CRISTOLOGÍA Doctrina de la persona de Cristo

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CRISTOLOGÍA
Doctrina de la persona de Cristo
Cristología es un término que no necesita explicación. Bajo este título
estudiaremos los rasgos más importantes de la persona de Nuestro Señor
Jesucristo. Su obra principal, su sacrificio expiatorio, la estudiaremos en
otra lección aparte. Aquí, en esta lección, trataremos de Su preexistencia, Su
encarnación, y la unión hipostática de Sus dos naturalezas.
I. Su Preexistencia.
Se entiende por preexistencia el hecho de que Cristo existió antes de venir al
mundo.
A. Enseña en el Antiguo Testamento.
1. Por implicación.
a. En Gén. 1:26 se usa el verbo plural, "hagamos", que implica más que una
persona en la Deidad.
b. En Isa. 6:3 se menciona el canto de los serafines a la triple santidad de
Dios como queriendo decir: "Santo el Padre, Santo el Hijo, Santo El
Espíritu Santo".
c. Muchos creen que el Jehová del Antiguo Testamento es el Cristo del
Nuevo. (I Cor. 10:4-9).
2. Por tipos o símbolos
El antiguo tabernáculo y el Templo estaban llenos de tipos y símbolos que
había de venir. Los sacrificios hablaban de Cristo.
3. Por profecías.
Empezando en Gén. 3:15 y corriendo a traves de todo el Antiguo
Testamento hay un hilo rojo que habla proféticamente de Cristo y Su obra.
B. Enseñada en el Nuevo Testamento.
1. Por el mismo Señor. (Juan 17:5,24)
2. Por los apóstoles. (Fil 2:6-7; Col. 1:15, 17; Heb. 1:2,10.)
II. Su Encarnación.
A. El hecho de la encarnación.
Las Escrituras y muy particularmente el Nuevo Testamento enseñan esta
sublime verdad: "Y aquel Verbo (Cristo) fue hecho carne y habitó entre
nosotros." (Juan 1:14) El Hijo, la segunda persona de la Trinidad se
humanó, apareció en el mundo como un hombre pero sin dejar de ser Dios,
por lo cual se le llama Dios-Hombre. (Mat. 1:18-25, Luc. 1:26-35, Rom. 8:3,
Gáll. 4:4, I Tim. 3:16).
B. El modo de la encarnación.
Nótese que el Salvador prometido por primera vez es designado como "la
simiente de la mujer". (Gén. 3:15) También Isaías profetiza de El diciendo
que será hijo de una virgen. (Isa. 7:14).
En efecto, éste es el método escogido por Dios para la encarnación de Cristo;
por medio de un milagro Dios hace que el vientre virginal de María conciba.
Esto es lo que se llama la concepción sobrenatural de Jesús. (Nota: No debe
confundirse la concepción que fue sobrenatural con el nacimiento que fue un
acto natural.) Jesús es hijo de María, pero no de José, de sangre, pero no de
sangres. (Mat. 1:18-20, Luc. 1:35).
C. El Propósito de la Encarnación.
1. Revelar a Dios. (Juan 5:19-20, 10:38, 14:7-11) Jesucristo es la revelación
máxima de Dios a los hombres. Conociendo a Cristo, conocemos a Dios.
2. Tomar nuestra naturaleza humana y glorificarla capacitándola así para
heredar las mansiones celestiales.
El hijo de Dios se hizo Hijo del Hombre para que nosotros, los hijos de los
hombres, seamos hechos hijos de Dios. Un día seremos semejantes a El (I
Juan 3:2), y aún nuestros cuerpos serán "semejantes al cuerpo de su gloria".
De Adán hemos heredado la imagen terrenal, de Cristo heredamos la
celestial. (I Cor. 15:47-49) En Adán empezó la raza humana, en Cristo
empieza un nuevo pueblo que se llama "linaje escogido, real sacerdocio,
gente santa, pueblo adquirido". Este es el pueblo de los redimidos.
3. Salvar a los Pecadores.
Este fue el propósito principal. Librar a los hombres de la culpa, del poder y
de la presencia del pecado y hacernos aptos para el cielo; esto era el centro
del plan de la encarnación. Si no había encarnación no podía haber muerte o
cruz. (Mat. 1:21, Luc. 19:10, Juan 1:12)
III. La Unión Hipostática de Sus dos Naturalezas.
A. Sus Dos Naturalezas.
Al estudiar los evangelios, esta verdad sobresale con toda claridad. Unas
veces vemos al Señor "cansado del camino" o comiendo o durmiendo como
cualquier hombre; otras veces lo vemos reprendiendo los vientos y el mar o
multiplicando los panes y los peces o sanando a los enfermos como
solamente Dios puede hacerlo. Ese es el resultado de la encarnación.
Jesucristo, el Dios-Hombre. Su naturaleza divina se funde con la naturaleza
humana. Jesucristo no solamente tiene un cuerpo humano sino una
naturaleza humana con todas sus partes - era un hombre perfecto, "el
hombre". Después de Su encarnación no dejó de ser Dios, sigue siendo Dios
y hombre.
1. Su naturaleza humana.
a. Tenía parentela humana. (Mat. 1:2-17)
b. Nació de mujer. (Mat. 1:18)
c. Crecía, se fortalecía, etc. (Luc. 2:40)
d. Comía, bebía, etc. (Mar. 2:16)
e. Lloró. (Juan 11:35)
f. Murió. (Luc. 23:46)
2. Su Naturaleza Divina.
a. Se le dan nombres divinos.
1) Dios - I Juan 5:20.
2) Señor - Luc. 2:11, Hech. 9:17.
3) Padre Eterno - Isa. 9:6.
4) Rey de Reyes - I Tim. 6:15.
5) Señor de Gloria - I Cor. 2:8.
b. Se le rinde adoración y culto.
Las Escrituras enseñan que se le debe rendir culto sólo a Dios. Si Cristo
permitió que se se le adorara, es porque es Dios. Veamos como Cristo fue
adorado. (Mat. 14:33, Luc. 24:52) La Biblia ordena que honremos al Hijo
igualmente que al Padre. (Juan 5:23, Heb. 1:6) Los apóstoles y los cristianos
primitivos aceptaron la deidad de Nuestro Señor Jesucristo. (Hech. 7:59, I
Cor. 1:2). Todo verdadero cristiano acepta esta sublime verdad.
c. Cristo posee los atributos divinos. Eternidad - Juan 1:1, Inmutabilidad Heb. 13:8, Omnipotencia - Mat. 28:18, Omnisciencia - Col. 2:3.
B. Una sola Personalidad.
Estas dos naturalezas, como hemos dicho, se funden en la persona de
Jesucristo produciendo o manifestando una sola personalidad. A esa unión
perfecta de las dos naturalezas se le llama en teología, la unión hipostática.
De manera que Jesucristo no es un Dios y un hombre sino el Dios-hombre.
Cuando actúa lo hace como una sola persona y no como dos. Esta gran
verdad la presenta San Pablo en las siguientes palabras: Rom. 9:5. Recuerde
este principio fundamental de la Cristología: Jesucristo tiene dos
naturalezas pero una sola personalidad.
IV. Cristo Como Mediador.
Mediar de acuerdo con el uso común del verbo, quiere decir interponerse
entre dos partes; haciendo la necesidad de la mediación de la desavenencia
entre las partes. Como ya lo hemos estudiado, el pecado rompió la buena
relación que había entre el Creador y las criaturas. Y como todos los
hombres siguieron siendo pecadores, la relación quedó interrumpida. Los
hombres se constituyen enemigos de Dios. Esa enemistad entre los hombres
y Dios necesitaba los servicios de un mediador, de uno que pudiera unir las
partes y restablecer la armonía y la felicidad. Ese mediador es Jesucristo,
quien vino al mundo "tomando forma de hombre" para realizar esa obra de
mediación. Jesucristo reúne aquellas cualidades indispensables que requería
tal acto de mediación.
A. Poseer doble naturaleza - divina y humana.
Cuando la desavenencia es entre dos hombres, un tercero puede mediar,
pues este sigue siendo hombre, conoce la naturaleza de otros dos pudiendo
así mediar con justicia. Pero ahora nos encontramos con la dificultad de que
el que quiera mediar entre Dios y los hombres necesitará, de acuerdo con
esta regla, tener dos naturalezas - divina y humana - para poder mediar con
justicia. ¿Cómo se podría lograr esa unión? Únicamente por la encarnación.
Esa unión deseada sólo la posee el Cristo encarnado y aunque no podemos
comprender lo misterioso de su persona, sí podemos ver la necesidad y
condición. Como Dios da una mano a Dios y como hombre da una mano a
los hombres para hacer la reconciliación. Si pensamos en la cruz como el
clímax de esa mediación, descubriremos que como hombre puede morir por
los hombres y siendo Dios añade a su sacrificio un valor infinito, suficiente
para salvar a todos los hombres.
B. Ser Santo.
Una criatura contaminada con el pecado no podría mediar en este caso. La
santidad era absolutamente necesaria para poder mediar ante un Dios
Santo. De tal necesidad se nos dice: "Tal Pontífice nos convenía; santo,
inocente, limpio, apartado de los pecadores y hecho más sublime que los
cielos". (Heb. 9:7). Ese mediador ideal es Jesucristo. Como alguien ha dicho,
Su más grande milagro fue vivir en santidad en un mundo de pecado.
C. Poder Morir.
La obra de la mediación tenía que culminar con la muerte del mediador a
favor de los hombres, pues no había otra forma posible de resolver la
situación. Para poder morir fue que Cristo se humanó. La evidencia más
grande de que podía morir es que murió. (Mat. 27:50, Heb. 9:15-17)
V. Su Triple Ministerio - Sacerdote, Profeta y Rey.
En el Antiguo Testamento aparecen tres tipos de mediadores entre Dios y su
pueblo: el sacerdote, el profeta y el rey. Nuestro Señor Jesucristo, el Divino
Mediador, el Perfecto Mediador, re une en sí esos tres tipos de mediadores
siendo al mismo tiempo sacerdote, profeta y rey. Como sacerdote ofrece el
sacrificio de Su misma persona por todos los hombres; como profeta nos
revela el carácter de Dios y nos explica el plan de la salvación; y como rey
gobierna el vasto imperio del Reino de los Cielos.
A. Cristo Como Sacerdote.
El sacerdote del Antiguo Testamento era un hombre consagrado
divinamente para representar a los hombres delante de Dios. Para poder
conseguir el favor divino para los representados, el sacerdote ofrecía
sacrificios. Cristo se ofreció a sí mismo como "El Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo" para reconciliar a los hombres con Dios. Su ministerio
sacerdotal no ha terminado. (Heb. 7:25). El es nuestro actual Sacerdote,
quien intercede al Padre a nuestro favor.
Estudie en relación con esto los capítulos 7 al 10 de Hebreos.
B. Cristo como Profeta.
El profeta traía el mensaje de Dios a los hombres por predicación y por
predicción de acontecimientos futuros. Cristo hizo estas dos cosas. (Mat. 5 al
7 comparado con Mat. 24) Moisés profetizó de Cristo como El Profeta.
(Hech. 3:22-26 comparado con Mat. 21:10-11) Como apunta el Dr. J. M
Pendleton: "Ninguno habló jamás como El en la manera autorizada de
enseñar; en la adaptación de lo que dijo a la generalidad del pueblo; en su
revelación del carácter de Dios; en su descripción de la naturaleza; en su
manifestación del camino de salvación; en la luz que arrojó sobre la doctrina
de la inmortalidad del alma, la resurrección del cuerpo, la gloria del cielo y
las miserias del infierno. ¿Quién entre lo sabios, filósofos, patriarcas o
profetas, jamás habló como El? En la majestad de su incomparable
superioridad avanza, arrancando de sus enemigos este elogio involuntario:
"Nunca ha hablado hombre así como este habla" (Juan 7:46)
C. Cristo como Rey.
Los judíos, basados especialmente en las profecías de David y de Daniel,
creían que el Mesías sería un rey y estaban en lo cierto, con la única
diferencia de que "su reino no era de este mundo". Jesús declara ante Pilato
Su posición de Rey. (Juan 18:36-37) El ladrón arrepentido le reconoció como
rey y le pidió lugar en su reino. (Luc.23:42) Los cristianos esperamos su
segunda venida en la cual se manifestará como "Rey de Reyes y Señor de
Señores". (I Tim. 6:14-16) Es el deber de los siervos de Dios predicar Su
Palabra y hacer súbditos para este reino mientras el Señor viene, sabiendo
que El pagará a cada uno conforme a su labor.
VI. Su Exaltación.
En Fil. 2:5-11, Pablo presenta someramente el cuadro de la humillación y
exaltación de Cristo. Fue en su humillación hasta "la muerte y muerte de
cruz", pero en Su exaltación "le ha sido dado un nombre que es sobre todo
nombre." El primero paso en Su exaltación fue la resurrección. La
resurrección de Jesucristo es el milagro clave del cristianismo. Si Cristo no
resucitó, todo es engaño, mentira y fraude. Si podemos probar que Cristo
resucitó, el edificio del cristianismo está firme. (Véase I Cor. 15) La cuna del
cristianismo y la conversión de Saulo, no pueden explicarse sin aceptar el
hecho de la resurrección. Cuando Pablo escribía había muchas personas
vivas que testificaban haber visto al Señor resucitado. (I Cor. 15:6) Los
incrédulos han formado algunas teorías para refutar el hecho de la
resurrección pero sus argumentos en nada han afectado la realidad. Gracias
a Dios, en vez de signos de interrogación, podemos poner esta doctrina entre
signos de admiración, y decir, "Más ahora, Cristo ha resucitado de los
muertos, primicias de los que durmieron es hecho".
El segundo paso en la exaltación de Cristo fue su ascensión para ir al Padre
y disfrutar de aquella gloria que había tenido antes de venir al mundo, tanto
la resurrección como la ascensión son hechos históricos declarados en la
Biblia y confirmados por más de dos testigos. (I Cor. 15:6-8, Luc. 24:50-51,
Hech. 1:9)
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