63 canciones - Alberto Escudero

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63 CANCIONES
Letras
Alberto Escudero
ÍNDICE
1. Presentación ……………………………………………. 4
2. Siempre es domingo por la tarde ……………………… 5
3. Cómo serán ……………………………………………
6
4. No sea que te pase algo ………………………………… 7
5. Premier/dernier amour ………………………………… 8
6. La picazón ……………………………………………..
9
7. Variaciones metaoftálmicas ……………………………. 10
8. Auténticas mentiras, verdades falsas ………………….. 11
9. Qué maravilloso es el silencio cuando no hay soledad .. 12
10. Con el rosario en la mano …………………………… 13
11. A salvo de la muerte del deseo ………………………. 14
1
12. Soñé con las hermanas Labèque …………………….. 15
13. Qué hay detrás de tus ojos ……………………………. 16
14. Excesos del individualismo ………………………….. 17
15. Muerto de hambre y pecador ………………………… 19
16. Sólo te tengo a ti ……………………………………… 20
17. Debajo del puente romano ………………………….. 21
18. Corrido de Lucio Chávez …………………………….. 22
19. Te estoy escribiendo una carta ……………………….. 23
20. Por si alguna vez me dejas ………………………….. 24
21. Verrà la morte e avrà i tuoi occhi ............................. 25
21A. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos ………………. 26
22. ...Y se entregan …………………………….………… 27
23. Por el Paseo de Rosales ……………………………… 28
24. Una nueva bicicleta ………………………………….. 29
25. La Infanta doña Eulalia …………………………….. 30
26. Amor prohibido ……………………………………… 31
27. Es difícil de creer ……………………………………. 32
28. Una tarde en las galeras …………………………….. 33
29. Sólo hay una primera vez …………………………
34
30. Alegres trópicos ……………………………………. 35
31. 14 de Agosto ………………………………………. 36
32. Ay, bella Jacoba ……………………………………. 37
33. Cementerio de coches ……………………………… 38
34. La vecinita de enfrente ……………………………… 39
35. La mujer de mis sueños …………………………….. 40
36. Qué menos que cinco horas ………………………….. 41
37. El catálogo …………………………………………… 42
38. Cesión en alquiler …………………………………... 43
39. La suma de todos esos ratitos ……………………… 44
2
40. Tú me lo inoculas, yo me lo administro ……………….. 45
41. El siniestro olor de la pólvora ……………………….46
42. Malambo del podoescopofílico. …………………….. 47
43. En el Jardín Botánico ……………………………….. 48
44. Señas de identidad ……………………………………. 49
45. Contratiempo en Naco Nogales …………………….. 50
46. Southern Arizona ……………………………………. . 51
47. Douglas City of my mind …………………………….. 52
48. Orden edipiano de los quereres ………………………. 53
49. Mail a la señora Estrada ……………………………… 54
50. Quisiera ver tu sonrisa ……………………………….. 55
51. Un libro de autoayuda ………………………………... 56
52. La joven Lola ………………………………………… 57
53. La pastilla que acrecienta la autoestima ………………. 58
54. Nunca podremos restañar tu ausencia ……………… .. 60
55. El divorcista ………………………………………….. 61
56. Secular tristeza del currela …………………………… 62
57. Esencia/apariencia …………………………………… 63
58. Propuesta de letra para el himno nacional …………….. 64
59. Está todo muy mal …………………………………. .. 65
60. Cantata Agnóstica …………………………………… 66
61. Delante y detrás ……………………………………… 71
62. Un pequeño hueco …………………………………… 72
63. Las Matemáticas ……………………………………... 73
3
1. Presentación
Sólo unas palabras de consuelo a priori:
podían haber gastado su tiempo en cosas peores.
Pero ya veo que no, ya veo que no les importa
acrecentar su tasa de muermo escuchando estas coplas.
Coplas plagadas de rimas que se ven venir de lejos,
con estructuras armónicas más vistas que el tebeo.
Coplas que son una muestra de culturas varias,
incluida la cultura popular y por tanto reaccionaria.
Y las letras son hallazgos de sobadas evidencias,
a duras penas enmascaradas en la grandilocuencia.
Coplas que tratan de huir de la trivialidad apasionada,
y se empantanan de bruces en la trascendencia más descafeinada.
Coplas que tan sólo refieren historias reales,
se trata por tanto de coplas vulgares.
Y serán además las coplas más tristes que se hayan oído
en esta ciudad, empedrada de deseos marchitos.
Escucharán un claro repertorio de oscuras propuestas
(defraudado sin remedio quedará quien espere una respuesta).
Y no habrá consuelo para aquéllos que no se resignan
a vivir en el vacío producido por la falta de consignas.
También se hablará de desamores excitantes y amores insulsos,
y de sólidas ideologías que se fragmentan en subproductos.
Y lo cotidiano, lo inaudito, y lo ayer efímero y hoy duradero...
Todo ello, todo tiene cabida, en las atormentadas sociocoplas de Escudero.
4
2. Siempre es domingo por la tarde
Iba yo con mi chica, íbamos del brazo.
Como lo nuestro iba en serio, ya no íbamos de la mano.
Era una tarde apacible de un día de primavera;
todo el mundo paseaba calle abajo calle arriba,
nosotros nos sepultamos en una cafetería.
Estaba bien aquel sitio, estrecho y con poca luz;
nos sentamos en silencio, no encontramos qué decirnos,
como lo nuestro iba en serio, estaba ya todo dicho.
Hay gente que se deprime los domingos por la tarde;
no se dan cuenta que siempre, es domingo por la tarde.
El tiempo pasaba lento, como tiene que pasar,
que cuando pasa deprisa, se ve con mucho dolor
que el tiempo que viene luego es igual que el anterior.
Era una tarde apacible de un día de primavera.
Al fondo del saloncito vimos un resplandor,
era el entrañable brillo de la televisión.
Al ver el televisor suspiramos aliviados;
lo mejor que puede hacerse, los domingos por la tarde,
es quedarse bajo techo, atrapados por la imagen.
El camarero nos trajo calamares y pimientos;
como lo nuestro iba en serio, no empleamos los cubiertos.
Hay gente que se deprime los domingos por la tarde;
no se dan cuenta que siempre, es domingo por la tarde.
5
3. Cómo serán
Cómo serán; las palmas de tus manos, cómo serán.
Todas las noches, en cuanto apago la luz la veo;
cierro los ojos, y todavía las veo más...
Pero nunca las siento. Por eso hace tiempo que a mi Santa Patrona
sólo rezo una plegaria:
que no me deje morir sin que al menos una vez amanezca entre tus manos.
Cómo serán; cómo serán tus labios, cómo serán.
Serán dulces o amargos, callados o incansables,
y qué chasquido harán, al besar.
Me estremezco al pensarlo. Y pienso también en su textura y el grosor,
y en el grado de humedad...
Y cómo será el sabor de tu saliva, el rumor de tu aliento.
Cómo será; el resto de tu cuerpo cómo será.
Tu cuerpo es como tú, un enigma sinuoso,
que invita a adentrarse y nunca regresar; y en mis larguísimas noches,
mis manos y mi boca te buscan incesantes, se cierran en el vacío,
y me parece vivir un naufragio interminable, un sueño sin sentido.
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4. No sea que te pase algo
Para A.C.
Cuando salía a pasear la hija de doña Amelia,
tenía que volver a casa antes de las nueve y media.
Nunca le explicó su madre las razones de este horario,
se limitaba a decirle: no sea que te pase algo.
“Madre, ¿qué me ha de pasar?”, “Hija no seas indiscreta,
que hay cosas que todavía no tienes por qué saberlas”.
No quisiera adelantarme a los acontecimientos,
pero en asunto de hijas conviene andarse con tiento;
porque aquello que se oculta, se convierte en clandestino,
y allí se extravían las honras, que no hay lugar más propicio.
No preguntó más la niña; tuvo un sentimiento vago:
debía de ser buena cosa que a una le pasara algo.
Un martes por la mañana investigó con su primo;
un sábado por la tarde, con el hijo de un vecino;
y otro día con Olegario, y con Eusebio el del molino.
Pero no le pasó nada; a ellos sí les pasó algo,
que todos sin excepción, resoplaban como asnos.
No me place ser cronista de estos acontecimientos,
que pretenden ser un drama y no llegan a esperpentos.
Porque el gasto de la honra sólo acarrea desengaños:
menguado valor de uso, de tan gran valor de cambio.
Se casó con uno de ellos, uno con cierta solvencia,
que cuando no pasa algo es mejor sentar cabeza.
Tuvo luego varias hijas, y nunca a ninguna de ellas
obligó a volver a casa antes de las nueve y media.
A todas les pasó algo, y no deja de pasarles,
y están que da gusto verlas, de guapetonas y amables.
7
5. Premier/dernier amour
A L.H.
Vive tu premier amour como si fuese le dernier.
Vive tu dernier amour como si fuese le premier.
Son los dos únicos amores que tienen interés,
y los que hay entre uno y otro: il faut les oublier.
A partir de cierta edad y vivir amores varios,
no hay más remedio que admitir que el proceso es rutinario.
Desde hace varios siglos se suceden las tres fases,
a saber: planteamiento, desarrollo y desenlace;
y la única manera de escapar a este destino
es buscar grandes amores que aunque sean definitivos,
combinen la ilusión de la eterna juventud
con el sereno sosiego de la decrepitud...
Vive tu premier amour como si fuese le dernier.
Vive tu dernier amour como si fuese le premier.
El primer amor jamás deberá ser el primero,
tampoco el último amor habrá de ser el postrero.
El último primer amor es el más inolvidable,
mejor que tarde en llegar, no conviene apresurarse.
El primer último amor resulta siempre inquietante,
es por ello aconsejable superarlo cuanto antes,
pero verdadero amor, sólo hay cuando parece
que es el primero, va a ser el último, y es para siempre...
Vive tu premier amour como si fuese le dernier.
Vive tu dernier amour como si fuese le premier.
Son los dos únicos amores que tienen interés,
y los que hay entre uno y otro: il faut les oublier.
8
6. La picazón
A Fernando D.M.
Cuando me pica te quiero, cuando no me pica, no;
no conviene confundir la pasión con la picazón.
Te llamo de vez en cuando, cuando ya no puedo más,
y me acusas de cinismo
por llamarte siempre para lo mismo.
De todos modos, mejor es esto que lo que hacen otros,
que nada más te llaman cuando están solos
y huyen del silencio que les aterra,
y sólo cuentan su vida, sólo cuentan penas.
Por lo demás, / ya lo dijo Simón de Beauvoir:
la soledad es permanente;
la picazón: intermitente.
Muchos picores / no se deben a los amores;
parece deseo / y sólo es falta de aseo,
siempre conviene / cuidar la higiene.
Más no pretendo, con esta absurda copla, dar mal ejemplo,
en contra de la virtud, que cada día hay menos,
y es algo que hay que guardar como una joya,
sobre todo cuando no se tiene otra.
Cuando me pica te quiero, cuando no me pica, no;
no conviene confundir la pasión con la picazón.
Pero a mí me cuesta distinguir la pasión de la picazón,
cuando me pica te quiero, cuando no me pica: no.
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7. Variaciones metaoftálmicas
(Madrigal de Gutierre de Cetina)
Ojos claros, serenos;
si de un dulce mirar sois alabados
¿por qué si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos
más bellos parecéis a aquél que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos;
ya que así me miráis, miradme al menos.
(2 variaciones de Escudero)
Ojos grises, difusos,
que muy de tarde en tarde os prodigáis,
y un instante después os esfumáis.
Parecéis hechos de niebla,
de neblina quizás, y evanescente,
y vuestro brillo inmanente
es como el húmedo brillo de la piedra.
No entiendo vuestra reserva,
ojos grises, difusos,
y tan sobria difusión me trae confuso.
Ojos verdes, altivos,
ennoblecidos en el desinterés,
y que siempre miráis a mi través.
Cuando atravesáis mi alma
siento que se enfría mi cálida esencia,
sólo apreciáis mi transparencia
y parece que mi cuerpo os estorbara.
No quiero vuestra mirada,
ojos verdes, altivos,
que sólo os interesa mi vacío.
10
8. Auténticas mentiras, verdades falsas
No me preguntes más, o tendré que contarte una mentira.
No me preguntes más, que no quiero decirte la verdad.
Y en esto que te acabo de decir, no sé si advertiste:
que la mentira es texto que se cuenta
y la verdad sólo es algo que se dice.
La verdad es exacta y pretenciosa, y resulta solemne y aburrida;
la mentira no pretende ser exacta, y su única ambición es narrativa.
No me preguntes más, que pones a prueba mi imaginación.
No me preguntes más, que la verdad destruiría nuestro amor.
Y a esto otro que te acabo de decir se podría añadir:
entre todas las respuestas posibles,
la verdad es sin duda la más simple.
Los amores basados en verdades enseguida se convierten en ruinas;
sólo alcanzan una cierta solidez los que están cimentados en mentiras.
No me preguntes más, y si me quieres preguntar, recuerda:
que las mentiras son siempre apasionadas,
y las verdades en cambio son frías,
y sólo se pueden decir poco antes de las despedidas.
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9. Qué maravilloso es el silencio cuando no hay soledad
Nunca olvidaré el día que la vi por primera vez.
Caminaba yo a media tarde por una calle poco concurrida.
Eché una mirada distraída a un pequeño y mugriento escaparate,
y quedé petrificado: estaba allí, oh sí, era ella, y estaba allí.
Entré en la tienda y le dije sin más al dependiente, temblándome la voz:
Buenas tardes. He estado soñando con esa chica años y años.
Y me dijo el dependiente: no entiendo exactamente lo que quiere usted decir.
Digo que esa chica es para mí; oh, sí: estoy seguro: esa chica es para mí.
Recuerdo también que aquella misma tarde fuimos a mi casa.
Ya se sabe que hoy en día se inician los amores de modo muy rápido,
aunque tengo que admitir que, incluso en estos tiempos, resulta un poco raro
que entre uno en casa llevando a la chica que ama debajo del brazo.
Qué pasivos y qué honestos eran sus besos,
qué elocuentes y profundos sus silencios;
y cuánta compresión e inteligencia había en su mirada, a pesar de ser fría;
que las miradas ardientes y fogosas son propias de gente poco instruida.
Una tarde llegué a casa, y como siempre me senté junto a ella en el sofá.
Le conté, como siempre, las humillaciones que había sufrido en la oficina.
Ella no apartaba la vista del televisor, mientras yo me desahogaba.
Una cálida penumbra nos envolvía; de pronto advertí que no tenía buena cara.
Encendí las luces, y al mirarla de nuevo me dio un vuelco el corazón:
incontables arrugas rodeaban sus ojos, le colgaban las mejillas,
y una doble o triple papada le colgaba también.
Qué horror, Santo Dios; qué manera más tremenda de envejecer.
Aquello, desde luego, parecía una burla cruel del destino, y decidí
que no había más remedio que tomar una decisión.
Me arrodillé en la alfombra, me incliné sobre ella y le di un poco de presión,
y enseguida recobró la tersura, oh sí, y la hermosura,
y enseguida renació mi amor.
Qué pasivos y qué honestos eran sus besos,
qué elocuentes y profundos sus silencios;
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y cuánta placidez infundía su mirada, cuánta quietud y cuánta paz.
Ella me enseñó qué maravilloso es el silencio cuando no hay soledad.
10. Con el rosario en la mano
(1ª parte: poema anónimo mexicano del XVII. 2ª y 3ª parte: Alberto Escudero)
La mujer:
Mi marido está en la cama,
yo estoy en la cabecera
con el rosario en la mano,
rogándole a Dios que muera.
Muchacho corre a la iglesia,
dile al Sacristán Mayor
que repique la campana,
que mi marido murió.
Muchacho ve al cementerio,
dile al maestro albañil
que le aprieten bien la tierra,
que no se vaya a salir.
El marido:
Mujer ya estoy en el cielo,
dónde iba a estar si no,
que contigo fue el infierno,
así se lo he dicho a Dios.
Así se lo he platicado,
y Dios me ha prometido
que antes de lo que piensas
te va a dar tu merecido.
Yo te perdono mujer,
pero Dios es justiciero:
te va a resultar difícil
no acabar en el brasero.
La mujer:
Eres cruel y mentiroso,
y además te contradices:
si me llamas desde el cielo
será porque Dios no existe.
Pero si no existe Dios,
quien ocupe su lugar
ha escuchado mis plegarias
y las ha hecho realidad.
Tengo el corazón alegre,
sin rencor ni desconsuelo:
adiós, que me voy al baile,
la vida empieza de nuevo.
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11. A salvo de la muerte del deseo
Hombre:
Cuando te veo en la calle se me olvida a donde iba.
Te sigo sin que me veas,
y sólo te veo a ti, aunque estén las calles llenas.
Mujer:
Cuando veo que me sigues se me olvida a donde iba.
Camino calles y calles,
y quiero que se pare el tiempo y el camino nunca acabe.
Hombre:
Y de ver cómo caminas suspiro cuando respiro,
con los dientes apretados,
y se me seca la garganta y trago saliva en vano.
Mujer:
Tu mirada es tan intensa que me atraviesa el vestido,
que me levanta del suelo,
y cada paso que doy es un estremecimiento.
A dúo:
Prométeme que nunca, nunca nos conoceremos,
y así mantendremos nuestro amor
a salvo de la muerte del deseo.
Hombre:
Ahora ya sé donde vives, sé cual es tu habitación
y donde está la ventana.
La vigilo cada noche, sumido en la taquicardia.
Mujer:
Cuando me quito la ropa, no es la brisa de la noche
lo que agita los visillos:
es tu tremenda mirada y siento un escalofrío.
Hombre:
Y luego en mi casa veo que lo que acabo de ver
no puedo dejar de verlo,
y paso la noche en blanco prefiero soñar despierto.
Mujer:
Y cuando apago la luz sé lo que voy a soñar:
siempre es el mismo sueño,
y me abrazo a la almohada, me abrazo y me restriego.
A dúo:
Prométeme que nunca, nunca nos conoceremos,
14
y así mantendremos nuestro amor
a salvo de la muerte del deseo.
12. Soñé con las hermanas Labèque
(A José Luis P.)
He vivido dos días en una nube, porque anteayer de nuevo soñé
con las Hermanas Labèque;
Todo empezó no hace mucho. Una noche soñé con el Señor de los sueños,
que nada más verme me dijo: ¿Qué hace usted aquí tan triste y tan solo?
Le respondí: Lo uno es consecuencia de lo otro,
y estoy buscando a alguien con quien soñar.
Y él me dijo: Esto es el reino de los sueños; es difícil que encuentre algo factible:
dedíquese mejor a lo imposible.
Le agradecí el consejo, y aquella misma noche soñé
con las hermanas Labèque.
Soñé que estaba con ellas en un lujoso restaurante,
porque además de soñador también soy un muerto de hambre.
Pero esa noche yo no probaba bocado,
sólo rezaba: Ay, Señor:
ellas son dos,
y una sólo ya es demasiado.
El Señor de los sueños vino en mi ayuda,
y me dijo: si una sólo ya es demasiado,
¿qué más le da que sean dos o que sean cuatro?
Me tranquilizó bastante su razonamiento,
de modo que empuñé el tenedor y ataqué el guiso de pimientos.
Y cuando se fueron los parroquianos:
Una se sentó al piano, y con la otra bailé
varios valses de Chopin.
Luego se intercambiaron, y bailé con la segunda
apasionantes mazurcas.
Después pusimos un disco, y nos marcamos los tres
el Bolero de Ravel.
Y tomamos tantas copas que ellas se empecinaron
en tocarme a cuatro manos...
Y no les puedo contar más,
que me tengo que volver a casa a acostar,
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a ver si sueño otra vez
con las hermanas Labèque.
13. Qué hay detrás de tus ojos
(Para E. C.)
Puerta de la catedral;
poca gente la vio abierta,
nunca nadie pudo entrar.
Convento con altas tapias;
compraría una escalera,
si hubiera donde apoyarla.
Qué hay detrás de tus ojos,
me pregunto cada vez,
que me cruzo contigo
y me miras sin ver.
Alta y noble celosía;
con polvorienta persiana,
que tan sólo el viento agita.
Ventana de negras rejas;
tanto tiempo sin presencia,
se secaron las macetas.
Qué hay detrás de tus ojos
me pregunto cada vez,
que me cruzo contigo
y me miras sin ver.
Y hace ya más de dos años
que sólo salgo de casa
el día que está nublado,
porque el día que hace sol
te pones gafas oscuras
y el que se nubla soy yo.
Qué hay detrás de tus ojos
me pregunto cada vez,
que me cruzo contigo
y me miras sin ver.
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14. Excesos del individualismo
Desde hace algunos meses he notado
que de nuevo soy propenso,
a pensar en mí mismo todo el tiempo,
y con frecuencia más que inusitada
me practico interminables tocamientos,
deshonestos, por supuesto.
Mi señora no tardó en advertir, con cierta pena,
que las cosas no eran como antes,
y como vio que yo andaba preocupado
se ofreció a echarme una mano.
Le dije que se lo agradecía,
pero me apaño muy bien con las mías.
Un día tomé la cartilla del seguro
y me fui al ambulatorio de la esquina.
El médico, de cabecera, enseguida me envió al especialista,
que apenas me escuchó cinco minutos
y me mandó todo tipo de pastillas.
Saqué del banco todos mis ahorros, y visité a un psicólogo privado,
que me privó de mis ahorros, por adelantado.
Luego me ordenó que me tumbara en el diván y le hablara de mí mismo.
Así lo hice, y poco a poco... se me fue desatando el individualismo,
y cuando me pude aguantar más,
me practiqué un compulsivo tocamiento, allí mismo, en el diván.
Me pusieron en la calle, con malos modales.
Camino de casa me topé con una iglesia.
Había allí un cura que yo tenía en gran estima,
porque, con cierta frecuencia, maridos de beatas
lo esperaban a la puerta con estacas.
Me llegué al confesionario y le dije: por dónde quiere que empiece.
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Él me dijo: dígame primero cuántas veces.
Yo le dije: todas las que pude, no lo dude.
Y él me dijo: Vaya por Dios. No sé si usted sabrá que:
Desde hacia varios siglos es bien sabido,
y la ciencia lo ha corroborado: que, debido a los excesos del individualismo,
se reblandece la médula espinal,
se deteriora la corteza cerebral
y sobreviene la locura, y se acaba cayendo en el darwinismo,
el conductismo, y otras desgracias del protestantismo.
Tanto miedo me metió en el cuerpo, que no he vuelto
a incurrir en auto-tocamientos.
He renunciado por tanto a la imaginación
y las cosas parece que me van algo mejor.
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15. Muerto de hambre y pecador
Hace de esto muchos años, tantos que naide se acuerda,
llegaron los hombres blancos con caballos y escopetas.
Eran los conquistadores, los primeros que llegaron,
después vinieron los curas (unos tipos de cuidado):
nos impusieron sus dioses y el perdón de los pecados.
Enseguida nos dijeron que hay un pecado que no,
no se puede perdonar: el no querer trabajar, de sol a sol,
por lo que te quieran dar.
Trabajo de sol a sol cuando los días son largos,
que cuando los días son cortos bien de noche me levanto.
No me llega pa’ comer después de tanto trabajo;
si voy a morir de hambre trabajando demasiado,
mejor me tumbo a la sombra y me muero descansado.
Y enseguida me dijeron que descansara sin miedo;
porque si muero de hambre y me muero sin alzarme contra mi dueño,
me voy derechito al cielo...
Ay, que al cielo no quiero ir que allí estará el hombre blanco
y no me quiero pasar la eternidad trabajando.
Y además, no puedo ir, porque soy gran pecador,
y sólo voy a la iglesia a pedirle al señor cura
que me explique en qué consiste el pecado de la gula.
Y enseguida me aconseja que deje de preocuparme,
que los vicios de los blancos están fuera del alcance, gracias a Dios,
de la gente como yo...
Hace de esto muchos años, tantos que naide se acuerda,
llegaron los hombres blancos con caballos y escopetas.
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16. Sólo te tengo a ti
Sólo te tengo a ti, sólo te tengo a ti.
[Equis te-erre-cinco barra dieciséis. Veinticuatro válvulas.
Dos mil seis cientos centímetros cúbicos.
Turbo, por supuesto. Cierre de puertas centralizado.
Elevalunas eléctrico. Llantas de aluminio estampado.]
Sólo te tengo a ti, sólo te tengo a ti.
Qué largas se me hacen las tardes en la oficina,
contando los minutos que faltan para estar contigo.
Y cuando llega la hora y salgo te veo,
tengo que hacer un esfuerzo para no correr hacia ti, mi amor:
eres lo único que tengo, lo único que tengo.
Cuando me introduzco en ti, soy otro hombre,
soy tan distinto que apenas me reconozco,
y dejo de pensar en mí: sólo pienso en nosotros,
porque sin ti no soy nada, no existo fuera de ti, mi amor:
eres lo único que tengo, lo único que tengo.
Vámonos juntos, vámonos juntos los dos.
Y aunque se pare, se acabe o se caiga el mundo,
nosotros siempre estaremos moviéndonos, moviéndonos.
Moviéndonos, moviéndonos,
de aquí para allá y de allá para acá sin parar.
Llévame lejos, no importa a dónde:
llévame lejos de mí.
Domingo por la mañana, cuánta quietud;
salimos de la ciudad por calles desiertas.
Nos vamos al campo los dos, a solas tú y yo,
y en un arroyo cristalino lavo tu hermoso cuerpo, mi amor,
y tu piel reluce tersa, y el sol te acaricia y levanta mil brillos.
Miro hacia lo alto del cielo azul,
y le doy gracias a Dios por haberte encontrado,
y le doy gracias a Dios por tenerte.
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Sólo te tengo a ti, sólo te tengo a ti.
17. Debajo del puente romano
Debajo del puente romano, / ay, serrana, yo te di un beso.
Llevaba más de cuatro años / soñando con aquel momento.
Los pájaros enmudecieron, / callaron ranas y grillos,
el viento quedó en suspenso / y también se detuvo el río.
Noté que cerrabas los ojos, / que en estos casos es lo normal,
sin embargo a mí este gesto / me dio bastante que pensar,
que siempre es apasionante / estudiar los gestos instintivos
al objeto de determinar, / si son innatos o son adquiridos.
Hay virtudes fundamentales, / como la honestidad y el recato
que son propias de la mujer / y sin duda pertenecen a lo innato.
Pero ya comprenderás / que después de ver tu forma de besar,
ay, serrana, / la virtud estaba fuera de lugar.
Una tremenda sospecha / empezó a corroer mi alma,
porque en asunto de besos / no hay nadie que sea autodidacta.
No existen clases teóricas, / y en los libros honestos nunca se cuenta
el movimiento del labio inferior, / o el dulce serpenteo de la lengua.
Debajo del puente romano / me di cuenta, para mi desdicha,
que habías perdido la inocencia, / y ni siquiera intentabas fingirla.
El sol se estaba poniendo, / la noche era un mal presagio,
lúgubre silbaba el viento / debajo del puente romano.
Las ranas me ensordecían / y les tiré algunas piedras,
los grillos desafinaban / y el río era pura pestilencia.
Una cosa saqué en claro: / no me gustan los puentes romanos,
me parecen una antigualla, / prefiero los puentes metálicos.
21
18. Corrido de Lucio Chávez
Para Octavio Paz
Llamaron a Lucio Chávez / un miércoles bien temprano,
a las diez de la mañana;
golpiaron en su puerta, / y también en la ventana.
Chávez abrió medio ojo, / dio un codazo a su quelite
y le dijo con buenas palabras:
asómate a ver quién es, / y mándalo pa' la chingada.
Los otros desde la calle / gritaron a Lucio Chávez:
levántate y vámonos;
no conviene llegar tarde /a la revolución.
Chávez maldijo entre dientes, / se paró sobre el petate
y con tristeza infinita
cantó sin afinación / la copla que viene ahorita.
Ya hice una revolución, / y no tardé en darme cuenta
que no ha servido de nada,
que ya están otros chupando / la sangre del que trabaja.
Me valen madre los cambios; / ya lo dijo Lampedusa,
que era un cuate muy cabal:
conviene que cambie todo / pa' que todo siga igual.
Se arman los terratenientes / y los grandes industriales,
se arman los sindicalistas, / gritan los intelectuales,
hay tumultos y motines, / se alzan los generales...
Viene la confrontación, / y los pobres vamos siempre
como carne de cañón.
Desde fuera le dijeron: / no hace falta que te extiendas,
que eso ya nos lo sabemos;
somos revolucionarios, no somos nada pendejos.
Han dicho en la televisión que ha dicho don Octavio Paz
que hay crisis de ideologías:
vayamos a replegarnos / en las escenografías:
caballos negro azabache, / cananas y sombrerones,
carabinas treinta-treinta, / estampido de cañones,
cabalgadas, polvaredas, / heroísmo y deserciones...
Vámonos a la pelea,
que es el único contexto / donde los hombres se prueban.
Se fueron a peliar, y no sabían contra quién, / porque es cosa de cobardes
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ir a la revolución sabiendo bien / contra quien / hay que peliarse.
19. Te estoy escribiendo una carta
Aquí me tienes de nuevo, / al pie, de tu inaccesible y bella ventana.
Sólo he venido a decirte / que te estoy escribiendo una carta.
Sé que aguardas mi serenata, / pero esta noche no voy a cantar:
he decidido dejarlo: / lo mío es el género epistolar.
Llevo casi quince días / encerrado a cal y canto en mi casa,
sentado a solas frente al papel / y no se me ocurre nada,
nada que exprese lo que siento,
nada que no haya dicho a otras:
nada nuevo.
Y creo saber la razón / de que no se me ocurra nada:
se me han gastado las palabras de amor / se me han gastado de tanto usarlas.
No me queda otro remedio / que transcribir las bellas palabras
de los poemas ininteligibles / y de las películas subtituladas.
Y si con este repertorio / consigo escribirte la carta,
sé que la leerás de un tirón / y me tirarás la escala.
Debido a mi edad,
preferiría que me tiraras
la llave del portal.
Y ahora debo alejarme / de tu elegante y alta ventana;
tengo que seguir intentando escribirte la carta.
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20. Por si alguna vez me dejas
Por si alguna vez me dejas, / he compuesto esta canción,
porque estoy casi seguro / que luego no estaré de humor.
Ya la tengo terminada, / y si tienes ahora un rato,
voy a buscar los papeles / y enseguida te la canto,
verás que en los momentos amargos / es cuando de veras soy apasionado.
Jamás olvidaré el día en que me dejaste;
ha pasado casi un año
y parece que haya sido / ayer por la tarde.
Recuerdo que bajé con tu carta a la bodega;
abrí una botella del setenta,
para que la tragedia se me hiciera más llevadera.
Pero no abrí la carta. / Sabía que odiabas escribir,
nada podías decir que no se adivinase,
ya lo advirtió Mac-Luhan: / el medio es el mensaje.
Y a la segunda botella / empecé a darme cuenta
de lo muy lejos que estaba / de empezar a admitir tu ausencia,
y aquí sigo todavía, / pendiente de los ruidos de la puerta.
Pero ahora ya no sé si quiero que vuelvas,
no quiero que me veas así,
aunque dudo mucho de que me reconocieras.
Ahora soy /
como un perro al que pillan cien coches
y se queda al borde de la carretera,
sólo y destruido,
una vaga forma y una piel reseca.
Sólo y destruido.
Y nada más me queda una idea:
mil veces que naciera
mil veces volvería
a incurrir en ti.
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21. Verrà la morte e avrà i tuoi occhi
Cesare Pavese, 1950
Verrà la morte e avrà i tuoi occhi
questa morte che ci accompagna
dal mattino alla sera, insonne,
sorda, come un vecchio rimorso
o un vizio assurdo. I tuoi occhi
saranno una vana parola,
un grido taciuto, un silenzio.
Cosí li vedi ogni mattina
quando su te sola ti pieghi
nello specchio. O cara speranza,
quel giorno sapremo anche noi
che sei la vita e sei nulla.
Per tutti la morte ha uno sguardo.
Verrà la morte e avrà i tuoi occhi.
Sarà come smetere un vizio,
come vedere nello spechio
riemergere un viso morto,
come ascoltare un labbro chiuso.
Scenderemo nel gorgo muti
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21A. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Cesare Pavese
(Versión de Alberto Escudero)
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esta muerte que nos acompaña
la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo resentimiento
o un vicio absurdo. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando a solas te inclinas
sobre el espejo. Tengo la esperanza
de que ese día sabremos también
que eres la vida
y eres la nada.
La muerte tiene una mirada para cada uno...
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
que emerge, un rostro muerto,
como escuchar labios cerrados.
Descenderemos al remolino, silenciosos.
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22. ...Y se entregan
De Oliverio Girondo
Se miran, se presienten, se desean,
se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se demudan,
se adormecen, despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
se desgarran, se muerden, se asesinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehúyen, se evaden y se entregan.
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23. Por el Paseo de Rosales
Para C.d.B.
Me asombro al medir el tiempo:
Qué largo es hacia delante,
y hacia atrás qué corto es;
han pasado cinco años
y parece que fue ayer.
Caminábamos de la mano
por el Paseo de Rosales,
camino del cine,
echaban una película
de Woody Allen.
Deseé con todas mis fuerzas que el tiempo se parara,
o que la acera del Paseo de Rosales
se prolongara hasta el Japón.
Pero el tiempo nunca se para
y las aceras terminan enseguida
y no se prolongan nada.
Las aceras del Paseo de Rosales
son cortas pero son altas,
esos nos pareció,
porque además de ir de la mano
levitábamos.
Era una tarde de principios de Julio, con cierta visibilidad;
contemplamos el parque del Oeste
Majadahonda y El Escorial.
Quiero seguir para siempre allí arriba,
mi mano en tu mano,
la tuya en la mía...
Cinco años han pasado desde aquello
y noto que mi corazón se ha hecho tan grande
que apenas me cabe,
y es que llevo dentro de él
un buen trozo del Paseo de Rosales.
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24. Una nueva bicicleta
Ayer he visto al amigo de mi madre
que iba con una mujer, de bastante buen ver.
He estado en casa de mi padre anteayer
y he visto allí una señora
que no era la misma que había hace un mes.
A la vista de tanta promiscuidad
voy a pedir una nueva bicicleta a mi papá.
Y si no me la quiere comprar
mi mamá me la comprará,
o me la compra el amigo de mamá,
o me la compra la amiga de papá,
o me la compra la amiga del amigo de mamá,
o me la compra el amigo de la amiga de papá.
Igual me da.
Y tengo mi habitación
que no me cabe ya ni un alfiler:
¡Vivan los padres disolutos!
¡Viva el Corte Inglés!
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25. La Infanta doña Eulalia
(Popular, años 50, con algunas aportaciones)
La Infanta doña Eulalia / se atusaba el chiribí con una dalia,
y la Infanta doña Isabel / hacía lo propio con un clavel.
No podemos cruzarnos de brazos
ante unos hechos tan disparatados:
Es preciso amonestar a las Infantas
por el mal uso que hacen de las plantas.
El obispo de las Islas Filipinas / con la picha abre latas de sardinas,
y el obispo de las Islas Baleares / abre las latas de calamares.
Hay quien dice que la Iglesia sólo es
una pálida sombra de lo que fue.
Pero en la picha de sus eminencias
no se ven indicios de decadencia.
Un gato y una gata pocos expertos / se pusieron a ligar cerca de un huerto;
se subieron a lo alto de un ciruelo / y se dieron una hostia contra el suelo.
Para evitar semejantes deslices
hay un antiguo proverbio que dice:
Si te quieres trincar a la que amas
no te andes nunca por las ramas.
Un Papa lascivo y casquivano / varias putas metió en el Vaticano.
Por no tomar las debidas precauciones / pilló unas tremendas purgaciones.
Aunque usted, señora, no lo crea
ya se dijo en el Concilio de Nicea:
el Papa nunca falla con la boca,
pero con la picha casi siempre se equivoca.
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26. Amor prohibido
Cuando la vida sea una apuesta / a ver cuánto resistes,
y hasta los días soleados / resulten grises.
Cuando veas que todo queda
bajo el manto de plomo del hastío,
búscate un amor,
un amor prohibido.
Ay amor, amor prohibido,
por la inmensa mayoría de los vecinos,
por los curas y los taxistas,
y por la Madre Naturaleza,
que es de derechas.
No volverás a ver en tu rostro / esa expresión macilenta,
y podrás mostrar con orgullo / profundas ojeras.
Mas cuando veas que ese amor
te lleva sin remedio hasta la tumba,
tendrás que abrirte
con cualquier excusa.
Busca entonces un amor puro y sincero,
un amor correspondido y organizado,
que no pregunte y que siempre espere,
y que en las tardes lea la prensa
de centro izquierda.
Volverás a caer en el muermo / y sentirás añoranza,
y es muy probable que vuelvas / a las andadas.
En la vida hay algunos ciclos
que debes recorrer,
si quieres tener
algo que contar en el asilo.
Ay amor, amor prohibido,
por los jueces y la pasma, y los vecinos,
por la ética y la estadística
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y por los probos funcionarios
de las ventanillas.
27. Es difícil de creer
Es difícil de creer que haya algo más aburrido
que un marido,
sobre todo si se trata de un marido fiel.
Hay maridos que llegan siempre a casa antes de las seis,
se sientan junto a su señora en el sofá
y no tienen otros amores, ni una sola aventura que rememorar.
Su señora lo tiene bien segurito,
considera innecesario seducirlo;
viste siempre la misma bata,
zapatillas sórdidas y engorda como una vaca.
El marido se resigna y pierde todo aliciente,
y quizás no llegue nunca a ser consciente
de que con gente como él, la dinámica social se estanca,
y desciende casi en picado la renta per cápita.
Es difícil de creer que haya situación más penosa
que tener esposa,
sobre todo si se trata de una esposa infiel.
Hay esposas que llegan siempre a casa pasadas las diez
y que a pesar de la dura jornada laboral
su rostro resplandece y una sombra de culpa lo embellece aún más.
El marido se dobla sobre su esófago
y siente que tiene allí dentro
una bola de plomo ardiente,
y que sus sólidos esquemas se reblandecen.
Pierde la confianza en sí mismo
y se queda justo al borde del abismo,
y desde allí constata que la sociedad se resquebraja,
y que tantos siglos de progreso se quedan en nada.
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28. Una tarde en las galeras
Por no querer servir al Rey, nuestro señor,
me cortaron las orejas, me marcaron con un hierro
y me enviaron a galeras.
Y aquí me tienen vuesas mercedes,
remando todo el santo día,
bronceado por el sol
que atraviesa las rendijas de la tablazón.
Surcamos todos los mares,
hostigamos y apresamos los navíos comerciales,
sobre todo si son turcos y también los protestantes,
que ha dicho el Rey, nuestro señor,
que son guerras de religión.
Mi compañero de remo y de infortunio
era un hombre ilustrado, y por tanto propenso al delirio,
ahora oiredes lo que dijo:
Esto nos pasa por haber nacido
a principios del diecisiete;
qué distinto habría sido
si hubiéramos vivido a finales del veinte.
Para entonces se habrán dado
las condiciones objetivas, y habrá caído la Bastilla,
y el Palacio de Invierno, y el palacio de Buckingham
y no habrá reyes nunca más
y viviremos en libertad.
Silbó en el aire el látigo del cómitre,
y con fuerza se abatió sobre aquel desventurado.
Y el cómitre le aleccionó:
Calla y rema con ahínco, desgraciao,
y no digas insensateces:
¿Qué te importa a ti
que haya o que no haya reyes?
El verdadero problema
son las cadenas, y las va a seguir habiendo
bastante tiempo.
Después vendrán tiempo peores,
y remaréis sin látigo ni hierros,
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remaréis de sol a sol, remaréis full time,
para poder adquirir
lo que el patrón diga que necesitáis.
29. Sólo hay una primera vez
Cuando me dijiste que te ibas para siempre
sentí que el mundo se paraba y no sabía a donde ir.
Luego has dicho varias veces
que te ibas para siempre,
pero nunca he vuelto a sentir aquello.
Sólo hay una primera vez, sólo hay una primera vez.
Cuando me dijiste que te ibas a quedar para siempre,
sentí que aquello que sentía daba sentido a mi vida.
Luego has dicho varias veces
que te quedabas para siempre
pero nunca he vuelto a sentir aquello.
Sólo hay una primera vez, sólo hay una primera vez.
Los días se suceden iguales entre sí,
es difícil que haya algo que no se pueda predecir.
De las grandes pasiones apenas quedan rescoldos,
y se perdió también la ilusión de ilusionarse,
por lo improbable que es, que ocurra algo por primera vez.
Cuando me dijiste que lo nuestro no iba a ser ya como antes,
no supe si fingir una sonrisa o simular contrariedad.
Y cada vez que me lo dices
me quedo desconcertado
pero mucho menos que la primera vez.
Sólo hay una primera vez, sólo hay una primera vez.
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30. Alegres trópicos
A Pierre Clastres
El temerario aunque piadoso misionero Dorronsoro,
en una tarde de niebla del siglo dieciocho,
se perdió en la selva impenetrable del Trópico de Capricornio.
Apareció en una aldea de salvajes bosquimanos
que al ver a un forastero se alegraron de veras,
y le invitaron a quedarse con ellos todo el tiempo que quisiera.
El misionero no tardó en comprobar que aquellos pueblos
vivían todavía en la negra noche de los tiempos:
No tenían jefes ni curas, no creían en la salvación,
ni practicaban la acumulación. No formaban familias ni clanes,
no conocían por tanto el odio, la guerra, ni el hambre.
El misionero comenzó a predicarles la doctrina,
los bosquimanos entonces, con suma cortesía
le acompañaron hasta los confines de la selva donde vivían.
Llegó a la costa como pudo y regresó a las Españas.
Entregó a sus superiores un amplio dossier.
Su relato les causó tanta impresión
que dieron cuenta a la Inquisición.
No se lo pensó dos veces el inquieto misionero
y aquella misma noche puso tierra por medio.
Y no hay sitio mejor para ocultarse
que la selva tropical e impenetrable.
Cuando estaba casi a punto de morir de inanición
se encontró con un grupo de alegres bosquimanos
que completamente semidesnudos ensayaban esta canción:
"No tenemos jefes ni curas, no creemos en la salvación,
ni practicamos la acumulación. No formamos familias ni clanes,
no conocemos por tanto el odio, la guerra, ni el hambre".
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31. 14 de Agosto
A mi abuelo Manuel Morillo,
fusilado por los golpistas tras la toma de Badajoz
A las cuatro de la tarde del día 14 de Agosto, Dios se desentendió
y entraron los nacionales en Badajoz.
Entraron por Puerta Carros, y por Puerta Trinidad,
y antes ponerse el sol, se amontonaban los muertos en la Plaza de San Juan.
Noche de calor y miedo, sólo se oían los llantos,
y en la tremenda luz del alba,
en las tapias del cementerio atronaban las descargas,
y atronaron todo el día, y muchas semanas después se seguían oyendo.
Han pasado setenta años, y nunca se ha extinguido el eco.
Muchacho estudia la historia, estúdiala y no la olvides,
que quien olvida la historia termina por repetirla; ¡es como una maldición!
Piensa en todo lo que ocurrió,
y nunca caerás en el pozo sin fondo del rencor.
Los encerraron en los chiqueros de la vieja plaza de toros.
No salió con vida nadie:
una página más de la historia de la barbarie.
Ay, Virgen de la Soledad: qué delgada y quebradiza la capa que diferencia
al hombre civilizado del hombre de las cavernas.
Los ricos contra los pobres, los pobres contra los ricos;
así son siempre las guerras,
sobre todo cuando se viven siglos de hambre y miseria,
y la desesperación hace olvidar que los amos son amos también del cañón...
Han pasado setenta años, y sigue habiendo desesperados.
Muchacho estudia la historia, estúdiala y no la olvides,
que quien olvida la historia termina por repetirla; ¡es como una maldición!
Piensa en todo lo que ocurrió,
y nunca caerás en el pozo sin fondo del rencor.
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32. Ay, bella Jacoba
Ay, Bella Jacoba, / ay: qué desastre;
con lo buenísima que estabas, / y ahora ya estás para el desguace.
Caminabas por la acera, / cómo te contoneabas,
y miradas de envidia o deseo / tras los visillos y las persianas.
Te seguían todos los ojos, / y cuando doblabas la esquina
la calle quedaba vacía.
Vacíos ahora han quedado / los recuerdos que tenía
de mis sueños de aquellos años.
Recuerdo que siempre me mirabas / con extrema displicencia,
ahora he visto en tus ojos
la mirada de un náufrago / que ve un trozo de tierra.
Observé tu actitud con reservas,
sobre todo porque desconfío
de que las miradas anhelantes / se apliquen con carácter retroactivo.
El autobús de la historia / no tiene marcha atrás;
a través del parabrisas / se ve lo que se adivina,
y por el retrovisor / sólo nostalgia y ruina.
Ay, bella Jacoba, / ay: qué desastre:
de los estragos que causa el tiempo / ya ves que no hay manera de librarse.
Cuando te he visto de lejos / he vuelto a la edad del pavo,
cuando te he visto de cerca / a punto ha estado de darme un pasmo.
Para quitarme el sofoco / he entrado en el bar del asilo
y he pedido un whisky doble, / aunque lo tengo prohibido,
y debido al parkinson que arrastro / tintineaban los cubitos en el vaso:
Ay, bella Jacoba. Ay: qué desastre.
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33. Cementerio de coches
Siempre que paso junto a un cementerio de coches,
me santiguo.
Me inspiran mucho respeto y se adivina mucha muerte
en esos sitios.
Y siento sobre todo mucha tristeza;
nunca veo flores, nunca veo a nadie,
sólo un montón de chapa entregado a la herrumbre y al polvo.
No hay nada más triste ni que dé más miedo que el abandono.
Tanta línea y tanto diseño,
tanta sofisticación y tanta elegancia,
tanta velocidad y tanta aceleración, se quedaron en nada.
Y los sudores que costó adquirir tanta chatarra.
Qué bello el día aquél en que por fin fue tuyo.
Todo yace aquí, después de ser sustituido.
Qué monótona se hace la eterna noche del olvido.
Cómo han podido olvidar
lo que hubo en estas tristes cajas de hierro con ruedas y puertas.
Brisas marinas y aroma de bosques;
músicas que alegraban las noches frustradas;
las risas y las broncas de los niños,
y las promesas incumplidas y jadeos de los amores de tapadillo.
Todo yace aquí, todo ha sido abandonado.
Y no sé por qué me extraño de esto,
si abandonan a los ancianos y a los perros.
Siempre que paso junto a un cementerio de coches,
me santiguo.
Me inspiran mucho respeto y se adivina mucha muerte
en esos sitios.
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34. La vecinita de enfrente
La vecinita de enfrente, / ay, cómo pasa el tiempo;
ya ha cumplido los cuarenta, / y se pasa el día llorando:
porque pilló a su marido / con una de veinticuatro.
Apenas come ni duerme. / Sus ojos enrojecidos
miran con extraño brillo;
se aposentan en su alma
negras y tremendas sombras / de desquite y de venganza.
Tiene que lavar la afrenta / que lleva clavada en el alma,
y obsesionada en su desdicha
piensa una y otra vez / en formas primitivas de justicia:
La ley del Talión aplicada al jergón.
Ha metido en su maleta / dos vestidos escotados,
una lencería negra, / zapatos de alto tacón,
y se marcha decidida, / camino de la estación.
Pasa un tren y pasa otro: / no se decide a montarse.
Los hombres en las ventanillas
hay que ver cómo la miran,
y algunos le dicen cosas / que es mejor no repetirlas.
Se sienta sobre la maleta
y llora con lágrimas que queman.
Llora porque ha olvidado / lo que su madre le enseñó,
y lo que enseña la Santa Madre Iglesia:
sufrir en silencio y tener resignación.
Por la puerta de la estación / entra ahora su marido;
no sé si viene furioso / o si viene compungido.
Camina hacia ella con grandes zancadas; / ella todavía no lo ha visto...
La vecinita de enfrente / parece que ha espabilado.
Vive sola en Barcelona / y ha puesto un buen restaurante,
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y alterna todas las noches / con gente muy importante.
35. La mujer de mis sueños
La mujer de mis sueños
me llamó el otro día por teléfono
y me dijo, así sin más,
que aceptaba mi invitación para cenar.
Después de que colgara me quedé quince minutos mirando la pared,
sin saber qué hacer.
Porque ella es la reina de mis sueños
de mis sueños maravillosos,
que son siempre libidinosos,
lo único que merece la pena soñar.
Tres días enteros estuve cocinando con recetas en francés.
Pasé la aspiradora, que ya iba siendo hora, y zurcí los rotos del sofá.
Limpié los cristales, que hacía varios meses que no se veía la calle.
Me compré una chaqueta azul marino, y un hermoso mantel de hilo.
A las siete de la tarde me afeité, me bañé,
y hasta me corté las uñas de los pies.
A las ocho y media en punto, puse la mesa y preparé las velas.
A las diez de la noche
oí sonar el timbre del teléfono.
Era ella, como me temía,
y me dijo que mejor lo dejábamos para otro día.
Después de que colgara me quedé cinco minutos llorando sin parar.
Luego me puse a cenar,
y estuve cenando un buen rato:
no hay ejercicio que dé más hambre que el llanto.
No quité el plato de ella y su recuerdo me acompañó,
ni dormí del todo solo, porque ella está presente
en buena parte de mis sueños, de mis sueños etéreos,
que son siempre venéreos:
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lo único que merece la pena soñar.
36. Qué menos que cinco horas
A C.d.B
Siempre que quedo con ella me gusta llegar temprano,
y aunque siempre se retrasa, se me pasa el tiempo volando,
volando se me pasa el tiempo.
Me dice el sitio y la hora, y allí estoy tres horas antes,
más las dos que se retrasa, son cinco horas inolvidables.
Y no vayan a creer
que hay sarcasmo en lo que digo;
es que disfruto esperándola,
y tan grande es lo que siento
cuando la veo llegar
que me gusta retrasar
el instante prodigioso del encuentro,
y la calle se ilumina, no hacen falta las farolas
y me saben a poco las cinco horas.
Muchas veces me da plantón, y no me lo tomo a mal,
es un riesgo que he de correr y un aliciente adicional;
no me lo tomo a mal.
Cuando un día no aparece, al día siguiente me busca
y me fascina el aplomo con que inventa alguna escusa.
No niego que en mi actitud haya algo de masoquismo
pero hay también cálculo frío,
porque pienso y hago cuentas, y no creo que convenga
ponerse a esperar a alguien que no merezca una larga espera,
y haga frío o haga calor, caigan chuzos o granice,
si huracán o terremotos: allí estoy como una roca
y me saben a poco las cinco horas.
Cada vez me saben a menos las cinco horas,
y he conocido ayer a una mujer
a quien no me importaría esperar seis horas
y le tengo echado el ojo a otra
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que es muy probable que sea, de siete horas.
37. El catálogo
Me pidió una erección; me la pidió por favor,
no tiene por qué estar reñido el deseo con la educación.
Del fondo del cajón de la mesilla, saqué mi viejo catálogo
y la puse al corriente de las existencias,
para que eligiera la que más le apeteciera.
Una erección preliminar;
es, como su nombre indica, la que acontece antes de empezar.
Una erección voluntariosa;
por más que uno se empeñe, el ángulo cenital,
deja mucho que desear.
Una erección pauloviana;
el estímulo provoca una respuesta,
es una erección muy simple para ser cierta.
Una erección anunciada;
cuando presiento el roce de tus muslos de seda
en mi orejas.
Un erección científica;
se denomina tumescencia genésica, y es aburridísima.
Una erección a toda prueba,
que no decae ni cuando veo tu magnífico albornoz de lentejuelas.
Una erección tempestuosa;
galerna de pasión, gallardo emerge el mástil entre las olas.
Una erección salvaje;
retorno a la noche ancestral del hombre primitivo,
ausencia de modales, sólo manotazos y gruñidos.
Una erección civilizada;
es lo contrario de la anterior, y con un gálibo muy inferior...
Cuando iba a pasar otra página, oí que roncaba dulcemente;
guardé mi viejo catálogo, y me puse por fin a releer,
el editorial de El País de anteayer.
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[Otra versión: ... releer: el antepenúltimo libro de Savater]
38. Cesión en alquiler
Eso que tienes, niña, que llevas detrás,
y que al moverlo cuando caminas
se dilatan las pupilas de los viandantes,
que tuercen el cuello hasta el crujido de las cervicales.
Eso que tienes, niña, ay, véndelo bien, véndelo bien.
La hija de una vecina de mi cuñado
se casó con un tendero de ultramarinos:
qué triste ha resultado su destino:
barre la casa, barre la tienda, lava la ropa, etcétera.
Ay, válgame Dios, qué mal lo vendió, qué mal lo vendió.
La secretaria de un empresario muy conocido,
despacha con su jefe hasta altas horas;
no parece que le vayan mal las cosas:
acude cada día a la peluquería,
tiene piso propio con más de veinte armarios,
y doscientos y pico pares de zapatos.
Ay: qué bien lo vendió, qué bien lo vendió.
No faltará quien me acuse
de hacer apología de la venta del cuerpo,
o al menos de una parte de él,
cuando todo el mundo sabe que es más rentable
cederlo en alquiler.
Eso que tienes, niña, que llevas detrás,
y que al moverlo cuando caminas
se dilatan las pupilas de los viandantes,
que tuercen el cuello hasta el crujido de las cervicales.
Eso que tienes, niña, ay, alquílalo bien, alquílalo bien.
Presérvalo de la exclusividad de noviazgos y matrimonios
pues debería ser patrimonio
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de la humanidad, y recibir, por supuesto,
una importante subvención de la UNESCO.
Ay, eso que tienes, niña: que llevas detrás.
39. La suma de todos esos ratitos
Las grandes pasiones me abruman,
no sabes cómo.
El amor con mayúsculas me agobia,
como una losa de plomo.
Qué fácil resulta enunciar
serios propósitos,
qué intenso momento se vive al decir:
lo nuestro va a ser para siempre.
No me quieras para siempre,
quiéreme para un ratito;
un ratito cada vez,
y una vez, otra vez y otra.
Y ojalá que la suma de todos esos ratitos
sea tan larga como una vida.
Como una vida, una larga vida.
El tiempo merece vivirse
si fluye libre;
deja que corra a sus anchas,
no lo encauces ni encarriles.
No logro entender las promesas
para toda una vida,
me esfuerzo en mirar hacia delante,
y no veo más allá de quince días.
No me quieras para siempre,
quiéreme para un ratito;
un ratito cada vez,
y una vez, otra vez y otra.
Y ojalá que la suma de todos esos ratitos
sea tan larga como una vida.
Como una vida, una larga vida.
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40. Tú me lo inoculas, yo me lo administro
Aunque sé que apenas me quieres,
hay que ver
lo que tu presencia me sugiere;
otras, que me han querido más,
no me sugerían ni la mitad.
A pesar de lo poco que nos vemos,
sabes bien
que me sigue devorando el mismo fuego;
se mantiene encendida la llama,
aunque me incendies sólo algunos fines de semana.
Porque mi amor es una llama intensa,
no depende de las veces ni de la frecuencia,
y tampoco depende de lo que tú me quieras.
El amor que siento por ti es sólo mío;
tú me lo inoculas, yo me lo administro.
Un día de Junio amanecimos junto al mar;
no pude más,
y te di a conocer mis sentimientos;
nunca olvidaré con qué elegancia
disimulaste un bostezo.
Si lo nuestro es un tanto confuso,
es por amor,
por amor que le tienes a otros muchos;
siempre he sostenido que sería un horror
un mundo sin amor.
Levantas los ojos del libro
y me miras:
siento la esperanza de un indicio;
tu limpia mirada intravenosa
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me carga las pilas para quince o veinte días.
Porque mi amor es una llama intensa...
41. El siniestro olor de la pólvora
Se ha cerrado la puerta tras de ti;
cuando se abra de nuevo nada será igual.
Despídete de aquello que fuiste, no volverás a ser el que eras antes de entrar.
Te darán enseguida unas botas, horribles y negras,
de recias suelas.
Te cortarán el pelo al rape,
castración capilar, obsesión del buen padre.
Te dirán: ni se te ocurra pensar, lo único que cuenta es la obediencia.
Y en cuanto hayas aprendido a obedecer, te enseñarán a disparar.
Pim pam: una vida menos.
Pim pam: un montón de muertos.
Aprieta el gatillo, aprieta el botón: hay que acabar con el enemigo.
El enemigo son soldados como tú,
otros desgraciados, a quienes han enseñado lo mismo.
Intentarán que no te repugne
el siniestro olor de la pólvora.
Impedirán que salgas de naja
cuando suene el cañón y silben las balas.
Te moverás a la voz de mando,
adelante y atrás: desfilarás con garbo.
Harán de ti un buen soldado, obediente y disciplinado,
la alegría del empresario...
Y en cuanto hayas aprendido a obedecer, te enseñarán lo que hay que tener.
Es primordial: tener un par de ellos.
Es fundamental: tenerlos bien puestos.
En eso parece que radica el heroísmo, las gestas,
las hazañas bélicas; y esa puede ser la causa
de que la historia de la gente con armas
sea una parte importante de la historia de la infamia.
Se ha cerrado la puerta tras de ti;
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cuando se abra de nuevo nada será igual.
42. Malambo del podoescopofílico
Cuando salías de la iglesia / te vi el borde de la enagua.
Seguí bajando la vista / y vi asimismo que llevabas
botas de medio tacón, / brillantes y abotonadas.
Se aceleraron mis latidos, / sentí el alma alborozada.
Por la orillita del río / regresabas a tu casa;
te seguí enfervorecido, / te seguí a cierta distancia.
En el río no había puente / (bajaba muy poca agua);
te sentaste en una piedra, / yo me escondí en la enramada,
por ver con cierto detalle / cómo te descalzabas.
Qué pobreza hay en el Sur, / tuve que emigrar de allí;
porque no tien pa zapatos, / la gente anda descalza,
yo nunca miraba pal suelo, / poca emoción aguardaba,
sólo algunas señoritas / iban a misa calzadas.
En esta ciudad no hay río, / no lo hay ni me hace falta;
he puesto una zapatería / para atender a las damas.
Vigilo a los dependientes / sentado junto a la caja,
por ver cómo las atienden, / por ver cómo las descalzan.
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43. En el Jardín Botánico
A media tarde de un triste día de Mayo
entramos juntos al Jardín Botánico.
Entramos juntos, con paso triste y cansado;
yo iba leyendo el nombre de cada árbol.
Ella me hablaba. Siempre contaba lo mismo,
siempre problemas, todo muy repetitivo.
Que su marido, que sus hijos,
sus hermanos, sus sobrinos.
Sus compañeras de trabajo,
su asistenta, su cuñado.
Su peluquero, sus vecinas
y el tendero de la esquina.
Taxus baccata, sambucus nigra Linneo.
Quercus robur, pinus pinaster Aiton.
Populus tremula, Juniperus oxicedrus.
Después de un rato me dijo: no me haces caso.
Dio media vuelta y me dejó plantado.
Sentí mis piernas hundirse en la blanda tierra.
En mi viejo tronco se adentró la primavera.
Quién lo iba a decir: por fin he echado raíces.
Si mis padres vivieran se sentirían felices.
Por fin tengo un puesto fijo una vida idílica;
mi única función es la función clorofílica.
Las noches son lentas, los días se mueven despacio,
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rebosa el tiempo en el Jardín Botánico.
44. Señas de identidad
Estoy bastante convencido
de no ser del pueblo elegido,
ni de una raza superior;
y ni siquiera es verdadera mi religión.
Mi lengua materna es una más
la leo a duras penas y la pronuncio fatal.
El paisaje de mi tierra es deleznable,
la comida resulta intragable,
la bebida es ordinaria,
la fealdad de sus mujeres legendaria;
los hombres son borrachos nada amables,
la música y los bailes insoportables...
En estas condiciones no puedo aspirar
a encontrar refugio en unas señas de identidad.
Sin señas de identidad, la vida es tan aburrida...
Demostrar sumisión ante el patrón, es mi destino,
y no tengo siquiera el consuelo de poder despreciar al vecino.
Por la noche en la taberna no encuentro de qué hablar:
cuánto desarraigo, y cuánta soledad,
sin unas claras señas de identidad.
A lo largo y a lo ancho del paisaje, no es difícil encontrar masas de horteras
agitando apasionados la bandera
de la patria prepotente e indivisa,
mientras los ricos disimulan la sonrisa,
y los banqueros, en sus mansiones, se desternillan.
Encadenado todo el mundo a su hipoteca,
ya nadie grita: “Vivan las caenas”;
pero ahora es mucho peor:
levantan los brazos y gritan gol;
y gracias al acierto de nuestra delantera
la patria de segunda sube a patria de primera...
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Sólo le pido a Dios, a la Virgen y a cualquier Divinidad:
que no me deje caer en la tentación, de reafirmarme con unas señas de identidad.
Que no me deje caer en la abyección, de resguardarme, de resignarme,
de envilecerme con unas señas de identidad.
45. Contratiempo en Naco Nogales
A los compañeros de la Central de Naco
En la frontera del border, / entre Arizona y Sonora,
han puesto los españoles / una planta bien chingona.
Es un ciclo combinado, / de nombre Naco-Nogales,
de trescientos megavatios, / sin descontar auxiliares.
El día que lo acoplaron / miraron los instrumentos,
y vieron, alborozados, / que allí estaban los trescientos.
Hubo felicitaciones, / fueron a buscar champán;
hasta que alguien advirtió / que todos los contadores
estaban girando hacia atrás.
Temblaron los españoles, / lloraron las gachupinas.
No se queden ahí parados: / inviertan los contadores,
que esto va a ser la ruina.
Llamaron a los de Siemens; / dijeron que en el contrato
no constaba hacia qué lado / girarían los aparatos.
Llamaron a Soluziona: / no solucionaron nada.
Llamaron a Unión Fenosa: / estaba la línea ocupada.
En el libro de instrucciones / había un párrafo al respecto.
Estaba escrito en inglés; / no encontraron el diccionario
y no se pudo entender.
Un becario allí presente, / con la carrera reciente,
dijo una cosa increíble:
que los ciclos combinados / a veces son reversibles.
Presos de oscuros presagios, / se fueron adonde el gas,
y vieron que los contadores / también giraban p’atrás.
Cruzando el Puente del Olvido, / Puente de la Soledad,
y el Puente del Esqueleto, / sobre un cerro la verás.
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Con tu airosa chimenea, / tus orgullosas turbinas,
ay Naco, Naco-Nogales: / vas a ser nuestra ruina.
46. Southern Arizona
Para MESMM
Me asomo por la tarde a la ventana.
Desierto por todas partes y a todas horas:
es como asomarse al borde de la nada.
El desierto que llevo dentro es aún mayor;
no pudo dejar de advertirlo mi soledad,
que salió de puntillas y nunca más volvió.
Nutridos grupos de agorafílicos conversos
se desprenden de todo lo que tienen
y se internan sin retorno en el desierto.
Cae la tarde, y el desierto hace una tregua,
se apiada y nos concede alguna brisa,
que en poco mitiga el desconsuelo de tu ausencia.
Y cuando las sombras se extienden por todas partes,
revolotea el recuerdo de tus ojos,
y no importa que el día haya sido inacabable.
El espacio inmóvil, el tiempo está fijo;
inútil viajar, y nada importa el recorrido:
después de muchas horas se está en el mismo sitio.
Al atardecer muestra el sol cierta fatiga;
son millones de siglo de brillo inclemente:
se tiñe el ocaso, de cansancio y monotonía.
Y cuando las sombras se extienden por todas partes,
revolotea el recuerdo de tus ojos,
y no importa que el día haya sido inacabable.
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47. Douglas City of my mind
A los compañeros de Naco
Along the border there’s nothing,
if you spread your sight around,
far away a lot of mountains, a catalog of changing clouds.
Splendor at every night fall, amazing at every daybreak,
welcome to the paradise:
the only job is watch the sky.
There’s no place for going off, and no place to stay inside:
rest at home, and jacking off, while softly tears dilute your pride.
Come to Douglas City, come, doesn’t matter how a long,
cause any time is a long, long, long time,
in Douglas City of my mind.
Wait for only a couple weeks,
and you’ll then start to feel,
the benefits of being alone:
loneliness in flesh and bones.
Loneliness is hard to learn, remind is obliged lesson,
loneliness, you will agree,
is the price to be paid to be free.
And you’ll feel slowly falling in deep love and peace with yourself,
loneliness will never be a threat, never the love will be a blackmail.
Come to Douglas City, come, doesn’t matter how a long,
cause any time is a long, long, long time,
in Douglas City of my mind.
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48. Orden edipiano de los quereres
Me reprochan con frecuencia, que yo
sólo me quiero a mí mismo,
y m’ha dicho un enterao que eso se llama narcisismo.
He ido a un médico privao que llaman piscoanalista,
y m’ha puesto a hacé una lista
de to´lo que yo más quiero, y mis temores eran infundaos,
que no aparezco yo por ningún lao.
Y aquí me permito leerles la lista de mis quereres.
En primer lugar: lo que yo quiero más en esta vida es mi mare,
y aluego mi equipo de furbo, aluego mi coche, y aluego mis hijos;
aluego mi coche otra vez,
y aluego mi mujé.
Estaba yo tomando un cafetito, allí en el bar,
y s´han puesto tós a hablar de la libertá;
y yo, no me pude de callar.
Pá quiero yo la libertá
si los que mandan no me dejan hacé de ná.
Si ya no puedo lavá mi coche a la puerta mi casa los domingos,
ni puedo ir en el coche a ve’el partido
y ni siquiera puedo llevá a mi mare a la misa de doce...
Que no me hablen de libertá
sin han prohibido de aparcar delante la catedral.
Porque lo que yo, ay, lo que yo:
Lo que yo quiero más en esta vida es mi mare,
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y aluego mi equipo de furbo...
49. Mail a la señora Estrada
Señora Estrada, por fin en casa.
Si llega sola, qué desperdicio;
si acompañada, cuánto lo envidio.
Me he descuidado, pude ser yo,
pero ese señor, se me anticipó.
Así es la vida con quien se descuida:
hay que moverse, hay que arriesgarse;
quedarse quieto puede interpretarse
falta de interés:
señora Estrada: que le vaya bien.
Baruch Spinoza sabía muchas cosas.
Dijo que hay amor cuando quieres ver
serena alegría bañando la cara
de aquella a quien amas.
Pienso en la sonrisa que usted tendrá ahora,
y sigo con la envidia, aunque, desde luego,
ni rastro de celos, pero sí un anhelo
de que la sonrisa quien se la provoque la próxima vez
sea el que subscribe, servidor de usted.
Habrá más días: le sugeriría
me dé una cita para una cena:
música y velas, roce de manos, rodillas juntas,
lentas miradas que se entrecruzan.
Déme una chance para un romance, y el tiempo dirá
si me merezco alguna otra cita que me quiera dar.
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50. Quisiera ver tu sonrisa
Para Carmen
Quisiera ver tu sonrisa / en el quicio de la puerta,
en el centro del sofá, / escondiéndose en la hiedra,
al fondo del corredor, / al pie de la chimenea,
resbalando en la almohada, / y en las flores de la mesa.
Largos serán los días bellos, / los malos, mucho más cortos;
alegrías inolvidables, / y penas que se olvidan pronto.
Quisiera ver tu mirada / subiendo por la escalera,
mirando por la ventana, / detrás de la cafetera,
vagando por la terraza, / las noches de luna llena,
pensativa sobre un libro, /y en las velas de la cena.
Veo en tus ojos la llave de la compuerta del deseo,
que se levanta y deja fluir el bello y largo río del tiempo.
Quisiera ver tu sonrisa, / quisiera ver tu mirada,
día tras día, / y cada noche,
antes que el sueño me venza,
que tu sonrisa y tu mirada / sean lo último que vea.
Las dos últimas cosas que vea,
las dos últimas cosas que vea.
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51. Un libro de autoayuda
En el libro de autoayuda del furor uterino,
hay párrafos complejos y asuntos conflictivos.
Conviene tomarse en serio lo que dicen los libros
sobre todo cuando aluden aspectos cuantitativos.
En la página catorce ya se advierte al personal
que el cómputo del recuento es siempre fundamental.
Cuántas veces lo hace usted, cuántas veces más lo haría,
cuántas fija la decencia, cuántas veces se pondría.
Se preguntan por el cuánto y no se ocupan del cómo;
sin salto cualitativo el libro nos sabe a poco.
Ha dicho la autoridad, por supuesto clerical,
que este libro de autoayuda sólo ayuda a tener más
lujuria, ninfomanía o hiper-sexualidad,
por decir sólo tres nombres de esta plaga universal.
Lo nombren como lo nombren no pueden llamarlo vicio;
al tratarse de un instinto, es un simple automatismo.
No se sabe a ciencia cierta si es un premio o es un castigo
(premio para mujeres terror para maridos),
pero cuartea los cimientos y amenaza derrumbar
la vetusta hegemonía del Santo Orden Patriarcal.
En el libro de autoayuda del furor uterino
se abordan varios temas sin duda comprometidos.
Hay detalles escabrosos en tantos de sus párrafos,
que hay que sostener el libro con una sola mano.
Investigan los científicos y no encuentran ni un indicio
de que haya alguna ventaja en la mengua del fornicio.
Hicieron muchos estudios y miles de mediciones de pasmosa precisión,
y aquí está la conclusión:
Si la ola de furor se extiende por todas partes
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el mundo será mejor y mucho más vivificante.
En el libro de autoayuda del furor uterino,
hay párrafos complejos y asuntos conflictivos.
52. La joven Lola
Para la niña Lola
En colaboración con Antonio Rodríguez
Los dioses juegan al corro con Lola,
en medio del cielo;
dudan a quién confiarla
hay muchos que la están pidiendo.
La miman como oro en paño; / quieren que se pare el tiempo,
que es un regalo divino / y no se cuece en un momento.
El tiempo no se paró / y Lola ya es una niña:
va a la escuela, y luego al cole, / y cuestiona la familia.
Y las malas compañías / le pasan libros difíciles;
aprende a tener ideas,
no se aferra a las creencias.
Ay, pobre joven lectora, / no va a ser fácil tu vida:
has conseguido aprender / a razonar por ti misma.
Ya terminó los estudios, / y con su primer dinero
ayuda a sus compañeros.
Con lo segundo que gana / lleva a cenar a sus padres
a un sitio de tres estrellas,
y todavía le sobra / para dos buenas maletas.
Las arrastra por la acera; / sus padres, en la ventana,
sonríen y no consiguen / que no aparezcan las lágrimas.
Y Lola, que se da cuenta, / sube de nuevo a la casa,
vuelve otra vez a abrazarles,
y vuelve otra vez a largarse.
Vuela sola, y vuela alto, / la joven Lola;
si hubiera muchas como ella / el mundo sería otra cosa,
y los dioses ya lo saben, / y están preparando a otras.
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Asómense a la ventana / y vean cómo vuela
la joven Lola
si hubiera muchas como ella / el mundo sería otra cosa
y arriba en el cielo los dioses / están preparando a otras.
53. La pastilla que acrecienta la autoestima
Va a salir al mercado este año,
un medicamento que dará que hablar,
ya lo verán.
Dicen que va a convulsionar, en pocas semanas,
los arcaicos fundamentos de la naturaleza humana,
que sigue siendo homínida y bosquimana.
Se vislumbra por fin el final de la sociedad,
y ya no habrá más guerras ni desigualdad.
Lucirá el individuo, en todo su esplendor;
el amanecer de un mundo nuevo nos ilumina,
gracias al invento de una pastilla que acrecienta la autoestima.
La tolerancia y el amor, y la sinceridad
vienen de arriba a abajo, de manera natural;
pero el odio, el rencor, y la sorda envidia
van siempre a ras de suelo, y de abajo a arriba,
a no ser que tomemos la pastilla que acrecienta la autoestima.
Les leo el texto del prospecto del medicamento:
“Refuerza mecanismos neuronales que activan los relatos
de autoprestigio, y autoconsuelo;
y robustece los circuitos de la autoconmiseración;
cicatriza las derrotas, restaña el desamor,
aminora y pulimenta la miseria emocional del perdedor,
y desactiva el enemigo interior, que casi siempre es el genoma,
el desoxi-ribonucleico que nos devora”.
Dictaminaron los expertos, con bata y microscopio, que nuestra infelicidad
se debe a los demás.
Con esta pastilla prescindimos de ellos,
que no nos aprecian en lo que valemos.
El creciente malestar de los pueblos, dice la ciencia,
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se debe a los infortunios de la verdadera apariencia.
La pastilla previene también las insidias
y calumnias ópticas de los taimados espejos,
que se pretenden fidedignos y son embusteros.
Es sin duda un loable innatismo
el querer tener una buena imagen de uno mismo;
si los espejos insisten en su distorsión,
empuñe el martillo y déles una lección.
No tiene contraindicaciones esta pastilla, que nunca puede hacer daño
el refuerzo del bucle del autoengaño;
y gracias a ella mejorará la macro y microeconomía
y es probable que también la ecología.
Usted, caballero,
podrá prescindir de esa corbata rutilante
ese coche tan grande,
y ese perro tan fiero.
Usted, señora,
eludirá la ropa incesante, y las clínicas que ofertan belleza y delgadez,
donde impagables cirujanos
le rebajan veinte años de una vez.
Se va a acabar con todo ese dispendio, esa ruina,
gracias a la pastilla que acrecienta la autoestima.
Y hay unos pocos que no ven claro todo eso,
porque la autoestima motoriza el progreso,
y tira del tren de la historia
en el que gusta montarse la escoria.
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54. Nunca podremos restañar tu ausencia
Vacía sin ti quedará nuestra casa,
pero ya oíste que dijo el juez que te largaras.
Nos asomamos a la ventana,
los ojos arrasados en lágrimas,
y vimos cómo te alejabas,
caminando en la noche,
que dijo el juez
que me quedara también con el coche.
Y con la voz transida de emoción
entonamos, tus hijos y yo, esta canción:
Adiós papá, adiós marido:
no te se olvide, no te se olvide poner el giro.
Nunca podremos restañar tu ausencia:
no te se olvide, no te se olvide la transferencia.
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55. El divorcista
Mi tendencia natural hacia el divorcio
es preocupante, y muy mal negocio.
Huyendo del fantasma pegajoso de la rutina,
he caído de cabeza y sin remedio, en la ruina.
Vivo pobremente en una pensión,
con el sueldo embargado hasta mediados
de la próxima reencarnación.
Apenas veo a mis hijos, y a mis hijas tampoco:
es lo mejor para ellos, lo reconozco.
Según el novio de mi prima, primatólogo,
los niños de los monos superiores
nunca están con el padre; eso es lo normal
(y están con su madre un tiempo prudencial).
Y así el pobre padre tiene tiempo para superar
su penúltimo divorcio,
asunto preocupante, y muy mal negocio.
Todas mis ex, lo sé muy bien, me olvidan pronto,
o se victimizan ante un psicólogo,
o se empecinan en largas listas de novios.
A todas yo las recuerdo y las querré para siempre;
el verdadero amor es una huella indeleble,
y está a salvo de los malos ratos,
que no los hubo o fueron escasos,
porque enseguida bajé a por tabaco.
Pero no debo pensar en mis fracasos:
he de volver a intentarlo.
Y tengo ya en mente a la siguiente,
a ver si por fin esta vez tengo más suerte.
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En el reino de la libertad,
todos envidian la república de la posibilidad.
Y de ahí puede que provenga
mi arraigada tendencia hacia el divorcio,
preocupante tropezón conductual, y un pésimo negocio.
56. Secular tristeza del currela
No hay nada que cause más pena
que el honrado y cuidadoso trabajo
por cuenta ajena.
Dicen que el trabajo dignifica;
es una opinión, y el punto de vista
de patronos y rentistas.
Un filósofo teórico alemán,
don Carlos Marx,
dijo que el currela sería Sujeto de la Historia.
Qué razón tenía; más que sujeto, está amarrado,
doce o quince horas diarias, en invierno y en verano.
No hay madre que alguna vez haya soñado
en casar a su hija con un asalariado.
Sueñan en casarla con un empresario,
y que sus hijos varones se hagan funcionarios.
Ya en la Biblia se dice que el trabajo
es una maldición;
Para escapar de ella, no hay más manera
que contratar varias docenas de currelas.
Ellos parecen felices; han engordado,
y han olvidado aquella canción
que les llamaba famélica legión.
Pero llevan la tristeza en su mirada,
la marca indeleble que causa la pena
de tener que trabajar honradamente,
por cuenta ajena.
Y hay quien quiere soslayar esta desgracia
trabajando por cuenta propia,
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que es también una desdicha, y una derrota;
pero por cuenta ajena es mucho peor,
que más que una pena, es un dolor.
57. Esencia/apariencia
En el pleito secular / entre esencia y apariencia
ha ganado lo banal, / ha perdido la conciencia:
retroceden los principios, / la pasta es lo que cuenta,
escasean las ideas, / proliferan las creencias.
El problema de la esencia es / que presume de inmutable,
certidumbres y apriorismos, / sustancias inmateriales;
y dicen de la apariencia / que es refugio de ignorantes,
que babean y se agitan / en el baile de disfraces.
Yo, si me encuentro la esencia, / me la escondo bien adentro,
no pretendo saber qué soy, / quiero ser lo que aparento;
seré así un poco menos malo / y tendré mejor aspecto.
Sé que es muy complicado, / pero al menos yo lo intento.
El profesor Lipovetsky / y su colega Baudrillard,
afamados estudiosos / de la hiper-realidad,
hicieron miles de estudios / y pudieron constatar
la deriva esencialista / del estado apariencial.
Qué aburrido e invivible / un mundo sin simulacro,
mostrando sólo la esencia, / todo el tiempo, todo el rato,
condenando la apariencia / al infierno de lo falso...
Frenen esa realidad, / párenla, que ya me bajo.
Esencia no hay más que una, / las apariencias son muchas,
y se equivoca quien dice / que están en el exterior:
yo las tengo muy adentro, / y son muchos los que soy,
y cada día me renuevo / (que no es pequeño consuelo),
y es destreza de los pobres / usar la imaginación.
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En el pleito secular / entre esencia y apariencia,
la esencia es vaticanista / y es una e indivisible;
la apariencia es darwinista, / y para evolucionar,
tendremos que desplegar / todos los mundos posibles:
las apariencias factibles.
58. Propuesta de letra para el himno nacional
Como el himno nacional no tiene letra,
no lo pueden cantar nuestros atletas.
Y en los estadios
y aflora el desánimo.
Tocan el himno y todos callados,
todos pensando,
y el pensamiento, nunca es positivo,
que atrofia los músculos,
y disminuye el rendimiento deportivo.
Para evitar tanta desgracia, propongo esta letra,
y así no tendrán que enmudecer
nuestros atletas:
Oigo, patria, tu aflicción,
y escucho el triste concierto
que forman, tocando a muerto,
la campana y el cañón.
Virgencita: que me quede como estoy;
Santiago y cierra España: que inventen ellos.
Vivan las caenas, y que viva mi dueño.
Y no hay más que hablar.
Se va a prohibir, se va a acabar,
la funesta manía de pensar.
Y el rudo cañón retumba;
el vil invasor se aterra
y al suelo le falta tierra
para cubrir tanta tumba.
Virgencita: que me quede como estoy;
Santiago y cierra España: que inventen ellos.
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Vivan las caenas, y que viva mi dueño.
Y no hay más que hablar.
Se va a prohibir, se va a acabar,
la funesta manía de pensar.
59. Está todo muy mal
Miré los muros de la patria mía. / Virgen Santa; cómo estaban.
La gente es muy mala, la gente es muy guarra, / y hay un claro vacío de autoridad.
Está todo muy mal, / y se va a poner fatal.
Prueba a dormir sin bragas, me dijo mi mamá, / que Dios es bueno,
y algo te caerá.
Pero Dios es bueno sólo a ratos: / me cayeron unas ladillas de campeonato.
Señor sexólogo: recéteme algo; / estoy cansada de fingir el orgasmo.
El doctor me dijo, para consolarme: / no es muy grave lo suyo; lo mío es
mucho peor,
que cada noche, tengo que fingir la erección.
Tristes avatares de la jodienda, / que como es sabido, no tiene enmienda.
Por más que la vilipendien, la condenen o la prohíban:
las ganas de follar movilizan la historia, / desde que hay memoria.
Las mujeres dicen ahora: “Basta ya; no me toques los ovarios”.
Es por ello que se meten muchos hombres en el armario.
De vez en cuando algunos salen; / y no es un gesto militante: es que ya no caben.
Miré los muros de la patria mía. / Virgen Santa; cómo estaban.
Tras varias sesiones de lobotomía, / de ciento y pico decibelios, en discotecas:
es muy probable que termines firmando una hipoteca. / Y en la puerta del banco,
verás que también hacen cola / los descerebrados de video-consola...
Y es que está todo muy mal, / y se va a poner fatal.
El rey Borbón, se asomó al balcón y le dijo al pueblo:
“Amigos y vasallos: / Dios nos ha iluminado; / y en un arranque de patriotismo,
los ricos y los pobres hemos votado lo mismo”.
Perdonen que insista: / pero es que está todo muy mal, / y se va a poner fatal.
Los agujeros negros tienen atracción gravitacional, / que es colosal.
Atraen abrigos de pieles, joyas, pisos amueblados, / coches muy caros...
Mantente lejos de esos agujeros, que si se te aproximan, / es más que segura
tu ruina.
Como ya dijimos: la jodienda no tiene enmienda, / y los costes de la pulsión
libidinal,
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se terminan pagando al final.
Vuelven los viejos cantautores: / polvorienta nostalgia del pasado.
Tomamos la última y nos vamos; / mañana habrá que madrugar,
y seguir tratando de refrenar / la inercia del muermo cotidiano y costumbrista,
fuente de inspiración de trabajosos letristas.
60. Cantata Agnóstica
Alberto Escudero
Reg. Prop. Intel. 12/RTPI-007797/2012
1. Muchos Dioses
Oh, Señor:
qué bello sería que existieras;
y más bello aún:
si en vez de uno fuerais muchos,
y que fuerais muchas;
en un universo tan inmenso, todos cabéis
y no debería ser difícil / llevarse bien.
Perdida la vista en los cielos,
en las noches diáfanas,
noches estrelladas,
podríamos intuiros, casi veros, en vuestra casa,
en medio del desorden de las galaxias.
Cuando termine / nuestra efímera estancia en la Tierra,
allí os veremos, / Oh, Dioses nuestros,
y de vuestra mano, aprenderemos a orientarnos
con la remota luz de las estrellas,
que amenizan la noche eterna.
Y los minúsculos átomos que forman nuestras almas,
se pasearán, estrechamente unidos,
a lo largo y a lo ancho / de la Vía Láctea.
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2. La fe
Cuando los Dioses no nos indican / dónde está el interruptor,
la luz de la fe / se enciende rara vez.
Y cuando lleva un tiempo apagada, surgen de las sombras
aquéllos que oscurecen la fe
con dualidades embrolladas / que plantean del derecho y del revés:
hipótesis deductivas, deducciones hipotéticas;
creencias indemostrables, demostraciones increíbles;
razones indudables, dudas razonables…
Y patrullan enojados los Dioses patriarcales,
y sobrevuelan divertidos los Dioses amigables,
que muy rara vez se muestran, porque saben
que en cuanto se vislumbra un Dios,
se organiza una religión,
y enseguida se reprime a la gente
que no cree en el credo vigente.
Ojalá aparezcan Dioses,
que cuando vean esa represión,
nos hagan llegar
la amarga lluvia de sus lágrimas de dolor.
La luz de la fe / ilumina también
la sonrisa en el rostro de los que se van;
éxtasis definitivo y envidiable:
el hipotálamo ameniza la despedida
con un despliegue de endorfinas,
y si alguna vez / vendieran la pastilla de la fe,
muchos incrédulos / harían largas colas / ante las farmacias, al amanecer.
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3. Ateos
Niegan la existencia de algo / que nadie pudo probar que existe;
y están siempre un poco tristes,
por no saber apreciar la belleza / del relato de nuestros Dioses;
esplendor literario de la humanidad,
asombro de los muchos extraterrestres que nos visitan,
y se quedan tiesos de envidia,
y se vuelven a sus planetas / deprisa y corriendo
a implantar y difundir / tan gran invento.
Los ateos muestran orgullosos sus firmes creencias en la ciencia,
lo verificable, lo predecible, la falsación,
y la tediosa y sacrosanta experimentación.
Los Dioses quedan pesarosos, al verse marginados
de tan insólita rama del pensamiento mágico.
Pero ellos son magnánimos,
y en los cielos ya están organizando
un simposio sobre ateísmo / y varios seminarios.
Coordina el proyecto el viejo Darwin,
y Bertrand Russell está entrevistando
a varios teólogos y algunos santos.
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4. Libros sagrados
Para que hubiera un libro de instrucciones de la natura,
tuvieron los Dioses que crear, de forma laboriosa, la escritura.
Crearon primero el universo,
luego las especies, y a continuación
el relato de la evolución;
crearon luego la palabra, las plumillas, el papiro,
y se retrasó la invención del papel
por el asunto de la Torre de Babel.
Finalmente crearon la escritura,
y no les faltaron voluntarios para escribir al dictado
los libros sagrados.
Advirtieron enseguida que los escribas
se creían “superiores”,
adjetivo detestable para los Dioses,
que con voz dolida y solemne, dictaron este párrafo:
“Todos los libros son sagrados
incluso los erróneos, los engañosos
y los descabellados”.
Los escribas tacharon el párrafo,
en un descuido de los Dioses,
que se mostraron además poco infalibles,
y no advirtieron
que el material de los libros era combustible.
Les atenaza un gran desconsuelo,
cuando ven que el humo de las piras
ennegrece los cielos.
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5. El más allá
Es muy difícil pensar, ni siquiera imaginar, el Más Allá,
desde donde estamos: en la parte de atrás / del más acá.
Los astrónomos, con sus dispendiosos telescopios,
instalados por encima / de las densas nubes de doctrinas,
atisban bellas metáforas, por ejemplo:
lo inefable cosmológico, la conciencia fenoménica del tiempo,
y el espacio transfinito.
Y no ven ni siquiera un rastro / de tradiciones o prejuicios;
y no es de extrañar: porque el Más Allá
es un entorno propenso a los Dioses,
que en la abundancia de tiempo y espacio,
son siempre magnánimos,
y con el leve efluvio de su mítica apariencia,
se disuelve la dominación, se desvanece el sometimiento,
la miserable autoestima se disgrega,
y un profundo viento de amor / barre lo banal, difumina las creencias
y resalta las ideas.
Y cuando la noche nos invada,
los minúsculos átomos que forman nuestras almas,
se pasearán, estrechamente unidos,
a lo largo y a lo ancho / de ese espacio infinito.
Oh, Señor: qué bello sería que existieras,
y más bello aún, si en vez de uno fuerais muchos, y que fuerais muchas…
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61. Delante y detrás
Con lo que tengo delante, y lo que llevo detrás,
le he dicho a mi padre / que para qué tengo que estudiar.
No va a ser difícil / que aparezca alguien, que me convenga, y me mantenga,
y me tenga como a una reina.
Y cuando me lleve a la discoteca, se pasmará todo el personal,
cuando me vean menear / esto que tengo delante, y lo que llevo detrás.
Ay, papá:
muy mal se me tiene que dar
para que me tenga yo que poner a trabajar.
Hay días nublados que hace tanto frío que no hago novillos.
Entro en clase, y siempre los mismos embrollos, repetitivos:
las matemáticas, la ortografía, la filosofía:
todo el santo día…
Señor profesor: no hace falta memorizar definiciones,
ni saber resolver ecuaciones,
ni cálculo integral,
cuando se tiene esto / que tengo delante, y lo que llevo detrás
Ay, papá y mamá, por favor:
no malgastéis más dinero en eso que llaman educación.
Pagadme un buen gimnasio, sesiones de Pilates y clases de ballet,
y así podré mantener, en buen estado,
esto, que Dios me ha dado
con su infinita bondad :
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lo que tengo aquí delante, y lo que llevo ahí detrás.
62. Un pequeño hueco
Sólo te pido que me concedas / un pequeño hueco / en tu corazón.
Una parte de mí / quedará para siempre en ese hueco,
y me será así más fácil / formar parte de tus recuerdos.
Sé que a veces te acuerdas de mí, y aparezco en tu cabeza,
en el inconsciente, preocupantemente.
Pero allí no me encuentro a gusto, apenas soy un constructo.
Preferiría estar en tu corazón, que se conmueve, se estremece,
y se aflige con el dolor de la humanidad, y se contagia de la alegría de los demás.
Sólo te pido que me concedas / un pequeño hueco / en tu corazón.
Te prometo llevarme bien con mis vecinos / de los otros huecos, y recovecos:
Exmaridos y parejas, ligues de verano, y una larga lista,
que nunca termina.
Y muchas noches, cuando el corazón afloja el ritmo,
rememoraremos la primera vez que te vimos,
y evocaremos el día en que por fin te conocimos,
y nos amargará el recuerdo imborrable del momento más triste:
cuando partiste…
Sólo te pido que me concedas / un pequeño hueco / en tu corazón.
Una parte de mí / quedará para siempre en ese hueco,
y cuando alguna vez me rescates del olvido,
sentirás de inmediato / una cierta melancolía / en tus latidos.
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63. Las Matemáticas
(Canción infantil)
Las Matemáticas son problemáticas, son sistemáticas,
y también son enigmáticas, y algo antipáticas,
pero muy entrañables, e indispensables:
gracias a ellas / aprenderéis las ciencias
y tendréis / claras las ideas, / y bastante inteligencia.
Si sabes Matemáticas / sabrás cómo es el mundo,
Preguntando con el “cuánto” / y apuntando luego los números.
Niños: estad atentos, que os voy a poner / algunos ejemplos.
Cuánta gente pasa hambre, y cuántos son
los que comen muchos filetes y mucho jamón.
Cuántos viejos no pueden comprar medicinas;
cuánto se gasta mi papá / un fin de semana / en gasolina.
Y en el desierto del Sahel, en los años de sequía,
cuántos niños / sólo pueden beber / un vaso de agua al día,
y pregunta también: / cuántos vasos de agua caben / en tu piscina.
Preguntando con el “cuánto” / sabrás cómo es el mundo
y podrás ayudar a que sea / menos injusto.
Las Matemáticas son problemáticas… (repetir)
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