¡Ser catequista es maravilloso! María Alejandrina Ladino Tabaco

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¡Ser catequista es maravilloso!
María Alejandrina Ladino Tabaco, hija de Buenaventura
Ladino y María Margarita Tabaco, nació el 5 julio de 1969
en Ubaté parroquia Santo Cristo. Esposa de Uriel Murcia
y madre de Nelly Constanza (en el mes de febrero
cumple quince años), María Angélica (13) y Edwin
Armando (11).
Forma parte de una familia bastante católica: su padre perteneció por un
buen tiempo a la adoración nocturna; su madre en la juventud fue
catequista. A su esposo lo conoció siendo catequista él, pero debido a su
trabajo tuvo que retirarse.
Su vocación catequística nace a partir de la motivación e invitación de los
seminaristas que se hospedaban en la casa de sus padres. Empezó como
asesora de infancia misionera hacia los trece años, allí estuvo por dos años.
Luego se vinculó al grupo de catequistas siendo párroco el padre Bernardo
Torres quien empezó a colaborarle en su formación catequística
enviándola a los cursos programados y animados por el Instituto
Catequístico.
La labor como catequista la inicia en compañía de su hermano mayor quien
fue su catequista en la preparación para la primera Eucaristía. A nivel de la
parroquia cada mes tenía encuentro con todos los catequistas los
segundos sábados de 8 a.m. a 4 p.m. donde recibían formación y
compartían con todos los compañeros. Esto hizo que su vocación creciera
más.
Después, el nuevo párroco, padre Adolfo Prieto, quien fue su director
espiritual, continuó con la formación del Instituto Catequístico y con las
convivencias para los catequistas. Allí aprendió que debía ser catequista de
una parroquia y no de un párroco; el párroco se va cuando lo cambian y la
parroquia continúa. Esto porque algunos compañeros eran catequistas
mientras estaba determinado sacerdote y al irse se retiraban.
Ser catequista siendo joven no es fácil, pero tampoco imposible. Son varias
las dificultades pero con el apoyo de algunas personas que están a nuestro
lado y la oración puede uno superarlas.
Da infinitas gracias a Dios por dos jóvenes misioneros: Manuel Darío y Juan
Manuel, que la apoyaron, guiaron y animaron para continuar con su
vocación. Pide a Dios que donde estén los bendiga por la luz que pusieron
en su camino.
Después de casarse se retiró de la catequesis por un tiempo debido a que
la atención de sus hijos no le permitía compartir su tiempo con la misión
como catequista. Se reintegra nuevamente al grupo de catequistas por la
invitación que le hace el padre Antonio Rivera, párroco de su nueva
parroquia san Pedro y san Pablo. Se vincula con el apoyo de su esposo y la
ayuda de sus hijos.
Se siente feliz por esta vocación que Dios le ha regalado, pues el ser
catequista le ha ayudado a que en su hogar se viva el amor, el respeto y la
unión. Quince años de feliz matrimonio.
Da gracias a Dios, a María Oliva Gutiérrez, a Yolanda Valero y a muchos
catequistas del Instituto que con su forma der ser le han dado un gran
ejemplo de ser catequistas y la han motivado a continuar adelante. Ora
por su párroco padre William Velásquez para que Dios los siga bendiciendo
con muchos dones para que continúe ayudando y guiando a cada miembro
de la comunidad parroquial.
Alejandrina quiere enviar el siguiente mensaje a los catequistas: “A mis
hermanos catequistas, ¡ánimo! No es fácil ser un buen catequista. Esa
vocación no es porque sí, sino un regalo de Dios. Miles y miles de oraciones
para que podamos cumplir con esta misión. La oración es el arma más
poderosa para poder llegar muy, muy, lejos. ¡Ánimo! No tengan miedo
pues Dios coloca cada palabra en nuestra boca. Ser catequista es
maravilloso”.
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