El joven rico Lunes 14 MEGAFONÍA Comenzamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Hacemos un momento de silencio para prepararnos… Nos ponemos en presencia del Señor… o le damos los buenos días o le damos las gracias por estar con nosotros o le pedimos que nos ayude a saber escucharle en este rato Leemos la Palabra, el personaje de esta semana era joven y era rico, aparentemente lo tenía todo, aparentemente no necesitaba nada… El joven rico (Lc. 18, 18-25) “Llegó un joven corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: ---Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar vida eterna? Jesús le respondió: ---¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sólo Dios. Conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no perjurarás, no defraudarás, honra a tu padre y a tu madre. Él le contestó: ---Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud. Jesús lo miró con cariño y le dijo: ---Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a [los] pobres y tendrás un tesoro en el cielo; después sígueme. A estas palabras, frunció el seño y se marchó triste; pues era muy rico. Jesús mirando en torno dijo a sus discípulos: ---Qué difícil es que los ricos entren en el reino de Dios”. ¡Quiero vivir! ¡Quiero VIVIR (con mayúsculas)! Ese es el grito del joven a Jesús, hago las cosas bien, no miento, intento no hacer daño a otros, quiero a mis padres… y ¿qué más puedo hacer? Y la respuesta de Jesús es: “Deja también aquello que te sobra, aquello que no necesitas, las cosas que te atan y te hacen ser menos libre… La ropa, las modas, las costumbres que no te ayudan, los gastos innecesarios, el mirarte tanto al espejo, tantas horas de tuenti, la tele, el teléfono… no sé, cada uno se sabe lo suyo. La propuesta es hazte más libre de tantas cosas y sígueme más de cerca. Pero, a veces, eso es demasiado difícil… y como el joven rico preferimos “vivir” (sin mayúsculas ni nada) y vamos tirando. Al final, me quedo con mi comodidad, con mis cosas… da un poco de pereza cambiar… aunque sea a mejor. Ponemos nuestro día en manos del Señor rezando juntos el Padrenuestro. Y terminamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El joven rico Martes 15 Yo me decía, como en un nuevo salmo: ¿Cómo ver cuando ahora no hay más que noche en mi vida? ¿Cómo seguir cantando con la garganta quebrada y el corazón roto? ¿Cómo andar este tramo de desierto que tengo por delante si ya no tengo fuerzas? ¿Dónde encontrar abrigo si el frío de este invierno me congela el alma? ¿Cómo creer en la unidad cuando ni siquiera nosotros somos uno? ¿Para qué empujar la justicia en las naciones si aquí cada uno se dedica sólo a su pequeño mundo propio? ¿Para qué seguir sembrando si la primavera parece alejarse cada día más? Huiré, sí, a tierras lejanas –me dije- y allí te dejaré morir. Ya tu Palabra no será más mi Palabra. Ya tu vida no será más mi vida. Ya tus sueños no serán más mis sueños. Entonces escuché la voz de mi Dios, oráculo del Señor: ¿No lo notas? Está brotando. Algo nuevo está naciendo. Podrán oscurecer todos los cielos, pero no podrán detener la llegada del sol… Y el sol está a la vuelta o quizás iluminando ya tu paso. No es tiempo de huir, no, ni de abandonar. Es tiempo de esperanza, de volver al primer amor, de confiar… de abrazarse a la noche, porque ésta no durará siempre. No temas. Yo estaré contigo hasta el final de tus días. Y ante tantas preguntas, ante el sinsentido que a veces oscurece nuestras vidas, ante nuestros egoísmos y nuestra independencia, la Palabra de Dios: “Estoy contigo, vuelve al primer amor, vuélveme tu corazón” Terminamos rezando el Padrenuestro. Miércoles 16 MEGAFONÍA Proponemos hoy para hacer la oración una canción que seguramente conozcas… vamos a escucharla una primera vez, de fondo, nuestro amigo, “el joven rico”, un joven que buscaba, un joven que quería más… Comenzamos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. (se puede escuchar sólo una parte). Universo sobre mí (Amaral). Sólo queda una vela encendida en medio de la tarta, y se quiere consumir... ya se van los invitados tú y yo nos miramos sin saber bien que decir. Nada que descubra lo que siento que este día fue perfecto y parezco tan feliz nada como que hace mucho tiempo que me cuesta sonreír. Quiero vivir quiero gritar quiero sentir el universo sobre mí quiero correr en libertad quiero encontrar mi sitio. Una broma del destino una melodía acelerada en una canción que nunca acaba ya he tenido suficiente necesito alguien que comprenda que estoy sola en medio de un montón de gente que puedo hacer. ESTRIBILLO Quiero vivir quiero gritar quiero sentir el universo sobre mi quiero correr en libertad quiero llorar de felicidad quiero vivir quiero sentir el universo sobre mí como una náufrago en el mar quiero encontrar mi sitio, sólo encontrar mi sitio. Todos los juguetes rotos todos los amantes locos todos los zapatos de charol todas las casitas de muñecas donde celebraba fiestas donde sólo estaba yo Vuelve el espíritu olvidado del verano del amor... ESTRIBILLO (2) Sólo queda una vela encendida en medio de la tarta y se quiere consumir. “Hace mucho tiempo que me cuesta sonreír...” ¿Qué actitudes de las que tengo me entristecen? “Ya he tenido suficiente” “Necesito alguien que comprenda” ¿De qué estoy cansado? ¿qué me quita vida? ¿qué me desgasta innecesariamente? ¿qué me puede estar haciendo daño? “Quiero vivir, gritar, sentir…” “Quiero correr en libertad” “Quiero encontrar mi sitio” Ayúdame, Señor, a VIVIR, con mayúsculas… Que esta Cuaresma sea una oportunidad para desprenderme de aquello que me encierra en mí mismo, aquello que me hace menos libre, menos feliz… Terminamos escuchando la canción. Jueves 17 ¿Quién no duda alguna vez? ¿Quién no siente, en algún momento de silencio, de quietud, de búsqueda, una cierta zozobra, en la que se mezcla el deseo de saber y la impotencia? Porque a Dios lo intuimos, pero no lo podemos aferrar; porque lo conocemos, pero también ignoramos tanto de él. Así vivo mi fe. Entre la certeza más insensata y la duda que a ratos me inquieta. Entre la seguridad de tu promesa y tu palabra, y las preguntas sin respuesta que a veces me asaltan. Entre la entrega más convencida y las vacilaciones que me impiden arriesgar, saltar al vacío o decirte que sí. Y así, dudando, buscando, preguntando, y sin saber muy bien cómo, cada vez te haces más parte de mi vida. Este es un testimonio anónimo, alguien que como el joven de nuestra historia, no tiene un nombre reconocido… Así, dudando, podríamos caminar cualquiera de nosotros… Señor, que aprendamos a caminar detrás de Ti, siguiendo tus pasos. Terminamos rezando el Padrenuestro. Viernes 18 Y yo, ¿qué? MEGAFONÍA Los viernes, imprescindible coger un bolígrafo y responder a alguna pregunta. Leemos el texto y ponemos después una canción de fondo que nos dé un par de minutos personales. «¿Qué he de hacer de bueno para heredar la vida eterna?» (Mc 10,17). Ese joven tenía sueños e ilusiones, quería vivir a tope y ser feliz para siempre. Pero sabía que eso no le llovería del cielo: tenía que hacer algo, más aún, algo «bueno» para alcanzar esa meta. Por eso, preguntó a alguien capaz de ayudarle. Curiosamente en el Evangelio no se nos dice el nombre de aquel joven. La razón es muy sencilla: para que pongas tu nombre. Ese joven puedes ser tú. Imagínate en esa situación. Seguro que tú, también como él, tienes tus sueños, tus ilusiones para el futuro: aquello por lo que haces las cosas, por lo que te levantas cada mañana aunque las sábanas se te peguen, por lo que estudias, te esfuerzas o entrenas cada día, por lo que decides esto o aquello. Antes de ponerse uno en marcha tiene que saber qué busca y hacia dónde quiere ir para poder elegir el camino acertado. Por eso, Jesús lo primero que preguntó a unos cuantos jóvenes que tenían curiosidad por él fue: «¿qué buscáis?» (Jn 1,38). Quizás te sientas reflejado en esa canción de Amaral: «quiero vivir, quiero gritar, quiero correr en libertad, quiero encontrar mi sitio». ¿Y tú? ¿Qué quieres en la vida? ¿Qué buscas? No te canses nunca de soñar. Querer es bueno. Pon nombre y apellido a tus sueños. Pero – siguiendo con el joven del Evangelio – sabes que no basta con querer o soñar. Hay que ponerse manos a la obra para que los sueños se hagan realidad. Y te preguntas: «¿qué puedo hacer?». Yo me preguntaría algo previo: ¿qué estoy haciendo ya? ¿cómo me encuentro? ¿por dónde ando en este momento? Sólo un consejo antes de que respondas a estas cuestiones. Solemos tener la mala costumbre de fijarnos sólo en lo negativo de nosotros mismos o de mirarnos como los demás nos ven. De este modo nos desanimamos. Déjate mirar como Dios te mira. Él se fija principalmente en lo «bueno» que tienes y en lo mucho que vales, porque es lo que Él puso en ti. Sobre lo bueno que ya has conseguido podrás seguir construyendo. Y, a la luz de lo bueno, descubrirás inmediatamente lo que no va tan bien, lo que te queda aún por hacer. Que el Señor ensanche nuestro corazón y vayamos dejando por el camino lo que no merece la pena.” ¿Y yo? ¿Qué me mueve? ¿Qué busco? ¿Qué sueño? ¿Por dónde ando? ¿En qué necesito cambiar? Terminamos con la oración del final de los cuadernillos. Si estoy a oscuras, dame luz. Si sólo miro mi ombligo, dame generosidad. Si me sientes débil, dame fuerza. Si ves que no te contesto, dame disponibilidad. Abre mis ojos, Señor, a lo que me pones delante. Abre mi mente y mi corazón a lo que me dices. Abre mi ser a eso tan especial que tengo que descubrir en Ti. Siento cómo mi corazón, a veces, se va rompiendo. Siento cómo mi corazón, a veces, se encoge. Siento cómo mi corazón, a veces, queda herido. Siento cómo mi corazón, a veces, ni ve, ni oye. Y estoy aquí, Señor, en mi casa, en mis asuntos, envuelto en lo que más me importa. Pero quiero estar a tu lado; quiero conocerte, mi Dios, para quererte y enseñar a los demás, con mis gestos, quién eres.