Calidad de vida (en el trabajo) y desarrollo humano.

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CALIDAD DE VIDA (en el trabajo)
Y DESARROLLO HUMANO
La responsabilidad de reconstruir el país, es de todos. Disminuir el índice de inflación, frenar
la corrupción, controlar la especulación, racionalizar el gasto público, reducir el déficit fiscal,
mejorar cualitativa y cuantitativamente salario y empleo.
Pro/. Tulio Hidalgo Vítale
Investigador de INFACES.
Desde que el hombre hace su aparición sobre la tierra, hace más de 980 siglos antes de
la Era Cristiana, ha mantenido una permanente búsqueda para mejorar sus condiciones
de vida. Su naturaleza humana y su cercanía a Dios le ha impulsado a transformarse a sí
mismo y al mundo que lo rodea, en el deseo de vivir un ambiente dirigido a la
perfección que le proporcione satisfacciones. Es prácticamente imposible encontrar un
ser humano desvinculado de todo interés por cambiar las cosas para su propio beneficio.
Cuando inicia su transitar por el planeta, su instinto de supervivencia lo mantiene
con vida, recurriendo a los medios externos de subsistencia y desde esos tiempos
comienza a luchar y a trabajar para obtener el diario sustento, para alimentarse,
conservar sus fuerzas y su salud que le permitieran hacer uso de sus facultades,
desarrollarlas, adquirir nuevos conocimientos, educación y en consecuencia mayor
seguridad.
En este orden de ideas, la Calidad de Vida está circunscrita fundamentalmente a
estos cuatro factores: SALUD, EDUCACIÓN, TRABAJO Y SEGURIDAD.
Observemos, ahora, como se comportan estas variables en nuestros tiempos. Pareciera
que mientras las economías crecen y los avances tecnológicos asombran a la
humanidad, los cuadros de pobreza hacen lo propio pero en relación inversa.
Para el año 1993,700 millones de personas en el mundo se encuentran en situación
de pobreza, de ellos, según información de la organización de las Naciones Unidas, 15
millones morían de hambre y desnutrición o enfermedades asociadas a la pobreza.
En América Latina, casi la mitad de la población (195 millones) es pobre y cerca
de 93 millones, en estado de indigencia devengando un ingreso per/capita de 30 dólares
mensuales.
En este esquema de contradicciones observamos como Brasil, siendo la décima
economía del mundo, con un P.I.B., para el año 1993 de 460.000 millones de dólares,
crecimiento del 4%, registró una inflación del 2.500% y por supuesto, 32 millones de
personas en pobreza, una demostración evidente de la injusta distribución de la riqueza
y bienestar. Uno de cada cinco ciudadanos latino-americanos no dispone de recursos
para consumir una dieta adecuada, a pesar del repunte de Chile, México, Uruguay,
Colombia y Costa Rica que es mermado por el decrecimiento de Argentina, Brasil y
Venezuela. La calidad de la salud y educación es función de los niveles económicos de
la población.
Siete de cada diez TRABAJADORES son asalariados, lo cual evidencia la
tremenda incidencia del salario en la calidad de vida del ciudadano latinoamericano, sin
embargo, la relación de participación del capital con respecto al trabajo humano en el
crecimiento económico de las naciones en las últimas tres décadas es dos a uno.
Pareciera que "El hombre en función del Desarrollo", cuando debería ser "El
Desarrollo en función del Hombre".
Ya señalaba el Papa Juan Pablo II, en su encíclica "El Trabajo Humano" lo
siguiente, cito: "El problema del trabajo ha sido planteado en el contexto del gran
conflicto entre el mundo del capital y el mundo del trabajo".
Este conflicto seguirá existiendo si no se reconoce el carácter subjetivo del trabajo
y la prioridad del trabajo sobre el capital. Ello se manifiesta en toda su crudeza en la
relación salarial. (Fin de la cita).
Al menos en teoría, existe cierta similitud entre los conceptos Marxistas de salario
de explotación y Plusvalía del Trabajo con lo referido por el Santo Padre.
La intención es destacar la importancia de una buena remuneración al trabajo que
proporcione seguridad a los asalariados y su grupo familiar, porque el salario no puede
considerarse únicamente como un Costo de Producción ni mucho menos como única
variable de la cual depende la productividad, hay que tomar en cuenta también la
organización empresarial, las tecnologías empleadas y la gestión gerencial. No se puede
pretender lograr óptimos resultados del trabajo humano con una población laboral cuyas
necesidades básicas no hayan sido cubiertas.
CALIDAD DE VIDA - SALARIOS E INFLACIÓN EN VENEZUELA
En nuestra Venezuela, la calidad de vida de los trabajadores se ha deteriorado
notoriamente en los últimos tiempos, el poder de compra disminuye progresivamente y
ha sido motivo de grandes degradaciones socio económicas. Los afectados conforman el
mayor volumen de la población.
Haciendo uso de los indicadores manejados por la Unidad de Estudios
Económicos del grupo de Empresas Mendoza, notamos que el salario per/capita anual
(promedio) en Venezuela al año 1980, estaba en el orden de 5.757 dólares, y para el año
1991 se situaba en 1.944 dólares, si proyectamos esa cifra hasta Diciembre de 1993.
asumimos un incremento salarial promedio acumulado de 30% durante cada año y lo
relacionamos con la inflación registrada en los años correspondientes, obtenemos un
valor de 1700 dólares como salario promedio pcr/capita en Venezuela para el año 93. La
comparación con el año 1980 nos refleja una disminución del poder de compra cercana
al 70% en los últimos troce años, habría que multiplicar por 3.33, los salarios de 1993
para igualarlos a los de los años 80.
Igualmente, si asumimos que la inflación para 1994 alcanzará un Índice similar al
de 1988 (80%), el salario real continuará devaluándose hasta límites insostenibles.
Estos cálculos pueden presentarse también por la vía de la deflactación de los
salarios nominales, haciendo uso de los índices de precios al consumidor (inflación) en
el mismo lapso (1980 - 1993).
En este caso el salario real obtenido para 1993 se acerca a la cifra obtenida por la
dolarización, además puede observarse gráficamente en el cuadro N91, el impresionante
descenso del poder de compra, cuando, a pesar de que los salarios nominales se
incrementaron en un 623,27%, la inflación los rebasa con un 1557.36%, situado el
salario real en un 40,2% para fines del año 1993, con relación a su valor real en el año
1980, lo cual refleja una disminución del poder de compra cercano al 60%.
SALARIO MÍNIMO Y CESTA BÁSICA
Por definición, el salario mínimo, en función de acuerdos internacionales y la
propia legislación Venezolana, debe ser suficiente para cubrir los gastos vitales del
trabajador y su familia, vale decir todos los gastos de vivienda, salud, educación,
transporte, recreación, cultura y seguridad social agregados a la cesta Básica. Para
Diciembre de 1993, el costo de la Cesta Básica alimentaria se acercaba a los 20.000
bolívares y los de la Canasta Normativa (cesta básica más todos los servicios
mencionados anteriormente) estaba por el orden de los 50.000 bolívares, datos
obtenidos de estudios realizados por el Centro de Documentación y Análisis (CENDA).
Nos preguntamos: Cómo puede un trabajador que devenga un salario mínimo de
15.000 bolívares, afrontar una carga familiar de cinco personas cuando la cesta básica
únicamente debe estar costando para mediados del año 1994 cerca de los 40.000
bolívares?
La evidencia de este cúmulo de indicadores debe mover a la reflexión a todos los
sectores de la sociedad Venezolana porque no se trata de obtener mayor o menor
margen de ganancias en el trabajo, es la supervivencia de una población que todos los
días observa como se deterioran sus condiciones de vida y que decir de su capacidad
para lograr: educación, salud, vivienda, cultura, recreación y seguridad?
Las recientes medidas tomadas por el gobierno nacional referentes al control de
cambio de divisas, control de precios y bono alimentario, son un paliativo para frenar
temporalmente el proceso degenerativo de las condiciones socio-económicas de la
población. Sin embargo, consideramos que el esquema estructural requiere mayores
profundidades, donde la problemática que todos conocemos se aborde mediante un
pacto de franca SOLIDARIDAD, por parte de las elites políticas, económicas, gubernamentales y laborales, y se actué para beneficio de las mayorías aún en detrimento de
las minorías.
La responsabilidad de reconstruir el país, es de todos: disminuir los índices de
inflación, frenar la corrupción, controlar la especulación, racionalizar el gasto
público, reducir el déficit fiscal, mejorar cualitativa y cuantitativamente salario y
empleo, educar para el trabajo, mejorar los servicios públicos, garantizar la seguridad
y transformar la democracia representativa en participativa, son aspiraciones legítimas de una sociedad moderna, que desea el mejoramiento de sus integrantes.-.
Sabemos como hacerlo y estamos conscientes de que estos problemas han existido
en muchos países latinoamericanos y también la viabilidad de resolverlos, nos referimos
a los casos de Argentina, Chile, México, Colombia. Ellos los han enfrentado con
valentía y decisión.
¿Por qué no podemos nosotros?
¿Cómo hacer y por donde empezar?
El problema estructural está en nuestra manera de pensar y actuar. Es imperativo e
imprescindible comenzar por transformar nuestra actitud ante la vida y conducimos
positivamente, con sentido emprendedor, solidario, ofrecer nuestros mayores esfuerzos
en beneficio de las estructuras sociales básicas, ser menos espectadores y más
participativos en la reconstrucción del País, partiendo de la familia, los vecinos,
parroquia, municipio, estado, nación.
Sencillamente cumplir con empeño y honradez las responsabilidades cotidianas,
en el trabajo y el hogar a la búsqueda de nuestro desarrollo y el de nuestro entorno para
finalmente convertirnos en PROTAGONISTAS DE NUESTRO PROPIO DESTINO.
Tulio Hidalgo Vítale
Valencia, julio 1994
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