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TEMA 1: LA EUROPA DEL ANTIGUO RÉGIMEN Entendemos por Antiguo Régimen el modelo socio-­‐económico y político vigente en Europa durante los siglos XVI, XVII y XVIII y previo a la Revolución Francesa. Responde a la descomposición del feudalismo y se caracteriza por una economía agraria, una sociedad estamental y un orden político fundamentado en la monarquía absoluta. El gran desarrollo del comercio, tras la expansión europea de los siglos XVI y XVII y el paralelo fortalecimiento del grupo social que lo sustentaba, la burguesía, condujeron a la quiebra del sistema a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX y su reemplazo por un nuevo orden burgués y capitalista. SOCIEDAD La del Antiguo Régimen es una sociedad jerarquizada y rígidamente organizada en tres estamentos: los dos privilegiados, clero y nobleza y el no privilegiado, estado llano. El privilegio consistía en una serie de derechos, exenciones e inmunidades, de tipo económico, social y político, de entre los que el más importante era la exención de impuestos personales. La nobleza Estaba constituida por aproximadamente el 3% de la población. Les distingue sobre todo el privilegio, una serie de derechos especiales entre los que destacaban la exención de impuestos, la reserva de determinados cargos y funciones políticas y militares y otros de carácter más bien simbólico. Su poder económico se basaba en el señorío, esto es, la posesión de una serie de derechos, jurisdiccionales y económicos, sobre ciertos territorios. En épocas anteriores estos derechos podían incluir prestaciones personales, pero ya en el siglo XVIII se tienden a conservar sólo los derechos económicos y las prestaciones en especie, que además se irán identificando progresivamente con derechos de propiedad. Uno de los instrumentos más eficaces para mantener el poder económico, político y social de la nobleza fue la institución del mayorazgo, que mantenía vinculadas ciertas propiedades territoriales a la familia, sin que tales posesiones pudieran ser divididas ni enajenadas en modo alguno. Esto favoreció la acumulación de tierras en las principales casas nobiliarias. Podemos distinguir distintos sectores dentro de la nobleza: alta y baja, según sea o no nobleza titulada, cortesana y de provincias, en función de su cercanía al monarca y de espada o de toga, que distinguía a la vieja nobleza tradicional de la reciente, cuyos títulos le habían sido otorgados por servicios prestados a la Corona. El clero El clero venía a representar aproximadamente un 1% de la población total, aunque llegaba a acumular una gran parte de las riquezas, especialmente tierras de labor. Como la nobleza, el clero era un estamento privilegiado, exento de pagar impuestos y de prestar servicios militares. Su poder se basaba igualmente en la posesión de tierras que, de la misma forma que en el caso anterior, estaban vinculadas a la Iglesia (amortizadas) de manera que no podían enajenarse. La Iglesia además cobraba diezmos y primicias de los campesinos. En la Iglesia nos encontramos, igual que en la nobleza, con importantes diferencias de carácter económico. Si en ambos estamentos, el privilegio alcanza a todos sus miembros, las diferencias de riqueza y poder podían ser importantes, distinguiéndose entre un alto clero (abades, obispos, canónigos…) y un bajo clero (curas, monjes y monjas). El estado llano El estado llano representa aproximadamente el 95% de la población total. A diferencia de los anteriores, es un estamento no privilegiado: debe pagar impuestos, está sometido a ciertas prestaciones al Estado (como el servicio militar o la obligación de acoger tropas) y queda excluido de los puestos más importantes de la política, la administración y el ejército. Sin embargo, el estado llano es un estamento extraordinariamente diverso, en el que caben desde el jornalero sin tierras hasta el más rico comerciante. Estos son los principales sectores en que se divide: Los campesinos: Son la inmensa mayoría, hasta un 80% de la población. En este grupo podemos encontrar también distintas situaciones: el campesino con grandes propiedades, el mediano propietario, el pequeño propietario, el arrendatario, el aparcero y el campesino sin tierras o jornalero. Para el pequeño y mediano propietario es de excepcional importancia el aprovechamiento de las tierras comunales. Su desamortización por parte de los gobiernos liberales les convertirá en defensores del Antiguo Régimen. Las clases bajas urbanas: un incipiente proletariado constituido por el servicio doméstico y los oficiales y aprendices de los gremios. es decir, todos aquellos trabajadores de la ciudad que se emplean por cuenta ajena. Las clases medias urbanas: formadas por los artesanos más acomodados, maestros de los distintos oficios agrupados en gremios. En este sector podría incluirse un reducido funcionariado así como los profesionales liberales (abogados, profesores, médicos...). La burguesía: El sector más acomodado. Se ocupan sobre todo del comercio y las finanzas, y algo más tarde, de la industria. En países con una burguesía más poderosa, éste será el sector social más dinámico y empeñado en cambios políticos que favorezcan su desarrollo. ECONOMÍA Agricultura La economía del Antiguo Régimen es sobre todo una economía de base agraria, en la que la posesión de la tierra constituye el principal factor de riqueza y poder. No obstante hay que señalar que esta propiedad no responde al modelo que hoy conocemos de propiedad privada y plena, sino que se trata mayoritariamente de una propiedad vinculada, bien a una familia nobiliaria (a través del mayorazgo) o a una institución como la Iglesia o los municipios. La vinculación de la propiedad significaba que esta se convertía en posesión permanente de la familia o institución correspondiente, sin que pudiera ser dividida ni vendida, se trata de una forma de propiedad feudal que se había instituido precisamente para garantizar el poder de las clases propietarias (sobre todo nobleza y clero) dado que, de esta manera, su propiedad territorial jamás disminuiría sino que por el contrario, iría creciendo a lo largo de los siglos. Los propietarios de la tierra obtenían beneficios de ella bien a través de su explotación directa por siervos o bien cediendo su usufructo a campesinos libres a cambio de rentas o una parte de la cosecha. Otros recursos que obtenía el señor, ya fuese noble o eclesiástico, para acrecentar su riqueza eran los procedentes de los derechos señoriales de diverso tipo: prestaciones personales de sus campesinos, pagos por el uso de bosques, ríos, molinos o herrerías, derechos de tránsito por sus tierras, etc. Además, los señores podían detentar derechos jurisdiccionales, es decir, de administración de justicia y gobierno, que se extendía incluso más allá de sus tierras. Esta estructura de la propiedad no favoreció el desarrollo de la agricultura, que permaneció en una situación de profundo atraso, en sus técnicas y sistemas, lo que se traducía en una productividad muy baja. La mayor parte de la agricultura era de subsistencia: se practicaba un policultivo con el objeto de disponer de la mayor variedad posible de productos, que eran dedicados mayoritariamente al autoconsumo y no a su venta en el mercado. En estas circunstancias, cualquier eventualidad, como un conflicto o una mala cosecha, tenía como consecuencia fácil una crisis de subsitencia. Los campesinos podían ser siervos que trabajaban en las tierras explotadas directamente por el señor o campesinos libres, que trabajaban tierras cedidas por este a cambio de una renta, de parte de la cosecha o de prestaciones personales. Estos campesinos podían ocasionalmente complementar sus economías con los recursos obtenidos en las propiedades de los municipios (pastos comunales, recursos forestales, etc.) Industria En el Antiguo Régimen, la producción de manufacturas no iba más allá del autoconsumo y de la artesanía controlada por los gremios. Las familias campesinas, incapaces de acceder a la mayoría de productos vendidos en el mercado, fabricaban por sí mismas lo básico para cubrir sus necesidades inmediatas (ropa, calzado, algunas herramientas). Por su parte, los gremios urbanos eran asociaciones de artesanos, de adscripción obligatoria, que protegían sus intereses controlando el acceso al oficio, las materias primas y técnicas empleadas, volumen de producción, precios de venta, etc. Con ello también eliminaban la competencia e impedían la innovación y el desarrollo industrial, perjudicando además los intereses de los comerciantes, cuya capacidad de vender productos excedía en mucho las posibilidades de abastecimiento que les brindaban los gremios. Esta situación estimuló un nuevo sistema de producción, al margen de la legalidad y de los gremios, como fue el trabajo doméstico o “domesic system” por el que los comerciantes facilitaban a las familias campesinas las materias primas y herramientas necesarias para elaborar un determinado producto, que más tarde el burgués comercializaba. Con ello, los campesinos lograban complementar su economía con un dinero extra que les servía para adquirir otros productos necesarios (o pagar rentas e impuestos) y el comerciante lograba aumentar su stock de productos para el mercado. Más allá de esta producción gremial y doméstica, en el siglo XVIII los monarcas impulsaron las llamadas “Manufacturas Reales”, en las que se concentraba un gran número de trabajadores para elaborar, fundamentalmente, productos de lujo (tapices, vidrio, porcelana…) y estratégicos (armas…). Estas manufacturas, aunque observaban un modo de producción artesanal, se convirtieron en el más inmediato precedente de las industrias modernas. Comercio La baja capacidad adquisitiva de la inmensa mayoría de la población, la falta de excedentes de una agricultura subdesarrollada y dirigida, como se señaló al autoconsumo y no al mercado, la escasez y mal estado de los medios y vías de comunicación y, en ciertos momentos, la inseguridad de los viajes, obstaculizaban el desarrollo de un mercado interior de carácter nacional que quedaba reducido, como mucho, a los mercados y ferias locales y comarcales. Cuestión diferente es el mercado exterior, que tras la expansión europea de los dos siglos anteriores por América, Asia y África, alcanzó un gran desarrollo, permitiendo la formación de una alta burguesía rica y poderosa. Este comercio se concentraba en materias primas y productos de lujo y destacó sobre todo el comercio triangular entre Europa (manufacturas), África (esclavos) y América (materias primas, metales preciosos y productos agrícolas). Finanzas La ampliación del comercio ultramarino, para el que se requerían grandes capitales (fletar barcos, contratar tripulaciones, asegurar mercancías….) impulsó el desarrollo de las compañías comerciales y de las instituciones financieras, que poco a poco fueron cambiando las bases de la economía del Antiguo Régimen y reemplazando la posesión de la tierra por la de capital como fuente de riqueza. ORGANIZACIÓN POLÍTICA La organización política del Antiguo Régimen se basa en la monarquía absoluta de derecho divino. Se trata de un modelo caracterizado por los siguientes rasgos: -­‐
La soberanía (el poder) recae sobre el rey -­‐
En consecuencia con ello, la concentración en el monarca de todos los poderes del Estado: legislativo, ejecutivo y judicial. -­‐
La arbitrariedad del poder, es decir, el ejercicio del poder por el rey no está sometido a ningún control. El monarca responde sólo ante Dios. A partir de estos principios básicos, cada monarquía presentaba sus propias características particulares de organización, aunque lo más habitual era que el monarca ejerciese sus poderes a través de un Consejo de Estado o Consejo del Reino, integrado por varios Secretarios de Despacho (precedente de los actuales ministros) que se hacían cargo de las diversas áreas de gobierno: Hacienda, Guerra, Marina… La administración local quedaba en manos de gobernadores, intendentes, etc. Este orden político se justificaba en la voluntad divina (Bossuet) o en la necesidad de garantizar la paz social y la seguridad de los individuos (Thomas Hobbes). Frente a este modelo, se levantaban los partidarios del parlamentarismo, quienes consideraban que el poder real debía estar limitado por el Parlamento (Cortes en España), donde estaba representado el pueblo en sus distintos estamentos. El parlamentarismo sólo alcanzó a triunfar en Holanda y en Inglaterra, en este último país mediante las dos revoluciones del siglo XVII (1649 y 1689), que acabaron con la dinastía de los Estuardo y entronizaron a los Orange. En el resto de Europa siguió imperando la monarquía absoluta hasta que la burguesía, bajo la bandera del liberalismo (defensor de la soberanía nacional, la separación de poderes y el imperio de la ley) inició el ciclo de las revoluciones políticas con la francesa de 1789. 
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