Migraciones: ¿Problema u Oportunidad?

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Nº346
22 de julio de 1997
Migraciones: ¿Problema u Oportunidad?
¿Tiene algo de malo el que una persona deje voluntariamente el lugar en que ha vivido siempre y se
mude a otro, buscando mejores perspectivas? La respuesta lógica pareciera ser que no, pues resulta
obvio que las personas tratarán de buscar mejores oportunidades para ellas y sus familias. Además,
si consideramos el tema desde la perspectiva de los derechos fundamentales, dicho cambio de
residencia no es sino el ejercicio de uno de los principales derechos de toda persona, cual es el de
desplazarse libremente junto a sus bienes y decidir el lugar en que quiere residir.
Tan propia del ser humano resulta esta libertad que justamente uno de los principales problemas que
debieron enfrentar los denominados socialismos reales fue el encontrar una forma para evitar el
éxodo masivo de sus habitantes ante la falta de oportunidades. Complicados y rígidos mecanismos
de control debieron ser creados para restringir la libertad de movimiento de los ciudadanos de dichos
países y evitar esta suerte de "votación con los pies" que ponía de manifiesto la verdadera realidad
de quienes vivían en los "paraísos comunistas".
La historia, por su parte, nos muestra cómo las personas siempre han estado dispuestas a cambiar su
residencia en busca de una mejor situación. Así se produjeron, por ejemplo, las grandes migraciones
del campo a la ciudad y así se ha asistido siempre a las migraciones hacia los lugares donde se
aprecian mayores oportunidades y mejores expectativas. En nuestros días, la apertura de las
economías, la creciente interrelación entre las sociedades y el perfeccionamiento de las tecnologías
relacionadas con el transporte y la comunicación, han venido a "acercar" a los distintos países, tanto
por la facilitación de los desplazamientos y las comunicaciones, como por el aumento de
información acerca de la realidad de otros lugares.
¿Son Peligrosas las Migraciones?
Sin embargo, se sostiene también en nuestros días que justamente las migraciones representan el
gran peligro que se cierne sobre el mundo y, especialmente, sobre países como el nuestro que, dadas
sus características (estabilidad económica, territorio disponible, etc.), pueden ser punto de destino de
importantes grupos de inmigrantes. Se plantea así que lo procedente es establecer rígidos controles
para este fenómeno, de modo de evitar la producción de verdaderas invasiones pacíficas, las que -se
dice- serían muy peligrosas.
Antes de correr a construir muros de contención que nos "protejan" de los inmigrantes, parece
adecuado preguntarse si verdaderamente existen estos riesgos y cuál es la mejor forma de evitarlos.
De hecho, la historia de nuestro continente (un continente desarrollado principalmente por
inmigrantes) nos muestra el beneficioso efecto de las sucesivas oleadas de quienes venían a nuevas
tierras en busca de oportunidades. Hay que tener presente que quien se va a un lugar distinto,
buscando mejores expectativas está, por definición, especialmente dispuesto a esforzarse y emplear
todos sus recursos y capacidades para salir adelante, pues en eso consiste justamente la apuesta que
ha hecho al emigrar.
Por lo demás, la realidad del mundo hoy día dista mucho de la idea de país como una suerte de
compartimento estanco que aparece como autónomo frente al resto del mundo y que busca su
desarrollo a espaldas de los demás. Está bastante claro -aún para los más reacios- que es necesario
relacionarse con los demás países y que es justamente en esa relación y en los beneficios que de ella
proceden donde se encuentra un muy importante propulsor del avance de las sociedades.
¿Qué es lo que ven entonces quienes se muestran recelosos de las migraciones y proponen "cerrar"
los países? Probablemente ven los problemas que se han presentado en países europeos en el último
tiempo respecto de los inmigrantes, y temen que dichas situaciones puedan llegar a nuestro país en
el caso de que los movimientos de personas hacia él aumenten.
¿Dónde está el Problema?
Ahora bien, a ese respecto cabe preguntarse si esos fenómenos negativos son una consecuencia
propia e inevitable de las migraciones o si derivan más bien de ciertas situaciones especiales
presentes en los referidos países europeos. En efecto, la existencia en ellos de fuertes estados de
bienestar y sistemas de asistencia han terminado por desincentivar el trabajo y el esfuerzo personal y
por acostumbrar a las personas a depender de un Estado providente y benefactor. De esa manera, lo
que se propone como estación final del viaje para los posibles migrantes no es un lugar donde hay
oportunidades para trabajar y mejorar a partir del esfuerzo y la responsabilidad personal, sino un
lugar donde descansar en un aparato o sistema que hará todo por todos (situación, por lo demás,
imposible). De igual modo, la excesiva regulación existente en dichos países abre un amplio espacio
al aprovechamiento de la inmigración ilegal o encubierta en actividades prohibidas o
injustificadamente encarecidas por la propia regulación. Ello sólo termina incentivando más
inmigración ilegal y generando espacios para la corrupción y el abuso en el país receptor.
¿De quién cabe protegerse entonces? ¿De los inmigrantes o de un Estado que trata de actuar como
todopoderoso y omnisciente y termina generando los incentivos negativos?
La solución está, una vez más, en incorporar a las instituciones y al funcionamiento del sistema los
incentivos adecuados. Contar con un esquema que premie y favorezca el esfuerzo, el trabajo serio y
la responsabilidad, que respete la libertad y la iniciativa de las personas y que cuente sólo con la
regulación necesaria diseñada de un modo objetivo y transparente. Ese sistema incentiva la
inmigración de quienes persiguen oportunidades y están, en consecuencia, dispuestos a esforzarse
seria y lealmente por el desarrollo de la sociedad en que se encuentran. Eso redunda en beneficios
para ellos y para el país que los recibe, y permite convertir el "problema" de las migraciones en un
fenómeno beneficioso para todos los involucrados.
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