EL-MAESTRO-DE-CEREMONIAS

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DEL SER AL HACER DE MAESTRO DE CEREMONIAS.
La figura del maestro de ceremonias es importantísima, mucho más de lo
que parece ser. No es exagerado decir que el éxito o el fracaso de un
acto o ceremonia depende en gran medida de la habilidad de esta figura,
que algunos piensan equivocadamente que está en vías de extinción.
Esto último lo digo porque de un tiempo para acá a veces se da el caso
de que la figura del maestro de ceremonias permanece oculta del
escenario, es decir, tras bambalinas, y sólo se escucha su voz, de tal
manera que uno siente que está hablando el Big Brother, y no un
maestro de ceremonias de carne y hueso.
Esto viene a colación porque no hace mucho tuve la oportunidad de
asistir a un exitoso Congreso Nacional de la Sociedad Mexicana de
Criminología en el Teatro de la República de la ciudad de Querétaro,
cuya conducción de la ceremonia inaugural, para mi sorpresa, estuvo a
cargo de la voz de un maestro de ceremonias oculto, lo que revela la
tendencia de suprimir la figura del maestro de ceremonias y quedarse
solo con su voz, lo que pienso no prosperará, pues la presencia humana
no es posible sustituirla por una voz impersonal que no se sabe de
dónde proviene, si de atrás de las cortinas o de las alturas.
Asentado lo anterior, y concluyendo que la figura del maestro de
ceremonias es insuprimible, paso a referirme al ser y el hacer de este
personaje, no sin antes decir que en nuestro medio no abundan y que
más bien hay carencia de ellos, lo que se hace notorio y pone en serios
aprietos a los organizadores de actos oficiales y académicos, que no
hallan para dónde voltear, haciéndolo muchas veces para el lado
equivocado por la escasez de conocedores del oficio, que se cuentan con
los dedos de una mano.
De entrada puedo decir, pues, que hace falta, mucha falta, la formación
de maestros de ceremonias, que conozcan y dominen el ser y el hacer de
su importante papel. Ser maestro de ceremonias entraña ponerse al
frente de una ceremonia, para conducirla de p rincipio a fin, de manera
apropiada
y
sobria.
Para
hacerlo,
se
requiere
obviamente
el
conocimiento y dominio de las técnicas adecuadas, que paso a sugerir
sin ánimo de pontificar y que dividiré en lo que el maestro de
ceremonias debe hacer y en lo que no d ebe hacer.
Lo que el maestro de ceremonias debe hacer:
1. Deberá tener un control absoluto del manejo manual del micrófono,
pues verlo batallar para encenderlo, así como darle golpecitos para ver
si ya está encendido o decir bueno, bueno, para certificar s i se escucha;
es malo, malo, o cuando menos risible.
2. Por anticipado, deberá pensar, en quiénes es probable que sean las
autoridades que. presidan el acto o ceremonia, y apuntar sus nombres
en tarjetas de papel brístol en media carta, en estricto orden j erárquico,
dejando buen espacio entre nombres y cargos, para que pueda testar el
nombre de la autoridad que no asista y escribir a mano el nombre de su
representante, el cual no podrá conocer sino minutos antes de empezar
el evento.
3. El orden jerárquico en la presentación de las autoridades es vital y
tiene que ver con la supervivencia política del maestro de ceremonias,
toda vez que si se nombra después a alguien que debe ir antes, con toda
seguridad esto acarreará al maestro de ceremonias la enemistad d el
relegado, no se diga si es un evento político. Peor todavía si se omite
por la precipitación de la presentación de alguien, ya que éste pensará
que ello fue hecho con toda intención de ningunearlo y sobrevendrá
sobre el maestro de ceremonias, ya no un o dio jarocho, sino un odio
tabasqueño, que es peor todavía.
4. El maestro de ceremonias debe ser breve y sobrio. Por tal razón
deberá hacer una introducción del acto de manera bastante breve y la
presentación de cada número del programa todavía más breve y sobria.
Hubo y hay maestros de ceremonias que echan mano de un rollo en la
presentación de cada número, con lo cual pueden dar al traste con
cualquier ceremonia, al prolongar con veinte minutos o media hora más
una ceremonia que estaba programada para cuar enta y cinco minutos o
máximo una hora. Mucho menos tapará con un rollo al orador oficial o
principal del acto.
5. El verdadero maestro de ceremonias es como el réfere de una pelea
de box, deberá sentirse pero no verse, mucho menos taparle al público a
las figuras principales.
6. El maestro de ceremonias debe tener la suficiente agilidad mental
para asimilar los cambios o variaciones del programa, que casi siempre
ocurren, así como saber a quiénes hacerle caso en esos cambios, porque
a veces hay varios que quieren hacer sentir su autoridad y transmiten
mensajes confusos y contradictorios.
Lo que el maestro de ceremonias no debe hacer:
1. El maestro de ceremonias no debe buscar su lucimiento personal, sino
el lucimiento de la ceremonia, en ello está su funció n y cometido, así
como su mayor satisfacción.
2. El maestro de ceremonias no debe pasársela pidiendo aplausos para
los que intervienen en los números del programa, pues es de pésimo
gusto, además de que tal actitud puede llegar a parecerle al público
chocante. El aplauso debe ser espontáneo y brotará así, si el maestro de
ceremonias sabe provocarlo con el manejo adecuado de su voz.
3. El maestro de ceremonias no debe ser lambiscón y pasársela
elogiando exageradamente a los que presiden el acto o ceremonia, ni a
los que se encuentran en el entorno. No hace mucho, presencié a un
maestro de ceremonias que, previo al inicio del acto, se dedicó a repartir
elogios desmesurados a diestra y siniestra a quienes veía en las
cercanías de la tribuna, con un esfuerzo dig no de mejor causa.
4. El maestro de ceremonias no debe equivocarse en el nombre o
apellidos de quienes presiden el acto o ceremonia. Tales errores son de
los que más se cometen, los más fáciles de advertir por el público y los
que pueden acarrear rencores de parte del dueño del nombre y los
apellidos. Esos errores se evitarán, anotando en las tarjetas de manera
bien clara los nombres de los integrantes del presidium, pese a que sean
bastante familiares, toda vez que el nerviosismo o las presiones pueden
llevar a cambiar el nombre, a invertir los apellidos y aun a olvidar el
nombre por completo sin importar que se lleven años y años tratando al
olvidado.
5. Finalmente, el maestro de ceremonias no deberá hablar en primera
persona, ni mucho menos adoptar una ac titud como si fuera de los
organizadores del acto. Dije.
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