Contestación al discurso de ingreso en la Asociación de Médicos

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Contestación al discurso de ingreso en la Asociación de Médicos
Escritores del Dr. Alberto Infante (Madrid, 24 de junio de 2013) por la
Dra. Olga Marqués
MEMORIA DE LA NOVELA, NOVELA DE LA MEMORIA
Buenas tardes a todos, y muchas gracias por estar aquí. También quiero
dar las gracias, de manera especial, al Dr. Alberto Infante, por haberme
invitado a contestar su discurso de ingreso en la Asociación de Médicos
Escritores.
Hay escritores de la memoria y escritores de la imaginación.
La frase pronunciada por un amigo, lleva a Alberto Infante a preguntarse
qué tipo de escritor es él, y a construir el brillante discurso que acabamos
de escuchar, en el que reflexiona, se pregunta y se contesta, para concluir al
final que “no hay escritores de la memoria y escritores de la imaginación
porque no hay memoria sin imaginación”.
Creo que poco se puede añadir a lo que él ha dicho, solo quiero hacer un
breve comentario y, aunque ya el presidente ha hablado de su perfil
profesional, centrarme en su faceta humana, que conozco a través de las
charlas que hemos mantenido, y también en su faceta artística.
Estoy de acuerdo con él, en que para escribir, la razón más importante es
tener una motivación. Esta motivación tiene que ser lo suficientemente
fuerte para estar por encima de otras muchas cosas que también te
interesen, y no siempre el dinero o el prestigio son los motivos más
importantes, pues ambas cosas pueden obtenerse por otros medios menos
dificultosos que escribir. Hay muchas personas que escriben para ellas
mismo (es el caso de los diarios) y, a pesar de hacerlo bien no han pensado
nunca en publicar, quizás porque escribir para ellas se ha convertido en un
ejercicio de introspección que les ayuda a vivir.
Dice, también, que se tendría que escribir como se respira. Es posible que
algunos escritores lo hayan conseguido, pero creo que está más bien en lo
cierto un famoso escritor (que no consigo recordar) cuando decía: “en
realidad escribir nunca es fácil, en el caso de que alguien no lo sepa, es lo
más difícil que existe, y a veces de tan difícil, es doloroso”.
Conocí a Alberto Infante hace unos cinco años, yo estaba haciendo una
antología poética de la piel, y recopilaba poemas que trataran del tema. No
sé donde, quizás en Nayagua, la revista que edita el Centro de poesía José
Hierro, encontré un poema suyo que se llama La piel, y lo seleccioné para
el libro, después por estas coincidencia que a veces ocurren, resultó que
teníamos un gran amigo común y nos presentó. El hizo el prologo del
libro, ya que al ser poeta y médico era la persona idónea, y me acompañó
cuando la antología se presentó en el Colegio de Médicos de Madrid y en el
Centro José Hierro.
En Alberto Infante ciencia, literatura y salud se dan la mano.
Se especializó en medicina nuclear, pero, casi desde el principio, ha
ejercido su profesión en la administración sanitaria, desempeñando en ella
puestos de alta responsabilidad. Este trabajo le llevó a viajar, a partir de
1987, cuando se ocupó de las Relaciones Internacionales del Ministerio de
Sanidad, por un gran número de países de Europa, África y América.
Destacados para mí son los testimonios que cuenta de su primer viaje a
Mauritania, donde conoció de forma directa, la miseria en la que vivía el
país que sufría, cuando él lo visitó, el quinto año de una espantosa sequia.
Fue a ver el hospital general, en el que se hacinaban en el servicio de
urgencias niños moribundos por desnutrición, parturientas con grandes
desgarros perineales, adultos cegados por el tracoma, ancianos con lepra
mutilante, y un largo etcétera de horrores. En este viaje España coopero
con la financiación del equipamiento y del personal de un centro de salud
materno-infantil.
Otro relato que me impresionó fue su visita a la Escuela de Salud Pública
de la Universidad de San Marcos de Guatemala. Desde el Ministerio y la
Embajada de España habían apoyado varios proyectos de salud. El más
importante era la formación de promotores rurales de salud, en el que a
gente joven de zonas campesinas se las preparaba para que desempeñaran
en sus aldeas tareas de saneamiento rural como vacunación, tratamiento de
diarreas infantiles, sin cobrar en muchos casos nada por este trabajo. El
programa duraba tres años, y su visita formaba parte de la primera
evaluación. Cuando el director de la Escuela le mostró las dependencias, le
llamo la atención una vitrina con una lista de nombres grabados. Muchos
tenían una cruz al lado. Por curiosidad quiso saber que significaba, es la
relación de las tres primeras promociones del programa, le contestó el
director, dos terceras partes de ellos han sido asesinados. Después le
explicó que en Guatemala, además de la Guerrilla y el Ejército, operaban,
en aquel entonces, no menos de nueve ejércitos privados, algunos por
cuenta de los cafetaleros, los propietarios del banano, o los cultivadores de
flores. Los promotores que explicaban a los trabajadores que las
plantaciones debían tener agua, letrinas, que pedían expropiar terrenos para
hacer vertederos, y otras mejoras, eran vistos como agitadores sociales.
Con gesto apesadumbrado el director le pidió suspender el programa y
dedicar los fondos de la cooperación española a otra cosa.
En estos años, aprendió que no es lo mismo ser pobre en un país rico,
que pobre en un país pobre y que la vida no vale lo mismo según donde se
nazca, el idioma que se hable o según sea el color de la piel.
Entre el año 1994 y el año 2002 se instaló en Washington, y trabajó como
funcionario de la Organización Panamericana de la Salud. A su vuelta a
España, ha ejercido como Director General de Sanidad hasta el año 2010.
Como el mismo Alberto dice, ya escribía desde los 17 0 18 años.
Básicamente poesía. En general, mala (lo dice él). Le faltaba experiencia y
lectura. Algo que ha adquirido con la edad. Viajero vocacional, para él,
sentir y experimentar son dos formas de viajar.
Hasta ahora ha publicado varios libros de poemas: La sal de la vida,
Diario de ruta, Los poemas de Massachusett, y tres libros de relatos:
Dicen que recordar, Circunstancias personales y Línea 53.
Como ha dicho Alberto en su discurso, el relato corto siempre ha sido un
género injustamente considerado menor, aunque muchos de los grandes
maestros han escrito y han brillado en este género, algunos tan distintos
como Kafka, Allan Poe, Oscar Wilde, Joyce, Dickens, Hemingway, por
citar solo algunos ejemplos. Tengo que decir que para mí, el autor se ha
convertido también en un maestro en este género.
En el año 2011, ha publicado su primera novela, Bajo el agua.
El libro contiene un conjunto de relatos cortos relacionados entre sí, pero
a la vez, con vida propia. Los protagonistas son un grupo de niños,
colegiales de un centro religioso situado en el madrileño barrio de
Salamanca, el Calasancio. Los hechos que se cuentan, trascurren en la
España de la década de los años 50 y 60, y muestran la evolución física y
mental de estos pequeños protagonistas.
Como cuenta el propio autor, el libro nació como una sucesión de relatos
independientes, cuando ya había escritos varios y al darse cuenta de la
relación que guardaban entre sí, surgió la idea de ordenarlos
cronológicamente y crear una novela. Por ello puede leerse de muchas
maneras. Como un relato sobre el tránsito de la infancia a la juventud.
Como una recreación del cambio social que precedió a la transición política
en España, y como un recorrido concreto por unos barrios concretos del
Madrid de una determinada época.
Porque el autor, no solo describe cómo viven y sienten el protagonista y
sus amigos (hay que decir que como en muchas primeras novelas, está
tiene un gran componente autobiográfico), si no que muestra a otros
muchos personajes: curas, padres, abuelos, tíos, vecinos, y así mismo,
describe la atmosfera de los barrios en que se desenvuelve la vida de ellos:
Salamanca, Retiro, Fuente del Berro y ya al final, cuando los chicos son
universitarios, de la Ciudad Universitaria.
El libro escrito con una economía y una precisión narrativa excepcional,
tiene un lenguaje intenso y conciso, en el que se combina con maestría el
humor, la ironía, la crítica social, y la descripción de lugares y personajes
reales e imaginario y algunos de los capítulos son, sencillamente
magistrales, no desmereciendo su estilo de uno de los considerados
maestros del género, Truman Capote, el gran conocedor de la mente y el
alma humana,
que fue en sus relatos cortos y cuentos, este género
subvalorado, en los que alcanzó esa rara perfección que caracteriza su
escritura.
Quiero acabar, diciéndole lo mucho que me alegra que hoy este aquí, por
lo que vale y porque sé que siempre se podrá contar con él para todo.
Termino, leyendo los versos del poema La piel
La piel. Tú eres mi piel. Yo soy tu piel. Somos tu piel y mi piel, parpadeo
solar viajando hacia la nada,
y no hay ungüento, pócima, espanto para la desintegración más bella que
jamás han visto tantos orbes cerrados,
ni cielo como el de esa barca sobre la arena gris, ni flecha con su dardo
en el agua.
En cuanto a la imaginación: respira, llora, suda…a lo más vive en el aire.
Pero la piel, lo que se dice piel, ésa eres tú. Y algo se encierra ahí
traslúcido al ojo.
Y es sagrado.
Gracias
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