Los reyes de la dinastía borbónica

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Texto
VIII
Decretos de Nueva Planta
1.- La Guerra de Sucesión y sus consecuencias: Paz de Utrecht
En 1700, Carlos II, viendo que las nuevas potencias europeas insistían en la partición del
reino, decidió favorecer la candidatura de Felipe de Anjou por ser la más fuerte, diplomática y
militarmente, y la que ofrecía garantía de que España no sería repartida entre los diversos
pretendientes. El 2 de octubre de 1700 Carlos II otorgó testamento a favor del francés. El
monarca fallecía el 2 de noviembre. La dinastía se había extinguido.
Felipe de Anjou era nieto del rey Sol, Luis XIV de Francia y de Felipe IV. No obstante,
existía otro candidato, el archiduque Carlos de Habsburgo, también nieto de Felipe IV e hijo
del emperador de Alemania. Inglaterra y Holanda, que recelaban de que los Borbones
ocuparan el trono de España y de Francia, lo que permitiría la presencia comercial y militar
francesa en las Indias amenazando el comercio holandés e inglés, apoyaban a Carlos. También
lo hacía Austria, interesada en mantener la misma relación con España que la que había tenido
hasta entonces. Estas potencias habían intentado negociar con Luis XIV, sin éxito, el reparto de
las posesiones españolas.
Felipe de Anjou llegó a Madrid para tomar posesión del trono con el nombre de Felipe V en
1701; Inglaterra, Austria y las Provincias Unidas reaccionaron con la constitución de una
Gran Alianza (Alianza de La Haya), antiborbónica, a la que se unieron Portugal, Prusia y el
Ducado de Saboya. El enfrentamiento de ambos bandos dio lugar a la Guerra de Sucesión de
España (1700 – 1713).
1.1.- Desarrollo del conflicto
El archiduque Carlos encontró apoyo en los reinos de la Corona de Aragón por su vocación
federalista frente al centralismo representado por Felipe de Anjou, aceptado como rey en la
Corona de Castilla. La guerra tuvo varios escenarios:
• Las fronteras de Francia, incluidos los territorios españoles de Milán y Flandes,
que fueron defendidos por tropas francesas.
• Las posesiones españolas de ultramar, en las que combatieron los ingleses.
• La Península Ibérica, donde desembarcó en 1704 el pretendiente al trono español,
Carlos de Habsburgo.
La Gran Alianza disponía de una flota superior y la Armada inglesa estableció bases navales
en Gibraltar (1704) y Menorca (1708). Además, en 1705 recibió, dentro de España, el
apoyo de Valencia, donde había estallado una rebelión social antiseñorial. Desde allí, los
coligados ocuparon Cataluña, que también les prestó apoyo, Aragón y Mallorca. A partir de
ese momento, Carlos de Habsburgo contó con partidarios en España y la guerra, que había
comenzado siendo un conflicto internacional, se convirtió en una guerra civil.
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Felipe V derrota a la Gran Alianza en Almansa (1707), invadiendo a continuación el reino
de Valencia y la mayor parte de la Corona de Aragón. Más tarde, en 1710, obtiene la victoria
de Brihuega y la de Villaviciosa, tras lo cual, sólo Cataluña y Baleares quedaron fuera del
control de Felipe V.
En 1711 murió sin descendencia el emperador de Alemania, que era por entonces el
hermano de Carlos de Habsburgo, el cual se vio obligado a asumir el trono imperial con
el nombre de Carlos VI. Esta circunstancia condujo a las negociaciones de paz: por un lado,
los componentes de la Gran Alianza no estaban dispuesto a que los Habsburgo dominasen
gran parte de Europa; por otro lado, Felipe V renunció al trono francés.
Ambos bandos firmaron la Paz de Utrecht, constituida por los Tratados de Utrecht (1713)
y Rastatt (1714). Los aliados, finalmente, abandonaron Cataluña y Baleares, que se negaron
a aceptar a Felipe V y siguieron la guerra por su cuenta. Barcelona cayó tras un duro asedio
(1714) y Mallorca e Ibiza lo hicieron en 1715.
1.2.- Consecuencias de la guerra
El final de la Guerra de Sucesión tuvo consecuencias de orden internacional:
• El triunfo del Reino Unido de la Gran Bretaña. Este Estado se consolidó como una
potencia naval y comercial: se apoderó de Gibraltar y Menorca y obtuvo
concesiones de Francia en ultramar. Le fue concedido el derecho a participar en el
comercio con las Indias y a enviar anualmente un barco de mercancías, conocido
como navío de permiso, a las colonias españolas. Se hizo también con el monopolio
de esclavos africanos en América, el llamado asiento de negros. Por último, se
convirtió en un instrumento de equilibrio en el continente.
• La consolidación de los Habsburgo de Austria. Esta dinastía controló el Imperio
alemán frente a las pretensiones de Francia y ocupó Flandes, hasta ese momento una
posesión de la Corona española. Además se repartió con el Ducado de Saboya los
dominios italianos de España.
• La adquisición por Portugal de la colonia española de Sacramento (Uruguay).
• La adopción por parte de España de una nueva política exterior. Para ello buscó
el apoyo de los Borbones franceses.
2.- Los reyes de la dinastía borbónica
La victoria de Felipe V permitió la instauración de los Borbones y la construcción de un
nuevo modelo de Estado centralizador. El objetivo era reforzar el poder real. Para ello
era necesario reformar las instituciones, intervenir en la economía y controlar el poder de la
Iglesia.
Los Borbones impulsaron el absolutismo monárquico: El monarca se consideraba dotado de
poderes ilimitados sobre sus súbditos, pero, en realidad, puede hablarse de varios Estados
simultáneos: el de la monarquía absoluta, el de la Iglesia y el de cada uno de los señoríos
jurisdiccionales.
2.1.- Felipe V (1700 – 1746)
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Felipe V carecía de cualidades para desempeñar su función. De personalidad débil, estuvo
sometido a la influencia de las dos mujeres con las que se casó, especialmente de la segunda,
Isabel de Farnesio. Tenía tres impulsos primarios: el reclinatorio, el lecho conyugal y la
caza. Su carácter inestable le llevó a abdicar (1724) en su hijo Luis, que apenas reinó unos
meses, y a recuperar de nuevo el trono.
La Guerra de Sucesión significó el fin del ordenamiento jurídico e institucional histórico de
los reinos de la Corona de Aragón. Mediante los Decretos de Nueva Planta, justificados por
el derecho de conquista, se adoptaron las siguientes medidas:
- Se suprimieron los fueros, la autonomía municipal y las Cortes.
- Se sustituyen los antiguos virreinatos por provincias. Al frente de cada una se puso
un capitán general.
- Se introdujo un nuevo sistema impositivo, el impuesto único, llamado Catastro en
Cataluña, que gravaba a todos los habitantes en función de su riqueza.
- Se nombraron funcionarios castellanos y militares al frente de las nuevas
instituciones y se dispuso que las causas de las Reales Audiencias se realizaran en
lengua castellana.
Felipe V crea las secretarías de Estado o de Despacho, lo que suponía convertir al rey en el
motor de la política del Estado. Las Secretarías fueron cambiando de número a lo largo del
tiempo, pero destacaban la Secretaría de Estado, Hacienda, Guerra, etc.
Los Consejos, excepto el de Castilla, perdieron influencia y algunos, como el de Aragón,
Flandes e Italia, desaparecieron.
En 1711 se crean los intendentes como nexo entre el poder central y las provincias. Éstos
atendían la recaudación de impuestos, el equipamiento militar y otros aspectos relativos a
urbanismo, obras públicas y sanidad.
Los municipios fueron perdiendo paulatinamente atribuciones. Estaban controlados por la
nobleza, bien a través de la jurisdicción señorial, que le permitía nombrar alcaldes y
justicias, bien porque ocupaba los principales cargos concejiles por privilegio o por
tradición. Los alcaldes o regidores de las grandes ciudades eran nombrados directamente
por la Corona e invariablemente procedían de familias nobles.
A comienzos del siglo XVIII, el poder naval de España era escaso y la construcción de
barcos había decaído considerablemente. Sin embargo, dadas las características de España,
los Borbones estaban convencidos de la necesidad de contar con una marina poderosa. Tras
finalizar la Guerra de Sucesión, se llevaron a cabo algunas reformas para profesionalizar y
modernizar el sector naval. Patiño, como intendente general de la marina, creó arsenales,
puso en marcha un programa de construcción naval moderno y promocionó las industrias
de apoyo. En esta época se creó la primera escuela naval española. Para favorecer la
construcción naval, se elaboraron planes para la explotación forestal en los Pirineos, a la vez
que la Marina recibía la concesión de zonas madereras en el interior, aunque, donde
España contaba con más reservas, era en América. Allí, en los astilleros de Veracruz y La
Habana se fue construyendo una flota que no tenía nada que envidiar a la inglesa. El barco
más grande del momento era el Santísima Trinidad, que luego sería hundido en la batalla de
Trafalgar.
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A principios de enero de 1724, Felipe V comunicó al Consejo de Estado su decisión de
abdicar en su hijo Luis. Luis I fue coronado el 15 de enero de 1724. En agosto enfermó de
viruela y murió a finales de ese mes.
Felipe V asume de nuevo la responsabilidad de la Corona y lleva a cabo los llamados Pactos
de Familia, acuerdos internacionales, contraídos con Francia, destinados a detener el avance
y la amenaza de Inglaterra.
Felipe V había mostrado alguna debilidad mental hacia 1728, pero sus ataques maniáticos
fueron haciéndose cada vez más frecuentes. Isabel de Farnesio manejaba los hilos de la
política internacional para favorecer a sus hijos mientras el rey permanecía aislado o retirado
en San Ildefonso. Murió a principios de verano de 1746.
2.2.- Fernando VI (1746 – 1759)
Era el segundo hijo varón de Felipe V. En su breve reinado, llevó a cabo una política de
neutralidad respaldada por José de Carvajal, anglófilo, y por el marqués de la Ensenada,
francófilo.
Ensenada llevó a cabo el catastro de 1752 con el fin de establecer una contribución única.
Se ocupa también de Hacienda, tratando de que España se bastara a sí misma, como si no
existieran los caudales de las Indias.. Sin embargo, como estos caudales existían, buscó su
aplicación en el desarrollo interior. Trató de aumentar la hacienda con alivio del
contribuyente, poniendo coto a los abusos, a los terribles arrendadores de impuestos,
reduciendo los gastos cortesanos, los excesivos empleados en todos los ramos y los tributos
onerosos, odiados por el pueblo, que producían más miseria en las clases populares que
beneficios para el gobierno.
Las infraestructuras van a ser objeto de gran atención durante este reinado, gracias a
Ensenada. Su objetivo era fomentar el comercio y la industria, mejorando los transportes y la
comunicación de la periferia con el interior de Castilla para crear un mercado nacional de
productos agrícolas, así se amortiguarían las crisis de subsistencia sin tener que recurrir a las
importaciones de grano. Ensenada inicia la construcción del Canal de Castilla, en la Meseta
Norte, para el transporte fluvial y el regadío; la carretera del Guadarrama, a través del
Sistema Central; y el camino de Reinosa, paso de Castilla hacia la costa cantábrica. Sin
embargo, muchas de estas obras fueron acabadas mucho después.
En el siglo XVIII, el ejército constituía un reflejo de la fuerza del Estado, puesto que
demostraba sus recursos demográficos y económicos. Por ello, se intentó sacarlo de la
decadencia en que se encontraba:
- Se sustituyeron los tercios por regimientos
- Se creó un moderno sistema de mando, formado por generales de brigada, coroneles
y tenientes.
- Se estableció un ejército permanente, que supuso una pesada carga para el
presupuesto del Estado.
Las relaciones de la monarquía borbónica con la Iglesia estuvieron marcadas por el
regalismo, que era la defensa de la soberanía real en materia eclesiástica, aunque no se
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cuestionaba la religión, ni el poder de la Iglesia en cuestiones de fe y moral. El control sobre
la Iglesia se ejerció a través de diversas medidas:
- El derecho del monarca a nombrar cargos eclesiásticos.
- La percepción de las rentas de las sedes vacantes y de las sumas que cobraban los
tribunales eclesiásticos
- La propuesta de reformas.
2.3.- Carlos III (1759 – 1788)
A la muerte de Fernando VI, pasó a ser rey de España el que lo era de Nápoles, Carlos III de
Borbón. Era una persona corriente, con pocas cualidades sobresalientes. Muy religioso, más
bien beato, su religiosidad se irá acrecentando en sentido antijesuítico.
Al venir a España, lo hizo por Barcelona, donde, como un gesto de buena voluntad,
restableció a los catalanes algunos de sus fueros, como también se mostró muy
proaragonés al pasar por Zaragoza. Esto hizo pensar que el nuevo rey daría un giro total a la
política practicada hasta el momento. Sin embargo no fue así. Llegado a Madrid el 9 de
diciembre, Carlos confirmó en sus puestos a todos los ministros de su hermano, excepto
en Hacienda, donde colocó a Esquilache.
El rey, junto con Esquilache, proyectó un plan de carreteras que unía Madrid con
Andalucía, Valencia, Cataluña y Galicia, pero fue una empresa inacabada por las dificultades
técnicas y políticas.
En otro orden de cosas, Carlos III instituyó una bandera única, que después se convertiría
en la bandera nacional.
En 1776, tiene lugar un motín en Madrid que se conocería como el motín de Esquilache.
Fue un levantamiento de los madrileños contra el ministro reformista, motín que no paralizó
las reformas, pero obligó a introducir más adelante medios más sutiles para llevarlas a cabo.
Los orígenes inmediatos del motín en Madrid se relacionan con la decisión de cambiar el
traje popular de los madrileños a fin de evitar el anonimato, y, con él, los crímenes
impunes cometidos en la oscuridad de la noche por hombres envueltos en largas capas y con
el sombrero bajo. Por esta razón, el 10 de marzo salió la célebre Pragmática que prohibía el
uso de las capas largas y los sombreros de grandes alas, Pragmática que fue inmediatamente
acogida con hostilidad, arrancándose los pasquines que la anunciaban y sustituyéndose por
otros que invitaban al pueblo a la resistencia. El Domingo de Ramos de 1776 estalló el
motín, llegando inmediatamente a la casa de Esquilache y luego a Palacio. Hubo choques
con las tropas, que produjeron varios muertos y heridos entre los sublevados; al día siguiente,
los amotinados presentan sus reclamaciones al rey: destierro de Esquilache, despido de los
ministros extranjeros, salida de Madrid de los guardias valones, libertad de vestir el pueblo
como le guste y rebaja de todos los comestibles básicos. Exigían además que el rey se
presentara ante ellos para otorgar las peticiones. El rey capituló ante el tumulto. Aquella
misma noche, Carlos III se marchó a Aranjuez, lo que fue interpretado por el pueblo como un
futuro incumplimiento de lo otorgado. Cuando la paz se restableció en Madrid, se corrió la
conmoción al resto del territorio nacional, desde Guipúzcoa a Zaragoza, Cuenca, Alicante,
Ciudad Real, Coruña, etc.
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Si el motín fue dirigido o no es algo que se desconoce. La atribución del mismo se hizo a los
jesuitas y, por ello, fueron desterrados de España. La consecuencia inmediata del motín de
Esquilache fue el nuevo ímpetu dado a las reformas públicas por el equipo de Aranda y
Campomanes. Se expulsaban de Madrid a las prostitutas y mendigos para evitar su
participación en otros posibles motines y se crea el hospicio de San Fernando, a dos leguas
de Madrid, cuya dirección corrió a cargo de Pablo de Olavide.
La anulación de las medidas económicas adoptadas durante el motín dio lugar en
contrapartida a la creación de los llamados diputados del común, que vigilaba el
aprovisionamiento de víveres, y a los síndicos personeros, portavoces de los vecinos. La
creación de estos cargos obedecía a la necesidad de defender los intereses populares.
La expulsión de los jesuitas, decretada por Carlos III en 1777, se hizo bajo la acusación de
que habían sido los instigadores del motín de Esquilache, pero los motivos fueron más
profundos y hay que enmarcarlos en el contexto internacional. El auge del despotismo
ilustrado en varios países católicos de Europa llegó a hacer incompatible en ellos el poder
monárquico con la presencia de los jesuitas; y en la misma Roma se prefirió sacrificar a los
jesuitas que romper con los únicos poderes seculares con los que la Santa Sede podía contar,
todo ello, buscando una unidad católica frente al pensamiento laico.
En 1778, se promulga el Decreto de Libre Comercio con América. Esto impulsó el
desarrollo industrial de la periferia, que promovió varias industrias para satisfacer la
demanda de los virreinatos, los cuales, ante la escasez de mercancías españolas, comerciaban
con contrabandistas europeos. Cataluña, pionera en la industria textil española, abastecía a
las colonias de tejidos de indianas.
Otro aspecto importante de la política interior de Carlos III es el que se refiere a los intentos
de reforma agraria, llevados a cabo por Campomanes (reparto de tierras comunales entre
los campesinos extremeños, andaluces y manchegos) y Olavide (repoblación de Sierra
Morena).
Carlos III muere el 14 de diciembre de 1788. Unos meses después comenzaba la Revolución
Francesa.
3.- La situación demográfica y económica de España en el siglo XVIII
3.1.- El aumento demográfico
En el siglo XVIII tiene lugar un espectacular aumento de población. La tasa de natalidad
se mantiene alta y, aunque también es elevada la tasa de mortalidad, la desaparición de las
grandes epidemias y la disminución de las crisis de subsistencia favorecieron el crecimiento
demográfico, llegando el número de habitantes a unos 11 millones. Por primera vez se
conocen mejor los datos demográficos gracias a la elaboración de censos de población,
como los de Aranda (1769), Floridablanca (1787) y Godoy (1797). La mayor parte de la
población vivía en el campo. Los núcleos urbanos se fueron debilitando en el interior en
beneficio de la periferia costera. Los más importantes son Madrid y Barcelona, que
superaban los 100.000 habitantes; tras ellos estaban Cádiz, Sevilla, Valencia y Granada.
3.2.- El sector agrario
a) Crecimiento agrario
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En cuanto a la economía, también creció a lo largo del siglo XVIII, especialmente el sector
agrario, aunque no se trató de un crecimiento uniforme ni desde el punto de vista territorial ni
desde el punto de vista social.
La expansión económica del siglo XVIII estuvo ligada al crecimiento de la población. Ésta
se tradujo en una mayor presión sobre todos los recursos agrícolas: aumentó la demanda
de tierras y productos y se produjo un alza de los precios. Como consecuencia, la
producción agraria, especialmente la de cereales, se incrementó mediante la ampliación
de los cultivos a tierras de peor calidad.
Sólo en algunas regiones hubo iniciativas destacadas de intensificación y diversificación de
cultivos. En Cataluña y Valencia, la extensión de regadío y la especialización en productos
vinculados a una demanda exterior, como la vid o la morera, potenciaron una agricultura
especializada. En Galicia y en toda la cornisa cantábrica, el desarrollo del maíz y de la
patata permitió superar la producción de los cereales tradicionales.
El crecimiento agrario no vino acompañado de innovaciones en el utillaje ni en las técnicas
de cultivo. Continuaron el predominio del secano y del barbecho, así como la producción de
cereales para la autosubsistencia, señal de la inexistencia de un mercado nacional. Todo ello
determinó la baja productividad del campo español.
b) La estructura de la tierra
La persistencia del Antiguo Régimen condicionaba y limitaba el alcance de las medidas que
podían solucionar las crisis de subsistencia y la baja productividad del campo. La estructura
agraria se caracterizaba fundamentalmente por tres elementos:
• La presencia de la propiedad amortizada.
• La importancia del régimen señorial.
• La relevancia cada vez mayor de la propiedad privada y del mercado.
La amortización de la propiedad
En el siglo XVIII, la mayor parte de las tierras no podían ser objeto de compra y venta
porque estaban perpetuamente unidas a una familia (nobles, hidalgos, comerciantes o
labradores muy acomodados, etc.), a la Iglesia o a los ayuntamientos. Este sistema de
amortización de la propiedad aseguraba la pervivencia del patrimonio en unos mismos
beneficiarios.
Esta práctica se denomina amortización cuando se refiere a instituciones eclesiásticas o
laicas, y vinculación cuando remite a los bienes de las familias. El sistema tenía unas
profundas consecuencias sociales y económicas:
• La concentración de la propiedad en manos de una minoría. Así, en la segunda
mitad del siglo, la nobleza y la Iglesia controlaban el 65% del suelo cultivable en la
Corona de Castilla y una proporción equivalente en la de Aragón.
• Las tierras amortizadas y vinculadas estaban fuera del mercado, ya que no se
podían comprar ni vender. La escasez de tierras libres implicaba el aumento del
precio de las mismas, lo que generó el descontento de sectores que, como los
labradores acomodados o los comerciantes, disponían del capital y estaban
interesados en acceder a la propiedad de la tierra.
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Esta situación se agravó desde la década de los noventa, cuando las dificultades comerciales
y artesanales impulsaron a muchos hombres de negocios a invertir en tierras como un buen
seguro.
c) El régimen señorial
En la España del siglo XVIII, aproximadamente el 53% de las poblaciones y el 46% de los
habitantes estaban sometidos a un señorío perteneciente a la nobleza o a la Iglesia. El señorío
tenía dos vertientes: el señor disfrutaba de poder político-jurídico sobre la población y de
poder económico o control sobre la tierra. Un señor podía tener poder político sobre un gran
número de personas y no ser el mayor propietario del lugar.
Las diferencias regionales eran enormes. Había señores con un gran poder político, pero
una base territorial muy reducida, como le sucedía a las grandes casas de la aristocracia en
el País Valenciano. En Extremadura o en Andalucía, en cambio, los señores podían carecer de
destacados derechos sobre las personas, pero disponían del control absoluto sobre las
tierras. En general, el dominio pleno del señor sobre la tierra estaba más extendido en la
Corona de Castilla, con la excepción de Galicia, que en la de Aragón.
No obstante la variedad de situaciones, era el poder político o jurisdiccional el que permitía
al señor disfrutar de derechos y facultades, como juzgar, nombrar a los ayuntamientos y
percibir ingresos procedentes de privilegios exclusivos sobre la caza, pesca, hornos y
molinos.
Desde la segunda mitad del siglo XVIII se produjo una creciente resistencia antiseñorial,
que abarcó a campesinos, labradores, pequeña nobleza y burguesía agraria. Esta oposición
podía ir desde la más pasiva, la defraudación en el pago de los derechos, hasta la más
violenta, los motines.
d) La relevancia de la propiedad privada
En la España del siglo XVIII, más del 80% de la población vivía y trabajaba en el campo. La
sociedad agraria se vio sometida a lo largo de la centuria a una serie de cambios:
• Se formó un grupo de grandes propietarios, no privilegiados, procedentes de medios
mercantiles y rurales.
• Se agudizó la descomposición de la comunidad campesina.
Los diversos grados de acceso a la propiedad y a la explotación de la tierra, la concentración
de la misma en determinados sectores y el control de la comercialización de los productos
produjeron fuertes tensiones entre propietarios y arrendatarios, y entre éstos y el
campesinado desposeído.
3.3.- Las manufacturas
El crecimiento demográfico y la moderada expansión agraria repercutieron en el mundo
industrial, al producirse un aumento de la demanda de productos manufacturados. Pese a ello,
no hubo transformaciones radicales en las estructuras heredadas, ni una expansión
industrial sostenida a lo largo de todo el siglo.
El mundo de las manufacturas del siglo XVIII se caracterizaba por la dispersión y la
fragmentación de la producción.
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a) El taller artesano
El modelo productivo más generalizado en la España del siglo XVIII era el pequeño taller
artesano, que se ubicaba tanto en el campo como en la ciudad. En estos talleres, el maestro,
los oficiales y los aprendices trabajaban bajo el control de los gremios. La concentración de
capital y mano de obra eran escasas; las técnicas, tradicionales; y la mecanización,
prácticamente inexistente. Su producción se dirigía a un mercado local o regional.
b) La fábrica
La novedad industrial del siglo XVIII fue la aparición, tanto en el sector público como en el
privado, de la fábrica en el sentido actual del término, esto es, un edificio que, junto con los
instrumentos de trabajo, era propiedad de un empresario.
La tendencia a la creación de fábricas propició la lenta ruptura del sistema de gremios, que
también empezó a ser atacado por los ilustrados desde un punto de vista teórico. A partir de
1770, la propia Corona acabó con el monopolio gremial y aseguró la libertad de trabajo de
los no agremiados.
La nueva forma de producción tuvo un especial desarrollo en Valencia, el País Vasco y, sobre
todo, en Cataluña.
• La industria de la seda valenciana tuvo un crecimiento significativo. Controlada por
comerciantes, esta industria combinaba el trabajo a domicilio con la fábrica.
• En el País Vasco se incrementó la producción de hierro.
• Cataluña sentó en este periodo las bases de su desarrollo industrial, gracias a la
manufactura del algodón y la fabricación de indianas, que eran tejidos estampados.
La clave de la expansión fueron la disponibilidad de capitales, procedentes de la
agricultura especializada, del comercio y de otras industrias; el proteccionismo
estatal; la ampliación de mercados en España y América; y la aplicación, a partir de
1780, de las innovaciones técnicas procedentes de Gran Bretaña.
c) Las manufacturas reales
La Corona se interesó por el fomento industrial mediante la creación de manufacturas
reales. Con ello pretendía atender a una demanda de calidad, frenar las importaciones de
productos de lujo o potenciar sectores estratégicos, como la construcción naval y la
industria de armamento. Entre las más destacadas se pueden citar la Real Fábrica de
Tapices de Santa Bárbara, la de cristal de La Granja de San Ildefonso y la de paños de
Guadalajara y Segovia.
Las reales fábricas estaban exentas de pagar impuestos y derechos de aduanas. Recibían,
además, un subsidio mensual del Estado y tenían acceso, en el caso de las fábricas
textiles, a la lana merina de mejor calidad.
Las manufacturas del Estado nunca fueron rentables ni cumplieron las expectativas
creadas. Sus directivos contaron siempre con la demanda regular de los palacios reales y
apenas se interesaron por hacer frente a la competencia.
3.4.- El comercio
Fue el sector que tuvo un mayor crecimiento en el siglo XVIII. Los reformistas ilustrados
lo situaron en el centro de sus preocupaciones: el comercio era fundamental para cubrir
las necesidades hacendísticas de la monarquía, para fortalecer el Estado y recuperar una
posición en Europa, y para obtener una balanza de pagos favorable.
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La actividad comercial se vio favorecida por la convergencia de dos estímulos: la
recuperación económica de la primera mitad del siglo XVIII y el pensamiento
mercantilista e ilustrado, que trató de mejorar las comunicaciones interiores y activar el
comercio exterior.
a) El comercio interior
El tráfico de personas y mercancías era lento y difícil por las deficientes infraestructuras,
y caro por la existencia de derechos de paso locales y señoriales y de aduanas interiores.
Por ello, se adoptaron en esta época varias medidas.
• Las aduanas de la Corona de Aragón desaparecieron en 1714, como consecuencia
de los Decretos de Nueva Planta. Se mantuvieron, en cambio, las del País Vasco y
las de Navarra.
• En la política de comunicaciones, los mejores resultados se obtuvieron en los
intentos de relacionar el litoral cantábrico con la Meseta castellana.
Esquilache diseñó un plan radial de carreteras destinado a enlazar Madrid con los
principales puertos. Los intercambios entre la costa y el interior se vieron
facilitados por la mejora de la carretera entre Bilbao y Burgos a través del puerto
de Orduña y por la apertura de la de Reinosa, además de la construcción del Canal
de Castilla.
Sin embargo, el comercio interior no alcanzó grandes cotas de crecimiento.
b) El comercio colonial
La revitalización del tráfico colonial era imprescindible. Ello exigía reforzar el control sobre
el comercio con las Indias y ampliar la participación de productos y comerciantes españoles.
La medida más importante al respecto fue el fin del monopolio del comercio americano
por parte de la Casa de Contratación, instalada, desde 1717, en Cádiz. En primer lugar, se
crearon compañías privilegiadas por acciones para comerciar con determinadas áreas
americanas. La primera fue la Compañía Guipuzcoana de Caracas. En segundo lugar, a partir
del decreto de Libre Comercio de 1765, se autorizó a diversos puertos españoles a
comerciar con América. En 1778 se dispuso el nuevo reglamento de libre comercio, que
fue todo un éxito. La liberalización del comercio americano contribuyó al equilibrio de la
balanza comercial.
4.- La política exterior de los Borbones
Tras la pérdida del imperio en Europa, la política internacional de los Borbones se centró
en dos objetivos principales:
• Recuperar lo perdido en 1713
• Defender el Imperio español de ultramar
España era consciente de no poder llevar a cabo sola esta tarea, por lo que buscó alianzas
internacionales, generalmente con Francia.
a) Las relaciones con el emperador
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En la primera mitad del siglo XVIII, la revisión del Tratado de Utrecht se mezcló con
frecuencia con las ambiciones en Italia de la esposa de Felipe V, Isabel de Farnesio. La
defensa del acceso del futuro monarca Carlos III de España, hijo de Felipe V, al trono de
Nápoles, Toscana y Parma condujo a conflictos militares con Austria.
La toma de Cerdeña en 1717 y las operaciones contra Sicilia en 1718 provocaron el
enfrentamiento con la Cuádruple Alianza, integrada por Inglaterra, Francia, SaboyaPiamonte y el emperador, por el incumplimiento del Tratado de Utrecht. Finalmente, por el
Tratado de Cambrai de 1724, España devolvió las posesiones.
b) Las relaciones con Francia
Los lazos familiares, por un lado, y el poderío francés, por otro, llevaron a España a buscar la
alianza con Francia a través de los llamados pactos de familia, como los que se firmaron en
1733 y 1743:
• En 1733, España concedió su apoyo a Francia contra Austria y Rusia en el inminente
conflicto sobre la sucesión polaca y le ofreció el estatus de nación favorecida en el
comercio. A cambio, Francia garantizó a España determinadas posesiones italianas y
su apoyo en caso de ser atacada por Gran Bretaña. Como resultado de este acuerdo,
en 1734 Carlos fue proclamado rey de las Dos Sicilias.
• El segundo pacto de familia, en 1743, estuvo relacionado con la guerra de Sucesión
austriaca, que enfrentó a Austria y Gran Bretaña con Francia y Baviera. A cambio del
apoyo español en la contienda, Luis XV de Francia se comprometió a obtener para
España los territorios de Milán, Parma y Piacenza, garantizar el reino de las Dos
Sicilias, apoyar la reconquista de Gibraltar y Menorca y liberar a Felipe V de las
cláusulas del Tratado de Utrecht.
A pesar de los pactos de familia (el tercero se realizó en 1761), la alianza con Francia
conllevaba ciertos riesgos. Por eso, España se alió en determinados momentos con Gran
Bretaña.
c) Las relaciones con Gran Bretaña
Las relaciones con Gran Bretaña fueron tensas durante todo el siglo XVIII. Existían
fundamentalmente estos puntos de fricción:
•
•
Gibraltar y Menorca, que para los ingleses suponían importantes puntos avanzados
de su poder naval.
Las colonias americanas, que España quería mantener como un monopolio, pero que
suponían para Gran Bretaña su oportunidad de expandirse.
Los enfrentamientos con Gran Bretaña se repitieron a lo largo del siglo y se libraron,
generalmente, en Gibraltar y en el Caribe, donde la marina española se vio obligada a
defender las rutas marinas y a combatir el contrabando inglés. Las tensiones con Gran
Bretaña impulsaron la intervención española a favor de la independencia de Estados Unidos.
d) Las relaciones con Portugal
Las relaciones con Portugal, a quien se consideraba satélite de Gran Bretaña y su base naval
en el continente, fueron igualmente difíciles. Aunque el matrimonio entre Fernando VI y la
infanta portuguesa Bárbara de Braganza calmó las tensiones entre ambos Estados, las ansias
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expansionistas portuguesas produjeron enfrentamientos con España. Así ocurrió en la guerra
guaraní, que fue provocada por la cesión a Portugal de dos zonas en la frontera brasileña
pobladas por guaranís y en las que existían misiones jesuitas. El recuerdo de los cazadores de
esclavos llevó al levantamiento de los guaranís contra Portugal. La guerra finalizó en 1761,
con el regreso de los jesuitas y de los indios a sus misiones.
5.- El reformismo agrario de los Borbones: análisis de las principales reformas y
medidas adoptadas en la agricultura.
Hasta mediados del siglo XVIII, la actitud del gobierno siguió siendo favorable a los
intereses ganaderos, y solo cuando el hambre de tierras fue acuciante y las tensiones sociales
consiguientes cristalizaron en motines, varió de óptica.
La agricultura era el sector económico fundamental del Antiguo Régimen, pero era una
agricultura caracterizada por el atraso técnico, que se expresa por el predominio del secano
sobre el regadío (un 5%) de la tierra cultivada), aperos muy antiguos y técnicas
rudimentarias: barbecho, desconocimiento de abonos químicos, siembra a voleo, etc. El
resultado era un escaso rendimiento por unidad de superficie. Los ilustrados eran
conscientes del peligro que suponía la escasez de producción, que se traducía en hambrunas y
en amotinamientos, por lo que pondrán un gran interés en modernizar la estructura de
propiedad y fomentar el crecimiento de la producción agraria. En 1749, solo estaban
cultivadas un 66% de las tierras de Castilla.
Un grave problema para España era, según Olavide, Floridablanca y Jovellanos, el régimen
de tenencia de la tierra. Los propietarios de la tierra eran una minoría, mientras la gran
mayoría de los campesinos trabajaba tierras que no eran suyas. Una sexta parte de la
propiedad pertenecía a la Iglesia, mientras que más de la mitad de las propiedades restantes
son de la nobleza. La mayoría de los campesinos, más del 65%, son arrendatarios, colonos,
aparceros o jornaleros.
La mayor parte de la propiedad de la tierra no era libre, ya que no se podía vender o
enajenar. Se trataba de propiedades vinculadas. Esto significa que el propietario podía
disfrutar de los beneficios de sus tierras, pero no puede venderlas, donarlas o cederlas en
herencia según su libre voluntad.
Existían distintos tipos de vinculaciones: las tierras de la Iglesia estaban amortizadas en su
totalidad. La Iglesia podía recibir donaciones, pero no podía vender sus bienes. Buena parte
de las tierras de la nobleza estaban en régimen de mayorazgo, privilegio de las principales
casas aristocráticas que les permitía conservar intacto su patrimonio principal; además, había
otros tipos de vinculación que garantizaban el patrimonio de la nobleza de menor rango.
Estaban también vinculadas las propiedades concejiles, los bienes de propios y baldíos, que
se reservaban para arrendar tierras a vecinos sin propiedades y como bienes de uso común
para el conjunto de los campesinos. A estos casos hay que añadir las tierras de realengos, las
encomiendas de las Órdenes Militares, las tierras de pasto de la Mesta, etc. Por
consiguiente, las mejores tierras no podían ponerse a la venta. Existía un poderoso grupo de
rentistas, una aristocracia terrateniente que dominaba por completo la agricultura.
Campomanes vinculó el progreso del país al acceso del campesinado a la propiedad de la
tierra y a la desamortización de los bienes eclesiásticos. El gobierno de Carlos III trató de
poner en práctica estas ideas y la nueva política agraria se hizo patente a raíz de los
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problemas surgidos en Extremadura. Ante la grave situación de esta región, el intendente de
Badajoz, en 1776, comunicó al Consejo que había autorizado roturar una parte de los
comunales para ayudar a los labradores pobres; al mes siguiente, el Consejo hizo extensiva
esta medida a toda Extremadura, Andalucía y la Mancha. Las normas del 12 de junio de 1776
daban preferencia a los jornaleros, luego a los poseedores de un par de mulas y, finalmente, a
quienes dispusieran de una, dos o tres yuntas de bueyes. Se trató con estas medidas de crear
una clase campesina independiente y alejada de la conflictividad social.
Por la misma época, Pablo de Olavide llevó a cabo en Andalucía la repoblación de Sierra
Morena mediante la colonización de la zona con campesinos alemanes, holandeses y
españoles. Estos colonos fueron instalados en unos treinta pueblos y aldeas en torno a La
Carlota, La Carolina y La Luisiana. En 1775, comprobando la nobleza y la Iglesia su
eficacia, entregaron a Olavide a la Inquisición, quedando olvidados su reforma y los
campesinos andaluces.
En general, la monarquía se limitó a adoptar medidas legislativas y solo en algunos contados
casos, como fueron las nuevas poblaciones de Sierra Morena, se decidió a invertir
directamente en la puesta en cultivo de nuevas tierras.
6.- Despotismo Ilustrado
El “despotismo ilustrado” es una forma peculiar de absolutismo monárquico vigente en
muchos países de Europa durante el siglo XVII (Francia, Austria, Prusia, Rusia, España, etc.)
en un intento de adaptar el Estado a las teorías del orden natural y racionalistas de la
Ilustración.
Más que una doctrina política es un programa o conducta de gobierno, que se puede
resumir en esta frase: “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Su objetivo es un conjunto
de reformas que abarquen:
• Una centralización administrativa que simplifique, ordene y uniformice el aparato
administrativo según normas más “racionales”.
• Una política económica de reformas fiscales y agrarias, para aumentar la
producción y evitar los desabastecimientos crónicos, satisfaciendo así las necesidades
materiales más acuciantes, de acuerdo con los postulados fisiocráticos y liberales.
• Una reorganización de la educación capaz de elevar el nivel cultural del pueblo
como condición para el desarrollo económico, dando prioridad a las llamadas
“ciencias útiles”: economía, química, agricultura, matemáticas, etc.
En el “despotismo Ilustrado” había una contradicción interna: se proponía racionalizar la
política, partiendo desde la plataforma absolutista, y no se vio que tal base no resistía el
análisis de la razón y que, por tanto, la política del despotismo acabaría por volverse contra
él. Así fue; el absolutismo ilustrado del XVIII prepara el advenimiento de la revolución, que
lo derrocará.
En España, también penetrará el pensamiento ilustrado, a pesar de la persecución
inquisitorial, creándose un grupo muy minoritario del que saldrán los ministros y altos
cargos que, con Carlos III, plantearán tímidamente y por primera vez aquellas reformas que
el país necesita para superar la decadencia e iniciar el desarrollo: reforma agraria, reforma
fiscal y reforma educativa; pero que fracasarán al chocar con los intereses de los grupos
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privilegiados, nobleza y clero, así como el anquilosamiento y rutina tradicional de la
Universidad. Únicamente el programa de obras públicas –creación de canales y puertos,
repoblación de Sierra Morena- saldrá adelante, pues era el único que no cuestionaba las
estructuras sociales y económicas.
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