plasencia, se prohíben los disciplinantes, Em palados, y
otros Espectáculos en las Procesiones de Semana Santa,
Cruz de M ayo, Rogativas y otras; los Bayles en las Iglesias,
sus A trios y Cementerios; y el trabajar en los dias de Fies­
ta en que no está dispensado poderlo hacer. Año 1777. 20 de
febrero. En Madrid. En la Imprenta de Pedro Marín.
Don Carlos...... A los del mi Consejo, Presidente y O ido­
res de mis Audiencias, y Chancillerias, Alcalde, y A lguaci­
les de mi Casa, y Corte, y a todos los Corregidores, A sisten­
tes, Gobernadores, Alcaldes Mayores, y ordinarios, y otros
qualesquiera Jueces, y Justicias de estos mis Reynos, asi de/
Realengo, como los de Señorío, Abadengo, y Ordeñes, tan­
to a los que ahora son, como a los que serán de aqui adelan­
te. Y a sabéis, que con m otivo de haver llegado a mis manos
un representación del Reverendo Obispo de Plasencia, en
razón de varios puntos Jurisdiccionales, de Regalía y otros;
enterado de su contenido, y deseando vivam ente la confor­
m idad del Gobierno con los Prelados Eclesiásticos, y que
florezca en mis Católicos Dominios, junto con la adm inis­
tración de Justicia, la vigilancia sobre las buenas costum ­
bres, y m áxim as christianas, despues de haver hecho exa­
minar por Ministros de mi satisfacción los diferentes puntos
que en ella se trataban, teniendose presente en este examen
lo dispuesto en las Leyes del Reyno por m i Real Cédula de
diez y nueve de Noviembre de mil setecientos setenta y uno,
se os m anifestó la respuesta dada al Reverendo Obispo de
Plasencia para su observancia, y cum plimiento, y lo m is­
mo encargué a los MM. RR. Arzobispos, y demás Prelados,
y Personas Eclesiásticas que en la re fe r id a // Cédula se re­
fieren, y entre los puntos comprehendidos en ella, fue el
quarto, que para evitar los pecados públicos de Legos, si los
huviese, egercitase todo el celo Pastoral, por sí, y por m e­
dio de los Párrocos, tanto en el fuero Penitencial, como por
medio de amonestaciones, y de las penas espirituales en los
casos, y con las formalidades que el Derecho tiene estable­
cidas; y no bastando éstas, se diese cuenta á las Justicias
Reales, a quienes toca su castigo en el fuero externo, y cri­
m inal, con las penas temporales prevenidas por las Leyes
del Reyno, escusandose el abuso de que los Párrocos con este
m otivo exigiesen multas, asi porque no bastan para conte­
ner, y castigar semejantes delitos, como por no corresponderles esta facultad; y que si aún hallase om ision en ellas,
diese cuenta al mi Consejo. Haviendo advertido despues el
REGALISM O EN ASTU RIAS
561
m ism o Prelado diferentes desordenes en todo su obispado,
los m anifestó al mi Consejo en representación de doce de
N oviem bre de mil setecientos setenta y seis, solicitando las
correspondientes providencias sobre/ los puntos que comprehendia, siendo entre ellos quatro reducidos: El primero
al abuso introducido en todo el Reyno, y generalmente en
aquel Obispado, de haver Penitentes de Sangre, ó D iscipli­
nantes, y Empalados en las Procesiones de Semana Santa,
en las de la Cruz de Mayo, y en algunas otras de Rogativas,
sirviendo solo en lugar de edificación, y de compunción, de
desprecio para los prudentes, de diversión, y gritería para
los Muchachos, y de asombro, confusion, y miedo para los
Niños, y Mugeres, a lo qual, y otros fines aun mas perjudi­
ciales suelen dirigirse los que las hacen, y no al buen egemplo, y á la expiación de sus pecados. En segundo punto ex­
clam a contra las Procesiones de Noche, por ser una sentina
de pecados, en que la gente joven, y toda la demás viciada
se vale de la concurrencia, y de las tinieblas para muchos
desordenes, y fines reprobados, que no pueden impedir las
Justicias aun siendo zelosas. En el punto tercero expuso la
Costumbre, o corruptela de baylar los dias de F ie s t a // de­
lante de alguna Imagen, á que se pretende dar culto en aquel
dia, ó bien dentro de la m isma Iglesia, ó en su A trio, ó Ce­
menterio, ó quando no se permite en estos sitios, sacandola
a la Plaza pública con las insignias de Cruz, Pendón, y Ca­
pa Pluvial, y haciendo alli sus bayles, que terminan en al­
guna ofrenda, ó limosna, con que se entiende no solo coho­
nestada la irreverencia, sino convertida en un acto piadoso
y de devocion. Y en el quarto manifestó el desahogo con que
se trabajaba en los dias de Fiesta, no obstante el Edicto que
el m ism o Reverendo Obispo havia publicado, pintando la
grave ofensa que se cometía, prohibiéndolo, y amenazando
á los contraventores con las armas de la Iglesia, según pre­
vienen las Leyes; la ninguna enmienda, y los clamores de
los Párrocos: Exam inada en el mi Consejo esta representa­
ción con la atención, y cuidado que requiere su im portan­
cia, y haviendo oído sobre ella al mi Fiscal, por Auto pro­
veído en cinco de este mes, entre otras cosas, se acordó ex­
pedir esta mi Cédula: P or/ la qual os mando a todos, y a
cada uno de vos en vuestros distritos, y jurisdicciones no
permitáis Disciplinantes.. . / / . . .No disimulareis trabajar en
público los días de Fiesta, en que no está dispensado poderlo
hacer oído el Santo Sacrificio de la Misa; y en el caso de que
al tiempo de la recolección de frutos, por el temporal, u otro
accidente huviere necesidad de emplearse en ella algún dia
festivo de dicha clase, pedireis la correspondiente licencia
al Párroco en nombre del Vecindario, sin que sea necesario
pedirla cada vecino; cuya concesion deberán hacer los Pá­
rrocos, haviendo justa causa, graciosamente, sin pensionar­
la con titulo de limosna, ni otro alguno, siendo una decía-
562
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
ración de haver verdadera necesidad, que dispensa el pre­
cepto. Y finalm ente, celareis con la m ayor vigilancia sobre
el cum plimiento de todo esto, procediendo contra los con­
traventores conforme á las Leyes del Reyno; á cuyas penas,
y á la mas séria/ demostración que corresponda según las
circunstancias, serán responsables las Justicias que asi no
lo hicieren; y encargo a los MM. RR. Arzobispos, Reverendos
Obispos, párrocos, y demás Personas Eclesiásticas a quie­
nes pertenezca, zelen también sobre lo m ism o en los térm i­
nos prevenidos en el numero quarto de la citada mi Real
Cédula de diez y nueve de Noviem bre de m il setecientos se­
tenta y uno, á que se arreglen exactamente... Dada en el Par­
do a veinte de febrero de m il setecientos setenta y siete»
(Madrid, 20 de enero de 1777. «Expediente formado a representaziones de los curas párrocos de las Yglesias parroquia­
les de la villa de Martos, y del Sindico Personero del común
de ella, sobre corresponder a dichos párrocos el conceder las
licencias a los feligreses para travajar los dias festivos, en
casos urgentes y no al vicario eclesiástico de la referida V i­
lla; sobre cuyo asunto también ha representado dicho V i­
cario. Relator Cortes. Secretario Salazar». Una pieza con 118
folios (A H N de Mdrid, sección consejos, legajo 653, expediente 10, fols. lr-6r).
APENDICE III
«Real provisión prohibiendo a los m ercaderes y com er­
ciantes abrir sus tiendas y lonjas los dom ingos y días festi­
vos clásicos con ningún pretexto, salvo que sean tiendas de
com estibles.
O viedo, 3 de enero de 1778: «Real Provision de los seño­
res del Supremo Consejo de Castilla, por la que se manda,
que los Mercaderes, y Comerciantes, no abran sus Tiendas,
ni Lonjas en los Domingos, y dias Festivos Clasicos con pretesto alguno, a no ser que sean comestibles, con lo demás
que contiene. A ño 1778. En Oviedo. En la oficina de Fran­
cisco Diaz Pedregal. Impresor del Principado de Asturias.
Nos el Regente, y Oydores, Alcaldes Mayores de la Real
Audiencia de el Rey N. S. que reside en esta Ciudad de O vie­
do, Principado de Asturias, etc. A Vos la Justicia ordinaria
del Concejo, Coto, o Jurisdicción de la Veguiña [ojo: este
nombre de la localidad destinataria está manuscrito] salud,
y gracia, sabed que de orden del Real Consejo se ha com u­
nicado a este Real Acuerdo, la del tenor siguiente: Entera­
do el Consejo de lo representado por el reverendo Obispo
de esa Ciudad, del intolerable abuso que ay en élla, de te­
ner los Mercaderes abiertas sus Tiendas, y Lonjas, los D o­
mingos, y demás fiestas solemnes con el pretesto de ser mer­
REGALISM O EN ASTU RIAS
563
cado, y de lo informado en el asunto por esa Real A udien­
cia: ha declarado este Supremo Tribunal, ser arreglado á
todo derecho que no esten abiertas las Lonjas de los Merca­
deres en los dias solemnes de precepto; y ha acordado que
esa Real Audiencia no permita á estos, á los Buoneros, y
otros que no tengan tienda de Comestibles, y mercadería,
vender tales días sus generos, quedando libre la benta en
todos los dias festivos, y no festiv os/ de granos, y todo lo
demas que sea comestible; cuya providencia se haga enten­
der á los Comerciantes de esa Ciudad, para su obserbancia:
A sim ism o ha acordado el Consejo, que por aora haga cesar
esa Real Audiencia el Mercado que se celebra cada D om in­
go subsistiendo el del Jueves de cada semana, no siendo dia
de precepto, y siéndolo se traslade al antecedente, ó subsi­
guiente dia de labor todo lo qual participo a V . S. de orden
del Consejo para que haciéndolo presente en el Acuerdo de
esa Audiencia se tenga entendido para su cum plimiento, y
del recivo de esta me dará aviso para ponerle en su supe­
rior noticia. Dios Guarde a V. S. muchos años. Madrid quatro de junio de m il setecientos setenta y siete. D. Antonio
Martínez Salazar.—Señor Regente de la Real Audiencia de
Oviedo. Cuya Real Orden ovedecida por dicho Real Acuer­
do en el celebrado en diez de dicho mes de Junio y comuni­
cada á esta Ciudad para su publicación, y cum plimiento:
acordó expedir la presente por la qual os mandamos que lue­
go que la recibáis veáis la citada Real Orden, y la guardéis,
y cum pláis, y hagais guardar, y cumplir en todo, y por todo
en la form a que expresa, sin la contrabenir ni perm itir se
contrabenga en manera alguna, haciéndola publicar según
teneis de costumbre: lo que cumplid asi pena de diez m il m a­
ravedís para la Camara de S. M. y al traslado impreso de
esta nuestra Real Provisión firmado de Don Francisco A n ­
tonio Rivero, Secretario de Camara de dicha Real A udien­
cia, y su Real Acuerdo le daréis la m ism a feé, y crédito que
á su Original. Dada en Oviedo á tres de Enero de m il Sete­
cientos setenta y ocho. = Don Antonio Melgarejo = Don F e­
lipe Antonio de Radillo. Y o Don Francisco Antonio R ive­
ro, Escribano de C am ara/ / y Acuerdo del Rey Nuestro Se­
ñor, en esta su Real Audiencia, la hice im prim ir por su
mandado, con acuerdo de los Señores Regente, y Oydores,
Alcaldes Mayores de élla. De Oficio Secretario Rivero, Co­
rregida. Es copia de la original de que certifico. Don Fran­
cisco A ntonio Rivero. Rubricado. [Ojo: Este últim o párra­
fo es manuscrito] Esta orden a representazion del Comer­
cio de Oviedo. Se mando por el Real Acuerdo comunicar y
que se entendiese con todos los Conzejos del Principado y
sus Jurisdiziones para que la guarden y observen. Oviedo
y enero quince de mil setezientos y ochenta años. Rivero,
rubricado» (A H N de Madrid, sección consejos, legajo 653,
exp. 18, fols. 36r-38r).
564
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
APENDICE IV
Recurso de la villa y jurisdicción de Mieres contra la or­
den circular del real acuerdo de la Audiencia ovetense de
1778.
Mieres, 28 de diciembre de 1783: «Gregorio Baldes Argüelies escribano de numero y A yuntam iento de esta V illa y
Jurisdizion de Mieres por su Magestad (que Dios guarde):
Zertifico que en el que se celebró en este dia de la fecha por
los señores Justizia e Yndividuos de que se compone, entre
otras cosas que se trataron, haviendoseles hecho presente
la Real Orden del Supermo Consejo de Castilla sobre que
en la Ciudad de Oviedo no se permitan comerzios en dias
Festibos ni Mercados en los Domingos, mandada circular
por el Real Acuerdo de la Ciudad de Oviedo á instanzia de
Don Antonio Carreño y Don Joaquin Mendez de Vigo D i­
putados por la Xusticia y regimiento de aquella Ciudad la
obedecieron con el respecto devido, y acordaron que respec­
to á no entenderse con esta V illa el espíritu de dicha Real
Orden del Supremo Consejo de Castilla, y ser tan perjudizial y gravoso/ a esta República la alterazion en los merca­
dos que por privilegio de im m em orial se celebran en esta
V illa el dia primero de cada semana desde las dos de la tar­
de de el en adelante, hacer la correspondiente oposizion á
dicha pretensión de los citados Diputados, ó en la forma mas
conveniente y para ello nemine discrepante en dar como die­
ron el poder y comision competente al Señor Don Juan Fer­
mín Fernandez de Angulo Regidor perpetuo y Juez prim e­
ro noble en el conzejo de Lena, Adm inistrador y Thesorero
Xeneral de Rentas Provinciales de este Prinzipado y hacen­
dado en esta V illa, para que representando en su nombre
acuda al citado Real Acuerdo al Real y Supremo Consejo
de Castilla, y á la Real Persona de S. M. si fuese necesario,
haziendo en el recurso ó recursos mérito de las causales que
dan Lugar á las súplicas y se le comunicaran en un pliego
á parte que las contenga en capítulos, y que quando fuese
hecho y obrado por este Comisario estaran y pasaran por
ello en todo tiempo y con las facultades de que pueda subs­
tituir en la Persona ó Personas que halle conveniente como
mas vien resulta del citado acuerdo á que me refiero, y de
que mandaron dar el presente que firmo en dicha V illa y
Jurisdizion de Mieres y Diziembre veinte y ocho de m il sietezientos ochenta y tres = Gregorio Valdes A rgüelles.— Ru­
bricado» (A H N de Madrid, loe, cit., fol. 39rv).
REGALISM O EN A STU R IA S
565
Sustitución del apoderado de Mieres.
Oviedo, 30 de diciembre de 1783: « + Substituzion. En la
Ciudad de Oviedo a treinta dias del Mes de Diziembre de
m il setezientos ochenta y tres. Ante mi escrivano y testi­
gos. Don Juan Fermin Fernandez Angulo, Adm inistrador
y Thessorero General de Rentas Provinziales de estte Prinzipado. Vezino de esta Ciudad. Y Rexidor perpectuo de el
Conzejo de Lena. Dixo que el Poder que anttezede assu fabor otorgado, por la Xustizia y Reximiento de la V illa y Jurisdizion de Mieres, para los fines que menziona usando de
la Clausula de sobstituzion que antezede, le sobstituhia y
sobstituyó en Don Francisco Ruipedre, y Don Francisco de
la Fuente, Agente de Negozios y Procurador de los Reales
Consejos y en cada uno de ellos in solidum, con todas las
Clausulas contenidas en dicho Poder y las mas nezessarias
para la validazion de esta sobstituzion que otorga y firma
el otorgante a quien doy fe conozco. Siendo testigos Don Jo­
sef Espriella, Presbítero. Don Francisco Parte, y Don Jo­
sef Valdes, vezinos de estta Ciudad = Firma: Juan Fermin
A n g u lo.— Rubricado. Ante my, Francisco Javier Mere, ru­
bricado» (A H N de Madrid, loe, cit., fol. 40r).
Reclam ación que hace el procurador de la villa de Mie­
res, Francisco de la Fuente.
«M. P. S.: Francisco de la Fuente, en nombre de la X u sticia y Regimiento de la V illa y Jurisdicción de Mieres del
Camino en el Principado de Asturias, de cuio Poder hago
presentazion ante V. A . D igo= Que en dicha V illa se hace
un Mercado el primer dia de cada semana, de tiem po inm e­
morial, que da principio a las dos de la tarde por aviso de
Campana, por lo que no estorva, ni incomoda para los ofizios y Culto divino, y todo el se reduce a la venta y compra
de Granos de Centeno, Maiz, Escanda, Havas, Castañas, Zevada y otros generos de Semillas, hortalizas, y frutas, A ves
y Pescados frescos y Salados, y mas alimentos necesarios,
y algún genero de medias, Cintas, Pañuelos, y otras menu­
dencias que los vendedores ponen en el suelo sobre Saba­
nas devajo de Orrios y otros Abrigos, sin haver lonjas aviertas, ni Comerciantes en Quartos, logrando por este medio
los vecinos de dicha V illa / la Compra de los alimentos pre­
cisos para la manutención de la Semana con equidad, y sin
distraerse de sus labores los dias de trabajo, para acudir a
vuscarlos, consistiendo también en dicho Mercado la V en ­
ta de Licores con m otivo de la concurrencia de Gentes que
no puede haver en otros dias que no sean festivos, por ser
la maior parte de los concurrentes pobres labradores, y Me­
nestrales, y consistir su alimento en el trabajo, careciendo
566
JUSTO G A R C IA SANCHEZ
la villa de esta Finca y del producto de los Sitios que ocu­
pan los Vendedores que son los únicos fondos y A rvitrios
que tiene dicha V illa para subvenir a las urgencias de Puen­
tes, Caminos, y Obras Publicas de Servicios Reales y otras
con que se halla agravada; y sin embargo de lo referido se
halla dicha Villa mi parte con la impensada novedad, de que
con m otivo de haverse mandado por V. A . que en la Ciudad
de Oviedo no se permitiesen Comercios ni Mercados en los
Domingos y dias festivos, ni Lonjas aviertas, a instancia de
Don A ntonio Carreño, y Don Joaquin Mendez de V igo, y
mas mercaderes poderosos de la m ism a Ciudad, se ha m an­
dado por el Acuerdo de aquella Real Audiencia, c ircu la r//
dicha Real Orden de V. A . por todas las V illas del Princi­
pado exponiendo a sus Vecinos a una total ruina, priván­
doles una regalia tan antigua, como lo son aquellas P obla­
ciones sin la qual no pueden vivir, intentando por este v io ­
lento Despojo, reducirlos a acudir a la Capital a comprar
sus alimentos y mas necesario, con abandono de sus labo­
res y exponiéndolos a considerables gastos, utilizándose los
Mercaderes, autores de este proyecto, sin atender, que la
Real Orden y su espiritu termina solam ente dentro de la
Ciudad, por ser mui distintas las circunstancias que versan
en ella, respecto a las Villas y Aldeas del Principado lo qual
no parece tuvo presente el Acuerdo de la Real Audiencia ni
menos los gravísimos perjuicios que se irrogaban a los Pue­
blos y Vasallos de todo el Principado fuera de que la citada
Real Orden de V. A . no le comunicó facultades para un des­
pojo general, en una materia de tanto Ínteres a la causa pu­
blica, y en que/ era indispensable oir a todas las V illas in­
teresadas del Principado y con maioria de razón en una Pro­
vincia donde la Poblacion se halla en la maior decadencia
por la pobreza de sus havitadores. Por tan considerables m o­
tivos, y otros, que no se ocultan a la alta penetración de V.
A . atajando a la ruina y miseria que acarrea á los vecinos
de dicha V illa y Jurisdicción de Mieres y mas del Principa­
do de A sturias, con la determinación del acuerdo de aque­
lla Real Audiencia privándoles de sus Ferias y Mercados en
los dias festivos. Supplico a V. A . que haviendo por presen­
tado el referido Poder, se sirva mandar librar la competen­
te Real Provision para que el Acuerdo de la Real A udien­
cia de Asturias recoja la Orden Circular despachada para
la V illa de Mieres y mas del Principado prohiviendo las Fe­
rias y mercados en los Domingos y dias Festivos, amparan­
do a las citadas V illas y sus Pueblos en la / / posesion inm e­
m orial en que han estado de hacerlos, inhiviendose de to­
m ar conocimiento en este particular por ser privativo de la
Sala de Govierno de este Supremo Tribunal; para todo lo
qual hago el Pedimiento que sea mas conforme a X usticia
que pido, juro, etc. Firman y rubrican: Doctor Don A m b ro ­
sio de Sagarzurita.—Francisco de la Fuente» (A H N de M a­
drid, loe, cit., fols. 41r-43r).
REGALISM O EN A STU R IA S
567
Resolución de la sala de gobierno del Consejo sobre la
reclam ación de Mieres.
«La Justicia y Regimiento de la villa de Mieres del Ca­
mino, en el Principado de Asturias. Secretario Escolano. Se­
ñores de Gobierno. Torre. Veyan. Urries. Santa Clara. Vallejo. Mendinueta. Madrid, treinta de Junio de 1784. Pase
al Señor Fiscal con el antecedente» (A H N de Madrid, loe,
cit., fol. 43v).
APENDICE V
Constituciones aprobadas en el sínodo de 1769 y que im ­
plicaron anotaciones, sustituciones, supresiones o adiciones
por parte del Consejo de Castilla y aceptadas por S. M. el
rey Carlos
III.
«Bayles de enlaces se prohíben. 6. Ytt. platicando la pro­
videncia que tenemos dada por dichas nuestras generales,
y conformándonos con la del Y llm o . Señor Reluz, nuestro
Predecesor, en que prohíbe con pena de excomunión m ayor
latae sententiae las danzas, contradanzas, o Bayles de Hombres, y Mugeres, asidos de las manos, enlazados y unidos
entre si; confirmamos dicha providencia, y constituzion pro­
hibiendo como prohibimos de nuebo dichos bayles, y con­
tradanzas de hombres y mugeres, asi unidos y enlazados,
baxo la misma pena de excomunión mayor latae sententiae
nostrae por estar como estamos informados de los dichos
pecados, y se suelen cometer en semejantes enlaces, y m an­
damos a los Curas que repitan de tiempo en tiempo y siem ­
pre que lo juzguen oportuno la publicazion de esta provi­
dencia, para que se tenga presente.
In marg.: Acuerdo del Consejo.
Corra la constituzion absolutamente con las personas ecclesiasticas, y con las seglares que usaren de danzas y con­
tradanzas en sitios sagrados y con immediazion a estos, de
f o r m a que interrumpan y perturben la celebrazion de los
oficios divinos y reverencia de los fieles en el templo. F u e ­
ra de estos casos se remita la pena de ex co mu ni ón recomen­
dándose a los Párrocos, confesores, y predicadores que ins­
truyan a los fieles de quanto conduzca a separarse de estas
diversiones, lo que en la practica pueda ser pecaminoso. Y
se m a n d a a las Justicias Reales celen el cumplimiento de
las Reales Cédulas de 19 de noviembre de 1771, y 20 de F e ­
brero de 1777= sobre bayles en Sitios Sagrados.
19. Y t. Atendiendo a la diversidad de circunstancias,
que ocurren en este Obispado, para efecto de señalar la Con­
grua Synodal competente a los Clérigos de el, que en algu­
nos parajes por su esterilidad y otras causas es tan suma
la falta, que hay en ellos de sacerdotes que apenas se en­
568
JU STO G A R C IA SA N C H E Z
cuentra uno, que ayude a los Párrocos, ni aun para el servi­
cio de las sedes vacantes: Con considerazion a todo lo que
es tan digno de tenerse presente, establecemos y ordenamos
por congrua precisa para un simple sacerdote la de mil rea­
les vellón annuos y libres en todo el obispado: Para sacer­
dote beneficiado con residencia precisa la de mil y quinien­
tos reales. Para los Curatos del Arcedianato de Babia y del
Arciprestazgo de Peñamellera, dos mil reales. Para los de
Aldeas en todo el obispado, tres mil reales, y para los de
esta Capital, Villas y Pueblos agregados la de cuatro mil
reales en todos frutos, a excepción de en aquellos agrega­
dos en que sean los Curatos, o Beneficios con anexión de Cu­
ra de Almas, de Patrimonialidad o de Presentazion en Hi­
jos Patrimoniales de ellos (De los que hay algunos aunque
pocos en esta nuestra Diócesis) pues en este caso, como se
pueden mantener con la correspondiente decencia á menos
costa, les asignamos, por congrua para ordenar á titulo de
dichos Curatos o Beneficios con anexión de Cura de Almas,
los mismos tres mil reales de vellón que llevamos señala­
dos para los curatos de Aldea.
In marg.: Acuerdo del Consejo.
Corra sin perjuicio de lo prevenido en la acordada circu­
lar de la C a m a r a de 12 de Junio de 1769.
22.
Por quanto nos hallamos informado de los graves
perjuicios assi espirituales como temporales que se siguen
en muchos Pueblos de este nuestro obispado, con motivo de
los mercados, que de antigua costumbre se hacen los Domin­
gos, y otras solemnes Fiestas del año en esta Ciudad, y al­
gunas Villas y Lugares, pues desamparando muchas perso­
nas en dichos dias sus Parroquias con el pretesto de acudir
a los mercados, dexan de oir la Doctrina que explican sus
Párrocos, y de consiguiente viven con una crasa ignorancia
de la que como christianos deven saver, y por otra parte co­
munmente gastan dichos dias santos en desordenes, y li­
viandades, lo que en cumplimiento de nuestro ministerio
pastoral no podemos disimular y mucho menos a vista de la
Bulla de nuestro santisimo Padre Benedicto 14, de feliz me­
moria, que empieza ab eo tempore, su fecha 5 de Noviem­
bre de 1745, dirigida a los Prelados, y Ordinarios del esta­
do ecclesiastico en la que esponiendo con la mas profunda
erudición las disposiciones sagradas de derecho Canonico,
Concilios, Constituziones Apostólicas y opiniones sobre el
asumpto, como igualmente una decisión de la Sagrada Con­
gregación del Concilio a instancia de los mercaderes de la
Ciudad de Barcelona, que pretendian tener abiertas sus tien­
das, y vender en los dias de Fiesta fundados en la costum­
bre immemorial, y en una especie de necesidad de los Pue­
blos comarcanos, que por sus lavores no podian concurrir
a la Ciudad, sino es en dichos dias de Fiesta, sobre que se
R EG ALISM O EN A S T U R IA S
569
decidió no serles licito no obstante la costumbre immemo­
rial insinuada y aunque instaurado dicho juicio por los mer­
caderes insistiendo con mayor conato en dicha costumbre
immemorial, persistió la Sagrada Congregazion en la mis­
ma respuesta y decisión y les puso silencio: Prohibio dicho
S. S. P. tenerse los Mercados en dias de Fiesta, mandando
se transfirieren á el antecedente, ó subsiguiente. Por tanto
devemos exortar, y exortamos no se tengan dichos merca­
dos en esta Ciudad ni en ningún otro Pueblo de esta nues­
tra Diócesis, ni los Mercaderes, tenderos o Buhoneros aviertas sus tiendas, ni vender generos en los Domingos, ni otros
dias de fiesta en los que ba declarado no poderse trabajar,
y para que esto tenga el mas devido efecto, y que los dichos
mercados se trasladen a otros dias, que no sean de fiesta de
guardar, suplicamos rendidamente al Supremo Real Con­
sejo de Castilla se digne dar las providencias que su noto­
rio religioso celo tubiese por mas oportunas, y eficaces, pues
sin duda cederá en mucho bien de las almas.
In marg.: Ac ue rd o del Consejo.
Guárdese la costumbre en quanto a la asignazion de los
dias de Mercado.
23.
Por quanto asimismo estamos informados de los mu­
chísimos y enormes Pecados y perjuicios que se ocasionan
de las simultanea concurrencia de Hombres, y Mugeres, Mo­
zos y Mozas en los Puertos, Brañas, Montes, e invernales, pa­
ra custodiar, recaudar y cuidar los ganados alojándose to­
dos juntos en una misma majada, Vega, Braña, e Ynvernal,
y aun asistiendo durmiendo mezclados, y sin diferencia de
sexos en una misma choza, ó cabaña, y aun en una misma
cama lo que deviera horrorizar a qualquiera christiano, y de
que han resultado y se están experimentando continuas des­
gracias, y ofensas de Dios, y que no han vastado a cortar se­
mejante intolerable abuso, y poco reparo, como se experi­
menta sobre el particular en algunos Pueblos de este Pais,
las reiteradas providencias de nuestros Predecesores en es­
ta mitra, y las que juntamente se ha servido tomar la Real
Audiencia de este Principado; desconfiando que puedan vas­
tar las nuestras nos vemos en la precisión de rogar como en­
carecidamente al Rey nuestro señor (Dios le guarde) y seño­
res de su Consejo se dignen tomar aquella providencia que
fuese de su Real agrado para evitar tan lamentables perjui­
cios, bien sea providenciando que no concurran Mugeres a
dormir a los Puertos, y Montes; bien que se haga separazion
de Brañas, Vegas, Majadas, e invernales en distintos, o se­
ñalen por los Pueblos, o sus Justicias para que a unas con­
curran los Hombres, y a otras las Mugeres; o bien que a lo
menos, aunque sean unas mismas las Vegas, Brañas, Maja­
das, e Ynvemales sean distintas y con la posible separazion
entre si las Cavañas casas de ganado, o chozas, en donde se
570
JUSTO G A R C IA SA N C H E Z
hayan de recojer, y dormir los Varones, y las Hembras, con
la correspondiente pena a los de un sexo, que entraren, o asis­
tieren en las del otro, y el mas estrecho encargo a las justi­
cias para que celen y velen sobre su observancia, como de
que esten prontas a los requerimientos que les hagan los Cu­
ras de las contravenziones que hayan llegado a entender o
en aquella conformidad que mas sea del Real agrado; e Ínte­
rin por nuestra parte, mandamos baxo de santa obediencia,
y en quanto podemos que se procure destinar por los respec­
tivos Pueblos distintas chozas, ó Cabañas para cada sexo, y
que los de uno no duerman, asistan, ni entren en los del otro,
y rogamos in visceribus Jesu Christi a nuestros curas, que
se dediquen con particular celo, a cortar tan intolerable, y
perjudicial abuso como se experimenta, y a exortar a las Jus­
ticias de S. M. y respectivos Feligreses, que asi lo esecuten,
y a los Padres de familia, curadores, y amos, que no embien
ni consientan bayan sus Mugeres Hijas menores y criadas
a dichos Montes y Puertos para el cuidado de los ganados,
y dormir en ellos, y que encaso que les sea irremediable, les
manden, y hagan que asistan y duerman en separadas y dis­
tintas chozas, ó cavañas, y que los Hombres y mozos, ni las
permitan entrar ni asistir en las de ellos, corrigiéndolas y
castigandolas como corresponde en caso de qualesquiera con­
travención, aunque sea la mas minima.
In marg.: Acuerdo del Consejo.
L a Audiencia de Oviedo providencie de pronto remedio,
a el grave daño que espone esta Synodal; t o m a n d o para ello
en caso necesario, los informes combenientes:y para su eje­
cución se libre el despacho correspondiente con insertazion
de esta Constituzion y acordado: Y en el Ínterin que t o m a
providencia dicha Real Audiencia corran los exortos que se
hacen en la Constituzion especialmente el de que desde lue­
go procuren las Justicias de los respectivos Pueblos desti­
nar separadas chozas, ó cabañas para cada sexo, con prohi­
bición absoluta de no dormir, asistir, ni entrar con pretesto alguno las personas de u n sexo en las chozas, o cabañas
del otro, procediendo dichas Justicias por todo rigor con­
tra los contraventores. Y de haverlo asi executado remiti­
rán testimonio a la Audiencia.
60. Asimismo ordenamos, y mandamos que los Provi­
sores que en sede vacante eligiere el venerable Cavildo de
nuestra Santa Yglesia hagan siempre juntos las Audiencias,
y los autos o sentencias que dieren sean de conformidad, y
la sentencia, ó auto en otra forma sea nula, de ningún va­
lor, y efecto y ademas paguen las costas, daños, y perjui­
cios que por ello se siguieren a las partes y en la elección
de dichos oficios, y los demas se arreglará el Cavildo a la
disposizion del Santo Concilio de Trento.
In marg.: Acuerdo del Consejo.
R EG ALISM O EN A S T U R IA S
571
N o m b r á n d o s e por el Cavildo un solo Vicario para lo con­
tencioso que (intervenga) Sede Vacante, y otro si le pare­
ciere, para lo guvemativo, o de voluntaria jurisdicion; en
lo d e m a s corra la Constituzion.
92. Y porque los dichos Procuradores de nuestra Curia
de esta Ciudad se hallan en la posesion de estender todos
los despachos, y los titulos de colacion, y possesion de Cau­
sas Beneficíales sin contradictor, que se mandan librar por
aquella en virtud de sus Decretos, autos y sentencias, sin
envargo de lo extraño que es del oficio de Procuradores, se­
mejante practica; ordenamos y mandamos, que en el Ínte­
rin con mas conocimiento de causa, otra cosa se provea en
el asumpto, dichos Procuradores estiendan los referidos des­
pachos, y titulos, pero con inserzion de los autos, Decretos,
ó Sentencias, porque se mandaren librar, pena de cuatro du­
cados, aplicados á obras pias, y de los daños que de ellos
se siguieren al tercero.
In marg.: Acuerdo del Consejo.
Deniegase el pase a esta constituzion en quanto p e r m i ­
te, a los Procuradores de la Curia que continúen en el a b u ­
so de estender los despachos, y titulos que refiere, siendo
peculiar del oficio de Notarios del Tribunal Ecclesiastico con
arreglo y baxo las penas establecidas por derecho.
62. Y por quanto por las constituziones synodales anti­
guas de esta nuestra Diócesis se halla ordenado: Que qualesquiera Clérigos paguen el diezmo de todas las tierras, vi­
ñas, y Heredades, assi de su Patrimonio, como de sus Bene­
ficios y de sus ganados en la forma siguiente. Que los
clérigos, que residen, y sirven Beneficios curados, los den,
y paguen a su Arcipreste, á quien han de tener por propio
Cura, y de quien deven recivir los Santos Sacramentos y los
otros clérigos a las Yglesias donde havitasen, que son sus
Parroquias, y donde tubieren las tales Heredades y gana­
dos, y lo mismo en los derechos de Yglesia mediante que
sin envargo de que por lo tocante a los curas y servidores
de Beneficios Curados, no están en costumbre de pagar di­
cho Diezmo a sus Arciprestes, hoy tenemos por preciso dis­
ponerlo assi para el buen govierno de este nuestro obispa­
do, a que conduce mucho el que los Arciprestes tengan al­
guna compensazion por el trabajo de sus oficios, adepias del
derecho que tengan por razón de curas de sus curas; orde­
namos y mandamos, que de oy en adelante se concurra a di­
chos Arciprestes, por los respectivos Curas, ó Vicarios per­
petuos de sus distritos con el diezmo de los Frutos de aque­
llas tierras, viñas, u otras Heredades de los mansos o
rectoría del curato, que cada cura cogiese en ellas, por tra­
bajarlas de su cuenta, y asi mismo con la parte que a el le
corresponda del Diezmo, que adeudasen las demas tierras
JU STO G A R C IA SA N C H E Z
de dichos mansos, o Plectorias por tenerlas dadas en arren­
damiento quedando las otras partes para partirse como has­
ta aora entre los demas interesados en dichos Diezmos, y
que dicha parte, o el todo de los expresados Diezmos de
mansos, con que se ha de concurrir a los respectivos Arci­
prestes por los Curas, de sus Arciprestadgos, sea y se en­
tienda por aquellos que en adelante fueran provistos en cu­
ratos, pero no por los actuales curas, para asi no perjudi­
carles el derecho que a ellos tengan adquirido.
In marg.: Ac ue rd o del Consejo.
Deniegase el pase a esta constituzion.
85. Hallándonos también informados que aun duran en
muchos Pueblos de este nuestro obispado los Pleitos y con­
tiendas sobre las preferencias en los asientos de las Yglesias ofrecer y tomar paz, Besamanos y Caridad en ellas; re­
validando expresamente la Constituzion Synodal de nues­
tro Predecesor el Yllmo. Señor Caldas sobre este asumpto,
baxo sus penas y la de veinte ducados mas aplicados á obras
pias, mandamos se inserte y copia aqui, y es del tenor si­
guiente:
“ Otrosí somos informados, que en este nuestro obispa­
do ha havido y hay Pleitos, Pesadumbres y contiendas so­
bre los asientos de la Yglesia y ofrecer, y tomar paz, y cari­
dad en ella conformándonos por lo que en esta razón esta
dispuesto por las constituziones antiguas de este obispado:
ordenamos y mandamos que en los dichos asientos, ofrecer,
y tomar paz y andar en Procesion se guarde el orden siguien­
te: Que los Cavalleros que como tales viven, y se tratan ten­
gan el primer lugar, y despues de ellos los Hijosdalgos, y
Escuderos principales, que viven assimismo y se tratan co­
mo tales, y luego los otros hijosdalgos comunes, y a la Pos­
tre los labradores. Y entre los susodichos sea preferido el
que primero casó a los que despues se casaron en su grado,
y orden, como arriba esta dicho: Y la misma orden y preheminencia tengan las mugeres de cada uno de ellos, pues le
pertenece por su Marido: Y si acaeciere que la Muger mu­
riere, y el marido casase segunda vez, mandamos que la mu­
ger segunda tenga el mismo lugar y grado que la primera,
lo qual mandamos se cumpla assi, pena de escomunion, sin
enbargo de qualquiera costumbre que en contrario haya, y
al Cura mandamos, evite de los oficios divinos a los que lo
contradixeren hasta que assi lo cumplan.”
In marg.: Ac ue rd o del Consejo.
Guárdese la Constituzion con arreglo a la costumbre in­
troducida en cada Parroquia y sin innovación.
30. Por quanto nos hallamos bien informados, no solo
por relaziones juradas por los curas y Arciprestes de este
nuestro obispado, sino también por nuestros Jueces, Visi­
R EG AL ISM O EN A ST U R IA S
573
tadores y otras personas imparciales de toda experiencia,
y conocimiento que las funciones funerales, y exequias que
de loable antiquisima costumbre se celebran en este dicho
obispado (fuera del Arcedianato de Benavente) por los di­
funtos, no pobres, son a lo menos los tres oficios de entie­
rro, tercero dia, y cavo de año, y en cada uno su ofrenda de
pan, vino, carne, y cera, y ademas la que llaman Domini­
cal, y en muchas Parroquias estilan dos o tres oficios mas,
también con sus ofrendas: Por tanto y para evitar en lo su­
cesivo, toda discordia y Pleytos en dicho asunto, y que ni
a las Animas de los expresados difuntos se las perjudique
en los enunciados sufragios, ni a los Ministros de las Yglesias y otros interesados se les defraude de lo que legitimamente deven percivir y con atenzion y en conformidad de
lo prevenido por derecho en semejantes casos; Declaramos
desde luego por precisas en esta Diócesis (fuera del mencio­
nado Arcedianato de Benavente) y en los casos ocurrentes
las tres referidas funciones de exequias con su ofrenda ca­
da una, y ademas la Dominical con el equitativo estipen­
dio que se asignara en el arancel, reduciéndolas a dinero por
los motivos, que alli se dirán: E igualmente declaramos por
forzosas, según lo sea de costumbre las oblaciones o ofer­
tas, que en muchas Parroquias, y aun en las mas de este
obispado se adeudan en las Pascuas, o alguna de ellas, ó
otras festividades y dia de Difuntos por los respectivos fe­
ligreses, según con mas expecificazion se esplicara en el ti­
tulo de oblacionibus.
In marg.: Acuerdo del Consejo.
Corra la Constituzion en quanto a que san forzosos los
tres oficios funerales de entierro, tercero dia y cavo de año
con sus respectivas ofrendas que han de ser voluntarias en
la cantidad y calidad. Y las d e m a s ofrendas, u obligaciones
se entiendan todas voluntarias, y no forzosas.
47. Por quanto el Dean y Arcedianos de esta nuestra
Santa Yglesia de resulta de los Pleitos, que tenian pendien­
tes con nuestros Predecesores sobre el conocimiento de Cau­
sas Beneficiales, y visitas de sus destritos, otorgaron escri­
tura de concordia en los 22 de septiembre del año pasado de
1636, con el Yllmo. Señor Don Antonio Valdes nuestro Pre­
decesor, que fue aprobado por el Yllmo. Monseñor Nuncio
de Su Santidad y por la que solo les quedó el derecho de vi­
sitar cuatro de dichos Arcedianatos annualmente y nombrar
Arciprestes cuya concordia se halla en observancia: orde­
namos que en el Ínterin otra cosa no se determine sobre el
Derecho de visitar dichos Arcedianatos, y sobre que de en­
cargo de Real Consejo de S. M. tenemos informado por me­
nor lo conveniente, se guarde lo prevenido en la citada con­
cordia, y que en todo lo demas se arreglen dicho Dean y Ar­
cedianos a la instruzion de Bisitadores y Sagrados Concilios,
vaxo de sus penas, y apercibimientos sobre que tambie les
574
JU STO G A R C IA SA N C H E Z
encargamos las conciencias y lo mismo para que en la elec­
ción ó nominazion de Arciprestes procuren con toda diligen­
cia, y celo hacerlas en sujetos de juicio, prudencia y expe­
riencia, posponiendo todo Ínteres, y respeto humano. Y por
quanto por la mayor parte del Clero se nos ha clamado y ro­
gado en la presente Synodo que nos sirviésemos tomar pro­
videncia sobre dichas visitas; mediante nos es imposible por
lo que llevamos dicho y hasta que el Real Consejo se digne
resolver lo que tenga por conveniente en vista de nuestro in­
forme: Suplicamos a dicho Real y Supremo Consejo se sirva
tomar aquella providencia, que su alta penetrazion tenga por
mejor y mas eficaz.
In marg.: Acuerdo del Consejo.
Corra pasandose a la C a m a r a certificazion a la letra de
esta Constituzion de la protesta del Clero, respuestas Fis­
cales, y del Reverendo Obispo.
51. Y Por quanto estamos informados de los gravísimos
perjuicios que con la muerte de los curas se experimentan
en los libros, y mas instrumentos, y documentos pertene­
cientes a las Parroquias: Ordenamos y mandamos a dichos
Arciprestes en virtud de Santa obediencia, que luego que
fallezca qualquiera cura de su Arciprestadgo proceda por
ante Notario publico o escribano ha hacer imbentario for­
mal de todos y de cada uno de los citados libros Parroquiales
con recuento de sus Foxas, y anotazion de defectos substan­
ciales, que en ellos adviertan, y lo mismo de los instrumen­
tos de pertenencia, y derechos de Beneficio curado, Fabri­
ca, y de obras pias de la respectiva Yglesia y asi executado,
con citazion de los herederos del difunto Cura, y a costa de
los Bienes de este los pondrán y depositaran en el Archivo
de dicha Yglesia excepto los libros corrientes de bautiza­
dos, casados, y difuntos, que estos se entregaran al Escusador, recogiendo dicho Arcipreste la llave del Archivo corres­
pondiente al Cura, que retendrá en su poder asta que baya
a residir el nuebo, a quien la entregará con los referidos li­
bros, documentos é inventario original quedándose con co­
pia autentica de este, y sacando el correspondiente recivo
de dicho cura.
In marg.: Acuerdo del Consejo.
Concedese el pase á esta Constituzion con que el i m b e n ­
tario, que comete a el Arcipreste, sea únicamente de los li­
bros, é instrumentos Parroquiales: pues en quanto a el de
los bienes del difunto se deve observar lo dispuesto por de­
recho.
5.
Que el modo de substanciar los Pleytos en nuestros
Tribunales se guarde el estilo, que en ellos hay por los Mi­
nistros y mas oficiales subalternos, á excepción de los apre­
mios, y demas comminaziones y discernimientos de censu­
R EG AL ISM O EN A ST U R IA S
575
ras, de que tan solamente se podra usar en caso preciso, co­
mo de remedio subsidiario, y si proceder antes por multas,
cárcel, suspensión y denegazion de despacho, y privazion
de oficio y otros remedios que les pareciere basten.
In marg.: Acuerdo del Consejo.
Corra procediendose en los apremios, reales o persona­
les, contra legos, sin perjuicio de la Jurisdicion Real.
6.
Ordenamos y mandamos que nuestros Jueces de nin­
guna de las maneras se intrometan á conocer y poceder con­
tra legos, sino es en los casos que según derecho canonico
y leyes Reales de estos Reinos pueden y deven conocer con
apercibimiento que de lo contrario se les hara cargo de las
residencias que tomaremos. Y tendrán muy presente la car­
ta circular del Consejo de 28 de Noviembre de 1763, como
también de 23 de Junio de 1766 y 1? de Diziembre de 1767,
y que si se ofreciese alguna disputa sobre si el que poseye­
se alguna propiedad de Yglesia hace o no los frutos suyos
y que lo que se edificase en el suelo de ellas pertenece a la
misma, se estara en todo esto a lo dispuesto por las leyes
del Reyno y que lo mismo se obserbe en todos los contratos.
In marg.: Acuerdo del Consejo.
Corra la Constitución extractándose en ella lo sustancial
de las ordenes circulares del Consejo y cita de 28 de N o v i e m ­
bre de 1763, y 28 de M a y o de 1768, comprehensiba de la an­
tecedente y las prohibidas de 23 de Junio de 1766, y 1 de
Diziembre de 1767, y con tal que los despachos de la Curia
Ecclesiastica se presenten en la Real Audiencia para que re­
conocidos de plano, que no perjudican ni gravan indevidam e n t e a los vasallos de S. M. por ser el asunto de la inspezion del Ordinario Eeclesiástico, se de certificazion de ello
sin derechos a continuazion del despacho para su uso y c u m ­
plimiento lo que se m a n d a r a por el Oidor semanero, á m e ­
nos que halle reparo digno de la noticia, é inspezion de la
Real Audiencia.
22. Ordenamos, y mandamos no se hagan Cofradias ad
causas pias en lo subcesivo sin expresa licencia del Suppremo Consejo de Castilla, y nuestra, ni se unan unas a otras,
ni en ellas se hagan nuebos estatutos, y tengan fuerza algu­
na sin que primero los aprobemos y confirmemos, y de lo
que en contrario se hiciere desde luego lo anulamos, y a los
que en ello fueran culpados se les castigara como correspon­
de: Y sobre las fuerzas de Juramento y pena del perjuro en
las causas judiciales se este a la disposizion de derecho.
In marg.: Ac ue rd o del Consejo.
Se concede el pase a esta Constituzion, guardándose la
ley 3?tittulo 14; lib. 8 Recop.» (ACO, Caja 351, fols. s. n.).
576
JU STO G A R C IA SAN C H E Z
APENDICE VI
Justificación del obispo de O viedo para no suspender la
publicación del sínodo contenida en una carta dirigida al
cabildo catedralicio de Oviedo, fechada en Benavente a 26
de octubre de 1768.
« + Yllmo. Señor. Muy Señor mió: Con fecha de 21 del pre­
sente mes pide V. S. Yllma. que mande suspender la orden
de publicar el Synodo en la primera Audiencia del mes de
Noviembre proximo, dia en que lo deve hacer mi Provisor,
según se le ha prevenido en 1? de septiembre de este año.
Otra solicitud igual á esta, me dirigió V. S. Y. con fecha de
25 de Julio proximo pasado, y en 7 de Agosto immediato,
contesté, “ que ningún reparo tendria en convenir franca­
mente con las ideas de V. S. Y. si en la actualidad fuese io
arbitro de la publicación: Mas como en esta parte, y aun en
la celebración del Synodo, he sido siempre movido por or­
denes superiores, no quedé con aquella livertad de faculta­
des que en otras circunstancias emplearia gustosissimo en
obsequio de V. S. Y .” . En la misma carta, hice relación de
la serie de hechos que ocurrieron desde el principio del
Synodo hasta su actual estado: Formé sobre ellos algunas
reflexiones, con las que me parece haver demostrado con
evidencia, que no podia asentir a la suspensión de publicar
el Synodo, sin exponerme á la superior censura, y á ser gra­
vemente reconvenido á cerca de mi innaccion en el cumpli­
miento de las Reales Ordenes que se me havian communicado. Actualmente, no puedo variar de dictamen, ni de res­
puesta; Por lo que para satisfacción de V. S. Y. y mia, repito
todo quanto contiene mi anterior contestación de 7 de Agos­
to proximo pasado. Assi es, que no solamente me absten­
dré de mandar suspender la publicación del Synodo; si no
que tampoco/ permitiré se detenga un solo instante quando llegue el dia de la primera audiencia del mes de Noviem­
bre proximo, que tengo señalado para el efecto. La recombencion que me hace V. S. Y. de que sobre la publicación
del Synodo tiene solicitud pendiente en el Consejo, no es
bastante para moverme á que mande no publicar el Syno­
do, pues aunque sé que ha pasado a la Corte un Comisiona­
do de V. S. Y. ni entendí jurídicamente que hubiese enta­
blado su pretensión, ni tengo la mas leve noticia de los tér­
minos en que la há introducido. Pero sea del modo que fuere
juzgo que esta causa no deve extrecharme á suspender la
publicación. Lo primero por que en vista de la representa­
ción que dice V. S. Y. haver hecho su Comisionado, expedi­
ría el Consejo Real y Supremo, su Provision, mandando que
se me hiciese saver á fin de que no pasase á publicar el Syno­
do. Lo segundo por que el Real, y Supremo Consejo (no es
mi animo prevenir los Reales Decretos) en caso de mandar
R EG ALISM O EN A ST U R IA S
577
la suspensión, la contrahéria solamente á las Constitucio­
nes Synodales, de que V. S. Y. y el Clero de mi Diócesis se
quejan, por que creén que causan graves perjuicios á los in­
tereses del estado Ecclesiastico. Lo tercero por que el Real, y
Supremo Consejo, aun condescendiendo con la pretensión de
V. S. Y. no era regular que le concediese mas de aquello mis­
mo que solicita. Y aunque iá hé dicho que ignoro quanto
compreende la representación del Comisionado de V. S. Y.,
supongo no obstante, que solo se reducirá á manifestar sus
agravios por lo tocante á algunas Constituciones que se re­
paran variadas en el Synodo impreso cotejado con el origi­
nal que se remitió al Supremo Consejo en el año de 1769.
Hago esta suposición por que creo que estender su queja á
lo restante del Synodo, seria lo mismo que venir V. S. Y. y
todo mi Clero contra su propio hecho, y contra lo que juzgó
mas acertado para el govierno de mi Diócesis en dicho año
de 69. Lo quarto, y ultimo, por que no es justo que por una,
dos, ó mas Constitucciones que V. S. Y. y Clero gradúan de
gravosas al estado Ecclesiastico, se detenga la observancia
de 282 de que se compone el Synodo; Maiormente quando
V. S. Y. y Clero las han tenido por útiles, y oportunas (ex­
ceptuadas las que se reclaman) y quando merecieron la aprovacion de Su Magestad que Dios guarde y de su Supremo
Consejo, como intersantes al bien publico de todos mis Dio­
cesanos tanto Ecclesiasticos como Seculares. De lo dicho
se infiere sin violencia que aun quando el Comisionado de
V. S. Y. consiga del Real Supremo Consejo el Decreto que
desea, nunca impedirá este la total publicazion y observan­
cia del synodo. ¿Pero como es creible que el Real y Supre­
mo Consejo provea con tanta felicidad como io mismo acavo de suponer? Ojala fuese assi: Todos tendríamos la satis­
facción de que las Constitucciones acordadas, se volviesen
á dictar en la misma forma que las dirigí á la Superioridad
en el año de 1769. Mas esto, según lo que alcanza mi pobre
juicio, no se puede esperar, por que el Real y Supremo Con­
sejo vio el Synodo con la madurez, prudencia, y reflexión
que acostumbra: Asi lo afirma S. R. M. que Dios guarde aña­
diendo que su Consejo puso varios acuerdos á algunas Cons­
titucciones: El Rey nuestro señor los aprovó en el año de
84, en la misma forma que lo acordó su Consejo: Este Su­
premo Tribunal, despues de tan excrupulosa inspección, me
concedió licencia de imprimir el Synodo en el año de 85: En
el de 86 se me communicó Real orden haciéndome cargo por
que iá no estava concluida la impresión del synodo en aten­
ción á interesarse la instrucción publica en la lectura de
semejantes obras: Y últimamente, despues de haver presentado al Supremo Consejo cinco egemplares del synodo im­
preso como se me havia prevenido en la licencia de impri­
mir, sé me participó por la secretariá de Govierno que Su
Alteza Real quedava enterado, y satisfecho de mi celo. En
estas circunstancias, buelvo á decir que no es fácil esperar la
578
JU STO G A R C IA SA N C H E Z
revocación de unos acuerdos, y Constituciones que acava de
dictar el Supremo Consejo, y que á su Consulta aprovó el
Rey nuestro señor. Si los Reales Decretos hubiesen sido pro­
nunciados sin conocimiento de causa, ó por mera relación
de alguna de las partes, podriamos confiar en la reforma
de ellos; pero no fue asi por que el Consejo Real los dictó,
y S. M. los aprovó con presencia de las protestas hechas por
el Clero por el Señor Fiscal de la Real Audiencia de esa Ciu­
dad, y por el Procurador General del Principado. V. S. Y.
solo se agravia de los Acuerdos puestos por el Consejo, y
aprovados por Su Magestad, por lo que en atenzion á todo
lo dicho vivo persuadido a que la publicación del Synodo
no será susceptible de la mas leve detenzion, y que io no me
hallo en circunstancias de convenir con la suspensión que
•V. S. Y. solicita» (ACO, Caja 351, fols. s. n.).
APENDICE VII
Algunos informes parroquiales fechados en 1789, a peti­
ción del cabildo capitular ovetense, sobre las ofrendas y de­
rechos funerarios que generaban los oficios religiosos an­
tes de la publicación del sínodo y después de su entrada en
vigor.
Formulario impreso: «El Cavildo desea saber para su go­
bierno las particularidades siguientes.
1. Primeramente, desde que dia, mes, y año principia­
ron en esa Parroquia los vecinos y Párroco a arreglarse al
Sinodo para la satisfacción de los derechos Parroquiales.
2. It. Que derechos percivian antes del Sinodo, y si despues de estar en practica los prestameros no exigieron ó dexaron de percivir las ofertas que les daban por no ascender
á lo que antes cobraban, como ha sucedido en muchas pa­
rroquias.
3. It. Supuesto que esté en observancia el Sinodo, que
personas murieron desde el dia en que principió á observar­
se con expresión de los nombres y apellido de cada uno.
4. It. De los que murieron, quantos eran pobres, y por
consiguiente no pagaron, ni en ningún tiempo pagarían los
derechos funerales con igual expresión de sus nombres, y
apellidos, y si alguno de éllos se enterró con funeral ausiliado de sus parientes, y con que clase de funeral, y aque­
llos que se hallaban con facultades, que funeral pidieron pa­
ra su entierro, y con que oferta y derechos concurrieron al
Párroco.
5. It. Si los derechos funerales antes de la observancia
del Sinodo se pagaban todos juntos, ó si estaban señalados
con distinción los que habian de llevar los Prestameros, y
los que habia de percivir el Párroco, en caso de pagarse en
R EG AL ISM O EN A ST U R IA S
579
un globo, á que parte tenían derecho los Prestameros, si á
mitad, tercio, etc.
6.
It. Si las Ofertas de entre año, como las de Trinidad,
Difuntos, ú otras, según la costumbre de cada Parroquia,
y qualesquiera otro derecho que pagase antes del Sinodo
eran cobrables, ó si la mayor parte dejaba de percibirse, co­
mo sucedía en casi todas las Parroquias, y á quanto subiria
lo cobrable».
B onielles: Suscribe el cura de Bonielles.
«En esta Parroquia de Bonielles se principio observar el
Sinodo, a últimos de mayo de año de 87. Los derechos en
esta Parroquia antes del Sinodo eran grandes, pues eran ma­
yores los derechos de un Pobre, antes del sinodo, que haora
los de un Poderoso; en quanto a ofertas se han negado los
vecinos de esta Parroquia, y asi ni Párroco ni prestameros
no han recivido alguna; en quanto a la oferta annual de mortorio en algún tiempo heran seis hanegas de pan en que se
suscito litigio entre vecinos y Párroco, quiriendo estos ne­
garse a la oferta [Hace una lista de difuntos y califica su en­
tierro: uno mayor, tres medianos y cinco menor]. De todos
los listados devaxo de la tercera pregunta no he cobrado co­
sa alguna, a excepción de quatro, los tres de entierro me­
diano y el otro de entierro mayor... y estos los del mediano
funeral pagaron cada uno a cien reales, el de el mayor cien­
to y veinte, los demas de funeral menor no pagaron, ni pa­
garan por no tener haveres para pagar ni esperanzas tanpoco. Los derechos funerales antes del sínodo, los ajustavan los interesados cada uno por su parte con el factor y en
lo que les pertenecía; y asi los prestameros como solo a la
parte de la oferta tenían derecho (ya fuese la mitad ya fue­
se la tercera o quarta parte, lo que no pude averiguar haviendo echo la diligencia e información de hombres viejos
que no supieron dar razón individual), esa sola parte era la
que ajustavan, y esta oferta como dejo dicho en la segunda
respuesta en algún tiempo eran seis hanegas de pan, aun­
que nunca las cobraban a rigor, y despues en tiempo de mi
predecesor se origino litigio sobre dicha oferta entre los ve­
cinos y el cura, alegando ellos que era escesiva la oferta en
cuyo letigio se dice salió sentencia a fabor del cura, cuya
sentencia no se ha puesto en practica, por haver entervenido el Sinodo, es lo que puedo decir ni puedo dar mas clara
razón por haver poco tiempo que resido en esta Parroquia.
Las ofertas de entre año como la de pascua y natividad y
dia de difuntos eran cobrables, y se cobraban todos los años,
en el dia de los difuntos, pagava cada vecino un copín de
pan, y en los demas días referidos pagava cada vecino dos
quartos y en estas tenían parte los prestameros.»
580
JUSTO G A R C IA SA N C H E Z
San Martín de Sierra: Informa a 2-IX-1789 don Rodrigo
Antonio Díaz de la Cortina, quien pide se presente el me­
morial en el cabildo y se le informe de la resolución.
«1. Publicosse, y principio su observancia el Synodo en
esta Parroquia por Parrocho, y Feligresses en orden a con­
tribución de Derechos Parroquiales en primero de enero del
año de 1787. 2. Percivio mi Antecessor (según me informa­
ron, pues carece esta Parroquia de Apeos) y del mismo mo­
do segui hasta el Synodo, por cada cadaver sin Distinción
cien reales, bien que conociendo algo de Pobreza, me con­
tente contar de cobrados sesenta y seis reales, y todo con
la carga Precissa, según costumbre, de nueve missas, tres
cantadas, y las seis rezadas, e incluso también responso annual cantado: No dejaron de percivir oferta alguna los Prestameros por su omission, y solo por que no contribuían los
Parroquianos. 3? Está en observancia el Synodo, y desde ella
fallecieron en esta Parroquia [sigue el listado: en total 14].
4? De los difuntos que murieron en esta Parroquia falleció,
y se enterró como absolutamente pobre Antonio Martinez =
y también Manuel Méndez = bien que a este le hizo, a peti­
ción de su hijo también Pobre le hice los tres oficios, de los
que a no ser lo expuesto, quedaría privado absolutamente =
De funeral mediano [tres personas] y de mayor [dos] = Y to­
dos los otros con el menor; y unos y otros contribuyeron al
Parrocho con las ofertas y derechos respectivos, y según el
Arancel Synodal. 5? Eran y siempre fueron, según tradizion,
distinctos los derechos del Parrocho, y Prestameros, pues
a aquel le correspondía lo espuesto en la 2? respuesta, y a
los Prestameros una de trigo y otra de centeno, y siete rea­
les con el nombre de entuerto; Y si el testador dejaba algo
de oferta voluntaria, como solian, que lo regular eran en mi
tiempo centeno, cañada de vino, y de tres a quatro reales
de carne, a no ser Persona de mayor bulto, que no halle de
esta oferta, que repartían ellos para cada uno de los tres ofi­
cios, el dia, u oficio de entierro, era in solidum del cura, y
en los demas oficios entraba el Parrocho en ella con su octaba parte, y si nada dejaba de oferta, nada se partia, y los
Prestameros con lo demas. 6? Ya llevo dicho no hay Apeos,
y en lo tocante a ofertas, era cobrable con cuenta de todos
los feligreses por lista de los difuntos, que se componía de
pan, vino, y compango partible respective, las demas cada
uno traía, u dejaba, no me consta si se devian, o no: Ascen­
dería lo cobrable, no abultando la cosa, a sesenta y seis rea­
les...» (ACO, Cajas 247 y 351, fols. s. n.).
DOS FUNDACIONES HOSPITALARIAS
MEDIEVALES EN EL ITINERARIO
ASTUR-GALAICO DEL CAMINO DE SANTIAGO:
FONFRIA Y MONTOUTO
J . Ig n a c i o R u iz
de l a
P eña S olar
El silencio que la famosa Guía del Líber Sancti Jacobi obser­
va en relación con las tierras de Asturias al fijar, a mediados del
siglo XII, el que ya se configurará como itinerario «clásico» de la
peregrinación jacobea y las etapas y lugares de paso del Camino
de Santiago, desde Francia a la ciudad del Apóstol1, ha determi­
nado una injusta marginación historiográfica de la que, sin duda
y desde muy temprana época, fue la principal desviación de ese
camino: la vía que, desde León, seguían muchos peregrinos para
hacer escala en el santuario de San Salvador de Oviedo y venerar
las preciosas reliquias que allí se custodiaban, continuando lue­
go su romería hacia el término final de la misma —Santiago— por
la ruta que, con paso por Grado, Tineo y Grandas de Salime, fran­
queaba la divisoria montañosa astur-galaica salvando los 1.030
metros de altitud del puerto del Acebo, escotadura en la sierra de
Petras Apañadas. Desde allí se internaba el camino en tierras lucenses por Burón, dependiente todavía en lo eclesiástico de la dió­
cesis ovetense, para continuar a Castroverde y Lugo y buscar des­
pués el enlace con la ruta principal que, desde León, entraba en
Galicia por el Cebrero2.
1 Guía del peregrino m edieval («Codex Calixtinus»), trad. castellana de M . B r a
vo L o z a n o , Sahagún, 1989.
2 Sobre este itinerario leonés-astur-galaico del camino de Santiago vid. L . Váz­
quez d e P a r g a , J . M. L a c a r r a y J . U r í a R íu : Las peregrinaciones a Santia­
go de C om postela, II (Madrid, 1949), caps. X X y X X I I ; J. I. R u i z d e l a P e ñ a
et alii: Las peregrinaciones a San Salvador de Oviedo en la Edad Media (Ovie­
do, 1990), págs. 69 y ss.; R u iz d e l a P e ñ a : «La peregrinación a San Salvador
582
J. IGN AC IO RUIZ DE L A PEÑ A S O L A R
Este sería el itinerario que seguirían normalmente los monar­
cas castellano-leoneses que, en los siglos centrales de la Edad Me­
dia, solían enlazar a veces sus romerías a Santiago con la visita
a San Salvador de Oviedo. Así nos consta, por ejemplo y de for­
ma bastante detallada, de Alfonso IX, que en febrero de 1222 re­
corre este «caminus qui vadit de Sancto Salvatore ad Sanctum
Iacobum» —son sus propias palabras— «propter peregrinationem
quem ego fació»3. El día 8 de dicho mes lo encontramos en Ovie­
do y el 12 en San Salvador de Grandas4; el 16 se fecha en Lugo
una concesión del monarca a la Catedral de esta ciudad y el 18 se
encuentra ya en Santiago5.
En los altos, desolados y hermosos parajes de la vertiente lucense del cordal que separa Asturias de Galicia y en un corto tra­
mo de unos 25 kms. a partir del puerto del Acebo, se localiza, en
los siglos finales de la Edad Media, un conjunto de fundaciones
hospitalarias cuyos servicios asistenciales aparecen expresamente
vinculados al socorro de los peregrinos, caminantes y pobres que
transitaban por el «camino real que va de la gibdat de Oviedo para
la gibdat de Santiago de Compostela», arrostrando las dificulta­
des del paso por «aquellas montañas muy fragosas» y por el «puer­
to de sierra despoblado» (el del Acebo) que marcaba la divisoria
astur-galaica en aquel sector6.
Franqueado el puerto y en el descenso hasta Grandas de Sali­
me, distante unos 16 kms. y final de etapa en la vía peregrinatoria, se localiza también de antiguo sobre el Camino francés, en el
lugar de Padraira, una malatería dedicada a la atención de enfer­
mos de lepra cuyo origen quizá haya que poner igualmente en re­
lación con una posible función de acogida a los peregrinos, cami­
nantes y pobres que hacían el recorrido por esta frecuentada vía
tendida entre Oviedo y Santiago7.
3
4
5
6
7
de Oviedo y los itinerarios asturianos del Camino de Santiago», en Santiago.
La Europa del peregrinaje (Milano-Barcelona, 1993), págs. 233 y ss. Para el
tramo entre la divisoria astur-galaica y Lugo, que es el que ahora nos intere­
sa especialmente, vid. E. F e r r e i r a P r i e g u e : Los cam inos m edievales de Ga­
licia (Ourense, 1988), págs. 238-240.
Ruiz d e l a P e ñ a : Las «polas» asturianas en la Edad Media. Estudio y Diplom atario (Oviedo, 1981), pág. 53, nota 37.
Ibidem.
J. G o n z á l e z : A lfo n so IX, II (Madrid, 1944), núms. 417 y 418.
Los pasajes entrecomillados proceden del texto de los documentos que repro­
ducimos parcialmente en las páginas que siguen y se transcriben «in exten­
so» al final de este artículo.
J. T o l i v a r F á e s : H ospitales de leprosos en Asturias durante las edades Me­
dia y Moderna (Oviedo, 1966), págs. 171-184.
DO S F A N D ACIONES H O SP ITA L A R IA S M ED IEVA LE S
583
El propósito que guía la redacción de estas notas es aportar al­
gunos nuevos datos al conocimiento de dos de los establecimien­
tos asistenciales que jalonaban aquel difícil tramo del itinerario
astur-galaico del Camino de Santiago, entre Grandas y Lugo, en
los años finales de la Edad Media: los hospitales de Fonfría y Montouto8.
*
*
*
*
El 2 de mayo de 1500 los RR. CC. atendían la petición elevada
por cierta Aldonza Rodríguez de Ibias, vecina del concejo de Can­
gas de Tineo, en la que se hacía constar que
«en el camino real que va de la gibdat de Oviedo para la gibdat de Santiago de Conpostela ay puerto de sierra despo­
blado donde dizen Fuenfría, donde dizen que acaescía que
los romeros que iban a Santiago e los otros caminantes que
pasan por el dicho camino en los tienpos pasados resgibían
mucho detrimento a cabsa de non aver ventas nin poblazión
en el dicho puerto e camino.»
En el documento regio se alude a la fundación en ese lugar de
un hospital por la peticionaria, donde se daba asistencia a los ro­
meros y pobres que por allí pasaban, sintiéndose la necesidad de
establecer «algunas ventas donde los otros caminantes que pasa­
ren por el dicho camino sean acogidos» y haciéndose eco de la sú­
plica de Aldonza Rodríguez en el sentido de que
«por que el dicho ospital mejor se podiese conservar para
servicio de Dios nuestro Señor e acogimiento de los dichos
pobres e romeros que pasaren por el dicho camino e oviese
quien toviese cargo de servir al dicho ospital e acarrear e
traher a él los bastimientos e leña e agua e otras provisio­
nes e cosas necesarias, mandásemos dar franqueza de alcavalas a dos venteros que toviesen ventas junto con el dicho
ospital para los mantenimientos e bitualias e cosas que en
ellas vendiesen para proveymiento de los dichos caminan­
tes en la manera e forma que a nuestra merged plugiese.»
Los monarcas, realizada la correspondiente información y para
«fazer merged e limosna a los pobres e romeros que por el dicho
camino e puerto pasasen e en el dicho ospital se acojerien», corres­
ponden a la súplica concediendo carta de franquicia a dos vente­
8 Ampliamos aquí las breves referencias que de dichos hospitales ofrecíamos
recientemente en nuestro libro Leitariegos, una comunidad de la montaña
asturiana en la Edad Media (Oviedo, 1992), págs. 102-105.
584
J. IG NACIO RUIZ DE LA PEÑ A S O L A R
ros que se estableciesen en aquel lugar, para servicio de la alberguería, y tuviesen sus ventas junto a la misma:
«que sean francos e esentos... de pagar e que non paguen alcavala alguna de pan e vino e carne e pescado e legunbres
e otras cosas que por menudo vendieren en las dichas dos
ventas e en cada una dellas para mantenimiento e proveymiento de los dichos caminantes que por ay pasaren e en
las dichas ventas e en cada una dellas se gastaren.»9
El interés de las precedentes noticias radica en que el documen­
to que nos las transmiten y que, a lo que creo, permanecía hasta
ahora inédito, brinda las primeras referencias sobre el hospital
de Fonfría, de cuya existencia en esa época nada se sabía, que vie­
ne a sumarse así a los ya conocidos y próximos de la Puebla de
Burón y Montouto, también sobre el «camino francés de Asturias»,
tendido entre Lugo y Grandas10. Por otra parte, aquella funda­
ción asistencial junto con el pequeño complejo comercial que a ella
se asocia, en relación con el frecuente tránsito por dicho lugar, pa­
rece haber sido el núcleo generador de la aldea de Fonfría que,
distante unos 5 kms. del puerto del Acebo, en la vertiente lucense
de dicho puerto, todavía conserva hoy, muy remozada ya, la fá­
brica de su antiguo hospital de peregrinos.
*
*
*
*
Desde Fonfría continuaba el Camino por la tierra de Burón,
en cuya puebla, probablemente fundación de Alfonso X y con una
clara vocación de villa itineraria o de acogida, sabemos de la exis­
tencia, en los siglos finales de la Edad Media, de un importante
establecimiento hospitalario, muy bien documentado, vinculado
a la relativamente próxima abadía asturiana de Santa María de
Villanueva de Oseos11.
A partir del fondo del valle en el que, sobre una pequeña loma
y dominado por los restos de una imponente torre, se asienta el
caserío de la Puebla de Burón, y dejando a la izquierda el lugar
de Fonsagrada, el «camino que ven d’Ovedo»12 inicia una lenta
9 D ocum entos, 2.
10 Cf. E. F e r r e i r a : op. cit., págs. 238-240.
11 Vid. M. J. S a n z F u e n t e s : «Propiedades del monasterio de Santa Maria de Vilanova d’Oscos en Galicia: el hospital de la Santa Trinidad de A Proba de Buron», en A ctas del Congreso Internacional sobre San Bernardo e o C ister en
Galicia e Portugal, II (Ourense, 1992), págs. 723-732.
12 E. F e r r e i r a : op. cit., pág. 239.
DO S F A N D ACION ES H O SP IT A L A R IA S M ED IEVA LE S
585
ascensión que conducía a los peregrinos y caminantes, tras unos
10 kms. de recorrido, hasta un pequeño puerto en el que se asen­
taba el hospital de Montouto, el mejor conocido y acaso el más an­
tiguo entre los que jalonaban los accesos de Lugo a Asturias, cu­
yos viejos muros aún permanecen en pie junto a un dolmen muy
bien conservado que parece acreditar la antigüedad de este itine­
rario. En la ladera del monte, a un km. escaso del hospital, se lo­
caliza la pequeña aldea de Montouto.
La existencia de un establecimiento hospitalario en este fre­
cuentado lugar de paso «en el camino francés de los peregrinos que
van a Santiago» se justificaba sobradamente por la aspereza y pe­
ligrosidad de la zona, que era «tierra despoblada donde perecían
los pobres de frío y nieve»13. Aunque ya en 1232 se registra la
existencia de unas «tendas de Montouto», asociadas sin duda a la
atención de los transeúntes14, no será hasta el siglo XIV cuando
tengamos referencias precisas al hospital de este lugar y a la fun­
dación benéfica que desarrollaban los hospitaleros que lo aten­
dían con los romeros, caminantes y pobres que se acogían a él.
La prestación de tales servicios asistenciales y la convenien­
cia de su mantenimiento se invocarán como causas justificativas
de las exenciones y franquicias que Pedro I parece que concedió
a los hospitaleros de Montouto, extensivas a sus descendientes y
sucesores al frente de la administración de dicho hospital15.
La defensa del disfrute de esos privilegios frente a eventua­
les o efectivas conculcaciones por las autoridades locales de la merindad y tierra de Burón iba a generar, a finales del siglo XV,
la emisión de algunos documentos reales que amplían, para esta
época, las noticias que sobre este establecimiento hospitalario te­
níamos.
Así, el 28 de febrero de 1489, los RR. CC. ordenaban a don Die­
go López de Haro, gobernador del reino de Galicia, que defendie­
se los privilegios de exención tributaria de que disfrutaban Juan
y Teresa de Villabol, hospitaleros del hospital de Montouto, in­
vocando la necesidad de su sostenimiento por los servicios de aco­
13
14
15
Así se hace constar en un interesante documento expedido por Felipe II, el
10-11-1596, que reproduce parcialmente B . B a r r e i r o d e V. V. en un curioso tra­
bajo que bajo el título «Documento histórico acerca del antiguo hospital de
peregrinos de Montouto, fundado por el rey D. Pedro I en honor del Apóstol
Santiago» se publicó en la revista Galicia Diplomática, año IV, núm. 9 (San­
tiago, 1889), págs. 65 -67.
E. F e r r e i r a : o p . cit., p á g . 239.
Cf. B . B a r r e i r o : op. cit., nota 16.
586
J. IGN AC IO RUIZ DE LA PE Ñ A S O L A R
gida a los peregrinos a Santiago que allí se prestaban16. En la mis­
ma fecha se otorga a Juan de Villabol carta de seguro17.
No debieron de surtir mucho efecto las órdenes regias, ya que
poco tiempo después, en 1497, se renuevan las quejas del hospita­
lero de Montouto, que lo era entonces cierto Juan de Pedrero, por
las agresiones de que eran víctimas él y los vecinos de la aldea
de Montouto, cooperantes en las funciones asistenciales a cami­
nantes y peregrinos, en el disfrute de sus tradicionales privilegios
de exención.
En documento expedido por los RR. CC. el 20 de mayo de aquel
año se recogen las quejas de Juan de Pedrero, quien informa de
cómo los monarcas anteriores
«viendo quanto el dicho espital hera necesario para los ro­
meros que estoviese syenpre poblado porque estava en mon­
tañas muy fraguosas, fizyeron francos e esentos a los dichos
espitaleros e a ocho vezinos que poblasen alrededor del di­
cho ospital de todos pechos e tributos. E diz que asy ha seydo guardado de grand tienpo a esta parte que no han pecha­
do nin contribuydo en ningunos pechos nin derramas nin
otros tributos nin alcavalas, porque syn estos escusados el
dicho espital non podría sostenerse, según el lugar donde
está sytuado e los pelegrinos que cada día se recrecen e los
que allí están e a los caminantes que por allí pasan.»
Esta exención reconocida a la pequeña colectividad vecinal de
Montouto parece, sin embargo, que no era respetada por el conce­
jo de Burón, en cuyos términos se levantaba aquel hospital, su­
plicándose de los monarcas el restablecimiento de esas franqui­
cias, porque de no ser así «el dicho espital recibiría mucho daño»,
con el consiguiente perjuicio para los muchos beneficiarios de sus
servicios, según consta de la información que se ordena hacer por
tal motivo18.
f
*
*
*
*
Las generosas mercedes regias concedidas a los hospitaleros
de Fonfría y Montouto y extensivas, en el primer caso, a los ven­
teros que allí se establecen y en el segundo, a la pequeña comuni­
dad vecinal asentada cerca del hospital y cooperadora en los ser­
vicios asistenciales prestados a los peregrinos y caminantes que
por allí transitaban, ejemplifican situaciones ampliamente gene­
16 Arch. Gral. de Simancas, R.G.S., fol. 104.
17 A.G.S., R.G.S., fol. 96.
18 Documentos, 1.
DO S F A N D A C IO N E S H O SP IT A L A R IA S M E D IE VAL E S
587
ralizadas en circunstancias locales afines a las de aquellas peque­
ñas colectividades de la montaña astur-galaica y de las que en­
contramos una nutrida y variada escala de manifestaciones, al­
gunas muy tempranas, en la red viaria de los espacios norteños
peninsulares, tanto en los itinerarios de la peregrinación jacobea
como en puntos de tránsito de especial riesgo y dificultad, sobre
todo en pasos montañosos o lugares despoblados, de otras vías de
comunicación importantes19.
Se trata, en definitiva, de la característica asociación enfranquecimiento-hospitalidad en la que el reconocimiento de un estatuto
privilegiado a un grupo familiar o vecinal vinculado a un estable­
cimiento hospitalario y a la prestación de servicios asistenciales
de auxilio a caminantes y peregrinos, encuentra su justificación úl­
tima en el deber de los monarcas de «amar a su tierra», una de cu­
yas manifestaciones es, precisamente, en expresiva formulación de
Las Partidas procurar la construcción y sostenimiento de hospita­
les y alberguerías «que fazen los ornes para rescebir los pobres» y
que el propio Código alfonsino considera «lugares religiosos» y
acreedores de su especial protección:
«E deven otrosi (los reyes) mandar fazer hospitales en las vi­
llas, do se acojan los ornes que non ayan a yacer en las ca­
lles, por mengua depossadas. E deven fazer alberguerías en
los lugares yermos que entendieran que sea menester, por­
que ayan las gentes do se albergar seguramente con sus co­
sas, assi que non ge las puedan los malfechores furtar nin
toller. Ca de todo esto sobredicho viene muy gran pro a to­
dos comunalmente, porque son obras de piedad e puéblase
por y mejor la tierra, e aun los ornes han mayor sabor de bevir e de morar en ella.»20
19 Cf. Ruiz d e l a P e ñ a : «Mercedes regias a favor de establecimientos benéfico-asistenciales en la Edad Media», en Asturiensia Medievalia, 5 (Oviedo, 1986), págs.
171-196, y Leitariegos..., págs. 83 y ss.
20 Partida II, tit. XI, ley I.
588
J. IGN AC IO R U IZ DE L A PE Ñ A S O L A R
DOCUMENTOS
I
1497, mayo 20. Valladolid.
«Juan de Pedro, ospitalero. Q u e non hagan agravio a u n m o nesterio».
A.G.S., R.G.S., 20-V-1497, fol. 167.
Don Fernando e doña Ysabel, etc. A vos el congejo, alcaldes
e otras justigias qualesquiera de la merindad e tierra de Burón
e su alhoz, salud e gragia. Sepades que Iohan de Pedrero, espitalero del espital de Montoto que es en esa merindad e tierra de Bu­
rón, nos fizo relagión por su petigión que ante nos en el nuestro
consejo presentó diziendo que los reyes de gloriosa memoria, nues­
tros progenitores, viendo quanto el dicho espital hera negesario
pára los romeros que estoviese syenpre poblado porque estava en
montañas muy fraguosas fizyeron francos e esentos a los dichos
espitaleros e a ocho vezinos que poblasen alrededor del dicho ospital de todos pechos e tributos. E diz que asy ha seydo guardado
de grand tienpo a esta parte que no han pechado nin contribuydo
en ningunos pechos nin derramas nin otros tributos nin alcavalas porque syn estos escusados el dicho espital non podría soste­
nerse, segúnd el lugar donde está sytuado e los pelegrinos que ca­
da día se recregen e los que allí están e a los caminantes que por
allí pasan. E que asy se a guardado fasta agora que esa dicha me­
rindad e tierra de Burón se encabegó e tomó en sy las rentas de
las alcavalas que vos el dicho congejo e las personas que por vos
tienen el cargo pedís e demandays a los dichos escusados del di­
cho espital el alcavala, e sobre ello los fatigays, nunca se aviendo
fasta agora acostunbrado pagar la dicha alcavala nin los nuestros
arrendadores que hasta aquí han seydo non ge lo avían pedido nin
demandado, en lo qual sy asy pasase quel dicho espital regibiría
mucho daño. E nos suplicó e pidió por merged que sobre ello pro­
veyésemos de remedio con justigia mandando que los dichos es­
cusados fuesen libres e esentos como hasta aquí lo avían seydo
o como la nuestra merged fuese, e nos tovímoslo por bien. Por que
vos mandamos que luego veades lo susodicho e bien e syn dar lo­
gar a luengas nin dilagiones de maligia proveays e remedies de
manera quel dicho espital nin los dichos sus escusados no regiban
agravio de que tengan razón de sobre ello se nos venir nin enbiar
DO S F A N D A C IO N E S H O SP IT A L A R IA S M E D IE VAL E S
589
a quexar aviendo acatamiento como se aviaren con ellos los di­
chos nuestros arrendadores. E los unos nin los otros non fagades
ende al so pena de la nuestra merged e de diez mili maravedis pa­
ra la nuestra Cámara. E demás mandamos al orne que vos esta
nuestra carta mostrare enplazamiento llano, etc.
Dada en la villa de Valladolid, a veynte días del mes de mayo,
año del nagimiento de nuestro Señor Ihesuchristo de mil e quatrogientos e noventa e syete años.
Johannes doctor, Andrés doctor, Antonius doctor, Gundisalvus licenciatus, Johannes licenciatus. Yo Alfonso del Marmol, escrivano de Cámara del rey e de la reyna nuestros señores, la fize
escrivir por su mandado con acuerdo de los del su concejo.
II
1500, mayo 2. Sevilla.
«Dos venteros que están en Fuenfría, del C a m i n o de Santiago
a Oviedo. Merged que sean francos de alcavala los venteros de lo
que vendieren».
A.G.S., R.G.S., 2-V-1500, fol. 4.
Don Fernando e doña Ysabel, etc., por quanto por parte de vos
Aldonga Rodríguez de Ybias, vezina del congejo de Cangas de Tineo, nos es fecha relagión que en el camino real que va de la gibdat
de Oviedo para la gibdat de Santiago de Conpostela ay puerto de
sierra despoblado donde dizen Fuenfría, donde dizen que acaesgia
que los romeros que yban a Santiago e los otros caminantes que
pasan por el dicho camino en los tienpos pasados resgibían mucho
detrimento a cabsa de non aver ventas nin poblazión en el dicho
puerto e camino e que a cabsa desto movida con caridad e por servigio de Dios e del bienaventurado apóstol Señor Santiago fezystes
e hedeficastes en el dicho puerto e camino una yglesia e un ospital
donde los romeros e pobres que pasasen por el dicho camino fue­
sen acogidos e ospedados, e que demás del dicho ospital ay mucha
negesidad de algunas ventas donde los otros caminantes que pasa­
ren por el dicho camino sean acogidos. E por vuestra parte nos fue
auplicado e pedido por merged que por quel dicho ospital mejor
se podiese conservar para servicio de Dios nuestro señor e acogi­
miento de los dichos pobres e romeros que pasasen por el dicho ca­
mino e oviese quien toviese cargo de servir el dicho ospital e aca­
rrear e traher a él los bastimientos e leña e agua e otras provisio­
590
J. IGN ACIO RUIZ DE LA PEÑ A S O L A R
nes e cosas necesarias, mandásemos dar franqueza de alcavalas
a dos venteros que toviesen ventas junto con el dicho ospital pa­
ra los mantenimientos e bitualias e cosas que en ellas vendiesen
para proveymiento de los dichos caminantes en la manera e for­
ma que a nuestra merged pluguiese. Sobre lo qual nos mandamos
aver ynformagión a algunos del nuestro Consejo, la qual ovieron,
e que por ella constar parescía ser verdad lo susodicho. E por ser­
vicio de Dios nuestro Señor e por la mucha devogión que tenemos
al bienaventurado apóstol Señor Santiago e por fazer merged e
limosna a los pobres e romeros que por el dicho camino e puerto
pasasen e en el dicho ospital se acojerien tenemos por bien que
agora e de aquí adelante en quanto nuestra merged e voluntad fue­
re que sean francos e esentos dos venteros que estovieren para ser­
vicio del dicho ospital e tovieren sus ventas junto con él, de pa­
gar e que non paguen alcavala alguna de pan e vino e carne e pes­
cado e legunbres e otras cosas que por menudo vendieren en las
dichas dos ventas e en cada una dellas para mantenimiento e pro­
veymiento de los dichos caminantes que por ay pasaren e en las
dichas ventas e en cada una dellas se gastaren. E por esta nuestra
carta e por su traslado synado de escrivano público mandamos a
qualesquier nuestros tesoreros, arrendadores e recabdadores ma­
yores e menores e fieles e cogedores e otras qualesquier personas
que tienen e tovieren cargo de coger e arrendar e recabdar en ren­
ta o en fieldad o en otra qualquier manera las rentas de las alca­
valas del partido e juredigión donde es e entra el dicho ospital de
Fuenfría, que de aquí adelante en quanto nuestra merged e vo­
luntad fuere non pidan nin demanden nin llevan alcavala alguna
a los dichos dos venteros que estovieren en servigio del dicho os­
pital e tovieren junto con él sus ventas nin alguno dellos de los
dichos mantenimientos e vitualias de suso declaradas, que asy por
menudo en las dichas dos ventas e en cada una dellas vendieren
e en ellas se comieren e gastaren nin de cosa dellas, por quanto
nuestra merged e voluntad es que la non paguen como dicho es.
E mandamos al nuestro governador e alcaldes mayores e corregi­
dores e alcaldes e alguaziles e merinos e otras justigias quales­
quier, asy del nuestro reino de Galizia e del nuestro Pringipado
de Asturias de Oviedo como de otras qualesquier gibdades e vi­
llas e logares de los nuestros reinos e señoríos e a cada uno e qual­
quier dellos, que guarden e cunplan e fagan guardar e conplir es­
ta dicha merced e franqueza que nos asy fazemos como de suso
se contiene, e contra ella non vayan nin pasen nin consyentan yr
nin pasar. E otrosy mandamos a los nuestros contadores mayo­
DOS F A N DACION ES H O SP IT A L A R IA S M E D IE VALES
591
res que asyenten el traslado desta nuestra carta en los nuestros
libros de lo salvado que ellos tienen e sobrescripta e librada dellos den e tomen esta dicha carta original a la parte del dicho os­
pitai para que por virtud della gozen de las dichas limosna e mer­
ced en ella contenidas e que en los arrendamientos que de aquí
adelante fezieren de las dichas rentas de las alcavalas del dicho
partido donde es e entra el dicho ospitai de Fuenfría pongan por
salvada esta dicha franqueza, de la qual es nuestra merged que
le non sea descontado diezmo nin changillería por ser como es enplazamiento en forma.
Dada en la gibdat de Sevilla a dos de mayo de M D años.
Yo el rey yo la reyna, por mandado del rey e de la reyna Gas­
par de Grisio sennalada del doctor Angulo e ligengiado Capata.
Alfonso Pérez (rubrica).
REFLEXION SOBRE LOS TOPONIMOS*
Jesú s N
e ir a
M
a r t ín e z
Desea Julio Concepción que diga unas palabras en la presen­
tación de su libro sobre la toponimia lenense, editado por el Real
Instituto de Estudios Asturianos. Lo hago con gusto por varios
motivos. En primer lugar, porque se trata de una obra bien he­
cha. Es una aportación valiosa a los estudios lingüísticos asturia­
nos, de modo concreto, dentro del campo de la toponimia. Julio
Concepción continúa así una tradición asturiana que cuenta con
obras e investigaciones tan importantes como Toponimia de u n a
parroquia asturiana de José Manuel González (Oviedo, 1959) y T o ­
po ni mi a de origen indoeuropeo prelatino en Asturias de Martín
Sevilla (Oviedo, 1980), editadas ambas por este Instituto.
Por otra parte, como lenense, siento una especial satisfacción,
porque este trabajo que ahora presentamos es obra de un lenense
y está centrada en el habla de Lena. También, en este punto, veo
al autor en una tradición asturiana ya secular. A finales del siglo
X IX se publicó en Oviedo la monumental obra Asturias de Bellmunt y Canella (Oviedo, 1895-1899), en la que se trataba, entre
otros temas, sobre los concejos asturianos. La parte dedicada al
concejo de Lena fue realizada por dos hermanos vinculados a Pa­
jares: Juan y Ramón Menéndez Pidal. Juan Menéndez Pidal se ocu­
pó de la geografía e historia del concejo y Ramón Menéndez Pi­
dal de la parte referente al habla. El que había de ser maestro de
la filología española inicia su actividad lingüística (tenía 28 años)
estudiando las particularidades de un habla que le era familiar.
Sus «Notas acerca del bable de Lena» (Oviedo, 1897) son breves
y están basadas sobre todo en el habla de Pajares. Pero allí se se­
ñalan algunos de los rasgos más característicos del habla del con*
Palabras pronunciadas en la presentación de la obra de Julio
ponimia Lenense, Oviedo, 1992.
C o n c e p c ió n :
To­
594
JESUS NEIRA M ARTINEZ
f
cejo: la metafonía vocálica, es decir, las alternancias de tipo m u zu/moza, mozos, sentu/santa, santos, pirru/perra, perros; y con­
cordancias peculiares del tipo agua frío, m a n t e g a rancio. Esta con­
cordancia, extraña desde el punto de vista del castellano, mostraba
la existencia de una categoría gramatical de sustantivos de mate­
ria continua/discontinua. Estas diferentes categorías dentro del
sustantivo se manifiestan en los morfemos del adjetivo que con
él concuerdan. Están sobrepuestas al género y son independien­
tes de él. De ahí el distinto comportamiento de sustantivos del mis­
mo género: agua frío/casa fría. Lena y su habla pasaron así a ser
familiares a los lingüistas que estudiaban las lenguas y dialectos
románicos.
Hacia 1951, medio siglo después, yo, que vivía entonces en Po­
la de Lena, me propuse ampliar los datos aportados por don Ra­
món Menéndez Pidal. Intenté mostrar la estructura y el funcio­
namiento del habla de Lena en aquel momento y su reflejo léxico
en la cultura popular.
Ahora, cuarenta años más tarde, Julio Concepción vuelve de
nuevo sobre el habla de Lena, pero centrándose en una parcela
que hasta ahora no había sido apenas tocada: la de los nombres
de lugar. Este estudio, el de la toponimia, es atractivo, seductor,
pero difícil y hasta peligroso. El deporte de la investigación to­
ponímica es como el del alpinista o del espeleólogo. Averiguar el
origen, la evolución de algún topónimo es como trepar a una cima
hasta entonces inalcanzable o descender a una sima insondable.
La empresa es seductora, pero peligrosa. Hay pocos datos, pocos
puntos de referencia en los que apoyarse para llegar a la cumbre
o descender hasta lo más profundo. Las caídas pueden ser morta­
les, los errores de interpretación gravísimos. Pero, si la aventura
llega a feliz término, también es posible descubrir en las alturas
o en lo hondo de las grutas paisajes maravillosos que estaban ahí
dormidos u ocultos, esperando que alguien los revelase. Desde este
punto final toda la trayectoria pasada del topónimo puede que­
dar iluminada.
El investigador toponímico, para avanzar con cierto grado de
certeza, ha de reunir determinadas condiciones o cualidades: só­
lida preparación lingüística, conocimiento del habla de la zona y,
a ser posible, del habla histórica, observación directa del terre­
no, de la situación de la zona, de los cultivos. Ha de conocer la his­
toria y la geografía de la comarca en toda su amplitud. La obser­
vación directa del terreno ha de completarse con el estudio docu­
mental, con la historia contenida en los archivos.
R E F L E X IO N SOBRE LOS TOPONIM O S
595
Julio Concepción reúne en alto grado todas estas condiciones.
Ha recorrido las aldeas, los pueblos, ha observado el terreno, la
situación de los cultivos, ha conversado largamente con las gen­
tes que aquí viven, y también ha pasado largas horas en las bi­
bliotecas, consultando los archivos, ha manejado una extensa bi­
bliografía, y ha pensado y repensado. Fruto de esta labor conti­
nuada e intensa es este libro que ahora presentamos.
Toda obra bien hecha, ésta lo es, desborda siempre el obje­
to inicial de su estudio. Esta toponimia lenense no sólo ilumina
los topónimos de Lena, sino que aclara y resulta útil para inter­
pretar los topónimos del resto de Asturias, incluso del norte de
España. En todas estas comunidades la vida se ha desarrollado
durante siglos en condiciones semejantes, tanto físicas como hu­
manas y culturales. Por otra parte, de la observación de los to­
pónimos, su origen y su ritmo evolutivo, se pueden deducir im­
portantes consecuencias desde el punto de vista de la lingüística
general.
En la vida de los topónimos se puede observar un proceso evo­
lutivo común a las demás palabras de la lengua, aunque con dis­
tinto ritmo. Este proceso se presenta siempre sencillo, simple en
su base profunda, aunque complejo y multiforme en sus manifes­
taciones temporales o espaciales.
En la lingüística moderna se ha resaltado el carácter arbitra­
rio del signo lingüístico. La palabra no guarda una relación natu­
ral con la idea o cosa a la que se refiere. Los mismos conceptos
se designan de distinto modo en las diversas lenguas. Cada una
tiene su modo peculiar de llamar al pan o al vino. Pero el hablan­
te ante el topónimo, sin relación aparente con las otras palabras
de la lengua, se pregunta: ¿de dónde viene este nombre?, ¿por qué
se llama así? Esta pregunta implica que el sentimiento lingüísti­
co del hablante supone que la palabra primeramente no fue arbi­
traria. Se llamaba así por algún motivo. Y en efecto, la motiva­
ción inicial de algunos topónimos está clara: Fresneo se llamó así
porque allí había fresnos; El Nocíu, porque había nogales; La Vi­
ña, porque hubo viñedos; El Yenu, por lo llano del terreno, y Ablaneo, por sus avellanos, etc. Ahora bien, el topónimo, inicialmen­
te motivado, tiende con rapidez a desmotivarse, desvincularse de
su contenido inicial, y así se convierte en signo arbitrario, en un
deíctico o señalador de un lugar sin ningún contenido semántico.
Por eso Fresneo, Ablaneo o El Nocíu se siguen llamando así aun­
que actualmente en el lugar no haya fresnos, avellanos o nogales.
Pues bien, en otras palabras de la lengua se puede observar un
596
JESU S N EIRA M ARTINEZ
proceso semejante al seguido por los topónimos: pasando del sig­
no motivado al signo arbitrario.
En gramática, las palabras se clasifican en primitivas y deri­
vadas. Derivadas son las que proceden de otras, primitivas las que
aparentemente no proceden de otras. Pan, río, tierra, sol, luna se
consideran palabras primitivas. Son por ello signos arbitrarios.
Panadero, vinatero, lunático, riachuelo son palabras derivadas.
Están en clara relación con pan, vino, luna y río. Ahora bien, si
observamos la lengua en su proceso evolutivo, podemos ver có­
mo algunas de las palabras que se consideran primitivas han si­
do inicialmente signos motivados. Si consultamos los diccionarios
etimológicos vemos que palabras como sol, luna, tierra fueron ini­
cialmente motivadas, ya que estaban en relación con otras1. Así
luna parece ser que estaba vinculada con luminosidad, tierra con
lo seco y sol con ojo. Esta relación se perdió con el tiempo y se
convirtieron en signos arbitrarios. Pero esto no sólo ocurre en es­
tas palabras recónditas sino que podemos observar otros cambios
que se están produciendo en nuestro entorno en el campo de la len­
gua. Presidente es sentida por los hablantes sin preparación lin­
güística especial como palabra primitiva, como signo arbitrario.
Pero sabemos que en el origen era una palabra compuesta: presi­
dente <pre-sedente, ‘el que se sienta delante’ . Hoy ha desapareci­
do la referencia al asiento. Infante se tiene por el hablante como
palabra primitiva, como signo arbitrario. Pero en su sentido ori­
ginario el in-fante era una palabra compuesta y significaba ‘el que
no habla’, es decir, el bebé que aún no ha adquirido el lenguaje.
Todas las palabras de la lengua, lo mismo en los topónimos co­
mo en los nombre comunes, están sometidas a dos fuerzas o dos
tendencias simultáneas y de sentido contrario. El signo motiva­
do, en relación de dependencia léxica con otro, tiende a individua­
lizarse, a hacerse independiente y arbitrario, como se ve en los
ejemplos anteriores (infante, presidente). Pero en el habla, en el
discurso, la coherencia del pensamiento determina que las pala­
bras, sin perder su individualidad, se sientan en relación con otras
en razón de su contenido semántico, de su estructura léxica o su
función gramatical, de su conformación fónica o rítmica. La ten­
dencia a la independencia, a la arbitrariedad, hace el signo más
ágil, más libre, más adecuado al ritmo veloz del pensamiento. Las
palabras son así palabras aladas. Pero al mismo tiempo, las aso­
1
A. e t
tine, Paris.
E rn o u t,
M e ille t,
A. (1959): Dictionnaire Etymologique de la Langue La­
R E F L E X IO N SOBRE LOS TOPO NIM O S
597
ciaciones entre las palabras del discurso por su valor, su fonéti­
ca, su estructura léxica o fónica dan coherencia al discurso que
subyace en ellas.
Como resultado de estas dos fuerzas, las palabras experimen­
tan, en el curso de su historia, diversas alteraciones en los dos pla­
nos: en el del contenido y en el del sonido. Por uno u otro camino
se tiende a la coherencia lingüística. Así Colominas, S.A., nom­
bre de una constructora, pasó a significar en unos pocos años, una
barriada. Al poco tiempo se olvidó la referencia a la empresa cons­
tructora convirtiéndose en un tipo de vivienda, interpretada co­
mo un plural femenino por su final en -as. Y se le dio un singular:
u n a colomina/Colominas o Colomines: tocóme u n a colomina/vi­
vo en les Colomines. Y dentro de otro nivel de lengua, entre ha­
blantes con fuertes hábitos dialectales, Colominas se interpretó
como Colombines y colombina, pero con idéntico final. La trans­
formación de Colominas en Colombinas o Colombines se explica
por la correspondencia de ciertas secuencias fónicas del bable/al
castellano, producto de distintas evoluciones fonéticas. Así palumbu ^ p a l o m o (cast.)/palumbu o p a l o m b a (bable); columba > colom­
ba de donde procede Columbiello; l u m b u > l o m o (cast.)/c h u m b u
(bable). En todos estos casos el grupo latino /m b/ se redujo en el
castellano a /m /, mientras que se mantuvo en el bable. Estas al­
teraciones de los vocablos en función de la motivación o de la co­
herencia lingüística se están produciendo sin cesar en la historia
de las lenguas.
La llamada etimología popular no es, en el fondo, más que una
manifestación de la tendencia siempre presente hacia la motiva­
ción, hacia la coherencia lingüística, lo mismo en el plano de la
fonía como en el del sentido. C a m p i Gotthorum, ‘campos de los
godos’, se transformó y se estabilizó en Toro2 cuando se perdió la
referencia a estos pueblos y se asociaron las dos últimas sílabas
con el nombre de ese animal. Este tipo de transformaciones son
observables también en la adaptación de nuevas palabras en el
lenguaje popular o dialectal. La naranja ma n d a r i n a se interpre­
tó como mo n d a r i n a por la asociación con mondar, o autobús dio
altobús basándose en la relación con alto.
El topónimo tiene por su misma naturaleza una función deíctica, señaladora. Por esta causa, la motivación inicial tiende a des­
aparecer rápidamente. De este modo, el signo motivado se convier­
2 Véase M e n é n d e z P i d a l (1989): Manual de Gramática Histórica española, 20?
edición, Madrid, Espasa Calpe, & 74,4.
598
JESU S N EIR A M ARTINEZ
te pronto en arbitrario. Esta peculiaridad, esta transformación ve­
loz, casi instantánea, repercutirá en la evolución de los topónimos
dentro de la lengua. Quedan relativamente aislados de las otras
palabras. Pasan a formar un grupo aparte. Su ritmo evolutivo se
detiene o se hace más lento. Por eso en los topónimos permane­
cen fases arcaizantes del habla de una zona. Así lo podemos ver
en algunos topónimos de Lena. Los escasos ejemplos de topóni­
mos tipo Veiga correspondiente al vega de la lengua común nos
revelan que el diptongo /ex/ </ai/ latino fue general en esta zona
central como lo es actualmente en el occidente de Asturias. En el
contenido primero y en la conformación lingüística del topónimo
está la historia. Una heredad llamada L a Viña revela que ahí exis­
tió una plantación de viñedo. El Chinariigu o Las Chinariegas nos
indican dos cosas: primero, que ahí hubo inicialmente una plan­
tación de lino, y segundo, que fonéticamente hay dos hechos des­
tacados: la interpretación de la /l-/ como / ts/ que alterna después
con /c /, y la inflexión de la vocal tónica por influjo de la /-u/ (El
Chinariigu/Las Chinariegas).
El topónimo, como consecuencia de su función deíctica, tiende
a desmotivarse, a volverse signo arbitrario. Queda así relativa­
mente aislado de las otras palabras de la lengua. Esta es la causa
fundamental de dos rasgos característicos de los topónimos: la
abundancia de arcaísmos, fases antiguas de la evolución lingüís­
tica; y, segundo, perduración de palabras antiquísimas proceden­
tes de lenguas totalmente desaparecidas como tales. Estas voces
son como fósiles, reliquias, joyas preciadas que nos permiten vis­
lumbrar el panorama prelingüístico de la zona. A este grupo per­
tenecen sin duda L e n a , nombre del río y del concejo. Se trata de
un vocablo no latino que se encuentra en territorios muy aleja­
dos del mundo románico (recordemos el Lena siberiano). No ex­
perimentó por ello la evolución propia de las voces de los coloni­
zadores latinos que transformaron la /l-/ del latín clásico en /ts-/.
La voz Lena, de estructura silábica simple, con sonidos limpios,
claros como las aguas del propio río, mantuvo así su antiquísima
pronunciación a través de los siglos. En los primeros textos lati­
nos medievales aparece escrito L e n a tal como hoy se escribe y se
pronuncia3. Caudal, en cambio, nombre moderno del fragmento
3 Entre los textos medievales más antiguos podemos citar una donación de A l­
fonso II realizada en era DCCCCXIII, año 39 de su reinado, que el monarca da
a la iglesia de San Salvador de Oviedo: ínter Ornam et Lenam monasterium
S. Claudii per suos términos et villam quae dicitur Erias. Et supra Lenam mo­
nasterium S. Egeniae Moreta. Super flumen Ferros monasterium Stae Mariae
de Paramos cum ómnibus deganeis suis...
R E F L E X IO N SOBRE LOS TOPON IM O S
599
del Lena comprendido entre la desembocadura del Aller y la con­
fluencia con el Nalón, es una palabra de origen latino, y sufrió,
por eso, las evoluciones propias de las palabras de este origen:
cap i tale ?cábdale y caudal. Inicialmente el topónimo sería un ad­
jetivo referido al Lena: Lena cabdale, ‘Lena caudaloso’ , para que­
dar después reducido al simple adjetivo que toma así valor de
sustantivo4.
Los topónimos forman, como hemos visto, un grupo con sus
propias características, pero están dentro de la lengua. Mantie­
nen conexiones con las otras palabras por su función gramatical,
su conformación fónica o por múltiples asociaciones. Están den­
tro de la corriente misma del habla. Por eso no permanecen in­
mutables. Todo lo que está dentrp de la corriente viva del habla
está sometido a cambio. Nada permanece invariable, porque la
lengua no se transmite como se transmite una herencia. En cada
individuo, en cada grupo humano, la lengua se crea y se recrea
sin cesar. Podemos decir, tomando una imagen de Menéndez Pidal ligeramente modificada5, que la lengua es como la corriente
de un río. Todas las palabras están en movimiento, como lo están
las hojas o los materiales que el río arrastra, pero el ritmo de mo­
vimiento varía. Uno, el de las hojas que flotan en la superficie,
es más rápido. Otros materiales, en suspensión en el medio del
líquido, van más lentos. Los topónimos serían como los cantos ro­
dados que se encuentran en el lecho del río. Allí, en el fondo, van
siendo también modelados, cincelados, labrados en el transcurso
del tiempo.
Los topónimos de una zona no representan un corte sincróni­
co, no reflejan sólo la lengua de una determinada época. En ellos
está presente la historia de la lengua, y de ahí derivan resultados
distintos de un mismo étimo. Veamos algunos ejemplos. El étimo
latino p lanum es la base de muchos topónimos en la zona lenense y en general en toda Asturias. El carácter montuoso del terre­
4
5
La denominación de Lena referida a todo el río, desde Valgrande a la confluencia
con el Nalón, aparece aún en Jovellanos, en cuyos diarios podemos leer el jue­
ves 14 de marzo de 1795: Salimos a las dos y media al puente de Santullano;...
Entra el mal camino, y malo de construir por la pendiente y deleznable del
terreno a la parte de la derecha, y lo atacado del río Lena a la izquierda; a la
media legua, sobre la misma mano, y al otro lado del río, está el lugar de Taruelo, donde Fr. Guillermo quiso colocar el puente: por bajo de él viene el río
Aller al Lena. Sobre la misma mano, a un cuarto de legua, Figaredo, por don­
de viene el río de Turón al Lena...
Véase M e n é n d e z P i d a l ( 1 9 6 4 ) : Orígenes del Español, 5? edición, Madrid, Espasa
Calpe, & 112,1.
600
JESUS N EIR A M ARTINEZ
no hace que la referencia a ‘llano’ sea un rasgo caracterizador. Pues
bien, los derivados de p l a n u m presentan en la toponimia lenense
tres variantes correspondientes a tres tratamientos distintos del
grupo inicial /pl-/. / T s / ^ / c / aparece en la toponimia más anti­
gua (C h a n o s ^ Tsanos de Somerón)\ /y/ en la toponimia menor
(El Yenu, L a Yana, L a Yanina, L a Y a n a ’l Monte); /pl-/ en un to­
pónimo reciente: El Plano. Estos tres resultados reflejan tres mo­
mentos de la historia del habla de Lena. La / ts c / de C h a n o re­
presenta la fase más antigua. Para los hablantes de aquel tiem­
po, el grupo latino /pl/ se adaptó o se interpretó como /ts/.
Fundieron en un solo fonema el rasgo sordo y oclusivo de la /p /
y el rasgo alveolar de la /l/. Esta solución se dio en una extensa
zona del bable occidental, lo mismo que en la 3? y 4? del centro.
En el resto del bable central y de oriente el resultado fue / ¿ / , al
igual que en el castellano: Llanera, Llanes. Los topónimos del ti­
po El Yenu, L a Yana, suponen una fase más moderna. Son resul­
tado de la adaptación de voces procedentes no del latín, sino del
bable central o del castellano. El habla de Lena en aquel tiempo
no tenía aún el fonema /¿/, como ocurría en el bable occidental.
La /¿ / de las voces anteriores se interpreta por un fonema próxi­
mo: /y/. No se trata pues de un caso de yeísmo, sino de una adap­
tación del fonema /¿ / cuando éste no existía en el habla de la zo­
na. Más tarde éste penetra y se extiende por todo el ámbito astu­
riano. El Plano designa la ladera de una montaña próxima a Pola
de Lena en la que se instaló un plano inclinado en una explota­
ción minera. Plano es una adaptación del cultismo latino p l a n u m
en un momento en que ya no existe ninguna dificultad para reali­
zar el grupo /pl-/. Este doble tratamiento es el mismo que expli­
ca las formas lluvia/pluviómetro.
Veamos ahora un hecho relacionado con el vocalismo final. En­
tre los topónimos que se corresponden con un étimo latino termi­
nado en /-u/, se pueden observar dos resultados. Un número re­
ducido conserva esta /-u/: El Y e n u < p l a n u m , E l N o c í u < nocetu m , El Chinariigu < H i n a r e c u m . ...; pero, la mayoría tiene co­
mo final, en cualquiera de sus variantes, una /-o /: Naveo, Telleo
Telledo, Columbiello
Columbiecho, Otero, A l c e o s Alce­
do, Sotiello^Sotiecho, Ujo ~^Uxo... Y lo mismo sucede en toda
la zona central asturiana: Figareo Figaredo, Olloniego, Ovie­
do, Langreo, G r a d o s Grao, Sariego, Siero, etc., pero se dice El
Caleyu, El Escampleru... Este doble tratamiento de la Alt/ latina
no se da sólo en la toponimia, se puede observar también en las
otras palabras de la lengua. Palabras con las mismas caracterís­
R E F L E X IO N SOBRE LOS TOPO NIM O S
601
ticas morfológicas o con semejantes contenidos semánticos se com­
portan de distinta manera en cuanto al vocalismo final. Así tene­
mos l l o b u c h u b u < l u p u m / o s o <. u r s u m , toro c . t a u r u m / x a tu
xetu, r e g u e r u ^ reguiru/río<-rivum.
En un estudio reciente6he tratado de demostrar que la actual
distribución de la /-u, -o/ en la zona central asturiana no es una
conservación de un estado primitivo latino. Es el resultado de un
largo proceso evolutivo. La zona central, la de mayor movilidad
social fue también la de mayor movilidad lingüística. La situa­
ción actual del bable oriental representa la fase más arcaizante,
la más próxima al latín. La /-u/ latina se ha conservado en la gran
mayoría de los sustantivos contrariamente a lo que ocurre en el
centro: osu, toru, ríu, etc. El adjetivo con variación genérica tiene
dos terminaciones: /-a/ para el femenino y /-u/ con un doble con­
tenido: masculino discontinuo (pie fríu), continuo, masculino o fe­
menino, (agua fríu, arroz secu) y neutro (eso e buenu). En el centro,
que tenía en principio la misma situación, se produjo un impor­
tante cambio en el sistema nominal con dos manifestaciones: en el
adjetivo la /-u/ se desdobló en dos fonemas: /-u/ para el mascu­
lino discontinuo/femenino o/plural, y /-o / para el neutro o para
el continuo (el buenu/la buena o los buenos, y lo bueno o xente
bueno). En el sustantivo, este cambio no tuvo valor fonológico. Se
trata simplemente de dos realizaciones fonéticas pero basadas en
el mismo principio variabilidad (con la -u)/invariabilidad (con la
-o). Los sustantivos sin variación por su naturaleza o con poca va­
riabilidad en el uso común se realizan como /-o/, mientras que los
que se oponen a un femenino o a un plural tienen /-u/. Esto es lo
que explica el contraste entre algunos de los ejemplos citados como
toro/xetu u oso/chubu, etc. Pues bien, este proceso afectó también
a los topónimos. Cuando está latente o presente una oposición se
prefiere la -u: El Y e n u / L a Yana, El Chinariigu/La Chinariega, El
Nocíu/La Nozala, El Caleyu/La Caleya. Cuando esta variabilidad
no existe, se prefiere la realización -o: Oviedo, Langreo, Uxo, Sie­
ro, Grado, Olloniego, Carabanzo, Sotiello ^ S o t i e c h o , etc.
La variedad en el tratamiento fonético de algunos topónimos
nos muestra lo complejo de toda realidad lingüística. Esta com­
plejidad está en la misma naturaleza de la lengua, en su origen
y en su funcionamiento. La lengua es por su esencia diversa, mul­
tiforme. El lenguaje humano es hoy lo que siempre ha sido: una
multiplicidad de lenguas. Y lo que llamamos lengua es en reali­
6
(1991): «Función y origen de la alternancia -u/-o en los bables
centrales de Asturias», B.R.A.E., LXXI, págs. 433-454.
N e ir a M a r tín e z
602
JESU S NEIRA M AR TIN E Z
dad una abstracción que se compone de un conjunto de dialectos
y éstos de subdialectos o hablas hasta llegar a los usos locales e
individuales. Los gramáticos han intentdo buscar entre esta va­
riedad una norma superior y así hablan de formas correctas fren­
te a otras consideradas incorrectas, ultracorrectas, hipercorrectas,
arcaizantes, dialectales o vulgares. Pero esta calificación tiene un
valor relativo. Cada agrupación lingüística, por pequeña que sea,
tiene su propia norma de corrección. Es más, cada individuo tie­
ne su propia norma, tiene, podemos decir, su gramática y su dic­
cionario que se reflejan en las palabras que usa, que entiende y
en el modo de combinarlas. Estas normas diversas no se oponen
rígidamente entre sí, están interrelacionadas, se interpenetran,
pueden extenderse o pueden reducirse o quedar en estado laten­
te. Formas consideradas como correctas pueden ser tachadas de
vulgares siglos más tarde, o al revés. Así, para Juan de Valdés,
Vitoria era la forma correcta frente a victoria. Hoy, en cambio,
al cabo de tantos siglos, vitoria es considerada vulgar. Esta va­
riabilidad deriva de la naturaleza del código lingüístico y de su
aprendizaje. Frente a los códigos artificiales, en los que se pasa
del código al uso, aquí sucede lo contrario: a partir de las realiza­
ciones individuales y concretas oídas a los hablantes, se va dedu­
ciendo el código. Este es creado, recreado, interpretado por cada
individuo y cada grupo lingüístico. De ahí la inmensa variedad
de formas. Incluso los llamados disparates lingüísticos tienen su
gramática, sus razones lingüísticas que indican la diversidad de
tendencias que están presentes en todo idioma. No es posible pre­
ver ni dirigir la marcha de una lengua. Esta es una obra anónima
y colectiva en la que intervienen, de un modo o de otro, todos los
hablantes. Escomo un plebiscito diario. Hablar de un modo es de­
cir sí a ciertas formas y no a otras. El uso más general, más difun­
dido es el que termina imponiéndose por encima de las normas
de los gramáticos. Esto ya fue señalado hace 2.000 años por el poeta
latino Horacio:
mu lt a renascentur quae i a m cecidere cadentque
quae nunc sunt in honore vocabula, si volet usus,
q u e m penes arbitrium est et ius et n o r m a loquendi
que, traducido libremente significa:
volverán las palabras olvidadas,
caerán las que hoy están en boga,
si así lo quiere el uso,
puesto que el uso es la norma,
la ley y la razón de las palabras.
R E F L E X IO N SOBRE LOS TOPON IM O S
603
Este uso puede parecer caótico, anárquico, pero, en realidad,
no lo es. El lenguaje va orientado hacia la claridad expresiva. La
lengua tiende espontáneamente en sus realizaciones a la organi­
zación, al sistema, se acomoda a las necesidad de los hablantes
y así, en este proceso se establecen o se pierden distinciones. Por
uno u otro camino se busca la simplicidad, lo sistemático. Es una
obra de perfección que se va produciendo a lo largo de los siglos.
Las palabras van siendo labradas, cinceladas conforme a la inten­
ción de los hablantes. Por eso el lingüista tiene que contemplar
los usos con respeto, casi podíamos decir con veneración, pues en
ellos está el alma de las palabras, y si es posible, descubrir el sis­
tema que subyace en ellas, y no tratar de ignorarlo. Así El Caleyu/Olloniego pueden parecemos hoy contradictorios, pero bajo
estos dos matices de /u / y /o / final está presente, como hemos vis­
to, un proceso secular basado en el principio de variabilidad/invariabilidad.
CONCLUSION
El estudio toponímico tiene, por lo tanto, un doble interés: uno
histórico-cultural y otro estrictamente lingüístico. El conocimien­
to profundo de los nombres de lugar nos permite redescubrir en
parte el paisaje físico y humano de una comarca en tiempos pasa­
dos. Los accidentes del relieve, los cultivos, la flora y la fauna,
la vida política, social y religiosa, todo puede estar en cierto mo­
do atestiguado en estos nombres si logramos desentrañar su ori­
gen. Por otra parte, los topónimos están dentro de la lengua y es­
tán sometidos a las tendencias comunes a todas las palabras de
la misma, pero con un ritmo evolutivo particular, más rápido en
la primera fase y más lento en la segunda.
El topónimo es, inicialmente, un signo motivado. El monte, el
río, la heredad, el poblado se han llamado así por algún motivo.
Pero, rápidamente, van quedando desvinculados de su significa­
do primero, quedan vaciados de su contenido semántico y se con­
vierten en meros deícticos o señaladores. La palabra se ha con­
vertido en un signo arbitrario, autónomo. Esto lo aligera, pero lo
aísla relativamente de las demás palabras y tiende a mantenerlo
sin modificaciones. De ahí los abundantes arcaísmos y también
la pervivencia de vocablos antiquísimos pertenecientes a la pre­
historia lingüística de la región y que nos hacen entrever rasgos
de lenguas ya desaparecidas como tales.
Pues bien, el mismo proceso se está verificando en todas las
palabras de la lengua. Esta se renueva sin cesar. Unos vocablos
604
JESU S NEIRA M ARTINEZ
caen en desuso, quedan arrinconados, pero están surgiendo cons­
tantemente otros por diversos medios: composición o derivación,
culta o popular, préstamos, voces expresivas, siglas, etc. Todo tér­
mino nuevo introducido en la lengua es en su origen un signo mo­
tivado, dependiente de otro: televisión, aguardiente, metropoli­
tano, O.N. U., sida, U.V.I., ovni, etc. Todas son palabras en clara
relación con otras, pero, progresivamente, lentamente, muchas de
ellas se van convirtiendo en unidades semánticas autónomas y se
olvidan sus elementos integrantes, es decir, se van transformando
para el hablante en signos arbitrarios, autónomos. Esto va acom­
pañado a veces de una reducción fónica: metropolitano se trans­
forma en metro, televisión se transforma en tele, etc.; otras veces
esta transformación se verifica sin modificación de la palabra. Co­
mo dijimos anteriormente, presidente e infante son, para el ha­
blante común, palabras primitivas, sin relación con sus primeros
componentes. El préstamo penetra ya en la lengua como signo ar­
bitrario, símbolo natural de la cosa a la que se refiere, aunque en
la lengua de donde procede haya sido también un signo motiva­
do. Así fútbol es en español un signo arbitrario, aunque en inglés
haya nacido como una palabra compuesta y ha triunfado sobre
el intento de tradución calcado del inglés: balón pie. Como ocu­
rría en los topónimos, la conversión en signo arbitrario hace la
palabra más estable y menos sujeta a los cambios. Esto es lo que
explica la perduración secular de una gran masa de las palabras
de la lengua.
Ahora bien, junto a esta transformación del signo motivado en
arbitrario, se está produciendo en la misma lengua el fenómeno
contrario. En el discurso las palabras entran en múltiples relacio­
nes entre sí buscando la coherencia expresiva, tratando de ade­
cuarse la expresión al contenido, teniendo en cuenta las semejan­
zas o diferencias entre ellas en su conformación fónica, en el rit­
mo acentual, en la estructura léxica o en múltiples asociaciones
semánticas. Es decir, en cierto modo el signo autónomo se vuelve
dependiente en relación con otro o incluso tiende a hacerse clara­
mente motivado. La llamada etimología popular es en el fondo
una manifestación de esta tendencia. La transformación de C a m p i
Gotthoru en Toro por asociación con este animal es similar a lo
que ocurre en el habla dialectal que interpreta autobús como altobús o naranjas mandarinas como mondarinas. Los resultados de
estas transformaciones que se van operando a lo largo de los si­
glos constituyen el contenido de las gramáticas históricas. Los to­
pónimos, aunque con más lentitud, como hemos visto, están so­
R E F L E X IO N SOBRE LO S TOPO N IM O S
605
metidos al mismo proceso de transformación, transformación que
no se ha interrumpido. Así colominas, un nombre propio y por lo
tanto invariable, se interpretó por su final en /-as/ como un plu­
ral y de él se dedujo un singular: las colominas/una colomina.
En conclusión, la vida del topónimo está regida por el princi­
pio que está en la base misma de la lengua: el signo motivado, de­
pendiente, se transforma en arbitrario, autónomo; pero al entrar
en relación con las palabras del discurso tiende de nuevo a hacer­
se motivado, dependiente. .
EL HOSPITAL-ASILO DE LUARCA (1895-1936)
FUNDACION Y ESTUDIO ARQUITECTONICO
C O V A D O N G A A L V A R E Z Q U IN T A N A
Buena parte de las instituciones de orientación social funda­
das en Asturias durante la Restauración se disolvieron por efec­
to de los cambios históricos operados en este siglo, pereciendo a
un tiempo sus casas. Resulta por ello una excepción la fundación
benéfico-particular que aún sobrevive, física y jurídicamente, en
Villar de Luarca, integrada originariamente por dos institucio­
nes fusionadas: el hospital de San Roque, constituido de hecho en
1895 y abierto al público en 1897, y el asilo San Bernardo, con en­
tidad jurídica desde 1898 y en servicio al cabo de diez años.
La ininterrumpida, larga y próximamente centenaria trayec­
toria del complejo benéfico de Villar se remonta a las estribacio­
nes del 1900, momento en el que ya se dibujan en el mapa de esta­
blecimientos asistenciales de Asturias las dos tendencias contra­
puestas con continuidad durante los treinta años siguientes:
centralismo y dispersión. La primera, impulsada por la Adminis­
tración (Oviedo: hospital de Llamaquique, hospicio en la calle Gil
de Jaz y asilo de San Lázaro, dependientes de la Diputación Pro­
vincial), las grandes empresas radicadas en las cuencas del Cau­
dal y Naló“h (hospitales de La Felguera, Sueros, Turón y Bustie11o), y en menor medida por la beneficencia particular (asilo de
huérfanos del Cristo, en Oviedo, hospitales de caridad de Gijón
y Avilés); las iniciativas descentralizadoras, en cambio, monopo­
lizadas por los indianos (asilo de Pola de Siero y proyecto fallido
de Castañedo de Grado, hospitales de Llanes y Colombres, pre­
cursores de sus homólogos de Ribadesella, Cangas de Onís, Navia y el malogrado de Pola de Allande)1.
1
C.: Indianos y arquitectura en Asturias (1870-1930), Gi­
jón, 1991; y «Hospitales de indianos en Asturias», Sándalo, núm. 2, 1988.
A lv a r e z Q u in ta n a ,
608
C O V A D O N G A A L V A R E Z Q U IN T A N A
La institución de Luarca, incluida entre las endeudadas con la
iniciativa indiana, traduce una resistencia al centralismo de los
servicios de interés social impuesto por el Estado liberal burgués,
insistiendo en una recuperación de la multiplicación y dispersión
de los pequeños hospitales particulares que habían constituido la
tendencia en activo hasta la caída del Antiguo Régimen. Volcada
en beneficio de los municipios de origen, la vocación reformista
de los americanos se materializó, además de en la dotación de equi­
pamientos escolares e infraestructura viaria, de aguas y electri­
ficación, las inicitivas más reiteradas y conocidas, en este área
asistencial. El mismo núcleo de Villar, en el que próximo al
hospital-asilo —desde su fundación y hasta bien entrada la segun­
da parte de este siglo, el único establecimiento de su género en
funcionamiento en la mitad occidental de Asturias, entre Avilés
y la provincia de Lugo— se inauguró en 1910 un colegio igualmente
de promoción indiana, aúna dos de las orientaciones prioritarias
del colectivo de americanos en beneficio del progreso material de
sus comunidades de nacimiento. No en vano se remonta a enton­
ces la vigente especialización de Villar como área escolar y sani­
taria de Luarca y su comarca.
Al margen del nexo del establecimiento de Villar con la emi­
gración americana, la vida casi centenaria de la institución ilus­
tra, por un lado, el concepto ochocentista de lo asistencial y, por
otro, la evolución hasta el presente del mismo, en el que la noción
preexistente de caridad y las características de gratuidad y elementalidad de los servicios prestados se sustituyen por otros ple­
namente cualificados, si bien satisfechos a cambio del pago de los
mismos por parte de los usuarios. La nueva fórmula comercial de
las prestaciones asistenciales y la obsolencia de la que inspiró las
instituciones benéfico-particulares del pasado siglo, amén de otras
circunstancias que se revisarán, incidirían en el cierre definitivo
del hospital de Luarca, acaecido a mediados de 1980, amenazan­
do a un tiempo de continuo la supervivencia de los servicios a la
tercera edad.
En el plano arquitectónico el estudio de las instalaciones de Vi­
llar desde su fundación hasta 1936 —período último de vigencia
de la cultura arquitectónica del Ochocientos— desvela igualmen­
te una evolución, esta vez a efectos tipológicos. Hospital y asilo
abren sus puertas en un edificio de nueva planta suscrito a la ti­
pología de pabellones unidos, de exigua presencia en Asturias, cir­
cunscrita al hospital provincial de Llamaquique, cárcel modelo
y seminario conciliar de La Vega, los tres en Oviedo e inaugura­
EL H O SP IT A L -A SIL O DE L U A R C A (1895-1936)
609
dos entre la última década del XIX y primera del XX. Del tipo
originalmente adoptado, la versión más elemental y sencilla del
esquema pavillonaire en consonancia con la modesta capacidad
del establecimiento y su radio municipal de acción, se pasará, a
propósito del momento expansivo y de la ampliación de las ins­
talaciones que vive la fundación durante la década de 1920, al mo­
delo de colonia, multiplicación de pabellones de menor tamaño
y condición exenta en medio de zonas verdes, propuesto como al­
ternativa humanizada al gran hospital o asilo de ámbito provin­
cial, resultante del centralismo asistencial impuesto por la Admi­
nistración liberal ochocentista.
I. LAS INSTITUCIONES DE BENEFICENCIA EN EL SIGLO XIX
Y EL HOSPITAL-ASILO DE LUARCA
El clasismo y la desigualdad social que acompañaron al nuevo
orden burgués desde sus comienzos perpetuaron y ampliaron los
constatados en el Antiguo Régimen2. El desequilibrio social, con­
centrado y más evidente en el espacio urbano, sacudió indiscri­
minadamente al hábitat rural. La masiva emigración a América
de campesinos asturianos durante los años de la Restauración alfonsina ilustra, sin ir más lejos, la situación crítica del agro astu­
riano, cuyas causas explican a un tiempo el éxodo a ultramar3 y
el despliegue benéfico ejercido localmente por una parte de los
emigrantes afortunados, sensibilizados con la misma pobreza que
empujó sus salidas.
Pero pese a este origen social común que hermana a los bien­
hechores indianos con sus protegidos, la actividad filantrópica que
sostienen se acomoda a las pautas generales del despliegue bené­
fico burgués que acolcha el desequilibrio social del siglo XIX: in­
terpretación paternalista y caritativa de la ayuda prestada, alcan­
ce restringido e insuficiente de la misma, actuación sobre los efec­
2
3
«Con la igualdad de todos los ciudadanos ante la Ley las Constituciones del
siglo X IX afirmaban una sociedad nueva que venía a sustituir a la sociedad
estamental, basada en la desigualdad y el privilegio. Sin embargo, las resis­
tencias al cambio, manifestadas y realizadas como permanencias de las es­
tructuras sociales y de estratificaciones antiguas, se mantiene a lo largo del
siglo (...) Y sobre estas diferencias heredadas caerán, cada vez de forma más
específica, las desigualdades económicas capaces de mostrar más fehaciente­
mente una diferenciación y estratificación basada en la riqueza», S á n c h e z Ji
m é n e z , J.: La España contemporánea, 1875-1931, vol. II, Madrid, 1991, pág. 78.
O j e d a , G . / S a n M i g u e l , J. L.: Campesinos, emigrantes, indianos, S a l i n a s ,
1985.
610
CO V A D O N G A A L V A R E Z Q U IN T A N A
tos y no sobre las causas que abocan a la necesidad, la caridad
utilizada como instrumento de clasificación social (control y se­
gregación de las clases desposeídas), etc.
La expansión de la práctica benéfica durante el siglo XIX se
desenvolvió a dos instancias: de la Administración, a través de
ayuntamientos y diputaciones, y de la iniciativa particular, sea
de naturaleza laica o religiosa, protagonizada por individuos o por
instituciones. De otro modo, la ciudad concentró el grueso de las
iniciativas benéficas, tanto por el efecto de aluvión desempeña­
do para las clases menesterosas, como por las mayores dificulta­
des que para la subsistencias de éstas entrañaba el medio urbano
respecto al rural de origen. En las ciudades españolas de mayo­
res dimensiones coexisten durante la Restauración dos tipos de
instituciones benéficas. Las dependientes de la Administración,
que concentran en un solo establecimiento los diferentes servicios
hospitalarios (hospital provincial) o de acogida (asilo provincial);
y las fundaciones particulares, por el contrario que aquéllas ten­
dentes a la especialización de pacientes y de asilados según do­
lencias, edad u ocupación4.
Oviedo, en cuanto capital de provincia, acoge las instituciones
benéficas dependientes de la Diputación, ignorando sin embargo
el protagonismo asistencial ejercido por la burguesía en otras ca­
pitales mayores de España. La iniciativa patronal en los valles
del Caudal y Nalón, y las de emigrantes e indianos diseminada
por la Asturias agraria ejercerán como fuerzas responsables de la
singular descentralización del mapa asistencial, y más específi­
camente sanitario, de la región. En Oviedo se dan cita modalida­
des menores de altruismo burgués, prodigadas entonces en pobla­
ciones con representación significativa de este estamento. Se tra­
ta de servicios prestados a domicilio (roperos, medicinas, visita
médica) o en locales de la asociación (cocina económica), si bien
las instituciones-internado, económicamente más gravosas, reba­
san el marco capitalino en beneficio del hábitat industrial y ru­
ral; en respuesta a móviles productivos, en el caso de los hospita­
4 En los años de la Restauración se documenta en Madrid un hospital para epi­
lépticos (Hospital San José, P. 1885), otro para criados y criadas con enferme­
dades contagiosas (Hospital San José y Santa Adela, 1893-1908), uno para jor­
naleros (Hospital de Jornaleros, P. 1908), el del Niño Jesús (1879-1885), para
menores; sí como asilos para ciegos (Asilo Purísima Concepción, P. 1907) y
para pobres convalecientes (Asilo de Convalecientes, P. 1905), además de otros
varios para ancianos. Todos los referidos fueron fundaciones particulares de
carácter benéfico. A A .W ., Guía de Madrid, II vols., Madrid, 1982.
EL H O SP ITA L -A SIL O DE L U A R C A (1895-1936)
611
les de empresa, o simplemente afectivos en el de las casas de cari­
dad de indianos5.
En suma, la fracción indiana de la burguesía asturiana será la
responsable, más allá de la atípica distribución espacial de los es­
tablecimientos asistenciales —retomada por la Administración
desde el último cuarto de este siglo—, del monopolio de la benefi­
cencia institucional respecto a los otros sectores de la plutocracia
regional, excepción hecha de la industrial, circunscrita al ámbito
sanitario de los productores y a las cuatro empresas minerosiderúrgicas mayores.
El hospital-asilo de Luarca no plantea ya los problemas ter­
minológicos asociados a la complejidad y pluralidad funcional
propia de las instituciones benéficas del Antiguo Régimen. La do­
ble denominación de hospital y asilo para el par de instituciones
fusionadas se corresponde con el significado moderno de estos tér­
minos, impreciso aún al mediar el siglo XIX y desde entonces pau­
latinamente concretado6. Por ello en Villar, si bien se dan cita las
circunstancias que hermanan hospitales y asilos durante la segun­
da mitad del Ochocientos (servicios benéficos o gratuitos a inca­
pacitados, prestados en régimen de internado), también es cierto
5
En 1886 se inaugura el asilo Florencio Rodríguez de Pola de Siero y dos años
después se inician en Llanes las obras del hospital Faustino Sobrino, nombre
del indiano titular de la fundación testamentaria. En 1895 se presenta el pro­
yecto del nuevo hospital de caridad de Luarca, inaugurado dos años después,
a un tiempo que el provincial de Oviedo en Llamaquique. Anterior a 1900 de­
bió ser el proyecto frustrado del asilo de Castañedo (Grado), entrando en fun­
cionamiento siete años más tarde en Colombres el hospital Ulpiano Cuervo.
Luego, hasta los años 20, no vuelve a constatarse actividad en este sentido,
abordándose entonces el hospital de caridad de Avilés, el sanatorio del Naranco (propiedad del Centro Asturiano de La Habana), el inconcluso de Pola
de Allande y el asilo de Ribadesella. Dos últimas iniciativas vinculadas a las
divisas americanas se materializan, rezagadamente, en 1952 (asilo Camilo Beceña, Cangas de Onís) y 1960 (asilo de Navia, legado testamentario del matri­
monio Rodríguez). Véase al respecto, además de la nota 1, Madrid Alvarez,
V. de: «Aproximación al estudio de la arquitectura de los indianos en Avi­
lés», en BarreiroM allón, B. (dir): Avilesinos en América, Avilés, 1992, págs.
291-326; A lvarez Quintana, C.: «Breve historia de la vida breve del sanato­
rio antituberculoso del Naranco», A A .W . Homenaje a Carlos Cid, Oviedo,
1989, págs. 27-46; y «La Quintana de Salud Covadonga, 1897-1927. La ciudad
sanitaria de los asturianos en Cuba», Astura, núm. 9, Oviedo, 1993, págs. 25-37.
6 Q u i r ó s L i n a r e s , F.: Las ciudades españolas en el siglo XIX, Valladolid, 1991,
pág. 118. Pese a lo indicado, dos fundaciones de indianos de las mencionadas,
las debidas a Faustino Sobrino y Ulpiano Cuervo, parecen haber perpetuado
con su doble función como asilo y hospital la aespecialización propia del An­
tiguo Régimen.
612
C O V A D O N G A A L V A R E Z Q U IN T A N A
que se separan en casas diferentes a los hospitalizados o internos
transitoriamente con fines terapéuticos, y a los asilados o adul­
tos con limitación crónica debido a la edad, defecto congènito o
accidente, a los que la institución acoge de forma permanente.
La fundación del hospital de San Roque de Luarca, adelanta­
da jurídicamente al menos tres años respecto a la del luego anexo
asilo San Bernardo, se explica en atención, de una parte, a la si­
tuación socio-sanitaria del concejo de Valdés y, de otra, a la men­
talidad reformista alimentada en América por los emigrantes lo­
cales que impulsaron la creación del nosocomio.
La proliferación de pequeños hospitales de caridad que sobreviveron hasta la primera desamortización alcanzó igualmente al
concejo de Valdés, donde se documenta la existencia de tres esta­
blecimientos especializados en la atención de enfermos de lepra
y peregrinos de paso a Compostela. Además de los sanatorios de
Barcia y San Roque de Cadavedo, la villa de Luarca estaba servi­
da por el hospital de Santiago, domiciliado en la calle de la Igle­
sia, hasta que en 1880 fue tasado y expropiado en beneficio del
ensanche de la misma7.
La apertura en 1852, en el ex convento de San Francisco de
Oviedo, del Hospital Provincial de Asturias, marca el comienzo
de la sanidad pública —entonces identificada con benéfica—, las­
trado por la vocación centralista de los servicios, el precario es­
tado de las comunicaciones y el insuficiente alcance de los mis­
mos. No extraña por ello que la declaración de intenciones que
inspiró la creación del nuevo hospital de Villar recoja los incon­
venientes que entrañaba el traslado a Oviedo de los enfermos8,
incluso después de haberse inaugurado, en 1864, la carretera que
unía Luarca con la capital. De cualquier forma, ni el envío de pa­
cientes a Oviedo ni el tipo de los mismos (los llamados «peligro­
sos», esto es, dementes y contagiosos) se modificó con la apertura
del hospital de San Roque, cuyo reglamento rechazó de entrada
un amplio espectro de enfermos. Se comprueba así el papel com­
7
Sobre los hospitales de Valdés anteriores al de Villar, véase nota 38 y C a s a
r i e g o , J. E . / S u á r e z B l a n c o , R.: «El hospital de Luarca. Su nacimiento, vici­
situdes y extinción», Boletín del Instituto de Estudios Asturianos (BIDEA),
Oviedo, 1986, separata núm. 117, págs. 6 y 7.
8 El alcalde informa a la corporación del proyecto de Ramón F. Asenjo de «cons­
truir un edificio en las condiciones necesarias para albergar enfermos pobres
de este concejo, con lo cual se evitaría a los mismos las innumerables moles­
tias que tienen que sufrir para ser conducidos a la Capital de la Provincia»,
Libros de Sesiones del Ayuntamiento de Valdés, sesión 6 octubre 1895.
EL H OSPITA L-ASILO DE L U A RC A (1895-1936)
613
plem entario, que no sustitutorio, supuesto por el establecim ien­
to de V illar, de radio de acción municipal, respecto al provincial
de Oviedo.
Lo m ism o que los traslados y estancias de enfermos en la capi­
tal corrían por cuenta de la Junta Municipal de Sanidad y Bene­
ficencia de Valdés, otros servicios médicos completaban la cober­
tura sanitaria pública de cuño liberal burgués: el paso de los cin­
co médicos (tantos como distritos había en el término, y uno de
ellos con título de pirujano municipal) que asistían a domicilio a
los incluidos en el padrón de pobres, y el de las medicinas, gra­
tuitas para éstos.
La existencia de estos dos últimos servicios con anterioridad
a la puesta en marcha del hospital de Villar, acaecida en 1897, y
el beneficio de los m ism os procurado por éste en cuanto estable­
cimiento de caridad, deja entrever, más allá de la orientación te­
rapéutica y digamos civil del establecimiento, la interferencia de
valores religiosos. El concepto de caridad cristiana, entendida co­
mo asistencia espiritual y sustento material del enfermo necesi­
tado, que en este caso dejaría de gravar adiccionalmente la ya pre­
caria economía familiar, parecen constituir las únicas ventajas del
paciente ingresado respecto al tratado a domicilio por la benefi­
cencia municipal. En este sentido, la asociación de los fines tera­
péuticos con otros de naturaleza religiosa y social inform an del
estadio precientífico en el que se desenvolvió la práctica de la m e­
dicina hasta bien entrada la segunda mitad del siglo X I X , perpe­
tuándose de form a especial en los pequeños y periféricos hospi­
tales de caridad tipo el de V illar.
Por otra parte, la génesis del hospital de San Roque debe com ­
prenderse a la luz del espíritu reformista que alentó en tierras
americanas a los emigrantes asturianos, y que a su regreso harían
revertir en beneficio del progreso material de sus comunidades
de origen. A l contrario que las iniciativas escolares y las cam pa­
ñas de obras públicas desplegadas en Asturias por los em igran­
tes, y sin paralelo en América por cuenta de los m ism os, las fun­
daciones hospitalarias abordadas en Asturias constituyen tan sólo
la m itad de un fenómeno extensible a Ultram ar. El estím ulo pa­
ra las iniciativas hospitalarias emprendidas en Asturias debió pro­
ceder, al igual que el del resto de las mejoras, de la confrontación
de la sanidad americana, más evolucionada, con la regional. A la
propia política de fomento de la inmigración suscitada por los paí­
ses de destino era inherente una sanidad solvente, que garantiza­
ra la disponibilidad de trabajadores. De este contexto surgirán
614
CO V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TA NA
en las antiguas colonias españolas, y en los años inmediatos al
1900, los hospitales de residentes agrupados por nacionalidades
(H ospital Español de Buenos Aires, 1901, y de Rosario de Santa
Fé, 1905), o regiones (Quinta Covadonga del Centro A sturiano de
La H abana, 1897). No obstante, su sincronización o ligero retraso
respecto a los primeros hospitales de indianos abiertos en A stu ­
rias im pide valorarlos como precedente.
La vida activa del hospital de San Roque discurrió entre 1897
y 1983, si bien desde un principio quedaron patentes las dificul­
tades económicas que entrañaba su sostenimiento. Como sanatorio
benéfico propiamente dicho funcionó hasta mediados de la déca­
da de 1960, en la que la inauguración del nuevo H ospital General
de A sturias absorbió la sanidad asistencial de toda la provincia.
Hasta entonces la ampliación de las instalaciones hospitalarias
de V illa r que jalonan la década de 1920 tuvieron un efecto para­
dójico, pues el pabellón de infecciosos, inaugurado en 1919, sería
inmediatamente destinado a asilo, lo m ismo que el Tulio, estre­
nado en 1924; y el área de cirugía, abierta siete años más tarde,
sería concebida como un servicio de pago que ayudara a sobrelle­
var el sostenimiento del hospital y asilo benéficos. Tras el parén­
tesis de la guerra civil, en el que funcionó como hospital de san­
gre9, el nosocomio mantuvo la doble condición de clínica quirúr­
gica de pago y hospital de caridad, ésta favorecida por el vacío
benéfico-hospitalerio que siguió a la destrucción del Hospital Pro­
vincial Llam aquique hasta la inauguración del de Buenavista a
comienzos de 1960.
En la penúltima etapa de vida, los diez años que preceden el fin
de la dictadura franquista, ni la facturación de estancias a pacien­
tes particulares ni el pago moroso y devaluado de las camas con­
cretadas con la Seguridad Social —tardíamente im plantada en el
concejo— atajan los problemas de tesorería. Y a por último, en los
años de la transición, el endeudamiento de la institución consi­
guiente al cumplimiento de unos requisitos mínim os de personal,
equipo técnico e instalaciones exigidos para acceder a la califica­
ción de hospital comarcal, finalm ente otorgada a Jarrio, clausu­
rarían definitivam ente la actividad del hospital de San Roque10.
Por el contrario, el asilo San Bernardo sobrevive reconverti­
do en residencia geriátrica, notablemente am pliado en su capaci­
dad y modernizadas sus instalaciones prim itivas. Las pensiones
9
F.: «Primer centenario de Jesús Landeira, el cirujano», San Timo­
teo, Luarca, 1989, sin página.
10 C a s a r i e g o , J. E . / S u á r e z B l a n c o , R.: « E l hospital...», págs. 22-27.
L a n d e ir a ,
EL H OSPITA L-ASILO DE LU A R C A (1895-1936)
615
de los internos y las camas contratadas por la Consejería del Prin­
cipado han logrado la autonomía económica de este servicio, ina­
sequible en cambio al hospitalario.
El proyecto de un asilo para ancianos se adelantó al menos un
año a la constitución del hospital de San Roque. De 1894 data la
primera noticia sobre el legado testamentario a tal fin dejado por
la luarquesa Bernarda Anciola, si bien dificultades legales retra­
saron hasta enero de 1898 el comienzo de las obras del asilo, ane­
xo al hospital inaugurado tres meses atrás11'. Se ignora la fecha
exacta de apertura de la casa geriátrica, en cualquier caso ante­
rior al primer trimestre de 1909 en que se form aliza el cambio de
denominación de todo el establecimiento y se redacta, supuesta­
mente, el reglamento de los asilados12.
En 1924 el asilo am plía su capacidad con la inauguración del
pabellón Tulio, y medio siglo más tarde otro legado testam enta­
rio vinculado al matrimonio Gerstung, esta vez ajeno a las divi­
sas americanas que protagonizaron la institución de V illar, cris­
taliza en un nuevo edificio destinado a acoger en habitaciones do­
bles a matrim onios de ancianos. La destitución de las salas o
dorm itorios colectivos propios de las instituciones asistenciales
del siglo X I X prosiguió con la reforma y ampliación del edificio
prim itivo, proyectadas en 197913, así como en el pabellón de nue­
va planta, adosado a aquél por el norte en la segunda mitad de
los años ochenta.
Desde mediados del siglo X I X la especialización que irrumpe
en todas las actividades de la sociedad contemporánea alcanza
igualm ente a las instituciones asistenciales. Concretamente los
asilos tienden a especializarse en la acogida de ancianos, o cuan­
do menos de adultos, quedando para los hospicios, más tarde de­
11
«El 1894, una benemérita señora llamada doña Bernarda Anciola, más cono­
cida por la “ Xarria” , dejó un legado de cuarenta mil pesetas y diversos efec­
tos para fundar un Asilo de ancianos», Casariego, J. E ./S uárez B lanco, R.:
«El hospital...», pág. 8. En el pleno municipal de Luarca se había tratado so­
bre «una instancia que presentó D. Gregorio Díaz y García (contratista de
obras), vecino de esta Villa, pidiendo autorización para sacar piedra en el cam­
po de la Atalaya con destino a la construcción de la Casa Asilo de pobres que
se levantará pegante al Hospital de Caridad», Libro de Sesiones del Ayunta­
miento de Valdés, sesión 13 de enero 1898.
12
«Con fecha 26 de febrero de 1909 se cambió el nombre de “ Hospital de Cari­
dad de Valdés” por el de “ Hospital-Asilo de Valdés-Luarca” », Acta de Cons­
titución y Reglamento del Hospital-Asilo de Luarca, Luarca, 1929, pág. 33.
Proyecto de reforma del Hospital-Asilo de Luarca, 1979. Arquitecto Carlos
Blanco Bescós. Archivo del Hospital-A silo de Valdés (A.H.-A.V.).
13
616
C O V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TA NA
nom inados orfanatos, la atención a niños y adolescentes. Se su­
pera así la complejidad funcional y la heterogeneidad de los tute­
lados propia de los hospicios de origen ilustrado, donde convivían
niños y mendigos, dementes e impedidos adultos14.
A partir de esta clasificación primaria de los acogidos en ni­
ños y adultos, suscrita desde entonces por las instituciones públi­
cas y particulares, en las capitales mayores de España estas últi­
mas evidencian una tendencia aún m ayor a la especialización4,
que por el contrario desaparece en las fundaciones de menor en­
vergadura y enclave rural. Es éste el caso del asilo San Bernardo
de Luarca, en el que si bien las restringidas circunstancias exigi­
das a los acogidos —pobres de ambos sexos, mayores de cincuenta
años, libres de enfermedad contagiosa o crónica y de im pedim en­
to físico e intelectual, nunca con más de tres hijos, etcétera15—
son prácticamente las mismas que rigen hoy en las residencias geriátricas, en la práctica primó una flexibilidad mayor, sim ilar a
la de los hospicios del siglo X V III, tal como prueba la apertura
del centro a fatuos, enfermos mentales pacíficos y un número ape­
nas representativo de niños16, además de a clientes de pago cuyas
pensiones contribuirían al sostenimiento de la institución.
La lim itada cobertura del estado liberal burgués para con los
efectivos sociales desamparados se evidenció de forma especial
en el apartado de adultos incapacitados y ancianos, sin duda por
su valor nulo en cuanto fuerza productiva, frente al potencial en­
carnado por niños huérfanos y expósitos. Por tanto, fue otro el
espíritu que impulsó los centros de acogida: la clasificación y con­
trol tutelar de los grupos sociales marginales, entrevistos como
amenazas potenciales de la salud, el decoro y el orden públicos.
La m ism a adscripción de estos segmentos a casas de caridad se
ha interpretado como una fórmula de imposición del modelo fa­
m iliar de exaltación burguesa a grupos de célibes, que de este m o­
do devendrían en una variante, no biológica, de la célula social
fam iliar.
A sturias no supuso una excepción a la desatención pública de
ancianos y adultos con minusvalías. La creación del A silo Provin­
cial en 1853, habilitado en la antigua malatería de San Lázaro, ape­
nas superaba en 1888 el centenar y medio de acogidos, hombres
14 Q u i r ó s L i n a r e s , F.: Las ciudades..., pág. 114.
15 Acta de..., págs. 35-36.
16 Contadísimos niños ingresaron como asilados en Villar. Recientemente ha
muerto uno de ellos, que permaneció toda la vida en la institución desempe­
ñando cargos de portero y conserje. Dato, Ramón Suárez Blanco (R.S.B.).
EL H O SPITA L-ASILO DE LU ARCA (1895-1936)
617
y mujeres «im posibilitados para ganarse el sustento»17. N ueva­
mente a la iniciativa particular correspondió ampliar la oferta en
este área benéfica, y en especial a la fracción indiana de la bur­
guesía regional, cuyas intervenciones, a diferencia de las desen­
vueltas en el terreno sanitario o escolar, carecen de una justifica­
ción consustancial a su condición de emigrantes. Por el contrario,
los m óviles fundacionales de los cinco asilos documentados5, co­
mo todo el patrimonio altruista de los americanos dispersos por
los municipios de origen, apuntan a circunstancias personales del
donante (la ceguera del abuelo de Florencio Rodríguez, fundador
del asilo acaso de m ayor antigüedad, el de Pola de Siero, en fun­
cionamiento desde 1886), pero especialmente a la llegada a la an­
cianidad sin descendencia directa a quién legar un importante pa­
trim onio, caso de los asilos de Luarca, Cangas de Onís (1952) y Navia (1960).
II.
II. 1.
LA FU N D ACIO N HOSPITAL-ASILO DE LU A R CA
Régimen jurídico
A Ramón Fernández Asenjo, un valdesano natural de Caroyas,
emigrante y residente en Rosario de Santa Fe, correspondió la ini­
ciativa de la fundación de un nuevo hospital para el concejo de
V aldés. Aprovechando una estancia en Luarca, el 25 de septiem ­
bre de 1895 convocó en el salón de sesiones de las consistoriales
al vecindario más solvente del término. El objeto, la construcción
de un hospital para pobres que evitara en lo posible el traslado
de los enfermos al provincial de Oviedo8. La presentación del
proyecto recurrió al «espíritu de caridad cristiana» de los asisten­
tes, ante «el considerable número de (enfermos) menesterosos per­
tenecientes al término municipal de Valdés» y, «considerando que
la caridad aislada por muy escrupulosamente que se ejerza no pue­
de satisfacerla necesidad social que aquí se siente, acogióse uná­
nim em ente la idea de asociarse»18 y abordar la creación del no­
socomio.
Se procedió entonces mismo al nombramiento de una comisión
iniciadora, a la que se le otorgaron «las mismas atribuciones y fa­
cultades» que habría de tener la junta electa que la sucediera una
vez en funcionamiento el establecimiento. La elección de los cin­
co m iem bros del prim er órgano rector recayó en el propio Ramón
17 C a n e l l a , F.: Oviedo, Oviedo, 1888, págs. 342-343.
18 Acta de..., pág. 4.
618
CO V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TA NA
A senjo, que detentaría la presidencia de la institución hasta su
fallecim iento en 1919; en el párroco de Santa Eulalia de Luarca,
Raimundo Camino; en Francisco Fernández y Antonio Suárez Co­
ronas, emigrantes afortunados a América, restablecidos, respec­
tivamente, en Luarca y Cadavedo; y en César Alvarez Cascos, per­
teneciente a una tradicional y acomodada fam ilia valdesana.
Buena parte de las tareas asignadas entonces a la comisión ini­
ciadora fueron resueltas con diligencia durante el trim estre si­
guiente. Primera, la provisión de fondos, satisfecha mediante sus­
cripción abierta en aquella primera reunión, y proseguida entre
el vecindario del concejo y los naturales y amigos del m ism o resi­
dentes «en diferentes puntos de la Península y Ultramar». La cues­
tación, encaminada a la construcción de la casa hospital, alcanzó
en marzo de 1897, seis meses antes de inaugurarse aquélla, la suma
de 81.767,70 pesetas, «un resultado muy superior» al previsto19.
En segundo término correspondió a la junta provisional la tra­
mitación y diseño jurídico de la futura asociación, que se deno­
m inaría en primera instancia Hospital de Caridad de Luarca. El
reglamento y acta de constitución fueron suscritos el 31 de julio
de 1897, solicitada la personalidad jurídica el 17 de diciembre del
m ism o año, y declarada institución de beneficencia particular por
real orden del Ministerio de Gobernación del 17 de octubre de
189820.
Y , finalmente, durante el último trimestre de 1895 la comisión
em prendió las primeras gestiones encaminadas a la construcción
del hospital, esto es, la adquisición del solar, la contratación del
proyecto, la licitación pública y el comienzo de las obras, conclui­
das apenas dos años más tarde.
El Ayuntam iento de Luarca trató en un principio de convertir
en propia la iniciativa suscitada por Asenjo, infundiendo al hos­
pital categoría de municipal e impidiendo la intervención en su
gestión de persona ajena al consistorio. Ello a cambio de las 10.000
pesetas ofrecidas por los representantes de la entidad local a la
suscripción abierta el 25 de septiembre de 1895, y amparándose
en que la beneficencia municipal competía a los ayuntamientos
a través de la correspondiente comisión. Pero a la postre, la ini­
ciativa particular mantendría el control de la institución21, entre­
19 Acta de..., pág. 5.
20 C a s a r i e g o , J. E. / S u á r e z B l a n c o , R.: «El hospital...», págs. 17-20.
21 En el pleno municipal se da cuenta de una carta dirigida al alcalde por la co­
misión iniciadora del hospital, «pidiendo que el Ayuntamiento reforme en par­
te su acuerdo de 6 de octubre último en cuanto antedicho Hospital se refiere,
EL H OSPITA L-ASILO DE LU ARCA (1895-1936)
619
gando al Ayuntam iento, a cambio del generoso donativo y de sus
competencias en materia de beneficencia, dos vocalías, a deten­
tar por el alcalde y un concejal.
El 11 de octubre de 1897 abrió sus puertas a los primeros en­
fermos el nuevo hospital de Villar. Ocupaba entonces la mitad oes­
te del edificio proyectado en 1895, la construida en esta primera
fase, además de la casa de administración y la capilla, adosadas
por levante y que definirían, una vez completado el edificio, el
centro y eje menor del mismo. Cumplidos así los objetivos de la
comisión iniciadora, se procedió a la constitución de la junta di­
rectiva electa de la Asociación Benéfica Particular del H ospital
de Caridad de Luarca. Sobre la base de la junta general de aso­
ciados, obligados al pago de cuotas mensuales de cuantía libre,
y entre los que se contemplaba la presencia de mujeres, agrupa­
das en una comisión especial sin acceso directo a la dirección, sino
a través de un socio-protector, se articuló la junta directiva, re­
novable bianualmente e integrada por los siguientes cargos: de
una parte, elegidos entre los asociados, un presidente, un tesore­
ro o administrador, un secretario, un representante de la com i­
sión de señoras y hasta cuatro vocales; de otra, dos vocales natos,
con voz y voto, detentados por el alcalde del Ayuntamiento de Valdés y el titular de la parroquia de Santa Eulalia de Luarca22.
La primera junta directiva electa otorgó la presidencia a Ra­
món Fernández Asenjo, ideador y máximo promotor del hospital,
quien hasta entonces había dirigido la comisión iniciadora. Por
fallecim iento, y tras casi un cuarto de siglo al frente de la funda­
ción, buena parte del mismo a caballo entre su doble residencia
en Argentina y Luarca, sucede a Asenjo entre 1919 y 1927 Ramón
García, igualmente valdesano enriquecido en Rosario de Santa Fe;
y a éste, que permanece con el título de presidente honorífico, su
cuñado Em ilio Blanco, boticario establecido en Luarca.
De 1897 data el reglamento del régimen interior del hospital de
Valdés, y de aproximadamente una década después el correspon­
diente al nuevo asilo fusionado con aquél en una misma institu­
ción denominada Hospital-Asilo de Luarca. En ambos reglamen­
22
para que lleve el nombre de “ Hospital de Caridad del concejo de Valdés” con
el carácter de establecimiento particular de beneficencia...», Libros de Sesio­
nes del Ayuntamiento de Valdés, sesión 17 diciembre 1895.
«Y por ser más de tres y menos de ocho el número de individuos de la Junta
ajenos al Ayuntamiento, podrá ser agregado también de Vocal nato, un Con­
cejal que la corporación municipal designe», Acta de..., pág. 8.
620
C O V A D O N G A A L VA R E Z QU IN TA NA
tos23 las instrucciones sobre el proceder de la dirección o las obli­
gaciones del personal médico, asistencial y administrativo ocupan
un lugar subsidiario respecto a las normas que rigen para los in­
ternos, especialmente para los asilados, libres de las limitaciones
de actividad que la enfermedad y el régimen de cama impone a los
pacientes ingresados.
El reglamento de asilados ilustra el espíritu sectario que im ­
prim ió la sociedad burguesa a las instituciones asistenciales, in­
distintamente de su naturaleza pública o particular. El régimen
represivo imperante, tejido sobre la base del aislam iento social,
el trabajo y la amenaza del castigo, aproximaba al modelo peni­
tenciario tanto los asilos de niños como los de adultos. La prohi­
bición de abandonar el recinto del centro, excepto en la única sa­
lida m ensual perm itida y acompañada, lo m ism o que la de com u­
nicarse con los transeúntes o mendigar imprimió al asilo de V illar
un acento carcelario, a tono con la concepción asistencial de la épo­
ca, que lejos de la integración social procuraba la concentración
en guetos de los efectivos marginales.
Entre la larga relación de obligaciones, sin contrapartida de
derecho alguno, que recoge el reglamento del asilo de Luarca fi­
gura la prestación laboral de los internos capaces, equiparable al
régimen de trabajo prevaleciente en los hospicios ilustrados, si
bien en éstos se conceptuaba, además de como vehículo de rege­
neración, como futura capacitación profesional del tutelado, en
tanto que en los asilos de adultos, por las m inusvalías que pade­
cían buena parte de ellos, el trabajo era interpretado, además de
como pago de la pensión, como ahorro en personal y jornales de
m antenim iento24. En Luarca el incumplimiento de la obligación
laboral o de los oficios religiosos diarios y, en suma, el «mal com ­
portam iento» inherente a las faltas de moral, desobediencia, ca­
rácter pendenciero, tenencia de armas y alcohol, blasfem ia o «ha­
blar mal de las hermanas» constituían motivo de expulsión; lo m is­
mo que otras causas ajenas a la voluntad del asilado, como el
internamiento por más de un trimestre en el hospital de la insti­
23
24
La publicación varias veces citada, Acta de..., consta de cuatro partes: «Expo­
sición de motivos», «Acta de Constitución», «Reglamento del Hospital de Ca­
ridad de Valdés» y «Reglamento del Hospital-Asilo». Este, pese a su título com­
puesto, se refiere únicamente a la normativa para el asilo anexionado.
«Los asilados útiles tendrán la obligación de prestar los servicios de guardas,
encargados de dormitorios, ayudantes de cocina, serenos, barrenderos, auxi­
liares de las obras y cuantos trabajos o misiones se les confieran, sin que por
ello tengan derecho a jornal ni gratificación alguna», Acta de..., pág. 37.
EL H O SPITA L-ASILO DE LU A RC A (1895-1936)
621
tución, el padecimiento secreto de enfermedades contagiosas, ena­
jenación y epilepsia, o, en el terreno económico, «el m ejoram ien­
to de la fortuna familiar».
II.2.
Régimen económico
La vida casi centenaria del hospital-asilo de V illar describe una
dinámica económica obviamente heterogénea y m últiple. Pese a
ello, resulta posible diferenciar dos grandes períodos a tenor de
las fuentes principales de ingresos de la doble institución. Un pri­
mer mom ento, que alcanza desde la fundación hasta la década de
1960, en el que frente a la dimensión meramente simbólica de las
subvenciones públicas y nula de las rentas del establecimiento,
éste sobrevive a costa de los ingresos de particulares, cuotas fijas
de los socios o grandes legados, suscribiendo, hasta fechas bien
avanzadas, un modelo legítimo de institución benéfica particular.
Por el contrario, el nuevo régimen económico que se impone por
aquella fecha comercializa las prestaciones sanitarias y la residen­
cia geriátrica, pero en paralelo a los ingresos supuestos por fac­
turación de servicios prácticamente se extinguen los donativos de
particulares y, sobre todo, se dispara el gasto a consecuencia de
la modernización y cualificación asistencial. Ello hasta el punto
de desencadenar el cierre del área hospitalaria a comienzos de los
ochenta, y de mantener la residencia de mayores en buena m edi­
da gracias a la disponibilidad de personal laboral barato supues­
to por las hermanas de la Caridad que regentan el establecimien­
to desde su nacimiento. Medidas de ahorro similares, tales como
la contribución laboral no remunerada de algunos asilados, las
prácticas de autoconsumo o beneficio del huerto y corral propios,
o las lim osnas en especies del vecindario en la época de cosecha,
justifican la supervivencia de las dos instituciones en la etapa precomercial.
Las aportaciones de particulares constituyeron la principal
fuente de ingresos de la institución de V illar desde su fundación
hasta prácticamente el presente, pues aún en el decenio de 1970
el legado Gerstung y en la década siguiente la venta de una pro­
piedad urbana en Rosario de Santa Fe, donación post m o r t e m de
Ramón García, constituyen testimonios postreros de esta vía de
financiación. No obstante, las aportaciones de particulares se hi­
cieron efectivas en esta fundación en tres conceptos diferentes: a
través de cuestaciones o suscripciones extraordinarias, recurso
em pleado en 1895 para la puesta en marcha de la fundación hos­
622
CO V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TA N A
pitalaria y construcción del edificio, y en lo sucesivo utilizado para
las ampliaciones (pabellón de infecciosos) y reformas (reconstruc­
ción del pabellón de cirugía) del establecimiento; las cuotas fijas
m ensuales aportadas por los asociados, que garantizarían el sos­
tenim iento de la institución una vez en funcionamiento25; y, ya
por últim o, los donativos ocasionales «de todo género» o grandes
legados, a diferencia de la primera m odalidad de ingresos con ca­
rácter individual o vinculación a una familia, y como ella, respon­
sable de los gastos extraordinarios en las instalaciones (construc­
ciones de los pabellones Tulio y de cirugía).
Ingresos extraordinarios: grandes legados
Las donaciones de particulares o grandes legados del hospitalasilo de V illar aparecen siempre vinculados a un individuo o a un
m atrim onio, y con una sola excepción (legado Gerstung) a fortu­
nas amasadas en Am érica por valdesanos. Las donaciones, a di­
ferencia de las cuotas de asociados, entrañaron, como contrapar­
tida, el reconocimiento del protector, singularizado e inm ortali­
zado al bautizar con su nombre el edificio de un servicio, por medio
de hom enaje o monumento público. Si bien se trata de ingresos
excepcionales a razón de su valor, muy superior al valor total de
las cuotas anuales de los asociados, también constituyen opera­
ciones aisladas, sin la estabilidad de aquellas en las que descansa
el funcionamiento de institución. En V illar los legados documen­
tados respondieron a tres variedades: donación de capitales o del
beneficio de intereses generales por sumas propiedad del benefac­
tor, donación de inmuebles y legados en m aterial inventariable
(m obiliario, equipo sanitario, lencería, etc.)
El legado más antiguo de cuantos beneficiaron a la institución
de V illa r surge del testamento de Bernarda Anciola González,
abierto, tras su fallecimiento, en 1894, y en el que se recogía su
deseo, así como los medios encaminados a su materialización, de
fundar un asilo que llevara su nombre. La desahogada situación
económica de la testamentaria, separada y sin descendencia, no
parece acreedora directa de la emigración a Am érica, como lo se­
25
Nunca la institución contó con más de 200 socios. Dato, R.S.B. Se conoce otra
modalidad particular de cuota fija mantenida por algunos asociados, concre­
tamente por el matrimonio García. Esta queda reflejada en los carteles, a co­
locar sobre las camas correspondientes, que rezán: «Cama pagada a perpetui­
dad por los esposo Ramón García y Josefa Fernández de García» (A.H.-A.V.).
EL H O SPITA L-ASILO DE LU A RC A (1895-1936)
623
rán, en su m ayoría, los recursos que pondrán en marcha y susten­
tarán la fundación valdesana. A instancias de dos de sus albaceas
testamentarios, el párroco Camino y César Alvarez Cascos, nom ­
brados también en 1895 miembros de la comisión iniciadora del
nuevo H ospital de Caridad de Luarca, se estudió la posibilidad
de orientar el legado Anciola en beneficio del sanatorio en pro­
yecto. Dificultades legales entrevistas de inmediato impidieron
la reconversión hata que, tres años más tarde, inaugurado ya el
nosocom io, se abordó la construcción, anexa a éste, del asilo San
Bernardo, tras su inauguración fusionado al hospital26.
Otro legado de singular relieve procedió de José García Fer­
nández, natural de V illar, y, como su hermano Manuel, afortuna­
do emigrante a la Argentina. Am bos magnates, conocidos en Luar­
ca como «los pachorros», se establecieron en Córdoba y Tucumán,
respectivamente, como industrial tabaquero José y como em pre­
sario azucarero Manuel. Nunca perdieron los vínculos con Luar­
ca, construyendo en V illar sendos palacetes, «V illa Argentina» y
«V illa Rosario», que ocupaban no todos los veranos. A l final de
su vida, José se volcó en la actividad altruista, saliendo especial­
mente beneficiada su villa de nacimiento. En V illar de Luarca fun­
dó el colegio bautizado con su nombre, inaugurado en 1911, y an­
tes de 1907, año en que el Ayuntamiento acuerda en agradecimien­
to su nom bramiento como hijo predilecto del concejo, funda y
sostiene una treintena de camas en el nuevo hospital27.
26
El párroco de Luarca «declaró en la citada sesión (25 septiembre 1895) que co­
mo testamentario de doña Bernarda anciola propondría a sus compañeros que,
sin faltar a las últimas disposiciones de la finada, contribuyesen a la suscrip­
ción que se abriría para levantar el Hospital Asilo. Su proposición no pudo
ser aceptada ya que las disposiciones testamentarias de doña Bernarda An­
ciola impedían destinar cantidades a otra institución que no fuese la Casa Asilo
de Ancianos y Hérfanos Pobres (...) El párroco señor Camino, en nombre de
la Testamentaría de doña Bernarda Anciola, solicita y obtiene en 1898 la cues­
tión del terreno necesario para construir por cuenta de aquélla el pabellón
que falta para destinarlo a Asilo de ancianos y niños, no alterando así las dis­
posiciones del testamento de la señora Anciola, logrando de este modo que
fuese aceptada su sugerencia de tres años antes», A n c i o l a , C: «El Hospital
Asilo de Luarca. Una institución modelo», Eco de Luarca, núm. 130, 22 agos­
to 1954.
27 No existe acuerdo entre Nicomedes Martín-Mateos, Biografías Asturianas, Ma­
drid, 1916, quien considera a José García «émulo de D. Fortunado Selgas en
favorecer a Asturias», y Benito Castrillo Sagredo (El aporte de los indianos
a la Instrucción Pública, Buenos Aires, 1926) al respecto del número de ca­
mas donadas por el “ americano” ; 30 según el primero, 36 según el segundo.
En cualquier caso, 32 camas era la capacidad de cada uno de los dos pabello­
624
CO V A D O N G A A L VA R E Z QU IN TA N A
La viuda de su hermano Manuel hizo efectiva en 1924 la dona­
ción de un pabellón con dos salas, hombres y mujeres, destinado
a am pliación del asilo San Bernardo. Manuel García había des­
plegado en vida una notable labor altruista en beneficio de su país
de adopción. El H ospital Español de Buenos Aires le debe la cons­
trucción de un pabellón, siendo el poblado de B ella V ista, en la
provincia de Tucumán, construido de nueva planta al pie del in­
genio de azúcar de su propiedad, el destinatario de escuelas, or­
fanato y hospital. En Tucumán m ismo fundó, a raíz de la muerte
prematura de su primogénito Tulio, una escuela de artes y oficios
bautizada con su nombre, repitiendo en Luarca su viuda esta ope­
ración de homenaje postumo en el pabellón Tulio García Fernán­
dez, dependiente del asilo. Seis años después, en 1930, el segundo
hijo del indiano, de nombre también Manuel, correría con los gas­
tos del m obiliario y equipo técnico del pabellón de cirugía, desde
entonces en funcionamiento en el hospital-asilo de Luarca28.
nes según el proyecto, seguido para la construcción del edificio más antiguo,
del arquitecto Nemesio Cobreros. Según Fernando Landeira (F.L.), se trató
de «la ampliación del ala de mujeres del hospital». En agradecimiento, antes
de 1908, el Ayuntamiento de Luarca encargó al pintor Tomás García Sampedro un retrato al óleo del donante (conservado en la institución), «para colo­
car en una de las salas del hospital», Libros de Sesiones del Ayuntamiento
de Valdés, sesión 20 marzo 1908. En la misma ocasión se procedió a su nom­
bramiento como hijo predilecto del concejo, «por un espléndido donativo que
había hecho al Hospital de Luarca», y según reza en la cartela que preside la
parte inferior del marco del referido retrato: «Homenaje a D. José García Fer­
nández, hijo predilecto del concejo de Valdés».
A esta donación seguiría, apenas dos años después, la construcción en Torrealtina de «un magnífico edificio con destino a Escuelas, en las que desde
primero del años próximo se dará por su cuenta enseñanza gratuita a doscien­
tos niños pobres, suministrándoles además por cada día de asistencia á las
clases dos reales á cada uno, o su equivalente en alimentos», Libro de Sesio­
nes del Ayuntamiento de Valdés, sesión 12 noviembre 1910. En 1912 la Cor­
poración solicitará para el procer la Encomienda de Número de Isabel la Ca­
tólica, concedida, y en 1922, conjuntamente con Ramón Asenjo, otro homena­
je del hospital-asilo se saldaría con un busto (conservado en los jardines del
centro) y el bautismo con su nombre del nuevo pabellón de infecciosos. Una
plaza de Luarca lleva en honor suyo y de su hermano el nombre de «Los Pa­
chorros».
28 Bien con motivo de la muerte de Manuel García, bien por el anuncio de su viuda
de la fundación de un pabellón para asilo por deseo de su marido, el Ayunta­
miento de Luarca solicita para aquél, en 1922, la Cruz de Beneficencia. Resú­
menes de Libros de Sesiones del Ayuntamiento de Valdés, año 1922. Las no­
ticias del altruismo de Manuel García proceden de C a s t r i l l o S a g r e d o , B.:
El aporte..., págs. 50 y 52. Sobre el ingenio de azúcar y poblado de Bella Vista
por aquél fundado, véase P a t e r l i n i , O.: Pueblos azucareros de Tucumán, Tu­
cumán, 1987.
EL H O SPITAL-ASILO DE L U A RC A (1895-1936)
625
A diferencia de los anteriores benefactores de la institución de
V illar, Ramón García Fernández (1871-1945), apodado Ramón «de
La Cruz» por el barrio de Otur del que era natural, figura como
titular de varios legados, de valor no inferior a los de sus prede­
cesores, al margen de otros donativos menores y de su participa­
ción fija como socio de la fundación25, lo que lo convierte en el
principal protector de la misma. Fundador en Rosario de Santa
Fe de los grandes almacenes La Favorita, inspirados en los m a gasins parisinos finiseculares29, mantuvo durante toda su vida la­
zos más estrechos con Luarca que los aludidos para «los pacho­
rros», colegas suyos en la emigración a la Argentina. Como éstos,
repartió el patronazgo entre la villa de nacimiento y la de adop­
ción, mostrando sin embargo especial inclinación por Luarca y en
particular por el patronato de V illar, m otivo al que debe la fama
de hom bre generoso que aún le sobrevive.
Pero aparte de por reiterada y cuantiosa, singulariza la con­
tribución de Ramón «de La Cruz» al hospital-asilo de Luarca la
retrasada fecha en que se desenvuelven las aportaciones de supe­
rior magnitud, entre 1930 y 1945, justo el período que sigue a la
crisis del 29, que quiebra definitivamente el éxito de la em igra­
ción asturiana a América, poniendo término, en consonancia, a los
grandes legados. La tardía muerte del procer y las donaciones tes­
tamentarias al establecimiento de Villar justifican este retraso atípico en el contexto de los grandes legados vinculados en Asturias
a las divisas americanas.
Por otra parte, la generosidad del aludido ilustra el nexo en­
tre las donaciones y las relaciones de amistad (Ramón García con
Ramón Asenjo, que lo había reclamado desde Rosario al iniciar
la carrera migratoria) o familia (García era cuñado de Emilio Blan­
co, desde 1927 presidente del hospital-asilo) del benefactor con al­
tos cargos de la institución; e incluso la identificación de ambas
situaciones, como bien testimonia la presidencia de García en el
establecim iento benéfico, operativa desde 1919, tras la muerte de
A senjo, y honorífica y vitalicia desde 192730.
Tres fueron los legados de superior magnitud efectuados por
Ramón García. Primero, la construcción del pabellón de cirugía,
inaugurado en 1930 y planteado, en cuanto servicio sanitario de
29
30
C.: «Gran tienda La Favorita, de García Hermanos. Ro­
sario de Santa Fé, Argentina», en A A .W ., Arte, cultura y sociedad en la emi­
gración española a América, Universidad de Oviedo, 1992.
C a s a r i e g o , J. E . / S u á r e z B l a n c o , R.: « E l hospital...», pág. 20, y «Don Ramón
García Fernández», Asturamérica, II época, núm. 20, octubre 1955, sin páginar.
A lv a r e z Q u in ta n a ,
626
C OV A DON GA A LVA R E Z QU IN TA NA
pago, como ayuda al sostenimiento de la doble fundación, para
la fecha ya con problemas en este sentido. Segundo, el proyecto,
no consumado por problemas legales inherentes a la muerte del
benefactor, de creación de una gota de leche, servicio gratuito de­
pendiente del hospital, para el que García había adquirido y do­
nado poco antes de su muerte una finca colindante por el este con
la del centro benéfico. Y , finalmente, la donación testamentaria
de un edificio comercial alquilado por los grandes almacenes La
F avorita, sito en Rosario de Santa Fe, cuyas rentas contribuirían
al sostenimiento del hospital de Villar.
A dem ás, han de tenerse en cuenta la contribución especial que
alentó su nom bramiento como presidente honorífico en los años
veinte, hecho que marca el comienzo de su protectorado para con
la institución; el cargo a su cuenta de la subvención anual de 6.000
pesetas del Ayuntam iento de Luarca al centro de V illar, edición
correspondiente al año 1936; o su labor desde Rosario como agen­
te de bolsa de parte de los fondos del hospital-asilo31.
Varios donativos de material inventariable (m obilario, lence­
ría) del matrimonio alemán integrado por Otto Gerstung y María
Luisa Coat precedieron al más importante, efectuado en el puen­
te de los años 60-70, vía testamentaria, por la viuda, y consisten­
te en un nuevo pabellón para el asilo que albergaría, en habita­
ciones dobles, a matrimonios de ancianos32.
No parece oportuno finalizar esta relación de grandes legados
sin hacer mención a la contribución especial efectuada por Ramón
Fernández Asenjo (1854-1919). No se trata de una donación en sen­
tido estricto, esto es, económica, sino de la dedicación de una por­
ción notable de tiempo y energías al nacimiento y veinticuatro pri­
meros años de funcionamiento de la doble institución de Villar. Es­
te aspecto, que define una segunda acepción del altruismo indiano
31
32
Correspondencia del 11 al 24 de octubre de 1912 entre Ramón F. Asenjo (Luar­
ca) y la gerencia de La Favorita (Rosario), a propósito de la colocación de un
capital del hospital-asilo en cédulas del Banco El Hogar Argentino; y recibo
del pago por Ramón García de la subvención anual de 6.000 pesetas del Ayun­
tamiento a dicha institución. Documentos en A.H.-A. V. Sobre la donación por
Ramón García de un edificio comercial sito en Rosario, véase A n c i o l a , C.:
«Sugerencias y evocaciones personales», Eco de Luarca, núm. 179, extraordi­
nario dedicado a Ramón García, 31 julio 1955.
La relación de los Gerstung con la fundación de Villar se remonta a un viaje
del matrimonio por la cornisa Cantábrica, saldado con un accidente automo­
vilístico a raíz del que Otto ingresa primero y fallece después en el menciona­
do hospital. Por deseo expreso, fue enterrado en el vecino cementerio de la
Atalaya de Luarca, donde se conserva el panteón. Datos, R.S.B.
EL H O SPITAL-ASILO DE L U A RC A (1895-1936)
627
estudiado en Asturias, se refleja en dos campos de actividad pre­
ferentes: el ámbito local o regional de la política y el de las inicia­
tivas de interés público, igualmente vinculadas al entorno de na­
cimiento del prohombre. Se barajan como explicaciones a esta con­
ducta dos circunstancias inherentes a la condición de indiano o
emigrante retirado tras enriquecerse en América: la disponibili­
dad de tiempo libre, en cuanto empresario para entonces ya pasi­
vo o, simplemente, rentista; y el espíritu dinámico y emprendedor,
indispensables al éxito económico alcanzado.
A m bas circunstancias se reúnen en Asenjo, quien una larga eta­
pa de doble residencia en Luarca y Rosario, donde había reunido
en propiedad varios inmuebles urbanos y estancias en el campo
santafecino, se retira definitivam ente a Luarca en 1911. La desa­
hogada posición, conquistada ya para el inicio de la década de
1890, justifica la actividad política y benéfica, pero tam bién eco­
nómica, desenvuelta en Luarca con anterioridad a la fijación de
su residencia en el número tres de la calle de la Iglesia de la m is­
ma v illa 33.
La presentación, en 1895, por parte de Asenjo de su proyecto
de fundar un hospital de caridad constituye entonces la noticia
más temprana de su vida pública en Luarca, testimoniando a un
tiem po la orientación inicialmente altruista de la misma, por con­
traposición a la política y economía de las décadas siguientes. En­
tre octubre de 1904 y marzo de 1911, en que renuncia al cargo ante
su elección como diputado del partido liberal por el distrito de
Luarca-Castropol, había detentado la presidencia del A yu n ta­
miento de Valdés, delegando buena parte del tiempo, a causa de
sus viajes a la Argentina, en el alcalde en funciones34. Previa y
33
34
Asenjo aspiró a ser propietario de un número de estancias y fincas urbanas
equivalentes al de hijos que habrían de heredarle, nueve. Siete habidos del
tercer matrimonio, con Joaquina Fernández, y los otros dos, respectivamen­
te, con las hermanas Dolores y Paz González, a su vez tías de la primera y
pertenecientes a una familia de posición de Cañero. Asenjo desestimó la idea
de construir un palacete con jardín en Villar, según costumbre entonces muy
arraigada entre otros compañeros de emigración. Edificó una casa unifamiliar entre medianeras, con entrada por la calle de la Iglesia (actual Párroco
Camino), entonces recién ensanchada; encargando el proyecto al arquitecto
De la Guardia, hasta su muerte en 1910 tracista de las mejores obras levanta­
das en Luarca desde finales de los ochenta. Datos, Lolina Asenjo (L.A.).
Desde octubre de 1904 y hasta que renuncia al cargo en marzo de 1911 tras su
elección como diputado liberal por el distrito de Luarca-Castropol, lo que coin­
cide con la fijación en Asturias de la residencia estable, Asenjo había deten­
tado la alcaldía de Luarca. Del balance de estos siete años de gestión munici­
pal destaca su contribución a la escolarización del concejo, impulsando la edi­
628
C O V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TANA
sim ultáneam ente había desarrollado algunas operaciones de in­
terés económico en la villa, tales como la construcción de una ce­
tárea en la playa (1902), la adquisición de terrenos en la Huerta
de los Molinos, urbanizada en 1910, o la participación como accio­
nista en la Electra del Esva, recién establecida en el concejo.
Entre otros cargos institucionales ocupó la presidencia de la
Electra del Esva en Luarca, fue miembro de la directiva del Círcu­
lo-Liceo de la misma villa y presidió hasta su muerte la fundación
de Villar. Esto último y su papel como ideador y alma de la insti­
tución benéfica no ocultan la discreción del desenvuelto como do­
nante, limitado, además de al pago de la cuota de asociado, a la
cesión post m o r t e m de algunas tierras y de la mencionada cetá­
rea35. Este aspecto contrasta con la semblanza de generosidad que
pintan sus necrológicas cuando aluden al goteo de ayudas y prés­
tamos a fondo perdido a campesinos, artesanos y pescadores36. En
cualquier caso, Asenjo, además de ideador e ideólogo de la funda­
ción de Villar, no resultó figura imprescindible para su desarrollo
posterior, tal y como testimonia el despegue y la ampliación de las
instalaciones experimentadas por el hospital-asilo durante la dé­
cada de 1920, siguiente a su fallecimiento37.
ficación de buena parte de los colegios construidos en el mismo desde comienzos
de siglo hasta la guerra civil. Libros de Sesiones del Ayuntamiento de Valdés, años 1904-1911.
35 El retiro definitivo de Asenjo coincidió —medida de otro modo común a bue­
na parte de los indianos— con el nombramiento en Rosario de un administra­
dor de sus propiedades, un catalán de apellido Rafols. Todavía en los años
veinte, la viuda de Asenjo nadaba en la abundancia de las rentas remitidas
desde Argentina. Datos, L.A.
36 Se trata de El Despertar del Obrero, subtitulado Boletín de la Asociación Luarquesa de Oficios Varios y defensor de los intereses del pueblo, núm. 9, Luar­
ca, 25 octubre de 1919, en su totalidad dedicado a Asenjo con motivo de su muer­
te. Las páginas refieren el apoyo material profesado por el indiano al Ropero
Escolar, la Mutualidad de Maestros, la Asociación de Oficios y en general a
los necesitados; en suma, una generosidad dispersa y extralimitada de la fun­
dación de Villar. Resulta atípica esta sensibilización de un indiano para con
la llamada cuestión social, aún cuando se desenvuelva, como en este caso, den­
tro del obrerismo católico.
37 La ideas sobre altruismo de Asenjo pueden seguirse a través de la exposición
de motivos con los que presentó el proyecto de dotar a Luarca de un hospital
(nota 8), o en el siguiente texto: De la caridad, a juicio de Asenjo, «sólo deben
gozar los desvalidos, los que no estuviéran en condiciones de dedicarse a las
ocupaciones diarias, porque a los útiles les tiene que producir el jornal remu­
nerativo de su trabajo, lo necesario para satisfacer sin dilipendio las atencio­
nes de la familia, y además proporcionarle algún sobrante para en casos ex­
traordinarios de enfermedad», El Despertar... Por iniciativa de la Asociación
EL HOSPITAL-ASILO DE LU A RC A (1895-1936)
629
Ingresos ordinarios
En contrapartida a estos donativos, los ingresos ordinarios en
concepto de cuotas fijas de asociados, rentas y subvenciones ape­
nas alcanzaron para el sostenimiento de la doble institución. Po­
co más que dos apartados simbólicos reconstruyen los datos dis­
ponibles sobre rentas y subvenciones; las primeras divididas en
arrendamientos de inmuebles (inexistentes, exceptuando las pro­
pias instalaciones, hasta los legados de la cetárea y el edificio de
Rosario, respectivamente tras el fallecimiento de Asenjo y Ramón
García) y rentas por rendimientos de acciones, efectivas desde
191138. En ese m ism o año, las subvenciones del A yuntam iento,
Diputación y Diócesis de Oviedo suponían el 22% de los ingresos
totales del hospital-asilo, exactamente el doble de los intereses
del capital colocado en láminas, procediendo el 67% restantes de
las cuotas fijas de los asociados, principal fuente de recursos de
la institución hasta la década de los treinta39.
de Oficios Varios, en 1927 se celebró en Luarca un homenaje popular al bio­
grafiado, recogido en varias fotografías (propiedad, L.A.) y del que queda en
la plaza antepuesta al Ayuntamiento un busto del prohombre firmado por A.
Marinas. Cinco años atrás la fundación de Villar había procedido de forma
análoga para con su principal promotor. Del homenaje, conjunto con José Gar­
cía, queda su nombre bautizando el pabellón de infecciosos y otro busto del
escultor A. Sordo, que duplica la efigie del procer conservada en la institu­
ción, un retrato al óleo pintado por el que fuera su amigo, Tomás García Sampedro.
38 De las 20.000 pesetas invertidas en 1912 en láminas intransferibles del Hogar
Argentino (nota 31), 12.443,88 procedían de la transferencia a la fundación de
Villar de las rentas procedentes de tres viejos hospitales clausurados del con­
cejo de Valdés. Se trataba del hospital de Barcia, del de San Roque de Cadavedo y del de Santiago de Luarca, «establecidos principalmente en beneficio
de los enfermos de la lepra, y los viajeros que se dirigen en peregrinación á
Santiago de Luarca». En 1908 Asenjo, a la sazón alcalde y en calidad de presi­
dente del patronato de Villar, tramitó y obtuvo del Ministerio de la Goberna­
ción la anexión de dichos recursos, amparándose en la ley que permitía «des­
tinar los fondos disponibles (...) a completar la dotación de las fundaciones
que la tuvieran insuficiente y fuesen de reconocida utilidad pública», Libros
de Sesiones del Ayuntamiento de Valdés, sesión 20 marzo 1908.
39 «Relación del capital, renta y fincas del Hospital-Asilo de Luarca», Luarca,
28 noviembre 1911 .A.H.-A.L. Hasta 1930, a raíz de la inauguración del servi­
cio de cirugía de pago, el hospital de Villar no tuvo ingresos por facturación
de prestaciones, en este caso por intervenciones.
630
CO V A D O N G A A LV A R E Z QU IN TA NA
Gastos
Los balances contables disponibles, lim itados a los nueve pri­
meros años de funcionamiento del hospital, presentan en concep­
tos separados los gastos orginados por el médico y los consiguien­
tes a sueldos, gratificaciones y jornales del resto del personal en
servicio. Para el bienio noviembre 1904-octubre 1906, el último pe­
ríodo documentado40, las asignaciones del médico supusieron
apenas un 4% del gasto total, frente al 36% del personal restante.
El reglamento del hospital, redactado en 1897, ya deja constan­
cia de la intención de la fundación de acogerse a los servicios del
médico adscrito a Luarca por la Junta Municipal de Sanidad y Be­
neficencia, arbitrando medidas para salvaguardar este derecho en
caso de negativa por parte de aquél. Como por ejemplo las grati­
ficaciones, que ya se mencionan entonces para los médicos m uni­
cipales y que se harían extensivas a la figura, más tarde creada,
del médico director o asesor del centro41. Tan sólo desde 1930, en
que abre sus puertas el servicio de cirugía de pago, computan co­
mo gasto los honorarios del cirujano, cubiertos holgadamente por
las intervenciones facturadas.
En otros tres aspectos más queda de m anifiesto la tendencia
del hospital a reducir gastos en personal; medida, de otro modo,
común a todas las instituciones benéficas coetáneas, y responsa­
ble en buena parte de la larga vida desarrollada por la de V illar.
Primero, en la precaridad del servicio médico, consistente en una
visita diaria a los internos, además de la atención a las urgencias
40
41
«Hospital de Caridad del Concejo de Valdés. Estado demostrativo de un bie­
nio terminado el treinta y uno de octubre de mil novecientos seis». Se conser­
van también balances contables desde la fecha de inauguración del sanato­
rio, octubre de 1897, hasta el comienzo de dicho bienio. A.H.-A.V.
Si contra lo que es de esperar, los médicos titulares del Ayuntamiento con re­
sidencia en esta villa de Luarca se negaren a prestar asistencia gratuita a los
enfermos pobres del hospital, la junta directiva de éste, juzgándolo convenien­
te, recabará del señor alcalde que al hacerse nuevo nombramiento de aque­
llos profesores, se cuide de exigirles dicha obligación para el porvenir. Ac­
ta..., pág. 32. El perjuicio que causaba la fundación estribaba en el aumento
de enfermos que había de atender el médico de Luarca frente a sus homólo­
gos de las otras cuatro demarcaciones sanitarias del municipio, desde las que
se enviaban enfermos para su ingreso en el sanatorio de Villar. Por otra par­
te, el cargo de médico asesor fue desempeñado desinteresadamente, al mar­
gen de las gratificaciones de que fue objeto por parte del patronato. El pri­
mero en ocuparlo fue Ceferino Rodríguez, un especialista en oftalmología es­
tablecido en Luarca. Le sucedió Anciola y a éste Fernando Landeira hasta su
fallecimiento en 1991. Datos, R.S.B.
EL H O SPITAL-ASILO DE L U A RC A (1895-1936)
631
que reclamaran la presencia del doctor en el hospital. Segundo,
en el lim itado número de trabajadores estables, reducido prácti­
camente a tres: el administrador, el practicante y la cocinera. Y
tercero, en la disponibilidad de trabajadores baratos —más que
no remunerados, pues su sostenimiento costaba a la institución— ,
supuestos, de una parte, por los asilados, tras abrirse este servi­
cio24, y de otra, y en especial, por la orden religiosa que regenta­
ba el establecimiento42.
Como en buena parte de las instituciones de beneficencia pú­
blicas o particulares en funcionamiento durante la Restauración,
las Hermanas de la Caridad detentaron en la de Luarca múltiples
competencias*que suman a la economía la cualidad de la flexib i­
lidad como características de su perfil laboral. Fueron las respon­
sables, junto con el capellán43, de los servicios religiosos; ejercie­
ron en la práctica la subdirección del establecimiento, pues úni­
camente estaban a las órdenes del administrador, obedeciéndolas
el resto de los em pleados; desempeñaron labores equivalentes a
las del personal de enfermería (suministro de medicamentos, cu­
ras e inyecciones en paralelo con el practicante) y auxiliar (aseo
de los enfermos y limpieza de las instalaciones); de ellas depen­
día la policía interior del centro, la m ayordomía, etc. En contra­
partida a toda esta labor, la Orden, que llegó a tener destacadas
en Luarca hasta veinte monjas, no contó con un espacio de resi­
dencia propio y digno hasta la década de 198044.
42
43
44
El practicante, como la cocinera, estaba a «las órdenes inmediatas de los mé­
dicos y de las Hermanas de la Caridad», Acta..., pág. 27. Portero, aunque se
mencione en el reglamento, no parece haber habido hasta la década de 1930,
cuando se le construye una vivienda sobre la cochera del establecimiento. Sus
obligaciones consistían en custodiar las entradas y salidas del centro y en la
«conservación y arreglo de la huerta», tarea que, a diferencia del cuidado del
corral y de la matanza, no implicaba a las monjas pero sí a los asilados útiles.
El cargo de capellán únicamente supuso gasto a la institución en un princi­
pio, previéndose su nombramiento por parte de la diócesis y la dotación «que
tenga a bien asignarle de fondos de redención de misas, obras pías u otros cua­
lesquiera», Acta..., pág. 28. En otro orden de cosas, la presencia de religiosos,
común a todas las instituciones benéficas de la Restauración, informa del es­
tadio precientífico de la medicina desarrollada en estos centros, entendida más
propiamente como un ejercicio de caridad cristiana o auxilio material y espi­
ritual a los enfermos necesitados.
El valor de los espacios asignados como testimonio de jerarquía social se evi­
dencia en el establecimiento de Villar, donde se construirá para el capellán
una casa exenta de dos plantas, en tanto que las monjas residieron, hasta co­
mienzos de los años 70, en el desván, sin distribuir ni acondicionar, de la casa-administración.
632
C O V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TANA
Los otros dos conceptos de gastos ordinarios del hospital, dis­
ponibles para el bienio noviembre 1904-octubre 1905, hacen refe­
rencia a las medicinas, que representaron el 10% del gasto total,
y a comestibles, luz, carbón y lavado, exactamente el 50%. Los fár­
macos, gratuitos para los enfermos pobres acogidos al régimen de
la beneficencia municipal, computaban como gasto al hospital des­
de el momento en que ingresaban como pacientes en él. La sub­
vención anual otorgada por el Ayuntam iento a la fundación no
se efectuaba en concepto de fármacos, si bien parece haber cubier­
to el importe de los m ism os45.
Por otra parte, los gastos mayores de m ayordom ía contaron
con estrategias reductoras en el apartado concreto de comestibles.
Pronto se trabajó el amplio huerto que se anteponía a la casa por
el sur, se abrieron corral de aves y cubil de cerdos, y se impuso
entre los campesinos la entrega al hospital-asilo, en tiem pos de
cosecha o de necesidad extrema, de una parte de los frutos, lo m is­
mo que entre los pescadores de parte de su rancho46.
A partir del personal disponible y del gasto barajado, durante
el bienio antedicho el hospital había contabilizado 11.174 estan­
cias, calculándose el coste de cada una en 1,6 pesetas. Sorprende
por lo alto de la cifra de ingresos atendidos, m áxim e teniendo en
cuenta el reducido número de camas que se suponen disponibles,
unas 32, salvo que ya hubiera entrado en funcionamiento la otra
mitad del edificio (¿legado José García Fernández?27), muy pron­
to destinada al asilo San Bernardo11, duplicándose así la capa­
cidad.
La capacidad en camas de la institución de V illar, primero sa­
natorio, más tarde hospital y asilo a un tiempo, sólo puede recons­
truirse por aproximación, oscilando entre la 32 camas hospitala­
rias supuestamente disponibles en octubre de 1897, cuando se
abrió el nosocomio, y los dos centenares para enfermos y asila­
45
La subvención anual del Ayuntamiento al hospital-asilo osciló entre las 10.000
pesetas de la participación extraordinaria en la suscripción inicial de 1895,
la cantidad variable «que resulte sobrante de la consignada en el presupues­
to del ejercicio corriente (1898) para estancias de pobres enfermos en el Hos­
pital provincial», las 2.000 pesetas de 1911 y las 6.000 de 1936 abonadas por
Ramón García (nota 31). Libros de Sesiones del Ayuntamiento de Valdés, 1895,
1898 y 1911. A título de referencia, el gasto en medicamentos para el bienio
1904-1906 (nota 40) ascendió a 1.692,10 pesetas.
46 En épocas de dificultades en tesorería las monjas convocaban con el tañido
de las campanas del centro a los vecinos de Luarca. Las ayudas del pueblo
llano se materializaban en especies, las del vecindario de posición en metáli­
co. Datos, R.S.B.
633
EL H O SPITA L-ASILO DE LU ARCA (1895-1936)
dos alcanzados en los años 70, tras inaugurarse el pabellón Gertung47. La acusada superioridad de plazas hospitalarias sobre las
geriátricas, evidenciada desde entonces, no hará más que acen­
tuarse hasta llegar, en la segunda mitad de los 80 a la capacidad
actual, una vez clausurado el hospital, de 120 camas para asilados.
Por otra parte, el balance contable del H ospital de Caridad de
V illar durante el primer quinquenio de vida parece arrojar, a la
luz de los datos disponibles, un saldo muy favorable. Con una te­
sorería inicial de al menos 81.767,70 pesetas, resultado de la cues­
tación ya mencionada a la fecha de marzo de 1897, se cubrieron
las obras de construcción de la primera fase del edificio más anti­
guo, licitadas en algo menos de la mitad del capital disponible y
concluidas para octubre de 1897. Además, se pagarían los solares,
valorados en 6.113 pesetas, y supuestamente la redacción del pro­
yecto conservado y seguido, encargado al arquitecto Nemesio Cobreros por una tarifa de 1.237,5 pesetas. Sin computar la dirección
de las obras, llevada desinteresadamente por el ingeniero valdesano Godofredo A lvarez Cascos, hermano de un miembro de la
junta iniciadora y luego directiva de la fundación, ni el gasto efec­
tuado en m obiliario y lencería, el hospital comenzaría a funcio­
nar en octubre de 1897 con un superávit de 43.603 pesetas. Ténga­
se en cuenta que el promedio anual del gasto hospitalario duran­
te el prim er quinquenio activo ascendió a 5.950 pesetas40.
N?
AÑO
EDIFICIO
1
1897-1907
Principal (mitad desti­
nada a hospital)
Baja
32
32
2
1907-1909
Principal (¿anexo José
García Fernández?)
Baja
30
62
3
1909
Principal (otra mitad
destinada a asilo)
Baja
32
94
4
1922
Pabellón infecciosos
(hospital)
Baja
12
106
5
1924
Pabellón Tulio (asilo)
Baja
12
118
6
1930
Pabellón cirugía
Baja
12
130
7
1952
Pabellón cirugía (am­
pliación)
Primera
12
142
8
1970-1975
Pabellón Gerstung
(asilo)
Baja y
primera
50
192
PLANTA
CAMAS
TOTAL
634
COVA D O N G A A LVA R E Z QU IN TA NA
III. ESTUDIO ARQUITECTONICO
III. 1. El edificio más antiguo
El solar destinado a la construcción del hospital, ubicado en
la zona llam ada Torrealtina, posiblemente ya había sido adqui­
rido para la fecha de redacción del proyecto, que abunda en deta­
lles sobre su localización, características y precio.
Radicación
V illar, barrio alto de Luarca al que pertenece Torrealtina, ha­
bía sido hasta 1890 una aldea dispersa circundada por tierras de
maíz cultivadas a las excelencias de la rasa costera. Hasta enton­
ces no pareció afectado por el desarrollo urbano de la villa de
Luarca, a sus pies por poniente, tortuoso a efectos de las dificul­
tades topográficas. El plano prim itivo de Luarca, una especie de
bolsa de estómago o puerto abierto al norte, flanqueada por acan­
tilados habitados por pescadores al este y el oeste, y constreñida
al sur por las hoces del río Negro, quedaría sensiblemente trans­
form ado al cabo del crecimiento operado entre 1860 y 1920. La pri­
mera fase de expansión, que acapara el últim o tercio del siglo, se
desenvuelve a expensas de las nuevas arterias de comunicación.
El desencadenante, la llegada a Luarca en 1864 de la carretera
O viedo-V illalba, tendría continuidad en la prolongación de ésta
a N avia, en el trazado de la que uniría la villa con Castilla a tra­
vés de Pola de A llande, y en la apertura de variantes más favora­
bles que los antiguos caminos para la conexión de todas ellas con
la villa. El rápido macizamiento de este nuevo callejero, a decir
verdad contituido por tramos urbanos de las carreteras recién
abiertas, suscitó una segunda campaña de intervenciones, desen­
vuelta entre 1890-95 y los comienzos de los años 20. La artífice fue
en este caso la burguesía local, en buena parte, por no decir en su
totalidad, conformada en América, la cual, actuando desde los
puestos ocupados en la corporación municipal, pudo dar satisfac­
ción a su demanda de suelo urbanizable objeto de inversión. Por
este procedimiento se conquistaron los llerones de los meandros
del río Negro, ahora encauzado en la mitad meridional. El ensan­
che consiguiente, conocido genéricamente como de La Vega del
Cam po, fue produciéndose en fases sucesivas entre las fechas in­
dicadas, convocando la presencia de los mejores arquitectos de la
región (De la Guardia, Del Busto) para las trazas del moderno ca­
serío, el teatro, el casino, las escuelas y el nuevo Ayuntam iento.
EL H OSPITA L-ASILO DE LU ARCA (1895-1936)
635
Las transformaciones espaciales generadas por el m o d u s vivendi burgués alcanzaron igualmente a la playa, en adelante utiliza­
da como marco de esparcimiento y salud, y a las zonas altas de
V illar y Barcellina, aldeas y terrazgo llano, estratégicamente si­
tuados frente al mar y coronando, por el este, el anfiteatro de
Luarca. A la indianada correpondió, una vez más, la reorienta­
ción funcional de ambos núcleos rurales, parcialmente transfor­
m ados, de una parte, en colonia veraniega salpicada de quintas
de recreo — de im posible asentamiento en la angosta v illa — y, de
otra, en área de equipamiento escolar y sanitario48, calificación
que data de la apertura del hospital-asilo y colegio José García
Fernández27, y que el paso del tiempo se encargaría de consoli­
dar. Entre los factores que impulsaron la recalificación de V illar
deben constar la proximidad a la villa, apenas 500 metros desde el
enclave concreto de Torrealtina, en las inmediaciones del faro y
el cementerio; el favor de las comunicaciones, pues el camino real
que unía Oviedo y Luarca desde los tiempos de Carlos III entra­
ba en ésta por V illar y Torrealtina, lo mismo que la carretera inau­
gurada en 1864, y la variante pintoresca que, desde 1919, bordea­
ba desde Torrealtina el faro y el cementerio, entrando en Luarca
por el puerto, en vez de por La Carril y Zapatería. Y , finalm ente,
por contraposición a Luarca, V illar contaba con abundante suelo
edificable de inmejorables condiciones para uso escolar, asistencial o recreativo: llano, abierto, alto, soleado y con vistas al mar.
El solar que hoy ocupa el hospital-asilo, cercano a los 14.000
metros cuadrados, es el mismo que figura descrito en el Proyecto
de u n hospital para el Concejo de Valdés en Luarca, levantado en
1895 por el arquitecto Nemesio Cobreros49 (figs. la y Ib). Sin em ­
bargo, y del m ismo modo que se procedería con el edificio, cons­
truido en dos fases, la finca adquirida en un primer mom ento su­
pondría tan sólo «algo más de la mitad» de la total prevista en el
48
49
La vecindad en Villar de palacetes de recreo con un hospital, un asilo y un
colegio de pobres, lo mismo que las industrias, cárceles y cuarteles conside­
rados entonces establecimientos de actividades desagradables y en consonan­
cia expulsados hacia el perímetro de las ciudades, no devino en incompati­
ble. La distancia que separaba los chalets de los establecimientos asistenciales y las características de todos ellos, edificios de planta abierta rodeados
de terreno propio, facilitaron la convivencia entre sus moradores de desigual
extracción social.
Proyecto de un Hospital para el Concejo de Valdés en Luarca. Arquitecto, Ne­
mesio Cobreros. Lugo, 11 de diciembre de 1895. Se conservan los siguientes
documentos: presupuesto, pliego de condiciones facultativas y planos a esca­
la 1:200. A.H.-A-V.
636
CO V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TA NA
proyecto, escriturándose el resto en 1898, al m ism o tiempo que se
ponía en marcha la edificación del pabellón pendiente destinado
a asilo50.
Del actual complejo asistencial de Villar (fig. 2), el edificio más
antiguo (Co. 1896-Fo. 1899), integrado por dos pabellones de una
planta que flanquean la casa-administración, de dos y buhardi­
lla, antepuesta a la capilla, fue construido en dos fases. En la pri­
mera (1896-97) se edificó la casa-administración, la capilla y el pa­
bellón oeste, inaugurado como sanatorio en octubre de 1897; procediéndose desde comienzos del año siguiente, con fondos del
legado A nciola, a la construcción del ala este, que una vez term i­
nado, en diciembre de 1899, se destinaría definitivam ente a hos­
pital, utilizándose el pabellón más antiguo para asilo51.
El proyecto
La autoría del proyecto seguido corresponde a Nemesio Cobreros, arquitecto lucense o en ejercicio en la capital gallega, desde
la que firm a las trazas el 11 de diciembre de 1895. Ello pese a la
opinión general que atribuye los planos al ingeniero luarqués Godofredo A lvarez Cascos, en realidad el proveedor de los m ism os
y director de las obras52.
50
«El coste del solar está calculado por la compra realizada ya de más de la mi­
tad del mismo», advertencia primera al presupuesto, en el que se halla el pre­
cio de «122,26 áreas de terrenos labradíos para solar y holganzas del Hospital
á razón de 50 pesetas área», Proyecto de... Por su parte, el proyecto de refor­
ma del establecimiento de 1979 (nota 13) alude a un solar de 13.948 metros cua­
drados. Las inexactitudes son frecuentes en los registros de propiedades rús­
ticas. El patronato del hospital, ante la posibilidad entrevista de fusionar és­
te con el asilo legado por Anciola, adquiriría en 1895 únicamente una parte
del solar elegido, la necesaria para construir el pabellón destinado a sanato­
rio. Luego, el párroco Camino «solicita y obtiene en 1898 la cuestión del terre­
no necesario para construir por cuenta de aquélla (Bernarda Anciola) el pa­
bellón que falta para destinarlo a Asilo (...) y se admitieron las donaciones
de solares de don Amador Menéndez, la señora Marquesa de Ferrera y los he­
rederos del señor Olavarrieta», A n c i o l a , C.: «El hospital...». Menéndez y Bue­
naventura Olavarrista eran indianos, el primero hecho en Argentina, el se­
gundo en Cuba; aquél construyó dos casas en la calle de los Caleros de Luarca, éste un chalet en Villar, vecino de la capilla de San Juan.
51 El orden de la construcción del edificio de mayor antigüedad del complejo de
Villar fue aportado por J.L. y R.S.B. Véase, además, nota 11.
52 El propio patronato de la fundación contribuyó a la extensión del error: «A
esta altura de medios, la Junta iniciadora con el concurso de los profesores
de Medicina y Cirugía D. Osmundo del Río y D. Ceferino Rodríguez, adqui­
rió ya en las afueras de esta villa y sitio denominado Villar, el terreno nece­
EL H O SPITA L-ASILO DE LU ARCA (1895-1936)
637
A partir de la fecha de la firma del proyecto, los trám ites de
construcción se suceden con celeridad. Cuatro días separan aqué­
lla de la publicación en un semanario luarqués de la subasta de
las obras, y once la suscripción por el contratista Gregorio Díaz
y García de la construcción de cinco de las ocho unidades de que
se componía la obra según el proyecto de Cobreros, por un valor
del 62% del total presupuestado por el m ism o53.
El análisis arquitectónico del edificio más antiguo del comple­
jo asistencial de V illar no debe perder de vista dos referencias de
desigual naturaleza. Primero, el estadio protocientífico de la cien­
cia médica por aquellas fechas, caracterizado por asignar a la hi­
giene un papel profiláctico estelar y hegemónico, además de pre­
ventivo, incidiendo directamente en ciertos aspectos constructivos
de los edificios de uso colectivo (escuelas), internados (cuarteles,
prisiones) y, sobremanera, hospitales y asilos. Y segundo, las ca­
racterísticas específicas de la institución de Luarca: un estableci­
miento benéfico particular, de pequeño tamaño (72 camas según
el proyecto de Cobreros, mitad para enfermos, mitad para asila­
dos), radio de acción municipal, si bien dependiente de un término
netamente rural, y limitada oferta de servicios (exclusión del tra­
tamiento de enfermedades infecciosas, nerviosas, cirugía), que ha­
brían de ser cubiertos por el Hospital Provincial de Oviedo54.
53
54
sario para el emplazamiento y construcción del edificio de referencia, que se
habrá de levantar en un todo conforme al plano y presupuesto que volunta­
riamente ha hecho el Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, Jefe de la pro­
vincia de Lugo, señor D. Godofredo Alvarez Cascos, natural de esta villa»,
Acta de..., pág. 6. «Fueron adquiridos terrenos en Villar, haciéndose cargo de
la obra, después de su ofrecimiento gratuito, el señor Alvarez Cascos», A n c i o l a , C.: «El hospital...». La vinculación de Godofredo con la fundación se
debió a la presencia de un hermano suyo en la comisión iniciadora; la del in­
geniero con Nemesio Cobreros a través de la actividad de ambos en Lugo.
«D. Gregorio Díaz y García, vecino de la calle de la Peña de esta Villa, según
cédula personal de 11? clase, n? 3.571, enterado del anuncio publicado el día
15 del corriente en “ La Voz de Luarca” y de las condiciones que se exigen pa­
ra la adjudicación en pública subasta de las obras del Hospital de Caridad
de Valdés compuestas de un pabellón con dos salas, aljibe, casa de adminis­
tración y capilla, se compromete á tomar á su cargo la construcción de las mis­
mas con estricta sujeción á las expresadas condiciones por la cantidad de cua­
renta mil ochocientas catorce pesetas. Luarca y Diciembre de mil ochocien­
tos noventa y cinco». Firmado y rubricado Gregorio Díaz. En la parte superior
del documento figura escrito con caligrafía diferente: «El remate tuvo lugar
el día 29 de Dice, de 1899», sin duda en alusión a las obras del edificio entero.
A.H .-A.L. Véase nota 11.
El hospital de Villar tampoco puede calificarse de especializado, concepto és­
te más teórico que transferido a la práctica —excepción de algunos establecí-
638
COV A DON GA A LVA R E Z QU IN TAN A
Los descubrimientos de Pasteur, hechos públicos en la década
de 187055, revolucionaron el campo de la higiene hasta la comer­
cialización, casi tres cuartos de siglo más tarde, de los antibióti­
cos. La desinfección, convertida en el eje preventivo y terapéutico
de la medicina preantibiótica, actúa a nivel externo, mostrando es­
pecial énfasis en la higiene antiséptica de las personas y de los es­
pacios ocupados; estos últimos a través de sistemas que garanti­
cen una aireación abundante y renovada. El higienismo, que trans­
formará los hábitos de vida, incidirá de forma especial en los
55
mientos londinenses (hospitales de ojos, torácico, cáncer, ortopédico, etc.),
abiertos durante el primer tercio del Ochocientos—, de cuño ilustrado y en­
frentado a la propuesta renacentista de gran hospital general. La carestía de­
rivada del sostenimiento de varios sanatorios especializados constituyó el prin­
cipal obstáculo para su imposición. P e v s n e r , N . : Historia de las topologías
arquitectónicas, Barcelona, 1980, pág. 186. De ahí que en España, pero tam­
bién en todo el continente, se impusiera durante el siglo X IX el modelo de
gran hospital general, a la vez incipientemente especializado, desde el mo­
mento en que se trataban en secciones diferentes los distintos grupos de pa­
tologías: medicina, infecciosas, nerviosas, cirugía. E s p a l z a , E. de: Reseña de
una visita a algunos hospitales españoles y extranjeros, Bilbao, 1899. Tam­
poco dentro de estos últimos cabría el de Luarca, que por el contrario encau­
zaba hacia el hospital general benéfico de Oviedo, dependiente de la Diputa­
ción, todo tipo de pacientes, excepto los casos de traumatismos, curas y me­
dicina interna. La cláusula del reglamento del centro, que privaba del beneficio
del mismo a los «enfermos crónicos y aquellos que por sus dolencias puedan
ser un peligro para los demás acogidos», en alusión a los infecciosos, limita­
ba ampliamente el número de ingresos. Acta de..., pág. 9. Del presupuesto mu­
nicipal corrían los gastos ocasionados por el traslado de enfermos pobres al
Hospital Provincial de Oviedo, así como los derivados de las estancias en el
mismo, según se desprende de los Libros de Sesiones del Ayuntamiento de
Valdés anteriores y posteriores a la fecha de inauguración del sanatorio de
Luarca, en los que abundan sobremanera las referencias a los traslados de pa­
cientes mentales. Sin embargo, lo que sí hermanó al sanatorio valdesano con
el general de Oviedo fue la disponibilidad de un número de camas de pago,
que beneficiarían la economía del establecimiento, «siempre que dicha admi­
sión no redunde en perjuicio de los enfermos pobres, para los cuales prefe­
rentemente se ha instituido», Acta..., pág. 23.
Los progresos más espectaculares de la medicina del siglo X IX los protagoni­
zan Lister, en los años 60, en el terreno de las sustancias antisépticas de uso
externo, de inmediata repercusión en el ámbito de la cirugía y las curas; y
Pasteur, una década más tarde. Las tesis del padre francés de la microbiolo­
gía desmienten la teoría de la generación espontánea (capacidad de la mate­
ria inerte —suciedad— para generar formas de vida inferiores: amélidos, in­
sectos, ratas), vigente durante toda la Edad Moderna, trasladando la causa
infectante a los microorganismo existentes en el aire, agua y superficies, pe­
ro sin alcanzar, hasta mucho más tarde, medidas de combate efectivas, esto
es, los antibióticos.
EL H O SPITA L-ASILO DE LU ARCA (1895-1936)
639
edificios. No en vano el empuje constructivo del siglo X I X —pro­
yectado especialmente sobre obras de nueva planta, por oposición
a la remodelación de edificios antiguos, considerados insalubres—
encuentra justificación, además de en el nacimiento de nuevos ser­
vicios, en la adecuación de los mismos a las premisas del higienismo moderno. Los hospitales, por su doble condición de internados
colectivos y espacios terapéuticos, radicalizarán las medidas higie­
nistas que afrontan el edificio sanitario como un instrumento más
de prevención del contagio y tratamiento de las patologías infec­
ciosas.
El programa higienista, practicado durante el siglo X I X indis­
tintamente por la arquitectura racionalista y la de estilo o esteticista, se traduce en el inmueble a dos niveles: en la tipología elegi­
da y en la infraestructura o equipamiento del mismo. En el primero
de los sentidos el edificio de pabellones múltiples intercomunica­
dos, generador de una planta articulada en torno a patios abiertos
por al menos un frente, se define como propuesta modelo para los
internados de todo tipo. El hôpital pavillonaire, o w a r d unit en ex­
presión inglesa, aún se presenta en 1897, al cabo de más de un si­
glo de vigencia, como un proyecto «progresista» y la «forma más
perfecta» de hospital56. Las ventajas higiénicas que reportan de-
56
N.: Historia de..., pág. 185. El nacimiento del sistema de edificio de
composición vertebrada en tomo a varios patios se lo disputan Francia, a pro­
pósito de la reconstrucción del Hôtel Dieu ( M i g n o t , C.: L ’architecture au X IX e,
siècle, Friburgo, 1983), y Gran Bretaña, con el hospital naval de Stonehouse
( P e v s n e r , N.: Historia de..., pág. 179); remontándose, de cualquier forma, al
siglo XVIII. Tras el esbozo tipológico británico, será la Francia del II Impe­
rio la que se erija en patria del hospital moderno, sinónimo de pavillonaire,
adoptado por Europa y Estados Unidos durante el último cuarto del Ocho­
cientos y sustituido, allí desde los años 30 y aquí desde los 20, por el hospital
compacto, de desarrollo vertical o bloque. En U.S.A., concretamente, convi­
ven ya durante esa década los sanatorios de pabellones y los de morfología
de torre, justificados por la disponibilidad de medios mecánicos de comuni­
cación vertical, la economía de suelo, desplazamientos y redes de infraestruc­
turas. S t e v e n s , E. F.: The American Hospital ofthe Twentieth Century, Nue­
va York, 1921. Por otra parte, el edificio de pabellones decimonónico, inde­
pendientemente de su función, transforma el concepto de pabellón vigente
hasta la crisis del Antiguo Régimen. El pabellón como cuerpo constructivo
menor, adosado o exento, dependiente, en suma, de un edificio principal, de­
jará paso a una fábrica en la que se disuelven o suavizan las jerarquías inter­
nas entre volúmenes, desarrollándose longitudinalmente éstos en forma de
alas (pabellones) y multiplicándose hasta constituir por sí mismos, sin la pre­
sencia de un cueipo principal, un edificio. Se barajarán, no obstante, dos va­
riantes: el edificio de pabellones exentos o en colonia y el de alas interconexas.
P evsn er,
640
C O V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TAN A
Fig. la: Proyecto de un hospital para el concejo de Valdés, 1895. Arquitecto, Ne­
mesio Cobreros. Fachada principal sur y planta de cimientos (A.H.-A.L.).
EL HOSPITAL-ASILO DE LU A RC A (1895-1936)
641
Fig. Ib: P royecto de un hospital para el concejo de Valdés. Fachada principal sur,
planta baja y de los pisos (A.H.-A.L.).
642
CO V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TANA
rivan de la disposición abierta de los distintos pabellones57, con
la consiguiente proliferación de fachadas libres a la apertura de
vanos; prestándose, además, a la práctica clasificatoria de los en­
fermos por alas y plantas, bien atendiendo a criterios de edad (ni­
ños/adultos) y sexo (la simetría monoaxial imperante en estos edi­
ficios casi siempre es fruto del alojamiento de hombres y mujeres
en manos distintas), bien por dolencias. Del mismo modo, el edifi-
Fig. 2: Hospital-asilo de Villar, Luarca. Reconstrucción de la planta del conjunto,
1993. 1: Casa del capellán. 2: Pabellón Gerstung. 3: Pabellón Tulio. 4: E difi­
cio más antiguo. 5: Pabellón de cirugía. 6: Pabellón de infecciosos. 7: Briga­
da de desinfección. 8: Cochera. 9: Acacias, plátanos de sombra y carbayos.
10: Palmeras. 11: Bustos de Ramón Asenjo, Ramón García y José García.
12: Busto de Jesús Landeira. 13: Espacio dedicado a huerto. 14: Antigua ca­
rretera Oviedo-Villalba, hoy Villar-Luarca por el faro. 15: Finca donada por
Ramón García para la construcción de un centro de Gota de Leche. 16: Corral.
57
Los patios cerrados de los hospitales en cruz y en cubo, lo mismo que los gene­
rados p or plantas radiales, fueron severamente criticados por insalubres. In­
cluso para los sanatorios en pabellones se difundieron proporciones canóni­
cas a efectos higiénicos entre la anchura del patio y la altura de cada pabe­
llón proyectado al mismo. Se llegó a recomendar que la prim era medida
duplicara la segunda, o, sin tanto rigor, que aquélla superara a ésta en 2,5
metros.
EL HOSPITAL-ASILO DE LU A RC A (1895-1936)
643
ció de pabellones interesó por su facilidad para proceder a amplia­
ciones futuras y, en virtud de la proliferación de alas (modelo de
desarrollo en pisos), dotadas de dos a cinco plantas (aprovechamien­
to vertical), por su vocación para generar establecimientos de gran
capacidad en un momento en que las limitaciones de la técnica cons­
tructiva y de los elevadores mecánicos retrasaron el desarrollo de
los edificios en altura.
Por su parte, los equipamientos higiénicos de estos inmuebles
para colectividades de escasos recursos se volcaban en dos aspec­
tos. En el suministro de aguas potables y evacuación de residua­
les, introducidos aquí antes o en paralelo a la vivienda burguesa,
y en los sistemas de provisión y renovación aérea, fundamentados
en la consideración del aire viciado como agente contagioso, así co­
mo en los beneficios de disponer de una reserva importante de aire
puro. De ello derivaría la proliferación de sofisticados sistemas de
ventilación, especialmente en los dormitorios colectivos o salas, así
como la fijación de módulos ideales basados en la relación entre
camas y metros cuadrados de vano o cúbicos de aire58.
El proyecto de Cobreros para Villar (figs. la y Ib) incluía «ocho
unidades constitutivas» dispuestas en una planta longitudinal de
76,2 x 11 metros, a la que se adosaba por el centro el cuerpo de la
capilla, de 11 metros de longitud y eje perpendicular al principal,
con el que forma una T. Los ocho elementos constitutivos coinci­
dían con otras tantas unidades funcionales: dos dormitorios y un
espacio intermedio para vestíbulo y cocina, definidoras de un pa­
bellón, que se repite al otro lado de la casa-administración y la
capilla tras ella. La orientación este-oeste del eje m ayor protege
el establecimiento de los vientos dominantes, procurando el m á­
xim o aprovechamiento solar —prescripciones higiénicas am bas—
a una de las dos fachadas largas, la meridional, a la que se pro­
yectan la mitad de las ventanas de los dormitorios y la galería de
esparcimiento que las precede.
58
Los estudios efectuados en Gran Bretaña por Howard, Tenon y H unczovsky
entre 1760-90 ya ponían de manifiesto la relación m ortalidad y hacinamiento
hospitalario. M i g n o t , C.: L ’architecture..., pág. 224. Un siglo más tarde los
hospitales europeos ya manejan módulos de 2,5 metros cuadrados de venta­
na p or cama, ó 50-60 metros cúbicos de aire por enfermo. E p a l z a , E . de: R e­
seña de..., pág. 141. Los sistemas de ventilación de los dorm itorios hospitala­
rios colectivos, objeto de preocupación muy superior al de la clim atización,
pueden clasificarse en mecánicos (aspiración del aire mediante bom bas, ca­
lentado para m ayor pureza y distribuido por tubos) y constructivos, com ple­
m entarios de las ventanas y localizados en lo alto de las salas (cubierta inte­
rior con perfil en ojiva, linternón corrido sobre la cumbrera, rosetones en los
astiales, etc.).
644
CO V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TANA
Dentro del esquema constructivo de pabellones, la m odalidad
adoptada en Luarca se inscribe entre las más sencillas: un par de
pabellones gemelos, compuestos simétricamente y en disposición
perpendicular a un tercer cuerpo central de servicios comunes. Por
encima de esta fórm ula del triple pabellón en T, variante a su vez
del dispuesto en C, únicamente se encuentra el edificio de pabe­
llón único y el doble con planta en escuadra. Todos ellos constitu­
yen versiones menores de los grandes edificio de pabellones in­
tercomunicados y figuras de planta complejas, aunque siempre
simétricas, utilizados para pequeños edificios escolares que inclu­
yen espacios de habitación para los docentes (laicos o congrega­
ciones religiosas), o, como en este caso, para internados asistenciales de escasa capacidad y m ínim a clasificación interna (asila­
dos y enfermos en dos pabellones distintos, hombres y mujeres
en cada una de las dos salas de cada pabellón). En cualquier caso,
ha de subrayarse que el edificio de más antigüedad de la funda­
ción de V illa r constituye, junto con el asilo Florencio Rodríguez
de Pola de Siero y el hospital Faustino Sobrino de Llanes, el trans­
plante a la Asturias rural del tema del edificio de pabellones; una
contribución más de la clientela indiana a la puesta a tono de la
arquitectura regional con las directrices europeas del cambio de
siglo.
La proyección según el esquema de pabellones resultó más afín
al racionalismo constructivo del Ochocientos que a esa otra acti­
tud arquitectónica más esteticista o volcada en el seguimiento es­
tilístico. Y el racionalismo, trasladado precisamente a la prácti­
ca constructiva a través de los edificios públicos sin carácter re­
presentativo, preside el proyecto de Cobreros a varios niveles. En
prim er lugar en la elección tipológica del edificio de pabellones
y, especialmente, en el método compositivo subyacente, heredero
de la propuesta efectuada un siglo antes por el francés J. N. L. Durand, y de larga trascendencia geográfica y tem poral59. El prin­
cipio de la economía constructiva, que constituye junto con el so­
59
Nos referim os a Précis et lecons d’architecture, publicado por Jean-NicolasLouis Durand (1760-1834) entre 1802 y 1809; una especie de tratado, producto
de sus investigaciones en torno a un m étodo de com posición racional, lógico
y didáctico que enseñar a sus alumnos de la Ecole Polytechnique de París.
La obra, que recoge el sistema de composición modular, basado en el trabajo
con ejes paralelos y perpendiculares (de ahí también la denominación de com­
posición axial para el mismo método) y módulos de dimensiones fijas en agre­
gación mecánica, sería utilizado en Europa com o libro de texto para las tres
generaciones siguientes de arquitectos.
EL HOSPITAL-ASILO DE LU A RC A (1895-1936)
645
m etim iento estricto al programa funcional del edificio las leyes
prioritarias del racionalismo, además de presidir la ejecución de
la fábrica, anima su fase primera o proyecto. Este se resuelve en
una composición sencilla, regular y simétrica, basada en la adi­
ción mecánica de un número limitado de unidades constructivas
o m ódulos, a su vez generados por ejes en disposición alternante.
El proyecto de Cobreros maneja 12 módulos, dos centrales (adm i­
nistración y capilla) y 10, 5 y 5 en cada pabellón, laterales; 11 de
los módulos son cuadriléteros (9 rectángulos, dos cuadros) y uno,
la capilla, hem ipoligonal; las dimensiones de los distintos m ódu­
los se repiten o utilizan medidas múltiplo; funcionan, según pro­
ponía Durand, como unidades compositivas abstractas, indepen­
dientem ente de la función que cumplieran, atribuida a posteriori. Este form alism o compositivo apriorístico, estimulado por el
principio de la economía en la fase de proyectación, actuó en de­
trimento del funcionalismo, o segunda m áxim a racionalista, por
entonces aún sin la precisión ni el rigor que observará, durante
los años veinte de este siglo, con el M ovimiento Moderno.
Dependencias
Los módulos compositivos no coinciden con lo que llam a Co­
breros «entidades constitutivas», ni tampoco con las unidades fun­
cionales o áreas especializadas en un cometido. Estas se ordenan
jerárquicamente en tre tipos: los espacios básicos (dormitorios y
aseos), los comunes a cada pabellón (galería, vestíbulo y cocina),
situados en su centro; y los espacios al servbicio de todo el esta­
blecim iento (capilla, administración, residencia de monjas), que
definen el eje menor del edificio.
Entre las dependencias de que se compone el inmueble figu­
ran en primer término los dormitorios (figs. la y b), en el estable­
cimiento de Luarca suscritos a las dos modalidades igualmente
presentes en los grandes hospitales generales dependientes de las
diputaciones: las llamadas salas o dormitorios colectivos, la ver­
sión dominante, y las habitaciones individuales. La fórm ula del
dormitorio comunitario arranca de los hospitales medievales, per­
petuándose hasta la imposición, en España no anterior a la m i­
tad de este siglo, de las habitaciones dobles o triples del moderno
hospital en bloques de varias plantas. Su recurrencia en la arqui­
tectura hospitalaria del X I X responde a razones de economía cons­
tructiva, paradójicamente enfrentadas a los principios higienis­
tas de origen ilustrado y a la cruzada contra el contagio librada
646
CO V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TANA
por el Ochocientos58. De ahí el arbitrio de medidas com pensato­
rias (prescripción de módulos mínimos de metros cuadrados de
suelo, ídem de ventana y metros cúbicos de aire por lecho), incum­
plidas — según el proyecto de Cobreros— en el hospital-asilo de
V illar, pese al reducido número de doce camas que figuran por ha­
bitación y a los sistemas de ventilación adicional expresados en
la m em oria60.
Las contradicciones y defectos funcionales constatados en la
fundación de V illa r son, de otro modo, frecuentes en los proyec­
tos vinculados al racionalismo ochocentista, donde testim onian
la prioridad concedida al ahorro frente al correcto funcionamien­
to del edificio, así como la lectura elemental que se efectúa del
principio funcionalista: la disponibilidad del espacio m ínim o pa­
ra la satisfacción de un cometido. Ello queda de m anifiesto en los
dorm itorios de la fundación de Luarca, en los que convivían asi­
lados o enfermos no contagiosos de un m ism o sexo, al margen de
la edad o padecimiento; dormitorios que a la vez servían de co­
m edor y estar, a falta de otros espacios que funcionaran como ta­
les; que dificultarían, por sus dimensiones reducidas, la am plia­
ción de camas en caso de necesidad, o el m ism o servicio de guar­
darropía de los internos y de lencería.
Por su parte los dormitorios individuales, cuatro por pabellón
y ocho en total, am pliaban la capacidad del centro pero, sobre to­
do, ayudaban a su sostenimiento, al concebirse como habitacio­
nes de pago igualmente conocidas en los hospitales generales sus-
60
Comparación de los módulos higiénicos para dormitorios colectivos que se pro­
ponen para el nuevo Hospital General de Bilbao, en proyecto en 1899 ( E p a l z a , E . de,Reseña de...), y los que se reflejan en el proyecto de C obreros para
el hospital de Luarca, tan sólo cuatro años atrás.
M ODULOS
BILBAO
N? cam as/sala
24
M2 suelo/cam a
10
M2 ventana/cam a
M2 aire/cam a
Altura techo sala
2,5
60
5
L U A RC A
12
6,6
1,2
33,3
5
Para la aireación de las salas o dorm itorios del establecim iento de Luarca
estaban previstos, además de las hojas de las ventanas, montantes altos abatibies; rejillas bajo las ventanas y registros en el suelo que recogían el aire
de los semisótanos abiertos. «Pliego de condiciones facultativas», P ro y ecto
de..., págs. 33-34.
EL H O SPITAL-ASILO DE L U A RC A (1895-1936)
647
critos a la beneficencia pública61. A aquéllos habría que sumar
otras dos habitaciones de cuatro camas, dispuestas por Cobreros
respectivamente en las esquinas nordeste y noroeste del inmue­
ble, si no fuera porque en la ejecución se modificó este cuerpo ex­
trem o; en altura al suprimir el piso que iba sobre él, en planta al
prescindir de los tabiques en favor de una sala en el pabellón sa­
nitario destinado a mujeres27, y en el de asilados a comedor. Ca­
da una de las cuatro áreas de dormitorios (dos por pabellón), in­
tegradas por una sala de 12 camas y dos individuales, cuenta en
el proyecto de Cobreros con una zona de aseo de unos 20 metros
cuadrados (fig. 4), resuelta en una antesala provista de lavabo y
dos retretes con pozo*negro, depósito de agua y ventilación direc­
ta. En contraposición a estas u otras medidas higiénicas consta­
tadas, como el revestimiento de los aseos con alicatados, se omite
la presencia de baños, en uso en los grandes establecimientos asistenciales, si bien en una proporción insignificante respecto a su
capacidad total.
Lo m ism o en el pabellón destinado a asilo que en el sanitario
el espacio central que separa el área de hombres del de mujeres
com bina la función de acceso, en la fachada sur, con la de mayordomía (figs. la y b), desplazada, como suele ser habitual, hacia
el norte. Esta últim a dividida en dos habitaciones gemelas utili­
zadas como despensa y cocina provista de albañal y fuente con
bom ba. A medida que el establecimiento se amplíe, las dos mayordom ías se fundirían en una sola, la del este, que desdoblará
su planta para servir tanto al edificio más antiguo como a los nue­
vos pabellones.
El acceso principal a cada pabellón se efectuaba aproxim ada­
mente por el punto medio de cada una de sus fachadas m eridio­
nales, donde un portal o cuerpo de fábrica en línea y comunicado
con las galerías laterales daba paso al vestíbulo que precedía a
los dormitorios y la mayordomía. Las galerías (figs. la y b), en
número de cuatro (dos por pabellón, separadas por el aludido por­
tal), cumplen un doble cometido. Por una parte sirven de arteria
61
La habitación individual —práctica privilegiada asociada desde el m edievo
a las celdas conventuales— fue ignorada prácticamente en los hospitales be­
néficos europeos del siglo X IX , constituyendo sin em bargo la solución dom i­
nante de las clínicas de pago o pequeños sanatorios particulares privativos
de pacientes de buena posición. En cam bio en Estados Unidos, al menos des­
de com ienzos de este siglo, el dom inio de la sanidad particular favoreció el
uso extensivo de las habitaciones individuales, que coexistieron en los gran­
des hospitales con las salas colectivas de los pacientes de la beneficencia. S t e v e n s , E. F.: The Am erican...
648
CO V A D O N G A A LVA R E Z QUINTANA
de circulación, que permite recorrer, a cubierto y de un extremo a
otro, todo el edificio, gracias a la presencia de «puertas enfiladas»,
que horadan los cuerpos salientes de los dos pabellones y el ter­
cio meridional de la casa-administración62. Este recorrido exte­
rior por la fachada sur constituyó sin embargo una alternativa al
que discurría por el interior del edificio, coincidiendo con el eje
m ayor del mism o. Ninguno de estos dos trayectos completos se
les perm itía a los internos, limitándose al servicio del personal
em pleado. La otra utilidad de las galerías resultaba de su condi­
ción de espacio de desahogo, protegido de los rigores del clima,
para los asilados y pacientes no encamados63. Un servicio com ­
pensatorio de la ausencia de salas de día, ya conocida en los hos­
pitales estadounidenses del cambio de siglo, pero ignoradas en los
benéficos de España, donde por economía se transfería esta fun­
ción a los pasillos que recorrían y conferían independencia a los
dorm itorios.
Este principio ahorrativo se acentúa en el proyecto de Cobreros, según el cual cada una de las cuatro galerías, de casi 4 metros
de ancho por 11 de longitud, figuran como espacios abiertos entre
columnas toscanas levantadas sobre un podio corrido de algo más
de un metro de altura. Se trata de una solución tradicional, en pri­
m er térm ino asociada a los atrios de iglesia, pero tam bién a las
galerías claustrales de la arquitectura civil o religiosa. Sin em ­
bargo, en la ejecución del proyecto se sustituirían estos pórticos
abiertos por galerías acristaladas sobre bastidores de madera, pie­
zas entonces m uy preciadas para la vivienda burguesa y en muy
inferior medida para los lugares de ocio sedentario o casinos. La
adaptación climática que entraña la sustitución del pórtico de Cobreros por la galería de cristal (fig. 3), tan reiterada en la España
atlántica, resulta en cambio impropia, por inusual, en un edificio
público, a razón de la indicada condición esencialmente dom ésti­
62
63
El recorrido de extrem o a extremo del edificio a través de las cuatro galerías
se recoge en el proyecto de Cobreros, «Pliego de...», pág. 5; y asim ism o puede
efectuarse hoy en día. Sin embargo, según el plano de la planta, las galerías
de cada pabellón figuran incomunicadas, al colocar ventanas en vez de puer­
tas en la casa de administración.
Las galerías abiertas y orientadas al sol cuentan con otra referencia en la ar­
quitectura hospitalaria del cam bio de siglo. Se trata de los solarium s o espa­
cios habilitados en las azoteas o balcones de los sanatorios destinados a las
curas de sol, especialmente prescritos para los pacientes del pulm ón, que sin
rom per el reposo eran trasladados hasta los mismos en camas m óviles. Este
tipo de dolencias no se trataban en el hospital de Luarca, pero sus galerías
tenían el ancho suficiente para colocar al sol enferm os o asilados encamados.
EL H O SPITA L-ASILO DE LU ARCA (1895-1936)
649
ca de esta pieza. Con todo, en V illar su presencia queda justifica­
da doblemente: de una parte por la naturaleza habitacional, si bien
colectiva y no fam iliar, del establecimiento; de otra por la ten­
dencia de algunos hospitales asturianos (el provincial de Llam aquique y el Faustino Sobrino de Llanes) a infundir a los pasillos64
tratam iento de galería acristalada mediante la ampliación y pro­
fusión de los vanos practicados en las fachadas soleadas.
inform an de la fortuna funcional de que gozaron las galerías
acristaladas en el establecimiento de Villar, en primer lugar la
réplica de las m ism as construida en el pabellón Tulio (1924), si­
tuado al extremo oeste y con la m isma orientación que el edificio
prim itivo; en segundo término la sustitución, a comienzos de la
década pasada, de la galería antigua, muy deteriorada, por otra
análoga; y, finalm ente, la intensa vida y actividad que aún hoy
puede comprobarse en su interior.
El edificio de dirección (figs. la y b) traduce com positivam en­
te (ocupación del centro del edificio o intersección de ejes) y cons­
tructivamente (superior altura, frontispicio, espadaña y balconaje)
la superioridad jerárquica que detenta sobre el establecimiento.
Con una superficie útil de 120 metros por planta, desdobló fun­
cionalm ente la terrena en dos sentidos. Como espacio de circula­
ción, vertical entre el bajo y los pisos mediante la escalera, y ho­
rizontal a la manera de encrucijada del recorrido este-oeste entre
los dos pabellones con el norte-sur que une la capilla y el exterior.
Y como lugar de suministro y evacuación de agua a través de la
fuente provista de bom ba y pilón instalada sobre el aljibe del só­
tano. La importancia concedida al aljibe y sus complementos, re­
cogida en los documentos de construcción65, no puede separarse
de la doble condición de internado y sanatorio del establecimien­
to, pero tampoco de la trascendencia que la medicina preantibiótica concedía a la higiene.
64
65
Los pasillos de los edificios de pabellones destinados a internado pronto m os­
traron esta otra utilidad complementaria de la función circulatoria. Adem ás
de la independencia que concedían a los lugares de estancia (celdas, aulas, dor­
m itorios), se creaba en ellos una atmósfera intermedia entre éstas y el exte­
rior, con grandes posibilidades com o espacio de desahogo vigilado. C a n e l l a ,
F.: O viedo, pág. 342.
El a ljibe fue construido en la primera fase de las obras, saliendo en la subasta
com o una unidad constructiva más, con tratamiento análogo al de la casa-administración, la capilla o un pabellón. Según el presupuesto y el pliego de con­
diciones de Cobreros, sobre el aljibe estaría el único caño que abastecería al
ed ificio; en cam bio en el plano figura otra fuente en la cocina. El mencionado
aljibe tenía 3 metros de profundidad y sus muros servían a un tiem po de ci­
650
C O V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TA N A
Con la supresión de la planta segunda de la casa (fig. 3), que
parecía destinada por Cobreros a las mujeres, pues incluía una sa­
la de juntas para las benefactoras y vivienda de las m onjas, el al­
bergue de éstas se desplazó al desván, provisto de ventanas pero
sin distribuir. En contrapartida, en el piso noble tres habitacio­
nes se destinaban a dirección y administración, figurando una
cuarta como dormitorio del capellán, en tanto no dispusiera de
vivienda independiente44.
Fig. 3: Vista del ed ificio más antiguo del establecim iento, hacia 1919.
Bajo la advocación de la Purísima Concepción se inauguró en
1897 la capilla (figs la y b), de una nave, cabecera hem iexagonal
y tribuna a los pies provista de acceso por el piso primero de la
casa-administración, donde se hallaban las dependencias de la jun­
ta directiva destinada a ocuparla. La inexcusable presencia de la
capilla en instituciones públicas o particulares de todo género evo­
ca el activo papel asignado a la religión durante los períodos restauracionistas que afloran en la Europa de los dos últimos tercios
del X I X . La cita de la capilla con las prisiones, colegios o cuarte­
les se refuerza en los establecimientos asistenciales, donde las
mientos del ed ificio adm inistrativo, constituyendo su cubierta el suelo de és­
te, apoyado en tres bóvedas de cañón con ejes en el m ism o sentido que el m e­
nor de todo el edificio. Los dos pabellones costeros de la casa de dirección con­
taron tam bién con sótanos practicables ventilados p or vanos. Unicamente se
utilizaron para alm acenarla cosecha del huerto y efectos fuera de uso. En los
gjandes hospitales estos sótanos albergaban los cuartos de baño, no excluyén­
dose la reclusión en ellos de enfermos mentales violentos. E p a l z a , E. de: R e­
seña de...
EL H O SPITAL-ASILO DE LU ARCA (1895-1936)
651
prácticas religiosas alimentaban la resignación y la esperanza de
los desdichados internos, además de desposeídos de fortuna, en­
ferm os, lisiados o viejos66.
Materiales
El principio de la economía constructiva postulado por la ar­
quitectura racionalista del Ochocientos se recoge con ejemplar fi­
delidad en el hospital-asilo de Luarca. Especialmente en la cues­
tión de los materiales constructivos, donde la filosofía raciona­
lista del ahorro respalda los utilizados; y sin embargo éstos, por
ajenos al proceso de producción industrial, se desmarcan de los
considerados materiales recionalistas por excelencia (hierro, la­
drillo), para proveerse in situ y trabajarse por procedimientos tra­
dicionales.
El mam puesto ordinario de los cimientos y muros portantes,
lo m ism o que la sillería, lim itada a la embocadura de los vanos,
escaleras exteriores y espadaña, fueron extraídos de la cantera de
La A ta lay a , inmediata al establecimiento11; utilizándose igual­
mente pizarra del país para techar toda la fábrica y pavim entar
las galerías, la planta baja de la casa y la capilla; entarimado de
castaño en los dormitorios y pisos de la dirección, y la m ism a m a­
dera para la armadura horizontal, ventanas y portería. Sin em ­
bargo, los materiales producidos industrialmente y adquiridos
fuera del término se redujeron a los vidrios de las galerías y ven­
tanas, pues tampoco parece haberse recurrido al pino tea y del nor­
te que se cita en el proyecto. La limitada variedad de materiales
constructivos se acrecienta cuando se comprueba la escasa apli­
cación de alguno de los citados; caso de la cantería, de uso restrin­
gido debido a su precio, nueve veces superior al de la maniposte­
ría ordinaria.
Fachada
El alzado principal sur se dispuso expuesto a la carretera Oviedo-Luarca, desde la que podía contemplarse por encima de la ta­
pia, de poco más de un metro de altura, que cerraba la am plia
66
«A lguien propuso que en el frontispicio del edificio nuevo (por el hospital de
V illar) se esculpiese la vieja frase “ Virtus in infirm itate perfecitur” (La v ir­
tud se perfecciona con la enfermedad), que figuraba en el antiguo. Pero ya
term inadas las obras no se llegó a grabar tan clásica aforism o», C a s a r i e g o ,
J. E . / S u á r e z B l a n c o , R.: «El hospital...», pág. 8.
652
C O V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TA NA
huerta de la institución (fig. 2). Este frente principal, pese a su po­
tencialidad comunicativa derivada de su situación, constituye otro
testimonio de racionalismo constructivo, al cumplir con el prin­
cipio de que las formas deben optar por la solución más sencilla
para satisfacer la función que las suscita. La simplificación o mi­
nimalismo de los elementos constructivos se evidencia en Villar
en el tejado a dos aguas de pendiente poco pronunciada, la solu­
ción más elemental de cubierta en climas de abundantes lluvias;
en sus aleros y hastiales no encubiertos tras antepechos o fronto­
nes, tan del gusto de la arquitectura esteticista coetánea; en el mu­
ro, cargado para combatir humedades y desprovisto, lo mismo que
el recercado de los vanos, de molduras o elementos constructivos
con móviles ornamentales; y, en suma, en la ausencia de todo com­
plemento decorativo, imprescindible a la arquitectura culta del
momento y, una vez codificado, capaz de adscribir el edificio a un
determinado estilo vigente.
La omisión del elemento ornamental y la falta de alusiones es­
tilísticas que en buena medida dependen de él, sumadas a la am­
pliación de escala consiguiente al servicio a colectividades pres­
tado por el edificio, desembocan en el problema de monotonía o
repetición extensiva de un número limitado de elementos cons­
tructivos, de otra forma común a la arquitectura racionalista, y
específicamente a las construcciones de pabellones y a la obra in­
dustrial que forman parte de aquélla. En Villar, el efecto aludido
se atenúa por medio del juego de alturas entre pabellones y casa
central, por la secuencia piñón-cornisa-piñón que recorre la facha­
da principal de este a oeste, además de por la galería de cristal,
convertida en elemento carismàtico y distintivo de la fisonomía
del establecimiento.
III.2.
La ampliación del hospital-asilo
El primer período de actividad de la doble fundación de Villar,
que se prolonga durante casi un cuarto de siglo, discurrió en este
edificio integrado por dos pabellones (el oeste ocupado por el asi­
lo San Bernardo, el este por el hospital encomendado a San Ro­
que), separados por la casa-administración y la capilla. Pero el
esquema tipológico inicialmente adoptado, una versión menor y
simplificada del edificio de pabellones intercomunicados, evolu­
cionaría, al ampliarse el establecimiento, hacia la acepción de pa­
bellones exentos en colonia.
EL H O SPITA L-ASILO DE LU ARCA (1895-1936)
653
Los distintos servicios hospitalarios distribuidos en pequeños
pabellones independientes rodeados de calles y jardines consti­
tuyó una alternativa menos consumida que la supuesta por el gran
edificio de pabellones interconexos. Entre las ventajas de aqué­
lla pueden citarse la rigurosa separación de enfermos por dolen­
cias, así como el aislamiento de los contagiosos en unidades cons­
tructivas independientes; la mejora de la calidad de vida del pa­
ciente, puesta en entredicho en el masificado hospital de múltiples
alas, inherente a la escala inferior de cada pabellón y al entorno
verde; o, como en el caso de Luarca y de la Quinta de Salud Covadonga del Centro Asturiano de La Habana, la posibilidad que en­
trañaba cada pabellón de constituirse en objeto de donación de
un particular —cuyo nombre figuraría grabado en la fachada—,
procedimiento que, de hecho, contribuiría no en escasa medida a
las distintas ampliaciones suscitadas.
En contrapartida, el hospital en colonia ofrecía como inconve­
nientes el encarecimiento de la construcción, subsanable si se abor­
daba como donación, y el incremento del gasto de mantenimien­
to y personal, consiguiente a la dispersión de las instalaciones.
Son contadas las iniciativas de hospitales de pabellones vin­
culadas con Asturias. La más antigua y conocida, y por ello refe­
rencia posible de la ampliación de Villar, fue «la Covadonga» de
La Habana, prestigioso sanatorio propiedad del Centro Asturia­
no de La Habana, inaugurado en 1897 con siete pabellones, que
se multiplicarían hasta la veintena en los dos decenios siguien­
tes. Dependiente de la misma institución y concebida como una
filial en Asturias de la Quinta Covadonga, destinada al tratamien­
to de los emigrantes víctimas del pulmón repatriados desde Cu­
ba, fue el sanatorio levantado en el monte Naranco de Oviedo5,
en realidad fragmento de un proyecto mucho más ambicioso de
hospital en colonia proyectado en 1928 por el arquitecto Vidal
Sainz Heres. Casi a un tiempo que éste, se inauguraba en 1933 en
la Cadellada de Oviedo el Hospital Psiquiátrico Provincial, se­
gregado del General de Llamaquique e igualmente concebido co­
mo un conjunto de pabellones de dos plantas y sótano intercala­
dos entre espacios verdes.
La diferencia más evidente entre la ampliación del estableci­
miento de Villar y los antedichos hospitales reside en la ordena­
ción de los pabellones en el recinto, en éstos dispersos por el inte­
rior del mismo y en Luarca alineados formando escuadra en los
límites norte y este de la finca (figs. 2 y 4). El asentamiento en bor­
de se impuso desde la construcción del edificio más antiguo, al que
654
CO V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TANA
se sumaría más tarde, en el mismo extremo septentrional, el pa­
bellón Tulio. Antes de abordarse éste se daría el primer paso en
la consecución de la escuadra, supuesto por la construcción en el
límite este del pabellón de infecciosos, por su cometido sustan­
cialmente separado del edificio preexistente para asilados y en­
fermos de medicina general. Dos razones diferentes confluyeron
en esta decisión compositiva: de una parte la preservación de bue­
na parte del suelo libre, cuyo valor no estribaba tanto en el bie­
nestar de los pacientes como en los rendimientos generados como
huerto cultivable; y, de otra parte, el abundante soleamiento pa­
ra tierras y edificios, obstaculizado, en el otro caso, por la disper­
sión de los pabellones en el interior del recinto.
Casa del capellán
Hasta la construcción de la casa del capellán (figs. 2 y 4), supues­
tamente en el segundo decenio de este siglo o simultáneamente a la
del vecino pabellón Tulio, aquél residiría en la casa de dirección67.
La disponibilidad de un edificio independiente, expresamente eri­
gido con este fin, y el hecho de constituir la única residencia, en
este caso individual o no colectiva del establecimiento, reitera la
importancia concedida al cargo de capellán en estas instituciones
benéficas. La vivienda se edificó siguiendo las trazas tipo de la ca­
sa vernácula mesocrática, un cubo de dos alturas y cubierta a cua­
tro aguas, vanos en disposición regular y galería enrasada a tono
con la del frente sur del edificio más antiguo del establecimiento.
Se levantó en el borde norte de la finca, pero retrasada sobre la
alineación sur de los edificios vecinos por el este, sin duda para
conferirle mayor independencia.
Pabellón de infecciosos
Al cabo de veinte años de funcionamiento, el hospital de San
Roque continuaba rechazando el ingreso y tratamiento de enfer­
mos infecciosos, tanto los casos aislados como los epidémicos. Las
pandemias, o padecimientos infecciosos extensivos, prolongaron
al siglo XIX y primer tercio del X X la virulencia que las caracte­
67
La casa del capellán no figura en la relación de propiedades de la fundación
de noviembre de 1911 (nota 11). Ilustra también la importancia del cargo la
dotación de vivienda que entrañaba y se satisfizo, a diferencia de la casa del
administrador, cuya presencia dentro del establecimiento fue prevista en el
reglamento (Acta de..., pág. 9), pero nunca consumada.
EL H O SPITA L-ASILO DE LU ARCA (1895-1936)
655
rizó durante el XVIII. Aún a comienzos del presente siglo el Ayun­
tamiento de Valdés no había satisfecho —ni llegaría nunca a ha­
cerlo, alegando carencia de recursos— las medidas de aislamiento
de los casos pandémicos en un edificio independiente, tal y como
dictara el Gobierno Civil68. Nuevamente la iniciativa particular,
activada desde la fundación de Villar daría solución al problema.
La epidemia gripal que asoló el país en 1918 constituyó el detonante
para la construcción del nuevo pabellón de aislamiento (figs. 2 y
4), financiado por el mismo procedimiento utilizado para la edifi­
cación del hospital: la suscripción colectiva, posiblemente inicia­
da en el mismo año de 1918, si no en el siguiente, y de seguro con
participación dominante de dinero americano69.
Fig. 4: Panorámica, entre 1930 y 1950, del complejo asistencial de Villar. De izquier­
da a derecha: casa del capellán, pabellón Tulio, edificio más antiguo, pa­
bellón de cirugía, pabellón de infecciosos, brigada de desinfección.
68
Los Libros de Actas de la Junta Municipal de Sanidad y Beneficencia de Val­
dés recogen en las dos primeras décadas de este siglo varias medidas dicta­
das por el Gobierno central a propósito de la prevención y control de las si­
tuaciones pandémicas generadas: octubre 1908, cólera en Europa occidental;
diciembre 1909, viruela; agosto 1910, cólera morbo en España; 1918, epidemia
gripal en la provincia. Para defenderse de esta última, la Junta Local de Sa­
nidad acuerda, con fecha 29 de septiembre, «gestionar del Hospital de esta vi­
lla un departamento adecuado para aislar a los enfermos con quienes se nece­
sita adoptar esta medida». Pero ni entonces, ni siete años atrás (junta del 31
de julio de 1911), cuando se trata «acerca de la adquisición de un edificio en
sitio convenientemente aislado y en las debidas condiciones para el tratamien­
to de casos de esfermedades epidémicas», el Ayuntamiento presidido por Vi­
cente Trelles sería capaz de consumar por sí mismo el proyecto.
69
En el A.H.-A.V. se conserva un recibo extendido el 1 de octubre de 1924 por
la imprenta luarquesa de la Viuda de Ramiro P. del Río en concepto del pago
efectuado por la comisión homenaje a José García (nota 27) y Ramón Asenjo
de «1.000 Memorias, lista donantes Pabellón Infecciosos, 4?—32 páginas, cu-
656
C O V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TA NA
Por lo antedicho la construcción del pabellón de infecciosos es
susceptible de interpretarse como un servicio hospitalario comer­
cial, que facturaría al Ayuntamiento las estancias de los enfermos
de la beneficencia local, constituyendo, de confirmarse este supues­
to, el precedente inmediato del pabellón de cirugía. De cualquier
forma, la entrada en funcionamiento del área de aislamiento para
contagiosos en el sanatorio de Villar pecó de retrasada en el tiem­
po, justificando los progresos de la medicina epidemiológica, efec­
tivos desde los años 20, la rápida reconversión del pabellón en am­
pliación del asilo San Bernardo70.
El pabellón para infecciosos, inaugurado en 1922, fue proyecta­
do un año atrás por el arquitecto Julio Galán Carvajal71, cuyos
primeros encargos en el concejo de Valdés datan de la década an­
terior, cuando Luarca era prácticamente un feudo de su colega Ma­
nuel del Busto Delgado. Las casas proyectadas, en Villar y Otur,
para los hermanos indianos García «de la Cruz», y en especial la
relación con Ramón, quien posiblemente a propósito de la nueva
obra comenzara a singularizarse como protector del hospital-asilo,
constituyeron el nexo del arquitecto con la institución.
El nuevo edificio, responsable de la reorientación tipológica del
establecimiento en favor del modelo en colonia de pabellones exen­
tos, se dispuso en el borde este de la finca (figs. 2 y 4), separado,
a tenor de su cometido, unos 25 metros del inmueble más antiguo.
Respecto a éste las trazas de Galán manifiestan una intención integradora, que no de identidad, reconocible a dos efectos: analo­
gía del edificio de infecciosos con cada una de los dos pabellones
70
71
bierta cartulina y debe del pabellón». La inauguración de este pabellón, en
1922, fue aprovechada para homenajear postumamente a los dos ilustres be­
nefactores de la institución, según reza en la inscripción sobre el dintel de la
puerta de entrada al mismo: «Construido a la memoria de D. Ramón F. Asenjo y D. José García Fdez.».
En la misma ocasión se descrubrirían los bustos de ambos, hoy conserva­
dos en el jardín del establecimiento; así como el retrato al óleo, no firmado,
pero de probada responsbilidad de Tomás García Sampedro, pintado a par­
tir de un retrato fotográfico del procer que conservan sus descendientes. Da­
to, L. A. El óleo de Asenjo formaba pareja en la sala de juntas de la fundación
con el de José García, pintado antes de 1908. Ambos se conservan en el esta­
blecimiento. La tesis de los efectos de la pandemia gripal del otoño de 1918
como desencadenante de la construcción del pabellón de infecciosos, ha sido
aportada por F.L.
Dato, R.S.B.
«Proyecto de pabellón para enfermos infecciosos en el Hospital de Luarca. Ar­
quitecto, J. Galán. Año 1921», rótulo que figura en la tapa de la carpeta va­
cía. A.H.-A. V.
EL H O SPITAL-ASILO DE L U A RC A (1895-1936)
657
gemelos extremos del inmueble principal, y parecido con el con­
junto de este último. En el primero de los sentidos, las relaciones
estriban en la planta longitudinal de infecciosos (27 x 8 metros apro­
ximadamente), ligeramente menor que la de los viejos pabellones
del hospital-asilo; en la distribución del nuevo pabellón en dos sa­
las (hombres y mujeres), provista cada una de 6 camas (exactamente
la mitad de la capacidad de los pabellones más antiguos), y defini­
doras de los dos cuerpos extremos que flanquean el volumen cen­
tral, aquí de dos plantas, provisto del acceso (fachada principal oes­
te), vestíbulo, aseos y otros servicios comunes. Por su parte, las ana­
logías del nuevo pabellón con la totalidad del edificio primitivo
remiten al formato longitudinal de la planta, a la doble simetría
(en alzado y en el plano), al realce de la centralidad, a partir de
un cuerpo de superior altura que los demás, y al valor diferenciador de lo distintos volúmenes, que informan desde el exterior de
la existencia de unidades funcionales diferenciadas, resumidas en
el pabellón más moderno y por tanto desprovisto de los recursos
de animación reseñados para el edificio primitivo, caso de la al­
ternancia de los caballetes y hastiales de los distintos cuerpos dis­
puestos a la fachada.
Sin embargo, la omisión de la galería en el alzado principal
(fig. 5) y la presencia sucinta de un repertorio decorativo, radi­
calmente desechado del viejo edificio, emancipan el pabellón de
infecciosos respecto a su precursor. El acabado ornamental alu­
dido abrirá, además, una línea de fachadas a seguir por los siguien­
tes pabellones, resuelta en molduras estucadas cuyo relieve y blan­
cura realzan sobre el enfoscado rústico gris del muro los lugares
tradicionalmente destinados a la noble cantería: zócalos, esqui­
nas y embocadura de los vanos, ahora reducida al alféizar y ter­
cio superior del encuadre soldado al guardapolvo. En caso de co­
dificarse, los detalles mentados se inclinarían hacia un eclecticis­
mo ahistoricista, esto es, ajeno al léxico renacentista o barroco,
y atraído por la experimentación formal de los elementos arqui­
tectónicos tradicionalmente presentes en las fachadas. Se trata,
en suma, de un escueto y discreto programa ornamental, pero en
cualquier caso ignorado por el racionalismo más riguroso del pri­
mer edificio erigido para la fundación de Villar.
P abellón de Tulio
Este pabellón (fig. 6) fue construido a expensas de la viuda del
opulento indiano Manuel García Fernández, si bien no a su memo­
ria, sino a la del hijo de ambos, Tulio, fallecido en plena juven­
658
CO V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TANA
tud28. El edificio, concebido como ampliación del asilo, se levantó
en el borde septentrional de la propiedad (figs. 2 y 4), separado ape­
nas cuatro metros por el este del inmueble principal, con el que co­
municaba por un puente tratado a la manera de una galería acristalada27, y alineados sus cuerpos salientes con los equivalentes del
edificio más vetusto. Por el extremo oeste unos 11 metros lo re­
traían de la carretera Oviedo-Luarca, con la que tenía comunica­
ción directa a través de una portalada, de diseño atribuido a Ga­
lán, y que desde entonces constituyó una entrada al establecimiento
alternativa de la primitiva, situada al sur de la cerca.
Fig. 5: Fachada principal oeste del pabellón de infecciosos en una toma reciente.
72 El paso elevado unía el pabellón oeste del edificio viejo, destinado a asilo, con
el nuevo pabellón Tulio, concebido como una ampliación del mismo. En los
extremos, apenas alcanzaba el metro y medio de anchura, ampliándose en el
tramo central hasta los tres metros, a la manera de los miradores de planta
poligonal que tanto abundaron en las fachadas de la vivienda burguesa del
cambio de siglo. Contaron con análogos puentes con tratamiento de galerías
de cristal al menos otros dos establecimientos sanitarios: el hospital provin­
cial de Llamaquique y el balneario de Las Caldas de Priorio, también en
Oviedo.
EL HOSPITAL-ASILO DE LU A RC A (1895-1936)
659
El proyecto, nuevamente solicitado a Julio Galán73, se ejecu­
tó y remató en 1924. Se trata de un pabellón de 25 por 10 metros
de planta exterior, eje principal este-oeste y fachada orientada al
sur. Consta de dos plantas, la principal y semisótano modélico en­
tre los edificios de su género, por apenas enterrado un metro y ha­
llarse provisto de ventanas en los frentes largos. Además de en­
trada independiente por la calle, se comunicaba por una escalera
interna con la planta. Pese a las buenas condiciones de habitabi­
lidad, el desprestigio que infundieron los higienistas a los luga­
res semienterrados descartó de éste el uso habitacional por parte
de los asilados65.
Fig. 6: Pabellón Tulio tras la rehabilitación abordada a mediados de los ochenta.
La planta principal se organizó simétricamente en torno al eje
menor norte-sur, coincidente con el pasillo que unía la escalera
de comunicación con el sótano y el vestíbulo. A ambos lados del
pasillo, el dormitorio de hombres y el de mujeres, con capacidad
para 6-7 camas y provisto de un par de aseos. A la ventilación de
los dormitorios, especialmente cuidada, se procedía directamen­
te por las ventanas abiertas al norte, indirectamente por las gale­
rías de cristal antepuestas a las alcobas por el sur, y cenitalmen­
te por los vanos abiertos en los frentes de un sobretejado o linter­
nón. Las referidas galerías, una por dormitorio, separadas por el
portal y proyectadas a la fachada meridional, recuperan el afor­
tunado elemento acristalado que protagonizó la fachada del edi­
ficio primitivo y desempeñó las veces de sala de día y solarium,
73
Dato, F.L.
660
C O V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TANA
si bien aquí, para un mantenimiento más satisfactorio, fueron re­
sueltas en buena parte con material de fábrica.
A nivel de fachadas se detecta un interés por mantener cierto
grado de unidad entre los distintos pabellones del establecimien­
to. Concretamente pesan ahora dos referencias: la del edificio pri­
mero de la fundación, con el que se hermana en alineaciones y ra­
santes, en el concepto paritario y simétrico, o en el realce del cuer­
po central y los dos extremos; y la del pabellón de infecciosos,
trazado por el mismo arquitecto dos años atrás y cuyo estudio de
detalle se retoma para las fachadas norte, este y oeste. En cam­
bio en la fachada sur se presiente un afán por singularizar la obra,
producto de la vocación de homenaje de la misma y de su finan­
ciación a cargo de un particular. Los signos de este énfasis formal,
ajeno al resto de los inmuebles del establecimiento, se concentran
en el cuerpo central, donde por encima de la prepotente escalera
de doble rama, generoso saliente y airosa balaustrada se yergue
sobre la puerta un frontospicio ecléctico rematado por pináculos
y bolas de inspiración escurialense.
Pabellón de cirugía
La presencia excepcional de un servicio de cirugía en un pe­
queño hospital benéfico de enclave rural ya fue justificada como
una fuente de ingresos para la institución. La concepción de un
área quirúrgica de pago, al servicio de los pacientes remitidos por
los médicos particulares de Luarca y su comarca, supuso una mo­
dalidad de donación inteligente y rentable, pues, además de autofinanciarse, contribuiría decisivamente al sostenimiento del asi­
lo de pobres. Ello explica la supervivencia de este servicio den­
tro del hospital de Luarca hasta comienzos de los años 80, el último
tramo ya en solitario respecto a otras áreas sanitarias; o la rápi­
da reconstrucción del pabellón tras el incendio ocurrido a inicios
de los 50, único período de interrupción de su actividad desde que
se inaugurara y tras el cual saldría beneficiado por la ampliación
consistente en la dotación de una planta más y en el anexo de dos
nuevos cuerpos extremos74. Pero, en contrapartida, la puesta en
marcha del pabellón de cirugía obligó a la contratación de los ser­
74
El incendio se declaró en febrero de 1952 por efecto de un cortocircuito. Entre
los daños ocasionados figura la destrucción del archivo del servicio quirúrgi­
co. Su reconstrucción recurrió al sistema ya familiar a la institución de la cues­
tación popular, convocada y publicada en las páginas del semanario el Eco
de Luarca, segunda época, números febrero 1952-agosto 1954. Contribuyeron
EL HOSPITAL-ASILO DE LU A RC A (1895-1936)
661
vicios de un médico especialista75, circunstancia insólita en la
fundación de Villar, abastecida hasta entonces por los médicos de
la beneficencia municipal.
El pabellón de cirugía (figs. 2 y 4), inaugurado el 15 de agosto
de 1930, cierra la década de expansión y consiguientemente de am­
pliación de las instalaciones vivida por el establecimiento bené­
fico valdesano. Nuevamente se trata de una donación particular,
protagonizada por Ramón García Fernández, desde la década de
los 20 vinculado a la dirección del patronato y hasta su muerte,
en 1945, convertido en su más generoso padrino. A la donación de
García, responsable de los gasto's de construcción, ha de sumarse
la aportación de Manuel García, hermano de Tulio y continuador
de la carrera altruista de sus progenitores, consistente en el pago
del mobiliario y material técnico del pabellón.
Posiblemente el pabellón de cirugía, más modesto en tamaño
y formas que sus predecesores, fuera igualmente trazado por Ju­
lio Galán, responsable de los proyectos del chalé de Villar y del
panteón en el cementerio de Luarca para el donante, Ramón Gar­
cía. Las características del edificio primitivo76, anterior a la re­
forma sufrida en los 50, informan de una planta rectangular, con
eje norte-sur, arrimada al borde del naciente de la finca e interca­
lada entre la del pabellón este del edificio principal del estableci­
miento, destinado a hospital, de la que distaba unos 7 metros, y
de la planta del pabellón de infecciosos, apenas 3 metros más al
sur. El pabellón, originariamente exento, carecía, a diferencia del
de Tulio, de comunicación directa con sus vecinos, confirmando
su radicación en el borde este del establecimiento la especialización sanitaria de este espacio, a diferencia del nordeste, destina­
do a centro estable de acogida. El pabellón constaba de un solo
75
76
a la misma valdesanos y amigos del concejo residentes en España y América.
La Diputación figura en las listas de donantes con una aportación de 54.400
pesetas. El pabellón recuperó la actividad en 1955.
El primer cirujano contratado por la fundación de Villar fue Jesús Landeira
(Compostela, 1889-Luarca, 1966), quien se mantendría en el cargo hasta su fa­
llecimiento. Los contactos entre el hospital de Luarca y el licenciado en me­
dicina por la Universidad de Compostela fueron llevados a cabo por el pro­
pio donante del pabellón de cirugía, Ramón García, unido a la ciudad gallega
por vínculos familiares. A la muerte del cirujano, la institución le erigió el
busto conservado en los jardines, encarando la fachada del pabellón de ciru­
gía. Sobre la labor de Landeira y la actividad del servicio quirúrgico que pre­
sidiera véase L a n d e i r a , F.: «Aportación Landeira...».
La reconstrucción del primitivo pabellón de cirugía se ha hecho sobre foto­
grafías de la época y datos aportados por F.L.
662
CO V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TANA
piso, de unos 16 por 9 metros, cubierto a cuatro aguas con pizarra
del país. Planta y alzado reiteran el esquema tripartito y simé­
trico de los anteriores pabellones. Las tres unidades constituti­
vas se distribuyen en planta de la siguiente forma: una en el cen­
tro, integrada por el vestíbulo y los aseos al oeste, y el quirófano
al este, beneficiado por la iluminación natural suministrada por
los vanos de un cuerpo poligonal saliente; y. dos unidades más,
iguales y de disposición lateral y simétrica, destinadas a dormi­
torio de hombres la norte y de mujeres la sur, con una capacidad
total para 12 camas. Tanto los materiales como los acabados de
las fachadas coincidían con los vistos en el pabellón de infecciosos.
O tros pabellones
En la primera parte de los años 30 se inicia el repliegue de la
fase expansiva del establecimiento, decreciendo a un tiempo el vo­
lumen e interés de las construcciones abordadas de nueva planta.
Estas tomarán asiento en la mitad meridional del borde este del
recinto, inmediata a la entrada principal del complejo (fig. 2). En
estas obras previas a la guerra civil el patronato de Villar se li­
mitaría a la cesión de los terrenos, corriendo los gastos de cons­
trucción por cuenta del Ministerio de Salud de la Segunda Repú­
blica. El nuevo servicio, un parque de desinfección, vinculado a
la medicina preventiva, puso en funcionamiento un equipo de con­
trol de potabilidad de aguas y desinfección de enseres y espacios,
albergado en dos pabellones, en principio separados77, de una so­
la planta, cubierta a dos aguas y similar tratamiento de fachadas
que el pabellón de infecciosos. La elementalidad de la construc­
ción se evidencia en la reducción de las dimensiones y en el de­
sentendimiento del esquema de volúmenes tripartito o múltiple
común al resto de las construcciones del establecimiento.
Similares características mostró otra construcción menor y con­
temporánea, situada en el extremo sur de este mismo borde, jus­
to inmediata a la puerta de entrada en el recinto, destinada su
planta a cochera del establecimiento y a vivienda del conserje el
piso42.
77
Lo más probable es que estas construcciones últimas, a tenor de su modestia,
se abordaran sin proyecto de arquitecto. Al término de la guerra civil se pro­
cedió a su ampliación y, como resultado de la misma, a su unión. Cedidas gra­
tuitamente por la institución, actualmente funciona en ellas el Centro de Sa­
lud Mental de la comarca.
EL H O SPITAL-ASILO DE L U A RC A (1895-1936)
663
Al término de la guerra civil dos nuevas muestras de la gene­
rosidad individual, tan propia del siglo XIX, reaparecen en la ins­
titución de Villar. Primeramente en la segunda parte de los años
40, el legado postumo de Ramón García en favor de la construc­
ción de un servicio de maternidad, nunca consumado, para el que
llegó a adquirirse la parcela inmediata por el este a la del hospi­
tal-asilo78 (fig. 2). Y en el tránsito de los años 60-70 la donación
igualmente testamentaria de María Luisa Coat, viuda de Gerstung32, destinada a la ampliación del asilo con un nuevo pabellón
pensado para acoger a matrimonios de ancianos en habitaciones
dobles. A diferencia de los anteriores, el edificio vinculado a la
pareja germana omite cualquier signo de unidad con el conjunto,
tanto a efectos de localización (borde norte, pero antepuesto y en
paralelo al pabellón Tulio), como de volumetría (paralelepípedo
de tres plantas) y fachadas (anodino esquema prevaleciente en las
construcciones de esos años).
Otros usos del suelo
De los 14.000 metros cuadrados de suelo de la institución de Vi­
llar unos 4.000 fueron ocupados por las construcciones y los espa­
cios muertos generados entre ellas; otra porción equivalente fue
consumida por jardines y calles, destinándose los 6.000 metros res­
tantes a huerto.
Los espacios ajardinados se impusieron desde el siglo XIX en
los hospitales, no tanto a instancias decorativas ni de disfrute de
los enfermos —excepción de los sanatorios de pago—, como en
cuanto recurso natural de depuración del aire. En el establecimien­
to de Luarca la memoria de Cobreros menciona una sola vez el tér­
mino jardín, devaluado en la práctica ante la prioridad del ahorro
y la naturaleza benéfica de la institución. Por estas razones y en
beneficio del huerto, el jardín (fig. 2) quedará reducido al trián­
gulo rectángulo comprendido entre las dos calles del estableci­
miento que arrancan de la puerta sureste y a dos manchas linea­
78
Los servicios de maternidad o gotas de leche empezaron a aparecer en algu­
nas poblaciones mayores de Asturias en los años de la dictadura y Segunda
República, caso del de Gijón. «Mediante la venta de una finca colindante con
el hospital, que había regalado mi tío Ramón con el sueño, en 1940, de cons­
truir lo que entonces se llamaba una “ gota de leche” , es decir, un servicio de
maternidad actual, finca que compró el Ayuntamiento en trece millones de
pesetas, se redujo la cifra de las pérdidas», C a s a r i e g o , J. E . / S u á r e z B l a n
co, R.: «El hospital...», pág. 26.
664
CO V A D O N G A A LVA R E Z QU IN TANA
les antepuestas a la escuadra de pabellones. También por econo­
mía se recurrió a un jardín espontáneo y sin diseño, trazado y
mantenido por monjas y asilados, y a plantas no adquiridas co­
mercialmente.
Posiblemente las zonas ajardinadas del hospital-asilo se con­
figuraran en el momento expansivo de los años 20 e inicios de los
30, alcanzando al final de la autarquía —a tenor de las fotogra­
fías de época— un aspecto similar al actual: el triángulo aludido,
sembrado de pradera natural y bordeado de una variedad de ligustrum recortada a 10 centímetros del suelo; ante los pies de las
dos hileras de pabellones, el mismo suelo herboso y macizos de­
sordenados de rosales y geranios; el arbolado, limitado a una hi­
lera dispuesta ante la fachada sur del edificio más antiguo y del
pabellón Tulio, beneficiarios de su sombra, adolece de unidad de
especies. La más vistosa es sin duda la palmera, que en número
de cuatro se antepuso a los frentes de la casa-administración y del
pabellón destinado a hospital. Esta variedad de palmera, similar
a la canaria, reitera su presencia en los parques de los chalés de
indianos diseminados por Asturias. Las mismas quintas que te­
nían en Villar los mayores benefactores de la institución y otros
opulentos emigrantes cuentan con varios ejemplares, lo que ha
querido interpretarse como seña de identidad de este grupo en tan­
to que evocación del pasado vivido en otras latitudes. A los pies
del pabellón Tulio fue plantado otro par de palmeras, de cuerpo
y follaje menos desarrollado, popularmente conocidas como pal­
meras reales. Una de éstas y otra de las mayores han sido taladas
en el curso de los diez últimos años.
De la casa de dirección hacia el oeste las palmeras dejan paso
a acacias y plátanos de sombra, especies, respectivamente, de li­
mitado y fácilmente controlable desarrollo de la copa, y por tan­
to de apropiada disposición ante la fachadas meridionales en cli­
mas suaves y húmedos. El inventario del arbolado concluye con
tres ejemplares de roble autóctono antepuestos al pabellón Tulio
y en paralelo al par de palmeras indicado.
Hasta la década de los 20 e inicios de los 30, en que se macizó de
pabellones el borde este del establecimiento, tan sólo debía exis­
tir una calle, la que unía la puerta principal sureste del complejo
con la casa de dirección, discurriendo en sentido perpendicular al
eje principal del mayor y más antiguo edificio. Luego, en el pe­
ríodo expansivo indicado, se trazarían dos nuevos viales, el que
comunica la entrada oeste con cirugía, al este, y el que partiendo
de la puerta sureste da servicio a los pabellones asentados en na-
EL H O SPITA L-ASILO DE LU ARCA (1895-1936)
665
cíente. Frente a este sumario callejero, para el personal emplea­
do en el centro pronto se habilitó otro recorrido a cubierto, lo que
evidencia el escaso valor práctico de los establecimientos de pa­
bellones exentos. Lo mismo que los pabellones del asilo viejo y
Tulio fueron unidos por un puente de carpintería y cristal, la am­
pliación del de cirugía se aprovecharía para adosarlo al del hos­
pital viejo por el norte y al de infecciosos por el sur, con lo que
se hacía viable el trayecto a cubierto a lo largo de todo el esta­
blecimiento62.
Ya por último, el huerto (fig. 2) ocupó el espacioso triángulo
del suroeste de la finca. Al rendimiento derivado del cultivo en
él de patatas, ajos, cebollas y verduras42, habría que sumar la uti­
lidad reportada por el corral, situado primitivamente en el ángu­
lo noreste de la propiedad79.
FUENTES
Fernando Landeira (F.L.). Este médico compostelano establecido en Luarca,
donde falleció en 1991, fue hermano del primer cirujano contratado por el hospi­
tal de Luarca. Su vinculación y detallado conocimiento de la institución datan del
verano de 1930, en el que aún como estudiante de medicina hizo prácticas con su
hermano en el servicico de cirugía. Más tarde sería nombrado médico asesor del
mencionado hospital, cargo que desempeñó hasta su muerte. Fue un curioso cono­
cedor de la historia de Valdés, de la que publicó algunos trabajos, además de un
atento testigo vivo de la del último medio siglo. Por todo ello nos sirvió de refe­
rencia obligada y provechosísima en más de una ocasión.
Román Suárez Blanco (R.S.B.). Es sobrino-nieto del procer del hospital-asilo
de Luarca, Ramón García, y nieto de Emilio Blanco, hasta su muerte y desde 1927
presidente de la junta directiva de la institución. Sucedió a su abuelo en el cargo,
que actualmente conserva.
Lolina Asenjo (L.A.). Es nieta de Ramón Fernández Asenjo.
A B R E V I A T U R A S
P. : Fecha del proyecto.
Co.: Fecha del comienzo de obra.
Fo.: Fecha del fin de obra.
79
En el ángulo noroeste de la finca, vecino del depósito de cadáveres, estaba el
gallinero, la conejera y las cuadras del asno de tiro y los cerdos. Dato, F.L.
LA CRUZ ROMANICA DE SALES Y ALGUNAS
CONSIDERACIONES SOBRE LAS CRUCES
ROMANICAS DE METAL EN ASTURIAS
Y
ayoi
K
awamura
Dentro del arte románico, el capítulo que mayor peso muestra
es, sin duda, la arquitectura. En realidad la escultura románica,
a su lado, mantiene una relación muy estrecha con los elementos
arquitectónicos, y aún en el caso de las obras en bulto redondo,
su interrelación con el espacio arquitectónico al que estaban des­
tinadas era muy notoria.
Sin embargo, con el transcurso del tiempo las esculturas en bul­
to redondo, en muchas ocasiones, se han desgajado de su propio
entorno espacial, y han llegado hasta nuestro tiempo como pie­
zas totalmente independientes, lejos del lugar de origen; y noso­
tros contemplamos estos legados históricos con una actitud críti­
ca y analítica propia del historiador del arte. Verdaderamente la
concepción original de la función de estas obras no era ésta, y ade­
más investigar estas piezas, diríamos «huérfanas», siempre con­
lleva un peligro, ya que el historiador se enfrenta con una enor­
me dificultad de aclarar su origen espacial y temporal.
Asumiendo todas estas dificultades y manifestadas estas sal­
vedades, ahora pretendo presentar una pieza perteneciente al ro­
mánico astur. La obra que presento aquí, en realidad, no debería
ser incluida exclusivamente en el terreno de la escultura. Es una
pieza de metal que, por no ser de metal noble, no alcanza a ser
considerada como trabajo de orfebrería plenamente, pero tiene
todos los ingredientes para ser analizada dentro del campo orfebrerístico, sin olvidarse del aspecto escultórico, ya que las «con­
flictivas» relaciones entre estas dos artes es bien conocida y pues­
668
Y A Y O I KAW AM U R A
ta de manifiesto por Juan de Arfe por llamarse asimismo escul­
tor de oro y plata.
Según la bibliografía asturiana1, tenemos noticias de tres cru­
ces románicas. Una cruz de Fuentes (Villaviciosa), otra de Sales
(Colunga) y otra de Manzaneda (Gozón). La primera es de plata
y las otras dos de cobre aleado, que podríamos denominarlo la va­
riante probre de la orfebrería. Todas ellas han experimentado las
vicisitudes de la historia, y no se encuentra ninguna de ellas en
su lugar de origen, claro está, debido al carácter portátil de este
arte, discriminadamente denominado «menor».
Si recogemos los datos que ofrecen nuestros autores bibliográ­
ficos antes citados, Manuel Risco2 desde los finales del XVIII y
Quadrado3 en 1855 hablan de la cruz de Fuentes de «plata esmal­
tada» de gran valor y antigüedad.
Unas décadas más tarde, Ciriaco Miguel Vigil4 hace referen­
cia a la misma y también a la de Manzaneda.
Sobre la de Fuentes dice: «una artística Cruz procesional, cin­
celada y esmaltada sobre chapa de plata con muy lindas labores
e incrustaciones de piedras y camafeos». Referente a su inscrip­
ción, «la letra es de relieve y puede reputarse del siglo XII, dice
(HOC HOM) ORE SANCTISA-/LVATORIA SA-/N C C IA GU N D IS-/ALVI ME
FECIT».
En cuanto a la cruz de Manzaneda nos deja la nota siguiente:
«en el apéndice 3 al resumen de las actas de la Comisión Provin­
cial de Monumentos del año 1870, se hace expresión de que se res­
guardaba en la misma una cruz muy antigua construida de pieza
de latón sobre madera y pintada figura de mosaico». Esta expre­
sión en pretérito significa que entonces ya no se encontraba la cruz
en la parroquia.
Ya en los últimos años de la centuria anterior, Bellmunt y Canella5 hacen las mismas observaciones sobre la cruz de Fuente y
la de Manzaneda, y añaden otra cruz existente en ese momento
1
Continuador de la España Sagrada, t o m o 3 8 , M a d r i d , 1 7 9 3 .
Recuerdos y bellezas de España, Asturias y León, M a d r i d ,
1 8 5 5 . M i g u e l V i g i l , C i r ia c o : Asturias monumental. Epigrafía y diplomática,
O v i e d o , 1 8 8 7 . B e l l m u n t , O c t a v i o , y C a n e l l a , F e r m í n : Asturias, t o m o II , G i j ó n , 1 8 9 7 . D e L l a n o , A u r e l i o : « B e l l e z a s d e A s t u r i a s » , O v i e d o , 1 9 2 8 , e n Gran
Enciclopedia Asturiana, t o m o 14, G i j ó n , 1 9 7 0 , p á g . 2 3 8 .
R i s c o , M .: Op. cit., p á g . 29.
Q u a d r a d o , J . M .: O p . cit., p á g s . 194 y 195.
M i g u e l V i g i l , C .: Op. cit., p á g s . 3 8 6 y 5 9 2 .
B e l l m u n t , O . , y C a n e l l a , F . : Op. cit., t o m o II, p á g . 1 2 5 , y t o m o III, p á g s . 105
R is c o , M a n u e l:
Q
2
3
4
5
uadrado
y 486.
, J. M .:
L A CRU Z ROMANICA DE SALES
669
en la parroquia de Sales, y dicen «mérito cierto y subido es el de
otra cruz de madera revestida de cobre sobre dorado». Además su
publicación está acompañada de unos dibujos de la cruz de Fuen­
tes y dos fotografías de la de Sales.
De estas cruces, quien nos ofrece más datos es Aurelio de Lla­
nos y Roza de Ampudia6 en su libro publicado en 1928. Recoge
una importante noticia de la desaparición de la cruz de Fuentes
(con una información precisa de su venta en 1901 por 10.000 pese­
tas a un industrial extranjero de Mieres) y también se lamenta por
la falta de la cruz de Sales. En cambio, él confirma la recupera­
ción y conservación de la cruz de Manzaneda, considerada por los
anteriores desaparecida, en manos del párroco de Luanco, y hace
un estudio de la obra mostrando dos fotografías de la misma, pe­
ro lamentablemente en proyección oblicua.
Afortunadamente, o no por tan mala suerte, la cruz de Fuen­
tes fue a parar a una institución de gran prestigio. Actualmente
se encuentra en el museo Metropolitan de Nueva York como do­
nación de J. Pierpont Morgan en 1917. Por otro lado, en cuanto
a la cruz de Manzaneda, rescatada por De Llano, actualmente la
tenemos en paradero desconocido después de la última guerra. Sin
embargo, la cruz de Sales, considerada como desaparecida, por la
reciente investigación, la he localizado en una colección particu­
lar en Asturias, no lejos de su origen, en un correcto estado de
conservación7.
La cruz de Fuentes8 es la pieza más importante de las tres, por
su calidad y también por su material empleado. Se trata de una
cruz de dimensiones 59,1 x49,3 cm. de brazos rectos con termina­
ciones en forma de paralelepípedo. En el comienzo de cada termi­
nación aparece un rectángulo transversal que contiene piedras en­
gastadas. En las terminaciones aparecen cincelados la Virgen y
San José flanquando el crucifijo central, un ángel en la parte su­
perior y Adán saliendo de la tumba en la parte inferior. Encima
del crucifijo se encuentra un cristal de considerable tamaño que
pudo haber contenido alguna reliquia. En la cara reverso apare­
6 De L l a n o , A.: Op. cit., págs. 157, 158, 198 y ss.
7 Aprovechando esta ocasión, quiero hacer un inciso sobre una cruz considera­
da o «sospechada» como románica procedente de la iglesia prerrománica de
Santo Adriano de Tuñón (Proaza), actualmente conservada en el arzobispado
de Asturias. Se trata de una réplica fiel de una cruz románica del siglo XII,
por lo que descarto aquí totalmente la autenticidad de dicha obra.
8 The Metropolitan Museum ofArt, Guide, Nueva York, 1993, pág. 361. Recien­
temente, a través de la exposición «Orígenes», celebrada en 1993 en Oviedo,
hemos podido reconfirmar de cerca este apreciado patrimonio asturiano.
670
Y A Y O I K A W AM U RA
cen cuatro evangelistas zoomórficos en las terminaciones y la ins­
cripción antes citada, que alude a una posible donante, en los rec­
tángulos transversales. El crucifijo, de cuatro clavos, corresponde
a una típica representación de Cristo románico: una figura huma­
na poco conseguida anatómicamente, de brazos excesivamente lar­
gos, sin ninguna expresión en el cuerpo colgado y lleva una coro­
na real y paño de pureza larga. En esta obra la típica iconografía
de la cruz procesional que perdura hasta el siglo XVI ya está cons­
tituida claramente.
La cruz de Sales, de 40,5 cm. de alto y 26,0 cm. de ancho, es una
obra de considerable riqueza por el uso de los esmaltes. Se trata
de una cruz latina de brazos rectos y medallón central, con las ter­
minaciones ensanchadas. Se observa una gran similitud con dos
cruces medievales esmaltadas que se conservan en el museo leo­
nés de San Marcos9. El paralelismo entre éstas y la de Sales es pa­
tente, y se puede atribuir su procedencia al mismo taller, en este
caso, Limoges.
En el anverso se observa un crucifijo de cuatro clavos de bron­
ce fundido, que muestra una anatomía muy somera en el tronco,
con un cierto volumen en el abdomen. La expresión facial es hierática y lleva una corona real. Los cabellos largos caen sobre los
hombros. El paño de pureza, que oculta las piernas hasta las ro­
dillas, tiene caídas rectas trazadas de esmalte azul, esquemáticas
pero con cierto intento de expresar la naturalidad del paño. Los
brazos muy delgados, sin articulación ni anatomía, aumentan la
rigidez de la figura. Los pies y su soporte son de una misma pieza
fundida, distinguidos los pies mediante surcos grabados que los
marcan. Los crucifijos del siglo XIII procedentes de Limoges sue­
len aparecer con las piernas ligeramente superpuestas, la izquier­
da encima de la derecha, con el intento de expresar el volumen10,
pero en nuestro caso la figura aún no tiene esa voluntad de movi­
miento ni de tercera dimensión.
La cruz propiamente dicha está alterada ciertamente, y las ter­
minaciones de la cara anverso no conservan el estado original na­
da más que en su forma. Toda la superficie de la cruz está graba­
da con rayas muy finas, sobre la cual aparecen motivos florales
de cuatro pétalos y piedras opacas redondas engarzadas. En las
terminaciones parece que existían representaciones figurativas es­
maltadas con cierto volumen como las de San Marcos.
9
Fernando: Museos de León y provincia, Nebrija, León, 1985,
págs. 69 y 71.
10 Victoria & Albert Museum, Londres, núm. inventario M575-1910 y M220-1925.
L la m a z a r e s ,
L A CRU Z ROMANICA DE SALES
671
En el reverso se conserva una interesante manifestación pic­
tórica a base de esmalte; el Pantocrátor (medallón central) y cua­
tro evangelistas zoomórficas (terminaciones) y cinco motivos es­
trellados (brazos). Todos son de chapas gruesas (2 mm.) sobrepues­
tas o aplicadas sobre la cruz de madera cubierta de cobre aleado.
El Cristo del Pantocrátor sostiene el libro de color rojo y lleva una
túnica azul. El nimbo de Cristo es de una combinación de colores
amarillo y verde. Los círculos redondos y rombos que le rodean
son de tonalidades combinadas de amarillo, verde y blanco. Las
figuras tetramorfas; águila, buey y ángel (ya que el león está des­
aparecido del brazo derecho de la cruz) están grabadas y encima
decoradas con esmalte. Todo el esmalte que se emplea en esta obra
es de la técnica de esmaltes aplicados a pincel. El fondo de esta
cara está troquelado, sin guardar ningún orden, con motivos flo­
rales circulares.
Las representaciones figurativas de esta cara son mucho más
naturales y expresivas que el crucifijo, e incluso expresan cierto
intento de movimiento en la cabeza girada hacia atrás del águila
y el brazo de Cristo que sujeta el libro. En realidad, no parecen
haberse inspirado en el mismo lenguaje artístico. Mientras el cru­
cifijo es una traslación de una figura escultórica románica de ma­
dera, las representaciones figurativas y pictóricas del reverso pa­
rece tener otra fuente distinta, como por ejemplo los miniados.
Probablemente el crucifijo, por ser el elemento más importante
de la cruz, tiene el hieratismo más acentuado, y por otro lado, en
el reverso el artista pudo tener mayor libertad de expresión.
De todos modos, la característica propia de esta cruz se conci­
be en la rica decoratividad conseguida por la aplicación de esmal­
tes de diversos colores. Es una combinación de coloridos vivos:
azul turquesa, verde, amarillo, rojo, blanco y ocre. Esta manifes­
tación colorística corresponde a un espíritu muy decorativo, pe­
ro no obedece al uso de color con el deseo de manifestar o conse­
guir la tercera dimensión. Sin duda, estamos observando el puro
espíritu de expresión lineal y decorativa anterior a la transición
de 1200.
En cuanto a la desaparecida cruz de Manzaneda, por lo que sa­
bemos a través de las fotografías y descripción de 1927, se trata
de una cruz muy semejante a la de Sales. El esquema de la cruz
es casi idéntica. Aparecen igualmente un crucifijo de somera ana­
tomía con la corona real alta y el paño de pureza largo, el Panto­
crátor en el medallón reverso, y unos motivos florales sobrepues­
tos en el reverso. Pero por lo que se juzga por las fotografías, ésta
Y A Y O I K A W AM U RA
672
presenta un menor nivel de elaboración artística, o ha sufrido ma­
yor deformación posterior. Sin embargo, en el extremo inferior
se conserva una representación figurativa en bulto redondo sobre­
puesta como las cruces del museo de San Marcos. El texto de 1870,
«pintada figura de mosaico», que no sabemos qué tipo de pintura
quiere indicarse con exactitud, nos sugiere la aplicación de esmal­
tes en la cruz. Por estas apreciaciones, aunque son indirectas, la
cruz puede proceder igualmente de Limoges como el ejemplar de
Sales.
La datación concreta de estas obras aquí presentadas es otro
problema. Las cruces de cobre y bronce de Sales y de Manzaneda
no parten directamente del modelo de la cruz de plata de Fuen­
tes, sino que pertenecen a un esquema de cruz desarrollado en el
período románico en Limoges, conocido centro que dominaba el
arte de esmalte.
Relacionando las obras con los lugares de procedencia, podría­
mos confirmar más su origen y la época. En cuanto a la de Fuen­
tes, puede conectar con el cenobio fundado en 1023 que hubo en
Fuentes antes de ser levantada la actual iglesia románica de me­
diado del XII11, ya que coincide con el período correspondiente
el estilo que manifiesta la obra.
Por otro lado, la iglesia de Sales, no muy lejos del anterior, es
de fundación más reciente (XVIII), pero antes pertenecía a la igle­
sia de Lué, originariamente levantada en la época románica12,
por lo que no se puede descartar la posibilidad de la procedencia
de Lué, pudiendo la cruz corresponder al período fundacional de
esta iglesia románica.
La iglesia de Manzaneda es también de estilo románico del si­
glo XII. La cruz presentaba un modelo similar a la de Sales, por
lo que pertenecía al mismo período. La antigüedad de la iglesia
ayuda a confirmar la posible datación de esta obra de orfebrería
medieval en el siglo XII, aún faltando una verificación física de
la propia obra en paradero desconocido.
La existencia de estas tres cruces distintas no nos ayuda a ha­
blar de las actividades orfebrerísticas en el Medievo astur, sino
todo lo contrario; más bien nos hace sugerir la dependencia de As­
turias de los talleres foráneos para las obras de metales precio­
11
sa,
G ijó n ,
r ia s»,
12
Arte prerrománico y románico en Villavicio1988. A l v a r e z M a r t í n e z , M . a S o l e d a d : « A r t e r o m á n i c o e n A s t u ­
e n Enciclopedia Temática de Asturias, G i j ó n , 1981.
u n t , O . , y C a n e l l a , F .: O p . cit., t o m o III, p á g . 486.
F e r n á n d e z G o n z á l e z , E t e lv i n a :
B e llm
L A CRU Z ROMANICA DE SALES
673
sos y de cobre durante esta época. De todos modos, los ejempla­
res de este género conservados en Asturias son tan escasos que es
peligroso o arriesgado e incluso imposible realizar cualquier afir­
mación.
A pesar de todo, no dejo de lamentar la falta de nuestro patri­
monio en sus lugares de origen. La movilidad de las obras de arte
a través de los siglos realmente ha servido de vehículo de trans­
misión de diferentes culturas artísticas; sin embargo, el estudio
de las obras de carácter portátil, a su vez, nos sugiere una mayor
convicción de proteger nuestras propias riquezas artísticas.
674
Y A Y O I KA W AM U R A
Cruz procedente de Sales. Colección particular. Asturias.
L A CRU Z ROMANICA DE SALES
675
676
Y A Y OI KAW AM U RA
DOCUMENTA, VARIA, MISCELANEA Y BIBLIOGRAFIA
DOCUMENTA
ESTADO ECONOMICO DE LOS MONASTERIOS
BENEDICTINOS ASTURIANOS (1565)
E
rnesto
Z
aragoza
P ascual
Publicamos aquí el estado económico de los monasterios be­
nedictinos asturianos, de varones, a saber: San Salvador de Cornellana, San Juan de Corias, San Vicente de Oviedo, San Pedro
de V illanueva, San Salvador de Celorio y Santa María de Obona,
que se halla inédito en el Archivo Histórico Nacional, de Madrid,
Sec. de clero secular y regular, leg. 7.711, dentro de la documen­
tación perteneciente al monasterio de San Benito de Valladalid.
Se trata de las cuentas que por encargo del general de la Con­
gregación, Fr. Juan de Villaum brales1, tomaron los visitadores
generales Fr. Martín de Azpeitia y Fr. Nicolás de León, con el se­
cretario Fr. Sebastián de Encinas2, entre el 22 de abril y el 12 de
Z a r a g o z a P a s c u a l , Los generales de la Congregación
de San Benito de Valladolid, II (Silos, 1976), 355-369.
1 Cf. su biografía en E.
2
El visitador general Fr. Martín de Azpeitia, profeso de San Millán de la Cogolla
y ex abad de Santiago, San Millán e Irache, elogiado por el P . Yepes, que lo co­
noció com o «hombre de conocidas prendas y observancia», murió siendo abad
de San Vicente de Salamanca a mediados de septiembre de 1565. Cf. E. Z a r a
g o z a P a s c u a l , «A badologio del monasterio de Santa María la Real de Irache»,
en Stvdia Monastica, vol. 35 (1993), 174. Fray Nicolás de León era visitador ge­
neral y abad de San Claudio de León (1562-65). Cf. Id., «A badologio del monas­
terio de San Claudio de León (1417-1835), en Archivos Leoneses, vol. 78 (1985),
362. Fr. Sebastian de Encinas, natural de Sevilla y profeso de Montserrat, don­
de había tom ado el hábito el 7 de septiembre de 1551 y de donde era m ayordo­
mo, fue luego visitador suplidor (1565-68), predicador del monasterio de Valla­
dolid (1577-80), abad de Carrión (1570-76), de nuevo m ayordom o de Montserrat
(1583-89) y finalmente abad de Sevilla (1592-95). Cf. Id., «Monjes profesos de
Montserrat (1493-1833)», en Stvdia Monastica, vol. 33 (1991), 340.
680
ERNESTO Z A R A G O Z A P A SC U A L
m ayo de 1565 y que se refieren al trienio anterior y al del abad
precedente, con lo que tenemos cubierto el período 1559-1565 pa­
ra lo referente a la situación económica de cada monasterio.
Aunque todos los monasterios tienen superávit, gracias sin du­
da a que con su ingreso en la Congregación de V alladolid a prin­
cipios del siglo X V I habían recuperado parte de su patrimonio con
el apeo de todas sus tierras, mejorando el rendimiento de las ren­
tas por la buena dirección y administración de los m ayordom os
y abades, el haberse librado ya de las pensiones que habían de dar
a los abades comendatarios por haber éstos renunciado a sus aba­
días a fin de poder introducir en ellas el gobierno de los benedic­
tinos observantes y también el haberse librado de cargas, subsi­
dios y quinquenios por la participación en los privilegios y exen­
ciones concedidos por los romanos pontífices al monasterio de San
Benito de V alladolid, caput et mater de la Congregación de su
nombre.
Haciendo un poco de balance vemos cómo los monasterios be­
nedictinos asturianos de más renta eran los de Corias, Oviedo y
Cornellana, el primero con ingresos de 2.802.109 m aravedís, el se­
gundo con 645.136 y el tercero con 567.036, seguidos de los de Celorio con 368.046 maravedís de superávit, Obona con 211.635 de
entradas y Villanueva con 117.956 de superávit.
Si comparamos con otros estados económicos del m ism o siglo,
vem os cómo el monasterio de San Vicente de Oviedo, que en 1527
tenía 400.000 maravedís de renta anual y más en 15413 y lo m is­
mo sucede con los de Cornellana y Villanueva respecto de 15414.
Las actas oficiales del estado económico de los seis m onaste­
rios benedictinos asturianos que aquí publicamos serán sin duda
una aportación de primera mano, que unida a otros de otros años,
podrán mostrar al que se tome el trabajo de hacer un estudio so­
bre la economía monástica de la región, la trayectoria de cada uno
de los monasterios.
3 Cf. E. Z a r a g o z a P a s c u a l , «Situación regular y económ ica de los monasterios
benedictinos asturianos en la primera mitad del siglo X V I», en BIDEA, núme­
ro 125 (1 9 8 8 ), 171-187.
4 I d ., ibid., 188. Si se quiere comparar con la economía de otros m onasterios be­
nedictinos de regiones cercanas com o Galicia y León, Cf. E. Z a r a g o z a P a s
Situación económica de los monasterios benedictinos leoneses y otros
de la Congregación de Valladolid (1527 y 1541), en Archivos Leoneses, núme­
c u a l,
ros 8 5 -8 6 (1 9 8 9 ), 123-148.
ESTADO ECONOMICO DE LOS MONASTERIOS BENEDICTINOS ASTURIAN OS (1565)
681
I
ESTADO DE L A C A SA DE CORNELLANA
«A 22 de abril 1565 dio su estado el P. fray Alonso de Toro, abbad
de Comellana y recibió en los tres años de su trienio D L X V II.X X X V I
maravedís, comprehendiendo en ellas X X X II.C C L X IIII maravedís.
Ha gastado dentro de sobredicho tiempo de su trienio como
consta por sus partidos C C C C X .D X IX .
Resta que le sobran C L V I.D X V II.
Dexóle el perlado precedente X X X II.C C L X IIII maravedís; de­
xa para el perlado venidero C L V I.D X V III, de manera que dexa
de más C X X IIII.C C L III maravedís, pero porque tomó para el ca­
m ino del capítulo general X I X .L X X maravedís, pénesele sola­
mente C V .C L X X X II I .
Y tem , le dexó el perlado pasado 114 éminas, tiene 223 éminas,
de manera que dexa de más 109 éminas.
Y tem , de vino y otras provisiones tiene más cumplimiento que
el que le dexó el perlado precedente.
Y tem , se descarga que dexó de cobrar del cargo que el perlado
pasado le hizo, ansí de rentas que no se conbraron, como de dine­
ros que tomó anticipados y otras deudas que dexó X X X V III.D IIII.
(Total:) C X L III.D C L X X X V II.
Y tem , gastó en obras, aunque no se dize en qué obras fueron,
digo que fue un cercado de cal y canto alderredor de la casa y otros
remiendos L V III.C C X L V . Dexa de augmento C C I.D C C C C X X X II.
Fue visto el sobredicho estado por los sobredichos Rdos. Pa­
dres y hallam os que está muy bueno y augmentado en lo sobredi­
cho, en C C I.D C C C C X X X II maravedís y no deve a ninguno un m a­
ravedí ni más.
Está m uy bueno y augmentado en CCI.maravedís.
(Firmado:) Fray Martín de Azpeytia. Fr. Nicolaus, Sti. Claudii A bb as. F ray Sebastián de Enzinas.»
II
ESTADO DE SANT JOAN DE CORIAS
«A 30 de abril 1565 se tomó el estado de la casa de Sant Joan
de Corias, haviendo sido perlado de ella el M. Rdo. P. fray Sancho
de Ocalla y rescibió en los tres años ansí de renta cisa como de tri­
go y otras cosas vendidas II quentos DCCCII mil CVIIII maravedís.
682
ERNESTO ZA R A G O Z A P A SC U A L
Ha gastado dentro del sobredicho tiempo II quentos CCCLVI
m il D C C X X .
Resta que le sobran C C C X L V .C C C L X X X IX .
Y tem , recibió en trigo dentro del dicho tiem po 5.361 héminas
y gastado 4.169; restan, que le sobran I.C X C III.
Y tem , recibió de centeno 5.655 héminas y gastado 4.411, tiene
I.C C X L IIII, pero es de notar que desto están vendidas 1.000 hé­
minas de trigo y otras tantas de centeno, de manera que de todo
grano han quedado solamente II.C C C C X X X V II.
Y tem , de vino 400 cántaros.
Y tem , ay las otras cosas para provisión y servicio de la casa.
Ytem , deven a la casa, de trigo vendido y fiado DCCCIIII.DLVI.
Dexóle el perlado precedente D L X X X .C C C L V II maravedís pa­
gadas C C X V III.C X V III maravedís que devía, tiene el presente
perlado en deudas líquidas que le deven I quento C C X L V III mil
D C C C C X L V maravedís, pero porque dexa la casa cargada en un
Censo de dos m ili y trezientos ducados y en trezientos y sesenta y
ocho ducados prestados lo qual todo toma para redimir 400 ducados
que la casa pagava de pensión cada año a Don Diego de Bargas, lo
qual se ha de poner por augmento, pues dexa al perlado venidero
con qué pagar, se le pone que tiene y dexa C C X L V IIII.C C C C X L V .
Y tem , le dexó el perlado precedente 2.266 héminas, dexa el pre­
sente 2.437 héminas. Tiene de más 175.
Y tem , le dexó de vino el precedente 500 cántaros de vino, tie­
ne el presente 400 cántaros. Tiene menos 100 cántaros.
Los animales y otras cosas tiene como el perlado pasado. Ha
gastado en acabar el quarto nuevo y un cercado que se ha hecho
de piedra seca y una casa en Castrosín y otra en Bárcena, que se
gastaron más de DCCC mil maravedís, pero no se le sacan más
de D X II.C C X C IIII que trae en sus cuentas.
(Total:) D C C L X I .D C C X X X I X .
Y tem , se le pone por augmento la redempción de la pensión de
los 400 ducados, pues arriba dexa con qué lo pueda pagar el per­
lado venidero, que es un quento y 500 m aravedís.
Y tem , compró algunas heredades junto al monasterio. Valen
C m il m aravedís.
Fue tomado el sobredicho estado por los sobredichos padres
por mandado de nuestro M. Rdo. P. el General y está m uy bueno,
y aunque no dexa tantos dineros como el perlado pasado, dexa el
augmento en mucho exceso donde se haze la recompensa con más
ventaja.
ESTADO ECONOMICO DE LOS MONASTERIOS BENEDICTINOS ASTU RIANOS (1565)
68 3
Está m uy bueno y augmentado en I quento, DCCCLXII mil m a­
ravedís.
(Firmado:) Fray Martín de Azpeytia. Fr. Nicolaus, Sti. Claudii A bb as. Fray Sebastián de Enzinas.»
III
ESTADO DE LA C A SA DE SAN VICENTE DE OVIEDO
«A seis de mayo 1565 dio el estado de St. Vigente de Oviedo el
M. Rdo. P. fray Bartholomé de Oquendo y regibió que le dexó el per­
lado pregedente en contantes y cosas que deven D C X L V II.C X X X V I.
Y tem , ha gastado en diversas cosas desde el día que tomó el
cargo de la casa C C X X V II m il maravedís.
Resta que tiene en contado en el depósito y en deudas que de­
ven a la casa C C C C X IX .C C X L V II.
Y tem , tiene en trigo en el granero de la casa y en deudas que
le deven 38 fanegas de trigo y C C C L X X X II maravedís.
Y tem , en casa y en deudas X X X X carneros.
Y tem , CC gallinas.
Y tem , X X V toginos y otras provisiones de casa conforme al es­
tado en que se la dexaron.
Ha gastado en la obra de la yglesia después que su paternidad
tiene el cargo, lo qual se le pone por augmento, X C IIII.D C C X V II.
No se puede cotejar el estado de este perlado con el estado del
pasado, porque no ha regibido más que lo que su predegesor le de­
xó, antes ha gastado por haver tan poco tiempo que tiene el cargo
de lo que el pregedente le dexó. Solamente tiene las 419.247 m ara­
vedís y lo que ha puesto en obras que son 94.717 m aravedís; lo de­
más ha gastado con el convento y otras cosas y ansí no se puede
llam ar enteramente estado.
Está bueno y augmentado en X C IIII m il maravedís.
(Firm ado:) F ray Martín de Azpeytia. Fr. Nicolaus, Sti. Claudii abbas. Fray Sebastián de Enzinas.»
IV
ESTADO DE SAN T PEDRO DE VILLAN U EVA
«A 9 de m ayo 1565 se tomó el estado de Villanueva, siendo abbad della el P. fray Joan de Sant Margal. Y tiene la casa de renta
X V II I .C C X V m aravedís.
684
ERNESTO Z A R A G O Z A P A SC U A L
Y tem , tiene de escanda 401 gelemines y de panizo 320 gelemines y de diezmo 142 gelemines, gallinas 130, carneros 36 y otras
menudengias.
Dexa en dineros en el depósito X X I I I m il m aravedís, Dexó su
predeesor X .X L I I I maravedís. Dexa de más X II.D C C C C L V I.
Y tem , dexa 330 gelemines de escanda y el perlado pregedente
243 gelemines. Dexa de más 87 gelemines.
Y tem , dexa de panizo 426 gelemines; dexóle el pregedente 476
gelemines. Tiene de menos 50 gelemines.
Y tem , tiene 29 carneros que el pregedente no parege haverle
dexado ninguno.
Y tem , 40 bueyes y bacas, xatos y xatas.
Y tem , ginco lechones y diez toginos y otras provisiones menu­
das de casa.
Y tem , obró las gercas de las huertas. Costó VII m il maravedís.
Y tem , obró un pedago de un quarto sobre la bodega. (Costó:)
III m il maravedís.
Y tem , hizo una custodia de plata, que costó X V mil maravedís.
Y tem , apeó todas las heredades y tiene todas ls escrituras de11o, que vale más de 100 ducados. Costó X X X V I I m il D maravedís.
Y tem , alcangó una gedula de Su Magestad para que esta casa
no se anexase a la de Qelorio. Costó 36 ducados, que son X III m il D
m aravedís.
Y tem , hizo otras cosas muy buenas y de deudas pagó X X mil
m aravedís.
(Total:) C X V II.D C C C C L V I maravedís.
Fue tomado el sobredicho estado por los Rdos. Padres sobre­
dichos y por mandado de nuestro M .R.P. el General y se halló muy
bueno y m uy bien augmentado conforme a la posibilidad de la ca­
sa, porque no deve más de 272 maravedís y déxala augmentada
en C X V II.D C C C C L V I maravedís.
Está bueno y augmentado en C X V II m il m aravedís.
(Firmado:) Fray Martín de Azpeytia. Fr. Nicolaus, Sti. Claudii A bbas. Fray Sebastián de Enzinas.»
V
ESTADO DE SAN T SALVAD O R DE CELORIO
«A 10 de m ayo 1565 se tomó el estado de Sant Salvador de Celorio, siendo abbad el P. fray Juan de Bogo, y tiene en contado
y deudas que a la casa se deven de pan vendido C L .C C C X C IX m a­
ESTADO ECONOMICO DE LOS MONASTERIOS BENEDICTINOS ASTURIANOS (1565)
68 5
ravedís. Dexóle el perlado pregedente VI m il CCCC m aravedís.
Tiene de más C X L III.D C C C C X IX .
Y tem , halló 974 celemines de escanda. Tiene 775 celemines. De­
xa más que su antegesor 101 celemines.
Y tem , halló 526 celemines de panizo. Dexa 287 celemines. F ál­
tale conforme a lo que regibió 239 celemines.
Y tem , compró una muía que no la havía en casa; de bueyes y
rocines tiene lo que su predegesor.
Y tem , halló 38 carneros. Las ovejas y cabras, como su prede­
gesor.
Y tem , tiene 20 lechones grandes y pequeños, que no los tenía
su antegesor.
Y tem , halló ocho toginos muertos. Dexa 18 toginos. Tiene más
que el antegesor 10 toginos.
Y tem , augmentó 66 gallinas de renta más que su antegesor tenía.
Y tem , augmentó 7 corderos de renta.
Y tem , ha obrado un quarto de la claustra, hizo un capítulo y
otras cámaras y paredes y quatro campanas que de contado se pa­
garon, sin la vianda y pan que comieron C C V III.C C C L X X X IX .
Ytem, pagó de deudas que dexó el perlado pregedente X V .D C L X X .
(Total:) C C C L V III.X L V III.
Fue tomado el sobredicho estado por los Rdos. Padres sobre
escritos y por mandado de su muy Rda. Paternidad y hallam os
que dexa en casa más de lo que halló, ansí en dineros como en
obras que han hecho y deudas que pagó C C C L X V III maravedís
y ansí está bueno el sobredicho estado.
Está bueno y augmentado en CCCLVIII m il maravedís.
(Firm ado:) Fray Martín de Azpeytia. Fr. Nicolaus, Sti. Claudii A bb as. Fray Sebastián de Enzinas.»
VI
ESTADO DE LA C A S A DE SAN TA MARIA DE OBONA
«A 12 de m ayo 1565 se tomó el estado de la casa de Santa M a­
ría de Obona, haviendo sido abbad della el Rdo. P. fray Hernan­
do de Villareal.
Tiene de renta esta dicha casa L X .X C V maravedís.
Y tem , tiene de todo pan 369 fanegas.
Y tem , tiene de vino un año con otro 180 cántaros.
Y tem , tiene otras menudencias de manteca, gera, m iel, galli­
nas, lechones, etc.
686
ERNESTO Z A R A G O Z A P A SC U A L
H alló el dicho P. Abbad 27.877 maravedís. Dexa 96.360 m ara­
vedís, de manera que dexa demás L X V III.C C C C L X X X III (sic).
Y tem , halló 207 éminas de todo grano, dexa 231, dexa de más
X X IIII.
Y tem , halló 100 cántaros de todo vino, dexa 95, dexa de menos
5 cántaros.
Y tem , tiene otras provisiones menudas de casa, en más canti­
dad que el perlado pasado.
Y tem , ha hecho algunas obras de casa, como fueron nueve ar­
cos en la claustra, unas paneras, unas cámaras y otras cosas que
costaron X L V .C C X X .
Y tem , ha hecho dos cajas para el altar m ayor y una casulla y
otras cosas de sacristía. Valen X X IIII.C C C C L V .
Y tem , compró un rocín, costó II.CC.
Y tem , pagó de deudas del perlado pasado X X X V .D C C L II I.
Y tem , libertó la casa de la unión que se pretendía hazer con la
de Com ellana y alcangó cédula de Su Magestad. Gastó X X X V II .D .
Y tem , ha pagado súbsidios y repartimientos y no deve cosa nin­
guna salvo V III.L V III maravedís.
Ha de a v e r ........................................................... C C X L .D C C X X X V
Deve ....................................................................... VIII.LV III
Tiene de a u g m e n to .......................................... C C III.D L X X V II
Fue visto el sobredicho estado por los sobredichos Rdos. Pa­
dres por mandado de su muy Rda. P. y hallamos que la casa está
m uy buena y augmentada en C C III.D L X X V II maravedís.
Está bueno y de augmento CCIII. maravedís.
(Firmado:) Fray Matín de Azpeytia. Fr. Nicolaus, Sti. Claudii
A bbas. Fray Sebastián de Enzinas.»
VARIA
VAJILLA METALICA DE EPOCA ROMANA EN
EL MUSEO ARQUEOLOGICO DE ASTURIAS
(OVIEDO)
Jo a q u ín A
urrecoechea
C arm en F ernández O
choa
INTRODUCCION
A través de esta breve nota presentamos un estudio sobre al­
gunos materiales del Museo de Asturias vinculados a la vajilla me­
tálica romana. La totalidad de estos ejemplares se encuentra depo­
sitada en el citado museo y ha sido publicada en los inventarios
monográficos de esta institución, donde se realiza una descrip­
ción de los m ism os. Nuestro objetivo ahora es avanzar un poco
más en su conocimiento y ofrecer un estudio pormenorizado de
dichos materiales y de su inserción en unos parámetros cronoló­
gicos precisos.
El conjunto de nuestras piezas son producto de hallazgos descontextualizados, a excepción de la sítula de Vega del Ciego (A ra­
goneses, 1954) perteneciente a un establecimiento tardorromano
de tipo villa (Fdez. Ochoa, 1982, 273-76).
Se presenta a continuación el catálogo de las piezas y después
el estudio detenido de cada una de ellas.
CATALO G O
B R O N C E S DE L A V IL L A DE V E G A DE CIEGO
1.— Fondo de sítula, de perfil en «S». Base plana en la que se ob­
serva la huella de fijación al torno. Unida al cuerpo, hoy per-
688
JOAQU IN AU RRECOECH EA Y CARMEN FERN ANDEZ OCHOA
dido mediante una fila de remaches circulares, también de
bronce, dispuestos a 0,7 cm. del borde de la pieza. Diámetro
superior del objeto: 31 cm.
B ibliografía: Jorge Aragoneses, 1954, 8-9, fig. 13A; Escortell, 1975, 62, lám. 59 (Lámina I).
Lámina I: Sítula de Vega del Ciego. (Foto: M .A.A.)
BRONCES DE PROCEDENCIA DESCONOCIDA
2.— Jarra de cuerpo ovoide, netamente separado del cuello cónca­
vo mediante un surco profundo, debajo del cual se observan
los restos de inserción de un asa. La boca, que debió ser circu­
lar, se encuentra perdida. Pie destacado, con decoración en la
base de círculos concéntricos en fuerte relieve. Base y cuerpo
fueron fundidos por separado. Diámetro m áxim o: 16,5 cm. A l­
tura: 26,5 cm.
B ibliografía: Escortell, 1975, 80, lám . 96.
3.— B otella cuya pared se curva desde la base hacia el exterior,
para alcanzar su diámetro m áxim o y gradualmente reducirse
hasta la unión con el cuello. Cuello tabular con saliente, con­
seguido al doblar la lámina hacia fuera, y fijado mediante re­
mache al cuerpo y la boca. Líneas incisas horizontales reco­
rren los restos de la inserción del asa. Técnicamente el reci­
piente se compuso, originariamente, de cuatro piezas: la base,
hoy perdida; el cuerpo, ejecutado sobre lám ina m artilleada;
el cuello, también martilleado, y la boca, que junto con el asa
V A JIL L A M ETALICA DE EPOCA ROM ANA
689
estarían realizados mediante fundición. Diámetro m áxim o:
17,5 cm. A ltura: 21,5 cm.
Bibliografía: Escortell, 1975, 80, lám. 97.
4.— La procedencia de esta pieza no es definitiva, pudiendo haber­
se hallado en la villa de Vega de Ciego. Cuenco, de borde exvasado horizontal y pared curva, decorado con profundos gallo­
nes redondeados. Dos apliques de cuerpo ovalado, sugieren una
asa horizontal. El recipiente se realizó mediante martilleado
de una fina lámina, repujadando posteriormente los gallones.
A plique fabricados mediante fundición. Diámetro: 15 cm.
B ibliografía: Escortell, 1975, 80, lám. 98.
ESTUDIO
El lote de piezas que integran este breve catálogo forma un gru­
po bastante heterogéneo, que recoge ejemplares de distintas fa­
m ilias m orfológicas y cronológicas.
La número 1 es un fondo de sítula, hallado en la villa de Vega
de Ciego. Pertenecía a un recipiente muy difundido, durante los
siglos IV -V d. C., en el ámbito hispano. Palol, quien ha clasifica­
do los vasos de este momento, adjudica el número 3 y 4 de su tipo­
logía a los acetres realizados en dos piezas (Palol, 1970, 233). Des­
cartamos la vinculación de nuestro ejemplar con el tipo 4 debido
al perfil recto del fragmento, lo que im posibilita la form a clásica
de olla de paredes cerradas que caracteriza a este grupo. El tipo
3, al que afiliam os el acetre asturiano, presenta dos variantes. La
variante 3a recoge aquellas sítulas con cuerpos de tendencia plana
y ancha, como, por ejemplo, la encontrada en Ventosa de Pisuerga (Palol, 1970, 217, fig. 3, núm. 28). La variante 3b aglutina a las
sítulas más altas, con predominio de la verticalidad, así la halla­
da en la sepultura «C» de la necrópolis de La Nuez de A bajo (Pa­
lol, 1970, 211-212, fig. 2, 14). A l no poseer más que la parte infe­
rior del acetre no podemos decantarnos por ninguna de las dos op­
ciones, señalando solamente los fondos de Hornillos del Camino
y villa de La Olm eda como los paralelos más próximos a nuestro
ejem plar (Palol, 1970, 210, fig. 1, 7, y 224, fig. 8, 40). No obstante,
queremos indicar la ausencia de umbo central en nuestro recipien­
te asturiano, lo que le diferencia de todas las otras piezas comen­
tadas. La cronología propuesta por Palol y avalada ya en m u lti­
tud de casos se ve nuevamente confirmada en el presente ejem ­
plar, adscrito a un establecimiento datado desde fines del siglo IV
al siglo V (Jorge Aragoneses, 1954, 13).
690
JOAQU IN AURRECOECH EA Y CARMEN FERNAN DEZ OCHOA
El número 2 es una jarra perteneciente a la categoría definida
por su panza ovoide, netamente separada del cuello, con asa y pie
fundidos separadamente del recipiente. Generalmente, estos pro­
ductos disponen de un asa profusamente ornamentada con temas
alusivos a cuestiones mitológicas. El tipo se encuentra poco repre­
sentado en Italia, conociéndose solamente algunos ejemplares de
Capua. Cahen-Delaye, que les ha consagrado un estudio, a propó­
sito de un ejemplar belga, da una lista de 61 piezas para todo el
Imperio, en la que se observa la distribución espacial de este gru­
po. El m ayor número de jarras ovoides han sido encontradas en
G alia (24) y Germania (13), seguidas a gran distancia por Campania (7), Nórica (5), Panonia (4), Inglaterra (3), Helvecia (2) y E gip­
to (1) (Cahen-Delaye, 1970, 120-135). La profusión de ejemplares
en la zona gala quizá sea indicativa de la existencia de un taller
en esta provincia. Nos encontramos ante un tipo de producción
provincial, derivada de las jarras campanas hechas de una sola
pieza, y sin separación entre cuello y panza. Cronológicamente se
sitúan desde fines del siglo I d. C. hasta el siglo III d. C. Paralelos
idénticos a nuestro ejemplar han sido hallados en Néris, fechado
en el siglo I d. C. (Tassinari, 1975, 66-67, lám . 32, 171) y Ni jmegen
(Boesterd, 1956, 77, fig. 12, 276). El Museo Arqueológico Nacional
de M adrid conserva una jarra de este tipo, sin procedencia, data­
da, tam bién, en el siglo I d. C. (Blázquez, 1960, 204, fig. 4, 1).
El número 3 corresponde a un vaso denominado «blechkannen»,
categoría que engloba a las jarras realizadas en una fina lám ina
de bronce, con boca y asa macizos, fundidos en una sola pieza. Radnoti fue el primero que las reunió en un grupo, sistematizando las
de Panonia (Radnoti, 1938, 155-155). Posteriormente, Eggers excindió las halladas en la Germania libre, asignándoles el tipo 128
de su clasificación, concordando nuestro ejem plar con la varian­
te «A » (Eggers, 1951, lám . 11, 128). Raev enriqueció la ya larga lis­
ta de piezas con el material de las provincias del Danubio y de
la Europa oriental (Raev, 1976, 155-162). Para Tassinari el origen
de estipo de producción provincial, datable en los siglos II-III d. C.,
estaría originado en una forma campaniense, muy común a fina­
les del siglo I d. C., consistente en jarras globulares con asa recur­
vada y charnela para tapa. Aunque el grueso de estas piezas se
fechan en los siglos mencionados, también se conocen ejemplares
tempranos del siglo I y tardíos del siglo IV d. C. (Raev, 1976, 156).
Los «blechkannen» presentan una amplia difusión por todo el Im ­
perio, siendo m uy comunes en: Germania, Tracia, Moesia, Galia
y Panonia, por lo que es de suponer que los centros de fabricación
V A JIL L A M ETALICA DE EPOCA ROM ANA
691
se hallen diversificados. En Hispania se conocen ejemplares pro­
cedentes de Conímbriga (Alarcáo, 1979, 154, lám. 37, 12), Mérida
(Nogales, 1990, 113, fotografía en pág. 110) y en el pecio del Cabo
de Higer (Fuenterrabía, Guipúzcoa) (Urteaga, 1988, 111-122). De
Jaén proceden tres nuevos restos de estas jarras, una boca y una
tapa descontextualizadas, pertenecientes, respectivamente, al Mu­
seo de Jaén y al de Linares; y una tapa de Porcuna (Aurrecoechea,
1991). De entre los paralelos más cercanos para nuestra pieza des­
tacaremos los del Ri jksmuseum (Boesterd, 1956, 70-71, fig. 11,257)
y Brigetio (Radnoti, 1938, 52, 3). En Lyón apareció un «blechkannen» m uy parecido al del Museo de Asturias, presentando la m ol­
dura curva y el saliente agudo, así como la decoración incisa de
nuestro ejemplar. Esta jarra francesa se halló asociada a un tesorillo de finales del siglo III d. C. (Boucher y Tassinari, 1976, 151-152,
núm. 193). Otro paralelo morfológico, casi idéntico, es la «blechkannen» de La Mole, que se encontraba repleta de antoninianos
de A ureliano (270-275 d. C.) (Devanges, 1981, 838, 14).
El cuenco asturiano se integra dentro del núm. 7, variante A ,
de la clasificación de Palol. En él se reúnen los cuencos decorados
con gallones y que poseen asas horizontales (Palol, 1970, 233). Re­
cientemente Caballero Zoreda ha matizado este apartado de la ti­
pología de Palol, postulando que la división entre variantes de
esta form a no debe efectuarse teniendo en cuenta los m otivos ornamentísticos, pues se conocen ejemplares lisos, sino a raíz de sus
características morfológicas. A sí, para Caballero el tipo 7A esta­
ría definido por el borde horizontal, mientras que el 7B presenta
borde de perfil en «S», señalando incluso una variante nueva, 7C,
donde se reúnen los cuencos de borde moldurado (Caballero, 1985,
104-105). El primer grupo suele estar decorado con gallones, nor­
malmente anchos y redondeados. Estas características definitorias
confieren al cuenco del Museo de Asturias el papel de arquetipo de
la form a 7A . Las páteras agallonadas, como la de Ventosa de Pisuerga (Palol, 1970, 220, fig. 5, 34), Hornillos del Camino (Palol,
1970, fig. 1, 10 y fig. 2, 9) o Segóbriga (Fuentes, 1983, 447, fig. 3,
10), son muy comunes en el territorio hispano, pero raramente con­
servan las asas laterales. Un ejemplo clarificador de esta clase de
elementos de preensión sería el cuenco del Museo de Ni jmegen,
datado en el siglo III-IV d. C., que, aunque de tipología distinta,
cuenta con dos apliques soldados a la pared del vaso, de cuyas ani­
llas pende el asa propiamente dicha (Boesterd, 1956, 58, fig. 8, 196).
Los ejemplares hispanos consultados, que conservan los apliques
para el asa, pertenecen a la variante 7B. El modo de inserción de
692
JOAQU IN AURRECOECH EA Y CARMEN FERN ANDEZ OCHOA
estos apliques sobre la pared del vaso se ejecutó romachando la
pieza, así las de Castrobol (García Merino, 1975, 526, fig. 1, 1) y
H ornillos del Camino (Palol, 1970, 210, fig. 2, 11), y no soldándo­
los como en el caso del Museo de Asturias. Para concluir, diremos
que esta clase de cuencos son una característica producción his­
pana de los siglos IV y V d. C.
Según hemos podido comprobar en esta investigación, la v a ji­
lla metálica del museo asturiano, si bien no significa un número
considerable de ejemplares, sí puede ser clarificadora del pano­
rama arqueológico referido a estos materiales. Lam entablem en­
te la adscripción geográfica de alguna de nuestras piezas no pue­
de ser fijada con seguridad en el territorio de A sturias, dato que
habrá de tenerse en cuenta a la hora de matizar las hipótesis de
trabajo que a continuación exponemos.
De la etapa altoimperial conservamos dos recipientes, nos re­
ferim os a la jarra 3 (fines del siglo I-siglo III d. C.) y al «blechkannen» núm. 4 (siglos II-III d. C.). Este par de ejemplares nos hablan
de los contactos culturales con la provincia gala, de donde posi­
blem ente proceden, ya que es allí donde se encuentran más repre­
sentados. El problem a se plantea, como ya señalamos, al desco­
nocer la procedencia de estos recipientes. No obstante, queremos
hacer hincapié en la aparición de los mismos en H ispania, donde
contamos con escasos ejemplos de estas dos producciones, pues co­
mo indicábamos en el estudio de estas piezas, los paralelos penin­
sulares son casi inexistentes.
Para la etapa tardía (siglos IV -V d. C.) es importante señalar
la aparición, en una zona tan septentrional, de recipientes inscri­
tos en la clásica tipología sobre los materiales de la «Cultura del
Duero». Bien es sabido que el área inicial de estas producciones
se encuentra en la actualidad muy rebasada, lo que ha propicia­
do el desm antelam iento de la teoría sobre el «limes hispánico»
(Fuentes, 1989). Los hallazgos asturianos avalan, por tanto, la dis­
persión de estos tipos por el ámbito peninsular y la inmersión del
territorio es la tónica general imperante en toda Hispania, don­
de, en ese m om ento, se desarrollan unos m odelos característicos,
de cuya influencia no escapan los bronces asturianos. Esto signi­
ficaría una revitalización ideológica en las postrimerías del Im ­
perio y el posible abandono de algunos esquemas tradicionales pa­
ra adecuarse a los nuevos gustos que marcan los posesores de las
villae, como la de Vega de Ciego.
V A JIL L A M ETALICA DE EPOCA ROM ANA
693
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G a r c ía M e r in o ,
694
JOAQU IN AU RRECOECH EA Y CARMEN FERN AN DEZ OCH OA
ESTELA ROMANA DE VILLA VERDE1
M
a r g a r it a
Fernández M
ie r
Inscripción funeraria de piedra arenisca. Es un bloque de pie­
dra rectangular que se conserva en bastante buen estado. Está rota
en su parte superior izquierda, dañando la ruptura ligeramente
la primera letra de la primera línea. También está fracturada por
el lado izquierdo, afectando esto a una m ínim a porción de las pri­
meras letras de las cinco líneas superiores.
Por el lado derecho presenta un acabado liso, al igual que por
la parte inferior. La arista derecha está achaflanada por unos pe­
queños retoques que apenas afectan al campo epigráfico.
La inscripción se encontró al proceder al derrumbe de una an­
tigua casa, que en los últimos tiempos era utilizada como «corte»,
situada en el barrio L ’Auteiru, en la zona denominada Las Coro­
nas, perteneciente al pueblo de Villaverde (Balmonte de M iran­
da). Dicha piedra había sido reutilizada como dintel de una puer­
ta y a esta utilización parecen responder los retoques que la pie­
dra tiene en sus lados superior e izquierdo.
Fue hallada por don Ceferino Marrón Berdasco, en cuyo poder
permanece en la actualidad.
Dimensiones (en cm.): A ltura: 100/107 (esta diferencia de cm.
responde al corte que tiene en el lado superior izquierdo).
Ancho: 35/32 (en el centro el retoque que la piedra tiene por
la izquierda se hace más profundo).
Grosor: 15.
Campo epigráfico: A lto: 69. Ancho: 35.
Letras: Todas ellas tienen una altura de 9 cm.
Espacios interlineales: Líneas 1-2:1. Líneas 2-3: 1,5. Líneas 3-4:
1,5. Líneas 4-5: 2. Líneas 5-6: 5.
1 El presente trabajo no pretende ser un estudio exahustivo de este epígrafe,
sino que simplemente quiere darlo a conocer.
696
M A RG AR ITA FERNANDEZ MIER
Texto:
B O D O C
ENA-A R
AVI-F-)
A G VB R I
A N-X-II
H-S- E
Desarrollo: Bodoc/ena Ar/avi f(ilia) C(astellum) / Agubri(gen-
si) / an(orum) XII / h(ic) s(ita) e(st).
Traducción: Bodocena, hija de Aravo, del castellum Agubrigense, de doce años; aquí está enterrada.
El campo epigráfico no ocupa toda la superficie de la piedra y
no aparece ninguna línea, ni para enmarcar el campo ni para el gra­
bado de las letras. Existen puntos de separación en la segunda y
tercera líneas, separando el gentilicio, la filiación y el castellum,
así como en la quinta, entre el a n n o r u m y la numeración, y en la
sexta, entre las tres palabras de la fórmula de enterramiento.
Se trata de un nombre indígena femenino, Bodocena, que has­
ta el mom ento no había aparecido en los antropónimos de la epi­
ESTELA ROM AN A DE V ILLA VERDE
697
grafía asturiana. La forma de mostrar su filiación responde al es­
tilo romano, estamos por tanto ante un indígena que expone su
nombre seguido de su filiación.
Lo mas destacable del epígrafe es la aparición del símbolo..' ,
ya que son muy escasas las inscripciones de Asturies que lo tie­
nen. E xiste una en Villanueva (Cangues d’Onís), otra en La Corredoira (A Veiga) y una tercera muy cerca de la aquí localizada,
la de Ablaneda (Salas).
Este signo es m uy corriente en la epigrafía de la antigua Gallaecia y la interpretación del m ismo ha sido un tema m uy deba­
tido en la reciente historiografía epigráfica, existiendo tres co­
rrientes distintas de interpretación:
— A partir de la obra de Schulten2 se consideró que la interpre­
tación que debía darse a tal signo era la de centuria, basándose
en el carácter m ilitar de este signo. En esta m ism a línea están
las aportaciones dadas por Tovar3 y por los franceses Le Roux
y Tranoy4, considerando que Roma reorganiza las comunida­
des de Gallaecia, estructurándola en centurias de base decimal.
— Los estudios llevados a cabo por M. Lourdes A lbertos5 dan un
giro a la interpretación, considerando que éste ha de ser visto
como el sím bolo del castellum, y actualmente es G. Pereira
quien defiende estos postulados6. Dichos autores consideran
que se ha de interpretar como una referencia al núcleo de ha­
bitación indígena, representado arqueológicamente por los castros. Entre otras aportaciones, Pereira considera que la des­
aparición de este sím bolo por la mención de una referencia a
la comunidad gentilicia se produciría en el paso de los siglos
I al II, momento en que se lleva a cabo la municipalización en
2 A. S c h u l t e n , Los cántabros y astures y su guerra con Roma, Madrid, red. 1962.
A. TOVAR, «Sobre la fijación de las invasiones indoeuropeas en nuestra Penín­
sula», Zephirus, I, 1950. Estudios sobre las primitivas lenguas hispánicas, Bue­
nos Aires, 1949.
4
P. L e R o u x - A . T r a n o y , « J)le mot et le chose. Contribution ou debat historiographique», Archivo Español de Arqueología, 5 6 , 1 9 8 3 . A . T r a n o y , La Galice Romaine, París, 1 9 8 1 .
5
M. L . L o u r d e s A l b e r t o s F i r m a t , «Organizaciones suprafamiliares en la Hispania Antigua», BSAA de Valladolid, X L - X L I , 1 9 7 5 . «Sobre los castella del
noroeste peninsular», Actas del I Congreso Peninsular de Historia Antigua,
Santiago de Compostela, 1 9 8 8 , págs. 1 9 1 -1 9 5 .
6 G. PereiraMenuat, «Cáelo Cadraiclonis F . Cilenus Berisamo et al. Centuria
or Castellum. A discusión», Hispania Antigua, VIII, 1978. G. Pereira-J. San
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ciones con mención del órigo personal», Actas del II Seminario de Arqueolo­
gía del Noroeste Peninsular, III, Guimaraes, 1980.
3
698
M A RG AR ITA FERNANDEZ MIER
Gallaecia. Sería por tanto el símbolo de la territorialidad co­
mo elemento de unión entre la población, que primaría en la
zona galaica, mientras que en la astur están más presentes los
principios del parentesco.
— Por otro lado está la interpretación dada por A . R. Colmene­
ro7, que considera que la^) «denota la pertenencia a una frac­
ción gentilicia que puede ocupar un núcleo habitado entero, com­
partir su asentamiento territorial con otras unidades gentilicias
similares o poseer varios lugares de habitación»8 y por tanto
debe traducirse por gens-genus-gentilitas. Adem ás el autor ha­
ce hincapié en que el área de las centurias o castella no es pura,
ya que existen gentilitates, y lo mismo ocurre con el territorio
astur, caracterizado por la gentilitates, donde, como vemos, tam­
bién aparece este símbolo.
Por lo que respecta a las ;> de Asturies, la aparecida en La Corredoria (A Veiga) el profesor Diego Santos9 considera que ha de
ser interpretada por centuria o civitate Cariaca 10, ya que la forma
adjetiva que presenta no permite interpretarla como castellum.
No ocurre lo mismo con la de Ablaneda (Salas)11, que en su for­
ma hablativa puede ser interpretada como castellum.
En el caso del ) Agubri(gensi) que aquí aparece puede corres­
ponderse con un castellum, no sólo por la forma que presenta, si­
no tam bién por la presencia de ese -briga que por sí m ism o hace
referencia a un lugar fortificado, y que nos da a conocer el nom ­
bre del castellum al que pertenece la difunta: Agubriga.
Según todo lo expuesto, la existencia de esta referencia al cas­
tellum en Asturies nos pone en antecedentes de la presencia del
principio de territorialidad a la hora de llevar a cabo la organiza­
ción social, principio que parece ser el que prim aba entre los ga­
laicos, mientras que entre los astures es el del parentesco, como
lo demuestran las referencias a las gentilitates en la epigrafía as­
tur. Pero lo que se desprende de estos datos es que posiblemente
7 A. R o d r í g u e z C o l m e n e r o , Augusto e Hispania. Conquista y organización del
norte peninsular, Deusto-Bilbao, 1979. «Nuevos termini territoriales entre uni­
dades gentilicias galaico-romanas», Actas del l?r Congreso Peninsular de His­
toria Antigua, Santiago de Compostela, 1988.
8 A. R o d r í g u e z C o l m e n e r o , «Nuevos termini...», p á g . 278.
9 F. D i e g o S a n t o s , Epigrafía romana de Asturias, Uviéu, 1985, p á g . 72.
10 Nicer / Clutosi / C(enturia) Cari/aca / Princi/pis Albionu/m an(norum) /
L X X V . / Hic s(itus) est.
11 Flaus / Auledi f(ilius) / Cabarc/us C(astello) Beri/so an(norum) / XV. / H(ic)
s(itus) e(st). F. D i e g o S a n t o s , Epigrafía..., p á g s . 78-79.
ESTELA ROM ANA DE V ILLA VERDE
699
tam bién estuviese presente entre los astures el principio de la te­
rritorialidad, especialmente en los de la zona más occidental.
En cuanto al contexto geográfico en que apareció dicha inscrip­
ción, hay que analizarlo conjuntamente con el entorno donde se
localizó la de Ablaneda (Salas), ya que nos encontramos ante una
zona minera de oro, situada en ambas márgenes del Narcea, en
los concejos de Balm onte y Salas.
Existen toda una serie de topónimos que hacen referencia a la
presencia de asentamientos romanos: Antuñana y A uviñana en
Balm onte y Acellana en Salas, nombres que se forman a partir
del nombre del poseedor más el sufijo -ana12. También tiene ori­
gen romano el término Villaverde, formado a partir del prefijo
villa- más el nombre del poseedor, en este caso V ertus13. Todos
estos topónimos son indicativos de núcleos de asentamiento de
época romana, y junto a ellos encontramos abundantes restos de
actividad minera, catalogados por Sánchez Palencia14, un total de
diecinueve explotaciones, que son las que se citan a continuación,
y junto a las que se encuentran canales de conducción de agua que
abastecían dichos yacim ientos15:
Balmonte: Picu Corona (Las Estacas), La Rozada, Bixega-El V a­
lle, Pena Aguda (Boinás), Picu’l Gallu, El Bronce, La Pena la Cruz,
A lbariza, Puntigu, Villaverde, Antuñana, La Cárcuba d’Antuñana, Miera, La Grueba del Couríu y Castañéu Miranda.
Salas: Pozo Cellerico, Cueva Gentiles, Ablaneda y Godán.
Nos encontramos por tanto en una zona ampliamente explota­
da en época romana y localizada muy cerca de dos de las vías de
comunicación más importantes de entonces: la que desde Lleitarigos llegaba hasta Tinéu16 y el camín real, que penetraba por el
puerto de La Mesa y atravesaba toda Asturies hasta llegar a Prav ia 17, pasando por el concejo de Balmonte y que posiblemente se­
12
13
14
15
16
17
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700
M A RG AR ITA FERN ANDEZ MIER
ría el camino que se utilizaba para sacar el material hasta tierras
leonesas o hacia la costa.
Como conclusión podemos decir que el epígrafe corresponde a un
indígena en vías de romanización, muy posiblemente relacionado
con las minas de oro de esa zona, y cuya datación podría estable­
cerse a caballo entre los siglos I y II, ya que como señala G. Perei­
ra en su estudios sobre los castellum de Gallaecia, este símbolo deja
de aparecer en la epigrafía en un momento determinado, que aun­
que no es fácil de determinar, parece ser hacia finales del siglo I.
Junto a esto, podemos aducir la sencillez del epígrafe, ya que en
épocas más tardías se complica su forma, y de igual modo no hay
que olvidar que, en el caso hipotético, pero probable de que esta
persona estuviese relacionada con la minería de esa zona, dichas
explotaciones en todo el noroeste tuvieron su momento de m ayor
apogeo durante todo el siglo II18, de ahí que sea en este siglo don­
de probablemente debamos situar este epígrafe.
18 Queremos agradecer al profesor F. Diego Santos las correcciones y las aporta­
ciones hechas al presente trabajo, así como al propietario del epígrafe, Ceferino Marrón, las facilidades que nos dio para hacer el estudio.
MISCELANEA
GASTRONOMIA EN «LA REGENTA»
S a r a S u á r e z S o l ís
«Clarín» empieza «La Regenta» con una frase que se ha hecho
fam osa: L a heroica ciudad dormía la siesta. Y no es casual —nada
es casual en una novela bien organizada— este comienzo que re­
coge la inercia y la modorra tras el almuerzo meridiano de toda
una población sobre la que, muchos años después, otra novelista
asturiana, Dolores Medio, escribirá otra novela, «Nosotros, los Rivero», que comienza con Oviedo es una ciudad dormida.
En el segundo párrafo de «La Regenta» sigue «Clarín»: Vetus­
ta, la m u y noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la di­
gestión del cocido y de la olla podrida... Esta es la primera refe­
rencia gastronómica que hallamos a lo largo de la narración; pe­
ro, en adelante, aparecerán muchas. «Clarín» no nos ofrece recetas,
ni parece conocer el arte culinario, ni pondera el valor nutritivo
de los alimentos. Pero las comidas, las bebidas, los guisos, la co­
cina, en general, serán factores de gran importancia para carac­
terizar personajes, clases sociales, pasiones y situaciones, porque
nos hallam os ante una novela realista y naturalista, en la que no
se eluden — al contrario, se resaltan— los expresivos valores m a­
teriales de la fisiología humana. Lo que a sus personajes les gus­
ta — o les' disgusta— comer y beber, los confites que les hacen la
boca agua, los alimentos que les repugnan, aquellos con que, sim ­
plem ente, se conforman, o los que su aparato digestivo rechaza
se constituyen en portadores simbólicos de sus anhelos, sus sue­
ños, sus renuncias, sus ascos, sus frustraciones.
Bastará releer el primer capítulo para hallar la prueba: don
Ferm ín, el m agistral, que había llegado a los treinta y cinco años
ávido de poder y codicioso de honores, observa a Vetusta, con el
702
S A R A SU A R EZ SOLIS
catalejo, desde la torre de la Catedral y la ve como u n a presa que
le disputaban, pero que acabaría de devorar él solo. Nos entera­
m os de que lo que sentía en presencia de la heroica ciudad era g u ­
la; hacía su anatomía, no c o m o el fisiólogo que sólo quiere estu­
diar, sino c o m o el gastrónomo que busca los bocados apetitosos;
no aplicaba el escalpelo, sino el trinchante. La brutal gula del m a­
gistral, ya presente en este inicio, es sintomática de su ansia de
poder y dominio.
En la m ism a página, cuando don Fermín sentía, a veces, m ie­
do de no llegar a conseguir todo lo que ambicionaba, de quedarse
para siempre de simple magistral en Vetusta — él, que aspiraba
a cardenal, que se contemplaba oficiando de pontifical en Tole­
do, que incluso podría llegar a Papa, ¿por qué no?— entonces, se
entregaba con furor al goce de lo presente, del poderío que tenía
en la m a n o ; devoraba su presa, la Vetusta levítica, c o m o el león
enjaulado los pedazos ruines de carne que el d o m a d o r le arroja.
Los ideales de su juventud han ido desapareciendo y cada día
se siente más acuciado por el h a m b r e que no espera, la sed en el
desierto que abrasa y se satisface en el charco i m p u r o sin aguar­
dar a descubrir la fuente que está lejos.
Soberbias imágenes y metáforas, llenas de fuerza y plastici­
dad, con las que «Clarín» nos presenta la gran figura del m agis­
tral como una fiera hambrienta de poder.
Pero, si lo seguimos hasta el capítulo 21, veremos que esta fie­
ra sabía tam bién disfrutar goces sensuales c o m o u n gastrónomo
los bocados y sabía compartir esos bocados en simbólicos jugueteos amorosos con su joven sirvienta: m o j a b a u n bizcocho en cho­
colate; Teresa acercaba el rostro al amo, separando el cuerpo de
la mesa; abría la boca de labios finos y m u y rojos, con gesto c ó mi­
co sacaba m á s de lo preciso la lengua, h ú m e d a y colorada; en ella
depositaba el bizcocho don Fermín, con dientes de perlas lo par­
tía la criada, y el «señorito» se comía la otra mitad.
A m bición de poder y ansia de goces carnales caracterizarán al
m agistral a lo largo de toda la novela, y ambas tendencias están
reflejadas en estas actitudes de devorar su presa y de juguetear
con el bizcocho.
Form ando humorística antítesis con la recia figura de don Ferm ín, en el m ism o capítulo primero, nos encontramos con don Sa­
turnino Bermúdez, que se atraganta con una cucharada de sopa
cuando lee la tonta cartita perfumada de una amiga. Don Satur­
no era el h o m b r e m á s fino y cortés de España, parecía clérigo sin
serlo (mientras que el magistral parecía un cazador esbelto y for­
nido), se creía nacido para el amor, se sentía feliz con las victo­
GA STRO N O M IA EN «L A REGENTA»
703
rias de su virtud y se quejaba siempre del picaro estómago, de di­
gestiones difíciles y sobre todo de perpetuos restreñimientos, es­
pecialmente tras alguna inocente correría nocturna que terminaba
en su cama solitaria imaginando, entre sueños, sabrosos diálogos
con la Regenta: A la m a ñ a n a siguiente don Saturno despertaba m a l ­
humorado, con dolor de estómago, llena el al ma de un pesimismo
desesperado y de flato el cuerpo. Siempre — ¡pobre don Saturni­
no!— nos lo encontramos padeciendo, en su alimentación, los m is­
mos ayunos que sufría en su vida sexual. Ante sus fracasos am o­
rosos, solicitará de la marquesa de Vegallana la receta de aquella
purga tan eficaz que ella conoce. Y cuando, en una cena de platos
fuertes, buen champaña; en fin, c o m o decía el Marqués, primero
m a r y pimienta, después fantasía y alcohol (capítulo 24), la m ar­
quesa le pone unos ojos que, en otro tiempo, mareaban a los hom ­
bres, el pobre Bermúdez suspiró..., y en seguida se le subió el c h a m ­
p a ñ a a las narices, tosió, se puso casi negro, me di o asfixiado y la
M a r q u e s a tuvo que darle palmadas en la espalda. Sí, en oposición
al magistral, no estaba Bermúdez para atragantones culinarios ni
amorosos.
De la relación de A na Ozores con los alimentos, sólo empeza­
mos a enterarnos en el capítulo tercero, cuando examina su con­
ciencia para acudir a confesarse con el magistral. A l evocar su in­
fancia, le acude a la memoria una merienda de u n poco de p a n con
ma nt ec a m o j a d o en lágrimas. Casi siempre comía el p a n de la m e ­
rienda salado por las lágrimas. Significativam ente, las lágrim as
serán compañeras de casi toda su desdichada, aburrida y repri­
m ida existencia. También recuerda que, tras una inocente aven­
tura infantil, sus tías la castigan sin comer todo el día: valor pe­
nitencial del ayuno. Rememorar, durante este examen retrospec­
tivo, la vacuidad de su vida absurda le provoca uno de sus ataques
nerviosos, contra los que ya se conocía el remedio: tila y azahar,
compañeras también de toda su vida. Entona su delicado organis­
mo con suaves tisanas, mientras que el m agistral bebe a veces de­
m asiado y A lvaro Mesía disim ula sus borracheras.
Otro recuerdo significativo nos avisa del drama de A na Ozo­
res: cuando sus tías se hacen cargo de ella, enferma tras la muer­
te de su padre, deciden utilizar, si era posible, la hermosura de
Ana, que si se alimentaba bien sería guapa ...... Sí, era preciso darle
bien de comer, engordarla. Después se le buscaba u n novio .......
De sd e el día en que el médico dijo que el c o m e r bien era ya opor­
tuno, ella, con lágrimas en los ojos, comió cuanto pudo. A no ha­
ber oído aquella conversación de las tías, la pobre huérfana no
se hubiera atrevido a come r mucho, aunque tuviera apetito, por
704
SA R A SU A R EZ SOLIS
no aumentar el peso de aquella carga: ella. Pero ya sabía a qué
atenerse. Querían engordarla como una vaca que ha de ir al mer­
cado. Era preciso devorar, aunque costase un poco de llanto al
principio el pasar los bocados. La naturaleza vino pronto en ayu­
da de aquel esfuerzo terrible de la voluntad. Ana quería fuerzas,
salud, colores, carne, hermosura, quería poder librar pronto a sus
tías de su presencia. El cuidarse mucho, el alimentarse bien, le
pareció entonces el deber supremo.
Ana devora por obligación mientras el magistral desea devo­
rar a Vetusta y, más adelante, devorar a Ana, que engordará y
embellecerá a ojos vistas gracias al esmero en alimentarla de su
tía Agueda, excelente guisandera, que sabía de memoria el libro
de «El Cocinero Europeo» y dirigía la confección de las grandes
comidas o meriendas de la aristocracia, aunque en su casa había
muy poco dinero y allí se contentaba con las recetas que heredara
de sus mayores. Maravillas y primores de la cocina casera comió
Anita en cuanto el estómago pudo tolerarlas. Mientras doña Ague­
da cocinaba, doña Anuncia, la otra tía, recorría las casas de la no­
bleza para pregonar aquel exceso de caridad con que ella y su her­
mana daban ejemplo al mundo.
—Si ustedes la vieran — decía—, está desconocida; se la ve en­
gordar. Parece un globo que se va hinchando poco a poco...
La nobleza, a su vez, iba a ver engordar a la niña, cuya cotiza­
ción futura dependería de su belleza y lozanía, entonces muy em­
parentadas con lo que se definía como «tener buenas carnes». Por
eso, para doña Agueda la belleza de Ana era uno de los mejores
embutidos; estaba orgullosa de aquella cara, como pudiera estar­
lo de una morcilla. Con semejantes valoraciones, Ana se sentía
avergonzada, humillada, sacada a pública subasta. Luego sus tías
la presionarán para casarla echándole en cara sus gastos en ali­
mentación: no tenían qué poner a la mesa; todo lo había comido
la niña.
En el capítulo 9, Ana regresa, con su criada, de un paseo. Ve­
nía pensando en sí misma, en su vida consagrada al sacrificio, a
una prohibición absoluta del placer, y se tuvo esa lástima profun­
da del egoísmo excitado ante las propias desdichas. Unos momen­
tos después, ante el escaparate de una confitería, un grupo de «pi­
llos», de ocho a doce años, discutía la calidad y el nombre de aque­
llas golosinas que no eran para ellos, y cuyas excelencias sólo
podían apreciar por conjeturas.......—Eso se llama «pitisa» —dijo
uno en tono dogmático. —¡A y qué farol! Si eso es un «pionono»; si
sabré yo... Aquellos granujas, discutiendo el nombre de lo que no
GA STRO N O M IA EN «LA REGENTA»
705
habían de comer, se le antojaban compañeros de desgracia, hermanitos suyos, sin saber por qué. ¿No lo sabe, realmente? Sí, lo
sabe: dos páginas más allá reflexiona: Sólo ella no tenía amor; ella
y los niños pobres que lamían los cristales de las confiterías eran
los desheredados. En más ocasiones veremos este parangón entre
la falta de amor y la falta de alimento, y, por el contrario, entre
la plenitud de sensualidad y el rebosar de la gula.
Así lo hallamos en el capítulo 24, en la cena del lunes de Car­
naval, cuando Ana va encontrando cada vez más atractivos en Al­
varo: El ruido, las luces, la algazara, la comida excitante, el vino,
el café..., el ambiente, todo contribuía a embotar la voluntad, a
despertar la pereza y los instintos de voluptuosidad...... en el «bou­
quet» del vino, en el sabor del queso Gruyère, en las chispas del
champaña....... en todo encontraba Anita aquella noche belleza,
misterioso atractivo, un valor íntimo, una expresión amorosa...
Para comer con gusto Ana sólo necesita estar, al menos, con­
tenta y despreocupada, como la vemos en el Vivero, la finca de
los marqueses, donde, en compañía de su marido, se recupera de
su grave crisis nerviosa: Los dos tenían buen apetito. Ana habla­
ba a veces con la boca llena, inclinándose hacia Quintanar, que
sonreía, mascaba con fuerza, y mientras blandía un cuchillo apro­
baba con la cabeza. Allí mismo, en el Vivero, un mes más tarde,
por las mañanas Ana recorría la huerta, sacudía las ramas carga­
das de cerezas y sentía singular voluptuosidad sana y risueña al
pasar la finísima mano blanca por las cerezas apiñadas....... vio
Ana que Petra y Pepe llenaban de la más colorada fruta un ca­
nastillo de paja blanca y de colores. Ana se acercó a ayudarlos.
De pronto, dijo: —¿Para quién es esto? —Para don Alvaro —contes­
tó Petra .......Ana sintió que su mano temblaba sobre las cerezas
y aquel contacto le pareció de repente más dulce y voluptuoso. Y
cuando nadie la veía, a hurtadillas, sin pensar lo que hacía, sin
poder contenerse, como una colegiala enamorada, besó con fuego
la paja blanca del canastillo. Besó las cerezas también... y hasta
mordió una que dejó allí, señalada apenas por la huella de dos
dientes. Erotismo y gula una vez más están unidos: Ana muerde
la cereza como la criada del magistral mordía el bizcocho.
Don Víctor Quintanar, el regente, aparece, en el capítulo pri­
mero, como un caballero que se la comía con los ojos. Después de
su matrimonio se revela como un espíritu blando, que se creía
hombre enérgico cuando no era más que una pasta moldeable. Su
adaptabilidad se nos muestra en la mesa: Amante, como buen ara­
gonés, de los platos fuertes, del vino espeso, de la clásica abun­
706
S A R A SU A R EZ SOLIS
dancia, había ido cediendo poco a poco, sin conocerlo, y comía ya
m u c h o menos, y pasaba por los manjares m á s fantásticos que su­
culentos que agradaban a su mujer. Fijém onos en estos «m anja­
res fantásticos», cuya receta ignoramos, acordes con la desatada
fantasía y sensible imaginación de Ana, que vienen a sustituir a
los alim entos rudos y simples del simple don Víctor.
Pero a don Víctor le gustaba echar una cana al aire en vento­
rrillos de las afueras, acompañado de Ana, Frígilis y A lvaro Mesía, que acabará siendo amante de su mujer. A llí comían lo que
sacaba el ventero: chorizos tostados, chorreando sangre, unas m i ­
gas, huevos fritos, cualquier cosa; el p a n era duro, ¡mejor!, el vi­
no malo, sabía a la pez, ¡mejor! Esto le gustaba a Quintanar: y en
tal gusto coincidía con su esposa, amiga también de estas merien­
das aventuradas, en las que encontraba u n condimento picante que
despertaba el h a m b r e y la alegría infantil.......Se filosofaba m i e n ­
tras se comía, tal vez con los dedos, salchichón o chorizos m a l tos­
tados, queso duro o tortillas de jamón, lo que fuese (capítulo 19).
A q u í A na se olvida de sus «manjares fantásticos», pero es porque
está al aire libre, en contacto con la naturaleza y el pueblo y ... al
lado de A lvaro Mesía, junto al cual los alimentos fuertes y pican­
tes le resultan apetitosos y le hacen olvidar sus tilas y azahares.
El infeliz don Víctor se acostumbra a compartir manteles con
su amigo don A lvaro, que le cae tan simpático y tan buen confi­
dente: «El día de N a v i d a d venga usted a c o m e r el p a v o con noso­
tros. M e lo han m a n d a d o de L e ó n lleno de nueces. Será cosa ex­
quisita. Ad em ás , tengo vino de m i tierra, u n Valdiñón que se m a s ­
ca...», así invita a su ignorado rival al principio del capítulo 29.
Y comen juntos los tres, y comparten los dos hombres la posesión
de A na como comparten el sabroso pavo.
H ay algo más que resulta común entre don Víctor y su esposa:
el alim ento aviva sus alegrías y su sensualidad erótica, pero tam ­
bién, en mom entos de dolor, la comida exacerba su sensibilidad
para el sufrim iento: en el capítulo 29, cuando el pobre Quintanar
ya conoce el adulterio de Ana, después de c o m e r los fiambres y
de beber regulares tragos, don Víctor sintió su pe na con intensi­
dad cuatro veces mayor; también Ana, tras el golpe de su viude­
dad y la enfermedad subsiguiente, empieza a recuperarse y, en­
tonces, con el alimento y la nuev a fuerza reapareció el fantasma
del crimen. ¡Oh, qué evidente era el mal! Ella estaba condenada
(capítulo 30).
Interesante es, en lo simbólico, el personaje de la coqueta y sen­
sual Obdulia, que se reúne con V isita, otra dama vetustense afi­
GA STRO N O M IA EN «L A REGENTA»
707
cionada a la cocina, para hacer empanadas. Para hacerlas gratis,
claro, que Visita era una urraca que hacía estragos en los comes­
tibles de las cocinas y despensas ajenas. Se asoma a una ventana
de la cocina de los marqueses con un pollo pelado, que palpitaba
con las ansias de la muerte; del pico caían gotas de sangre....... di­
rigiéndose a los atónitos caballeros, hizo ademán de retorcer el
pescuezo a su víctima y gritó triunfante: —¡Yo misma! ¡He sido
yo misma! ¡Así, a todos los hombres! (capítulo 7).
¿Y su compañera Visita? Tenía fama de golosa y de gorrona
y, cuando no tenía guante, notaba el tacto el pringue de alguna
golosina que Visita acababa de comer. Aprovechaba el uso de la
cocina de los Vegallana para robar, al descuido, terrones de azú­
car, papeles de azafrán o un paquete de té superior. Con frecuen­
cia, llegaba a casa de una vecina riendo a carcajadas. —¿Sabes lo
que me pasa? Nada, que no parece; hemos perdido la llave del ar­
mario o de la alacena... y aquí me tienes muerta de hambre. A ver,
a ver, dame algo, socarrona; o meriendo o me caigo de hambre...
En el capítulo octavo asistimos a toda una estrategia para guisar
gratis en la cocina de los marqueses y tener, así, principio para
algunas semanas y postres para meses, ya que, por economía, y
porque le daba asco el pastelero y el confitero, fabricaba por su
cuenta, y bajo su dirección, los hojaldres, los almíbares y todo lo
que podía hacerse en su cocina, pero mucho mejor si se hacía en
la cocina de los marqueses, donde contaba con refinamiento en el
arte culinario, los mejores salmones, arceas y perdices, toda cla­
se de condimentos y la ayuda del cocinero.
Esta merienda improvisada da pie a «Clarín» para elaborar una
larga descripción de la despensa del marqués de Vegallana: allí
estaban las perdices, sobre la mesa de pino, ofreciendo el contraste
de sus plumas pardas con el rojo y plata del salmón despedazado.
A llí cerca, en la despensa, gallinas, pichones, anguilas monstruo­
sas, jamones monumentales, morcillas blancas y morenas, chori­
zos purpurinos, en aparente desorden yacían amontonados o pen­
dían de retorcidos ganchos de hierro, según su género. Aquella des­
pensa devoraba lo más exquisito de la fauna y la flora comestible
de la provincia. Los colores vivos de la fruta mejor sazonada y
de mayor tamaño animaban el cuadro, algo melancólico si hubie­
sen estado solos aquellos tonos apagados de la naturaleza muer­
ta, ya embutida, ya salada. Peras amarillentas, otras de asar, ca­
si rojas, manzanas de oro y grana, montones de nueces, avellanas
y castañas, daban alegría, variedad y armoniosa distribución de
luz y sombra al conjunto suculento sin más que verlo, mientras
708
SA R A SU A R EZ SOLIS
al olfato llegaban mezclados los olores punzantes de la química
culinaria y los ar o m a s suaves y discretos de naranjas, limones,
m a n z a n a s y heno, que era el blando lecho de la fruta.
Como dueño y señor de este colorista y aromático bodegón, nos
presenta «Clarín» al altivo cocinero, Pedro, que se deja fácilm en­
te seducir por Obdulia —para la cual van unidas la gastronom ía
y el erotismo— con miradas ardientes, c o m o al descuido, al oír una
luminosa teoría acerca de la grasa de cerdo; u n apretón de manos,
al parecer casual, al remover u n a m i s m a masa, al meter los de­
dos en el m i s m o recipiente, verbigracia, u n perol. El cocinero es­
tuvo a punto de caer de espaldas, de puro goce, cuando, por moti­
vo del punto que le convenía al duíte de melocotón, Obdulia se
acercó al dignísimo Pedro y sonriendo le metió en la boca la mi s­
m a cucharilla que ella acababa de tocar con sus labios de rubí.
También para el cocinero van juntas gastronomía y erotismo, tras
u n a vida entera consagrada a salpimentar la comida de tantos ca­
balleros y damas, que gracias a él habían encontrado m á s fácil
y provocativo el cami no de los dulces y sustanciales amores. Sí,
los amores van unidos a los alimentos y su sabor es semejante.
Por allí andaban A lvaro Mesía y Paco, el marquesito, metidos
en una conversación de metafísica erótica que no les permitía par­
ticipar de aquel entusiasmo gastronómico porque el ideal no co­
me; pero, poco después, acaban los señoritos tam bién por probar
sus habilidades metiendo la m a n o en pastas y almíbares y en cuan­
to se preparaba, lo cual origina tropezones, roces y contactos con
las damas cocineras. A lvaro intenta propasarse con V isita, que le
suelta una bofetada mientras se mete un terrón de azúcar en la
boca: era su sistema. Se prohibía a sí misma, por desconfianza,
las dulzuras de los engaños de amor, y los c o m p e n s a b a con golo­
sinas. Otra vez la íntim a relación entre alimentos y erotismo:
mientras en Obdulia el alimento es un excitante para el amor, en
V isita es sólo un sucedáneo.
Significativam ente, el capítulo se cierra con el paso de la Re­
genta por la calle. Todos la contemplan desde el balcón: — ¡ C ó m e ­
tela!... — gritó Visita al oído de Alvaro. Y , efectivamente, A lvaro
acabará «comiéndose» a la Regenta, a quien el magistral tanto de­
seaba «devorar»: la mujer como bocado apetitoso para ambos.
Más allá, en el capítulo 28, las dos amigas, Obdulia y V isita,
están borrachas tras una cena en el Vivero: ambas alborotan y se
excitan jugando al escondite con los caballeros. Otra vez la unión
de bebida y erotismo.
La m iseria de los pobres, con frecuencia pobres de quiero y no
puedo, también se manifiesta en la cocina. Dos personajes secun­
GA STRO N O M IA EN «LA REGENTA»
709
darios (si hay algo realmente secundario en una novela tan bien
trabada), don Santos Barinaga y don Pompeyo Guimarán, comen
miserablemente. Don Pompeyo, que llega a casa exigiendo la so­
pa, comía, recogía los m e nd ru go s de p a n que q u e d ab an sobre la
mesa, u n poco de azúcar y otros desperdicios, se los metía en u n
bolsillo y echaba a correr (capítulo 22). Iba, con un frasco de anís,
a cuidar a su amigo don Santos: le espumaba el puchero misera­
ble y le hacía beber aquel líquido pálido y hu m e a n t e en el que flo­
taban partículas de carbón.
En la Nochebuena, en el capítulo 23, los señoritos crápulas de
Vetusta emborrachan a Guimarán y lo llevan a la misa de gallo
en la Catedral. Don A lvaro estaba medio do rm id o en pie. Estaba
borracho, pero en la embriaguez no era nunca escandaloso. Nadie
sospechaba su estado. Sabía disimular. En cambio, el pobre G ui­
marán, ateo y librepensador, incapaz de hipocresía, medita así:
¡Sí, le remordía la conciencia, en me di o de su embriaguez, pero
el hecho era que estaba allí! Ha b í a n e m p e za do por emborracharle
con u n licor dulce que ahora le estaba dando náuseas, u n licor que
le había convertido el estómago en algo así c o m o una p e r f u m e ­
ría... ¡Puf!, ¡qué asco!; después le habían hecho come r m á s de la
cuenta y beber, últimamente, de todo. En el capítulo 26 romperá
sus relaciones con aquellos «espíritus frívolos» y no volverá a po­
ner los pies en el Casino tras enterarse de que se corría por V etus­
ta que él, el h o m b r e que m á s respetaba todos los cultos sin creer
en ninguno, había profanado la Catedral oyendo borracho la m i ­
sa de gallo. Se llegó a decir que había llevado al templo, debajo
de la capa, una botella de anís del mono...
He dejado sin consignar algunas referencias más a alimentos
y bebidas. Sólo he intentado valorar el significado sim bólico de
la gastronomía en esta novela tan profundamente elaborada, don­
de ningún factor es casual. Y observemos, como remate, que, si
el relato comenzaba con una ciudad que dormía la siesta mientras
hacía la digestión del cocido y la olla podrida, concluye con otra
sensación donde se reúne lo libidinoso y lo repulsivo, la degrada­
ción y la náusea: el acólito Celedonio ve a la Regenta desmayada
en el suelo de la Catedral, inclina sobre ella su rostro asqueroso,
la besa en los labios, y la novela termina así:
A n a volvió a la vida rasgando las nieblas de u n delirio que le
causaba náuseas.
H a b í a creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de
u n sapo.
BIBLIOGRAFIA
JUSTO GARCIA SANCHEZ: Las vestales romanas.
Servicio de Publicaciones de la Universidad
de Oviedo.
El alto destino de la Roma eterna, la que sentó los fundam en­
tos del Derecho y abrazó todos los caminos con esa red im presio­
nante de calzadas, era congregar al mundo bajo sus águilas victorianas, y en un mom ento de paz octaviana, sustituirlas por el sig­
no luminoso de la cruz con la soberana leyenda prometedora: «Con
esta señal vencerás». Entonces afloran con nuevo barniz valores
humanos que dentro del paganismo apenas emitían fulgores os­
curos y velados, señal al fin de que el mundo había salido de las
manos santificadoras de un mismo Dios solo y único. Tal el valor
glorioso de la virginidad.
Es curioso que el pueblo judío, el pueblo escogido de Dios, no
había hecho fulgir entre las estrellas de su horizonte tan esplen­
dente valor. La joven hija del juez israelita Jefté cuando se siente
condenada a ser virgen empieza a vagar errabunda por soledades
montaraces para «llorar su virginidad». La esterilidad m isma es
para muchas de las heroínas bíblicas señal de oprobio y castigo;
tal vez por verse obligadas a renunciar a la bendición de la prole,
o perder la prerrogativa deseada de ser madre del Mesías espera­
do. En ese cerrado ambiente es extraordinariamente admirable — ¡y
adorable!— el finísimo y certero instinto de «la llena de gracia»,
que estima en tanto la virginidad que hasta la blande hermosamen­
te ante el célico saludo del ángel de la Asunción: «porque yo no co­
nozco varón». Y era ella precisamente la elegida entre todas para
engendrar purísimamente al Mesías de las esperanzas, uniendo pro­
digiosamente, y por singular favor en toda la historia, el quilate
esplendoroso de la virginidad con las delicias y ternezas de la m a­
ternidad.
— 712 —
En el pueblo romano, aun en aquella época de las orgías públi­
cas de la gente Julia, de que habla Marañón en su exim io libro
«Tiberio», se sigue irguiendo con noble orgullo la tea gloriosa de
la virginidad: las vírgenes sacerdotisas Vestales, de nivea pretex­
ta, cabellos al aire y lujosas diademas, a las que daban paso con
respeto los lictores y los cónsules. Parece apuntar ya la aurora ro­
sada de Nazaret, y la teoría de las lámparas velantes de las vírge­
nes cristianas, que salen como bandada de blancas palom as, de
la tierra removida de las catacumbas. Es la historia sorprenden­
te de la nivea legión de las Vestales romanas, una de las primeras
instituciones de la Roma clásica y una de las últimas en extinguir­
se, cuando ya, con el gran San Am brosio de M ilán, asoman hasta
en la cima alta y luminosa del Aventino.
Fenómeno merecedor de profundo estudio, que aborda este ex­
celente libro «Las vestales romanas» del catedrático de Derecho
romano de la Universidad de Oviedo don Justo García Sánchez,
editado por el Servicio de Publicaciones de la m ism a U niversi­
dad. Es la presentación y el estudio de un venerable manuscrito
de la Biblioteca Nacional, el 5.833, compuesto precisamente en ple­
na efervescencia humanística, debido a la plum a del insigne hu­
m anista A lv a r Gómez de Castro a instancias de una noble dama
española, que proyectaba erigir un convento de vírgenes de clau­
sura. U na apretada introducción refleja el clim a cultural en que
surge el impulso humanístico de la cuna del Humanismo español,
la Universidad de Alcalá, creada por el mínimo y dulce fray Fran­
cisco Jiménez de Cisneros. Un capítulo presenta al autor, A lva r
Gómez, nacido a unos pasos de Toledo, alumno de A lcalá, m aes­
tro de artes, catedrático de griego, profesor de teología y clérigo
ortodoxo, capellán de la fugaz Universidad de Toledo. La destinataria de la obra es la noble dama doña María de Mendoza; el
instinto investigador del autor estudia en otro capítulo el proble­
ma de su identificación en la alta estirpe de la casa del infanta­
do, ya perita en generosidades como la fundación del colegio je­
suítico de Alcalá. Para estos estudios de la alcurnia del infantado
aprovecha y cita profusamente la obra premiada de uno de sus
últim os vástagos, «La casa del infantado, cabeza de los M endo­
za», cuya autora es hoy una lámpara encendida, oculta en un re­
tiro monacal de Sevilla, Cristina de Arteaga y Felguera, la plu­
ma juvenil de aquel libro de versos trasparentes y encendidos,
«huella rimada de una tangencia fugaz», que dijo su ilustre prolo­
guista don Antonio Maura, que toma el título de su prim er poe-
\
— 713 —
ma «Sin saber quién recoge, sembrad»; rimas que acunaron las
primeras ilusiones del despertar a la vida de toda una generación,
que es la mía, y aún repite la memoria con fresca nostalgia y ver­
de ilusión.
Doña María de Mendoza, «hermosa y docta», gozó de una sin­
gular y enamorada estima del autor humanista, y éste lo celebró
en abundantes poemas en latín y castellano, como el garcilasiano
soneto, a la vez madrigal delicadísimo: «Gracias muchas te doy,
casta señora / que con tu desdeñar he conocido...». A quí se exal­
tan las virtudes de las vírgenes Vestales, y se levanta acta de la
desaparición de su colegio, el de estas sacerdotisas que velaban
el fuego sagrado, termómetro de las prosperidades del Imperio,
ahogado por los programas de economía de los nuevos em perado­
res cristianos, cuando ya el egregio San Am brosio enarbola otro
ideal infinitam ente superior, la angélica legión de las vírgenes
cristianas.
El manuscrito de A lvar Gómez es aquí asediado con un m inu­
cioso estudio textual y técnico, y se presenta en edición crítica im ­
pecable, con exhaustiva documentación y rigor universitario, que
ya este m ism o investigador había lucido en otros hallazgos por
bibliotecas o archivos nacionales o romanos. Una singular solven­
cia respiran aspectos jurídicos que a veces se le cruzan en el ca­
mino.
Como es el prim er tratado sistemático relativo a este asunto
—con tres copias, la tercera debida al jesuita Burriel— no podía
menos de gozar de repercusiones y continuadores, como el hum a­
nista belga muy posterior, Justo Lipsio, impresa en Am beres en
1603, tam bién fotocopiada en este libro y otros poemas en griego
o latín de A lv a r Gómez.
Libro interesantísimo, profusamente documentado y m atiza­
do, sobre tema tan fascinante como «las vestales romanas». Son
los primeros fulgores de nivea pretexta y lujosas diademas de la
larga teoría angélica de las vírgenes cristianas con alcuza previ­
sora y lámpara ardiente, que, según el himno litúrgico que se re­
za en el «oficio de las vírgenes», hacen cortejo al divino Esposo
«qui pascitur inter lilia», es decir, se alimenta entre azucenas. Son
el brote y botón paganos de los lirios de los incontables vergeles
cristianos.
V ic t o r ia n o R iv a s A n d r é s
(«El Comercio», 21-11-1994, Gijón)
— 714 —
S A B IN E N O A C K -H A L E Y y A C H IM A R B E ITE R : As-
turische Königsbauten des 9. Jahrhunderts.
Die Kirchen S a n Miguel de Liño, Santa Cristi­
na de Lena, S a n Salvador de Valdediós u n d
das Belvedere a m Naranco in A u f n a h m e n u n d
Untersuchungen des Deutschen Archäologis­
chen Instituts Madrid. 2 vols.: I, texto; II, ilus­
traciones, láminas y desplegables. Deutsches
Archäologisches Institut Madrid. Madrider
Beiträge, 22. Editorial Philipp von Zabern,
Mainz, 1994.
Hace más de un cuarto de siglo el Instituto Arqueológico A le ­
mán acometió la gran tarea de estudiar, por medio de rigurosos
levantamientos planimétricos, la «anatomía» y la «piel» del lega­
do arquitectónico correspondiente al período monárquico astur, to­
do ello como paso previo para posibilitar una eficaz penetración
que permitiera desvelar las misteriosas raíces y desconocidas in­
fluencias que aún esconde el llamado Arte Prerrománico Asturiano.
Con esta actuación se iniciaba el gran proyecto pergeñado por
el entonces primer director-cofundador del Instituto A rqueológi­
co A lem án con sede en Madrid, mi recordado amigo doctísimo pro­
fesor H elm ut Schlunk, que desde el año 1928 fue permanente es­
tudioso e investigador de esta arquitectura asturiana y, en vida,
el m ejor conocedor de la misma.
Con un equipo del que formaban parte el prologuista de este
libro que hoy recensionamos, profesor Theodor Hauschild, y el ar­
quitecto Manfred K linkott, los monumentos asturianos — al m e­
nos los que recoge el estudio de esta obra— fueron medidos en el
todo y en sus partes —piedra a piedra— y, con ello, se llegó a la
disección de los edificios manifestándose, como en una radiogra­
fía, las vicisitudes — reformas, restauraciones, etc.— que, a tra­
vés de los siglos, habían herido su bienestar o los habían ayuda­
do a sobrevivir.
He de precisar que muchas de las hojas de estos levantam ien­
tos planim étricos que permanecían inéditas en los archivos del
Instituto Arqueológico Alem án, son coincidentes con la obra si­
m ilar realizada en estos últimos años por el arqueólogo asturia­
no Lorenzo Arias Páramo quien, no obstante, prestó su apoyo a
la publicación de la que hoy damos cuenta, figurando incluso en
ella como coautor de una de las contribuciones, y aportando al­
gunos dibujos y fotografías.
-
715 -
A parte de ese primer objetivo referido al estudio de los m onu­
mentos recogidos en esta obra, el segundo es dar a conocer los re­
sultados de las excavaciones llevadas a cabo por el Instituto A r ­
queológico A lem án en Santa María de Naranco (1962, 63 y 65) y
en San Miguel de Liño (entre 1989 y 1990).
En la obra — dentro del cuantioso material gráfico que ju stifi­
ca la publicación de un bien nutrido tomo segundo— se incluyen
algunos dibujos y fotografías correspondientes a estudios y pu­
blicaciones que sobre los monumentos ramirenses y el tercero de
los A lfonsos —Valdediós— han visto la luz desde mediados del pa­
sado siglo.
Equipados con la información literaria de los pretéritos trabajos
y con una envidiable colección de obra gráfica, Sabine Noack-Haley
y Achim Arbeiter llevaron a cabo magistralmente el estudio dedi­
cado a la arquitectura ramirense y a la alfonsí de Valdediós, ob­
viando el de la decoración pictórica muralista, y con referencias
m uy sucintas sobre la obra escultórica.
En el primer capítulo de su libro informan sobre la posible cro­
nología de los edificios estudiados — San Miguel de Liño, Sta. Cris­
tina de Lena, San Salvador de Valdediós y el Belvedere del N a­
ranco— y, con ello, unas breves consideraciones analíticas sobre
las cuatro fases del prerrománico asturiano.
En este primer capítulo se incluye, también, la pequeña histo­
ria del trabajo de los levantamientos planimétricos de los m onu­
mentos; pequeña historia en la que Manfred Klinkott —codirector
de estos trabajos— recuerda las campañas surgidas de la colabo­
ración entre el Instituto Arqueológico A lem án y el Institut für
Baugeschichte de la Technische Universität Berlin, llevadas a ca­
bo con estudiantes dirigidos por Jürgen Schmidt, Ruth Opificius
y el propio K linkott; pequeña historia en la que no falta la reseña
del método seguido y sus circunstancias, sin om itir algún contra­
tiem po y alguna anécdota. El capítulo se cierra con el rol hecho
por A chim A rbeiter de las etapas de apreciación, remodelación
e investigación desde la Edad Moderna, hechas sobre los cuatro
monumentos estudiados. Con ello se da también la historia de las
actuaciones e intervenciones, del cúmulo de conocimientos y de
las publicaciones desde Am brosio de Morales. A l repaso de ello,
el autor m anifiesta, también, su conformidad o disconformidad
con teorías e hipótesis planteadas por algunos autores, expresan­
do su completo acuerdo con la tesis de M. Berenguer para enten­
der de manera definitiva la historia de los monumentos del N a­
ranco.
-
716 —
El capítulo segundo está dedicado al templo de San Miguel de
Liño; de él hay una descripción detallada, siguiendo las hojas del
levantamiento, debida a Sabine Noack-Haley. Se añaden las fuen­
tes, descripciones, relatos sobre intervenciones y propuestas de
reconstrucción, recopiladas y redactadas por Gracia Suárez Bo­
tas con un extracto de datos históricos y que Noack-Haley resu­
me y trata en alemán. Finalmente, en este capítulo se da cuenta
de las excavaciones realizadas en el interior y alrededores del tem­
plo, con detallado informe sobre los trabajos de 1989 y 1990. Como
equipo redactor de dicho informe, es preciso reseñar los nombres
de Hermam Ulreich, Theodor Hauschild, Sabine Noack-Haley,
Achim Arbeiter y Carlos Basas. Todos, en sus distintas especiali­
dades, llevaron a cabo la tarea.
El tercero de los capítulos versa sobre el palacio ramirense del
Naranco; el Belvedere del Naranco, nombre este último asumido
por los autores y que, en principio, fue acuñado por Lampérez y
aceptado por Helmut Schlunk como muy apropiado.
Este capítulo comienza con una detallada descripción realiza­
da por Achim Arbeiter, asimismo siguiendo las hojas del levan­
tamiento. También se da cuenta de las excavaciones realizadas por
el Instituto Arqueológico Alemán en el interior del edificio y en
sus alrededores, en tres breves campañas (1962, 63 y 65), y de las
que suscribe un detallado informe Theodor Hauschild. Se conclu­
ye el capítulo recogiendo los datos de las excavaciones más recien­
tes proporcionados por Emilio Olávarri, excavaciones que fueron
dirigidas por él mismo en 1985.
A Sta. Cristina de Lena se dedica el cuarto capítulo, comen­
zando con una detallada descripción del edificio debida a Sabine
Noack-Haley, siguiendo también las hojas de levantamiento.
Acerca de la construcción con arquería sobre el presbiterio ele­
vado —que ella estima que se ha llamado indebidamente «iconos­
tasio»— llega con Gómez Moreno a la conclusión de que este ele­
mento no pertenecía en principio al conjunto primitivo, sino que
se levanta en decenios siguientes a la construcción inicial del edi­
ficio. Se refiere después S. N.-H. al sondeo arqueológico realizado
conjuntamente con Lorenzo Arias, esclarecedor del aspecto origi­
nal de la tribuna que tenía la parte central más elevada y, tam­
bién, la situación de las escaleras de las que se ofrece una recons­
titución, asimismo en colaboración con Arias Páramo.
El capítulo quinto corresponde al templo de San Salvador de
Valdediós, del que da descripción detallada Achim Arbeiter, pa­
— 717 —
ra continuar con Sabine Noack-Haley el estudio sobre las modifi­
caciones del programa arquitectónico, así como un comentario so­
bre el pórtico sur, con aceptación de la tesis de Berenguer, que
vincula este componente con la entrada del monarca al templo.
En el capítulo sexto los autores Sabine Noack y Achim Arbei­
ter analizan juntos los rasgos característicos de los edificios estu­
diados y hacen un comentario respecto a su significación en la His­
toria del Arte, enumerando después los elementos arquitectónicos
y sus coincidencias y diferencias, tratando los numerosos compo­
nentes con el fin de situarlos comparativamente en relación con
el arte precedente y el de su tiempo, tanto de la Península Ibérica
como de las esferas carolingia y bizantina.
Se destaca la pronunciada autonomía de los monumentos es­
tudiados frente al legado arquitectónico hispanovisigodo, aunque
los autores estiman que la desaparición casi completa de los prin­
cipales edificios del Reino de Toledo es un importante obstáculo
a la hora de dilucidar las verdaderas relaciones entre la arquitec­
tura hispanovisigoda y la asturiana, resaltando algunos rasgos ge­
nerales de esta última que tienen precedentes, tanto en Hispania
como en el mundo bizantino, y otros que faltan en la Península
y que sí están presentes en la esfera bizantina. No obstante, los
autores destacan que, en la arquitectura prerrománica asturiana,
se producen nuevos conjuntos de una originalidad que les confie­
re el rango de un arte peculiar.
A través de la reseña que antecede, hemos tratado de dar noti­
cia de una excelente obra plena de conocimiento, rigor científico
y duro trabajo analítico sobre un tema tan reiteradamente estu­
diado como el de la arquitectura asturiana del siglo IX, pero que,
pese a esa estudiosa dedicación, aún sigue guardando celosamen­
te algunos de sus misterios.
En este magnífico trabajo se reúne un precioso y envidiable ma­
terial gráfico —como anteriormente hemos reseñado— con más de
120 dibujos y 207 fotografías, que acompañan a 211 páginas de tex­
to, en las que no sólo se da conocimiento del resultado de las ex­
cavaciones llevadas a cabo en los dos monumentos del Naranco,
sino que iluminan, con brillantes aportaciones inéditas, algunos
de los misterios del arte prerrománico asturiano.
Bueno sería que de esta importante obra llegara a realizarse
una versión en lengua española pues, dado el extraordinario in­
terés alcanzado universalmente —desde hace más de un siglo— por
esta escuela artística altomedieval asturiana y también el gran
— 718 -
interés de este trabajo, deseable es que pueda hacerse legible pa­
ra un amplio sector de estudiosos, tanto españoles como foráneos;
pienso en el gran número de hispanoparlantes que desconocen el
idioma alemán.
Felicitaciones para Sabine Noack-Haley y Achim Arbeiter y
colaboradores, así como para el propio Instituto Arqueológico Ale­
mán, por el excelente alumbramiento de este libro.
M
a g ín
B erenguer
MEMORIA DEL CURSO GENERAL 1993-94
Durante el curso que ahora finaliza el Real Instituto de Estu­
dios Asturianos se ha reafirmado en la línea iniciada en cursos
anteriores de incardinación en la sociedad asturiana y en su vida
cultural mediante el establecimiento de nexos de relación con
otros centros culturales y de investigación, tanto de Asturias co­
mo del resto de España. De acuerdo con estos planteamientos se
ha reforzado la colaboración con instituciones públicas y priva­
das y en particular con la Confederación Española de Centros de
Estudios Locales (CECEL), organismo integrado en el Consejo Su­
perior de Investigaciones Científicas (CSIC), cuya asamblea plenaria podría celebrarse en Oviedo organizada por nuestro Insti­
tuto, durante el próximo curso 94-95.
Al mismo tiempo se han mantenido los acuerdos de colabora­
ción con entidades financieras, como la Caja de Asturias, Caja
Rural Provincial de Asturias y otras instituciones públicas y cor­
poraciones, que han permitido llevar a buen puerto diversos pro­
yectos editoriales del Instituto. La labor de divulgación de las
actividades del Instituto y conexión con los diversos municipios
asturianos ha tenido su continuidad con los actos en memoria y
homenaje de asturianos ilustres, lo que ha permitido una vez más
dar a conocer nuestras actividades por toda la geografía asturiana.
Desde el punto de vista interno durante el curso 93-94 se ha da­
do entrada como nuevos miembros correspondientes a doña Etelvina Fernández González, don Luis Sánchez Gavito, don Jaime
Federico Rollán Ortiz, don Javier Barón Thaidigsmann y don Flo­
rencio Friera Suárez.
ACTIVIDADES
El 18 de noviembre de 1993 tuvo lugar la apertura del curso ge­
neral 1993-94, corriendo a cargo de don José Miguel Caso González
-
720 -
la lección inaugural del mismo con su disertación sobre «Jovella­
nos, de embajador a ministro».
El homenaje a don José del Campillo y Cossío, en colaboración
con el Ayuntamiento de Peñamellera Alta y la Consejería de Edu­
cación, Cultura, Deportes y Juventud, centró las actividades del
Instituto en el mes de diciembre, durante el cual se desarrolló un
pequeño ciclo de conferencias con las colaboraciones del Club de
Prensa Asturiana y de la Asociación Amistosa-Literaria de Ma­
drid, culminándose los actos con la inauguración de un busto en
Alies, presidido por la consejera de Educación, Cultura, Depor­
tes y Juventud.
Durante los meses de marzo y abril se desarrollaron los actos
de homenaje a Rafael de Riego celebrados en Oviedo, Tineo y Tuña y en los que colaboraron, junto con nuestro Instituto, diversas
instituciones y entidades. La presentación de los actos tuvo lugar
en nuestra sede con el descubrimiento de un busto y la interven­
ción de diversas autoridades. Posteriormente se dictaron varias
conferencias en Tineo, finalizando los actos en la aldea natal de
Tuña con la inauguración de una escultura del general asturiano.
La coincidencia el presente año del 250 aniversario del naci­
miento del ilustre gijonés don Gaspar Melchor de Jovellanos es
otra de las efemérides que no ha pasado desapercibida para nues­
tro Instituto, que ha colaborado y organizado diversos actos en
relación con la misma. Así durante el mes de mayo ha permaneci­
do abierta al público la muestra «El libro ilustrado: Jovellanos,
lector y educador», organizada con la colaboración de la Caja de
Asturias y la Calcografía Nacional. Coincidiendo con la citada
muestra se ha desarrollado un ciclo de conferencias en el que han
intervenido Santos Coronas González, José Caso González y Ma­
nuel Fernández Alvarez. Ya en el mes de junio se inauguró en
nuestra sede otra muestra sobre la figura del insigne gijonés titu­
lada «Jovellanos y la Ilustración», organizada en colaboración con
el Ayuntamiento de Gijón a través de la Fundación Municipal de
Cultura.
Finalmente durante el presente mes de noviembre vienen des­
arrollándose los actos en memoria del cardenal fray Zeferino Gon­
zález en el centenario de su fallecimiento, en colaboración con el
Ayuntamiento de Laviana, consistentes en una muestra biobibliográfica del cardenal asturiano y el dictado de dos conferencias a
cargo de don Ramón Maciá Manso y don Eduardo Solís Fernán­
dez. El homenaje finalizará con la actuación de la masa coral de
Laviana en la iglesia de San Tirso.
— 721 —
Al margen de los actos conmemorativos reseñados el Real Ins­
tituto ha venido realizando otra serie de actividades culturales,
entre las que destacaremos:
— Ciclo de conciertos de música clásica durante el mes de junio,
con la actuación de varios grupos de cámara de la Orquesta Sin­
fónica del Principado de Asturias y concierto del cuarteto de
cuerda de Moscú (pertenecientes a la formación musical de los
«Virtuosos de Moscú»).
— Exposición de trabajos de la Escuela-Taller «Ernesto Winter»,
fruto del convenio de colaboración que permite al Instituto dis­
poner de diverso mobiliario realizado por alumnos de la cita­
da escuela-taller. La exposición se celebró en el mes de abril.
— Exposición sobre los XI Premios Asturias de Arquitectura y
entrega de los mismos en colaboración con el Colegio de Ar­
quitectos, que se desarrollaron en nuestra sede en el mes de
abril.
— Del 7 al 29 de septiembre permaneció abierta al público en nues­
tra sede la exposición antològica «Nicolás Muller, fotógrafo»,
a cuya inauguración acudió el presidente del Principado, don
Antonio Trevín, y la consejera de Educación, Cultura, Depor­
tes y Juventud, doña Amelia Valcárcel, entre otras autoridades.
— El Real Instituto participó en la asamblea plenaria de la Con­
federación Española de Centros de Estudios Locales (CECEL)
celebrada en el presente año en Palma de Mallorca, del 29 de
septiembre al 1 de octubre, y en la que se propuso la celebra­
ción de la próxima asamblea general en Oviedo.
— La coordinación de la convocatoria, fallo y entrega del premio
Juan Urla Ríu en su XV edición fue encomendada, una vez más,
por la Consejería de Cultura a nuestro Instituto, recayendo el
premio en la presente edición en el trabajo titulado «Un ha­
cendista asturiano: José Canga Argüelles», del que resultó ser
autora doña Palmira Fonseca.
PUBLICACIONES
Dentro del apartado de publicaciones a lo largo del curso que
ahora finaliza han sido editadas por este Instituto las siguientes
obras:
— A r t e de la p la tería en A stu rias, de Yayoi Kawamura.
— El p a p el m anuscrito del archivo capitular de O vied o, de Raúl
Arias del Valle.
— T eatro C am poam or, de Luis Arrones Peón.
-
722 -
— Las abejas, la m iel y la cera en la sociedad trad icion al asturia­
na, de Xuaco López Alvarez.
— Cangas del N arcea, Ibias y D egaña, de Alberto Fernández Suá­
—
—
—
—
—
—
—
—
—
—
rez y Armando Graña García, con la colaboración de la Caja
de Asturias y ALSA.
H eráldica de los apellidos asturianos, de Francisco Sarandeses.
El m undo helénico en la obra de Ramón P érez de A y ala, de Mar­
garita de Hoyos González, en colaboración con la Universidad
de Salamanca.
Las m ascaradas de in viern o en A stu rias, de Eloy Gómez Pe­
llón y Gema Coma.
Gonzalo Díaz de Pineda. Un capitán asturiano en el descubri­
miento y conquista del Perú, Quito y región amazónica, de Jo­
sé Ramón Martínez Rivas.
B ID E A núm. 142 (correspondiente al 2? semestre de 1993).
En estos momentos se hallan en prensa las siguientes obras:
El m on a sterio de la Vega, de Andrés Martínez Vega.
El libro de la R egla Colorada, de Elena Rodríguez.
R iba d esella , Colunga y Caravia, en colaboración con la Caja
de Asturias.
A rq u eo lo g ía cristiana en A sturias, de César García de Castro.
El latín de la diplom ática astur-leonesa, de Alfonso García
Leal, en coedición con la Universidad de Oviedo.
— B o le tín de L etra s M on ográfico dedicado a J ov ella n os en el 250
a n iv ersa rio de su nacim iento.
Siguiendo la línea marcada en años anteriores el Instituto ha
tratado de incrementar la difusión y venta de nuestras publica­
ciones mediante acuerdo de compra con diversas instituciones y
mediante donaciones concedidas a las siguientes entidades y cen­
tros de carácter cultural a petición de las mismas:
— Consejo de Comunidades Asturianas.
— Asociación de Vecinos de Santiago, Novellana, Cudillero.
— Centro Asturiano de Sevilla.
— Seminario Metropolitano de Oviedo.
— Biblioteca Municipal del Ayuntamiento de Pola de Allande.
— Asociación Cubera de Villaviciosa.
— Associacao Rural da Linha 16, de Brasil.
— Asociación Amigos de Cudillero.
— Consejería de Sanidad y Servicios Sociales.
— Museo do Mar San Ciprian de Cervo, Lugo.
— Fundación Alvargonzález.
— Asociación Nuevo Futuro.
-
723 -
A YU D A S A LA INVESTIGACION
En el curso que ahora finaliza el Real Instituto ha concedido
diversas ayudas de investigación a los equipos de trabajo encar­
gados de la elaboración de las monografías
— Cangas del Narcea, Ibias y Degaña.
— Ribadesella, Colunga y Caravia.
Asimismo se han concedido ayudas al personal encargado de
la confección de repertorios bibliográficos como el de Jovellanos,
que será publicado en el número monográfico dedicado al polígra­
fo gijonés, y del nuevo catálogo de publicaciones del Instituto.
BIBLIOTECA, HEMEROTECA Y ARCHIVO
Durante el año 1994 se han realizado unos 1.500 servicios de
atención al público, en los que han sido consultados los diferen­
tes fondos que componen la biblioteca del Instituto. Con estos ser­
vicios se ha proporcionado también orientación bibliográfica a las
personas que lo han solicitado.
El intercambio del Boletín, tanto de Letras como de Ciencias,
se ha incrementado en cuatro títulos nuevos para el de Letras y
dos para el de Ciencias, con lo que son casi 200 las revistas cientí­
ficas que se intercambian con nuestros boletines.
Durante el año se está realizando la catalogación retrospecti­
va de los folletos de la sección asturiana y se está confeccionan­
do, para toda la sección, un fichero de materias, con lo que el ac­
ceso a los fondos se hará de una manera más directa y sencilla.
Se continúa con el trabajo de catalogación de los nuevos títu­
los que se han incorporado a nuestros fondos, bien sea por medio
de compra o bien por intercambio, y que son unos 300 solamente
de la sección asturiana. Como trabajos especiales y con motivo del
250 aniversario del nacimiento en Gijón de Jovellanos se ha reco­
gido una bibliografía de unos 600 títulos de obras de y sobre Jo­
vellanos y de los que se ha realizado en la sede del Instituto una
exposición bibliográfica en el pasado mes de junio.
Antes de fin de año saldrá un nuevo catálogo de publicaciones
con todo el fondo editorial del Real Instituto.
INDICE 1994
Número 143
Págs.
Jovellanos, de embajador a ministro, José Miguel Caso González............
7
Jovellanos, jurista de la Ilustración, Santos M. Coronas González...........
29
Ideas pedagógicas en la Ley Agraria, Martín Domínguez Lázaro.............
77
Jovellanos visto por un historiador, Manuel Fernández A lva rez..............
87
Comentarios a la < Carta Novena > de Jovellanos, «sobre el origen y costum­
bres de los vaqueiros de alzada de Asturias», desde una perspectiva etnohistórica, Adolfo García Martínez.................................................................
107
Jovellanos, ministro de Carlos IV, Florencio Hurtado Rodríguez.............
141
El pensamiento económico de Jovellanos, Teodoro López-Cuesta Egocheaga ...
169
Los niños en la obra de Jovellanos, Jesús Martínez Fernández.................
191
La lealtad de Jovellanos, Jesús Martínez Fernández....................................
203
El pensamiento geográfico en Jovellanos, M.a del Rosario Piñeiro Peleteiro ...
221
Bibliografía de y sobre Jovellanos.....................................................................
245
Número 144
Análisis de El caballero de las espuelas de oro de Alejandro Casona, Manjula Balakrishnan..............................................................................................
303
El ovetense Clemente Cimorra (1900-1958), María Martínez-Cachero Rojo ...
343
Anotaciones sobre un viaje imaginario a la Asturias del siglo XVIII, José
Feo. Pérez Berenguel........................................................................................
363
Criptografía moderna: Curioso cifrario entre el obispo Diego de Muros y
los Reyes Católicos, Juan Carlos Galende Díaz.........................................
385
Págs.
La fuente de Foncalada (Oviedo), Sergio Ríos González, Rogelio Estrada
García y Javier Chao Arana............................................................................
399
El paraíso perdido en Doña Berta y otros relatos, Eva María Pallarés Sisón.
423
Los arquitectos Francisco Pruneda y Benito Alvarez Perera. La práctica aca­
démica en Asturias a finales del siglo XVIII (II), Vidal de la Madrid
A lva rez...................................................................................................................
435
La antroponimia de la parroquia de San Tirso de Oviedo (1614-1849), Flo­
rentino López Iglesias........................................................................................
455
Regalismo en Asturias (Carlos III y el sínodo de 1769), Justo García Sánchez ..
491
Dos fundaciones hospitalarias medievales en el itinerario astur-galaico del
camino de Santiago: Fonfría y Montouto, J. Ignacio Ruiz de la Peña Solar.
581
Reflexión sobre los topónimos, Jesús Neira Martínez...................................
593
El hospital-asilo de Luarca (1895-1936). Fundación y estudio arquitectóni­
co, Covadonga Alvarez Quintana..................................................................
607
La cruz románica de Sales y algunas consideraciones sobre las cruces romá­
nicas de metal de Asturias, Yayoi Kawamura..........................................
667
DOCUMENTA
Estado económico de los monasterios benedictinos asturianos (1565), Ernesto
Zaragoza Pascual................................................................................................
679
VARIA
Vajilla metálica de época romana en el Museo Arqueológico Provincial de
Oviedo, Joaquín Aurrecoechea y Carmen Fernández Ochoa.................
687
Estela romana de Villaverde, Margarita Fernández M ie r ............................
695
MISCELANEA
Gastronomía en La Regenta, Sara Suárez S olis..............................................
701
BIBLIOGRAFIA
Justo García Sánchez: Las vestales romanas, Victoriano Rivas Andrés ....
711
Sabine Noack-Haley y Achim Arbeiter: Asturische Königsbauten des 9.
Jahrhunderts. Die Kirchen San Miguel de Liño, Santa Cristina de Le­
na, San Salvador de Valdediós und das Belvedere am Naranco in Auf­
nahmen und Untersuchungen des Deutschen Archäologischen Instituts
Madrid, Magín Berenguer................................................................................
714
Memoria del curso general 1993-1994 ..................................................................
719
PRECIO DE SUSCRIPCION ANUAL!
España, 2.600 ptas. Extranjero, 3.000 ptas.
NUMERO SUELTO:
España, 1.500 ptas. Extranjero, 1.600 ptas.
d irección :
Palacio Conde de Toreno
Plaza de Porlier, n? 9-1?
Teléis.: 521 17 60 - 521 64 54
33003-0viedo
CONSEJERIA DE EDUCACION, CULTURA,
DEPORTES Y JUVENTUD
REALINSTITUTODEESTUDIOSASTURIANOS
REAL
INSTITUTO
DE ESTUDIOS
ASTURIANOS
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