VALORES HUMANOS Y CONDUCTA SOCIAL1 Elena M Zubieta. Facultad de Psicología, UBA CONICET La dimensión subjetiva de la Cultura Dentro de las múltiples definiciones de cultura, ésta puede concebirse como un conjunto de conocimientos compartidos por un grupo de individuos que tienen una historia común y participan en una estructura social (Triandis, 1995; Markus, Kitayama y Heiman, 1996). De este modo, cultura refiere a los patrones de conducta que se producen porque las personas valoran y siguen ciertas normas y orientaciones de acción. Los valores compartidos juegan roles claves para el funcionamiento psicológico de los individuos. Como las culturas no pueden reducirse sólo a un conjunto de conocimientos compartidos en la mente de los miembros de una sociedad, algunos autores plantean que lo esencial para el funcionamiento de una cultura es la existencia de constricciones y refuerzos institucionales. Surgen entonces una visión institucional o situacional y de roles de la cultura frente a una visión más psicológica o internalizada. Según la concepción institucional, la cultura actúa mediante la presencia de cierto tipo de escenarios que sancionan y refuerzan determinadas conductas. Cuando esas regulaciones externas desaparecen o cambian, lo mismo ocurre con los patrones de conducta. Desde la perspectiva subjetiva o psicológica, las personas internalizan valores, actitudes y creencias que les disponen a actuar de determinada manera (Hofstede, 1999). En la explicación de la cultura son razonables tanto la explicación situacional o institucional como la disposicional o subjetiva de la acción (Páez & Zubieta, 2004). Es importante remarcar también que la socialización en una cultura determinada no excluye los cambios en las actitudes, creencias y rasgos psicológicos. La perdurabilidad relativa de los cambios no implica que sean permanentes ni monolíticos. Además, la conducta no se explica ni se deriva únicamente de las creencias que comparten las personas y es por eso que la Psicología Social aporta suficiente evidencia sobre la fuerza 1 En MM Casullo (Comp). Prácticas en Psicología Positiva. Buenos Aires: Lugar Editorial. 203-229 1 que las características situacionales tienen en la explicación de la conducta social. (Ross y Nisbett, 1991). Páez y Zubieta (2004) extractan respecto de la cultura dos grandes familias de definiciones que pueden diferenciarse: la cultura objetiva, entendida como patrones de conducta en un hábitat, y la cultura subjetiva, como estructuras de significado compartidas. En ésta última se incluyen las creencias o conocimiento denotativo indicando qué es verdad, las actitudes y valores o conocimiento connotativo indicando qué es bueno y deseable y las normas y roles (conductas, emociones y cogniciones consideradas adecuadas a las interacciones en general y a posiciones sociales en particular), así como el conocimiento de procedimiento (conocimiento implícito sobre cómo se hacen las tareas). A modo de esquema, los componentes de la cultura subjetiva, según Triandis (1994), serían los siguientes: a) Las creencias: lo que es, cómo se designa (categorías, lenguaje, estructuras de creencias) y evalúa (actitudes). b) Los roles: las conductas esperadas y proscritas para los sujetos que tienen posiciones definidas en la estructura social. c) Las normas: reglas y expectativas que regulan las conductas, creencias y emociones deseables e indeseables para los miembros de la cultura. a) Los valores: los fines y principios relevantes en la vida, con los que las personas evalúan lo que es deseable, bueno o bello y que sirven de guía de la conducta diaria o como enunciados acerca de cómo deben ser las cosas (Triandis, 1994). De los componentes mencionados, los valores han tenido en los últimos años un creciente interés en la investigación psicosocial y transcultural y en lo que hace al esclarecimiento de la temática de la estructura de los sistemas de valores ha sido fundamental la figura de Milton Rokeach. Para Rockeach (1973), los valores no existen de manera aislada, y raramente una actitud o comportamiento singular son funciones de un solo valor, de modo que no intentaba estudiar solamente algunos valores sino que su meta era identificar todos los valores principales que existen a lo largo de las culturas humanas. Abordó la problemática asumiendo que los valores eran relativamente pocos en número y aunque nunca dio una respuesta precisa sugirió que el número de valores humanos deberían estar relacionados a necesidades básicas biológicas y sociales. Sus investigaciones demostraron la utilidad de examinar los efectos de los sistemas de valores en las actitudes y los comportamientos (Pastor Ramos, 1986). Muchos investigadores han usado las contribuciones de Rokeach para avanzar en el estudio de 2 los valores, entre ellos, Shalom Schwartz ha desarrollado la Teoría de los Valores Humanos que aparece como la perspectiva estándar elegida por los investigadores en psicología social. En su teoría general de los valores humanos Schwartz (1992) los define como metas deseables y transituacionales que varían en importancia, que sirven como principios en la vida de una persona o de otra entidad social. De esta definición, se deduce que los valores: 1- sirven a los intereses de alguna entidad social; 2- pueden motivar a la acción – dándole dirección e intensidad emocional; 3- funcionan como criterios para juzgar y justificar la acción y, 4- se adquieren tanto a través de la socialización en los valores del grupo dominante como a través de la experiencia personal de aprendizaje. El aspecto fundamental del contenido que diferencia los valores es el tipo de meta motivacional que expresan, en este sentido, los valores representan, en forma de metas concientes, las respuestas que todos los individuos y sociedades deben dar a tres requisitos universales: - las necesidades de los individuos en tanto organismos biológicos, - los requisitos de la interacción social coordinada, y - los requisitos para el correcto funcionamiento y supervivencia de los grupos De los datos obtenidos en sus investigaciones -más de 97 muestras de 44 países de los distintos continentes- Schwartz (1992) encuentra diez tipos motivacionales de valores (véase figura 1). Aunque estos diez tipos de valores no sean exhaustivos de todos los tipos reconocibles en las distintas culturas, se puede afirmar que es posible clasificar virtualmente todos los ítems encontrados en listas de valores específicos procedentes de distintas culturas en cada uno de estos diez tipos motivacionales de valores. Figura 1: Tipos motivacionales Definición Poder: Estatus Social sobre las personas y los recursos. Logro: Éxito personal mediante la demostración de competencia según criterios sociales. Hedonismo: Placer y gratificación sensual para uno mismo Estimulación: Entusiasmo, novedad y reto en la vida. Autodirección: Pensamiento independiente y elección de la acción, creatividad, exploración. Universalismo: Comprensión, aprecio, tolerancia y protección del bienestar de todas las personas y la naturaleza. Benevolencia: Preservación e intensificación del bienestar de las personas con las que uno está en contacto personal frecuente. Tradición: Respeto, Compromiso y aceptación de las costumbres e ideas que proporciona la cultura tradicional o la religión. Conformidad: Restricción de las acciones, inclinaciones e impulsos que pudiesen 3 molestar o herir a otros y violar expectativas o normas sociales. Seguridad: Seguridad, armonía y estabilidad de la sociedad, de las relaciones, de sí mismo. (Schwartz, 1992). Schwartz (1992) plantea que existe además un conjunto de relaciones dinámicas entre los tipos motivacionales de valores que surge del supuesto subyacente de que las acciones emprendidas para realizar cada tipo de valor tiene consecuencias psicológicas, prácticas y sociales que pueden entrar en conflicto o ser compatibles con la realización de otro tipo de valores. El análisis de los conflictos y compatibilidades que pueden ocurrir cuando las personas intentan realizar estos valores de forma simultánea, pueden ser la base de formulación de hipótesis sobre las relaciones entre prioridades de valores. Desarrollar los valores de logro puede entrar en conflicto con la persecución de los valores de benevolencia: la búsqueda del éxito personal es posible que sea un obstáculo para aquellas acciones orientadas a mejorar el bienestar de los demás que necesitan nuestra ayuda. De la misma manera, el intentar mantener valores tradicionales puede entrar en conflicto con la búsqueda de la estimulación: aceptar las costumbres culturales y religiosas y las ideas transmitidas del pasado puede inhibir la novedad, el desafío y el entusiasmo. Por otro lado, sostener valores de benevolencia y conformidad resulta compatible pues ambos tipos de valores implican un comportamiento que cuenta con la aprobación de nuestro grupo íntimo (Schwartz, 2005). Estos valores en competición se organizan en dos dimensiones bipolares: Apertura al Cambio vs. Conservación y Autopromoción vs. Autotrascendencia (ver Figura 2). Figura 2: Dimensiones Bipolares Básicas Subyacentes Apertura al Cambio Valores que enfatizan la independencia de juicio y la acción y favorecen el cambio (autodirección y estimulación) Autopromoción Valores que enfatizan la búsqueda del éxito personal y el dominio sobre otros (poder y logro). Conservación Valores que ponen el énfasis en la autorepresión sumisa, la preservación de prácticas tradicionales, y la protección de la estabilidad (seguridad, conformidad y tradición) Autotrascendencia Valores que destacan la aceptación de otros como iguales así como la preocupación por su bienestar (universalismo y benevolencia) (Schwartz, 1992). 4 La estructura de estos diez valores individuales básicos y las relaciones dinámicas que entre ellos se dan pueden ser representadas en un círculo (Figura 3) donde los tipos antagónicos de valores se hallan en las direcciones opuestas del centro del círculo y los complementarios están cerca uno del otro. Frente a una diagramación jerárquica de los tipos motivacionales Schwartz (1992) propone una estructura circular que corresponde a la asunción teórica de que los valores forman un continuo motivacional en el que el significado de cada valor puede ser inferido a partir de su proximidad o adyacencia o, desde una asociación negativa con otros. Figura 3: estructura circular de los valores (Schwartz, 1992) Auto-dirección Universalismo Estimulación Benevolencia Conformidad Hedonismo Tradición Logro Seguridad Poder Como puede verse en la Figura 3, los valores de Logro son opuestos gráficamente a los valores de Universalismo y de Benevolencia y cercanos a los de Poder. Es esperable que aquellos individuos que priorizan sobre todo el éxito personal, enfaticen también el estatus social y el control sobre los demás y muestren poco interés por la igualdad de oportunidades y la justicia social, o por el bienestar de otras personas (Zlobina, 2004). Los últimos avances en la investigación realizada por más de diez años en los países que representan los cinco continentes y las mayores religiones del mundo, han demostrado la universalidad y la validez de la estructura de valores propuesta tanto a nivel individual 5 como colectivo (Smith y Schwartz, 1997). Asimismo, las investigaciones muestran la asociación de la tipología de valores con otros síndromes culturales como el Individualismo-Colectivismo de Hofstede (1999) y Triandis (1995). Al nivel individual, Triandis (1995) denomina ideocentrismo al individualismo personal y alocentrismo al colectivismo personal, dando cuenta de conjuntos de procesos de cognición, motivación e identidad similares a los que se dan a nivel cultural. Así, los ideocéntricos valoran más la independencia y la autorrealización mientras que los alocentricos dan mayor importancia a la seguridad, las buenas relaciones interpersonales y la armonía endogrupal. Para Schwartz (2001) los individualistas serían de dos tipos, los que dan prioridad a los valores de Autopromoción o Apertura al Cambio mientras que los colectivistas serían los que consideran como más importantes los valores de Tradición, Conformidad y los de Benevolencia, por ser los que favorecen a miembros del endogrupo. Tanto los valores de Seguridad como los de Universalismo servirían tanto a los intereses del individualismo como del colectivismo. Asimismo, habría dos tipos de colectivistas, los que favorecen fundamentalmente a los endogrupos porque la benevolencia es uno de sus valores tipo prioritarios y los colectivistas que valoran en primer lugar el universalismo. Ros y Gómez (1997) encuentran datos que apoyan esta distinción al comparar a nivel individual el modelo de Triandis y el de Schwartz. Asimismo, es abundante la literatura que da cuenta de la relación de los valores personales con la dimensión individualismocolectivismo de Hofstede (1999) y otras dimensiones de la cultura (Páez, Fernández, Ubillos y Zubieta, 2004). La exploración realizada por Ros y Gouveia (2001) sobre la validez de los modelos transculturales de los valores es también una excelente síntesis. El nivel cultural de los Valores Cuando las culturas y no los individuos son las unidades de análisis, las configuraciones de valores reflejan las estrategias diferentes que las sociedades o los grupos utilizan en la regulación de la actividad humana. Así, los valores individuales pueden concebirse tanto como el producto de la herencia cultural compartida como de la experiencia personal única (Schwartz, 1994). Por su parte, los valores culturales dan cuenta de la herencia en términos de promedios de prioridades valorativas que se observan en una sociedad. Para Smith y Schwartz (1997), a través de las medias nacionales en valores se describen la esencia de socialización de los individuos integrantes de una sociedad más allá de las 6 diferencias en las experiencias individuales. Los autores remarcan que los valores individuales y los culturales están relacionados conceptualmente y que aquellos últimos expresan ideas abstractas, socialmente compartidas de lo correcto y deseable en una sociedad o un grupo. Así, las instituciones expresan estas prioridades en valores en sus objetivos y formas de actuación. Por ejemplo, en las sociedades donde las ambiciones y éxitos individuales son altamente valorados y se refuerzan, los sistemas económico y legal tienden a ser competitivos (p.ej., el sistema capitalista del mercado y el procedimiento jurídico adversario); al contrario, el énfasis cultural en el bienestar grupal puede ser expresado en un sistema más cooperativo (p.ej., el Estado de Bienestar y mediación) (Smith y Schwartz, 1997). Páez (2007) plantea que los individuos aprenden durante la socialización los valores que corresponden a los intereses principales de la sociedad y es al desempeñar sus roles en las instituciones sociales cuando recurren a los valores culturales en términos de decidir los comportamientos más adecuados y justificar así sus elecciones. De este modo, se puede apreciar que la necesidad de competencia es una tendencia natural de los individuos hacia la exploración y el dominio del medio a la vez que son lo marcos culturales los que determinan si las recompensas tienen un carácter hedónico, más propias del individualismo, o relacionales, más características del colectivismo. Para Schwartz (2001), las dimensiones de valores a nivel cultural se relacionan con tres requisitos que surgen al nivel de los grupos y sociedades: 1) las relaciones entre individuo y grupo, similar al Individualismo-Colectivismo de Hofstede (1999) que opone a la autonomía versus la dependencia del grupo; 2) la conducta social responsable en términos de las formas de motivar a las personas a respetar el bienestar de los demás y coordinarse con ellos; y 3) la relación de ser humano con el mundo social y natural ya sea en términos de sometimiento, ajuste o explotación. Los valores en su nivel colectivo de análisis, se ordenan en tres dimensiones bipolares cuya denominación difiere de las dimensiones de nivel individual para evitar la confusión. Del primer requisito mencionado surge la primer dimensión de Conservadurismo versus Autonomía. En el Conservadurismo se ubicarían las culturas que dan importancia a la dependencia con el grupo, el mantenimiento del status quo, la conveniencia y la restricción de las acciones que puedan amenazar la solidaridad grupal o el orden establecido. En la Autonomía se ubicarían aquellas culturas en la que sus miembros se ven como individuos únicos que buscan expresar sus atributos internos tales, como 7 preferencias, motivos, sentimientos. Aparecen aquí tanto la autonomía afectiva (el conseguir experiencias afectivas individuales positivas como el placer, vida variada, etc.) como la autonomía la intelectual (énfasis en ideas independientes y los derechos del individuo con valoración de curiosidad, creatividad, etc.). La segunda dimensión, Jerarquía versus Igualitarismo, alude a la forma de resolución de temas como la distribución de los recursos, el poder y las oportunidades. Mientras que las culturas que priorizan el igualitarismo conciben a los individuos como semejantes y socializan a sus miembros en la valoración de cooperación voluntaria, preocupación y respeto por los demás; en las culturas jerárquicas el comportamiento socialmente responsable se rige por el desempeño de roles adscritos. Se da importancia al cumplimiento de las obligaciones y roles y existen fuertes sanciones para su incumplimiento. La tercera dimensión Dominio versus Armonía responde al tercer requisito y refiere a actitudes hacia el mundo en general. De esta manera, las culturas que valoran el Dominio socializarán a sus miembros en la búsqueda de dominación y cambio tanto del mundo social como de la naturaleza. Estos individuos valoran el control y explotación del mundo para satisfacer las necesidades personales o grupales además de conseguir objetivos por medio de acciones asertivas (ambicioso, exitoso, atrevido, competente). Por el contrario, las culturas que enfatizan la armonía aceptan el mundo como tal intentando preservar más que cambiar o explotarlo. Se trata de adaptarse armoniosamente al entorno (unidad con la naturaleza, mundo en paz, mundo de belleza). Finalmente, el tercer tipo de la actitud hacia el mundo - el de sumisión - no es común en las culturas contemporáneas. A la hora de describir una cultura en términos de las prioridades valorativas en ella es importante tener en cuenta su posición relativa en las dimensiones culturales en comparación con otras sociedades. VALORES PERSONALES Y TEMAS SOCIALES Las teorías de los valores a nivel personal sirven para establecer relaciones entre las prioridades valorativas y los comportamientos de los individuos o grupos que los sustentan. Ros (2001) remarca que los estudios orientados en esta perspectiva toman a los valores como variables dependientes y a los factores sociales, políticos y económicos como variables independientes mientras que otros estudios consideran a los valores, tanto individuales como colectivos, como variables independientes capaces de 8 explicar los comportamientos de los individuos o las sociedades. Subyace a ambas líneas el interés por mostrar cómo un perfil de valores sirve de orientación a un conjunto de comportamientos, sentimientos o de tipos de self tanto individuales como colectivos (Ros, 2001). Al nivel individual los valores considerados como orientadores de la acción han sido relacionados con un conjunto de comportamientos como el contacto intergrupal, la reducción del prejuicio, la orientación y el voto político, la mejora del rendimiento académico, la conducta pro-ambiental, el consumo de alcohol, la competitividad o la dominancia social, entre muchos otros. Son también cada vez más las investigaciones realizadas en los últimos años (Caprara & Zimbardo,2004; Saraglou, Delpierre & Dernelle, 2004) que dan cuenta del poder explicativo de los valores respecto de las conductas por sobre aspectos sociodemográficos o los rasgos de personalidad. Se propone a continuación un recorrido por algunas de las temáticas en las que se ha incorporado la perspectiva de los valores desarrollada por Schwartz. Religiosidad El primer estudio que puso en relación la teoría de los valores humanos y la religión o religiosidad fue el desarrollado por Schwartz y Huismans (1995) en el que se observa cómo las religiones protestante calvinista, católica y judía comparten un conjunto de valores que sirven para reforzar la trascendencia de los propios intereses a favor de los demás, mantener el orden social y proteger a los individuos de la incertidumbre mientras que devalúan la autoindulgencia, y la apertura intelectual y emocional al cambio. Los resultados fueron sistemáticos independientemente de la edad, género, nivel de educativo e ingresos de las personas entrevistadas. El meta-análisis realizado por Saroglou, Delpierre y Dernelle (2004) sobre estudios que analizaron la relación entre valores y religiosidad, muestra que en las 21 muestras analizadas la religiosidad se asocia a una fuerte importancia atribuida a los valores de Conservación, -básicamente a Tradición y Conformidad- al mismo tiempo que muestra una baja relación con Auto-dirección, Hedonismo y Estimulación. Salvo dos excepciones, las asociaciones son también bajas con Logro y Poder. De manera interesante, aún cuando las personas religiosas tienden a valorar la ayuda a otros, el perdón, honestidad y lealtad (Benevolencia), el interés por el bienestar de los otros es limitado: la religión no aparece asociada a una fuerte importancia atribuida al 9 Universalismo –comprensión, tolerancia y protección por el bienestar de todos los individuos y la naturaleza. Datos similares se encontraron en el estudio realizado con población adulta joven urbana de la ciudad de Buenos Aires (Zubieta, Mele & Casullo, 2006) a la vez que concuerdan con los resultados del primer estudio sobre valores y religión realizado por Schwartz y Huismans (1995). Los autores ya marcaban como dato interesante el énfasis puesto por parte de las personas religiosas en el valor de Benevolencia pero no en el de Universalismo, indicando una mayor focalización de aquellos en el bienestar del endogrupo y la probable presencia de favoritismo endogrupal y discriminación exogrupal en función de la religión como también señalan Jackson y Hunsberger (1999). En el estudio con estudiantes universitarios de universidades confesionales y no confesionales, Zubieta, Filippi, Boso & Rodríguez (2007) encontraron que en términos de valores de Autotrascendencia, los estudiantes de la universidad católica enfatizan más el valor de Benevolencia mientras que son los estudiantes de la universidad no confesional quienes mayor importancia dan al valor de Universalismo. Es vasta también la literatura empírica que relaciona religiosidad con distintos tipos de conserdavurismo a la vez que –como ya se mencionara- dan cuenta de que los valores parecen ser predictores más fuertes de la religiosidad que los rasgos de la personalidad (Roccas et al., 2002). Asimismo, Schwartz y Sagie (2000) muestran, de manera interesante, cómo la modernización y el desarrollo económico influyen en un cambio de valores básicos desde una perspectiva tradicional religiosa hacia otra secular racional, es decir, de un nivel de supervivencia hacia otros de mayor auto-expresión. Los datos empíricos muestran que a medida que crece el nivel de desarrollo de un país menos positiva es la relación de la religión con valores de Conservación (tradiciónconformidad-seguridad) y menos negativa es la correlación de la religión con la Autodirección, el Universalismo y el Logro. En los países más desarrollados la correlación de la religiosidad con Benevolencia es más positiva, y con el Poder más negativa (Inglehart & Baker, 2000). La fe religiosa, la importancia de la religión y el tradicionalismo religioso se relacionan generalmente positivamente con el bienestar subjetivo aunque hay datos que no corroboran fuertemente la asociación. La revisión de estudios muestra que la religión está asociada con los beneficios de la salud mental especialmente cuando la religiosidad es medida por la conducta religiosa como la asistencia a la iglesia y la participación en grupos religiosos más que por escalas de actitudes (Barrientos, 2005). La red social y la 10 integración institucional en tanto apoyo social aparecen como fuertes elementos intervinientes. Personalidad Rokeach (1973) veía a los rasgos de personalidad como antecedentes de los valores que, mientras estables, pueden repriorizarse sobre la base de la experiencia y las expectativas sociales. Costa y MaCrae (1998; McCrae y Costa; 1999) traen conjuntamente lo genético, las diferencias fisiológicas, personalidad, valores y ambiente en su teoría de los cinco factores de la persona. Tres componentes centrales de la personalidad son: “tendencias básicas”, “características de adaptación” y “autoconcepto”, un sub componente de la anterior. En este marco, los valores personales son “características de adaptación prototípicas”, “habilidades adquiridas, hábitos, actitudes y relaciones que resultan de la interacción individuo-ambiente; son manifestaciones concretas de tendencias básicas” (McCrae & Costa, 1999). Las características de personalidad y los valores provienen de tradiciones intelectuales diferentes, las primeras de la psicología de la personalidad y los segundos de la psicología social. Del trabajo realizado por Caprara y Zimbardo (2004) se ha confeccionado un cuadro que esquematiza las dinámicas diferenciales subyacentes de estos dos elementos que aparecen sustanciales en el análisis de la conducta. Características de Personalidad Valores Refuerzan disposiciones Describen cómo es la gente Refuerzan metas Refieren a lo que las personas consideran importante. Varían en frecuencia e intensidad de Varían en su prioridad como estándares ocurrencia para juzgar el comportamiento, hechos y sujetos. Aunque de forma distintiva, operan en concierto como componentes del mismo auto-sistema y se influencian recíprocamente. (Fuente: Caprara & Zimbardo, 2004) Luk & Bond (1993) proveen una evaluación explícita de la relación entre los cinco factores de personalidad desarrollados por Costa y McRae (1998), usando el NEO-PI-R, y los valores de Schwartz en una muestra china. Encontraron relaciones entre los tres 11 factores menos afectivos, principalmente rasgos intelectuales –Apertura, Agradabilidad y Conciencia, y valores personales. La apertura (Openess) se asocia a los valores de Autotrascendencia y Apertura al Cambio. Agradabilidad (Agreeableness) se asocia valores de Auto-trascendencia y Conservación. Conciencia (Conscientiousness) se asocia positivamente a los valores de Conservación. Olver y Mooradian (2003) citan en su trabajo una serie de estudios que no encuentran relaciones consistentes entre los valores y los principales rasgos afectivos, Extraversión y Neuroticismo. Asimismo, encuentran que el rasgo Apertura a la experiencia contribuye a la prioridad que los individuos otorgan a los valores de Apertura al cambio y Autotrascendencia. Agradabilidad contribuye a valores hacia la Auto-trascendencia y Conservación. Conciencia, contribuye a valores de Conservación y Autopromoción. Mientras el ambiente ciertamente tiene un efecto formativo en los valores de un individuo, las predisposiciones básicas parecen colorear la influencia de los factores del ambiente en formas predecibles. De manera interesante, la sorprendente relación entre Conciencia-Conformidad encontrada por Luk y Bond (1993) atribuida a una cultura colectiva como la china se ratifica en la amplia muestra occidental norteamericana trabajada por Olver y Mooradian (2003) sugiriendo que la relación es más universal que un artefacto cultural. Los autores consideran que los datos hallados pueden enriquecer una mejor comprensión de la dimensión “conciencia” que integra y alude a aspectos que expresan la complacencia con normas sociales, la preferencia por la forma de vida establecida y la aversión al riesgo. Ante estos elementos, no debería sorprender entonces la asociación universal conciencia-conformidad. Finalmente, personalidad y valores capturan claramente características distintivas y diferenciales de los individuos. Personalidad y Valores han sido usados de manera independiente como predictores de resultados comunes de interés, como el bienestar subjetivo, el liderazgo y las reacciones a mensajes persuasivos, entre otros muchos, por lo que deberían incorporarse modelos integrales que incorporen variables explicativas tanto de nature –naturaleza- como nurture –crianza-. Páez y Zubieta (2001a) señalan que la extraversión predispone a tener una mayor red social y contribuye a vivenciar más intensamente los hechos positivos de carácter social aunque también se constata que vivencian más positivamente todo tipo de hechos. Hay estudios que con firman la idea de que las personas extravertidas tienden más fácilmente a estar alegres al imaginarse en situaciones positivas y cuesta más inducirles un estado 12 de ánimo negativo. El interés en otras personas, la implicación social activa, el optimismo y la autoestima se asocian a la afectividad positiva y la extraversión pero no al neuroticismo, que se asocia a la afectividad negativa y a bajos niveles de competencia social. La responsabilidad o el ser concienzudo se relaciona con la autoeficacia, el control social de los impulsos y a la realización de tareas. Hay aquí una tendencia a minimizar el impacto de los sucesos vitales evaluándolos de forma optimista, como un desafío, e implicándose en formas activas de afrontamiento. Al deseo de control subyace la motivación por controlar los sucesos que ocurre en el medio y es típico de individuos asertivos y capaces de manipular los hechos con el fin de obtener los resultados esperados. La agradabilidad se asocia a la confianza y cooperación en la relación interpersonal mientras que en la apertura a la experiencia cabe suponer que ser abierto a la experiencia e inteligente puede llevar a un incremento tanto de las emociones positivas como negativas, produciendo un equilibrio entre ambas aunque no se afecte el bienestar subjetivo. Relaciones Intergrupales Rokeach (1973) dedicó mucho esfuerzo en el estudio del papel de los valores en las relaciones intergrupales y Schwartz utilizó su teoría para analizar la congruencia de creencias con relación al prejuicio examinando la relación entre percepción de similitud intergrupal de valores y la agresión hacia el exogrupo (Struch y Schwartz, 1989). Así, el nivel de impacto del conflicto intergrupal percibido sobre la agresión se encuentra mediado por las diferencias que se perciben en un conjunto de valores. Sagiv y Schwartz (1995) encuentran que la mayor apertura al contacto exogrupal correlaciona positivamente con el énfasis en el valor de Universalismo y la Autodirección mientras que la asociación es negativa cuando se enfatizan valores de Conservación. Para Schwartz (2001), la falta de similitud percibida en ciertos valores como la Benevolencia es crítica para deshumanizar al exogrupo o ciertos valores aparecen como relevantes a la hora de fundamentar el conflicto entre los grupos como puede ser el caso del poder. La teoría de la dominancia social -Social Dominance Theory- (Sidanius y Pratto; 1999), postula que la aceptación de ideologías que legitiman la desigualdad y conductas que promueven la desigualdad está en parte determinada por el deseo general de los individuos de dominación de unos grupos sobre otros. La orientación de dominancia 13 social puede ser vista como una actitud general de orientación hacia las relaciones intergrupales, igualitarias versus jerárquicas, ordenadas a lo largo de una dimensión superior-inferior. En un estudio con estudiantes universitarios de la ciudad de Buenos Aires, Zubieta, Delfino y Fernández (2007) encontraron que la orientación de dominancia social se asocia positivamente con el Poder y el Logro y negativamente con la Auto-dirección, el Universalismo y la Benevolencia. En términos de las dimensiones subyacentes a las metas motivacionales, la asociación es positiva con la Autopromoción y negativa con la Auto-trascendencia. Estos datos son congruentes con lo reportado por Marques et al. (2005) que encuentran que quienes comparten creencias de dominación están más de acuerdo con valores de Poder y comparten menos valores de Benevolencia y Universalismo. Los individuos que enfatizan el status sobre las personas y recursos –Poder- y, por tanto, con una alta orientación de dominancia social tenderán a ser miembros de instituciones y elegir roles que mantienen o incrementan la desigualdad social mientras que aquellos con baja orientación de dominancia social, por el contrario, formarán más parte de instituciones y elegirán roles que reducen la desigualdad (Pratto, Sidanius, Stallworth y Matle, 1994). En términos de “disposición al contacto”, para Schwartz (2001), los valores de conservación deberían correlacionar negativamente con la disposición al contacto siendo el valor Tradición el que reporte la mayor negatividad. El autor explica que el contacto implica exponerse a tradiciones y costumbres diferentes que pueden atemorizar a quienes dan relevancia a la tradición. La correlación negativa con Conformidad se explicaría porque el contacto con minorías culturales pone a la persona en una situación en la que las normas familiares no son aplicables dificultando las relaciones ágiles y en las que se eviten las violaciones de expectativas. La Seguridad se vería también afectada ya que los miembros del exogrupo que se sienten discriminados pueden ser percibidos como amenazantes para el orden prevaleciente. De manera inversa, los valores involucrados en la Apertura al cambio deberían favorecer la disposición al contacto ya que la Estimulación y Autodirección promueven los contactos intergrupales y la exposición a formas de vida y oportunidades de exploración y aprendizaje. Los valores de Autotrascendencia deberían tener una relación positiva con la disposición al contacto exogrupal siendo más fuerte aún en el Universalismo que expresa mayor tolerancia y atención a los demás en comparación con la Benevolencia que alude más a las relaciones con el endogrupo. Las correlaciones deberían ser 14 negativas con la Autopromoción y no se espera ninguna con el Hedonismo porque el contacto intergrupal es irrelevante para este tipo de valor (Schwartz, 2001). Rokeach (1973) encontró que igualdad, un mundo de belleza y armonía interna (valores de universalismo) correlacionan positivamente con disposición al contacto, y que salvación, obediente y educado –valores que apuntan a la tradición y la conformidadestaban negativamente correlacionados (Schwartz, 2001). Struch y Schwartz (1989) hacen también hincapié en la coincidencia o no en la jerarquía de valores que sustentan los grupos. Para Gómez y Huici (2001), las creencias que un grupo tiene acerca de los valores básicos que el otro grupo enfatiza son mucho más informativas que los estereotipos a la hora de predecir el antagonismo intergrupal. Resulta así interesante la importancia relativa que se supone que el otro grupo atribuye a valores prosociales como la igualdad , la ayuda o el perdón frente a valores hedónicos asociados al placer o la vida confortable. Si los integrantes de un grupo suponen que otro grupo tiene una jerarquía de valores distinta y dan importancia a valores de placer y poco a los prosociales, se tendrá una imagen del exogrupo como poco humano y favorecerá el antagonismo hacia él. Política Desarrollo y Democracia Ros y Grad (1999, en Ros 2001) analizaron los antecedentes políticos del perfil de valores culturales de un total de 26 países de Europa occidental y oriental y encontraron que el sistema político que tenía cada uno de los países entre los años 1982 y 1985 resultó un buen predictor del perfil cultural de valores europeo en los años 90. La democracia como sistema político estaba positivamente asociada al alto valor que los países daban al Compromiso Igualitario y al poco valor otorgado a los valores de Conformidad y Tradición. Schwartz & Sagie (2000) en un estudio realizado con 42 países, encontraron que el desarrollo y la democratización se asocian positivamente con la importancia de la Apertura al cambio y Autotrascendencia y negativamente con la prioridad de valores de Conservación. Esto se relaciona con el proceso de secularización asociado a la modernización. Como se señaló previamente en el apartado referido a la religiosidad, en su revisión de valores en 65 países, Inglehart y Baker (2000) encontraron que el desarrollo económico y la modernización lleva a moverse de valores tradicionales- 15 religiosos a valores seculares-racionales y desde valores de supervivencia a valores de auto-expresión. Los análisis realizados al nivel cultural, dan cuenta de que la confianza en las personas y la mayor percepción de control sobre la vida se asocian positivamente a la balanza de afectos, la satisfacción vital y la felicidad mientras que la relación se invierte respecto de la violación de los derechos humanos (Basabe, 2004). Inglehart (1999) diseñó – en base a la jerarquía desarrollada por Maslow (1954)- un instrumento que evaluara las necesidades que preocupan a los sujetos de las naciones a largo plazo sobre la base de la tesis de que la satisfacción de necesidades fisiológicas lleva a poner mayor énfasis en metas no-fisiológicas o postmaterialistas. Así, hay ciertos valores que indican una mayor orientación materialista -seguridad física y económica- mientras que otros responden a concepciones más postmaterialistas autoexpresión, integración, satisfacción intelectual o estética. Son indicadores de postmaterialismo, en general, una mayor individualización, laicización y especialización profesional mientras que los valores materialistas estarían más asociados a experiencias de inseguridad y enfatizan el orden social y la estabilidad así como las gestiones políticas y económicas que se creen que los hacen realidad (Páez y Zubieta, 2001a). Las metas más materialistas se corresponden, como señalan Schwartz y Bilsky (1994) con los valores adyacentes de Poder y Seguridad. Los valores postmaterialistas enfatizan las libertades individuales, la participación ciudadana, la igualdad y la preocupación por el medio ambiente y se corresponden en la estructura circular de valores con aquellos que se oponen a los otros dos tipos de valores. Los países ricos, de mayor desarrollo socio-económico en los que se respetan los derechos humanos y se promueve una mayor igualdad social reportan mejores niveles de bienestar subjetivo colectivo o nacional. El Producto Nacional Bruto mantiene una correlación positiva con el bienestar subjetivo indicando que el desarrollo económico permite satisfacer las necesidades básicas de las poblaciones de cada nación facilitando una buena alimentación, baja mortalidad infantil, alta expectativa de vida y acceso a condiciones higiénicas (Páez y Zubieta, 2001b). Orientación Política En lo que hace al estudio de las orientaciones y el comportamiento político, las puntuaciones en los valores de Universalismo versus Seguridad son claramente relevantes aunque Schwartz (2001) aclara que la estructura de valores implica a su vez 16 un conjunto más amplio de asociaciones entre las prioridades de valores y la orientación política. Hay dos dimensiones fundamentales de la ideología política en las que difieren los partidos políticos de varios países (Janda, 1980, en Schwartz, 2001) y que se pueden relacionar con las dos dimensiones básicas de la estructura de valores: el liberalismo clásico e igualitarismo político. Schwartz (2001) indica que el liberalismo clásico alude a la implicación del gobierno en la salvaguarda y cultivo de las libertades individuales y los derechos civiles o a proteger el statu quo social controlando la desviación que provenga desde dentro o de afuera. La dimensión valorativa básica, Apertura al cambio versus Conservación, es relevante para el respaldo del liberalismo clásico. Dado que el logro de sus metas centrales está afectado por las diferencias en las medidas políticas sobre libertad versus control, las asociaciones con Autodirección yTtradición deberían ser intensas. Es decir, en la medida en que un partido enfatice las libertades individuales a expensas de la protección del statu quo, tendrá más apoyo de aquellos individuos que valoren la Autodirección y den escasa importancia a la Tradición. Valores como Conformidad y Seguridad, que integran junto a la Tradición, la dimensión de Conservación, también deberían promover mayor apoyo a partidos que favorezcan el statu quo mientras que los valores de Apertura al cambio, como Estimulación y Hedonismo, deberían promover mayor apoyo en los partidos que enfatizan la libertad. Los resultados del estudio realizado por Barnea y Schwartz (1992) en Israel sobre preferencias políticas y prioridades de valores, dio apoyo a la hipótesis acerca del patrón integrado de asociaciones que la estructura de valores representa en relación a cualquier variable externa. Así, si se comienza desde la autodirección en términos del liberalismo clásico, las asociaciones se vuelven menos positivas a medida que nos movemos en ambas direcciones en torno al círculo, hacia un valor de menor asociación como por ejemplo la tradición. En relación al igualitarismo político, Schwartz (2001) indica que refiere a si los gobiernos debieran dedicarse más a promover la igualdad mediante la redistribución de los recursos o a proteger la habilidad de los ciudadanos para retener la riqueza que generen en orden a reforzar el crecimiento y la eficacia económica. La dimensión básica de Autotrascendencia versus Autopromoción es relevante para el respaldo de esta ideología política. Los individuos con una mayor orientación igualitaria deberían enfatizar los valores de benevolencia y universalismo y dar poca importancia al poder 17 ya que el logro de estos tipos de valores está fundamentalmente afectado por las diferencias en políticas de distribución de recursos. En los últimos años se ha observado el reclamo por la poca atención que la literatura en Psicología Política le ha dedicado a estudios basados en valores. Para Feldman (2003), la estructura de valores y las relaciones entre ellos, es fundamental para el desarrollo de teorías sobre las actitudes políticas; considera también que la teoría de Schwartz proporciona una perspectiva prometedora. Es así como en el marco de los trabajos teóricos y empíricos que abordan los determinantes del voto y las preferencias políticas los estudiosos de las actitudes se mueven de manera creciente al análisis de los valores políticos nucleares que sirven para analizar actitudes y creencias más específicas hacia el gobierno, los ciudadanos y la sociedad. En este sentido, se sostiene que la información política que el público “digiere” está fuertemente mediatizada por sus preferencias, creencias y expectativas. Las investigaciones actuales están enfatizando el rol central de los valores en la política indicando que a todos los sistemas de creencias políticas subyacen valores fundamentales que especifican el estado final de la política pública. Los valores, permiten a las personas a organizar sus evaluaciones políticas de una manera relativamente consistente. Caprara y Zimbardo (2004) encontraron que los factores sociodemográficos tradicionales no tienen utilidad en discriminar entre votantes de las principales coaliciones políticas como los ingresos, la educación, la edad y el género. En fuerte contraste, tanto las características de personalidad como los valores probaron predecir de manera efectiva y estos últimos más que los primeros. Así, los votantes de centro derecha puntúan más en Poder y Seguridad y menos en Universalismo y Benevolencia, en comparación con los de centro-izquierda. Para los autores, esto alude a lo que tradicionalmente ha concernido a la derecha respecto del reconocimiento de los logros individuales y el orden social, y a la izquierda respecto de la igualdad y la justicia social señalado tanto por Rockeach (1973) como Bobbio (1995). En relación al posicionamiento ideológico, Zubieta, Delfino y Fernández (2007) encontraron que los sujetos más identificados con la ideología de izquierda presentaban puntuaciones más altas en los valores de Auto-dirección, Universalismo y Benevolencia. Por el contrario, quienes estaban más cerca ideológicamente de la derecha obtenían puntuaciones más altas en Tradición, Conformidad, Seguridad, Poder y Logro. En relación a las dimensiones que subyacen a los valores, el posicionamiento 18 ideológico más cercano a la izquierda se asociaba positivamente a la Auto-trascendencia y a la Apertura al Cambio y negativamente a la Conservación Otros comportamientos Ros (2001) extracta los resultados de una serie de estudios en los que el sistema de valores ha sido aplicado para explicar conductas tales como el consumo de alcohol y las conductas pro-ambientales. En lo que hace al consumo de alcohol, un estudio realizado con estudiantes de enseñanza media de Valencia –España- encontró a través del análisis de clusters que la importancia concedida a los valores de hedonismo y conformidad aparece como la variable que mejor discrimina entre abstemios y consumidores abusivos. Los valores de autodirección, seguridad, poder y logro apenas tenían poder discriminante entre ambos grupos. Ros (2001) explica que el nivel de consumo de alcohol relacionadas con las prioridades de valores genera una función que desciende monotónicamente desde los valores de hedonismo –mayor correlación positiva con la función- hasta los valores de conformidad –mayor correlación negativa con la funcióny luego vuelve a incrementarse monotónicamente siguiendo el orden de las dimensiones de valor en la estructura circular. Respecto de la relación entre el sistema de valores y el comportamiento pro-ambiental, Karp (1996, en Ros 2001) distingue en su estudio tres tipos de comportamiento proambiental: 1) el buen ciudadano, que es el que recicla latas, papeles y trata de no ensuciar; 2) el activista, que contribuye económicamente o con su esfuerzo al apoyo de grupos ambientales, y; 3) el consumidor sano, que es quien evita comprar comida con preservantes, suele comprar productos criados orgánicamente. Las puntuaciones altas en Autotrascendencia y Apertura al cambio aparecen significativamente relacionadas con los tres comportamientos pro-ambientales. En lo que hace a la competitividad y las conductas más competitivas, en el estudio realizado por Zubieta (2007) con estudiantes universitarios de la ciudad de Buenos Aires, se observa que la competitividad se asocia positivamente a los valores de Conformismo, Estimulación, Logro y Poder y negativamente al Universalismo y la Benevolencia. Estos datos se corroboran con los resultados hallados en otro estudio transcultural realizado con estudiantes universitarios de Argentina y Chile en el que la competitividad mantiene una asociación positiva con las subdimensiones de Autopromoción, Apertura al Cambio y Conservación, y negativa con la subdimensión de Autotrascendencia (Zubieta, Filippi, Boso y Rodríguez; 2007). En términos de salud 19 y bienestar, la mayor competitividad de la vida social se asocia a un peor bienestar subjetivo y es más característica de los países más pobres con predominio de valores colectivistas interdependientes y jerárquicos. En los países en vías de desarrollo la escasez de recursos y de recompensas promueven un individualismo feroz que coexiste con la dinámica de la familia extensa, clan o linaje (Páez y Zubieta; 2001b) Basabe (2004) analizó los factores vinculados a la satisfacción vital y el bienestar subjetivo al nivel colectivo o de las naciones. Sobre la base de los resultados obtenidos en cinco estudios puso en relación los valores culturales e indicadores socioeconómicos con mediciones de afectividad positiva y negativa, y de satisfacción vital y felicidad. Utilizando los valores en su nivel cultural o colectivo, encontró que la satisfacción vital y felicidad se asocian positivamente a la Autonomía Afectiva e Intelectual y al compromiso Igualitario mientras que la asociación es negativa con el Conservadurismo, la Jerarquía y el Dominio y Control. VALORES Y AXIOMAS SOCIALES Los Axiomas Sociales o las creencias de las personas acerca de cómo funciona el mundo proveen diferentes tipos de orientaciones globales y pueden ser una herramienta eficaz para predecir y comprender las conductas sociales. Bond et al. (2004) realizaron un estudio en los que combinaron los axiomas sociales con los valores de Schwartz para evaluar la compatibilidad de ambas tipologías en pos de una mejor comprensión de los comportamientos de las personas. Las regresiones realizadas muestran que valores y axiomas sociales no se solapan mucho y que son relativamente independientes aunque, cierto solapamiento permite pensar en la pertinencia de combinar ambas tipologías. Leung et al., (2002) encontraron un conjunto de cinco dimensiones en estas creencias acerca del mundo en los que los individuos funcionan a los que denominan Axiomas Sociales que resultan por demás enriquecedoras para abordar las creencias que están detrás de las conductas. El cinismo social representa una evaluación negativa de la naturaleza humana y de los hechos sociales (la gente amable-de corazón usualmente sufre pérdidas). La recompensa por esfuerzos refiere a la posición de que la inversión de los recursos humanos lleva a resultados positivos (la gente que trabaja duro logra más al final). La complejidad social se refiere a la visión de que hay soluciones múltiples a los temas sociales, y que el resultado de los eventos es incierto (uno tiene que lidiar con temas de acuerdo a circunstancias específicas). El control del destino refiere a una creencia general de que 20 los eventos sociales están influenciados por fuerzas impersonales externas (el destino determina los fracasos y éxitos que uno tiene). Finalmente, la espiritualidad – posteriormente denominada religiosidad- refiere a la visión de que fuerzas espirituales influencian el mundo humano y que las instituciones religiosas ejercen un efecto positivo en los resultados sociales (las personas religiosas están más dispuestos a mantener estándares morales). Estas cinco dimensiones y los ítems que las forman, han sido identificados en 40 grupos nacionales. Los datos muestran que quienes suscriben a posiciones más cínicas acerca de la vida social están más motivados a perseguir su propio bienestar, y se mueven en una tendencia psicológica más amplia a estructurar el mundo social en términos de poder. En un estudio realizado en Alemania, Rupf y Boehnke (2002) encontraron una relación significativa entre el cinismo social y el auto-interés jerárquico, que refiere a una percepción de las relaciones interpersonales como jerárquicas y de auto-beneficio. Los sujetos de creencias más cínicas son probablemente altos en la orientación de dominancia social (SDO, Sidanius & Pratto, 1999) que, como se mencionara previamente en otro apartado, se asociaba positivamente a los valores de Poder y Logro mientras que la asociación era negativa con la Auto-dirección, el Universalismo y la Benevolencia (Zubieta, Delfino & Fernández, 2007). Las creencias sobre recompensas por el esfuerzo se asocian a la Conservación y Autotrascendencia. Los valores que integran la última dimensión son Benevolencia y Universalismo que son compatibles con el énfasis de equidad que subyace a premiar el esfuerzo. La dimensión Conservación integra Conformismo, Tradición y Seguridad, por lo que Bond et al. (2004) consideran que la creencia en recompensa ante el esfuerzo provee un apoyo cognitivo para una visión del mundo socialmente conservadora, ayudando a estabilizar la política llevando a que las evaluaciones de los resultados están justamente determinadas por el esfuerzo individual. La complejidad social se asocia positivamente con la dimensión de Autotrascendencia. Quizás, una visión más compleja acerca de cómo opera el mundo social se asocia con un sentido de interdependencia social y compasión por los otros. Por su parte, el control del destino se asocia con Conservación, quienes creen en la eficacia de agentes impersonales en la vida humana aprecian la vulnerabilidad del status quo a la disrupción y en consecuencia se preocupan en preservar en lo que se ha obtenido socialmente. Finalmente, la religiosidad se refiere a la visión de que fuerzas no materiales e instituciones religiosas influencian positivamente el funcionamiento del mundo 21 humano. Se asocia a la dimensión de valores de Conservación y Auto-trascendencia positivamente y a la Autopromoción negativamente. Este conjunto de hallazgos es consistente, para los autores, con la alineación de las personas religiosas con la regulación de la auto-asertividad en la vida civil y la ideología política (Keung & Bond, 2002). La religiosidad es un conjunto de cogniciones sobre el efecto socialmente armonizador de la religión y sus prácticas institucionales que llevan a una orientación motivacional hacia la abnegación, la preocupación por los otros y la auto-limitación. Bond et. al (2004) plantean, a partir de sus estudios, algunas relaciones interesantes de algunos valores con los estilos de resolución de conflictos y de afrontamiento. Aquellos sujetos que sostienen valores de conservación exhiben una tendencia a adoptar estilos de acomodación mientras que quienes enfatizan valores de autopromoción tienden a adoptar estilos más competitivos. Por otra parte, los individuos tienden a adoptar un estilo de acomodación si sostienen que la inversión de recursos lleva a obtener recompensas –pagos- mientras que la religiosidad predice la acomodación y la competición. El cinismo social se asocia negativamente con los estilos de compromiso y colaboración en términos de resolución de conflicto mientras que lo inverso sucede con la complejidad social. Los individuos adoptan más estilos de compromiso y colaboración si tienen creencias fuertes acerca de la compleja determinación de las conductas humanas. En lo que hace a los estilos de afrontamiento, los sujetos caracterizados por la complejidad social tienden a adoptar la resolución de problemas a la hora de afrontar dificultades mientras que quienes se orientan por el control del destino, se caracterizan por el distanciamiento o pensamiento ilusorio. Cuando la creencia en el destino es fuerte, tienden a distanciarse ellos mismos o a tener un pensamiento no realista. En lo que hace a los sujetos más proclives al cinismo social, también se orientan por un pensamiento ilusorio, es decir, tienden a fantasear al afrontar dificultades. En términos de calidad de vida, los datos sobre los estilos de afrontamiento aportados por las investigaciones no son determinantes. Barrientos (2005) señala que si bien un estilo de afrontamiento activo se asocia positivamente a la calidad de vida hay también reportes que indican la ausencia de asociación o la existencia de una relación positiva. Hay autores que sugieren que el afrontamiento activo disminuye las calidad de vida en algunas patologías específicas al incrementar los niveles de cansancio y deterioro en el estado de ánimo y en la habilidad para funcionar en la vida diaria. 22 Respecto de los resultados positivos vinculados al uso del afrontamiento centrado en el problema, reestructuración cognitiva, búsqueda de información y apoyo social, Barrientos (2005) da cuenta de resultados que muestran el incremento en los niveles de estrés, ansiedad, depresión, pobre ajuste social y psicológico, peor manejo de la enfermedad, incremento del dolor y el impedimento funcional se asocian a un afrontamiento centrado en la emoción, en el pensamiento fantasioso y la evitación o distanciamiento. Es importante destacar que la “adaptabilidad de una estrategia” está en función de las características del contexto o la situación y de los recursos que los individuos poseen para afrontarla. La interrelación individuo-medio hace que lo que es efectivo en una determinada situación no sea efectivo en otra. La evaluación cognitiva y los recursos de afrontamiento de los que las personas disponen hace que lo que es una amenaza para una sea un desafío para otra. A lo largo del presente capítulo se ha pretendido presentar de forma clara y sencilla un marco para abordar los valores en tanto elementos fundamentales de la dimensión subjetiva de la cultura. La Teoría de los Valores Humanos de Schwartz es la perspectiva más utilizada en el área de la psicología social, cultural y transcultural y, dados los reportes de las investigaciones actuales acerca de su fuerza explicativa respecto de las conductas sociales, es de esperar que la tendencia siga creciendo. La dimensión cultural es fundamental para comprender, predecir y prevenir los comportamientos de las personas por lo que cualquier abordaje quedaría incompleto o relativamente abordado si no se la integra. Pérez (2004), al enfatizar la importancia de los contextos culturales, señala que éstos no son meros escenarios externos donde se expresan los individuos sino que proveen las herramientas significantes que determinan el funcionamiento mental de los individuos que participan en ellos. Bibliografía Barnea, M & Schwartz, S. (1998). Values and voting. Political Psychology, 19, 17-40. Barrientos, J. (2005). Calidad de Vida. Bienestar Subjetivo: una mirada psicosocial. Santiago de Chile: Universidad Diego Portales. Basabe, N. (2003). Salud, Factores Psicosociales y Cultura. En D. Páez; I, Fernández; S. Ubillos y E. Zubieta. Psicología Social, Cultura y Educación. Madrid: PearsonPrentice Hall. Bobbio, N. (1995). Derecha e izquierda. Madrid: Taurus. 23 Bond, M.H; Leung, K; Au, A; Tong, K & Chemonges-Nielson, Z. (2004). Combining Social Axioms with Values in Predicting Social Behaviours. European Journal of Personality, 18, 177-191. Caprara, G.V & Zimbardo, P.G (2004). Personalizing Politics. 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