La práctica literaria de Otto René Castillo

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La práctica literaria de Otto René Castillo
Viernes, 18 Marzo 2011
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Factores condicionantes en la práctica literaria de Otto René Castillo (Fragmento)
Por Mario Roberto Morales (*)
CIUDAD GUATEMALA - (…) Sobre el fenómeno revolucionario y la familia Quiñonez Castillo, dice Zoila
(hermana de Otto René):
“Nuestra familia, por ambas ramas -materna y paterna-, tuvo siempre militancia política antidictatorial. En la
Revolución Democrático-Burguesa de 1,944 –que derrocó una dictadura militar de 14 años– participaron
hermanos de nuestra madre y dos de nuestros hermanos que para ese entonces eran menores de edad. Otto
René era todavía un niño.
“Durante los gobiernos de Arévalo y Árbenz -1,945-54- y en los gobiernos posteriores, trabajamos los 4
hermanos mayores de Otto René. Desempeñamos puestos de regular importancia en la aplicación de las
reformas sociales –Código de Trabajo y Reforma Agraria–. Teníamos militancia en los partidos revolucionarios.
(Entrevista de Zoe Anglesey a Zoila Quiñones Castillo, p.1).
De 1,954 a 1,957 Otto permanece en El Salvador. Sobre su estadía da cuenta Roque Dalton:
“A los 18 años de edad, junto con un nutrido grupo de revolucionarios guatemaltecos se establece en El
Salvador, buscando la proximidad a la patria, que haría más eficaz la continuación de la lucha. Ingresa a la
Universidad después de un tiempo de dedicarse a diversos oficios para ganarse la vida: sereno de un parqueo de
automóviles, pintor de brocha gorda, vendedor de libros. Simultáneamente escribe con gran intensidad poemas
revolucionarios que pese a ser obras de primera juventud, llaman la atención en los círculos culturales de El
Salvador y que, paradójicamente, le abren las puertas de la “gran prensa” salvadoreña, sobre todo después de
la obtención del Premio Centroamericano de Poesía de la Universidad, en 1,955. “Paradójicamente”, por la
tradicional calidad reaccionaria de aquella prensa y por la calidad militante ininterrumpida en la vida del poeta.
En efecto, Otto René Castillo pasó de inmediato a militar en las filas del PC Salvadoreño, desarrollando, además
de una intensa labor proselitista entre los medios intelectuales, una regular actividad revolucionaria relacionada
con la lucha del pueblo guatemalteco que tenía en El Salvador, y desde El Salvador, frentes de trabajo
clandestino establecidos.
“Otto René Castillo durante aquel lapso atravesó la frontera guatemalteco-salvadoreña en varias ocasiones, en la
más rigurosa clandestinidad, y corriendo riesgos palpables. Desde entonces dejó evidenciado su arrojo, su
disposición a asumir las tareas desde el punto de vista de la importancia revolucionaria de las mismas y no por el
peligro personal que pudieran entrañar, esa forma joven y a la vez sabia de vivir la militancia comunista como lo
que en ningún momento puede dejar de ser: un combate que no se detiene nunca. (…) Su actividad política y
literaria en El Salvador fue sumamente importante: desde el seno del Círculo Literario Universitario fue un
trabajador inagotable en favor de la unificación de criterios de los artistas y escritores jóvenes de aquella época,
sobre los problemas de la responsabilidad social-revolucionaria del creador y asimismo un divulgador de los
poetas revolucionarios que más influyeron en el punto de partida de lo que luego se llamará la “generación
comprometida” (Nazim Hikmet, Miguel Hernández, César Vallejo –visto como poeta comunista–, Pablo
Neruda, etc. ); desde las organizaciones del PC y otras entidades democráticas, fue un esforzado divulgador de
las ideas marxistas. Tuvo asimismo una influencia importante en numerosas adhesiones de escritores y artistas
salvadoreños jóvenes a las ideas revolucionarias y a la militancia comunista. Su labor poética trascendía las
fronteras salvadoreñas, volvía a Guatemala (donde obtuvo el Premio Autonomía –de la Universidad– en 1,956 y
resonaba en Europa (la FMJD le otorgó, desde Budapest, el Premio Internacional de Poesía en 1,957). (…) En
1,957, Otto René Castillo regresa a Guatemala, poniendo fin a su fructífero exilio salvadoreño. Sigue estudios de
Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad de San Carlos donde recibe el premio “Filadelfo Salazar” al
mejor estudiante y obtiene por su aprovechamiento una beca para hacer estudios en la RDA”. (Dalton, Informe
de una Injusticia. pp. 9-12).
El premio Autonomía de la Universidad, lo gana con su poema célebre “Vámonos patria a caminar”.
Sobre la estadía de Otto René en El Salvador, nos cuenta Manlio Argueta (Entrevista del 13.6.89 en San José,
Costa Rica) que él no estuvo en el grupo de salvadoreños que llegaron a Guatemala en 1,953 y, que conocieron
allí a Otto. Manlio, nos informa que él llega a San Salvador, procedente de San Miguel, a estudiar en la
Universidad, en 1,955. Otto ya estaba allí y, era amigo de Roque Dalton. Manlio recuerda que varios militares
guatemaltecos arbencistas exiliados en El Salvador habían fundado el radioperiódico “Radioprensa”, que llegó a
ser el radioperiódico más famoso del país, fundando una tradición de prensa hablada que no existía hasta
entonces en El Salvador. En ese periódico trabajaban Arqueles Morales –quien había llegado acompañando a
su padre al exilio–, Otto René y Roque. Otto René pasa después a ser redactor de planta de La Prensa Gráfica,
en donde realiza reportajes gráficos firmados con su nombre, los cuales tenían gran proyección social; poco
después es despedido debido a la gran popularidad que sus incisivos artículos alcanzaban en los lectores. Por
esta época Otto René y Roque ganan el certamen de la Universidad de El Salvador con “Dos puños por la
tierra”, en donde exaltan las figuras de dos héroes indios: Atanasio Tzul y Anastasio Aquino, de Guatemala y El
Salvador, respectivamente. Como estudiantes y periodistas que eran, el premio literario les da gran prestigio
local. Las polémicas que ambos sostenían en torno al compromiso político del escritor y el artista fueron
recogidas en la revista Hoja, dirigida entonces por Italo López Vallecillos, y esos argumentos constituyeron el
núcleo del ideario de la Generación Comprometida, grupo que en principio estuvo formado por Otto René
Castillo, Roque Dalton, Roberto Armijo y otros que fueron abandonando el camino trazado; después se habían
de integrar Tirso Canales, José Roberto Cea y el mismo Manlio Argueta. Arqueles Morales, nos sigue relatando
Manlio, no se integra debido a que era muy joven. El maestro de todos era el poeta salvadoreño Oswaldo
Escobar Velado.
Dice Manlio que Otto ejerció un magisterio muy fuerte sobre Roque Dalton, rastros de lo cual pueden hallarse
en la novela de este último, Pobrecito poeta que era yo…, en la que las alusiones a un chapín con gran
ascendente sobre él se refieren a Otto.
Es pues, dice Manlio, Otto René quien orienta a una generación de poetas que no había alcanzado a ser
traumatizada por la matanza de 1,932, grupo éste que adquiere gran vigencia en El Salvador:
“Nos pusimos de moda como quien dice, porque estábamos planteando un problema social y político por
primera vez en El Salvador. Sólo Otto militaba en el PC. El fue el que sacó a Roque de su educación jesuita. El
grupo exigía a los escritores viejos que tomaran posición”. (Argueta).
Otto se casó con una salvadoreña llamada Carmen, con quien tuvo una hija. Manlio no recuerda nada más
acerca de este hecho, a no ser que Carmen fue conocida en El Salvador como la esposa de Otto René.
“Éramos cipotes. La amistad que teníamos era así, y de bohemia constante, de irnos sin pagar de las cantinas.
Otto hablaba del compromiso político. Roque tenía más formación literaria que Otto y eso dio origen a una
polémica por carta entre los dos ya cuando Otto estaba en Alemania, sobre cómo debía escribirse una poesía
para el pueblo: Roque argüía que había que profundizar en el estudio de las literaturas. Otto era más político”.
(Argueta).
Manlio recuerda que cuando conoce Roque a Otto, aquél ya había estado becado por los jesuitas en Chile y allí
había entrado en contacto con el marxismo.
De modo que todo el clima de tertulia literaria y de confección del ideario de la Generación se conformó en la
bohemia salvadoreña. Este hecho estuvo acentuado, recuerda Manlio, por el hecho de que Miguel Ángel
Asturias –a quien Otto consideraba su maestro– era funcionario de la Embajada de Guatemala en El Salvador y,
a la vez, la poetisa Clementina Suárez (cuyas relaciones sentimentales con Asturias han hecho época en el
pintoresco anecdotario de los escritores centroamericanos, según ella misma las relata), era funcionaria de la
Embajada de Honduras en El Salvador. Pues bien, los jóvenes poetas comprometidos asistían a tertulias con los
dos maestros, y de esa relación fue que Otto y el grupo adoptaron la máxima asturiana de que “el poeta es una
conducta moral”.
Roberto Cruz conoció a Otto en El Salvador; luego estuvieron juntos en Guatemala, en la Facultad de Derecho,
donde fueron compañeros, y posteriormente en Alemania. El testimonio de Cruz sobre Otto René tiene la virtud
de ser un testimonio vivo que retrata al poeta en sus rasgos y contradicciones más humanos. Dice:
“Cuando lo conocí trabajaba en un radioperiódico y ya había ganado el Premio Centroamericano de Poesía de
la Universidad de El Salvador (1,955). Otto era entonces un joven delgado, moreno, de mirada profunda, lleno
de dinamismo y entusiasmo. La nostalgia por la patria no le había hecho perder la alegría. Más que su éxito
como poeta me impresionó su decisión de impulsar con toda su pasión el proceso revolucionario del pueblo de
Guatemala”. (Cruz, p.3).
“(…) Otto René volvió a Guatemala en 1,957, en un período de efervescencia política. Volvía para contribuir a
la liberación de su pueblo, a impulsar el proceso revolucionario. Se incorporó a la Escuela de Derecho y
Ciencias Sociales de la Universidad de San Carlos, en la que fuimos compañeros. Desplegaba una intensa
actividad de organización de círculos culturales y artísticos; impulsaba la organización política y escribía poesía.
“Con el grupo de estudiantes e intelectuales que habían editado anteriormente el semanario revolucionario El
Estudiante, promovió la publicación Lanzas y Letras, que también llegó a jugar un papel importante en la vida
política y cultural del país.
“La energía y dinamismo de Otto eran sorprendentes. Como éramos amigos y yo tenía un viejo y deteriorado
automóvil Volkswagen, frecuentemente me pedía que lo ayudara con transporte en sus actividades, a veces con
poetas y escritores, otras con militares que habían vuelto también del exilio, y todavía nos quedaba tiempo, de
vez en cuando, para visitar amigas comunes o para tomarnos unos tragos. A pesar de esto logró obtener el
premio Filadelfo Salazar al mejor estudiante…” (Cruz, p.5).
“(…) Debe haber sido más o menos a fines de 1,958 que Otto René obtuvo una beca para estudiar en la
República Democrática Alemana”. (Cruz, p.6).
En 1,958, Otto marcha hacia Alemania e inicia un nuevo período de su vida. Había vuelto a Guatemala en
diciembre de 1,957, en donde había estudiado Derecho durante un año.
Nos indica Cruz que, luego de estudiar alemán por unos meses, Otto René inicia estudios de literatura alemana
(Germanística) en la Universidad Karl Marx de Leipzig. En 1,960, nos refiere Cruz, Otto se casa con Bárbara
Wenzig, “una linda e inteligente muchacha de Leipzig, con la que tuvo dos hijos: Tecún y Patrice. Vivían con los
padres de ella, gente muy trabajadora, culta y cariñosa, que acogió con gran hospitalidad a la media docena de
guatemaltecos que estudiábamos en Alemania (RDA). La familia entera quería y admiraba a Otto fuera de todo
límite” (Cruz, pp. 6-7).
Este fue el año del levantamiento del 13 de noviembre en Guatemala, y también fue un año crucial para la
naciente revolución cubana, que ya inspiraba movimientos revolucionarios en toda América Latina.
En 1,962, se constituye en Berlín un grupo de jóvenes alrededor del cineasta holandés Joris Ivens, quien tenía el
proyecto de capacitar a jóvenes latinoamericanos en las técnicas del documental cinematográfico, con el fin de
filmar las luchas revolucionarias de sus países, pensando obviamente en las guerrillas, que se conceptualizaban
como la punta de lanza de los procesos de lucha popular.
Otto René abandona sus estudios literarios en Leipzig y se integra al grupo de cineastas. Cuando llega a Berlín
conoce a una hermosa bailarina de la que se enamora. Cruz nos lo narra así:
“Otto dejó su hogar en Leipzig, y a su esposa, Bárbara, que trabajaba en Leipzig y cuidaba a sus dos hijos, muy
pequeños aún, por diversas razones no lo podía seguir a esa ciudad en la que era muy difícil encontrar
facilidades para establecerse en esas condiciones. Otto y una bailarina de ballet llamada Karin establecieron una
relación afectiva muy pasional, que lesionó los vínculos con su familia de Leipzig, con la que sus amigos y
compañeros teníamos amistad, y tratamos de hacerlo recapacitar, ejerciendo presión en ese sentido. Quizá por
parte de Otto su resistencia a ello era una forma de romper su vínculo con Bárbara, con la que había formado
una relación muy tierna y familiar, que él tal vez sentía que se interponía con su compromiso y objetivo de lucha,
que era Guatemala”. (Cruz, p. 8).
Los jóvenes de la Brigada de Ivens –que inicialmente eran de El Salvador, Guatemala, Haití y Venezuela– vivían
“en una casa ubicada en la calle Mendelssohn, a la que hace referencia un poema amargo de Otto, que refleja un
problema y desgarramiento de esos a los que alude Roque Dalton al referirse a que su figura no estuvo exenta
de los errores y las debilidades de los jóvenes revolucionarios de su época” (Cruz, pp.7-8).
“Aunque no viví en la calle Mendelssohn y no fui del grupo de cinematografía, Otto me debe haber incluido entre
los “lobos del alma y moralistas viudos de moral profunda” que él dice que lo acosaron. Eso, unido a que a
veces tratábamos de calmar nuestra ansiedad y angustia por la lejanía de la patria recurriendo a los tragos,
promovía conflictos ocasionales entre nosotros, más si había mujeres de por medio, que en mi caso, motivaron
que al estar ambos de nuevo en Guatemala ya no volviéramos a vernos”. (p.9 Cruz). (Ver el poema en el
apéndice correspondiente del capítulo IV).
En 1,964, cuando termina sus estudios de cine, Otto vuelve a Guatemala y asume la dirección del Teatro de la
Municipalidad capitalina, donde trabaja con Marco Antonio Flores y otros. A la vez, participa en labores
clandestinas del PGT. De esta época, su hermana Zoila conserva algunas fotografías interesantes, en las que se
evidencia que volvía al país para subir a la montaña como cineasta. Cuenta su hermana Zoila que, estando a
punto de subir, lo capturan junto con Marco Antonio Flores. Otto permanece 45 días en la cárcel, antes de
viajar a México; Flores es liberado a las dos semanas. Sobre este hecho dice Flores:
“Una noche (2 de marzo del 65), llegando a la puerta de su casa le pregunté por un jeep extraño que estaba
enfrente, no le hizo ningún caso y cuando entramos nos prensaron. Catearon la casa, después pasaron a catear
la mía y nos metieron a la “Academia”. Parece que una noche lo metieron a la sala de torturas, yo me hice el
dormido, pero oí cuando le pegaron su par de trancazos. Cuando les dio la gana, lo sacaron del país y a mí me
dieron libre. Pasó en el exilio hasta finales del 1,966” (Flores, Diario Impacto, 1,977).
Una vez en México, Otto es nombrado representante de Guatemala ante el Festival Mundial de la Juventud y los
Estudiantes, a celebrarse en Argelia. Dice Zoila al respecto que:
“Las organizaciones revolucionarias guatemaltecas lo nombraron representante de Guatemala ante el Comité
Organizador del Festival Mundial de la Juventud a celebrarse en Argelia –en donde presenció la caída de BenBella–. Recorrió Alemania, Hungría, Checoeslovaquia, Chipre y algunos países más”. (Anglesey-Quiñonez,
p.10. En adelante, este dato aparecerá sólo como Quiñonez).
Otto viaja entonces a La Habana y se entrevista con Luis Turcios Lima, en ocasión de la conferencia de la
OLAS en enero de 1,966 (Turcios moriría el 2 de octubre de ese mismo año). En Cuba se junta con Nora Paiz,
militante revolucionaria, con quien ingresa a Guatemala en noviembre de 1,966, más o menos un mes después de
la muerte de Turcios.
Recuerda Flores sobre esto, que:
“En noviembre de ese año me avisaron “hoy viene Otto, andá traélo a la casa del Choco”. Yo ya tenía un
pichirilo, un traste viejo que apenas caminaba, y él venía con el gesto duro, con la risa escondida detrás de los
lentes cafés, con los secretos guardados detrás de la solapa. Tuvimos que empujar el carro porque tenía jodida
la batería, una semana después fue la discusión en el Chun Kin y no lo volví a ver. Hasta que llegó Zoila con una
lágrima a punto de salir y el periódico en las manos:‘mataron a Otto, usté’” (Flores, Impacto, 1,977).
Efectivamente, Otto René se fue a la montaña, esta vez como combatiente y con tareas políticas asignadas,
probablemente en enero de 1,967; porque la “discusión en el Chun Kin” de que habla Flores se refiere a lo
siguiente:
“… llegó Zoila, su hermana, con un Imparcial en sus manos temblonas, me miró con unos ojos angustiados y me
dijo “mataron a Otto, usté”, y me tendió el periódico. Ninguno de los dos parecía creerlo.
“Sin embargo, tres meses antes yo se lo había dicho: “Te van a matar, cerote, no te vayás”. Fue en otro café de
chinos (el Chun Kin creo que se llama), que queda en la quince calle ya llegando a la quinta avenida. Estábamos
frente a una botella virga de Ron Botrán y un chao min por cabeza, éramos tres, el Choco Rodríguez, Otto y yo.
Intentamos toda la noche, durante dos o tres botellas, convencerlo, pero su decisión era irrevocable: tenía que
subir a la montaña para ser congruente con él mismo”. (Flores, Impacto, 1,977).
En otro lugar, Flores cuenta lo mismo, aunque esta vez sitúa la conversación a fines de noviembre de 1,966.
“La última vez que lo vi, fue para discutir su decisión irrevocable de irse al monte. Nos fuimos al Chun Kin con el
Choco Rodríguez. Fue a finales de noviembre del 66. Tratamos de convencerlo de que no se fuera. Le dije que
lo iban a matar pronto. Ya lo sé, contestó, pero no podemos seguir hablando babosadas sin asumir nosotros el
compromiso real (si no fueron esas las palabras textuales la intención es exacta). Cuando nos terminamos la
segunda tánica estábamos hablando de poesía. A los cuatro meses estaba muerto.
Aparentemente nosotros tuvimos razón, pero en el fondo él tenía la razón”. (Flores, La Semana, 1,973).
Otto René y Nora Paiz caen el 19 de marzo de 1,967 en la aldea Los Achiotes del departamento de Zacapa.
Cuenta Zoila que en esa fecha, ambos salieron del área de la guerrilla en busca de alimentos. Un campesino que
les dio de comer los denunció y el ejército empezó a acosarlos; ambos huyen, Nora es herida, Otto regresa a
ayudarla y es herido también; luego los llevan a la base militar de Zacapa, en donde son torturados junto a 13
campesinos más, que habían sido capturados por colaborar con la guerrilla. El relato de Zoila sobre esto es
dramático. Dice:
“La versión de la forma criminal en que Otto René fue torturado y asesinado la dio el monstruo que vestido de
uniforme y ostentando el grado de capitán del ejército nacional, dirigió la tortura e interrogatorio. Aunque Otto
René no portaba su documento de identidad (en la montaña y en la lucha clandestina usaba el seudónimo
“Miguel”, quizá en memoria de Miguel Hernández, el gran poeta español, a quien le escribiera unos poemas) se
identificó como Otto René Castillo.
“―¡Ajá!, con que vos sos el poeta que dice que los coroneles se orinan en los muros de la patria… Conque vos
sos el que se quedará ciego para que la patria vea… Así que vos te quedarás sin voz para que Guatemala
cante… Pues se te hizo cabrón, porque todo eso es lo que realmente te va a pasar a vos, y no en versitos sino
en la pura realidad.
“Con una gillette asegurada en una varita de bambú, atado de pies y manos, le cortaban la cara a cada frase que
le decían (basándose en el poema “Vamos Patria a caminar”). Le ‘gillettearon’ los ojos, la boca, las mejillas, los
brazos y el cuello. Se supo en Guatemala que este ombre -sin h-, se ufanaba contando su hazaña.
“A los 13 campesinos colaboradores de la guerrilla que habían capturado días antes, a Otto René y a Nora, les
fracturaron las piernas en las torturas, y contaba este chacal-militar que tuvieron que ‘fusilarlos sentados’.
(Quiñonez, p. 17).
Zoila cuenta que recurrió a nueve abogados que le indicó Huberto Alvarado –Secretario General del PGT– para
que la acompañaran a Zacapa y que ninguno de ellos accedió a hacerlo. Se entrevistó con César Montes, –
entonces Comandante en Jefe de las FAR–, quien estaba en la capital, y él le dio unos 300 quetzales para que
fuera a Zacapa y le trajera información sobre lo ocurrido. El único amigo que acepta acompañarla es Marco
Antonio Flores, y viajan a Zacapa. Sin embargo, no pudieron recobrar el cadáver. Zoila entonces se puso en
contacto con la madre de Nora Paiz, que había llegado desde México, y juntas van de nuevo a Zacapa, esta vez
con mejor suerte, si es que puede llamársele así a la horrible experiencia que Zoila relata:
“Yo reclamé la exhumación del cadáver, para identificarlo. Después de una riesgosa y amarga situación logré la
autorización. Entonces invité a la mamá de Nora Paiz a que fuera también ella a la montaña a reconocer los
restos de Nora. Aceptó y fuimos juntas. Cuando íbamos para el lugar, casi 10 kilómetros montaña adentro, nos
dijeron los soldados que nos acompañaban que al pie de un Matilisguate (árbol frondoso) los habían fusilado
sentados porque no podían mantenerse en pie… luego les echaron gasolina y los quemaron… ‘Abrieron un
hoyo y los enterraron a todos juntos y revueltos’. ‘¿Quiénes?’, preguntamos. ‘Nosotros no, otros soldados lo
hicieron’, respondieron.
“Efectivamente, cuando llegamos al lugar –una quebrada seca en verano, río en invierno, con unas grandes peñas
que trae la correntada– nos señalaron el árbol que en su tronco tenía los impactos de las balas y sus ramas
quemadas como consecuencia del incendio de cuerpos humanos. Cuando se cavó el hoyo, a un escaso metro de
profundidad, empezaron a aparecer pedazos de extremidades: piernas, brazos a medio quemar con el uniforme
verde olivo pegado a la piel; estaban totalmente irreconocibles.
“La madre de Nora recogió unos zapatos que por la forma y el número reconoció que eran de Nora. Pedazos
de cuero cabelludo, rubio, como el de ella, con sangre coagulada y restos de masa encefálica aún.
“Volvimos a ponerlos a todos en su lugar y emprendimos el regreso con el corazón sangrante, la ira en todo el
cuerpo y la conciencia y la moral muy alta, recogiendo el ejemplo de heroísmo que nos habían dejado nuestros
seres queridos”. (Quiñónez, p. 17).
Cuenta Zoila que al volver de Zacapa, vio a César Montes en el Cerrito del Carmen de la capital, con su chofer.
Poco después le devolvió el dinero que le había facilitado y se dirigió a casa de Marco Antonio Flores, a quien
le contó todo lo ocurrido. Por todo esto –dice Zoila– no es exacta la aseveración de Flores cuando afirma que:
“Los capturaron (a él y a la Norita Paiz, otra mi gran amiga y otros cuates) y los llevaron a la base. Durante
cuatro días les llovió verga parejo, después los mataron a palos y después los quemaron. Cuando fuimos con
Zoila a desenterrar los cadáveres, habían once petates que envolvían sus respectivas cenizas. ¿Cuál de todos era
Otto? Quien sabe”. (Impacto, 1,977).
En ese viaje no iba Flores, quien acompañó a Zoila sólo la primera vez.
Otto había nacido en Quetzaltenango en 1,936, aunque algunos afirman que nació en 1,934; y a los 17 años de
edad publicó sus primeros poemas en suplementos y diarios juveniles (Palencia, Alero No.3, p. 32).
La obra poética de Otto René quedó dispersa, pero hubo intentos de reunirla en libros. En 1,964, la AEU
publicó unos sonetos libres con el título Tecún Umán, que no tuvieron mucha fortuna. En 1,965, las Ediciones
Vanguardia publicaron un volumen de sus poemas titulado Vámonos Patria a caminar, en el que el poema del
mismo nombre y que había ganado el premio Autonomía en 1,956, sirve de eje. (Palencia). Finalmente, en
1,975, la Editorial Universitaria Centroamericana edita con el título de Informe de una injusticia, una antología
extensa que Alfonso Chase preparó gracias a que Zoila le proporcionó todo el material poético que había
podido reunir de Otto René, sobre todo los poemas que él mismo le había hecho llegar periódicamente desde la
montaña hasta la capital de Guatemala.
Quedan aún poemas dispersos. En la revista Alero No.3, ya citada, hay uno titulado “Mensaje para Argelia”,
escrito originalmente en alemán y traducido por Gabriel Aguilera. En esa misma revista se encuentra el ilustrativo
trabajo de Óscar Arturo Palencia, sobre Otto René Castillo y Roberto Obregón, que hemos utilizado nosotros
para reconstruir sus trayectorias. La reunión poética más orgánica que se tiene es la antología de Chase, cuya
segunda edición apareció en San José, Costa Rica en 1,982, y es esa la que utilizamos para este estudio.
(*) Escritor guatemalteco y colaborador de ContraPunto
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