razón y presencia de la protesta de baraguá

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octubre -noviembre-diciembre , 2008
RAZÓN Y PRESENCIA DE LA PROTESTA DE BARAGUÁ
Rolando Rodríguez
Con el Pacto de l Zanjón, e l ge ne ral Arsenio Martínez Campos sabía que tenía muchos triunfos
en la mano, pe ro no todos. A dife rencia de Camagüe y y Las Villas, e n la región me ridional de
O riente el ge ne ral Antonio Maceo podía probar que la me jor vacuna para las ve leidades
capitulacionistas consistía e n la lucha m isma. A lo largo de ene ro y febre ro de 1878, se rios
golpes a las tropas colonialistas habían sido descorazonadores para los anhelos de El
Pacificador, de a caba r aque lla gue rra y volve r a Madrid en loor de triunfo. Como é l m ismo
re conocía, e l gene ral cubano hacía "esfue rzos sobrehumanos por le vantar e l espíritu,
re uniendo hasta su último solda do y a ta cando con una ene rgía y un a cie rto" que calificaba,
desde luego, de digno de me jores causas.[1] Martínez Campos sabía que en el Zanjón había
ganado una complicada batalla, pe ro todavía no la gue rra, y no podía ve nde r la pie l del león
antes de quitárse la.
De esa forma , a ceptó pone r a lfombras a las gestiones prohija das por e l Comité de l Centro de
enviar com isiones hacia las localidades que no habían capitulado, para informar del pacto y se
a viniesen a la paz. Una de estas, integrada por e l briga die r Rafae l Rodríguez y e l comandante
Enrique Collazo, marchó a O riente para impone r a Maceo de los acue rdos de l Zanjón. Máx imo
Gómez partió con ellos, para despe dirse de sus antiguos compañe ros. El 18 de febre ro, bajo
una mata de mameye s, en Asie ntos de Pilotos, se entre vistaron con Maceo.
Hasta poco antes, e l Titán solo había te nido indicios de los suce sos ocurridos en Camagüe y,
pe ro no podía cree r que fue ran cie rtos. Su fina pe rcepción de l pensamiento de l enem igo le
hacía comprende r con total ce rte za que si Martínez Campos se había a venido a firma r a lgún
acue rdo de paz, se debía a que e l gene ral español e staba pe rsuidado de que nunca ve nce ría a
los mambise s "por la vía de las armas".[2] Le resultaba incomprensible que los je fes
insurre ctos no lo hubiese n captado. Solo una misiva de Gómez, re cibida horas antes, e n la cual
solicitaba la entre vistarse lo había pe rsuadido dolorosamente de la ve rdad.[3]
Los com isionados le explicaron los ante ce dentes de la situación: las trágicas conse cuencias de
la se dición de Santa Rita, los trajines pactistas de algunos cubanos e nviados desde e l campo
español, la inte rpre tación torcida de unas suge re ncias de Máximo Gómez en Loma de Se villa
en re lación con la pe tición de una tregua con vistas a reorganizarse, e l estado desastroso de
las fue rzas de Las Villas y Camagüe y, y los demás pormenores hasta llegar al Zanjón. Maceo
no lo evide nciaba; mas, e n ese momento su espíritu sangraba. C omo confesaría, la noticia de
la paz de l Zanjón le haría llorar de coraje y dolor.[4] A pesar de todo, aparentemente
im pe rturbable, escuchó el re lato m ientras e l fuego de su temple le abrasaba e l espíritu.
A pre guntas suyas, Gómez le respondió que cre ía pe rdida la gue rra de Las Tunas a Las Villas.
Por eso, había de cidido salir del país, pe ro no que ría dar e l paso sin antes comunicarle los
he chos y valorara la situación. Maceo afirmó que no estaba de acue rdo con el pacto, porque
resulta ba poco venta joso y no trae ría la independe ncia. No obstante , agregó que reuniría a los
mandos de sus tropas para somete rles la situación y escrutar sus juicios. Entonces le pre cisó al
dom inicano, que solicita ría una e ntre vista con Martíne z Campos para a cordar un cese
provisional de hostilidades con e l fin de reorganizarse . Gómez ase ve raría más tarde que
pe rcibió la intención que se escondía de trás de las palabras de Maceo: aprove char la
oportunidad para propinarle un duro golpe a los colonialistas. Por e so, le re comendó que
procurara que e l cese fue ra largo, de mane ra que tuviese tiempo para todo, pues le aseguró
que "con tiempo y lugar, cuantas cosas se puede n hace r". Todavía e l ge ne ral santiague ro, esta
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vez con e vidente emoción, como lo haría a un he rmano mayor, le comentó a Gómez que no
e ra posible que lo fuese a de jar solo en el campo de batalla.[5]
Según Fe rnando Figue redo, en esos instantes Gómez y Mace o no conocían que a corta
distancia se e staba desarrollando otra entre vista. Dos comisionados de l gene ral Vicente García
habían llegado al lugar de la cita y se re unie ron con el corone l Félix Figue redo. Trasm itie ron la
solicitud de l gene ral García, de que Maceo ahorcara a Gómez y los com isionados de l Centro. El
tune ro estaba dispue sto a cargar con la responsabilidad. Ecuánime , Figue redo inquirió si traían
la orden por e scrito, y re cibió una re spuesta negativa. Fé lix Figue redo ase ve ró entonce s que
gran culpa de los suce sos aconte cidos la tenía el propio García, por habe r que rido tomar las
riendas de l gobie rno, en carácte r de Presidente , sin salir de Las Tunas. Y, dirigié ndose a los
dos oficiale s, añadió que "no se rá Figue redo quie n aconse je al gene ral Maceo que cumpla e l
encargo de l gene ral Vicente García, mandando a fusilar a Gómez, Rodríguez y Collazo, sin que
se haya atre vido a pedirlo por escrito, y mucho menos después que ha visto que no hubo
quie n fusilara a é l en Las Lagunas de Varona, o cuando desobede ció la orden de pasar la
Trocha, como se lo había pre venido e l Gobie rno de don Tomás Estrada , para corre r a
pronunciarse dando e l programa de la reforma".[6]
Más a dela nte Vicente García a cusa ría al ge ne ral Gómez de se r uno de los principales causa ntes
de l Zanjón. Pe ro habría que preguntarse si con estos de scargos no trataba de acallar su propia
responsabilidad en los he chos. En carta de Gómez a Maceo, pocos días después, este le diría
que por lo que había podido entende r e n Camagüe y e l gene ral tune ro había estado de acue rdo
"con todo".[7] No mucho después Máx imo Gómez se de spidió de la familia del ge ne ral Antonio
y marchó de l lugar. Al cabo de unos días saldría de l país. En cuanto a los dos comisionados,
Collazo y Rodríguez, informarían sobre la entre vista al jefe de e stado mayor español, Luis de
Pre nde rgast, que Mace o no estaba de acue rdo con los "pre liminares estipulados por el C omité
de l Centro", al cual desconocía, y pediría una reunión con Martínez Campos. También
solicitaron para él una constitución española y las reformas implantadas en Pue rto R ico, pues
Maceo de seaba exam inarlas.[8]
Al quedar solo, el gene ral Maceo de te rm inó su conducta: uniría todas las fue rzas todavía en
lucha y opuestas a capitular y se reuniría con e l gene ral segoviano para conoce r qué pre cio
resultaba capaz de pagar sobre los pobres resultados de l Zanjón con vistas a lle gar a la paz, y,
por igual, hasta dónde llegaban sus facultades negociadoras.[9]
El 21 de febre ro, en respuesta a una misiva que e l 10 de febre ro le había cursa do Vicente
García para asegura r que no a ce ptaba e l Pacto, Maceo le comunicó que estaba e n disposición
de continuar la gue rra. Era de l temple de los irre conciliables con la de rrota, el m ismo de
Céspe des y Agramonte . Sabía que ahora los españoles podrían concita r contra é l y quie nes
más siguie ran e n la pe lea un alud de tropas que los embestiría sin tre gua y, sin embargo,
im pe rté rrito, no vacilaba.
Aque l m ismo 21 le escribió a Martínez Campos que "O rie nte y Tunas" no estaban de acue rdo
con las resoluciones tomadas por el Comité de l Ce ntro, y a la vez le pedía una suspensión de
hostilidades de cuatro meses "para consultar las voluntades de todos los distritos" que
componían "e l de partamento". Después de expone rle que todos sus compañe ros deseaban la
indepe ndencia absoluta y la posibilidad de prolongar de mane ra inde finida la gue rra, solicitaba
una confe rencia con el je fe hispano, que no se ría "para acordar nada", sino para conoce r los
"bene ficios que reportaría a los inte reses de nue stra Patria hace r la paz sin
indepe ndencia".[10]
El astuto militar y político e spañol no cayó e n la trampa. Demasiado bien compre ndía qué
podía significa r un plazo tan largo. Por si fue ra poco, gra cias a una com unicación dirigida a l
ge ne ral Mode sto Díaz, que al capitular entregaría su corresponde ncia, se ente raría de los
ve rdade ros propósitos de Maceo.[11] De mane ra que, e l 24 de febre ro, después de ex cusarse
por no habe rle contestado antes ya que deseaba prime ro habla r con Vicente García -lo hizo e l
día ante rior mediante una confe rencia te legráfica-[12] le re spondió que e l cese no podía se r
tan ex tenso, pe ro a ceptó a cudir a una entre vista.[13] A Jovellar, Martínez Campos le escribió:
"Maceo pide imposibles: yo no amplio e n lo más m ínimo las bases (...) Maceo pide entre vista
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conmigo, y como de l 6 al 8 estaré en Cuba y le ve ré : como mulato, es de una vanidad
ex trema, y desea hablarme dire ctamente...".[14] Al m ismo tiempo, e l gene ral en jefe e spañol
comenzó a envia r batallones a O riente . Maceo podía finalmente cede r, pe ro si no lo hacía
trataría de doblegarlo m ilitarme nte y también con e l empleo de dine ro.[15]
Aque l re chazo del Zanjón se volvía la continuación de la gue rra y en Maceo esto constituyó una
obse rvación de largo alcance, de carácte r político y m ilitar. Sabía las colosales dificultade s que
plantearía a los mambises la prose cución de la contie nda, pe ro tambié n se ría así para España,
y e n la m isiva e nviada al ge ne ral e n je fe e spañol quedaba sustentado de forma transparente
un pensamiento e stratégico: la capacidad de soste ne r una gue rra inde finida, que podía lle var,
más tarde o más temprano, al agotamie nto de su adve rsario. Martínez Campos lo sabía tanto
como él.
Evide ntemente valoraba que , e n todo caso, ante esa alte rnativa, el gene ral hispano podría
continuar hacie ndo conce siones. Una de e llas, la liquidación de la e sclavitud. Mas si nada se
logra ba, en sí m isma quedaba la virtud de e sa lucha prolongada hasta la exte nuación que de
todas formas desembocaría, más tarde o más temprano, en la se paración de España.
En los cálculos de Maceo entraba que , para sus propósitos, podría contar con las fue rzas de
O riente me ridional; Bayamo, que todavía no había capitulado formalmente; Las Tunas, y una
parte de Camagüe y, que aún no se cre ía rendida. Posiblemente, también habría fue rzas en Las
Villas que seguían e n la pe lea. Además, la lucha podría lograr que se reanimaran las fibras de l
de coro de los capitulados, los sorprendidos volvie ran al campo de batalla y unificaría a los
dispe rsos. De otra parte , e l crédito de Martínez Campos podría quedar agotado, y de dónde
sacaría España otro gene ral con igual pre stigio y 100 000 hombre s más, y de dónde se
provee ría de los 100 m illone s de pesos adicionales que ne cesitaría para prose guir la lucha. En
apoyo de que estas ideas podían se r válidas vie nen algunos párrafos de una carta que , e l 19
de marzo, Martínez Campos e scribiría a Antonio Cánovas de l Castillo, pre sidente del conse jo de
ministros español: "Esta gue rra no puede llamarse tal, es una caza en un clima mortífe ro para
nosotros, en un te rreno que nos es igual al de sie rto; nosotros sólo por ex ce pción encontramos
com ida, pe rjudicial; e llos hijos del país comen lo suficie nte donde nosotros no sabemos ni
encontrar un boniato; se han acostumbrado a la vida salvaje , van desnudos o casi desnudos,
tienen la fue rza y e l se ntido de las fie ras atacando o huyendo cuando menos se pie nsa (...) El
estado del tesoro es muy grave : pronto no se rá ya e l atraso de pagar, me conte ntaré con que
haya para provisione s, hospitale s y ve stuarios; si es que e l tesoro de la península no vie ne en
nuestra ayuda".[16]
A todas estas, e l gene ral santiague ro se multiplicaba, se movía rápidamente y enviaba
mensajes a los je fes que se creía se mantenían sobre las armas y trataba de reagrupar a todos
los que habían re chazado la capitulación. Por su parte , Martínez Campos, indudablemente en
medio de una agonía por la posibilidad de que e l triunfo total se le fue ra de las manos,
mantenía junto con varios de sus aux iliares conve rsaciones con Vicente García, quien le daba
largas sin e ntregar sus armas en espe ra de l desarrollo de los aconte cimientos. Martínez
Campos y sus subordinados se ilusionaban con que finalmente García aceptaría de una vez las
base s de l Zanjón, y para tratar de de finir la situación le pidió una entrevista. El 11 de marzo
confe re nciaron en Cauto el Paso. El gene ralísimo español inte ntó convence r a García de que
para los mambise s todo estaba pe rdido. Con ese fin, le había estado enviando los parte s de las
fue rzas que iban capitulando. Pe ro de nue vo e l gene ral mambí, aunque adujo que estaba por
aceptar la paz de l Zanjón, manifestó que se había comprome tido a espe rar hasta e l día 14 en
que re cibiría la opinión de otros je fes orientales en relación con la actitud a adoptar. Mas, una
vez cumplido e l comprom iso, fue se cual fue se la opinión de aque llos, ace ptaría los artículos de
la capitulación.[17] Según Vicente García, esta postura escondía en realidad su propósito de
ganar tiempo para reorganizar sus tropas; mas, también, como anotaría, con e l fin de que dar
a re sultas de lo que por fin hicie ran Maceo y otros je fes de O riente.[18] Martínez Campos, no
obstante sentirse animado a cree rlo, le pre vino que si no re cibía una respuesta positiva
rompe ría el fuego en Las Tunas e l 19.[19]
Poco antes, e l 8 de marzo, e n Barigua, Maceo reunió a un grupo nume roso de je fes y oficiales
orientales e n el cual no e staban represe ntados Bayamo y Baire, porque ya sus fue rzas habían
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acordado capitular. A e llos, sin de jar de re conoce r la gravedad de la situación, explicó los
sucesos del Zanjón, las bases del pacto y lo que é l se proponía me diante la entre vista con
Martínez Campos.
El día ante rior a la reunión con e l gene ral hispano, Maceo se entre vistó con Vicente García. Sus
acompañantes estaban transidos de curiosidad por conoce r qué diría García después de todos
los reproches que Maceo, de sde Lagunas de Varona y Santa R ita, le había dirigido. Mas, no
hubo hostilidad alguna e ntre ambos. No e ra el momento. Los dos jefes se e stre charon e n un
abrazo. Las razones de esta alianza, por encima de cualquie r disputa o agravio, las expuso en
una carta e l gene ral tune ro al de cir que "ante los dolores y peligros de la patria desapare cie ron
las dife rencias pasadas...".[20] Por su parte, para Maceo solo había una posibilidad de pe lear:
contra los enem igos de la indepe ndencia de C uba. La unidad se imponía por encima de
re ncillas y resquemores. García le re lató los he chos desde su asunción de la pre sidencia e hizo
im putaciones contra Gómez, e l brigadie r mex icano Gabriel González y Ramón Roa, de se r los
inductores de l Zanjón. También para que tuviese e lementos pre vios, le informó a Maceo los
resultados de su entre vista con Martínez Campos, y le comunicó algunas pre vencione s en
torno a la que soste ndría e l santiague ro al día siguiente, a la cual le aconse jó no acudir. Al
pare ce r, allí los dos je fes acordaron que García ve laría no le jos de Mangos de Baraguá, e l lugar
de la cita, la posibilidad de una sorpresa enemiga.
El 15 de marzo se produjo la confe rencia con Martínez Campos.[21] Iba a se r e l día más largo
de la gue rra. Dos sentimientos y una actitud acompañaron a los hombres que acudie ron a e lla
junto a Maceo. Faltos de cabalgaduras, cuando antes de l amane ce r marchaban a pie rumbo a
la vie ja hacienda de crianza donde se soste ndría e l e ncuentro, los cubría la impaciencia, la
ansiedad y e l silencio. Se volvían momentos solemnes, como si se dirigie ran a la batalla
de cisiva de la contienda. Y, en ve rdad, lo e ra. Ahora, la república he rida, maltre cha,
abandonada por tantos, después de una suma gigantesca de sacrificios, dependía de e llos. Era
como si fue ran el resumen vivo de todos los dolores, la sangre ve rtida y las agonías de una
dé cada de lucha.
Al llegar al lugar de la cita, bajo una arbole da de mangos, a las se is de la mañana, tuvie ron
que espe rar largo rato. Al fin, Martíne z Campos y sus a compañantes a pa re cie ron entre una
calina todavía no totalmente disipada. Los e ntorchados y las espe jeantes conde coraciones de
los militares e spañoles, contrastaban con la modestia del ajuar mambí. De no se r por una
orden de Martíne z Campos, muchas más cruces de San Fe rnando o placas de San
He rme negildo se hubie ran acumulado e n e l lugar. La curiosidad había he cho disputarse a
ge ne rale s y mariscales de campo, brigadie res y coronele s, e l honor de acudir al paraje oriental
para conoce r al m ulato, al campesino que cre ían zafio, y que se negaba tozudamente a
re ndirse , cuando pare cía que solo la mue rte lo envolve ría de ne garse a la avenencia. Martínez
Campos había re cibido la confidencia de que Maceo inte ntaría asesinarlo y por eso prohibió
que, a ex ce pción de su cuñado José Arde ríus y unos pocos altos oficiales solte ros, lo
acompañara nadie más. Después, el ge ne ral español conoce ría de l contenido de una carta que
Maceo había dirigido al ge ne ral Flor C rombe t para pedirle que actuara en e vitación de "un
tranque " que le arrebatara la vida al je fe hispano, y le escribiría al gene ral cubano para
expre sarle su apre cio por la lealtad con que , como enemigo, procedía. "Desearía e stre charle la
mano como am igo, pues que ha sido un e nemigo leal", le acreditó.[22]
Martínez Campos calculaba que Maceo le plantearía como nue va base la abolición de la
esclavitud. En cuanto al estatus de la isla, como habían informado los comisionados cubanos
que habían ido a ve rle , sabía que e l ge ne ral mambí con vistas a comprobar lo acordado en e l
Zanjón de concede rle a la isla igual estatus que a Pue rto R ico -lo que se volve ría nada-, había
solicitado se le proporcionara la constitución española y la le y que regía orgánica y
adm inistrativamente e n aquella Antilla.
Maceo re cibió con toda corte sía a Martínez Campos. Más político que m ilitar, e l segoviano,
hombre de estilo, ducho en re conoce r las virtudes de l adve rsario, comprobó sorprendido la
juventud de l "mulato vanidoso", y lo alabó. Halagó también la estirpe de los luchadores
orientales y su rudo batallar, y en un momento e n que Maceo le indicó la posición de Vicente
García de continuar la lucha, le comentó que lo había sabido la noche ante rior y lo había
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aplaudido. Añadió, según asegura Fe rnando Figue re do: "García tenía de lante dos
compromisos, uno conm igo de te rm inar la lucha, otro con ustedes de seguirla; ha optado por
e l más honroso para é l, la unión con sus compañe ros y aunque contraríe un tanto m is
proye ctos lo aplaudo".
Despué s, Martínez Campos fue a la médula de sus designios: tratar de convence r al rebe lde de
rebe lde s, con una ex hortación, de que aceptase la paz. Bastante , dijo, habían he cho é l y
quie nes lo rodeaban, con una tenacidad y de cisión que asombraba al mundo en defensa de
una idea. Ahora, había llegado e l momento para que cubanos y españole s le vantaran de nue vo
e l país asolado por un dé cada de gue rra. De spués e ntró a expone r e l proceso que había
conducido al Zanjón, y quiso explicar sus bases. El irreductible combatiente lo cortó un tanto
bruscamente . Los orie ntale s -pre cisó- no estaban de acue rdo con ese pacto, con las
condiciones convenidas, que no justificaban una rendición después de tan prolongado batallar.
Si eso se le pre tendía otorgar a O riente , aseve ró, le que ría e vitar la molestia de expone rlas.
Sorprendido, Martínez Campos pre vino que había concurrido a su llamado para hablar de paz,
si no ace ptaban las bases entonces qué que rían. Con una respuesta ve loz, sólida,
estreme cedora, Fé lix Figue re do lo expre só: la independe ncia. Martíne z Campos a firmó que de
conoce r que se le pe diría lo que España no podía concede r, no hubiese acudido al lugar. Con la
anuencia de Mace o y de l ge ne ral Manuel de Jesús Calvar, Titá, también pre sente, Figue redo
expuso que las cláusulas del pacto no ence rraban la independe ncia, principio por e l cual habían
combatido tanto tiempo, ni la abolición de la esclavitud. Por otra parte , el Comité de l Ce ntro
había firmado esas bases sin contar con los re volucionarios de O riente. Para aceptar un
compromiso, los orie ntales re clamaban bases más amplias, que debían incluir por lo menos la
ex tinción de la esclavitud. Incluso, re cordó los pactos sobre la trata burlados con Inglate rra.
El gene ral de Sagunto pre cisó a continuación que ningún español que se respetase podría
concede r la indepe ndencia y, sobre la cuestión de la trata, intentó hace r ve r que Madrid había
he cho sus mayore s esfue rzos porque ce sara. En cuanto a la abolición se volvía cuestión de las
Cortes; sin embargo, se comprome tía a que en bre ve se conside rase en e llas ese asunto.
Agre gó que debían comprende r que la aceptación de la libe rtad de los esclavos insurgentes e ra
e l principio de l fin de la institución. Entonces Calvar te rció. Si no e ra posible conseguir la
indepe ndencia y los esclavos la libe rtad, no podrían aceptar e l conve nio sino sobre la base de
deshonrarse. Martínez Campos, vivamente irritado, le replicó que las ne gocia ciones e n que é l
inte rviniese no podían se r deshonrosas para nadie .
En esos instante s, el gene ral español quiso desbalancear a sus opone nte s con un golpe de
efe cto y llamó la ate nción de l honor que e n e spe cial se concedía a los orientales, cuando él, en
representación de l re y, había concurrido a ese campamento, e insistió e n dar a conoce r las
base s de l Zanjón, porque conside raba que muchos de los oficiales de Mace o no las
conocían.[23] Maceo lo cortó nue vamente .
-Porque las conocemos es que no e stamos de a cue rdo con e llas -afirmó. El gene ral en je fe
español re ite ró su inte rés de lee rlas y explicarlas, y Maceo e ntonces le rogó que no se tomara
la molestia.
La postura de Maceo re ve laba que estaba pe rfe ctamente prede te rminada. Así lo había fijado
con toda la e ne rgía de su mente y su corazón. Sin independencia, para é l no habría paz
posible . La e ntre vista quedó sellada con dos frases:
-Es de cir, que no nos e ntendemos -afirmó e l m ilitar español, m ientras guardaba en e l bolsillo
de su levita el documento de l Zanjón.
-¡No! -categórico, replicó el militar cubano. No nos ente ndemos.
Martínez Campos sabía que su prestigio estaba e n juego. Este hijo de l pueblo cubano,
procedente de una clase de pequeños propie tarios rurale s, podía envolve r en e l ridículo las
campanas e chadas a volar en la pe nínsula, los parabienes llegados de Europa a su re y por la
paz lograda. Quizá pensó e ntonces e n lo absurdo de su instrucción al gene ral Prende rgast, de
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que le ofre cie ra dine ro a Maceo a cambio de su a ceptación del Zanjón cua ndo en febre ro este
intentaba re unirse con e l caudillo cubano.[24] Q uiso convence rse de que no había alte rnativas,
y como si espe rara que Maceo re troce die ra cua ndo lo pusie ra a nte una rea lidad bruta l y
dolorosa, subrayó que entonces se rompe rían de nue vo las hostilidade s. Y e l gene ral Maceo,
sin vacilar, con su talante firme, re cio, le ratificó que sí, que de nue vo se rompe rían las
hostilidades. Martínez Campos trató otra ve z de hallar un re squicio por donde trae r la
capitulación. Le propuso a Maceo que consultara a una asamblea de sus je fes y oficiales. Y una
vez más el gran caudillo, gigante en su de cisión, con vistas a seguir contorneando un gesto
inmortal para la saga de los cubanos, le respondió que nada quedaba por hace r, porque él no
e ra más que e l represe ntante de esos hombres y en su nombre había hablado.
Martínez Campos le pre guntó a Maceo cuánto tiempo ne ce sitaba para que se reanudaran las
hostilidades. O cho días, fue la respuesta re lampagueante. Como ex clamó uno de aque llos
bizarros soldados mambises que a llí estaban: e l 23 se rompe ría e l corojo. Martíne z Campos se
re tiró y horas de spués escribió: "La Historia juzgará quien ha tenido la razón en este
asunto".[25]
Maceo había cortado e l nudo gordiano. Pue de adm irarse en la actitud de Mangos de Baraguá
solo e l he roísmo y puede pensarse que se volvía una acción romántica, gallarda, y hasta una
locura sublime, un suicidio, pe ro sin pe rspe ctivas de salir ade lante . No está e n nada de e sto su
clave. El je fe mambí tenía una brillante intelige ncia política. Para é l había una m ínima
posibilidad de de rrotar la adve rsidad, y estaba dispue sto a aprove charla. La voluntad de un
hombre de su talento y empe ño, si puede encontrar los inte rsticios de la victoria, se
encaminará siempre a torce r e l rumbo de los aconte cimie ntos, por más desventurados que
hasta ese instante parezcan. Mace o pose ía conciencia de l paso que se estaba dando y de que
se volvía difícil lograr la victoria. Ya tenía información de l estado aprox imado de las fue rzas de l
campo insurre cto. Con estas cre ía pode r continuar la gue rra, avivarla. Pe ro si ve nce r e n lo
inmedia to podía resulta r un designio, en última instancia eso no e ra ya lo e sencia l, sino de jar
planteado un principio, una postura. Con la prote sta de lo que se había acordado en e l Zanjón,
los cubanos debían comprende r que la gue rra no había ce sado y, por igual, España. Así se
e charían las bases de una continuación pe renne de la lucha hasta que se consiguie ran los
obje tivos por los cuales se peleaba. No se reve laba importante cuánto tiempo tomaría
conseguirlo, e n qué condiciones, o quiénes ve rían la victoria de la causa. Se e rigía e n una
le cción para e l futuro, un argumento contra quie nes quisie ran cree r que la re ye rta había
concluido, un mensaje sobre la sobre vivencia de la be lige rancia de los cubanos. Si en e l
inge nio Demajagua, bajo la conducción de un hacendado, había dado inicio la lucha, en
Baraguá, bajo la impronta de un modesto campesino, se forjaría su continuación. Baraguá
había a bie rto lo que el Zanjón había tra tado de ce rra r. Como sente nció Euse bio He rná ndez "Él
[Maceo] anuló e l pacto del Zanjón, lo redujo a una tregua e n Baraguá, y ve nció a todos los que
en é l inte rvinie ron...".[26]
Cuando poco después los te légrafos de la isla comunicaron la noticia de que combatientes de
O riente , con Maceo a la cabeza, habían re chazado plegar sus bande ras de lucha y estaban
dispuestos a proseguir la contienda, una ola de asombro y admiración se ex tendió por todas
parte s. El nombre de l gene ral Antonio Maceo traspasó para siempre las fronte ras de Cuba.
Había salvado el honor de los cubanos.
Despué s de la e ntre vista, aque llos mambises re gresaron a su campamento. Maceo sabía que ,
en e l corto plazo que él m ismo se había concedido, resultaba pre ciso apurar todos los
pre parativos de la continuación de la batalla. Entre estos, debía estable ce rse una nue va
legalidad para la contienda. Mientras e l irreductible luchador le escribía a Vicente García los
resultados de la e ntre vista, los 104 oficiales congregados discutie ron e n torno a la forma de
abordar la nueva institucionalidad. El desprestigio ganado por la ante rior, dio por re sultado que
a nadie se le ocurrie ra la posibilidad de l regre so a algo seme jante al esquema creado en
Guáimaro. Se le huyó como e l diablo a la cruz. En eso, Vice nte García llegó al campamento.
Ya e ra de noche cuando el cue rpo de oficiales, sin la presencia de los jefes, Maceo, Calvar y
García, se constituyó en órgano de libe rante para de cidir los de rrote ros de l gesto. La entre vista
de la mañana pare ció que ya los había de jado definidos, pe ro quizás por una iniciativa de
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Maceo para ratificar la actitud de los combatientes o por de cisión de la mesa que presidía la
consulta, una prime ra cuestión se quiso pone r a debate : si estaban o no por continuar la
gue rra. Quien la dirigía, el coronel Silve rio de l Prado, comenzó a expone r que ante e llos se
abría la opción de l honor si seguían a Maceo, o la cobardía de l pacto. Los gritos unánimes de
los presentes no lo de jaron proseguir: ¡A la gue rra! ¡A la gue rra!, proclamaron. A pesar de
todo, hubo inte rve nciones. Sobre todo una se ría re cordada por sus te rribles expre siones. El
corone l Pedro Martínez Fre ire ase ve ró que la idea de la indepe ndencia había de jado de ex istir,
porque O riente había sido abandonada a su propia sue rte y solos no podrían hace r que
cua ja ra n las ideas que los habían conducido a l pugilato. Las selló a l asegura r que , con la
continuación de la lucha, solo sacrificarían vidas pre ciosas.[27] Mas las palabras de l teniente
corone l Fe rna ndo Figue re do y otros, que las siguie ron, volvie ron a e le va r la e spe ranza y la
pasión. Vibrantes, estreme cedoras, resultaron las de l corone l Juan R íus Rive ra: estaba seguro
de que pronto se rían reforzados por los he rmanos que se habían de jado seducir por e l le targo,
pe ro si olvidaban su debe r los que allí estaban sucumbirían acusándolos de réprobos y
pidiendo para e llos como para Caín la maldición de l cie lo. Fre néticos fue ron los aplausos que
abrocharon sus palabras, y cuando se trató de concre tar una votación sobre la conducta a
seguir quedó inte rrumpida por gritos unánimes de ¡Gue rra! ¡Gue rra!, coreadas también por
sargentos, cabos, furrie les y asistentes, quienes se habían ace rcado al escuchar el debate .
Todos se cundarían a Maceo en su gesto.
Despué s, una comisión ele cta por la junta de cidió, mediante una simple constitución de se is
artículos, la institucionalidad que debía conducir la gue rra: se formaría un gobie rno de cuatro
miembros que elegiría un gene ral en je fe; ese gobie rno que daría facultado para hace r la paz
sobre la base de la indepe ndencia; cualquie r otra de te rm inación solo podría hace rse por
autorización del pue blo; e l gobie rno que daba facultado para dictar le yes y e l pode r judicial
residiría en los conse jos de gue rra. A media noche se e ligie ron los cuatro m iembros de l
gobie rno, y al toque de silencio de l clarín se ce rró una jornada que repe rcutiría para siempre
en la historia de Cuba.
Al amane ce r, e l gobie rno quedó constituido con Manue l de Jesús Calva r de presidente ; se
designó a Vicente García como je fe del e jé rcito, y Antonio Maceo segundo de l gene ral en jefe y
je fe de O riente .[28] El gene ral santiague ro constituía a esa hora e l alma de la protesta, y
todos lo re conocían como tal. Por tanto, la de cisión sobre los mandos solo podía habe r sido
tomada bajo su suge re ncia. Al designar a García como ge ne ral en je fe , mucho más antiguo
que é l en e l rango, lo neutralizaría.[29] Además, despué s de todo, é l quedaba como je fe de
O riente y ahí estaba e l núcleo de la insurre cción. La e videncia de que estas de cisiones fue ron
suyas queda ron anota das en una carta que e scribiría e l 24 de marzo: "Pa ra rea liza r la
formación de l nue vo gobie rno y orden de cosas aquí propendí a que todos los je fes de este
Departamento hiciesen las am istades con el gene ral García y que se le diese lo que tanto ha
deseado conseguir por medios políticos, para que unidos todos me ayudasen a salvar los
principios y la honra de nuestras armas...".[30] En cuanto a la designación de Calvar, también
debió se r cosa de Maceo. Él resultaba demasiado pe rspicaz y consciente de las circunstancias
en medio de las cuale s se movía, para que si a alguie n se le hubie se ocurrido, por e jemplo,
propone r su ele cción como preside nte habe rlo admitido. Bie n debía comprende r que a lgunos
podían guardar rese rvas raciales, que a esa hora podían producir divisiones de testables e
inconvenientes.
Quedó de nue vo prohibido, bajo pena de mue rte, la prese ncia e n la manigua de portadores de
propuestas de paz que no tuviesen por base la indepe ndencia. En tanto, se ordenó que los
je fes se dislocasen en sus zonas respe ctivas, y e l 23, donde quie ra que estuviese n, rompie ran
fuego sobre e l enem igo.
La postura de García, de quedar a resultas de lo que se de cidie ra en la re unión con los demás
je fes de O riente y la ambigüedad con que se había manifestado respe cto de la paz en las
entre vistas que había sostenido con el ge ne ral e n jefe español y con otros militares de l país
ibé rico, quedó confirmada ese día, porque en su diario anotó: "Como acordé con Martínez
Campos noticiarle e l resultado de m i re unión con los de O rie nte re lativo a la paz, le e scribí
diciéndole que aquí no se ace ptaban las bases, y que nada más se podía hace r respe cto a
consultar la mayoría por las dificultades de reunirse y sobre todo cuando acordó con Maceo se
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rompe rían hostilidades e l ve intitré s".[31] Esta misiva ge ne ró una polémica entre el tune ro y
Martínez Campos, quie n le respondió de inmediato reprochándole que esa re spuesta no
cumplía el compromiso estable cido, porque no de cía cuál e ra en sí su resolución. García aceptó
que, e n efe cto, había om itido señalarla, y de claró entonces que no estaba de acue rdo con las
base s de l Zanjón y, además, no podía separarse de la lucha m ientras no las aceptara e l
"departamento de O riente ", al que lo ligaba e l comprom iso de habe rse le vantado en armas
conjuntamente. El gene ral español replicó re cordándole e l tex to de sus dos cartas de 8 y 9 de
fe bre ro, dirigidas a Prende rgast y a é l, respe ctivamente , en su carácte r de Pre sidente de la
República en Armas, en las que noticiaba de las medidas tomadas para pode r aceptar las
base s del Zanjón y e l envío de Roa y Luace s para aceptarlas, y le señaló que todo lo acordado
se había he cho de acue rdo con esos em isarios, quie nes habían regresado al campamento
donde García se hallaba para ratificar la aprobación de lo estipulado. Sin embargo, é l nada
había re clamado entonce s, cuando e ra tiempo de hace rlo.[32]
El je fe español estaba lite ralmente dese spe rado y e l 19 le escribió a Cánovas que no había sido
posible hace r nada e n e l asunto de la paz en el O riente me ridional "donde manda un mulato
que e ra arrie ro y hoy es ge ne ral, que tiene una ambición inmensa, mucho valor y mucho
pre stigio y que bajo su ruda corteza esconde un talento natural".[33] Mas, el 21, re cibió una
comunicación de Calvar en que le exponía su crite rio de que se hacía indispensable conoce r la
opinión "de l Ejé rcito y e l pueblo" sobre la conducta a seguir, ya que esta no se había podido
consultar ple namente por no habe rse concedido los me ses inicialmente solicitados, y é l
pre te ndía hace r la encue sta de otra mane ra. Además, pedía salvoconductos para una com isión
que marchara a Las Villas con el propósito de conoce r su "e stado político y e spíritu".[34] El
trasfondo de esta pe tición se hallaba en que el mismo 21 e l gobie rno provisional se había
re unido y Calvar expuso que Maceo, "con obje to rese rvado", le solicitaba le escribie ra a
Martínez Campos y pidiese ampliación de la tregua y e nviar por las líneas españolas
mensaje ros a Las Villas. Era obvio que Maceo planeaba reorganizar las fue rzas de O riente
antes de reanudar la lucha y reavivarla en el otro departamento, mediante e l anuncio de su
continuación.[35]
El militar español cre yó que esta comunicación abría una luz en sus propósitos de continuar
martilleando con su política de paz. De mane ra que instruyó a todos los mandos no reanudar
las hostilidades e l 23 y no hace rlo hasta nue va orden, y si las fue rzas se movie ran se lle vara
bande ra blanca.[36] Tambié n e nvió e l día 22 una respuesta a Calva r en que le informa ba de la
aceptación de las peticiones he chas y le pidió una confe re ncia, a la que invitó a participar a
"todos los demás Srs. Jefe s oficiales y fue rza que tenga por conve nie nte" para habla r sobre e l
contenido de la carta re cibida, pues, se gún expresaba, en la entre vista de Mangos de Baraguá
se le había cortado la palabra y no había podido ente rarse de los deseos de ellos ni
"desvane ce r" sus incógnitas.[37]
El mismo día 22 Calvar le e nvió al gene ral segoviano una respue sta, para adve rtirle que , como
e l día 16 los je fes cubanos y sus fue rzas habían partido a sus respe ctivas zonas de ope raciones
y como él no contaba con medios para hace rles llegar rápidamente la noticia de la prórroga de
la suspensión de hostilidade s, no debía ex trañarse de que al día siguiente los cubanos
comenzaran la lucha en algunos puntos.[38]
El 23 Calvar concurrió a la cita, a un k ilóme tro de l campamento de Martínez Campos, en
Miranda. Lo acompañaban los otros tre s miembros del gobie rno, el brigadie r Leonardo de l
Mármol, e l corone l Fe rnando Figue redo y e l te nie nte corone l Pablo Beola . Martínez Campos
re novó sus propuestas de paz, bajo las m ismas bases de l Zanjón, porque según expuso no le
e ra posible modificarlas. Les ase guró que la isla estaba pacificada de Las Tunas a occidente y
ya los em igrados regresaban. C lamó por e l infe liz soldado mambí que cae ría ahora en la lucha.
Tal ve z buscando una zona de menor re sistencia, se que jó de la conducta de Vicente García,
que lo había engañado, y de l trato duro que le había proporcionado Maceo en Mangos de
Baraguá. Al final, nada obtuvo. Los participantes e n la entre vista le re ite raron que solo te nían
facultades para hace r la paz, sobre la base de la independe ncia.
Despué s de la e ntre vista, e l gene ral de Sagunto orde nó empre nde r ope raciones a partir del día
25. Pe ro e l 23, de sde su campamento de Barigua, una acrópolis en medio de los montes
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guantaname ros, ya Maceo pudo escuchar e n su de rre dor la de sflagración de las armas
mambisas. Es casi seguro que no había conocido de la prórroga de la tregua.
Hay que confe sa r que el desconcie rto fue enorme para los hombres de l Titán cuando las
prime ras tropas que fue ron a la carga, encontraron que el enemigo, a sus disparos, con gran
coraje y sin responde rlos, contestaba "¡Viva Cuba!" "¡Viva la paz!". Esta fórm ula, hija de las
instruccione s de Martíne z Campos de continuar e l cese de l fuego, le resultaría fatal al
combatiente cubano porque, te naz y encarnizado e n medio de la porfía, e n él latía también
una fibra pundonorosa que le hacía repugnante a ta ca r a a lguien que no se defe ndía. Maceo se
vio obligado a ordenar e l alto al fuego y re tirarse en medio de l desconcie rto y la tristeza.
Sin embargo, Vicente García, quien había marchado a acantonarse de nue vo en Las Tunas, y
otras fue rzas de O riente , no encontraron la m isma respuesta y sostuvie ron a lo largo de e sos
días dive rsos fue gos con e l enem igo. Al pare ce r, e l brigadie r Vare la y los mandos de otras
zonas no habían podido hace r lle gar a todas sus columnas la orden de no abrir ope racione s.
Apa re ntemente , la nue va instrucción de l je fe del e jé rcito español de rea nuda r la lucha tardó
días e n llegar a todas sus fue rzas, porque solo a principios de abril Maceo pudo emprende r
ope raciones en regla. Para e sos instantes, e l embate de las fue rzas españolas se tornó furioso
en todos los te rritorios. Pe ro ahora Maceo sabía que su de cisión estaba cumplida y e l honor
salvado, la gue rra no había te rm inado. En lo ade lante habría capitulados, pe ro no capitulación.
El m ismo 25 de marzo, e n que e l gene ral e n jefe e spañol había dado la orden de reanudar las
hostilidades, Maceo redactó una proclama dirigida a los habitantes de l de partamento orie ntal,
en la cua l desta caba e l propósito de re chaza r la paz convenida en e l Zanjón y los llamaba a
proseguir la lucha. En e llas se hacía e vide nte que , m ientra s buscaba una salida, gra cias a l
apoyo y la simpatía de Haití, la idea de una unión de las Antillas Mayores, que también
alcanzaría a un Pue rto R ico libe rado, constituía un proye cto que por entonces rondaba en la
cabe za de algunos se ctores re volucionarios.
La expe cta ción de las a rmas cubanas, en re lación con una posible a yuda del ex te rior e ra
grande . Se espe raba una expedición que se de cía el gene ral Julio Sanguily se de cía estaba
pre parando en Estados Unidos, pe ro Maceo estaba inseguro. Por eso, e n su proclama, se refirió
al olvido de los centros de la emigración en Nue va York , como una de las causas de los
desgraciados aconte cim ientos vividos. Entonce s le escribió a Sanguily y le manifestó:
"Réstame sabe r si usted y toda la emigración cubana, están dispuestos a salvar nuestros
principios y honra; pe ro si lo están ¿de qué modo y a qué se comprome ten?, para que si
re cibimos por contestación la negativa de e se apoyo y coope ración moral y mate rial entonces
pode r contar nosotros únicamente con nuestra re ctitud de principios y nuestro propósito de
pe re ce r o salvar siquie ra la honra".[39] Re sultaba, de he cho, un ultimátum a la emigración.
Sin embargo, Maceo no sabía que e l 17 de marzo se había e stable cido e l llamado Comité de
los C inco (Lamadriz, Pie rra, Leandro Rodrígue z, Ramón Martínez y e l pe ruano Leoncio
Prado),[40] para apoyar su causa. También una mue stra de solidaridad la die ron e n abril,
desde Cayo Hueso, los tabaque ros, que, a pesar de sus e conomías siempre en apremio,
envia ron fondos a Nue va York para conve rtirlos en a rmas para la insurre cción.
A todas estas, pare cía que e n la manigua oriental se continuase de batie ndo si, en realidad, Las
Villas y Camagüe y habían sido totalme nte pacificadas. El 12 de abril el gobie rno provisional
tuvo que conside rar una petición lle gada de l regimiento Santiago, en la que el cue rpo
solicitaba se e nvia ra una comisión a a vistarse con Martínez Campos para que pe rm itie ra envia r
com isiones a Las Villas y Camagüe y a e studiar las bases del pacto de l Zanjón y concluir si se le
podían introducir modificaciones que las hiciesen más ace ptables. El gobie rno les respondió
que los pe ticionarios estaban e n minoría y no podría, por tanto, hace r nada hasta que la
mayoría estuviese inclinada a favor de tal propue sta.[41] La re spuesta misma e videnciaba una
cie rta vacilación de l gobie rno.
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Mas, e n eso, un suceso vino a pre sionar de l lado de tal posición. Se is días más tarde , a
pe tición de l je fe supe rior de sanidad del e jé rcito, corone l Fé lix Figue redo, e l gobie rno se re unió
en sesión ex traordinaria en el campamento de Los Lazos para escuchar una exposición que e l
médico de seaba hace r. Figue redo ex presó que ante la incesante pe rse cución a que estaban
some tidos, no tene r prácticamente municiones, m ientras que e l com ité de la em igración había
acome tido una re cogida de re cursos, conside raba ne cesario el envío al ex te rior de un dele gado
capaz de impulsar e l esfue rzo empre ndido. Para esta misión proponía al "Mor. Gral Anto
Maceo", aunque compre ndía que su salida podría trae r una grave conmoción e n las filas
gue rre ras, pe ro tal hombre se ne cesitaba para tal empresa. Al te rminar su pe roración,
Figue redo se re tiró del lugar.
Los tres m iembros de l gobie rno presentes (Pablo Beola cumplía una m isión del gobie rno)
debatie ron la propuesta. Fe rnando Figue redo y Leonardo del Mármol la apoyaron. Calvar,
re ticente , propuso escuchar e l crite rio de l propio Maceo,[42] a l que convoca ron. Después de
oír la exposición de los crite rios de Félix Figue redo, el gene ral Antonio conside ró que para e l
éx ito de la causa que seguían se volvía ne cesario lle var ade lante una reorganización de las
fue rzas, según una propuesta que haría , pe ro aseguró que obede ce ría cua lquie r orde n que se
le die ra. Cuando los tres integrante s de la junta quedaron solos acordaron some te r e l asunto a
un segundo debate.[43] Bien sabían que sin Maceo prese nte en la manigua, la situación se
volve ría ex traordinariamente difícil por no de cir imposible .
Al día siguiente , los tres volvie ron a discutir la convenie ncia del e nvío de Maceo al ex te rior.
Fe rnando Figue redo, para sostene r la ne cesidad de esa presencia entre los emigrados, tradujo
un artículo de l Herald, de Nue va York , sobre e l a cto ce lebra do días a trás en e l Masonic Hall en
que se demandó e l e nvío de un com isionado capaz de reunir los 5 000 hombres y pe rtre chos
"ne cesarios p a salvar la nave de la Re volución de l naufragio". Calvar comenzó a cede r y
re cordó que , no obstante la pre sencia de Maceo en Cuba, e l regimiento Santiago y varias
pre fe cturas de Palma Soriano se inclinaban a la paz y, por igual, fue rzas de Holguín. De
mane ra que finalmente aceptó la propuesta; mas, todavía inquie to por la de cisión, planteó
volvie ran a debatir e l asunto en una te rce ra ocasión. Por último, re cordaron la pe tición de l
regim iento Santiago de e nviar comisiones a Camagüe y y Las Villas, y acordaron remitir una
carta a Martínez Campos para solicitar facilitase su paso por líneas e spañolas.[44]
El 20 de abril el gene ral en je fe español re cibió la nue va carta de Calvar. En esta le anunciaba
que e nviaba a l doctor Fé lix Figue re do a entre vistarse con é l, quie n le solicita ría salvoconductos
para despachar las dos comisiones a ve rificar si e ra cie rta la pacificación de Las Villas y
Camagüe y.[45] Al re cibir la m isiva, con toda obsequiosidad, el gene ral e spañol accedió a que
no dos sino tre s comisiones marcharan a Santiago de C uba, Santa C ruz del Sur y Sancti
Spíritus y C ienfuegos, a convence rse "de la total pacificación de aquellos te rritorios".[46]
Todo indica que e l doctor Fé lix Figue redo no se concre tó a su misión ce rca de Martínez
Campos, sino que exploró con e ste la posibilidad de que autorizara "la salida de uno o más
individuos (...) del campo de la lucha sin ningún obstáculo".[47] Y es seguro que planteó e l
nombre de l mayor gene ral cubano y, se gún una carta suya, llegó más allá. A su re greso al
campamento, Figue redo se entrevistó con el gobie rno e informó de la ace ptación de l mando
español de l paso de las comisiones a través de sus líneas y añadió que había obtenido de
Martínez Campos la autorización para que uno o más pe rsonas salie ran de la manigua sin
obstáculo alguno.[48]
Todo pare ce indicar en re lación con la posible partida de Maceo que Fé lix Figue redo hizo
planteam iento expreso a Martínez Campos, sin autorización de l gobie rno. No solo porque en
carta de Calvar de l día 20 se exponía que su m isión únicamente e staba re lacionada con
envío de com isiones a Las Villas y Camagüe y, sino porque e l gobie rno había de jado suje ta
de cisión de la salida del gene ral a un te rce r debate sobre el asunto.
el
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el
la
El 26 se produjo e se te rce r de bate. Calva r aseguró paté ticamente que quedaba poco tiempo,
porque las capitulaciones se multiplicaban y la moral de caía. Argumentó que incluso, ante s de
te
separarse de l gene ral Vicente García, e ste "le había manifestado confd " que estaba dispuesto
o
a que entrase n "en un arreglo con el enem igo ., pue s estaba convencido de la este rilidad de
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los sacrificios de sangre y vidas que en lo sucesivo se hicie ran". Por fin, con el ase ntim iento de
los tres, se acordó unánimemente la salida de l caudillo cubano.[49]
En las instruccione s de la m isión de Maceo, en las que se le orde naba dirigir la emigración
durante sus gestiones y regresar con urgencia a C uba con los e lementos de gue rra acopiados,
se le designaba Agente Oficial de la Re pública en e l Ex te rior. Se fijó el 6 de mayo para su
salida.[50]
Al conoce r la de cisión, Maceo accedió a cumplir la tarea bajo de te rm inadas condiciones:
"O bede ce ré cualquie r orden del Gobie rno siempre que éste se comprome ta conmigo, caso de
que abandone e l campo, a espe rar mi vue lta o a no capitular sin que yo haya expuesto la
situación y las espe ranzas que para la continuación de la lucha nos ofre zcan las
emigraciones".[51] El gobie rno aceptó lo ex igido por Maceo e , incluso, Calvar le aseguró que
estaría dispuesto a e spe rarlo aunque solo lo acompañaran seis hombres. Maceo argumentó
que salir e n un bote re tardaría sus gestione s, y entonces se le dijo que se confe renciaría con
Martínez Campos para que facilitase medios con vistas a la salida de su com isión.
Calvar volvió a e scribirle a Martínez Campos con e l doctor Fé lix Figue redo para plantearle, de
acue rdo con su disposición a acce de r a la partida de combatientes al extranje ro, la solicitud de
salida para Maceo y garantías para su se guridad. Figue redo acordaría con él los de talles de l
viaje .[52]
Cuando e l militar español, alborozado, conoció del asunto, prestó todo su concurso y
garantías[53] porque , cómo no, la partida de l gene ral daba la espe ranza de pode r quitarse por
fin de arriba aque l trueno de la manigua.
Sobre estos he chos pudie ra argumentarse que algunos valoraban la ne cesidad de salvar la
pre ciosa vida de Maceo y, desde ese punto de partida, se habían propuesto sacarlo de l campo
de lucha. Pe ro resulta cie rto que no pocos, ya estaban ganados por e l mayor de los
pesim ismos y sabían que el gran obstáculo para te rm inar la gue rra e ra Antonio Maceo. En
realidad, Fé lix Figue redo actuó con vistas a que ce sara la lucha y condición absoluta para ese
fin e ra sacar de la isla al mayor gene ral. Algunos días después de su entre vista con Martínez
Campos, e n una misiva le diría entre otras cosas al jefe hispano: "Casi siempre que regreso [al
campamento del gobie rno] encuéntrome complicacione s en la situación y todo esto no se
despe ja rá hasta que no salga Maceo: a sí lo advie rto aquí y promue vo crisis en busca de una
solución de finitiva (...) Mis proye ctos que tie nden á de volve r al pais la fe licidad despue s de
tanta sangre ve rtida, espe ro sigan favore cidos por V.E. para que todo te rm ine favorablemente
(...) Solo suplico á V.E. y pe rdóneme por e nte ro, la rese rva, pues temo a los laborantes que
todo lo m iran para ex trae r oro importándoles muy poco los males de la gue rra y e l prestigio de
los que quie ren a C uba. También me pe rmito indicarle no me conte ste en estas circunstancias
ni dar a e ntende r que yo me he tomado la libe rtad de escribirle . El Gobie rno espe ra al gene ral
Maceo para darle la orden de que salga para e l ex tranje ro en virtud de lo que con e l tiene
convenido".[54] Las palabras de esta carta están re producidas en e l diario de Fé lix Figue redo,
y hay un párrafo que debe agregarse . Dice : "y no me asusta cargar con la responsabilidad [de l
cese de la lucha], porque e sta le toca por ente ro al Doctor Bravo Sentíes, a Vice nte García, y,
después a los de Camagüe y, como lo probara la Historia".[55] Esta actuación de Félix
Figue redo resulta sumamente turbia.
A las se is de la tarde del 10 de mayo, e n e l aviso de gue rra español Fernando el Católico,
Maceo, quien había pedido aplazar unos días la salida, zarpó rumbo a Jamaica.[56] Félix
Figue redo, al que inicialmente e l gobie rno había designado para acompañarlo, no viajaba con
é l, sino los corone les Arcadio Le yte Vidal y Juan R íus Rive ra y los tenientes corone les Lacre t y
Pache co. El júbilo de los militares hispanos e ra e norme. Por su parte , Martíne z Campos le
asegura ría al ministro de la Gue rra, a l explica rle por qué había autorizado e l via je de Maceo,
que tenía la convicción de que e l Titán hubie se continuado la lucha, incluso si dispusiese de "un
corto núme ro de partidarios".[57] Las instrucciones que giró el gene ral en je fe español al
capitán del Fernando el Católico, son sumamente inte resantes. Después de anunciarle que
conduciría a Jamaica a Mace o y pe rsonas que lo acompañaban, le de cía: "A su lle gada
pe rmane ce rá 48 horas en pue rto y si alguna de las pe rsonas que acompañen a dicho Maceo
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desea se volve r, las adm itirá V.S. (...).= En e l caso no probable de que Dn. Antonio Maceo
desease volve r, no se rá admitido sino presta sumision al Gobie rno ante el Consulado Español
de l indicado punto".[58]
La em igración de Jamaica re cibió a Maceo con cie rta hostilidad y algunos hasta le hicie ron
acusaciones de habe r capitulado. En la reunión que tuvo con la junta re volucionaria de
Kingston, la m isma noche de su llegada, ya se hizo patente que se le negarían los re cursos y,
después de una asamblea con los em igrados, en que e l corone l Juan R íus R ive ra, acompañante
de Maceo, participó en nombre de l ge ne ral, todo lo que se agenciaría consistiría en la re cluta
de cinco hombre s y el aporte de sie te che lines.
De inmediato, la resolución del hé roe de la prote sta de Mangos de Baraguá fue llegar a Nue va
York . Con ese propósito, R íus Rive ra se presentó ante e l capitán de l Fernando el Católico y e l
cónsul e spañol de Kingston y solicitó, en nombre de Maceo, que e l buque los trasladase a
Nue va York . Empleó la argucia de que, e n 30 días, debían darle respue sta a Martíne z Campos
de la actitud que finalmente adoptarían y solo podrían tomar de cisión después que conocie ran
la disposición de la emigración de Nueva York .[59] El cónsul tele grafió a Cuba, para pedir
instruccione s,[60] y esta vez, el obsequioso Martínez Campos de otras ocasiones, re chazó
redondamente la pe tición.[61] Ya había cumplido su gran obje tivo, sacar a Maceo de Cuba.
Para de jar constancia de los he chos, le aclararía al representante de España en Jamaica que
Maceo, que no había capitulado ni se había presentado, había marchado en m isión de su
gobie rno y é l nada tenía que ve r con e sta.[62]
Todavía e l 12 de mayo, antes de que se re cibiese la respuesta de Martínez Campos, Maceo
visitó e l buque con e l pre tex to de agrade ce r a su capitán las atenciones que con é l y sus
acompañantes había te nido durante la travesía. En realidad, su obje tivo fue inte rrogarlo sobre
la posibilidad de que lo conduje ra a Nue va York , y, de no se r así, si entonces podría regresar a
Cuba en la nave. En este caso, e l capitán le re firió las instrucciones que ante s de salir había
re cibido de Martíne z Campos. Desde luego, Maceo re chazó la condición estable cida.[63]
Entre tanto, en e l campo insurre cto, la situación se tornaba cada ve z más angustiosa. Los
españoles pe rseguían sin descanso a los re beldes y, a la ve z, mantenían su conducta e jemplar,
curaban a los he ridos y los restituían a sus tropas, ente rraban los mue rtos, e ntregaban la
correspondencia capturada, respe taban a los prisione ros. Al m ismo tiempo, las municiones y
los alimentos se hacían cada vez más e scasos. Como síntoma del desmoronam iento y, a la
vez, para continuar e l efe cto desmoralizante , los militares españoles visitaban con cualquie r
pre tex to los campamentos mambise s sin que fue ran hostilizados. Además, para presionar
sicológicamente a los combatie ntes, Martínez Campos orde naba hace rle ve r a los je fes que
resistían, como Vicente García, la posibilidad de que llegado un momento se conside rara a los
restos de las fue rzas en armas como bandole ros y, en conse cuencia, sus hombres se rían
tratados de acue rdo con esta condición. Tambié n que se les dije ra que se estaban e nviando
vapore s a Cayo Hueso para trae r a los emigrados, porque ya no bastaban las gole tas
despachadas con ese fin.[64] Por añadidura, y no lo menos importante , la ause ncia de Maceo
privaba a la hueste mambisa de la columna ve rte bral de l espíritu de lucha. Un re conocim iento
de su significación lo daba Martíne z Campos, al asegurarle al m inistro de la Gue rra que con su
marcha había desapare cido "el alma de la resistencia".[65] De esa mane ra, e l ánimo de los
combatientes de caía y las de fe cciones cre cían. Por m omentos, la situación se hacía
dese spe rada y la re volución boqueaba. Se cumplía e l obje tivo de quienes todo pare ce indicar
habían planeado la capitulación.
En esos días, también abandonaba e l país e l doctor Fé lix Figue redo en un vapor francés.[66]
Acompañaba a Mariana Grajales, María Cabrales y otras muje res de la familia de los Maceo,
que salían de la manigua de acue rdo con una carta que e l gene ral había dirigido a Martínez
Campos, en los prime ros días de abril, mucho antes de que se hablara de su m isión, y en
respuesta de la cual el gene ral español había acce dido a la salida de todas las fam ilias que
estuviese n en e l teatro de la gue rra.[67]
A todas estas, m ientras e l gene ral Antonio trataba de conseguir pasaje e n un barco de línea
que zarparía hacia Nue va York el 23 de mayo, al campamento de l gobie rno regresó e l teniente
45
corone l José Lacre t, otro de los acompañante s de Mace o, y dio noticias desoladoras. Según se
anota e n el acta de l gobie rno provisional, de 16 de mayo de 1878, Calvar, lue go de re fe rir los
ridículos re cursos conseguidos en la re unión de la em igración e n Jamaica con R íus R ive ra,
pre cisó: "q. el Gobno oyó de los labios de l ayudante del Gral Maceo e l re cado que este le
enviara de q. no había e spe ranzas de re cursos y q. e ra ne cesario q. e l Gobno. se esforzara p a.
e vitar más sacrificios inútiles de vidas y sangre ".[68] Algo más. En la re unión también se le yó
una nota de ese mismo día, de l brigadie r Moncada, en que de spués de prese ntar e l cuadro
funesto a que se e nfre ntaban re fe ría que e l re gim iento Santiago hacía presiones sobre él para
que se hicie ra la paz y que al confe renciar con Lacre t no solo supo de la situación de la
emigración, sino tambié n de l conse jo de Maceo de "que no se continuase sacrificando nue stro
Pue blo".[69] Hay algo extraño en todo e sto. ¿Cómo e ra posible que Maceo enviara ese
mensa je, cuando luchaba para dirigirse a Nue va York a prose guir sus ge stiones con vistas a
conseguir re cursos? Todo indica que Lacre t mentía.
Martínez Campos, bien informado de la situación, propuso una confe rencia con Calvar.[70] En
la re unión de l gobie rno, de l 16, Calvar había leído que en la nota de Moncada e ste solicitaba
por todo lo expue sto que el gobie rno confe renciara con el ge ne ral Martínez Campos, tratara de
suspende r las hostilidades y obte ne r me joras sobre las bases de l Zanjón. Tambié n, que ese
mismo día habían re tornado los com isionados e nviados a conoce r la situación de la
insurre cción de Camagüe y y Las Villas y estos traían la convicción de que no había partidas
insurre ctas en ninguno de los dos te rritorios y los antiguos combatientes se habían entre gado
al trabajo pacífico. C omo conse cue ncia de e sta e nume ración de he chos y circunstancias e l
gobie rno a cordó finalmente confe rencia r con e l ge ne ral e n je fe e spañol.[71]
De esa mane ra, e l 17, Calvar y otros miembros del gobie rno se re unie ron con Martínez
Campos. Este no accedió a variar las base s de l Zanjón y solo ace ptó que los oficiales que
depusie ran su actitud conse rvarían sus armas pe rsonales. Además, de las dos pagas que se
habían acordado en e l pacto, se añadiría una más al e jé rcito de O riente .[72] Esa triste noche ,
en e l campamento de Loma Pelada, e l gobie rno examinó la re spuesta de l ge ne ralísmo e spañol
y adm itió e l trato: entre e l 1ro. y 10 de junio cesaría de funcionar. Tambié n enviaría
com isionados a todos los je fes de fue rzas para plantear su postura a favor de la deposición de
las armas.[73] Entre otras acciones, le enviaría un mensaje al gene ral Vice nte García con e l fin
de inclinarlo a de jar la lucha.
Vicente García re cibió los mensaje s de l gobie rno, pe ro todavía continuó combatiendo. Mas ya,
uno tras otro, capitulaban los regimie ntos y, e l 21 de mayo, e l gobie rno a cordó disolve rse y
de volve r "sus pode res al pueblo".[74] Este acue rdo debía trasmitírsele "al Gral en Je fe del Ejto
de la Repca y al Agente Ofl e n e l Ex tr." Por fin, e l 26, e l ge ne ral Vicente García se entre vistó
con e l gene ral Pre nde rgast y acordó la capitulación militar, bajo la base de concede r la libe rtad
de los esclavos que estaban en la insurre cción y e l olvido de lo pasado. Ese mismo día hablaría
con sus jefes y e l 27 la noticia se haría pública.[75]
Solo a principios de junio capitularon los últimos combatientes. Con estupor, Martínez Campos
informaría al m inistro de la Gue rra que, le jos de sus cálculos, en total unos 4 000 mambises
habían estado en pie de gue rra en O riente , durante aque lla campaña hija de la protesta de
Mangos de Baraguá.[76]
No pocos participante s de la hombrada de Mace o escondie ron sus armas en lo profundo de la
manigua , seguros de que pronto volve rían a empuñarla s y a lgunos, casi al llega r a su lugar de
reside ncia, empezaron de nue vo a conspirar.
Una parte de aquellos combatie ntes que se habían jugado la vida durante 10 años por el ideal
de independe ncia y e stuvie ron junto a Maceo en la Mangos de Baraguá, prefirie ron abandonar
la isla, de spués de re chazar los ofre cimie ntos que Martínez Campos les hizo. Vicente García
re cibió por la venta de sus fincas una cantidad de dine ro y noblemente la re partió entre los
fie les que con él marcharon al destie rro.
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El 31 de mayo, cuando ya prácticamente todo había te rm inado, Maceo, sin conocim iento
todavía de lo aconte cido, se entre vistó en Nue va York, adonde por fin había llegado, con
Miguel Aldama y este puso a su disposición 400 000 cartuchos y unas de cenas de carabinas
que te nía en de pósito. De inmediato, el ge ne ral convocó una reunión de la emigración en e l
Tammany Hall, en la cual se acordó emprende r una campaña para re cole ctar fondos con vistas
a adquirir más pe rtre chos.
El 5 de junio, le escribió animosamente a Calvar. Te nía razone s para sentirse optim ista de sus
gestione s. Lo demostraba e l he cho de l éx ito que , al contrario de Kingston, había te nido e l m itin
en e l Masonic Hall, en e l cual, a los re cursos conseguidos, se unía la aceptación de una nue va
hornada de combatientes dispue stos a marchar a la manigua. Le expresaba también a Calvar
que se conside raba muy corto e l plazo concedido para que sus gestiones obtuviese n resultado.
A la par le comentaba que había resultado inoportuno que e l barco español lo hubiese
conducido a Jamaica, porque en realidad allí había pe rdido tiempo. En la m isiva aseguraba que
pronto podía marchar a Cuba con una expedición a re vitalizar la contie nda. Esta carta resulta
e l más absoluto de smentido a l mensa je que se dice trasmitió Lacre t al gobie rno. Mas,
pre cisamente al día siguie nte del m itin, con e l alma he lada, conoció por misiva de Calvar la
noticia de que la lucha había cesado en la isla. Al cabo de unos días dio cuenta de los he chos a
la em igración y puso rumbo a Jamaica. Sin embargo, en é l la llama de la re volución seguía tan
ence ndida como en la prime ra hora.
El 9 de junio, Arse nio Martínez de Campos dio por concluidas las ope raciones en Cuba. Sin
embargo, quizás en ese mismo instante comprendió que, en realidad, se había iniciado e l
pe ríodo preparatorio para una nue va gue rra. No podía se r de otra forma. La re volución,
templada por multitud de razones é ticas, había sido la brasa sobre la cual habían cuajado
fundamentos esenciales de la nación: tanto mate riales como espirituales. Esta demandaba ya
la independe ncia y el pueblo cubano no podría de te ne rse hasta conquistarla. La re volución
había que dado inconclusa. Ese había sido e l empeño de Maceo y lo había logrado.
Notas
[1] "De Arsenio Martíne z Campos al m inistro de la Gue rra", 18 de febre ro de 1878. Instituto de
Historia y C ultura Militar (IHC M), Madrid, Fondo Asuntos Gene rales de Cuba, caja 41.
[2] José Luciano Franco: Antonio Maceo; apuntes para una historia de su vida, Editorial de
C iencias Sociales, La Habana, 1989, t. I, p. 127.
[3] "De Máximo Gómez a Antonio Maceo", 15 de febre ro de 1878. Unive rsidad Central de Las
Villasa/Bibliote ca (UCLV/B), Fondo Coronado, t. II.
[4] José Antonio Portuondo: El pensamiento vivo de Maceo, La Habana, 1971, pp. 96 y 97.
[5] Máximo Gómez da dos ve rsiones muy aprox imadas de l contenido de la entre vista, e n su
Diario de campaña, Talle re s de l Centro Supe rior Te cnológico, Ce iba del Agua, 1940, p. 136, y
en el folle to Convenio del Zanjón, Imprenta de Pedro A. Pomie r, Kingston, 1878, p. 35. La
narración se ajusta a lo esencial que se re pite en ambos tex tos.
[6] Francisco Ibarra: Cronología de la guerra de los Diez Años, Editorial O riente , Santiago de
Cuba, 1976, p. 183.
[7] "De Máx imo Gómez a Maceo", 22 de febre ro de 1878. UCLV/B, Fondo Coronado, t. V.
[8] "De Luis de Pre nde rgast al comandante gene ral de Bayamo", 24 de fe bre ro de 1878. IHCM,
Fondo Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
47
[9] José Antonio Portuondo, op. cit., p. 24.
[10] "De Antonio Maceo a Arsenio Martínez Campos", 21 de febre ro de 1878. IHC M, Fondo
Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
[11] "De José de Jesús Calvar a Eduardo Codina", 26 de marzo de 1878. UC LV/B, Fondo
Coronado, t. XI.
[12] "Confe rencia te legrá fica e ntre Arsenio Martíne z Campos, Vicente García, e l brigadie r
Vare la y el corone l Galdós", 23 de fe bre ro de 1878, ibíd.
[13] "De Arse nio Martínez Campos a Antonio Maceo", 24 de fe bre ro de 1878, ibíd.
[14] "Confe re ncia te legráfica entre Arsenio Martínez Campos y Joaquín Jovellar", 28 de febre ro
de 1878, ibíd.
[15] "De Arse nio Martínez Campos a Joaquín Jove llar", 28 de febre ro de 1878, ibíd.
[16] Luis Esté vez Rome ro: Desde el Zanjón hasta Baire, Editorial de C iencias Sociales, La
Habana, 1974, t. I, p. 24.
[17] "De Arse nio Martínez Campos al capitán ge ne ral Joaquín Jove llar", 11 de marzo de 1878.
IHCM, Fondo Asuntos Ge ne rales de Cuba, caja 41.
[18] Vicente García; leyenda y realidad. Sele cción e introducción de Víctor Manue l Marre ro,
Editorial de C iencias Sociales, La Habana, 1992, p. 292.
[19] "De Arse nio Martínez Campos al capitán ge ne ral Joaquín Jove llar", 11 de marzo de 1878,
doc. cit.
[20] Vicente García..., op. cit., p. 341.
[21] El re lato que se sigue y las citas e stán tomadas de la narración de Fe rnando Figue redo,
testigo prese ncial de la e ntre vista, en La revolución de Yara, 1868-1878, Instituto del Libro, La
Habana, 1968, pp. 263 y ss., y en la que apare ce e n José Luciano Franco, op. cit., t. I, pp. 139
y ss.
[22] Joe l Mourlot: "He roísmo y Sindé resis de Antonio Maceo, e n Visión múltiple de Maceo.
Santiago de Cuba, 1998. p. 148, citado de Leonardo Griñan Pe ralta, en Antonio Maceo:
Análisis caracterológico.
[23] "De Arsenio Martínez Campos a Vice nte García", 16 de marzo de 1878, IHCM, Fondo
Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
[24] "De Arse nio Martínez Campos a Luis Pre nde rgast", 20 de febre ro de 1878, ibíd.
[25] "De Arse nio Martínez Campos a Vice nte García", 16 de marzo de 1878, ibíd.
[26] Eusebio He rnánde z: Maceo; dos conferencias históricas, Editorial de Cie ncias Sociale s, La
Habana, 1990, p. 31.
[27] "Acta del Gobie rno Provisional", 19 de abril de 1878. UCLV/B, Fondo Coronado, t. XXIV.
[28] "De José de Jesús Calvar a Eduardo Codina", 26 de marzo de 1878. UC LV/B, Fondo
Coronado, t. XI.
48
[29] Una nota biográfica sobre Maceo, e n e l libro de Gonzalo Cabrales Nicolarde , Epistolario de
héroes, Editorial de Cie ncias Sociale s, La Habana, 1996, pp. 134 y ss., que da la impre sión de
habe r sido escrita por el propio gene ral, dice que e ste desconocía e n ese momento que García
había sido ante riormente designado presidente de la Re pública e n Armas.
[30] José Antonio Portuondo, op. cit., p. 30.
[31] Vicente García..., ed. cit., p. 292.
[32] "De Vicente García a Arse nio Martínez Campos", dos comunicaciones de 16 y 17 de marzo
de 1878, y "de Arsenio Martíne z Campos a Vice nte García", dos comunicaciones de 16 y 17 de
marzo de 1878. IHCM, Fondo Asuntos Gene rales de C uba, caja 41.
[33] Luis Esté vez Rome ro, op. cit., t. I, pp. 23 y 24.
[34] "De Manuel de Jesús Calvar a Arsenio Martínez Campos", 21 de marzo de 1878. IHCM,
Fondo Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
[35] "Acta del Gobie rno Provisional", 21 de marzo de 1878. UC LV/B, Fondo Coronado, t. XVIII.
[36] "C omunicaciones de Arsenio Martínez Campos al ge ne ral Prende rgast, a los brigadie res
Vare la, Pando y Polavie ja, a los comandantes de Santiago de C uba, Holguín y Bayamo y a los
corone les Lópe z y Mire t", 21 de marzo de 1878. IHC M, Fondo Asuntos Ge ne rales de C uba, caja
41.
[37] "De Arsenio Martínez Campos a Manue l de Je sús Calvar", 22 de marzo de 1878. IHCM,
Fondo Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
[38] "De Manuel de Jesús Calvar a Arsenio Martínez Campos", 22 de marzo de 1878. IHCM,
Fondo Asuntos Gene rale s, caja 41.
[39] José Antonio Portuondo, op. cit., p. 30.
[40] Juan J. E. Casasús: La emigración cubana y la independe ncia de la patria, Editorial Lex ,
La Habana, 1953, p. 160.
[41] "Acta del Gobie rno Provisional", 12 de abril de 1878. UCLV/B, Fondo Coronado, t. XVIII.
[42] "Acta del Gobie rno Provisional", 18 de abril de 1878. UCLV/B, Fondo Coronado, t. XXIV.
[43] Ibíd.
[44] "Acta del Gobie rno Provisional", 19 de abril de 1878. UCLV/B, Fondo Coronado, t. XXIV.
[45] "De Manue l de Jesús Calvar a Arse nio Martínez Campos", 20 de abril de 1878. IHCM,
Fondo Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
[46] "De Arsenio Martíne z Campos a Manue l de Jesús Calvar", 24 de abril de 1878. IHCM,
Fondo Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
[47] "De Manue l de Jesús Calvar a Arse nio Martínez Campos", 20 de abril de 1878. IHCM,
Fondo Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
[48] "De Manue l de Jesús Calvar a Arse nio Martínez Campos", 27 de abril de 1878. IHCM,
Fondo Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
49
[49] "Acta del Gobie rno Provisional", 26 de abril de 1878. UCLV/B, Fondo Coronado, t. XXIV.
[50] "Acta del Gobie rno Provisional", 3 de mayo de 1878. UC LV/B, Fondo Coronado, t. XXIV.
[51] Fe rnando Figue redo, op. cit., p. 287.
[52] "De Manue l de Jesús Calvar a Arsenio Martíne z Campos", 27 de abril de 1878, Doc. cit.
[53] "De Arsenio Martíne z Campos a Manue l de Jesús Calvar", 29 de abril de 1878. IHCM,
Fondo Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
[54] "De Fé lix Figue redo a Arsenio Martínez Campos", 1ro. de mayo de 1878. IHC M, Fondo
Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
[55] José Luciano Franco, op. cit., t. I, p. 156.
[56] "De Fra ncisco de los Lla nos a Arse nio Martíne z Campos", 19 de mayo de 1878. IHCM,
Fondo Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
[57] "De Arse nio Martínez Campos al m inistro de la Gue rra", 18 de mayo de 1878. Doc. cit.
[58] "De Arsenio Martínez Campos a l comanda nte del a viso de gue rra Fernando el Católico", 9
de mayo de 1878, IHCM, Fondo Asuntos Gene rales de C uba, caja 41.
[59] "De R icardo Palom inos a José García Aldave", 14 de mayo de 1878, y "De Francisco de
Llanos a Arsenio Martíne z Campos", 19 de mayo de 1878. IHCM, Fondos Asuntos Gene rales de
Cuba, caja 41.
[60] "De José García Aldave a Arsenio Martínez Campos", 12 de mayo de 1878. IHC M, Fondo
Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
[61] "De Arsenio Martínez Campos a José García Aldave", 12 de mayo de 1878. IHC M, Fondo
Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
[62] "De Arse nio Martínez Campos a R icardo Palominos", 22 de mayo de 1878. IHCM, Fondo
Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
[63] "De Francisco de los Llanos a Arsenio Martínez Campos", 19 de mayo. Doc. cit.
[64] "De Arsenio Martíne z Campos a Luis de Prende rgast", 9 de mayo de 1878. IHCM, Fondo
Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
[65] "De Arse nio Martínez Campos al m inistro de la Gue rra", 18 de mayo de 1878. Doc. cit.
[66] José Luciano Franco, op. cit., t. I, p. 158.
[67] "De Antonio Maceo a Arse nio Martínez Campos" y "de Arsenio Martínez Campos a Antonio
Maceo", ambas de 6 de abril de 1878. IHCM, Fondo Asuntos Gene rales de C uba, caja 41.
[68] "Acta del Gobie rno Provisional", 16 de mayo de 1878. UC LV/B, Fondo Coronado, t. XXIV.
[69] Ibíd.
[70] "De Arse nio Martínez Campos a Manue l de Jesús Calvar", 15 de mayo de 1878. IHCM,
Fondos Asuntos Ge ne rales de Cuba, caja 41.
50
[71] "Acta del Gobie rno Provisional", 16 de mayo de 1878. UC LV/B, Fondo Coronado, t. XXIV.
[72] "Acta del Gobie rno Provisional", 17 de mayo de 1878. UC LV/B, Fondo Coronado, t. XXIV.
[73] "De Arsenio Martínez Campos a Joaquín Jove llar", 18 de mayo de 1878 y "de Arsenio
Martínez Campos a Luis de Prende rgast", 18 de mayo de 1878. IHC M, Fondos Asuntos
Gene rales de C uba, caja 41.
[74] "Acta del Gobie rno Provisional", 21 de mayo de 1878. UC LV/B, Fondo Coronado, t. XXIV.
[75] "De Luis Pre nde rgast a Arse nio Martínez Campos", 26 de mayo de 1878 y "Confe rencia
te legráfica entre ambos", 27 de mayo. IHCM, Fondos Asuntos Gene rales de Cuba, caja 41.
[76] "De Arse nio Martínez Campos al ministro de la Gue rra", 8 de junio de 1878. IHCM, Fondos
Asuntos Gene rale s de Cuba, caja 41.
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