Revista Stilus, número 6 - Asociación cultural Hispania Romana

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Hiems 09
VI
Invierno 09
La revista gratuita de la Asociación cultural Hispania Romana
La Segunda Guerra Púnica
El Mediterráneo
en armas
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CARTA DEL DIRECTOR
Tercos campesinos
L
a marcha de Aníbal sobre
Roma es uno de los episodios
más evocadores de la Antigüedad. La imagen del gran caudillo
cartaginés montado sobre un elefante
ha excitado la imaginación de numerosos artistas, que veían en la estampa
una síntesis perfecta del poderío arrollador que la metrópoli púnica.
El juramento de Aníbal de odio
eterno a Roma, el sitio a Sagunto, el
cruce de los Alpes, las estrepitosas
derrotas de las legiones, la tenacidad
de Escipión, incluso el epílogo de
Zama... Cada capítulo de la Segunda
Guerra Púnica parece pintado con colores de leyenda. No es para menos,
ya que las dos principales potencias
del Mediterráneo occidental se jugaban no solo la supremacía sino, en
última instancia, también su propia
supervivencia.
La trascendencia del enfrentamiento espoleó a ambas ciudades para sacar lo mejor de sí. Aníbal mostró ser
un fino estratega, tanto militar como
político. En el campo de batalla batió
a las legiones con sonadas victorias.
En el terreno diplomático, consiguió
atraerse a diversos aliados de su rival.
Tras la batalla de Cannas, la situación
de la Ciudad Eterna era tan oscura
que a punto estuvo de perder su poético título. Con todo, quince años después Aníbal y Escipión ratificaban la
rendición de Cartago.
El resultado de la guerra perfila
la grandeza de Roma. Los orgullosos agricultores, todavía sin desbastar por los refinamientos orientales,
se rehicieron una vez tras otra a los
reveses bélicos y se negaron con terquedad a aceptar la derrota como una
opción plausible.
la viñeta
Por Óscar Madrid
Mi emperador,
qué poco digno está siendo
esto.
Aunque desconfío de los que dicen
aprender lecciones de la guerra (parece que necesitan una efusión de sangre para abrir su entendimiento), es
necesario reconocer que la resistencia
romana es un modelo a seguir en los
momentos duros. Esa fe en el éxito
final impidió a los descendientes de
Rómulo sucumbir a las adversidades,
dar la vuelta a la situación y paladear
las mieles del triunfo en una llanura
norteafricana, el año 202 a. C. Muchos otros, después de aquel capítulo,
también emprendieron entusiastas el
camino hacia la gloria, aunque con
resultados menos alentadores. Pese
a todo, el espíritu de superación de
Roma sigue siendo un ejemplo para
sobreponernos a los obstáculos que
amenazan nuestras aspiraciones.
[email protected]
Foto de portada de Carlos Martínez,
tomada durante la primera Jornada
Pitiusa de Recreación Histórica.
es una publicación de
Dirige: Roberto Pastrana.
Consejo Editorial: Alejandro
Carneiro, Francesc Sánchez y
Enrique Santamaría.
Corrector: Francisco Gómez
Maquetación: Roberto Pastrana,
Sonia Martínez y Carlos Martínez.
Da igual,
ya lo adornaremos en
el arco que me
pienso construir
en Roma.
Colaboran en este número, Francisco Bascuas, Alejandro Carneiro,
Olalla García, Francisco José
García Valadés, Juan Carlos Martín
Leroy, Carlos Martínez, Cristian
Mir, Salvador Pacheco, Fernando
Quesada, José Rodríguez, Francesc
Sánchez, David P. Sandoval, David
Sierra y Enrique Santamaría.
Correo: [email protected]
rostra
Invasión y mestizaje
L
JUAN ANTONIO MARTÍN RUIZ
Arqueólogo
a caída de Cartago Nova y victorias como
las de Baecula e Ilipa marcaron un punto
de inflexión en la Segunda Guerra Púnica
y supusieron el germen de la Hispania romana. A
menudo se ha considerado que la llegada de Roma a
la Península Ibérica supuso el fin de numerosas sociedades que, a la postre, se verían obligadas a integrarse en el extenso imperio que configuraron. Sin
embargo, cada día resulta más evidente que ello no
fue así o no fue así del todo, como podemos comenzar a entrever en el caso de la cultura fenicia.
Aspectos contrastados en el cada vez más abundante registro arqueológico de origen colonial, como
pueden ser la escasez de elementos materiales romanos en las necrópolis semitas de los siglos II-I a. C.,
la presencia de escritura neopúnica en vasos campanienses e itálicos, o la continuidad en la producción
de salazones de pescado, que hoy sabemos tienen un
claro origen fenicio, con la existencia de series anfóricas como las Mañá C2b, por citar tan sólo algunos
ejemplos, avalan que al menos durante la etapa republicana el componente oriental no desapareció en absoluto por más que a veces, desde una postura quizás
excesivamente tradicional, se piense que la simple
presencia de un fragmento cerámico o una moneda
romana implique el fin de cualquier sociedad anterior, sin tener demasiado en cuenta el distinto comportamiento que al respecto pueden tener diferentes
sectores sociales.
Y si no, véase el importante papel que parece tener el comercio dirigido desde Gadir en estos siglos
anteriores al cambio de Era en toda la costa noroeste peninsular como comienza a verse en los castros
gallegos. En realidad quizás nos hallemos ante un
problema de corte ideológico al considerar la cultura
romana como un elemento que elimina todo lo que va
conquistando, por más que desde dicho punto de vista resulte difícil explicar lo ocurrido a San Agustín,
quien nada menos que en las postrimerías del Imperio alcanzó el puesto de obispo porque sabía la lengua
que hablaban los habitantes de las zonas rurales de
la antigua Cartago, y que no era ni mucho menos el
latín, sino el fenicio.
Como es bien sabido, en arqueología a menudo no
se encuentra lo que no se busca, de manera que tan
solo en los últimos años, y de forma bastante tímida
ha comenzado a replantearse este pervivencia al igual
que acontece con otras culturas prerromanas (ibérica,
turdetana, etc.), cuyo rastro se percibe incluso en los
comienzos del Alto Imperio. En consecuencia, parece
necesario prestar una mayor atención en estos niveles
que podemos situar entre los siglo II-I a. C., e incluso a comienzos de la siguiente centuria, para rastrear
en ellos nuevos elementos que nos informen de este
aspecto y que, por otra parte, son cada vez más abundantes en yacimientos del norte de África.
en este número
tema del número
las crónicas dicen...
4
ciudadanos contra
mercenarios. Por David Sierra.
la huella de las legiones
10
hispania cambia de manos.
Por Francisco J. García Valadés.
firma invitada
14
la letra pequeña de la
segunda guerra púnica. Por
Julio Rodríguez.
biografías
20
lucio emilio paulo (ii).
apoteosis en pidna.
Por Juan Carlos Martín Leroy.
firma invitada
24
Símbolos y falcatas.
Por Fernando Quesada.
el rincón de esculapio
30
línea directa con
los dioses. Por Salvador Pacheco.
derecho
34
tiempo de adaptarse.
Por Francesc Sánchez.
biografías
38
la antecesora de las
investigadoras. Por Olalla García.
vida civil
42
homo liber. Por Cristian Mir.
vida militar
48
la batalla, en vivo.
Por Roberto Pastrana.
noticias hr
50
breviarium
52
videojuegos
55
vae victis. Por Alejandro Carneiro.
la cinemateca de clío
la caída del imperio
romano. Por David P. Sandoval.
56
4
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LASCRÓNICASDICEN...
Occidente se tiñó de sangre durante 17 años por el enfrentamiento entre Roma y Cartago. En el choque de estas dos ambiciones se dirimían viejas rencillas, pero también quién
diseñaría el futuro del Mediterráneo. Las diferencias entre ambas potencias se reflejan en
la propia concepción de los ejércitos que se midieron en los campos de batalla.
Ciudadanos contra
mercenarios
Por David Sierra.
La Segunda Guerra Púnica, uno de
los mayores conflictos bélicos de la
Antigüedad, marcó el comienzo de la
hegemonía de Roma en el Mediterráneo a la vez que reducía a su rival,
Cartago, a una potencia de segundo
orden. Esta guerra fue una pugna global: se combatió en Hispania, el sur
de Galia, la Península Itálica, Sicilia
y norte de África.
El casus belli que desató las hostilidades fue el ataque cartaginés a
la ciudad de Sagunto. De esta forma
comenzaba la contienda. Aníbal, al
mando del ejército púnico en Iberia,
ante el control de las rutas marítimas
por parte de Roma, decidió marchar
por tierra con sus tropas hacia Italia.
Conseguiría cruzar los Alpes y llegar a la Península Itálica realizando
así una de las más grandes hazañas
de la historia militar. Allí vencería a
los romanos en tres batallas campales
(Ticino, Trebia y Trasimeno), obligándoles a reclutar un gran ejército
para oponerse a los invasores cartagineses.
Ambas fuerzas se enfrentaron en
Cannas (216 a. C.), donde Aníbal aniquilaría a las legiones romanas. Les
infligió la mayor derrota de su historia
y causando según Tito Livio alrededor
de 50.000 bajas. A pesar de este desastre y en contra de la lógica, Roma de-
Cartago: buenos agricultores y mejores comerciantes
Según la leyenda Cartago fue fundada en el año 814 a.
C. por navegantes provenientes de Fenicia, aunque los
restos arqueológicos más antiguos datan de finales del
siglo VIII a. C. En sus inicios se instalarían en esta ciudad
aristócratas y grandes comerciantes de Tiro, ciudad con la
que Cartago mantuvo siempre estrechos lazos culturales
y religiosos. Con la conquista de Tiro por Nabucodonosor
II, Cartago reemplazó a su ciudad de origen, convirtiéndose en la nueva metrópoli fenicia en el Mediterráneo.
Los púnicos tenían como pilares básicos de su economía el comercio y la agricultura. Herederos de la gran
tradición marinera de los fenicios, poseían una gran flota que les permitía el intercambio de productos a largas
distancias, según queda demostrado por los viajes de
Hanón el Navegante y de Himilcón. La protección de las
redes comerciales y las áreas de influencia estaba encomendada a una eficaz flota de guerra. Sin embargo, la
derrota en la Primera Guerra Púnica supuso la pérdida
de su hegemonía naval a manos de Roma, una potencia
sin tradición marinera.
También la agricultura era un elemento importante de
la economía de este pueblo. Los cartagineses poseían una
base agrícola altamente organizada y
efectiva de la que sacaban fuertes
rendimientos, como lo atestigua
el “Tratado de Agricultura” de
Magón del siglo IV a. C., recogido por fuentes romanas como
Plinio el Viejo y Columela. Dentro de la sociedad púnica existía
una aristocracia terrateniente
perteneciente a la nobleza
gobernante, que era propietaria de extensos latifundios.
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cidió continuar la lucha mediante una
guerra de desgaste que evitara la batalla campal, donde Aníbal había demostrado ser mejor que los romanos. Esta
táctica daría sus frutos al ir reduciendo
poco a poco la presencia del general
púnico en el sur de Italia.
Mientras, Escipión el Africano
había conseguido expulsar a los cartagineses de la Península Ibérica y
comenzaba la invasión del norte de
África. Ante esta situación Cartago
decide llamar a Aníbal que abandona Italia y regresa para hacerse cargo
del ejército púnico. El enfrentamiento
decisivo entre estos dos grandes generales tiene lugar en Zama (202 a.
C.), venciendo Escipión. Cartago se
ve obligada a firmar la paz.
El secreto del éxito
Las claves de la victoria en este conflicto están, por un lado, en la capacidad de reclutamiento de Roma
y, por otro, a su negativa a aceptar
la derrota como quedó patente en
Cannas. Cualquier otro Estado de
la época hubiera pedido la paz después del desastre, pero Roma decidió
continuar la guerra consiguiendo en
solo cinco años movilizar 25 legiones. Esto unido a la capacidad militar
de su ejército permitiría finalmente a
Roma conseguir la victoria.
La Segunda Guerra Púnica enfrentó dos ejércitos muy diferentes; uno
compuesto por mercenarios y otro por
ciudadanos. Estas dos concepciones
militares responden a dos tipos de sociedad y de economía: la cartaginesa
era comercial y la romana, agrícola.
El ejército cartaginés fue un duro
rival. La combinación de distintos
tipos de combatientes (ver en las páginas siguientes) le otorgaba un gran
equilibrio y versatilidad. En manos
de un general como Aníbal fue un
instrumento eficaz que puso en serios aprietos a la ciudad del Tíber.
Sin embargo, la causa de Cartago
estaba lastrada por el excesivo coste
de un ejército mercenario, que a la
postre mostró su escasa capacidad de
reclutamiento en comparación con
su rival.
Por contra, Roma basaba su fuerza militar en sus ciudadanos y en la
ayuda de sus aliados. La capacidad
de reclutamiento de la Ciudad Eterna
era muy grande si creemos a Polibio. El historiador de origen griego
afirma que en 225 a. C. el número
de ciudadanos que podían servir en
la milicia era de 250.000 infantes y
23.000 caballeros. En cuanto a los
aliados, Polibio cifra su capacidad
militar en 340.000 soldados y 41.000
jinetes (2.24.16).
Roma, que se apresuró a poner en
juego sus recursos humanos tras la
debacle de Cannas, tuvo la fortuna
de contar con unos aliados fieles, ya
que solo algunas ciudades del sur de
Italia aprovecharon la debilidad de la
metrópoli para pasarse al bando de
Aníbal.
Además de su capacidad de recuperación, los romanos demostraron
prudencia en los momentos críticos,
copiando lo positivo de otros pueblos
y aprendiendo de las derrotas. Es significativo que la exitosa campaña inicial de Cartago culminase con el éxito
de Roma. Las legiones demostraban
así que podían levantarse tantas veces
como fueron derrotadas, a diferencia
del ejército púnico, que no tenía esa
capacidad. Al ser vencido en Zama,
Cartago comenzó a declinar como
potencia. A partir de este momento
comenzará la expansión romana, que
le llevará a crear un imperio. ◙
PARA SABER MÁS:
• POLIBIO (1986): Historia Universal. Madrid. Editorial Akal.
• TITO LIVIO (1992): Historia de
Roma. La Segunda Guerra Púnica. Madrid. Editorial Alianza.
Roma, la potencia emergente del Mediterráneo occidental
Según el mito, Roma fue fundada por Rómulo tras matar a su hermano Remo en el año 753 a. C. Comenzó
siendo una monarquía pero a finales del siglo VI. a. C.
se instauró la República que duraría hasta que Augusto
asumió poderes extraordinarios, a finales del I a. C.
Durante el período republicano, el poder político residía en tres instituciones: el Senado, formado por 300
miembros, tenía era el encargado de dirigir la política
exterior; los magistrados, encabezados por dos cónsules
elegidos cada año, tenían funciones ejecutivas y ostentaban el mando supremo del ejército; y las asambleas que
se dividían en comicios (formados por curias, centurias y
tribus). Estas instituciones representaban diversos modos de participación política de los ciudadanos.
Antes de la Segunda Guerra Púnica, la influencia de
Roma se extendía por la Península Itálica, Sicilia y Cerdeña. Al final del siglo II a. C., los romanos dominaban
un imperio que se extendía por Iberia, África y Grecia.
El instrumento de conquista de estos territorios fueron
las legiones, unas unidades eficientes y disciplinadas. El
ejército republicano se basaba en una milicia de ciudadanos ayudada por contingentes de pueblos aliados. El
derecho de ciudadanía vinculaba la participación política al servicio en las legiones.
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Frente a frente:
el ejército romano
Varias fuentes literarias clásicas (Polibio, Tito Livio, Apiano, Plutarco
y Silio Itálico) nos hablan de cómo
eran las legiones que se opusieron a
Aníbal. A diferencia del ejército mercenario de Cartago, que se disolvía
al terminar la campaña, el romano se
reclutaba cada año, en el mes de marzo. Era la legión o leva, compuesta
por los ciudadanos con unos recursos
mínimos fijados por el Estado.
El proceso de reclutamiento (dialectus) tenía lugar en el Capitolio, en
presencia de los cónsules, según Polibio (6. 19-26). En condiciones normales se formaban cuatro legiones.
De lo que dice Polibio se deduce que se llamaba a las 35 tribus de
ciudadanos en orden establecido por
sorteo. Los hombres iban pasando
en grupos de cuatro. Tras un examen
se les asignaba a una de las cuatro
legiones que se estaban formando,
siguiendo un modelo que pretendía
que todas las legiones recibieran
hombres en número y calidad similares. El proceso acababa al llegar al
número requerido de hombres, 4.200
efectivos, aunque en situaciones
de emergencia se podía llegar a los
5.000 soldados.
Todos los ciudadanos entre 17 y
46 años que poseían un patrimonio
de más de 11.000 ases tenían la obligación de acudir al dialectus. El servicio militar podía durar 16 años en
la infantería y 10 en la caballería.
Después de hacer la selección de
los combatientes y encuadrarlos en
las distintas legiones, se les hacía
jurar que obedecerían las órdenes de
sus jefes.
Políticos y militares
A diferencia de Cartago, los romanos no mantenían una división
entre poder político y militar. Para
desempeñar una magistratura era
imprescindible que el candidato hubiera cumplido diez años de servicio militar. De esta forma el ascenso
político estaba unido al éxito en el
ejército.
Una de las principales objeciones que se hace tradicionalmente
a este planteamiento es la falta de
profesionalidad, llegando a decirse
que las legiones vencían a pesar de
sus generales. Aunque algunos cometieron graves errores, lo cierto es
que cualquier magistrado había servido en el ejército suficiente tiempo
como para adquirir experiencia y
conocimientos castrenses, a lo que
se unían los consejos de los oficiales
que le acompañaban en campaña.
En combate, el cónsul ostentaba
el mando supremo y dirigía las fuerzas, recorría las líneas animando a
las tropas, acudía a los puntos críticos y controlaba las reservas.
Por debajo del cónsul estaban
los tribunos militares. Había seis
en cada legión y pertenecían a las
capas altas de la sociedad. Sus
funciones, que han sido poco estudiadas, eran tanto administrativas
como tácticas. Seleccionaban a los
reclutas, les tomaban juramento y
dividían la infantería en cuatro categorías: velites, hastati, principes
y triarii. También eran responsables
del entrenamiento, salud y bienestar
de los legionarios. Por último supervisaban el campamento y se encargaban de administrar los castigos.
Los centuriones ocupaban un lugar básico en la escala de mando.
Había 60 por legión. Polibio nos
describe las cualidades necesarias
para ocupar este cargo: «Los romanos quieren que sus centuriones
sean, no tanto audaces y amigos
del riesgo, como jefes con dotes de
mando, reflexivos, que no ataquen
sin pensárselo, o tomen precipitadamente la iniciativa en el combate,
sino más bien que aguanten y mue-
sobre el campo de batalla
En el campo de batalla, no todos los
legionarios eran iguales. Las legiones
clasificaban a los soldados por su edad
y, en menor medida, por su riqueza.
Los más jóvenes combatían como infantería ligera, hostigando al enemigo
y realizando las escaramuzas. La fase
inicial del combate recaía en los hastati (primera línea) y los principes (la
segunda). La última línea de la infantería pesada eran los triarii. Antes del
choque con el enemigo lanzaban sus
pila. En el cuerpo a cuerpo, el legionario avanzaba en formación y protegido
por el escudo, su objetivo era herir al
enemigo con su espada.
Infantería ligera
Los velites eran los soldados más jóvenes y pobres. El armamento ofensivo que llevaban consistía en unas
jabalinas y una espada. Para su defensa usaban un escudo redondo ligero (parma) y un casco sin penacho
sobre el que colocaban, a veces, una
piel de lobo o de alguna otra fiera
para aumentar la protección del casco y para ser reconocidos por sus jefes. La afirmación de Polibio de que
las pieles distinguían a los soldados
más valientes (6.22.3) parece indicar
que no todos los velites portaban este
distintivo.
La infantería ligera operaba en orden
abierto y con gran rapidez. Al principio
de la batalla hostigaba las líneas del
enemigo con sus jabalinas. Después
se retiraba y quedaba en reserva.
Infantería pesada
La infantería pesada estaba formada
por los hastati, principes y triarii. Los
primeros eran los más jóvenes de los
tres cuerpos mencionados, mientras
que los principes se encontraban en
la “flor de la vida”. Estos dos grupos
llevaban un equipamiento similar y
solo se diferenciarían en función de la
riqueza de cada legionario.
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ran en su puesto cuando se vean acosados y vencidos» (6.24.8). Lo que
buscaban era, por tanto, personas con
experiencia y capacidad de liderazgo
que no arriesgaran su vida si no era
necesario. Su misión sería más bien
controlar y organizar a los hombres.
También debían de tener cierto nivel
cultural, como lo demuestra el hecho
de que se enviaran tres centuriones
en misión diplomática a Sifax, rey de
los númidas (Livio 24.48.3).
Espacios polémicos
Una legión se componía en condiciones normales de 1.200 velites, 1.200
hastati, 1.200 principes y 600 triarii.
La infantería ligera (velites) luchaba
en un orden disperso. En cambio, la
infantería pesada (hastati, principes
y triarii) combatía en manípulos.
Cada legionario ocupaba un frente
de entre 90 centímetros y 1,8 metros
y un fondo de entre 1,8 y 2 metros
(Polibio 18.30.5-8 y Vegecio, 3.1415). Cada manípulo de hastati y de
principes, formado por 120 hombres, a diferencia de los triarii, que
se dividían en unidades de 60 legionarios.
Antes de la batalla la legión se desplegaba en tres líneas. La primera la
componían diez manípulos de hastati, la segunda otros diez de principes
y por último la tercera la formaban
diez manípulos de triarii. Los has-
tati se disponían dejando entre cada
manípulo un intervalo equivalente
al frente de la unidad. Después los
principes se colocaban de la misma
manera, pero sus manípulos cubrían
los huecos dejados por la línea de
hastati. Por último los triarii tapaban
los espacios libres que quedaban entre las unidades de la segunda línea.
Esta formación se conocía como triplex acies y era la característica del
ejército romano.
Una vez desplegada, la legión
avanzaba hacia el enemigo. Por delante iban los velites hostigando a la
infantería contraria. Los estudiosos
del ejército romano se encuentran
divididos sobre qué ocurría cuando
la infantería ligera se retiraba por los
huecos dejados por sus compañeros.
El grupo de historiadores liderado
por Connolly, Warry y Fields defiende que en esa fase del combate los
huecos dejados por los manípulos de
hastati se cerraban presentando una
línea continua al enemigo. Esta teoría se sustenta en hipótesis modernas
sin una sólida base documental. Lo
cierto es que las fuentes literarias
no dicen específicamente que los
espacios se cerraran, sino más bien
lo contrario (Livio 8.8.9, Polibio
9.22.10 y 15.9.6).
El segundo grupo de historiadores,
formado por Goldsworthy y Cowan,
cita a las fuentes clásicas para sos-
tener que la mayoría de los ejércitos
en la Antigüedad mantenían espacios
de separación entre sus unidades. Si
en el hipotético caso en que la carga
enemiga penetrase por los espacios
de la primera línea, se encontraría de
frente con los manípulos de principes de la segunda línea.
En lo que coinciden todos es que,
en esta fase de la batalla, los hastati
avanzaban hacia el enemigo. Cuando se encontraban a una distancia de
alrededor de 30 metros lanzaban sus
jabalinas pesadas (pila), sacaban su
espada (gladius) y establecían contacto directo con la infantería contraria.
El sistema de combate romano se
basaba en concentrar una fuerte presión, renovada de forma continua,
sobre el centro de la línea enemiga.
El combate cuerpo a cuerpo parecía
ser tentativo, combinando el escudo
y la espada. Si las primeras líneas no
conseguían desbaratar la formación
enemiga al cabo de cierto tiempo o
se encontraban cansadas, eran relevadas por los manípulos de principes. La operación se llevaría acabo
aprovechando los huecos existentes
dentro del dispositivo romano. De
esta manera se presentaba al enemigo una nueva línea con hombres de
refresco y la lucha continuaba hasta
que uno de los dos bandos conseguía
la victoria.
sobre el campo de batalla
Como armas ofensivas portaban
dos jabalinas conocidas como pilum
(plural, pila), una pesada y otra ligera, con gran poder de penetración. Su
función era herir y desorganizar las
filas enemigas. También portaban una
espada (gladius), colgada del lado derecho, que se usaba tanto de punta
como de filo.
Como armamento defensivo llevaban
un escudo (scutum) de forma ovalada.
Sus medidas eran de 120 por 75 centímetros y su peso estaba entre seis y
diez kilos. El scutum no solo otorgaba
una gran protección sino que podía ser
empleado para golpear y desequilibrar al
enemigo. A este equipo se le añadiría un
casco de bronce coronado por tres plumas, de esta forma el soldado parecía
más alto. Sobre el pecho llevaban una
placa metálica de forma cuadrada. Los
que tenían más recursos económicos
empleaban una cota de mallas (lorica hamata). Completaba el equipo una
greba en la pierna izquierda, que tenían
más adelantada cuando luchaban.
Por último estaban los triarii, que
eran los de mayor edad. Su armamento era similar al de los hastati y
principes, la única diferencia era que
portaban una lanza (hasta) en vez del
pilum. Los triarii ocupaban la tercera
línea, la última de la legión romana.
Si durante la batalla llegaban a entrar
en combate, presentaban sus lanzas
al enemigo, adoptando una formación
similar a la falange.
Caballería
Cada legión tenía una pequeña fuerza de caballería compuesta por 300
jinetes que eran reclutados de entre
los ciudadanos adinerados capaces de
costearse un caballo. Su equipo consistiría en un escudo redondo, casco
de bronce, lanza, espada y cota de
malla. En combate su misión era la de
proteger los flacos de las legiones.
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Frente a frente:
el ejército cartaginés
El gran problema con el que nos encontramos al analizar el ejército cartaginés durante la Segunda Guerra Púnica es la escasez de fuentes específicas
que nos informen, no ya solo de aspectos militares, sino de la propia cultura
cartaginesa. No hay un Polibio que nos
explique cómo era la organización del
ejército púnico, como lo hace con el
romano. Aun así, a través de pasajes de
las propias fuentes y modernos estudios se pueden conocer ciertos datos.
Cartago basaba su sistema militar
en el empleo de mercenarios, debido
a su reducido cuerpo de ciudadanos.
Junto a este hecho numérico, existe
otra explicación ideológica: el Senado prefería dedicar parte de sus ingresos a contratar tropas, en vez de
retirar a parte de sus ciudadanos de
las actividades comerciales para encuadrarles en un ejército.
Esto no quiere decir que Cartago
no dispusiese de tropas propias. En
situaciones de emergencia, la capital
púnica solía reclutar una milicia de
ciudadanos, pero su valor combativo era escaso, debido a su inexperiencia. Así ocurrió en la derrota de
Zama (202 a. C.), cuando la milicia,
que formaba parte de la segunda línea del dispositivo de Aníbal, falló
en el apoyo a la primera línea.
En el capítulo de caballería, existía una unidad de jóvenes de familias aristocráticas, conocida como
la Banda Sagrada, que servía como
escuela de oficiales para el ejército púnico. Su equipamiento seguía
el modelo griego: llevaban encima
de la túnica una armadura corta de
cuero; se protegían la cabeza con un
casco de bronce de tipo helenístico;
sus armas eran un escudo circular,
una jabalina o lanza y una espada
de tipo griego.
Con todo, quizá la característica
más famosas del ejército de Aníbal
fue el empleo de los elefantes de guerra, una táctica heredada, al parecer,
de las campañas de Alejandro Magno
en la India. Los elefantes que usaron
los púnicos provenían de la selva africana y su tamaño no superaba los 2,5
metros hasta el lomo. Durante la Segunda Guerra Púnica fueron un arma
de doble filo. Por un lado servían para
romper y desorganizar las líneas enemigas, a la vez que podían aterrorizar a los caballos. Sin embargo, si se
asustaban, podían volverse contra las
propias líneas y causar el caos.
Junto a las anteriores tropas de
carácter local, existía una gran variedad de tropas foráneas, que formaban el grueso de la fuerza cartaginesa. Provenientes de toda la cuenca
del Mediterráneo occidental, cada
pueblo disponía de unas características (ver cuadro inferior) que Aníbal
supo aprovechar bien.
sobre el campo de batalla
Los mercenarios reclutados por Cartago provenían de diversas zonas del Mediterráneo. Polibio al relatar la batalla
de Cannas (216 a. C.), menciona las
fuerzas que componían el ejército púnico: africanos, númidas, iberos y galos
(Polibio 3.113):
En combate, los libio-fenicios adoptaban la formación de falange, caracterizada por presentar un frente compacto de picas erizadas, que les protegían
de los ataques de la infantería pesada
y de la caballería.
Libio-fenicios
Su nombre proviene de latín y significa
nómadas. La mayoría de los contingentes númidas actuaban como caballería
ligera, pero las fuentes también nos
informan de la existencia de infantería armada con jabalinas y un escudo
redondo. Hostigaban al enemigo antes
del choque de la infantería pesada.
La caballería númida no empleaba ni
la brida ni la silla de montar. Dirigían
sus monturas únicamente por medio
de la voz, un palo y una correa atada
al cuello del animal. Los caballos eran
pequeños, pero bastante fuertes, rápidos y ágiles. Los jinetes vestían con
una simple túnica corta y sin mangas,
ceñida al cuerpo por un cinturón. No
llevaban ningún tipo de coraza, su úni-
Originarios del norte de África, la base
de la infantería cartaginesa, disponía de
una panoplia que suscita cierto debate
entre los expertos. Unos defienden que
iban equipados con picas pesadas, similares a la sarissa macedónica. Otros
investigadores sostienen que llevaban
armas más ligeras, tipo lanza. El resto
de su armamento estaría compuesto
por casco metálico de tipo tracio, coraza de lino, un escudo redondo y una
espada de tipo griego (kopis). Por último, para proteger las piernas llevarían
grebas. Polibio no dice mucho acerca
del equipo que llevaban estos hombres,
pero menciona que portaban armas
pesadas (3.113).
Númidas
ca protección era un pequeño escudo
circular de madera. Su armamento
ofensivo consistía en jabalinas y lanzas
ligeras. Hay escasas representaciones
de la caballería númida, siendo la más
conocida la de la columna Trajana que
está muy alejada del período de las
guerras púnicas. Polibio describe su
modo de lucha: «Facilidad de los númidas para el despliegue y repliegue,
así como su audacia y temeridad para
volver de nuevo a la carga (esto, es en
efecto lo característico del combate de
los númidas)» (3.72,10).
Los celtas
Conocidos por los romanos como galos,
también formaron parte del ejército
púnico. Se dividían en diversas tribus.
Algunas de las que vivían en el sur de
Francia y norte de Italia siempre tuvieron enfrentamientos con los romanos
e incluso llegaron a saquear la ciudad
alrededor del 390 a. C.
Polibio y Tito Livio nos relatan que
en la batalla de Cannas, los celtas iban
9
INVIERNO·2009
El Mediterráneo en armas
La Segunda Guerra Púnica fue una
conflagración a gran escala, en la
que los dos contendientes arrastraron al campo de batalla a cuantos
aliados y mercenarios pudieron movilizar. Numerosos pueblos del Mediterráneo mostraron en los campos
de batalla su poderío militar.
Por parte de los romanos, las legiones contaron con la ayuda de sus
aliados, denominados socii. Estos
contingentes se dividían entre sus
vecinos latinos y los provenientes
del resto de las ciudades aliadas de
la Península Itálica. El número de
fuerzas y el aporte económico que
debía realizar cada comunidad a
Roma estaba determinado por los
tratados firmados.
Cada legión era apoyada por un
contingente de infantería pesada de
tamaño similar, recibía el nombre de
ala. En cuanto a la caballería aliada,
su número era tres veces más que
el de la romana. Por lo que parece,
el armamento y táctica de las unidades aliadas era parecido al de los
romanos, aunque lo cierto es que las
fuentes dan poca información sobre
este asunto.
En cuanto a Cartago, Aníbal atrajo las voluntades de diversos pueblos hispanos con una hábil política
diplomática. Esto no es óbice para
que la causa púnica recurriese a su
tradicional política de reclutamiento de mercenarios. Sólo en Cannas,
Polibio habla de la ayuda que Aníbal
recibió de iberos, galos, númidas y
africanos. Estos últimos, fruto del
mestizaje entre la población púnica
y las tribus vecinas de Cartago, eran
los más próximos tanto geográfica
como culturalmente y representaban el núcleo central de la infantería
cartaginesa.
Próximos también geográficamente eran los númidas, originarios del
noreste y noroeste de las actuales
Argelia y Túnez. Formando parte de
las tropas púnicas, bien como aliados
o bien como simples mercenarios, los
númidas eran también una parte fundamental del ejército cartaginés.
Los galos, procedentes de los territorios que hoy son el sur de Francia y
norte de Italia, componían el 40% del
contingente con que Aníbal se internó
en la Península Itálica, según las fuentes clásicas. Por último, los belicosos
iberos y otros pueblos hispanos formaban una impetuosa fuerza de choque a la que «las armas y los caballos
les eran más preciados que su propia
vida», según Pompeyo Trogo.
Las características especiales que
aportaba cada pueblo hacían de la
fuerza púnica un instrumento temible, con gran capacidad de adaptación a las diversas situaciones que
encontró a lo largo de la guerra.
sobre el campo de batalla
al combate desnudos por encima de la
cintura y empleaban espadas largas.
Estas servían para golpear solo de filo,
necesitando para ello el combatiente
cierto espacio para realizar este movimiento. Aunque es cierto que la cota
de malla, utilizada por varios pueblos,
entre ellos los romanos, es de origen
galo, la realidad era que su alto coste
hacia que estuviera solo restringida a
la aristocracia.
El equipo de los guerreros celtas se
complementaba con un casco de bronce
o hierro y un escudo largo de madera.
Éste podía estar diseñado de varias formas: ovalado (la más común), redondo,
rectangular y hexagonal. Debido a su
tamaño, alrededor de 120 centímetros,
protegía adecuadamente el cuerpo del
luchador. Aníbal también empleó a los
galos y los iberos como caballería pesada. Iban equipados de forma parecida
a la infantería pero con cota de mallas,
lanza y escudo pequeño.
La táctica de combate de los guerreros celtas consistía en una carga fron-
tal contra el enemigo, luchando con sus
espadas largas hombre a hombre. Pero
si esta embestida fallaba, comenzaban
a cansarse y eran presa fácil del rival.
Eran buenos combatientes, con gran
ímpetu, pero necesitaban un líder capacitado que supiera regular su fuerza.
Lo encontraron en Aníbal.
Los hispanos
Dentro de la Península Ibérica había
multitud de pueblos que se dividían en
tribus muy belicosas, como atestiguan
las fuentes. Hablando de su armamento, Polibio (3.113) los describe con túnicas de lino bordadas en púrpura, escudo
similar a los galos (como los representados en las esculturas de Osuna) y
espadas que servían para golpear tanto de punta como de filo. Usaban dos
tipos de espadas, la falcata curvada y la
espada recta de filo y de punta. A este
equipo se le añadía un casco de cuero
o de bronce, siendo el primero el más
común; un pectoral circular o una cota
de malla (como se aprecia en algunas
esculturas); y como armas arrojadizas,
el saunon y la falarica.
La caballería hispana tenía un armamento similar a la infantería, salvo por
el uso de un escudo circular pequeño
y una lanza. A veces se menciona que
para combatir desmontaban de sus caballos y luchaban a pie.
En cuanto a la forma de combate, los
pueblos celtíberos eran hábiles preparando emboscadas pero también podían
presentar batalla en campo abierto,
como queda atestiguado por Tito Livio
(28.2, 4-12 y 34.13), donde se enfrentaron de igual a igual con las legiones.
Mención aparte merecen los honderos baleares que actuaban como infantería ligera. Los cartagineses los contrataron desde al menos el 337 a. C.
Iban equipados con tres tipos de hondas, que servían para distintas distancias. Poseían gran precisión y potencia
de fuego. Pruebas modernas han demostrado que los proyectiles de honda
pueden llegar a alcanzar una velocidad
de 90 kilómetros por hora.
10
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lashuellasdelaslegiones
Hispania cambia de manos
Después de años de
campañas victoriosas,
el poderío cartaginés
parecía agotarse en
Hispania. Las orillas del
Guadalquivir presenciaron uno de los episodios
principales de la Segunda Guerra Púnica. La batalla de Baecula propició
que el escenario bélico
se trasladase a tierras
italianas.
Texto y fotos: F. J. García Valadés.
Foto: Google Earth
UBICACIÓN
Cerro de las Albahacas, Santo Tomé (Jaén).
COORDENADAS
38º 00’ 54’’ N; 3º 06’ 48’’ O.
DESCRIPCIÓN
Se ha localizado un campamento cartaginés en el Cerro de las
Albahacas. A sus pies una extensa llanura que las últimas prospecciones identifican como campo de batalla. Sobre la margen
derecha del río Guadalquivir y opuesta al campamento cartaginés
se encuentra el oppidum ibérico de Turruñuelos, posible emplazamiento de Baecula. El conjunto se encuentra actualmente en
estudio. Se busca el posible emplazamiento de un castra romano.
Se conjetura que estuvo sobre la localidad de El Molar.
DATACIÓN
Estudios en curso localizan aquí la batalla de Baecula, entre las tropas cartaginesas de Asdrúbal Barca y P. Cornelio Escipión. Dataría
pues del año 208 a. C. durante la Segunda Guerra Púnica.
Tradicionalmente se venía relacionando la ubicación de Baecula con la
actual Bailén. Autores como Schulten basaron tal planteamiento en la
supuesta derivación del nombre de
la ciudad jienense a partir del topónimo ibérico de Baécula. Buscaron
avalar además tal identificación con
la localización de elementos topográficos relatados por Polibio y Tito
Livio en su descripción del entorno
de la batalla. Sin embargo, siempre
estuvo cuestionada ya que ni aparecieron restos arqueológicos propios
de un oppidum relevante en el subsuelo ni de campo de batalla alguno.
Además no se ajustaba con exactitud
al análisis topográfico de las fuentes
clásicas.
Recientemente, el Centro Andaluz
de Arqueología Ibérica (CAAI) ha
localizado, de forma muy bien justificada, un nuevo emplazamiento para
la batalla de Baecula. La búsqueda se
inició con el nombre del oppidum ibé-
11
El Molar, ubicación en la que se cree
que estaba el ejército de Escipión, aparece en la lejanía desde las alturas en
las que Asdrúbal acampó. Los olivares
de la izquierda de la foto podrían ser
la ladera por la que el propio Escipión
ejecutó su maniobra de flanqueo.
Presentación a principios de año de objetos encontrados en Santo Tomé.
la altura tendría seis kilómetros de
longitud y la base unos ocho kilómetros. La cima del cerro se sitúa a 278
metros sobre la vega del río, lo que
le confiere una privilegiada situación
estratégica.
El cuartel de Amílcar
El campamento cartaginés se localiza
en la cima del Cerro de las Albahacas,
ubicándose en su extremo oriental, es
decir, en la zona más elevada, controlando el valle del Río de la Vega, así
como una amplia franja de la propia
vega del Río Guadalquivir. También
posee un amplio dominio de todos
los pasos naturales de la zona sureste de la Loma de Úbeda. Se trata del
único campamento cartaginés del que
se tiene evidencia arqueológica en la
península.
El recinto se orienta de norte a sur
en su eje superior. Ocuparía una extensión de 76 hectáreas, con una longitud
de unos 1.150 metros y una anchura
media de 600 metros. Su forma tiende a ser rectangular, aunque presenta
sus lados ligeramente curvos y sus esquinas se nos presentan redondeadas.
Se adapta a la topografía de la parte
superior del cerro. Curiosamente, las
parcelas de los cultivos conservan la
morfología de su perímetro, que se
puede apreciar en fotografía aérea. De
la misma manera se puede observar
una posible división de la estructura
en dos recintos, aunque los trabajos
sobre el terreno no lo confirman.
Se conservan algunos tramos de
un sistema de empalizada realizada
con postes, así como restos del agger
del campamento. Sin embargo no hay
Foto: Javier García.
rico de Castulo, referido por los autores clásicos en relación a los hechos
de la batalla y de ubicación conocida.
A partir del cual, localizaron todos los
oppida ibéricos del Alto Guadalquivir
cuya secuencia se prolongase hasta
finales del siglo III a. C. y cuyos nombres no hubiesen perdurado. Resultaron once localizaciones que fueron
sometidas a análisis topográfico para
determinar cuáles se correspondían
con exactitud a la descripción del
terreno de Polibio y Tito Livio. Este
último dice que Asdrúbal se trasladó
a un cerro con «una altura que tenía
una explanada en su parte más alta.
Por detrás había un río y por delante y por los lados ceñía su contorno
una especie de ribazo abrupto». Finalmente, realizaron una prospección
arqueológica selectiva y un muestreo
magnético en ellas de un radio de cinco kilómetros.
Los trabajos permitieron localizar
los restos de un campo de batalla en
un cerro vecino al oppidum de Turruñuelos, denominado Cerro de las
Albahacas, que cumplía todos los
criterios de búsqueda tales como: su
extensión, la posición del río respecto de la zona de ataque, la existencia
de un ribazo abrupto definido por sus
pendientes, así como la presencia de
cerámica ibérica tardía y de elementos metálicos, tales como glandes de
plomo, puntas de proyectiles o monedas cartaginesas.
El campo de batalla se localiza entre los términos municipales de Santo Tomé y Cazorla (Jaén), en el Alto
Guadalquivir. Se trata de una unidad
topográfica delimitada por el Río de
la Vega al norte, noreste y este; por
el Río Guadalquivir al norte, noroeste y oeste; y, al sur, por el Arroyo de
Las Arcas. Suponiendo un triángulo,
Foto: Centro Andaluz de Arqueología Ibérica
INVIERNO·2009
12
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El campo de batalla y Baecula
Los restos localizados confirman que
la ladera al suroeste de la estructura del
Cerro de las Albahacas fue escenario de
un enfrentamiento bélico. Entre los numerosos hallazgos se encuentran varias
puntas de jabalina númidas, regatones,
puntas de pilum, puntas de flecha, glandes de plomo, datados a finales del siglo
III a. C. Si interpretamos este lugar como
la batalla de Baecula y el campamento
del cerro como cartaginés, según ratifican los hallazgos, quedaría por identificar el emplazamiento de las tropas de
Foto: Javier García.
constancia de la existencia de un foso
defensivo, que sería de presencia obligada si se tratase del campamento romano.
Estos restos ratifican el carácter eventual
del campamento, que según las fuentes
citadas anteriormente, no se prolongarían más de cuatro días, incluyendo la
batalla y posterior ocupación del mismo
campamento por las tropas de Escipión.
Vista del Cerro de las Albahacas desde Santo Tomé.
Escipión. Los actuales estudios tratan de
localizar el campamento romano bajo la
localidad de El Molar, que tuvo poblamiento ibérico hasta finales del siglo III
a. C. Dominaría una leve elevación del
terreno al suroeste del Cerro de las Al-
bahacas y estaría flanqueado al oeste por
un ribazo del Guadalquivir.
Interpretando estos emplazamientos
como hemos referido, el oppidum de
Los Turruñuelos sería la Baecula de las
fuentes. Se encuentra a menos de dos
El exceso de confianza de Asdrúbal
La guerra en Hispania había dado un
vuelco. Tras el revés de Cn. Cornelio Escipión y su hermano Publio, un
nuevo y aparentemente inexperto
Escipión reanudaba con éxito imparable las operaciones en la Península Ibérica. Cartago Nova acababa de caer en un alarde de audacia
casi temerario. La sorpresa cogió al
ejército cartaginés dividido en tres
cuerpos dirigidos por Asdrúbal Barca, Magón y Asdrúbal Gisco. La nueva amenaza requería que se unieran
para hacerla frente y desalojar una
vez más la presencia romana por
debajo del Ebro. Aníbal precisaba
el aporte de nuevas tropas desde la
península italiana y esto era un contratiempo.
El joven P. Cornelio Escipión estaba obligado a hacer frente a los
cuerpos de ejército cartaginés por
separado. Anticipándose a ello
abandonó Cartago Nova en busca
del ejército oriental, que estaba comandado por el hermano de Aníbal,
Asdrúbal Barca.
Asdrúbal se encontraba en las
proximidades de Castulo y sus minas
de plata, concretamente en los alrededores de la ciudad ibérica de Baecula.
Alertado de la llegada de las legiones
romanas por sus avanzadillas de caballería decidió abandonar el campamento en el que se encontraba. Desplazó su ejécito a un lugar que según
Polibio tenía «[...] un río que fluía a
sus espaldas y delante de la empalizada había un llano defendido por un
escollo lo suficientemente hondo para
ofrecer protección; el llano era tan ancho que cabía en él el ejército cartaginés formado. Asdrúbal permaneció en
este sitio; apostó día y noche centinelas en el escollo». El emplazamiento
era ideal para enfrentarse con ventaja
a cualquier ataque.
A la mañana siguiente, Escipión
había acantonado sus legiones al otro
lado del llano, en una posición inferior.
Estaban ya frente a frente. Asdrúbal
decidió mover primero sus piezas y
desplegó a sus jinetes numídicos, a los
honderos baleares y la tropa africana
ligera en la llanura. Escipión tenía serias dudas de sus opciones para abrir
batalla en situación tan desventajosa.
Durante dos días los ejércitos permanecieron expectantes. Ninguno desplegó todas sus tropas fuera de sus
campamentos. Pero además el tiempo era aliado de Asdrúbal. Cada día
que pasaba los otros dos cuerpos de
ejército cartaginés se acercaban más,
dispuestos a cerrar la trampa en torno
a Escipión. Debía probar suerte y tantear al adversario.
Escipión desplegó una cohorte para
cortar el acceso por el valle del Guadalquivir y otra para cerrar los accesos
desde Baecula al cerro en el que se
encontraban los cartagineses. De esta
manera pretendía impedir cualquier
ayuda exterior a Asdrúbal. Desplegó
en la llanura a sus velites y una tropa
legionaria escogida. El grueso de las
legiones permanecía en sus campamentos, aunque dispuestas para intervenir.
Los velites y el reducido cuerpo de
legionarios comenzaron a ascender
13
INVIERNO·2009
kilómetros del Cerro de las Albahacas
sobre una terraza en la margen opuesta
del Guadalquivir, a los pies de la Loma
de Úbeda. Este oppidum ha sido objeto de intervenciones pasadas que lo
caracterizaron como un asentamiento
indígena datado entre el V y el III a. C.,
en cuya fase final sufrió un considerable aumento de tamaño hasta llegar a
las 25 hectáreas. Aumento que tal vez
tuvo relación estrecha con el escenario
bélico y su indudable valor estratégico,
ya que permite el control del acceso al
Glosario
• Agger: Talud interior sobre el foso
por el que discurre el vallum.
• Oppidum: Núcleo de poblamiento
indígena fortificado.
• Vallum: Balizamiento del campamento.
• Velites: Infantería ligera romana
formada por ciudadanos jóvenes de
escasos recursos económicos.
hacia las posiciones que tenían tomadas las tropas ligeras cartaginesas,
que estaban desplegadas en el medio
de la llanura desde el comienzo de las
hostilidades. Cuando la tropa romana se encontró al alcance empezó a
caer una lluvia de proyectiles. Pero no
impidieron que persistieran en el ascenso hasta hacerles frente cuerpo a
cuerpo. Los mercenarios cartagineses
se vieron obligados a retroceder. Todo
parecía una escaramuza más que una
batalla plenamente desplegada.
Asdrúbal permanecía dentro de su
campamento con el resto de su ejército, como un espectador más desde
las alturas, sin mostrarse alertado
por los hechos. Estaba convencido de
que los romanos no se atreverían a
dar batalla en semejantes condiciones. Escipión decidió en ese momento que el resto de la infantería ligera
apoyara de inmediato a la que inició
el primer choque. Seguidamente, dividió su ejército en dos brazos y los
desplegó en la llanura. Al frente del
brazo derecho se encontraba el propio Escipión que ascendió la ladera
dando un ligero rodeo por el escarpe
Alto Guadalquivir, a la zona del levante
peninsular y al sureste hacia Cartagena,
siguiendo el Guadiana Menor.
Los hallazgos aportan información
sobre la vía de acceso del ejército romano, que se produciría desde Cartagena,
pasando por Baza y el Guadiana Menor,
para emplazar su campamento en algún
punto al sur del Cerro de Las Albahacas.
Hecho que permite la huída cartaginesa
hacia el norte, como refieren las fuentes
citadas, a través de la Sierra de Cazorla
o la Loma de Úbeda.
En Baecula, Asdrúbal Barca estuvo
esperando la llegada de los cuerpos de
ejército cartaginés de Magón y Asdrúbal Gisco. Ante la inminente llegada de
Escipión se vio obligado a buscar un
emplazamiento privilegiado para hacerle frente, el actual Cerro de las Albahacas. A sus pies se desarrollaría uno de
los hitos de la Segunda Guerra Púnica.
Derrotado Asdrúbal huyó hacia el norte, para reforzarse y alcanzar Italia por
los Alpes, pero nunca uniría sus tropas
a las de su hermano Aníbal. ◙
PARA SABER MÁS:
• BELLÓN, J. P., GÓMEZ. F.,
GUTIÉRREZ, L. M.ª, RUEDA, C.,
RUIZ, A., SÁNCHEZ, A., MOLINOS, M., WIÑA, L., GARCÍA, M.ª
A., y LOZANO, G. (2004): “Baécula. Arqueología de una batalla”.
Proyectos de Investigación 20022003. Universidad de Jaén y Caja
Rural. Jaén.
• BELLÓN, J.P., GÓMEZ. F.,
GUTIÉRREZ, L. M.ª, RUEDA, C.,
RUIZ, A., SÁNCHEZ, A., MOLINOS,
M., WIÑA, L., GARCÍA, M.ª A., y
LOZANO, G. (2006): “Cerro de las
Albahacas camp and battlefield”;
Morillo A. y Aurrecoechea J. (eds.),
The Roman army in Hispania: an
archaeological guide, León.
de la derecha de la colina. A la vez
ascendía Lelio por el lado izquierdo
con la otra mitad del ejército. Mientras, los enfrentamientos entre las
tropas ligeras se limitaban al centro
de batalla.
Asdrúbal, en un principio, no concebía que tales maniobras correspondiesen a un ataque decidido y lo
atribuía más bien a una demostración
de fuerzas. Pero los dos ejércitos romanos no se detenían en su ascenso
decidido hacia la posición dominante
cartaginesa. Alarmado por ello dio
orden de desplegar al grueso de sus
tropas frente al campamento en orden
de combate. Pero la maniobra se inició demasiado tarde. El ejército cartaginés se mostró demasiado grande,
poco operativo y lento. Aún no se habían tomado posiciones en los extremos de la formación cuando las legiones desplegadas en orden de combate
arremetieron por ambas alas, casi sin
poder ser rechazadas, comenzando
una carnicería y provocando una desbandada general en la que incluso los
elefantes cartagineses colaboraban
presas del pánico.
La situación privilegiada de los cartagineses se convirtió en una trampa
para la huída, al no tener salida por los
flancos. Asdrúbal huyó hacia el norte
cuando vio que la situación era insostenible. No estaba dispuesto a perder
todo en esa batalla, cuando lo que debía hacer era llegar hasta Italia. Reagrupó a buena parte de su ejército,
incluidos algunos elefantes, y recogió
todo el tesoro. Escipión no tendría la
oportunidad de acabar con él. Decidió
no cebarse en la persecución por temor a la presencia de los ejércitos de
Magón y Asdrúbal Gisco que en breve
debería hacer frente.
Desde allí Asdrúbal remontó el Alto
Guadalquivir para acceder a la meseta
y encaminarse hacia los Pirineos, reclutando mercenarios sobre el terreno.
Esta carrera aún tendría que encarar
los pasos alpinos. Pero el final no era
el que hubiese deseado. Jamás lograría
unir sus fuerzas a las de su hermano
Aníbal. Las legiones romanas detuvieron sus propósitos en Metauro en el
207 a. C. y su cabeza fue lanzada sobre la empalizada del campamento de
Aníbal en la Apulia.
14
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firmainvitada
BATALLAS MENORES, EN ITALIA
La letra pequeña de
la Segunda Guerra Púnica
En los cerca de veinte años que duró la con-
resultados fueron tan importantes como los de
tienda más famosa entre Roma y Cartago, el
las grandes gestas. El profesor Julio Rodríguez
nombre de las grandes batallas a menudo deja
repasa con detalle los pequeños choques que
en la sombra decenas de enfrentamientos cuyos
marcaron en Italia el rumbo de la guerra.
Por Julio Rodríguez González.
Cualquiera que esté mínimamente
interesado en la Historia de Roma ha
oído hablar de la II Guerra Púnica y
de sus cinco grandes batallas, Tesino,
Trebia, Trasimeno, Cannas y Zama,
ganadas por Aníbal, excepto la última
y definitiva. Sin embargo, Italia, principal campo de batalla de la guerra, al
igual que en menor medida Cerdeña
y Sicilia [ver apoyo], fueron escenario de muchos otros enfrentamientos
armados entre los cartagineses y sus
aliados y los romanos y los suyos.
Estos combates incluyeron batallas campales, asedios, asaltos de ciudades, emboscadas y alguna batalla
naval e implicaron a numerosos contingentes de guerreros por parte de
ambos bandos, causando fuertes bajas que incluyeron a numerosos altos
oficiales, incluso cónsules y procónsules por parte romana. Sin embargo,
el análisis de estas batallas destruye
otro tópico: la invencibilidad de Aníbal hasta Zama, pues algunas se resolvieron con una derrota para el caudillo cartaginés.
Las batallas campales se produjeron
Grumentum
Canusium
Consentia
Locri
Trasim
Plasentia
s
desde el comienzo de la guerra. Nada
más ser derrotado el cónsul P. Cornelio Escipión (padre) junto al río Ticinus (hoy Tesino) en 218 a. C., los
supervivientes de sus auxiliares galos
se sublevaron y atacaron y dieron
muerte junto a Placentia (Plasencia)
a muchos de los romanos que se habían salvado con ellos. A comienzos
de 217 a. C. un enfrentamiento entre
romanos y cartagineses cerca de dicha ciudad se saldó con un empate.
En verano un contingente romano de
caballería fue aniquilado en un lugar
no identificado del sur de Italia y en
otoño de ese año, junto a Gerunium
(Santa Croce di Magliano), los romanos derrotaron a Aníbal en primera
instancia aunque a continuación el
cartaginés se resarció en dos etapas,
inflingiendo en la segunda una contundente derrota al magister equitum
M. Minucio Rufo.
En 216 a. C., previamente a Cannas, una gran escaramuza en la que
los hombres del cónsul C. Terencio
15
INVIERNO·2009
Varrón derrotaron a un contingente
de Aníbal, llenó de optimismo (equivocado) a los romanos antes del gran
enfrentamiento. En 215 a. C., en Grumentum (Grumento Nova), los romanos derrotaron a un contingente cartaginés (no mandado por Aníbal). En
214 a. C., junto a Beneventum (Benevento) los romanos del procónsul T.
Sempronio Graco vencieron a los soldados del cartaginés Hannón, lo que
ocasionó que su jefe Aníbal tuviese
que abandonar la región de Campania y pasar a la de Apulia. También
vencieron los hombres del cónsul
M. Claudio Marcelo a las tropas comandadas por el propio Aníbal en las
afueras de Nola.
Al año siguiente Hannón tuvo
oportunidad de desquitarse venciendo a un improvisado ejército romano
formado por campesinos y esclavos
a las órdenes del prefecto Pomponio
Veyentano. En 212 a. C., de nuevo en
Beneventum, Hannón volvió a ser derrotado (esta vez por los pelos) por el
cónsul Q. Fulvio Flaco.
Genios de la emboscada,
los cartagineses acabaron
en los primeros años con
varios contingentes gracias
a ataques por sorpresa
El año 212 a. C. vio en dos ocasiones más a un ejército romano derrotado, una de ellas cuando las tropas del
pretor Cn. Fulvio Flaco se enfrentaron a un contingente cartaginés a las
órdenes de Magón junto a Herdonia
(Ordona) y otra en la región de Lucania. Aníbal amagó (no tenía fuerzas
suficientes) un ataque sobre Roma en
211 a. C., algo que los soldados de
los cónsules Cneo Fulvio Centúmalo Máximo y Publio Sulpicio Galba
Máximo y del procónsul Quinto Fulvio Flaco conjuraron brillantemente
venciendo a los cartagineses a dos
kilómetros de una de las entradas a la
capital, la Porta Collina, y poniendo
en graves dificultades al enemigo que
se retiraba cuando este cruzaba el río
Anio (Aniene), aún en las cercanías
de Roma.
Poco pudo disfrutar Centúmalo
de su victoria, pues el año siguiente,
siendo procónsul, cayó junto a 8.000
de sus soldados junto a Herdonia ante
Aníbal en persona, derrota vengada
en parte cuando en Numistro (¿Buccino?) el cónsul Claudio Marcelo, tras
un duro combate, hizo que Aníbal se
retirara de nuevo hacia Apulia. Marcelo fue tras él y en los días siguientes
se produjeron una serie de escaramuzas en las que parece que los hombres
de Aníbal llevaron la peor parte.
Parecía que Marcelo le tenía tomada la medida al cartaginés, pues ya en
209 a. C. y con Marcelo como procónsul, tras una batalla de dos días en
la que los romanos empezaron muy
mal, consiguió vencerlo de nuevo
en Canusium (Canossa di Puglia). El
derrotado buscó entonces otros obje-
PASIÓN POR ROMA
•
•
•
•
pollo numídico ?
¿Cómo se maneja un gladio ?
¿Qué dicen las inscripciones ?
¿Cómo se pone una toga ?
¿A qué sabe el
Si quieres saber la
respuesta a estas
preguntas y charlar con
personas interesadas
en la historia y las
costumbres romanas:
HISPANIA ROMANA
www.hispaniaromana.es
16
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tivos y venció a un contingente romano que atacaba Caulonia (Marina di
Caulonia), en poder cartaginés.
El 207 a. C. fue un muy mal año
para Aníbal. En primer lugar, se produjo la mayor de estas batallas menores, con resultado muy desfavorable
para sus intereses: el 23 de junio su
hermano Asdrúbal, que llegaba desde
Hispania con un ejército de refuerzo,
fue atrapado, derrotado y muerto junto al río Metaurus (Metauro) por las
fuerzas conjuntas de los cónsules C.
Claudio Nerón y M. Livio y del pretor L. Porcio Licinio. Aníbal, que por
su parte había tenido dos reveses, en
Grumentum y en Venusia (Venosa) y
se retiraba hacia el Brucio, se enteró
de lo que había pasado cuando los romanos lanzaron a su campamento la
cabeza de su hermano.
Transcurrieron tres años sin nuevas batallas campales, hasta que en
204 a. C los romanos del cónsul P.
Sempronio Tuditano vencieron a Aníbal en Croton (Crotona) aunque él se
tomó la revancha en un lugar no identificado.
Al año siguiente sabemos de una
posible batalla cerca otra vez de Croton, pero no su resultado. La última
batalla en suelo itálico no fue en el
sur, sino en el norte, en Mediolanum
(Milán), en 203 a. C., donde Magón
Barca, hermano de Aníbal, había
llegado con un ejército, vía Genua
(Génova), escapando del hundimiento del poder cartaginés en la Península Ibérica, con la idea de distraer
la atención romana y aliviar la presión sobre su acosadísimo hermano
en el sur. Allí presentó batalla a los
romanos del procónsul M. Cornelio
Cetego y el pretor P. Quintilio Varo,
que lo derrotaron contundentemente.
Gravemente herido, pudo Magón re-
tirarse con los supervivientes hacia
la costa, donde recibió la orden de
volver a Cartago, camino de la cual
murió en el mar.
El factor sorpresa
Sin llegar a ser batallas campales, las
emboscadas, en las que los cartagineses eran maestros y que los romanos
aprendieron, tuvieron su importancia
en esta guerra. En la primera, en 217
a. C., una columna romana fue aniquilada en la región de Umbría por la
caballería númida del general Maharbal. Los romanos, ese mismo año, trataron de responder tendiendo una en
el monte Callicula (al sur de Pietravaivano) pero Aníbal montó una contraemboscada que le dio la victoria.
Al año siguiente los galos boyos,
aliados de Aníbal, aniquilaron mediante emboscada en la silva Litana,
un lugar desconocido en la actual
Los frentes de Cerdeña y Sicila
Frentes secundarios de la guerra en
Italia fueron las islas de Sardinia
(Cerdeña) y Sicilia, por cuya posesión ya se había luchado duramente
en la Primera Guerra Púnica.
Tras la victoria cartaginesa en
Cannas en 216 a. C., los sardos,
sometidos a Roma tan sólo desde
237, y azuzados por agentes cartagineses, pensaron que era el mejor
momento para sacudirse el yugo romano y en 215 se sublevaron, dirigidos por un tal Hampsícora. Inmediatamente desde Cartago se envió
un ejército para ayudarlos. Roma,
a pesar de lo mal que lo estaba pasando en esos momentos, no podía
permitir una Cerdeña cartaginesa,
por lo que rápidamente envió un
ejército mandado por el procónsul
T. Manlio Torcuato, hombre con experiencia en la isla, que unió sus
fuerzas a las romanas que allí ya
había, al mando hasta entonces del
gravemente enfermo pretor Q. Mu-
cio Escévola. Aún no había llegado
el ejército cartaginés cuando, probablemente cerca de Carales (Cagliari), los romanos vencieron a los
sardos.
Cuando llegó por fin el ejército
cartaginés, mandado por Asdrúbal
el Calvo, la batalla de este y los
sardos contra los romanos se resolvió en una nueva victoria para
Roma, que acabó por atrapar a los
supervivientes enemigos en Cornus
(ruinas junto a Sta. Caterina de Pitinnuri), al oeste de la isla, ciudad
que fue tomada a los pocos días,
acabándose así los problemas romanos en Cerdeña. Para rematar el
descalabro púnico, la flota que había llevado a Asdrúbal y sus hombres hasta la isla fue interceptada
en su regreso a África por una escuadra romana y vencida, aunque
no aniquilada.
El último episodio bélico relacionado con esta isla tuvo lugar en 205
a. C., cuando una escuadra cartaginesa que llevaba abastecimientos
a Aníbal, arrinconado entonces por
los romanos en la región suritálica
17
INVIERNO·2009
provincia de Rávena, al ejército del
pretor L. Postumio Albino, que pereció. En 215 a. C. el cartaginés Hannón sorprendió y derrotó a varias
unidades de aliados romanos y tres
años después, tras otras dos emboscadas victoriosas de los cartagineses, una en un sitio no identificado
y la otra junto a Thurii (las ruinas de
Sybaris-Copia), en un lugar llamado
Campus Vetus nada menos que un
procónsul romano, Ti. Sempronio
Graco, murió acribillado a flechazos
en una celada.
En 211 a. C. los romanos del cónsul Centúmalo consiguieron salvar
una situación comprometida tras una
emboscada y al año siguiente los romanos se la jugaron a los cartagineses, emboscándolos y derrotándolos
en Tisia (Laganadi o San Stefano).
El año 208 a. C. fue un mal año
para los romanos en cuestión de em-
del Brucio, a causa una tormenta
se vio obligada a desviarse de su
ruta y cerca de las costas sardas
fue interceptada y destruida por las
naves del gobernador Cn. Octavio.
Por su parte, Sicilia, romana
desde 241 a. C., era estratégica y
económicamente más importante
todavía para Roma. Allí la lucha se
prolongará entre 214 y 210 a. C.
Fue Syracusa (Siracusa) el alma de
la rebelión contra Roma, que los
cartagineses apoyaron rápidamente. Durante esos años hubo tres
batallas campales. En dos de ellas
venció Roma: la de Acrilae (Biscari), en 214, y la del río Himera (Salso), en 212. Por contra, en 214, los
siracusanos derrotaron en lugar no
identificado a una columna romana
que acudía a defender a las comarcas fieles a Roma.
Agrigentum (Agrigento) y Heraclaea Minoa (ruinas cerca de Agrigento) fueron tomadas por los cartagineses nada más llegar a la isla.
Cuatro años después serían recuperadas, la primera al asalto, así
que las fuentes dan noticia tuvo lugar
al año siguiente y en ella los romanos
vencieron a su enemigo.
Roma no podía consentir
que las pujantes ciudades
del sur de Italia quedasen
en manos de Aníbal
boscadas, pues una de ellas les causó
una gran derrota en Petelia (Strongoli). La segunda de ellas, junto a
Venusia, fue la más productiva de
toda la guerra pues, por pura casualidad, entre los romanos que cayeron
en la celada estaban los dos cónsules
de aquel año, Claudio Marcelo y T.
Quinctio Crispino. El primero murió
en ella y el segundo a resultas de sus
heridas. La última emboscada de la
como
otras no
identificadas
controladas
por
Cartago. Los romanos
tuvieron que hacer algún
duro escarmiento con ciudades
como Henna (Enna), en 214, dispuesta a pasarse al enemigo, así
como Leontini (Lentini) y Megara
Hyblaea (ruinas cerca de Augusta),
que ya lo habían hecho.
Sin embargo, la gran batalla siciliana fue el asedio al que el cónsul
(luego procónsul) M. Claudio Marcelo
sometió a Siracusa. Desde otoño de
214 al verano de 212 a. C., la ciudad
resistió ayudada, entre otras cosas,
por los artilugios que inventaba el
Enemigo a las puertas
La lucha en las ciudades también tuvo
mucha importancia en una península
tan urbanizada como la Itálica. Dicha
lucha comportó asedios y asaltos, en
ocasiones sin necesidad de haber establecido previamente cerco. La inmensa
mayoría de los combates que implicaron a ciudades tuvieron lugar en el sur,
donde quedó Aníbal cada vez más acorralado y donde hubo poblaciones que
cambiaron varias veces de manos.
Tras la derrota romana en el río Trebia, en enero de 217 a. C., los cartagineses tomaron Victimulae (cerca de
Vercelli), un centro de abastecimiento
romano, mientras fracasaban ante otro
no identificado. En el verano de 217 a.
C. Aníbal, en su camino hacia el sur
científico Arquímedes (como los famosos
espejos que quemaban las naves).
Tras rechazar intentos cartagineses por auxiliarla, la ciudad fue
tomada al asalto, durante el que
murió Arquímedes. Como colofón a
la lucha en Sicilia, en 207 a. C. una
flota romana venció a una cartaginesa en las cercanías de la isla.
18
hiems·mmdcclxii·auc
por la costa adriática, vio rechazado
su ataque sobre Spoletium (Spoleto),
aunque tomó al asalto Telesia (Telese), en el Samnio. En otoño de 217
a. C. Gerunium fue tomada también
al asalto para ser utilizada de base de
invernada.
Entre 216 a. C. y comienzos de
215 a. C., Aníbal tomó las ciudades de
Acerra, Consentia (Cosenza), Nuceria
(Nocera), Praeneste (Palestrina), Petelia, Casilinum (Capua) y el campamento del dictador romano M. Junio Pera,
fracasando sin embargo ante Neapolis
(Nápoles) y Nola.
El 215 a. C. los romanos recuperaron al asalto muchas de las ciudades de
las regiones de Campania y Samnio que
se habían entregado de buen grado a los
cartagineses: Austicula (¿Castellone di
Castel San Vincenzo?), Combulteria
(Dragone), Sicilinum (?), Trebula (Tre-
glia di Pontelatone), Vercellium (¿Circello?) y Vescellium (?).
Además los hombres del cónsul Ti.
Sempronio Graco tomaron un campamento de aliados campanos de Aníbal
en Hamae (Giugliano in Campania).
Por su parte, Aníbal asedió Cumae (Cumas) y Nola, ante las que fracasó.
Al año siguiente las operaciones se
extendieron también a la zona de Apulia. En esas tres regiones los romanos
recuperaron al asalto Acuca (?), Telesia (Telese), Compulteria (ruinas junto
a la iglesia de Santa Maria di Covulture), Compsa (Conza della Campania),
Fugifulae (Faifoli di Montagano),
Orbitanium (¿Vitulano?) y, posiblemente, Aecae (Troia) y Blanda (Policastro). Tras asedio previo cayó en su
poder Casilinum (Capua). Por su parte
Aníbal fracasó en intentar asediar Puteoli (Pozzuoli).
Quince años de lucha
218 a.C.
Ticinus
Placentia
217 a.C.
Trasimenus
Trebia
Victimulae
Batalla no identificada
Gerunium
Telesia
Emboscada en Umbría
Spoletum
Placentia
216 a.C.
Cannae
Emboscada en Rávena
Acerra
Consentia
Nuceria
Praeneste
Petelia
Casilium
Neapolis
Nola
215 a.C.
Celada no identificada
Grumentum
Trebula
Sicilinum
Austicula
Conbulteria
Vercellium
Hamae
Cumar
Nola
214 a.C.
Beneventum
Acuca
Telesia
Compulteria
Compsa
Fugifulae
Orbitanium
Aecae
Blanda
Nola
Casilinum
Putteoli
213 a.C.
Arpi
Atrinum
Batalla no identificada
212 a.C.
Herdonia
Brundisium
Batalla en Lucania
El gran cerco de la II Guerra Púnica en Italia comenzó en la primavera de 214 y se prolongaría hasta
el verano de 211 a. C. Fue el asedio
romano de Capua (hoy Capua Vetere). Esta importante ciudad campana,
siempre refractaria a Roma, se había
entregado a Aníbal en 216 a. C. y este
había hecho de ella su cuartel general. Cuando en 214 el cartaginés salió
de ella para dirigir sus operaciones en
otros sitios, los romanos la pusieron
bajo asedio y a pesar de los intentos
de Aníbal por socorrerla —toma de
Calatia (Caserta) en 211—, que provocaron diversos combates en sus
cercanías, la ciudad, agotadas sus
provisiones, hubo de entregarse. Los
romanos desencadenaron una brutal
represión y tras ejecutar a los principales ciudadanos vendieron al resto
de los habitantes como esclavos.
Las acciones armadas aparecen ordenadas
dentro de cada año en tres grupos:
• Victorias cartaginesas
• Victorias romanas
• Batallas de resultado incierto
Celada no identificada
Celada cerca de Thurri
Beneventum
Tarentum
211 a.C.
Catalia
Rhegium
Marmorea
Meles
Salapia
Capua
Porta Colina
Celada no identificada
210 a.C.
Herdonia
Sapriportus
Numistro
Emboscada en Tisia
209 a.C.
Caulonia
Tarentum
Locri
Canusium
Manduria
Salapia
Plasentia
208 a.C.
Emboscada en Petelia
Emboscada en Venusia
207 a.C.
Metaurus
Grumentum
Venusia
Celada no identificada
206 a.C.
Locri
205 a.C.
Genua
204 a.C.
Croton
Clampetia
Consentia
Pandosia
203 a.C.
Mediolanum
Croton
19
INVIERNO·2009
En 213 a. C. los romanos siguieron
reconquistando las ciudades que, de
grado o por la fuerza, estaban en manos
de los cartagineses. Así, al asalto tomaron Arpi, Atrinum (?) y varias otras que
las fuentes no identifican.
Por su parte, Aníbal cosechaba un
nuevo fracaso ante Brundisium (Bríndisi) aunque conseguía tomar la ciudad
baja de Tarentum (Tarento), aunque la
ciudadela permanecía en poder de los
romanos, que aguantaron allí, permitiéndose incluso hostigar a las tropas
cartaginesas, hasta que un ejército romano recuperó la parte perdida de la
ciudad en 209 a. C.
En 211 otra vez Aníbal se dejaba
parte de su prestigio al no poder tomar
Rhegium (Reggio di Calabria), importante puerto en el extremo suroeste de
Italia. Los romanos, por su parte, a lo
suyo, tomando por asalto Marmorea
(Civita Campomarano), Meles (¿Molise?) y Salapia (ruinas en las cercanías
de Trinitapoli).
En 209 a. C. cayó en poder de Roma
Manduria mientras Locri, al año siguiente, resistió el cerco. Entre tanto,
Aníbal también fracasaba en su intento
por tomar Salapia. Locri sería tomada
tres años después mediante un audaz
golpe de mano ideando por el cónsul P.
Cornelio Escipión (hijo).
Tampoco su hermano Asdrúbal, de
camino hacia su trágico destino en las
orillas del Metaurus, pudo expugnar
Plasentia. El tercero de los hermanos
Barca, Magón que, como hemos visto antes, llegó en 205 a. C. al norte de
Italia por vía marítima, sí pudo, por el
contrario, tomar Genua (¿al asalto?).
Las últimas operaciones militares
contra ciudades tuvieron lugar en 204 a.
C., cuando el cónsul P. Sempronio Tuditano, mientras el ahora procónsul Escipión (hijo) se disponía a iniciar la última
fase de la guerra en el norte de África,
tomó al asalto, en la región sureña del
Brucio, las localidades, hasta entonces
en poder de los cartagineses, de Clampetia (Amantea), Consentia y Pandosia
(¿Lago?). Al año siguiente, reclamado
desde Cartago, Aníbal y los restos de su
ejército abandonaron Italia.
Por último, hay que mencionar la
única batalla naval librada en aguas itálicas, la que frente a Sapriportus (?) en-
El paso de los Al
pes
y las aplastantes
victorias que obtu
vo
acto seguido dan
a
Aníbal una aureol
a de
general invencib
le. Sin
embargo, el anál
isis detallado de lo
s
choques posterio
res
muestra una situa
ción
más matizada.
frentó en 210 a. C. a la flota tarentina,
aliada de Aníbal, con una flota romana
que iba a aprovisionar a los romanos
que resistían en la ciudadela de Tarentum, a unos 22 kilómetros de allí. Los
romanos fueron derrotados, sus naves
dispersadas, destruidas o embarrancadas y su comandante, el prefecto Decio
Quintio, muerto.
Como conclusión, se puede ver que
las tierras itálicas, sobre todo las meridionales soportaron durante años una
dura presión militar por parte de ambos bandos, pero sobre todo de Roma,
que no podía consentir que tierras tan
importantes económica y demográficamente y tan recientemente incorporadas a sus dominios (algunas menos
de 60 años antes) escaparan a su control, lo que hubiera otorgado a Aníbal
una situación tan propicia que hubiese
aumentado grandemente sus posibilidades de ganar la guerra. ◙
PARA SABER MÁS:
• APIANO (1980): “La guerra de
Aníbal”, dentro de la edición Historia Romana. Editorial Gredos.
Madrid.
• LIVIO, T. (1990): Historia de
Roma desde su fundación.
Editorial Gredos. Madrid.
• PLUTARCO (1944): Vidas paralelas: Fabio Máximo; Claudio
Marcelo; Marco Catón; Quinctio
Flaminino. Joaquín Gil Editor.
Buenos Aires.
• POLIBIO (1981): Historia Universal. Editorial Gredos. Madrid.
20
hiems·mmdcclxii·auc
biografías
Treinta años después de la derrota de Aníbal, Roma desconfiaba de Macedonia, la antigua
aliada del cartaginés durante la Segunda Guerra Púnica. La guerra entre las dos potencias
del Adriático era cuestión de tiempo. Cuando esta estalló, en 171 a. C., las legiones quedaron
empantanadas en una lucha sin fin. La augusta rama de los Emilios, en horas bajas, fue clave en el fulgurante desenlace. El escritor Juan Carlos Martín Leroy rememora este episodio.
L. EMILIO PAULO MACEDÓNICO (y II)
Apoteosis en Pidna
Por Juan Carlos Martín Leroy.
El año 171 a. C., el Senado declaró
la guerra al rey Perseo de Macedonia. Así comenzaba el tercer enfrentamiento de Roma con la patria de
Alejandro Magno. Durante tres años
sucesivos, los cónsules romanos trataron inútilmente de invadir Macedonia desde sus bases en Grecia. En
168, mediante una acción combinada
en torno al monte Olimpo, el cónsul
Lucio Emilio Paulo logró entrar en la
Pieria macedonia y presentó batalla a
Perseo al sur de la ciudad de Pidna.
Emilio Paulo, que poco antes parecía
un sexagenario políticamente acabado, alcanzó, en solo una hora de combate, una de las victorias militares
más brillantes y celebrabas por los romanos a lo largo de toda su historia.
Los vencedores son justos y los
perdedores, despreciables: de lo contrario la Historia carece de sentido
moral. Según sus enemigos, Perseo
era mezquino y cobarde. Su padre,
el rey Filipo, había preparado al país
para una nueva guerra contra Roma y
castigó con la muerte a su hijo Demetrio, hermano de Perseo y favorito de
los romanos, dejando el trono al peor
de los dos. Con todo, Perseo inició en
179 su andadura política procurando
mantener la paz con Roma. En 172 o
171 se presentó ante el Senado el rey
de Pérgamo Eumenes II, quien fuera
buen amigo de los Escipiones (a su
valentía se debió la victoria de Magnesia) denunciando las intromisiones
y las amenazas del rey Perseo. Según
Polibio, ya entonces el Senado decidió declararle la guerra. Durante su
regreso a Pérgamo, Eumenes sufrió
un atentado a manos de sicarios que
al parecer estaban a sueldo de Perseo,
y este fue el motivo oficial para declararle la guerra al antigónida.
Si vamos más allá de la denigración
habitual transmitida por las fuentes
grecolatinas, comprenderemos que
Perseo siguió una cuidadosa estrategia diplomática y militar que le dio
buenos resultados durante tres años
consecutivos, y lo perdió todo en una
sola batalla. Según se desprende del
Un guerrero macedonio se desploma
mientras contempla impotente el
avance de las legiones romanas. Detalle del altorrelieve del monumento que el propio Paulo costeó en
Delfos para glorificar su victoria
sobre Perseo.
texto polibiano, dicha estrategia ya
habría sido diseñada en los días de
Filipo, quien sabía que, más tarde o
más temprano, se produciría una nueva agresión romana. Perseo combinó
una diplomacia muy activa con un
planteamiento militar defensivo, presentándose siempre como “víctima”
para granjearse las simpatías del resto
del mundo helenístico, especialmente
de Grecia, escenario en el cual renunció a combatir a los romanos. A juzgar
por la dura represión romana de postguerra y las agrias observaciones de
Polibio acerca de la veleidad de sus
compatriotas, en este aspecto Perseo
habría
logrado
sus objetivos.
Incluso
el
rey Eumenes entró
en nego-
21
INVIERNO·2009
ciaciones secretas con Perseo, y la
actitud definitivamente hostil de Polibio se explica por su propio resentimiento y por el deseo de complacer
a sus amos romanos, ya que él mismo
fue uno de los numerosos aristócratas
griegos que apoyaron a Perseo y fueron después deportados a Italia.
El mismo año de 171, Roma envió
contra Perseo al cónsul P. Licinio Craso, adscrito al círculo catoniano, quien
sufrió una derrota en toda regla cerca
de Calícino. A Licinio le sucedió A.
Hostilio Mancino, vinculado a la facción Claudio-Fulvia y padre del cónsul que firmará con los numantinos el
célebre foedus. Hostilio atacó a Perseo
en el Epiro con pobres resultados. Para
el año siguiente los vientos políticos
empezarían a soplar a favor del entorno próximo a Paulo, nombrándose a
Q. Marcio Filipo, que logró entrar en
Macedonia desde Tesalia bordeando el
monte Olimpo —como después haría
el mismo Paulo—, aunque se vio obligado a retirarse por falta de aprovisionamiento.
El año 168 L. Emilio Paulo obtuvo el
consulado con C. Licinio Craso y fue
elegido para conducir la guerra contra
Perseo. Paulo alistó en su ejército a
sus hijos Q. Fabio Máximo Emiliano,
que entonces tenía 19 años de edad, y
P. Cornelio Escipión Emiliano, de 17.
El menor, Marco, no alcanzaba la edad
necesaria para tomar las armas. He
aquí a un padre que, tras haberse visto
obligado a ceder a sus hijos, quiso que
sus respectivas carreras comenzaran
con el juramento militar realizado bajo
su imperium consular. ¿Puede haber
algo más romano que esto?
Paulo llegó con su ejército a Tesalia y, según Plutarco, “descubrió” un
paso hacia Macedonia a través del la
vertiente occidental del monte Olimpo, enviando a P. Cornelio Escipión
Nasica (que dejó testimonios escritos
de la campaña en forma de cartas o de
memorias) para sorprender a Perseo.
Sabiéndolo el rey por la delación de un
tránsfuga, envió a Milón para interceptar a Nasica en la montaña. Se produjo un encuentro que resultó favorable
al romano y Perseo se retiró hacia el
norte mientras Paulo avanzaba por la
costa. El 21 de junio Nasica y Paulo se
reunían en suelo macedonio, a unos 18
kilómetros al sur de la ciudad de Pidna, avistando al ejército de Perseo al
otro lado del río Leucón desplegado en
formación de combate.
Paulo rehusó presentar batalla ese
día y levantó un campamento al otro
lado del río, al pie del monte Olocros.
Según cuentan Livio y Plutarco, la noche del 21 al 22 se produjo un eclipse
de luna. El episodio y la reacción supersticiosa de la tropa ofrecen un indudable interés antropológico. El tribuno
militar C. Sulpicio Galo (que aparece
al lado de Paulo en 171; del otro Sulpicio inscrito en su ejército hablaré más
adelante) dio a los soldados una explicación racionalista que en las fuentes
se mezcla confusamente con otra de
carácter premonitorio, psicológicamente más rentable: el eclipse presagiaba la caída del reino macedonio.
La batalla se desencadena
La batalla de Pidna, que comenzó hacia
las tres de la tarde del día siguiente, está
narrada en Livio y en Plutarco. Uno
y otro coinciden en que la causa de la
derrota macedonia se debió a la ruptura de la falange. Livio nos transmite un
informe pormenorizado, por más que el
preferido sea Plutarco, que favorece a
Paulo tratando de otorgarle una iniciativa que no parece haber tenido.
Desde el principio, la batalla se desencadena y parece desarrollarse “por sí
sola”. Tanto Paulo como sus oficiales
actúan a la zaga de los acontecimien-
tos y ¡qué decir de Perseo! Es lugar común afirmar que el combate se desplazó a las faldas del monte Olocros y que
esta fue la razón por la cual la falange
perdió toda su efectividad, descomponiéndose. Conviene recordar que esta
explicación no aparece en Livio y hay
razones para dudar de su veracidad.
Antes de que esto sucediera el ejército romano habría alcanzado su propio
campamento, que se hallaba detrás y a
poca distancia (Plutarco mismo afirma
que las primeras muertes se produjeron
a menos de doscientos pasos del campamento romano, y, según Livio, estaba situado en la misma falda del monte
Olocros). Por otra parte, introducirse
en semejante terreno hubiera resultado
sorprendentemente estúpido para soldados y oficiales experimentados que
de sobra conocerían las virtudes y los
puntos débiles de su propia falange. Lo
que nos conduce al pasaje 41 del libro
XLIV de Livio, donde se nos refiere el
momento exacto en que se produjo el
giro decisivo en la batalla. En él Livio
hace mención de un arma misteriosa
que Perseo situó en el ala izquierda de
su ejército y que denomina Elephantomachae, elefantomaquias.
Después de atravesar el río Leucón,
el ejército macedonio avanzó contra el
de Paulo obligándolo a retroceder, hasta que, de forma repentina, se produjo
el desmoronamiento del ala izquierda
macedonia. Livio lo dice explícitamente:
22
hiems·mmdcclxii·auc
«En el ala derecha de los
romanos, donde la batalla había comenzado,
cerca del río, [Paulo] dispuso los elefantes y las
cohortes de las tropas
aliadas; y es aquí donde
comenzó primero la huída de los macedonios».
Un triunfo militar,
paso a paso
EJÉRCITO MACEDÓNICO
EJÉRCITO ROMANO
Pero ¿qué o quiénes componían el ala izquierda macedonia? Livio, que hasta
ahora ha venido realizando
una descripción material de
la batalla, de súbito cambia
de registro y realiza una digresión filosófica antes de
proseguir con la narración
del combate:
CAMPAMENTO
MACEDONIO
CAMPAMENTO
ROMANO
Fase 1: Los macedonios atraviesan el río Leucón mientras el enemigo se repliega hacia su campamento.
«Pues así como la mayoría de las nuevas invenciones de los mortales
resultan impresionantes de palabra, y en la
práctica —como entonces hay que llevarlas
a cabo y no disertar
sobre cómo llevarlas a
cabo— se desvanecen
sin efecto alguno, así en
esta ocasión las elefantomaquias se quedaron
solamente en un nombre inútil. Las tropas de
aliados latinos siguieron
la carga de los elefantes
haciendo retroceder el
ala izquierda macedonia».
Fueran lo que fuesen, las
elefantomaquias fracasaron,
provocando el hundimiento
del ala izquierda macedonia y
el desbordamiento del frente
por parte de los romanos, que
rodearon al ejército de Perseo.
Esto parece haber causado la
paralización de la falange Calcáspida (Escudos Broncíneos)
y la dislocación del frente
macedonio, de modo que la
falange Leucáspida (Escudos
Blancos), ahora adelantada,
mostraría su flanco izquierdo,
contra el cual L. Postumio Albino envió a los soldados de la
segunda legión consular.
Otro aspecto que no debe
olvidarse es que el combate
fue tan violento como rápido:
En apenas una hora todo había terminado y comenzaba la
matanza. Las bajas romanas
fueron insignificantes en comparación con las macedonias.
Ahora bien: sabemos que, en
un ejército helenístico, la falange se combinaba con una
excelente caballería, a cuyo
mando se encontraba el propio
rey Perseo, como era tradición
en los reyes macedonios desde
los días de Alejandro Magno.
n Carlos Leroy
Infografías: Jua
Fase 3: El ataque del
ala izquierda macedonia no sólo fracasa,
sino que provoca el
derrumbamiento de
todo ese sector, que se
bate en retirada.
Fase 2: Choque entre los dos ejércitos. Las primeras bajas se
producen a escasos metros del campamento de L. Emilio Paulo.
23
INVIERNO·2009
¿Por qué la caballería de Perseo no actuó, retirándose casi intacta del campo
de batalla?
Polibio acusa a Perseo de cobardía y
de haber huído del combate en el momento decisivo. Podemos conformarnos con esta explicación o bien tratar
de buscarla en el desarrollo de la batalla. Si bien la falange nunca habría llegado a adentrarse en el monte Olocros,
la rapidez con que el frente se desplazó hasta sus proximidades pudo haber
impedido que la caballería de Perseo
actuase rodeando al ejército de Paulo
y empujándolo contra aquélla según la
táctica del yunque y el martillo. Esto y
la velocidad con que se produjo el hundimiento del ala izquierda y el cerco
de la primera falange habrían sido las
claves de la derrota macedonia.
Un grandioso triunfo empañado
Según Polibio, Paulo buscó angustiado a su hijo Escipión Emiliano, que
no apareció en el campamento hasta
el anochecer: había estado persiguiendo macedonios en fuga. También nos
cuenta que en la batalla, Catón Liciniano, el hijo del Censor, perdió su espada,
y tuvieron que sujetarle para que no se
arrojara sobre el enemigo tratando de recuperarla. Terminada la batalla, encontraron la espada revolviendo entre los
montones de cadáveres macedonios.
Perseo, que huyó a Samotracia, fue
capturado y Paulo se apoderó de sus fabulosos tesoros. A continuación se dio
un paseo turístico por Grecia admirando sus monumentos, del que nos hablan
Plutarco y Polibio; ordena erigir una
estatua propia en un pedestal destinado
a recibir una del vencido Perseo. Como
sus soldados no quedaran satisfechos
con lo que les cupo en recompensa,
Paulo los condujo al Epiro para que se
desquitasen previo permiso del Senado.
Ciento cincuenta mil epirotas terminaron en los mercados de esclavos. Entretanto se desataba la represión en toda
Grecia. Polibio fue uno de los que sufrieron el cautiverio: Paulo se lo regaló
a su hijo Escipión Emiliano y Polibio
pasó el resto de su vida como “huésped
ilustre” y maestro suyo.
El triunfo de L. Emilio Paulo Macedónico fue uno de los más largos y
espléndidos de la Historia romana: duró
tres días consecutivos y Plutarco lo describe con detalle. En aquellos días Paulo
perdió a los hijos de su segunda esposa.
En su discurso funerario, que nos refiere
el biógrafo, nos encontramos con un estupendo ejemplo de superstición compensatoria, según la cual a un hecho feliz le corresponde otro desgraciado para
equilibrar mágicamente el universo: así
Paulo pagó con la pérdida de sus hijos
la victoria que los dioses habían concedido a Roma. Lo cual no impidió que
fuera acusado por uno de sus tribunos
militares, S. Sulpicio Galba, el que más
tarde traicionaría el juramento dado a
los lusitanos. Galba trató de impedir
el triunfo de Paulo con el apoyo de los
soldados, que seguían insatisfechos a
pesar del saqueo del Epiro. Otro discurso ejemplar con exhibición de cicatrices
de guerra por parte de un senador avergüenza a los revoltosos. Pero el motín
no se habría zanjado sin un precio. En
otra noticia de Plutarco que debe conectarse con las acusaciones de Galba, inscritas sin duda en una protesta popular
de mayor calado, el pueblo fue eximido
del pago de los tributos, que no se restableció hasta el 43 a. C. Años más tarde
Escipión Emiliano devolvería a Galba
aquella afrenta causada a su padre preguntándole ante el Senado por los miles
de lusitanos, capturados por traición a
un juramento, que el pretor vendió en
los mercados de Galia.
Lucio Emilio Paulo culminó su carrera política alcanzando el cargo de censor en 164 junto con Q. Marcio Filipo.
Gracias al biógrafo de Queronea sabemos que hacia ese año Roma contaba
con un censo de 337.452 ciudadanos.
Sorprende el reducido número de “privilegiados” con plenos derechos para
aquel Imperio que ya extendía su poder
por todo el Mediterráneo. Paulo casó su
hija Tertia con el hijo de Catón, quien
fuera en otro tiempo su enemigo político, y falleció el año 160 a. C. a la edad
de 71 años, “relativamente” pobre dado
su gran triunfo sobre Perseo, sin descendencia que perpetuara el nombre de
su familia: pues Paulo, como él mismo
creía, todo lo dio por Roma, incluído
sus cinco hijos varones. ◙
PARA SABER MÁS:
Fase 4: Los soldados de
la Legión II se introducen por la brecha del ala
izquierda para flanquear
al enemigo. La caballería
de Perseo, sorprendida,
se desbanda y provoca
el colapso del frente
macedonio.
• BÉARD, M., (1998): El triunfo
romano. Ed. Crítica.
• GOLDSWORTHY, A., (2005):
Grandes generales del ejército
romano: campañas, estrategias
y tácticas, Ariel.
• KOVALIOV, S. I., (2007): Historia de Roma, Akal.
• ROLDÁN HERVÁS, J. M.,
(1994): El imperialismo romano:
Roma y la conquista del mundo
mediterráneo (264-133 a. C.),
Ed. Síntesis.
• ROLDÁN HERVÁS, J. M.,
(2001): Historia Antigua de
España, UNED.
24
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firmainvitada
ARMAMENTO PRERROMANO
Símbolos y falcatas
Caballos, lobos, jabalíes y motivos vegetales decoran con profusión las armas ibéricas. Tanta filigrana parece indicar un uso
suntuario, pero el profesor Fernando Quesada propone una hipótesis alternativa apoyándose en su conocimiento de la idiosincracia de las sociedades antiguas.
Por Fernando Quesada Sanz.
: J.
o
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sG
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Como es bien conocido, la falcata es
una espada de doble filo, uno principal y otro secundario, que sirve para
cortar de tajo y clavar de punta. Fue
arma de infantes más que de jinetes,
hecha en hierro con una o varias láminas de hierro soldadas a la calda,
a cuya empuñadura se añadían unas
cachas de hueso o madera. Se llevaba
en una vaina de cuero con refuerzos
metálicos, de la que normalmente
solo se conservan las anillas y los pasadores para su suspensión mediante
un tahalí que pendía del hombro y
cruzaba el pecho. De la falcata hay
muchas variantes y muchos tamaños,
pero centrémonos ahora solo en su
decoración.
Una falcata se decoraba de muchas
maneras, pues toda ella es en cierto
modo un objeto de arte. En primer
lugar la empuñadura está forjada a
manera, bien de cabeza de caballo,
bien de cabeza de ave rapaz, modelo
este último característico en algunas
zonas del Mediterráneo Oriental
desde fechas muy antiguas. No es
el caso del caballo, pero éste sí era
un icono muy característico de la
cultura ibérica, donde existe incluso una divinidad protectora
de los équidos.
La empuñadura adopta pues una
forma zoomorfa, ya tiene plasticidad
por sí misma: las cachas, en madera,
hueso o asta, quizá en marfil, la cubrirían y mejorarían, ya que estaban
labradas para realzar más la cabeza
de ave o de caballo insinuada en la
lámina férrea que servía de soporte.
En ocasiones el remache que sujeta la
cacha al alma metálica de la empuñadura se sitúa donde estaría el ojo del
animal, y en ese caso se podía clavar
un dorado remache de bronce en lugar de en hierro1.
La empuñadura puede complicarse mucho añadiendo elementos
metálicos más o menos complejos,
como en la falcata de Almedinilla
que aparece a la izquierda. En la
necrópolis de La Serreta de Alcoy
(Alicante)2 se ha restaurado recientemente con especial mimo una falcata
muy rica que tiene una empuñadura
en forma de cabeza de caballo: la genialidad estriba en que el morro del
caballo se ha metamorfoseado en la
cabeza y fauces de un león que a su
vez esta devorando algo... En el otro
extremo de la guarda lateral hay otra
cabeza de león más pequeña, que
también devora otro objeto. Cuando
vemos los detalles ampliados, nos
damos cuenta de que las fauces están
modeladas y damasquinadas, y que
25
INVIERNO·2009
lo que muerden las dos cabezas de
león afrontadas es un par de cabezas
humanas, el tamaño de las cuales no
supera los siete milímetros, que se
inspiran en las cabecitas de pasta vítrea de los collares púnicos (ver arriba, figura a). El esquema se repite en
una falcata de Illora (Granada) (ver
figura b). En otras piezas, como por
ejemplo la ya citada procedente de
Almedinilla, el artesano quiso imitar
la forma de hacer de las anteriores,
pero la serie de cabezas de felino
devorando cabezas humanas, se ha
simplificado y transformado en una
barra metálica maciza.
Muchas falcatas también presentan
decoración en la hoja, como muestra
la imagen superior derecha. En primer
lugar es decoración la propia serie de
acanaladuras más o menos complejas que cubren su superficie. Durante
muchos años se ha dicho que su función era la de agravar las heridas en el
combate facilitando la entrada de aire
en la herida, creando además una mayor posibilidad de infección. Aunque
no vamos a entrar en detalles ahora,
esto no es así: las acanaladuras aligeran la hoja manteniendo una gran
rigidez, y al tiempo decoran3.
Cuando veamos una falcata bien
conservada, hay que fijarse en el
gusto y la elegancia con los que casi
siempre se ha cincelado el metal,
cómo se ha cortado en caliente para
trazar series muy complejas de estrías
y acanaladuras. En ocasiones, además, estaban realzadas por frisos de
damasquinados en plata que recorrían
toda la hoja, resaltando y realzando
más sus líneas. Así pues, decoración
en plata y decoración “tallada” en el
metal se complementaban. El artesano ibérico estaba pues utilizando el
damasquinado en plata como refuerzo y complemento decorativo de las
formas previamente cinceladas en la
hoja de metal.
Hay muchos modelos de acanaladuras, desde los más sencillos a otros
bastante complejos que revelan un
trabajo bastante cuidadoso por parte
del forjador. Sin embargo en otras
ocasiones encontramos “chapuzas”,
como la de un artesano de Almedinilla que hizo las acanaladuras trazando dos rectas que forman una falsa
unión4. Pero en las mejores piezas se
trazaron acanaladuras anchas y estrías
finas que convergen en un patrón extremadamente detallado y complejo,
de una gran elegancia.
Cuando hablamos de falcatas decoradas es frecuente pensar solo en
términos de fina decoración damasquinada, pero como se indicó en el
anterior artículo (ver Stilus 5), no
podemos considerar nunca visualmente esta decoración si no es dentro
del conjunto de lo que era la pieza, es
decir, con su superficie de magnetita
negra5, las acanaladuras, la empuñadura, los complicados motivos graba-
NOTAS
1) Sepultura 191 de El Cigarralejo, en
QUESADA, F. (1997): El armamento ibérico.
Estudio tipológico, geográfico, funcional,
social y simbólico de las armas de la cultura
ibérica (siglos VI-I a. C.), Apéndice IV, n.
cat. 526; Sepultura 243 Cigarralejo, n. cat.
243; Los Nietos, n. cat. Quesada 5093,
etc. También CUADRADO, E., (1989): La
panoplia ibérica de El Cigarralejo (Mula,
Murcia). Murcia.
2) VV. AA. (2000): La falcata ibérica de la
Serreta. Alicante.
3) QUESADA, F. (1988):, “Acanaladuras en
las hojas de falcatas ibéricas”, en CuPAUAM
15, pp. 275-300.
4) QUESADA, F., (1997): El armamento
ibérico. Lámina IIC.
5) QUESADA, F., (2000): Reseña de J.
Alonso, R. Cerdán e I. Filloi, Nuevas técnicas
metalúrgicas de armas de la II Edad del
Hierro, en Gladius, XX, págs. 313-317. Ver
además COGHLAN, H., (1956-57): “Etruscan
and Spanish Swords of Iron” en Sibrium 3,
págs. 167-171.
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dos, desde dientes de lobo a espirales,
y motivos de creciente complicación
como las hojas de hiedra, trisqueles y
motivos zoomorfos como dragones y
otros elementos.
Por ejemplo, la aparición de hojas
de hiedra en la empuñadura podría
considerarse como un motivo meramente ornamental, pero si tenemos en
cuenta que en todo el Mediterráneo,
desde el mundo griego al itálico, es
un símbolo de inmortalidad, veremos
el sentido de esas hojas de hiedra damasquinadas en plata de otra manera,
con una perspectiva más rica.
Igual que en el caso de la hiedra,
tenemos otros motivos decorativos
con los que ocurre exactamente lo
mismo, es decir, que son mucho más
que motivos ornamentales6. Así, en el
extremo de una falcata de Almedinilla
(Córdoba), al final de las acanaladuras, mirando hacia la punta, encontramos una cabeza de lobo con las
fauces abiertas. El lobo es un animal
muy característico de la iconografía
ibérica, salvaje, agresivo, símbolo de
fuerza. Cuando un guerrero ibérico
Los motivos decorativos
de las armas cobran un
nuevo sentido a la
luz de la simbología
de la Antigüedad
clavaba su falcata en el vientre de
un enemigo, el lobo, animal infernal,
también le hería y mordía simbólicamente. No era ya solo el hierro de la
espada, era la fuerza infernal que hay
en el lobo lo que mataba al rival7.
Al igual que en el caso del lobo,
el jabalí también tuvo un significado
que va más allá de la representación
ornamental. En el mundo ibérico tiene un significado funerario y puede
hacernos pensar que una falcata decorada con unos jabalíes en la cartela
haya sido hecha para la tumba... Pero
el jabalí también pudo ser el sobrenombre de la persona que encargó la
pieza, pues en la Antigüedad también
había, como en el Medievo, motes
que podían aludir a la fuerza, la fiereza o el valor (Corazón de León o Cabeza de Vaca son apodos que todavía
resuenan). O tal vez quería ser el propietario tan fiero e impetuoso como el
jabalí. Con todo, ¿es necesariamente
excluyente que el jabalí fuera en esta
espada un motivo ornamental, y además un apodo del propietario, y que
además en el momento del entierro tuviera el valor añadido de constituirse
en símbolo funerario? Casi con seguridad, no8. El mundo antiguo admite
estas combinaciones y muchas más.
En otra falcata, procedente de la
necrópolis de Coimbra del Barranco
Ancho (Jumilla, Murcia) encontramos
grabado, aunque de forma sumaria,
un puñal y tres cabezas humanas cortadas que no son perceptibles a simple
vista9. Pueden estos elementos reflejar
tres victorias sobre tres enemigos a los
que se habría decapitado, en un ritual
muy frecuente en el Mediterráneo antiguo. O podemos hacer una interpretación menos compleja, y pensar que
Los artesanos itinerantes
El artesano metalúrgico era una
figura muy especial en el mundo
antiguo. Era un personaje de conocimientos misteriosos, que tomaba el mineral opaco, o el metal
en bruto, informe, y lo transformaba en objetos lujosos, en armas brillantes. No encajaba muy
bien en ningún grupo social y era,
en definitiva, un cierto outsider,
más cuanto más primitiva es la
sociedad que estudiemos.
La producción del armamento
ibérico era tremendamente artesanal. Se partía de un patrón
mental ideal que lógicamente sufría algunas transformaciones en
su realización práctica, al carecerse de maquinaria. Este resultado
forjado a partir de un esquema
mental era tomado por artesanos
posteriores para la fabricación de
sus obras, que van a ir variando
y divergiendo a partir del modelo
original. Por eso el artesano que
en una misma generación fabricó
espadas, las hacía más o menos
grandes, más o menos curvas o
tensas, dentro de un patrón general ideal, sin que eso se deba más
que al carácter artesanal y personal de la producción. Hay falcatas
en un mismo momento cronológico y en un mismo yacimiento que
adoptan una gran variedad de formas y tamaños.
Una cosa era el herrero forjador
del hierro y otra el especialista que
realizaba el damasquinado, probablemente siempre o casi siempre
personas diferentes. Calculo que,
en una estimación conservadora,
entre un 20 o un 30% de las falcatas ibéricas tuvieron decoración en
plata. En cuanto al damasquinado
en plata pueden distinguirse tentativamente dos estilos decorativos.
Uno que denominamos ‘estilo preciso’, donde el artesano es capaz
de dibujar una enorme cantidad
de información en una superficie
diminuta, con trazos rectos y mucha precisión, y donde se distingue perfectamente cada elemento
de la decoración; es por otra parte
un estilo de tipo geométrico, bastante rígido, preciso y elegante
pero sobrio. El segundo estilo lo
hemos denominado ‘libre’; es más
suelto y mucho más basto, y es
donde con mayor flexibilidad se
introducen elementos zoomorfos,
plantas, cabezas humanas que
corresponden a una visión estilística diferente, y probablemente
a una capacidad técnica distinta,
27
INVIERNO·2009
el propietario del armas deseaba tener
o había tenido muchas victorias, pero
es tentador pensar que reflejaba el número exacto de ellas, tres. En el Mediterráneo Oriental hay monumentos,
como el de un pilar licio en Xanthos,
en el que los siete escudos grabados
sobre el fuste se acompañan de un
epígrafe en el que se da cuenta de un
soldado concreto que abatió siete enemigos en batalla; luego el recuento
de víctimas era una costumbre entre
los pueblos mediterráneos y no solo
entre los celtas10. Por otro lado, suele
decirse que la ‘cabeza cortada’es un
motivo de tipo celta, pero esto no es
así: lo encontramos por todo el Mediterráneo, también en Etruria. En Italia
tenemos unos referentes que no hay
que buscar en Alemania o el norte de
Francia.
En otra pieza conservada en el
Museo de Lorca (Figura 1) se conserva bien el metal, los cabujones y la
plata11. Presenta un motivo geométrico que representa palmetas de cuenco
geometrizadas, un motivo orientalizante que circula por el Mediterráneo
inferior. Se trata probablemente
de obras de artesanos de habilidad inferior; solo en ocasiones encontramos figuras de animales de
trazo preciso, pero la mayor parte
de las decoraciones zoomorfas se
realizaron en este segundo estilo
más suelto e informal.
Esta distinción y el análisis detallado de la amplia distribución
geográfica de los yacimientos
donde han aparecido las armas
decoradas con estilo ‘preciso’ y estilo ‘libre’, ha hecho que nos planteemos qué tipos de artesanos
pudieron hacer estos damasquinados. Encontramos piezas, como
en la Serreta de Alcoy (Alicante) y
en Illora (Granada), que son casi
idénticas, donde el tipo de trazado
y de trabajo indica que si no estamos ante la misma mano (cosa difícil de demostrar), estamos ante
la misma concepción y formación
estilística, muy próxima en pie-
desde el siglo VI a. C. y que el ibero
interpreta estilizándolo y colocándolas en posición alterna.
Las representaciones de liras y palmetas enmarcadas por dientes de lobo
o por hojas de hiedra son características de las falcatas, siempre en el centro de estas cartelas de la empuñadura
y siempre en la misma posición. No
es casual que la sintaxis decorativa
(la manera en la que el artesano ibero
ordena en registros esta decoración
de las falcatas) sea casi constante en
todo el territorio ibérico, y seguramente tiene un significado que aún
no entendemos del todo. Volveremos
enseguida sobre ello.
Si las hojas de hiedra son uno
de los motivos más frecuentes, que
aparecen no solo en la empuñadura
sino a lo largo de toda la hoja, con
un significado asociado a la inmortalidad, tampoco debemos despreciar las granadas o las adormideras
que aparecen damasquinadas sobre
otras falcatas, frutos cuyas propiedades narcóticas eran bien conocidas en la Antigüedad12.
zas que están muy cercanas en el
tiempo, pero que han aparecido
separadas por varios centenares
de kilómetros.
Esto también se observa en la
‘sintaxis decorativa’, en la forma,
orden y relaciones internas que
rigen la disposición de los elementos y motivos decorativos, y que
es bastante rígida en el ‘estilo preciso’. La similitud entre productos
tan alejados nos lleva a plantearnos
dos alternativas: o bien hubo artesanos que trabajaban en ciudades
y en talleres importantes, como
Castulo, Ilici, etc.... y distribuían
sus piezas en un área bastante
grande (talleres ‘ciudadanos’), o
por el contrario hubo artesanos
itinerantes especializados de alto
nivel que viajarían ofreciendo sus
servicios de oppidum en oppidum,
de ‘corte’ en ‘corte’, y por tanto en
su vagabundear irían realizando
sus productos en el estilo ‘preciso’
NOTAS
6) QUESADA, F., (2000): “De nuevo en
torno a contenidos simbólicos, decoración y
artesanado en la Cultura Ibérica”. En VV. AA.
La falcata ibérica de La Serreta. Alicante,
págs. 23-30.
7) QUESADA, F., (1997): El armamento
ibérico. Fig. 58.4 y Lám. IIIC.
8) QUESADA, F., (1989): Armamento,
guerra y sociedad en la necrópolis ibérica
del Cabecico del Tesoro (Murcia, España).
BAR International Series, 502, Oxford, págs.
269 y ss. y Fig. 104; El armamento ibérico,
op. cit. Lám. IIID.
9) QUESADA, F., (1997): El armamento ibérico. Fig. 60. GARCÍA CANO, J. M., (1997):
Las necrópolis ibéricas de Coimbra del
Barranco Ancho (Jumilla, Murcia). I. Murcia,
pág. 199.
10) QUESADA, F., (1994): “Lanzas hincadas, Aristóteles y las estelas del Bajo
Aragón”. en las Actas del V Congreso Internacional de Estelas Funerarias; de C. de la
Casa (ed.); Soria, pág. 363.
11) QUESADA, F., MARTÍNEZ, A., (1995):
“Un lote de armas procedente del yacimiento de Carranza (Huéscar de Granada) y la
cuestión de las vías de comunicación entre
Granada y Murcia”, en Verdolay 7, Homenaje a la Dra. A. María Muñoz, págs. 239-250.
12) QUESADA, F., (2000): “De nuevo en
torno...” op. cit., p. 30 y nota 10.
e irían dejando imitadores menos
dotados pero de mente más abierta que después harían sus piezas
en estilo ‘libre’.
En el Mediterráneo está perfectamente documentada desde época homérica la existencia de artesanos itinerantes, que es posible
incluso intuir en el mundo tartésico, como en el túmulo de Setefilla. Los paralelos históricos y etnográficos, la existencia de estos
dos estilos, los paralelos cercanos
entre piezas muy alejadas, y otros
datos que no podemos detallar
aquí, nos pueden llevar a plantear
la existencia de orfebres especialistas que viajarían de un sitio a
otro ofreciendo sus servicios: eso
explicaría muchos patrones observados en la decoración damasquinada del armamento ibérico, y coincide con observaciones similares
realizadas sobre numismática y
escultura monumental ibéricas.
28
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En los análisis realizados en los
recipientes de algunas tumbas etruscas se han encontrado restos de amapolas, de adormideras, que se consumían en los rituales funerarios y
fiestas, posiblemente porque su consumo sacaba al ser humano de su estado de racionalidad, trasladándolo a
un estado de conciencia agudizada o
alterada, y sumergiéndole en el mundo irracional, incluso onírico, algo
que estaba más allá de la experiencia
humana diaria.
Por fin, tenemos incluso un solo
ejemplar conservado en el Museo del
SIP de Valencia (no se sabe bien si
procede de Levante o de Andalucía)
en el que se nos muestra una inscripción, un texto escrito incompleto en
caracteres ibéricos, en el que figura
un nombre y otra palabra, ekiar, que
por unos se interpreta como “propiedad de”, otros como un cargo y otros
como alusión de tipo fecit, “fulanito
lo hizo”, como pieza firmada. Es un
tema complejo cuya discusión sigue
abierta13.
¿Armas de guerra o ‘de parada’?
El cuadro que representa a Carlos
V en Mühlberg pintado por Tiziano
lo conoce todo el mundo, pero aunque millones conocen y han visto el
cuadro, es poca en comparación la
gente que acude a la Armería Real
de Madrid a ver la armadura real que
aparece pintada en ese lienzo. Desde
nuestra perspectiva moderna, lo que
importa es el cuadro, que pertenece
a un arte “mayor”. Pero al opinar así
estamos proyectando nuestra mentalidad moderna hacia el pasado. En
tiempos de Carlos V tenía más valor
(y desde luego era considerablemente
más cara en varios órdenes de magnitud) la armadura que el cuadro; y eso
que Tiziano era un pintor cotizado.
Esta reflexión nos sirve para introducir un nuevo punto: la cuestión de las
armas ibéricas decoradas como posibles armas ‘de parada’.
Las falcatas que hemos visto
tan decoradas, cubiertas de damasquinados son, al decir de algún especialista, armas de parada, armas
funerarias o armas de lujo. Yo creo
que esto no es así.
El criterio antiguo para definir
que un arma fuera o no de parada
es que tuviera el tamaño y el filo
adecuados, que fuera funcional, no
que estuviera ricamente decorada.
A lo largo de la historia, y hay decenas de ejemplos, los nobles han
marchado al combate con las armas
más caras que han podido procurarse. Carlos V en Mühlberg combatió
con la armadura que pintó Tiziano,
hay documentación de ello, y al
igual que el emperador, los Duques
de Alba y muchos otros generales en
el Renacimiento.
No solamente los hombres, también sus monturas a menudo llevaban armaduras cuidadosamente
adornadas con damasquinados, con
incrustaciones de oro y plata que en
modo alguno detraían de su eficacia
defensiva. El argumento empleado
a menudo es que “al estar decoradas son armas muy delicadas para
que se puedan dañar”. En realidad,
el noble que se podía permitir una
de estas armaduras se podía permitir eso y más, y por otra parte una
abolladura o un golpe de espada era
un blasón de honor y no un daño a
la pieza14, por tanto no hay problema en que la pieza se estropeara.
Primero porque se podía reparar o
sustituir si fuera imprescindible, y
segundo porque no era un desdoro,
sino todo lo contrario.
Así, tenemos multitud de armas
hasta el Renacimiento que son de
batalla, que están decoradas y que
no son de parada. Solo en ese momento van a surgir armas y armaduras pensadas para la ostentación, y
no para la batalla.
NOTAS
13) QUESADA, F., (1997): El armamento
ibérico. págs. 122-123; ARANEGUI, C., DE
HOZ, J., (1992): “Una falcata decorada con
inscripción ibérica. Juegos gladiatorios y
venationes”, en Homenaje a E. Pla Ballester,
SIP Trabajos Varios 89, págs. 319-433.
14) En ocasiones incluso se dejaban las
abolladuras causadas por impactos de bala
de mosquete de ensayo que demostraban la
calidad de la coraza ‘a prueba de balas’.
15) JUNKELMANN, M., (2000) “Familia
gladiatoria: the heroes of the amphiteatre”,
en Gladiators and Caesars, de E. Köhne y
C. Ewigleben (eds.). Londres, págs. 31-74,
especialmente págs. 38-40.
16) Para las armas persas, MILLER, M.
C., (1997): Athens and Persia in the fifth
century BC. A study in cultural receptivity. Cambridge, pág. 47; para las griegas,
PRICHETT, W.K., (1979): The Greek State at
War. Vol. III, págs. 242 y ss. con abundantes ejemplos.
29
INVIERNO·2009
En arqueología surgen a veces
modas y una de ellas es pensar que
cuando una pieza es lujosa automáticamente tiene que ser simbólica,
funeraria y no funcional, y eso, a mi
modo de ver, es falaz. Durante mucho
tiempo se ha creído que los cascos de
gladiador encontrados en Pompeya,
porque eran muy pesados y porque
estaban ricamente decorados, no eran
cascos prácticos; recientemente se ha
podido demostrar su funcionalidad15.
Hay otros muchos ejemplos en la
Antigüedad de armas ricamente decoradas que se llevaban sistemáticamente al combate. Es el caso de las
máscaras de caballería romana, como
la encontrada en el campo de batalla
de la Varusschlacht. Por citar otros
ejemplos, los griegos capturaron a lo
largo de las Guerras Médicas espadas
persas de hierro con empuñaduras de
oro y marfil, que por lo demás eran
perfectamente funcionales. Del mismo modo, el guerrero griego de la
Antigüedad, incluso un curtido veterano como Jenofonte, «marchaba al
combate —comenta W. K. Pritchett—
con las armas más caras que podía
permitirse»16. De hecho, un herido o
un prisionero podía llegar a deber su
vida al mismo hecho de llevar armas
y armaduras muy ricas: ello indicaba
su noble condición... e implicaba un
posible rescate cuantioso.
Si esta circunstancia es bien conocida en el mundo grecorromano, no
veo por qué razón no podía ocurrir
lo mismo en el mundo ibérico. No
quiere esto decir que no hubiera armas sencillas, es solo una cuestión de
si el propietario podía costearlas o no.
Veíamos en el anterior artículo (ver
Stilus 5) como los romanos conocían
la debilidad de los iberos por las armas
lujosas. Solo cuando encontramos armas en miniatura en un santuario, es
decir cuando el objeto es claramente
no funcional, podemos asegurar que
se trata de un arma votiva, pero viene
a ser más la excepción que la regla.
Hay, eso sí, algunos tipos concretos
de arma decorada que solo son parcialmente funcionales, y que tuvieron otro
destino que la batalla. Es el caso de
los llamados puñales Monte Bernorio
(tipo III) que aparecen en la Meseta
Norte, con una vaina exagerada que se
enredaría en cualquier cinturón y resultaría un serio estorbo en batalla.
Caso similar es el de determinados
puñales ibéricos de hoja triangular
extremadamente ancha y muy corta
(tipo IIA y IIB), decorados además
con numerosos damasquinados, como
se muestra en la página anterior. Estas
piezas no solo están muy decoradas,
incluso y sobre todo en la vaina, sino
que son incómodas de llevar a la cintura, estorban, y su hoja o es demasiado pequeña o demasiado ancha para
ser militarmente eficaz. El tahalí metálico del puñal bernoriano, cruzado
sobre el pecho, y la propia estructura
de la vaina, demuestran que el objeto
no iba pendiente de la cintura, sino
cruzado sobre el pecho, exhibiendo
toda su decoración. En este caso, dichos puñales son, como en el Yemen
actual, o como entre los sijs de la India, objetos que indican estatus, posición social, rango, pertenencia a una
familia libre, y no exactamente un
arma de batalla, y que probablemente se llevaban en ocasiones solemnes
como asambleas o funerales como
símbolo de estatus y no como indicio
de posible agresión.
La decoración sobre las armas ibéricas, en síntesis, nos ofrece una gran
cantidad de información que hace de
éstas mucho más que un objeto arqueológico. Fueron piezas dotadas
de un riquísimo significado, carga
simbólica intemporal y no exclusiva
del mundo ibérico. Recordemos, para
acabar, unos versos del Beowulf, poema épico anglosajón arcaico, que refleja bien lo tratado, aunque haya por
medio varios siglos:
«Toma estos tesoros, tierra,
ahora que nadie viviente / puede disfrutarlos. Fueron tuyos,
en el principio; / permite que
regresen. La guerra y el terror
/ han aniquilado a mi gente, cegado / sus ojos al placer y a la
vida, cerrada / la puerta a toda
alegría. Nadie queda / para empuñar esas espadas y pulir esas
copas / enjoyadas; nadie guía,
nadie sigue. / Esos cascos forjados, adornados con oro, se enmohecerán / y quebrarán; las
manos que deberían limpiarlos
y pulirlos están / quietas para
siempre. Y esas cotas de malla,
probadas / en combate, en un
tiempo en que las espadas golpeaban / y sus hojas mordían
los escudos y a los hombres, /
se oxidarán, como los guerreros
que las poseyeron. / Ninguno
de esos tesoros viajará a tierras
distantes, / siguiendo a sus Señores. El brillante sonido / del
arpa, el halcón que cruza la sala
/ sobre sus alas ligeras, el garañón pateando / en el patio...
todos muertos, criaturas de todas / las razas, y sus dueños,
arrojados a la tumba».
◙
PARA SABER MÁS:
• QUESADA, F. (1992): Arma y
símbolo: la falcata ibérica. Alicante.
rio”, en III Reunió sobre Economía
en el Mon Ibèric, Saguntum Extra
3; Mata C., Pérez G. (eds.).
• QUESADA, F. (1997): El armamento ibérico. Estudio tipológico,
geográfico, funcional, social y simbólico de las armas de la cultura
ibérica (siglos VI-I a. C.).
• QUESADA, F., ZAMORA, M.,
REQUENA, F., (2000): “Itinerant
smiths in the Iberian Iron Age?”,
en Iron, Blacksmiths and Tools.
Monographies Instrumentum 12;
Feugère, M., Gustin, M. (eds.).
• QUESADA, F. et alii (2000): “¿Artesanos itinerantes en el mundo
ibérico? Sobre técnicas y estilos
decorativos, especialistas y territo-
• QUESADA, F. y GABALDÓN, M.
(2003): El caballo en la antigua
Iberia. Madrid.
30
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ELRINCÓNdeESCULAPIO
HEPATOSCOPIA
Línea directa con los dioses
Durante siglos diversas culturas de todo el
mundo han conferido al hígado una importancia que va más allá de su función corporal. Los etruscos legaron a la antigua Roma
los secretos con los que creían poder leer
en este órgano el futuro e incluso conocer
los designios de las divinidades.
Por Salvador Pacheco.
El hígado, la gran víscera que ocupa la
porción superior derecha del abdomen,
fue de siempre para los antiguos, quizás por su tamaño, un órgano especial.
Algunos llegaron a afirmar que en él
residía la vida, al creerse origen de la
sangre que infundía el principio vital
a todo el cuerpo. No solo vemos esta
importancia en el mundo greco-romano; también entre el pueblo hebreo el
hígado, y junto a él riñones y tejido
graso perirrenal eran lo único digno
de ser ofrendado en holocausto a Dios.
También, en esa sutil línea que separa
religión antigua y magia, destacó por su
importancia en Mesopotamia.
Las referencias al hígado son habituales en el mundo griego, en donde ser
tachado de hígado blanco (leukopatías)
era lo mismo que andar falto de valor.
Para Platón, era la víscera donde se
asentaban las pasiones carnales. Anacreonte parece seguir esta línea cuando
afirma que «el amor me impulsa y me
hiere en el hígado como un tábano».
También vemos en la Medea de Eurípides (versos 39 y ss.) esta relación entre
el hígado y la pasión amorosa, cuando
aparece la nodriza temerosa de que Medea, traicionada, quiera traspasar el hí-
gado del infiel marido y el de su nueva
esposa en venganza.
Ya en el mundo romano, Séneca asegura que en el hígado convivían tanto
la misericordia como el miedo. Por su
parte, Persio pensaba que en este órgano se encontraba el origen de todas las
pasiones humanas. Es curioso constatar
que, por el contrario, para los egipcios
el hígado no era portador de cualidades psíquicas. Ni siquiera aparece en
la descripción realizada por Arsieri, sacerdote de Amón-Ra, donde las únicas
vísceras que aparecen son el corazón y
los riñones.
No es hasta la llegada de una medicina racional, con la teoría humoral de
Hipócrates y más tarde con Aristóteles,
cuando el hígado es por primera vez valorado desde un punto de vista estrictamente biológico. Sin embargo, más allá
de la importancia médica, el principal
órgano abdominal siempre tuvo para
los antiguos romanos un vínculo especial con el mundo de los dioses.
Ciencia divina
Érase una vez un pobre campesino de
Etruria acostumbrado a trabajar sus áridos campos. Cierto día, al clavar el ara-
Los sacerdotes utilizaban hígados
de bronce como el de la imagen
superior, encontrado en Piacenza,
para marcar todos los signos que
iban leyendo en las vísceras de las
víctimas sacrificadas.
do en el surco, emergió un extraño personaje con apariencia de niño pero con
sabiduría de anciano. No es de extrañar
que cuando el niño-anciano le hablase, el
sorprendido y asustado labrador respondiera con fuertes alaridos de pánico que
hicieron acudir a todos los que estaban
por allí. El infante telúrico explicó que
era Tagés, padre común de los etruscos,
hijo de Genio y por tanto nieto del propio Júpiter. Ante tan concurrido y maravillado público Tagés habló largo tiempo y explicó los secretos de su ciencia, la
aruspicina. Todas sus enseñanzas fueron
recogidas por escrito, según cuenta Cicerón. También recoge la historia San
Isidoro de Sevilla, añadiendo que tras
desvelar su doctrina, Tagés murió.
La aruspicina, o haruspicina, es el
arte etrusco de la adivinación mediante
31
INVIERNO·2009
el examen de las entrañas de los animales ofrecidos en sacrificio. Eran muchos
los adivinos etruscos que ejercían su arte
en Roma. Entre ellos estaban los augures que vaticinaban el futuro por el vuelo
de las aves (avis-is, pájaro y gur, predicción). Sus vaticinios eran los auspicios.
Por otro lado se encontraban los
arúspices, que hacían sus pronósticos
estudiando las entrañas (extispicium) de
bueyes o carneros ofrecidos en sacrificio. Arúspice o harúspice proviene del
latín haruspex, el observador de entrañas (de haru: entraña y spex: observa-
dor). Haru a su vez procede de haruga
(víscera o víctima) y de sus homólogos
harviga, arviga y aru, que en etrusco
tenía el significado de res (carnero o
buey) y por extensión, también el de sus
entrañas. Al parecer, haru también está
emparentado con la palabra latina hira
El asiento del valor
La teoría de que el hígado es el punto de conexión entre lo humano y lo
divino parece universal. No solo los
antiguos romanos se dejaron seducir por esta idea que podemos rastrear bajo diferentes aspectos en
otras sociedades más próximas en el
tiempo, aunque no en el espacio. En
Toga, en la Polinesia, la cirrosis era
el justo castigo ante un sacrilegio a
los tabúes religiosos, de modo que se
llegaba a abrir el cadáver para confirmar si se habían cometido terribles
pecados en vida. Asimismo, este
pueblo polinesio creía que el hígado
era depositario del valor, de forma
que pesaban el hígado del difunto
para medir su bravura. También entre los indios sosone, que no practicaban el canibalismo habitualmente,
tras la batalla podían devorar corazón e hígado de sus enemigos más
valerosos para, con este canibalismo
ritual, apoderarse de su bravura. Incluso entre los civilizados chinos se
dio este canibalismo ritual: cocían el
hígado y el corazón de los vencidos
en combate para adquirir vía oral el
valor del enemigo muerto. Esta costumbre aún persistía en la guerra civil que asoló este país en 1854.
Por otro lado, la creencia china
de que la vesícula biliar también era
asiento del valor explica el aprecio
que la farmacopea del gigante asiático tenía por la bilis humana. Durante la dinastía Ming (1368-1644)
tenemos noticia del aprecio por la
bilis de chino, considerada de especial calidad. Los comerciantes hacían
acopio de vesículas de los ajusticiados. En 1895, Matignon refiere que
en Pekín, un verdugo extrajo la vesícula tras una ejecución, vendiéndola
a gran precio. Si los ajusticiados escaseaban, la presión de la demanda llevaba a veces al asesinato de
personas, convertidas en donantes
forzados de sus vesículas.
La costumbre de recoger hiel humana parece que fue muy frecuente
en distintos puntos de Camboya. Por
este motivo eran muy temidos los
djaoulech, nombre que recibían los
buscadores de bilis humana empleada para infundir coraje a los elefantes
reales en sus combates deportivos.
Para conseguir el preciado órgano, la
víctima debía ser asesinada por sorpresa para evitar que la situación de
terror produjera que la vesícula se estropeara y se perdiese la bilis. Entre
los Cham o Tchamas, la bilis humana
era un excitante fabuloso: extraían la
vesícula de los enemigos aún vivos y,
mezclada con abundante aguardiente, daba un brebaje estimulante y
enardecedor para el combate.
La afición por la bilis fue desapareciendo gradualmente del sudeste
asiático al pasar la zona a manos de
los franceses. España tuvo un papel
de cierta importancia en el declive
de estas costumbres, ya que envió
un cuerpo expedicionario tagalo a
la zona en 1827. Este ejército llevó
el peso de una campaña de castigo
contra el emperador vietnamita Minh
Mang (1791-1841), un confucionista
radical que había asesinado a varios
misioneros españoles y franceses por
considerarles instigadores de una revuelta campesina. Aprovechando la
inestabilidad política en España, los
franceses capitalizaron la victoria y
se asentaron en Indochina.
Pese a la presión de los nuevos
amos occidentales, el consumo de
bilis no se erradicó con rapidez.
Prueba de ello es lo que cuenta el
misionero Bouilleveaux, en las memorias de su viaje a Indochina publicadas en París en 1856. Allí refiere
cómo a su llegada a la provincia de
Battambang, en diciembre de 1850,
tuvo conocimiento de la persistencia
de los Ioc Pomat o recolectores de
vesículas humanas. Narra el misionero que a su llegada la gente sentía
desconfianza del extranjero ante la
sospecha de que se pudiera tratar
de un Ioc Pomat camuflado.
En la actualidad la recolección de
vesículas humanas ha desaparecido
de Camboya y solo nos queda constancia de tales prácticas por la narración del viajero chino del siglo XIII
Cheu-Ta-Kuan: «Antiguamente en el
octavo mes se recogía la hiel. Cada
año el rey de Champa (Camboya)
exigía una jarra de hiel humana que
contuviera varios miles de vesículas.
Durante la noche los servidores reales se apostaban en lugares diversos de ciudades y pueblos. Al que
sorprendían fuera de su domicilio le
cubrían la cabeza con un capuchón
apretado con una cuerda y, mediante un diminuto cuchillo, le hacían un
corte en le lado derecho del abdomen, por el que extraían la vesícula. Su tarea proseguía hasta haber
obtenido un número de vesículas
suficientes para poder completar su
ofrenda al rey. En ningún caso tomaban la hiel de un chino ya que se
decía que en una ocasión en la que
arrancaron la vesícula de un chino y
la colocaron junto a las otras, observaron como inmediatamente, todas
la vesículas de la jarra se pudrieron,
haciéndose inservibles».
32
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Un nombre gastronómico
El hígado es una víscera muy importante por diferentes razones.
Su función e incluso su peso relativo dentro del cuerpo llaman
la atención, pero es su relevancia culinaria de donde procede el
término por el que se le conoce
en numerosos países. Fueron los
fogones, y no la medicina, la que
le dio su actual denominación.
Veamos la causa que hizo caer
en desuso jecur, el vocablo latino
que designaba a tan importante
órgano.
Plinio nos habla de Marco Gavio Apicio, afamado cocinero de
tiempos de Tiberio (14-37 d. C.),
conocido por su arte culinario y
su fama de gourmet. Debió de
tratarse de un personaje acaudalado, de buena posición social y
conocido en su tiempo, pues aparece citado no solo en la “Historia
Natural” de Plinio, sino también
por Tácito, Suetonio, Ateneo y
Séneca (este último como mal
ejemplo para la juventud de la
época).
Apicio llevó la glotonería a
sus límites más altos si creemos
la anécdota referida por Séneca,
quien asegura que fletó una embarcación para ir desde su casa
de Miturno (en la Campania)
hasta las costas de Libia, pues
le habían comentado que allí se
pescaba marisco más grande que
en ninguna otra parte. Llegado a
aquellas lejanas costas, los pesca-
dores le mostraron los ejemplares
más grandes, pero desilusionado
por lo que veía ordenó dar media
vuelta a la embarcación sin llegar
a poner pie en las costas africanas. No nos puede extrañar que
dilapidara así su fortuna.
Al verse arruinado (dicen las
fuentes que “solo” le quedaban
diez millones de sestercios) organizó un gran banquete que remató suicidándose con veneno,
ya que prefirió la muerte antes
que verse privado de su nivel de
vida.
Tan particular sujeto ideó una
forma de engordar los hígados de
los gansos, o más exactamente,
de producir una degeneración
grasa de la víscera con la idea de
obtener el muy apreciado jecur ficatum, que hoy conocemos como
foie-gras. Este sistema consistía
en cebar al animal con higos e
hidromiel. Si tenemos en cuenta que ficatum proviene del latín
ficus, que significa higo (procedente a su vez de la palabra griega sykon del mismo significado),
podemos traducir el manjar de
Apicio como hígado relleno de higos o, valga la expresión, “hígado
higado”, omitiendo intencionadamente la acentuación. El tiempo
hizo que la calle fuese olvidando
la primera parte del jecur ficatum, sustantivándose el adjetivo
que hoy ha quedado como nombre de esta fundamental víscera.
DE APICIO
UNA RECETA
VII, III)
OENOGARUM (Liber
FICATVM IN FICATO
de pimienta, aligus(foie-gras) un poco
Añadir al jecur ficatum
a de salazón de pesca
(popular salsa roman
tre, tomillo, garum
.
ite
ace
co de vino y
do macerado), un po
ite y
garum, sustituir el ace
si no se dispone de
oliva.
de
ite
ace
Nota del traductor:
en
as
ho
de una lata de anc
el garum por el aceite
que significa intestino y con el término
sánscrito o indoeuropeo hira que significa entrañas, vísceras.
La ciencia de los haruspices, la haruspicina, comprendía dos partes fundamentales: la hepatoscopia, también
practicada por los caldeos y los griegos
(donde la haruspicina era conocida, entre otros nombres, como hieroscopia); y
la extrapicina, practicada especialmente por los etruscos, que consistía en el
examen de los extra, las otras vísceras:
estómago, riñones y corazón.
Para muchos estudiosos, como
Coutenau, la aruspicina se originó en
Babilonia. También podríamos estar
ante un origen multicéntrico para todo
el mundo antiguo. No en balde la interpretación de las víctimas se dio en lugares tan lejanos como el mundo incaico.
En la antigua civilización asirio-babilónica la observación del hígado de la
víctima (generalmente cordero) era una
forma más de conocer el pecado cometido que había originado la enfermedadcastigo sufrida por el oferente, así como
el dios o demonio ofendido. Se creía que,
al ser sede de la vida y de los sentimientos, la ofrenda del hígado de la víctima
podía sustituir al del enfermo e incluso
reflejar la intención del dios al que se
ofrecía. Esta técnica fue de gran importancia en Babilonia y en Asiria, existiendo múltiples textos hepatoscópicos y varios hígados babilónicos de arcilla.
Igualmente en el mundo sumerio se
han encontrado modelos de hígados en
arcilla. En las excavaciones de Mari (siglo XVIII a. C.) se han hallado más de
30. Seguramente fueron usados como
elemento de consulta o para la enseñanza de la disciplina. Uno de ellos,
conservado en el Museo Británico, es la
representación de un hígado de oveja,
dividido en unos 40 cuadrantes separados por líneas. En cada porción así aislada se encuentran escrituras sagradas.
En estas porciones existían pequeños
orificios donde se insertaban palillos
de madera con los que registrar, sobre
el modelo, las modificaciones que el sacerdote iba descubriendo en la víctima.
En el mundo Mesopotámico los
sacerdotes-adivinos (baru, en la cultura
asirio-babilónica) dieron a cada parte
del hígado el nombre de objetos a los
cuales se asemejaban. Así describieron
33
INVIERNO·2009
ríos, montículos, caminos, un palacio
con sus puertas, una mano, un dedo, una
oreja, un diente... Distinguían, como
también los arúspices etruscos y por
ende los romanos, entre el lóbulo derecho o parte propicia (pars familiaris) y
la izquierda u hostil (pars hostilis).
En la parte derecha se consultaba lo
que afectaba al propio interrogador y en
la parte izquierda se consultaba lo que
atañía a las otras partes implicadas en la
cuestión. Debía mirarse el color, aspecto, tamaño, forma, presencia o ausencia
de determinadas particularidades. Finalmente se reunían y sistematizaban los
distintos datos y con ello se profetizaba.
Parece ser que esta práctica de los
pueblos mesopotámicos pasó a los etruscos —no es el momento de hablar del
posible origen oriental de este misterioso pueblo —, donde también vemos
aparecer estos modelos de hígados en
arcilla como el de Falerü (siglo II a. C.).
También se puede apreciar en la pieza de
bronce del Museo Cívico de Piacenza
(siglo III-II a. C.) que corresponde a un
hígado de oveja, cuya superficie también
se encuentra dividida por líneas radiales
y circulares en unos 40 campos en los
que aparecen inscripciones, al parecer
alusivas a divinidades.
Un rito estricto
Para los etruscos y sus pupilos romanos la aruspicina distinguía dos tipos
de sacrificios: por una parte los hostiae
consultatoriae, sacrificios de carácter
adivinatorios; por otra los hostiae animales, de carácter puramente religioso
donde el estudio del hígado y demás órganos permitía constatar el beneplácito
del dios. Según el tamaño del animal
sacrificado se distinguía entre hostiae
si eran animales pequeños y victimae si
eran grandes.
El acto religioso, y con él la aruspicina, precisaba todo un ordenado rito. Llegaban los sacerdotes precedidos por el
kalator, que imponía a voces el cese de
cualquier actividad y vigilaba cualquier
descuido que pudiera invalidar el ritual.
La víctima, adornada su cabeza con las
infulae o cintas sagradas era conducida
ante el ara, mientras el estruendo de las
trompetas ahogaba cualquier posible
ruido y el sacerdote, con la cabeza velada, realizaba las plegarias. Unos pelos
de la cabeza de la víctima eran cortados y arrojados al fuego significando el
ofrecimiento a los dioses de la vida del
animal. Se seguía esparciendo sobre la
víctima la mola salsa (la harina salada
preparada por las vestales con las primeras espigas de la cosecha). Era la inmolatio, a la que seguía la mactatio.
Todo era bien controlado para la
predicción. No se despreciaba la observación del animal vivo (victimaria): su aspecto a la llegada al lugar
del sacrificio, sin perder detalle alguno hasta el momento final. Muerta ya
la víctima por el victimarius o el tu-
rarius, con un instrumental específico
para cada tipo de víctima, se seguía
con el estudio de las vísceras por el
haruspex, el extispicium.
Tras acabar su concienzudo estudio, los extra y la sangre eran arrojados al fuego. No era esto una forma
de acabar con los desperdicios sino de
completar el augurio, pues se estudiaban también el aspecto y movimiento de las llamas (empiromancia) y el
humo (capnomancia).
Los textos sagrados y en especial las
tablas de aruspicina estaban escritas en
etrusco. La función de augures y arúspices era ejercida en los primeros tiempos
solo por las antiguas familias romanas
de origen etrusco. Los romanos mandaban jóvenes a adiestrarse en Etruria
o hacían venir etruscos instruidos en
esta ciencia, según reconoce Tito Livio:
«Itaque cum ad publica prodigia Etrusci tantum vates adhiberentur».
Cuando el estudio de las vísceras
pretendía solo conseguir determinadas
predicciones (hostiae consultatoriae)
estas podían hacer referencia a un solo
interesado o podía solicitarse para un
número importante de personas, es el
caso de un ejército antes de entrar en
batalla. Cicerón, que llama etruscos a
los arúspices en general, ironizaba al
respecto diciendo que un hígado, por
grande que fuera, no podía determinar
el buen o mal futuro de un gran número
de hombres. ◙
PARA SABER MÁS:
• APICIO (1995): De Re Coquinaria. R&B Editores.
• ARANA, J. I. (1998): Más historias curiosas de la Medicina.
Espasa Bolsillo.
• BARRIO DE LA FUENTE, C: El
culto y las plegarias. El calendario religioso. Disponible en la
página www.liceus.com.
Estela funeraria
del arúspice Lucio
Marcio Memor,
encontrada en Bath
(Inglaterra).
• DÍAZ GONZÁLEZ, J. (1950):
Historia de la Medicina en la
Antigüedad. Ed. Barna.
• PIULACHS (1971): El hígado y
su historia. Colección Medicina e
Historia.
34
hiems·mmdcclxii·auc
derechoromano
La Curia (der.) era el lugar donde el Senado refrendaban las leyes antes de exponerlas públicamente.
Foto: Steven Wagner
LAS NORMAS REPUBLICANAS
Tiempo de adaptarse
La República fue un periodo de grandes cambios. Las
reivindicaciones de las clases
emergentes y la ampliación de
las fronteras hicieron necesario
modificar el sistema jurídico
que reglaba la relación entre
los ciudadanos, y la de estos
con los extranjeros con los que
fue encontrándose en su proceso de expansión. El Derecho,
enfrentado a una realidad más
compleja, se desprende de las
ataduras sagradas y se hace
más sofisticado.
Por Francesc Sánchez.
En cualquier sociedad civilizada el desarrollo de su Derecho es
un proceso evolutivo en el que es
realmente difícil poner fechas para
explicar cada una de sus épocas. Y
no podía ser de otra forma cuando
hablamos del Derecho Romano de
la época republicana, y más cuando los propios especialistas utilizan
diversas clasificaciones (derecho
arcaico, preclásico, clásico...) para
describirlo.
El Derecho Romano en la época
republicana es el que se desarrolla
entre los años 367 a. C., con la promulgación de la Lex Liciniae Sextiae (que atribuye al pretor competencias jurisdiccionales), y 27 a.
C. en el que Augusto asume poderes excepcionales y se da inicio al
Principado y al derecho clásico.
Veamos cuáles son las fuentes
del derecho en época republicana
(iurisprudentia, leges publicae y
plebiscita) y la evolución de los
diferentes sistemas jurídicos (ius
civile, ius honorarium y ius gentium).
Iurisprudentia
Los romanos llamaban iurisprudentia (jurisprudencia) a la ciencia
del Derecho, es decir a su estudio
e interpretación. Los iuris prudentes (jurisconsultos) eran a aquellas
personas que desarrollaban esta actividad.
En el periodo arcaico, la legis-
35
INVIERNO·2009
lación recogida en Ley de las XII
Tablas necesitaba ser interpretada.
Esta función correspondía al colegio de pontífices, desde el mismo momento de la fundación de
Roma (ver Stilus 4).
La situación fue cambiando
y a partir del siglo III a. C. el
estudio e interpretación del
derecho pasaron progresivamente a ser realizados por
juristas laicos (iuris prudentes) con lo que se produjo una secularización de
la jurisprudencia.
Se atribuye a Gneo Flavio, escriba del censor y
cónsul Apio Claudio, la publicación de los formularios
procesales de las acciones que
este había coleccionado, el ius
civile Flavianum, y que hasta el
momento habían permanecido solo
a disposición de los pontífices. Con
este paso se pusieron a disposición
de la plebe las diversas formulas
judiciales y se permitió que, al
margen de los pontífices, cualquier
ciudadano romano pudiera proceder a su interpretación.
De esta forma, en un proceso
evolutivo lógico, en el siglo III a.
C. Tiberio Coruncanio, que además
de cónsul fue el primer plebeyo que
en el año 254 a. C. alcanzó el pontificado máximo, empezó a dar respuestas públicas sobre cuestiones
jurídicas que le eran planteadas. Ya
con el cónsul Sexto Elio Petón se
inició la literatura jurídica y la enseñanza del derecho. Otros juristas
importantes del final de la república fueron Quinto Mucio Escévola,
Aquilio Galo y Servio Sulpicio
Rufo.
Al igual que los juristas modernos emiten informes, redactan dictamenes o contratos, también la actividad de los juristas republicanos,
que era pública y gratuita, se realizaba mediante diversas fórmulas o
procedimientos. Tres eran los habituales: respondere, consistente en
dar respuesta mediante la emisión
de dictamenes a las consultas realizadas por particulares magistrados
o jueces; cavere, que consisiía en
Reverso de un denario fechado en
el 60 a. C. en el que aparece un
togado depositando su voto en
una cista. Según los expertos, en
la tablilla se pueden ver grabadas
en miniatura las iniciales VR (uti
rogas), con las que da su respaldo
a una moción.
redactar formularios para negocios
concretos como podían ser contratos; y agere, que consistía en instruir a las partes en relación a un
proceso determinado explicándoles
cómo debían actuar.
Leges publicae y plebiscita
En sentido técnico la ley es una declaración normativa basada en un
acuerdo y puede ser pública o privada. Según el jurista romano Gayo, la
ley era lo que autorizaba y establecía el pueblo, mientras que plebiscito era lo que autorizaba y establecía
la plebe.
La diferencia entre una y otra institución era que la ley la establecía el
pueblo, entendido como el conjunto
de todos los ciudadanos, incluidos
los patricios, mientras que la adopción de los plebiscitos corespondía
a la plebe, formada exclusivamente
por ciudadanos no patricios.
La iniciativa en la presentación
de las leyes ante los comicios correspondía siempre a un magistrado con imperium, que en el caso de
los plebiscita eran los tribunos de
la plebe (ver Stilus 5). Las asambleas populares únicamente tenían
la facultad de aprobar o rechazar la
propuesta (rogatio) presentada, que
normalmente había sido consultada
antes al Senado.
Días antes de la votación el pueblo era convocado de manera informal (contio) para conocer la ley. Se
permitían criticas y discusiones a la
propuesta. El día de la votación, que
en los primeros tiempos fue pública
para pasar a ser más tarde secreta,
el voto solo podía ser a favor (uti
rogas, abreviado VR.) o en contra
(antiguo, A.).
36
hiems·mmdcclxii·auc
Una vez aprobada la ley por los
comicios, esta tenía que ser refrendada por el Senado en ejercicio de
la patrum auctoritas, tras lo que se
procedía a exponerse públicamente
para el conocimiento general.
La actividad legislativa durante
la República se limitó a cuestiones
de derecho público. Las leyes se
clasificaban en leges imperfectae,
que prohibían algo pero no establecían ningún tipo de sanción al que
las contravenía ni anulaban el acto;
leges minus quam perfectae, que no
anulaban el acto pero imponían sanciones; y leges perfectae, que anulaban el acto que contravenía la ley y
además imponían sanciones.
Ius civile, ius honorarium, ius gentium
El derecho romano por excelencia
en el periodo republicano fue el ius
civile, que era el derecho propio de
los ciudadanos romanos y al que no
tenían acceso los extranjeros.
Las fuentes de creación del ius
civile fueron la costumbre (mos
maiorum), la Ley de las XII Tablas,
las leyes comiciales, los plebiscitos,
los senadoconsultos y los edictos de
El derecho privado fue
evolucionando gracias a
la jurisprudencia, primero
de los pontífices y luego
de los profesionales laicos
los magistrados y regulaban tanto
aspectos sustantivos (el “fondo” del
asunto, lo que realmente se estaba
discutiendo) como procesales.
En el ius civile se distinguía entre el ius publicum (derecho público)
que se refería a la estructura, organización y funcionamiento del estado
romano y el ius privatum (derecho
privado) que hacía referencia a la regulación de los negocios privados.
La evolución del ius publicum se
efectuó a través de la legislación comicial y de los plebiscitos, mientras
que el desarrollo del ius privatum lo
fue mediante la jurisprudencia, primero de los pontífices, y luego laica.
El jurista romano Papiniano (D.
1,1,7,1) nos define el ius honorarium
también conocido como ius praetorium, como el que por razón de utilidad pública introdujeron los pretores,
para ayudar, o suplir, o corregir el derecho civil; el cual se llama también
honorario, habiéndosele denominado
así en honor de los pretores.
A partir del año 367 a. C. apareció
la figura del pretor urbano al que se
atribuyeron competencias jurisdiccionales (iurisdictio). Este magistrado, al inicio de su mandato anual
reglamentaba, con la ayuda de los
juristas, ciertos aspectos del derecho
vigente e indicaba cómo iba a interpretar las normas existentes durante
el período de ejercicio de su magistratura. Lo hacía mediante la promulgación del edicto del pretor que
se denominaba edictum perpetuum
ya que había de regir sus actuaciones
durante todo su mandato.
El fundamento de este acto de jurisdicción estaba en que el ius civile era rígido y debía adaptarse a las
necesidades de los ciudadanos y por
chez
Foto: Francesc Sán
El emperador Adriano encargço al jurista Salvio Juliano la
redacciçon definitiva de un documento en el que se compilasen
los desarrollos experimentados
por el ius civile a lo largo de las
anteriores décadas.
37
INVIERNO·2009
En 367 a. C. se creó una nueva magistratura, el pretor urbano, con competencias jurisdiccionales. En la foto, procesión de magistrados.
tanto, como dice Papiniano, el pretor lo completaba y desarrollaba. Lo
habitual era que cada nuevo pretor
ratificase el anterior edicto (edictum
tralaticium) aunque siempre podía
introducir variaciones (parts nova)
o bien dictar nuevas normas durante
el mandato mediante un edictum repentinum. Dada la complejidad que
iba adquiriendo el edicto, hacia el
año 130 d. C., el emperador Adriano
encargo al jurista Salvio Juliano una
redacción definitiva del edicto, que a
partir de aquel momento fue el único
utilizado por los pretores.
El ius gentium se diferencia del ius
civile en que el primero era aplicable
tanto a los ciudadanos romanos como
a los extranjeros (peregrini). Era el
derecho común a todos los pueblos,
y partía de unos principios naturales
y universales que se consideraban
aplicables a todas las personas.
Si bien inicialmente el derecho
romano solo regulaba las relaciones jurídicas entre sus ciudadanos,
pronto, debido a los contactos comerciales con otros pueblos, se
vio la necesidad de aplicar normas
a personas que no eran ciudadanos
Los contactos comerciales
con otros pueblos hicieron
necesario crear normas
aplicables para personas
que no tenían la
ciudadanía romana
romanos. Las primeras regulaciones
que afectaban a extranjeros tenían
que ver con el ius commercii, pero
poco a poco se fueron ampliando y
así nació el ius gentium o derecho
de gentes, creándose la figura del
pretor peregrino, magistrado encargado de aplicar el derecho entre
extranjeros o entre estos y un ciudadano romano.
La conclusión es que los juristas
romanos, desde casi el inicio de la
construcción de su sistema jurídico,
supieron diferenciar entre los dos
tipos de derechos, como se puede
comprobar en las “Instituciones”
de Gayo, que afirmaban que «todos
los pueblos que se rigen por leyes
y costumbres usan en parte su propio derecho y en parte el derecho
común de todos los hombres; pues
el derecho que cada pueblo establece para sí, ése es suyo propio, y se
llama derecho civil, como si dijéramos derecho propio de la ciudad;
en cambio, el que la razón natural
establece entre todos los hombres,
ése se observa uniformemente entre
todos los pueblos y se llama derecho
de gentes, como si dijéramos el derecho que usan todas las naciones.
Así, pues, el pueblo romano usa en
parte su propio derecho y en parte
el derecho común de todos los hombres». ◙
PARA SABER MÁS:
• FERNÁNDEZ BARREIRO, A y
PARICIO, J. (1997): Historia del
Derecho Romano y su recepción
europea. El Faro Ediciones.
38
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LASCRÓNICASDICEN...
CIENCIA EN LA ANTIGÜEDAD
Hipatia, precursora
de las investigadoras
Filósofa, astrónoma y matemática, Hipatia de Alejandría no solo fue una pensadora excepcional; gozó además de notable influencia entre los círculos de poder
municipales. Sobresalió en las dos esferas cuya hegemonía la Iglesia luchaba
por conquistar a principios del siglo V d. C.: la intelectual y la política. La escritora Olalla García, que recientemente ha publicado una novela titulada “En el
jardín de Hipatia”, nos habla de la polifacética pensadora.
Por Olalla García.
«Ojalá que, al recibir esta carta, te
encuentres en buena salud, madre,
hermana, maestra, benefactora mía
en todo». Así comienza una de las
epístolas que el obispo Sinesio de Cirene dirige a Hipatia, su antigua profesora y mentora. El saludo evidencia
el vínculo personal, de fraternidad y
profundo afecto, que unía a la maestra con sus discípulos (a imagen de
la relación que, nueve siglos antes,
mantuviera Sócrates con sus alum-
Rafael situó a Hipatia (arriba)
entre los sabios de la Antigüedad
en su “Escuela de Atenas”, de
1509 (derecha).
nos). Pero, además, nos la presenta
no sólo en su faceta de educadora,
sino también en la de protectora. En
otras palabras, demuestra que su autoridad como filósofa no se circunscribía al ámbito intelectual; también
actuaba como una poderosa valedora
política.
Las Cartas de Sinesio son uno de
los textos fundamentales para acercarnos a Hipatia. Se han conservado
siete epístolas dirigidas por el obispo a su antigua maestra. Aunque
algunas se encuentran en estado
muy fragmentario, otras son
lo bastante extensas para
ilustrar ciertos aspectos
relativos
a
las doctrinas de su profesora y a las
actividades que esta desarrollaba en
la Alejandría de finales del siglo IV
y principios del V d. C.
Otro testimonio primordial es el
de Sócrates de Constantinopla (denominado también Sócrates Escolástico), un cronista cristiano contemporáneo de Hipatia, cuya Historia
Eclesiástica proporciona interesantes
noticias sobre la filósofa.
En la Suda, una enciclopedia
bizantina redactada a finales
del siglo X d. C., la entrada
Hipatia reúne dos fuentes
independientes: el historiador Hesiquio Milesio y el
39
INVIERNO·2009
pensador ateniense Damascio. Ambos vivieron entre finales del siglo
V y principios del siglo VI d. C. El
primero de los textos se centra en la
actividad científica de la sabia alejandrina; el segundo, en la filosófica.
Con excepción de Sinesio (fallecido con anterioridad a su maestra)
todas estas fuentes reflejan un hecho
insólito: Hipatia fue una mujer que
gozó de gran renombre en su época,
a la que podemos considerar como
la mayor figura intelectual de su mo-
mento; sin embargo, los textos referidos a ella incluyen más noticias sobre
su muerte que sobre su vida, pese a
los enormes logros que alcanzó.
Una formación erudita
Damascio nos informa de que «Hipatia
nació, se crió y se educó en Alejandría.
Superior en inteligencia a su padre, no
quedó satisfecha con la instrucción matemática; así, se dedicó diligentemente a
todas las cuestiones relacionadas con la
filosofía».
Sabemos que Teón, el padre de Hipatia, era un erudito que gozaba de gran
reputación en los círculos alejandrinos,
y al que algunas fuentes asocian con el
Museo, la última institución superviviente de la desaparecida Biblioteca de
Alejandría. Como astrónomo y geómetra, educó a su hija en las disciplinas
científicas, siguiendo el patrón que se
documenta en algunas otras familias de
intelectuales.
En el mundo grecolatino, la mujer
rara vez tenía acceso a la educación, re-
Ciencia y Filosofía
Teón, el padre de Hipatia, fue un destacado científico que redactó varios
comentarios dirigidos a sus alumnos
para facilitarles la comprensión de los
textos fundamentales en los campos
de la astronomía y las matemáticas.
Sabemos, gracias a una dedicatoria
firmada por él mismo, que su hija colaboró con él en su edición de la Sintaxis
matemática de Ptolomeo (más conocido hoy en día por la denominación
árabe de Almagesto). Muchos expertos en historia de la ciencia coinciden
en que, muy probablemente, también
le ayudara a editar los Elementos de
Euclides.
Hesiquio Milesio afirma, además,
que ella fue la autora individual de
varios otros manuscritos: un Canon
astronómico, un comentario a la obra
de Diofanto y otro a las Cónicas de
Apolonio. En otras palabras, su contribución abarca los títulos fundamentales que engloban los conocimientos
adquiridos hasta entonces en materia
de astronomía, geometría y álgebra;
los mismos que, siglos después, permitirían el posterior florecimiento de
dichas disciplinas.
Por añadidura, Sinesio deja constancia del talento de su maestra en la
ciencia práctica y, más concretamente,
en el campo de la mecánica. En una
de sus cartas, relata que aprendió de
ella la técnica necesaria para construir
un astrolabio; en otra, solicita su ayuda para fabricar un hidroscopio (probablemente, el instrumento que en la
actualidad se conoce como hidrómetro
o densímetro).
Pese a su importancia como científica, la mayoría de los textos de que
disponemos nos presentan a Hipatia
como guía en el camino del ascenso
hacia la verdad metafísica. Damascio dice de ella que vestía una sobria
capa filosófica y que interpretaba «a
Platón, Aristóteles y las obras de cualquier otro pensador». Por su parte,
Sócrates de Constantinopla asegura que «alcanzó tales conocimientos
de literatura y ciencia que sobrepasó
con mucho a todos los filósofos de su
tiempo» y que «habiendo dominado la
doctrina de Platón y Plotino, explicaba los principios de la filosofía a sus
oyentes, muchos de los cuales venían
desde gran distancia para ser instruidos por ella». Pero el dato definitivo
nos los proporciona la obra de Sinesio.
Estudiada en profundidad, nos revela
su preferencia por las ideas de Platón,
seguido de Aristóteles, Plotino y Porfirio.
En otras palabras, Sinesio fue introducido por su
maestra en el neoplatonismo. Se trata de una reinterpretación de la filosofía
platónica cuyo primer
exponente fue Ploti-
Astrolabio de época
moderna.
no y que, a partir del siglo III d. C.,
se extendió con intensa fuerza en el
orbe grecorromano, hasta permear no
solo las raíces del pensamiento pagano, sino también las de las diferentes
corrientes cristianas.
Esta escuela de pensamiento incluye un fuerte contenido místico-religioso y, en el plano ético, preconiza
la práctica de la virtud, que libera el
alma de las ataduras corpóreas para
elevarla a su estado original y fundirla
con lo Uno, el principio supremo. Lo
anterior implica un comportamiento
ascético y un esfuerzo intelectual encauzado hacia la contemplación del
mundo de las ideas, con el fin de someter las apetencias de la carne a la
guía del espíritu.
Hipatia fue una destacada representante de este modo de vida. Todas
nuestras fuentes ensalzan unánimemente sus virtudes, que, en palabras
de Sócrates de Constantinopla, «había
adquirido gracias al adiestramiento de
su mente».
40
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cial cesó, la gloriosa institución quedó
condenada a desvanecerse; y, junto
con ella, desaparecieron los ilustres
sabios que tanto habían contribuido
al avance de todas las ramas del conocimiento.
En tiempos Hipatia, el saber se
encontraba atomizado. Habían quedado atrás los tiempos de los grandes filósofos y científicos, de los inventores y autores de descubrimientos
asombrosos. La prioridad, por tanto,
no consistía en la investigación, sino la
conservación de los conocimientos adquiridos en las centurias precedentes.
En los siglos IV y V d. C., los eruditos
concentraban sus conocimientos en la
redacción de comentarios a los grandes tratados de los sabios de antaño.
servada a los varones y, en especial, a los
miembros de familias acomodadas. Estos eran los únicos que podían costearse
una formación que se impartía tan solo
en academias privadas, y que se centraba
en las artes de la retórica y la filosofía.
Eran escasísimas las ocasiones en
que una fémina recibía la misma educación. Cuando así sucedía, solía deberse a
que su familia formaba parte de los círculos culturales. Esto implica que eran
hijas o esposas de científicos, retóricos
o filósofos, y su formación se realizaba
dentro del ámbito doméstico, es decir,
que recibían su instrucción por parte del
progenitor o del marido. Lo que resulta
excepcional en el caso que nos ocupa
es que Hipatia no solo destacó como
alumna, sino que sobrepasó a su padre
y maestro en todas las disciplinas en que
él la aleccionó; y que, a su vez, fundó su
propia academia, que recibía discípulos
de todo el imperio y que gozó de mayor
fama que la de su progenitor.
Tanto en la época grecolatina como
en la nuestra, la investigación y el desarrollo científico solo resultan posibles
mediante el apoyo y la financiación de
una entidad poderosa o un protector influyente. Tal fue el caso de la Biblioteca
de Alejandría, costeada por los reyes ptolemaicos. Pero cuando el patronazgo ofi-
Una personalidad pública
Su calidad docente, su prestigio como
pensadora y su modo de vida caracterizado por la moderación y la virtud, convirtieron a Hipatia de una autoridad para
ciertos sectores de la sociedad alejandrina, tanto desde el punto de vista intelectual como moral.
Su influencia entre la élite política
queda patente en nuestras fuentes. Sócrates de Constantinopla atestigua que «con
frecuencia aparecía en público acompañada de los magistrados. Tampoco
se avergonzaba de asistir a las asambleas de los varones. Pues todos los
hombres la admiraban enormemente, debido a su extraordinaria dignidad y virtud».
Damascio afirma que «había
alcanzado la cima de la las virtudes
cívicas». También nos informa de
que las puertas de su casa bullían
siempre con «una multitud de personas y cabalgaduras». Aduce, de
hecho, que ésta fue la causa que
suscitó la animadversión del obispo de Alejandría, Cirilo; el cual, a
raíz de este descubrimiento, «comenzó a planear su asesinato y la
forma más atroz de perpetrarlo».
La representación de Hipatia ha
experimentado cambios a través
de la Historia, desde la idealización neoclásica (arriba) a la
exaltación romántica (derecha).
Pero, una vez más, es Sinesio quien
describe de la forma más vívida la influencia que su maestra podía ejercer. En
una de las epístolas dirigidas a ella (carta
81), escribe: «Tú, por supuesto, conservas tu poder; ojalá puedas utilizarlo de la
mejor manera: cuida tú de que Niceo y
Filolao, jóvenes excelentes y de la misma familia, vuelvan a ser dueños de sus
propiedades; quede esto se ocupen todos
los que honran a tu persona, tanto particulares como magistrados».
Es digno de mención que el propio Sinesio realiza una petición muy
similar a su superior jerárquico, el
obispo de Alejandría, Teófilo. En la
carta 80 le ruega que intervenga a favor de Niceo en un pleito por cuestión
de herencia que éste mantiene con el
gobernador de Cirenaica.
Por tanto, Sinesio considera que
su antigua maestra puede ejercer una
influencia semejante a la del propio
patriarca de Alejandría a la hora de
conseguir favores políticos.
Hemos de tener en cuenta que, en
el mundo grecolatino, los lazos personales entre las élites (y entre estas y la
plebe) se articulaban en torno a relaciones de clientelismo, y que estas resultaban especialmente significativas
en el ámbito municipal.
41
INVIERNO·2009
Los vínculos de patronazgo fueron
una de las fuerzas motrices que, durante
siglos, presidieron la vida social y política del orbe grecorromano y, que pervivieron desde la época helenística para
consolidarse en los periodos republicano, imperial y tardoantiguo.
Las “Cartas” de Sinesio ofrecen numerosos ejemplos de este tipo de práctica. Varias de ellas no son sino muestras
de lealtad y respeto hacia un patrón al
que, a su vez y en caso de necesidad, no
duda en recurrir como valedor político.
Las identidades de sus destinatarios desvelan todo un entramado de conexiones
entre miembros de la élite intelectual, la
aristocracia local, diversos administradores imperiales y cargos religiosos, todos
ellos vinculados a través de una dinámica que se alimenta a base de solicitar y
otorgar favores. Una red de relaciones
personales que, en consecuencia, ejerce
un gran peso en la esfera pública.
La correspondencia de Sinesio
evidencia que los antiguos discípulos
de Hipatia, así como otras personalidades relacionadas con ella, ostentan
cargos de importancia en las asambleas municipales, la administración
civil y la eclesiástica.
Todo lo anteriormente expuesto queda patente en otra de las epístolas que
escribió a su maestra (carta 154), en la
que hace referencia a un presente (un
astrolabio de plata) y un breve escrito
titulado “Sobre el regalo”, dirigidos ambos a Peonio, «un hombre que gozaba de
La pensadora era una
autoridad para ciertos sectores sociales,
gracias a su prestigio
y vida virtuosa
influencia ante el emperador. Algún provecho sacó también la Pentápolis (la provincia natal de Sinesio) del opúsculo y
del regalo».
Pero, aparte de estas redes de influencia mantenidas a distancia, Hipatia
también entretejió lazos personales y directos con altos dignatarios residentes en
la ciudad. Sócrates nos informa de que
Hipatia desarrolló una estrecha relación
con el prefecto augustal Orestes, el representante imperial en la ciudad de Alejandría, y uno de los cargos administrativos más poderosos del imperio. «Puesto
que ella mantenía frecuentes entrevistas
con Orestes, el populacho cristiano extendió la calumnia de que era ella quien
impedía que aquél se reconciliara con el
obispo (Cirilo)».
La rival molesta
La escuela de Hipatia no solo ejercía su
influjo en el ámbito intelectual de Alejandría, sino también en las redes clientelares que regían la vida social y política
de la ciudad. De hecho, su influencia no
se limitaba únicamente al ámbito urbano; se extendía, asimismo, a la patria de
origen de sus alumnos (puesto que muchos de ellos provenían de otras regiones
del imperio), así como a las provincias
o diócesis en que estos desarrollaran sus
actividades posteriores.
Por tanto, a los ojos del patriarcado
alejandrino, la maestra y su academia
no solo aparecían como posibles antagonistas en el plano doctrinal (con toda
la carga místico-religiosa inherente a las
corrientes neoplatónicas), sino, de forma
más palpable, en el entramado político
de la diócesis. Dado el carácter beligerante del obispo Cirilo, y su búsqueda de
la hegemonía en las esferas intelectual y
política, la filósofa y su círculo se presentaban ante él como poderosos adversarios contra los que había actuar.
Y así fue como, según el estremecedor relato de Sócrates, «algunos
(miembros del populacho cristiano),
espoleados por un celo feroz y fanático, cuyo cabecilla era un lector llamado Pedro, la detuvieron cuando regresaba a casa, la sacaron a la fuerza de
su carruaje y la arrastraron a la iglesia
llamada Cesareo, donde la desnudaron por completo y la asesinaron con
fragmentos afilados de cerámica. Tras
descuartizarla, llevaron sus miembros
desmembrados a un lugar llamado Cinaron, y allí los quemaron. Este asunto
arrojó un enorme oprobio no sólo sobre Cirilo, sino también sobre la iglesia alejandrina al completo». ◙
PARA SABER MÁS:
FUENTES CLÁSICAS:
• SINESIO DE CIRENE (1995): Cartas. Madrid. Editorial Gredos.
• ALSINA, J. (1989): El Neoplatonismo: Síntesis del espiritualismo
antiguo. Editorial Anthropos.
• SINESIO DE CIRENE (1993):
Himnos. Tratados. Madrid. Editorial
Gredos.
• BLÁZQUEZ, J. M. (2004): “Sinesio
de Cirene, intelectual. La escuela de
Hypatia en Alejandría”, en Gerión,
revista de historia antigua (núm. 22).
• SÓCRATES DE CONSTANTINOPLA: Historia eclesiástica.
Disponible en http://revistas.ucm.es/
ghi/02130181/articulos/GERI0404120403A.PDF
• ANÓNIMO (1971): Suidae lexicon;
Adler, A. (editor). Stuttgart.
• DEAKIN, M. A. B. (1994): “Hypathia
and her mathematics”, en American
Mathematical Monthly, 101.3.
ENSAYOS MODERNOS:
• ALIC, M. (1991): El legado de
Hipatia. Historia de las mujeres
desde la Antigüedad hasta el siglo
XIX, Madrid. Ed. Siglo XXI.
Disponible en http://wwmat.mat.fc.ul.
pt/~jnsilva/Sherlock/hypatia2.pdf
• DEAKIN, M. A. B. (1995): “The
Primary Sources for the Life and
Death of Hypatia of Alexandria”, en
History of Mathematics Paper 63.
Disponible en: http://www.physics.utah.
edu/~jui/3375/Class%20Materials%20Files/
y2007m08d22/hypatia-primary-sources.html
• DZIELSKA, M. (2006): Hipatia de
Alejandría. Madrid. Ed. Siruela.
• GELLNER, E. (1985): “Patronos
y clientes”, en Patronos y clientes
en las sociedades mediterráneas;
Gellner, E. y Waterbury, J. (eds.).
Madrid, Ed. Júcar.
• MARTÍNEZ MAZA, C. (2009):
Hipatia. La estremecedora historia de la última gran filósofa de la
Antigüedad y la fascinante ciudad
de Alejandría. Madrid. La Esfera de
los Libros.
42
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Foto: R. Pastrana
vidacotidiana
Rollos de pergamino (con el titulus colgando) y unas tablillas enceradas en un fresco pompeyano. Museo Arqueológico de Nápoles.
CULTURA ESCRITA
Homo liber
El libro fue, por su
increíble difusión en época romana, un vehículo
de primer orden en el
proceso de romanización;
la lengua, la literatura,
la concepción del mundo
y en definitiva, la cultura romana, se expanden
hasta el último rincón
del Imperio a través del
liber romanus. Hablar del
libro romano es hablar de
romanización.
Por Cristian Mir.
La forma clásica del libro en época romana es la de un rollo de papiro, cuyo
uso como soporte para la escritura hunde sus raíces en la historia de Egipto
y en el mundo romano deviene icono
indiscutible de romanización junto con
la toga y el latín hasta que, en el Bajo
Imperio, es paulatinamente sustituido
por el codex de pergamino, el antecedente de nuestro libro actual.
Aun así, los romanos emplearon
otros materiales de escritura. El soporte más antiguo utilizado por los
romanos debió ser la corteza de árbol,
ya que éste es el significado original
de la palabra latina empleada para
libro (liber). También parece que se
utilizó el lino para documentos oficiales ya que tenemos noticia de los libri
lintei a través de Plinio y Tito Livio.
Pero el material más utilizado en los
primeros tiempos son las pieles y, sobre todo las tabulae. Estas tablas, de
madera generalmente, podían recibir
directamente la escritura con tinta
(como las halladas en Vindolanda)
o sobre una capa de cera rayándola
con el estilo. Estos soportes convivirán con el rollo de papiro en la faceta
más cotidiana de la escritura, pero sin
duda es el volumen el que se mantendrá durante la República Tardía y el
Alto Imperio como la forma clásica
del libro romano.
Cuando Roma entra en contacto
con el mundo griego y Oriente empieza a experimentar la influencia
de la cultura y la literatura griegas
y, de su mano, llega la forma griega
de libro.
Los generales romanos traen entre
sus botines de guerra grandes colecciones de libros y se forman las primeras bibliotecas privadas. El comercio del libro comienza tímidamente
debido a la demanda de unas clases
altas cada vez más fuertemente helenizadas y se consolida plenamente
coincidiendo con la eclosión de la li-
43
INVIERNO·2009
Rollos de siete metros
Empalmando diversas chartae en
blanco se confeccionaba el rollo de
papiro que en latín se denominó volumen. Se montaba la hoja izquierda
sobre la derecha unos dos centímetros y la juntura se unía con goma, se
prensaba y se pulía finalmente para
obtener una superficie completamente lisa en la que no tropezara el cálamo al escribir.
El número estándar de chartae
para un rollo en blanco era de veinte.
En caso de necesitarse más superficie
de escritura se añadían más hojas. Si,
por el contrario, no se necesitaban
todas, se cortaba el sobrante. Las
dimensiones de los rollos griegos y
romanos eran inferiores a las de los
egipcios (el Papiro Harris, por ejemplo, alcanza los cuarenta metros),
pero podían variar mucho en altura
y longitud.
El tamaño de las hojas estaba en
relación con la calidad: los papiros
hallados varían entre las hojas de 23
por 33 centímetros las de mejor calidad y las de 25 por 19 centímetros
las inferiores. Por tanto, la longitud
de un rollo solía estar sobre los siete
metros, aunque se han encontrado de
hasta diez, ya que el escriba podía ir
pegando hojas según la necesidad.
Un volumen de seis o siete metros
formaba un rollo de unos cinco o seis
centímetros de diámetro, una medida
cómoda para llevar en la mano.
Para darle mayor resistencia y
preservar el volumen del desgaste,
en ocasiones se reforzaba el final del
rollo con una tira de pergamino pegada. De la misma manera, se solía
dejar un espacio en blanco al principio y al final correspondiente a una
vuelta del rollo para evitar que la escritura de esta parte, más expuesta al
roce, se estropeara.
El volumen se mantenía cerrado
con unas cintas o correas de cuero
(lora) que podían ser pintadas de colores (lora rubra) y para mayor protección podía guardarse en una funda de cuero (membrana o paenula)
cuyos ejemplares de lujo podían ir
teñidos de púrpura (Marcial, X, 93)
o ser de materiales preciosos.
El volumen podía ir simplemente
enrollado sobre sí mismo como la mayoría de los hallados en Herculano o
bien, aquellos más costosos o destinados a ser leídos con mayor asiduidad,
se enrollaban sobre una varilla central, el umbilicus, cuyos extremos se
adornaban con unas borlas denominadas cornua. Según el valor del libro,
Las armas del escriba
En un epigrama del poeta helenístico
Fanias contenido en la “Antología Palatina”, se describen los instrumentos
y el trabajo de un escriba o copista:
«La navaja que talla las plumas, la esponja que enjuga /
las cañas de Cnido, la regla que
encuadra / la página y marca el
renglón como guía a la pesa /
de alinear, el tintero con la piedra pómez / que alisa, el compás de tornillo y la roja pastilla
/ brillante a las Piérides ofrendó Acestondas / como enseres
de mísero oficio cuando hubo
obtenido / un mendrugo en el
rico festín de la alcabala».
El cálamo (calamus, canna, fistula
o arundo) fue el instrumento utilizado para escribir sobre papiro o pergamino, consistía en una caña con un
corte en el extremo para empapar la
tinta. Con el cortaplumas (scalprum,
cultellus o artavus) se hacían las incisiones y cortes en el cálamo. Las
plumas (penna) se emplearon también para escribir con tinta aunque
su difusión es mucho más tardía (s.
IV d. C.). A partir de cierto momento, los términos calamus y penna se
confunden.
Sobre el proceso para la fabricación de la tinta (tincta, atramentum,
encaustum), nos dan noticia tanto Plinio el Viejo (“Historia Natural”), como
Vitrubio (“De Architectura”): obtenido
el negro de humo de la combustión
de resina, sarmientos, teas de pino o
heces de vino, se mezcla en agua una
parte con tres de goma. La mezcla
resultante se dejaba solidificar y para
su uso había que diluirla en agua.
La tinta podía borrarse facilmente
con agua y una esponja (spongia deletilis) que también se empleaba para
la limpieza de los utensilios. El tintero
era denominado atramentarium. Para
corregir o borrar sobre pergamino se
empleaba un raspador (rasorium o
novacula).
Otros utensilios son el compás
(circinus o punctorium) y la regla que
servían para marcar el espacio de escritura, las columnas y las líneas de
pauta. La piedra pómez (pumex) servía para alisar los bordes y junturas
del papiro.
Los estuches para guardar y
transportar los cálamos y el resto de
utensilios de escritura (calamarium)
estaban fabricados generalmente de
cuero aunque también los había de
lujo con cuero teñido de púrpura,
materiales nobles y objetos de joyería.
Foto: R. Pastrana
teratura romana hacia el siglo I a. C.
Será con la eliminación de la piratería
en el Mediterráneo Occidental y la
posterior anexión de Egipto por parte
de Augusto que el comercio del libro
alcanzará durante todo el Alto Imperio cotas insospechadas en época
griega, que no se volverán a ver hasta
la invención de la imprenta.
Tintero de cerámica del siglo II.
Museo Arqueológico de Ammán.
44
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estos elementos podían ser de madera, hueso, marfil o incluso metales
preciosos. Así, la expresión pervenire
ad umbilicos se empleaba para acabar
la lectura de un libro, es decir, llegar
hasta el umbilicus. Del rollo colgaba
una etiqueta identificativa, el titulus o
index, que solía ser de pergamino: Cicerón, en una carta a su amigo Ático
(Att. IV, 4,1) le solicita que le envíe
un par de sus empleados de su biblioteca y le pide «que traigan un poco de
pergamino para las etiquetas».
El lector lo desenrollaba con la
mano derecha mientras iba enrollandolo con la izquierda, y el texto iba pasando ante sus ojos como una película. La expresión latina volvere librum
cuyo significado es “leer un libro” emplea el verbo desenrollar (volvere).
El título de la obra acostumbraba a
escribirse al final de rollo por una razón bien simple: una vez terminada la
lectura, el volumen quedaba enrollado
a la izquierda y es comprensible la pereza que suponía “rebobinar” de nuevo, por lo cual la mayoría de libros se
encontraban al final. El autor acostumbraba a escribir el título también en la
primera línea del texto, de manera que
estuviese enrollado como estuviese, el
lector siempre podía leer el título en
primer lugar e identificar la obra.
El origen de las páginas
Los rollos se guardaban y transportaban en unas cajas cilíndricas (scrinia o capsae), de madera o cuero, a
menudo con un cierre de seguridad y
con dos asas para su transporte por el
capsarius, el esclavo destinado a tal
fin. Estas cajas también servían para
agrupar todos los rollos de los que
constaba una obra.
Se escribía solo por una de las caras del papiro, la que presentaba las
fibras del papiro de manera horizontal, denominada rectus en latín. Raramente se escribía por la cara posterior (con las fibras verticales), el
versus. Esto sólo sucedía en casos de
reutilización del papiro, una vez el
documento había perdido valor, para
tomar notas, apuntes, borradores o
para copiar alguna obra aquellos lectores con menos recursos.
Las columnas, el equivalente a
nuestras páginas, se denominaban
paginae; estas no coincidían con las
hojas de papiro que conformaban en
el volumen sino que en cada una podían caber varias paginae. No suponía problema alguno que coincidiera
una pagina en medio de una juntura, pues, como ya hemos visto, la
unión era casi imperceptible y, como
montaba la hoja izquierda sobre la
derecha, el cálamo no tropezaba al
escribir.
los soportes del saber
Las plantas del faraón
En la Antigüedad la planta del papiro
(cyperus papyrus) crecía en todo Egipto, tanto en las tierras pantanosas del
delta como en las aguas estancadas
tras la inundación del Nilo. En menor
medida, tenemos noticia también de
su cultivo en algunas zonas de Oriente Medio y, posteriormente, en Sicilia.
Hoy en día, crece de forma natural
en Sudán y Etiopía. Su denominación
latina proviene de la palabra egipcia
papuro, “lo del faraón”, pues su explotación constituía un monopolio real.
Teofrasto, en su “Historia de las
Plantas” (4.8,3), indica que crece en
lugares inundados con una profundidad entre uno y dos metros y puede
alcanzar una altura de cuatro a cinco metros. Su tallo tiene una sección
triangular y un grosor de unos diez a
quince centímetros. Es Plinio el Viejo
(“Historia Natural”, 13.78.2) quien nos
ha legado la explicación clásica de la
fabricación del papiro en su época: del
interior del tallo se extraían unas fibras lo más largas y delgadas posible,
de una anchura como de un dedo y
que estaban provistas de manera natural de una sustancia pegajosa.
Las tiras extraídas se colocaban
paralelas verticalmente en una plancha de madera y se humedecían con
agua del Nilo. Sobre estas, una segunda capa, esta vez horizontales perpendicularmente a las primeras. Tras ser
golpeadas y prensadas, se dejaban
secar al sol. Finalmente, se pulía con
piedra pómez (pumex) o con pulidores
de marfil o concha. Para proteger el
papiro de la humedad y del ataque de
las polillas y otros insectos, solía dársele una capa final de aceite de cedro
que, sabemos por Ovidio (“Tristes”,
III.1.13), le confería un color amarillento y brillante.
Las hojas resultantes eran denominadas en griego χαρτης (chartes),
pasando al latín como charta. El comerciante de papiro en blanco era
denominado así χαρτόπωλης (chartopola). El comercio de papiro en época tardorepublicana y altoimperial
llega a niveles impensables debido a
la altísima demanda, tenemos atesti-
Foto: Cilla No
lli
guados unos grandes almacenes en
Roma (horreae chartariae) y talleres
(officinae) donde se confeccionaba el
papiro con la materia prima importada
en bruto.
Sabemos por Plinio (XIII. 74) las
diversas calidades de chartae comercializadas: las de mejor calidad y mayor tamaño eran las augusta, livia,
hieratica y claudia; las variedades saitica, taeneotica y amphitheatrica (fabricadas junto al anfiteatro de Alejandría) las más baratas y finalmente, la
clase denominada emporitica que no
servía para escribir sino para que los
comerciantes —de ahí su nombre—
envolvieran sus productos.
45
INVIERNO·2009
Las paginae quedaban perfectamente justificadas a la izquierda,
aunque no así por la derecha, por el
deseo de no cortar las palabras. En
ocasiones, cuando, a pesar del intento del escriba de alargar o estrechar
las últimas letras, quedaba una línea
más corta, podía justificarse rellenando el hueco con una raya horizontal.
El número de líneas por columna no
es uniforme y varia en relación al tamaño del papiro y el ancho de letra,
por eso una copia de la misma obra
puede variar en longitud dependiendo del ancho del papiro y del tamaño
de letra del escriba.
La escritura también podía ir
acompañada y completada por ilustraciones. No solo se ilustraban los
tratados científicos o de geografía
(como por ejemplo, el famoso papiro de Artemidoro) sino también las
obras literarias, de las que existen
algunos ejemplos en códices tardíos.
Sabemos por noticia de varios autores que era usual encontrar un retrato
del autor al principio del texto.
El negocio editorial
Tenemos testimonio de varios personajes dedicados a la edición de libros,
el más famoso de los cuales es Ático,
el amigo de Cicerón; pero también
los hermanos Sosio, editores de Horacio, o Triphon, editor de Marcial y
Quintiliano. Hay una diferencia entre
un editor como podría ser Ático, un
rico y culto personaje que se dedicaba a publicar obras literarias, y un librarius, el propietario de una librería
(o el liberto o esclavo que la regenta
en su nombre) y que edita y vende
las obras a cambio del pago de cierta
cantidad al autor.
La presentación del libro se hacía
en las denominadas recitaciones, lec-
turas en público de la obra presentada por parte del autor o de un lector
profesional. Podían hacerse en lugares públicos como las bibliotecas, en
las salas destinadas al uso en las termas, o en lugares privados como la
propia casa del autor, su editor o su
mecenas como sería el caso del famoso Auditorio de Mecenas. Incluso
algunos autores sufragaban su propia
obra, y repartían las copias entre sus
amistades.
No estaba protegida la propiedad
intelectual, de manera que una vez
publicada pasaba a dominio público
y podía ser reproducida por cualquiera. Contra el plagio no había
leyes concretas, aunque este estaba
mal visto y encontramos muchos
testimonios de autores como Marcial que se quejan de la apropiación
de sus obras por parte de otros. En
cuanto a la remuneración económi-
los soportes del saber
Una alternativa animal
El pergamino se obtenía de pieles
de animales a las que se sometía a
un tratamiento para obtener hojas
finas y delgadas ideales para contener escritura. Su introducción como
materia escritoria la extraemos, de
nuevo, del relato de Plinio el Viejo
(“Historia Natural”, XIII, 21, 70): la
razón, según Plinio, fueron los celos de Ptolomeo V Epifanes, rey de
Egipto, ante la posibilidad de que la
biblioteca que Eumenes II de Pérgamo había creado pudiera superar en
importancia a la de Alejandría.
La solución del soberano egipcio
fue prohibir la exportación de papiro que era monopolio real a lo que
el rey atálida contestó sustituyéndolo por pieles de animales. El uso
del pergamino está constado en Asia
desde mucho antes (Heródoto V.58),
lo que no exime la posibilidad de que
en un centro de producción intelectual como Pérgamo se incrementara
su uso y se mejorara la calidad, y que
esto hiciera que se le diera el nombre
de la ciudad a este tipo de material.
El hecho es que el pergamino ofrecía varias ventajas respecto al papiro: la materia prima de elaboración no requería
de un lugar concreto de cultivo,
era mucho más abundante, más
duradero y más aprovechable,
pues se podía escribir por ambas caras. El término empleado
en latín para referirse al pergamino es membrana, membrana
pergamena o pergamenum. La
terminología medieval nos informa del tipo de pieles empleadas:
caprina, ovina y la de excepcional
calidad, la virginia, procedente de
los corderos lechales.
En el proceso de fabricación se
maceraban las pieles animales en
sal durante un periodo de tres días,
después se eliminaban los restos de
pelo, carne y grasa y se les daba un
baño en cal; entonces se tendían
al sol en un bastidor para secarlas,
se trataban con piedra pómez para
alisarlas y finalmente se trataban
con greda.
Foto: Kaspar Manz
Con el pergamino como soporte
de escritura se confeccionaron rollos
como los de papiro pero el formato
más usual será el codex, pliegos de
páginas de pergamino, el antecedente de nuestro libro actual. El nombre
latino deriva de la palabra caudex
–madera, tablilla- y hace referencia
a los pliegos de tabulae de madera
de los cuales copia la forma.
46
hiems·mmdcclxii·auc
ca, la mayoría de autores no escribían como medio de vida, ya
que se trataba, en gran parte, de
autores de clase alta que escribían con miras solo a la admiración de los círculos cultos. Aun
así, autores de recursos económicos más limitados buscaban
la protección de algún mecenas,
incluso el propio emperador,
dedicándole la obra. De todos
modos, no está exenta alguna
compensación económica por
parte de algunos editores sobre
la venta de las obras, aunque
fuera imposible cuantificar tanto las
ediciones clandestinas como las copias privadas: así se queja Marcial
que, si bien tiene constancia de que
sus libros se leen en todo el mundo,
no así su bolsa (Marcial, XI, 3).
Para hacerse con la copia de un
libro podía recurrirse a una librería (taberna libraria) donde podían
comprarse los libros ya copiados
en stock en las estanterías (normalmente los clásicos, las novedades
o los de más demanda) o encargar
una copia; en tal caso, el librarius
buscaba el libro en alguna biblioteca y lo hacía copiar. La copia se
hacía en talleres donde un equipo de
escribientes, casi siempre esclavos,
reproducían el libro normalmente al
dictado a fin de hacer el mayor número de copias posible.
El sistema podía implicar incorrecciones en el texto por lo cual los
talleres de mejor calidad incluían la
figura del corrector (anagnostes),
cosa que tampoco garantizaba la
exactitud de la copia. No faltan en
las fuentes múltiples quejas de autores y lectores ante las constantes faltas e incorrecciones. También podían
hacer la copia los particulares para sí
mismos de una biblioteca o prestado
de algún amigo; Cicerón (Att. II, 20,
6) escribe a su amigo Ático: «he recibido el libro […], cuando lo hayamos copiado te lo devolveré».
En el Edicto de Precios de Diocleciano tenemos fijado el precio que
debían cobrar estos copistas por cada
cien líneas, 25 denarios por la letra optima y 20 por la sequens. En la etiqueta, junto al título, solía indicarse el nú-
Los precios
«Este breve librito
te costará, si lo compras, cuatro sestercios.
¿Es demasiado cuatro? Podría costarte dos,
y aún el librero Trifonte ganaría dinero».
Marcial, XIII, 3.
mero de líneas de que constaba la obra
para garantizar que estaba completa.
El comercio
Los vendedores de libros eran denominados librarii (Cicerón, “Las leyes”,
III.20) o bibliopolae (Marcial, IV.
71). Este último, según dejan entrever las fuentes, sería únicamente
vendedor de libros mientras que un
librarius, como hemos visto, implica
también el papel de editor. También
encontramos una cierta diferenciación entre las tabernae librariae, las
que vendían tan solo libros en stock,
o las que contaban con un taller de
copistas para reproducir los títulos
solicitados. Quintiliano, a su vez,
nos da noticia de la existencia de
lo que nosotros conocemos como
“librerías de viejo” .
Las librerías se concentraban en
Roma en el Argileto (Marcial I.4), en
los pórticos de Foro de La Paz y en el
Vicus Sandaliarius (Gell. XVIII, 4).
Marcial (I. 117) nos ha legado una viva
descripción de una de esas tiendas:
«Lo que buscas, podrás encontrarlo más cerca. / Sin duda
sueles pasar por el Argiletum: /
frente al Foro de César hay una
librería / con sus puertas llenas
por todos lados de carteles, /
para que rápidamente puedas
leer a todos los poetas. / Búscame allí. No necesitas preguntar
por Atrecto / (este es el nombre
del dueño de la librería): / De la
primera o segunda estantería te
dará / pulido con piedra pómez
y adornado con púrpura / un
Marcial por cinco denarios».
En la puerta había colgados,
tal como nos ilustra Marcial, unos
carteles con los nombres de los
autores y las obras vendidas en la
librería. El precio de un libro radicaba en el lujo del material y, sobre
todo, en la corrección de la copia.
En el caso de los libros antiguos,
el hecho de haber pertenecido a
algún personaje con fama de culto
era garante de la calidad de la copia
y podía alcanzar precios exorbitantes. Existía también una demanda
de libros de lujo cuyo valor residía
en el material (umbilicus de oro o
plata, teñido de púrpura…).
La adquisición de libros como elemento meramente de ostentación social es criticado constantemente en las
fuentes, evocando bibliotecas privadas
Dónde ir de compr
as
«Pero para que no ign
ores dónde
me puedes encontrar
y no vayas a la
aventura por toda la
Ciudad, yo te
haré de guía para qu
e lo aciertes.
Pregunta por Secundo
[…] detrás
del atrio del Templo
de la Paz.»
Marcial, I.2.
valiosísimas de las cuales sus propietarios nunca habían ojeado ni los títulos
(ver texto de la página siguiente).
El comercio del libro alcanzó en
todo el Imperio cotas impensables.
En todas las ciudades de provincias
había librerías que recibían copias de
las novedades editoriales de su corresponsal en Roma o bien adquirían
las obras para copiarlas.
Junto al libro, el mercado editorial
manejó otros productos, entre los que
sobresale el codex, que podía ser de papiro o de pergamino. Su existencia está
atestiguada ya en época de Augusto.
También Marcial nos habla poco después del codex, aunque presentándolo
como una novedad. Su uso permanece
residual y relegado a pequeños manuales de viaje llamados pugilares —que
cabían en la mano (o en el pliegue de
la toga)— y libritos de regalo.
47
INVIERNO·2009
También existieron una serie de híbridos entre el rollo de papiro y el códice de pergamino: el rollo de pergamino
y el códice de papiro. Todos estos productos conviven, como mínimo, desde
principios del Imperio, si bien el formato estrella indiscutible para las obras literarias del Alto Imperio es el volumen
de papiro. Con todo, hacia el siglo IV
d. C., comienza a declinar el uso del
papiro en favor del pergamino, muy
probablemente relacionado con la falta
de materia prima o su encarecimiento,
debido a la contracción de los mercados
y a la situación política.
La crisis del papiro
Se han esgrimido muchas razones técnicas y prácticas para explicar la sustitución del rollo de papiro por el códice
de pergamino, como la dificultad de
encontrar una referencia concreta en
el texto, el rápido acceso al contenido
por la posibilidad de hojear el códice o
la numeración de las páginas. Pero la
principal ventaja sobre el papiro fue su
capacidad, derivada del hecho de poder
escribir el pergamino por ambas caras.
En una cita de Marcial (XIV, 192) este
se maravilla de que «los quince libros
que Ovidio escribió de poesías se encuentran en este grueso códice de hojas muy finas».
También se argumenta la incomodidad de sujetar el rollo con ambas manos
para leerlo, cosa que imposibilitaría
hacer otras cosas como copiarlo o
tomar notas, aunque esto se podría explicar porque el volumen está concebido para ser
leído sobre el regazo mientras el códice requeriría de
una mesa. En este sentido,
es necesario recordar que
las copias se harían al dictado y que era muy usual
hacerse leer el libro por un
esclavo (como Plinio mientras tomaba notas).
Otra ventaja adicional
del códice era que este estaba
protegido por las tapas de madera
mientras que los rollos se amontonaban en los estantes de las bibliotecas
expuestos a rasgaduras y desgastes
salvo que se cubrieran con una funda.
En los estantes de las bibliotecas se
podían ordenar cómodamente los códices mientras que, para coger un volumen concreto que estuviera debajo
del montón de rollos habría que sacar
los de encima. De la misma manera,
para la localización de las obras en las
bibliotecas, en el códice aparecía el
título en el lomo mientras que la etiqueta del volumen podía extraviarse
o caerse.
El precio no parece un factor tan
determinante, ya que si bien es cierto
que el papiro era caro, el libro no de-
Las bibliotecas “decorativas”
«¡Qué incontables libros y bibliotecas de las que el dueño apenas ha ojeado
los índices en toda su vida! […] Tal como muchas veces entre gente ignorante, incluso los libros para aprender a leer no son instrumento de estudio sino
adorno de los comedores. […] ¿Qué razón hay para perdonar a un hombre
que va tras conseguir estanterías de cedro o de marfil, que busca obras
completas de autores desconocidos o malos, que bosteza entre tantos miles
de libros, que gusta, sobre todo, de los lomos y de los títulos de sus volúmenes. La prueba es que verás en casa de los hombres más indolentes todos
los discursos y las obras de historia, armarios de libros que alcanzan hasta
el techo; incluso ya junto a los baños y las termas, la biblioteca también se
pule como un ornamento necesario de la casa. Lo perdonaría de corazón si
se equivocara por su excesiva entrega al estudio; ahora bien, estas obras de
autores consagrados tan buscados, clasificadas utilizando los bustos de cada
uno de ellos, se preparan para decorar y adornar las paredes».
Séneca, Tranq. IX, 4-7.
Fresco pompeyano que muestra a un
hombre con un rollo de papiro a
medio leer. El titulus identifica una
obra de Homero. Museo
Arqueológico de Nápoles.
jaba de ser también un objeto de lujo.
Baste recordar que, pese a ser el pergamino una materia prima que no requería su importación, la confección
de un solo códice necesitaba gran
cantidad de cabezas de ganado.
Pese a las aparentes ventajas del codex, el pergamino tardó en imponerse al
volumen. La elección no se acabará tomando por criterios prácticos, sino por
razones culturales y religiosas: el códice
acaba siendo identificado con el cristianismo y el volumen, con el paganismo.
Cristianismo y codex van de la mano
aunque, paradójicamente, la salvaguarda de la Antigüedad clásica se realizará
a través del códice medieval. ◙
PARA SABER MÁS:
• PARKINSON, R. y QUIRKE, S.
(1995): Papyrus. Londres.
• NÚÑEZ CONTRERAS, L. (1994):
Manual de Paleografía. Fundamentos de la escritura latina
hasta el siglo VIII. Madrid.
• WINSBURY, R. (2009): The
roman book. Londres.
48
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MUNDOMILITAR
RECREACIÓN
La batalla, en vivo
Los éxitos de las legiones
romanas han causado tradicionalmente gran asombro. Desde la perspectiva
actual, acostumbrada a la
abundancia y las comodidades, las proezas resultan
aún más llamativas. La
curiosidad por la forma de
vivir y luchar de aquellos
hombres inspira las iniciativas de Hispania Romana
para sumergirse en el ambiente en el que las fuerzas
de Roma se expandieron
por todo el Mediterráneo.
Por Roberto Pastrana.
A lo largo de 2009, la asociación Hispania Romana ha realizado diversos
eventos de recreacionismo militar. En
general, se trata de marchas en las que
se comprueba sobre el terreno la eficacia
y durabilidad de elementos de la equipación legionaria, reconstruidos a partir
de evidencias arqueológicas. Así, se organizaron marchas en diversos puntos
de España, con la participación de una
veintena de asociados en total.
Entre los ejercicios de entrenamiento
destaca el realizado a principios de octubre en Ibiza, planteado también como
un foro de intercambio de ideas entre diversas asociaciones recreacionistas de la
Antigüedad: Hispania Romana, Athenea
Prómakhos (Grecia clásica) y Grupo Attio (pueblos prerromanos). Las jornadas
fueron auspiciadas por la recién creada
Asociación Iboshim, centrada en la presencia púnica en el archipiélago balear.
El programa de actividades de las
jornadas recreacionistas comprendía
el entrenamiento de maniobras como
el cambio de formación, en el que las
tropas ligeras encargadas de realizar escaramuzas (velites y honderos) se replegaban tras la infantería pesada para apoyar una carga. Los ejercicios también
englobaron el lanzamiento de jabalinas
contra fardos de paja y el perfeccionamiento en el uso de la honda. En este
sentido, los participantes en el evento
contaron con la ayuda y consejos de
José Saliner, experto lanzador federado,
que regaló una docena de hondas artesanas como las que usaron los reputados honderos baleares mencionados en
las fuentes clásicas.
Un campo de entrenamiento para los nuevos soldados
Las jornadas de reconstrucción histórica celebradas en Ibiza durante el
10 y 11 de octubre contaron con la
participación de 29 personas, de las
que 19 provenían de fuera de la isla.
Los asistentes estrenaron unas instalaciones realizadas expresamente
para el evento, en las que pudieron
entrenarse, poner en práctica lo ensayado y reponer fuerzas.
Por un lado, el campamento constaba en el lado oeste de una empalizada con un pasillo de ronda en el
que se apostaban los defensores. La
elección de materiales constructivos siguió criterios utilitarios. Carlos
Martínez, organizador del evento,
explica que la cerca es «un decorado
trasportable, aunque utilizable para
combates». Desde el exterior, la empalizada se levanta sobre un zócalo
que semeja piedra. Sobre él, unos
postes equidistantes sostienen un
parapeto de mimbre que cubre a los
defensores. Para completar el efecto
disuasorio, en vez de cavar el foso
preceptivo en todo campamento romano, la cerca se situó en la ribera
de un río. Por último, se instaló una
pequeña torre defensiva de unos
cinco metros de alto, que reforzaba
la acción de los soldados apostados
en el pasillo de ronda y servía de
atalaya de vigilancia.
En la parte sur del campamento,
dos tiendas grandes y un toldo hacían
de zona de descanso y avituallamiento para los participantes. La vertiente
del este quedó cerrada por las dos
tiendas de campaña del grupo Legio
VIIII donde quedaron las pertenencias y ropas modernas de los asistentes. Detrás de las tiendas de la Legio
se encontraba un campo de entrenamiento donde estaban dispuestos
fardos de paja para entrenarse en el
lanzamiento de jabalinas, lanzas pesadas (pila), cargas, etc.
49
INVIERNO·2009
La treintena de participantes en las
jornadas pudieron emplear las lecciones
aprendidas en los entrenamientos en el
asalto de una posición fortificada, creada
al efecto (ver recuadro de la página anterior). Una partida ibero-púnica cayó sobre un puesto defendido por los legionarios, recordando una de las centenares de
escaramuzas anónimas que jalonaron los
enfrentamientos entre Cartago y Roma.
La larga marcha.
La experimentación militar en HR no se
limita a las tácticas de lucha. El evento recreacionista de más tradición, el campamento que se celebra cada año en tierras
sorianas, realizó entre otras actividades,
una marcha de 20 kilómetros. Los participantes, equipados como legionarios
romanos, indagaron en las dificultades
de una caminata de largo recorrido, cargados con una impedimenta que supera
ampliamente los 20 kilos.
La principal fuente de problemas del
destacamento en marcha fue el calzado.
Las populares botas militares (caligae)
provocaron molestias como dolores
musculares en las piernas —por la falta de costumbre de calzado totalmente
plano—, ampollas y rozaduras. El uso
de udones, gruesos calcetines de ganchillo, parece una de las soluciones más
indicadas. Patxi Marzo, participante en
la marcha, también recomienda adaptar
las caligae a los pies y la forma de pisar
de cada uno, algo en lo que otros com-
Foto: Carlos Martínez
Arriba, los púnicos se preparan para
asaltar un puesto romano. A la derecha,
los legionarios forman ante sus tiendas,
antes de marchar sobre Numancia.
pañeros de fatigas coincidieron.
La marcha que se desarrolló desde uno de los campamentos romanos
de Garray hasta el yacimiento de Numancia mostró a los participantes la
mejor forma de disponer el peso del
equipo. Aparte de colgarse a la espalda el escudo —ladeado ligeramente
para evitar roces en los gemelos—,
David Sandoval comprobó la utilidad
del pañuelo que protege la garganta
(focale), ya que «la correa de la que
pende en bandolera el escudo tiene
tendencia a irse hacia el cuello».
Para motivar a los legionarios
que realizaron la marcha, los orga-
Foto: Patxi Marzo
nizadores de la actividad dividieron
a los legionarios en dos grupos que
compitieron en busca de méritos, tanto colectivos como individuales. Por
ejemplo, tras llegar a Numancia, los
legionarios realizaron una carga a la
carrera. El primero en llegar, Patxi
Marzo, recibió una corona muralis
simbólica, la condecoración que recibía en la Antigua Roma el primer
soldado en encaramarse a la muralla
enemiga.
Pese a la dureza de la experiencia,
los asistentes se mostraron entusiasmados por repetir. «¡Quiero más! Ojalá
esta iniciativa se perpetúe para que mi
hijo pueda disfrutar conmigo de este
castra», concluye Patxi Marzo. ◙
El reto físico de los sitiadores de Numancia
En 153 a. C. los celtíberos acantonados en Numancia resistieron la
acometida de las legiones de Quinto
Fulvio Nobilior. Las emboscadas y la
fracasada batalla a las puertas de la
ciudad, en la que hasta los elefantes
huyeron, mermaron las legiones en
más de un tercio. Según Apiano, aún
morirían más soldados romanos durante el invierno debido a la escasez
de provisiones, las frecuentes nevadas y el frío.
La Asociación Hispania Romana recuerda aquel episodio en el
campamento que realiza cada año.
Aunque organizado en verano, los
participantes experimentan la dureza de la vida legionaria en campaña.
En esta edición, los organizadores,
Francisco G. Valadés y Francisco
Bascuas, planificaron un programa
de actividades «para proteger el
carácter recreacionista del evento,
evitando al máximo el empleo de
cualquier objeto, prenda de abrigo o
alimento que no se correspondiese
con la época», explican.
Con objeto de mantener el rigor
y la disciplina en el desarrollo de las
actividades se otorgó autoridad plena
al centurión, que tomaba decisiones
sobre los méritos a la vez que man-
tenía poder sancionador. El programa
se realizó en un marco de incertidumbre: ningún legionario sabía lo que
iba a ocurrir, tal y como ocurre en un
contexto de campaña militar. Estas
actividades tuvieron un marcado carácter de reto físico.
El planteamiento fue asumido por
los participantes sin que se produjese conflicto alguno, a pesar de su
nivel de exigencia. Para los organizadores, «gracias al esfuerzo de todos
se ha logrado fortalecer y cargar de
contenido el castra, una de las actividades internas más demandadas por
los asociados».
seccion
quintilis·mmdcclx·avc
NOTICIASHR
Cierre del ejercicio 2009
El muncipio burgalés de
Covarrubias acogió por segundo año la
Asamblea General Ordinaria de Hispania
Romana, en la que se hizo balance del 2009
y se definieron las líneas de actuación para
el año próximo. La Junta Directiva que coordinará los esfuerzos estará compuesta,
como en 2009, por Arantxa Monteagudo
(presidenta), José Gabriel Puche (tesorero) y David Sierra (secretario). A su lado,
como vocales que dinamizarán la actividad
en sus respectivas demarcaciones, estarán
Javier Rodríguez —para el noroeste peninsular—, Juan José Reifs —en el sur—,
Javier García —en la zona de Levante—
y Fernando Marquerie, que repite en su
puesto de vocal de la zona centro.
La Junta Directiva animó a los socios a
participar en los proyectos en marcha, entre
los que sobresalen el estudio y recreación
de las prácticas gladiatorias, los ritos matrimoniales y el protocolo y organización
de un banquete (convivium).
En el capítulo de actividades organiza-
28/11/2009.-
El complejo rito del
banquete, desde los
platos hasta la ubicación de los invitados,
está transformándose
en un guión divulgativo a exponer en
futuros eventos.
das por terceros, la presidenta informó de
que se están manteniendo conversaciones
con diversas instituciones y organismos
que podrían fructificar en los próximos
meses en eventos de gran relevancia que se
vendrían a sumar al “currículum” de Hispania Romana. La principal traba a estos
planes radica en el severo recorte que han
sufrido las partidas culturales en las diversas administraciones a causa de la situación
económica. A este respecto, la Asamblea
de la Asociación aprobó unos presupuestos
austeros que contemplan para el próximo
año una cuota reducida para las personas
desempleadas. El objetivo de esta decisión
es facilitar la participación de los interesados, independientemente de su situación
laboral, y afianzar la base asociativa, que
un año más continuó ampliándose. En concreto, durante el 2009 el censo de Hispania
Romana creció un 20%, hasta llegar a los
90 asociados.
Sangre y arena en el anfiteatro de Segóbriga
03/10/2009.- Un mineral llamado
lapis specularis, que hacía las veces
de vidrio para ventanas, sostuvo durante siglos la economía de la ciudad
de Segobriga (Saelices, Cuenca).
Los negocios de extracción posibilitaron la construcción de una opulenta ciudad romana que llegó a contar
con circo y anfiteatro. Tras siglos de
silencio, los graderíos del anfiteatro
volvieron a animarse con gritos de
ánimo para los gladiadores que contendían en la arena.
Coincidiendo con la jornada anual
de puertas abiertas del yacimiento
conquense, la Asociación Hispania
Romana mostró de forma práctica
los frutos del trabajo de investigación sobre la gladiatura, dirigidos
por Salvador Pacheco. Dos gladiadores, equipados con las armas habituales del secutor y el samnita.
Observados por el público asistente,
ambos contendientes se acometieron
con ímpetu en varios asaltos, resultando vencedor el samnita.
Los combates gladiatorios fueron
el colofón espectacular de unas jornadas de alto contenido divulgativo.
Centenares de personas disfrutaron
de visitas guiadas que les mostraron los avances de la investigación
arqueológica en Segobriga. Por su
parte, Hispania Romana acudió con
una comitiva formada por un destacamento legionario y un matrimonio
de alta posición, escoltado por dos
lictores.
Foto: José Antonio García
50
Gladiador del tipo tracio.
seccion
julio·2007
Aniversario milenario
Una nutrida represantación de HR participó en los actos organizados en Roma para la celebración de la fundación de Roma
que, de creer a las leyendas, tendría
ya 2.762 años. Con este motivo, cerca de medio centenar de asociados
se desplazaron a la Urbs. Aparte de
las visitas a los monumentos más
destacados de la ciudad, los socios
participaron en el desfile oficial, a la
sombra del Coliseo.
Foto: Isaac Álvarez
21/04/2009.-
El centurión y el senador, acompañado de su secretario, visitan el campamento.
Charlas en el aula
La Nona supervisa la construcción de la Vía Augusta
19/05/2009.-
10/05/2009.- La Asociación Cultural Arraona Romana, con el soporte del
Ayuntamiento de Sabadell, organizó en
mayo las Renovatio Arragonis, unas jornadas de reconstrucción histórica que se
desarrollaron en el Parque de la Salud
de esta ciudad. El motivo principal de la
organización del evento era proceder a la
divulgación de los trabajos que sobre patrimonio e investigación romana se están
iniciando en la antigua Arraona romana.
La Asociación Hispania Romana, a
través de la Legio VIIII Hispana, acudió como invitada especial al encuentro,
al que también asistieron la Asociación
Athenea Promakhos; Armillium, que organizó diversos talleres infantiles; Silicernia, con una muestra de comida romana;
y la escritora Olalla García. La autora de
“El Jardín de Hipatia” ofreció una conferencia sobre la filósofa y científica Hipatia de Alejandria. El Ayuntamiento de
Sabadell ofreció una recepción oficial a
los asistentes de las jornadas, durante el
que entregó presentes honoríficos a las
asociaciones participantes.
Hispania Romana recreó la construcción de la Vía Augusta. Las obras
contaron con la presencia de un senador
romano, cuya figura permitió mostrar los
rituales matutinos de las clases pudientes
de la antigua Roma. Tras recibir a sus
clientes (salutatio), el senador y su séquito se desplazaron a un campamento militar instalado en las inmediaciones de la
vía en construcción. Guiado por el centu-
rión a cargo del destacamento, el senador
pasó revista a los legionarios allí acampados. En el transcurso de esta visita, uno
de los legionarios sufrió un accidente que
obligó a practicar una trepanación.
Finalizada esta, el legado y sus acompañantes se desplazaron hasta la obras
en curso, donde el agrimensor mostró
sus conocimientos científicos y técnicos
mientras un grupo de esclavos efectuaban
las obras de la vía romana. De regreso al
campamento, los legionarios romanos
realizaron diversos ejercicios, en los cuales participaron activamente los chicos y
chicas del lugar. El publico asistente disfrutó con las exhibiciones de HR, en unas
jornadas que, a buen seguro, se volverán
a celebrar el próximo año.
Desafío a los elementos
Las inclemencias del
tiempo no arredraron a los legionarios
del contubernio norte de la asociación,
que resistieron a pie firme bajas temperaturas y nevadas en su programa de salidas a lo largo de 2009. Equipados con
el equipo e impedimenta de los soldados de tiempo de Augusto, los asociados han efectuado marchas recreacionistas que compatibilizaron con visitas
culturales a los yacimientos de Peña
Ulaña (Burgos), las Médulas (León) y
Juliobriga (Cantabria).
22/02/2009.-
Cerca de un centenar de estudiantes del Colegio
Nuestra Señora del Pilar, en Madrid,
disfrutaron de una charla sobre la
civilización romana, impartida por
dos socios de HR. La conferencia
comenzó con un apartado dedicado
a la vida civil. La segunda parte versó sobre el ejército romano, mostrando a los asistentes el equipo y la
panoplia de los legionarios.
En otra charla, desarrollada en el
Instituto Ciudad de Jaén, también
en Madrid, estudiantes de diversos
cursos se aproximaron a la civilización romana desde el punto de vista
de la vestimenta y las modas que
lucían los distintos grupos sociales,
pudiendo ellos mismos vestirse con
los ropajes objeto de la charla.
y más...
Si quieres ver más fotos de los
eventos citados en esta sección
puedes asomarte a la sección
“Galería” de nuestra página en
Internet.
http://hispaniaromana.es/
También puedes acceder a los
vídeos grabados en el transcurso
de nuestras actividades en el canal
que la Asociación tiene en Youtube:
http://es.youtube.com/
user/HispaniaRomana
51
seccion
quintilis·mmdcclx·avc
breviarium
punto de lectura

¿Quién era...
¿
52
Annia Aurelia Galeria Lucilla
(150-182 d. C.)
DE AGRI CULTURA
Catón
Tecnos, 2009 - 368 págs.
El tratado de Catón sobre la agricultura aborda la educación integral del buen ciudadano. Para ello
se describen los valores personales y sociales que conforman al
“buen agricultor”, se reseñan las
principales ceremonias religiosas
que el propietario de la granja ha
de cumplir si quiere contar con
la tutela de los dioses, y se dan a
conocer numerosas indicaciones
agrarias. La obra cuenta con un
estudio preliminar de Amelia Castresana para cada una de las leges
o instrucciones de contratación.
H
ija mayor del emperador Marco Aurelio y
de Faustina la Menor. En el año 161 d. C.,
su padre la prometió a su colega en el poder y hermano de adopción, Lucio Vero, con quien
contrajo matrimonio en Éfeso tres años más tarde,
momento en el que fue proclamada Augusta, título que
la reconocía como emperatriz.
Enviudó pronto, en el año 169 d. C., y su
padre la obligó entonces a casarse, en contra de
su voluntad, con Tiberio Claudio Pompeyano.
Mantuvo una actitud hostil frente al reinado de
su hermano, el emperador Cómodo, conspirando contra él, pero fue descubierta y desterrada a
la isla de Capri donde sería ejecutada.
Por Francisco Bascuas.
Foto: Andrew Bossi
EL JARDÍN DE HIPATIA /Olalla García
LA CAÍDA DEL IMPERIO... /A. Goldsworthy
Espasa-Calpe, 2009 - 424 págs.
La esfera de los libros, 2009 - 624 págs.
Alejandría, a principios del
siglo V. Atanasio de Cirene se
desplaza a la ciudad creada por
Alejandro Magno para estudiar
filosofia en la academia de Hipatia. Procede de una provincia devastada por la guerra, en
la que él mismo ha combatido
como oficial. Durante su estancia será testigo de los enfrentamientos entre el poder civil
representado por el vicario Orestes y el eclesiástico,
encarnado por el obispo Cirilo. A través de las experiencias del protagonista conoceremos la Alejandría de
aquel momento y viviremos las persecuciones religiosas, de las que el cristianismo emergerá como una religión que, de haber sido perseguida, pasa a perseguir
a sus rivales.
A través de las páginas de esta obra, a medio camino entre la novela y el ensayo, Alejandría se configura
como la verdadera protagonista. El libro, el tercero que
escribe esta historiadora especializada en la Antigüedad Tardía oriental, va ya por su segunda edición.
En el año 476 d. C.Rómulo Augusto, el último emperador que gobernó en Roma, fue depuesto, sin
oposición, por el bárbaro Odoacro.
Este hito marcó el final definitivo, e
incluso silencioso, de cinco siglos
de dominación imperial, pero sólo
supuso el final anunciado de un largo proceso de decadencia que había empezado con Marco Aurelio,
tres siglos antes, cuando Roma era
aún la mayor superpotencia del mundo.
Adrian Goldsworthy —recurriendo a las fuentes originales y a las últimas investigaciones arqueológicas— nos
presenta un relato estremecedor de la caída del Imperio
romano. Un largo proceso que duró trescientos años y que
supuso el caos del siglo III, el cisma del IV o el colapso final en el V. En estas páginas cobran vida personajes
como Caracalla, Constantino,Teodosio, Alarico o Atila
de la mano de uno de los más renombrados historiadores
de la Antigüedad, que responde a algunas de las grandes
preguntas de la historia universal: ¿Cómo desapareció la
superpotencia romana? ¿Cómo murió Occidente?
seccion
julio·2007
Emboscada en Celtiberia
Por El Kuko.
Aquí están esos malditos. Ahora
caeremos sobre ellos y los aplastaremos como cucarachas.
¡Adelante,
muchachos!
Esteee... Jefe...
Litenno tenía que ir donde los druidas por el juicio de la herencia.
Ditalcón, Minuro y Audax, otra vez enfermos.
Cauceno y Edecón
tienen boda.
Cerdubelo,
funeral.
¡Ya estamos aquíííí!
Los hermanos
Megaravico tenían
que acompañar a
su madre al chamán...
Los de Cea están
de festival.
Caro, Ambón y
Leucón han dicho
que vayamos empezando sin ellos.
Y ayer, las vísperas,
ya me entiende...
Pero, ¿cómo? ¿Los habéis dejado escapar?
¡¡Si los teniais a güevo!!
Fijaos cómo nos mira
todavía. ¡¡¡Si el que
estaba aquí era él!!!
Necesitamos un jefe
con más cojo
o a.
ndidnos
e
v
s
a
no
Y me los rom
.
¡Traidor!
¡Inútil!
53
54
seccion
quintilis·mmdcclx·avc
P R O P U E S TA S
Oro y plata, lujo y distinción en la Antigüedad hispana
Museo de Cáceres
Plaza de las Veletas 1 - Tel.: 927 24 72 34
Los objetos de oro y plata fueron
siempre entendidos como materiales
prestigiosos que, en el seno de las sociedades que los crearon, estuvieron
al alcance de muy pocos. Las joyas
han sido símbolo de privilegio, de
respeto y poder, en cualquier cultura. En las vitrinas de esta exposición
veremos piezas de todas las que tu-
vieron carta de identidad en nuestro
suelo: la orfebrería prehistórica, la de
origen orientalizante; piezas fenicias
y púnicas, ibéricas, vacceas y castreñas, para finalizar con piezas pertenecientes ya a la dominación romana.
Los relatos de la Antigüedad están llenos de referencias a maravillosos tesoros que han espoleado la
Piezas emeritenses del Museo Arqueológico Nacional
Museo Nacional de Arte Romano (Mérida)
C/ José Ramón Mélida, s/n. - Tel.: 924 311 690
Hasta el 14 de febrero se puede visitar en Mérida una exposición compuesta por 29 piezas, que completan
la visión de conjunto que ofrece la
exposición permanente del Museo
Nacional de Arte Romano. Asimismo, se quiere dar a conocer la historia del coleccionismo en España, el
inicio de las excavaciones y la gestación de los primeros museos arqueo-
imaginación de todos los que se han
acercado a su estudio y han sido, en
buena medida, uno de los primeros
acicates de la arqueología y uno de
los principales objetivos en la creación de los museos.
Estas colecciones han salido del
Museo Arqueológico en raras ocasiones y, desde luego, nunca en su conjunto. Ahora, en el contexto de esta exposición itinerante, podrán verse en otros
escenarios, mostrándose a través de un
discurso más amplio. La muestra está
en Cáceres hasta el 10 de febrero.
lógicos. La exposición cuenta con
esculturas, retratos, lápidas funerarias y orfebrería. Entre todas ellas
sobresale una representación de
Ascanio, hijo de Eneas, y parte de
un grupo en el que se representaba
a este huyendo de Troya. También es
posible admirar, rematando la muestra un espectacular vaso de ágata con
la representación de un sátiro.
Reflejos de Apolo...
Retratos de Roma /Museo Arqueológico de Cartagena
Museo de Zaragoza
C/ Santiago Ramón y Cajal, 45 - Tel: 968 539 027
Pza. de los Sitios, 6
Tel.: 976 222 181
Hasta el 10 de enero puede visitarse la exposición “Reflejos de
Apolo. Deporte y Arqueología
en el Mediterráneo Antiguo”, que
recoge 122 obras de la antigüedad clásica griega y romana, relacionadas con los aspectos más
relevantes del deporte.
La muestra se divide en diversos capítulos que conforman
el discurso expositivo: el espíritu
de la competición, el mundo del
gimnasio y la palestra, las grandes competiciones en Grecia y
en Iberia y los juegos romanos.
Mención especial ofrecen los
mosaicos romanos que representan aurigas vencedores.
El museo arqueológico municipal de
Cartagena expone hasta enero “Retratos de Roma”, una exposición de
esculturas originales de personajes
públicos y privados de la Hispania
Romana procedentes del Museo Arqueológico Nacional. La muestra
permite apreciar la importancia del
retrato como elemento esencial de la
cultura romana, tanto para mostrar la
imagen del poder, como para transmitir el modo de vida y costumbres
de ciertas cases adineradas.
La muestra está estructurada en
tres grandes capítulos: “Monarcas y
filósofos” marca el punto de partida
del género en el mundo griego, sobre
todo por la importancia que supone
que surja el retrato fisonómico. La
segunda de las partes de la muestra
está dedicada a la “Historia Augusta”
y presenta los retratos de emperadores y miembros de distintas familias
imperiales. En este periodo aparece
la primera industria de
la imagen política. Por
último, “Cives Romani” muestra la doble
vertiente del retrato privado: como
modo de honrar a
los benefactores
de una ciudad
y como memoria de las
familias ilustres.
Estatua sedente
de Livia.
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INVIERNO·2009
VIDEOJUEGOS
¡Pobres de los vencidos!
VAE VICTIS
Sistema: Windows Vista/XP/2000.
Procesador: Pentium o similar a
1,9 GHz.
Memoria 512 MB de RAM.
Tarjeta gráfica compatible con
Direct X 9.0c con al menos 128
MB de VRAM y soporte para
pixelshader 2.0.
Por Alejandro Carneiro.
Paradox es una empresa sueca señera
en el mundo de la estrategia por ordenador. Equivale a juegos bien documentados, gráficos correctos aunque
algo justitos, manejo nada difícil pero
con muchas variantes a considerar,
inteligencia artificial superior a la de
un macaco y jugabilidad ilimitada.
Realmente Paradox no ha innovado
nada, solo ha llevado al mundo de los
ordenadores las reglas de los antiguos
juegos de estrategia histórica sobre
un tablero, pero actualizándolos con
todas las ventajas que puede aportar
la informática: animación, música,
sonidos ambientales, tableros más
grandes y con diversas capas, numerosos oponentes, juego sin turnos en
tiempo real, múltiples fichas a manejar, diversas misiones a escoger...
En este caso, “Vae Victis” es un
enorme y grandioso escenario donde debemos pelear por engrandecer
o simplemente conservar la república, monarquía o tribu bárbara que
escojamos. No será lo mismo dirigir
Cartago, controlando las intrigas entre distintas facciones de su Senado y
buscando siempre el equilibrio de poderes, que dirigir una monarquía helenística, donde lo principal será controlar a los miembros de tu corte y las
aspiraciones de tus parientes, nobles
o generales más prominentes, que
pueden conseguir la fidelidad de sus
ejércitos y montar una guerra civil. En
una tribu bárbara te limitarás a que los
diferentes jefes de clan no te destrocen la tribu con sus deseos y envidias.
Así que deberás ser sabio repartiendo
cargos y comandancias o metiendo en
prisión, mandando al exilio o ejecutando a los rivales de tu corona o gente peligrosa para la estabilidad de tu
república. Desde tu catador personal
al general de tus ejércitos todos
tienen
La victoria no depende solo de batir a
los enemigos externos, sino de tratar
adecuadamente a tus cortesanos.
sus deseos y características propias.
Todos actuarán según los premies o
castigues.
Si no bastara con los problemas internos, que no dejan de ser un asunto secundario, deberás ocuparte de
la política exterior con otros reinos,
tribus y repúblicas, haciendo alianzas, acuerdos comerciales, guerras
de conquista, ofreciendo tributos y
demandándolos según tus intereses,
buscando siempre que tu estabilidad
interna y tu reputación no se vean
mermadas.
¿Complicado? Puede parecerlo,
pero la interfaz de manejo es realmente
sencilla y la adicción está garantizada
para cualquier aficionado a la época:
¿Y si hacemos que Craso sea dictador
vitalicio? ¿Y si aprobamos todas las
leyes de los Gracos? ¿Y si a Aníbal le
damos un cargo secundario en Cartago, pese a su gran habilidad marcial?
¿Y si convertimos al Ponto
en una superpotencia antes
de que llegue Roma? Se
puede intentar seguir la
historia o cambiarla por
completo. Las posibilidades son infinitas, aunque nunca cayendo en
el surrealismo Olvídate
de hacer a los cántabros
los dueños del mundo,
no podrán. Pero sí controlar media península
en tiempos de César si
sabes jugar como un
maestro.
También admite partidas de varios jugadores online,
donde podemos desafiar a jugadores
humanos a una lucha por dominar el
Mediterráneo.
Así es “Vae Victis”, la expansión
definitiva que se juega de forma independiente del alabado “Europa
Universalis: Rome”, el juego —simulador histórico, comeuñas geopolítico o como quieras llamarlo— con
más datos y personajes sobre la época
tardorrepublicana que ha salido hasta
la fecha. Un típico juego Paradox. El
juego de tablero ideal en tu pantalla.
Absténgase apresurados o gente con
poco tiempo: Las partidas pueden durar semanas. Pero es que Roma no se
hizo en un día. ◙
e
d
a
c
e
t
a
a cinem
L
p re se n ta .. .
Clío
El fin de una época
LA CAÍDA DEL IMPERIO ROMANO
The Fall of the Roman Empire (1964)
Director: Anthony Mann
Productor: Samuel Bronston
Actores: Sophia Loren, Stephen
Boyd, Alec Guinness, James Mason,
Christopher Plummer.
Por David P. Sandoval.
“La caída del Imperio Romano” es el
título más sonoro de cuantos hay al mencionar “una de romanos”. Reverbera con
fuerza, atrayendo sobre nosotros conceptos como decadencia, gloria, pasión,
bárbaros, luchas… Posee todas esas
ideas y más.
La película de Anthony Mann y
Samuel Bronston se encuadra en la
época de las grandes superproducciones que veían cómo la televisión se
iba comiendo el terreno, y habla concretamente de los hechos entre el final
del reinado de Marco Aurelio y el de
Cómodo (siglo II d. C.)
Formatos gigantescos, miles de
extras, decorados suntuosos, colores
muy vivos… Condensa multitud de
reflexiones, de percepciones de una
antigüedad olvidada. En algunos momentos es incluso pesada.
Trufada de pasajes de Marco Aurelio,
verdadero protagonista de la primera
hora de película, recoge en los diálogos
los pensamientos de una época desaparecida, concretando el deseo de estabilidad, de permanencia de la Pax Romana,
del derecho a la ciudadanía como valor
más alto de Roma, pero también introduce muchas de las tesis de Gibbon.
Estamos ante dos películas en una,
e incluso tres. La primera es la visión
épica del productor, Bronston, quien
mandó construir en Madrid la fortaleza
de Vindobona, en donde Marco Aurelio
morirá. También reflejó la grandiosidad
de Roma en unos decorados verosímiles que darán un aspecto de majestad,
abigarramiento y cierta realidad gracias
a los inteligentes barridos de la cámara
durante la pompa triunfal de Cómodo.
Esos decorados, alternados con interiores muy fieles, de estilos pompeyanos,
más genuinos que los exteriores, lograrán crear la atmósfera necesaria para que
los espectadores puedan sentir que una
ventana al pasado se ha abierto.
Pero si Bronston busca el espectáculo total (como en la primera secuencia
donde llegan los reyes, príncipes, procónsules y demás tributarios de Roma
a rendir pleitesía a Marco Aurelio) Anthony Mann quiere también una fiel reconstrucción, que ayude a la historia. Un
filósofo griego amigo de Marco Aurelio,
Timónides (magnífico James Mason) las
fasces y los lictores, estandartes con águi-
las, con los numerales de ciertas legiones
(donde se puede ver la Décima, favorita
de César…) la propia arquitectura de la
frontera, sólida, rectangular, de grandes
piedras, o la magnífica caracterización
de Alec Guinness como Marco Aurelio,
sacada de un relieve del siglo II d. C.
Por último, podemos ver una tercera
película, la de la relación amorosa entre
Stephen Boyd y Sophia Loren, que resulta insulsa, vacía e innecesaria. De las
tres películas, la primera, la de Bronston,
merece la pena por la suntuosidad. Es el
último espectáculo de inspiración hollywoodiense antes de “Gladiator”.
Por su parte, la segunda película, la de
Anthony Mann, está repleta de pequeñas
reflexiones, las “Meditaciones” de Marco Aurelio. También podemos localizar
las tesis de Gibbon, como el anuncio de
Adrianópolis en el asentamiento de los
bárbaros germanos en tierras baldías
romanas; o la necesidad de enfrentarse
a los persas antes que sucumbir en estériles guerras civiles, como sucedería un
siglo después. Asimsimo, esta segunda película está sazonada de anécdotas
históricas como la venta del Imperio al
mejor postor tras la muerte de Cómodo,
que harán las delicias del interesado en
Historia y permitirán, con permiso de las
nuevas tecnologías, disfrutar de espectáculos hechos artesanalmente, con un
valor ahora ya incalculable… ◙
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