Las relaciones cívico-militares en tiempo de conflicto armado: teoría

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FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y POLÍTICAS
RED NACIONAL UNIVERSITARIA
SYLLABUS
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas
Relaciones Internacionales
SEXTO
TEORIA DE RELACIONES INTERNACIONALES III
ELABORADO POR: LIC. ROXANA FORTEZA
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UDABOL
UNIVERSIDAD DE AQUINO BOLIVIA
Acreditada como PLENA mediante R.M. 288/01
VISIÓN DE LA UNIVERSIDAD
Ser la Universidad líder en calidad educativa.
MISIÓN DE LA UNIVERSIDAD
Desarrollar la Educación Superior Universitaria con calidad y competitividad al
servicio de la sociedad.
Estimado (a) estudiante:
El sylabus que ponemos en tus manos es el fruto del trabajo intelectual de tus docentes quienes
han puesto sus mejores empeños en la planificación de los procesos de enseñanza para brindarte
una educación de la más alta calidad. Este documento te servirá de guía para organices mejor tus
procesos de aprendizaje y los hagas mucho mas productivos.
Esperamos que sepas apreciarlo y cuidarlo.
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SYLLABUS GENERICO
TEORIA DE
RELACIONES
INTERNACIONALES III
CCP-600
CCP-500
80 horas
80
0
4
Asignatura:
Código:
Requisito:
Carga Horaria:
Horas Teóricas
Horas Practicas
Créditos:
I. OBJETIVOS GENERALES DE LA ASIGNATURA.
El objetivo del curso de Teorías de Relaciones Internacionales en sus tres semestres, es buscar
que el alumno tenga una base de conocimiento que le permita entender las teorías o corrientes de
Relaciones Internacionales y la forma de actuar de los Estados dependiendo de estas teorias.
Asimismo, se intenta brindar una visión clara de las influencias que les ha tocado dar a las
diferentes ideologías, las cuales han dado lugar a comportamientos determinados por los países
en cada etapa de la historia del mundo. Por otro lado, también se busca que los estudiantes
dominen las teorías de Relaciones Internacionales, a fin de que las mismas les permitan planificar
un método de análisis del comportamiento internacional, a fin de desarrollar nuestra propia
estrategia y alternativas de acción
III. PROGRAMA ANALITICO
UNIDAD I:
Tema 1. Enfoques Teóricos de las Relaciones internacionales
UNIDAD II:
Tema 2. Teoría de la Toma de Decisiones
UNIDAD III
Tema 3. Teoría de Interdependencia
Tema 4. Teoría de la integración Internacional, Regionalismo y Cohesión de las
alianzas
4.1 Teoría Funcionalista
4.2 Teoría Neo Funcional
Tema 5. Los Regimenes Internacionales
Unidad IV
Tema 6. Teoría de las imágenes y percepciones
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UNIDAD V
Tema 7. Teoría Realista y el enfoque del Poder
Unidad VI
Tema 8 Teorías de Juegos Aplicadas a la negociación internacional
UNIDAD VII
Tema 9. Teoría Sistémica de las Relaciones Internacionales
Tema 10. Orden Internacional
Teorías Reflectivistas
1.1 Teoría Crítica
1.2 Teoría Feminista
1.3 Teoría Normativa
1.4 Teoría Sociológica Histórica
1.5 Teoría Post moderna
Tema 2: Formulaciones Teóricas Latinoamericanas Contemporáneas
2.1.
2.2
2.3
2.5
2.6
2.7
2.8
2.9
2.10
2.11
2.12
2-13
Fuentes Doctrinarias y epistemológicas del pensamiento latinoamericano
Integración y Cooperación Internacional
Teoría del Desarrollo
enfoques de la Dependencia
Dependencia y desarrollo en América Latina
Aplicación modélica centro-periferia en la perspectiva de Ferrer
Actualidad del pensamiento Cepalino: críticas y vigencia
De la negación Latinoamericana al reconocimiento del norte
Rasgos Permanentes del Estructuralismo Latinoamericano
Neoliberalismo
Critica Neoliberal al cepalismo
Neoliberalismo y relaciones internacionales: el retorno del Leviatan
III.
BRIGADAS UDABOL.
Las Brigadas están destinadas a incidir de manera significativa en la formación profesional
integral de nuestros estudiantes y revelan las enormes potencialidades que presenta esta
modalidad de la educación superior no solamente para que conozcan a fondo la realidad del
país y se formen de manera integral, sino, además, para que incorporen a su preparación
académica los problemas de la vida real a los que resulta imperativo encontrar soluciones
desde el campo profesional en el que cada uno se desempeñará.
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El trabajo de las Brigadas permite que nuestros estudiantes se conviertan a mediano plazo
en verdaderos investigadores, capaces de elaborar y acometer proyectos de desarrollo
comunitario a la vez que se acostumbren a trabajar en equipos interdisciplinarios o
multidisciplinarios como corresponde al desarrollo alcanzado por la ciencia y la tecnología en
los tiempos actuales.
La ejecución de diferentes programas de interacción social y la elaboración e
implementación de proyectos de desarrollo comunitario derivados de dichos programas
confiere a los estudiantes, quienes son, sin dudas, los más beneficiados con esta iniciativa,
la posibilidad de:
-
Desarrollar sus prácticas pre-profesionales en condiciones reales y tutorados por sus
docentes con procesos académicos de enseñanza y aprendizaje de verdadera “aula
abierta”
-
Trabajar en equipos, habituándose a ser parte integral de un todo que funciona como
unidad, desarrollando un lenguaje común, criterios y opiniones comunes y planteándose
metas y objetivos comunes para dar soluciones en común a los problemas.
-
Realizar investigaciones multidisciplinarias en un momento histórico en que la ciencia
atraviesa una etapa de diferenciación y en que los avances tecnológicos conllevan la
aparición de nuevas y más delimitadas especialidades.
-
Desarrollar una mentalidad, crítica y solidaria, con plena conciencia de nuestra realidad
nacional.
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ACTIVIDADES A REALIZAR VINCULADAS CON LOS CONTENIDOS DE LA MATERIA
TAREAS
TEMA(S)
PROPUESTAS
QUE
CON
LOS LUGAR DE ACCIÓN
FECHA
PREVISTA
SE RELACIONA
Participación
activa
y
Consulado de Chile,
coordinada en la visita de los Unidad III: tema 4, 5, 6
Consulado
alumnos
a
consulados
de
la
los
diferentes
Argentina,
Consulado
y
Dirección
del Brasil
y Oficina
Regional de Cancillería
Regional de Cancilleria
en la Prefectura del
Departamento
Prácticas
reales
sobre Unidad I: .
Santa
aplicación de los conocimientos UnidadII: Unidad
Cruz
de
la
Sierra, ciudad capital
adquiridos el análisis de las
RRIOI
Participación en la IV Jornadas Unidad I, II, III,
UTEPSA
Latinoamericanas de Historia
de Relaciones
Internacionales
Participación y organización de Unidad I,II,III
Oficina
Regional
actividades con el Instituto de
Cancilleria
de
Relaciones Internacionales de
Santa Cruz
Viaje a Chile al VI Encuentro de Unidad I,II,III
Historiadores
e
Iquique - Chile
Intelectuales
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Bolivia – Chile
IV.- EVALUACION DE LA ASIGNATURA

Procesual o Formativa
A lo largo del semestre se realizaran exposiciones, work papers, lectura de obras, DIF además de
otras actividades en aula: también se contaran los trabajos en campo de las brigadas en los
diferentes eventos de historia. Todos ellos se evaluaran sobre 50 puntos

De Resultados de los Procesos de Aprendizaje o Sumativa
Se realizaran dos evaluaciones parciales con contenido teórico y práctico. La evaluación final
consistirá en un examen escrito y en la presentación de documentos resultantes del trabajo
practico
V BIBLIOGRAFIA
Forteza, Roxana. Apuntes Sobre Teorías de Relaciones Internacionales. Ed. Alar. Santa Cruz,
Bolivia 2005.
Bernal – Mesa, Raúl. América Latina en el Mundo: El pensamiento latinoamericano y la teoría
de relaciones internacionales. Nuevohacer. Grupo Editora Latinoamericano. 1ed. Buenos AiresArgentina 2005.
VI. CONTROL DE EVALUACIONES.
1° evaluación parcial
Fecha:
Nota:
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2° evaluación parcial
Fecha:
Nota:
Examen final
Fecha:
Nota:
APUNTES
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VII.- PLAN CALENDARIO
SEMANA
1ra.
2da.
3ra.
4ta.
5ta.
6ta.
7ma.
8va.
9na.
10ma.
11ra.
12da.
13ra.
14ta.
15ta.
ACTIVIDADES ACADÉMICAS
Avance de
materia
Avance de
materia
Avance de
materia
Avance de
materia
Avance de
materia
Avance de
materia
Avance de
materia
Avance de
materia
Avance de
materia
Avance de
materia
Avance de
materia
Avance de
materia
Avance de
materia
Avance de
materia
Avance de
materia
OBSERVACIONES
Tema I
Tema I
Tema II
Tema II
Tema III
Primera Evaluación
Tema IV
Tema V
Tema VI
Tema VII
Tema VII
Tema VIII
Segunda Evaluación
Tema IX
Tema X
Tema XI
Tema XII
16ma.
Evaluación final
Presentación de Notas
17va.
Evaluación final
Presentación de Notas
18na.
Evaluación del segundo turno
Presentación de Notas
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PROGRAMA DE CONTROL DE CALIDAD
WORK PAPER # 1
UNIDAD O TEMA: Unidad I, tema I
TITULO: Las relaciones cívico-militares en tiempo de conflicto
armado: teoría y práctica
FECHA DE ENTREGA:
PERIODO DE EVALUACIÓN: Primera Evaluación.-
Las relaciones cívico-militares en tiempo de conflicto armado: teoría y práctica
La relación entre las actividades humanitarias y las actividades militares, así como la cooperación
entre quienes las despliegan, ocupan un lugar destacado en el actual debate internacional sobre
la gestión de situaciones de crisis. En término generales, hay que congratularse por los cambios
que hoy hacen posible que las organizaciones militares y las organizaciones humanitarias actúen
de manera concertada y coordinen sus respectivas actividades en relación con un creciente
número de conflictos.
Junto con una participación más frecuente de las fuerzas militares en la gestión de situaciones de
crisis desde finales de la guerra fría, se observa una tendencia política a ampliar el ámbito de las
actividades de las misiones militares. Ello merece detenida consideración y análisis. Las
denominadas operaciones multidimensionales de consolidación de la paz pueden abarcar tareas
de índole civil y humanitaria, e incluso concentrarse en ellas. Esta extensión podría desembocar
en relaciones potencialmente problemáticas e incluso competitivas entre las organizaciones
militares y las organizaciones humanitarias; pero más grave aún sería que llegue a difuminarse la
frontera entre la acción humanitaria y la acción militar, pues podría verse socavado el concepto
mismo de acción humanitaria, que es la piedra angular de las actividades y del cometido del
CICR.
La Comisión Independiente sobre Kosovo resume diáfanamente el problema en un reciente
informe, señalando que la misión humanitaria fundamental de proteger la vida y la seguridad de la
población civil está precisamente sitiada en una intervención militar, y se interroga sobre cómo
podrían las organizaciones humanitarias entablar relaciones de trabajo más estrechas y continuas
con las organizaciones militares sin poner en entredicho su misión. [1]
El CICR considera que la presencia simultánea de organizaciones humanitarias y de fuerzas de
mantenimiento o de imposición de la paz en situaciones de conflicto armado o de violencia interna,
exige un enfoque complementario en dos vertientes: por un lado, la contribución a la solución
política del conflicto en la cual se tengan en cuenta las causas subyacentes de éste, y por otro, la
mitigación del sufrimiento de la población civil provocado por la crisis. Los principios
fundamentales de imparcialidad, neutralidad e independencia que sustentan la labor del CICR
reflejan esta necesaria distinción entre acción política –de la cual se deriva la acción militar– y la
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acción humanitaria, que debiera estar exclusivamente determinada por las necesidades de las
personas afectadas por los conflictos.
En el seno de la OTAN, la Unión Europea (UE) y las Naciones Unidas se observa una significativa
evolución que tendrá consecuencias de peso para las relaciones cívico-militares. La OTAN está
estableciendo nuevas unidades de asuntos civiles y modificando su doctrina sobre Cooperación
cívico-militar. La Unión Europea estableció recientemente varios comités para tratar de los
aspectos civiles y militares de la gestión de situaciones de crisis. Se prevé que para el 2003 esté
lista para funcionar una "fuerza de reacción rápida" mayoritariamente europea (60.000 efectivos)
para cumplir con las denominadas "misiones de Petersberg", relativas a "misiones humanitarias y
de rescate, misiones de mantenimiento de la paz, y misiones en que intervengan fuerzas de
combate para la gestión de crisis, incluidas las misiones de restablecimiento de la paz", de
conformidad con el artículo 17 del Tratado de la Unión Europea. Aún no se ha determinado en
detalle las acciones que esas misiones podrán llevar a cabo.
Las Naciones Unidas, a su vez, están examinando los cauces para poner en práctica las
recomendaciones formuladas en el Informe Brahimi, de agosto del 2000, en el cual se examinan
en detalle varios aspectos de las operaciones de mantenimiento de la paz [2]. En el informe se
exhorta a la adopción de un enfoque más amplio e integrado en el mantenimiento de la paz, de
manera que se tengan presente los aspectos humanitarios de las misiones de esa índole.
La finalidad del presente artículo es examinar esos acontecimientos, así como plantear y analizar
las principales opciones abiertas al CICR en los planos estratégico y operativo. A la luz de estas
consideraciones, trazaremos un panorama general de la postura del CICR con respecto a las
relaciones y a la cooperación entre la Institución y las misiones militares internacionales.
En este artículo, las referencias a la participación militar en las actividades humanitarias aluden
exclusivamente a la participación de fuerzas militares multinacionales en situaciones asociadas a
conflictos armados. No trata de la participación militar en la prestación de ayuda humanitaria en
caso de desastres naturales o tecnológicos, ni de la intervención de las fuerzas armadas
nacionales con fines humanitarios.
La función de las fuerzas militares en la gestión de crisis posteriores a la guerra fría
En el transcurso del último decenio, se han combinado varios factores que guardan relación entre
sí para alentar una mayor participación militar en la gestión de situaciones de crisis. Todos estos
factores se derivan del fin de la guerra fría.
Ÿ Reformas al interior de las fuerzas armadas - En varios países las fuerzas armadas se
encuentran en fase de transición. Dado que hoy el riesgo de una agresión externa ha disminuido
de manera significativa, el tradicional énfasis en la defensa territorial se ha desplazado en cierta
medida a otras funciones, incluidas las operaciones de apoyo a la paz, como se suele denominar
a las misiones militares en situaciones de conflicto, y de ayuda de urgencia en caso de catástrofes
naturales. Así, los Estados estudian diversas modalidades para aprovechar la capacidad militar en
nuevas tareas. El envío de fuerzas armadas a regiones en crisis y la asignación de actividades
humanitarias a las fuerzas armadas se considera, por lo menos en ciertas situaciones, una opción
viable e incluso deseable, que aporta a las fuerzas armadas una nueva y adicional finalidad.
Ÿ La cambiante naturaleza de los conflictos - La evolución geopolítica en los últimos diez años ha
provocado un nuevo tipo de conflicto. El fin de la guerra fría puso término a una serie de guerras
atizadas por terceros, pero también incrementó la vulnerabilidad de los Estados débiles a
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disturbios internos y, en algunos casos, llevó a la desintegración de éstos en Estados fallidos,
desgarrados por enfrentamientos armados entre una horda de núcleos de poder locales. Una de
las facetas más inquietantes de estos nuevos conflictos es que, muy a menudo, las personas
civiles ya no se ven "atrapadas en medio del fuego cruzado" sino que deliberadamente son blanco
de ataques debido a su identidad como miembros de determinado grupo de la sociedad. El alto
precio que ha honrado la población civil y la desestabilización de regiones enteras han
determinado la creciente necesidad de la intervención militar para restablecer la paz y la
seguridad.
Ÿ Evolución de la función del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas - El Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas ha adquirido nueva importancia. Existe hoy mayor probabilidad
que durante la guerra fría de que los Miembros permanentes lleguen a un consenso en favor de la
intervención militar atendiendo a razones humanitarias, o por lo menos, de que se abstengan de
hacer uso de su derecho de veto en tales circunstancias. Ello ha aportado un mayor margen de
maniobra no sólo en el mantenimiento de la paz sino también en la imposición de la paz.
Particularmente desde la Guerra del Golfo librada en 1991, el Consejo de Seguridad ha ampliado
el ámbito de lo que considera "amenaza a la paz, quebrantamiento de la paz o acto de agresión",
conforme al sentido del artículo 39 de la Carta de las Naciones Unidas. De esta manera, se ha
ocupado de guerras civiles y emergencias como las de Irak, Somalia, Angola, Liberia, la República
Centroafricana, la antigua Yugoslavia y Timor Oriental.
Al sopesar opciones para la gestión de situaciones de crisis, la labor humanitaria aparece como
una esfera respecto de la cual los Estados pueden lograr consensos con mayor facilidad que con
respecto a una intervención de índole política o exclusivamente militar. Un indicio de esta
tendencia se observa en la cada vez más asidua inclusión de la palabra "humanitario" en
resoluciones del Consejo de Seguridad relativas a las repercusiones de la guerra. Sometidos a
presión por parte de la opinión pública –sustentada por los medios de comunicación–, los órganos
políticos suelen tener la impresión de que "algo se debe hacer" al respecto.
Ÿ A comienzos del decenio de 1990, las Naciones Unidas, en particular en su Programa de Paz,
avanzaron el postulado de que en adelante no sería posible disociar las cuestiones humanitarias
del más amplio problema de la paz y la seguridad [3]. Con esta consideración presente, el
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas intenta dar cabida a problemas de carácter
humanitario, atendiendo a su dimensión y a sus eventuales repercusiones.
Ÿ Estas consideraciones y sus consecuencias han llevado a las Naciones Unidas a concebir un
enfoque integrado y han repercutido en la tendencia a combinar la acción militar y la acción
humanitaria en el mantenimiento de la paz.
Evolución del mantenimiento de la paz
Ÿ De manera tradicional, las operaciones de mantenimiento de la paz se han sujetado a los
principios del consentimiento (entendido como el consentimiento de las partes beligerantes para la
ejecución de la operación en cuestión), y del recurso a la fuerza únicamente en caso de legítima
defensa. Las misiones de esta índole han abarcado la vigilancia y la supervisión del cumplimiento
de acuerdos de cesación del fuego y de armisticio, la observación en zonas fronterizas, el
establecimiento de zonas de separación entre beligerantes, la asistencia en el retiro de tropas, y la
vigilancia u organización de elecciones. Algunas de estas operaciones, que en su totalidad se han
emprendido previa invitación de Gobiernos soberanos, han incluido tareas de orden humanitario, a
nivel local y como medida auxiliar (Golán, Sahara Occidental, Gaza, Chipre, Congo, etc.). Ello no
ha conllevado, sin embargo, una estrecha relación con las organizaciones humanitarias, que a
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menudo no realizaban actividades en la misma región o mantenían apenas una presencia limitada
allí.
Ÿ Ante la aparición de nuevos tipos de conflictos particularmente mortíferos entre facciones
beligerantes dentro de un mismo Estado, el concepto de operaciones de mantenimiento de la paz
comenzó a evolucionar durante el decenio de 1990. A raíz de la intervención en el norte de Irak en
1991, y más específicamente luego de la caída del gobierno de Somalia a fines de ese año, vieron
la luz por vez primera las operaciones de imposición de la paz. Estas operaciones surgieron ante
acontecimientos que no constituían necesariamente amenazas para la seguridad internacional,
pero que sí justificaban una intervención a tenor del Capítulo VII de la Carta de las Naciones
Unidas (imposición de la paz) con el fin de resolver una "crisis humanitaria". Mediante su
resolución 794 (Somalia), el Consejo de Seguridad amplió la noción de "amenaza a la paz,
quebrantamiento de la paz o acto de agresión" para incluir la intervención con el propósito de
prestar
asistencia
humanitaria.
Ÿ El desplazamiento del concepto operacional hacia un concepto de imposición de la paz ha
coincidido, pues, con la participación más directa de las fuerzas militares en las actividades de
índole humanitaria. De hecho, algunas de las tareas encomendadas al personal de mantenimiento
de la paz (por ejemplo, la entrega de suministros de socorro) han dejado de ser claramente
distintas del trabajo humanitario. En ciertos casos, esta confusión de responsabilidades se ha visto
agravada por la falta de claridad de los objetivos políticos de las operaciones de mantenimiento y
de imposición de la paz y la deficiente definición de los cometidos para tales operaciones.
Ÿ Desde un inicio, el CICR se percató del peligro de integrar los esfuerzos humanitarios en un
proceso político y, por ende, de su politización. Por consiguiente, hizo falta reafirmar la necesidad
de que las gestiones políticas destinadas a la resolución de conflictos (y el apoyo militar requerido)
estén claramente diferenciadas de la acción humanitaria, que no puede estar en modo alguno
subordinada a los objetivos políticos de las operaciones de mantenimiento de la paz. Por esta
razón, a comienzos del decenio de 1990, el CICR empezó a abogar por el concepto de un espacio
humanitario, esto es, un espacio para la acción humanitaria neutral e imparcial en medio de un
conflicto.
Ÿ En la ejecución de cometidos más amplios en relación con los conflictos armados, las fuerzas
de las Naciones Unidas han debido abordar problemas completamente nuevos tales como los
relativos a los métodos y medios de combate, la detención de prisioneros y la protección de la
población civil. Surgió, pues, como preocupación, la aplicabilidad de derecho internacional
humanitario a las fuerzas de mantenimiento de la paz. Ello indujo al CICR y a la Secretaría de la
ONU a elaborar, con el asesoramiento de antiguos jefes de misiones de mantenimiento de la paz,
líneas directrices en la materia para las misiones militares de las Naciones Unidas. [4]
Ÿ A mediados del decenio de 1990, una serie de trágicos fracasos en el mantenimiento de la paz,
en particular en Mogadischo, Kigali y Sebrenica, empañaron el entusiasmo de los Estados
miembros de las Naciones Unidas por una participación en ese tipo de operaciones de imposición
de la paz. El mantenimiento de la paz en el seno de las Naciones Unidas entró en una nueva fase
caracterizada por una renuencia general y una mermada voluntad política. Como corolario del
desvanecimiento de las ambiciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, uno de
los principales desafíos para las organizaciones humanitarias –particularmente en el continente
africano– ha sido la tendencia a que la ayuda humanitaria figure como un substituto de la acción
política y militar en el contexto de operaciones de mantenimiento de la paz, con el consiguiente
riesgo de confusión entre los cometidos y las funciones de índole humanitaria y política. Los
nuevos esfuerzos encaminados a intensificar el mantenimiento de la paz en el plano regional (por
ejemplo bajo el ECOMOG en Sierra Leona) no han bastado para compensar esta difundida
pérdida de entusiasmo.
Mientras ocurrían estos cambios, la OTAN incursionó en la esfera del mantenimiento de la paz a
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raíz de la firma del acuerdo de Dayton, en 1995. La Fuerza de Estabilización (SFOR) en BosniaHerzegovina, que sucedió a la Fuerza de Implementación (IFOR) en diciembre de 1996, y la
Fuerza de Paz en Kosovo (KFOR) son, con creces, las "operaciones de apoyo a la paz" en curso
de mayor envergadura (con más de 22.000 soldados de la SFOR y cerca de 40.000 soldados de
la KFOR). Con adecuada dotación de personal y recursos, y la asignación de firmes mandatos,
estas misiones cuentan con los elementos necesarios para el éxito. Se presentan como
extraordinarios laboratorios de ensayo para las relaciones cívico-militares en un momento en el
cual, como se señaló anteriormente, el alcance y la modalidad de la participación militar son
asuntos de fundamental importancia en las deliberaciones internacionales sobre la gestión de
crisis.
A veces se hace referencia a las misiones que las Naciones Unidas ( UNMiBH y UNMIK) y la
OTAN (SFOR, KFOR) llevan a cabo en los Balcanes y a varias de las misiones de mantenimiento
de la paz de las Naciones Unidas en curso, como operaciones de la "tercera generación" o de
"consolidación de la paz". Estas se asemejan mucho más a las misiones de mantenimiento de la
paz originales (pues gozan del consentimiento general de las partes), aunque añaden un nuevo
elemento, puesto que contribuyen a la reconstrucción del Estado y de las estructuras sociales.
Así, por ejemplo, mediante la resolución 1029 (1995) del Consejo de Seguridad, se confirió a la
Misión de Asistencia de las Naciones Unidas en Ruanda una función directa en la repatriación de
los refugiados hutu. En Bosnia, la SFOR participa, en distinta medida, en actividades como la
supervisión de las fuerzas de policía, el establecimiento de nuevas estructuras administrativas, el
arresto de criminales de guerra, la supervisión de elecciones, la reconstrucción de puentes y
caminos, la remoción de minas, y el restablecimiento de la infraestructura. En Kosovo, la KFOR
ejecuta tareas similares atendiendo a su mandato predominantemente orientado a la
"consolidación de la paz", al igual que la Fuerza Internacional en Timor Oriental (UNTAET).
Labor humanitaria desplegada por fuerzas militares
En cierto sentido resulta paradójico que durante el último decenio, en varias situaciones trágicas
en las cuales surgió la crucial necesidad del recurso a la fuerza militar para restablecer la paz en
vista del derrotero que tomaban los conflictos, las fuerzas militares –en cumplimiento de los
cometidos asignados por sus respectivas autoridades políticas– participaron en mayor medida en
actividades de carácter eminentemente humanitario. El ejemplo más destacado de ello es la
Fuerza de Protección de las Naciones Unidas en Bosnia (UNPROFOR).
En situaciones de hostilidades que no han cesado, la labor humanitaria que despliegan las fuerzas
militares trae aparejada peligros de distinto orden:
Ÿ las fuerzas en cuestión corren el riesgo de ser consideradas partes en el conflicto, o de
convertirse, de hecho, en partes en él. Si el cumplimiento de su misión exige el uso de la fuerza, la
acción humanitaria puede quedar en entredicho. Existe, asimismo, la tentación de hacer que la
asistencia humanitaria esté supeditada al cumplimiento, por parte de los beligerantes, de las
condiciones políticas fijadas por órganos políticos; Ÿ la participación en actividades humanitarias
podría desviar a los militares de su objetivo primordial: existe el peligro real de que se use a los
soldados para tratar los síntomas y no la enfermedad.
Esta es tal vez la principal preocupación del CICR, en particular el riesgo de que el concepto de
acción humanitaria imparcial quede socavado ante los beligerantes. Esta preocupación emana no
tanto de los límites de la participación militar en la acción humanitaria per se sino más bien del
efecto de "contagio" que podría conllevar para las actividades humanitarias civiles, puesto que una
asociación –real o aparente– con misiones militares podría incidir en la apreciación de la población
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en cuanto a la neutralidad de los trabajadores humanitarios civiles, en la medida en la que ya no
son –o ya no se los considera– "personas inocentes" sino potenciales partes en el conflicto. La
amalgama de cometidos conlleva el riesgo de que se considere a los trabajadores humanitarios
como enemigos y, por lo tanto, pone en peligro su seguridad personal.
En contraposición, sin embargo, cabe considerar con menos reservas la función "humanitaria" de
las fuerzas militares en situaciones postconflictivas. En las situaciones en que se ha restablecido
la paz o esté en curso un proceso de estabilización (Camboya, después de los acuerdos de París,
y Bosnia, después de Dayton), la prestación de asistencia militar directa plantea menos problemas
al no existir riesgo de que se identifique o de que se confunda a los soldados como miembros de
una u otra de las partes en conflicto (pues las partes en cuestión habrán dado su consentimiento
para la presencia de la fuerza de mantenimiento de la paz). No obstante, cabe señalar que incluso
en estas situaciones, la imagen de una acción humanitaria que guarde vínculos demasiado
estrechos con una acción militar puede plantear problemas si se reanudan las hostilidades.
Un ejemplo particularmente patente fue la gestión de la crisis de Kosovo por parte de la OTAN en
1999, que dejó a la comunidad internacional cavilando acerca del doble papel de unas fuerzas
armadas que simultáneamente participaban en la guerra y en la asistencia humanitaria. Mientras
los aviones de combate atacaban blancos en Yugoslavia, la misma alianza militar dedicaba
ingentes recursos para proveer sustento a los refugiados que llegaban a Macedonia y Albania.
Aunque en esas circunstancias se aprobó el uso de la logística militar para brindar asistencia a
cientos de miles de refugiados, también provocó desasosiego con respecto a la militarización de la
ayuda humanitaria. Además, surgió el temor de que con ello se sentaran precedentes para que los
Gobiernos asignaran recursos para la prestación de socorro por parte de los militares en
detrimento de los cauces civiles.
Debate en materia de política
Dos argumentos –relacionados con el presente debate sobre políticas– parecen ganar adeptos:
Ÿ La mayor contribución que pueden aportar las fuerzas militares a la acción humanitaria es el
restablecimiento del orden y de la seguridad, que ayudará a crear un entorno propicio para las
actividades humanitarias, al tiempo que se abordan las causas de la crisis. Si bien se reconoce
que los militares podrían desempeñar una función humanitaria de una u otra manera, las misiones
humanitarias no deberían ser nunca la principal razón para el despliegue de tropas. Tampoco
debieran utilizarse como la hoja de la higuera que encubre la inercia política.
Ÿ La misión humanitaria puede tener repercusiones en la dinámica de un conflicto. Como se ha
observado a menudo en los últimos años, esta actividad puede contribuir a generar condiciones
favorables para la solución de un conflicto, pero también puede prolongarlo inintencionadamente.
Es, asimismo, evidente que los problemas de índole humanitaria que surgen de manera conexa a
los conflictos no lo hacen de forma espontánea, y que el origen de los conflictos se sitúa ante todo
en problemas de índole política, social, económica, étnica o ideológica. Como se señala inclusive
en un documento del Grupo Especial de Tareas sobre Mantenimiento de la Paz de la OTAN, la
caracterización de una crisis como humanitaria, no debe velar las causas políticas de la crisis. [5]
Estos argumentos proporcionan terreno firme para una discusión sobre las políticas relativas a las
relaciones entre las organizaciones humanitarias y las fuerzas militares.
Ÿ En el plano normativo - Un reciente análisis de la situación, en particular tras el fracaso de la
UNPROFOR, ha dado lugar a una nueva circunspección en los círculos militares cuando se trata
de su participación en la labor humanitaria. Así, en la doctrina revisada de la OTAN sobre la
cooperación cívico-militar se declara la intención de la organización de adherir al dogma de la
"primacía de la misión", conforme a la cual el aspecto militar de una misión deberá prevalecer en
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toda circunstancia sobre cualquier acción humanitaria. Según comentara el general Briquemont,
los militares no pueden ocupar el lugar de las organizaciones humanitarias que cuentan con
objetivos, métodos y pericia propios; resultando a todas luces vano intentar superar el trabajo del
CICR o del ACNUR. [6]
A raíz de una intensificación de los contactos entre las misiones militares y las organizaciones
humanitarias, los militares son cada vez más conscientes de la naturaleza específica de la acción
humanitaria. En la mentalidad de quienes planifican y están al mando de las misiones en los
Balcanes, tanto sobre el terreno como en la sede de la OTAN, parece que vuelve a imponerse la
noción de que un soldado debe dedicarse en primer lugar y ante todo a desempeñar su papel
fundamental.
En el plano político, sin embargo, existe, como se señaló más arriba, una marcada tendencia a
definir políticas para una participación más directa de las fuerzas militares en las tareas civiles y
humanitarias.
Aunque el "marco estratégico" de las Naciones Unidas en Afganistán es aún un experimento
inconcluso y ha generado cierto escepticismo, este concepto, que se aplica en este momento con
mejores resultados en Kosovo y Timor Oriental, podría con el tiempo servir como medio para
integrar, en una fase temprana, dentro de una estrategia política global, las exigencias de todos
los interesados, ya sean éstas de carácter político, militar o de otra índole, con la asociación de la
comunidad humanitaria. Además, con regularidad se plantea la reforma de las Naciones Unidas y
de las organizaciones regionales con miras a alentar una mayor participación de las
organizaciones humanitarias en las esferas políticas y de solución de conflictos dentro del proceso
de adopción de decisiones.
En el plano operacional - Aún cuando el panorama parezca despejarse en lo que hace a la
doctrina militar, podrían subsistir problemas a nivel operacional entre las organizaciones
humanitarias y las organizaciones militares. Se observan redoblados intentos para lograr un
acercamiento entre las organizaciones humanitarias y las fuerzas militares sobre el terreno, en
particular mediante el apoyo militar directo a la labor humanitaria. El desafío para las
organizaciones humanitarias reside en crear un contexto en el cual el ámbito de la acción
humanitaria quede claramente diferenciado de la acción militar, de manera que los esfuerzos
humanitarios puedan beneficiarse de la ventaja de una cooperación más estrecha con las fuerzas
militares.
En Bosnia-Herzegovina, por ejemplo, el ACNUR y la SFOR han establecido un sistema de
estrecha coordinación en virtud del cual existe personal de enlace y asesores militares adscritos a
las oficinas que mantiene el ACNUR a nivel local y regional. La razón para ello estriba en la vital
importancia que concede el ACNUR a la seguridad en sus actividades, en particular en el apoyo
que se brinda a los refugiados y a las personas desplazadas, y en el cometido explícito conferido
a la SFOR por parte de la comunidad internacional para que participe en la ejecución de aspectos
civiles del plan de paz.
Cooperación cívico-militar - La cooperación cívico-militar, un concepto al que hemos hecho alusión
en el presente debate, merece particular atención. Tradicionalmente, los militares han utilizado
esta noción para referirse a la obtención de apoyo para su misión por parte de la población civil (la
OTAN la define como una función de apoyo al combate). En la actualidad, la cooperación cívicomilitar se interpreta ampliamente como una interfaz entre los militares y la población civil, incluidas
las organizaciones humanitarias. No obstante, sigue siendo un concepto bastante amplio bajo el
cual los distintos contingentes de la OTAN desplegados en la zona de los Balcanes, por ejemplo,
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llevan a cabo una gran variedad de tareas que van del mero enlace con la población civil y las
autoridades al acopio de información –corriente y de servicios de inteligencia– y abarcan incluso
actividades humanitarias.
Así pues, toda referencia a la cooperación cívico-militar debe hacerse con cautela. Sea cual fuere
la interpretación que se conceda a este concepto, éste expresa ante todo y fundamentalmente una
función militar. Por consiguiente no es una expresión afortunada para describir las relaciones del
CICR con las fuerzas militares, ni para describir las funciones de un delegado cuyo papel esencial
consista en el enlace con las fuerzas militares. El riesgo inherente a la cooperación entre civiles y
militares reside en que podría inducir a los militares a sobrepasar los límites de su cometido
(militar) y concentrarse más en actividades humanitarias que en tareas de paz y seguridad.
Esferas de cooperación entre las organizaciones humanitarias y las fuerzas militares
Dos razones primordiales dictan el interés de los militares en no verse completamente apartados
de la acción humanitaria:
Ÿ Los militares consideran que, independientemente de la naturaleza de una operación militar, un
factor clave para el éxito de ésta reside en establecer y mantener buenas relaciones con la
población local. Así, aunque los militares no consideran la participación en la labor humanitaria
como una tarea principal, si estiman que se trata de una actividad auxiliar comprendida dentro del
objetivo más amplio de la "aceptación de una misión". Los responsables de la doctrina militar a
veces expresan este parecer respecto de la acción humanitaria.
Ÿ Según una opinión difundida entre los militares, independientemente de su cometido, la
población local esperará que el personal de mantenimiento de la paz ayude a satisfacer sus
necesidades, particularmente en situaciones en las cuales las organizaciones humanitarias por sí
solas no dan abasto.
Existe también el marcado deseo por parte de algunos Gobiernos de promover una imagen
positiva de su participación militar en operaciones de mantenimiento de la paz destacando el
carácter humanitario de esas misiones. En un reciente artículo sobre las relaciones cívicomilitares, se señala que la imagen de un soldado con un niño en brazos le granjeará a éste en su
país de origen más simpatía de la que pudiera suscitar la cobertura de casi todas las acciones
militares en que ese soldado participe. En una era en la cual los medios de comunicación (el
denominado "factor CNN") juegan un papel predominante en la configuración de la política
exterior, los Gobiernos podrían verse tentados a alentar la directa participación de los soldados en
las operaciones humanitarias. [7]
Conviene tener debidamente en cuenta este factor político en el debate acerca de la cooperación
cívico-militar.
Diferentes niveles y mecanismos de coordinación
En las deliberaciones sobre la relación entre la acción humanitaria y la acción militar suele
insistirse en la necesidad de contar con mecanismos de coordinación. Cabe reconocer que en
ciertas ocasiones han ocurrido graves incidentes de seguridad debido a la falta de coordinación.
En el compendio de opiniones y experiencias sobre aspectos humanitarios del mantenimiento de
la paz de la OTAN (Compendium of Views and Experiencies on Humanitarian Aspects of
17
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Peacekeeping), se describe la cooperación entre las organizaciones civiles y las organizaciones
militares como la concertación de un mutuo entendimiento con miras a esclarecer las
responsabilidades de los distintos actores, reducir la superposición de esfuerzos, evitar la
dilapidación de recursos y alcanzar un esfuerzo unificado. [8]
Estructuras para la cooperación operacional - En general, los militares establecen cuanto antes
mecanismos de coordinación para la crisis que les ocupa. No obstante, resulta menos clara la
función de estos mecanismos y su utilidad formulada las loables, aunque ambiguas, declaraciones
de intención sobre la duplicación de esfuerzos. Si bien se reconoce la necesidad de un enfoque
más "holístico" –esto es, más abarcador– de la gestión de las crisis, con una mejor coordinación a
nivel operacional, parecería que los diversos partícipes pueden tener no sólo opiniones diferentes
sino opuestas sobre la modalidad de cooperación. Los militares tienden a asumir que, al ser
responsables de la seguridad, les incumbe desempeñar la función principal en la coordinación de
las
operaciones.
Coordinación a la que aspira el CICR: hacerlo mejor, por separado - El CICR se muestra un tanto
reticente a una estrecha coordinación de sus actividades con las de las fuerzas militares. Esta
renuencia a una excesiva participación en actividades conjuntas se explica en virtud del cometido,
los principios y la "cultura" institucional particulares del CICR. Dos argumentos operacionales
fundamentan esta actitud.
Los militares pueden tornarse parte del problema y no de la solución
Así ocurrió, por ejemplo, en Somalia, en 1992. Además, nos equivocaríamos en suponer que las
tropas desplegadas bajo la bandera de las Naciones Unidas (la OTAN, el ECOMOG, etc.) son
forzosamente más respetuosas del derecho internacional humanitario que las partes en conflicto.
Todo afán del CICR en velar por la aplicación del derecho internacional humanitario en las
operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas se debe considerar dentro de
ese contexto. En cierta medida, este empeño ha portado frutos puesto que bajo el título "Respeto
del derecho humanitario internacional por las fuerzas de las Naciones Unidas" se publicaron las
directivas formuladas al respecto por el Secretario General, el 6 de agosto de 1999. [9] Sin
embargo, varios Estados miembros del Comité Especial de Operaciones de Mantenimiento de la
Paz ponen aún en tela de juicio la aplicabilidad de estas directrices y las Naciones Unidas hasta
ahora se han mostrado bastante cautelosas en la utilización de éstas con fines de formación.
Ÿ Los militares podrían necesitar del CICR como intermediario neutral
Así ocurrió en Somalia, donde los delegados del CICR visitaron a personas detenidas por la
UNISOM II y a prisioneros del General Aidid. Más recientemente, el CICR se hizo presente para
brindar asistencia a soldados de las Naciones Unidas capturados por el Frente Unido
Revolucionario (RUF) en Sierra Leona, y en la actualidad efectúa visitas a detenidos bajo custodia
de la KFOR en Kosovo. El CICR plantea reiteradamente el argumento arriba expuesto.
Trabajo de servicios de inteligencia y comunicación - Las fuerzas armadas de las Naciones Unidas
se encuentran bajo la creciente presión de quienes configuran sus mandatos para que
intercambien información con las organizaciones civiles y humanitarias, en gran medida como
resultado de las críticas contra la UNOSOM y la UNAMIR por su incapacidad para compilar
sistemáticamente información militar y política. Cabe preguntarse en qué medida debiera el CICR
beneficiarse de la información dimanante de fuentes militares y, en sentido contrario, qué tipo de
información podría proporcionar el CICR a los militares llegado el caso. El Grupo de Tareas sobre
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Mantenimiento de la Paz de la OTAN insiste en la importancia de la transparencia, sin la cual la
tensión entre los componentes políticos, militares, humanitarios y de otra índole de una relación
cívico-militar llevaría inevitablemente a la confusión y a la incomprensión en determinados
momentos. La OTAN es consciente de que un elemento fundamental en el establecimiento de un
mecanismo de trabajo para la coordinación entre las fuerzas militares y todas las demás
organizaciones reside en el mutuo intercambio de información. No obstante, un obstáculo para ello
podría ser la reticencia que demuestran ciertos organismos y organizaciones para comunicar
información o recabar información de servicios de inteligencia. [10]
De manera general, el acopio de información es un asunto medular en la relación entre la labor
humanitaria y el trabajo militar. Conforme suelen expresarlo a veces los militares, "un oficial es en
primer lugar y ante todo un oficial de servicios de inteligencia". Pero para el CICR, la
confidencialidad es, naturalmente, un factor limitante cuando se trata de proporcionar información.
En general los militares comprenden y aceptan esta actitud.
Escoltas armadas
¿Deberían los militares proporcionar escoltas armadas para los organismos humanitarios? La
comunidad humanitaria está dividida frente a esta pregunta. El punto de vista del CICR, que ha
sido objeto de debates en varias ocasiones en los últimos años –en particular a la luz de su
experiencia en Somalia– es que esta organización no debiera recurrir a escoltas armadas, ni
siquiera a la protección de soldados de las Naciones Unidas.
La preocupación del CICR en cuanto al uso de escoltas armadas se relaciona básicamente con
una cuestión de imagen: se podría considerar al personal del CICR como aliado de alguno de
aquellos que portan armas, impresión que podría poner en entredicho su propia seguridad, así
como –y quizás más importante– la seguridad de las personas a quienes el CICR en principio
debe ayudar. Podría también establecer un peligroso precedente contrario a la idea fundamental
de la Cruz Roja.
Cabe recordar que, el año 1995, en la XXVI Conferencia Internacional de la Cruz Roja y de la
Media Luna Roja se aprobó la resolución "Principios y acción en la asistencia internacional
humanitaria y en las actividades de protección" que, como norma general, excluye el recurso a la
protección armada de las operaciones humanitarias. Las directrices, que contemplan también las
circunstancias excepcionales bajo las cuales se podría solicitar protección armada, tienen carácter
vinculante para todos los componentes del Movimiento. [11] No obstante una clara postura en
materia de política en cuanto al uso de escoltas armadas, determinadas circunstancias
excepcionales pueden justificar un distanciamiento del principio de abstención del uso de escoltas
armadas, como ha ocurrido en el Cáucaso septentrional donde al CICR no le ha restado más
opción que aceptar la protección armada proporcionada por las fuerzas de seguridad rusas para
salvaguardar y posibilitar el movimiento de sus delegados.
Un asunto distinto es la protección armada de las instalaciones y del equipo del CICR por parte de
fuerzas de mantenimiento de la paz o de personal de seguridad. Durante varios años se ha
establecido esta protección en situaciones en que se ha considerado indispensable. El propósito
de esta protección es primordialmente colocar bienes y propiedad a buen resguardo de
bandoleros y delincuentes. Ello no debería socavar la percepción de que el CICR es neutral e
imparcial.
Utilización de recursos militares para operaciones humanitarias
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El CICR hizo amplio uso de equipo militar en varias situaciones de emergencia durante el decenio
de 1980 y comienzos del decenio de 1990. Entonces había adoptado una postura relativamente
flexible con respecto al uso de recursos militares, a saber que no existía fundamento dogmático
suficiente para excluir esta posibilidad, siempre y cuando el CICR ejerciera control directo sobre
esos recursos. Por ejemplo, en los puentes aéreos organizados en favor de Etiopía en 1985 y
1988, se emplearon mayoritariamente aviones militares proporcionados por las fuerzas armadas
de Suecia, Gran Bretaña, Bélgica, Canadá, Alemania, Unión Soviética y Polonia. En varias
operaciones de emergencia los militares han prestado también invaluables servicios a las
organizaciones humanitarias asumiendo el control del uso del espacio aéreo y de las pistas de
aterrizaje.
El CICR, sin embargo, se muestra cada vez más precavido con respecto al uso de recursos
militares en sus operaciones (salvo los servicios arriba mencionados), en particular debido al uso
simultáneo de naturaleza distinta que pudiera darse a estos recursos en un conflicto. Conforme
señalara Rafael Olaya, "en ciertos lugares, dentro de perímetros geográficos idénticos, los
recursos militares se han utilizado de manera simultánea en actividades de imposición de la paz,
de mantenimiento de la paz, y en actividades humanitarias. Como consecuencia de ello, el CICR
se ha mostrado en los últimos años más cauteloso en cuanto al uso de recursos militares en sus
operaciones dentro de esos contextos. En Somalia, se tornó prácticamente imposible para el
CICR utilizar aeronaves militares que habían transportado equipo militar el día anterior, o lo harían
al día siguiente, en el marco de la consecución de los objetivos de imposición de la paz”. [12]
No obstante esas experiencias, el CICR no ha excluido por completo el uso de recursos militares,
en particular cuando las circunstancias en las que se ofrecen sean favorables para el
desenvolvimiento de su labor, o cuando no se pueda disponer de recursos civiles comparables.
Formación
Tanto las organizaciones humanitarias como los militares concuerdan en que la incompatibilidad
cultural es con frecuencia uno de los principales obstáculos para la cooperación eficiente, aunque,
como Hugo Slim ha observado, "las organizaciones militares y las organizaciones humanitarias se
encuentran de muchas maneras tan vinculadas como distanciadas por sus raíces comunes en la
guerra". Hace notar que tanto el acto de morir por su país como el acto de salvar vidas son
considerados acciones nobles. Una gran diferencia estriba, sin embargo, en que mientras para los
soldados en general es sencillo y éticamente aceptable demostrar una faceta humanitaria en
ciertas ocasiones, lo contrario (esto es, que el personal humanitario participe en actividades
militares) es mucho menos plausible. [13]
En la mayoría de conferencias y seminarios prácticos sobre relaciones cívico-militares se plantea
como tema reiterado y prominente el afán por tender puentes entre dos culturas esencialmente
diferentes. Según señalara Joelle Jenny, un ejército y una organización humanitaria trabajan con
lógicas fundamentalmente diferentes. Mientras los soldados responden a líneas de mando y a
conjuntos de reglas y órdenes operacionales claros, el personal que presta asistencia suele tener
mentalidad independiente y goza de considerable poder de decisión sobre el terreno. [14]
Existe creciente consenso sobre la necesidad de preparar la coordinación antes de que surjan los
conflictos, mediante una mejor capacitación que brinde a los militares la oportunidad de conocer la
forma en que los trabajadores humanitarios realizan sus tareas y familiarice a éstos con el
enfoque militar. El conocimiento y el respeto de los respectivos cometidos pueden contribuir a
evitar malentendidos. Además, la formación es un medio para fomentar el carácter predecible de
las situaciones. Este es un aspecto importante para los militares, para quienes el mundo de la
acción humanitaria es el reino de una asombrosa diversidad.
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La formación anticipada también brinda una oportunidad adicional para difundir, entre los
miembros de las fuerzas armadas nacionales, el conocimiento del derecho internacional
humanitario, y en especial de las consecuencias particulares para las operaciones de
mantenimiento de la paz. De manera análoga, tanto las Naciones Unidas como los Gobiernos
debieran promover el conocimiento de las líneas directrices sobre el derecho internacional
humanitario formuladas por el Secretario General de las Naciones Unidas.
Diversos funcionarios del CICR participan en distintos cursillos de esta índole en los cuales
presentan ponencias sobre el derecho internacional humanitario y aspectos operacionales o
conceptuales de la labor de la organización. También han tomado parte en algunos de los cada
vez más numerosos ejercicios militares que abordan las relaciones cívico-militares.
Conclusión
En síntesis, se puede discernir tres políticas entre las cuales ha oscilado el CICR en los últimos
años.
Aislamiento
En el caso del CICR, consiste en atrincherarse detrás de los Principios Fundamentales del
Movimiento de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja y del cometido que desempeña a tenor del
derecho internacional humanitario y, por consiguiente, evitar todo contacto con los militares a nivel
operacional.
Se trata a todas luces de una postura insostenible, en particular cuando las Naciones Unidas
despliegan una fuerza de mantenimiento de la paz que actúa en el contexto de la misma crisis que
el CICR. El CICR no puede meramente guardar distante reserva frente a lo que hacen los militares
(y otras organizaciones humanitarias), con la esperanza de que las partes beligerantes y todos los
demás sectores a los que atañe la crisis comprendan su enfoque y sus principios. La esencia
misma de su cometido obliga al CICR a fomentar las relaciones con todos los sectores implicados
en un conflicto armado.
Proselitismo
En el caso del CICR, ello supone un intento por congregar a todas las organizaciones
humanitarias bajo el estandarte de sus principios, haciendo que la neutralidad, la imparcialidad y
la independencia se conviertan en el fundamento de toda acción humanitaria. La pregunta reside
en saber si se ajusta a la realidad, e incluso si es deseable, el hecho de pretender "vencer" en el
debate sobre la naturaleza fundamental de la acción humanitaria.
La transformación del personal de las Naciones Unidas, por ejemplo, en una forma de acción
humanitaria estrictamente neutral sería una empresa tan vana como presuntuosa, puesto que
sería contraria a la naturaleza intrínseca de las Naciones Unidas. Para los organismos
humanitarios de las Naciones Unidas, la neutralidad supondría independencia frente al resto del
sistema y, por ende, con respecto a su propio marco político e institucional. Aún cuando desearan
distanciarse de los aspectos políticos de una crisis, los organismos de las Naciones Unidas a los
cuales compete la acción humanitaria no disponen ni de los medios institucionales, ni jurídicos,
para hacerlo. Además, incluso si estos organismos humanitarios lograran disociarse, por ejemplo
de las operaciones de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, las partes en conflicto sin
duda les recordarían que integran la misma organización. En el concepto de las personas en
general, es prácticamente imposible disociar por completo las operaciones militares de las
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actividades inspiradas por principios humanitarios cuando ambas se ejecutan bajo la bandera de
las Naciones Unidas.
Estaría igualmente reñido con la realidad que el CICR intentase convertir a las organizaciones no
gubernamentales en adeptos de sus principios y de su cultura institucional puesto que son libres
de escoger su propio punto de vista. Conviene, asimismo, preguntarse si el proselitismo no
actuaría, en última instancia, en detrimento del mensaje del CICR según el cual el empeño
humanitario debe mantenerse por completo separado de los motivos políticos.
Ecumenismo
El ecumenismo –política que preferimos– es una suerte de tercera vía, por la que de hecho ha
optado con frecuencia el CICR. De manera más clara se reconoce que existe una tendencia hacia
la cooperación más estrecha entre la acción humanitaria y la acción militar, en particular en el
contexto de las Naciones Unidas, dentro de la cual se intenta dar cabida y no doblegar o ignorar
esa cooperación, y por lo tanto se sitúa a medio camino entre el "control de daños" y la
"participación constructiva". El CICR debiera hacer gala de tolerancia ante otros enfoques y resistir
la tentación de creer que exclusivamente su política humanitaria es la correcta. Las diferencias en
cuanto a percepción plantean desafíos conceptuales para el CICR, a saber para determinar cuál
es la esencia de la acción humanitaria y cuál es apenas una opción pragmática en virtud del
contexto.
La opinión que prevalece entre las organizaciones humanitarias, por ejemplo, es que el principio
único y absolutamente fundamental de la acción humanitaria es la imparcialidad. Expresado de
otra manera, únicamente la parcialidad en la determinación de los beneficiarios y de la manera en
la cual se les brindará ayuda parece estar en franca contraposición con la idea per se de la acción
humanitaria.
El CICR debiera declarar su disposición a cooperar con las fuerzas militares y con otras
organizaciones humanitarias, preservando su identidad institucional. Cabe reconocer que resulta
equívoca la idea que sitúa por un lado la labor humanitaria "pura" y neutral representada por el
CICR y, por otro, la acción humanitaria politizada e incluso tal vez la acción militar –que dista de
ser humanitaria o neutral–. En lugar de ello, observamos: (1) la acción humanitaria que se inclina
de manera sistemática hacia la neutralidad; (2) la acción humanitaria que adquiere un cariz más o
menos neutral dependiendo de las circunstancias; y (3) los militares, a quienes ante todo incumbe
el restablecimiento de la paz y de la seguridad y cuya misión es tributaria de decisiones con
motivación política. Cuando de salvar vidas se trata, se debe adoptar un enfoque pragmático. No
es inconcebible que en determinadas situaciones los militares puedan estar en mejores
condiciones que el CICR para llevar a cabo ciertas tareas humanitarias. Su función (militar) en el
ámbito humanitario debiera, sin embargo, ser siempre subsidiaria. El término que debiera regir
estas complejas relaciones es la complementariedad.
Sección 2 Líneas directrices del CICR para la cooperación cívico-militar
Contexto general
El punto de partida del CICR en la definición de sus relaciones con los militares son los Principios
Fundamentales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja al igual que las disposiciones pertinentes
del derecho internacional humanitario. Estos sitúan el contexto general para la naturaleza y el
alcance de esa relación.
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El CICR trabaja independientemente de cualquier objetivo de índole política o militar. Sus
actividades abarcan no apenas la asistencia a las víctimas de los conflictos armados y de la
violencia interna sino –y fundamentalmente– la protección de éstas, atendiendo tanto al derecho
como a los principios humanitarios.
Los tres aspectos que se puntualizan a continuación son importantes para el CICR. Tratan de la
respectiva naturaleza de la intervención militar y de la acción humanitaria del CICR, así como de
la relación entre ambas y de las posibilidades para una cooperación.
Ÿ El objetivo de la acción humanitaria del CICR no es la resolución de conflictos sino la protección
de la dignidad y de la vida humanas. Las actividades humanitarias del CICR no pueden en modo
alguno estar supeditadas a objetivos y consideraciones de orden político o militar.
Ÿ El objetivo primordial de las misiones militares multinacionales, desde el punto de vista del
CICR, debiera consistir en establecer y mantener el orden y la seguridad, y facilitar la resolución
global del conflicto.
Ÿ El CICR debe preservar su independencia de acción y decisión, sin dejar de mantener estrechas
consultas con las misiones militares internacionales que se encuentren desplegadas en la misma
zona de operaciones. La consulta debe darse en cada fase, tanto en el plano estratégico como
operacional.
Ÿ En el seno del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, el CICR
pretende ejercer una función central en lo que hace a las políticas y a los aspectos operacionales
de las relaciones cívico-militares en tiempos de conflicto armado. En particular, ha formulado
directivas claras para las relaciones entre las Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la
Media Luna Roja que actúan como "Sociedades Nacionales de la Cruz Roja o de la Media Luna
Roja participantes" (esto es, que contribuyen a la ejecución de una operación de la Cruz Roja o de
la Media Luna Roja en suelo extranjero) y los contingentes militares de sus respectivos países. En
caso de que esa relación resultara problemática en lo que atañe al respeto de los Principios
Fundamentales del Movimiento, el CICR adoptará las medidas que correspondan, de conformidad
con los Estatutos del Movimiento [15] y con el Acuerdo de Sevilla [16]
La cooperación en la práctica
Diálogo con los responsables militares y políticos de la adopción de políticas y decisiones
El CICR pretende trabar y sostener un diálogo con los círculos políticos y militares donde se
formulan las políticas que rigen la intervención militar en las emergencias derivadas de conflictos
armados. El adelanto del diálogo entre los organismos y las dependencias competentes de las
Naciones Unidas, la OTAN y la Unión Europea es objeto de particular atención. El objetivo
fundamental de ese diálogo es promover la visión que tiene el CICR de la acción humanitaria y, de
ser necesario, fomentar y mantener contactos de utilidad para la cooperación operacional y para
impulsar el respeto del derecho internacional humanitario.
Además, el CICR también busca ese diálogo fuera del mundo occidental, especialmente en
regiones donde existe el marcado deseo de conferir un carácter regional al mantenimiento de la
paz.
Cooperación operacional con las fuerzas de mantenimiento de la paz
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Siempre que resulta factible, el CICR promueve contactos con miras al intercambio de información
pertinente, en particular en situaciones en las cuales lleva a cabo actividades en la misma zona de
operaciones que las fuerzas militares. Cuando procede, el CICR asigna a uno o más responsables
para ocuparse del enlace con el mando militar sobre el terreno y a otras personas que, en la sede,
asumen idénticas funciones respecto del mando militar supremo de que se trate.
El CICR mantiene igualmente contacto con las autoridades políticas y militares pertinentes,
exhortándolas a la clara determinación del cometido de las fuerzas de mantenimiento de la paz en
lo que a las consecuencias humanitarias de ese se refiere, de manera que se obvie toda
ambigüedad con relación al cometido y a la función del CICR. Intenta cerciorarse, en particular, de
que la acción militar no vulnere el carácter imparcial, neutral e independiente de su trabajo. Se
empeña, asimismo, en velar por el respeto del derecho internacional humanitario por parte de las
misiones militares internacionales.
Sin recurrir como norma (que puede ser dispensada en casos excepcionales) a la protección
armada para sus operaciones, incluidos los convoyes de suministros de socorro, el CICR acoge
con beneplácito todo esfuerzo que inviertan las misiones militares internacionales para crear un
entorno seguro para las actividades humanitarias [17].
Protección de equipo e instalaciones del CICR por guardias armados
El CICR no excluye el recurso a guardias armados para la protección de su equipo y sus
instalaciones en situaciones en las cuales se considere indispensable tal protección (por ejemplo,
en medio de intensa criminalidad). No obstante, las repercusiones que pudieran conllevar tales
medidas en cuanto a la imagen de la neutralidad y de la imparcialidad del CICR son objeto de
evaluación regular.
Utilización por parte del CICR de recursos militares o de la defensa civil
En general, el CICR ejerce cautela en el uso de recursos militares o de la defensa civil,
considerando que la necesidad, y no la disponibilidad, debe dictar tal opción. El CICR no objeta la
utilización de esos recursos por parte de otras organizaciones humanitarias, siempre y cuando ello
no entorpezca sus propias actividades.
Cuando el CICR usa esos recursos (porque se ofrecen en condiciones que aportan una clara
ventaja, o porque no se dispone de recursos civiles comparables), se cerciora de que esta
decisión no perjudique la imagen de neutralidad e imparcialidad de que goza y de que guarde
consonancia con la estrategia y los principios operacionales.
Contribución del CICR a la formación
A través de cursillos sobre el derecho internacional humanitario y los principios básicos que rigen
la acción humanitaria, el CICR aspira a ejercer influencia en la formación de personal militar
asignado a misiones militares en el extranjero o a participar directamente en ella. Con este
propósito, forja y mantiene relaciones institucionales directas con las academias militares y demás
establecimientos que imparten formación a personal civil y militar para tales misiones. Establece la
dimensión de la cooperación que estima apropiada según las circunstancias, en una gama que va
desde las contribuciones puntuales hasta la cooperación formal a largo plazo (como en el caso del
programa iniciado con SHAPE).
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El CICR también se empeña en aprovechar sus programas de formación para familiarizar a su
personal con los distintos aspectos de las misiones militares internacionales y los diferentes
conceptos de la cooperación cívico-militar que se aplican en el terreno.
Participación del CICR en conferencias y relación entre acción militar y acción humanitaria
Mediante su dinámica participación en conferencias multilaterales y de otra índole que tratan de la
relación entre la acción militar y la acción humanitaria, el CICR aspira a promover su enfoque del
manejo de crisis y a compartir la experiencia operacional que ha adquirido. Busca también
desarrollar y mantener una red de contacto entre quienes se ocupan de asuntos relacionados con
la seguridad internacional.
La participación del CICR en acontecimientos de esta naturaleza depende de la posibilidad que se
le brinde para contribuir a las deliberaciones o del interés que tenga para la organización el tema
que se proponga examinar.
Participación del CICR en ejercicios de adiestramiento militar
El CICR participa –de manera selectiva– en ejercicios de adiestramiento militar cuando se le invita
a hacerlo y cuando el propósito de esos ejercicios sea servir de cauce para la formación en el
manejo militar de crisis que abarque la relación entre el sector humanitario y el sector militar. En
estas ocasiones, la meta es dar a conocer mejor el cometido y las actividades del CICR y divulgar
el conocimiento del derecho internacional humanitario. La contribución del CICR debiera
comenzar en la fase de planificación. Se concede prioridad a los ejercicios internacionales.
Notas
1. Kosovo Report of the Independent International Commission on Kosovo, 108. Oxford
University Press, 2000, p.
2. Examen amplio de toda la cuestión de las operaciones de mantenimiento de la paz en todos
sus aspectos, Doc. ONU A/55/305-S/2000/809, 21 de agosto de 2000.
3. Un Programa de Paz, Informe del Secretario General, Doc. ONU A/47/277-S/24111, 17 de junio
de 1992.
4. "Respeto del derecho humanitario internacional por las fuerzas de las Naciones Unidas", Boletín
del SG de la ONU, DOC- ST/SGB/1999/13.
5. Compendium of Views and Experiences on Humanitarian Aspects of Peacekeeping, Grupo
Especial de Tareas sobre Mantenimiento de la Paz de la OTAN, 1999.
6. Seminario CICR/UNPROFOR, 23 de febrero de 1995.
7. Joelle Jenny: "Civil-military cooperation in complex emergencies: How far can we go?" (próxima
publicación).
8. Op. cit. (nota 5).
9. Loc. cit. (nota 4).
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10. Op. cit. (nota 5).
11. Texto publicado en la Revista Internacional de la Cruz Roja, Nº 133 edición en español, enerofebrero de 1996, p. 72. Véase en particular el párrafo G.2.c).
12. Seminario de capacitación sobre la paz, Pretoria, 21 de noviembre de 1995. Traducción CICR.
13. Citación de Tim Laurence, "Humanitarian asistance and peacekeeping: An uneasy alliance",
Whitehall Papers Series, 1999. Traducción del CICR.
14. Op.cit. (nota 7).
15. Estatutos del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, 1986.
16. Acuerdo sobre la organización de las actividades internacionales de los componentes del
Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, 26 de noviembre de 1997,
publicado en la Revista Internacional de la Cruz Roja, Nº 145, edición española, marzo de 1998,
pp. 173-191.
17. Véase nota 11.
CUESTIONARIO
1. Analice el rol de las organizaciones civiles humanitarias con las fuerzas militares en la
gestión de situaciones de crisis
2. ¿Que acciones esta tomando la OTAN con respecto a la Cooperación Cívico – Militar
3. ¿Que son las Misiones de Petersberg?
4. ¿En que consiste el Informe Brahimi de agosto del 2000?
5. ¿Cuales son las reformas en las fuerzas armadas?
6. ¿Cual es la naturaleza de los conflictos actuales?
7. ¿Como ha evolucionado la función del Consejo de Seguridad de la ONU?
8. ¿Como ha evolucionado el mantenimiento de la paz?
9. ¿Cuales son los argumentos en torno de la política de la acción civil – militar?
10. ¿Que es Ecumenismo?
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PROGRAMA DE CONTROL DE CALIDAD
WORK PAPER # 2
UNIDAD O TEMA: Unidad I, tema I
TITULO: Epistemología de Kant en Clauzewitz
FECHA DE ENTREGA:
PERIODO DE EVALUACIÓN: Primera Evaluación.-
1. Introducción
2. La antinomia de la razón pura
3. Guerra absoluta y guerra real
4. Clausewitz accede a Kant
5. Conclusión
6. Notas
1. Introducción
Podemos decir con Hessen (1) que la filosofía es un intento del espíritu humano para llegar a una
concepción del universo mediante la autorreflexión sobre sus funciones valorativas teóricas y
practicas. La Epistemología es una parte de la Filosofía, a saber, la teoría del conocimiento
científico, diferenciable de la filosofía como teoría de los valores y la filosofía como teoría del
universo.
Lo específico del conocimiento científico es la explicación científica. De toda investigación
científica se espera que se produzca no sólo una descripción de los aspectos particulares del
objeto de estudio, sino que proporcione un conocimiento de lo que preside su funcionamiento: su
surgimiento, su modo de existencia, su desarrollo y su desaparición o reemplazo por una superior
o inferior y otros atributos o condiciones. Se espera por sobre todo que un producto científico
exponga leyes generales que comprendan el comportamiento de los objetos de la experiencia, en
nuestro caso, histórico-social.
Buscamos demostrar que el Libro Primero de la obra "De la Guerra" que es la autorreflexión de
Karl von Clausewitz sobre las guerras que pudo conocer por la Historia y las que presenció y
actuó en su época (1780-1831), pudo utilizar un método propio de la filosofía, con el objeto de
descubrir sus leyes generales ( que no "inmutables") para ser usadas por los estadistas políticos y
militares en el futuro (escribe: "..mi ambición ha sido escribir un libro que no sea olvidado en dos o
tres años y que toda persona interesada en este tema seguramente tomará más de una vez"). Ese
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método parece obtenerlo de sus conocimientos de la Filosofía de Kant , ignorando – al menos en
su obra- que el pensador alemán postulaba en el campo de la guerra todo lo contrario de él, esto
es, la posibilidad de la paz perpetua entre los estados (2).
2. La antinomia de la razón pura
De los muchos aportes filosóficos de Immanuel Kant (1724-1804) y su gran influencia sobre la
llamada filosofía trascendental, cuyas raíces contemporáneas se encuentran en los movimientos
autodenominados neokantianos, nos interesa su concepción de la razón pura. A su juicio, la
manera de alcanzar la verdad pura (en el sentido fuerte, de racionalmente absoluta) requería del
develamiento de los dos polos contradictorios que la ocultaban. Sus ejemplos más conocidos e
incluídos en los numerosos textos de Historia de la Filosofía, son las siguientes cuatro "tesis" y
sus "antítesis":
Tesis 1: el mundo ha tenido un comienzo en el tiempo y se halla comprendido entre límites.
Antítesis 1:el mundo no ha tenido ningún comienzo en el tiempo ni reconoce límites en el espacio,
sino que es infinito en ambas dimensiones.
Tesis 2:toda sustancia compuesta del mundo se compone de partes simples y nada hay que no
sea simple o lo compuesto de lo simple
Antítesis 2: ninguna cosa compuesta del mundo se compone de partes simples y no existe nada
simple.
Tesis 3: la causalidad según leyes no es la única con la que se podría explicar en su conjunto los
fenómenos del mundo. Para su explicación es necesario suponer además una causación de
libertad.
Antítesis 3; no existe ninguna libertad, pues todo en la naturaleza ocurre a tenor de sus leyes.
Tesis 4: el mundo requiere algo que, como parte suya o como su causa, es un ser absolutamente
necesario
Antítesis 4:no existe en general ningún ser absolutamente necesario, ni en el mundo ni fuera de él,
como causa suya (3 )
Kant estima que al establecer cualquier división principal entre los intereses humanos o los ideas
deductivas, e incluso entre los elementos racionales y animales (o mecánicos) de la conducta
humana, el principio de la división debe ser establecido de la manera más tajante y más extrema
posible, como si pudiera haber (aunque en realidad no haya) conducta totalmente racional o
conocimiento totalmente desprovisto de contenido sensible. Una vez que el principio de división ha
sido establecido de una manera inequívoca, ya pueden considerarse todos los factores que
parezcan modificarlo en casos particulares ( 4 )
3. Guerra absoluta y guerra real
La dicotomia clausewitziana principal – a la manera de Kant- se encuentra en el Capítulo 1 del
libro 1, entre los enunciados 1 y 10 (5). Veamos:
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1)"La guerra es un acto de violencia cometido para obligar a nuestro adversario a cumplir nuestra
voluntad" 2)" (en su " elemento" o en su esencia) la guerra no es sino un duelo difundido, entre
dos contendientes, cada uno de los cuales trata de derribar a sus adversarios, haciéndolo así
incapaz de posterior resistencia". 3)"Como el empleo de la violencia física en modo alguno
excluye el empleo de la inteligencia, resulta que quien recurre a la fuerza pródigamente..encuentra
que tiene ventaja sobre aquel que la usa con menos vigor." 4) "De ahí que, como en la guerra
cada parte trate de dominar a la otra, sobrevenga una acción recíproca que debe aumentar en
extremo". Y, por este motivo, 5) "Desarmar o destruir al enemigo...o amenazar con
hacerlo...siempre debe ser la meta de la guerra". Esta es la idea de Clausewitz de la Guerra
Absoluta.
Pero en los segundos enunciados tenemos:
6)"La guerra es un acto político... y también un efectivo instrumento político, una continuación del
comercio político y la ejecución de éste por otros medios" 7) "En ninguna circunstancia debe
considerarse la guerra algo independiente. La política se entrelaza con la acción total de la guerra
y debe ejercer una influencia continua sobre ella..." 8)Las guerras deben diferir en carácter, según
los motivos y las circunstancias a los que obedecen". 9) "El paso inicial, más grande y más
decisivo de un hombre de Estado o de un General consiste en entender el tipo de guerra en que
interviene, y en no tomarlo por algo distinto, o en no desear que fuese algo distinto de lo que,
dadas las circunstancias, es posible que sea." 10) "La guerra...es una magnífica
trinidad,compuesta por la violencia original de sus elementos, del juego de probabilidades y de
suerte que hacen de ella una actividad libre del alma y de su naturaleza subordinada como
instrumento político, respecto del cual pertenece al dominio de la razón". De esta forma
Clausewitz presenta su idea de la Guerra Real o de la "Guerra concebida como un Instrumento
Político". Afirma: "Vemos por lo tanto que desde el principio, la facultad absoluta o teórica, como
se le llama, no encuentra en parte alguna base segura en los cálculos del arte de la guerra. Desde
el comienzo existe un juego de posibilidades, de buena y mala suerte, que aparece en todos los
hilos, grandes o pequeños de su trama y hace que de todas las ramas de la actividad humana,
sea la guerra la que más se asemeje a un juego de naipes" (Número 22 del Capítulo 1)
4. Clausewitz accede a Kant
El principal biógrafo en inglés (que tradujo a este idioma por primera vez Vom Kriege) el Coronel
J.J. Graham, afirma que Karl von Clausewitz asistió a las conferencias sobre Kant dadas por el
Profesor Kiese wetter, mientras se hallaba en la Escuela de Guerra de Berlín. La idea de Guerra
Absoluta aparece de hecho explicada (aunque no nombrada así) en un ensayo que escribe en
1804, Estrategia. Sus biógrafos señalan sus particulares gustos juveniles por la lectura, que lo
proveyeron de un nivel cultural poco común para su edad, lo que habría constituído una ayuda
para su paso de Gefreikorporal de la Infantería Prusiana a oficial cadete de la nueva Escuela de
Guerra de Berlín.
La oficialidad alemana en la cual se distinguió nuestro autor, estaba influenciada por el
pangermanismo nacionalista alemán, en particular Federico Schiller y Hegel. Tenían acceso al
pensamiento naciente sobre el Estado moderno (Hobbes, Locke y Rousseau, principalmente) y se
discutía en las escuelas militares y los estados mayores estas influencias y el pensamiento
kantiano. Von Clausewitz era parte de ella, llegando a ser Jefe del Estado Mayor y Director
Administrativo de la Escuela de Guerra de Berlín. Entre sus mentores militares, se destacan
Henrich von de Berenhorst(autor entre otras obras de "Consideraciones sobre el arte de la guerra,
sus progresos, sus contradicciones y su confiabilidad") y Gerad von Schanhorst, ambos conocidos
como generales "filósofos". Su participación como Ayudante del Príncipe Augusto de Prusia y
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como consejero en tratados internacionales, facilitaron que su avidez intelectual lo llevara a
acceder a los debates filosóficos de la época (5)..
Estos son algunos de los antecedentes que lo impulsan a proponerse la empresa no emprendida
a cabalidad en el mundo occidental (su antecesor más brillante según sus comentaristas sería
Antoine Henri de Jomini, autor de "Tratado de las grandes operaciones militares", de 1805) de
teorizar la guerra. Se trata, en suma de pensar filosóficamente el enfrentamiento armado para
obtener su esencia y sus leyes generales. No resulta improbable, entonces, que como la mayor
parte de los filósofos de la época, busque en los métodos de sus pares más avezados que él,
aquel que le permita aproximarse mejor a su objeto de estudio. La "idea en sí" o antípoda (tesis)
de la razón pura, lo lleva a descubrir la Guerra Absoluta. La antítesis le permite vislumbrar la otra
antinomia, esto es, el acto bélico sujeto totalmente a la política, al azar, a las virtudes del
comandante, a la formación social, etc. O sea, lo contrario de lo Absoluto, la limitación "total" de su
posibilidad extrema.
No se trata como han postulado algunos comentaristas militares (el más enconado es el General
J.C.Fuller, en su libro "La dirección de la guerra", Luis del Caralt Editor,Barcelona,1965) de una
reflexión disparatada e inconexa, o como señalan sus críticos civiles (ver, por ejemplo, el libro de
W.B.Gallie,"Philosophers of Peace and War.Kant,Clausewitz,Marx,Engels and Tolstoy",Cambridge
University Press,London,1978),carente de status epistemológico y científico. La aprehensión con
metodología kantiana le permite utilizar la dialéctica (hegeliana y panhelénica) para demostrar que
la tendencia general de la guerra es a la ascención a los extremos, pero que los
condicionamientos histórico-sociales y políticos y el decurso de las acciones militares, requieren
un permanente análisis por parte de los comandantes y las autoridades políticas para conseguir
los objetivos, que limitan dicha ascensión.
5. Conclusión
Karl von Clausewitz tuvo acceso a la filosofía alemana en general y al pensamiento de Immanuel
Kant. Sus maestros militares, también. En su exposición fundamental contenida en el capítulo 1
del Libro primero, utiliza la antinomia de la razón pura de Kant, para extraer su idea de la Guerra
Absoluta y su opuesto, la imposibilidad de que exista sin trabas .Ello le permite en el desarrollo de
la obra en su conjunto, proponer un entendimiento de la esencia de la guerra y de sus leyes
generales, esto es, un saber científico. Esto no descarta que su observación histórica de las
Guerras Napoleónicas haya tenido un papel central en su concepción de la Guerra "total".
6. Notas
(1)Hessen, Johannes. Teoría del conocimiento Editorial Losada, Buenos Aires (29 Ed.),1996
(2)En: Bouthoul, Gaston. La guerra Col. "Qué sé", Número 44, Barcelona, 1971.
(3) Dilthey, Wilhem .Historia de la Filosofía Fondo de Cultura Económica. Reimpresión en Chile,
1993. Para una versión en las fuentes, ver: KANT .Crítica de la razón pura Editorial Porrúa,
México 1996, p. 204 y siguientes.Una atinada y sugerente exposición del pensamiento kantiano se
encuentra en : Heidegger,Martin Kant y el problema de la metafísica, Fondo de Cultura Económica
,México, 1966.Una exposición de su Moral, se encuentra en su texto Fundamentación de la
Metafísica de las costumbres, Colección Austral, Espasa Calpe, XII Ed., Madrid, España, 1996.
(4)Utilizamos la conocida Edición de Editorial Diógenes, México , de 1977. Estudiosos alemanes
nos han llamado la atención sobre los errores de traducción, que se prestan a graves confusiones.
En la página 2 (número 2 de Clausewitz), donde dice "objetivo",es zweck, que es objetivo políitico,
y
donde
dice
"propósito"
es
ziel,
que
quiere
decir
objetivo
militar.
(5)Engelbert, Ernest "Karl von Clausewitz en su época". En: Clausewitz en el pensamiento
marxista, Siglo XXI, México ,1979 .
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CUESTIONARIO
1.
2.
3.
4.
5.
Explique la idea de la Guerra Absoluta de Clasewitz.
Explique lo opuesto de la Guerra Absoluta
¿Que es la antinomia de la razón pura?
Difiera de la posición de Clasewitz a través de la teoría critica
Utilice un punto de la antinomia de la razón pura y explíquela a través de una teoría de
Relaciones Internaciones
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WORK PAPER # 4
UNIDAD O TEMA: Unidad I, tema II
TITULO: Dialéctica de la Dependencia
FECHA DE ENTREGA:
PERIODO DE EVALUACIÓN: Segunda Evaluación.-
Dialéctica de la dependencia
Ruy Mauro Marini
Con la expansión comercial en el siglo XVI y el capitalismo naciente en América Latina se
desarrolla en estrecha consonancia con la dinámica del capitalismo internacional. Las relaciones
de Latinoamérica con los centros alistas europeos se insertan en una estructura definida de la
división internacional del trabajo, que determinará el curso del desarrollo anterior de la resida. Es a
partir de entonces que se configura la dependencia, que no es otra que la relación de
subordinación entre naciones totalmente independientes, en cuyo marco las relaciones de
producción de las naciones subordinadas son modificadas o recreadas para asegurar la
reproducción ampliado de la dependencia.
Las relaciones internacionales de América Latina desempeñan un papel importante en la
formación de la economía capitalista mundial; esto explica el surgimiento de la gran industria que
se establece en bases sólidas. La división internacional del trabajo, el fuerte incremento de la
clase obrera industrial y, en los servicios de los países industriales, no hubiera podido tener lugar
si estos no hubieran contado con los medios de subsistencia de origen agropecuario,
proporcionados en forma considerable por los países latinoamericanos. Lo que profundizó la
división del trabajo y especializa a los países industriales.
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La función de América Latina no se redujo a esto, sino le agregarían a contribuir a la formación del
mercado de materias primas, cuya importancia crece en función del mismo desarrollo industrial,
pero mas allá de facilitar el crecimiento, la participación de América en el mercado mundial
contribuirá a que el eje de la acumulación pase a depender más del aumento de la capacidad
productiva del trabajo que simplemente de la explotación del trabajo. Sin embargo, el desarrollo de
la producción latinoamericana permite a la región contribuir a éste cambio cualitativo en los países
centrales, se daba fundamentalmente con base en una mayor explotación del trabajador.
En la medida en que la mayor productividad se acompaña efectivamente de una plusvalía relativa,
esto significa que se desciende el valor del capital, es decir, que se eleva la composición valor del
capital. Sin olvidar que lo que determina la cuota de la plusvalía no es la productividad del trabajo
en sí, sino el grado de explotación del trabajo, lo que quiere decir, la relación del tiempo de trabajo
excedente y el tiempo de trabajo necesario. La plusvalía relativa está ligada indisolublemente, a la
desvalorización de salarios. Siendo América Latina quien desempeña un papel significativo en el
aumento de la plusvalía relativa en los países industriales.
El proceso mediante el cual América Latina contribuyó a incrementar la cuota de plusvalía y la
cuota de ganancia en los países industriales implica para ello efectos rigurosamente opuestos y lo
que aparecía como un mecanismo de compensación a nivel del mercado de hecho un mecanismo
que opera a nivel de la producción interna.
América Latina es llevada a reproducir en su seno las relaciones de producción que se
encontraban en el origen de la formación de ese mercado, y determinaban su carácter y su
expansión. Sin embargo, este proceso América Latina debió hacerlo mediante una acumulación
fundada, en la superexplotación del trabajo. En esta contradicción radica la esencia de la
dependencia latinoamericana.
La producción latinoamericana no depende para su realización de la capacidad interna de
consumo, la tendencia natural del sistema será la de explotar al máximo la fuerza de trabajo del
obrero, sin preocuparse de crear las condiciones para esto.
La economía exportadora: es una formación social basada en el modo capitalista de producción,
que acentúa hasta el límite de contradicciones que le son propias.
En este proceso de industrialización productiva en América Latina, no llega nunca a conformar
una economía industrial, sino que fue una actividad subordinada a la producción y explotación de
bienes primarios que constituían el centro vital del proceso de acumulación.
La industrialización latinoamericana se da de distinta manera. Esta no pasa su propia demanda
preexistente, y se estructura en función de los requerimientos de mercado precedente de los
países avanzados. La economía industrial dependiente reproduce en forma específica la
acumulación de capital basada en la superexplotación del trabaja
CUESTIONARIO
1. Que importancia tiene América Latina en la formación de las economías capitalistas?
2. explique las diferencias entre la plusvalía relativa y la plusvalía industrial?
3. En que contradicción radica la dependencia latinoamericana?
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4. Por que América latina no llega a conformar una economía industrial?
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WORK PAPER # 5
UNIDAD O TEMA: Unidad II, tema IV
TITULO: Política Exterior del Brasil
FECHA DE ENTREGA:
PERIODO DE EVALUACIÓN: Segunda Evaluación.Por: Muniz Bandeira
Luego de un período de crecientes dificultades entre Brasil y Estados Unidos, en el curso de las
décadas de 1970 y 1980, Fernando Collor de Melo (1990-1992), el primer presidente de la
República electo por voto directo desde 1960, prometió que su visita a Washington, en 1991,
marcaría el fin de una “fase amadorística (sic) y romántica” en las relaciones de los dos países.
Se empeñó en vaciar lo contencioso, que había, e inició la desregulación y liberalización de la
economía, haciendo diversas concesiones a los Estados Unidos, cediendo y concediendo, sin
exigir reciprocidad.
Su sucesor, Itamar Franco (1992-1995), con inclinación nacionalista, moderó el discurso y la
práctica liberalizante del gobierno de Collor de Mello, al mismo tiempo en que trató de contener la
inflación y estabilizar la moneda, mediante la ejecución del Plan Real. Fernando Henrique
Cardoso, su sucesor, asumió la presidencia de la República en 1995, con la pretensión de
revitalizar la agenda Brasil-Estados Unidos, “sin las incomprensiones del pasado”. Reconoció las
divergencias que existían como “propias de los relacionamientos caracterizados por la amplitud de
intereses recíprocos”1 y, a través del diálogo, procuró sobreponer a lo contencioso bilateral
cotidiano una agenda más abrangente, incluyendo la “creciente democratización de las relaciones
internacionales”.
A lo largo de sus dos mandatos (1995-1999 y 1999-2003), procuró ajustar los objetivos de Brasil a
los intereses de los Estados Unidos, o sea, al nuevo orden internacional unipolar, de modo de
facilitarle la inserción, armoniosamente, en el proceso de globalización económica y permitirle la
obtención de un lugar permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. La adhesión al TNP, al
Régimen de control de Tecnología de Misiles (MTCR) y a otros tratados asimétricos y
discriminatorios, como la Organización Mundial de Comercio (OMC), que consagraban la
predominancia de los Estados Unidos y de las potencias ricas y nucleares, constituirían aspectos
destacables de tal esfuerzo.
Mientras tanto, la adopción de políticas económicas neoliberales, como consecuencia de la
renegociación de la duda externa y de las condicionantes establecidas por el Fondo Monetario
Internacional y por el Banco Mundial, tales como reducción del Estado, a través de la
privatización, desregulación y reforma institucional, así como la manutención de un régimen de
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tasas fijas o semi-fijas de cambio, en general, sobrevaluado, aumentaron enormemente la
vulnerabilidad externa de Brasil, sobretodo a partir de 1999. La privatización, o mejor, la
extranjerización de las empresas estatales, de los sectores de la telefonía y energía eléctrica entre
otros, con la entrega de su control a los capitales extranjeros, fue uno de los aspectos más
perversos de las políticas neoliberales, pues, al no contribuir en nada en el aumento de las divisas
de exportación, estas empresas, desnacionalizadas, pasaron a presionar la balanza de pagos,
agravando el desequilibrio, con la transferencia de lucros para sus matrices en el exterior. El
déficit en la balanza de servicios saltó de U$S 15,3 billones, en 1990, cuando el proceso
inflacionario se intensificaba en Brasil, para U$S 28,8 billones, en 1998, y el déficit en las
transacciones corrientes saltó de U$S 3,7 billones a U$S 33,6 billones, en el mismo período2. Con
un déficit comercial acumulado, entre 1995 y 1999, del orden de U$S 24,9 billones, después de
años consecutivos de saldo positivo, Brasil se enfrentó a la necesidad de tener que captar,
anualmente, cerca de U$S 40 billones a U$S 50 billones, en el mercado internacional, para
atender los compromisos con el pago de intereses y transferencia de lucros, fletes y royalties, así
como amortizar los préstamos y cerrar las cuentas externas.
No obstante el fuerte apoyo dado a Brasil, directamente, por el presidente de los Estados Unidos,
Bill Clinton, cuando se dio la crisis financiera de 1999, el proyecto del ALCA, tal como lo había
pretendido Washington, continuó como el nervio más sensible de las divergencias entre Brasil y
los Estados Unidos, en la medida en que los objetivos económicos, políticos y estratégicos de los
dos países se contradecían, envueltos por el conflicto de intereses comerciales. El propósito del
ALCA consistía en reavivar la Doctrina Monroe, en su dimensión económica y comercial, y permitir
a los Estados Unidos no sólo restablecer su hegemonía sobre América Latina sino enfrentar a la
Unión Europea, embrión del futuro Estado europeo (meta del Tratado de Maastricht) del cual
Alemania, que ya incorporaba a su espacio económico a Rusia y los demás países del extinto
Bloque Socialista, constituía el epicentro. Fernando Henrique Cardoso, después de la aprobación
del Trade Promotion Authority (TPA), por parte de la Cámara de Representantes, a fines de 2001,
afirmó que, “si las condicionantes se cumpliesen al pie de la letra, significa que no habrá ALCA”.
Y agregó, enfáticamente, que “el ALCA será aceptado o no dependiendo de nuestro interés.
Tiene que ser un toma y daca”.
Fernando Henrique Cardoso mantuvo un buen relacionamiento directo con Bill Clinton, pero las
divergencias con los Estados Unidos se explicitaron en varias otras cuestiones de política exterior,
con respecto, sobre todo, a América del Sur, y a la posible intervención armada en Colombia,
como pretexto de combatir la narcoguerrilla, así denominada porque los negocios de la droga se
convirtieron en la más importante fuente de financiamiento de la insurgencia política 4. Brasil
prohibió la utilización de su territorio para cualquier operación militar en Colombia, por cuanto
contrariaba los principios de no-intervención y auto-determinación, que pautaban tradicionalmente
su política exterior. Y continuó sin aceptar que, bajo pretexto estratégico-militar o de combate al
narcotráfico, los Estados Unidos extendiesen sus instalaciones militares a la Amazonía brasileña,
cuya defensa siempre preocupó a las Fuerzas Armadas brasileñas, que pasaron a implementar la
“estrategia de resistencia”, como hipótesis de guerra contra una potencia tecnológicamente
superior.
A partir de la ascensión de George W. Bush a la presidencia de los Estados Unidos, la política
exterior de Brasil se presentó de veras contradictoria. El canciller Celso Lafer dimitió al embajador
Samuel Pinheiro Guimarães, de la dirección del IPRI, porque criticaba al ALCA y, después, aceptó
que los Estados Unidos destituyesen ilegalmente al embajador José Mauricio Bustani de la dirección
de la OPAC. Estas iniciativas y actitudes subordinadas y serviles de Celso Lafer, que se configuró
como el peor canciller en la historia de Itamaraty, no fueron consistentes con los incisivos y altivos
pronunciamientos de Fernando Henrique Cardoso, que tal vez, para amortiguar la repercusión
altamente negativa que tuvo la dimisión del embajador Samuel Pinheiro Gimarães, volvió a
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manifestarse, de manera más categórica sobre el ALCA. En un discurso en la III Cúpula de las
Américas, en Quebec (22 de abril), declaró que el ALCA sería “bienvenido” si su creación fuese un
paso para dar acceso a los mercados más dinámicos; si efectivamente fuese un camino para reglas
compartidas sobre anti-dumping; si redujese las barreras no-arancelarias; si evitase la distorsión
proteccionista de las buenas reglas sanitarias; si, al proteger la propiedad intelectual, promoviese, al
mismo tiempo, la capacidad tecnológica de pueblos; y si fuese más allá de la Ronda Uruguaya,
corrigiendo las asimetrías entonces cristalizadas, sobretodo en el área agrícola. “No siendo así, sería
irrelevante o, en la peor de las hipótesis, indeseable” – concluyó5.
Después de los atentados terroristas que destruyeron las torres gemelas del WTC y de parte del
Pentágono, con más de 3.000 muertos, Fernando Henrique Cardoso, en la misma mañana del 11
de setiembre, telefoneó a Bush, a fin de prestarle solidaridad integral, y Celso Lafer tomó la
iniciativa de convocar una reunión del Órgano de Consulta de la OEA, invocando el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), conocido como Tratado de Río de Janeiro,
alegando que “la excepcional gravedad de los ataques y la discusión de sus desdoblamientos”
justificaban el recurso al mecanismo de seguridad colectiva del hemisferio. Tres días después,
declaró que Brasil podría participar de la guerra, si ocurriese, apoyando una acción militar de los
Estados Unidos, siempre que el grupo terrorista que atacó las torres del World Trade Center y el
Pentágono fuese identificado. Y, durante la XXIV Reunión de Consulta de los Cancilleres
Americanos, el 21 de setiembre, afirmó que “las más de cinco décadas transcurridas desde la
firma del TIAR5 no le quitan la validez”7. Su propósito declarado fue crear un “molde jurídico de
cooperación, compatible con las resoluciones de la ONU”, con la “ventaja” de excluir a Brasil del
compromiso de empleo de la fuerza armada en el tratamiento del terrorismo, delimitando
jurídicamente la manifestación política de solidaridad8. Esta fue la explicación que también ofreció
a Fernando Henrique Cardoso9. Sin embargo, la invocación del TIAR, cuyo Art. 3 indicaba que
“un ataque armado por parte de cualquier Estado a un Estado americano será considerado un
ataque contra todos los Estados americanos”, fue evidentemente disparatado. El ataque contra el
World Trade Center y el Pentágono no partiría de ningún otro Estado nacional, como en Pearl
Harbor (1941). Si bien podría considerarse como una acción bélica, no prevista en la normativa
internacional de guerra, ella partió de un enemigo difuso, disperso, que recurrió al terrorismo, aún
a costa del suicidio, porque no disponía de misiles y otras armas para atacar los Estados Unidos.
La convocatoria del Órgano de Consulta de la OEA, agravada por la declaración de que el TIAR,
instrumento de la Guerra Fría, no perdiera la validez, constituyó, por lo tanto, una tontería, sobre
todo después que el presidente de Méjico, Vicente Fox, en reunión del Consejo Permanente de la
OEA, anunciara el propósito de denunciarlo, diciendo que representaba no sólo un “caso grave de
obsolescencia e inutilidad” , como la guerra de las Malvinas (1982) demostrara, “sino que ha
impedido, en contra de sus propósitos, la generación de una idea de seguridad adecuada a los
alcances y necesidades del hemisferio”10. Según explicara Fox, con mucha lucidez, la nueva
arquitectura del sistema internacional, ponía en evidencia que este instrumento se tornaría
“inservible, puesto que surgió de causas y realidades que han desaparecido” , y la vulnerabilidad
de las naciones, en el nuevo sistema globalizado, ya no derivaba, primordialmente, de
consideraciones militares, razón por la cual los instrumentos diseñados en el pasado y concebidos
para otras condiciones fueron superados por los hechos. Era, por lo tanto, “indispensable
reconocer el anacronismo del Tratado de Río, el cual surgió como una emergencia y de acuerdo a
las condiciones de la época”11.
Las actitudes de Celso Lafer concursaron, fuertemente, para consolidar la percepción de que la
política exterior de Fernando Henrique Cardoso, así como la política económica, de manera
general, constituyó un simple accesorio de los intereses hegemónicos de los Estados Unidos, en
el mundo y, en especial, en América Latina. Y contribuyeron para desgastar aún más el prestigio
del gobierno, al proyectar la imagen de subordinación a los designios de los Estados Unidos, en
medio de una gestión turbulenta, como nunca hubo, la peor en la historia de Itamaraty. Y no se
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mostraron consistentes con los pronunciamientos de Fernando Henrique Cardoso, contrarios a la
política exterior de George W. Bush, que se rehusara a ratificar el Protocolo de Kyoto – sobre la
reducción de la emisión de gases-invernadero – bloqueara los esfuerzos internacionales para
fortalecer la Biological Weapons Convention, denunciara el Tratado ABM (Anti-Balistic Missile
Agreement), y retirara la adhesión de los Estados Unidos al tratado que creó la Corte Penal
Internacional contra los crímenes de guerra, instituida en Haya por la ONU, más allá de intensificar
presiones sobre otros países para dispensar a los ciudadanos americanos de su jurisdicción.
Poco tiempo después de Lafer invocar el inepto Tratado de Río de Janeiro, de cara a los
atentados terroristas del 11 de setiembre de 2001, Fernando Henrique Cardoso, en un discurso en
la Asamblea Nacional de Francia, se refirió a los Estados Unidos, al proclamar que “la barbarie no
es solamente la cobardía del terrorismo, sino también la intolerancia o la imposición de políticas
unilaterales en escala planetaria”12. Y, durante la visita al presidente George W. Bush, en
Washington, destacó, diplomáticamente, que había, “from time to time, some difference” entre
Brasil y Estados Unidos, y, recordando que en la víspera “the President (Bush) said to be
American first”, completó: “Well, I would say the same, to be Brazil first. That’s normal. But then
let’s see how to cooperate”13.
El gobierno de Fernando Henrique Cardoso, cualquiera que fuese su propósito de cooperar con
los Estados Unidos, no podía dejar de atender y responder a los intereses concretos de Brasil –
económicos, sociales y políticos – generados y modelados por el proceso productivo, que el
Estado nacional, como instancia superior de organización y comando de la sociedad, debía
articular y representar. Y el ALCA, en realidad, no convenía a Brasil, por varios aspectos. Un
estudio divulgado el 2 de mayo de 2002 por la Secretaría de la Receita Federal demostró que los
Estados Unidos, Méjico y Canadá serían los países más beneficiados con la formación del ALCA,
cuyo comercio estaría concentrado en empresas multinacionales, que siempre distorsionaron los
precios, la mayor parte de las veces, para transferir lucros o perjuicios de un país para otro. La
Federación de Industrias de San Pablo (FIESP), por su parte, calculó que Brasil perdería U$S 1
billón por año en su comercio exterior, a partir del 1º de enero de 2006, fecha prevista para la
implantación del ALCA14, dado que sus importaciones sobrepasarían los U$S 2.254 billones,
mientras que las exportaciones solamente aumentarían cerca de U$S 1.252 billones, lo que
agravaría su vulnerabilidad, con un creciente déficit en sus cuentas externas. También la
Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) concluyó que el ALCA traería más amenazas
que oportunidades para Brasil, llevándolo a perder el mercado, dentro del hemisferio, para 176
productos exportados por sus empresas, principalmente en los sectores de manufactura, o sea,
máquinas y equipamientos, automóviles, papel y celulosa y productos químicos, en virtud de la
competencia de los Estados Unidos y Canadá15. Y otro estudio, realizado por los investigadores
de la Universidad de Campinas, a pedido del Ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior
de Brasil, embajador Sergio Amaral, llegó a la misma conclusión de que la implantación del ALCA,
por un lado, va a incrementar las importaciones de Brasil y, por otro, inhibir sus exportaciones
para los países de América Latina, además de alejar las inversiones extranjeras, promover la
“desindustrialización y desnacionalización” de la economía, ocasionando el aumento del
desempleo y de la demanda por dólares, después de analizar 18 cadenas productivas – los
sectores que producen 53,1% de la facturación industrial nacional, 57% de las exportaciones y
68,4% de las importaciones totales del país16. Brasil tendería a regredir la condición de país agroexportador y productor de manufacturas livianas o bienes de consumo, una vez que el área de
libre comercio provocase la destrucción de buena parte de su parque industrial, particularmente en
los sectores más sofisticados, en que los Estados Unidos, sin duda, predominaban. No sin razón,
Fernando Henrique Cardoso reconoció que era más fácil, “ideológica y políticamente”, negociar
acuerdos comerciales con la Unión Europea que con los Estados Unidos, para la formación del
ALCA, pues presentaban menos riesgos para la soberanía de Brasil17.
La política exterior de Lula
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Luiz Inácio Lula da Silva, como candidatos del Partido de los Trabajadores (PT), a la presidencia
de la República, declaró, durante la campaña electoral, que el ALCA no constituía una propuesta
de integración, “sino una política de anexación, y nuestro país no será anexado”18. Como
candidato, Lula da Silva podía decir, libremente, lo que pensaba. Como jefe de gobierno, mientras
tanto, tenía que preservar el relacionamiento de Brasil con los Estados Unidos. Así, más por
conveniencia política de que propiamente por intereses comerciales, no apartó a Brasil de las
negociaciones para la formación del ALCA. Y el nombramiento de los embajadores Celso Amorim
y Samuel Pinheiro Guimarães, que Celso Lafer dimitiera del IPRI debido a sus pronunciamientos
contra el ALCA, para los cargos de ministro de Relaciones Exteriores y secretario general de
Itamaraty, respectivamente, demostró que Brasil buscaría con los Estados Unidos una “sociedad
madura, con basada en el interés mutuo”, como Lula da Silva declaró en su discurso de
asunción19, y no fundada en la sumisión y subordinación. Esta directriz produjo cierto enfriamiento
en las relaciones entre los dos países, luego de la inauguración de su gobierno, el 1º de enero de
2003. Surgieron algunas tensiones por causa de la huelga general en Venezuela, promovida por
la oposición, con el discreto beneplácito de Washington, tendiendo al derrocamiento de Hugo
Chávez, cuyo gobierno constitucional iba a estar respaldado por Brasil, desde, incluso, los últimos
días del mandato de Fernando Henrique Cardoso. Lula da Silva también criticó la guerra contra
Irak, deflagrada por los Estados Unidos para atender, entre diversos factores, a los intereses de
las industrias bélicas y compañías petrolíferas americanas. “El presidente Bush (...) no respeta a
la ONU, no tiene en cuenta al Consejo de Seguridad y lo que piensa el resto del mundo20. Creo
que esto es grave. Grave para el futuro de la ONU, que es una referencia de comportamiento
para las naciones del mundo entero” – dijo Lula da Silva21.
Tales críticas no impidieron que él, al visitar Washington, el 20 de junio de 203, declarase creer
que las relaciones entre Brasil y los Estados Unidos podrían “sorprender al mundo”. A pesar de
que existían diferencias de posiciones y de percepciones, y de profundas divergencias también en
el área comercial, difíciles de resolver, un buen relacionamiento entre Brasil y los Estados Unidos
convenía tanto a Lula da Silva como a George W. Bush. Y los dos presidentes se empeñaron en
evitar que estas divergencias en las negociaciones comerciales, tanto en la OMC como en el
ALCA, contaminasen el resto de las relaciones bilaterales. Con todo, de la misma forma que
Collor de Mello y Fernando Henrique Cardoso, que buscaron establecer un buen relacionamiento
entre los dos países, Lula da Silva no consiguió evitar las divergencias y fricciones, mientras
mantuviese la política de estabilización económica y financiera, de acuerdo con el FMI, a fin de
evitar la fuga de capitales y el retorno de la inflación. La contienda, sobretodo en torno del
ALCA/Mercosur, recrudeció, agravada por otros litigios, en la medida en que los intereses
nacionales de Brasil pasaron a prevalecer como vector de su política exterior, en contradicción
con las pretensiones imperiales de los Estados Unidos, exacerbadas en la administración de
George W. Bush. Y las negociaciones entre Brasil y los Estados Unidos llegaron a un impasse.
El proyecto del ALCA iba mucho más allá del llamado libre comercio, en sentido estricto. Incluía
aspectos normativos para servicios, inversiones, comparas gubernamentales y propiedad
intelectual que incidían directamente sobre la capacidad reguladora de los países. Por otro lado,
los Estados Unidos no se disponían a ofrecer libre acceso a su mercado, el mayor del hemisferio,
para los productos en que Brasil presentaba ventajas comparativas (sobretodo, pero no sólo
agrícolas), y excluían de las negociaciones aspectos de importancia prioritaria, como los subsidios
agrícolas y las medidas anti-dumping22. Además del azúcar, la commodity más protegida en los
Estados Unidos, dos de los productos brasileños más competitivos – acero y jugo de naranja –
sufrían restricciones arancelarias y no-arancelarias, que tendían a proteger los fabricantes
americanos e impedían el aumento de las exportaciones de Brasil. Y los Estados Unidos
señalaron que no eliminarían los subsidios para estos productos hasta que el diferendo no fuese
resuelto, en el ámbito de la OMC, con los países de la Unión Europea. Esto significaba como
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consecuencia del acuerdo entre Francia y Alemania, que, no habría ninguna alteración en su
política agrícola hasta 2006 y que aquellos productos brasileños tampoco tendrían acceso
preferencial al mercado americano, a través del ALCA. Los Estados Unidos igualmente se
rehusaban a tratar la ley anti-dumping, que permitía al gobierno de Washington aplicar medidas de
salvaguarda a productos que ellos considerasen que estaban siendo importados a precios
subvaluados. La cláusula en este sentido constaba de las provisiones del NAFTA y Brasil no la
aceptaba, en el ALCA, pues constituía una de las barreras no-arancelarias, levantadas
frecuentemente por los Estados Unidos para proteger sus industrias ineficientes.
El gobierno de Lula da Silva se opuso también a acuerdos que solamente resultarían en perjuicio
para Brasil y no aceptó una reducción de tarifas, que tuviese como base el porcentaje aplicado,
menor que el consolidado en la OMC, como hiciera el gobierno de Fernando Henrique Cardoso.
“En lugar de sumarnos a concepciones irreales de un ALCA, en torno de las cuales el consenso
se supone inalcanzable, preferimos concentrarnos en el ‘ALCA posible’, que concilie de la manera
más productiva los objetivos necesariamente diferenciados de los 34 países participantes” –
escribió Celso Amorim23, aclarando que fue “a partir de este enfoque consistente y realista” que la
declaración conjunta en la reunión de los presidentes Lula da Silva y George W. Bush, en
Washington, expresó el entendimiento de que los dos países cooperarían para que las
negociaciones fuesen concluidas, con éxito, en los plazos previamente acordados, los cuales,
mientras tanto, no podían prevalecer sobre el contenido. Según Celso Amorim, el gobierno del
presidente Lula da Silva no habría de adherir a acuerdos que fuesen incompatibles con los
intereses brasileños, aunque tratase de explotar, soberanamente, todas las alternativas para la
promoción del comercio y la aceleración del desarrollo nacional.
Esta resistencia a aceptar acuerdos incompatibles con sus intereses nacionales, llevó a Brasil y
Estados Unidos a una fricción, de profunda repercusión, en las negociaciones, durante la 5ª
Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio (OMC), realizada en Cancún
(Méjico), el 14 de setiembre de 2003. Brasil coordinó la formación de un bloque llamado G-21,
liderando, dentro de la OMC, a los países emergentes, como India, China, Méjico, África del Sur e
Indonesia, que no estaban dispuestos a continuar con la agenda, que sólo interesaba a las
potencias industriales, después de ya haber reducido tarifas de bienes manufacturados y
adoptado reglas sobre patentes, sin que nada les fuese concedido en cuanto a la liberalización del
comercio agrícola. Así, los delegados de 146 países no alcanzaron en Cancún ningún
entendimiento con relación a los dos principales temas de la agenda, programados en las
reuniones de Singapur (1996) y Doha (2001). Los Estados Unidos y la Unión Europea
pretendieron obtener un acuerdo, reteniendo inversiones, competencia, compras gubernamentales
y facilitación de los cambios en las reglas de comercio internacional, pero no quisieron discutir los
subsidios que concedían, anualmente, a los productos agrícolas y perjudicaban las exportaciones
de los países en desarrollo. “La diplomacia brasileña fue la gran vencedora de Cancún al impedir
que el comercio agrícola prosiguiese dando cobertura a los intereses de la Unión Europea y de los
Estados Unidos, por efecto de maniobras diplomáticas de los países que detentan el mayor poder
mundial” – comentó el profesor Amado Cervo, concluyendo que “el ministro Celso Amorim erigió
una obra de genio de la ingeniería política”, al coordinar la formación del G-21 (o G-más, como él
prefirió llamar), al grupo de países en desarrollo, reuniendo a China, India, África del Sur,
Argentina, Méjico, Chile, prácticamente toda América Latina, Tailandia, Filipinas, Paquistán, Egipto
y otros. Estos países, que representaban más del 55% de la población mundial24, casi el 69% de
la producción agrícola y la mayoría de los pobres de todos los continentes, no aceptaron más la
diferencia de tratamiento que se estableció cuando el GATT, a principios de la década del 50 en el
siglo XX, aprobó un “waiver”, o sea, una excepción para la agricultura, a pedido de los Estados
Unidos, y poco tiempo después juzgó como productos agrícolas o agribusiness, o sea, productos
agroindustriales, tales como aceite y harina de soja, harina de trigo, aceite de oliva, etc.,
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permitiendo que los Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón y otras potencias industriales
pudiesen concederles, anualmente, subsidios, en un valor superior a los U$S 300 billones, y
exportarlos fuera de las normas de mercado25. Según información del Banco Mundial, el gobierno
americano destinaba, anualmente, U$S 3 billones a las subvenciones para el plantío de algodón
en los Estados Unidos. Y cerca de ¼ de los grandes empresarios rurales, en los Estados Unidos
y en la Unión Europea, recibieron, durante la década del 90’ del siglo XX, subsidios, que les
posibilitaron producir mucho más cosechas que las necesarias para el consumo doméstico y
vender el excedente, en el mercado mundial, a precios más bajos que los países en desarrollo de
Asia, África y América Latina26.
El impasse en la reunión de la OMC representó una derrota para la Unión Europea y,
especialmente, un fiasco para los Estados Unidos, evidenciando las enormes dificultades que
tendrían para avanzar en las negociaciones sobre el ALCA. El gobierno de George W. Bush
intensificó entonces las presiones sobre los países sudamericanos, como Colombia, para que se
alejasen de la posición de Brasil y del Mercosur, con vistas a la reunión sobre el ALCA, en Miami.
Este comportamiento, el canciller Celso Amorim criticó con dureza, diciendo que era una “cosa
muy lamentable, muy destructiva”, puesto que los Estados Unidos no estaban convenciendo a los
países, que integraran el G-plus, liderado por Brasil, “sino haciendo amenazas”27. El embajador
Adhemar Bahadian, encargado de las negociaciones por Itamaraty, previó, por su parte, que el
ALCA podría no salir del papel28. De hecho, la turbulencia continuó agitando las negociaciones.
La confrontación entre Brasil y los Estados Unidos, explicitado en Cancún, tornaría inevitable el
colapso de la reunión de la Comisión de Negociación Comercial (CNC), la instancia técnica de las
negociaciones sobre el ALCA, que se reunió entre el 1º y el 3 de octubre, en Port of Spain, capital
de Trinidad & Tobago. Luego de intensas conversaciones, debido a la resistencia de Uruguay,
Brasil, con el apoyo de Argentina y de los países del Mercosur, presentó una propuesta conjunta,
a ser debatida en la reunión de los ministros, marcada para noviembre, en Miami. Esta propuesta
colocó las negociaciones en “tres vías”, previendo el derribo de barreras comerciales para otros
países en desarrollo en un plazo menor que el que se fijase para Canadá y Estados Unidos y
dejando los temas sensibles, como normas de protección a inversiones y a la propiedad
intelectual, así como la apertura de compras gubernamentales y servicios a los proveedores
extranjeros, para ser negociados, por separado, por los países que quisiesen. Lo que acarreó el
fracaso de la reunión fue, entonces, el mismo impasse que se diera en Cancún.
Entretanto, por más que los gobiernos de Lula da Silva y George W. Bush se esforzasen para que
las fricciones en el área comercial no repercutiesen sobre las relaciones bilaterales, las tensiones
recrudecieron. El gobierno americano, en enero de 2004, instituyó el US-VISIT (United States
Visitor and Inmigrant Status Indicator Technology) el programa que establecía el control total del
ingreso de visitantes, por medio de fotografías y sistemas computarizados de reconocimiento de
rostro y digitales, en los 115 puertos marítimos y aeropuertos de los Estados Unidos, de todos los
extranjeros, oriundas de países que necesitasen de visa para entrar en los Estados Unidos. La
medida, ejecutada por el Homeland Security Secretary, alcanzó a los visitantes de todos los
países, inclusive Brasil, exceptuando sin embargo, apenas 27, la mayoría europeos. Como
consecuencia, del juez de la 1º Vara Federal de Mato Grosso, Julier Sebastião da Silva, de Mato
Grosso, acogió la Acción Cautelar Innominada, promovida por el procurador de la República, José
Pedro Taques, concediendo una preliminar29, y determinó que la Policía Federal impusiese a los
turistas americanos el mismo tratamiento a que serían sometidos los brasileños de viaje a los
Estados Unidos. En su decisión, al asumir el argumento del procurador José Pedro Taques de
que, “si ellos (los americanos) pueden suponer que todo extranjero es terrorista, nosotros también
estamos autorizados para hacer lo mismo”, el juez Julier Sebastião da Silva, observando que, de
acuerdo con la nueva determinación del gobierno americano, “personas de varias nacionalidades,
consideradas desde ya terroristas en potencia”, deberían ser fotografiadas y tendrían sus
impresiones digitales recogidas por las autoridades norteamericanas siempre que entrasen o
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dejasen los Estados Unidos, resaltó que, obviamente, los ciudadanos europeos y de otros países
ricos no serían objeto del “acto ultrajante”, el cual sería reservado a los nacionales de países
pobres de América Latina, África, Oriente Medio y Asia. Mientras tanto, una vez que en el
derecho público internacional, se precavía del llamado principio de reciprocidad, de modo que las
relaciones entre Estados no se realizasen de forma desigual, principalmente en lo que se refiere a
la dignidad de la persona humana y de la protección y resguardo de los derechos humanos, el
juez Julier Sebastião da Silva difirió el pedido de concesión de la medida preliminar y determinó a
la Unión Federal, que hiciese gestiones junto a las autoridades norteamericanas en el sentido de
que los brasileños fuesen excluidos de la exigencia que entraría en vigor el día 1º de enero de
2004 para la entrada y salida de los Estados Unidos de América. Mientras se mantuviese la
restricción impuesta por las autoridades norteamericanas, la Policía Federal debía recoger las
impresiones digitales de los nacionales de los Estados Unidos, en los puertos, aeropuertos y
rutas, cuando entrasen en territorio brasileño, “so pena de serles negada la entrada debida”.
La medida, dictaminada por el juez federal Juvelier Sebastião da Silva, afectó, naturalmente, el
relacionamiento entre Brasil y los Estados Unidos, al generar un foco más de tensiones. La
Embajada Americana, en Brasilia, emitió una nota, en la cual decía comprender el derecho
soberano que Brasil tenía para determinar cuales son los requisitos de entrada al país, pero
lamentaba la forma por la cual los nuevos procedimientos fueron iniciados, repentinamente,
discriminando ciudadanos de los Estados Unidos, con un tratamiento excepcional que resultó en
largos atrasos en el procesamiento, cuando algunos ciudadanos norteamericanos tuvieron que
esperar más de nueve horas en su llegada al Aeropuerto Internacional de Río de Janeiro.
El fracaso de los Estados Unidos en la tentativa de imponer sus intereses, tanto en Cancún como
en Port of Spain, indicó, claramente, que el ALCA, según se proyectó en 1994, se frustraría. Y, de
hecho, se frustró. A fin de evitar el impasse y otro fiasco, en la 8! Reunión Ministerial, realizada en
Miami, los Estados Unidos hicieron concesiones y aceptaron un acuerdo, en torno del formato del
ALCA, propuesto por Brasil (ALCA light y a la carte), y diseñado una semana antes, en una
reunión previa, entre Robert B. Zoellick y Celso Amorim. Ni los Estados Unidos insistirían en los
items rechazados por Brasil, tales como compras gubernamentales, servicios, etc., ni Brasil
exigiría, como contrapartida, que fuese discutida la cuestión de los subsidios agrícolas y ley antidumping, que los Estados Unidos no querían. El acuerdo resultó de concesiones, basado en una
concepción más flexible del ALCA, el ALCA Light, dividida en tres tramos, tal como Brasil
pretendiera, restringida a los temas sobre los cuales había consenso y a un conjunto mínimo de
obligaciones comunes, reglas básicas, en las 11 áreas en negociación, pero permitiendo que cada
país hiciese acuerdos por separado, en las áreas que le conviniesen. Este entendimiento
solamente se dio cuando el gobierno de los Estados Unidos, que percibía al canciller Celso
Amorim como enemigo ideológico del ALCA, constató que la campaña contra Itamaraty, con el
apoyo del lobby y de algunos órganos de los medios de prensa dentro de Brasil, no alcanzaría
ningún resultado y que el fiasco de Cancún se podría reproducir en la 8ª Reunión Ministerial, en
Miami, Florida, estado gobernado por Jeb, hermano de George W. Bush.
El gobierno de Lula no pretendía confrontar con los Estados Unidos. Apenas trató de conducir las
negociaciones sobre el ALCA de conformidad con los intereses de Brasil. Indagado por los
periodistas Eurípedes Alcântara y Vilma Grysinski, de la revista Veja , sobre lo que Brasil
aceptaría perder en el ALCA, el canciller Celso Amorim, rápidamente respondió:
“No aceptamos perder la dignidad. No vamos a aceptar modelos que vienen prontos, todo tiene
que ser negociado. Lo que sucedía antes era una falsa negociación. Las cosas iban viniendo y,
como máximo, eran postergadas. La principal barrera, los subsidios, los Estados Unidos no los
discutian”31.
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Explicó que los temas de naturaleza normativa y sistémica tenían que ser discutidos en la OMC,
pues no tenía sentido establecer una regla de propiedad intelectual para los Estados Unidos y otra
para la Unión Europea. Este principio era también válido para normas de inversiones y servicios.
Y, en la cuestión de las compras gubernamentales, el interés de Brasil consistía, sobre todo, en
preservar su capacidad de seguir con una política de desarrollo, como en el caso de Petrobrás,
que priorizaba las industrias brasileñas en la adquisición de equipamientos para las plataformas
de petróleo, lo que no podría seguir haciendo, si este sector fuese abierto a la competencia de las
corporaciones americanas. Las industrias brasileñas de máquinas y equipamientos, principal
factor de auto-transformación y auto-sustentación del capitalismo, serían, posiblemente,
destruidas por las grandes corporaciones americanas, llevando a millares de trabajadores al
desempleo.
Al mismo tiempo en que resistía las fuertes presiones para que aceptase tales items en el ALCA,
Brasil señaló una vez más la autonomía con que implementaba su política exterior. El 26 de
setiembre de 2003, Lula da Silva visitó La Habana, donde firmó con Fidel Castro 12 instrumentos
de cooperación en materia financiera, turismo, salud, agricultura, pesca, medio ambiente,
educación e industria siderúrgica, y acuerdos comerciales, en el entorno de los U$S 20 millones,
una parte con financiamiento aprobado por el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social
(BNDES), otra con recursos privados de empresas brasileñas, tales como el Grupo Brasilinvest y
la constructora Casa Forma (U$S 112 millones), para la construcción de cuatro resorts en Cuba.
Entre el 2 y el 9 de diciembre, acompañado por el presidente de la Comisión de Representantes
Permanentes del Mercosur, Eduardo Duhalde, visitó cinco países árabes – Emiratos Árabes
Unidos (EAU), Siria, Líbano, Egipto y Libia. Y, mostrando una vez más la intención de solidificar la
integración con Argentina, en el Mercosur, visitó la India, el 26 de enero de 2004, acompañado por
Eduardo Duhalde. La estrategia de política exterior del gobierno de Lula da Silva consistió, así, en
construir, principalmente, vínculos estrechos de cooperación política y económica entre Brasil y
Argentina, tendiendo a forjar, a mediano plazo, un polo de poder, en América del Sur, y buscar, al
mismo tiempo, establecer una alianza, tanto económica y comercial como política, con la India y
África del Sur, líderes de los países en vías de desarrollo, que articularon el G-21 para obstar que
los de las potencias industriales, Estados Unidos y la Unión Europea, impusiesen sus intereses,
durante las negociaciones de la OMC, realizadas en Cancún.
Este bloque de países en desarrollo debería también abarcar también a China y Rusia, países con
los cuales Brasil también pretendía profundizar las relaciones comerciales y políticas, a fin de
conquistar nuevos y diversificar sus exportaciones. No se trataba de hostilizar o enfrentar a los
Estados Unidos, sino de cambiar la “geografía de negociación comercial”, como dijo el canciller
Celso Amorim, y negociar de forma equilibrada, defendiendo los intereses de Brasil32. La
contienda entre Brasil y los Estados Unidos pasó, no de una posición ideológica del gobierno de
Lula da Silva, sino de la contradicción entre los intereses reales de los dos países. Por motivos de
política doméstica, los Estados Unidos no aceptaban disminuir el subsidio de los productos que
exportaban para Brasil, y no daban compensaciones en acceso a mercados para productos
agrícolas del Mercosur. Y su interés en la formación del ALCA no consistía en la reducción de las
barreras arancelarias, sino en forzar básicamente la apertura de sectores estratégicos, como las
compras gubernamentales y servicios, de modo que pudiesen continuar obteniendo superávits en
sus transacciones con los países del Mercosur. Estos términos, a fin de evitar que se repitiesen
en la reunión de Miami y liderando un grupo de 14 países, entre los cuales Canadá, Méjico, Chile
y los de América Central y el Caribe (G-14), volvieron a insistir en un ALCA “abrangente”, con los
items relativos a compras gubernamentales, inversiones, servicios y propiedad intelectual, sin que
aceptasen eliminar los subsidios y subsidios indirectos a las exportaciones agrícolas – créditos y
seguros – así como no propusieron nada para los otros temas que el Mercosur consideraba
importante: créditos, seguros y ayuda interna. El secretario de Relaciones Económicas
Internacionales de Argentina, Martín Redrado, advirtió que el éxito o fracaso de la reunión de
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Puebla dependía de la voluntad de negociación de los Estados Unidos, dado que el Mercosur ya
había cedido bastante, mientras que los Estados Unidos no habían “movido una sola coma en su
posición agrícola”33. Y, “sin agricultura no hay acuerdo” – dijeron Martín Redrado y el copresidente de las negociaciones, el embajador brasileño Adhemar Bahadian, cuando mediaban
las deliberaciones34. Esta era una condición inamovible. Ya lo advertiría el canciller Celso
Amorim que, si los Estados Unidos quisiesen forzar demás, no irían a conseguir nada, ni con
Brasil ni con otros países de América del Sur35. En efecto, la reunión de Puebla terminó en un
fiasco, como la de Cancún, y las negociaciones sobre el ALCA llegaron a un impasse, difícil de
superar hasta 2005, plazo para su clausura, establecida en 199436.
Las tensiones en el relacionamiento de Brasilia con Washington no se restringirían, sin embargo, a
las negociaciones sobre el ALCA o a la imposición a los turistas americanos del mismo
tratamiento a que serían sometidos los brasileños en viaje a los Estados Unidos, con la vigencia
del “US-VISIT” (United States Visitor and Inmigran Status Indicator Technology), o programa de
identificación de los visitantes, por medio de fotografías y sistemas computarizados de
reconocimiento de rostro y digitales, establecido por el gobierno de George W. Bush. La medida
determinada por el juez federal Juvelier Sebastião da Silva causó un enorme impacto político y
contó con el apoyo del 99% de la opinión pública brasileña. Y, a través de la Portería
Interministerial 10/01, firmada por los ministros de Justicia y Relaciones Exteriores, Márcio
Thomaz Bastos y Celso Amorim, respectivamente, y por el abogado general de la Unión, Álvaro
Augusto Ribeiro Costa, el gobierno mantuvo la identificación de los americanos, en todos los
puertos marítimos, aeropuertos y carreteras. En seguida, Lula da Silva viajó para participar de la
Cúpula Extraordinaria de las Américas, los días 12 y 13 de enero, en Monterrey (Méjico), donde
conversó con George W. Bush sobre la cuestión de la obligatoriedad de identificación (fotográfica
y dactiloscópica) de brasileños y americanos, y le entregó un documento en que proponía la
eliminación de la exigencia de visa para la entrada de brasileños en los Estados Unidos, lo que
eliminaría una idéntica exigencia para el ingreso de los americanos en Brasil. “Si estamos
queriendo la integración de las Américas es natural que no existan dificultades, sino facilidades
para las personas” – comentó Celso Amorim. De hecho, la aplicación del programa “US-VISIT”
evidenciaría la indecisión del gobierno americano, que instituiría el área de libre comercio,
permitiendo la libre circulación de bienes, capitales y servicios, pero, al mismo tiempo,
discriminaba a Brasil y los países de América Latina.
En la misma época, otra área de conflicto con los Estados Unidos se configuró. Brasil iba a
convertirse en el séptimo país productor de uranio enriquecido37, a escala industrial, con
capacidad para suplir el 60% de las necesidades de sus usinas nucleares, y exportar hasta U$S
12,5 millones al año, a partir de 2014, según anunciara el presidente de la Comisión Nacional de
Energía Nuclear (CNEN), Oldair Dias Conçalves, en octubre de 200338. Y en diciembre de 2003,
la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), estimulada por el Departamento de Estado,
comenzó a presionarlo para que firmase un acuerdo de salvaguarda, que cubriese las
instalaciones de la empresa estatal Industrias Nucleares de Brasil (INB), en Resende, Estado de
Río de Janeiro. A comienzos del primer semestre de 2004, los Estados Unidos intensificaron las
presiones para que Brasil adhiriese a un específico Protocolo Adicional al acuerdo de
salvaguardas del TNP, dando a los inspectores de la AIEA mayor autoridad apra hacer
verificaciones intrusivas en su programa nuclear. Este Protocolo Adicional, que estaba en
negociación desde 1992, sería voluntario, pero la AIEA pretendió hacerlo impositivo e ir más allá
de la práctica regular, que permitía la verificación de todos los aspectos del enriquecimiento de
uranio, salvo su tecnología. Exigía también que Brasil suspendiese todos los programas de
enriquecimiento o de reprocesamiento, que ya hubiese comenzado, y permitiese tantas
inspecciones como fuesen arbitradas, no sólo en las instalaciones nucleares, sino en cualquier
parte del territorio considerada sospechosa – o que incluía residencias particulares, si así fuese
decidido, respondiendo a cualquier pregunta relacionada con la cuestión. De conformidad con la
42
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doctrina de George W. Bush, anunciada el 11 de febrero de 2004, los países que hasta entonces
no producían uranio enriquecido no estarían autorizados a hacerlo. Sólo Brasil, mientras tanto,
sería afectado y perjudicado con la adhesión al Protocolo Adicional, por cuanto era, entre los
signatarios del TNP, el único país, con una industria nuclear capaz de producir uranio
enriquecido.
Este problema evidenció aún más el enorme error cometido por el gobierno de Fernando Henrique
Cardoso, llevando a Brasil a aceptar el TNP, al cual India, Paquistán e Israel no adhirieron y las
grandes potencias, notoriamente los Estados Unidos, iban a violar, no cumpliendo el programa de
desarme y produciendo nuevas armas nucleares. Mientras tanto, la resistencia de Brasil ante las
inspecciones pretendidas por la AIEA dio origen a intrigas, a través de algunos medios de
comunicación, difundiéndose la sospecha de que estaría pretendiendo también fabricar
armamentos nucleares. The Washington Post publicó un artículo, en el cual consideró que la
actitud de Brasil, al no permitir que los inspectores de la AIEA examinasen las instalaciones
nucleares en Resende, generaba la duda de que “a new type of nuclear race is underway, marked
not by the bold pursuit of atomic weapons but by the quiet and lawful development of sophisticated
technology for nuclear energy production, which can be quickly converted into a weapons
program”39.
El articulista, Peter Slevin, afirmó que el proyecto de Brasil creaba también un dilema para el
presidente George W. Bush, que pasaría a exigir restricciones más rigurosas sobre el
enriquecimiento de uranio, incluso para la producción de energía eléctrica, como parte de la nueva
estrategia de impedir la proliferación de armamentos nucleares40. Por su parte, La Nación, de
Buenos Aires, comentó en un editorial que la “inesperada noticia” de que Brasil no autorizaría los
inspectores de la AIEA a inspeccionar la usina de enriquecimiento de Uranio, había generado
“comprensible inquietud”41. Y al afirmar la existencia “temores en relación con las costosas
centrífugas brasileñas”, inclusive, según algunos círculos, el peligro de que estas centrífugas
pudiesen tener alguna conexión “con la actividad del doctor Abdul Qadeer Khan, a quien se
imputa el haber vendido ilegalmente secretos científicos a Irán, Libia y – acaso – a Corea del
Norte”, formuló varias preguntas, en las cuales se reveló la intención de generar desconfianza y
sospecha.
“¿Conoce la Argentina el programa al que no tendrá acceso la Agencia Internacional de Energía
Atómica? ¿Tienen las autoridades argentinas información suficiente sobre las centrífugas
brasileñas, con las salvaguardas de confidencialidad que son necesarias?42
Por detrás de esta campaña contra la actitud del gobierno de Lula da Silva había, seguramente,
tanto un interés económico como, igualmente, político y militar-estratégico. Brasil, con la sexta
mayor reserva mundial de uranio y tecnología propia, comercialmente competitiva, demostró que
podía alcanzar la autonomía en la producción del combustible nuclear, fuente de energía de la
mayor importancia, ante la perspectiva de agotamiento de las reservas mundiales de petróleo,
incluso en la primera mitad del siglo XXI, y no necesitaba más remitir el mineral bruto para
convertirlo en gas en Canadá y, después, seguir para Europa, donde la Urenco lo enriquecía y lo
devolvía en forma de gas para la utilización en las usinas Angra I y Angra II. Dejaría de ser
exportador del mineral y pasaría a desempeñar un importante papel como global player, en el
multi-millardario mercado de combustible nuclear, como virtual competidor de los Estados Unidos.
El comando de la Marina, responsable por las ultra centrífugas para enriquecimiento de uranio, y
las agencias brasileñas del sector advirtieron al gobierno de que por detrás de las presiones de la
AIEA, tras las que se movía el Departamento de Estado, podría existir el objetivo de espionaje de
la tecnología de punta desarrollada por Brasil y considerada superior a la americana y a la
francesa. Y el vice-almirante Othon L.P. da Silva, en la reserva, indicó el motivo estratégico-militar
que determinaba las presiones desencadenadas por los Estados Unidos43. Aclaró que los
43
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artefactos bélicos nucleares podían ser clasificados de dos formas: los de destrucción masiva y
los inhibidores de concentración de fuerzas. Armas de destrucción masiva eran las de fusión
(bombas de hidrógeno) y las de fisión de mayor porte. Las de baja potencia eran inhibidoras,
pues cualquier operación militar para invasión u ocupación de un territorio implicaba la previa
concentración de fuerzas. La existencia de artefactos nucleares de baja potencia en el territorioblanco, con un vector adecuado de lanzamiento, funcionaría como poderoso inhibidor, y
obviamente no le agradaban a los “países que tienen como opción política permanente la
intervención militar – independientemente de la aprobación de la ONU”44.
La existencia de una usina de enriquecimiento de uranio disminuyó el tiempo entre la denuncia de
todos los acuerdos y tratados ya celebrados, y la eventual fabricación de artefactos, i.e., making
nuclear weapon on short notice. Según el vice-almirante Othon L.P. da Silva, la intención del
presidente George W. Bush de reiniciar tests nucleares y desarrollar una nueva generación de
pequeños artefactos con el objetivo de usarlos de forma “cirúrgica”, incluso aún contra países no
nucleares, era preocupante para el mundo. Y tales actitudes sumadas a agresiones, sin el
respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU, como sucedió con Irak, constituían un fuerte
estímulo a la proliferación nuclear, principalmente en los países islámicos con los cuales había
potencial de confrontación. Diversos motivos tenía, por lo tanto, Brasil para no permitir el tipo de
inspecciones que la AIEA pretendía. Y la perspectiva era de que la cuestión se reabriese en
2005, durante la conferencia de Examen del Tratado de No-Proliferación de Armas Nucleares,
posibilitando que Brasil denunciase que las cinco potencias nucleares (Estados Unidos, Rusia,
Inglaterra, Francia y China) no iban a cumplir el “compromiso inequívoco” como la eliminación total
de sus arsenales atómicos.
Otros acontecimientos, mientras tanto, contribuyeron en alterar aún más las relaciones bilaterales
entre Brasil y los Estados Unidos, para el cual el problema principal constituía la política exterior.
El canciller, embajador Celso Amorim obtuvo otra victoria con la decisión de la OMC, en la
cuestión de los subsidios a los productores de algodón, que causaban pérdidas comerciales a
Brasil del orden de los U$S 480 millones.
Durante la audiencia en la the House of Representatives Agriculture Committee, el 28 de abril de
2004, el USTR Robert Zoellick declaró que iría a recurrir la decisión, pero diversos diputados
reconocieron que los Estados Unidos tendrían que desistir del ALCA, si el veredicto fuese
mantenido, al fin de la disputa. El diputado Robert Etheridge (Demócrata, Carolina del Sur)
advirtió que, si la decisión prevaleciese, sería “una pérdida de tiempo” llevar el ALCA para la
votación en el Congreso. Y, comentando la decisión a favor de Brasil, el diputado Bob Goodlatte,
presidente del Committee on Agriculture, resaltó que ganar acceso para los productos agrícolas
de los Estados Unidos era “the most important objective of the ongoing WTO negotiations”45.
Poco tiempo después, el 9 de mayo, The New York Times publicó un largo artículo, firmado por el
periodista Larry Rohter, en el cual atribuía al presidente Lula da Silva la costumbre de beber,
resaltando, ya en el título, que esta costumbre se convertía en preocupación nacional. El artículo,
muy vago y sin ningún fundamento serio, liviano e infamante, afirmó que la “president’s
predilection for strong drink” iba a afectar la performance de su gobierno46. Incluso acentuó que
históricamente los brasileños tenían razón de estar preocupados ante cualquier señal de “heavy
drinking by their presidents”, pues Jânio Quadros, electo en 1960, era un notorio alcohólico y
renunciaría al cargo, después de menos de un año de su investidura, dando origen a un período
de inestabilidad política que “led to a cup in 1964 and 20years of a harsh military dictatorship”47.
Este artículo provocó la indignación del gobierno y la repulsa de todos los líderes políticos, incluso
de la oposición, así como de la propia prensa brasileña, y el propio presidente Lula da Silva
determinó la cancelación de la visa de trabajo de Rohter, implicando su expulsión de Brasil,
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medida ésta que recibió varias críticas en los medios políticos, aunque contase con el apoyo de la
gran mayoría de la población brasileña.
Como Dora Kramer, columnista política del Jornal do Brasil, observó, Rohter hizo “un relato con
respecto de rumores que, ni por lejos, figuran en la lista de las principales preocupaciones
nacionales con relación al gobierno Lula”48. Y exactamente por esto, debido a su falsedad, la
publicación del artículo en The New York Times, menos de dos semanas después de la victoria de
Brasil en la OMC, en conjugación con el artículo del Washington Post sobre la producción de
uranio enriquecido en las instalaciones de la INB, en Resende, y otros hechos, robusteció la
conjetura de que estaba en el curso de una campaña para desacreditar a Lula da Silva, mostrarlo
como incompetente, y crear una situación de ingobernabilidad, de modo de permitir la adopción
del parlamentarismo con un jefe de gobierno más maleable para Washington. La comparación
con Jânio Quadros, además de descabellada49, fue capciosa, al insinuar que Brasil podía caminar
hacia una situación similar a la creada, con su renuncia a la presidencia de la República, el 25 de
agosto de 1961. Todo indicó que los artículos publicados en The Washington Post y por The New
York Times, no fueron casuales ni eran inocentes. El ministro de Planeamiento, Guido Mantega,
resaltó que cuando un diario, como The New York Times, pasaba a publicar este tipo de
difamación, algo por detrás había. “Si fuera un diario de la prensa amarilla, que viviera de esto,
todo bien. Pero lo que vemos es que con el artículo trataron de desgastar la imagen del
presidente Lula”50. En su opinión, este intento de desgaste era orquestado por intereses
norteamericanos, en virtud de que Lula da Silva había alentado la formación del G-20 (grupo de
20 países en desarrollo), combatía los subsidios agrícolas concedidos por los Estados Unidos e
iba a dificultar la creación del ALCA. Círculos militares y diplomáticos igualmente sospecharon de
que la CIA iba a desarrollar una guerra psicológica (media) , en el estilo de la grey y black
propaganda, emprendida usualmente por la CIA51, y su razón constituía la política exterior de
Brasil, que contrariaba los intereses de los Estados Unidos.
Aunque mantuviese la política de estabilización monetaria, con más rigor aún que Fernando
Henrique Cardoso, y promoviese dos reformas estructurales (de la seguridad social y tributaria),
creando descontento en los segmentos más radicales del PT y de la izquierda, pero ganando el
respeto y la simpatía del empresariado y de los inversores extranjeros, la política exterior del
gobierno de Lula da Silva, al defender con firmeza, los intereses nacionales de Brasil, tanto en
Cancún como en Port of Spain, entró en una ruta de colisión con las directrices de la política
exterior de George W. Bush. No fue sin razón, por lo tanto, que la revista americana Newsweek,
en la semana de la reunión de Miami, circuló con el retrato de Lula da Silva en la tapa y el título:
“The Two Faces of Lula: Wall Street Loves Him. Washington Loathes Him”52.
Traducido para LA ONDA digital por Cristina Iriarte
CUESTIONARIO
1.
2.
3.
4.
5.
6.
¿Como se inserta Latinoamérica en la dinámica del capitalismo internacional?
analice el presente texto bajo la teoría de la dependencia
Explique como la mayor productividad acompaña una plusvalía relativa
Que tiene que ver la plusvalía en Latinoamérica con la disminución de salarios
Como es la forma de producción en Latinoamérica
Analice este texto a través del paradigma globalista o kantiano
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PROGRAMA DE CONTROL DE CALIDAD
WORK PAPER 1
DIF 1
UNIDAD O TEMA: Unidad I, Tema I
TITULO: Guerras en el Mundo
FECHA DE ENTREGA: 10/06/06
Jaime Meilán
Nueva York
Han sido los expertos del Human Security Center, de la canadiense Universidad de British
Columbia, quienes se ocuparon hace pocas semanas de brindar a la opinión pública internacional
un anticipado regalo de navidades. Porque un regalo para el espíritu es oir estadísticas
esperanzadoras en un entorno dominado por los términos guerra y terror.
Así, el pasado 17 de octubre hicieron público su informe Human Security Report 2005, el
resultado de tres años de trabajo, y anunciaron que el número de conflictos armados se ha
reducido un 40% desde 1992. Más todavía, un 80%, cayó la cifra de los peores conflictos,
entendidos como aquellos con un saldo de víctimas en la batalla superior a mil.
Acaban más, comienzan menos
Después de crecer y crecer sin aparente límite desde la década de los 50, la violencia mundial
comenzó a tomárselo con más calma en los últimos años del siglo pasado. En 1992, refleja el
estudio, había en el mundo 51 conflictos armados en los que estaba involucrado al menos un
Gobierno, que eran ya sólo 32 en 2002 y 29 en 2003. “Entre 1989 y 2002, unos cien conflictos (de
esta categoría, que excluye los librados entre grupos no gubernamentales) vieron su fin.
Actualmente más guerras acaban que comienzan”.
Contemplado desde otra perspectiva, también hay menos guerras entre Estados. De hecho, de
los referidos 29 conflictos de 2003, sólo dos enfrentaba a potencias estatales: India y Pakistán,
por un lado; y Estados Unidos e Irak, por otro. Los restantes eran guerras civiles (entre un
Gobierno y fuerzas rebeldes). Pero también éstas han experimentado una reducción desde 1992.
Para explicar esta tendencia, Andrew Mack, director del estudio y del Human Security Center,
apunta a tres grandes cambios políticos “que han alterado radicalmente el panorama global de
seguridad” durante las tres últimas décadas. El primero fue “la conclusión del colonialismo”. Otro
remate, el de la guerra fría, fue el segundo. Y el tercero, el crecimiento sin precedentes de las
actividades internacionales, encabezadas por las de Naciones Unidas, dirigidas a poner fin a
conflictos en marcha o a prevenir el estallido de otros nuevos.
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Del desmembramiento de los imperios coloniales, con especial mención al francés y al británico,,
no resultó complicado extraer conclusiones. Desde principios de los años 50 hasta los años 80,
las guerras coloniales supusieron entre el 60% y el 100% de los conflictos internacionales,
dependiendo del año. “Actualmente no existen este tipo de guerras”.
A la guerra fría se atribuyen aproximadamente un tercio de los conflictos armados ocurridos a
partir de la Segunda Guerra Mundial. Washington y Moscú se ocupaban de alimentarlos en las
denominadas guerras por delegación. Y estas también han visto apagarse su llama.
Pero, tras la desintegración de la Unión Soviética, no sólo se apagaron muchos conflictos.
También se liberaron las manos de Naciones Unidas para poder acometer -al menos intentarlolos propósitos para los que había sido concebida. Hasta ese momento los intereses de sus
propios impulsores, con los miembros permanentes del Consejo de Seguridad a la cabeza,
habían anulado la capacidad de acción del organismo multinacional.
Así, el Human Security Report 2005 registra que a partir del fin de la guerra fría: las misiones
diplomáticas para prevenir guerras se multiplicaron por seis; por cuatro las misiones dirigidas a
cerrar conflictos en marcha; también por cuatro las operaciones de paz para evitar la reanudación
de conflictos; y por once la cifra de Estados sometidos a algún tipo de sanción internacional,
como fórmula de presión para impulsar negociaciones de paz.
Menos que un mes de Irak
Los autores del informe invitan a soñar en cómo podrían ser las cosas si los responsables de la
ONU -los Estados miembros- se tomaran las cosas del organismo más en serio. Porque a pesar
del aumento de actividades, su coste apenas representa el 1% del gasto mundial en armamentos.
O, por utilizar otra referencia, el presupuesto de todo un año para las 17 operaciones de paz de la
ONU en marcha es inferior al que Estados Unidos se gasta en Irak en un sólo mes.
Como prueba de que las incitativas de la ONU no son meramente circunstanciales, el estudio
hace referencia a un reciente informe de la corporación RAND, que califica de éxito dos tercios de
la operaciones de paz; y también al aumento en el número de conflictos que terminan con un
acuerdo negociado.
A pesar de las tendencias positivas que documenta, el informe deja claro que “no hay lugar para
autocomplacencias”. Subraya que aún hay unos 60 conflictos armados de todo tipo en marcha,
serios abusos de los derechos humanos, crímenes de guerra extendidos y actos de terrorismo. Y
que las causas subyacentes de los conflictos no son normalmente atendidas o son ignoradas, con
lo que el riesgo de que se repitan es alto.
Terrorismo internacional versus muertes en batalla
La única forma de violencia política que ha experimentado una evolución negativa es la de lo que
los autores del estudio denominan terrorismo internacional. Distintos análisis cifran en 651 los
ataques “sustanciales” de esta categoría que se produjeron en 2004, frente a los 175 de 2003 o
los 17 de 1987.
Aún así, la cifra media anual de víctimas mortales del terrorismo internacional es inferior a mil
durante las últimas tres décadas. Si no fuera por el valor absoluto de la vida humana, esa
referencia no pasaría de la categoría de anécdota si se compara con las 340.000 muertes que se
produjeron en los campos de batalla, en conflictos armados que involucraron a Estados, en 1972,
o a las 100.000 de 1992, o las 20.000 de 2002.
Obrar el milagro
De hecho, los conflictos armados con participación gubernamental siguen siendo los más
mortales, con gran diferencia. Ello a pesar de que estas guerras son cada vez más ‘benignas’, si
como tal se puede entender que cuestan menos vidas. La disminución en número de los
conflictos, el tipo de armas ligeras predominante en los civiles y el empleo de arsenales
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‘inteligentes’ en otros casos ha obrado el milagro. Así, si en 1950 la media de muertes en batalla
por conflicto era de 38.000, en 2002 caía a sólo 600.
Los países más belicosos del planeta, entre 1946 y 2003
El Human Security Report 2005 se ocupó también de clasificar a los países más belicosos. La
lista no proporciona grandes sorpresas. Las potencias que han participado en el mayor número
de conflictos armados entre 1946 y 2003 son, por este orden: Reino Unido (21 guerras), Francia
(19), Estados Unidos (16) y Rusia/Unión Soviética (9). Las guerras coloniales de las dos
primeras, y las tensiones ‘frías’ de las dos últimas son responsables del guión.
Australia y Holanda (siete por cabeza), Israel, Egipto, China y Tailandia (seis por barba), y
Vietnam, Turquía, Jordania, Portugal y Canadá (cinco) les siguen en el ranking.
Atendiendo con otro baremo, el de ‘años-conflicto’, a la misma historia, (un ‘año-conflicto’ es una
unidad que equivale a un año durante el que un país ha estado involucrado en un conflicto; puede
suceder que esté involucrado en más de uno el mismo año, y sumar simultáneamente más
unidades), la clasificación del Human Security Report 2005 experimenta ligeros cambios:
Birmania/Miamar (232 años-conflicto entre 1946 y 2003), India (156), Etiopía (88), Filipinas (86),
Israel (79), Reino Unido (77), Francia (66), Irak (60), Vietnam (60), Rusia/Unión Soviética (51),
Estados Unidos (49), Irán (48), Angola (44) y Colombia (42).
Discutir en grupo a través de una teoría reflectivista el presente tema
DIF – 02
TEMA:
Neo Idealismo
TITULO: Diálogos entre Bolivia y Chile
Intelectuales-Sociedad Civil y Diplomacia
FECHA DE ENTREGA: 15/03/06
Roxana Forteza (UDABOL)
Eduardo Devés (USACH)
Las difíciles relaciones entre Bolivia y Chile son actualmente escenario de nuevos vientos
de cordial entendimiento y negociación, tanto en el ámbito estatal como entre la sociedad civil.
En Bolivia durante el gobierno de Carlos Mesa la política exterior con respecto a Chile
adquirió un matiz determinante y dramático respecto al conflicto marítimo, arrastrando consigo una
gama de temas comerciales y sociales que existen entre ambos actores.
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Esta álgida situación viene siendo superada, gracias al esfuerzo conjunto de diplomáticos e
intelectuales, actores económicos y políticos de ambos estados, que han demostrado mayor
apertura y entendimiento de lo que implica la resolución pacifica de conflictos y las relaciones
bilaterales fluidas con todos sus pros y contras incluidos. Cabe resaltar que al existir mayor
dialogo y negociación las ganancias pueden resultar absolutas para ambas partes; es decir que
bajo esta lente todos los actores reciben más beneficios que perjuicios.
Lo ya mencionado se ha venido trabajando empeñosamente y uno de estos esfuerzos son
los Encuentros Boliviano Chilenos de Historiadores e Intelectuales, de los cuales ya se han
realizado cinco versiones, siendo la iniciativa prima de Mariano Baptista, Sergio González
Miranda, Fernando Cajías, Eduardo Devés, Adolfo Linares, Carmen Gloria Bravo, Beatriz Rossels
y otras personas.
En estos Encuentros han participado numerosos diplomáticos de ambos estados, incluso
algunos se han conocido, estableciendo cordiales relaciones a raíz de estas actividades
intelectuales. Prueba de su relevancia es el hecho que con posterioridad a la V versión realizada
en el mes de julio del 2005, en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, los equipos técnicos de
ambos estados se sentaron a negociar una agenda, sin exclusiones, de 80 puntos. Pero lo
destacable es el hecho que los miembros de estas comisiones participaron en los Encuentros de
Historiadores e Intelectuales Boliviano Chilenos. Es decir que semanas después, en agosto, se
sentaron a negociar personas que venían de compartir momentos de camaradería intelectual y de
escuchar una variada gama de opciones y posiciones sobre las relaciones entre bolivianos y
chilenos.
De esta manera, el entonces Cónsul General de Bolivia en Santiago, Víctor Rico y el
Cónsul General de Chile en La Paz, Francisco Pérez Walker, agentes determinantes de las
negociaciones de la agenda bilateral de 80 puntos, también formaron parte coauspiciadora del V
Encuentro de Historiadores e Intelectuales, donde ambos pasaron 3 días en debates en los que la
sociedad civil intelectual expuso una amplia gama de alternativas para las relaciones boliviano –
chilenas: culturales, sociales, antropológicas, de transporte y comunicación, comerciales y de
política exterior.
Así también, las direcciones de Frontera y Límite de estos países participaron activamente
en los distintos Encuentros con las personas como William Torres Armas del lado boliviano y
Marcela Espinoza, José Miguel Pozo y numerosos diplomáticos como Roberto Ibarra, Armando
Loaysa, Roberto Finot, Alfredo Seoane, Edmundo Pérez Yoma, Patricio Latapiat.
Actualmente las negociaciones boliviano – chilenas han tenido un nuevo repunte en estos
últimos meses. Con respecto al tema comercial se esta por reactivar y profundizar el ACE 22
Convenio de Complementación Económica, el cual en el horizonte cercano es el mas factible de
consolidarse.
También en los Encuentros de Historiadores e Intelectuales se han realizado sendos
convenios entre universidades, por ejemplo el de la Universidad NUR y la Universidad de
Santiago, y han habido catedráticos que dieron numerosas charlas en universidades chilenas y
viceversa. También alumnos bolivianos de la UDABOL han dado ponencias en universidades
chilenas. Así se ha logrado gran asistencia estudiantil a las III Jornadas Latinoamericanas de
Relaciones Internacionales en Viña del Mar por estudiantes de universidades bolivianas.
Es posible percatarse de la relevancia de estas actividades al notar la cantidad de
instituciones y personas que apoyan a estos Encuentros binacionales que promueven el estudio,
la investigación y el dialogo entre actores estatales y civiles de ambos países. Como ser las
universidades de Santiago, Mayor de San Andrés, Arturo Prat, Mayor de San Simón, Católica de
Chile, Viña del Mar, Cardenal Silva Henríquez, Talca, de Valparaíso, UDABOL, de Chile,
UTEPSA, Andrés Bello, NUR, Católica de Valparaíso, Católica de Santa Cruz, Domingo Savio, así
como también el Instituto Internacional de Integración, personal docente de la Academia
Diplomática de Chile, de la Academia Diplomática de Bolivia, de la Fundación Huascar Cajías y
otras instituciones.
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En síntesis, lo que hemos querido destacar son tres cosas, que durante el segundo
semestre del 2005 hubo avances en las conversaciones tendientes a acuerdos entre Bolivia y
Chile, como parte una distensión significativa, si comparamos con el primer semestre; que en los
grupos participaron por ambos países negociadores (diplomáticos) que habían asistido, e incluso
algunos se habían conocido y confraternizado, en el marco de los encuentros de los historiadores
e intelectuales; que los diálogos producidos durante los encuentros contribuyeron a hacer conocer
posiciones, a instalar temas y consensos, a facilitar la fluidez de las conversaciones.
Por cierto, no pensamos que estos meses de bonanza aseguren un futuro promisorio, en
más de una oportunidad se avanzó un paso y se retrocedieron dos, por tanto nada de sentarse
sobre tan escasos laureles.
La colaboración entre intelectuales, sociedad civil y representantes de los Estados dentro
de cada país, y de uno con otro, es fundamental. No es necesario imaginar un todo o nada. Es
más razonable ir ganado acuerdos, ir estableciendo medidas de confianza mutua en lo macro y en
lo micro, ir realizando múltiples actividades conjuntas que contribuyan a la comunicación y a la
transparencia, tan necesarias para un mejoramiento de los niveles de confianza para hacer
funcionar a Nuestra América.
América Latina no ha comenzado bien el siglo XXI, va rezagada y a trastabillones. Los
acuerdo entre Bolivia y Chile podrían sinergizar el conjunto del continente. Deseamos que en el
2006 se den pasos más importantes con los nuevos gobiernos, nos comprometemos a continuar
gestionando los encuentros de intelectuales, así como continuar madurando la agenda para una
colaboración de largo aliento.
Analice el artículo junto a sus compañeros a través de la teoría neo idealista
PROGRAMA DE CONTROL DE CALIDAD
VISITA TÉCNICA # 1
UNIDAD O TEMA: Nociones Generales.LUGAR: Consulados y oficina Regional de Cancilleria
FECHA PREVISTA: 09/09/06.RECURSOS NECESARIOS:
Participación activa y coordinada en la visita de los alumnos a Los
diferentes consulados y oficinas de chancillería
OBJETIVOS DE LA ACTIVIDAD:
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Recavar información sobre la política exterior de los diferentes
países estudiados
FORMAS DE EVALUACIÓN (si procede)
Evaluación Procesual.-
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