279-292 - Sociedad Española de Emblemática

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CONFLUENCIA
DE LA IMAGEN
Y LA PALABRA
CONFLUENCIA
DE LA IMAGEN
Y LA PALABRA
José M. Morales Folguera, Reyes Escalera Pérez,
Francisco J. Talavera Esteso, eds.
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
DIRECCIÓN
RAFAEL GARCÍA MAHÍQUES (UNIVERSITAT DE VALÈNCIA)
RAFAEL ZAFRA MOLINA (UNIVERSIDAD DE NAVARRA)
CONSEJO EDITORIAL
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CUADRIELLO (UNAM - MÉXICO), JOHN T. CULL (COLLEGE OF THE HOLY CROSS - WORCESTER), PEDRO
GERMANO LEAL (UNIVERSIDADE FEDERAL DO RIO GRANDE DO NORTE - NATAL), DAVID GRAHAM
(CONCORDIA UNIVERSITY - MONTREAL), VÍCTOR MÍNGUEZ CORNELLES (UNIVERSITAT JAUME I), JESÚS
UREÑA BRACERO (UNIVERSIDAD DE EXTREMADURA).
SECRETARÍA
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ASESORES CIENTÍFICOS
IGNACIO ARELLANO AYUSO (UNIVERSIDAD DE NAVARRA), CHRISTIAN BOUZY (UNIVERSITÉ BLAISE
PASCAL), CÉSAR CHAPARRO (UNIVERSIDAD DE EXTREMADURA), PETER DALY (MCGILL UNIVERSITY),
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DE ZARAGOZA), JESÚS Mª GONZÁLEZ DE ZÁRATE (UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO), VÍCTOR INFANTES
DE MIGUEL (UNIVERSIDAD COMPLUTENSE), GIUSEPPINA LEDDA (UNIVERSITÀ DI CAGLIARI), SAGRARIO
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SANTIAGO DE COMPOSTELA), ISABEL MATEO GÓMEZ (CSIC), JOSÉ MIGUEL MORALES FOLGUERA
(UNIVERSIDAD DE MÁLAGA), ALFREDO J. MORALES MARTÍNEZ (UNIVERSIDAD DE SEVILLA), PILAR
PEDRAZA (UNIVERSITAT DE VALÈNCIA), FERNANDO R. DE LA FLOR (UNIVERSIDAD DE SALAMANCA),
BÁRBARA SKINFILL (EL COLEGIO DE MICHOACÁN).
© Los autores, 2015
© De esta edición: Universitat de València, 2015
Coordinación editorial: Rafael García Mahíques
Diseño y maquetación: Celso Hernández de la Figuera
Cubierta:
Imagen: André Félibien, Tapisseries du Roy, Amsterdam, ca. 1700, emb. 39.
Diseño y composición: Celso Hernández de la Figuera
ISBN: 978-84-370-9665-0
Depósito legal: V-1787-2015
Impresión: Guada Impresores, S.L.
Índice
Presentación. .....................................................................................................7
Seducidos con la emblemática, Juan Francisco Esteban Lorente............................9
Charta Lusoria, Víctor Infantes.............................................................................29
La educación de la Virgen como modelo iconográfico y como modelo social,
Antonio Aguayo Cobo, María Dolores Corral Fernández.........................45
El discurso retorico de Luz del Evangelio ante la sombra reformista,
Monserrat Georgina Aizpuru Cruces..........................................................59
Propuesta de identificación del túmulo de Felipe IV en Pamplona,
Mª Adelaida Allo Manero..............................................................................67
Emblemática nas exéquias da infanta portuguesa Maria Francisca Dorotea no
Arraial De Minas de Paracatu, Brasil (1771), Rubem Amaral Jr.......................77
«Hieroglificos y empresas» en la Descripción de la traza y ornato de la Custodia
hispalense de Juan de Arfe, Patricia Andrés González...................................91
Emblemática en el Sferisterio: tradición alegórico-emblemática del Pallone Col
Bracciale, José Javier Azanza López......................................................... 103
El cuerpo como emblema: ensayo de inventario a las formas no verbales de
comunicación, Agustí Barceló Cortés........................................................ 119
Joan Miró. Hermenéutica de un «Paisaje catalán», Roberta Bogoni..................... 127
Sirenas victorianas o la recreación de la iconografía clásica en la pintura de Sir
Edward Burne-Jones y John William Waterhouse, Leticia Bravo Banderas..... 137
El tema del encuentro entre Abrán y Melquisedec, Francisco de Paula Cots
Morató....................................................................................................... 153
Historieta arcana. Huellas del pensamiento barroco español en las Empresas
Morales de Juan de Borja, Juan Carlos Cruz Suárez..................................... 167
Emblemática para los cautivos del corso. La fiesta pro-borbónica en el nacimiento de Luis I, celebrada por cristianos cautivos en Mequínez, María
José Cuesta García de Leonardo................................................................ 177
San Juan en Patmos y el barco como símbolo de la esperanza cercana en la
salvación, Sergi Doménech García............................................................... 187
San Luis Obispo. Imágenes valencianas de un santo apropiado, Andrés Felici
Castell........................................................................................................ 199
El Bautismo según el Pontifical de la curia romana y su representación icónica,
Pascual Gallart Pineda............................................................................... 213
Índice
6
El símbolo del espejo en la obra de Saavedra Fajardo, Idea de un príncipe político
christiano representada en cien empresas, María del Carmen García Estradé..... 225
La adoración del Trono de Gracia, Rafael García Mahíques................................ 241
Lujuria y venganza desesperada. Salomé y Electra, Esther García-Portugués...... 253
Representaciones de Caín matando a Abel durante la edad moderna: aproximación a un tipo iconográfico, Cristina Igual Castelló.............................. 269
«Parida y donzella, ¿cómo pudo ser? El que nació de ella, bien lo pudo hacer».Emblemas para glosar la maternidad virginal de María, Carme López
Calderón.................................................................................................... 279
Dictionnaire des symboles, emblèmes & attributs (París, 1897) de Maurice Pillard
Verneuil: el simbolismo dispuesto a la ornamentación Art Nouveau, Fátima López Pérez......................................................................................... 293
El neoestoicismo como filosofía de vida para tiempos de tribulación: Goya, los
desastres de la guerra y el Theatro Moral de la Vida Humana, José Manuel
B. López Vázquez.......................................................................................... 305
La empresa LX de las Empresas Morales. ¿Y por qué un caracol?, Alejandro
Martínez Sobrino....................................................................................... 321
Biblioteca selecta, pintura espiritual, dominio cultural: los libros de emblemas
y la pintura decorativa en las Misiones Jesuíticas de la américa portuguesa
(siglos xvi-xviii), Renata Maria de Almeida Martins................................... 329
La medalla expresionista alemana y... ¿la pervivencia de la tradición?, Antonio
Mechó González......................................................................................... 339
«Con el buril y con la pluma»: a representação moral do pecado nos emblemas de
André Baião, Filipa Medeiros........................................................................ 353
La sombra de Cristo. Corporalidad y sentidos en el ámbito celestial, Mª Elvira
Mocholí Martínez...................................................................................... 363
El texto y la ilustración: la emblemática en los libros nupciales boloñeses del
xvii, Emilia Montaner................................................................................. 375
La pintura emblemática de la Divina Pastora en América, Francisco Montes
González..................................................................................................... 387
El sol eclipsado. La imagen festiva de Carlos II en Italia, José Miguel Morales
Folguera..................................................................................................... 403
«Juicio y sentencia de Cristo». Texto e imagen de una pintura devocional en
Écija, Alfredo J. Morales............................................................................. 429
La entrada del rey en Portugal de Jacinto Cordeiro: entre la relación poética y la
literatura dramática, Antonio Rivero Machina............................................. 443
«Cruzados del arco iris»: una suerte de emblema musical periodístico, Luis
Robledo Estaire.......................................................................................... 451
El disparate del elefante: la sátira teriomórfica y la actualidad del Barroco, Luis
Vives-Ferrándiz Sánchez............................................................................ 459
«PARIDA Y DONZELLA, ¿CÓMO PUDO SER?
EL QUE NACIÓ DE ELLA, BIEN LO PUDO HACER».
EMBLEMAS PARA GLOSAR LA MATERNIDAD
VIRGINAL DE MARÍA
Carme López Calderón
Grupo de Investigación IACOBUS (GI-1907)1
A
mediados del siglo xviii, fray Jaime Barón y Arín [1762] escribe la obra Luz
de la fe y de la Ley, que, como el propio título explicita, es un diálogo entre
un maestro –Desiderio– y un discípulo –Electo– que tiene como objetivo servir
«para enseñanza de ignorantes en la doctrina christiana». Se trata, por tanto, de una
obra catequética que, de cara a explicar ciertos puntos de la doctrina cristiana, se
vale de pinturas e incluso de emblemas cuyo significado el maestro le desvela al
discípulo.
Pues bien, en relación con el nacimiento de Cristo, podemos leer lo siguiente
(Barón y Arín, 1762: 96):
Elect. Me has dicho que aquella Señora, que junto al pesebre estaba arrodillada
era la Madre de aquel Niño, y yo lo extraño mucho, porque varias veces
has repetido que aquella Señora era Purísima Doncella y que era la Virgen
Soberana.
Desid.Pues qué juzgas tú, que la Madre de Dios Hombre no fue Doncella, y
siempre virgen?
Elect. Pues si acabas de decirme, que parió al Niño Dios, cómo había de ser
Virgen? Cómo podía ser parida, y Doncella?
Desid.Eso dudan los niños Christianos que aprenden estos Mysterios y se les
responde así: Parida y Doncella, Cómo pudo ser? El que nació de ella, Bien
lo pudo hacer.
1. Este texto fue realizado dentro del marco de los proyectos de investigación: «Encuentros, intercambios y presencias en Galicia entre los siglos xvi y xx» (HAR2011-22899) y «Programa de
Consolidación e Estructuración de Unidades de Investigación Competitivas» (GRC2013-036).
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Carme López Calderón
En esta misma dirección apunta una de las composiciones incluidas en el Cancionero de Sebastián de Horozco, Poeta Toledano del siglo xvi (Horozco, 1874: 133), cuyas
primeras estrofas rezan:
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Aquella virgen, aquella parida y doncella. Aquella que mereció parir al que la
crió, esta noche le parió quedando, sin duda, ella parida y doncella. Bendita fuese
la madre que parió a su mismo padre, y que a ninguna le quadre este nombre sino
a ella, parida y doncella.
¿Por qué se insiste tanto en que María es parida y doncella, es decir,Virgen y Madre? Los mismos textos que acabamos de transcribir nos dan las dos claves fundamentales. Primera, por aquel «que nació de ella». Desde los Padres de la Iglesia se insiste
en que al Hijo de Dios le corresponden necesariamente una concepción y parto
virginales; al respecto, según san León Magno (cit. en Pons, 1994: 161):
Por tanto, Él fue procreado mediante un nacimiento nuevo, porque fue concebido por una virgen y dado a luz virginalmente, sin intervención de concupiscencia carnal de un padre y sin quebranto de la integridad de la madre. Éste era
el nacimiento que correspondía al que había de salvar a los hombres, el cual iba a
tener en sí mismo la naturaleza de la sustancia humana, sin sufrir contaminación
de la carne del hombre.
Y segunda, porque «a ninguna le quadra este nombre sino a ella». Es decir: hay
muchas vírgenes que se consagran a Dios, hay muchas madres, pero tan sólo María es
Madre y Virgen a la vez. Pensemos que en el mundo de la Contrarreforma, a raíz de
las críticas que recibe de los movimientos reformadores, la Iglesia de Roma reacciona
exaltando las prerrogativas de María y proclamando a viva voz su superioridad. La
característica por antonomasia que la diferencia de las demás criaturas es justamente
su maternidad virginal o virginidad fecunda, de ahí que no sea extraña la reiteración
de afirmaciones como la de san Gregorio de Nisa (cit. en Oxoviensis, 1700: 26):
¡Oh milagro ingente! La Virgen se convierte en Madre y Virgen permanece.
Mirad esta obra nueva de la naturaleza. En otras mujeres, cuando alguna es virgen,
no es Madre; después se convierte en madre y la virginidad no tiene: aquí estos dos
nombres concurrieron por igual. Ella es Madre y Virgen, y ni la virginidad prohibió
el parto, ni el parto acabó con la virginidad.
Para poder explicar de una forma más clara y comprensible este misterio, los
teólogos acuden a múltiples metáforas que con frecuencia se trasladan a la literatura
emblemática. Si seguimos con la Luz de la fe y la ley (Barón y Arín, 1762: 96-97),
leemos lo siguiente:
Elec. Dime ahora, cómo se entiende, que la Virgen permaneció Virgen en el Parto?
Desid.Que sin el menoscabo de su Virginal Pureza salió al Mundo el Niño Dios
de sus purísimas entrañas.
Parida y donzella, ¿cómo pudo ser?
Elec. Eso es lo que deseo me declares y expliques
Desid:No has visto como los rayos del Sol penetran en una vidriera, sin que la
rompan? Pues así mismo el Niño Dios salió de el Vientre de su amantísima
Madre, sin romper el claustro virginal de tan divina Señora.
Justamente, si acudimos a la obra Stella ex Iacob Orta (Theophilo Mariophilo, 1680),
que es una letanía lauretana ilustrada con emblemas, observamos que para la invocación Mater Intemerata [fig. 1] se figura
una vidriera cerrada que el Sol atraviesa
con sus rayos, de ahí el lema: «Clausum
transit» («Atraviesa lo cerrado»). Muchos
de los emblemas de este libro proceden
del Speculum Imaginum del jesuita Jacob
Masen (1680), quien, a su vez, suele
anotar en el margen el significado que
encierran; en este caso, dicha anotación
señala «Pare con la virginidad ilesa»
(Masen, 1680: 613).2
También el Mundus Symbolicus, a raíz
de la traducción al latín y consiguiente
Fig. 1. «Clausum transit»,Theophilo Mariophilo, Steampliación que acomete Agustín d´Eralla ex Jacob orta, 1680. Invocación Mater Intemerata.
th, pasa a incluir algunos emblemas procedentes del Speculum Imaginum. Es lo
que sucede con este ejemplo (Picinelli y
Erath, 1687: 64), cuya explicación reza:
La ventana de cristal, atravesada por
el Sol, tiene el epígrafe: CLAUSUM
TRANSIT. Esta imagen es propia de
la Virgen María, cuyo útero cerrado e
incorrupto, el Sol eterno, Cristo recién
nacido, atravesó, de ahí que muy apropiadamente la Virgen Madre de Dios
sea llamada por san Fulgencio: «Ventana del cielo, por la cual Dios derramó
la verdadera luz del mundo».Y por san
Crisóstomo: «Ventana y esplendor del
mundo».
Fig. 2. «Ferit sine vulnere», J. Boschio, Symbolographia,
1701. Clase I, emb. 527.
Otras veces la metáfora de la vidriera se sustituye por un espejo en el que
2. Sobre la relación entre la obra de Masen y la letanía de Theophilo, véase: López Calderón, 20102012 y 2012.
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Carme López Calderón
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inciden los rayos del sol y salen de él sin dañarlo. Los motes que pueden acompañar
esta pictura son variados: Boschio (1701: 28), por ejemplo, anota las palabras «Ferit sine
vulnere» («Toca sin herida») [fig. 2] y las dispone en el apartado Salutata ab Angelo. En
el caso de Leuthner (1749: s.p.), se decanta por el lema «Penetro, nec noceo» («Penetro
y no daño») y lo utiliza como complemento de la escena del Partus Deiparae. En la
Capilla de Nuestra Señora de la Esperanza en Abrunhosa, cuya bóveda del presbiterio
combina emblemas marianos con escenas tomadas del Pia Desideria, la inscripción
reza «Solem capit integra» («Coge intacta el sol»).
En la actualidad, lo habitual para justificar este símil es acudir a aquella explicación
que ofrece Dornn (1768: 33) en el comentario de la deprecación Mater Inviolata:
Esta indemnidad de la Virgen María parece que se explica en algún modo con
la semejanza del espejo. Porque assí como el Sol embía sus rayos al espejo, y reflexando estos en el espejo, se enciende el fuego sin daño del espejo; assí el Espíritu
Santo embió el rayo de su sombra, y de su gracia a la Virgen María, como a espejo
de puresza, y por este rayo, mediante el espejo de María, encendió la luz del Mundo; esto es, a Christo, pero de tal manera que el espejo, o la Virginidad de María,
quedó enteramente ilesa y sin daño alguno.
Sin embargo, lo cierto es que en la
época lo común era citar a san Agustín:
El rayo del sol penetra en
los espejos y, ni cuando entra
viola, ni cuando sale, destruye,
porque a la entrada y la salida
el espejo permanece íntegro; si
entonces el rayo del sol no rompe el espejo, ¿es posible que la
entrada y salida de la divinidad
pudiese corromper la integridad de la Virgen?
Así lo hace Oxoviensis (1700: 28)
en una de las anotaciones que completa el grabado Sancta Virgo Virginum de
su letanía lauretana ilustrada, si bien es
la estampa Mater Castissima [fig. 3] la
que incorpora el espejo con este significado.
En realidad, en esta calcografía
confluyen cuatro símbolos que aluden a la maternidad virginal: el espejo,
Fig. 3. «Mater Castissima», I. Oxoviensis, Elogia Mariana, 1700.
Parida y donzella, ¿cómo pudo ser?
la zarza que ve Moisés arder sin consumirse, el lirio entre espinas y el ave
fénix. Respecto a la zarza ardiente, la
propia Iglesia canta en el Oficio de la
Virgen (Oxoviensis, 1700: 77): «Reconocimos en la zarza, que Moisés vio
incombusta, tu laudable virginidad
preservada», mientras que en el Speculum Humanae Salvationis esta escena
es una de las tres veterotestamentarias
que completa la Anunciación (Wilson
y Wilson, 1984). En cuanto al lirio,
significa con su candor «el candor, pureza virgínea y esplendor del alma de
María» (David, 1607: 129), al tiempo
que su impunidad frente a las espinas –
metáfora del pecado– glosa la ausencia
de pecado en la Virgen. Del espejo ya
hemos hablado, pero en este caso cabe
profundizar un poco más. Este conjunto de grabados publicados en el año
1700 son el germen de los que ilustran la Elogia Mariana de A.C. Redelio (1732), pero tampoco constituyen
Fig. 4. «Mater Castissima», A. C. Redelio, Elogia Mariana, 1732.
una invención nueva, sino que a su vez
parten de una serie anterior, publicada
en 1636 bajo el título Asma Poeticum (López Calderón, 2013). Justamente son los
comentarios de estas ilustraciones, atribuidos al jesuita Stoergler (1636), los que nos
permiten comprender mucho mejor su iconografía, a menudo basada en comparaciones entre el mundo clásico pagano y el mundo cristiano. Veámoslo con este
ejemplo: en la estampa de 1732 [fig. 4], se figura al Niño Jesús tanto arriba, rodeado
por los rayos solares –Él es el Sol de Justicia–, como reflejado en la superficie vítrea
que se proyecta hacia María; por el contrario, en la edición de 1636 encontramos en
la zona superior, dentro del sol, la silueta de un arquero, y en el espejo, la paloma del
Espíritu Santo. De este modo, esta imagen consigue figurar a todos los protagonistas
de la Encarnación, puesto que, como insisten los autores, este misterio es obra de
«toda la Santíssima Trinidad» (José de Jesús María, 1651: 428): la paloma que se refleja es «el Espíritu Santo [que] vendrá sobre ti» (Lc 1,35) y el arquero es el Padre, de
ahí que esté enmarcado por el triángulo que lo caracteriza. Ahora bien, ¿por qué se
representa a Dios Padre como un arquero? Como nos explica Stoergler (1636: s.p.),
porque cabe contraponer las consecuencias del amor carnal promovido por Cupido
con las del amor celeste que inflama a María:
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A donde el niño del Cnido dirige sus armas, a donde dirige el arco, en las
hogueras de Cupido reduce a cenizas aquellos rostros. A donde el amor celeste
mueve los carcajes, a donde dispara las flechas, abrasa los castos pechos en hogueras
fecundas. El pecho mariano sintió esta pira, cuando el amor celeste abrasó los castos
senos de la madre.
María se inflama entonces con el amor celeste y concibe sin dañar su virginidad,
de ahí el símil de la zarza. Pero también el del Ave Fénix, al que I. Oxoviensis (1700:
76) alude directamente en su comentario:
Quién parece asombrado, si la Virgen concibe,
pues se sabe que un ave del
oriente, a la que llaman Fénix, tanto nace como renace
sin cónyuge, para ser siempre única, y siempre sustituirse a sí misma naciendo y
renaciendo.
Efectivamente, la virginidad fecunda es uno de los muchos signiFig. 5. «Unica semper avis», Capilla de Nuestra Señora
ficados que encierra el ave fénix.3
de la Esperanza en Abrunhosa (Viseu), 2º 1/3 s. xviii.
Así lo encontramos por ejemplo en
Abrunhosa, cuyo lema reza precisamente ese «Unica Semper avis» («Ave siempre única») [fig. 5] que el Mundo Simbólico
(Picinelli y Erath, 1687: 322-323) desarrolla en los siguientes términos:
Eleonora, Archiduquesa de Austria, al ceder a la muerte su esposo, Francisco I,
Rey de las Galias, se representó a sí misma a través del emblema del Fénix, con el
dicho: UNICA SEMPER AVIS; la integrísima princesa había decidido que toda la
vida restante transcurriese en la castidad de la santa viudez, separada de la compañía
de un hombre […] Este mismo emblema se refiere especialmente a la Virgen María,
quien completamente ajena a toda asociación con un hombre, siempre única, también permaneció como esa castísima ave, para que su virginidad nunca sufriese ni
una mínima mancha, como declara el Gran Agustín: «El Hijo de la Virgen y el esposo de la Virgen llevaron la fertilidad a la madre, pero no le quitaron la integridad».
Otra opción nos la ofrece Menestrier (1695: 681) con su «Virgo singularis», que
Boschio (1701: 39) incluye bajo el epígrafe Pariens mater et virgo y que Picinelli y Erath
(1687: 325) explican así:
3. Acerca de las distintas representaciones del Fénix y sus diversos significados, véase García Arranz,
1996: 333-361.
Parida y donzella, ¿cómo pudo ser?
Entre todas las aves, tan sólo el Fénix desconoce el tálamo conyugal, y, lo mismo
que es concebido sin unión de la carne, así no genera a otros; siempre célibe y sin
nunca experimentar los impúdicos ardores de los deseos. San Zeno dice: «el Fénix
no toma la nobleza de su género de los padres, ni la entrega a los hijos: ella misma
es para sí ambos sexos; no nace del coito». De ahí que le añadas este emblema:
VIRGO SINGULARIS. Con este encomio la santa Iglesia venera a la única Madre
de Dios […].
Volviendo al texto de fray Jaime Barón y Arín, (1762: 97), el diálogo entre maestro
y discípulo acerca de la virginidad fecunda de María prosigue del siguiente modo:
Elec. Cosa rara es esa, que dices
Desid.No hay duda, sino que
es milagro, que un cuerpo se penetre, y pase por
dentro de otro sin romperlo; pero lo ha hecho
Dios muchas veces. Del
Sepulcro salió, estando
cubierto con una recia
piedra […]
Esta comparación justifica por qué
en el Pancarpium Marianum (David,
1607),4 entre las distintas escenas que
ilustran el título «Hortus Conclusus» [fig.
6] –que de por sí solo glosa la maternidad virginal de María–,5 encontramos
representada la Resurrección del Señor
(letra D). Por su parte, la razón de figurar también a Susana y los viejos (letra
B) nos la aclara J. David (1607: 166137) en su comentario: si María puede ser asimilada a Susana en tanto que
Fig. 6. «Hortus Conclussus», J. David, Pancarpium
doncella casta que cierra el jardín para
Marianum, 1607. Título 33.
salvaguardar su integridad, los herejes
que niegan esta prerrogativa de la Madre de Dios son como los ancianos, que, tras
haber sido rechazados por la joven, lanzan calumnias contra su castidad:
4. Sobre esta obra, véase López Calderón, 2012a: 42.
5.«Hortus llama a la esposa María, a causa de su fecundidad, conclusus a causa de su virginidad; así,
jardín fue, porque fue Madre, y cerrado, porque Virgen; en verdad huerto cerrado porque es Madre
y Virgen a la vez» (Oxoviensis, 1700: 84).
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¿Está pues [el jardín] cerrado contra todas las empresas
del vicio? Intentad introduciros
allí furtivamente los arraigados
de males, los ministros del diablo, los herejes, que maquináis
con insidias las calumnias ahora acerca de su castidad, ahora
en cuanto a su fecundidad maternal, del mismo modo que
aquellos ancianos depravados
intentaron acceder al jardín que
había sido abierto, ¡pero que
previamente la casta Susana había cerrado!
Fig. 7. «Tanto foecunda marito», Capilla de Nuestra
Señora de los Ojos Grandes (Lugo), ca. 1726-1736.
Precisamente, dentro del proceso de copia y simplificación que tiene lugar en la
Capilla de Nuestra Señora de los Ojos Grandes respecto a los grabados del Pancarpium (López Calderón, 2012a: 42-43), esta escena de Susana es la seleccionada para
ilustrar el óvalo Hortus Conclussus. Pero las pinturas lucenses no sólo beben de esta
fuente, sino que hasta siete de sus emblemas parecen inspirarse en la decoración que,
como describe Jacinto de Parra (1670), engalanó distintas iglesias y basílicas romanas
con motivo de las fiestas de beatificación de santa Rosa de Lima. Es lo que sucede,
por ejemplo, con el jeroglífico «Tanto foecunda marito» («Fecunda por un marido tan
grande») [fig. 7], que, atendiendo a Parra (1607: 99), completaba uno de los lienzos de
la Basílica de San Pedro:
Bizarreava la Ciudad de lima en el quadro undécimo, representada en la belleza
de una doncella sobre un Cocodrilo, con un ramillete de Rosas en la mano, a que
hazían labor tres Coronas; asistíale el perro de Santo Domingo con una luz en la
boca, iluminando toda la tierra, que significava averlo hecho con la predicación
en su descrubrimiento, dándole sus primero Maestros; correspondíale este dístico: Quod tenebrae didicere diem, quod acuta nitentem: Spina Rosam splendet quae prope
flamma dedit. En el Geroglífico una Concha, que al calor del Sol quajava en el Mar
las Margaritas, reconociendo por su fomento el Oriente. El Mote: Tanto foecunda
marito.
La reinterpretación de este emblema en clave mariana no es difícil habida cuenta
de sus semejanzas con el «Coelo foecunda marito» («Fecunda con el cielo como marido») que tanto Leuthner (1749: s.p.) [fig. 8] como el Mundo Simbólico (1687: 444)
ponen en relación con la Anunciación y consiguiente maternidad virginal de María:
D. Carolus Rancatus, distinguió la concha, con la reciprocidad del lema, con
esta elegante metáfora: COELO FOECUNDA MARITO. Esta imagen se refiere
Parida y donzella, ¿cómo pudo ser?
a la Virgen María, quien, rociada con el rayo
fértil del Espíritu Santo, concibió en sus vísceras al Verbo eterno, vestido con la carne
humana. Claramente el Arcángel Gabriel:
Spiritus Sanctus superveniet in te, et virtus Altissimi obumbrabit tibi. Y San Mateo: Inventa
est in utero habens de Spiritu Sancto. San Juan
Crisóstomo, reflejando aquellas palabras de
Lucas, dice: «El Espíritu Santo vendrá sobre
ti y la Virtud del Altísimo te cubrirá con su
sombra. Así podrás obedecer, todo será por
obra del Espíritu Santo. En verdad pues, el
espectáculo a la tierra viene como una obra
de caridad desde el cielo, la gracia del Espíritu Santo es quien lo hace».
En realidad, la concha con la perla se
convierte en una metáfora recurrente
para significar la virginidad fecunda de
María posibilitada por la intervención
del Espíritu Santo, siendo susceptible
de recibir motes diversos. Simplemente
a modo de ejemplo, si Lucarini (1629:
47) se decanta por «Foecunda ex Alto»
Fig. 8. «Christus ab Angelo annunciatur», C. Leuthner,
(«Fecunda desde lo alto»); Boschio
Coelum Christianum, 1749. Estampa I.
(1701: 37-38) propone dos parejas:
mientras la primera, «Semine ab aethereo»
(«Por el semen celeste») y «Rore puro fecundor» («Soy fecundada por el rocío puro»),
la dispone en el apartado Salutata ab Angelo, la segunda, «Pario caelesti e semine» («Doy
a luz por el semen celeste») y «Caelo foecunda Parente» («Fecunda por el cielo como
padre») la coloca bajo el epígrafe Pariens Mater et Virgo. Precisamente, este último lema
es el que utiliza Theophilo Mariophilo (1680: s.p.) en la invocación Mater inviolata,
habiéndolo tomado posiblemente de Masen (1681: 586), quien lo acompaña de la
anotación al margen Parens immaculata.
Volviendo al grabado de Leuthner, además de la concha, otros dos motivos completan la escena de la Anunciación. El del ángulo inferior derecho lo hemos tratado
con anterioridad: el ave fénix, en esta ocasión bajo el mote «Sine conjuge mater» («Madre sin cónyuge»). El del ángulo izquierdo es nuevo: se trata de un unicornio con la
inscripción «Virginis in gremio quiescam» («Descanso en el seno de la Virgen»).
Efectivamente, ya desde el mundo antiguo existía la creencia de que este animal,
fuerte y solitario, sólo se tranquilizaba ante la presencia de una doncella virgen; el
mundo medieval reinterpreta la fábula en clave cristiana, viendo en María a la doncella virgen y en Jesús al unicornio atraído por su pureza virginal (Sebastián, 1981: 211
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Fig. 10. «Puteus Aquarum Viventium», Capilla de
Nuestra Señora de los Ojos Grandes (Lugo), ca.
1726-1736.
Fig. 9. «Puteus Aquarum Viventium», J. David, Pancarpium Marianum, 1607. Título 13.
y 214). Desarrollando esta idea, la literatura emblemática se vale de este símbolo
para enfatizar al menos tres cualidades de
la Madre de Dios: su fortaleza –de ahí
su empleo en la invocación Virgo Potens
de Redelio (1732)–, su Inmaculada Concepción –tal y como demuestra su uso
en la obra inmaculista Innocentia Vindicata
(Sfondrati, 1695), en donde se acompaña del lema «Una domat» («La única que
doma»)– y su virginidad fecunda. Con
este último significado lo utiliza J. David
(1607: 57) [fig. 9] en otro de los grabados
que se trasladan a los Ojos Grandes [fig.
10]:
Conozco el deseo, Señor, conozco también el misterio.Viniste a la Profetisa, a la
Virgen, y mediante el ángel Gabriel tu sed le anunciaste, y como el unicornio que
está fuera de sí a causa de la agitación del deseo ferviente, eres amansado, apaciguado y capturado en el seno de la Virgen.
En resumidas cuentas, la vidriera, el espejo, la zarza que arde sin consumirse, el lirio
entre espinas, el ave fénix, la Resurrección del Señor, Susana y los viejos, la concha
con la perla y el unicornio son sólo un pequeño muestrario de los símbolos que la
emblemática utiliza para glosar la virginidad fecunda de María. O lo que es lo mismo:
aquello que se les responde a «los niños Christianos que aprenden estos Mysterios»:
«Parida y Donzella, Cómo pudo ser? El que nació de ella, Bien lo pudo hacer».
Parida y donzella, ¿cómo pudo ser?
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