Sobre la Dignidad Humana El hombre es un ser

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Sobre la Dignidad Humana
El hombre es un ser extraño, complejo, con un largo recorrido para
conocer y conocerse a sí mismo. Según algunos antropólogos, existen 36
tonalidades de piel, 34 formas de nariz, 60 tipos de cabello, 17 razas, 105
tipos de ojos, 40 mil años de homo sapiens-sapiens y 10 mil años de
historia para que después de tanta evolución y tanto cambio, los seres
humanos queramos ser todos parecidos, con el mismo tono de piel,
blancos pero bronceados, la misma nariz, pequeña y respingada, los
mismos ojos, con delineado permanente, y el cabello con alaciado químico
y por supuesto, esbeltos y jóvenes Hoy con dinero parece que se puede
atentar contra esa exclusividad, pues como afirma Eduardo Galeano, “sólo
los pobres están condenados a ser feos y viejos. Los demás pueden
comprar las cabelleras, narices, párpados, labios, pómulos…para corregir a
la naturaleza y para detener el paso del tiempo” (2009, p. 264). Parece
que queremos cambiarnos para ser todos iguales, mientras sabemos poco
de nosotros mismos.
La dignidad implica desde su origen como palabra, lo que es valioso y por
lo tanto, lo que merece ser apreciado por ello. La dignidad humana radica
así en dos elementos claves: por un lado, autoconocimiento y
reconocimiento de la individualidad y por otro, el reconocimiento de la
importancia del otro.
El valor está sustentado en la persona por el hecho de ser única,
insustituible e irrepetible, por lo que su reconocimiento, generará la
postura ante ella que será por supuesto, el respeto. Conocer y reconocer a
otro en su carácter de único y al mismo tiempo conocernos y
reconocernos en esa misma dimensión, permitirá la existencia del mundo
de los valores.
Así, la dignidad, más que valor, es el fundamento del valor, y la
posibilidad de que todos los demás valores tengan sentido.
Sin embargo esta unicidad y exclusividad parece desvanecerse o no verse
en nuestro tiempo, que substituye lo personal por lo impersonal; lo
pensante por lo visual; la producción por la seducción; la sociedad por la
masa; el altruismo por el egoísmo; la conciencia por la indiferencia. El
individuo se transforma en centro de todo, anulando a la persona y por
ello “Hoy narciso es…el símbolo de nuestro tiempo” (Lipovetsky, 2010, p.
49).
A pesar de los males de nuestro nuevo milenio como la escasez de
conciencia, la falta de compromiso, el relativismo, la indiferencia, la
violencia, la fugacidad, la reducción de la dimensión amorosa, “el
homicidio de Eros” (Reale, 2000, p.14), y otros muchos “nuevos jinetes
apocalípticos” la reflexión puede reiniciar la acción que logre retornar al
hombre al lugar que le corresponde. Que lo restituya en su lugar de
persona y no de objeto, de fin y no de medio y eso sólo se puede lograr si
se reconsidera la dimensión de la dignidad humana.
Si consideramos y entendemos esta dimensión humana en todo su sentido
y su importancia, entonces el valor tiene sentido, así como la alteridad, la
libertad, la razón y la comunidad. Es la conciencia del valor de sí y del otro
en su ejercicio libre, lo que en realidad funda la dignidad, pues no basta
ser único e insustituible, hay que entenderlo y reconocerlo para vivirlo,
para asumirlo, y para actuar conforme a ello.
Parece entonces derivarse de aquí una gran cantidad de distorsiones y
deformaciones de temas que ocasionan debates sin fin, como el aborto, la
pena de muerte, la eutanasia, etc., pero en todos esos problemas, el inicio
de la solución está en la lucidez, en la claridad en la mente de las personas
y de las sociedades, del genuino valor, de la maravilla de ser, de la magia
de existir, de la altura ser, devenir y convertirse en persona.
Toda el actuar del hombre en comunidad parte de aquí y por ello, toda la
tarea Ética de responsabilidad y compromiso, de convivencia y
comprensión, de verdadera integridad y congruencia “se funda en el
reconocimiento del otro. Ella rompe el círculo de la dominación, de la
fuerza que somete y cosifica. Implica la libertad en diálogo con otra
libertad; es de hecho el asumir al otro en su dignidad, o sea en su
autonomía y humanidad. La fuerza de la Ética es la fuerza de la razón, de
la comunicación, del respeto recíproco, de la genuina igualdad y
fraternidad” (González, 2000, p. 136).
La dignidad tiene sentido si la reconocemos, aunque no se pierde si la
ignoramos y somos libres como personas, pero lo seremos plenamente en
la medida en que logramos que otros sean libres.
José Luis Córdova Soto
Bibliografía
Lipovetsky, G, La Era del Vacío, Anagrama, 2010.
González, J, El Poder de Eros, UNAM-Paidós, 2000.
Galeano, E. Patas Arriba, S XXI, 2009.
Reale, G. La Sabiduría Antigua, Terapia para los males de nuestro tiempo,
Herder, 2002.
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