orquesta sinfónica de san petersburgo

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Int. Petersburgo
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AUDITORIO
PALACIO DE CONGRESOS ZARAGOZA
SALA MOZART
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XIIItemporada
deGRANDESconciertosde
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lunes, 26 de noviembre de 2007 • 20,15 horas
ORQUESTA SINFÓNICA
DE SAN PETERSBURGO
Alexander Dmitriev DIRECTOR
Elisabeth Leonskaja PIANO
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ORQUESTA SINFÓNICA
DE SAN PETERSBURGO
Se formó en 1931 durante el auge de la radio como la Orquesta de la
Radio de Leningrado. En 2006 celebró su 75º aniversario. La mayor parte
de sus retransmisiones eran en directo, por lo que desde el comienzo sus
integrantes tuvieron que afrontar un vasto y complejo repertorio.
Durante la Guerra fue la única orquesta que mantuvo su actividad en la
sitiada ciudad de Leningrado, culminando sus actividades con la «Séptima Sinfonía» de Shostakovich el 9 de agosto de 1942, día en que los
nazis planeaban invadir la ciudad de Leningrado. En este periodo, la
orquesta se convirtió en un símbolo de la lucha por la dignidad del espíritu humano.
Tras la Segunda Guerra Mundial, además de haber continuado trabajando en la radio, incrementó sustancialmente sus apariciones en concierto, convirtiéndose de forma natural en la Filarmónica de Leningrado y
teniendo como sede hasta la actualidad la Gran Sala Filarmónica.
La Orquesta Sinfónica de San Petersburgo tuvo de Titular a N. Rabinovitch (1953/1960) y A. Yansons (1961/1968). A partir de 1968 comenzó un
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nuevo periodo con la titularidad del joven Yuri Temirkanov, que recientemente había sido galardonado por el Concurso de Dirección de La
Unión, y Yuri era ya bien conocido y apreciado por la audiencia de Leningrado.
Temirkanov incrementó el repertorio de la Orquesta aportando nuevas
interpretaciones de la música clásica. La Orquesta comenzó a realizar
giras internacionales por países escandinavos, Japón y los EE.UU., recibiendo elogios de la crítica internacional desde el principio como «Leningrado se merece dos grandes orquestas, y las tiene».
Por la Orquesta han pasado directores como N. K. Eliasberg, S. Eltsin,
E. Mravinsky, I. Mousin, A. Pazovsky, B. Khaikin, D. Pokhitonov, I.
Alterman, G. Unger, P. Breuzach, D. Barbirolli, O. Frid, G. Sebastian, E.
Svetlanov, G. Rozhdestvensky, D. Kitaenko, A. Lazarev, F. Mansurov,
P. Kletzki, L. Maazel, M. Sargent, K. Mazur, K. Esetrreicher, P. Argento,
L. Segerstam, R. Bebzi o Y. P. Tortelier.
La Orquesta Sinfónica de San Petersburgo participaba en los recitales de
música de I. Stravinski, B. Britten y K. Penderecki, cuando los compositores visitaban la ciudad.
En 1977, cuando Temirkanov se trasladó al Teatro Mariinsky Theater, el
puesto de Director Titular fue ocupado por Alexander Dmitriev –discípulo de Rabinovich y heredero de la tradición de la Escuela de Directores de Leningrado/St.Petersburgo–.
La colaboración de Dmitriev, siempre creativa con la Orquesta, lo ha llevado a sostener la titularidad por ya más de dos décadas hasta la actualidad. En su repertorio se ha seguido aumentando, incluyendo piezas
como el Oratorio de Händel «El Poder de la Música», la «8ª» de Mahler,
«Preliminary Action» de Scriabin, «Pelléas et Mélisande» de Debussy o
«Undina» de Tsemlinsky, entre otros; así como contemporáneos que se
incluyen asiduamente en sus programas como R. Schedrin, A. Petrov,
S. Slonimsky, B. Tischenko, G. Ustvolskaya o Yu. Falik.
Desde sus comienzos, la Orquesta ha disfrutado de muy buena reputación como sensible acompañante, habiendo contado con solistas como
S. Richter, E. Gilels, D. Oistrach, L. Kogan, W. Clibern, I. Stern, A. Fischer,
Y. Menuhin, P. Furnier o L. Marshall; y más recientemente con artistas
invitados como M. Rostropovich, V. Gergiev, V. Sinaisky, M. Jansons,
G. Sokolov, E. Virsaladze, N. Gutman, V. Tretyakov, R. Kerer, Yu. Bashmet
o B. Pergamenshchikov.
En 1985, la Orquesta recibió el título honorífico de las Artes de la Academia.
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Alexander Dmitriev DIRECTOR
Nació en Leningrado en 1935. Su padre fue músico de la Orquesta Filarmónica de Leningrado. Dmitriev recibió una sólida educación musical en
el Conservatorio de Leningrado estudiando Dirección Coral, Armonía y
Composición. Tras graduarse en el Conservatorio, continuó sus estudios
de Dirección de Ópera y Repertorio Sinfónico con el maestro Rabinovich.
En 1966 ganó el Concurso de Dirección de la Unión. Desde 1968 hasta
1969 atendió a los cursos de la Academa de Música de Viena y durante
1970 fue Director Asociado de Evgeny Mravinsky (Director de la Filarmónica de Leningrado).
La carrera de Dmitriev comenzó muy pronto. Durante diez años fue Titular de la Sinfónica de la Radio de Karelian, y seguidamente fue nombrado Director Titular de la Academia de la Ópera de Maly en Leningrado.
Desde 1977, Dmitriev compagina dos cargos en la sede de la Orquesta
Sinfónica de San Petersburgo, el de Director Artístico y el de Director
Titular. De 1990 a 1998 fue también Titular de la Sinfónica Stavanger de
Noruega.
Alexander Dmitriev ha realizado giras como director invitado por Japón,
EE.UU., Austria, Italia, Reino Unido, Alemania, España, Finlandia, Suecia,
Bélgica, Argentina, Brasil, Méjico, Polonia y Francia.
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Ha sido elogiado por la prensa internacional: «…muchos directores
agrandan este repertorio extremadamente, como si la furia fuese sinónimo de convicción emocional. Demos gracias a Dmitriev por mostrarnos
como este repertorio debe sonar» (Chicago Tribune).
Ha realizado numerosos registros discográficos, entre los cuales destacan las Sinfonías de Beethoven y Schubert por el sello «Melodia», y las
Sinfonías de Tchaikovski y Rachmaninov por «Sony Classical».
Alexander Dmitriev es catedrático en el Conservatorio de San Petersburgo y ganador del Premio del Estado de Rusia. El 8 de abril de 2005, el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, galardonó a Alexander Dmitriev con la
Medalla del Honor y el Mérito en el campo de la Cultura y las Artes,
como reconocimiento a su labor y logros durante toda una carrera.
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Elisabeth Leonskaja PIANO
Elisabeth Leonskaja está ya consolidada como una de las pianistas de
mayor prestigio internacional. De origen ruso, estudió en el Conservatoiro de Moscú con Jacob Milstein. Antes de abandonar la Unión Soviética y asentarse en Viena en 1978 ya había recibido los máximos galardones en Concursos Internacionales como Enesco, Marguerite Long y
Reina Elisabeth.
El hecho de realizar giras a cuatro manos con Sviatoslav Richter, sumado a su debut en 1979 en el Festival de Salzburgo, fue lo que la proyectó
definitivamente a la fama internacional. Desde entonces, ha realizado
innumerables recitales en festivales internacionales y es artista habitual
en las salas de concierto de mayor relevancia.
En las próximas temporadas ofrecerá recitales en los Festivales de Edimburgo, Viena, Ruhr y Schleswig-Holstein, así como en ciclos de solistas de
Viena, Londres, París, Bruselas y Berlín.
Actúa regularmente como solista, con orquesta y con directores como
Kurt Masur, Sir Colin Davis, Cristoph Eschenbach, Kurt Sanderling,
Mariss Jansons o Yuri Temirkanov. Entre la orquestas con las que ha trabajado caben destacar la Leipzig Gewandhaus, Filarmónica de Róterdam,
Sinfónica de Basilea, Zurich Tonhalle, Philharmonia, Royal Concertge-
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bouw, Orchestre de Paris, Orchestre National de France o Filarmónica
Checa.
Elisabeth debutó en el Carnegie Hall en noviembre de 2006, junto con la
London Philharmonic y Kurt Masur, interpretando el «Concierto n.º 2»
de Prokofiev. La crítica especializada destacó su sonido cálido y elegante, así como su estilo acertado y virtuosismo.
Como músico de cámara, la labor de Leonskaja ha sido encomiable, colaborando estrechamente con cuartetos como Alban Berg, Borodin y Guarneri o con la Vienna Philharmonic Chamber Ensemble.
Ha realizado numerosas grabaciones bajo el sello TELDEC y ha recibido
prestigiosos galardones por ello, como Caecilia Prize por su grabación de
las «Sonatas para piano» de Brahms y Diapason d’Or por su grabación de
piezas de Franz Liszt. Otros trabajos discográficos incluyen los «Conciertos para piano» de Chopin con la Filarmonica Checa/Vladimir Ashkenazy, «Conciertos para piano 2-3» con la New York Philharmonic/Kurt
Masur y los «Conciertos para piano 1-2» de Shostakovich con la Saint
Paul Chamber Orchestra/Hugh Wolff.
Elisabeth Leonskaja recibió en Viena en febrero de 2006 la Cruz al Honor
de las Ciencias y las Artes, el más alto galardón de este tipo en Austria.
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Componentes
VIOLINES PRIMEROS
Alexander Shustin
(artista honorífico en Rusia)
Valdimir Gentzelt
Zodim Noskov
Irina Sayfutdinova
Alexei Svyatlovsky
Alla Krasilschikova
Olga Konovalova
Larissa Dogadina
Leonid Osipov
Yulia Tomilova
Mikhail Krutik
(laureado en Concurso
Internacional)
Alexandra Zubova
(laureada en Concurso
Internacional)
Yuri Klychkov
Irina Romanova
Vera Vasilieva
Georgy Mnatsakanyan
VIOLINES SEGUNDOS
Arkadi Liskovich
(artista honorífico en Rusia)
Victor Lisnyak
Zinovy Velkov
Lydmila Sysoeva
Natalia Stetskaya
Galina Kuzovkova
Natalia Sheykina
Victoria Velkova
Alexander Bulov
Fedor Shalaev
(laureado en Concurso
Internacional)
Mikhail Rakov
Yuri Kotov
Vyacheslav Grikurov
Olga Kapustina
VIOLAS
Daniil Meerovich
(artista honorífico en Rusia)
Mikhail Sokolov
Sergei Zarubin
Jakov Volkind
Igor Bereznev
Rustam Alexandrov
Mikhail Chernyshev
Nadezhda Shapiro
Anna Bogorad
Georgy Byaly
Yuri Ovsyannikov
Ilia Efimov
VIOLONCELLOS
Sergei Pechatin
(artista honorífico en Rusia)
Leonid Volkov
Pavel Shirokov
Oleg Tikhonov
Elena Gurkina
Semyon Kovarsky
(laureado en Concurso Europeo)
Mikhail Gerasimov
Ilya Kartashov
Sergei Novikov
Alexander Lyamin
CONTRABAJOS
Valentin Malinov
Tom Rybakov
Nikolai Shamshuro
Enver Makhauri
Alexander Ivaschenko
Ivan Karlov
Peter Gogitidze
Sergei Dmitriev
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FLAUTAS
Radik Suleymanov
(artista honorífico en Rusia)
Natalia Sechkareva
(laureada en Concurso
Internacional)
Maria Avvakumova
(laureada en Concurso
Internacional)
Alexander Jasenovich
OBOES
Alexei Tses
(laureado por Concurso
de La Unión)
Sergei Ivanov
Clarinetes
Adyl Fedorov
(artista honorífico en Rusia)
Renat Rakov
(laureado en el Concurso
Internacional de Rusia)
Fagotes
Andrei Kunyavsky
Dmitri Krasnik
(laureado en el Concurso
Internacional de Rusia)
Mikhail Gutkin
Trompas
Artem Mikaelyan
(laureado en el Concurso
Internacional de Rusia)
Ivan Grokhovsky
(laureado en el Concurso
Internacional de Rusia)
Andrei Mikhaylov
Anatoly Sukhorukov
Vladimir Mokshin
(laureado en el Concurso
Internacional de Rusia)
Trompetas
Anatoli Cherkun
Neeme Birk
(laureado en el Concurso
Internacional de Rusia)
Mikhail Mikhaylov
Trombones
Dmitri Antonyk
(laureado en el Concurso
Internacional de La Unión)
Vladimir Lestov
Alexander Zelikov
Tuba
Alexander Shtadel
Timbales y percusión
Victor Kanatov
(laureado en el Concurso
Internacional de Rusia)
Nikolai Ryzhov
Anatoli Fedorov
Representante español
Dan Segura
Client Manager
Emily Freeman
Administradora de giras
Hélène Noiset
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Comentarios al programa
Transcurría el mes de abril de 1697 –relata Voltaire– cuando el monarca
de Rusia envió una embajada a Occidente. La componían tres embajadores –un general, el Comisario General de Guerra y el diak o Secretario de
Estado–, cuatro primeros secretarios, doce gentilhombres, dos pajes por
embajador, una compañía de cincuenta guardias con sus oficiales y personal subalterno hasta un total de doscientas personas. Hasta ahí todo
normal. Lo peculiar era que, haciéndose pasar por un subalterno más, se
encontraba el mismísimo Pedro I el Grande, viajando de incógnito y con
un mínimo personal –un camarero, un lacayo y un enano– para conocer
de primera mano el progreso alcanzado por las potencias occidentales.
Un tipo muy peculiar de gobernante es el reformista universal. Busca el
progreso de su pueblo pero lo asfixia con reglamentaciones omnicomprensivas incluso de lo más trivial de la vida cotidiana. No es tan peligroso como el virtuoso radical que no tiene empacho en segar la vida de
los que no siguen su lúgubre pureza –Tiberio y Robespierre, por ejemplo–
aunque suele llegar a extremos hilarantes. Diocleciano pretendió regular
para siempre la vida económica fijando por decreto precios y salarios.
José II de Austria reglamentó hasta la longitud de los cirios de los templos. Pero nadie tan pintoresco y ambicioso como Pedro I el Grande, reinante desde 1682 y Emperador y Autócrata de Todas las Rusias de 1721
hasta su muerte en 1725. Convencido de que sus súbditos eran unas bestias pardas incapaces de salir de su atraso, viajó personalmente a Occidente para acopiar mejoras que dar a su pueblo. Y a fe que tras su regreso en 1698 puso Rusia patas arriba. Transformó la estructura territorial,
la relación entre la iglesia y el Estado, el sistema fiscal, el ejército y la
marina, las normas de gobierno... pero, llevado de su radicalismo reformador, llegó a extremos chocantes: obligó a los varones a afeitarse –con
la alternativa de pagar un impuesto especial de permanecer barbados–;
obligó a las mujeres a dejar tocas y velos y a hacer vida social; y obligó
a leer una especie de catecismo profano donde se enseñaba cómo no limpiarse los dientes con la punta del cuchillo, cómo no limpiarse la nariz
con el dedo, y cómo ser, en fin, un europeo civilizado.
Pedro tuvo éxito y la historia lo respeta como factótum de la incorporación de Rusia al concierto europeo. Hay sin embargo algo en lo que el
triunfo petrino lastró el progreso: el terreno de las artes y en especial la
música. Por mor de la europeización forzada, la Rusia del XVIII estuvo
absolutamente dominada por la músicas y los músicos extranjeros: italianos y franceses, con alguna incursión española (Martín y Soler).
Pese a ello, o quizás precisamente por ello, Rusia produjo el más importante de los movimientos musicales nacionalistas del XIX, iniciado por
Glinka y Dargomyjski (1813-1869) y continuado por el célebre grupo de
Los Cinco: Borodin (1833-1887), Cui (1835-1918), Balakirev (1837-1910),
Mussorgski (1839-1881) y Rimski-Korsakov (1844-1908), quienes bajo la
guía de Balakirev se opusieron a la influencia extranjera, especialmente
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por lo que toca a la ópera, sin perjuicio de mostrarse atraídos por el progresismo orquestal de Berlioz y Liszt. Su interés capital fue, sin embargo,
la evocación de la historia y las leyendas rusas y la utilización de los diferentes modismos autóctonos.
Mijaíl Ivánovich Glinka (Novospasskoie 1-6-1804, Berlín 15-2-1857) es
considerado el padre de la música moderna rusa. Su obra abunda aún en
características de los géneros extranjeros, estando sus óperas llenas de
arias italianas y coloratura. Pero fue el primer ruso que introdujo en sus
obras temas musicales y literarios de raíz popular: rusos sobre todo, pero
también de otros países, debiéndose subrayar su atención a la música
española, hija de una estancia en nuestro país (1845-1847) y plasmada en
obras como la Jota aragonesa y el Recuerdo de una noche de verano en
Madrid. La doctrina pone sin embargo el origen de la escuela nacionalista rusa en sus dos óperas: Una vida por el zar (en Rusia Iván Susanin) y
Russlán y Liudmila, de 1836 y 1842 respectivamente. Glinka volcó en ellas
su conocimiento de la música europea, pero introdujo elementos rusos
como las melodías populares, el coro como elemento central de la
acción, los personajes representantes de la colectividad, y el color oriental exótico. Sólo le faltó, para llegar al pleno rusismo, crear un estilo de
canto acorde a la prosodia del idioma y abandonar el estilo italiano al
servicio de las voces, cosa que quedó ya para Los Cinco, Mussorgski en
especial.
Estrenada en San Petersburgo el 9 de diciembre de 1842, Russlán y Liudmila es un mamotreto en cinco actos perteneciente al subgénero fantástico-feérico. En su libreto, basado en un poema de Pushkin, intervinieron
diversos autores y la pequeña historia de la música susurra que el principal permaneció borracho durante toda la redacción del texto que,
como no podía ser menos, no es precisamente cimero. En resumen trata
del rapto de Liudmila por el brujo enano Chernomor y de las tribulaciones y pruebas que su amado Russlán tendrá que superar hasta liberarla,
siendo por tanto una especie de mezcla de Fidelio y del Lago de los cisnes. Obra casi ausente del repertorio, sigue plenamente instalada en él,
en cambio, su pimpante obertura que, como era usual hasta que Wagner
impuso otro modelo, es un pequeño resumen del argumento, con temas
basados en los personajes principales. En este caso se distinguen claramente tres temas: el de Russlán, decidido y masculino, con enérgicos saltos interválicos; el de Liudmila, melódico; y el de Chernomor, ominoso,
que al repetirse en la coda reserva la sorpresa de la aparición, por primera vez en la historia, de una escala descendente por tonos enteros a
cargo de los trombones.
Pero no todo fue nacionalismo en la música rusa posterior a Glinka.
Anton Rubinstein (1829-1894) y Piotr Ilích Tchaikovski (Votkinsk 7-V-1840,
San Petersburgo 18-11-1893), contemporáneos de Los Cinco, no pertenecieron al grupo. Tradicionalistas ambos, Los Cinco los motejaban directamente de reaccionarios. Hoy se percibe mejor que en su tiempo, sin
embargo, que el no nacionalista Tchaikovski también fue receptor de las
ideas de Balakirev y dejó en su música abundantes rasgos del nacionalismo, no sólo en los aspectos literarios –utilizando en sus óperas textos de
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escritores nacionalistas– sino también y específicamente en los musicales, como el empleo de las canciones y danzas populares, la creación de
fuertes contrastes de atmósfera, y la expresión de una emotividad muy
rusa. Como quiera que sea Tchaikovski, a diferencia de sus colegas nacionalistas, tendió más a la confesión musical de su propio mundo interior
que a la expresión de aspiraciones generales, caso bien visible en la cuarta de sus sinfonías así denominadas (Manfredo, aunque con nombre de
poema sinfónico, tiene forma de sinfonía).
La Sinfonía número 4 en Fa Menor, Opus 36, mezcla por primera vez en
el autor nacionalismo ruso y tradición sinfónica alemana y es obra maestra en que la perfección de la forma atesora una invención melódica de
gran riqueza, revestida, como es usual en el autor, de una escritura
orquestal muy personal y lograda. Fue compuesta, como la ópera Eugenio Oneguin, entre 1877 y 1878, período que siguió al frustrante matrimonio del compositor –y a la depresión nerviosa y la tentativa de suicidio subsiguientes– y coincidió con el comienzo de su sorprendente
relación, estrictamente postal y pecuniaria, con su mecenas Nadejda
von Meck. La obra fue estrenada en Moscú el 10 de febrero de 1878 sin
lograr el éxito que sí obtuvo en cambio el reestreno petersburgués del
siguiente 25 de noviembre.
Por las circunstancias personales del autor, apenas puede asombrar que
la sombra de la tragedia, proclamada desde el comienzo por un motivo
del destino, planee sobre toda la sinfonía, incluso si la brillante conclusión permita entrever el triunfo final de la esperanza sobre la desesperación. Pero aunque el motivo de fanfarria del destino reaparezca por
doquier, el material principal del primer movimiento es proporcionado
por un tema nostálgico de las cuerdas que sufre una multitud de transformaciones y adopta las atmósferas más diversas, sea violentas y provocadoras, sea líricas, apasionadas e interrogantes. El sentimiento
dominante del segundo movimiento es la melancolía, aunque el pesimismo típicamente ruso sea a veces mitigado por episodios más ligeros.
El más original de los movimientos es acaso el scherzo, que el propio
Tchaikovski describe como una serie de imágenes: una escena campesina, una canción callejera, un desfile militar en la lejanía... recuerdos
fragmentarios expresados de manera muy atractiva por el particular
tema pizzicato de las cuerdas que los vientos van entrecortando. Toda
la tristeza de los movimientos precedentes se disipa con el comienzo
impetuoso del final, que adopta como segundo motivo una variante de
la canción popular rusa En la llanura había un abedul, sin que la reaparición del motivo del destino acierte a desviar al movimiento de su curso hasta un final explosivo que descarta cualquier atisbo de duda. Estamos aún ante un Tchaikovski dispuesto a resistir la adversidad, afán
que, presente todavía en la Quinta sinfonía, totalmente vertebrada en
torno a otro motivo del destino, decaerá completamente en la Sexta
Sinfonía, esa Patética cerrada de manera insólita con un movimiento
desesperado, metáfora de la derrota final de un compositor atormentado que, muy pocos días después del estreno, muere en circunstancias
todavía discutidas.
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Dos generaciones posterior a Tchaikovski, Serguéy Vasílievitch Rajmáninov (Oneg 1-4-1873, Beverly Hills 28-3-1943) ya es ajeno al debate entre
nacionalistas y europeístas. O, si se prefiere, representa una síntesis
entre lo que fueron posiciones enfrentadas. Alentado en sus comienzos
compositivos por Tchaikovski, la mayoría cuantitativa de su obra pertenece a su período propiamente ruso pero las obra sinfónicas y concertantes más importantes corresponden a su vida de exilio –a partir de
1917–. Tanto en sus orígenes artísticos como en su desarrollo posterior,
Rajmáninov se instauró con toda naturalidad en la línea de un posrromanticismo europeo, pero por otra parte su obra está, también con plena naturalidad, llena de la efusividad nostálgica y sentimental propia del
carácter eslavo. Nuestro autor es en definitiva un músico del mundo que
no puede ni quiere desprenderse de su rusismo. O un ruso típico que no
tiene obstáculos ideológicos para seguir el camino formal y expresivo de
las mejores tradiciones centroeuropeas.
Queriendo obviamente emular al maestro Chaikovski, Rajmáninov se
enfrentó bastante joven al género sinfónico. Pero su primera sinfonía,
estrenada en marzo de 1897, fue un fracaso total que produjo al autor
una larga depresión de la que sólo se repuso recurriendo a la hipnosis.
Fue precisamente el doctor Dahl quien tuvo la rara idea de que la recuperación se lograría escribiendo un concierto para piano, género que
Rajmáninov había intentado ya en 1892. Por extraño que parezca el tal
Dahl sabía lo que se hacía, y Rajmáninov logró con el Concierto para piano y orquesta n.º 2 en Do Menor, Opus 18, su obra más popular y el concierto pianístico más popular del repertorio en la actualidad desde su
estreno el 27 de octubre de 1901 bajo la dirección de Aleksandr Ziloti, tío
del compositor.
Obra absolutamente favorita del gran público, de todos conocida y continuamente repuesta, a buen seguro es superfluo repetir explicaciones
dadas en ocasiones anteriores. Todos tendrán en la cabeza la tanda de
acordes sombríos con que el piano abre el Maestoso inicial dejando paso
al conmovedor tema de la cuerda, al igual que recordarán el segundo
tema, más optimista. Todos reconocerán los dos temas principales del
Adagio sostenuto, respectivamente a cargo de flauta y clarinete. Todos
conocen de sobra el celebérrimo segundo tema, meno mosso, del Allegro
scherzando. Todos están en fin familiarizados con una obra que cursa
entre lo épico y lo lírico, y en que la vena melódica es tan admirada
como el brillante virtuosismo exigido al solista. No parece necesario
aumentar la escala del mapa para conducirse por un camino por todos
repetidamente frecuentado.
Antonio Lasierra
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Programa
PRIMERAPARTE
M. GLINKA
Obertura de «Russlán y Liudmila»
S. RACHMANINOV
Concierto n.º 2 en Do m, Op. 18
Maestoso
Adagio sostenuto
Allegro scherzando
ELISABETH LEONSKAJA piano
SEGUNDAPARTE
P. I. TCHAIKOVSKI
Sinfonía n.º 4 en Fa m, Op. 36
Andante sostenuto - Moderato con Anima
Andantino in modo canzona
Scherzo (Pizzicato ostinato) - Allegro
Finale: Allegro con fuoco
ORQUESTA SINFÓNICA DE SAN PETERSBURGO
ALEXANDER DMITRIEV director
Imprime: ARPIrelieve, S. A. • D. L. Z-3.516/2007 • La organización se reserva el derecho de variaciones de días y sustituciones de orquestas, solistas y programas por causas obligadas de fuerza mayor. http://www.auditoriozaragoza.com
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