Factores económicos. Capital

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2. Factor capital.
Como ya hemos
señalado con anterioridad,
la reducción de la mano de
obra del sector agrario y el
encarecimiento de la misma
condujeron a su sustitución
por otros inputs, fundamentalmente
mecánicos
(tractores,
cosechadoras,
motocultores,
etc.)
y
químico-biológicos1.
Es
importante tener en cuenta
que
la
modernización
técnica del sector agrario
español se produjo en el
marco de una política
agraria que primaba el
aumento de la producción
(productivista)
y
que
protegía
el
mercado
mediante fuertes aranceles
y subvenciones. Así, esta
modernización técnica no
fue acompañada de otros
cambios necesarios para
asegurar su rentabilidad, como por ejemplo un redimensionamiento de las explotaciones.
Decimos esto porque sino no se entiende el excesivo número de elementos mecánicos del
campo español y, por tanto, su escasa rentabilidad y alto coste, y, como consecuencia, su
actual alto grado de envejecimiento (en 2006, la edad media de los tractores en uso era de
16,28 años).
El ingreso en la UE supuso un nuevo empuje en la vía de la introducción de nuevos
inputs: los empresarios agrarios españoles hicieron un nuevo esfuerzo de modernización con
vistas a ganar competencia en el mercado europeo y a aumentar la productividad y la
producción. Todo ello en el marco de una Política Agraria Común que subvencionaba y
promovía la producción. Ese esfuerzo modernizador tuvo una desaceleración a partir de
1992, cuando una nueva PAC comenzó a primar la extensificación y las políticas de cuidado
medioambiental (no podemos olvidar que la principal fuente de contaminación en el mundo
rural proviene del uso de fertilizantes y productos fitosanitarios) y de promoción de la calidad
alimentaria2. Así, tendió a reducirse el ritmo en el incremento del uso de fertilizantes,
productos fitosanitarios y piensos, y a desarrollarse los llamados “cultivos ecológicos” o la
producción “integrada”. Esta reducción se hizo más palpable en aquellas zonas menos
productivas y en aquellos cultivos manifiestamente no competitivos (herbáceos, etc.), para
los que la PAC fomentaba la ampliación de barbechos, el apoyo a los abandonos o el
desarrollo de la selvicultura (o la reforestación). No obstante, el agricultor europeo se
1
En términos económicos se denominan: bienes de inversión a aquellos bienes de capital de
larga duración (máquinas) y gastos en medios corrientes a aquellas inversiones de corta
duración, implicadas en una cosecha (fertilizantes, pesticidas, etc...)
2
La llamada “crisis de las vacas locas” puso de manifiesto la preocupación latente del
consumidor europeo por la calidad y salubridad de los alimentos que consumía, tanto los de
origen agrícola como ganadero. Las políticas de control sanitario de los alimentos, de
trazabilidad (seguimiento del recorrido de un alimento desde su origen productivo hasta la
venta al consumidor), el fomento de las llamadas “denominaciones de origen” (que señalan las
condiciones de producción de los productos que se acogen a ellas), el desarrollo de sistemas
de cultivo, como los “integrados” (que obtienen productos de alta calidad sin la utilización
masiva de productos químicos), o la implementación de políticas sanitarias de cuidado de la
salud del consumidor (evitar la ingesta de sustancias dañinas, por ejemplo), van en este
sentido y tienden a reducir el uso de productos químicos como inputs agrarios.
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encuentra en una situación contradictoria: siendo consciente de la escasa competitividad en
el mercado mundial de gran parte de sus producciones, no encuentra otro recurso para
abaratar precios y poder competir que aumentar su producción aumentando el uso de inputs.
Por ello, el uso de esos medios de producción sigue aumentando y las autoridades de la UE
encuentran serios problemas para frenarlo. Como veremos luego, las tres grandes
herramientas que la PAC está utilizando para intentarlo son:
a.
b.
c.
El desarrollo en el mundo rural de otras actividades no agrarias como fuentes de
recursos para sus habitantes, de forma tal que sus rentas no dependan de forma
exclusiva de estas actividades y no se sientan impelidos a buscar medios para
aumentar la producción.
Apoyar y subvencionar el cuidado medioambiental, con el que el uso masivo de
fertilizantes y productos fitosanitarios es contradictorio, y convertir esa calidad
ambiental en una fuente de recursos, a través de su explotación turística y como
imagen de calidad alimentaria, por ejemplo.
Fomentar el desarrollo de producciones agrarias de calidad, que, a pesar de sus
elevados precios, encuentran demanda en una Europa con elevados niveles de renta
y cada vez más exigente en este campo. Estas producciones priman la calidad a la
cantidad, son relativamente competitivas, y deben tener como consecuencia una
reducción en el uso masivo de productos químicos en el campo.
El desarrollo de estas políticas está encontrando cuatro escollos principales:
a.
b.
c.
d.
El desarrollo de la agricultura a tiempo parcial ha dado lugar a que los que la
practican busquen sistemas de cultivo que economicen trabajo (no disponen de
tiempo para ello), lo que consiguen utilizan inputs (mecánicos y químicos).
El redimensionamiento de las explotaciones y, en paralelo, la reducción de la
población activa dedicada a las actividades agrarias está suponiendo que los
empresarios agrarios sigan recurriendo a inputs mecánicos y químicos para poder
explotar sus tierras evitando en la medida de lo posible recurrir a la contratación
de mano de obra.
La necesidad de mantener, al menos, un mínimo de población en el mundo rural,
evitando se total despoblamiento, ha obligado a las autoridades europeas a ser
cautas. Esta cautela se ha manifestado en una gran lentitud a la hora de introducir
las reformas previstas: así, las políticas de apoyo a la extensificación o a los
abandonos de los cultivos no competitivos, previstas en 1992, han venido
conviviendo con la persistencia de subvenciones a los precios o a la producción,
limitándose de esta manera su efectividad. En este sentido, la previsión de que en
2013 (compromiso de la UE en la Ronda de Doha) desaparecerán totalmente las
subvenciones a las exportaciones (todas aquellas que afectan al precio de los
productos agrarios europeos en el mercado mundial), dejando al agricultor total
libertad para que elija los cultivos que le resulten más rentables, puede estar
generando una incertidumbre (no podemos olvidar que hoy el agricultor recibe
casi un tercio de su renta en forma de subvenciones) o, al menos, la imagen de
que en un futuro próximo va a ser necesario competir muy duro y, para ello, será
necesario aumentar la productividad y, por lo tanto, utilizar todos aquellos inputs
que aumentan la producción y abaratan costes.
Desde 2005, la conjunción de una serie de malas cosechas a nivel mundial con los
compromisos adquiridos por los países desarrollados en la cumbre de Kyoto, para
disminuir sus emisiones contaminantes a la atmósfera y sustituir una parte de sus
fuentes de energía (las más contaminantes) por “biocombustibles”, que se
elaboran a partir de cereales, oleaginosas y azúcares, está dando lugar a un fuerte
incremento en los precios de estos productos, que hasta ahora se estaban
abandonando en la mayor parte de Europa, dada la escasa rentabilidad de su
producción (no eran competitivos a nivel mundial). Estos incrementos en los
precios, si continúan, pueden hacer interesante para los agricultores volver a
desarrollar esos cultivos, pero para ser competitivos será necesaria una fuerte
intensificación, lo que supondrá un fuerte incremento en el uso de inputs,
especialmente químicos. Por otra parte, si el mercado mundial de estos productos
sigue teniendo altos precios y problemas para abastecer la demanda, es previsible
que las autoridades de la UE, obligadas a cumplir sus compromisos
medioambientales, tiendan a favorecer la producción propia, demorando los
objetivos de extensificación, al menos en estos cultivos.
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Para un estudio pormenorizado del factor capital, podemos estudiar cuatro grandes
capítulos:
1.
2.
3.
4.
Mecanización.
Fertilizantes y productos fitosanitarios.
Inversiones en regadío
Cultivos “forzados”: invernaderos, “cultivos de plástico”, etc.
1. Mecanización
Tras el importante aumento de los inputs mecánicos en las décadas de los 60, 70 y
80, la década de los 90, como consecuencia del aumento del tamaño de las
explotaciones, de la racionalización de las inversiones en mecanización y de las
nuevas orientaciones “extensivistas” de la PAC, supuso una reducción de los
C.V./100 ha, a la par que se optimizaba la utilización de estos caballos, aumentando
el coeficiente de CV/UTA.
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En la actualidad se considera que la mecanización en las labores más importantes ya
es absoluta (ya en 1990, la mecanización se situaba en 2,1 CV/Ha, muy superior a
las necesidades reales.), y a lo que estamos asistiendo es un proceso de renovación
del anticuado parque de medios mecánicos del campo español, buscando que se
adapten mejor a la realidad de las tareas para las que están destinados: adecuar su
potencia a la realidad de la explotación e introducción de maquinaria específica para
determinados cultivos (remolacha, patata, vendimiadoras,, etc.)
En cuanto al reparto por provincias, observamos que las zonas con mayor proporción de
tractores con respecto a su SAU son el litoral mediterráneo y Baleares (zonas altamente
mecanizadas por poseer cultivos competitivos que hacen rentable la inversión en bienes
mecánicos, en las que las actividades agrarias compiten en desventaja con el sector
servicios, la construcción y la industria por la mano de obra) y las zonas donde prima el
minifundismo (hay muchas empresas agrarias cada una de las cuales posee un tractor,
aunque este suele ser bastante viejo), como Galicia y el País Vasco.
Si nos atenemos a la relación número de tractores por explotación, nos encontramos que,
excepto Cataluña y Baleares, zonas altamente mecanizadas, las provincias con un mayor
número de tractores son las del centro del valle del Duero, Norte de Aragón y, en general, las
del interior, que son las que presentan explotaciones de mayor tamaño y en las que se ha
producido con mayor intensidad el redimensionamiento de estas.
Por último, en cuanto a tractores por UTA, volvemos a encontrarnos con una alta relación en
las zonas muy mecanizadas de Cataluña y Baleares, y en las provincias del interior, donde
las explotaciones son grandes, pero las características de los sistemas de cultivo extensivos
exigen poco trabajo (pocas UTAs), por lo que la relación en muy positiva.
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2. Fertilizantes y productos fitosanitarios, y transgénicos.
La utilización de fertilizantes y de productos fitosanitarios como inputs agrarios fue, junto
a la mecanización, una de las causas del enorme aumento de la productividad y de la
producción de la agricultura española, durante la modernización económica. De hecho,
como se observa en el primer gráfico de este capítulo, fue el principal gasto en medios
de producción de los agricultores españoles.
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Con altibajos, generalmente debidos a la menor utilización durante los períodos de
sequía o de malas cosechas, el consumo de productos fertilizantes y fitosanitarios ha
continuado creciendo, aunque desde la década de los noventa a menor ritmo, hasta
estancarse (o tender a disminuir) en los primeros años de este siglo. Tres factores
vinculados a la PAC han determinado esta reducción en el ritmo con el que crecía su
utilización:
La progresiva reducción de la SAU.
La extensificación de la agricultura.
Las medidas de fomento de la calidad medioambiental y de fomento de la
salubridad de los alimentos.
En Europa se siguen pautas similares.
PRODUCCIÓN, IMPORTACIÓN Y EXPORTACIÓN
DE FERTILIZANTES. ESPAÑA, 2005
Producción
Importaciones
Exportaciones
Elementos fertilizantes (Tm)
1.797.517
1.132.770
555.507
Fuente: MAPA
España produce gran parte de los fertilizantes que consume, aunque la tendencia que
se viene observando es a una reducción de la producción y un aumento de las
importaciones.
Por comunidades autónomas se observa que las que más uso hacen de los
fertilizantes son las del litoral mediterráneo, donde se practica una agricultura intensiva
hortofrutícola, con altos niveles de competitividad, y el litoral cantábrico, que posee
suelos con escasas capacidades para la agricultura.
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Una de las aplicaciones de l+D a la agricultura son los transgénicos (un
transgénico (Organismo Modificado Genéticamente, OMG) es un organismo vivo que ha
sido creado artificialmente “en el laboratoprio”, manipulando sus genes: as técnicas de
ingeniería genética consisten en aislar segmentos del ADN (el material genético) de un
ser vivo (virus, bacteria, vegetal, animal e incluso humano) para introducirlos en el
material hereditario de otro (por ejemplo, el maíz transgénico que se cultiva en España
lleva genes de bacteria que le permiten producir una sustancia insecticida); en
agricultura se persigue mejorar la productividad evitando el ataque de insectos, hongos,
etc., adaptar las especies a las necesidades de la demanda (frutas mayores y de mejor
aspecto, cereales mayores, etc.) y aumentar la producción, a la vez que se abaratan
costes por la reducción del uso de productos fitosanitarios). Su uso está resultando muy
controvertido: los agricultores los cultivan por las ventajes que ofrecen en cuanto a la
reducción del trabajo necesario (indicado para las zonas en las que predominan las
grandes explotaciones o/y predomina la agricultura a tiempo parcial) y a asegurar una
producción abundante y orientada a satisfacer las necesidades de la demanda industrial,
ya que, en España, los consumidores no confían en ese tipo de alimentos.
El problema se plantea por las incertidumbres que se derivan de su novedad: no
se conocen las repercusiones que pueden tener en los ámbitos de la salud y del medio
ambiente:
-
-
Desde el punto de vista del consumo alimentario, hasta la fecha no se han
observado consecuencias nocivas; no obstante, el cambio en la dieta
habitual, la ingestión de alimentos que contienen elementos géticos de
productos que habitualmente no se han consumido (por ejemplo, en el caso
del maíz, ya comentado, ingerir, además de maíz, elementos genéticos de
una bacteria “insecticida”) resulta problemática y crea en los consumidores y
en un amplio abanico de investigadores y profesionales de la salud serias
dudas sobre su seguridad. Estos temores se han visto amplificados desde la
crisis llamada de “las vacas locas”, producida por la alimentación del ganado
bovino con harinas obtenidas de restos animales (esto es, por cambios en su
régimen alimenticio).
Desde el punto de vista del medio ambiente, los peligros que se detectan
devienen del incremento del uso de tóxicos en la agricultura, la
contaminación genética, la contaminación del suelo, la pérdida de
biodiversidad, el desarrollo de resistencias en insectos y "malas hierbas" o
los efectos no deseados en otros organismos; además de los efectos que
puede producir sobre los ecosistemas la introducción de especies nuevas
(exógenas) con comportamientos perturbadores de las relaciones entre los
diferentes seres vivos. Este apartado se trata el el capítulo sobre agricultura
y medio ambiente.
En el lado positivo, además de las mejoras que pueden suponer en la productividad y
producción agrarias, se encuentran, entre otros, dos elementos:
-
-
Los OMG pueden permitir un aumento a gran escala de la producción que
sirva para acabar con el hambre en el mundo, para abaratar los precios de
los alimentos y para afrontar el tema de la producción de biocombustibles a
partir de productos agrícolas con garantías de abastecimiento y de precio.
Los OMG permiten una utilización mucho menor de productos fitosanitarios
altamente contaminantes; desde esta perspectiva, pueden colaborar
activamente en la reducción de la contaminación de la atmósfera, los suelos
y los ríos.
En este gráfico se observa la evolución de la extensión dedicada al maíz transgénico
en España, constatándose una clara expansión, especialmente en Aragón y Cataluña que
son sus grandes productores. En el mapa de abajo se constata la escasa implantación de
este cultivo en las zonas tradicionalmente cultivadoras de maíz de la España húmeda.
Los lugares con mayor implantación se corresponden con aquellos en los que hay
grandes explotaciones con regadío y que presentan problemas de competitividad en sus
producciones (cereales, etc.) tradicionales.
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3. Regadío
Tradicionalmente, en España y en general en los países mediterráneos, donde la escasez
de precipitaciones se conjuga con una característica sequía veraniega (en la época en la que
mayores requerimientos de agua tienen los vegetales y los animales), se veía en el regadío
la solución idónea para aumentar las producciones agrarias, conseguir abaratar los precios y
lograr una producción variada y competitiva. Así, desde el último tercio del siglo XIX y hasta
bien entrado el siglo XX, en las llamadas políticas de regadío se pretendía encontrar la clave
para aumentar la producción agraria, generar riqueza y acabar con la tradicional insuficiencia
y carestía.
De 1870 a 1911 se dio lo que podíamos llamar el período de política hidráulica, que se
planteaba como objetivos la creación de regadíos y la construcción de embalses y su
explotación hidroeléctrica. Personajes como Joaquín Costa vieron en la ampliación del
regadío la fuerza movilizadora de la riqueza nacional, que sacaría a España de su
“tradicional postración”. El problema surgía a la hora de valorar quien asumía el coste
de las obras necesarias. La iniciativa privada, dividida entre grandes latifundistas
acomodados en una agricultura extensiva que utilizaba abundante mano de obra
asalariada muy barata, y muchos minifundistas con una economía de autoconsumo
que no les permitía embarcarse en aventuras de ese calado, era incapaz de llevar a
cabo las obras necesarias. Así, el estado fue asumiendo un papel hegemónico en la
tarea de ampliar el regadío. Planes y estudios se hicieron muchos, pero el Estado
español mantuvo una situación constante de “arcas vacías”, cuando no repletas de
deudas, por lo que gran parte de sus planes se quedaron en el papel o tuvieron unos
resultados paupérrimos.
En 1889 se crearon los Servicios Hidrológicos, que fueron la primera toma de
contacto con el problema del agua en España. En 1902, se realizó el Plan Nacional de
Obras Hidráulicas (o plan Gasset). En 1907, ante el profundo malestar y agitación
social del campesinado español, se promulgó la Ley de Colonización y Repoblación
Interior y, en 1911, la Ley de Grandes Regadíos. La más importante fue el plan Gasset,
que fue continuado durante la dictadura de Primo de Rivera; no obstante, hay que
esperar a los años 60 y 70 de la pasada centuria para ver un avance significativo de los
regadíos en España. Las obras de regadío realizadas en esos años afectan a
1.998.385 Ha (1984). En 1985, la superficie de regadío era de 2.750.000 Ha, y en 1991
se superaban los 3,4 millones. De la importancia de la labor de la institución no cabe
duda: más de la mitad de la superficie regables actual se debe a su iniciativa.
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Hoy la problemática ha cambiado. Resulta evidente que los cultivos de regadío son
mucho más productivos que los de secano (6 veces más) y que, en la actualidad, en
España, la tierras de regadío, que suponen un 15 % de la tierras cultivadas, aportan el
50 % de la Producción Final Agraria. No obstante, varias cuestiones ensombrecen el
anterior brillante futuro del regadío:
-
-
-
-
-
La escasez relativa de agua. Tradicionalmente el agua era considerada un
recurso abundante, barato e inagotable, hoy la puesta en cultivo de grandes
áreas de regadío (especialmente en las zonas con mayor número de horas de
sol y menores precipitaciones), el desarrollo grandes ciudades altamente
consumidoras de agua, la fuerte demanda de las zonas turísticas, etc. hacen
el agua se vea como un recurso relativamente escaso, desigualmente
distribuido y no tan barato. En estas circunstancias, el desarrollo de los
regadíos se plantea una doble problemática: para los lugares que carecen de
recursos hídricos, se plantea la posibilidad de acceder al agua a través de
grandes obras públicas (desaladoras, trasvases, etc.) de un alto valor
económico, que repercute en el precio del agua; la ampliación de regadíos se
entiende asociada a la mejora de los sistemas de riego, de tal forma que se
vayan sustituyendo los viejos sistemas por inundación, altamente
consumidores y poco eficientes, por otros, como el riego por goteo, etc.,
mucho más ahorradores y eficientes. De esta forma, se puede ampliar la
superficie regable, pero sin aumentar la cantidad de agua necesaria. Resulta
evidente que esta perspectiva tiene un término: la mejora en los sistemas de
riegos tiene un límite. De tal forma, que hoy, en España, se considera que
las posibilidades de ampliar el regadío de forma sostenible son limitadas a
corto y medio plazo.
El desarrollo de regadíos, con la inversión en infraestructuras (embalses,
canalizaciones, tuberías, los propios sistemas sofisticados de riego, etc.) que
supone, generan un elevados costes que se repercuten en unas producciones
que, en el caso español y europeo, tienen serias dificultades para competir
en el mercado mundial. Así planteada la cuestión, en la actualidad, tanto en
Europa como en nuestro país, más que en la ampliación de la superficie en
regadío, en lo que se piensa en una mejor distribución de las zonas regadas,
abandonando aquellas zonas en las que sólo son posibles cultivos no
competitivos y no rentables y creando nuevos regadíos en aquellas en las
que son viables cultivos aceptados por el mercado.
La PAC establecida desde 1992 tiene como objetivos, entre otros, la
reducción del gasto en materia agraria y de las producciones que no
encuentran salida en el mercado. Las consecuencias de estas políticas para el
regadío han supuesto un cambio radical: se ha pasado de un apoyo
incondicional, basado en el fomento del “productivismo”, a una
desincentivación, que sólo tiene excepciones en los escasas zonas en las que
se dan producciones rentables.
La transformación de amplias superficies en zonas regables lleva aparejada,
como ya hemos señalado, la construcción de grandes embalses donde
almacenar el agua que luego será utilizada, de importantes infraestructuras
como canalizaciones, etc. que tienen un importante impacto medioambiental.
Hasta hace poco tiempo este impacto no se valoraba, hoy hace que se
consideren insostenibles muchas de las propuestas de regadío que se
platean.
Las superficies regadas se suelen plantear en zonas en las que las
precipitaciones son escasas, por lo que, para que funcionen, es necesario
crear una red de grandes embalses en lugares en las que hay abundantes
precipitaciones y el relieve permite la realización de pantanos (generalmente
zonas montañosas en las que es fácil “recoger” el agua). Esta división entre
zonas “almacenadoras” de agua, que asumen los costes de la pérdida de
tierras y pueblos para construir embalses, y zonas “gastadoras”, que
obtienen los beneficios derivados del uso de esa agua, genera asimetrías
sociales socialmente inaceptables. Tradicionalmente las zonas de montaña
“almacenadoras” eran consideradas “pobres”, con unas actividades agrarias
atrasadas y escasas posibilidades de desarrollo económico, abocadas a un
inexorable éxodo rural hacia las zonas “ricas”. En la actualidad, el desarrollo
del turismo, la valoración de un medio ambiente de calidad, el desarrollo de
segundas residencias en el ámbito rural, etc. está generando dinamismo
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económico en estas zonas, que no están dispuestas a tolerar ver en peligro
su futuro para que otras regiones se desarrollen. Además, con la
implantación de la democracia, se han desarrollado poderosos movimientos
sociales de protesta entre la población de esas antiguas zonas pobres ante lo
que se considera políticas perjudiciales del pasado y la posibilidad de
continuarlas en el presente.
La consecuencia de estas circunstancias ha hecho que el crecimiento de la superficie
en regadío haya reducido drásticamente su ritmo de crecimiento desde comienzos de los
años noventa, produciéndose incluso abandonos. España, en materia de regadíos, de
rige hoy por el Plan Nacional de Regadíos (PNR) elaborado en 2001 y que tiene como
horizonte el año 2008. Este PNR sigue las directrices europeas y obtiene parte de su
financiación de esas instituciones. Sus objetivos son tres:
-
Ampliar la zona regable de una forma sostenible económica y
medioambientalmente (menos de 250.000 hectáreas en los ocho años).
Mejorar la competitividad de las zonas y cultivos en regadío.
Mejorar la eficiencia de los sistemas de regadío ya establecidos, mediante el
fomento del abandono de las zonas “no rentables”, el desarrollo de las
formas de riego “localizado” (de 1990 a 2005 han cuadriplicado su
extensión), la mejora de las redes de transporte y distribución (evitar
pérdidas e impactos medioambientales) y el uso de otras fuentes de recursos
hídricos alternativos a los tradicionales embalses y trasvases, como son las
desaladoras de agua y la utilización de aguas regeneradas.
En cuanto a la distribución de los regadíos en España, destacan el litoral mediterráneo,
desde Tarragona a Murcia (destaca la amplitud de las superficies valenciana y murciana),
el valle del Ebro, donde sobresalen las zonas del bajo Segre-Cinca-Monegros y la que
hay entre Bardenas y el Canal de Navarra, el valle del Guadalquivir, especialmente en su
zona baja, el valle alto del Guadiana y la zona del Zújar, el valle del Duero (en especial
las zonas entre el Esla y el Carrión y entre el Tormes y el Eresma) y el valle del Tajo
(zonas media del río, del Tietar y del Alagón).
94
Sobre los problemas
correspondiente.
medioambientales
del
regadío,
consúltese
el
apartado
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4. Cultivos forzados
Cultivos forzados son aquellos producidos total o parcialmente en condiciones ambientales
modificadas respecto de las imperantes en el entorno o sitio de producción.
Cultivo acolchado: Consiste en extender una
capa de materia orgánica sobre el suelo
alrededor de las plantas.
Cultivo enarenado: Técnica que se basa en
la preparación del suelo con una capa de
estiércol y otra de arena. De este modo, la
arena filtra la humedad, que es retenida por el
estiércol y la devuelve poco a poco a las
plantas. Permite, además, el uso de aguas de
elevada salinidad para el riego.
Cultivo con túneles: se trata de cubrir los
cultivos con unos pequeños túneles de plástico
que los protegen frente al frío y al viento, a la
par que mantienen la humedad del suelo y
evitan una evaporación inútil para la planta.
Son enrollables para poder ventilar y que las
plantas no se estropeen. Actúan como un
invernadero, pero a menor coste y con mayor
movilidad.
Estructuras fijas o invernaderos: los
invernaderos protegen a las plantas de los
efectos negativos del tiempo, pudiendo
controlar las condiciones ambientales,
permitiendo cultivar especies que al aire libre
sería imposible y además es posible producir
fuera de la época de cultivo al aire libre,
incluso en cualquier época del año.
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Los cultivos forzados se encuentran desigualmente repartidos por la geografía española. En
general, se pueden establecer tres grandes criterios para su localización:
-
-
-
Zonas de abundantes horas de sol con fuerte sequía veraniega, donde la modificación
del clima y el mejor aprovechamiento del agua permiten el desarrollo de cultivos
tempranos o “fuera de temporada” o subtropicales. Generalmente se trata de
producciones hortofrutícolas. Las tenemos en Murcia-Almería, Desembocadura del
Guadalquivir, Canarias y, en general, toda la costa levantina,
Zonas donde la modificación del clima permite importantes aprovechamientos agrícolas:
en el litoral atlántico gallego (donde se trata de evitar una excesiva pluviosidad y escasas
horas de sol) y el valle del Ebro (donde sucede lo contrario: hay un marcado déficit
hídrico, que se palia con una buena utilización del agua del río, y una marcada
abundancia de horas de sol).
Zonas próximas a los lugares en los que hay una fuerte demanda de productos
alimenticios perecederos, generalmente hortofrutícolas. Son Madrid y Barcelona, y sus
aglomeraciones urbanas, y el litoral mediterráneo y Baleares, donde se localiza gran
parte de la población española y, además, en verano, se produce un notable incremento
de la demanda por la llegada de millones de turistas.
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