1 ESTUDIO DE CASOS INTERVENCIÓN CON MUJERES

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ESTUDIO DE CASOS
INTERVENCIÓN CON MUJERES MALTRATADAS Y MENORES
CASO:
Mujer de etnia gitana, de 33 años, que ingresa con cuatro hijos de 14 años; 10
años y mellizos de 18 meses. La llamaremos con un nombre ficticio: Macarena.
1-SITUACIÓN INICIAL: llega por malos tratos psicológicos y físicos, tanto
hacia ella , como de su compañero hacia los hijos mayores, que son de otro
matrimonio, como hacia los más pequeños que son de él.
Al llegar , el hijo mayor viene con un dedo de la mano lesionado por una de las
palizas de su padrastro.
RELACIÓN DE LA MADRE CON SUS HIJOS: Macarena es una mujer
volcada, a su manera, en sus hijos: los protege, incluso los sobreprotege en
ocasiones en que en lugar de defenderlos, debería ponerles límites.
Ella explica que se habituó a hacerlo para equilibrar la poca atención de su
compañero, quien culpaba de todo a sus hijos.
Es tan grande su amor, que ella entiende que todo debe permitírselo y no se da
cuenta de que aquello de lo que ha huido: la violencia, forma parte de la
relación entre ella y sus hijos.
Al principio de su estancia, el mayor funcionaba como padre sustituto de los
mellizos: la madre lo sobrecargaba con tareas y cuidados de los menores, pero
su hijo mayor aunque a veces protestaba, tenía asumido dicho rol.
El niño de 10 años, se manifestó desde que llegó, violento con los niños de
otras Usuarias y con su propia madre, a quien no hacía caso.
Los mellizos venían con problemas de desarrollo motriz: estaban
acostumbrados a que se los llevara en brazos, a tal punto que poco a poco, fue
en el Centro donde comenzaron a caminar: la niña lo hizo antes que el niño.
Los llantos , a modo de demanda, eran permanentes.
Se observaba una constante dependencia de los tres niños más pequeños y
resignación por parte del mayor.
Macarena estaba siempre agobiada, no podía terminar sus tareas de limpieza
ni siquiera ordenar su cuarto y la ropa que se le entregaba limpia y seca.
Poco a poco, a medida que los niños iban tomando confianza y consideraron al
centro como su casa, de detectaron palabras irrespetuosas hacia la madre de
los dos mayores e incluso empujones : la violencia se había instalado en sus
maneras de expresare y actuar. La madre también era agresiva al hablar con
sus hijos.
A destacar la frustración de Macarena, tanto porque la demanda de sus hijos
era exagerada, como porque su rutina de madre la superaba.
Así las cosas, llegaban tarde al instituto y al colegio; se le hacía tarde para ir a
buscar al niño ; no cuestionaba las excusas que tenía el mayor para no asistir a
clases...
Estas conductas generaban resentimiento, se culpaba a la madre y ella a sus
hijos.
El Equipo detectó:
-Falta de autoridad de Macarena .
-Ausencia de reglas.
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-Falta de respeto de la madre hacia sus hijos y de ellos hacia su madre.
-Comunicación basada en gritos, insultos, amenazas...
-Macarena defiende a sus hijos con excusas incoherentes, probablemente
porque es un acto reflejo adquirido durante los años de maltrato de su
compañero para con ellos..
-Refuerza conductas negativas de sus hijos( se ha llegado a reir cuando uno de
ellos hace algo indebido, que debería sancionar).
-Conducta infantil de Macarena.
-Ausencia de refuerzos positivos.
-Los niños no obedecen a su madre.
-No la escuchan: está desvalorizada , continuando con la desvalorización de
que era objeto por el agresor.
-Los dos mayores se relacionan poniendo en evidencia alta agresividad.
-Confusión de roles: el mayor actúa como padre-hombre, poniéndose por
encima de su madre, asumiendo la autoridad que ella no tiene.
BUENAS PRÁCTICAS DE LOS PROFESIONALES
2-FASE DE ESTABILIZACIÓN: El Equipo trabaja para que a través de las
madres se corrijan las situaciones disfuncionales y en otro plano, para que
aprenda a estimular a sus hijos pequeños. En esto se centró el plan de
intervención de los profesionales.
En cuanto a las agresiones verbales de los hijos hacia su madre e incluso
algunos empujones , primero se trabaja con Macarena para que pueda
reconocer dichas agresiones: todo el grupo familiar las ha naturalizado, de
manera que lo principal es hacerles ver que hay otro modo de relacionarse, sin
violencia.
Si bien es, por lo general el educador quien detecta la agresión, todos los
profesionales intervienen en distintas fases de los protocolos y de acuerdo a
sus roles dentro de la casa.
Es importante que se observe que los criterios son los mismos, lo que da más
credibilidad a las actuaciones y sobre todo al contenido: no a la violencia ;
respeto hacia las madres; consideración hacia los hijos.
Se aplican protocolos de intervención en el caso de que surjan agresiones.
En este caso consideramos las agresiones de los hijos hacia la madre:
-Separar al más débil, o al que esté más afectado . Se lo lleva a otro lugar,
donde pueda tranquilizarse, mediante técnicas de relajación-respiración.
-Se le explica a Macarena que en ese instante omita la atención de su hijo,
para no reforzar su conducta.
-Cuando se lo considera el momento más adecuado, se reúnen la madre, el
niño y el educador para tratar el problema. Es probable que la madre o los hijos
no quieran hablarse, pero el educador tratará de convencerles de que se
necesita resolver la situación por medio del diálogo.
Es muy importante que cada uno pueda expresar cómo se sintió,
comenzando por el agredido, ya que apelar a verbalizar los sentimientos
dará la pauta al agresor del daño que se hace a la madre, lo cual no era
seguramente su intención.
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Por otra parte, algunas veces hay una respuesta agresiva por parte del
hijo, bien cuando se siente injustamente tratado, bien cuando la madre
utiliza términos agresivos, demanda urgentemente o no respeta la
actividad del hijo en ese momento, por mucho interés que tenga el niño
en dicha actividad.
Este es un momento en el que resulta indispensable lograr el
reconocimiento de ambas partes de lo mucho que se quieren y el daño
que pueden causarse cuando se agreden.
-Momentos después de la agresión, el educador se reunirá por separado con la
madre y el hijo.
-Tanto el agresor como la agredida firmarán unos compromisos ante el
educador, orientados a evitar cualquier tipo de agresión y a adoptar otras
medidas en la resolución de conflictos.
-El educador ( y todo el equipo, enterado de dichos compromisos) irá revisando
con el tiempo la marcha de los mismos, reforzándolos positivamente si los van
cumpliendo.
En caso contrario, se les animará a que los cumplan, analizando los por qué y
buscando soluciones conjuntas.
La psicóloga tratará en sesiones la relación entre madre e hijos.
Los temas surgidos durante la semana, son tratados en reunión por la
coordinadora, con diferentes dinámicas, para que todo el grupo de mujeres,
con distintos niveles de evolución, puedan dar sus opiniones y proponer pautas
a seguir.
-El ir analizando la evolución de las relaciones entre madre e hijos, con los
propios protagonistas, es indispensable para que se reconozcan situaciones de
violencia intrafamiliar y se corrijan en el momento en el que hacen eclosión.
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INTERVENCIÓN DESDE LA USMI (Unidad de Salud Mental Infantil)
CASO:
Javier de 15 años de edad que acude a Consultas a petición de sus padres
debido a problemas de conducta relacionados con la adolescencia. Acude
acompañado de su madre y viene a la consulta después de que los padres le
ofrezcan 40 euros por venir a hablar con alguien. En la entrevista se muestra
distante y frío, minimizando los problemas de conducta que presenta y
culpabilizando a los padres de la situación actual.
Javier es el pequeño de dos herramos. El mayor tiene ocho años más que él, y
se independizó dos años atrás después de acabar sus estudios universitarios.
En la actualidad tiene un buen trabajo, y mantiene una buena relación con sus
padres. El padre de Javier trabaja para una compañía europea y desde antes
de que Javier naciera se ha dedicado a viajar toda la semana, viniendo a casa
solo los fines de semana. La madre es funcionaria, aunque ha tenido varios
períodos de baja laboral al no encontrarse bien por los problemas de Javier.
La madre relata como Javier ha sido siempre un niño difícil, al que le ha
constado obedecer y cumplir normas desde la primera infancia. La madre ha
sido siempre muy permisiva con él desde los primeros años. Javier ha dormido
con la madre hasta casi entrada la adolesciencia y no ha establecido un patrón
de comida variado al ser siempre muy caprichoso en su alimentación.
A nivel académico Javier es descrito como un niño con buena capacidad, que
aunque no se ha esforzado nunca a nivel de estudios, saca la primaria sin
dificultades. Cuando pasa a la ESO en un Instituto nuevo, se produce un
fracaso académico claro, habiendo repetido 2º de la ESO. A nivel social, Javier
cambia de grupo de amigos hace unos años, relacionándose con los
repetidores y comenzando a salir hasta altas horas de la noche y a fugarse de
las clases.
La problemática conductual grave comienza hace ahora dos años, con fugas
de casa, incumplimiento de horarios, mentiras, consumo de canabis y
pequeños robos en casa. En los últimos meses, cuando los padres han
intentado poner límites a Javier, ésta ha comenzado a mostrar agresividad
verbal y física tanto hacia el padre como hacia la madre. Ha llegado a
marcarles con moratones en diversas ocasiones y a amenazarles con cuchillos
si no acceden a sus demandas. La información referente a la violencia con los
padres no la relatan hasta la cuarta entrevista, según cuentan los padres por
vergüenza. La respuesta de Javier cuando en confrontado por estos hechos es
culpabilizar a los padres por provocarle.
La madre ha estado en tratamiento psiquiátrico varias veces con diagnósticos
de episodios depresivos y trastorno de ansiedad y existe un distanciamiento
afectivo claro entre los padres. El estilo de manejo de los padres ha sido
permisivo y tolerante por parte de la madre, y excesivamente rígido por parte
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del padre, ante lo que la madre responde con rechazo hacia el padre y una
protección permisiva de Javier.
La hipótesis diagnóstica que se establece es la de Trastorno disocial grave,
identificándose como factores causales y mantenedores los rasgos
temperamentales, e estilo de crianza, las dificultades entre los padres, la
relación con un grupo de iguales conflictivo, el consumo de tóxicos, el fracaso
académico y la enfermedad mental de la madre.
La intervención se planifica a distintos niveles: familiar, conyugal, individual
para la madre e individual para Javier. Se comienza una intervención
farmacológica que reduce agresividad y control de impulsos y se habla con el
centro educativo para que se traslade a Javier a un grupo reducido donde
pueda retomar el trabajo académico a un nivel más individualizado.
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CASO:
Héctor es un adolescente de 14 años remitido al programa de Hospital de Día
por los Servicios Sociales locales debido a un trastorno grave de conducta que
ha fracasado a intervenciones en consultas Externas (entre las que se
encuentra SEAFI, USMI y Servicio psicopedagógico). Las conductas que
Héctor presenta incluyen agresividad verbal y física tanto en el entorno familiar
como en el social y el académico. Desde el IES están muy preocupados por la
gravedad del caso, y tiene abierto un expediente de expulsión, después de que
se le haya amonestado en numerosas ocasiones. Allí las conductas de Héctor
incluyen amenazas e insultos a profesores, agresiones repetitivas a iguales y
negativa a cumplir cualquier tipo de normas.
En casa Héctor arremete de forma regular a la pareja de la madre, a la que
nuca ha aceptado como parte de la familia a pesar de que lleva cinco años
conviviendo con ellos. Con la madres, se producen discusiones y enfados
continuos, y aunque no llega a agredirla físicamente sí la insulta y amenaza
continuamente. Cuando se produce una discusión en casa, Héctor golpea y
rompe objetos, perdiendo el control y destrozando objetos de valor en
numerosas ocasiones.
La problemática de Héctor está presente desde hace casi cinco años, habiendo
pasado un periodo breve en el Centro de Recepción sin que esto supusiera
cambios en las conductas. La madre y su pareja acuden desde hace años a las
citas regulares den el SEAFI, siguiendo las pautas que allí se les dan y que se
han centrado en modificar estilos de manejo.
Como antecedentes relevantes es de destacar que el padre biológico de Héctor
era una persona claramente violenta y agresiva, tanto con la madre como con
Héctor y fallece por accidente de tráfico cuando Héctor tiene ocho años. La
madre describe como Héctor se posiciona de forma muy cercana a la madre
cuando muere el padre y comienza a mostrar conductas muy similares al padre
entre las que se encuentran intentos de dominarla y controlarla, agresividad y
altos niveles de enfado e ira. Cuando la pareja de la madre va a vivir con ellos,
Héctor lo rechaza claramente, escalando la agresividad hacia él. La madre se
posiciona cerca de su hijo, disculpando sus conductas y culpando a su pareja
de ser excesivamente duro con él si le intenta poner límites (miedo a que la
nueva pareja repita el patrón agresivo del primer marido).
A nivel escolar Héctor ha tenido siempre dificultades para rendir de forma
adecuada. En la escuela se ha mostrado siempre inquieto y disperso, con bajo
rendimiento y numerosos castigos. A nivel de amigos siempre ha tenido
dificultades mostrando baja tolerancia a la frustración y conductas muy
impulsivas.
La hipótesis diagnóstica de Héctor es que cumple criterios diagnósticos de
Trastorno por déficit de atención con hiperactividad y Trastorno disocial grave.
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Los factores etiológicos implicados son: altos niveles de impulsividad, bajo
rendimiento académico, modelamiento de conductas agresivas del padre,
carga biológica del padre, estilo de manejo de la madre, estilo de interacción
del nuevo núcleo familiar.
El plan de intervención incluye el Programa de Día en el que se incluye trabajo
pisoterapéutico individual intensivo, convivencia terapéutica con un grupo de
iguales y trabajo académico individualizado. De tal forma paralela se trabajo
con la familia y con la pareja.
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INTERVENCIÓN EN LOS SEAFIs
CASO:
Introducción
En este trabajo se va a tratar de analizar una de las problemáticas en la familia,
con la que nos encontramos muy frecuentemente y que voy a tratar de
describir.
Se trata de cómo intervenir en las familias que se derivan a nuestros equipos
especializados, en el que la situación entre los padres e hijos está muy
deteriorada, habiendo aparecido ya episodios de violencia, en los que ha tenido
que intervenir incluso la policía, y además en los que solo podemos actuar con
los padres puesto que los hijos no quieren venir, ya que suelen considerar que
el problema no corresponde a ellos.
Además en estos casos, ante el grave deterioro de la situación y la presión
familiar y social, los padres plantean opciones extremas, como pueden ser, el
internamiento del menor o su emancipación, tratando de cortar por lo sano,
desesperados de que no es posible ya hacer nada. Muchas veces nos dicen
que ya lo han probado todo y que la situación solo ha hecho que empeorar, que
se está resintiendo su relación de pareja, el trabajo, etc.
Ante este planteamiento del problema de difícil resolución, querría realizar una
división en diferentes momentos del tratamiento, para facilitar su comprensión,
utilizando un caso como paradigmático para ilustrar de forma paralela, las
posibilidades de intervención.
Esquema de actuación:
Estudio de la demanda de los padres: Los padres hartos de haberlo probado
todo, para evitar que se repitan situaciones de violencia y nuevas
intervenciones de la policía, optan por plantear unas medidas que saquen al
menor de la casa. Estas se concretan en dos, según la edad del joven (16):
internamiento o emancipación.
Análisis de la situación
El trabajo de intervención va a durar siempre con la madre y su compañero,
tres meses (entrevistas semanales). En las primeras entrevistas (a veces es
preciso hacerlo en la primera, por el deterioro de los acontecimientos), debe de
hacerse un primer análisis y un diagnóstico de la situación familiar, atendiendo
a todo lo que se juega en lo que se dice, por ejemplo en el caso que presento
en paralelo, de vez en cuando en el discurso de la madre, había una forma de
comparar, o identificar a la hija con el exmarido, este tipo de identificaciones es
demasiado común. Ella veía en su hija similares comportamientos a los de su
ex, en temas de violencia y de abuso de substancias, en el padre era el alcohol
en la hija era el hachís. Este tipo de identificaciones a veces subliminares, no
son nunca buenas, ya que colocan al hijo en el lugar de la confrontación
permanente y no dejan ver las diferencias y cualidades de éste.
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Veamos pues un poco más de este caso para situarnos en el momento inicial
del tratamiento.
Estudio de caso.
Momento de violencia inicial.
El caso llega al SEAFI derivado por el ESB, como es preceptivo, la madre
relata su gran angustia por la relación que mantiene con su hija de 16 años, en
la que se ha producido agresiones.
La demanda habitual de estos casos es de que nosotros como equipo
intervengamos resolviendo el problema, denunciando el caso y forzando el
internamiento institucional si es necesario, o la otra demanda: buscar la
emancipación. En ambos casos desaparece, físicamente, el problema.
No se puede responder a la demanda del usuario, haciéndola propia, sino mas
bien tratar de que se vean distintas opciones, que es difícil de visualizar en
momentos de crisis agudas, donde la violencia es continuada, ofreciendo la
posibilidad de reconducir la situación y volver a la posibilidad de diálogo,
aunque esta parezca inverosímil en esos momentos.
Por todo ello, la atención social no se puede aliar a los padres, buscando “la
tranquilidad” a costa de separar, al menor de los padres, si no que se deben de
buscar otras vías, para volver al diálogo. Tampoco hacer el caso nuestro
asumiendo nosotros la responsabilidad de su resolución. El problema implica a
toda la familia generalmente y debe de entenderse así. La conducción de la
cura tiene que ser en todo momento protagonizada por los padres, que son los
que inician el caso, (en el supuesto que sean otros, ha de implicarse a estos de
igual forma). Nuestro cometido será ayudarles en esa conducción mostrándoles
las carreteras secundarias y principales, analizando con ellos los pros y los
contras, siendo la decisión final la de los usuarios.
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Otra práctica habitual por parte de éstos ante el desbordamiento de la
situación, es la de recurrir a la familia extensa, para que les ayude. Nuestra
adolescente también ha estado una temporada con una tía materna, más
permisiva. Allí duró un mes, hasta que se le planteó después de un tiempo de
espera que tenía que hacer algo con su vida, además de responder a ciertas
normas en la casa. Entonces optó por volver con sus padres.
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En esta primera fase del tratamiento se trata de cortar por todos los medios, la
violencia en la familia, planteando que esta cuestión solo puede traer
consecuencias todavía peores. En este sentido es interesante situar la
subjetividad de los padres, viendo los fantasmas existentes, por ejemplo en
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este caso, aparece la cuestión que es necesario separar, entre lo que pasó con
su marido alcohólico, que aunque no era violento había una lucha constante
por que dejara la bebida... Ella la sitúa también como consumidora de hachís y
otras sustancias e intenta un tratamiento con la psicóloga de la UPC, que no
funciona. Cuando se consigue ver que la chica no es una adicta, que fuma
esporádicamente, como una gran parte de los adolescentes actuales, puede
empezar a separar y desubicarla de este lugar y podrá entonces intentar tener
otra relación con ella. Esta desidentificación de la que hablaba al principio de
este capítulo, es importante hacerla para lograr que se mueva algo la relación
madre-hija, y permita la intervención. En este proceso también a raíz de este
tema, se aprovecha para hablar de cuestiones que mostraban una falta de
asimilación de la separación, no solo por parte de la madre, sino también por
parte de la hija. Había en esta separación muchas cosas tapadas por la madre
(y el hermano mayor como cómplice), para que sus hijos pequeños no
sufrieran. De esta forma el alcoholismo paterno estaba muy mitigado al igual
que las disputas y violencia de la pareja. Este ocultamiento favorece siempre
ciertas idealizaciones y preguntas que no tienen respuesta. En este sentido la
joven reprochaba que no se le hubiera hablado de su enfermedad que le
condujo a la muerte. No le perdona que se enterara tan tarde.
Surgen en este momento por tanto cuestiones que no se habían hablado de la
separación, favorecidas también por haber otro hombre nuevo compañero de la
madre, no porque éste las impidiera sino por que no era cómodo hablar de
aquello delante de él.
Momento de apertura de la comunicación
Después de este momento de cierta apertura en la relación general con el otro,
donde se tratan cuestiones pendientes de la separación, disminuye la
agresividad, se pasa a una fase de mayor comunicación, bajo una tensión que
sigue existiendo, temiendo todos la aparición de nuevos episodios de violencia,
que nadie en el fondo desea. En esta fase se abre la comunicación a los otros
hermanos, para evitar la confrontación directa madre-hija, y que ésta última
aprecie que hay otros adultos que también opinan sobre la situación, así se
evita la polarización del caso y se posibilita de que puedan subjetivarse los
contenidos hacia una simbolización, en la escena familiar, saliendo de una
relación imaginaria paterno-filiar, de dos.
En esta fase también es importante manejar el tema de la relación afectiva, es
decir que todo lo que se ha dicho antes bajo un estado de crispación se
atempere, y se vuelva a un discurso donde exista el cariño y la demostración
de éste y su verbalización, en los momentos de buena relación. Aquí es
importante decir que se la quiere (a pesar de todo), y que no se desea que se
marche. Esta manifestación verbal tiene también efectos, cuando además de
hacerla la madre, la hace el compañero de ésta, de forma sincera.
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Esto no impide que se hable de todo incluso de la emancipación, pero es
importante que se diga que esta no se desea por parte de los padres, si este es
el caso.
Esta renovación del deseo de paternidad, supone a veces un momento de
inflexión, como reconoce la pareja de la madre, un cambio importante en el
tratamiento donde ya se empiezan a abrir otros caminos diferentes a la
violencia.
De forma paralela el grupo de iguales funciona en muchos de estos casos
como un importante sostén de la posición de fuera del adolescente,
permitiendo cierto amparo e incluso un lugar de estancia temporal algunas
noches. Este es un tema delicado y debe de tratarse sin mostrar hostilidad
hacia ellos, ya que esto lejos de mermar la relación, la fortalece. Más bien se
trata de incidir en ver las limitaciones de éstos, confrontando en todo lo posible
las cosas con la situación real social, trabajo, formación, amistad, etc...
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Nuevos episodios violentos
En esta evolución problemática pueden aparecer nuevos sucesos violentos, por
ejemplo enfrentamientos con la policía. El situarse en un grupo de
adolescentes lleva a rozar al principio, a determinados comportamientos
marginales (botellón, pintadas...), no muy graves. Es importante que esto no
llegue a mayores, puesto que la estancia en el grupo se puede consolidar y
llegar a justificar una situación marginal, si el grupo pasa a sustituir en cierta
forma, a la familia. La situación entonces sería más grave, si el adolescente se
identifica con este mundo marginal, víctima de la sociedad, que es la culpable
de todas sus desdichas, pero esto es otro problema que necesitaría de un
análisis mayor.
Este exceso de agresividad a veces necesita de una interpretación para
poderse asimilar e integrar en el discurso familiar. Aparece un odio, siempre
ligado al amor, integrados en la misma pulsión odio-amor. Puede hacerse una
pregunta sobre su origen, que pueda darnos algo de luz sobre estos
comportamientos. En el caso de referencia, surge la falta de asimilación de la
separación y muerte del padre, hace 4 años. La madre reconoce que trató de
preservar demasiado a sus hijos pequeños, de todo el problema de su marido
con el alcohol, como ya hemos visto. La hija ha manifestado su malestar por
que no le avisaron de la importancia de la enfermedad de su padre. Además el
compañero nuevo se introduce hace un año, en sus vidas sin haber tenido
tiempo suficiente de poder haber asimilado la muerte del padre.
Estos temas son importantes que afloren para que cada miembro de la familia,
pueda hacer sus interpretaciones que contribuyan a realizar una construcción
del tema, que pueda finalizar en la asimilación final del problema. También
contribuyen mucho a empatizar y que cada uno pueda entender mejor la
posición del otro, llegando a comprender mejor su forma de actuar.
En este subapartado trato de plantear de que en estas situaciones en las que
incluso interviene la policía, tampoco hay que perder la calma, y pueden ser
también beneficiosas a medio plazo. Ya que el adolescente se confronta con
los límites de la ley, que pueden ejercer también un papel de contención,
aunque en principio no le gusten.
En el caso que seguimos, en general paradigmático, se dieron estos choques
con la policía local, que en este caso se vieron amortiguados, al existir una
sección especial de menores, más comprensiva, dentro de la propia policía.
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Subjetivación del problema
También hubieron charlas que no llegaron a ser ya fuertes entre la madre y los
tres hijos, quedando al margen el compañero de ésta por voluntad propia y por
que en este momento no era necesario. En estas charlas la menor reconoció
algo de su problema, pudo subjetivar que el problema también lo tenía ella,
siendo éste el principio de todo cambio, es decir no se puede cambiar algo, si
no existe una consciencia de que hay un problema que resolver. Esta
interiorización es básica cuando se trabaja con menores, ya que es muy difícil
de que éstos reconozcan de que el problema no es solo de sus padres, sino
que ellos también tienen algo que ver. Y esta cuestión puede facilitarse con el
discurso de los hermanos.
El trabajo terapéutico debería realizarse con los menores y con los padres. No
obstante, en los casos habituales que los adolescentes no quieren venir, sobre
todo en los comienzos del trabajo familiar, es interesante trabajar con los
padres en un primer momento (la madre biológica y el compañero de ésta en el
caso que expongo), haciendo sesiones individuales y de pareja, ya que la
visión de uno puede complementar a la del otro, siempre tratando de buscar
una objetividad en el caso y la necesidad de que exista un acuerdo entre
ambos. En el caso que vemos la valoración de que él empezaba a notar un
cambio en la chica, muy leve pero que podía favorecer el pronóstico, fue muy
importante para demostrar que existían esperanzas de solución.
Etapa de cambio.
Así podemos llegar a esta etapa que a veces como en este caso, puede ser
desesperante, ya que los cambios son pequeñísimos, y hay que seguir
manteniendo la calma, la esperanza, la tranquilidad, etc. Pero a su vez,
muchas veces esta etapa puede ser peligrosa por que puede salir el malestar
acumulado en las anteriores, y ahora que la cosa está más tranquila,
expresarlo, con el peligro que ello comporta de involucionar todo lo conseguido.
En este sentido la regla debe de ser: evitar el reproche, ya que las conductas
pasadas obedecían a otro momento, a otra fase donde la falta de comprensión
de la situación, la aparente falta de comunicación y de diálogo, llevaban al paso
al acto, en forma de fuga, violencia,... La falta de escucha que siente el
adolescente lleva con frecuencia a esta actitud, sin que pueda evitarse. Por
supuesto es fundamental señalar los pequeños cambios que aparecen,
tratando de ver si son especialmente significativos, es decir si determinada
modificación sustancial puede producir una mutación a una nueva etapa.
El futuro
Pensar en retomar los estudios, o buscar un trabajo puede sacar
definitivamente de esta fase de confrontación. El trabajo ofrece la ventaja de
que se consigue un reconocimiento y valoración de lo que se hace, tan
importante para el adolescente, unido a unas normas de funcionamiento de
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respeto, de límites y horarios, que no vienen de los padres, pero que ofrecen
una entrada en el mundo de los adultos, la socialización reconocida...
El reto posterior es tratar de conseguir que después de aceptar estas
responsabilidades que el trabajo conlleva, pueda plantearse de nuevo la
formación para la mejora de su situación.
Pensar en el futuro es ya una forma de salir de la adolescencia centrada en lo
inmediato, ya que trata de controlar los cambios de su entorno, sobre todo los
de su propio cuerpo. Esta proyección muestra una apuesta por el porvenir.
El caso que comento muestra una evolución constante, ya que ahora que se
está manteniendo el trabajo en un lugar difícil para la sujeto (de cajera en un
supermercado con uniforme), plantea la vuelta a los estudios, como en muchos
adolescentes que ven que el trabajo no cualificado no es rentable, ya que
observan que su esfuerzo no está bien recompensado por el dinero que ganan,
con lo cual muchos vuelven a estudiar para buscar otras posibilidades de
empleo futuro, mucho mejores. Este es nuestro caso, llega a concienciarse y
acude voluntariamente a nuestro departamento a informarse de la posibilidad
de hacer un módulo formativo el próximo curso, con el educador del equipo,
para poder mejorar su situación.
Los problemas en las familias son más complejos de lo que se piensa, y
cuando algún sujeto de la estructura familiar cambia de forma notoria, produce
cambios en la propia estructura. La pareja se resiente, otros hijos que
permanecían estables, sintomatizan otras cuestiones y producen nuevas crisis.
Este es el caso de nuestra familia. Ahora es el hermano mediano, que ha
dejado el trabajo en el que no veía un porvenir y está también buscando
empleo, sin demasiadas ganas, así lleva varios meses. La lucha se dirige por
este otro derrotero, pero ahora la forma de asumirla es mucho más precisa y se
nota que se tienen otras estrategias para dominar la nueva situación de crisis,
que no llega nunca a presentarse con violencia.
Todo ello a pesar de que esta nueva situación supone hasta cierto punto un
agotamiento para la madre, que ha comprendido que solo puede esperar,
aguantar y seguir movilizando a sus hijos por la búsqueda de empleo,
reconociendo que ella ha propiciado esta situación por que les ha dado todo
hecho a sus hijos hasta ahora, y estos no han aprendido suficientemente a
enfrentarse con los problemas.
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INTERVENCIÓN DEL EQUIPO DE MEDIDAS JUDICIALES
CASO:
Luis (nombre ficticio) es un joven de 16 años que reside en un municipio
alicantino ubicado en la comarca de la Marina Alta, con una población que
ronda los veinte mil habitantes.
Luis es hijo único y sus padres están separados desde hace varios
años. En el momento en que llega el caso a nuestro equipo, el menor vive con
su madre en un apartamento bien situado que reúne las condiciones mínimas
de habitabilidad. Esta vivienda se tiene en régimen de propiedad con cargas
económicas. La madre acaba de empezar a trabajar en un locutorio telefónico.
Antes de ir a vivir con su madre, Luis estuvo durante ocho años en acogimiento
familiar en familia extensa con sus abuelos. El contacto del hijo con el padre
ha sido esporádico.
El caso de Luis es derivado a nuestro equipo desde la Dirección Territorial de
Bienestar Social (Entidad Pública competente en ese momento en la ejecución
de las medidas judiciales de menores infractores) por un expediente de reforma
cuya apertura fue motivada por un pequeño robo y a partir del cual se acuerda
en sentencia una medida judicial de prestación de servicios en beneficio de la
comunidad. Una vez recibida la medida se asigna el caso a uno de los
técnicos miembro de nuestro equipo.
En primer lugar, contactamos con los servicios sociales municipales que nos
confirman que conocen el caso, ya que la madre acudió solicitando ayuda
debido a los problemas de conducta de su hijo pero reconocen que la
intervención no ha sido posible por no considerar la madre válidas las
propuestas y orientaciones planteadas por el equipo social de base, aún ni
siquiera sin haberlas explorado. El menor también rechaza la intervención.
Según parece, la madre va contactando con distintos profesionales (también
con un gabinete de psicólogos) esperando la confirmación de su “diagnóstico” y
no aceptando otras valoraciones que no sean aquellas que ella considera
válidas.
Paralelamente a este primer contacto con los servicios sociales mantuvimos
varias conversaciones telefónicas con la madre del menor, en la que nos
informó acerca de la situación familiar y de Luis y nos transmitió su angustia
acerca del comportamiento del joven. Se aprecia ya en estas conversaciones
una tendencia a la victimización y una culpabilización constante al ex –marido.
Aprovechando uno de estos contactos telefónicos se cita a los padres y a Luis
para dar inicio a la medida de prestación de servicios en beneficio de la
comunidad. Hay que decir que hasta ese momento no existe ningún
expediente de reforma abierto por maltrato familiar.
La primera entrevista se celebra en las dependencias de los servicios sociales
municipales y acuden los padres y Luis. En ese encuentro Luis ya empieza a
mostrar conductas que nos ponen en alerta, evitando entrar al despacho,
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encerrándose en el baño durante unos veinte minutos sin motivo aparente,
durante la entrevista observamos dificultades en el razonamiento, en el
lenguaje y en la expresión, cierto alejamiento de la realidad, reacciones
incoherentes (risas injustificadas, movimientos corporales extraños, etc.). En
cuanto al padre, se observa una elusión de responsabilidades y un escaso
interés por lo que se habla (hasta el extremo de estar a punto de dormirse en
un momento de la entrevista). La madre exterioriza su angustia y se
considera víctima de la situación.
Tras este primer encuentro citamos a los pocos días a Luis en su domicilio.
Mientras tanto, la madre nos llama con frecuencia por teléfono para
transmitirnos su angustia por las conductas que presenta su hijo. Le
advertimos de que nuestra intervención es puntual ya que debemos dar
cumplimiento a 40 horas de prestación de servicios en beneficio de la
comunidad. Le orientamos para que acuda al SEAFI del municipio pero ella
rechaza esa propuesta ya que no confía en los servicios sociales municipales.
En la segunda cita con Luis seguimos obteniendo información que favorece el
aumento de nuestro nivel de alerta. Los comportamientos del joven son
extraños. Su habitación esta en un estado caótico, con un desorden extremo e
incluso con un “graffiti” pintado en la pared. Nos recibe con la música a un
volumen excesivo, le pedimos que lo baje y le cuesta responder a nuestra
demanda. Se muestra incapaz de centrar la atención en lo que hablamos en la
entrevista.
Seguimos apreciando dificultades en el lenguaje y en las
capacidades de razonamiento, comprensión y reflexión.
Las informaciones que nos transmite la madre van en la misma línea y por ello
le proponemos que pida cita lo antes posible en la Unidad de Salud Mental del
centro de salud municipal.
La siguiente cita con Luis la convocamos fuera del domicilio, para verificar si
es capaz de recordar y asumir ese compromiso. El joven no acude a la
entrevista. Por ello, y dada la situación, en la cual es prioritario ver al joven al
margen de verificar si es capaz de cumplir compromisos, decidimos mantener
los encuentros en su casa.
En estos encuentros y en las informaciones que nos transmite la madre vemos
un deterioro de la situación que nos llevan a pensar en un pronóstico
preocupante. Además, a pesar de la angustia que la madre nos transmite,
deja pasar mucho tiempo antes de concertar la cita en la Unidad de Salud
Mental, lo que evidencia cierta dejación de responsabilidades. De hecho, a
partir de nuestra observación vemos que el modelo educativo empleado no es
el adecuado.
Poco tiempo después la madre denuncia a Luis por agresión y es en ese
momento cuando nos llega desde el Juzgado de Menores un auto judicial en el
que se impone una medida cautelar de libertad vigilada por presunto delito de
maltrato familiar. La recepción de esta medida nos permite modificar nuestra
orientación y darle prioridad a esta intervención, relegando a un segundo plano
la ejecución de la prestación de servicios en beneficio de la comunidad que
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había propiciado nuestros primeros contactos con este caso. De hecho, en
esos momentos y en el estado en que se encuentra Luis no le vemos capaz de
llevar a cabo la prestación.
La madre, impotente, solicita la ayuda del ex –marido y Luis se marcha unos
días a vivir con su padre. Este cambio, lejos de ser un desahogo para todos y
favorecer una mejoría de la situación, evidencia las incapacidades del padre a
la hora de educar, mostrando una total incapacidad para poner límites y
accediendo a todo lo que le pide Luis, fundamentalmente dinero (“como mi
comida no le gusta, le doy dinero y que se vaya a comer por ahí”).
Continuando con las prioridades de esta intervención, finalmente se concierta
una cita con la Unidad de Salud Mental del municipio pero el joven se niega a
acompañar a la madre.
En nuestras entrevistas con el menor se suceden los indicadores que
aconsejan cada vez con mayor contundencia la inviabilidad e insuficiencia de
un tratamiento ambulatorio en salud mental así como la imposibilidad de
intervenir con este joven a través de una medida judicial de medio abierto. Hay
comportamientos que nos llevan a esa conclusión: hostigar constantemente a
la madre, no dejarla dormir tranquila exigiéndole que se acueste en la misma
cama, abrir el balcón a altas horas de la madrugada a pesar de ser invierno,
tener la música a todo volumen durante la noche, agresividad, exigir
constantemente dinero a la madre, apreciar
en nuestras entrevistas
alejamiento de la realidad, intentar interrumpir uno de nuestros encuentros, a
media tarde, para cocinarse comida, fantasear con una catana que tiene en
su habitación, estar viendo junto a él el desorden absoluto y caótico que reina
en su habitación e insistir el joven en que la habitación está ordenada, etcétera.
Por otra parte, verificamos como Luis es incapaz de comprender el sentido de
la libertad vigilada cautelar a la que está sometido y, en consecuencia, no
puede asumir ninguno de los compromisos y obligaciones que se derivan de la
ejecución de la medida. El joven no presenta ningún sentimiento de culpa ni
arrepentimiento, y no parece ser consciente de su comportamiento.
La situación expuesta nos lleva a elaborar informe de incidencia dirigido al
Equipo Técnico de Fiscalía de Menores en el que se solicita un internamiento
en un centro terapéutico de tal manera que Luis pueda recibir la ayuda que
necesita y descartar cualquier patología. En este informe se argumenta la
imposibilidad de atender al menor desde una medida judicial de medio abierto.
Para tomar esta decisión también se valoran los riesgos evidentes que existen
para la integridad física de la madre e incluso para el propio menor.
Finalmente, tras valorar la situación se decide por parte del Juez de Menores la
modificación de la medida de libertad vigilada cautelar por un internamiento
cautelar en un centro terapéutico de Valencia.
*Este caso paradigmático correspondería a uno de los dos grupos de casos
que recogemos en el punto uno del documento que nuestro equipo presenta
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para este proyecto Daphne: se trata de aquellos casos de maltrato intrafamiliar
cuya intervención no ha podido ser completada dentro del medio abierto por su
especial gravedad, siendo necesario el internamiento.
Antonio Ortega-Joan Font (Educadores Sociales)
Equipo de Medidas Judiciales-Asociación Los Arcos de Altea
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