La vida con Dios

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Presentación
Soy feliz de poder presentar la primera biografía de nuestra
amadísima e inolvidable Madre M. Riccarda Beauchamp Hambrough
(+1966). Entre nosotras, hijas de Santa Brígida de Suecia (+1373) y de la
Beata Madre M. Isabel Hesselblad (+1957), era conocida como la
“Mamita” por su exquisita delicadeza de ánimo y sensibilidad maternal.
Ha sido introducida y presentada su causa de Canonización a la
Congregación para las Causas de los Santos.
Madre M. Riccarda ha sido la que, habiendo vivido junto a la Madre
Fundadora, encarnó su espíritu y trasmitió a la vez el carisma compartido.
A su muerte se escribió sobre ella: “Nos ha dejado el ejemplo del inmenso
tesoro de las virtudes vividas por ella: fe inquebrantable, piedad
verdadera, íntima unión con Dios de la que emanaba su animo dulce y
sensible, rectitud, humildad sincera, delicada comprensión y caridad sin
límites. En ella el don del Intelecto se unió en perfecta armonía con el de
la ciencia de los Santos y dio como resultado una admirable fusión. Fue
investida de todos los cargos: Maestra de novicias, Superiora local,
Consejera y Secretaria de la Madre Fundadora, con la cual compartió
durante 43 años el trabajo, los sacrificios, las preocupaciones y las
angustias propias de la fundación de la Orden, y finalmente Madre
General, pero sobretodo fue religiosa ejemplar por más de 52 años”.
Me parece que este es el retrato que más corresponde a la noble y
humilde figura de esta fiel hija espiritual de la Fundadora, de la que
mereció el dulce nombre de “San Juan”, para indicar aquella predilección
y aquella devoción que distinguieron al Apóstol predilecto de Jesús, así
como también el de “Cirineo” por la ayuda constante, inteligente,
constructiva en la expansión de la Orden.
La autora, la Profesora María Rosaria Del Genio, ha descrito
magistralmente la vida y la espiritualidad de nuestra amada Madre
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Riccarda, haciendo resaltar todos aquellos aspectos que la hicieron, a los
ojos de los que la conocieron, una pequeña-grande Madre, una
“Mamita”, en pocas palabras: ¡La ternura de Dios!
A Maria Rosaria Del Genio, por lo tanto, ofrecemos los sentimientos
de gratitud mios y de toda la Orden Brigidina por haber trazado, en
calidad de experta biógrafa, todo lo que constituye ahora la herencia de
esta gran mujer, religiosa y madre.
MADRE M. TEKLA FAMIGLIETTI, O. SS.S.
Abadesa General
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LA TERNURA DE DIOS
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Premisa
Para quien llega hoy a Roma es casi imprescindible hacer una visita a
una famosa plaza en el centro de la ciudad que se llama Campo dei Fiori
(Campo de las flores), famosa porque es el punto de encuentro de los que
se identifican con Giordano Bruno, un fraile dominico quemado en la
hoguera por hereje, precisamente en esta plaza, el 17 de febrero de 1600.
Es el punto de encuentro sobretodo de los anticlericales o de las personas
para las cuales Dio es un desconocido, pero no faltan los visitantes, los
puestos o bancos de flores y de artículos de cuero como zapatos, bolsos,
vestidos o artículos de música: CD ect. Junto a esta plaza hay otra: Plaza
Farnese, con una gran fuente y bancos de marmol que permiten un
descanso agradable durante la visita a esta zona del Renacimiento, rica de
palacios y de obras de arte. En esta plaza y precisamente en el Palacio
Farnese, tiene su sede la embajada de Francia, por lo que durante los
conflictos mundiales del ‘900 la plaza se vio invadida por soldados y
policias encargados de proteger el cuerpo diplomático que vive y trabaja
allí.
Junto a la embajada, hay un monasterio que ocupa un antiguo
palacio medieval donde Santa Brígida de Suecia transcurrió los últimos
años de su vida y donde murió. Las habitaciones son, todavía hoy,
después de tantos siglos, meta de peregrinos que son acogidos y
acompañados durante la visita por las Hermanas Brigidinas.
En aquel monasterio no existe solamente el recuerdo de Santa
Brígida, en él están sepultados los cuerpos de dos mujeres, que
terminaron sus vidas allí. Son la Beata María Isabel Hesselblad y la Sierva
de Dios Riccarda Beauchamp Hambrough, una inglesa trasplantada a
Roma.
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Las dos vivieron entre los siglos XIX y XX, las dos enamoradas de
Dios, siguieron las huellas de santa Brígida. Las dos fueron las columnas
de aquella experiencia espiritual que quiso el renacer del mensaje de
santa Brígida, del cual, como fuego entre cenizas, durante tantos siglos,
había quedado solo una pequeña semilla custodiada en algunos paises de
Europa.
El ideal brigidino había sido plantado en el corazón de Madre María
Isabel Hesselblad una luterana sueca la cual, despues de una experiencia
de trabajo en América, había escogido Roma como residencia. Junto a ella
Madre Riccarda compartió el carisma fundacional. Las dos procedían de
los paises del Norte y las dos se habían convertido al catolicismo después
de haber vivido la experiencia religiosa luterana, Madre Elisabetta en
edad adulta y Madre Riccarda siendo todavía una niña. Las dos han vivido
trazos comunes que las han llevado a una gran fe y a un amor hacia la
Palabra de Dios y hacia la Liturgia bien preparada, algo que habían
respirado desde pequeñas en sus familias de origen.
Desde el sepulcro de ambas que se conserva en un claustro con un
gran olivo al centro, como signo de fecundidad y de perpetuidad, por el
cual pasan tantos visitadores cristianos y de otras religiones, hoy las dos
hermanas velan no solo sobre las demás hermanas que viven allí, sino
sobre todo la Orden extendida en varias partes del mundo, y sobre todos
los hombres, también sobre aquellos que no las conocen, pidiendo
gracias y más gracias porque la fe nos dice que en el paraiso los santos
interceden por todos los hijos de Dios.
En este volumen trazaremos una semblanza de la joven inglesa, más
tarde Madre Riccarda, cuyo cuerpo ahora está esperando la resurrección
final entre jarrones de flores en un claustro al centro de Roma, junto a la
sueca, que la Iglesia ha reconocido beata, Madre M. Isabel Hesselblad.
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PARTE I:
DESDE INGLATERRA A ROMA
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Katharine Beauchamp Hambrough
En la Ciudad de Londres de su tiempo
La familia
La niña que será más tarde Madre Riccarda nació en Londres el 10
de septiembre de 1887, en un palacio de Park Village East. Fue bautizada
en la iglesia anglicana de San Pancracio nuevo el 20 de noviembre de
1887 con el nombre de Katharine Marie Clarice.
Una antigua iglesia de Londres, dedicada al mártir romano Pancracio, de
principios del siglo IV d.C. a través de los siglos se había ido convirtiendo
en ruinas. Poco a poco se fue reconstruyendo durante el siglo XX,
mientras que en el 1822 se construyó una nueva iglesia dedicada a San
Pancracio, llamada por este motivo “nueva”.
Los padres de esta niña se llaman Windsor John Beauchamp Hambrough,
del que no se conoce la fecha de la muerte y de Louisa Frances Lettson,
fallecida en el 1932.
El doble apellido del padre, Beauchamp Hambrough, en ese tiempo muy
común en Inglaterra, indica que él descendía de una estirpe noble. El de
la madre, Fisher, nos habla también de una antigua nobleza que la misma
Madre Riccarda recuerda cuando presentando una petición al Papa Pio XI
para la canonización de los beatos John Fisher y Tomás Moro, afirma ser
una descendiente de la familia del Beato John Fisher, nacido en Beverley
en el 1469 y que fue decapitado en Londres el 22 de Junio de 1535 por el
Rey Enrique VIII por su oposición a la anulación del matrimonio del Rey
con Catalina de Aragón.
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John Fisher había estudiado a Cambridge entre el 1484 y el 1501, donde
consiguió el doctorado en teologia. El 17 de diciembre de 1491 fue
ordenado sacerdote en York y en el 1504 obispo de Richmond.
Era muy estimado del Rey, hasta tal punto, que fue el representante de
Inglaterra en el Concilio Lateranense V del 1512. El 13 de abril del 1534,
sin embargo, a causa de su oposición al repudio de su esposa Catalina,
habia sido arrestado junto a Tomás Moro, el canciller del rey, también
contrario a la anulación del matrimonio del rey. Encerrados en la torre de
Londres, el 17 de junio de 1535, los dos fueron condenados a muerte. En
el tentativo de salvar a Fisher, el Papa Pablo III lo ordenó cardenal,
llamándolo a Roma, pero Enrique VIII le negó el permiso para viajar a
Italia. De este modo fué cumplida la sentencia de muerte el 22 de junio
de 1535 en la torre de Londres: su cabeza, como de costumbre, fue
expuesta a la entrada del puente de Londres durante quince dias y
después fue tirada al río Támesis, sustituida por la de Tomás Moro,
también ajusticiado.
Fisher es uno de los cincuenta y cuatro mártires ingleses proclamados
beatos por el Papa León XIII el 29 de diciembre de 1886 y canonizado,
junto a Tomás Moro, el 19 de mayo de 1935 por el Papa Pio XI.
Madre Ricarda fue muy feliz con este hecho. Sobre ella vela ahora este
antepasado suyo el cual, por amor de Cristo y de su Iglesia, no dudó en
dar su vida.
Debió sentirlo muy cercano si, más tarde, enfrentará las pruebas de su
vida dificil con una serenidad desarmante, como se deduce de sus cartas.
Antes de entrar entre las brigidinas, con el nombre de Riccarda, todos la
llaman Katalina, su primer nombre de bautismo. La niña crece con sus dos
hermanos, Dudley Granow Windsor e Basil Tudor Vincent.
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Cuando nace, la suya es una familia anglicana che se convertirá al
catolicismo cuando ella tenía unos cuatro años.
No conocemos los particulares de la conversión de la familia Beauchamp
Hambrough al catolicismo, quizás coincide con el traslado de Londres a la
ciudad de Brighton, en el territorio de la parroquia de santa María
Magdalena. De hecho, en el archivo de esta parroquia, muchos años
después, el 7 de agosto de 1913 fue emanado un certificado que
confirmaba que la niña, nacida el 10 de septiembre de 1887, fue
bautizada el 6 de mayo de 1891 con el nombre de Magdalena Catalina
Maria Clarice Beauchamp Hambrough. El bautizo fue administrado “bajo
condición”, dado que antes le habia sido administrado en la Iglesia
anglicana. El nombre Magdalena le fue añadido en honor de la patrona de
la parroquia, pero ella seguirá siendo para la familia y amigos Catalina, y
de esa manera seguirá firmando en adelante.
Vivió en Brighton, ciudad bastante grande y estación balnearia de notable
importancia, con numerosos parques que dejaron en su corazón el amor
hacia la naturaleza. Aquí crece y estudia entre los años 1800 y 1900, en
un periodo socialmente bastante dificil, que ve en la Iglesia el nacimiento
del Modernismo y en la sociedad civil la afirmación de la industrialización
y la preparación de los Estados hacia la primera guerra mundial, con los
impresionantes desórdenes políticos y económicos che seguirán.
Pero nos limitaremos, por el momento, a Inglaterra y a su capital.
Londres e Inglaterra a principio del ‘900
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Londres e Inglaterra en la primera mitad del ‘900 sufren todavía, en
el ambiente religioso, por el conflicto entre Enrique VIII y la Iglesia de
Roma, conflicto que no llega a la persecución cruenta como hemos visto
en el tiempo del antepasado de Madre Riccarda, pero que considera a los
católicos como ciudadanos de serie B. No obstante, la familia Beauchamp
Hambrough decide pasar al cattolicismo. Probablemente la familia deja
Londres después de la gran carestía que en el 1860 golpea la ciudad por
lo que muchos londinenses creen oportuno marchar a otro sitio,
sobretodo porque Londres se convierte en meta de todos aquellos que se
vienen a vivir a la ciudad desde sus tierras de origen, cercano Oriente y ex
colonias inglesas, así como también de las aldeas londinenses , en busca
de una vida mejor que, de todas formas, no se presenta como tal.
La familia Beauchamp Hambrough busca un sitio más tranquilo
donde habitar y hacer crecer a sus hijos. Esta familia pertenece al grupo
de familias acomodadas, y puede permitirse el lujo de llevar a sus hijos a
colegios de prestigio como el del Sagrado Corazón, donde Catalina
estudia música y canto. De la educación refinada recibida emana de ella
un toque de señorío que la distinguirá a lo largo de su vida.
El caos de Londres, además, no es solo de tipo social. Son los años
en que se difunden las teorías de Darwin, On The Origin of Species (1859)
y The Discent of Man (1871), que en el campo científico y religioso llevan
a debates y polémicas sobre la creación del hombre, así como viene
presentada por la Biblia, y habla de una normal evolución de la especie
animal que habría sido el origen de la aparición del hombre sobre la
tierra. Los monos, según él, son los inmediatos predecesores del hombre
que de ellos ha ido desarrollando el cerebro capaz de darle las actuales
dotes de inteligencia. Naturalmente quien admite tal doctrina no
considera la presencia en el hombre de un alma imagen de Dios. De aquí
nacen las violentas disputas entre estudiosos de escuelas distintas, o sea,
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entre aquellos que ven el evolucionismo como única causa del origen del
hombre, aquellos que niegan totalmente tal origen, basándose en la
Biblia, y aquellos que aceptan algunos principios, pero después hipotizan
una intervención de Dios en el camino de evolución de la especie
imprimiendo en el “mono evolucionado” un alma inmortal. De todas
formas, tales discusiones ayudan a los cristianos que sienten la exigencia
de profundizar en la propia identidad. En el camino de tal profundización
muchos descubren el catolicismo y todo lo que la Iglesia católica ofrece a
nivel de pensamiento y de atención a las nuevas pobrezas sociales y que
no encuentran en las otras confesiones, sobretodo en la anglicana y
luterana, tan difundidas en Inglaterra. De este modo muchos adhirieron.
Podemos hipotizar que también la familia Beauchamp Hambrough
se haya convertido al catolicismo bajo los impulsos de las mencionadas
tensiones sociales y religiosas.
Las vicisitudes del inicio del Novecientos que golpean a Londres y a
Inglaterra, sin embargo, no anulan su notable y secular historia. De hecho
sabemos que Londres, Londinium en latín, fundada por los Romanos
como una fortaleza, tenía ya, a finales del siglo III un puente sobre el
Támesis, templos y edificios majestuosos y contaba con unos 30.000
habitantes, una cifra enorme para aquellos tiempos.
Con la decadencia del Imperio Romano y las invasiones de los Scoti y
de los Sajones, la ciudad decae hasta que en el 1066 Guillermo el
Conquistador, Duque de Normandía, conquista toda Inglaterra y lo
coronan rey en la Westminster Abbey en Londres, considerada desde
siempre capital de aquel territorio. Con él y con sus sucesores Londres
adquiere su antigua belleza que conserva durante los siguientes cinco
siglos. En el 1666, sin embargo, un incendio destruye los cuatro quintos
de la ciudad, que viene golpeada también por una grave pestilencia.
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Reconstruida no en madera como antes, sino con ladrillos, en el 1770
toma el aspecto actual con parques y jardines.
La sucesiva época victoriana (1837-1901) será recordada por la
grandeza y esplendor alcanzados por Inglaterra. La economía británica, de
hecho, adquiere una superioridad aplastante sobre la de los otros paises.
Las naves inglesas dominan en todos los mares haciendo del estado
Inglés, transformado en estado nacional, uno de los más florecientes y no
solo de Europa. Muchos se favorecen y en particular la burguesía que se
enriquece notablemente sobretodo porque está implicada en las
empresas del gobierno desde hace ya tiempo, estando Inglaterra
gobernada por una monarquía institucional en la que los ciudadanos
tienen voz y sobretodo un estilo de vida y una concepción firmemente
democrática.
Esto explica también muchas de las actuaciones de la Madre
Riccarda religiosa y sobretodo Abadesa. De hecho ella no absolutiza su
poder de vicaria primero y de Madre general después, sino que escucha
con atención e interés el parecer de los otros sin temor de tener que
retroceder sobre sus decisiones cuando adquiere con detalle más
elementos de juicio. Pero no todos comprenden esta característica suya.
La Orden en la que vive está hecha de personas que provienen de paises
distintos y por lo tanto de diversa mentalidad y de un estilo de vida
completa y decisivamente diferente y estas personas, mientras le
reconocen lo positivo de su mentalidad “democrática”, atenta a las
necesidades de los otros, no siempre le reconocen aquello que ellos
juzgan negativo, o sea, cambian por autoritarismo lo que es solo firmeza
en la guía de la Comunidad y por debilidad su sentido democrático.
Veremos que esto, con el pasar de los años, le creará problemas.
Pero volvamos a Inglaterra.
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Con la victoria en la primera guerra mundial Inglaterra alcanza una
notable expansión colonial que no crea sin embargo riqueza para todos.
De hecho la pobreza es mucha porque las diferencias sociales no han sido
eliminadas por el esplendor del gobierno y la divergencia entre la clase
pobre y la rica continúa a existir no solo en Londres, sino en las demás
ciudades. A la miseria material se añade la moral con la que
probablemente se encuentra también Catalina y quizás esto la llevará a
abrazar una vida mixta de oración y de servicio al prójimo más
necesitado, como veremos.
Adolescencia y juventud
No conocemos mucho, sobre la adolescencia y la juventud de Madre
Riccarda y de como tales sucesos hayan influido en ella aunque sea a nivel
inconsciente. Ciertamente su sensibilidad la hace capaz de penetrar en
todo cuanto sucede a su alrededor y tales elementos vienen sintetizados
en lo más profundo de su ser para después hacerlos resurgir en actitudes
propias.
Hemos dicho que había estudiado canto y música en el colegio de
las Damas del Sagrado Corazón y esto había dejado en ella una gran
sensibilidad hacia la música y el canto, sensibilidad que la joven había
demostrado ya desde pequeña.
Mencionamos un solo episodio, contado por ella misma a la
hermana Teresa Perciaccante: cuando tenía cuatro años: un día, se había
acercado al piano de casa sintiendo un gran deseo de tocarlo. Había
empezado a “tocar”, según ella, pero a un cierto momento su padre había
preguntado en voz alta que quién estaba haciendo tanto ruido. Ella se
había asustado a tal punto que corrió a esconderse, por miedo a la
reacción de su padre. Sin embargo el padre no pareció dar ninguna
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importancia a la cosa dado que además la niña, única hija entre dos
chicos, era su hija “muy querida” como se evidencia en la carta que
escrive a Madre Isabel muchos años después de este episodio.
Boguor
20 de julio de 1914
Querida y Rev.ma Madre,
Siento la necesidad de escribirle unas letras para darle gracias mil
veces por su amable mensaje, por la bonita imagen que me ha mandado y
por las oraciones de las que le estoy profunda y verdaderamente
agradecido. También quiero agradecerle con profunda gratitud por las
atenciones que le dispensa a mi querida hija. Espero que nos podamos
encontrar de nuevo. Hoy me duelen los ojos de tanto escribir cartas. Por
favor, perdóneme la grafía.
Con todo mi afecto, créame,
Suyo afectísimo
W. B. Hambrough.
El ya anciano señor Hambrough esconde el dolor por la lejanía de la
hija con el estilo sobrio del que sabe que otro se cuidará de ella y expresa
todo su afecto por la hija en la expresión “profunda gratitud por el
amable cuidado”. Cada sustantivo se acompaña a un adjetivo: profunda,
amable, que abren un espacio en su ánimo.
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En busca de su vocación
En la congregación benedictina
Los orígenes de la familia y la educación recibida nos hacen pensar que la
joven tuvo una “buena educación”, como se suele decir, pero esta dote
humana fue perfeccionada con el tiempo por la caridad. Del plan natural,
de hecho, ella pasa al plan sobrenatural, por lo que la buena educación
recibida se transforma en una exquisita delicadeza de trato y de
sentimientos, alimentada de humildad. La vida con Dios, que se respira en
familia, con la convicción que comporta, trasmite toda la importancia de
ser criaturas, amadas y amantes de Dios, algo que ha caracterizado otras
vidas a través de la historia de la Iglesia donde encontramos hijos de
reyes, caballeros o damas de corte, como santa Inés de Praga, santa Luisa
de Francia, la misma Brígida de Suecia, san Nuno de Portugal, que
tomando en serio el Evangelio se han hecho pequeños y humildes en el
seguimiento de Cristo. Estos han elegido, en tiempos distintos, vivir la
pequeñez que el mismo Jesucristo vivió con su encarnación, como nos
recuerda Él mismo en el Evangelio de san Juán: “De Dios he salido y
vengo” (Jn 8,43). De Dios, o sea, de la máxima gloria, ha venido a la
humildad de ser hombre y llama a otros para que le sigan de una manera
misteriosa y sublime.
Así le sucede también a la joven inglesa la cual, habiendo
descubierto la llamada a una vida de intimidad con Dios, comienza a
ponerse el problema de dar una forma concreta a su vida para seguir al
Verbo encarnado en la forma más adecuada a sus personales
aspiraciones. Se enfrenta así, a lo que generalmente llamamos búsqueda
de la propia vocación. La persona, de hecho, después de haber sido
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llamada a la existencia, es llamada también a realizar el proyecto que Dios
tiene para ella y que no es algo externo a ella misma, sino la respuesta a
sus aspiraciones más profundas. Vivir en un convento o no, no es algo que
Dios quiere como un capricho, sino la realización exterior de un deseo
interior, como diremos más adelante.
En tal búsqueda, tambien la joven mira a su alrededor. Encuentra a
las monjas Benedictinas que en el apartamiento exterior del mundo viven
la alabanza a Dios y la acogida de todos aquellos que llaman a sus
monasterios y piden vivir con ellas la experiencia de Dios, aunque sea por
un breve periodo de tiempo, y viene aceptada. Ella sabe bien que abrazar
un estilo de vida en vez de otro la ayudará a alcanzar la plena realización
personal. Decir sí o no en libertad total significa sentirse realizados o no.
De hecho cada opción de vida, conforme a la gracia divina, adquiere el
valor di un instrumento que la persona acoge en respuesta a las
indicaciones del mismo Dios que conoce las exigencias más íntimas de
cada uno.
Usando una serie de ejemplos, podemos entender mejor este tema
que tiene como fondo el amor de Dios Padre. Él, que ama a cada uno de
sus hijos y quiere para ellos la felicidad, sabe qué es lo que necesita cada
uno y poco a poco los guía, si la persona se abandona en Él.
La grandeza de Madre Riccarda está en haber entendido que la vida
religiosa es el modo en que ella puede responder al deseo de Dios en su
realización personal.
Como ella, otros muchos viven la vida religiosa y otros tipos de vida,
no como una cadena que los oprime, sino como el modo para ser felices
en la tierra y en la eternidad. ¿No ha dicho Jesús a los que lo seguían (y no
eran solo los Apóstoles) y le preguntaban: “¿Nosotros que hemos dejado
todo qué tendremos a cambio?” “El ciento por uno en esta vida y después
la vida eterna”. En este “todo” no están solo los bienes materiales o los
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afectos que nos bloquean, sino toda la persona, el yo que ha puesto
Lucifer contra Dios, el querer estar al centro del ser y del mundo y no
criatura de Dios, el querer brillar de luz propia y no como un reflejo de la
luz de Dios. Por este motivo quien vive su vocación con autenticidad,
como ha hecho Madre Riccarda que fue considerada una santa ya en vida,
vive sereno, contento, aún dentro de las dificultades. A menudo los otros
no se lo explican. Muchas veces quien vive con los criterios del mundo y
no con los de Dios se maravilla y se escandaliza y los critica con una punta
sutil de envidia. Sin embargo sería tan fácil estar serenos. Bastaría entrar,
día a día, siempre más en la óptica de Dios y convencerse de que “todo
concurre al bien de aquellos que aman a Dios” (Rm 8,28) y que lo que se
está haciendo en aquel momento es un pequeño refuerzo de una
realización eterna, como repite a menudo Madre Riccarda en sus cartas a
las hermanas.
Cierto, no siempre todo es fácil porque se trata de tener la mirada
fija en el misterio de Dios y sabemos que el misterio, generalmente, se
revela entre rayos de luz y murallas de oscuridad, pero Él es siempre
como el sol el cual, si te paras bajo sus rayos, te ilumina y te calienta.
Por este motivo, cuando una joven mujer, reflexionando sobre su
vida, descubre esto, vive su búsqueda vocacional con serenidad y con
desapego tanto que la Superiora del Tyburn Convent de Londres, Madre
María de S. Pedro, o sea María Adele Garnier, en una carta del 4 de
noviembre de 1914 a la Madre Isabel habla de Madre Riccarda, que en
ese momento tiene 27 años, como de una persona que se hace notar por
su dócil obediencia, por la generosidad y la buena disposición y dice con
seguridad que podrá ser una santa religiosa.
La Superiora que escribe esto sabe bien qué cosa significa la
vocación. Su carta deja entrever una mujer serena, aunque sabemos que
tampoco para ella ha sido fácil.
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Ella nacida en Borgoña (Francia), desde su juventud ha cultivado un
intenso amor por la Eucaristía y por el Corazón de Jesús, por eso funda en
París en el 1898 las “Adoratrices del Sagrado Corazón Corazón de Jesús de
Montmartre”. En el 1901, a causa de las leyes intolerantes del gobierno
francés la Comunidad tiene que marcharse a Inglaterra y se establece en
Tyburn en el corazón de Londres, donde vive, los primeros años del 1900.
La futura Madre Riccarda, que ha descubierto la vida religiosa,
escribirà más tarde a la abadesa de Syon el domingo de Ramos de 1916,
que en ella hay “gozo y consolación” y que siente no solo vivir “para la
verdadera y sólida realidad eterna”, sino de poder ayudar a los demás a lo
largo del camino. Mirando a su alrededor, ella se había dirigido a este
monasterio atraida por la vida benedictina, aquella vida que en el “ora et
labora”, o sea, en la unión con Dios y también con el trabajo manual,
había experimentado siglos antes un joven noble, que más tarde será san
Benito de Norcia.
En esta Orden la joven, mientras madura la convicción de vivir la vida
religiosa, tiene una cierta dificultad para vivir aquel estilo de vida que le
parece demasiado alejado del mundo. De hecho las monjas benedictinas
viven la caridad hacia el prójimo en la oración y en la acogida de todos
aquellos que vienen a llamar a las puertas de sus monasterios para pedir
hospitalidad. No las encontramos entre la gente y tampoco ellas abren las
rejas que las separan del mundo. Riccarda está atraida por su vida de
oración, pero siente que las rejas son demasiado gruesas. Quisiera una
clausura solo del corazón, pero en aquel momento no encuentra nada
mejor.
Habría quedado por siempre en aquel monasterio de Londres si Dios
no la hubiese ofrecido algo más adecuado a su ser y veamos como.
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El encuentro con el carisma brigidino
Dios, que vela por aquellos que le buscan, le pone en su camino al
padre Benedicto Williamson che le habla de una religiosa, Isabel
Hesselblad, que cultiva el sueño de hacer renacer la antigua Orden de
santa Brígida hecha de intensos momentos con Dios y de muchos
momentos al servicio del prójimo más diversificado.
Pero ¿Quienes son Isabel Hesselblad, padre Benedicto Williamson y
santa Brígida, nombres nuevos en su vida?
Damos un breve perfil de sus figuras dado el impacto que han
tenido en la vida de Katharine, más tarde hermana Riccarda.
Isabel Hesselblad, nace en Suecia, el 4 de junio de 1870, quinta de
trece hijos en una familia de religión luterana.
Fue bautizada con el nombre de María. Quando era poco más que
adolescente, su padre enfermo y, no obstante esté enferma también ella
desde que tenía doce años, de una enfermedad que le causaba graves
úlceras intestinales con hemorragias internas, María decide marcharse, a
diecisiete años, a América para encontrar trabajo.
Se hace enfermera y en el hospital conoce a algunos católicos que le
causan admiración por el modo en que aceptan el sufrimiento.
En realidad ella, que no ha sido nunca practicante aunque fue
bautizada en la religión luterana, está en busca de una religión y de una
Iglesia que le muestren el rostro de Cristo.
Se interesa por santa Brígida de Suecia, de la cual ya conoce la
historia. Y será propio esta santa a realizar un papel importante en su
vida, nosotros ahora presentamos brevemente su figura.
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Brígida nace en junio de 1303 en el castillo de Finsta cerca de
Uppsala, en Suecia.
A los catorce años, según las costumbres de la época, el padre la dio
por esposa a Ulf Gudmarsson, hijo del gobernador de Västergötland y
Brígida, no obstante hubiera tenido ocho hijos, con la ayuda del marido
que como ella era terciario franciscano, se dedicó a los pobres y a los
enfermos. Fue dama de corte pero no resistió a la vida frívola de los
soberanos y regresó a su casa.
La vida de Brígida cambió cuando comenzó a tener visiones de
Cristo, el cual en una de éstas la escogió como “su esposa” y “mensajera
del gran Señor”. Durante las visiones, Cristo le pedía trabajar por el bien
de su País, de Europa y de la Iglesia. Ella, entonces, envió cartas y
mensajes a los soberanos y al Papa. Mientras tanto fundaba una Orden
Religiosa, llamada del Santísimo Salvador que quería inspirarse a la Iglesia
primitiva unida en el Cenáculo junto a María. La nueva Orden fue
aprobada en 1370. Brígida había obtenido como regalo del rey, el 1º de
mayo 1346, el castillo de Vadstena, y había comenzado los trabajos de
restructuración. Este lugar será más tarde la cuna de la nueva Orden.
En otoño de 1349, Brígida viajó a Roma con motivo del Año Santo
del 1350. Desde entonces Roma fue su segunda patria. A los 70 años,
Brígida fue a Tierra Santa donde contrajo una enfermedad che la llevó a la
muerte el 23 de julio de 1373. Antes de morir recibió el velo de monja de
la Orden fundada por ella.
Brígida de Suecia fue proclamada santa el 7 de octubre de 1391 por
el Papa Bonifacio IX. De ella nos han quedado las “Revelaciones” con las
que Brígida enseñó el Evangelio al pueblo, con un lenguaje sencillo e
inmediato.
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El Papa Juan Pablo II la proclamó compatrona de Europa el 1 de
octubre 1999. Santa Brígida es también la patrona de Suecia.
Además de las noticias que nos llegan a través de la historia,
sabemos otras muchas cosas por una carta que Madre Riccarda escribió a
la Condesa de Sparre, muy amiga de las brigidinas, en la que nos narra el
discurso del Obispo de Estocolmo sobre santa Brígida. Para él ella “fue
una madre ejemplar y una esposa fiel”.
Su Orden tuvo una gran influencia en la vida religiosa de los Paises
Escandinavos. Fue disuelta primero con la Reforma Protestante luterana,
después con la Revolución Francesa, mientras que una semilla quedó en
los nueve monasterios esparcidos por Europa los cuales fueron visitados
por Madre Isabel.
De esta figura se enamora Maria Hesselblad y empieza a concebir la
idea de convertirse al catolicismo. Habla de esto con el padre J.G. Hagen,
el cual, después de varios encuentros, en la fiesta de la Asunción de la
Bianventurada Virgen la acepta en la Iglesia católica. Vuelve a Roma y en
la casa de santa Brígida encuentra a las monjas Carmelitas. Vive con ellas
durante cuatro años. Mientras tanto tomó contacto y visitó las nueve
comunidades brigidinas que sobrevivieron en Europa desde la época
medieval. Eran las de Syon, no lejos de Londres, Altomünster en
Alemania, dos en Holanda, cinco en España.
En este tiempo María, ya religiosa con el nombre de Isabel, había
conocido a Benedicto Williamson, un joven arquitecto de Londres que
había venido a Roma en 1904, para hacerse sacerdote, pero que,
aconsejado por un amigo de la abadía de Syon, quería trabajar para dar
vida a los hermanos de santa Brígida.
Padre Williamson había nacido en Londres el 6 de junio de 1868 en
una familia Anglicana.
24
Se hizo amigo del padre jesuita William Eyve y le pidió entrar en la Iglesia
Católica. Fue acogido en el 1896, a los 28 años. Había sentido la llamada a
la vida religiosa y había entrado en la Abadía de Farnborough el 15 de
agosto de 1903. En el 1906 lo encontramos en Roma donde fue ordenado
sacerdote el 6 de junio de 1909. Regresó a su patria, pero no a su Abadía,
sino que lo hicieron párroco de Earlsfield (Londres). Aquí se unió al padre
Charles Murphy che había sido ordenado sacerdote con él en Roma y los
dos habían tomado la decisión de hacerse hermanos de santa Brígida.
Tenían numerosos jóvenes postulantes que estudiaban y vivían con ellos
en la casa parroquial.
De esta realidad parroquial saldrán las tres primeras vocaciones
brigidinas inglesas que llegarán a Roma en 1911. En 1914 llegará también
la futura Madre Riccarda. Después de algunas vicisitudes, se establece en
Roma.
A lo largo de los años padre Williamson siguió los acontecimientos
de la Orden y las anotó en su diario. Sabemos de este modo que en 1939
había vuelto a Roma y había encontrado en la Plaza Farnese a Madre
Isabel y a Madre Riccarda. Murió en Roma el 27 de octubre de 1948.
El renacer de la Orden Brigidina
Madre Isabel quería reavivar la antigua Orden brigidina, no fundar
una nueva, sobretodo porque conocía bien los límites de su salud que la
acompañarán durante toda su vida, tanto que en 1948 Madre
Riccarda escribirá a la hermana Francesca Lalli: “Pobre Madre,
verdaderamente es una víctima, son pocos los días del año en los que se
encuentra un poquito mejor”. Sin embargo, sucedieron dos hechos que la
obligaron a recapacitar sobre el proyecto: la muerte repentina de la
Madre Hedwig, la carmelita que la había acogido en el monasterio de
25
Plaza Farnese, y la llegada a Roma, para compartir su vida, de las jóvenes
inglesas.
A la muerte de Madre Hedwig la nueva superiora de las Carmelitas
le hizo notar que no podía estar en el monasterio porque no estaba
integrada con ellas en La Orden carmelita y le ofrece el alquiler de un piso
en la parte del edificio que daba a la calle Monserrato y que después
tuvieron que dejar en 1912. Entretanto el padre Benedicto Williamson
había encontrado tres jóvenes que querían venir a Roma para vivir la
experiencia brigidina, como la que había vivido Hermana Isabel. Las
jóvenes eran Caterina Flanagan, después Hna. Caterina, y Amy Davis que
tomó el nombre de Hna. Reginalda. La tercera volverá enseguida a
Inglaterra habiéndose dado cuenta de que no era aquella la vida que
buscaba.
Las tres llegaron a Roma a primeros de septiembre de 1911 y Madre
Isabel las acogió con gozo y entusiasmo. En marzo del año siguiente,
1912, llegó de Inglaterra otra joven, mandada por el padre Benedicto, que
tomó el nombre de Hna. Brígida y poco tiempo después, en 1914, llegó
Katharine Beauchamp Hambrough, que cambiará su nombre por el de
Hna. Riccarda.
Katharine se demuestra una persona de “estatura imponente y al
mismo tiempo de gran dignidad”, como recuerda en sus declaraciones
para la causa de beatificación Madre Famiglietti.
Volverá a Inglaterra solo después de muchos años y desde su tierra
escribirá a Hna. Francesca Lalli el 19 de julio de 1937: “Me parece un
sueño estar en Inglaterra después de una ausencia de más de 23 años;
pensaba que no volvería a ver mi patria nunca más en esta vida”.
Más tarde la pequeña comunidad junto con Madre Isabel, a finales
de 1912, deja la casa de la calle Monserrato y encuentra una nueva casa
26
en la Via Aurelia, 133. Cuando el propietario les pide un alquiler
demasiado alto para ellas, estas se trasladan a Via Corsica y después, en
1919, en Via delle Isole.
Trabajan sobre todo cosiendo y haciendo bordados y así empiezan a
tener contactos externos, sobretodo con los suecos, a los cuales ofrecen
hospitalidad y alojamiento a precios bajos, como hacían los antiguos
monasterios medievales.
Madre Riccarda en la carta a las Hermanas del 5 de enero de 1925
nos hace saber que su conventito “está separado de la casa de los
huéspedes”, pero que están atendidos por las Hermanas. Los Huéspedes,
de este modo, viven de manera económica y al mismo tiempo adquieren
espiritualmente otra riqueza porque las Hermanas con su estilo de
acogida testimonian los valores evangélicos de pobreza y de caridad, algo
que sorprende favorablemente a todos los que acogen en sus casas.
A este trabajo se añade la oración litúrgica y personal.
En los primeros tiempos la comunidad sigue el antiguo Oficio
brigidino que cambian después con el romano.
27
3
Katharine Beauchamp Hambrough en Roma
Katharine Beauchamp Hambrough e Isabel Hesselblad
Hemos dicho Katharine llega a Roma en el 1914 para hacer una
experiencia de vida claustral junto a la Madre Isabel Hesselblad,
acompañada de las referencias del padre Williamson. Además de éstas
tenemos una carta de la Abadesa del monasterio benedictino que
adjuntamos como testimonio directo de su personalidad.
Tyburn Convent A.S.H.
6 Hyde Park Place, London, W.
4 de noviembre de 1914
Querida y Reverenda Madre,
28
Hna. Richard ha sido nuestra postulante durante dos meses más o menos
y nos ha dejado por voluntad propia, porque no se sentía llamada para
nuestra Congregación.
Durante el tiempo que ha estado con nosotras la hemos encontrado muy
obediente, generosa, afable y siempre dispuesta a sacrificarse por los
demás.
Nos alegramos de saber que ha encontrado su vocación entre
vosotras y tenga la seguridad de que será una excelente religiosa.
Pidiendo sus oraciones, querida y Reverenda Madre, sinceramente
suya en el S. C
Hna. María de S. Pierre
Sup. G.le
Venir a Roma no tuvo que ser fácil para Katherine ni para su familia
que estaba más contenta de tenerla en el monasterio de Londres, junto a
su casa y en su tierra.
Muchos años después, el 11 de noviembre de 1953, Madre Isabel
recordando los primerísimos tiempos de la fundación habla de la Hna.
Riccarda en estos términos:
“Cuando llegó de su elegante casa de Inglaterra, ella era la más humilde
entre las hermanas. Yo estaba muy enferma, vivía en la pequeña casa
detrás de San Pedro, allí no había electricidad ni estufa de gas. El invierno
era muy frio y nosotras no teníamos la posibilidad de calentar la casa. Ella
se levantaba a las dos de la madrugada, iba a la cocina, encendía un poco
de carbón y calentaba agua para ponerla en mi cama. Todas las demás
dormían”.
Recuerda también la fatiga para encontrar una casa mejor: “El Señor
nos había bendecido, permitiendo que nuestra Comunidad alcanzase el
número de catorce miembros, pero era muy dificil, después de una larga
29
guerra, encontrar una casa más conveniente. Muchas veces Madre
Riccarda y yo teníamos que caminar durante mucho tiempo en el calor de
Roma hasta las afueras de la ciudad; allí nos habían informado que
habríamos encontrado algo más conveniente, una pequeña casa de
campo.
Muchas veces el calor era tan fuerte que al regreso, cuando nos
quitábamos las medias, también la piel se arrancaba. En estas y otras
muchas dificultades ella fue de gran ayuda para la Obra a gloria de Dios”.
La Hermana Clara Colasanto, que entró en las brigidinas en 1919
recuerda: “En esta nueva casa entró, en febrero de 1914, hna. Riccarda la
cual ocupó rapidamente el lugar más cercano a la Madre y, como ella
misma la llamó, fue su Cirineo porque con ella compartió las pocas
alegrías y las muchas pruebas y sacrificios que tuvo que sostener para
obtener de nuevo en propiedad la casa de la Santa Madre y consolidar la
Obra que el Señor le había confiado.
Fueron años de oración, ansias, sufrimientos físicos y morales que
nuestra querida y generosa madre acogió y abrazó con amor, al final su
deseo fue atendido y las fatigas y los sacrificios fueron coronados”.
Con el pasar del tiempo llegó para Katherine el día de la vestición
religiosa. Madre Isabel recuerda así ese día: “La ceremonia es presidida
por el Reverendísimo Padre Hagen S.J. El oratorio, adornado con flores de
los jardines vaticanos, es bellísimo. Dos grandes candelabros de bronce
sostienen las velas, adornadas con un lazo blanco, que arden junto a las
nuevas hermanas.
Después de la vestición tuvieron un encuentro con el Papa
Benedicto XV. Durante la audiencia el Papa quiso saber dónde vivían.
Madre Elisabetta respondió que les hubiera gustado vivir en la
antigua casa de santa Brígida, en la Plaza Farnese, pero la casa estaba
30
habitada por las monjas Carmelitas. Aquella casa era el sueño de sus
vidas, sueño que se realizará solo muchos años después.
La vestición religiosa
Antes de la vestición religiosa Katharine tuvo que escoger un
nombre y eligió el de Riccarda en honor del mártir inglés que vivió en la
abadía de Syon, Riccardo Reynolds, uno de los más notables estudiosos y
eclesiásticos del tiempo que, con Tomás Moro y otros, se opuso a las
pretensiones del rey Enrique VIII. En el 1535 fue encarcelado y, pocos
meses después, asesinado.
La Abadía de Syon fue oficialmente clausurada en 1539. La
Comunidad de hermanas tuvo que escapar a Flandes, después se
estableció en Rouen, cerca del rio Sena, y finalmente en Lisboa, Portugal.
Muchas jóvenes dejaron Londres en secreto para unirse a ellas. A finales
del siglo XIX, regresaron de nuevo a Inglaterra.
En estos años de exilio, habían llevado con ellas una preciosa
reliquia de Richard Reynolds. Era un capitel gótico manchado con su
sangre.
De hecho, Richard después de ser ahorcado, según la costumbre de
aquel tiempo, fue “descuartizado” y los restos fueron colgados en la reja
de la Abadía de Syon de la que formaba parte aquel capitel y que volvió a
Inglaterra con el regreso de las monjas de Syon.
Este mártir es el que quiere recordar Catherine y por eso escoge su
nombre.
Antes de la vestición ella escribe una carta a Madre Isabel. Es el 8 de
de septiembre de 1914:
31
Reverenda y querida Madre,
Quiero escribirle una carta a la vigilia del día en que seré revestida “del
hábito de Nuestro Señor”. Antes de nada, mi querida Madre, quiero
decirle con toda humildad, que siento muchísimo todas las penas y
desilusiones que le he causado desde que llegué aquí, a causa de mi
debilidad y de mi egoismo: siento muchísimo mi ingratitud y todas las
preocupaciones y molestias que os he causado. Le ruego, querida Madre,
que me perdone y le pido que continúe a tener paciencia conmigo. Yo
prometo, delante de Dios Omnipotente, de hacer todo lo posible en
adelante, para no pensar en mi misma.
Le pido, Madre, que rece mucho para que Nuestro Señor tenga
piedad de mi y me de fuerza y valentía, fe fuerte y amor grande.
Sobretodo pida a la Virgen y a nuestra Santa Madre que me ayuden.
Quiero también agradecerle mucho, con todo mi corazón, querida
Madre, por todo lo que ha hecho por mi. Usted ha sido muy buena
conmigo y ha hecho todo lo que hubiera podido hacer mi misma madre,
habiendo sido tan paciente conmigo.
Soy indigna de todo, pero procuraré demostrar mi gratitud con mis
actos. Le agradezco mucho todo lo que ha hecho para prepararnos a
nuestra vestición.
Yo rezaré mucho por Usted mañana, por sus intenciones y pediré al
Señor, si es su santísima voluntad, querida Madre, que Él haga que
mejore en su salud.
De su devota y agradecida, pero indigna hija
Hna. Riccarda
P.S. Le ruego, Madre, que pida a nuestra Santa Madre para mi un gran
amor a mi vocación y la gracia de ser siempre digna de ella.
32
En esta carta la joven inglesa, mientras está para comenzar el
noviciado, se confía con humildad a la guía y oración de la Madre Isabel.
Ella, que ha experimentado la vida religiosa, sabe que su vida con Dios,
ahora pasará a través de sus superiores, que son la expresión del rostro
de Dios sea en la ternura que en la severidad. A menudo, más adelante,
escribiendo sobre la vida en común a las religiosas de los otros conventos,
volverá sobre este tema subrayando que si los superiores hacen sufrir son
solo instrumentos en las manos de Dios para una purificación más
profunda.
Por su parte Madre Isabel comprende el valor de la joven inglesa y
le reconoce una participación en su carisma fundacional y hace de ella,
como dice hna. Clara, su Cirineo.
En realidad hna. Riccarda es más que un Cirineo. Acoge toda la
fuerza de un carisma que es oficialmente reconocido a Madre Isabel, pero
que ella siente la necesidad de compartir en la penumbra, en una vida de
profunda humildad, aunque hoy, a distancia de años, podemos decir que
el carisma fundacional que le fue dado como un don a Madre Isabel, le
fue dado también a ella. Es como si Dios hubiese mandado primero a
Madre Isabel a una obra que Madre Riccarda tenía que realizar
eficazmente, dadas las particulares condiciones de salud de Madre Isabel.
Por este motivo, reflexionemos aquí sobre el carisma fundacional,
propio de aquí comienza una experiencia nueva en la Iglesia, como lo es
para Madre Riccarda.
El carisma fundacional
33
Antes de ir adelante aclaremos el significado de un término que ya
hemos usado sin detenernos a comprender todo su significado en
términos teológicos. Se trata del término “carisma”. Este deriva del griego
“charis” y significa “gracia” es decir “don gratuito”. San Pablo lo usa en
sus cartas cuando quiere hablar del don de la vida eterna (“El don de Dios
es la vida eterna en Cristo Jesús Nuestro Señor” = Rm 6, 23), o de la gracia
(cf Rm 5, 15). En este caso, “carisma” indica la salvación de Dios
manifestada en Jesucristo. Sobretodo San Pablo lo usa cuando quiere
indicar el don de una vida entregada al servicio de los hermanos.
Entonces escribe: “Existen diversidad de carismas, aspirad a los carismas
más grandes” (1 Cor 12, 4. 31), retomando cuanto escribe San Pablo en su
primera carta: “Cada cual ponga al servicio de los demás el don que ha
recibido, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios”
(1 Pt 4, 10). El creyente, por lo tanto, ha recibido el carisma de la gracia
para poder él mismo dar a los demás el don o los dones recibidos. Cuáles
son estos dones y estos servicios que el creyente está llamado a dar a los
hermanos? San Pablo ofrece ejemplos concretos en 1 Cor 12 y Rm 12: El
apostolado, las curaciones, la profecía, el don de las lenguas, la misma fe,
pero quiere indicar una multiplicidad enorme de posibilidades de
servicios, todos necesarios. De hecho, cada carisma es una expresión
válida de la potencia de Cristo, pero ningún carisma puede pensar que es
el único instrumento del Espíritu o un instrumento privilegiado. A este
propósito San Pablo usa la metáfora del cuerpo humano que necesita la
eficiencia de todos los miembros para estar sano. Llevado a lo concreto,
su ejemplo significa que en la Iglesia debe existir una unidad orgánica de
los diversos servicios, cada uno con su específico y auténtico modo de
expresar la riqueza del rostro de Dios.
Cuando se tiene delante la vida de una o más fundadoras, lo
primero que se nota es que en aquella persona Dios quiere mostrar un
aspecto del rostro de Cristo que hasta aquel momento no había salido a la
34
luz o se había desatendido u olvidado. Se busca qué cosa Dios, en aquel
tiempo y en aquella historia, quiere decir a toda la Iglesia, a través de una
o más personas que se dejen conducir por el Espíritu Santo y se pierdan
en el misterio de Dios. A veces todo está claro desde el principio de una
fundación, otras veces se necesita un largo periodo de tiempo para
clarificarse y leer los signos humanos o divinos que involucran a las
personas.
Las experiencias anteriores de Madre Isabel la han llevado a hacer
resurgir la Orden de santa Brígida, las de Madre Riccarda le han hecho
comprender mejor la relación entre la vida contemplativa y la vida activa,
propio de la santa sueca, que ha pasado a la historia como una grande
contemplativa al servicio concreto del prójimo. Recordamos que, por
este motivo, ella había dejado a las benedictinas cuya vida procedía solo
entre los muros de su convento. Pero Madre Isabel y hna. Riccarda
sienten la necesidad de actuar el mismo carisma y en las dos asistimos a
un fenómeno que podemos definir inusual en los conventos. Hna.
Riccarda nunca será destinada por mucho tiempo fuera de Roma, a otros
monasterios, para ejercer cargos de duración y vivirá junto a Madre
Isabel. Este hecho podría parecer extraño desde el punto de vista
humano, porque están implicadas dos personas que habiendo vivido
siempre juntas podrían haber tenido actitudes de dependencia recíproca,
pero visto desde el plano sobrenatural adquiere otra tonalidad
completamente diversa que las dos hermanas comprenden muy bien,
tanto que Madre Isabel llama a hna. Riccarda su san Juan refiriéndose al
discípulo “amado” de Jesús, además de “Cirineo” por la ayuda en llevar
adelante el proyecto de Dios.
Más allá de la estima recíproca entre las dos
hermanas, se nota una complementariedad: Madre Isabel es fuerte, pero
siempre enfermiza, y hna. Riccarda posee las dotes naturales para
35
gestionar con delicadeza situaciones difíciles y complejas. Hemos visto
que proviene de una familia de origen noble, que posee una humildad
que es reconocida por la Abadesa del monasterio de las benedictinas
donde ha hecho su primera experiencia religiosa, que tiene la delicadeza
de una educación fuera de lo común, que sabe ser “Cirineo” como la
define la cronista del monasterio de la época sin hacerlo notar. Y, añade
Madre Tekla Famiglietti, actual Abadesa de la Orden, que ha conocido
bien Madre Riccarda, que su colaboración la ofrece “con total humildad,
obediencia y caridad siempre con la sonrisa en los labios”. Madre Tekla
añade: “Sin ofender a nuestra beata fundadora: si ella era considerada
ciertamente una santa, Madre Riccarda era considerada dos veces santa”.
De hecho, su vida estará estrechamente entrelazada con el desarrollo de
la Orden y ella aceptará con naturalidad su misión, unida con aquel Dios
en cuya intimidad vive día a día y del que proviene su personalidad típica
de mujer entregada a Dios y al prójimo.
36
PARTE II:
SUMERGIDA EN DIOS POR LOS HERMANOS
37
1
La vida con Dios
La vida mística
Para entender a Madre Riccarda, se tiene que entender antes su
específica relación con Dios, hecha de fe, de comunión, de abandono y de
tantas virtudes comunes en la vida de los cristianos, pero que cada uno
vive a su manera.
Ciertamente la suya es una vida mística, hecha de la conciencia de
estar movida por el Espíritu Santo e introducida, a través de Cristo, en la
dinámica trinitaria. Esta tiene unas características que se entrelazan en
su naturaleza humana y en su educación específica.
De todas formas, para evitar cualquier malentendido sobre Madre
Riccarda, mujer mística, se necesita antes que nada aclarar los terminos
usados porque no resulta que ella haya tenido aquellas manifestaciones
38
sobrenaturales físicas o psíquicas che, en general, permiten considerar a
una persona un místico o una mística. Todos, de hecho, sabemos que
cuando se habla de mística se piensa enseguida en fenomenos como los
estigmas, por ejemplo, o sea a fenómenos físicos visibles y
extraordinarios. No sabemos, siquiera si ha tenido experiencias místicas,
o sea aquellos breves contactos sensibles con la Trinidad que dejan una
señal en el espíritu y que generalmente, quien los tiene, los cuenta en los
diarios espirituales con pudor, pero que no se olvidan jamás en la vida.
Madre Riccarda vivía lo que por definición es la “vida mística” che no se
ve, pero de la que se ven los frutos del Espíritu que San Pablo nos indica:
“Amor, gozo, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad,
mansedumbre, dominio de sí” (Gal 5, 22).
También ella, con la creación, ha tenido la imagen de Dios y con el
bautismo la participación a la vida divina. A estos dones ha añadido su
deseo de una vida siempre más íntima con Dios. Como en los amores
humanos el pensamiento va continuamente hacia la persona amada y el
corazón la tiene presente en cada momento aunque esté ocupada en
otras actividades propias de la vida diaria, así la vida mística es vivir
conscientemente el “Para que velando o durmiendo, vivamos juntos con
Él. (1 Ts 5, 10). Es un don que Dios ofrece a todos los bautizados y a todos
los hombres creados a su imagen (cf Gn 1, 27), pero del que, en general,
no se tiene conciencia o no se quiere tener, porque “fuerte como la
muerte es el amor” (Ct 8, 6) y tiene siempre una dimensión de
sufrimiento que no se quiere aceptar, o porque nadie nos ha dicho que
dentro de cada uno se esconde, adormecido, un místico, como afirma
Bergson, y que se despierta solo con la presencia y las palabras de quien
se ha abandonado totalmente al Dios presente, lejano y cercano, como
decía Margherita Porete, una mística del 1300. Lejano porque es Dios,
cercano porque en Cristo Jesús ha revelado su Rostro y en él nos ha
“hecho reyes”, como afirman los Padres de la Iglesia, pero nos deja libres
39
de acoger o rechazar este don que no es automático, recibido una vez
para siempre, sino que movidos por su gracia, sentimos el deseo de
unirnos a Él día a día.
Este que parece un discurso difícil se vuelve sencillo si pensamos en
el paraiso terrestre. Antes del pecado Dios paseaba con Adán, había una
relación de amistad e intimidad continua entre ellos. Cuando Adán y Eva
quisieron, no por gracia sino por soberbia, ser como Dios, pecaron y se
escondieron, no pudiendo soportar la presencia del Dios amigo. Ha sido
necesaria la Encarnación del Verbo, venido a reparar el pecado original y
personal, para que tuviéramos de nuevo la posibilidad de “pasear” con
Dios. Pero como de todas formas permanece un poco del veneno del
pecado original, se necesita limpiar la imagen de Dios en el hombre hasta
llegar a ser conformes a Cristo, el cual revelándose (cf GS 22), hace capaz
al hombre de ahondar en lo más profundo de su ser donde vive Dios,
respetando la voluntad de ruptura definitiva con Él, que después lleva al
infierno. Esto no significa que no se cometerán ya más pecados mientras
se vive, al contrario la fragilidad personal se experimenta día a día, pero
exige volver a levantarse después de cada caída para hacernos abrazar de
nuevo por el Padre, como el hijo pródigo y comprender que el bien
supremo es aquel al que el hijo mayor de la parábola, que quería un
cabrito para hacer fiesta con sus amigos, no había pensado nunca
mientras el Padre le dice: “Tu has estado siempre conmigo y todo lo mio
es tuyo” (cf Lc 15, 31). Pero él no lo acepta y no lo entiende y no entra en
la casa del Padre para participar en la fiesta.
A todos nos puede suceder lo mismo: trabajar tanto, rezar tanto,
porque se piensa que así se está con Dios, que así nos hacemos santos,
pero en realidad nos convertimos en “cisternas resquebrajadas” (Jer 2,
13) que a simple vista parece que están bién, pero después no sirven para
40
nada. También nos podemos dejar llevar por el orgullo, como Lucifer, de
ser como Dios.
El hecho que Madre Riccarda recomiende siempre la humildad y la
viva ella misma, como podemos notar en algunas expresiones de sus
cartas, de las que citamos algunos fragmentos, en las que nos dice que
había entendido bien la esencia de la vida cristiana.
Por ejemplo, escribiendo a la Abadesa de Syon el 13 de diciembre de
1917 afirma: “Nuestra queridisima Madre hubiera querido escribirle
personalmente, pero desgraciadamente, está delicada en cama, y me ha
pedido que la escriba de su parte”. Se hace así instrumento de otra,
mientras hubiera podido ponerse en el lugar de la Madre, o también
cuando en el 1924 escribe que ha tenido el “gran privilegio ... de ser su
compañera de viaje”.
No ponerse al centro de la atención es típico de su profunda
humildad que nos hace percibir que su vida con Dios era auténtica. Por
este motivo, en lo cotidiano, en sus acciones se podían reconocer las
virtudes teologales y las cardinales además de la delicadeza, la acogida y
el valor del apostolado del sufrimiento, cosas todas de las que nace
después la fecundidad de sus obras, que nos recuerdan la espresión de
Jesús: “Cada árbol se reconoce por sus frutos” (Lc 6, 44).
El don de la vocación religiosa
En la carta escrita el día anterior a la vesticion, que ya hemos
mencionado, se evidencia la certidumbre de que su vocación es el don
que Dios le hace para que ella pueda ser feliz por siempre, o sea, tener
intimidad con Él.
Años después, en el 1946, escribe: “La vocación viene de Dios y no
de los hombres”, lo que nos hace entender que ella considera su vida
como religiosa un gran don de Dios.
41
Ante este don toma la responsabilidad de acogerlo, como afirma en
la siguiente carta dirigida al padre Federici en la que pide, junto a las
demás, “recibir el velo”:
Rev. Padre,
Nosotras, las hijas de S. Brígida, pedimos humildemente a Su
Reverencia que tenga la bondad de pedir al Ilustrísimo señor Cardenal
Vicario que nos conceda la gracia de recibir el velo negro en la fiesta de
nuestra Santa Madre, - 23 de julio – o en la fiesta de la Asunción, 15 de
agosto. Nuestro confesor, Padre Hattais, General de los Sacerdotes de la
Misericordia, está muy bien dispuesto, y piensa que aquella grande gracia
de unirnos más fuertemente a nuestro Divino Esposo, hará mucho bien a
nuestras almas. Será también una gran consolación para nuestra querida
Madre Superiora.
Pensamos que sería una gran ayuda para caminar con entusiasmo
por la via de la perfección.
Comprendemos que nuestra responsabilidad será mayor, pero para
esta, con la gracia de Dios, estamos preparadas.
Con profundo respeto, se lo agradecemos anticipadamente;
pedimos también sus oraciones y su santa bendición para nuestra querida
Madre y para todas nosotras.
Sus humildes hijas en Corde Jesu
Sor Maria Bridget
Sor Maria Catherine
Sor Maria Reginalda
42
Sor Maria Richard.
Sor Riccarda, como las otras, sabe que la confirmación por parte de
la Iglesia trae consigo la aceptación de una gran responsabilidad y lo
subraya escribiendo a una hermana, sor Clara Colasanto, años después, el
14 de noviembre de 1923: “Queridísima hermana Clara mia... Finalmente
ha amnecido para ti aquel día glorioso y tan solemne de tus desposorios
con el Esposo Divino. Estoy segura, querida, que durante estos meses has
preparado de manera diligente tu vestido nupcial”.
No se puede acoger el día solemne de las bodas con superficialidad
o solo por un deseo personal de “colocarse”. La vida religiosa tiene
sentido si se vive “solamente por Dios, para darle más gloria”, aceptando,
todo aquello “que Él quiere y permite” para que al final de la vida se
pueda tener conciencia de no “haber desaprovechado la gracia”, como
ella escribe en la misma carta. De todas formas, no hay que sentir la
responsabilidad como un gran peso que nos aplasta. De hecho, a la
misma hermana escribe el 18 de noviembre de 1926: “Pediré a Jesús que
le conceda la gracia de estar siempre enamorada de Él para que su vida
sea un continuo acto de amor”. Será propio este continuo acto de amor el
que permitirá a hna. Clara ser santa, “pero de la manera que Él quiere y
con los instrumentos que Él crea necesario utilizar”, por eso a hna. Clara
no le queda más remedio que someterse “con humildad y dulzura, y
sobretodo con amor tierno a lo que Jesús quiere hacer de ella”, sin
rebelarse “a los toques de este divino Maestro y Esposo”.
Estos toques pueden ser , como escribirá a hna. Agata Ranieri el 7
de novembre de 1941, “una grandísima gracia” gozosa, pero también
dolorosa, dado que “Él mismo nos ha dicho: “Si alguien quiere venir en
pos de mi, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mc 8, 34). En
este vaivén de luz y de dolor Madre Riccarda dice que se llegará a la unión
con Dios y en la realización de Su Divina Voluntad, momento por
43
momento, se encontrará la felicidad”, como escribe en la misma carta. Y
para ser felices es necesario, según ella, que Dios sea el único fin de su
vida por lo que puede escribir a Hna. Rosaria Cariglia el 21 de noviembre
de 1941: “Querida hija, nosotras las religiosas, y esposas de Jesús
tenemos una gran responsabilidad y de esta responsabilidad tendremos
que dar cuenta un día, pero no debemos desalentarnos, amor y confianza
serán las dos alas con las cuales volaremos en alto y superaremos los
obstáculos; pidamos a nuestro esposo Divino los dones sublimes de un
amor ardiente y una confianza indestructible”.
Madre Riccarda enseña con dulzura la conciencia del don y la
responsabilidad de tal don, pero también que es Dios el que llena el
corazón de amor ardiente. Dios está siempre al centro, un Dios que
ofrece dones gratuitos y que es fiel, como recuerda continuamente la
Sagrada Escritura.
El camino a la santidad: confianza y deseo, obediencia
Y unión de voluntad
La segunda característica de su experiencia con Dios es para
Madre Riccarda el caminar hacia la santidad en fe pura y deseo
ardiente. Para ella la santidad se identifica con “el mayor progreso
en el camino de la virtud y de la perfección religiosa, meta última de
nuestra vocación”, como escribe el 26 de mayo de 1961 a la Madre
Mechtildis y como repite a hna. Maria Grazia Compagnoni el 27 de
mayo de 1961: “No hemos por ventura venido a la religión para
practicar la virtud y crecer día por día en la perfección?”.
Esta santidad se apoya en la fe en Dios el “único que nos
puede dar felicidad”, como escribe el 2 de julio de 1924 a la Condesa
von Rosen y que sabe que cosa se necesita “para nuestro bien
presente y para nuestro Eterno bien” como añade a la misma el día
8 de julio de 1927.
44
Madre Riccarda es hija de su tiempo, cuando la teología
anticonciliar ponía el acento no tanto en que es Dios el que nos hace
partícipes de su santidad a través de Cristo, respetando nuestra
voluntad, sino que es sobretodo el hombre quien se prepara en esta
vida “para la vida que dura para siempre”, como escribe el 6 de
febrero de 1926 a la Condesa.
Por eso ella repite a menudo frases como “tener que caminar
en santidad”, “llegar a la santidad”, “ me tengo que hacer santa”,
según el lenguaje propio de la religiosidad de su tiempo. Con el
tiempo, sin embargo, después de casi 25 años de vida religiosa, en el
1937, anticipando el Concilio, mientras escribe a hna. Francesca el
17 de noviembre de 1937 intuirá que “para dar Jesús a las almas,
tenemos primero que cultivar, con la gracia divina, una vida interior
muy profunda, la vida de Jesús en nosotros”, que Él “pone en
nosotros un grandisimo amor por Él – Su Santidad – su fuerza y el
amor por el sacrificio”. Parece que haya experimentado que, en el
fondo, lo importante es acoger la santidad de Jesús aún en las cosas
pequeñas y sencillas: Jesús quiere “nuestra fe, nuestra confianza y
perseverancia en el pedir”, dice a Hna. Gema el 26 de agosto de
1936, porque “cuando Jesús ha destinado una cosa, Él nos da todo
lo necesario , espera de nosotros solamente el consentimiento de
nuestra voluntad y nuestra confianza en Él”, dice a Hna. Francisca el
1 de diciembre de 1937. Después recomienda a esta última el 8 de
diciembre de 1937 no soñar grandes cosas, sino confiar ciegamente
en Él, porque “Nuestro Señor es bueno y nos escucha siempre”,
come escribe a la condesa von Rosen el 11 de julio de 1947.
La fe le hace ver a Dios no solo como el misericordioso y el
dador de todo bien, sino el “Omnipotente”, como escribe el 6 de
febrero de 1946 a la amiga Eva, hermana de Madre Isabel y “puede
45
darnos lo que necesitamos para nuestro bien”, por eso le tenemos
que demostrar “nuestra gratitud con una vida virtuosa”, como
subraya el 26 de noviembre de 1948 a las Hermanas de Lugano, en
nombre de Madre Isabel.
Tal fe, don de Dios, exige un deseo de unión, el “deseo de que
su amor se encienda cada vez más en nuestros corazones”, como
escribe el 2 de junio de 1961 a las Hermanas que viven en la India, y
en ocasión de una Navidad recomienda: “Pedid al Señor que llene
vuestros corazones de amor por Él y con el deseo de darle todo”,
mientras ella, en la fórmula de la profesión muchos años atrás había
recitado: “Impulsada por el deseo de servirte”.
Para subrayar como este deseo sea necesario para vivir con
Dios, añadimos otros tres escritos. El primero del 23 de abril de
1924 a Sor Clara que ella afectuosamente llama “mi monaguilla” y
donde dice: “espero que te hagas una verdadera santa por la gloria
de Dios, no es fácil, pero teniendo un tan gran deseo en tu alma,
quiere decir que Jesús te ha destinado para serlo, y Él no te hará
faltar nada de lo que necesites con todos los medios posibles” y
todavía algunos meses después, el 2 de julio de 1924, le recuerda:
“De joven novicia tenías siempre un vivo y fuerte deseo de la
perfección religiosa, y Jesús dándote este deseo (porque es un don
del Buen Jesús) te da también los medios para llegar poco e poco a
la plena realización de este deseo que Él mismo ha sembrado en tu
alma” y ella lo puede decir con razón pues fue su maestra de
novicias.
El último fragmento ha sido tomado de una circular del 5 de
enero de 1925 en el cual hace constar llena de alegría, junto a
Madre Isabel, que sus “hermanitas” del convento en Via delle Isole
están movidas “por el deseo de crecer en santidad”.
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Tal santidad exige, según ella, la obediencia y la unión de
voluntad.
Por lo que se refiere a la obediencia, nos remitimos primeramente a
Cristo Nuestro Señor. De Él se pueden decir muchas cosas, pero quizás la
que más impacta es la obediencia (cf Jn 5, 30) que coincide con la
perfecta unión de voluntad. Madre Riccarda parece haber entendido, más
allá de las distintas facetas de la personalidad humana de Cristo, propio
ésta, que es la esencia de su ser. El fiat parte de María, se desarrolla en la
vida del Hijo hasta el fiat del Getsemaní como el medio mejor para poder
decir: “todo está cumplido” (Jn 19, 30). ¿Qué cosa se ha cumplido? El
proyecto del Padre que crea al hombre para la intimidad con Él, intimidad
rota por el pecado original y reconstruida por Cristo que puede decir: “Mi
alimento es hacer la voluntad de aquel que me ha enviado y llevar a cabo
su obra” (Jn, 4, 34). Sin alimento no se puede vivir, por eso, también en la
vida cristiana, si se quiere vivir, se necesita tomar de este alimento.
Riccarda lo ha entendido bien por eso lo repite en muchas cartas.
Nosotras presentamos solo algunas. A Sor Francisca el 27 de marzo de
1950 escribe: “ Solo en la adhesión de nuestra voluntad con la voluntad
de Dios está el verdadero amor al Señor y la verdadera santidad”. A la
Condesa von Rosen el 9 de enero de 1943: “Sabemos que Nuestro Divino
Salvador hace bien todo aquello que permite o quiere directamente; que
su Divina Voluntad, actuada perfecta y amablemente, sea la meta y el
deseo de sus hijos. Solo en ésto encontramos la verdadera paz y
felicidad”.
El 13 de agosto de 1936 escribe a una hermana: “La única felicidad
es la unión con Dios, uno con Él en la perfecta uniformidad de nuestra
voluntad a la voluntad Divina en todo”.
Esta unión de voluntad que identifica a Cristo no quita “amarguras,
dificultades y sufrimientos” pero “hace que nuestra vida sea una oblación
47
a Jesús para su gloria y para su Reino en las almas”. Por eso la oblación,
que es la abnegación de si, le hace escribir desde el 25 de octubre de
1915 a la Abadesa brigidina de Syon que rece por ella y por las hermanas
que se preparan a la vestición con ella “para que puedan crecer en fervor
y abnegación”.
A las hermanas de Lugano el 16 de julio de 1930 escribe que es
necesario “abandonarse en Él, y ... renovar el sacrificio de todas nosotras
a nuestro Señor”.
Aquí Madre Riccarda no se dirige solamente a las hermanas, sino
que se hace partícipe con ellas. Al principio habla de abandono total de
cada una, después continúa con el “nosotros” para expresar una tensión
hacia la santidad que es también la suya.
El 19 de agosto de 1933 a Sor Teresa, le hace recordar todo lo que
vivió la pequeña S. Teresa de Lisieux que “deseaba ser una pelotita en las
manos de Dios. Este deseo debe ser también el suyo de modo que Jesús
pueda hacer lo que quiera, casi como en un juego entre niños que se
divierten a jugar con una pelotita”. La infancia espiritual, una actitud que
no tiene nada de infantil, al contrario, pide una fuerza fuera de lo común,
hace ser “como una pelotita de Jesús” que nos purifica y nos hace vivir
solo para la gloria de Dios.
48
2
La imitación de Cristo pobre y crucificado y de María
El espíritu de pobreza y la oración
Como se ve, la abnegación es la pobreza de sí en el modo más completo.
Y aquí Madre Riccarda lleva adelante este otro aspecto de la vida de
Cristo, la pobreza, que ella considera en un ámbito más amplio y que
encierra en sí también la material de la cual, como religiosos, se hace
voto.
Veamos que cosa dice a Hna. Zita en algunos apuntes sin fecha: “El
voto de “pobreza” es una ofrenda a Dios, por la que renunciamos por
siempre a qualquier tipo de dominio, - propiedad, derecho – o pretensión
de bienes temporales, pero podemos hacer uso de estos, según la
voluntad y una completa dependencia de los superiores, despojándonos
de este modo de todas las cosas exteriores, para ser solo revestidas del
49
Espíritu de Cristo Crucificado”. En las cosas exteriores están incluidas
todas las cosas, las personas, y las actitudes que no entran en “la ofrenda
irrevocable hecha a Dios”.
Volveremos sobre este punto. Por ahora nos detenemos sobre la
pobreza material porque la nueva Orden vive concretamente esta
pobreza. Sobretodo al principio, se necesita de todo y no se tienen los
medios ni siquiera para celebrar la misa en la propia casa. Madre Riccarda
lo sabe y no tiene dificultad en escribir el 25 de octubre de 1915 a la
Abadesa de Syon para agradecerle la oferta recibida de aquel monasterio
para las misas de cada día celebradas en su capilla de Vía Corsica, a la cual
participan muchas personas de fuera, tanto es así que las hermanas han
tenido que destinar como capilla una habitación más grande.
La pobreza material se extiende a los vestidos, como se deduce de la
carta a Hna. Teresa Pellegrini escrita el 17 de marzo de 1938: “ Nuestra
venerada Madre me encarga que le diga que siente mucho haber tenido
que mandar el viejo hábito para Hna. María Elena sin haberlo antes
arreglado, pero no había tiempo y nuestra querida Madre dice que se fía
de su hija Teresa para que haga un buen trabajo, girando el escapulario
de arriba para abajo”.
Se extiende también a los medios de transporte como el tren por lo
que Madre Riccarda está feliz de escribir el 28 de agosto de 1931 a Hna.
Clara alegrándose con ella “por haber logrado convencer a nuestra
Venerada Madre a viajar en primera clase, cosa que yo no he podido
nunca lograr!!”.
Esta pobreza radical no la asusta. Sabe que Dios provee a los pájaros
y a las flores del campo (cf Mt 6, 28) por eso su fe en Él no disminuye. El 2
de noviembre de 1939 escribe a Hna. Francesca que tienen pocos
huéspedes y que la vida está muy cara. Pero añade: “tenemos que
agradecer a la Divina Providencia por todo lo que tenemos”.
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Estamos a la vigilia de la segunda guerra mundial y se acaba de salir
de una crisis económica, la de los años treinta, que ha traído miseria a
todo el mundo. Madre Riccarda, sin embargo, repite que la providencia
no faltará, pero se necesita trabajar mucho, porque, como escribe a la
Condesa von Rosen el 23 de enero de 1947: “El trabajo puede ser una
oración muy intensa cuando se hace en la presencia de Dios – por Él”. Así
el trabajo que sirve para atenuar la falta de todo, se transforma en un don
en el momento en que las Hermanas de Suiza se quejan porque las fiestas
organizadas en las casas dan más trabajo del normal. Ella, el 5 de junio de
1949 escribe: “Que pena, queridas hermanas, que en cada carta que
escriben ... en ocasión de alguna fiesta, hay siempre murmuraciones y
lamentos por el trabajo que hay que hacer, pero también aquí hay mucho
trabajo siempre, tenemos treinta y tres huéspedes continuamente, y
estamos contentas, porque de otra manera en estos tiempos difíciles
sería imposible ir adelante. Además de la ayuda económica, al mismo
tiempo podemos hacer bien a las almas, que es el objetivo principal por el
que tenemos huéspedes en la casa. Con nuestro buen ejemplo y nuestra
paciencia podemos hacer un gran apostolado, obtener bendiciones y
gracias especiales para las almas. Nuestra amada Madre en su bondad y
amor ha recibido a muchas jóvenes sin dote, por lo que no tenemos un
gran capital, tenemos que trabajar para vivir, como nos ha dado ejemplo
la Sagrada Familia de Nazaret” y conduce la fatiga de cada una al
verdadero significado para la Orden: un modo para salvar al mundo, para
testimoniar la acogida, para pedir gracias y bendiciones.
También durante la segunda guerra mundial a las mismas hermanas
que viven en Suiza recuerda el 5 de junio de 1948: “Si nosotros viéramos
las cosas (los eventos de cada día) desde el punto de vista sobrenatural
estaríamos más contentas, más felices. Es muy fácil para nosotros los
religiosos, no tenemos ninguna preocupación, ya sea para comer que
para dormir y vivir! ¡Si solo conocieran la pobreza y la miseria de este
51
País, les impresionaría! Cuanta pobre gente sin casa, sin ocupación, tres o
cuatro familias que duermen juntas en pequeñas habitaciones, peor que
las bestias y sin embargo tienen mucha paciencia, sufren en silencio.
Si tenemos que trabajar mucho y nos sentimos cansadas, ¿Qué
importa si lo hacemos por Jesús, por sus divinas intenciones? “No
hacemos grandes penitencias, ayunos, vigilias, levantarnos por la noche,
por lo tanto algo tenemos que hacer por Jesús, de otra manera seremos
solo mujeres vestidas con el hábito religioso”. De esta manera el recuerdo
de lo esencial tendría que evitar toda protesta y todo deseo de bienestar
material al que se había renunciado pronunciando el voto de pobreza. En
esta carta Madre Riccarda, generalmente muy dulce y persuasiva, se
vuelve dura: “Somos solamente mujeres vestidas con hábito religioso”.
Dificilmente encontraremos en sus cartas una expresión tan fuerte y
determinada.
Tambien escribiendo a los laicos subraya el malestar de la población.
El 23 de enero de 1947 escribe a la Condesa von Rosen, amiga de ellas:
“Existe todavía una terrible pobreza y un gran sufrimiento en la “pobre
Italia”, especialmente entre las personas de la clase media. Hay una
inmensa necesidad de oración de reparación en estos tiempos terribles.
Se vive una gran tragedia en millones de familias. Debemos tener los ojos
fijos en la Eternidad!”.
La pobreza impulsa de todas formas hacia actitudes de solidariedad.
Una parte de las ofrendas de las misas se la damos a un Padre Capuchino,
que no es solamente pobre personalmente, sino que tiene una parroquia
todavía más pobre que él.
Madre Riccarda se hace aboga por él y pide la ofrenda para las misas
a la Abadesa de Syon el 17 de octubre de 1921 añadiendo que lo hace
porque en el cambio de la moneda actual, las misas de Inglaterra valen
más”. Después, con su habitual delicadeza, subraya en la misma carta:
52
“Nuestra rev.da y querida Madre dice que ella sabe que si es posible a la
Rev.da y querida Señora Abadesa mandarnos más, ella será la primera en
ayudar, porque es muy caritativa. Si Usted, querida hermana, no puede
mandarnos más, nuestra Madre y nosotros lo comprenderemos bien y
será porque simplemente no pueden. Nosotros solo pedimos porque
estamos entre “hermanas”, pero no tenéis que preocuparos si no
podéis”.
Las palabras que usa Madre Riccarda nos dan a entender que le
tiene que costar mucho pedir. Es algo a lo que no está acostumbrada. Su
familia natural se coloca a un nivel social más alto por lo que esto no
entra en sus costumbres. Si lo hace es porque con su respuesta a la
vocación religiosa ella sabe que ha elegido a Cristo pobre y que tiene que
seguir sus huellas y no solo en la pobreza, como veremos.
Junto a la pobreza Madre Riccarda recuerda una actitud de
reparación como colaboradora de la misión de Cristo pobre y crucificado.
De hecho, si Jesús ha aceptado una vida de pobreza no ha sido por la
pobreza en sí, como un estilo de vida que muestra exhibicionismo o
desprecio de los bienes terrenos. Al contrario, para ella, como para las
hermanas, la pobreza es un instrumento para vivir más a fondo la misión
propia de Cristo: participar en la suerte de los más débiles y reparar el
pecado del mundo. Por este motivo Madre Riccarda quiere que las
hermanas pongan la pobreza en su justo lugar en el seguimiento de Cristo
y no la absolutiza pero hace de ella un instrumento educativo para un fin
más radical, o sea, el seguimiento de Jesús que ha venido para reparar el
pecado del hombre. Quien quiere ir detrás de Él no puede no compartir
su reparación. Por este motivo, desde Lugano, el 5 de enero de 1925
Madre Riccarda escribe a las hermanas de Roma: “Nos toca precisamente
a nosotras, sus esposas, hacer reparación al dulce Corazón de Jesús, si sus
esposas no Lo consolasen, ¿Quién Lo consolaría?”. A un Padre encargado
53
de la revista ‘Civiltà Cattolica’ escribe el 4 de febrero de 1936: “Parece
que Jesús pida expiación, amor, sacrificio, abandono”. Y el 29 de
noviembre de 1949 a Hna. Francesca escribe: “Jesús protege a sus
elegidos, a sus esposas para que oren y se ofrezcan, en unión con Él, por
las almas de los hombres.
Tendría que ser una gran consolación y estímulo para nosotros el
hecho de que Él permita que unamos nuestros pequeños, pobres
sacrificios a los inmensos sufrimientos de su Pasión por la salvación de las
almas”.
Después de la guerra el sacrificio más grande y más duro para las
hermanas fue precisamente la aceptación de la pobreza. De todas formas,
como siempre, Madre Riccarda da un salto de calidad y se detiene sobre
lo positivo más que sobre lo negativo, en el bien que trae consigo el
sacrificio más que en el sacrificio mismo, aún en cosas concretas que la
pobreza del momento exige.
De hecho, escribe a Hna. Rosaria el 21 de septiembre de 1914: “Con
las virtudes que procuramos practicar podemos obtener gracias de
conversión para los pecadores, descanso y conforto para las almas
atribuladas, luz para aquellas que están en las tinieblas y buscan la luz
verdadera”.
Así la pobreza encuentra su valor y la imitación de Cristo, reparador
del pecado que ha desintegrado al hombre, su función primaria:
redescubre la luz del mundo que es Dios mismo para sí y para los otros y
en el seguimiento de Cristo nos hace capaces de acoger la santidad de
Dios.
Esta santidad que, con otras palabras se llama unión consciente y
constante con Dios a través de nuestra conformidad con Jesucristo, el
cual, encarnándose, nos ha dado la posibilidad de participar a la vida
54
trinitaria como cabeza de todo el Cuerpo Místico que somos nosotros, se
nutre de actos de amor y de momentos de oración personal y litúrgica.
Madre Riccarda lo repite a menudo en sus cartas.
Por lo que se refiere a la oración personal ella recuerda a su amiga
Eva escribiendo desde Roma el 29 de mayo de 1952: “La oración es la
fuerza más grande que tenemos”, mientras que a una hermana del
monasterio de Syon escribe el dia 4 de octubre de 1922: “La oración es el
arma más fuerte y la mejor” y a Hna. Francesca el 27 de septiembre de
1938: “La oración es el arma más potente del mundo: cuando se ora con
verdadera fe y perseverancia, con la oración si obtiene todo”.
A Hna. Clara el 15 de febrero de 1924 escribe: “Desde que estuve en
Suecia veo más que nunca la gran necesidad y valor de la vida de oración,
lo necesaria que es la oración” y a Hna. María Philomena el 25 de agosto
del 1939: “La oración es la más grande potencia que tenemos, con la cual
caminamos derechos al corazón de Dios”.
Durante la guerra, el 14 de diciembre de 1916, escribe a la Condesa
von Rosen: tenemos que orar mucho con una completa resignación por
todo lo que el Señor Dios Omnipotente nos manda, sabemos que Él nos
dirigirá a todos para nuestro bien”.
No siempre es fácil, placentero o espontáneo rezar porque este
coloquio con Dios es, a veces, obstáculo procurado por nosotros mismos,
por preocupaciones o por otras causas, por eso Usted, que debe saberlo
bien porque quizás lo haya experimentado como todos, puede decir
escribiendo a Hna. Clara el 7 de noviembre de 1924: “Pobre pequeña
Hna. Clara, se ve que sufres en el alma, pero no permitas que el demonio
te haga perder la fuerza o la confianza en el Buen Dios, y no olvides el
gran valor de la oración hecha con voluntad. No hay nada que pueda
impedir la oración de la voluntad. Del resto, nuestra vida de cada día
55
debe ser la oración más importante, con la pureza de intención, haciendo
todo por amor de Jesús. Cada acción, por pequeña que sea, tendría que
ser una oración. Tu debes imaginar un pequeño incensario del que
asciende al cielo, cada momento del día, una continua oración y un acto
de amor incesante. La voluntad será el incienso, la voluntad que quiere
hacer todo bien por amor del Divino Esposo, aunque no sienta este amor,
y que quiere ser humilde y paciente, llena de caridad”. En este fragmento
las fórmulas de oración se entrelazan con el amor que las vivifica. Este
tema vuelve a tomarlo en la carta a Hna. Zita Afferrante: “Pediremos a
Jesús que te conceda la gracia de crecer cada vez más en el amor de tu
Divino Esposo. Tu vida será un continuo acto de amor haciendo todo por
su amor, ya sea en la cocina, en la lavandería, o trabajando en el jardín,
cada ocupación debe ser una oración (cuando está hecha por amor a
Jesús), y así nuestra vida será una continua oración”.
El amor que da sustancia a la oración no tiene confines espaciales y
Madre Riccarda lo recuerda el 9 de agosto de 1927 a la Condesa von
Rosen, la gran amiga de las brigidinas: “Qué maravillosa consolación es la
oración. La oración atrae a las almas que están lejos y las acerca unas a
otras”. Y en otra carta a la Condesa escribe el 9 de enero de 1928: “Si,
esta unión de oración es maravillosa, y la distancia no existe donde hay
oración”.
Pero la oración no solo sirve para consolar, como resulta de las
expresiones que hemos mencionado, también tiene la función de salvar el
mundo con Cristo. Esta es la finalidad de la vocación de cada bautizado y
mucho más de una religiosa que une la oración a la mortificación. En una
carta a Hna. Teresa escribe el 19 de agosto de 1933: “Darnos del todo a
Jesús en una vida de mortificación y de oración, para la propia
santificación, y para bien del mundo, ¡para salvar almas!”. Y a la misma
hermana el 17 de marzo 1938: “estemos unidas en la oración
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espiritualmente para el fin de nuestra sublime vocación”, que como había
dicho a la misma Hna. Teresa Pellegrini el 19 de agosto de 1933: “Una
vida de mortificación continua en el sacrificio de nosotras mismas en
todas las cosas”.
A Hna. Rosaria Cariglia el 22 de noviembre de 1939: “Ahora vivimos
en tiempos muy tristes e impetuosos, guerra y amenazas de guerra en
toda Europa, por lo que nos toca a nosotras, Esposas de Jesús, debemos
orar y sacrificarnos, sufrir para obtener la gracia, tanto deseada, de la
Paz”.
Para animarlas a aceptar el sacrificio por la redención del mundo
escribe el 23 de noviembre de 1949 a Hna Agata Ranieri: “Jesús ha
permitido esta pequeña mortificación para Hna. Agueda ... Él quería un
pequeño sacrificio. La pequeña S. Teresa del Niño Jesús llamaba estos
pequeños sacrificios besos para Jesús, ¿Bonito, verdad?”.
Junto a la oración personal tenemos también la Litúrgica, señalada
particularmente en las últimas Constituciones de la Orden aprobadas el 9
de noviembre de 1986. A Madre Riccarda se le recuerda por su amor a la
Litúrgia, con gozo escribe a la Condesa von Rosen el 12 de noviembre de
1924: “Somos una comunidad de siete hermanas, hay bastantes
hermanas coristas para celebrar el Oficio Divino, cantamos las Vísperas
cada día por la tarde como en todos nuestros conventos”. Y el 28 de
agosto de 1949 a Hna. Francesca Lalli: “¿Cómo va el canto y el rezo del
Oficio Divino, las queridas hermanas de la India lo han aprendido ya ¿Les
gusta?” Mientras recuerda a Hna. Philomena el 3 de mayo de 1940:
“Ayer, en la fiesta de la Ascensión, hemos cantado (= la hora Nona)
solemnemente a las 12,00. Ésta es una antigua costumbre brigidina. A
propósito, Usted ¿tiene un libro sobre las costumbres brigidinas? Porque
sería importante para Usted tener uno”. A Hna. Teresa Pellegrini escribe
el 1 de noviembre de 1940: “Estoy contenta de saber que ha recibido
57
como regalo de su hermano el breviario, latino e italiano, hay una gran
diferencia en el rezo del Oficio Divino poder entender cada palabra”.
La oración personal y litúrgica crea un continuo “tu a tu” con Dios
que lleva a la identificación con Cristo muerto y resucitado.
Al culmen de su relación con Dios está la Eucaristia. Si quisiéramos
señalar todos los pasos relativos a la Eucaristía, no terminaríamos nunca.
Por otra parte, después de todo lo que hemos dicho sobre la vida de
unión con Dios, parece normal subrayar que el amor al Dios con nosotros
presente en la Eucaristía era el fondo de su ser. No hablamos aquí de las
horas de adoración previstas por la Regla, sino de aquella mirada del
corazón fija en la Eucaristía aunque no estuviera en la iglesia. Sabemos
que aquel trocito de pan sin levadura atrae a las almas amantes, pero
sabemos también que vivir bajo el mismo techo con Jesús sacramentado
trae consigo un continuo acto de amor. Madre Riccarda hace mención en
sus cartas sobre su relación con Jesús vivo en la Eucaristía. Seguidamente
lo notaremos con facilidad.
A la Abadesa de Syon escribe el Domingo de Ramos de 1916: Usted
se alegrará con nosotras al saber que ahora tenemos la exposición del
Santísimo Sacramento todos los Domingos, las fiestas y los primeros
viernes. Nuestro queridísimo Señor tiene sus audiencias desde la una
hasta las cinco de la tarde ... La gente de este barrio parece que aprecia el
privilegio de traer velas para ayudar con los gastos”. El 29 de diciembre
de 1923 escribe a Hna. Isabel Cisneros, amiga de Madre Isabel: “Aquí en
Djursholm, nuestra pequeña capilla es el primer pequeño rincón donde
nuestro bendito Señor ha estado en su Santísimo Sacramento, y ha sido
una noche de gran consolación para todas nosotras”. Y continúa
escribiendo a Hna. Clara el 7 de noviembre de 1924: “Mañana tendremos
la primera Santa Misa en nuestra pequeña Capilla, que alegría tan grande
tener finalmente en casa a Jesús; cuando se debe estar en casa sin Jesús
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entonces se aprecia el gran privilegio de tenerLo siempre en el Santísimo
Sacramento”.
Todo esto porque como escribe a Hna. Francesca el 6 de mayo de
1938, “De Jesús Sacramentado sacamos la fuerza para enfrentarnos con
las tribulaciones de nuestra vida terrena y perseverar en el bien hasta la
muerte”.
Escribiendo a la misma hermana el 26 de marzo de 1947 le
comunica que en Roma la devoción a las Cuarenta Horas es perpetua:
“Cuando se reserva el Santísimo Sacramento en una iglesia,
inmediatamente viene expuesto en otra”.
Cerramos con un episodio muy tierno a Hna. Teresa, escrito el 1 de
noviembre de 1940: “Un pajarito ha volado desde Lugano hasta Roma y
nos ha contado que Hna. Teresa se ocupa ahora de la preparación de los
niños ¡la Primera Comunión! ¡Qué apostolado tan bello, sublime! Ha sido
llamada por Jesús (por medio de las superioras) a preparar esas pequeñas
almas para recibir a Jesús por primera vez. Muy bien. ¡Que Jesús le
conceda la luz y la gracia necesaria para una misión tan divina!”.
Preparar a los niños para la Primera Comunión es un encargo que
viene, según ella, directamente de Jesús como un privilegio y es un don
que hace pensar en la gestación que prepara una vida escondida.
La maternidad espiritual
Por otra parte, Madre Riccarda, a la que las hermanas llaman no
Madre, sino “Mamita” por su ternura, apelativo que le fue dado
directamente por Madre Isabel, como nos dice Madre Tekla Famiglietti,
vive en sí un atributo de la vida mística que los estudiosos llaman mistica
esponsal y que se encuentra también en la vida de santa Brígida.
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Hoy sabemos que la vida mística en sí no tendría que tener
adjetivos. Por motivos didácticos usamos adjetivos en relación al misterio
de Cristo particularmente vivido por cada uno de nosotros porque la
mística, como conciencia plena de inserción en el misterio trinitario a
través de Cristo, abraza todo el misterio. La tierra, decía santa Teresita es
como un gran jardín lleno de flores y cada persona es una flor. En el
Paraiso Dios será todo en todos, pero mientras estamos en la tierra sería
una presunción querer ser todo el jardín y no solo una flor, pequeña o
grande. La misma santa Teresa de Lisieux, cuando vivía se comparaba con
una violeta. Ahora que vive en el Paraiso, nosotros la reconocemos como
doctor de la Iglesia, por lo tanto rica de toda la sabiduría de Dios.
No sabemos en qué flor se haya reconocido Madre Riccarda,
pero en sus cartas emerge la dimensión de la esponsalidad, que hace de
fondo a su relación con los demás sobretodo, como es evidente, con las
hermanas que perciben su sensibilidad materna con una devoción y una
confianza afectuosa. Parecería normal que en una mujer que ha escogido
no tener una familia propia, y no tener hijos, se realizase una maternidad
espiritual que acoge todos los hijos de Dios como hijos propios, sin
embargo, ¡cuántas frustraciones y cuantas compensaciones se ven por
ahí! ¡No siempre se logra superar el egoismo propio que hace escoger la
comodidad y los lujos! Del resto cada uno lleva consigo una gota de
veneno, herencia del pecado original, por lo que no nos maravilla si no
siempre estamos en la dinámica del amor. Madre Riccarda no ha llegado
de golpe a realizar esta maternidad espiritual delicada y exquisita que las
hermanas reconocen coralmente.
Hemos dicho que las hermanas la llaman la Mamita para distinguirla
de Madre Isabel y la primera vez que ella misma se define así es el 14 de
noviembre de 1923, en una carta a Hna. Clara: “He aquí el gran día de tu
profesión solemne, tu mamita viene para felicitarte con los deseos más
60
santos y sinceros”. Han transcurrido apenas nueve años desde que llegó
a Roma y es de las más jóvenes. Parecerían pocos años, pero están llenos
de virtud y de superación continua de si misma. Nueve largos años en los
cuales las hermanas, que poco a poco van llegando a Roma, han
experimentado como estar al servicio de las personas. No tendrán que
pasar todavía muchos años para que viva como una cosa natural su
maternidad espiritual.
Como podemos notar, ella ha cultivado rapidamente la
conciencia de ser esposas, como se deduce de la siguiente carta: A Hna.
Clara el 14 de noviembre de 1923 escribe: “Finalmente ha surgido para ti
el día glorioso y solemne de tus desposorios místicos con el Esposo
Divino”.
Con este espíritu escribe el 22 de mayo de 1939 a Hna.
Theodora Andrews: “La vida parece larga, pero en realidad pasa como un
rayo. La única cosa que verdaderamente cuenta es que busquemos
complacer al Señor en todo lo que hacemos y que consultemos con Él
todo antes de hablar o de actuar, y tengamos la voluntad de vivir para Su
mayor Honor y Gloria, y así después de la muerte podamos oir estas
palabras de “bienvenida”: “Veni Sponsa Christi, Veni, accipe coronam’”.
En una especie de circular escribe el 5 de enero de 1925 a las
hermanas llamándolas hermanitas en el Corazón de Jesús: “No tenemos
que olvidar nunca que somos “esposas de Cristo” y tenemos que
comportarnos como se comportaría una esposa del Rey de reyes, siempre
y en cualquier ocasión” para “ser madres de las almas” como escribe a las
hermanas de la India el 28 de mayo de 1939.
Regresa aquí la Mamita.
Quizás este apelativo le cause alegría, pero solo el 4 de diciembre de
1930, cuando tiene 43 años, escribe por la primera vez a Hna. Zita
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llamándola hija: “Que nuestro Esposo Divino le conceda la gracia de ser
toda suya, es mi oración, querida hija”, y el año sucesivo lo repite a Hna.
Teresa Pellegrini. Esto quiere decir que, no obstante todas las cualidades
naturales que le hemos reconocido hasta aquí, estas no son suficientes.
Se necesita una larga ascesis, una heroicidad de vida que la pone hoy
como ejemplo para otras personas. Cierto, nadie puede imitar
pasivamente otra persona, ni siquiera de Jesúcristo se dice hoy que hay
que imitarlo, porque cada uno tiene su temperamento, su carácter, su
historia, que no son las de Cristo hecho hombre, sino que a Cristo se Le
sigue, nos ponemos detrás de Él, como nos ponemos al seguimiento de
los cristianos maduros que son como lámparas en el camino que cada uno
sigue y que nos hacen decir: Si ella es así, ¿por qué yo no? Esta feliz
competición es la que hace válida la vida de los santos. Nadie será
idéntico a otro porque Dios no nos hace en serie o en fotocopias. Él
respeta la individualidad de cada uno y así el Paraiso se llena de tipologías
distintas, se hace rico de la riqueza infinita de Dios cuyo rostro
resplandece en el de sus criaturas.
Para Madre Riccarda, la maternidad espiritual se esposa con la
maternidad natural o, si queremos, la maternidad natural es un signo de
la espiritual.
A la Condesa von Rosen que espera un hijo, el 29 de diciembre de
1925, escribe: “Somos felices de saber que nuestro Divino Señor le va a
regalar otra pequeña alma para que la cuide, para que la haga crecer en
el conocimiento y en amor hacia Él, para que Él pueda venir y habitar en
ese pequeño templo y pueda ser amado por esta pequeña alma como
Usted Lo ama, querida Condesa”. La fuerza que ella ofrece a una mamá
natural pone a esta última en un nivel todavía más alto. Las mamás
naturales deben saber que sus hijos son almas pequeñitas que esperan
ser educadas para la gloria de Dios y para el propio eterno gozo.. Del
62
amor de la madre el niño tiene que crecer, según Madre Riccarda, en al
amor inmenso de Dios, Padre de todos los hombres. Con una pincelada
magistral, ella hace su catequesis a la Condesa, recordándole que su hijo
será un pequeño “templo”. Recordamos la experiencia de Elisabetta
Leseur que se arrodillaba delante de la cuna de sus hijos y adoraba en
ellos a la Santisima Trinidad como en la iglesia, porque estaba segura que
con el bautismo sus hijos no solo se hacían hijos de Dios, sino que eran
“templo santo” como decía San Pablo y, antes que él, el Antiguo
Testamento había definido dioses a los miembros del pueblo santo de
Dios.
La carta a la Condesa que espera un hijo está impregnada de afecto.
Riccarda no tiene miedo de amar y tampoco de hacer sentir tal amor
a los demás. Sabe que en Dios todo está transfigurado por eso no teme
expresar sus sentimientos.
No es fácil mantener la pureza del estilo de vida y de las expresiones
si no se está vigilante con las pasiones que se insinúan, como un sutil
veneno, para intentar demoler los sentimientos más limpios. Con la
vigilancia y la prudencia Hna. Riccarda ha aprendido a controlar todo lo
que su corazón le aconseja, por eso puede expresarse siempre con
claridad. Sus cartas están llenas no solo de palabras afectuosas, sino de
gestos de verdadera simpatía por los demás.
Casi todas sus cartas terminan con la expresión: “con todo mi afecto
en Jesús de tu Hna. Maria Riccarda O.SS.S.”.
También manda su amor a las novicias escribiendo a Hna. Clara el 7
de noviembre de 1924: “Todo mi afecto a las queridas novicias, las
escribiré cuando tenga un poco de tiempo”.
63
Y no se dirige solo a las hermanas. A la Condesa von Rosen el 10 de
abril de 1927 escribe: “Con amor de mi parte, querida Condesa, y con
tanto afecto en C. J.
Quedo siempre afectuosamente suya, queridisima Condesa, Hna.
Riccarda O.SS.S.”.
No tiene miedo ni siquiera de pedir afecto: “Espero que Usted me
mande siempre su afecto”, como escribe a la Condesa el 9 de enero de
1928.
A menudo une a las expresiones afectuosas a la oración: “Siempre,
con profundo afecto en Él y en unión de oraciones. Su devota, Madre
Riccarda, O.SS.S.”. Y a la fuente del amor que es el Corazón de Jesús: “
Con mucho afecto in Corde Jesu y deseándole una calurosa bienvenida a
nuestra Familia espiritual. Dios la bendiga. Su devota, Madre Riccarda,
O.SS.S.”.
A Eva manda expresiones tiernas principalmente en momentos de
dificultad como cuando la mujer sufre por la ausencia de seres queridos:
“Todas la recordamos con afecto”.
Y a las hermanas lejanas que en la India viven dificultades enormes
escribe: “Con mucho afecto la abrazo, querida hija, y a todas las queridas
hijas de Bangalore. Vuestra queridísima Madre en C. J. , Madre Riccarda,
Ab. Gen.”
Cuando más tarde debe comunicar la división que ha sufrido la
Orden y la separación de la comunidad de Vadstena, a todas hace llegar
su pensamiento con una carta circular el 3 de diciembre de 1962:
“ Como cuando un dolor golpea a toda una familia, todos los que la
forman se unen más en el afecto, así tiene que ser entre nosotras”.
64
De todas formas Madre Riccarda no es la Hermana suave para la
que todo va bien y que establece las relaciones sobre unas relaciones
falsas y de complacencia. Tiene una personalidad fuerte que en su
manera de actuar se presenta con dulzura, pero que sabe ser firme e
inflexible. Además sabe que el clima de familia entre las hermanas y las
diversas comunidades se agita gravemente a causa del demonio y
mientras escribe el 16 de marzo de 1919 a la Abadesa de Syon: “Estemos
estrechamente unidas en el espíritu y en la oración”. Recuerda que las
hermanas son instrumentos de Dios para la purificación interior y Dios
puede también permitir al demonio, que está al acecho, para que pruebe
su fe y su amor. Mencionamos solo algunos parágrafos a este propósito
como en la carta de Hna. Clara del 7 de noviembre de 1924: “Pobre y
pequeña Hna. Clara, se ve que sufre en el alma, pero no permita al
demonio que le haga perder el ánimo o la confianza en el Buen Dios”.
El 28 de diciembre de 1923 a Hna. Raffaella y a Hna. Zita escribe: “
No dejen que el demonio venga a molestar sus corazones con sugerencias
superfluas, sino que con la oración y con la continua vigilancia mantengan
sus almas en una profunda paz ... vivan siempre en una perfecta unión”.
La última expresión nos recuerda la Sagrada Escritura cuando se dice que
dos amigos son como una ciudad fortificada contra los ataques de los
enemigos entre los que se encuentra “nuestro Yo” y que es el mayor
enemigo que tenemos y nos hace padecer más que con todo lo que nos
manda el demonio”, como escribe a Hna. Rosaria el 21 de noviembre de
1941.
A un sacerdote amigo le cuenta en una carta del 20 de diciembre de
1925 sobre una postulante noruega: “Es la primera Brigidina noruega
después de la llamada Reforma. No es muy joven, tiene 38 años, pero es
un alma bella, muy seria y sincera. Estas dos últimas postulantes han
tenido que sufrir persecuciones de los más cercanos a ellas y de sus
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personas queridas para dar este paso, y las dos son convertidas.
Ciertamente el diablo no las dejará solas ahora, sino que hará todo lo
posible para destruir el bién que han hecho”.
A las hermanas de la casa de Via delle Isole el 23 de noviembre de
1926 escribe: “El demonio quisiera destruir esta santa y bella Obra para la
conversión de Suecia y está haciendo de todo ... pero esto no nos
amedranta, todas las Obras de Dios tienen que pasar por el camino de las
persecuciones por parte de los demás, y por medio de estas pruebas
quedan purificadas. La Epístola de S. Pablo, 2 Tim 2, 8-10 y 3, 10-12
confirman esta verdad y el Evangelio de San Mateo 10, 26-32 nos
consuela mucho, porque nos asegura la continua vigilancia de nuestro
Divino Señor sobre nosotros, nos dice que Él está por encima de todo y
que nadie nos puede tocar si Él no se lo permite”.
Por este motivo, ella recuerda también a los ángeles que están
siempre dispuestos para preparar el camino para las nuevas fundaciones
de Lugano, de Djursholm y de Roma. Así, según ella, los ángeles están
muy ocupados, como escribe a la Condesa von Rosen el 12 de octubre de
1924 “Es bello tener a estos invisibles mensajeros que llegan a su destino
en el mismo momento en que los mandan”. Siendo espíritus no tienen
necesidad de trenes ni de coches para realizar su trabajo!
Pero los ángeles no están ocupados solo en las cosas de la nueva
Orden. A la Condesa von Rosen el 23 de enero de 1947 escribe: “Nuestra
amada Madre manda a sus ángeles para ayudarle”.
Esta maternidad insidiada por el demonio nos recuerda a María
Virgen, el otro gran amor de Madre Riccarda.
Como Brígida de Suecia, que atribuía a la Virgen haber sido liberada
del fuego porque el pueblo la consideraba herética, y por la que ella había
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tenido siempre una gran devoción, también Riccarda se acerca a la Virgen
en las circunstancias más importantes de su vida.
Ya en 1918, en la fiesta del Santísimo Nombre de María, cuando lee
la fórmula de los votos perpetuos repite: “Solemnemente prometo, en
presencia de la Beata Virgen María Nuestra Señora”. Los votos se hacen a
Dios omnipotente, pero la presencia de María es garantía de asistencia y
de ayuda perpetua.
A menudo a las hermanas las repite: “Vive tu vida sola con Jesús y
María”.
Y, pidiendo noticias de las novicias de Lugano a Roma, el 5 de enero
de 1924 se expresa de esta forma: “Cómo están, queridas hermanitas en
Jesús, pequeña Hna. María Angela, Teodorina, Teresa, Luigia, Domenica,
Antonia, pequeña y querida familia del Noviciado, sois siete con la
querida Hna. Maria Clara, ¡mi querida monaguilla! Son los 7 gozos de
María Santísima y de San José”.
María, para ella, es su querida Madre, como escribe a las hermanas
de Djursholm el 12 de noviembre de 1928: “Que hermoso será estar
siempre junto a María Santísima, nuestra Santa Madre”.
En los momentos de fiesta por las hermanas o en los aniversarios
subraya escribiendo a Hna. Clara el 18 de noviembre de 1935: “Mi
comunión la ofreceré por Usted el jueves por la mañana. Que bonita
fiesta es la Presentación de María Santísima en el Templo, Hna. Clara ha
sido afortunada de haber hecho su profesión perpetua en esta fiesta.
Tiene que pedir a nuestra Madre del Cielo que la presente a su Divino Hijo
aquel día de nuevo, y ella renovará en el momento de la Santa Comunión
la ofrenda de sí misma a Jesús, pidiéndo a Jesús que la haga ser toda para
Él, no solo con palabras y con sentimientos sino principalmente con la
intención de aceptar todo lo que Él disponga para ella, sia dulce o
amargo, y con silencio y paz de alma. Es este abandono a la voluntad de
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Dios, en todas las circunstancias con humildad y dulzura, lo que nos hace
santas”.
Cuando Madre Isabel está mal, organiza novenas especiales y
después le dice a Hna. Francesca el 6 de marzo de 1938: “Hemos estado
muy preocupadas pero hemos rezado mucho, haciendo novenas
especiales y hemos traido a la Virgen de Lourdes en procesión con velas
encendidas por toda la clausura, cantando el Ave María de Lourdes;
nuestra querida Madre ha sufrido mucho y ha ofrecido una buena parte
de sus sufrimientos por la fundación y por sus queridas hijas de la India; el
apostolado del sufrimiento es muy eficaz. Esta Obra ha sido fundada
sobre los sufrimientos de nuestra querida Madre.
A Hna. Francesca, encargada de preparar a los niños para la Primera
Comunión, le cuenta los Ejercicios espirituales y le comunica el 2 de
noviembre de 1939 los puntos fundamentales del curso de Ejercicios.
Dice que está segura de que la Virgen le mandará otros niños para que los
prepare: “Hemos tenido nuestros Ejercicios espirituales en estos dias. Los
ha predicado un Padre Redentorista, las conferencias fueron muy bonitas,
cosas útiles y prácticas. El Padre nos ha dejado su recuerdo en cuatro
puntos especiales.
1º La vida regular, fidelidad a nuestra S. Regla
2º La visita al Santísimo Sacramento
3º Espíritu de sacrificio
4º Grande amor a Jesús y a María
¿Ha tenído otros niños para prepararlos a la Primera Comunión?
Seguro que María Santísima le mandará otras pequeñas y queridas
almas”.
A Hna. Francesca, que ha perdido a un hermano y que sufre mucho
por esto, escribe el 30 de agosto de 1947, para consolarle, que ahora el
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hermano está en la Patria Celestial, la verdadera Patria en la visión de
Dios y en compañia de la gloriosa Virgen María Santísima y de todos los
ángeles y Santos; él nos causa envidia por esto, nos da pena por su esposa
y sus dos hijas, pero Francisco rezará por ellas y las cuidará desde lo
alto.”
También a Hna. Teresa Pellegrini le habla del Paraiso, en una carta
sin fecha, donde está ahora su querido difunto y donde “nos
encontraremos todos un día en la felicidad Eterna y en la presencia
Eterna de Jesús, María Santísima, todos los ángeles, los Santos, todas las
personas queridas y estaremos siempre juntos, siempre, siempre”.
A Stella, en aquel tiempo aspirante a la vida regiosa, escribe el 28 de
octubre de 1947: “Nuestra Madre está muy contenta de que Usted haya
elegido la fiesta de la Inmaculada Concepción para entrar; póngase
completamente bajo la protección de nuestra Madre Celestial y pídale
que no la deje vacilar en la tribulación.
Las tribulaciones tienen que venir, la vocación se refuerza y se
purifica con la tribulación y son estos los momentos en los cuales
demostramos nuestro amor por Jesús. La recordaremos y rezaremos por
Usted”.
Después de la derrota del partido comunista en las elecciones del
1948 en Italia, comunica a Hna. Francesca el 24 de abril de 1948: “¡Qué
gracia tan grande el resultado de las votaciones, ha sido un verdadero
milagro – la Virgen fue sacada en procesión en toda Italia – La Virgen del
Divino Amor traida a Roma a la iglesia de San Ignacio – La Virgen de
Pompeya en Nápoles – de Fátima en el Norte de Italia, en fin, han querido
que Maria Santisima votase – y de aquí la victoria! Deo gratias et Mariae”.
La Virgen obtiene “la gracia de perseverar en los buenos propósitos,
hechos en su honor”, como escribe a Madre Lucia Kock el 3 de mayo de
1949, miestras desea a Hna. Francesca el 14 de agosto de 1952 “una
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fiesta muy feliz con Nuestro Divino Salvador y Su Bendita Madre María”.
En otra carta escribe a Hna. Francesca el 6 de noviembre de 1952 por la
fiesta del nacimiento de María Santisima las “felicitaciones para que sea
una feliz fiesta y que Nuestra Madre Celeste obtenga para cada una de
nosotras las gracias que ella sabe que necesitamos”.
A Eva, hermana de Madre Isabel, le comunica que el dinero que han
mandado a Roma ha llegado propio el día de la Virgen. Para ella todo es
un signo del amor del buen Dios que piensa en sus hermanas con
delicadeza extrema, hasta el punto de hacer coincidir las cartas “con el
día de María” como en el caso de la carta a Eva enviada el 26 de febrero
de 1957.
A menudo termina sus cartas con estas expresiones: “Nuestra
Celeste Madre María nos bendiga a todas y cada una”. “Con mucho
afecto en el Señor y pidiendo a María Santísima que la acoja bajo su
manto”.
Como se ve Madre Riccarda ha comprendido bien toda potencia
medianera de María en el proyecto de la redención.
Su amor por la naturaleza
Unida a Dios, Riccarda lo percibe tambien como el maravilloso creador de
la naturaleza. Con una imagen muy sugestiva escribe a la Condesa von
Rosen el 10 de abril de 1927: “En este momento Jesús está caminando en
medio del bosque y la espesura, y así todos los árboles y los matorrales
están germinando y ha llegado la primavera” y siempre a la misma, el 9
de agosto de 1927, habla del calor que atormenta Roma, tanto que “en el
jardín se ha quemado todo” y el 18 de noviembre de 1935 a Hna. Clara
escribe: “Durante la noche ha nevado sobre los montes, están todos
blancos como grandes masas de azucar”. Después con la misma el 24 de
agosto de 1937 se improvisa jardinera: “Estoy muy contenta con el buen
resultado de las semillas que hemos traido de Lugano el año pasado, esté
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atenta con las semillas que hará este año. Ya he puesto en la maleta
algunas semillas de flores para el jardín”, mientras que con el entusiasmo
de una niña siempre a Hna. Clara escribe el 4 de septiembre de 1937:
“Esta mañana hemos cogido “zarzamoras” dentro de nuestra propiedadhay muchas”.
La naturaleza le habla de Dios y la pone en comunión con Él.
Como se ve, para Madre Riccarda las realidades temporales y
sobrenaturales se entrelazan en una única visión, en un único proyecto de
Dios hacia el hombre y hacia la historia y nos invitan a vivir siempre
unidos a Él. Nos parece ver en esto, el famoso afresco de Miguel Ángel
sobre la creación del hombre en el techo de la Capilla Sistina en el
Vaticano: Dios extiende un dedo hacia el hombre, un dedo totalmente
extendido, mientras que el hombre tiene el dedo un poco doblado y los
dos dedos no se tocan, parece casi que Miguel Ángel haya comprendido
el sentido verdadero de la libertad del hombre. Solo si el hombre
extiende el dedo hacia Dios tendrá el respiro vital, por eso podemos
concluir con las siguientes palabras que parecen la síntesis de la relación
de Dios con la Hna. Brigidina como escribe a Hna. Francesca el 11 de
mayo de 1950: “El verdadero espíritu de abandono a la voluntad de Dios
es la única felicidad”. En la unión de voluntad con su Dios, Riccarda ha
encontrado el gozo o la felicidad, como se expresa ella misma. Por este
motivo, ella recuerda a las hermanas de Lugano y de Djursholm el 14 de
noviembre de 1927 todo lo que la Regla indica: “ Momento por
momento, como dice nuestra Santa Regla, todo lo que Él quiere, donde Él
quiere, como Él quiere y por el tiempo que Él quiere solamente en el
cumplimiento de la voluntad de Dios encontramos la verdadera felicidad,
y la paz perfecta. No solo, sino que como dicen las Constituciones de la
Orden, aprobadas en el año 1986, en el n.17: “Los religiosos se unen a la
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voluntad salvífica de Dios” y como Jesús, el Cristo, se hacen “causa de
salvación para todo el género humano”.
2
La vida con los otros
Humildad y delicadeza
Antes de nada queremos recordar que cuando se habla de
humildad, en sentido cristiano, se quiere indicar sobretodo la actitud de
aquel o de aquella que se hace pequeño, no que se sienta pequeño,
porque no se trata de una sensación, sino de la certidumbre auténtica de
ser grandes porque somos imagen de Dios, pero que no actuamos como
“grandes”, o sea, con un acto de la voluntad y de la razón se reconoce
72
que todo lo que somos, de grande y de bello, nos viene de Dios. Por este
motivo, solo poniéndonos delante de Dios se aprende la verdadera
humildad como se aprenden las otras actitudes cristianas. De hecho es de
nuestra vida con Dios, o sea, desde la vivencia en la presencia de Dios, de
donde surgen las actitudes cristianas de la vida con los demás.
Jesucristo es el primero que se ha hecho “pequeño” y, después de Él, la
expresión más auténtica de humildad la encontramos en la Virgen María
que canta su Magnificat partiendo de la convicción de que Dios hace
cosas grandes en sus criaturas. Reconocer esta grandeza, recibida como
un don, es agradable al corazón de Dios, si queremos expresarnos así por
exigencias didácticas. De hecho, sabemos que Dios es espíritu puro, no
tiene un corazón, pero haciendo la transposición con Jesús, el Cristo,
imagen visible de Dios Padre, encarnado y hecho uno de nosotros,
podemos hablar del corazón de Dios como del Corazón de Jesús. En
efecto, no solo en Madre Riccarda, sino también en otros escritos de la
Orden, vemos que muchas cartas y documentos llevan la sigla “in corde
Jesu” que manifiesta la atención de las hermanas a la Encarnación del
Verbo.
Madre Riccarda está en la misma línea. Vive la actitud de la
humildad de modo auténtico y lo enseña a quienes la rodean. Muchas
son las expresiones que usa: A Hna. Zita el 18 de octubre de 1927 escribe:
“Crezca siempre en la virtud, humildad sobretodo, porque es el
fundamento de todas las virtudes”. Es esta idea la que hace colocar su
humildad sobre el plano de la extraordinariedad, por lo que puede decir a
Hna. Francesca el 4 de diciembre de 1946: “No es la magnitud del don
que hacemos al Señor lo que Él mira, sino el amor con que se lo hacemos,
y a la humildad de nuestra nada”. Recuerda a Hna. Grazia Compagnoni el
15 de octubre de 1960 que “sin humildad no somos nada”. Este sentirse
nada sin Dios es de lo que quiere hablar. En realidad es poner a Dios y no
73
a nosotros en el centro de nuestra vida. Ella no sabe hacer un regalo
mejor a Hna. Clara el 14 de noviembre de 1923 sino el de pedir a Jesús
“que le haga el precioso don de una verdadera y profunda humildad”
porque abandonarse “a la voluntad de Dios en todas las circunstancias
con humildad y dulzura”, dice el 18 de noviembre de 1935 a Hna. Clara,
“nos hace santas”.
No todos parecen reconocer su verdadero espíritu de humildad y
la confunden con una especie de deseo de pasar desapercibida. Sin
embargo, la verdadera humildad, la que Madre Riccarda ha vivido, es el
saber reconocer sus talentos como regalo de Dios y que ella ha sabido
hacer fructificar. Sabemos que tenía una bonita voz y no la escondía.
Sabemos que conocía la música y la usaba para cuidar la liturgia y
ayudaba a las demás a hacerlo. Quien la recuerda todavía, por ejemplo
Madre Elisa Famiglietti, testimonia: “Tenía una voz suave y cuando
cantaba en el coro todos quedábamos encantados”. Muchas hermanas
dicen que le deben a ella el amor que sienten por la liturgia.
De su humildad, de su no ponerse en lugar de Dios ni sobre los
demás y en particular de las hermanas, surgen de ella actitudes de
delicadeza.
No es fácil definir la delicadeza. Es algo que existe, se ve y se
percibe. Es como una caricia que toca delicadamente la vida. Nos
recuerda la experiencia que ha vivido Elias y que nos cuenta la Biblia en el
Libro de los Reyes (cfr 1 Reyes 19, 9ss). Elias está en el ingreso de una
cueva y espera al Señor que pasa. Llega un fuerte viento, pero Dios no
está en el viento, llega un terremoto, pero Dios no está en el terremoto,
llega un fuego impetuoso, pero Dios no está en el fuego. Después del
fuego llega una brisa ligera, Elias se cubre el rostro porque en la brisa
ligera está Dios.
74
Como brisa ligera es Riccarda para el corazón de las hermanas y
de los amigos, según nos cuentan en sus declaraciones.
Su delicadeza se encarna en actitudes que van ya sea a las
hermanas del convento, como también mandando pequeños detalles a
las hermanas de otras comunidades, porque sabe que estarán contentas
de recibirlos. Por ejemplo a las hermanas de la India escribe el 5 de
agosto de 1937: “Nuestra venerada y querida Madre os ha mandado casi
4 kg de caramelos y de chocolate a través de un Padre Jesuita que salía
ayer de Bríndisi hacia Calcuta” y a Hna. Francesca en vísperas de la
segunda guerra mundial, el 6 de enero de 1938, manda algunos
caramelos con motivo de la Navidad”. Si se piensa que los caramelos y el
chocolate eran artículos imposibles de encontrar en Roma, se entiende
toda la delicadeza que la ha llevado a encontrarlos para dar un poco de
felicidad a las hermanas lejanas.
Con delicadeza consuela, el 28 de enero de 1924, Agnes,
hermana de Madre Isabel, que tiene a su madre enferma, y lo hace con
palabras que nos permiten intuir también su experiencia personal junto a
Madre Elisabetta, casi siempre enferma: “Rezamos por tu querida madre
enferma y también por ti, querida Agnes, debes estar muy triste. Es algo
durísimo ver sufrir a las personas que amamos”. El adjetivo puesto al
superlativo es como una gota de rocío para quien sufre y se siente
comprendida y percibe que ella comparte el dolor, estando casi de
puntillas, junto a la mujer que sufre. Y no termina ahí. Su espíritu religioso
le sugiere palabras que lanzan hacia el infinito. En la misma carta, por
tanto, prepara a la amiga para aceptar la muerte haciéndola poner su
mirada de lo humano a lo sobrenatural. “Si él la lleva consigo, querida
Agnes, significa que la quiere llevar a su Casa Celestial, para una vida de
felicidad eterna y recompensarla por su vida buena”. ¡Qué consoladoras
son estas palabras para quien asiste a una persona que está cercana a la
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muerte, verdaderamente es como la brisa de primavera que da alivio al
corazón destrozado!
Después de la muerte de esta señora le recuerda a Eva, la otra
hermana de Madre Isabel el 17 de febrero de 1924, la comunión de los
santos y la eternidad del Paraiso: “Tú no has dicho ‘adios’ a tu querida
madre, porque esta vida transcurre rápidamente y muy pronto todos
nosotros estaremos en la Casa Celestial junto a nuestros seres queridos y
ya no nos separaremos nunca más”. Nada más consolante cuando se vive
el abandono, que saber que la separación no será para siempre!
Riccarda está atenta en recordar todas las fiestas de las
hermanas y de los amigos de la Orden, sobretodo los onomásticos, y para
las hermanas las fechas de la profesión. Aprovecha todas las ocasiones
para llevar a las personas hacia el núcleo central de la propia vida. Por
ejemplo a Hna. Zita por el tercer aniversario de su profesión religiosa ...
Mientras tanto, querida mia, ¿No es verdad que te estás preparando con
un bonito vestido nupcial, con lindos bordados de oro, bordados hechos
con pequeños actos de virtud, humildad, paciencia, obediencia ciega,
mortificación? Si, Hna. Zita, para ti el dia 6 es un día memorable y lo será
para siempre. Tu vida será un continuo acto de amor haciendo todo por
amor de Jesús, ya sea en la cocina, en la lavandería o trabajando en el
jardín, cada trabajo debe ser una oración (cuando lo hacemos por amor
de Jesús), y nuestra vida será una continua oración”. Madre Riccarda da
por descontado que la Hna. se esté preparando. Quizás no es así, pero en
vez de escribir ‘tienes que prepararte’ se lo pide como si fuese una cosa
normal prepararse de esa manera. De este modo, en lugar de un
“sermón” como de costumbre, le propone cosas que quizás ya haga y por
las cuales la felicita, pero en el caso de que no fuera así, se lo recuerda
con elegancia.
76
Con delicadeza llega a consolar a un sacerdote en Inglaterra el 20
de diciembre de 1925 que espera una pensión que le ha sido negada y
con aire deprimido piensa que morirá pronto y así ya no la necesitará. A
este sacerdote escribe Madre Riccarda:
“Reverendísimo y queridísimo Padre en C. J.
Esperemos que Usted se equivoque al suponer que, habiendo
recibido la carta del rechazo de su pensión el día de la fiesta de nuestra
Bendita Señora, Ella quiera demostrarle que no lo necesita, nosotras
preferimos pensar que quiera demostrarle que Ella misma se cuidará de
Usted, aún en las cosas materiales y proveerá a su pensión”.
¡Quién sabe como se habrá consolado el sacerdote que ya se
consideraba muerto! Madre Riccarda sabe dar confianza apuntando a lo
positivo y recordandole que se debe fiar de la Providencia, en este caso a
través de la Virgen, como actitud sustancial de vida para no caer en la
depresión. Ciertamente, el sacerdote es realista: la pensión no ha llegado
y la noticia viene justo en el dia dedicado a la Virgen, pero esta última
¿No puede hacerse cargo directamente del anciano sacerdote? Madre
Riccarda está segura de la presencia de María en la historia de sus hijos,
especialmente cuando estos, repondiendo a una vocación especial, han
dedicado sus vidas a hacer bien al prójimo. Pero tampoco aquí Madre
Ricarda no da “sermones” da por descontado que la Virgen se cuidará de
él y se lo dice con una delicadeza extrema que hace pensar más que a una
hija que se dirige al “reverendo padre” a una madre que consuela al hijo
abriéndole la prospectiva de la confianza en María Santísima.
Hemos visto la relación de Madre Riccarda con la naturaleza. Nos
parece encontrar en ella un fragmento de la carta de San Pablo a los
Romanos en la que dice que toda la creación “sufre” esperando la
redención y el hombre “voz de todas las criaturas” como dice el prefacio
del canon de la Misa, se la ofrezca para hacer descender sobre ella la
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redención de Cristo. Por esto, atenta a todas las criaturas, se alegra y pide
noticias, el 23 de noviembre de 1926, hasta de los gatos que se pasean
por el convento de las hermanas suecas: “Estamos contentas de tener
buenas noticias de Tinello, Tonduccio, y del pequeño Nini. ¿Nini ha
crecido? Os ruego que deis a los tres, unas caricias de parte de nuestra
venerada Madre y también de mi parte. Esperemos que Nini comience a
apreciar más la clausura, no sea que le vaya a pasar alguna cosa mala,
pobre pequeño”. En la palabra “pequeño” se puede apreciar todo el
afecto que demuestra con todos. Madre Riccarda no es la animalista que
se preocupa solo de un gatito perdido en medio de la calle, sino la mujer
que se preocupa de todas las criaturas de Dios. Quien sabe si ella había
leido el episodio de las Fuentes Franciscanas en las que se cuenta que San
Francisco cogía las lombrices del centro de la calle y las ponía en la acera
para que ningún hombre distraido las pisara! Lo cierto es que solo una
persona con una grande sensibilidad y delicadeza dedicaría su atención a
unos gatos, como si fueran parte de la familia de las hermanas y tuvieran
que “acostumbrarse a la clausura” para ser protegidos.
Acogida y gratitud
La delicadeza la demuestra también en la acogida de las
postulantes. Ella misma nos cuenta como fue acogida una de ellas
escribiendo el 29 de diciembre de 1925 a la Condesa von Rosen: “ Todas
las novicias han esperado a Margit a la puerta de la clausura y la han
acompañado en procesión hasta el noviciado. Cada hermana llevaba una
vela encendida, cantando el antiguo himno a nuestra Santa Madre Brígida
‘O Birgitta’. Margit ahora se llama Hna. Mary Ansgaria y demuestra ser
muy feliz. En el día de la vestición aparecía radiosa”.
Estamos en los inicios de la nueva fundación y postulantes y
novicias están juntas. Las novicias hacen de hermanas mayores a la joven
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postulante y no les basta con acoger a la recién llegada en la puerta, sino
que organizan una procesión solemne, con velas encendidas, para
acompañarla hasta el lugar donde comenzará una nueva vida.
Toda esta acogida es fruto de los estímulos que Madre Riccarda,
Maestra de novicias, ha inculcado en la mente de sus jóvenes novicias a
las cuales ofrece algunas instrucciones que las hermanas recuerdan
después de haber pasado tantos años. Cierto es que la Hna. inglesa, que
había venido a Roma hacía algunos años, que es el “Cirineo” de la
fundadora, fundadora también ella con la madre superiora, hace crecer la
Orden en el corazón de las hermanas, como Madre Isabel la hace crecer
con sus contactos oficiales.
La acogida, uno de los fundamentos de la nueva Orden, no la
siente como un peso. Con gozo nos cuenta el entrar y salir de las personas
en la casa de Plaza Farnese y con particularidades que pueden dar gusto
y hacer partícipes en la obra de las hermanas de Roma a quien las lee. En
este parágrafo que presentamos son las hermanas que viven en la India a
recibir informaciones el 11 de mayo de 1950: “Hemos tenido una visita
del R. Padre Fernández, S. J. ...Esta semana pasada hemos tenido la
peregrinación de Escandinavia y por lo tanto cada día, y muchas veces al
día, visitas a las habitaciones de nuestra S. Madre. El martes, dia 9 de este
mes, a las 7 a.m., todos los suecos han venido a la Santa Misa, eran unos
60, el Obispo Auxiliar ha celebrado la S. Misa y hemos cantado motetes.
Después de la Santa Misa, mientras el Obispo se quitaba la casulla, hemos
cantado en sueco un himno: el Te Deum y todos los peregrinos se han
unido a nosotros en el canto. Era muy emocionante. Después del canto,
hemos ido al salón a tomar café y ‘sandwichs’ y después todos han ido a
la audiencia especial del Santo Padre”.
A Hna. Francisca en la misma fecha escribe: “ Estamos muy
ocupadas con los peregrinos, el día 4 de este mes ha llegado la
79
peregrinación de Escandinavia, han estado en Roma solo 6 días. Los
suecos han asistido a la Santa Misa celebrada por el Obispo en nuestra
iglesia el día 9 del mes en curso a las 7 de la mañana, han cantado con
nosotras en sueco! Era muy emocionante. Después de la Santa Misa
todos han ido al salón a tomar sandwichs y café y más tarde han tenido la
audiencia con el Santo Padre.
Hemos tenido también la peregrinación de California, y el Padre
Villas, S.J. ha celebrado para ellos la S. Misa”.
Madre Riccarda ha recibido una buena educación humana en su
familia por lo que parecería normal oirle decir gracias hasta el último
instante de su vida, en el lecho de muerte. El haberse hecho religiosa ha
afinado esta actitud suya por lo que, cuando habla de gratitud con las
hermanas, lo hace con un estilo muy personal. Ponemos solo un ejemplo,
la carta a Hna. Clara del 15 de febrero de 1924 escrita para agradecerle la
nueva cufia que le ha confeccionado: “Queridísima monaguilla mia, Hna.
Clara, habría querido escribirle una cartita antes, pero hermano tiempo
ha huido demasiado de prisa, y me deja siempre sin haber podido hacer
las cosas que yo hubiera querido. Te tengo que agradecer por dos
queridas cartas, ¿Verdad? Además ayer por la tarde nuestra Rev.da y
querida Madre ha venido para probar una nueva cufia sobre mi cabeza, y
me dijo que la había hecho en Roma mi monaguilla, ha sido una gran
sorpresa! Cuando la he puesto sobre mi cabeza habría adivinado que era
un trabajo de la monaguilla, porque me quedaba muy bién, era muy
suave alrededor de la cara y se podía abrir la boca muy facilmente.
Muchas gracias, querida hermanita, pido al buen Dios que te recompense
por tanto trabajo hecho para una nulidad como yo”.
Esta carta es una pequeña obra de arte. Mientras tanto el uso de
los diminutivos: cartita, monagilla, hermanita, son como una caricia para
Hna. Clara, como lo es la expresión “hubiera adivinado” que era un
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trabajo suyo. Ciertamente no es un agradecimiento formal el que la
Madre Riccarda expresa. Las gracias salen del fondo de un corazón lleno
de gratitud no solo por el trabajo hecho, sino por como ha sido hecho. No
sabemos si Hna. Clara haya puesto todo su amor cosiendo la cufia, pero
Madre Riccarda lo da por descontado, porque ella habría puesto todo su
amor en aquel trabajo como lo ponía en todo aquello que hacía. Y se
detiene en notar todos los detalles de la cufia: es suave, no aprieta, la
deja comer sin fatiga ... hermana Clara es propio la hermanita a la que
tenemos tanto que agradecer y no sabemos como!
Vida común y comunión de las santos
Hemos visto come Madre Riccarda hace partícipes a las
hermanas en la vida de la Orden ofreciendo particulares y detalles, a
veces demasiados, pero esto permite a todas las hermanas sentirse parte
viva de un organismo en el que los contactos epistolares son en aquel
tiempo los únicos y más sencillos, dado que el teléfono cuesta mucho:
¡Queridísimas hermanas! Estareis contentas de saber que
vuestros queridos trabajitos han llegado bien y a tiempo para la fiesta,
nuestra querida Madre era muy feliz cuando ha recibido estos trabajos de
sus hijas de la lejana Suecia y de Lugano, señal de afecto filial hacia una
Madre muy querida; cuanto amor habeis puesto en todos estos puntos”,
escribe a las hermanas de Lugano y de Djursholm el 16 de junio de 1927.
Los regalos no son solo para la Madre, sino también para los
benefactores, los sacerdotes, para toda la comunidad, sin olvidar a los
pobres. Después, al momento de agradecer, continúa en la misma carta:
“Como siempre en este día hemos tenido la renovación de la
consagración de las familias de este barrio al Corazón de Jesús, la capilla
81
estaba llena, y hemos tenido un bonito sermón del reverendo Padre
Maria Angelo, O.M. Capp. Por sus palabras se veía que estaba
acostumbrado a hablar de este tema: el Corazón de Jesús. Por la tarde
tuvimos la cena en la terraza, estábamos seguras de que vosotras estábais
aquí en espíritu. En estos días hemos tenido la visita del Obispo de
Noruega, y el domingo la del buen Obispo de Suecia, este último vendrá
el próximo domingo para celebrar la Santa Misa en nuestra capilla.
Nuestra querida Madre Reginalda está verdaderamente bien
ahora, envía para todas mucho amor en C. J.”.
A las hermanas que viven en la India el 17 de septiembre de
1937 les da a conocer la crónica de la Orden y pide oraciones: “En Roma
tenemos dos postulantes italianas para el coro. En Vadstena tienen una
postulante holandesa, tenemos que rezar de manera especial por todas
nuestras postulantes, para que el Señor las ayude con su gracia, para
conocer la belleza de su vocación, y para que perseveren en la vocación”.
También les recuerda las difuntas y escribe el 6 de enero de 1938
recordando la muerte de Hna. Brígida: “Por Hna. Brígida todas hemos
ofrecido la S. Comunión – y como dice nuestra S. Regla – tre días enteros
de obras buenas, la S. Misa y el Ufficio Defunctorum”.
Lo mismo hace por las hermanas de la India escribiendo el 11 de
junio de 1946: “No me acuerdo si les hemos dicho que han muerto cuatro
queridas hermanas después de la muerte de Madre Caterina! Hna. María
Mercedes, Hna. María Ignatius, Hna. Gabriela, Hna. Gerarda, y la pobre
Ada Fabris. No creo que hayais conocido a la querida Hna. María Ignatius,
que fue verdaderamente una querida hija, era una convertida inglesa,
pero ya, antes de hacerse católica deseaba siempre pasar desapercibida y
esconderse en un lugar donde poder orar siempre y rezar en particular
por los enfermos y los locos. Ella se había sacrificado mucho para
responder a la vocación religiosa. Su vida era muy edificante, era muy
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fervorosa y su gozo era el de hacer los servicios más humildes, de barrer,
secar o lavar los platos, quería siempre ayudar a las hermanas. Ha muerto
después de una grave operación. Faltaban todavía dos años para emitir
los últimos votos. En su última enfermedad decía que quería hacer
todavía muchos sacrificios por Jesús y que quería ser sorda, muda y ciega
por Jesús. La querida Madre Caterina ha recogido una pequeña
comunidad de brigidinas en el cielo”.
Riccarda sabe lo dificil que es vivir juntas si no hay un estilo de
obediencia que, como hemos dicho, es el núcleo de la vida cristiana
siguiendo el ejemplo de Jesucristo, por lo tanto más expuesta a los
ataques del demonio. Por este motivo, con dulzura y a veces con una
pizca de diplomacia, escribe sobretodo a las hermanas que han sido
trasladadas de una casa a otra y no solo cuando es Madre Abadesa
General, como en la carta a Hna. Barbara Mattana, escrita el dia 1 de
febrero de 1963, pero ya antes como en la de Hna. Clara, escrita el 18 de
noviembre de 1926: “Rezaré mucho por la pequeña Hna. María Clara,
muy querida, para que se someta con humildad y dulzura, y sobretodo
con amor tierno, a lo que Jesús quiera hacer con ella y no sea rebelde a
los toques de este Divino Maestro y Esposo” y la pone en guardia sobre
las dificultades que podrían surgir en una nueva comunidad. En la misma
carta: “Tiene que recordar, Hermana querida, que las acciones de los dem
y también sus palabras no las dicen para hacernos mal, sino que la mayor
parte de las veces, y siempre se puede decir, son el resultado del
temperamento de la persona y no tenemos que preocuparnos por los
defectos de los otros ya que también nosotras tenemos tantos. Si algunas
personas parece que son un obstáculo para nosotros, entonces hagamos
todo lo posible para no ir en su contra, al contrario, tenemos que probar a
movernos cerca de ellas, mirando el bien que hay en cada una y no sus
defectos; ¿Comprende Hna. Clara?”.
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Casi con una sonrisa escribe a Hna. Raffaella y a Hna. Zita el dia 1
de enero de 1927: “Han tenido una bonita sorpresa cuando han visto a la
querida Madre Caterina, ¿No es verdad? Han perdido a la querida Hna.
Veronica!! Pero así es nuestra vida, queridísimas, nos hemos ofrecido a
Jesús para darLe lo que Él quiere de nosotras, por lo tanto tenemos que
ser como soldados, listos en todo momento para ir, venir, estar, ¿No es
verdad?”.
Y a Hna. Teresa Pellegrini el 26 de febrero de 1935: “¡No nos
tenemos que escandalizar por el comportamiento de nuestras hermanas
o de las Madres! Nunca! Todas somos criaturas humanas y cada uno tiene
sus defectos y también momentos en los cuales nuestras caidas son
grandes, pero no queremos que los otros se escandalicen, al contrario,
quisieramos que fueran muy indulgentes con nosotros en sus juicios, ¿No
es verdad? Tenemos que procurar excusar siempre, aunque veamos
culpas grandes, no conocemos las causas de muchas cosas, tantos
carácteres diversos que nos dan la ocasión de practicar la virtud.
Recordemos lo que San Francisco de Sales nos enseña, que el convento es
un hospital para las enfermedades del alma”. Y continúa: “Muchas veces
las faltas vienen cuando una persona está muy tentada por el demonio, y
al mismo tiempo está cansada y nerviosa. Vivimos por Jesús solo,
mirémos solo a Él y no juzguemos para no ser juzgadas! Si la caridad no
reina en una comunidad es un infierno, y tenemos que saber perdonar”.
Cerramos este parágrafo con un largo fragmento de una circular
a todas las hermanas escrita el día 8 de julio de 1946: “Qué hermosa es
esta unión de nuestras Casas, fundadas por nuestra querida Madre. Es
importante que haya siempre esta unión, “la Unión hace la fuerza”,
tenemos que estar siempre unidas, como un cuerpo y un alma sola, no
importa la distancia, o que no nos veamos, la unión debe estar fundada
sobretodo en el Señor y sobre nuestra hermosa vocación; venimos de
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diferentes naciones y tenemos carácteres muy diversos las unas de las
otras, pero esto no importa, al contrario, nel procurar soportarnos
reciprocamente con paciencia, nos acercamos cada vez más al gran ideal
para el cual el Señor nos ha llamado a su Servicio Divino ... soportar
carácteres con paciencia es un gran paso hacia la santidad”.
De la vida común se pasa a la comunión de los Santos
Hasta este momento hemos traido sobre el argumento solo
algunos fragmentos que se refieren al paraiso y a la muerte de personas
queridas y de las hermanas. Ahora nos detendremos en la comunión no
solo fraternal, sino de todos los Santos.
Refiriéndose al tiempo que pasa escribe a las hermanas de
Djursholm el 12 de noviembre de 1928: “¡Un año pasa como nada,
estamos en un tren express para el Cielo, nuestra casa, pronto estaremos
todas juntas en el Cielo!”
Que hermoso será estar siempre con María Santísima, nuestra
Santa Madre, y nuestra querida Madre, siempre junto a Jesús, y siempre
juntas, ya sin “adios” y sin “separaciones” que me hacen envejecer diez
años cada vez, pero todo sea por Él. Estas separaciones nos unen cada vez
más a nuestro Esposo Divino, ¿No es verdad? Y nos hacen anhelar más
fuertemente el Cielo. Muchos besos y saludos afectuosos mios y de todas
las queridas hermanas de Roma, que aunque estén lejos, están siempre
unidas con vosotras en espíritu y en la oración, tenemos el mismo
horario, por lo tanto, estamos juntas en cierto modo”.
En esta comunión entran los amigos del convento como escribe a
Hna. Teresa Pellegrini il 17 de diciembre de 1934: “La narración de la
muerte de Sergio nos ha edificado a todas, y he leido la descripción a las
hermanas esta tarde durante la recreación, una bella muerte propia de un
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santo; la pobre mamá sufrirá por su falta, pero se consolará al pensar que
su hijo está en el cielo junto a su papá”. Y a Hna. Teresa Pellegrini:
“Bienaventurada la abuela que finalmente ha ido a nuestra verdadera
patria para gozar de la presencia de Dios, cara a cara, en una felicidad
eterna, junto con todos sus seres queridos”. “La pérdida de una persona
querida, especialmente de los padres – deja un gran vacío en principio –
pero después los sentimos muy cercanos – y percibimos su ayuda”, como
escribe a Hna. Gemma La Porta el 15 de noviembre de 1936.
A la Condesa von Rosen, más tarde, por la muerte del marido
escribe cosas maravillosas el 29 de abril de 1948. Logra expresar todo el
valor de una vida de pareja fiel y la consuela propio con el recuerdo del
tiempo que pasa velozmente y que nos lleva a todos unidos al paraiso:
“¡Somos conscientes del inmenso vacío que la pérdida del buen y amable
conde Le ha causado, de hecho se habrá sentido como partida en dos
mitades! Pero, gracias a Dios, Usted tiene una fe muy fuerte y esta fe será
el apoyo que la sostenga. El querido conde continuará a consolarle y a
darle su ayuda con sus oraciones: la seguridad de que vamos a
encontrarnos de nuevo con nuestros seres queridos mucho tiempo antes,
es un gran consuelo; he dicho “mucho tiempo antes” porque la vida corre
hacia adelante a gran velocidad y todos nos encontraremos y nunca más
nos separaremos en la gloriosa felicidad eterna del Cielo, en la visión de
Dios cara a cara”.
Este capítulo se cierra con una reflexión de Madre Riccarda
altamente espiritual formulada con una expresión a menudo repetida:
“nuestra venerada Madre está con ustedes siempre con la oración y con
el espíritu; la lejanía no disminuye para nada el afecto y la unión – al
contrario, la lejanía, siendo una cosa material, desaparece delante de una
cosa tan profundamente espiritual como es la llamada divina”.
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PARTE III
SU OBRA EN LA ORDEN
HASTA LA MUERTE DE
MADRE ISABEL HESSELBLAD
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1
Durante la primera guerra mundial
E inmediatamente después de la guerra
La vida en Roma
Ya hemos dicho que desde el momento en el que Madre Riccarda
llega a Roma en el 1914 su vida está entrelazada con la de Madre Isabel y
con La expansión de la Orden en la que ella ocupa un lugar fundamental.
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Ahora trazaremos brevemente las líneas esenciales de la vida de la
Orden y sus vicisitudes hasta la muerte de Madre Isabel, cuando le tocará
a ella tomar las redes habiendo sido elegida Abadesa General.
Riccarda llega a Roma en 1914, año de la muerte del Papa Pio X y del
comienzo de la primera guerra mundial.
En relación a esta guerra comienza la actividad caritativa de Hna.
Riccarda. No obstante las hermanas se sientan bastante tranquilas en su
modo de vida, viven de todas formas en una gran pobreza. Hemos visto
que esta palabra se repite a menudo en los escritos de Madre Riccarda y
tiene varios significados. En estos momentos ella piensa a la pobreza
moral y pide oraciones por Italia. Citamos un fragmento de la carta a la
Abadesa de Syon el 26 de diciembre de 1919: “Por favor, rece mucho por
Italia, las cosas van mal y crece mucho el odio hacia la religión y los
religiosos”.
En Italia, a principios del siglo XX, las cosas van verdaderamente mal,
ya sea por los contrastes socio-políticos, ya sea por la pobreza material
reinante (es el periodo de los grandes éxodos hacia América) y también
por la difusión del socialismo que promueve el odio entre las clases
sociales. Hna. Riccarda procede de Inglaterra donde el odio surge entre
personas de confesiones religiosas distintas, sin embargo aquí se trata de
un sistema estructural que proclama robar a los ricos para darlo a los
pobres, pero que en realidad solo crea una lucha de clases que no
disminuye ni siquiera con la guerra. El remedio es la oración. Por este
motivo encontramos una carta a la misma Abadesa para agradecerle los
donativos enviados para la celebración de las misas. También las
hermanas son pobres y no pueden permitirse los donativos para celebrar
misas en su capilla por vivos y difuntos. De hecho ella expresa su dolor
por los miles de almas que mueren y por las que nadie se preocupa. A la
Abadesa comunica también la tristeza de p. Williamson: dos de sus
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novicios han ido a la guerra y no se sabe nada de ellos. Otro dolor está
unido al hecho de que algunas jóvenes italianas quisieran entrar en la
Orden, pero no pueden hacerlo porque no tienen la dote requerida. De
hecho el Vicario no quiere que entren en el convento sin la dote, como
era costumbre en aquellos tiempos, y Riccarda comenta que son tiempos
muy duros a causa de la guerra y del hecho que la fundación está en sus
inicios y no puede garantizar por las jóvenes pobres.
La gente sufre el hambre. Los hombres están en el frente y los
campos desiertos. Los huérfanos y las viudas se multiplican y algunos
están empleados en las fábricas que construyen armas en lugar de telas u
otros géneros de primera necesidad. Muchos llaman a las puertas del
convento, pero también las hermanas sufren el frio y el hambre. Además
de las privaciones de la guerra en enero de 1915 un terremoto golpea
bastantes ciudades italianas, además de Roma. Las hermanas estaban
recitando la Hora Sexta, y la cronista del convento escribirá que sintieron
moverse la casa. Pero esto fue lo de menos. Ninguna de las hermanas
tuvo heridas, pero centenares de heridos fueron traidos a Roma. Muchos
niños que habían quedado huérfanos fueron dados en custodia a las
hermanas.
No había pasado un mes cuando Madre Isabel recibió la noticia de
que tenían que abandonar la casa de via Aurelia, que ellas habían
adaptado para convento. Padre Federici S.J., amigo de la Orden, propuso
que fueran a ver una casa situada en el n.1 de via Córsica, una callecita
que desembocaba en via Nomentana.
Madre Isabel en compagnia de Madre Riccarda fueron a verla y
como les pareció adecuada se decidieron a comprarla.
Entre tanto las cuatro novicias: Hna. Reginalda, Hna. Caterina, Hna.
Brígida y Hna. Richard, tenían que hacer la primera profesión y
necesitaban el permiso del Cardenal vicario. Las novicias entonces le
90
enviaron una carta, citada anteriormente, para pedirle la posibilidad de
emitir sus votos dado que la Orden no tenía todavia el reconocimiento
oficial de la Iglesia. Obtenido el permiso fue establecida la fecha para el
dia 8 de septiembre de 1915. La Crónica de la Casa nos cuenta: “Fue un
día solemne y bellísimo después de muchos años, muchas penas y
tribulaciones. Madre Isabel acompañó al altar a las cuatro jóvenes
coronadas con las cintas blancas con cinco señales rojos, simbolo de las
Llagas Santas del Señor”.
Poco después de la profesión, Madre Isabel, el 25 de octubre del
1915, encarga a Hna. Riccarda que escriba una carta en su nombre, la
primera carta, a la Abadesa del monasterio de Syon. La citamos por
entero porque es la primera que ella escribe y se nota enseguida que el
contenido ha sido sugerido por la Madre Isabel, pero el estilo es el suyo,
delicado y amable, humilde y firme, respetuoso y atento a los problemas
de los otros.
25 octubre 1915
Muy Rev.da Señora Abadesa.
Nuestra queridísima Madre quería escribirle ella misma pero,
desgraciadamente, está delicada en cama y me ha pedido a mi que
escriba de su parte para gradecerle los últimos donativos para las Misas y
añadir los resguardos (cuatro) de las Misas ofrecidas.
La semana pasada hemos tenido que cambiar nuestra capilla porque
muchas personas de fuera vienen para la Misa y la Bendición, y no había
sitio. Creemos que nuestra Madre ha trabajado muy duramente, pero
teníamos que hacerlo con rapidez para no interrumpir las Misas.
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Nuestra Madre espera que pronto sus ojos, querida Señora Abadesa,
estén bien. Estábamos muy apenadas de saber que estaba sufriendo,
porque todo lo que se refiere a los ojos es muy doloroso.
Nos gustaría mucho saber cómo está Hna. Maria Bridget: hemos
rezado mucho por ella, esperamos que haya superado bien la operación y
que ahora esté reponiéndo sus fuerzas. ¡Como habrá deseado volver a
Syon!
Estamos muy contentas de saber que el Padre Benedict ahora vive
en Cobhem y que se dedicará por entero a sus novicios; esperamos que
tenga éxito haciendo aquello por lo que tan seriamente hemos rezado.
Aprovecho esta ocasión, Rev.da querida señora Abadesa, para
pedirle que rece mucho por mi queridísima amiga señora Corballis
(Hermana S. Paul). He sabido por ella hace unos días que hará la profesión
el 24 de noviembre. Por favor ¿Puede decir a Hna. M. Aloysius y a todas
nuestras hermanas de Syon que pidan por ella? Con amor de parte de
nuestra querida Madre y con respeto de mi parte la saludo en nombre de
todas nosotras y le ruego que rece por nosotras para que crezcamos en
fervor y abnegación.
Su respetuosa y humilde hija
Hna. Riccarda
P.S. Nuestra querida Madre me ha pedido que le diga que ha rezado de
manera especial por Madre Ignatius ayer en el día de su fiesta, espera que
esté bien y que rece por nosotras.
92
Muchísimas de sus cartas están dirigidas a personas internas o
cercanas a la Orden y ella siempre lanza mensajes que abren una
pequeña brecha en su vida con Dios. Y lo mismo cuando tiene que contar
las cosas que conciernen a la Orden, las peticiones y también los
reproches a las hermanas, es delicada y llena de la misericordia de Dios,
mientras su historia personal continúa en paralelo con la de la Orden
hasta la muerte de Madre Isabel. Estamos en 1915, Madre Isabel sigue
siempre enferma y la guerra continúa.
A la Condesa von Rosen el 14 de diciembre de 1916, Riccarda
escribe: “Esta será una Navidad muy triste para muchos, porque en sus
familias faltarán el padre o los hijos o quizás los dos. Para aquellos que
elevan sus corazones a Dios será una fuente de aliento y consolación la
fiesta de Navidad, día en el que celebramos el aniversario del inicio de
nuestra Redención. Este pequeño niño, el Rey que adoramos en el
pesebre, ha nacido en la pobreza y en la miseria y ha muerto con una
muerte humillante y cruel después de una vida intensa de trabajo y
sufrimiento, para adquirirnos una vida de eterna felicidad. Si aquellos que
han perdido a sus amigos o a sus seres queridos van a adorar al Rey Niño
con fe y con el corazón lleno de amor, El les dirá que no lloren y que no se
lamenten porque con su venida ha merecido la vida de felicidad eterna
para todos sus seres queridos. Estos no han sido separados de ellos para
siempre, sino por un breve tiempo y se encontrarán una vez más en la
ciudad celeste, donde estarán juntos para siempre en la felicidad que no
puede destruir ningún dolor”.
No obstante la guerra la Orden sigue adelante.
A primeros del año 1916 entra en el convento de via Corsica la
primera sueca, que será después Hna. Elena. En este mismo periodo se
cambia el Oficio brigidino por el Oficio Romano porque los antiguos
Breviarios se han terminado y es imposible encontrarlos mientras que el
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Breviario Romano es más fácil encontrarlo y permite a las hermanas
sentirse más en comunión con la oración universal de Iglesia. En el
convento son diez en este momento. La vida es dura.
Queda el sueño de tener la casa de santa Brígida en la Plaza Farnese
y Madre Elisabetta, acompañada por Madre Riccarda, se presentan ante
la madre superiora de las Carmelitas de Plaza Farnese y ante el
procurador general de la Orden Carmelitana para ver qué se podía hacer.
Las Carmelitas quisieran dejar aquella casa, pero necesitan un monasterio
y para obtenerlo tendrían que disponer de una fuerte suma de dinero,
que las brigidinas no tienen. Entonces Madre Isabel hace escribir a Madre
Riccarda a la Abadía de Syon, y a los monasterios de España y de Holanda
para pedir una consistente ayuda económica, pero la respuesta es
siempre negativa. ¡Se puede mandar solo una pequeña cantidad!
En el 1919 tienen que volver a cambiar nuevamente de casa. Los
propietarios de la casa de via Córsica piden un fuerte aumento por el
alquiler de la casa. Las hermanas no pueden pagarlo. Se necesita buscar
otra casa y posiblemente comprarla. Propio junto a su convento se vende
una casa, pero el precio es altísimo. Madre Isabel piensa en dirigirse
directamente al Papa y el 19 de febrero de 1919 visita a Benedicto XV
con Madre Riccarda la cual narra este encuentro a la Abadesa de Syon en
una carta del 13 de marzo de 1919. Presentamos un fragmento: “El 19 de
febrero nuestra querida Rev.da Madre ha tenido una audiencia privada
con el Santo Padre. Su Santidad la ha recibido en su estudio privado ... y
ha preguntado muchas cosas sobre “esta obra” que Dios le ha confiado y
ha demostrado mucho interés. Su Santidad ha dicho ya a un amigo
nuestro que ésta sería una de las cosas que le gustaría restablecer en
Roma para los Paises Escandinavos’. Piense, rev.da y querida señora
Abadesa que el mismo Santo Padre nos ha prestado el dinero para
comprar la casa que queríamos, y que nosotras tendremos que restituir
94
gradualmente ... Él mismo ha cogido los billetes de un cajón de su
escritorio. Todo es maravilloso”. En efecto el Papa les había dado 200.000
liras que más tarde le fueron donadas a la fundadora por un señor sueco
y ella se las restituyó al Papa, como recuerda Madre Elisa Famiglietti.
El dinero prestado por el Papa ofreció la posibilidad de comprar la
casa y fue restituido en el arco de cinco años.
El 31 de marzo de 1919 Madre Riccarda y Madre Isabel van a un
notario para formalizar el contrato. Las hermanas hacen solas el cambio
de casa en la calle via delle Isole, 34, porque los jardines de via Corsica y
de via delle Isole eran confinantes. Los trabajos para adaptar la casa a
convento fueron realizados por las mismas hermanas que se
improvisaron albañiles, pintores y carpinteros. En la carta del 16 de marzo
de 1919 a la Abadesa de Syon Riccarda espera que “con la entrada en la
nueva casa podamos también entrar en una vida nueva de renovado
fervor, sacrificio y amor para ser entera y totalmente para Él solo y para
todo aquello que Él quiera de nosotras”.
El 16 de abril de 1919, el padre Hattais celebra la Misa de
inauguración de la nueva capilla, en presencia de muchas personas y
entre ellas bastantes escandinavos. Están presentes los cónsules de
Noruega, Suecia y Dinamarca, el señor Solmon, un hebreo danés
convertido, el conde Wrangel, famosísimo escritor sueco. A todos se les
ofrece un té en el recibidor del convento. ¡Parece que el sueño del Papa
de tener una obra para los escandinavos se haya realizado!
Hna. Riccarda, mientras tanto, ha sido nombrada maestra de
novicias y una de ellas nos cuenta el primer encuentro con esta hermana.
Es el 10 de mayo de 1919, llega una joven a via delle Isole que recuerda su
entrada de esta manera: “La querida Hna. Michela amablemente nos
acompañó a un bonito recibidor y se fue a avisar a la Rev.ma Madre.
Pasados unos minutos se abrió la puerta, entraron dos Hermanas, una
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más anciana, majestuosa, la otra más joven y delgada; las dos, con una
sonrisa angélical, saludaron al padre que enseguida me dijo: “Es la Rev.
Madre Abadesa”. Me puse de rodillas y le besé la mano. Yo sabía que
cerca de la superiora está la vicaria, y simplemente me dí la vuelta hacia
la más joven y le pregunté: “¿Usted es la vicaria?’’ Ella respondió
enseguida: “Hna. Riccarda”, y la querida Madre añadió: “Es la Madre
Maestra”. Besé también su mano ... Madre Riccarda se puso roja, bella
como un capullo de rosa. “Hablaban con el Padre y con mi papá y yo los
miraba complacida”. Esta hermana tomará más tarde el nombre de Clara
y nos contará en sus memorias: “Después del retiro, con las enseñanzas
de la Madre Maestra, nuestra dulce mamita, la víspera de la vestición
pedí perdón delante de toda la comunidad”.
Hna. Riccarda cronista de la Orden
Terminada la guerra, el 4 de marzo de 1920 llega el Decreto de la
aprobación canónica de la Orden. Madre Riccarda tiene el encargo de
llevar un diario de la vida de cada día a partir de octubre de 1920. De este
modo sabemos que algunas hermanas ursulinas martirizadas en
Valenciennes durante la revolución Francesa, fueron beatificadas. Dos de
ella eran hermanas brigidinas francesas, que eran huéspedes de las
ursulinas, y fueron martirizadas con ellas. Se llamaban Hna. Anna-Maria
Erraux y Hna. Maria Francesca La Croix.
Sabemos también que el 3 de abril de 1921 Invitados por Madre
Isabel, el hermano del rey de Suecia, príncipe Oscar Bernadotte, con su
esposa y sus dos hijas, vinieron a visitar el monasterio. Madre Elisabetta
sabiendo que los suecos pensaban que los católicos no leían nunca la
Biblia, hizo colocar todas las Biblias que había en la casa sobre una mesa.
96
Algunas estabas escritas en italiano, otras en inglés y en sueco. Eran estos
pequeños gestos los que creaban simpatia hacia las brigidinas, simpatia
basada no solo en la conciudadanía, sino también sobre algunos
elementos religiosos comunes. Era propio lo que algunos años antes
había soñado Benedicto XV.
Mientras tanto en Suecia, la Condesa Mary von Rosen, que en el
1911 había venido a Roma y había conocido a Madre Isabel cuando vivia
en la Plaza Farnese huésped de las Carmelitas, fundò la “Societas Sanctae
Birgittae”. Los miembros se reunían cada año en Vadstena en el
aniversario de la muerte de S. Brígida.
Para el encuentro del 1923 las brigidinas de Roma fueron invitadas a
Suecia. El 19 de junio de 1923 Madre Isabel mandó a Hna. Caterina y a
Hna. Riccarda al Vicariato para consultarse con las autoridades
eclesiásticas sobre la oportunidad de la visita a Suecia. Obtenido el
parecer favorable, el 8 de julio de 1923 viajó con Hna. Reginalda. En el
1923 la iglesia de Vadstena estaba bien conservada. En el Ábside había
una preciosa caja o relicario, que contenía los huesos de la santa.
De todas formas los católicos no eran bien vistos. De hecho Eva,
hermana de la Madre Isabel cuando supo que las hermanas habrían ido a
Suecia les aconsejó que no lo hicieran, dada la gran hostilidad de los
suecos hacia los católicos.
Mientras Madre Isabel está en Suecia, Hna. Riccarda en Roma se
ocupa de la comunidad. El 16 de septiembre de 1923 sustituye a la Madre
en la vestición religiosa de una joven. Diez días después con Hna.
Margherita, viaja ella también a Suecia porque está para nacer la primera
casa de las brigidinas romanas en Suecia, en Djursholm, cerca de
Estocolmo, y la Madre la quiere cerca para establecer una casa de reposo
bajo el nombre de S. Brígida (St. Birgitta’s Vilohem). Es la primera
fundación nacida del ramo romano propio en aquella Suecia de la que
97
años antes había marchado Madre Isabel y es considerada un milagro de
la gracia por intercesión de santa Brígida.
Cuando la casa comienza a funcionar, después de un año de trabajo,
el 17 de septiembre de 1924 Madre Isabel y Hna. Riccarda dejan allí como
superiora a Hna. Reginalda y parten de Estocolmo para Roma. Se
detienen en Lugano donde también aquí, casi por milagro, parece que es
posible abrir una nueva fundación con el apoyo del Obispo de Lugano.
Efectivamente, las hermanas encuentran una casa y hacen venir de Roma
a Hna. Giuseppina, Hna. Erica y a Hna. Raffaella. Más tarde llegarán otras
dos para ayudarles.
Estas fundaciones son un verdadero don de Dios después de tantos
sufrimientos, pero las hermanas no están todavía satisfechas porque
queda el problema de Plaza Farnese: la casa de Santa Brígida en Roma. De
todas formas las hermanas tienen el apoyo del Papa y el 20 de diciembre
de 1925 Madre Riccarda escribe a un sacerdote amigo de Inglaterra: “El
Santo Padre nos ha prometido que restituirá la casa de Santa Brígida en la
Plaza Farnese a la obra de nuestra Madre para la Escandinavia pero hasta
que no se haya encontrado un lugar adecuado para las Carmelitas, la
cuestión no se puede resolver. El Santo Padre ha dado una gran suma de
dinero para la compra de nuestro querido Santuario y el conde sueco ha
hecho una donación al Santo Padre para esta intención. ¡Se puede
imaginar cuanto deseamos vivir en la casa de nuestra Santa Madre!”.
Dias antes, el 3 de noviembre de 1925, Madre Isabel, acompañada
por Madre Riccarda, habían ido a hablar con el Cardenal Von Rossum del
Colegio de Propaganda Fide, para ver cómo podían hacer para obtener
esta casa.
Como se ve, en todas las cuestiones más importantes y delicadas
encontramos siempre juntas a las dos hermanas, menos cuando Madre
Riccarda tiene que sustituir a la Fundadora en Roma.
98
Un año rico de sucesos para Madre Riccarda es el 1930: el 17 de
mayo va a una audiencia privada con el Santo Padre; la acompaña Madre
Isabel. El 17 de septiembre de 1930, muere el padre Giovanni Hagen de la
Compañía de Jesús, que había estado siempre muy cercano a las
hermanas. Madre Riccarda llora y se justifica con una hermana: “He
recibido el hábito de sus manos”.
En el 1931 Madre Riccarda tiene una gran alegría. Una vieja amiga
de Madre Isabel, Maria Potter Cisneros, le ofrece la casa donde ella ha
vivido con su marido, a las afueras de Londres.
Madre Caterina queda como responsable de la fundación, una de las
primeras hermanas inglesas que habían venido a Roma con padre
Benedicto.
Plaza Farnese
Entre el 1930 y el 1931 se resuelve también el problema con las
Carmelitas de Plaza Farnese que han encontrado una nueva casa en
Roma, en el barrio de Parioli y el 8 de abril de 1931, miércoles de Pascua,
las brigidinas reciben las llaves. La casa es finalmente y oficialmente su
casa. El 16 de noviembre se celebra la inauguración y se convierte en el
punto de referencia de los escandinavos en Roma.
Cada año, el día de San Esteban, los escandinavos reciben una
invitación para un encuentro. Son siempre muchos los que pasan por esta
casa de larga historia.
Esta casa había sido regalada a las hermanas suecas el dia 8 de
enero de 1383 por una amiga romana Francesca Papazzurri, que se había
conservado el derecho de habitarla. Tenía dos pisos y un jardín. Se
entraba por la actual calle Monserrato. En el siglo XV el ingreso fue
99
cambiado a la Plaza Farnese. Después de la muerte de Santa Brígida la
habitación donde había vivido fue convertida en capilla. Solo en el siglo
XVI se construyó una capilla más grande. La casa, siguiendo las
costumbres de santa Brígida, se convirtió en un hospicio para los
peregrinos suecos y no solo para ellos. De hecho algunos testimonios de
la época recuerdan que en aquella casa vivieron la hija de santa Brígida, la
beata Caterina y santa Caterina de Siena durante casi dos años. Cuando
murió Francesca Papazzurri, la casa fué encomendada al monasterio de
Vadstena que la dirigía a través de dos procuradores. Con la Reforma
protestante del siglo XVI, la casa se convirtió en refugio de los prófugos
católicos suecos y fue interrumpida la relación con Vadstena. La casa fue
encomendada a los Cardenales romanos de la familia Farnese, después a
los Orsini y a otros y fue considerada propiedad pontificia.
Durante un tiempo vivió allí la reina Cristina de Suecia después de su
conversión al catolicismo y a su muerte el prior del monasterio brigidino
de Altomünster, en Baviera, la tuvo para su uso hasta el momento de la
Revolución Francesa cuando los monjes tuvieron que abandonar Roma.
En el 1828 el Papa León XII la regaló a los canónigos de Santa María en
Trastevere. Después de unos veinte años, dado que la casa necesitaba
una manutención extraordinaria, fue dada en custodia a los padres
franciscanos de la Santa Cruz y de estos pasó en usufructo a las monjas
Carmelitas que se establecieron en el 1889. Entre las Carmelitas había
entrado Madre Isabel. Por este motivo, se esperaba siempre que la casa
volviese a las brigidinas.
Mientras, la salud de Madre Isabel se vuelve cada vez más delicada.
De todos modos ella lucha para obtener la casa de santa Brígida y
finalmente, como hemos dicho, el 8 de abril de 1931 obtiene las llaves.
100
2
El “Cirineo” de Madre Isabel
En viaje entre Suiza – Suecia – Inglaterra
El 30 de junio de 1934 Madre Elisabetta habría tenido que viajar a
Lugano donde habían surgido varias dificultades, pero su salud es muy
débil por lo que manda a Madre Riccarda. En septiembre del 1934 Madre
Riccarda sustituye una vez más a la Madre General en la profesión
solemne de tres hermanas: M. Rosaria Cariglia, M. Paola Di Nitto e M.
Bernarda Vacchi.
En agosto de 1935, Madre Isabel y Madre Riccarda están de nuevo
en Suecia para abrir una casa precisamente en Vadstena.
101
Madre Riccarda había escrito a Hna. Isabel Cisneros, amiga de
Madre Isabel, el 29 de diciembre de 1923: “Usted me ha pedido que le
cuente algo sobre las últimas brigidinas de Suecia expulsadas del
monasterio de Vadstena. Ellas vivieron en paz durante el reinado de
Gohan III que había desposado una princesa polaca, pero cuando Charles
IX subió al trono, comenzaron los sufrimientos. El rey estaba lleno de
ideas calvinistas y procuró alejar el catolicismo de Suecia prohibiendo los
conventos. Las brigidinas vivieron durante 25 años sin la S. Misa y los
Sacramentos y estaban obligadas a ir a los servicios luteranos. De las que
quedaron con vida, después de un sufrimiento de 25 años, dos de ellas
fueron asesinadas, una pobre hermana fue tratada tan cruelmente por el
insensato hermano del rey, el Principe Magnus, que murió. De aquellas
cinco que quedaron, dos fueron llevadas, a través del gran lago Vättern, al
castillo de Vettersborg y allí fueron decapitadas, las últimas tres queridas
hermanas fueron exiliadas. Tuvieron que atravesar el lago Vättern en una
pequeña barca y cuando salieron de su querido convento no se oyó
ninguna queja, sino solo oraciones por el perdón de sus enemigos y
peticiones a Dios para que tuviera misericordia de ellos. Desde lejos,
todavía hoy, se pueden escuchar sus voces: “S. Birgitta ora pro nobis”. Las
grandes campanas de la iglesia de Vadstena tocaron milagrosamente: De
hecho no había nadie que las tocase. Pasaron a Polonia y se unieron a las
brigidinas de Danzica”.
Tornando a Roma Madre Isabel y Madre Riccarda se detuvieron de
nuevo en Lugano.
El dia 20 de mayo de 1936 una postulante pide vestir el hábito
religioso y Madre Riccarda sustituye a la Madre Abadesa.
Entretanto el jesuita padre Beretta pide hermanas brigidinas para
una fundación en la India del norte de Kerala, en Calcuta, para la
adoración perpetua. Hay un poco de incertidumbre en Roma porque el
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pensamiento está siempre dirigido hacia los paises escandinavos, pero se
acepta y en la tarde del 9 de abril de 1937 las doce “misioneras
contemplativas” dejan la casa de S. Brígida de Plaza Farnese; siete de ellas
son italianas, cuatro indianas y una suiza, entre ellas está la Madre
Francisca Lalli, que será la superiora del primer convento brigidino en
tierras de la India. Madre Riccarda y la Superiora de la comunidad de
Plaza Farnese las acompañan a la estación ferroviaria de Roma.
El 12 de julio de 1937 es un día especial para Madre Riccarda:
se parte para Inglaterra, su tierra, que no ve desde hace muchos años.
Tambien esta vez están juntas las dos hermanas.
La segunda guerra mundial y el periodo inmediatamente sucesivo
Mientras tanto se prepara la segunda guerra mundial y en
1940, escribe la cronista del convento, pocos viajeros pueden llegar a
Roma. Las hermanas viven todavía más pobremente dado que han
disminuido las entradas para el convento. De todas formas, en marzo de
aquel año hay fiesta en todas las casas brigidinas: La sagrada
Congregación de los Religiosos aprueba las Constituciones de la Orden.
El 27 de noviembre de 1938, Madre Riccarda había escrito a Hna.
Francisca Lalli: “Todo el mundo está orando por la paz ... Los protestantes
de Londres han estado rezando toda la noche en la Abadía de
Westminster para pedir por la “paz”, han hecho el turno de trescientas
personas cada vez, y sesenta mil católicos han salido en procesión por las
calles de Londres” y a Hna. Filomena Gonsalves el 10 de enero de 1939:
“Nosotras ahora estamos viviendo un tiempo muy dificil en Europa y la
103
vida de todos, religiosos y laicos, es muy compleja. Nadie nos puede
ayudar, porque nadie tiene dinero. Estamos en las manos de Dios. Su
Divina Providencia no nos ha abandonado nunca y Él no nos abandonará
si nosotras lo amamos y confiamos en Él, aunque hagamos también lo
que podamos por nuestra parte”.
El 25 de agosto de 1939 también a Hna. filomena escribe: “Ahora
todos estamos rezando seriamente por la paz ... El Santo Padre está
rezando y hace todo lo que puede para llegar a una solución pacífica”.
El 15 de enero de 1940 Madre Riccarda escribe en la crónica:
“Llegan noticias de que los Rusos están bombardeando cruelmente las
grandes ciudades de la Finlandia y han hecho caer una bomba sobre una
isla de Suecia. La situación es muy grave pero recemos seriamente y con
confianza en Él que es el Señor del mundo...
Nuestra querida Madre ha recibido una carta de Madre Caterina,
actualmente Superiora de nuestra casa de Djursholm en Suecia, ella dice
que están bien. Deo Gratias. Que en caso de necesidad también ellas
están preparadas para recoger refugiados de Finlandia, heridos, o para
cualquier otra cosa que el Gobierno pueda necesitar de ellas”.
En mayo de 1940, sucede la invasión de Francia.
Madre Riccarda escribe a Hna. Teresa Pellegrini el 11 de marzo de
1940: “Pida por la paz en Europa, esta guerra terrible se extiende por
todos lados”.
Italia entra en guerra. Todos están en peligro. Solo las casas de
Suecia, de Suiza y de la India están relativamente al seguro.
En Roma el embajador inglés invita a todos los ciudadanos de
Inglaterra a dejar Roma. Ochenta y dos seminaristas del colegio inglés
tienen que salir y piden a las hermanas de Plaza Farnese que guarden sus
104
libros y sus vestidos. Cierra también el colegio americano y cuarenta
jóvenes tienen que volver a su patria.
Plaza Farnese, donde se encuentra la embajada francesa, y también
la casa de santa Brígida, es custodiada por la policía.
El 20 de junio de 1940 Madre Riccarda escribe en la crónica: “El
Onorable Wenceslaus Amici ha llamado para saber cómo estábamos
todas nosotras y para saber si habíamos tenido dificultades a causa de la
presencia de dos inglesas en la Comunidad (Madre Riccarda y Hna,
Ignatius). Nuestra Madre le ha dicho que hasta ahora el Ayuntamiento ha
sido amable con ellas y ha dicho que de todas formas, por el momento,
no hay motivos para que las dos inglesas no puedan estar en el convento
de Plaza Farnese”.
El 5 de julio de 1940 Madre Isabel obtiene una audiencia privada
con el Papa Pio XII, para cinco personas, y lleva con ella a Madre Riccarda.
Entretanto, en 1940, la pobreza comienza a notarse más fuertemente que
antes y también los donativos disminuyen. Las hermanas no pueden
comprar carbón para el invierno porque el precio es altísimo. “Por lo que
nuestra confianza en la Providencia amorosa de Jesús tiene que crecer
cada vez más fuerte, y no dejarnos abatir”, escribe Madre Riccarda a Hna.
Francisca Lalli, el 5 de abril de 1940, y a un sacerdote amigo diez días
después: “Que tiempos tristes y terribles estamos viviendo y ¿Cuándo
terminará todo esto?... Parece que las puertas del infierno se han
abierto”.
A Hna. Filomena el 3 de mayo de 1940: “Europa entera está
progresivamente entrando en el terrible conflicto... solo Dios nos puede
ayudar en esta hora de obscuridad y de tribulación. Nosotros estamos en
sus manos... Acojamos todos los sufrimientos, todas las tribulaciones y las
dificultades y dejémoslas caer en el cáliz durante la S. Misa para
ofrecerlas a Dios por el mundo a través de los méritos de Jesús”.
105
Mientras, las noticias de los terribles bombardeos a la ciudad de
Londres, siguen llegando a Roma. Las hermanas rezan intensamente por
la comunidad de Iver Heath. Como no habían tenido noticias de ellas, el
15 de julio de 1940 Madre Riccarda recuerda que fue a la Cruz Roja
internacional en via Puglie, 6 para mandar un mensaje a las hermanas de
Inglaterra. Desde el dia 15 de julio, día en el que se pidieron noticias, solo
el 28 de noviembre se tienen noticias, siempre a través de la Cruz Roja, de
que están bien.
La guerra hace caer el proyecto de una fundación en América.
Muchas cosas suceden del 1940 al 1943 en la casa de santa Brígida.
Muchas personas encuentran refugio. Varios hebreos, amigos o no, son
agogidos y escondidos en la casa, hasta en la zona interior donde viven las
hermanas.
Durante las incursiones aéreas, por la noche, tienen que bajar al
refugio subterráneo llenos de miedo y de frio.
Madre Riccarda se preocupa también de sus antiguas hermanas del
convento de Tyburn, en Londres, y el 21 de enero de 1941 recibe la
respuesta a su carta enviada el dia 15 de noviembre de 1940 en la que la
Madre S. Paul responde que están todas bien. La que está mal es Hna.
Caterina, enferma desde hace tiempo,
y el 24 de marzo de 1941 llega la noticia de su muerte: el 19 de
marzo.
El 20 de abril de 1942, Madre Riccarda, es recibida una vez más por
el Papa Pio XII en una audiencia privada con Madre Isabel, que le
presenta las Constituciones de 1920 y las de 1940.
En julio de 1943, Madre Riccarda habla de los bombardeos que se
intensifican después del día 8 de septiembre en el que Italia firma el
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armisticio rompiendo la alianza con los alemanes que están ya en tierra
italiana y en particular en Roma. Son meses de horror y de sufrimiento. La
casa de santa Brígida se convierte en un centro de distribución de
alimentos y de ropa que provienen de Suecia, mientras continúan a
hospedar sobretodo hebreos y partisanos perseguidos por los alemanes.
Después de los primeros bombardeos, el Papa Pio XII obtiene que Roma
sea declarada ciudad abierta. De este modo salva a miles de personas de
las bombas, pero las represalias y las venganzas se cobran numerosas
víctimas.
Hasta el final de la guerra, con la rendición por parte de Alemania en
el 1945, la vida es muy dura. No funcionan las estructuras del país.
Encontramos una carta de Madre Riccarda solo en 1946 cuando escribe a
Eva hablando de la guerra y de las ayudas llegadas de Suecia y suyas
personalmente.
Se reinicia de este modo la correspondencia. El 16 de febrero de
1946 escribe a la Condesa von Rosen: “¡Qué tristes han sido estos años,
que horribles tragedias en la vida de tantos millones de personas! En la
misma carta encuentra una motivación sobrenatural al conflicto que, en
realidad, habia surgido a causa de la sed de poder y de dinero de los
hombres. Ella sin embargo escribe: “Esta horrible guerra ha sido la
consecuencia de la idea del hombre de poder vivir sin Dios. Él ha dado al
hombre la libre voluntad y el hombre la ha usado para rebelarse a Él y a
Sus enseñanzas”. Después habla de la compartición de las hermanas, de
las consecuecias de la guerra y esto no nos extraña porque la mirada fija
en Dios no nos aleja del prójimo: “Nuestra casa reservada a los huéspedes
está llena de gente que ha perdido la casa a causa de los bombardeos.
Nosotras estamos contentas de tener contacto con las personas que han
sufrido tanto a causa de la guerra, de rezar con ellas y procurar
consolarlas y darles ánimo”.
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Con las hermanas de la India, el 11 de junio de 1946 se muestra rica
de particularidades: “La Suecia ha mandado gran cantidad de vestidos y
zapatos, todo nuevo, para los niños pobres de Italia, niños y niñas, y miles
de kilos de leche en polvo. Es una cosa terrible que quintales de azúcar,
harina, ect. que han mandado de América hayan sido robados para
después venderlos en el mercado negro a precios exorbitantes. Es
verdaderamente para Italia la hora de las tinieblas, ahora hay hermanos
que combaten contra hermanos en la crisis terrible de la política, tantos
buenos hombres, padres de familia, llevados a la cárcel por nada;
tenemos que rezar mucho por la pobre Italia, es peor ahora que durante
la guerra; el odio y la venganza son el pan de cada día entre hermanos...!”
También las pone al día sobre las otras casas: “De nuestras queridas
hermanas de Suecia siempre buenas noticias, la Madre Mechtildis es la
priora en Vadstena, y la Madre Reginalda en Djursholm, desde la muerte
de la querida Madre Caterina. Madre Lucia es la priora de Lugano.
Tenemos que rezar mucho por las vocaciones, tenemos mucha necesidad
de buenas vocaciones y para el coro en particular”.
En un pasaje de la misma carta tenemos un cuadro concreto de la
situación romana de la época que no se encuentra en los libros de
historia, pero que nuestros viejos todavía recuerdan. Riccarda habla de la
casa de las hermanas de Genzano. Pero ¿Cuántas casas fueron
saqueadas? ¿Quién lo puede decir? Escuchémosle a ella: “No obstante
todos los bombardeos nuestro casa de Genzano ha quedado intacta, solo
los cristales de las ventanas han quedado completamente hechos
pedazos; durante la ocupación alemana el casa era usada por ellos como
un lugar de primeros auxilios para cuidar a los heridos, y cuando los
alemanes tuvieron que huir, la casa quedó vacía y después de algunas
horas los habitantes del lugar se llevaron todo lo que pudieron, hasta los
cables de las luces y los enchufes, estufas, bisagras, cerraduras de las
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puertas, etc. Todos los clavos de las paredes! Las camas, los colchones
etc. No quiero ni contar, no ha quedado nada”. Luego continúa como
siempre su crónica rica de particulares: “En comparación con los
sufrimientos terribles de miles de personas, las nuestras fueron ligeras y
aunque las hermanas tuvieron que sufrir mucho por los sustos,
aprensiones y hambre, tenemos que estar siempre muy agradecidas al
Señor por su Providencia maravillosa y amorosa, ‘Misericordias Domini in
aeternum cantabimus’. Yo estuve siempre en Roma sin que nadie me
molestara; El Santo Padre muy paternalmente había provisto a todos los
religiosos y religiosas extranjeros de un carnet de identidad del Vaticano,
y nuestra querida Madre había obtenido para mi una especial protección
de la Legislación de Suecia, por lo tanto estaba bien protegida”.
Con una carta del día 8 de julio de 1946 informa a todas las
hermanas de las casas fuera de Roma.
Después de la guerra: luces y sombras
Después de la guerra Madre Isabel piensa en una asociación que se
ocupe de la Paz internacional llamada los caballeros de la Paz, “Equites
Pacis” y Riccarda habla de ello con la Condesa von Rosen el 6 de
noviembre de 1946, en estos términos: Nuestra Madre quisiera saber lo
que Usted y el Conde piensan de la Organización. Ciertamente Suecia,
que ha logrado conservar la paz por más de 130 años, no tiene necesidad
de tal Organización! Pero viendo que es una nación “humanitaria” y ha
generosamente y con sacrificio ayudado a tantos millones de personas de
todas las naciones durante esta terrible guerra mundial, nosotras estamos
seguras que tendrá interés y apoyará una Organización que realiza el
esfuerzo de asegurar la paz entre las naciones”.
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Surge también un problema en la India: las hermanas han sido
llamadas para abrir una escuela. Esta no es la finalidad para la que ha sido
fundada la Orden y Madre Riccarda escribe a Hna. Francisca Lalli el 17 de
noviembre de 1946: “Nuestra querida Madre quisiera saber si Hna.
Filomena, Hna. Aloisia y las otras quieren comenzar el trabajo de la
enseñanza a las niñas y si están en condiciones de hacerlo. Nuestra
venerada Madre no las obliga, pero quiere saber por ustedes mismas si se
sienten capaces de llevar adelante esta obra! En el caso de que quisieran
hacerlo y puedan, tienen que ser dispensadas del rezo del Oficio divino, y
también de la Adoración”.
Pero las noticias que Madre Riccarda nos ofrece con sus cartas sobre
el tiempo inmediato al final de la guerra, no terminan aquí.
A las hermanas en Suecia escribe el 20 de noviembre de 1946: “Aquí
en Italia todo es incierto, y todo bastante negro! Estamos en las manos de
Dios, solamente en Él podemos confiar”.
A las hermanas de la India el 30 de octubre de 1946: “Las
habitaciones de los huéspedes están siempre llenas. Encontrar
alojamiento para las personas es ahora un gran problema en toda
Europa”.
Y a las mismas hermanas de la India: “Vivimos en momentos
trágicos ahora y no sabemos el futuro inmediato como será, todo es
incierto y bastante negro. Dios solo en su gran misericordia y piedad
puede calmar la tempestad que amenaza con tragarse a la humanidad
como un huracán. ¡Qué necesaria es la oración”!
En el mismo año, el 6 de febrero, escribe a Eva: “Ahora, después del
terrible caos de la guerra, el correo comienza a funcionar y de nuevo
podemos reanudar nuestros contactos, por lo menos escribiendo a
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nuestros seres queridos que están lejos ... Las consecuencias de la guerra
son peores que la guerra misma!”.
También el 16 de febrero de 1946 escribe a la Condesa von Rosen:
“La casa reservada a los huéspedes está llena de personas que han
perdido la casa a causa de los bombardeos”.
En enero de 1947 en la crónica del monasterio Madre Riccarda
describe el inicio del trabajo de colaboración, querido por la Madre
Isabel, con el padre Boyer para la redacción de la revista “Unitas”.
Como se ve por las cartas de Madre Riccarda se alternan las luces y
las sombras. Junto a la descripción de las desgracias, los tentativos de
bien no solo inmediatos, sino con vistas al futuro, como el nacimiento de
una revista o de una asociación para la unidad y la paz. Y continuará así
también durante algunos años.
De hecho el 18 de octubre de 1947 a la Condesa von Rosen escribe:
“En todo el mundo la guerra ha causado inmensos sufrimientos y los
efectos son terribles... Hay casos tan miserables que es muy dificil hacer
algo por todos ellos. ¡Que Dios en su infinita misericordia pueda
ayudarlos!”.
El 26 de noviembre de 1948 envía una carta a las hermanas de
Lugano: “Ahora que hace frio los pobres vienen a llamar a la puerta, todos
necesitan ropa. Este año no estamos recibiendo ropa de Suecia ni de
América porque mandan todo a Alemania, Hay tanta miseria en
Alemania! Aquí en Roma hay familias enteras que viven en grutas, sin
ropa y mantas para cubrirse y sin nada para comer, parece increible, pero
desgraciadamente es verdad y es causa de una tristeza inmensa. ¡Qué
agradecidos tenemos que estar los religiosos! Nosotros comemos, y
además suficientemente, estamos bien vestidas, con indumentos de lana
que nos mantienen calientes, no tenemos preocupaciones, pero tenemos
111
una gran responsabilidad y nuestro castigo será severo si no somos
observantes de nuestra S. Regla y demostramos nuestra gratitud a Dios
con una vida virtuosa”.
En 1948 ¡los precios son altísimos y los desocupados crecen día por
día! Madre Riccarda, hermana pobre de una Orden pobre, no puede no
escribir a sus hermanas de la India el 3 de diciembre de 1948: “No
podemos solo rezar y pedir al buen Dios que nos ayude y tener
misericordia de la pobre humanidad que sufre”.
Después de los años difíciles de la guerra hubo un periodo de calma
relativa. Las hermanas continuaban con su humilde trabajo de acogida y
de costura.
Entre las cosas bellas que podemos relatar está el hecho de que la
casa de Lugano es cada vez más famosa, como la casa de Roma. De hecho
en Roma, en 1951, Ingrid Bergman y el regista Rossellini ruedan un
cortometraje en el que se ve a Madre Isabel y a las hermanas distribuir
alimentos y paquetes con ropa, enviados para ellas desde Suecia.
En 1953, Madre Isabel, bastante mayor, manda a Madre Riccarda a
visitar a las comunidades en su lugar.
La crónica de la Orden nos cuenta que desde noviembre de 1954 a
noviembre de 1955 han surgido problemas al interno de la comunidad.
Hna. Maria Bernarda Vacchi pide a la Congregación de Religiosos la visita
de un superior eclesiástico. Madre Isabel y Madre Riccarda sufren mucho
por esto.
Pero he aquí una gran alegría: en ocasión del noventa cumpleaños
del rey Gustavo, el 4 de febrero de 1955, Madre Isabel recibe la alta
condecoración de Comendador de la Orden Real de la Estrella del Norte
por mano del rey de Suecia. Se le ha concedido por ser ciudadana sueca.
112
El 21 de enero de 1956 Madre Riccarda es nombrada superiora del
convento de Plaza Farnese.
En los últimos años de su vida, la salud de Madre Isabel se va
deteriorando rápidamente. Surge el problema de su sucesión. Madre
Isabel pide un Capítulo General y Madre Riccarda se pone a la obra para
organizarlo, pero el capítulo se celebra después de la muerte de Madre
Isabel, ocurrida a las 4 de la mañana del 24 de abril de 1957, por un paro
cardiaco.
Se apaga así la vida de esta mujer definida por el Cardenal Merry del
Val “La mujer más extraordinaria de Roma”.
3
Después de la muerte de Madre Elisabetta
La Abadesa
Nos gusta reproducir en este momento las palabras que el 31 de
octubre de 1956 el delegado para la Visita Apostólica de las Casas en
Suecia (Djursholm y Vadstena), S. E. Mons. G.A. Hansen, escribió en su
relación de la visita realizada en junio del año anterior: “Si nos hicieran la
pregunta sobre qué hermanas podrían ser prioras , se entiende priora
general, entonces – desde el punto de vista sueco – Madre Riccarda, la
actual asistente en Roma, sería la persona más idónea. Según Mons.
Müller, Obispo de Estocolmo, resultaría extraño en Suecia que no lo
fuera”.
De todas formas en Roma, el 25 de marzo de 1958, la Congregación
de Propaganda Fide emana un decreto para la convocación del Capítulo
113
General y fija la fecha de inicio para el 30 de abril de 1958. La elección
tuvo lugar el 3 de mayo de 1958.
El Capítulo elige Abadesa general a Madre Riccarda. Todas están felices
menos un grupo que quería com Abadesa a Madre Mechtildis.
La nueva abadesa expresa su estado de ánimo en una carta a Hna. Lucia:
“La cruz es pesada sobre mi desde que he sido nombrada Madre General.
Puede ver que todo es más dificil para mi a causa de la mayor parte de las
hermanas de Vadstena y de la Hna. Caterina Cavallin, que estaba segura
de que la Madre Mechtildis habría sido elegida Abadesa General, y ellas
contaban con esto. Yo no habría aceptado nunca ser Madre General, pero
lo he hecho por una razón bien precisa, que no diré por escrito; de hecho
ya había dicho muchas veces antes del “Capítulo” que yo quería ir a
América y ser “organista”. Yo verdaderamente tenía necesidad de
cambio y de reposo. La Visita del padre Berutti ha terminado con mis
fuerzas físicas y, como decimos en inglés, ha acallado completamente mi
ser, tanto que ya no podré estar bien nunca más en esta vida. Recorro a
Nuestro Divino Señor para que me conceda la fuerza del cuerpo y del
alma que tanto necesito para cumplir la dificil tarea que Él me ha
encomendado y le pido que me encomiende en sus oraciones, querida
hija”.
Se percibe que siente el cargo como una cruz muy pesada para ella,
aunque estaba acostumbrada a enfrentarse a dificultades de todo tipo y a
ayudar a las demás hermanas a llevar con alegría la propia cruz.
Presentamos solo algunos pasos de sus cartas a propósito de la cruz,
así como ella la ha vivido a lo largo de su vida.
El 14 de noviembre de 1927 a las hermanas de Djursholm y de
Lugano había escrito: “ No tenemos que tener miedo a la “cruz”, la “cruz”
será nuestra porción aquí abajo y si huimos de una “cruz” ciertamente
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encontraremos otra, y más pesada, porque será la que hayamos elegido
nosotras mismas, y la que elijamos para nosotras la tendremos que llevar
sin la ayuda del Señor. Cuando Él nos manda una “cruz” nos ayuda a
llevarla y toma el peso mayor sobre Sus Divinas Espaldas; Él sabe el peso
justo que nosotras podemos llevar y nos ha dicho: “Te basta mi gracia”,
de esta forma no tenemos nada que temer”.
El 28 de febrero de 1939 había escrito a Hna. Francisca Lalli: “Cuántas
tribulaciones de todo tipo para aquellos que quieren servir a Jesús, o
mejor, para aquellos que Jesús llama al Suo Servicio Divino se tiene que
preparar para subir al Calvario, pero la vida en sí misma es breve, es un
sueño, por lo tanto para una Eternidad de gozo y felicidad es bueno que
nos purifiquemos con el sufrimiento en esta vida”.
Desde el 3 de mayo de 1958 a junio de 1964 Madre Riccarda
conduce la vida de la Orden entre el afecto y la responsabilidad de
muchas hermanas y entre algunos desacuerdos como sucede en todas las
comunidades. Estamos en puertas del Concilio Ecuménico Vaticano II y
ella logra ensamblar la tradición profética de la Beata Madre Isabel con
los signos de renovación del Concilio Vaticano II, que concluye propio el
año precedente y que resulta para muchos una verdadera revolución en
el anuncio del Evangelio. Una revolución que viene de abajo, por lo que
Juan XXIII habla de acoger los signos de los nuevos tiempos y de
iluminarlos con la luz de Cristo. Madre Riccarda sabe que no habría sido
fácil sustituir a la fundadora, sobretodo porque sus proyectos eran otros.
Además, ella había estado siempre a la sombra y aunque hubiera tenido
que compartir el carisma fundacional de Madre Isabel, sabía que esto no
todas las hermanas lo habían percibido y veían en ella sobretodo su
bondad y la mediación con Madre Isabel, la cual, no obstante sus muchos
periodos de enfermedad, era vista por las hermanas con autoridad y
temor.
115
Ella, sin embargo, era dulce y pacificante y, desde que fue Maestra
de las novicias, educaba a las hermanas a lo esencial para que no se
detuvieran en las inevitables desaveniencias presentes en cualquier
comunidad. “No mirar lo que hacen o no hacen las otras, si no es tu
oficio, vive tu vida sola con Jesús y María” había escrito a Hna, Clara el 23
de abril de 1924. Quizás por esto algunas hermanas pensaban a una
mujer de apariencia más fuerte que pudiese sustituir a la Fundadora. Y
había una hermana que se le parecía, Hna. Mechtildis, que no tenía desde
luego, el carisma de Madre Isabel. Pero el Espíritu Santo que guía a su
Iglesia hizo orientar el corazón de las capitulares hacia la simple y humilde
Madre Riccarda, que no era ciertamente una ingenua, como alguno
quería hacerla aparecer; sin embargo, en la sombra, era ella la que había
dirigido y resuelto las situaciones más dificiles que la Orden naciente
había encontrado. Pero el carisma del gobierno, que además es el
penúltimo entre los que nombra San Pablo (cf 1 Cor 12, 28), necesita una
cierta apariencia y Madre Riccarda no era de las que se hacían notar, un
poco por carácter, pero mucho más por la humildad que vivía y que era la
verdad de ella misma: ser educadora del amor, concentrarse solo en las
cosas esenciales de la vida cristiana. Por eso sus cartas, escritas en
nombre de la fundadora, pero en realidad suyas, son una mina de vida
espiritual que va más allá del hacerse notar, porque quien debe ser visto
es Dios solo y repite muchas veces que sobre Él tenemos que tener fija la
mirada..
De todas formas, siendo Abadesa gestionó los cambios necesarios
para la vida de la Orden y sobretodo los desacuerdos que surgieron a
propósito de la fundación de una casa para huéspedes en Asís y la
separación de Roma de las hermanas de Vadstena, que querían
convertirse en una casa independiente y autónoma.
116
Por lo que se refiere a la casa de Asís sintetizaremos la extensa
correspondencia con Hna. Juliana, superiora de la casa y de Vadstena
(Suecia), y con Hna. Mechtildis, superiora de Asís. El hecho era este: el
capítulo general en 1958 había decidido trasladar el noviciado a la casa de
Asís. La cosa parecía óptima, pero con el tiempo Madre Riccarda se había
dado cuenta que no era muy oportuno este cambio, sobretodo porque la
casa de Asís habia sido comprada con un préstamo de Propaganda Fide y
que había que restituir en un año, mientras que la superiora de la casa
había entendido en diez años, y sobretodo porque los documentos no
habían sido controlados por las superioras antes del capítulo. En efecto, la
misma casa había sido vendida a las hermanas del Obispo que no era el
propietario efectivo, porque la señora que le había hecho la donación del
inmueble había muerto antes de hacer transcribir oficialmente el acto de
donación. Por este motivo, los herederos reclamaban la propiedad.
Al mismo tiempo Madre Riccarda no se había conformado con las
decisiones del capítulo y había pedido el parecer de otras hermanas,
después del capítulo, dado que la situación había cambiado. Esto había
sido interpretado como superficialidad o autoritarismo, mientras que en
una carta de la priora de Lugano a Madre Riccarda, Hna. Hilaria
Laubenberger, del 25 de enero de 1959 leemos: “Pienso que sea una
óptima idea el de cambiar el noviciado a via delle Isole. Hay un poco de
jardín para las novicias – y la casa me parece más tranquila, sin tanto
movimiento de turistas y peregrinos – que más tarde, sin duda,
tendremos cuando la casa será más conocida”. Al mismo tiempo, sin
embargo, Hna Juliana, Superiora de la casa de Vadstena (Suecia), el 4 de
febrero de 1959 le escribe para implorarla “de no dar este paso en contra
de las decisiones del capítulo general” y Hna. Mechtildis, superiora de
Asís, el 22 de enero de 1959 le había escrito en el mismo tono.
117
Pero la casa de Asís no marchaba muy bien y el 10 de agosto de
1959 Madre Riccarda escribe a la superiora de la casa de Darien (USA)
Hna. Lucia: “Las deudas de la casa de Asís nos han paralizado”.
A pesar de todo, en el 1959 Madre Riccarda abre una segunda casa
en la India, en Bangalore, y nombra superiora a Hna, Grazia Compagnoni,
una tercera casa se abre en 1961 en Kalamassery. Hoy son 19 casas.
El año siguiente, el 20 de mayo de 1960 nombran al primer
protector de la Orden. Se trata del card. Alfredo Ottaviani, Secretario de
la Sagrada Congregación del S. Oficio, como se llamaba entonces la actual
Congregación para la Doctrina de la Fede. El 2 de junio de 1961 la
abadesa escribe una circular a todas las hermanas: “Queridísimas hijas de
(= nombra la ciudad a la que pertenece cada comunidad), al inicio del mes
de junio, consagrado al Sagrado Corazón, de cuya devoción nuestra
Venerada Madre Santa Brígida fue una de las más eficaces divulgadoras,
deseo que os llegue mi palabra de amor, de exhortación y de bendición.
La devoción al Sagrado Corazón de Jesús exige de nosotras mayor
dedicción hacia su amor y hacia las exigencias de su amor; exige más
amor a nuestro prójimo por amor a Él, y nuestro primer prójimo son los
superiores, las hermanas, que tienen que ser las primeras en notar los
efectos de nuestra caridad.
Alejad de vosotras cualquier división, qualquier comentario que no
sea positivo, cualquier pretensión de juzgar las obras de los superiores,
sobretodo, cuando este juicio se da gratuitamente antes de conocer las
razones que los han llevado a un objetivo estado de las cosas. A este
propósito, en homenaje al Sagrado Corazón de Jesús y al deseo que Su
amor se encienda cada vez más en nuestros corazones, os pido un
sacrificio y una renuncia, que es también un deber. También por carta
evitad los comentarios sobre el modo de obrar de los superiores y de las
hermanas”.
118
Una vez más es ella la que reconduce a lo esencial (el Sagrado
Corazón de Jesús) y a las raices de la propia espiritualidad (Santa Brígida).
El año sucesivo se ofrece la posibilidad de abrir una nueva casa en
Ariccia y el 28 de mayo de 1962 Madre Riccarda escribe al Cardenal
Giuseppe Pizzardo, Obispo de Albano, en cuya diocesis se encuentra
Ariccia, y pide el permiso de abrir una casa para el Noviciado y para el
reposo de las hermanas en Ariccia. Dado que el Obispo se demuestra de
acuerdo, se abre la casa.
Mientras, las hermanas de Vadstena continúan en su petición de ser
independientes, y así el 12 de noviembre de 1962 Madre Riccarda recibe
una carta del Prefecto de Propaganda Fide, card. G. P. Agagianian, con la
que se le comunica que la comunidad de Vadstena es independiente y
que la propiedad de la Casa pasa a la Congregación brigidina de Uden
(Holanda).
Madre Riccarda sufre mucho con esta pérdida porque Vadstena,
como testimonia Madre Elisa Famiglietti, es considerada la “cuna” de la
Orden brigidina. Madre Riccarda deve comunicar a todas la separación de
Vadstena de Roma, por eso en noviembre de 1962 escribe una circular de
la que escogemos este pasaje: “Lo que más nos interesa, más que las
cosas externas, es nuestra santificación. Las pruebas del Señor quizás han
venido porque no somos ni frios ni calientes en nuestro espíritu religioso,
y es débil nuestro espíritu de oración y es tibia nuestra caridad.
Despertemos en nuestro espíritu un mayor amor de Dios; nos acompañe
un mayor espíritu de fe, una mayor atención a las realidades externas,
una más fuerte caridad entre nosotras, una mayor humildad y prontitud
en la obediencia...
La prueba, de la que vamos a salir pronto, es una invitación del
Cielo. La invitación nos viene también de nuestras hermanas difuntas que
nos han dejado el perfume de sus virtudes. Pidiendo en este mes por sus
119
almas, acordémonos también de imitar los ejemplos de virtud; en
particular tengamos ante nuestros ojos los ejemplos de vida de nuestra
Venerada Fundadora”.
El 3 de diciembre de 1962, en otra circular, Madre Riccarda explica
una vez más los motivos que han llevado a la separación de Roma de la
casa de Vadstena y exhorta a todas las hermanas para que obedezcan a
las autoridades eclesiásticas que lo han decidido: “En toda la cuestión la
voluntad del Consejo General ha tenido un peso relativo, porque los
Superiores Mayores, a un cierto punto, han tomado en sus manos el
asunto, poniéndonos frente a alternativas y a decisiones que nos era
imposible contrastar. Que se haga la voluntad de Dios, que aunque sea
contraria a la nuestra, mira siempre que sea un bien para nosotras.
La comunidad de Vadstena, que aunque tratada con caridad, no
cesaba de causar pena a mi corazón y a aquellas que me ayudaban en el
gobierno, se han separado de nosotras y se han agregado a las hermanas
brigidinas de Uden, en Olanda, a las que por lo tanto ha pasado la casa de
Vadstena. Al Consejo General no le quedaba otra cosa que hacer que
tomar acto y procurar alguna recompensa por la pérdida de la Casa, que
por otra parte estaba cargada de muchos préstamos, hechos sin que
nosotras lo supiéramos... En el dolor que esta pérdida nos ha costado y
nos cuesta, podemos al menos decir que las cosas se han finalmente
aclarado y que nos hemos quitado una espina y un ansia del corazón. Sé
muy bien lo que os cuesta a cada una de vosotras, y me cuesta a mi la
primera, – la pérdida de la Casa de Vadstena, por la que tanto trabajó
nuestra querida Madre. No critiquemos la obra de los superiores. La S.
Sede ha hablado: basta; a nosotras no nos queda que inclinar la cabeza...
Estemos unidas en la caridad reciproca, que nuestra Venerada
Madre nos ha tanto recomendado... Y rezad; rezad mucho también por
los que nos han hecho sufrir, no guardemos rencor a nadie”.
120
Entre tanto está para acabar el mandato del Capítulo General y el 24
de marzo de 1964 Madre Riccarda manda una circular a las varias Casas
de la Orden para comunicar la convocación del segundo Capítulo General
en la sede de la Casa General, en Roma – Plaza Farnese.
El 26 de junio comienza el Capítulo General. Resultan elegidas: Rev.
Madre Hilaria Laubenberger, como Abadesa General. Madre Riccarda es
elegida consejera general, pero dará su dimisión el 28 de julio de ese
mismo año.
Los últimos años y la muerte
Mientras, el 4 de julio de 1964 Madre Riccarda, Hna. Reginalda
Davies y Hna. Rosaria Cariglia se trasladan al convento de Ariccia.
Aquí el 16 de octubre Madre Riccarda cae en su habitación y se
rompe el fémur derecho. El 18 de octubre le ponen un yeso y de
consecuencia es obligada a guardar un largo periodo de inmovilidad hasta
que, el 11 de febrero de 1965, la trasladan a Roma en una ambulancia.
El 22 de junio de 1966 enferma gravemente. Se repiten las crisis que
ha tenido los dias anteriores y que por dos veces había logrado superar.
Ahora no las supera. Guarda cama durante cuatro dias y después muere.
Son las 8,25 del 26 de junio de 1966.
Para comunicar su muerte a las hermanas para las que ha sido
“mamita” durante tantos años se manda una circular a los distintos
coventos con los mínimos detalles sobre los últimos dias de su vida y de
su sepultura. Escogemos algunos fragmentos:
121
“Junto al lecho de nuestra amadísima Madre Riccarda, en los
últimos días de su existencia terrena, hemos vivido horas de angustia.
El miércoles 22 de junio la querida enferma tuvo una fuerte crisis
que la llevó a la muerte. Aquel lecho se convirtió en un altar y la víctima,
preparada para el holocausto, consumó su sacrificio con el perfecto
abandono de una virgen amante y la fortaleza de una mártir.
Madre Riccarda no desmintió su fisionomía moral ni siquiera por un
instante. Hacía ya algunos años que había aceptado el sufrimiento, así
como todas las vicisitudes de su vida religiosa, con la plena adhesión a la
voluntad de Dios, y encerrando en su corazón todas las espinas, con la
sonrisa y la serenidad de las almas elegidas, vivía en caridad y humildad
en la luz mística de la Cruz...
El jueves 23, por la tarde, se le oyó susurrar: ‘Now, now’ (ahora,
ahora), rezaba el Ave María en la propia lengua y solicitaba la ayuda de la
Virgen, que ella tanto amaba.
El viernes 24, en las primeras horas de la tarde, le llevaron el Santo
Viático y le administraron el Sacramento de la Extrema Unción. Tenía
plenas facultades y respondió a algunas oraciones. Recibió también la
Bendición Papal y, cuando terminó el sagrado rito, murmuró un “gracias”,
como de costumbre, lleno de gratitud.
En la tarde del sábado 25 se comunicó a la comunidad de via delle
Isole el estado grave de la Mamita. Contemporáneamente se avisó
telefónicamente a las Comunidades de Europa, para que todas pudieran
unirse a nuestras oraciones.
Hacia las 19,00 horas la querida enferma levantó los párpados y
miró a su alrededor: estaban junto a ella la Madre General y algunas
hermanas. Fue la última mirada: ¡sus ojos ya no se volvieron a abrir!
122
Ya desde las 16,00 su respiro se había vuelto más frecuente y
afanoso: era el principio de la agonía...
A las dos de la noche... pareció agravarse. La penosa agonía duró
hasta las 8,25 de la mañana, momento en el que nuestra querida Mamita
exhaló suave y serenamente el último respiro y se durmió en el Señor.
“¡De sus ojos cayó la última lágrima!”.
Después de la muerte
De las crónicas del convento seleccionamos algunas noticias: “El
cuerpo quedó expuesto en su habitación, entre velas y flores blancas,
desde la mañana del domingo hasta el mediodía del lunes. El lunes a
mediodía fue llevado a la iglesia dentro del féretro abierto y allí fue
expuesta hasta las 18,00. Los visitantes fueron a su habitación y a la
iglesia: eclesiásticos y laicos; amigos, conocidos y desconocidos;
personalidades y gente del pueblo. Todos se paraban para rezar y algunos
lloraban.
El martes 28 de junio, a las 7,15, tuvo lugar la Misa con rito solemne.
La iglesia estaba llena. Entre los presentes muchas personalidades
eclesiásticas y laicas, y entre ellos la representación de la Delegación
Sueca y de varias Órdenes y Congregaciones Religiosas... Después el
féretro fue trasladado fuera y colocado en el coche fúnebre (cubierto de
flores). Muchas hermanas tomaron sitio en los coches alquilados para
acompañar a la querida Mamita hasta la última residencia.
La sepultura fue un momento de profunda tristeza. En la capilla
mortuoria mons. Casazza dió la última bendición mientras nosotras
haciamos corona alrededor del sepulcro abierto. Después el féretro fue
123
bajado con delicada atención y la lápida fue colocada. Estuvimos todavía
unos minutos en silencio y oración.
Así termina la existencia terrena de esta mujer inglesa trasplantada
a Roma y que hizo de su vida una respuesta de amor al Dios de la vida
esparciendo a manos llenas este amor sobre todos aquellos que la han
rodeado, hermanas o no, cristianos o no. Salida de su Londres años antes,
ha seguido los acontecimientos de la Orden naciente con la atención y la
dilegencia propia de los ingleses, no esperando honores ni
reconocimientos, ocultándose detrás de Madre Isabel y gozando con los
beneficios humanos de su Madre General y amiga. Madre Isabel, por su
parte, ha sabido valorizar las excepcionales dotes humanas de Madre
Riccarda y la ha ayudado a vivir plenamente según el proyecto de Dios
sobre ella.
No sabemos qué cosas se hayan dicho las dos mujeres, durante los
largos viajes que han realizado juntas, o en las horas de trepidación y de
ansia mientras la Orden se extendía. No sabemos tampoco si, juntas, se
hayan contado las maravillas que Dios había obrado en cada una de ellas
durante su vida religiosa. De Madre Isabel quedan las ‘Memorias’ que ella
misma ha escrito, deteniéndose más en los acontecimientos externos que
haciendo entrever como la gracia de Dios obraba en ella. De Madre
Riccarda no quedan las memorias escritas por ella sino solo algunos rayos
de luz que brillan en sus cartas y que nos dejan entender, más allá de las
breves frases, el amor que la sostiene, un amor recibido y derramado en
el prójimo más cercano, y por lo tanto sobre Madre Isabel.
De los distintos aspectos del carácter de cada una podemos deducir
la diversidad de opiniones y los desacuerdos normales entre personas
que conviven, pero podemos también ver la caridad grande que han
vivido entre ellas si, como podemos constatar, durante tantos años han
compartido dolores y gozos. Madre Isabel había nacido unos años antes
124
que Madre Riccarda y Madre Riccarda ha muerto algunos años después.
Hermana muerte las ha reunido en una comunión más fuerte hecha de
amor y de servicio humilde y fecundo del que ninguna de las dos se libró
jamás. Cuando a Madre Riccarda le pidieron el último servicio a la Orden,
como Abadesa general, ella tiene que ensamblar delicadeza y autoridad
en situaciones difíciles, aún al interno de la comunidad. No es fácil
sustituir a Madre Isabel, pero Madre Riccarda lleva la Orden adelante en
la historia y la “Cruz” del gobierno se convierte en la última purificación
para ella. Nadie sabrá jamás el significado de esa última lágrima que le
cae de los ojos en el último instante de su vida terrena, pero se puede
creer que sea de gozo por el próximo encuentro con el Dios de su
juventud y de dolor y por el sufrimiento que ha marcado su vida y que ella
ha tenido siempre escondido detrás de una sonrisa. Propio como ella,
como Madre Isabel, ha enseñado a las hermanas a sonreir siempre
aunque el corazón llore, para no turbar la paz de quienes están cerca de
nosotras. Esta lágrima puede ser considerada la síntesis de su vida de fe,
de amor y de servicio y quedará como un testamento espiritual para
todas las hermanas, a lo largo de los años hasta que la Orden del
Santisimo Salvador actuará en la historia del mundo.
PARTE IV:
HACIA EL RECONOCIMIENTO
DE SU SANTIDAD
125
1
El recuerdo de muchos
La crónica del convento
Antes que nada presentamos todo lo que nos ha trasmitido la
crónica del convento sobre Madre Riccarda. Ya se sabe que cuando
muere una hermana se escribe una breve síntesis de su vida para dejar el
recuerdo a todas las hermanas que vendrán en tiempos futuros. También
126
para Madre Riccarda la cronista escribe algunas páginas de las que
trascribimos algunos fragmentos.
Y ahora el mayor ornamento de nuestro ramo brigidino ha
comenzado su verdadera existencia: Madre Riccarda ha alcanzado la
serena armonía del espíritu, que es también nuestra meta, y nos ha
dejado el ejemplo del inmenso tesoro de virtudes que ella había
conquistado: fe indestructible, piedad verdadera y firme, intima unión con
Dios de la que brotaba la delicadeza de su ánimo sensible, rectitud,
humildad sincera, delicada comprensión y caridad sin límites.
En ella el dono de la Inteligencia se unió en perfecta armonía con el
de la Ciencia de los santos y resultó una admirable fusión.
Cubrió todos los cargos: Maestra de Novicias, Abadesa local,
Consejera y Secretaria de la Madre Fundadora, con la que compartió
durante 43 años el trabajo, los sacrificios, las preocupaciones y las
angustias inherentes a la fundación de la Orden, y finalmente Madre
General pero sobretodo fue religiosa ejemplar durante 52 años. Fue
estimada, apreciada y amada por todos aquellos que la conocieron; pero
ella conocia la vanidad efímera de la gloria terrena y la sustituía siempre
con la gloria de Dios.
La belleza de las almas elegidas no puede ser olvidada y se impone a
la imitación. Ahora es nuestro deber caminar por la senda luminosa de su
ejemplo, pisar sus huellas, y como ella, gastar todas nuestras energías
para la afirmación y la extensión de la Orden que ella, después de Dios,
amó sobretodo. Ella nos alcanzará de Dios la valentía, la fuerza, la
plenitud de gracias y el ardor apostólico: brillará como una esplendente
estrella en el cielo de nuestras almas irradiando sobre ellas confianza y
paz.
Amén, amén.
127
Roma, 6 de julio de 1966.
Esta breve biografía pone el acento sobretodo en la senda de
bondad que ha dejado detrás de sí, una senda que nos indica un camino,
que nos abre un sendero. La cronista hace notar dos actitudes que las
hermanas tendrán, según ella, cuando piensen en Madre Riccarda: el
recuerdo, con las palabras “no puede ser olvidada” y la imitación que se
“impone”. Al mismo tiempo está segura de que Madre Riccarda alcanzará
para todas “valor, fuerza, plenitud de gracia y ardor apostólico”. El doble
“amen” que cierra la crónica es como un sello sobe la vida de Madre
Riccarda y un deseo para las hermanas y no solo para ellas.
Demostraciones de dolor de toda Italia
Después de la muerte de Madre Riccarda llegan al convento muchas
demostraciones escritas. Se trata de cartas, billetes, telegramas de duelo
a la Madre General que recuerdan la presencia de Madre Riccarda en la
vida de quien escribe y expresan el dolor por su muerte. Citamos algunas,
recogidas casi como un ramo de flores cuyos nombres quizás no digan
nada o quizás mucho para quienes las oyen resonar como expresiones de
gratitud y de recuerdo.
Se trata de sacerdotes, religiosas, laicos unidos por la misma
“memoria”.
Uno de los primeros testimonios que citamos es el card. Alfredo
Ottaviani, Protector de la Orden desde el 20 mayo de 1960. Junto a él
recordamos al Obispo Pietro Canisio van Lierde, sacristán y vicario general
del Papa para la Ciudad del Vaticano, y el Prepósito General de los
Pasionistas, padre Teodoro.
128
Tambien un sacerdote, el padre Carlo Boyer, S.J. de la Pontificia
Universidad Gregoriana, que recuerda el favor hecho por Madre Riccarda
para la revista Unitas.
Don Giovanni Rossi, el fundador de la “Pro Civitate Christiana” de
Asís, manda un telegrama, y desde Gabbiana di Bagnone (Massa Carrara)
escribe don Euclide Rapalli.
Muchos laicos quieren hacer llegar su pésame como el doct. Vittorio
de Peppo, especialista en ortopedia y traumatología, el señor Enzo di
Nitto, que desde Roma manda su recuerdo para la “inolvidable Mamita
como la llamaba también él”, el profesor Villani de Roma que siente la
“pérdida de la querida Madre”. También el doctor Fanelli, responsable de
la compañía Air India habla del triste luto, mientras Gina Felici, también
desde Roma, se dice “profundamente dolorida”. Otros laicos son la
señora Angela Tucci, el señor Domenico Catacinela, que expresa su dolor
en nombre de la Unitas de Roma, el cual se declara “profundamente
conmovido” y finalmente las familias Scarpa de Roma que expresan todo
su afecto.
Testimonios de dolor desde el mundo
El día después de la muerte de Madre Riccarda una cierta señora,
que se firma Mary, escribe a Madre Hilaria, Abadesa de la Orden,
expresando su pésame.
También el Obispo de Lugano y el de Estocolmo quieren participar
su dolor.
Entre los sacerdotes nombramos al padre Kristian Hylla, padre HansHenrik von Essen, padre William Kalile de Londres y padre Jonny
129
Roselund, quien desde Oslo escribe su tristeza por la “desaparición de la
queridísima Madre Riccarda”.
Entre los laicos recordamos al príncipe Casimir Ingo Galittin, Duque
de Willias, que envía su pésame en estos términos: “Queridísima Madre
General Hilaria, con gran dolor he sabido hoy que nuestra tan buena
madre general Riccarda ya no está entre nosotros”.
Después llega un billete de Suecia. Llega desde Näsbypark y lo envía
Elisabeth Nyblom.
Más tarde llegan otras cartas desde Uden, Maria Josepha van
Ysendoom, Abadesa de Valladolid, escribe a la abadesa, Hna. Maria Luisa
de San Ignacio y de la Abadía de Syon en Inglaterra, Madre Peter.
Todavía desde Suecia llega la carta de Emy Hildebrand, una laica
unida por el afecto a las brigidinas.
Por último recordamos a los socios de la unión católica escandinava
de New York, fundada en 1910, que escriben: “Madre Riccarda está
presente en nuestros pensamientos”.
Come se ve por las demostraciones presentadas, escogidas entre
muchísimas otras, Madre Riccarda ha sabido esparcir en su entorno una
aureola de bien. Todos la recuerdan por su bondad, por su delicadeza, por
su amor a la Orden y por la atención continua hecha con dedicación y
prudencia.
Religiosas, sacerdotes y laicos quieren recordarla y, mientras rezan
por su alma, están seguros de la ayuda que todavía podrán recibir de esta
hermana en Cristo, que como buena cristiana, desde el Paraiso hará
sentir una vez más su protección.
130
2
El proceso canónico
Para el reconocimiento de la santidad
La exhumación
131
El recuerdo de la ‘Mamita’ quedó vivo entre sus hermanas que
continuaron a pedir su intercesión no ya como intercesora, como con la
austera Madre Isabel, sino para obtener asistencia y gracias particulares
del buen Dios, de tal manera, que se decidió introducir la causa de su
beatificación.
Por este motivo, en 1982, realizaron la exhumación de los restos el
21 de octubre de 1982. Hna. Rosa Gaddi nos lo cuenta así:
“Muy de mañana, hacia las 7,30, salimos de casa para coger el
autobús que va al cementerio.
Éramos Madre Celina, Hna. Rosa y Hna. Marcellina. Cuando
llegamos al cementerio, junto a nuestra tumba, nos esperaba Hna.
Eugenia. Allí teníamos cita con el señor Bousquet para que nos
acompañara con su coche al lugar donde tenían que ser exhumados los
restos de Madre Riccarda. Cuando llegamos al sitio donde tenía que ser
abierto el féretro, vimos la reja abierta de una gran sala redonda. En el
escalón de la entrada, se asomó un hombre, el cual nos dijo que no
podíamos pasar: “No se puede entrar – dijo – está absolutamente
prohibido”.
Después, con el índice de la mano derecha en la boca nos llamó para
que nos acercásemos a él y nos dijo: “No se puede ver, está de por medio
el cancel; todo está aquí”. Luego nos dijo algunas cosas que habían
sucedido anteriormente. Entonces no pudimos insistir. Hablando
despacito nos dijo después que nos dejaría ver el cuerpo cuando la
hubieran sacado fuera y la hubieran depositado en el nuevo féretro.
Mientras, nos dijo con voz autoritaria: “¡Alejaos!”. Dirigiéndose después
al señor Bousquet dijo: “Llévelas un poco lejos con el coche”. Salimos del
recinto y escuchamos los golpes con los que estaban rompiendo el
féretro. Pasados 15 minutos salió aquel hombre con las manos llenas de
moho (sin guantes) y dijo: “¡Ya está! Podéis entrar un momento y echar
132
una mirada”. Mientras nos acercábamos a los restos, colocados en el
nuevo féretro, el hombre dijo: “¡He aquí, ésta es una santa mujer, es un
cuerpo momificado; de hecho está intacta!”. Nosotras, asombradas
miramos el cuerpo con el hábito gris un poco enmohecido en algunas
partes. Abrimos los ojos para ver como se había conservado el cuerpo. Se
veía la posición de los brazos cruzados en el pecho, el rostro cubierto con
un paño blanco, un poco enmohecido, pero dejando entrever la forma, la
nariz sobresalía, las piernas derechas con los pies en posición natural,
derechos, con las medias grises. La corona se transparentaba a través del
paño blanco. Nos parecía soñar, pero era una realidad.
- Et expecto risurrectione
- Exultabunt Domino ossa humiliate.
In fede
Hna. María Celina Pannullo, sup.
Hna. Maria Rosa Gaddi.
Más tarde el cuerpo fue enterrado en la casa de Plaza Farnese.
A medida que pasaban los años, se hacía más firme la posibilidad de
comenzar el proceso de beatificación.
Inicio y testigos del proceso
El 21 de enero de 2008 la Orden del Santisimo Salvador decide
comenzar la Causa de beatificación para el reconocimiento de las virtudes
heroicas de Madre Riccarda. Se constituye por lo tanto un Actor, como se
dice en el lenguje específico, o sea, se indica un Postulador, una persona
133
que hará de abogado defensor en lo que es un verdadero proceso, con
jueces, el fiscal, y los testigos. Así comienza el proceso después de haber
indicado como Postulador a Mons. Oscar Sánchez Barba, dado que no
había ninguna hermana que tuviera un curso específico para el cargo de
Postuladora. Más tarde, cuando Hna. M. Paola Barriga Mondragon
obtendrá el diploma, será ella la que lleve adelante la causa de
beatificación.
Mientras las manifestaciones de afecto, que nunca faltaron, se
intensifican y sobretodo, se registran las declaraciones bajo juramento
del proceso que marcan las virtudes de Madre Riccarda y de las cuales
damos una breve relación.
El mismo P. Carlo Boyer, ya citado, dice de ella: “He tratado a
menudo con Madre Riccarda que estaba muy unida a la Orden y al fin
apostólico y que con su conocimiento del inglés, con su tacto y la nobleza
de sus formas ha sido tan valiosa para la acogida de los numerosos suecos
que vienen al monasterio y para hacer tanto bien”.
Luego son las muchas hermanas las que quieren declarar en su
favor, pero citamos a algunas de ellas.
Hna. Barbara Mattana nos cuenta que Madre Riccarda se hacía
cargo a menudo de los trabajos más pesados, aún cuando nadie se lo
pedía; otra hermana, Raffaella Miranda, recuerda que Madre Riccarda
comía poco y no pedía nunca nada de particular, ni siquiera cuando
estaba enferma.
Hna. Clotilde Maglio, refiriéndose a los funerales de Madre Riccarda,
afirma que según ella eran los de una “hermana que había dejado detrás
de sí un rastro de santidad ya sea en la Orden que fuera de ella y no solo
entre los católicos sino también entre los protestantes”; Hna. Veronica
Martis afirma: “He oido hablar siempre bien de Madre Riccarda como de
134
una religiosa que ha vivido fielmente no solo los votos religiosos sino
ejercitando en manera fuera de lo común todas las virtudes humanas y
cristianas. Gozaba de autoridad pero realizaba su función con auténtico
espíritu de servicio”.
Hna. Elisabeth Kochuvelikakathe dice que Madre Riccarda era una
mujer de trato elegante, que hacía comprender su origen noble, que
estaba siempre serena y sonriente, acogedora, disponible, amable y
premurosa, siempre dispuesta para ir al encuentro de las necesidades de
su interlocutor. Por esta razón todas la llamaban con el apelativo de
“Mamita” porque “sabía manifestar siempre el amor materno”.
Hna. Maria Eugenia Bianco afirma, entre otras cosas, que Madre
Riccarda amaba la liturgia e infundía entre las aspirantes el amor por Dios
y por la acción litúrgica. Madre Tekla Famiglietti, a este propósito, dice
que tenía la voz angélica de un ruiseñor y que las hermanas la llamaban
“cantor de Dios”.
Hna. Maria Daniela Mastromatteo recuerda que, de joven aspirante,
cuando encontraba a Madre Riccarda por los corredores esta se paraba
para hablar con ella. La joven hermana se maravillaba del hecho que la
Abadesa le desmostrara tanta atención.
Hna. M. Brigida Graziosi nos cuenta dos episodios. Uno se refiere a
su nombre de Brigida, que conservó también de religiosa, porque sea
Madre Isabel que Madre Riccarda, “que eran como dos gotas de agua” lo
creyeron oportuno, y otro relativo a la costumbre de estar de rodillas a la
puerta del refectorio para besar los pies de todas las que entraban
cuando se había cometido alguna falta en comunidad, como romper un
plato, un vaso u otras cosas parecidas. Pues bien, cuando le tocaba a ella,
levantaba el pié para no hacer bajar tanto la cabeza a las hermanas que
135
veían una doble humillación en bajar la cabeza hasta el suelo para besar
los pies a las demás.
La señora Annarosa Piperno, de religion hebraica, llamada para
testimoniar en el proceso de canonización, afirma que la acogió en el
convento con toda su familia y haber visto muchas veces a Madre
Riccarda cuando iba a visitarla al lugar donde estaban escondidos. La
compara a santa Chiara aunque no se puede decir nada sobre sus virtudes
cristianas, pero afirma que la hermana ciertamente poseía un gran amor
por el prójimo, aún con riesgo personal, porque era fruto de su fe y del
amor de Dios, según ella. Le traían a la memoria las mujeres ejemplares
de la Sagrada Escritura.
También un primo de Annarosa, Pietro Piperno, recuerda haber sido
acogido en el convento y afirma que para expresar la personalidad de
Madre Riccarda basta subrayar el apelativo de “Mamita” con el cual
llamaban a esta hermana, a su parecer distinguida y elegante, muy dulce
y acogedora.
Madre M. Elisa Famiglietti testimonia: “Todavía hoy algunos
hebreos vienen a nuestra casa y se acercan a la tumba de Madre Riccarda
para demostrar gratitud por todo lo que ha hecho por ellos”.
Recordando todo esto, nos viene a la mente lo que afirma Bergson
en relación a la presencia de los místicos en la vida diaria: “Las palabras
de un místico despiertan al místico que duerme en cada uno de
nosotros”. Así era para Madre Riccarda. Ella sabía iluminar la presencia de
Dios en todos aquellos que se le acercaban.
136
Iter de la causa
El 21 de enero del 2008 la Postulación General de la Orden del
SS.mo Salvador de Santa Brigida, después de haber indicado como
Postulador Mons. Oscar Sánchez Barba y haber recogido las primeras
informaciones, pide al Postulador que presente al Obispo Diocesano la
instancia (supplex libellus) para la introducción de la causa.
El 5 de octubre de 2008 el Postulador, Mons. Oscar Sanchez Barba,
entrega el único escrito publicado de Madre Riccarda, “Mostrami la via”
(=Enséñame el camino), sobre la vida de las Siervas de Dios Madre
Caterina Flanagan y Hna. Maddalena Moccia. Entretanto el mes siguiente,
21 de noviembre de 2008, es aprobada la oración por la glorificación de la
Sierva de Dios, que es imprimida y ampliamente difundida. En el mismo
mes, el 28 de noviembre de 2008, el Postulador presenta la petición para
el nombramiento de los teólogos censores, que serán nombrados algunos
días después, el 12 diciembre de 2008. Son el rev. P. Cristoforo Bove,
ofmconv., y el rev. Mons. Riccardo Bollati.
El 13 de enero de 2009 el Postulador presenta la petición para la
escucha de los Testigos “Ne pereant probationes”. A finales de año, el 16
de diciembre de 2009, llega el Nulla Osta de la Congregación de los
Santos para la introducción de la Causa.
Dos días después, el 18 de diciembre del 2009, el Postulador Mons.
Oscar Sanchez Barba, presenta la dimisión del cargo recibido y el
siguiente mes, el 11 de enero del 2010, la Congregación para la Causa de
los Santos nombra, bajo propuesta del Actor de la Causa, la nueva
Postuladora en la persona de Hna. Paola Barriga Mondragón.
137
También se necesita constituir la Comisión Histórica y el 3 de junio de
2010 el card. Agostino Vallini nombra dicha comisión formada por el rev.
P. Piotr Zigmunt, CP, Hna. Elisa Famiglietti, O.SS.S., Hna. Beata Rohdin,
O.SS.S. y Hna. Maria Concetta Guidi, O.SS.S.
Esta debe recoger todos los documentos personales y los escritos
inéditos de la Sierva de Dios. El 5 de julio del 2010 se abre la causa de
canonización de la Sierva de Dios, después de un juicio favorable de esta
comisión, que subraya la humildad ejemplar, así como la observancia
regular de la vida comunitaria de Madre Riccarda. Esta es clasificada
como mujer de oración, constantemente unida a Dios.
3
La fama continúa
138
Se cierra el proceso diocesano
El 21 de octubre de 2011 se cierra positivamente el proceso en la
sede diocesana. En aquella ocasión el card. Vicario de Roma, Mons.
Agostino Vallini dijo a propósito de Madre Riccarda que ella tuvo “al
centro de su espiritualidad y por lo tanto de su vida religiosa el amor a la
Eucaristía”. Recordó que “pasaba muchas horas en adoración delante del
Santisimo Sacramento”, que “de la Eucaristia recibía el alimento
necesario para amar y servir con ejemplar generosidad a sus hermanas”.
Subrayó que vivió “hasta el fondo la propia vocación de mujer hasta el
punto de ser madre atenta y premurosa para sus hijas espirituales, que
solían llamarla “Mamita”, a causa de su exquisita amabilidad”.
La prensa italiana
Por lo que se refiere a la prensa italiana señalamos algunos artículos
publicados para conmemorar el 45º aniversario de la muerte (19662011):
Avvenire-Roma Sette (7) del 22 de junio de 2011: “Las brigidinas
recuerdan a Madre Riccarda” de Laura Badaracchi.
Avvenire Roma Sette del 27 de junio de 2011: “Tres brigidinas hacia
los altares” de Giulia Rocchi.
El día aniversario de la muerte, 26 de junio de 2011, hubo una Santa
Misa en la iglesia del convento en su memoria. El sacerdote Mons. Renzo
Cilia, en la homilía habló de Madre Riccarda recordando el ejercicio de las
virtudes de la Madre.
Avvenire del 22 de julio de 2011, publica el artículo “Hacia los
altares. De su carisma (referido a Santa Brígida) historias y rostros de
santidad” de Laura Badaracchi.
139
Avvenire-Roma Sette del 16 de octubre de 2011 trae la noticia de la
clausura del Proceso en el Vicariato.
En el 2010 las hermanas han dedicado una página de su sito a
Madre Riccarda, consultado por muchas personas.
La prensa inglesa
Cuando el Proceso estaba ya en acto aparecieron dos artículos que
mencionamos:
“AD 2000” de noviembre 2009. “La religiosa inglesa que ha salvato a
los Judios de los Nazis ha sido propuesta para santa”.
En el texto leemos: “Un sobreviviente del Holocausto ha ofrecido un
testimonio como refuerzo para la canonización de la religiosa inglesa que
ha escondido a las Hebreos de los Nazis en tiempo de guerra en Roma.
Piero Piperno, que ahora tiene 80 años, ha testimoniado a finales de
agosto en favor de la Madre Mary Richard Beauchamp Hambrough, de la
que recientemente ha sido presentada la Causa de Canonización en el
Vaticano, él estaba entre los testigos invitados a declarar como
testimonio para decidir si Madre Riccarda había vivido una vida de
virtudes heroicas.
A Madre Mary Richard Beauchamp Hambrough ha sido reconocido un
papel fundamental en la salvación de más de 60 hebreos escondidos en
su convento, la casa de santa Brigida, durante la segunda guerra mundial.
El primer periodo de la Causa necesita el examen de su vida para
evidenciar sus ‘virtudes heroicas’, antes de examinar los dos milagros que
confirman su santidad.
140
Si este examen procede velozmente, ella será la primera mujer
santa de inglaterra después de 1970, cuando Pablo VI canonizó a
Margaret Clitherow, Anne Line y Margaret Ward entre los 40 santos
ingleses y Galeses que murieron mártires durante la Reforma
Protestante”.
Después de haber trazado a grandes líneas la vida de Madre
Riccarda, el periodista continúa: “Si bien los actos que llevan a la
beatificación sean secretos, el señor Piperno ha declarado al “London
Times” que Madre Riccarda era la personificación de la ‘dulzura y de la
simpatía”.
Dijo además que “la familia Piperno se había trasladado a Siena para
evitar las leyes raciales impuestas por el gobierno fascista después del
estallido de la guerra, pero cuando Musolini perdió la confianza como jefe
del Gobierno y los Nazis ocuparon Italia en el 1943, Siena ya no era
segura. La familia decidió volver a Roma, esperando encontrar seguridad
en la ciudad. Allí una tia suya les había recomendado que fueran a la Casa
madre de las brigidinas en la Plaza Farnese”.
El señor Piperno ha declarado que “eran tres familias, 13 personas
en total. Estaban en tres habitaciones, todos los hombres en una, excepto
un tio que dormía en una pequeña habitación sin ventanas, y las otras dos
para las mujeres. Al principio todos nosotros comíamos en una sola
habitación”.
Durante seis meses – hasta que los Aliados liberaron Roma – la
familia Piperno estuvo escondida en el convento, con el miedo en cada
momento de ser arrestada.
Un año después de la guerra el Jefe de los rabinos de Roma, Israel
Zolli, un amigo de Madre Riccarda y de la Beata Maria Isabel, se ha
141
convertido a la fe católica, sobretodo “porque estaba muy impresionado
de los esfuerzos hechos por los católicos para salvar la vida de los
hebreos”.
Madre Elisa Famiglietti la vicaria generale de la Orden brigidina, ha
declarado que la apertura formale de la causa ha sido un gran honor para
Inglaterra”.
En sus declaraciones ha dicho: “Madre Riccarda era una mujer
maravillosa. Yo la conocía bien, la he encontrado en el 1954 y he
permanecido con ella hasta su muerte, en el 1966.
Era un ángel que ha trabajado mucho para ayudar a nuestros
hermanos hebreos durante la guerra y yo sé que tambien ellos la quieren
honrar. Hay una docena de hermanas aquí en el convento de Roma que la
recuerdan y todas nosotras estamos muy emocionadas por el hecho de
que haya sido tomada en consideración para el reconocimiento de su
santidad.
Madre Riccarda estaba llena de Espíritu Santo y era una mujer muy
humilde, cantaba maravillosamente y estaba muy unida a Dios. Ha dejado
una huella en cada una de nosotras.
Lo que yo siempre recuerdo de ella es que, no obstante hubiese
vivido durante tanto tiempo en Italia, no había olvidado nunca que era
inglesa y siempre nos hablaba en inglés”.
Reproducimos también el artículo aparecido en el BBC News, el 31
de mayo del 2010 con el título: “Religiosa salvadora en tiempo de guerra
da Brighton en camino hacia la santidad” de Sally Nancarrow.
“Madre Riccarda ha trabajado con su Abadesa para salvar docenas
de vidas.
142
Una religiosa de Brighton que ha ayudado a esconder a los hebreos,
comunistas y los polacos perseguidos por los Nazis en tiempo de guerra
en Roma ha sido propuesta para la santidad”.
Después de haber trazado los momentos salientes de su vida la
periodista añade: “Madre Riccarda tenía un carácter amable y tierno para
con todos. Muchos la recuerdan todavía en el convento y fuera”.
Conclusión:
Su mensaje para hoy
En enero de 2012, día de solemnidad de la Epifanía del Señor, en
prevision de la Jornada Mundial de la vida consagrada que se celebra el
143
dia 2 de febrero de 2012, la Comisión Episcopal Italiana ha publicado un
mensaje en el que se presentan las cuatro notas que fundamentan la
experiencia de la vida religiosa, vista como un signo para todos los
cristianos para vivir como Cristo en el Padre por los hermanos.
La primera nota es “el primado de Dios”, la segunda “la fraternidad
universal”, la tercera “el celo divino” y la cuarta “el estilo de vida bajo el
signo de la esencialidad, de la gratuidad, de la hospitalidad”.
Estas notas, escritas en el 2012, han sido el fondo de la vida de
Madre Riccarda, como se puede notar por todo lo que hemos dicho hasta
ahora.
De hecho, hemos visto que la vida con Dios para ella ha sido la base
de cada actividad suya y su consolación además de ser el tema esencial
de su educación a las muchas novicias. A propósito de educación, Madre
Riccarda parece que se adelanta a los tiempos. El decenio “2010-2020 del
proyecto Pastoral de la Conferencia Episcopal Italiana está basado
sobretodo en la educación. Riccarda se convierte de este modo en la
mujer educadora por excelencia. Más que el carisma del gobierno ella ha
tenido el carisma educativo y ha formado al amor muchas generaciones
de hermanas, llegadas a Roma después que ella.
La segunda nota, fraternidad universal, encuentra también un
modelo en Madre Riccarda. Su espíritu ecuménico, fruto de su
experiencia personal y familiar, la ha forjado abierta a todas las
experiencias religiosas, sobretodo cristianas. Hemos visto lo que ha hecho
por tanta gente, por ejemplo con los hebreos, que la recuerdan todavía.
Propio para subrayar esta nota escrita por ella a Hna. Francisca el 29
de junio de 1938: “Hemos tenido una bella bendición el día 16 cm por el
85º cumpleaños del Rey de Suecia. Bendición solemnísima con un Obispo
asistido por 45 estudiantes del Colegio; han cantado el “Te Deum” con
144
nosotras, ¡Era tan hermoso! Luego han cantado solos el “Tamtum Ergo” y
el “Adoremus in Aeternum”, después alguna otra cosa en sueco. Estaban
presentes el Ministro de la Legación Sueca con su mujer e hijas, y otras
personas del cuerpo diplomático. La iglesia estaba llena. Eran todos
protestantes excepto cuatro personas. Han quedado todos muy
impresionados”. Y todavía a Hna. Francesca el 28 de febrero de 1939: “La
muerte del Santo Padre Pio XI, ha sido un gran dolor para todo el mundo
católico; también entre los protestantes hay muchos que han sentido un
gran dolor por su muerte y escriben bellísimos artículos en los periódicos,
artículos de admiración y de alabanza”.
A las religiosas, con sus anotaciones en las cartas, enseña a nivel
experiencial el amor a todos. No hace “sermones” sobre el ecumenismo
y sobre la fraternidad universal, nos cuenta su vida y todo lo que sucede a
su alrededor y así es más creible que si hiciera mil discursos. Las
hermanas acogen sus enseñanzas y las ponen en práctica todavía hoy.
También la tercera nota, el celo divino, la indica maestra y testigo
del celo que la caracteriza. Ha dejado su tierra, su familia, para vivir la
aventura del Espíritu que la empuja, como a San Pablo (cf 2Cor 5, 14) y
ella parte, obedeciendo primero a la voz que la susurra dentro y luego a
los superiores que la muestran el proyecto de Dios sobre ella. Podía
haberse quedado en su tierra como benedictina, pero ha escogido la
incertidumbre de un camino nuevo en la Iglesia, con una única certeza:
“Sé en quien he creído” (2Tim 1, 12).
Ha vivido de este modo la esencialidad, la gratuidad, la hospitalidad,
la quarta nota a la que hacen mención los Obispos italianos. Desde hace
muchos años Madre Riccarda ha sido signo de acogida según el propio
carisma brigidino y ha dejado el ejemplo de una vida que en la radicalidad
evángelica ha transmitido el toque de la esencialidad propia de Cristo
hecho hombre. Leyendo el Evangelio notamos que siempre Cristo,
145
primero en la familia y luego en la actividad apostólica, ha ido más allá de
lo convencional al punto de decir “Vuestro hablar sea sí, sí; no, no” (Mt 5,
37). Mientras, vive sin cosas supérfluas y que no son esenciales, en la
gratuidad absoluta, porque Dios ama sin esperar ninguna recompensa.
Así Madre Riccarda. No esperaba el cargo de Abadesa, como hemos visto,
y no lo deseaba. Quería ir a América y continuar a cantar allí las alabanzas
a Dios en la sombra, como había hecho durante toda su vida. No espera
un trato de favor, ni siquiera en su última enfermedad cuando la hermana
encargada de la cocina le preparaba las patatas que le gustaban tanto y
ella pensaba que era lo que comía toda la comunidad. Ciertamente no
esperaba, habiendo vivido siempre en humildad, ser “candidata” a los
honores de los altares. Pero es siempre así: Dios no deja que la lámpara
esté bajo el celemín (cf Mc 4, 21).
Su vida de religiosa tiene mucho que decirnos también hoy. No
olvidemos que, entre otras cosas, ha sabido vivir la liturgia en manera
estupenda y ha trasmitido el amor a todas las novicias y a las hermanas
en general. Hoy que el movimiento litúrgico ha hecho descubrir la belleza
de la liturgia en todas las parroquias y en todas las comunidades
presentes en la Iglesia, su amor por ella y el cuidado de la celebración
resultan una actitud seguramente profética como profética es su
devoción a los Ángeles custodios. Esta devoción se ha re-descubierto hoy
por los varios estudios cientificos y divulgativos.
Por último nos gusta subrayar que, mientras hoy el mundo parece
correr sin Dios, y solo esporádicamente se para a reflexionar sobre la
belleza de una vida rica y auténtica, reflejo de la belleza y del amor de
Dios Padre de todos los hombres, la vida de Madre Riccarda, la pequeña
inglesa trasplantada a Roma, es un ejemplo y un punto de referencia
notables.
146
APÉNDICES
147
I. Cronología
De la vida de Madre Riccarda
1887: Nace en Londres el 10 de septiembre de 1887. Estudia canto y
música en el Colegio de las Damas del Sagrado Corazón, en Inglaterra. La
mamá se llama Louisa Frances Lettson Fisher y el papá Windsor John.
148
1887 – 1914: Bautismo, Primera Comunión y confirmación.
Entra en la congregación “The Adorers of Sacred Hearth of Jesus”, situada
en Tyburn Convent, Londres. La Congregación es de vida contemplativa
bajo la Regla de San Benito. Madre Riccarda permanece dos meses como
postulante.
1914: Llega de Inglaterra a Roma para ser postulante de la Orden en el
pequeño convento de via Aurelia 133, cerca del Vaticano.
8 de septiembre 1914: Viste el hábito religioso y comienza el noviciado,
recibe el nombre de Hna. Riccarda.
Marzo de 1915: Hna. Riccarda acompaña a la Beata Madre Isabel a ver la
casa situada en el nº 1 de via Corsica, propiedad de las hermanas de las
‘Vaschette’ para tomarla en alquiler.
8 de septiembre 1915: Primera Profesión religiosa. Padre Hattais preside
la ceremonia.
12 de septiembre 1918: Hna. Riccarda emite la Profesión Perpetua.
31 de marzo 1919: El Marqués de Bagno, propietario de la casa en via
delle Isole 34, firma el contrato de compra-venta de la casa.
Julio – agosto 1923: Madre Riccarda se hace cargo de la comunidad de via
delle Isole.
149
30 de septiembre 1923: Madre Riccarda viaja a Estocolmo para la
inauguración de la primera casa brigidina en Suecia después de la reforma
Protestante.
17 de septiembre 1924: Madre Riccarda viaja de Suecia a Roma junto a
Madre Isabel.
22 de septiembre 1924: Las dos hermanas se detienen en Lugano en la
casa de las hermanas Capuchinas. Se les ofrece una casa y el 16 de
octubre firman el contrato.
1931: De via delle Isole Madre Riccarda se traslada a la casa de Plaza
Farnese, donde permanece hasta su muerte, salvo en algunos breves
periodos de tiempo.
10 de julio 1932: Madre Riccarda acompaña a Madre Isabel a visitar la
comunidad de Lugano.
19 de agosto 1935: Madre Riccarda acompaña a Madre Isabel a
Djursholm para la ceremonia oficial de la inauguración de la Casa de
Vadstena, el 25 de agosto 1935.
20 de abril 1942: Madre Riccarda acompaña a Madre Isabel a la Audiencia
privada del Santo Padre Pio XII. Las hermanas presentan las
Constituciones de 1920, las últimas de 1940 y renuevan la petición del
nombre de la Congregación: “Orden del Santisimo Salvador”.
Agosto de 1953: Madre Riccarda visita las Comunidades enviada por
Madre Isabel, que ya no puede viajar.
150
21 de enero 1956: Madre Riccarda es nombrada Superiora del convento
de Plaza Farnese.
24 de abril 1957: Madre Riccarda llama por teléfono al sacerdote y al
médico para que asistan a la Beata Madre Isabel en la hora de la muerte,
sucedida a las 4,27 horas de la mañana.
3 de mayo 1958: Es elegida Abadesa General después de Madre Isabel,
cargo que cubre hasta el 1964.
22 de junio 1966: Contrae una enfermedad que la lleva a la muerte.
26 de junio 1966: A las 8,25 muere.
Octubre de 1982: Viene trasladado su cuerpo a la casa de Plaza Farnese.
8 de junio 2008: Inicio de la causa de beatificación.
21 de octubre 2011: Clausura del Proceso Diocesano.
151
II. Oración
Para obtener la glorificación de la sierva de Dios
Madre Maria Riccarda Beauchamp Hambrough, O.SS. S.
(1887-1966)
Te damos gracias, Señor,
porque has formado
en tu sierva Riccarda
un corazón sencillo y generoso,
lleno de confianza
y perfecta fidelidad a tu voluntad,
concédenos
a los que veneramos su memoria,
seguir sus huellas,
para que, como hermana nuestra,
interceda por nosotras
ante el trono de tu misericordia.
Gloria al Padre ... (3 veces)
Se ruega que las gracias recibidas por intercesión
De la sierva de Dios sean comunicadas a:
Curia Generalicia, plaza Farnese, 96 – 00186 Roma (Italia)
Tel. +39 06 6889 2596
[email protected]
152
INDICE
153
Presentación………………………………………………………..
pag. 5
Premisa……………………………………………………………….
>>
9
Parte I: DE INGLATERRA A ROMA …………………………..
>>
11
1. Katharine Beauchamp Hambrough
En el Londres de su tiempo..............................
>>
13
La familia ........................................................... >>
13
Londres e Inglaterra a principios del ‘900.......... >>
15
Adolescencia y juventud ..................................... >>
18
En busca de su vocación.....................................
En la Congregación benedectina .......................
El encuentro con el carisma brigidino ...............
El renacer de la Orden brigidina ........................
>>
>>
>>
>>
21
21
24
28
Katharine Beauchamp Hambrough en Roma….
Katharine Beauchamp Hambrough
Y Elisabetta Hesselblad……………………………………
La vestición religiosa ……………………………………….
El carisma fundacional………………………………………
>>
31
>>
>>
>>
31
33
36
Parte II: SUMERGIDA EN DIOS POR LOS HERMANOS......>>
La vida con Dios ....................................................... >>
La vida mística .......................................................... >>
El don de la vocación religiosa ................................. >>
El camino hacia la santidad: confianza y deseo,
Obediencia y unión de voluntad ............................... >>
39
41
41
44
154
46
La imitación de Cristo pobre y crucificado
Y de Maria ........................................................................ pag.
El Espíritu de pobreza y la oración .................................... >>
La maternidad espiritual ................................................... >>
Su amor por la naturaleza ................................................. >>
51
51
60
70
La vida con los otros ......................................................... >>
Humildad y delicadeza ...................................................... >>
Acogida y gratitud ............................................................. >>
Vida común y comunión de los santos .............................. >>
De la vida común se pasa a la comunión de los santos ..... >>
73
73
78
81
84
PARTE III: SU OBRA EN LA ORDEN HASTA LA MUERTE
DE MADRE ISABEL HESSELBLAD ..............................................................
>>
Durante la primera guerra mundial
Y el inmediato después de la guerra .................................. >>
La vida en Roma ................................................................... >>
Hna. Riccarda cronista de la Orden ....................................... >>
Plaza Farnese ....................................................................... >>
87
89
89
96
98
El “Cirineo” de Madre Isabel .................................... >>
101
Viajando entre Suiza – Suecia – Inglaterra ............................ >> 101
La segunda guerra mundial y el inmediato
después de la guerra .............................................................. >> 102
después de la guerra: luces y sombras ................................... >> 108
Después de la muerte de Madre Isabel ..................... >> 113
La Abadesa .............................................................................. >> 113
Los últimos años y la muerte .................................................. >> 120
Después de la muerte ............................................................. >> 121
155
PARTE IV: HACIA EL RECONOCIMIENTO
DE SU SANTIDAD ...............................................................................................
pag. 125
El recuerdo de muchos ................................................... >>
La crónica del convento ....................................................... >>
Testigos de dolor de Italia .................................................... >>
Testigos de dolor del mundo ................................................ >>
127
127
128
130
El proceso canónico para el
Reconocimiento de la santidad ............................................
La exhumación .......................................................................
Inicio del proceso y testigos procesuales ...............................
Iter de la causa .......................................................................
>>
>>
>>
>>
133
133
134
137
La fama continúa ...............................................................
Se cierra el proceso diocesano ...............................................
La prensa italiana ....................................................................
La prensa inglesa .....................................................................
>>
>>
>>
>>
139
139
139
140
Conclusión ................................................................................ >>
143
Apéndice .................................................................................. >>
147
Cronología de la vita de Madre Riccarda .............................. >>
149
Oración por la glorificación de la sierva de Dios
Madre Riccarda Beauchamp Hambrough, O.SS.S.
(1887 – 1966) ............................................................................ >>
153
156
157
158
159
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