CONTEXTO HISTÓRICO-LITERARIO DE LA OBRA Y DEL AUTOR

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CONTEXTO HISTÓRICO-LITERARIO DE LA OBRA Y DEL AUTOR (3 p.)
INTRODUCCIÓN AL CONTEXTO HISTÓRICO (0,5 p.)
En 1945 finaliza la Segunda Guerra Mundial con la derrota de Alemania y se da paso al
enfrentamiento entre los Estados Unidos y la Unión Soviética: las tensiones y rivalidades
nacionalistas de los años 20 y 30 fueron sustituidas por la oposición entre el mundo comunista
y el capitalista, la cual marcó el nacimiento de una nueva época, la guerra fría. Este periodo de
gran tensión política coincide con un crecimiento de la economía mundial (plan Marshall). En
el ámbito de la cultura, durante los años 40 y 50 se dejan sentir en las conciencias los efectos
trágicos del enfrentamiento bélico, por lo que alcanza una gran repercusión el existencialismo.
En España, tras la guerra, el inicio de la dictadura franquista y el exilio de muchos intelectuales
hacen que se interrumpa la evolución natural de la cultura española, que se sume en un
profundo aislamiento, vigilada por una férrea censura política e ideológica. En una sociedad sin
libertad sumida en la miseria y el hambre, la literatura vive una época difícil que llega hasta los
años 50. Solo parecen posibles dos posturas: o bien aprobar la nueva situación, o bien reflejar
la desesperanza ante el futuro.
CONTEXTO LITERARIO (1 p.)
Se pueden distinguir dentro del panorama de la narrativa española de posguerra las obras de
los autores que se marchan de España y desarrollan sus trayectorias en el extranjero (narrativa
del exilio), entre los cuales se encuentra Ramón J. Sender, y las de quienes permanecen en
España, donde se comienza escribiendo una novela de tipo existencial (años 40) que abonará
el terreno de lo que será la novela social de los años 50, momento en que se producirá el
verdadero arranque de la narrativa de posguerra.
LA NOVELA ESPAÑOLA DE LOS AÑOS 40: LA NOVELA EXISTENCIAL
Las consecuencias de la guerra civil en el panorama narrativo de la inmediata posguerra son
evidentes. Algunos de los mejores novelistas españoles de antes de la guerra habían muerto:
Valle-Inclán, Unamuno, etc. Otros novelistas, consagrados o iniciando su trayectoria, tienen
que exiliarse por razones ideológicas. De entre estos últimos, sólo Baroja y "Azorín" regresaron
a España tras un corto auto-exilio. Ambos siguieron escribiendo y publicando, pero en
conjunto no añaden nada nuevo a su producción narrativa de antes de la guerra. En todo caso,
Baroja se convertirá en modelo de algunos narradores jóvenes. Aparte de esa falta de
maestros y de referentes, la situación de incomunicación de la sociedad española explica que
los novelistas no contacten con el exterior. El resultado es el anquilosamiento de la narrativa
española de la época, que se limita al modelo narrativo "realista" (s. XIX) o al de Pío Baroja.
Dentro de ese panorama bastante mediocre, dos fechas suelen señalarse como indicios del
arranque del género de la novela existencial: 1942, con La familia de Pascual Duarte, de Cela, y
1944, con Nada, de Carmen Laforet. Estos dos novelistas reflejan de forma amarga la vida
cotidiana de posguerra, pero sin llegar a la denuncia social, cosa que la férrea censura hace
imposible. Sus grandes temas serán la soledad, la inadaptación, la soledad, la muerte… Es
sintomática la presencia de personajes marginales y desarraigados, desorientados y
angustiados (tanto es así que La familia de Pascual Duarte, con su agria visión de la realidad,
inauguró una corriente conocida como “tremendismo”, que consistía en una selección de los
aspectos más duros y sórdidos de la realidad). Todo ello revela el malestar del momento, pero
sin salir de la esfera de lo personal, de lo existencial.
LA NOVELA ESPAÑOLA EN LOS AÑOS 50: EL REALISMO SOCIAL
La colmena (1951) de Camilo José Cela, obra de protagonista colectivo, ambientada en un
Madrid de posguerra sumido en la miseria económica y moral, supone un cambio importante
y ha sido señalada como precursora de la nueva corriente. Los novelistas de la generación del
50 intentan dar testimonio de sus recuerdos de la guerra, de los conflictos de la vida colectiva
española, de los ambientes concretos del trabajo en las diversas profesiones… y, al igual que
los poetas de la época, pretenden con sus obras producir un cambio en la sociedad.
Esta novela supera a la existencialista en la innovación técnica y, sobre todo, en la actitud
ideológica. Por un lado, adopta un compromiso ético, un testimonio crítico y una denuncia
social; por otro, recurre en algunas novelas (otras siguen un realismo bastante tradicional) a
las técnicas del cine y de la novela norteamericana o neorrealista italiana, coetáneas suyas.
Los escritores que cultivan este tipo de novela utilizan un narrador oculto, como una cámara
cinematográfica, que se limita a presentar los hechos y dejar actuar a los personajes con
diálogos constantes. La obra cumbre de esta corriente es El Jarama (1956), de Rafael Sánchez
Ferlosio.
NOVELA DEL EXILIO
En cuanto a la novela del exilio, hasta hace no demasiados años, era una gran desconocida. A
ese desconocimiento contribuían factores como:
a) La incomunicación lógica entre la Península (franquismo) y los exiliados (republicanos).
b) La dispersión geográfica de los exiliados: Francia, Inglaterra, Sudamérica...
c) La irregularidad de las ediciones de las novelas de autores exiliados. Cabe destacar la
editorial fundada en París por españoles exiliados llamada "El ruedo ibérico".
d) La prohibición que sobre los novelistas exiliados existía en la España de la posguerra.
De alguna manera, este desconocimiento llevó a que algunos críticos mitificaran a estos
escritores, la mayoría de los cuales no se dieron a conocer en España con plena normalidad
hasta la década de los 70 (aunque algunos, como Benjamín Jarnés o Sender ya habían
publicado novelas antes de la Guerra Civil). Por lo general, el exilio, la nostalgia por la patria, el
desarraigo, la derrota, la evocación de la guerra civil… son las experiencias que marcan
temáticamente las novelas de los exiliados, cuyo tono más frecuente es el del testimonio
personal y la denuncia. Se da en ellos además una curiosa escisión: siguen escribiendo sobre
España siendo conscientes de que su público es más imaginario que real, pues sus obras no
podrán ser leídas en su país durante mucho tiempo.
Los novelistas españoles exiliados más importantes son, aparte de los dos citados arriba:
Francisco Ayala, Salvador de Madariaga, Rosa Chacel, Juan Gil-Albert, Max Aub, Arturo Barea…
EL AUTOR (0,75 p.)
Entre ellos, destaca la figura de Ramón J. Sender, que nació en Chalamera de Cinca (Huesca)
en 1901 y murió en San Diego (California), 81 años después, el 15 de enero de 1982. Atrás
quedaba una vida comprometida, un exilio primero obligado y luego voluntario y una obra
extensísima, de más de cien títulos de temática muy diversa (novela histórica, fantástica,
autobiográfica...), que le consagraron como el autor más fecundo de todos los del exilio,
comparable a Galdós o a Pío Baroja por la magnitud de su obra. Sin embargo, su condición de
exiliado hizo que durante muchos años fuera injustamente silenciado y marginado.
Antes de la Guerra Civil Sender ya había publicado algunos títulos importantes, como Siete
domingos rojos, en donde trataba los problemas del sindicalismo en España y O.P. (las siglas de
Orden Público), centrado en los problemas de las huelgas y reivindicaciones obreras. En el 30
publicaba Imán, visión descarnada y realista de la Guerra en Marruecos, en la que trabajó
como corresponsal. En 1935 ganó el Premio Nacional de Literatura con una novela histórica
esencial, Mr. Witt en el cantón, que se centra en el movimiento cantonalista de Cartagena a
finales del XIX, en la época de la efímera primera república española.
En 1936, con el estallido de la Guerra Civil española, R. J. Sender se mantuvo en el bando
republicano (llegó a ser Jefe de Estado Mayor) y comenzaron para él los tiempos difíciles. Su
mujer fue fusilada en Zamora. Sus hijos, de corta edad, fueron evacuados a Francia por la Cruz
Roja Internacional y su hermano Manuel fue fusilado en Huesca. En 1939, Sender, desde
Francia, con sus hijos, embarca rumbo a Estados Unidos para dirigirse después a México. Vive
su exilio, al principio de un modo difícil, pero, poco a poco va siendo reconocido y se va
abriendo camino. Sigue publicando obras importantes que tardan en aparecer en España, pero
que, finalmente, lo hacen. Entre ellas destaca Crónica de alba, en la que aborda Sender el tema
autobiográfico, desdoblándose entre él, el novelista, y el protagonista de la historia que narra
su historia en primera persona. El protagonista es un oficial del ejército republicano que está
en un campo de concentración de Argelès y allí recoge su historia en nueve cuadernos, que
son las partes en que se divide la obra. Se trata de un "alter ego" de R. J. Sender que se llama
Pepe Garcés (R. J. Sender se llamaba, en realidad, Ramón José Sender Garcés, así, pues, no es
difícil descubrir la relación entre ambos).
Sender vivió su exilio entre América Central y del Sur y acabó en Estados Unidos. En el 69
regresó a España a recoger el Premio Planeta por La vida de Ignacio Morel. En ese momento se
pensó que se quedaría en España, pero prefirió regresar al exilio.
Su mejor creación en torno al continente latinoamericano es La aventura equinoccial de Lope
de Aguirre (1964), aunque fue en Epitalamio del prieto Trinidad (1942) donde inició su
contacto con el mundo hispanoamericano, en una historia llena de pasión y violencia. Otros
títulos básicos del autor podrían ser: El verdugo afable (1952), Carolus Rex (1963), La tesis de
Nancy y todas sus secuelas y un largo etcétera.
En 1974, en España, la censura liberó su obra y se publicó Réquiem por un campesino español.
A partir de aquí se siguieron publicando rápidamente todas sus obras. En 1978, incluso, se
llevó a TVE una serie basada en Crónica del alba, que tuvo bastante éxito.
En 1980 recuperó la nacionalidad española y preparaba su regreso a España que ya no pudo
ser, pues el 16 de enero de 1982, murió de una crisis asmática en su casa de San Diego.
LA OBRA (0,75 p.)
Dentro de las novelas que Sender publica durante su largo exilio destaca la obra que nos
ocupa, Réquiem por un campesino español, que apareció por primera vez en México en 1953
con el título primero de Mosén Millán y que adquirió su nombre actual en 1960. Es una de sus
obras más emblemáticas y ha recibido el reconocimiento de toda la crítica por su perfección, a
pesar de (o precisamente por) su brevedad.
La novela recoge un dramático episodio de la guerra civil en un pueblecito aragonés. Mosén
Millán se dispone a ofrecer una misa en sufragio del alma de un joven a quien había querido
como a un hijo. Mientras aguarda a los asistentes, el cura reconstruye los hechos: el fracaso de
su mediación, con la que creyó poder salvar al joven, pero que sólo sirvió para entregarlo a sus
ejecutores. El relato es de una perfecta sobriedad y de una sencillez no por ello menos
profunda y estremecedora. La narración sobrecoge por su ajustado realismo, por la eficacia de
sus símbolos y por el profundo conocimiento de los mecanismos de la conciencia, puesto de
manifiesto a través de la evocación del sacerdote. Sin duda, Réquiem por un campesino
español es una de las mejores obras de Ramón J. Sender y un libro definitivo sobre nuestra
guerra civil, alejado de cualquier panfletarismo.
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