Comité Pro Paz: La fuerza de una acción

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Comité Pro
Paz: La fuerza
de una acción
ecuménica M
En estos días en que recordamos los 40 años del
Golpe Militar es justo agradecer por los hombres
y mujeres que en aquellos días, al modo del Buen
Samaritano, ayudaron a quienes sufrían.
José Fco. Yuraszeck, S.J.
ucho se ha escrito acerca de la Vicaría de la Solidaridad y su antecesor, el Comité Pro Paz. Numerosos
testimonios de su actuar han sido recogidos y se encuentran disponibles en volúmenes o documentales de diversa
naturaleza. Hoy contamos con buenas bibliotecas digitales,
como la del Museo de la Memoria o la del Instituto Nacional
de Derechos Humanos, en las que se puede acceder a documentación, cartas, recortes de diario y artículos de ese tiempo.
Revista Mensaje también es una fuente de información valiosa.
Contemplando esas fuentes, las siguientes líneas no tienen
la pretensión de contar toda la historia, sino solo dar algunos
brochazos de ella, en recuerdo de lo realizado en ese tiempo
en apoyo a quienes eran perseguidos.
Como primera aproximación al tema tenemos a la vista una
carta1 del 18 de septiembre de 1973, de Fernando Ariztía, entonces vicario episcopal de la Zona Oeste de Santiago. Le escribe
al general Augusto Pinochet, comentando sus declaraciones
de Fiestas Patrias en que invita a borrar los resquemores. Le
escribe, en tanto el destinatario es presidente de la recién asumida Junta de Gobierno, informándole que desde el mismo día
de la acción militar habitantes de la Población Herminda de la
Victoria, en Barrancas, han encontrado flotando en las aguas
del Mapocho más de veinte cadáveres de personas con evidentes muestras de haber sido fusiladas, y le señala que eso no se
condice con la información oficial que se ha difundido públicamente acerca de los muertos en enfrentamientos. Expresa que
muchos de estos cadáveres han sido enterrados por los mismos
vecinos para evitar que fueran comidos por perros. Le dice al
concluir: “Creo en la veracidad del señor general, para llegar a
una pacificación de los chilenos, y es por esto que con dolor le
hago ver estos hechos que no tienden precisamente a liberar
a los trabajadores de sus resquemores y que comprendo perfectamente que no estén en conocimiento del Señor Presidente de la Junta de Gobierno. Es mi deber dárselos a conocer”2.
Considerando estos y muchos otros datos de situaciones
de personas que comenzaron a llegar a sus oídos, y desde la
convicción profunda que había que hacer algo, la Iglesia católica, la Iglesia luterana, la comunidad israelita y otras iglesias
José Zalaquett, director jurídico del Comité Pro Paz.
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Cf. Cartas de Don Fernando. Un Obispo al Estilo de Jesús. Obispado de Copiapó, Copiapó,
1995.
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IGLESIA
cristianas fundaron el 6 de octubre de 1973 el Comité de Cooperación para la Paz en Chile (COPACHI). A poco andar se le llamó
simplemente Comité Pro Paz. Inicialmente constituido de modo
artesanal, con una mesa y dos sillas —como gustaban decir—
los integrantes del Comité fueron dando respuesta a diversas
aflicciones de personas que demandaban urgente atención: el
logro de información respecto de detenidos en distintos lugares; la provisión de defensa —partiendo por la interposición
de recursos de amparo ante los tribunales— de los detenidos
y de quienes había sido exonerados de sus trabajos; la ayuda a muchos chilenos y extranjeros que buscaban refugiarse
en embajadas para poder salir
Eran creyentes de las más del país; la atención médica y
diversas denominaciones la organización de comedores
solidarios, etc.
cristianas junto
a no creyentes,
militantes políticos e
independientes, unidos
por la causa de los
perseguidos, haciendo el
bien sin mirar a quién.
AYUDA A LOS
REFUGIADOS
Junto al Comité Pro Paz se
creó el Comité de ayuda a los
Refugiados. Ambos fueron
copresididos por monseñor
Fernando Ariztía y el obispo
luterano Helmut Frenz. En las astas de varias capillas, casas
de retiro o de comunidades religiosas, se pusieron banderas del Vaticano y de las Naciones Unidas, sirviendo de lugar
de refugio para muchos de los perseguidos, mientras se les
conseguían papeles o se buscaba el modo de que pudieran
salir ilesos del país: en los registros oficiales se señalaba que
eran más de 13.000 y, según indicaciones de las nuevas autoridades, debían abandonar el país a más tardar en diciembre de 19733.
ORGANIZANDO LAS AYUDAS
Para la atención de los ciudadanos chilenos el Comité Pro
Paz estuvo ubicado inicialmente en oficinas del Arzobispado
de Santiago, en Erasmo Escala esquina de Almirante Barroso,
aunque a las pocas semanas se trasladó a la antigua casa del
Movimiento Familiar Cristiano en calle Santa Mónica 2338. En
un primer momento la secretaría ejecutiva del Comité Pro Paz
la asumió Fernando Salas, S.J., sucedido al año siguiente por
el padre Cristian Precht. Para entonces contaba con 180 miembros a tiempo completo —entre abogados, médicos, asistentes
sociales— y con numerosos colaboradores en una veintena de
ciudades del país, algunos de los cuales fueron contactados
para sumarse a esta labor, aun cuando otros muchos se ofrecieron voluntariamente en lo que fuera necesario.
El Comité Pro Paz y muchas otras instancias eclesiales fueron
por largo tiempo un lugar de colaboración y encuentro cuando
el único lugar posible de reunión eran los templos parroquiales, las capillas y sus oficinas aledañas. Eran creyentes de las
más diversas denominaciones cristianas junto a no creyentes,
militantes políticos e independientes, unidos por la causa de
los perseguidos, haciendo el bien sin mirar a quién.
Quienes participaron en las labores de ambos comités fueron
sorprendidos por diversas reacciones contrarias y acciones de
persecución. Baste señalar que, tras un viaje, a Helmut Frenz
no le permitieron volver al país4 y a numerosos colaboradores
los detuvieron y luego expulsaron del país.
Los conflictos no solo se dieron ad extra. Hubo repercusiones en el seno de las Iglesias, en particular en la luterana,
que se fracturó en dos grupos, requiriendo la intervención del
Consejo Mundial de Iglesias5. Desde fines de los años sesenta
la sociedad chilena mostró divisiones aparentemente insalvables. Al interior de las iglesias y grupos religiosos también se
vivía esta misma división. Grupos favorables a la intervención
militar acusaban a algunos de sus pastores y obispos de ser
meros activistas políticos, y en sus críticas no consideraban la
inspiración cristiana que reflejaba su acción en favor de quienes
no tenían quién los defendiera. Dice el obispo Frenz: “Durante
los últimos meses desde el 11 de septiembre de 1973, muchos
de nosotros nos hemos visto confrontados con el sufrimiento de
hermanos chilenos. No hemos sido tocados por el sufrimiento
en nuestras personas. Sin embargo, no podemos proceder de
otra manera, sino poniéndonos juntos a los que lloran”6.
La labor desarrollada por el Comité es extensa. José Zalaquett, quien fuera Director Jurídico del Comité Pro Paz, días
después de haber sido expulsado del país en marzo de 1976,
atestigua: “Después de dos años de duro trabajo, el Comité da
resultados impresionantes: asistencia jurídica a más de 6.000
prisioneros políticos y a más de 7.000 trabajadores; instalación
de 400 comedores populares donde almuerzan diariamente más
de 30.000 niños; se ha atendido más de 65.000 mil consultas
médicas, organización de 120 pequeños talleres, autogestados
y viajes para las familias de prisioneros políticos a los campos
de concentración” 7.
LA NUEVA VICARÍA
El cardenal Raúl Silva Henríquez recibió en noviembre de
1975 una carta del general Pinochet en la que le solicita la disolución inmediata del Comité, señalando que “un sereno análisis
de los acontecimientos públicos y de sus proyecciones, tanto
en el interior como en el exterior del país, nos lleva a buscar las
raíces de algunos de los acontecimientos, encontrándolas en
el Comité Pro-Paz“8. El encabezado de la carta es cordial: “He
Cf. Frenz, Helmut (2006) Mi vida chilena. Solidaridad con los oprimidos. LOM Ediciones, Santiago.
“Helmut Frenz no puede regresar a Chile”. Mensaje Nº 244, noviembre de 1975.
5 Cf. Fernando Salas: “Crisis en la Iglesia luterana chilena”, Mensaje Nº 240, julio 1975.
6 Ídem
7 Zalaquett, José: “El Comité Pro Paz. A pesar de todo, una experiencia de solidaridad y una esperanza”. Centro de Documentación de la Vicaría de la Solidaridad, Documento N° 0090500.
Disponible en la Biblioteca Digital del Instituto Nacional de Derechos Humanos http://bibliotecadigital.indh.cl/
8 Cf. Precht, Cristian: En la Huella del Samaritano. Breve historia de la Vicaría de la Solidaridad. Editorial Tiberíades, Santiago, 1998. Disponible en http://bibliotecadigital.indh.cl/
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Obispo Fernando Ariztía
Obispo luterano Helmut Frenz
Fernando Salas, S.J.
querido hacer llegar a V.E. la profunda preocupación que me
causa una campaña que ha alcanzado niveles que no podría
ignorar, y cuyo objetivo evidente es el de producir la equivocada
impresión de que existirían diferencias entre la Iglesia católica
apostólica romana y el Gobierno de Chile”9.
El cardenal Silva Henríquez, en comunicación con las otras
iglesias y agrupaciones colaboradoras, dispuso su cierre en diciembre de 1975, aunque afirmando en su respuesta a Pinochet
que “la labor caritativa y religiosa desplegada hasta ahora por
el Comité en favor de quienes sufren diversas formas de pobreza, continuará desarrollándose dentro de nuestras propias y
respectivas organizaciones eclesiales, y siempre en un marco
de fraterna colaboración ecuménica”10.
Hemos visto11 que en los dos primeros años tras el golpe la
voz pública de los obispos católicos, salvo la de algunos, no
fue para nada clara en cuanto a oponerse al naciente régimen
militar. Existían, al menos, cuatro diferentes posiciones acerca
de la conveniencia de hacer denuncias públicas de la situación
que atravesaba el país. Sabemos que un buen número de chilenos esperaba en 1973 que los militares pusieran orden en un
Chile cada vez más polarizado y convulsionado, casi al borde
de la guerra civil, lesionado seriamente en su institucionalidad
y convivencia. En esto los obispos no eran la excepción. Pero lo
que es claro es que ante el horror de la persecución, la detención arbitraria, la tortura y la desaparición forzada de personas
que se sucedieron tras el Golpe, hubo un grupo de hombres y
mujeres que supo preocuparse de quien quedaba botado al
lado del camino, e hizo lo posible por ayudarlo.
Al Comité Pro Paz le sucedió el 1° de enero de 1976 la Vicaría de la Solidaridad. Monseñor Fernando Ariztía fue nombrado
en 1976 obispo de Copiapó. Murió como obispo emérito de esa
diócesis el 3 de noviembre de 2003. El pastor luterano Helmut
Frenz murió en Hamburgo, Alemania, el 13 de septiembre de
2011. MSJ
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11Cf. artículo de Brian Smith en este mismo número.
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