de 1859 de karl marx - Facultad de Ciencias Económicas

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UNA NUEVA DISCUSIÓN EN TORNO AL "PRÓLOGO" DE 1859 DE KARL MARX:
CUESTIONES METODOLÓGICAS. 1
Alejandro Fitzsimons (CONICET - UBA – Centro para la Investigación como Crítica
Práctica, CICP)
1. Introducción
En el prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política, Marx expone
sintéticamente las determinaciones fundamentales del desarrollo de la historia humana. El
desarrollo de las fuerzas productivas determina las modificaciones en las relaciones de
producción 2 , de manera que la formación económica de la sociedad atraviesa progresivamente
diversos modos de producción 3 . Este desarrollo histórico, agrega Marx, no es resultado de las
formas de la conciencia sino que, por el contrario, éstas últimas se determinan por las
transformaciones materiales de la vida humana 4 .
Desde entonces han existido, dentro del marxismo, numerosos debates acerca de los
diferentes aspectos del planteo presente en el prólogo. Por su relevancia para el tema tratado
aquí, vale mencionar las discusiones acerca de la conciencia revolucionaria y del lugar de la
acción en una transformación social regida esencialmente por el desarrollo de la producción
material 5 . Pueden mencionarse los diversos planteos acerca de los factores -la acumulación de
experiencia de la clase obrera (Lúkacs, 1969), el rol del partido (Lenin, 1974) o del desarrollo
de una nueva moral (Guevara, 1968), por ejemplo- que originan la conciencia revolucionaria. O
también, los referidos al vínculo de la misma con la determinación económica: la necesidad de
desarrollar el factor subjetivo frente a la madurez del factor objetivo (Trotsky, s/f) o la urgencia
de la acción revolucionaria frente a la inminencia de la crisis del capitalismo (Luxemburg,
1968).
En las últimas décadas, sin embargo, estos debates han perdido vigor. En su lugar, se han
difundido las teorías que fundan la acción política de manera simple en la conciencia y voluntad
libres de los dominados (Holloway, 2002; Hardt y Negri, 2002), paralelamente a la afirmación
de la primacía de la política por sobre la economía en la dinámica social (Laclau y Mouffe,
2004). América Latina no ha sido ajena a esta tendencia mundial que tiene por consecuencia el
abandono de la discusión respecto del papel del desarrollo de las fuerzas productivas y las
relaciones de producción en la historia humana, y acerca de la determinación de la acción
transformadora.
En este contexto, la aparición reciente del libro de Guillermo Rochabrún (2007) vuelve a poner
dichas cuestiones en discusión, mediante el desarrollo de una crítica al planteo presente en el
prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política. Dicha crítica integra un
cuestionamiento referido a la tensión entre objeto y sujeto resultante del papel central otorgado
por Marx a las fuerzas productivas en una discusión metodológica respecto a la forma en que
Marx plantea la relación entre éstas y las relaciones sociales de producción. En este trabajo se
analiza, en primer lugar, la crítica de Rochabrún y luego, en segundo lugar, se sostiene que el
planteo de Marx sintetizado en el prólogo tiene una importancia fundamental para reconocer el
carácter histórico del modo de producción capitalista.
1
Este trabajo tiene su origen en una serie de discusiones mantenidas con Guillermo Rochabrún en el marco
de su participación como invitado, en 2007 y 2008, de la Cátedra “Economía Política II” de la Carrera de Ciencia
Política de la Universidad de Buenos Aires, a cargo de Néstor Páblo Laverne.
2
“En la producción social de su existencia los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e
independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de
sus fuerzas productivas materiales” (Marx, 1969: 69)
3
“A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas progresivas de la formación económica de
la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués” (Marx, 1969: 70)
4
“No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, su ser social es lo que
determina su conciencia. (...) no podemos juzgar tampoco a estas épocas de revolución social por su conciencia sino
que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto
existente entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción” (Marx, 1969: 69-70)
5
Otra discusión importante es la originada por la cuestión de la relación entre la base y la superestructura.
Sobre este tema, ver la ponencia presentada en estas jornadas por Juan Iñigo Carrera: “Acerca del carácter de la
relación base económica – superestructura política y jurídica: la oposición entre representación lógica y reproducción
dialéctica”
2. La crítica de Guillermo Rochabrún
Sintéticamente, se distinguen cuatro críticas fundamentales de Rochabrún al planteo de Marx
en el prólogo:
1) Omisión del papel de las clases sociales y sus luchas en el desarrollo histórico:
“La ausencia más importante, que condensa otras omisiones, está dada por las clases
sociales y sus luchas. Ello trae diversas consecuencias para el 'materialismo' y la teoría
marxista del conocimiento. Los protagonistas del texto comentado no son las clases sino
las 'instancias'. A ellas las marca una característica formulada en negativo: no se
constituyen por la voluntad de los hombres ni por su conciencia. Voluntad y conciencia
aparecen como fenómenos subjetivos, y por tanto secundarios, derivados, frente al
carácter principal y originario de los fenómenos objetivos.” (Rochabrún, 2007: 129)”.
2) Objetivismo: el prólogo privilegia al objeto -la “cosa”- frente al sujeto:
“Estas líneas expresan condensadamente la acepción más común del materialismo:
prioridad de la cosa frente a la subjetividad, de lo automático frente a lo consciente, de
las estructuras frente a las prácticas” (Rochabrún, 2007: 129, 130)
3) Exterioridad, causalidad unilateral y falta de explicación de la causa:
“a. Se trata de una relación exterior entre objetos, puesto que el contenido de cada
instancia es materialmente distinto al contenido de las otras. (...) b. Dicha exterioridad
implica que las relaciones tengan que ser unilaterales: la causa actúa sobre el efecto.
(...) c. Estas relaciones lograrían explicar los fenómenos que son efecto, pero no
explicarían el impulso que mueve a los 'fenómenos-causa'. De ahí que a fin de cuentas el
factor decisivo -el desarrollo de las fuerzas productivas- carezca de todo principio
explicativo y termine convirtiéndose en una entelequia” (Rochabrún, 2007: 130-131).
4) Generalización injustificada y parcial de la estructura económica del capitalismo al resto de
la historia humana. Las determinaciones expuestas en el prólogo serían, entonces, propias del
capitalismo y no de la vida humana en general:
“El ‘Prefacio’ es el fraseo en abstracto de la estructura económica del capitalismo. En él
se mencionan las relaciones de producción, pero no en tanto que capitalistas; asimismo
plantea el desarrollo de las fuerzas productivas –que tiene lugar en el capitalismoaunque no lo explica, y lo generaliza para cualquier sociedad. (…) Es parcial porque el
‘Prefacio’ privilegia las relaciones de producción como momento exclusivo de la vida
económica, y omite toda referencia a la circulación, distribución y reproducción. (…) [el
prefacio] aplicado a otras sociedades se convierte en una extrapolación sin fundamento”
(Rochabrún, 2007: 150-151).
El objetivismo y la forma de presentación de las relaciones entre las formas concretas se
derivan, según el autor, de la ausencia del tratamiento de las clases. Sin embargo, dicha
ausencia responde a una razón muy simple. Las clases sociales, y su lucha, son fenómenos
específicos de la relación mercantil, mientras que en el prefacio, Marx busca sintetizar las
determinaciones generales de la vida humana, sin detenerse en las particulares relaciones
sociales que configuran los distintos modos de producción. Las clasificación de los individuos
en clases resulta, para Marx, de la mercancía que cada uno de ellos personifica: quien
personifica la fuerza de trabajo forma parte de la clase obrera y quien personifica al dinero que
funciona como capital, a la clase capitalista. Puesto que la generalización de la mercancía
como forma del producto del trabajo sólo existe en el modo de producción capitalista, sólo cabe
hablar de lucha de clases como relación general en él 6 . Lo que está ausente en el prefacio no
6
De hecho, cuando Marx trata en El Capital los antecedentes de la lucha de clases en el mundo antiguo se
refiere exclusivamente a la que existe entre acreedor y deudor, dos personificaciones de mercancías, y no a la lucha
es la lucha, ni en general la acción, sólo lo está su forma específicamente capitalista: la lucha
de clases.
No obstante, el resto de los aspectos de la crítica tienen un alcance mucho mayor, dado que se
sostienen por sí mismos. La crítica de objetivismo planteada por Rochabrún se motiva, más
que en la ausencia de las clases, en la afirmación de Marx de que la conciencia y la lucha (de
clase o de otro tipo) de los seres humanos se encuentran determinadas por la contradicción
entre fuerzas productivas y relaciones de producción. Según esta crítica, esta determinación
significa una subordinación de la subjetividad de los seres humanos a la objetividad de las
relaciones de producción y las fuerzas productivas. Esto se fundamenta en la forma en la cual,
según Rochabrún, Marx presenta en el prólogo las determinaciones, como una relación exterior
desde una causa –las fuerzas productivas- hacia los efectos –relaciones de producción, acción,
conciencia- en la que tanto la primera como los segundos son formas materialmente distintas y
excluyentes entre sí.
Para abordar esta cuestión –núcleo de la crítica de Rochabrún-, contrapondremos la exposición
de las determinaciones de las formas concretas en cuestión 7 . Las fuerzas productivas son el
conjunto de capacidades que tiene la humanidad para realizar su proceso natural de
metabolismo. El ser humano se distingue del resto de los animales por la forma de dicho
proceso: transforma el medio natural en un medio para sí mediante una actividad orientada a
un fin, regida por la conciencia, el trabajo. Se trata, por tanto, de las fuerzas productivas de su
trabajo. Como toda capacidad, las fuerzas productivas tienen la característica de que existen
para ser efectivizadas; como capacidad, son una existencia potencial. La vida humana consiste
en la actualización constante de sus potencialidades; los hombres utilizan constantemente el
conjunto de capacidades del que disponen: los hombres trabajan. Dicho de otra forma, la
capacidad productiva se realiza como actividad productiva misma.
Ahora bien, ¿qué forma tiene la actividad productiva del ser humano, o sea, el trabajo? Para
contestar esta pregunta, debemos detenernos a considerar los atributos concretos de las
fuerzas productivas del trabajo. Su característica fundamental es que son fuerzas productivas
del trabajo social: la capacidad humana de realizar un proceso de metabolismo con el medio es
un atributo colectivo, y no del individuo aislado. Sin embargo, el trabajo colectivo solo existe
como conjunto de trabajos individuales: de ahí que toda sociedad humana necesite organizar el
trabajo social, es decir, asignar el gasto total de fuerza de trabajo del que dispone a cada uno
los trabajos individuales. Los seres humanos, entonces, establecen relaciones sociales de
producción entre ellos al desarrollar su actividad vital, esto es, al trabajar. No existe realización
de las capacidades productivas sin el establecimiento de relaciones sociales de producción.
Las relaciones sociales de producción son, entonces, la forma concreta de existir de las fuerzas
productivas.
Al reconocer a las fuerzas productivas y a las relaciones sociales de producción como lo que
son, determinaciones generales de la vida humana, se desvanece inmediatamente la
apariencia de objetividad abstractamente contrapuesta a la subjetividad sobre las que se basa
la segunda crítica de Rochabrún. En tanto capacidades de los seres humanos, las fuerzas
productivas no pueden ser, de ninguna manera, exteriores al ser humano mismo ni, mucho
menos, objetos o cosas. Además, puesto que el trabajo es el atributo propio del ser humano
como ser natural, el desarrollo de las fuerzas productivas es el desarrollo del ser humano como
sujeto, es decir, como organismo que rige su propio desarrollo: es el desarrollo de la
subjetividad humana. En cuanto a la conciencia, ella es parte constitutiva del trabajo, al ser la
forma propiamente humana de regir la actividad vital. El desarrollo de las fuerzas productivas
entre amo y esclavo, entre los que no existe relación mercantil y, por tanto, no se enfrentan como clases (Marx, 1999:
165). Sin embargo, es preciso reconocer que en el Manifiesto Comunista la lucha de clases es presentada, por el
contrario, como una relación que excede a la determinada por la relación mercantil.
7
Para mantener la discusión, procederemos de acuerdo a la propuesta de Rochabrún y, por ello, no se
utilizará como recurso argumentativo la cita de textos de Marx, sino que se intentará reproducir la unidad de las
determinaciones de la vida humana, tal como aparecen en El Capital: “La única forma de responder a la pregunta
consiste en examinar los estudios de los que formaba parte, en particular su fragmento más acabado, el tomo I de El
Capital. (...) Hemos intentado responder a los problemas que este breve texto plantea, a través de una línea distinta a
la usual –cual es buscar ‘citas’ que lo ‘aclaren’ y 'complementen'. (…) El Capital ha mostrado que contiene la solución a
dichos problemas, a la vez que ha reformulado sus términos” (Rochabrún, 2007: 132 y 149). En la medida en que se
considere relevante, las citas textuales se presentarán en notas al pie.
del trabajo toma forma en el desarrollo de la conciencia. Sólo mediante la naturalización más
absoluta de las relaciones sociales capitalistas 8 pueden ser presentadas las fuerzas
productivas como cosas exteriores al hombre, como “instancias” cuyo desarrollo objetivo
subordina el desarrollo de la conciencia.
Detengámonos ahora en la crítica metodológica planteada por Rochabrún, según la cual en el
prólogo las determinaciones de las formas concretas son presentadas como relaciones
causales exteriores y unilaterales. Este tipo de relación se sostiene, según el autor, en una
concepción de cada forma concreta como una afirmación inmediata: fuerzas productivas,
relaciones de producción y conciencia son tres cosas que existen independientemente las unas
de las otras. Sin embargo, el desarrollo de Marx se opone, precisamente, a este tipo de
representación basada en la representación lógica. Consideremos nuevamente el proceso
natural de vida humana para mostrar la unidad planteada por Marx entre fuerzas productivas,
relaciones de producción y conciencia.
Ya fue señalado que la conciencia es una unidad indisoluble con las fuerzas productivas del
trabajo, al ser la primera un atributo fundamental de éste. Sin embargo, en esta unidad, la
conciencia es la forma mediante la cual se rige el gasto productivo del cuerpo humano, es
decir, el trabajo. Dicho explícitamente, el gasto productivo de cuerpo humano –el trabajo- no
puede existir sin tomar forma en una acción consciente; la acción consciente no puede ser otra
cosa que la forma de regir el gasto productivo de cuerpo humano. En tanto el trabajo es una
actividad social, la conciencia es la forma del ser social del hombre. Por ello es que Marx afirma
que es el ser social el que determina la conciencia: ésta última se desarrolla como forma del
desarrollo las fuerzas productivas del trabajo. La determinación, entonces, es lo contrario a una
relación exterior. Sobre la base del método dialéctico 9 , Marx muestra que se trata de un
contenido que asume, en su misma existencia, una forma concreta. De manera análoga, las
relaciones sociales de producción, al ser el modo mediante el cual los hombres organizan de
manera colectiva su trabajo, no pueden ser exteriores ni a las fuerzas productivas, ni a la
conciencia.
El último aspecto de la crítica que queda por considerar es el referido al alcance de las
determinaciones desarrolladas en el prólogo. Rochabrún argumenta que el prólogo describe la
dinámica del modo de producción capitalista, y extrapola injustificadamente dicha dinámica al
conjunto de la historia. En particular, afirma que el desarrollo de las fuerzas productivas que
aparece en el prólogo no es una determinación general del ser humano, sino un fenómeno que
es resultado de la producción de plusvalía relativa 10 . Por el contrario, en este trabajo se
sostiene que dichas determinaciones corresponden a la vida humana en general y, por tanto,
trascienden a los diversos modos de producción.
Pero, ¿cuál es la importancia de plantear que el desarrollo de las fuerzas productivas es una
determinación general de la vida humana, y no una resultante de las relaciones de producción
capitalistas? Desarrollamos esta cuestión en el próximo apartado.
3. El desarrollo de las fuerzas productivas bajo la forma de las relaciones de producción
capitalistas
Sobre la base de la distinción fundamental entre el contenido material de la producción social y
su forma social, Marx puede presentar a las relaciones específicas del capitalismo (la
producción de plusvalía relativa, por ejemplo) como formas concretas de determinaciones
generales de la vida humana (el desarrollo de las capacidades de la humanidad para realizar
su metabolismo social, esto es, sus fuerzas productivas). Si esto se pierde de vista, es
8
La representación de las fuerzas productivas como una instancia exterior impersonal tiene su origen en la
naturalización de la forma enajenada de las potencias humanas en el capital. En el modo de producción capitalista las
capacidades humanas (las fuerzas productivas) se encuentran enajenadas como potencias del capital que dominan
externamente al hombre. Es Rochabrún, entonces, y no Marx, quien extrapola un fenómeno propio del capitalismo a
toda la historia.
9
La contraposición de la reproducción dialéctica en la que consiste el método de Marx a la representación
lógica es desarrollada por Iñigo Carrera (2008: 237-285).
10
“Anteriormente hemos aludido a la explicación que El Capital ofrece del desarrollo de las fuerzas productivas:
se trata del desarrollo histórico del plusvalor relativo en razón de las etapas de la lucha de clases” (Rochabrún, 2007:
144)
imposible determinar con precisión el carácter histórico del capitalismo, y la necesidad de su
superación. Como la mirada se detiene en las relaciones de producción capitalistas como
simplemente tales, el capitalismo parecerá ilimitado: la producción de plusvalía relativa se
prolonga al infinito, reduciendo cada vez más el trabajo necesario, y lo mismo ocurre con la
acumulación del capital, ya que los problemas de reproducción ampliada del capitalismo se
resuelven mediante las crisis. De lo que se trata, por el contrario, es de preguntarse por el
papel de dichas formas sociales respecto a su contenido: el desarrollo de las capacidades
humanas: ¿qué papel juega el capitalismo en dicho desarrollo? ¿qué capacidades desarrolla?
¿qué capacidades no? ¿Existe algún límite al desarrollo de dichas capacidades bajo la forma
capitalista? Solamente abordando estas preguntas podemos contestarnos si existe alguna
necesidad de superación del capitalismo.
En El Capital, Marx desarrolla precisamente estas cuestiones, puesto que allí se expone el
desarrollo de las fuerzas productivas del trabajo bajo la forma de las relaciones de producción
capitalistas. La forma más simple de estas relaciones está dada por la producción de
mercancías. La mercancía es la forma que asume el producto, cuando el trabajo se realiza de
manera privada e independiente, esto es, cuando no existe relación social directa entre los
productores. Esta forma de realización del trabajo social determina al productor directo como
libre de toda dependencia personal respecto a otro: no es esclavo ni siervo de nadie.
Puesto que en el momento inmediato de la producción no existe vínculo directo entre los
individuos, la organización del trabajo social se resuelve a través del intercambio de
mercancías. Las relaciones sociales de producción capitalistas tienen como presupuesto un
cierto desarrollo de las fuerzas productivas: el trabajo individual tiene que ser capaz de
controlar plenamente su propio proceso de trabajo. Sin embargo, en este momento del
desarrollo de las fuerzas productivas, las capacidades de los individuos para cooperar en el
trabajo colectivo, esto es, para controlar la potencia social de su trabajo individual, son
extremadamente limitadas. El individuo portador de estas capacidades específicas es el
productor simple de mercancías. El pleno dominio de su proceso individual de trabajo, esto es,
su libertad personal, es la contracara de la enajenación de todo control sobre el carácter social
del trabajo en su producto, esto es, de su completa sumisión al dominio de la mercancía 11 .
El primer paso que da el modo de producción capitalista es la transformación del productor
simple de mercancías en el obrero doblemente libre. La expropiación de los medios de
producción del productor directo, y su concentración en manos del capitalista, resulta en que el
individuo puede cooperar en el proceso de trabajo sin perder su condición de libre del dominio
personal: el trabajo colectivo se forma a través de la venta libre de múltiples fuerzas de trabajo
a un mismo capitalista. El proceso de trabajo que produce mercancías es ahora un trabajo
colectivo que, sin embargo, sigue siendo un trabajo privado respecto del resto de los procesos
de trabajo que se realizan bajo el mando de otros capitalistas.
Este primer paso muestra la esencia del desarrollo de las fuerzas productivas que ocurre bajo
las relaciones sociales capitalistas: la socialización del trabajo privado. A partir de allí, dicha
socialización se desarrolla bajo las formas concretas de la producción de plusvalía relativa y la
concentración y centralización del capital. Cada fragmento del trabajo social es cada vez más
amplio, sin dejar por ello de ser un trabajo privado respecto de los demás. Se trata de un
desarrollo de las capacidades humanas de trabajo que, partiendo de un momento en el cual la
capacidad del individuo de controlar libremente su trabajo individual se encuentra plenamente
desarrollada, como contrapartida de su completa incapacidad de controlar su propio trabajo
como parte del trabajo social, avanza en el desarrollo constante de las capacidades del
individuo libre para realizar trabajo colectivo. Sin embargo, lo hace bajo la forma contradictoria
de que las potencias sociales de su trabajo se le imponen exteriormente como dominio del
capital: el plan de producción se le impone coercitivamente a cada miembro del obrero
colectivo.
Si nos detenemos a mirar específicamente el desarrollo de la conciencia en el cual toma forma
el desarrollo de las fuerzas productivas, vemos que uno de los elementos centrales del modo
11
Marx lo expresa en los Grundrisse de la siguiente manera: “Cada individuo posee el poder social bajo la
forma de una cosa. Arránquese a la cosa este poder social y habrá que otorgárselo a las personas sobre las personas”
(Marx, 2001: 85). La determinación de la conciencia libre en el modo de producción capitalista como forma concreta de
la conciencia enajenada en el producto del trabajo es desarrollada por Iñigo Carrera (2007)
de producción capitalista es el desarrollo de una conciencia científica capaz de controlar la
complejidad del trabajo crecientemente social. Mediante el desarrollo de la maquinaria, el
proceso de trabajo tiende a transformarse, de la aplicación de la fuerza humana sobre el objeto
para producir un valor de uso, en el gasto de fuerza humana en el desarrollo del conocimiento
objetivo capaz de controlar las fuerza naturales para que éstas actúen automáticamente en la
producción de valores de uso 12 .
La consideración unitaria de la socialización del trabajo privado y del desarrollo de la
conciencia objetiva, esto es, del desarrollo específico de las fuerzas productivas bajo la forma
las relaciones sociales capitalistas, nos pone frente a la evidencia del límite histórico de las
mismas. Llega un punto en el cual el desarrollo del trabajo social encuentra como límite la
forma de privado en la que se realiza. El desarrollo de la conciencia objetiva que controla el
trabajo social debe avanzar en el control plenamente consciente de la totalidad del trabajo
social, en el cual cada individuo controla conscientemente su propio trabajo individual como
una parte integrante del trabajo social. La mercancía -y, por tanto, el dinero y el capital, y en
general, las relaciones sociales capitalistas- eran resultado de la negación del trabajo social
consciente. En consecuencia, en este punto el desarrollo de las fuerzas productivas toma
forma en otras relaciones sociales, basadas en la organización consciente y por tanto, libre, del
trabajo social:
“Al llegar a una fase determinada de desarrollo las fuerzas productivas materiales de la
sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que
no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de
las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas
productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de
revolución social.” (Marx, 1969: 69)
“La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo alcanzan un
punto en que son incompatibles con su corteza capitalista. Se la hace saltar. Suena la
hora postrera de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados.”
(Marx, 2000: 953)
Bibliografía
Guevara, Ernesto (1968) “El socialismo y el hombre en Cuba” en Obras completas, volumen 2,
Ediciones del Plata, Buenos Aires.
Hardt, Michael y Negri, Antonio (2002) Imperio, Paidos, Buenos Aires.
Holloway, John (2002) Cambiar el mundo sin tomar el poder. El significado de la revolución
hoy, Revista Herramienta/Universidad Autónoma de Puebla, Buenos Aires.
Iñigo Carrera, Juan (2007) Conocer el capital hoy. Usar críticamente El Capital. Volumen I: La
mercancía o la conciencia libre como forma de la conciencia enajenada, Buenos Aires: Imago
mundi.
Iñigo Carrera, Juan (2008) El capital: razón histórica, sujeto revolucionario y conciencia.
Buenos Aires: Imago Mundi.
Laclau, Ernesto y Chantal Mouffe (2004) Hegemonía y estrategia socialista: Hacia una
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Lenin, V. I. (1974) ¿Qué Hacer?” Editorial Anteo. Buenos Aires.
Lukács, Georg (1969), Historia y consciencia de clase. Estudios de dialéctica marxista, Editorial
Grijalbo, México D. F.
Luxemburg, Rosa (1968) La acumulación de capital, Buenos Aires.
Marx, Karl (1969) “Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía política”, en
Introducción general a la crítica de la economía política, Cuadernos de Pasado y Presente,
Nº1, Buenos Aires.
12
En El Capital, Marx desarrolla de manera fragmentada diversos aspectos de esta transformación del trabajo,
pero no la expone explícitamente. En los Grundrisse, en cambio, aparece mencionada brevemente: “El trabajador ya no
introduce el objeto natural modificado, como eslabón intermedio, entre la cosa y sí mismo, sino que inserta el proceso
natural, al que transforma en industrial, , como medio entre sí mismo y la naturaleza inorgánica, a la que domina.”
(Marx, 2002: 228). Iñigo Carrera (2008: 9-51, especialmente p. 20) expone el desarrollo de esta determinación como un
eje principal de la razón histórica de existir del modo de producción capitalista.
Marx, Karl (1999) El capital. Crítica de la Economía Política, Siglo XXI, México, Libro Primero,
Vol. 1.
Marx, Karl (2000) El capital. Crítica de la Economía Política, Siglo XXI, México, Libro Primero,
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Trotsky, León (s/f) El Programa de Transición, Ediciones Política Obrera, Tigre.
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