Pedro de Torres Simó* MITOS Y REALIDADES DE LOS FUNCIONARIOS DE LA UNIÓN EUROPEA La función pública europea está a mitad de camino entre la típica función pública nacional y la de los funcionarios de un organismo internacional. Al mismo tiempo, se ve fuertemente condicionada por las características de la Unión: diferentes lenguas, diferentes países. Sin embargo, la política de personal tiene una cierta racionalidad, lo que justifica su alta productividad, el reducido número de funcionarios y el escaso coste proporcional, ya que medido en porcentaje del PIB es el más bajo de todas las Administraciones europeas. Palabras clave: integración europea, instituciones comunitarias, funcionarios públicos. Clasificación JEL: F02, J45. 1. Introducción El personal y la estructura de una organización son su núcleo, el centro de su sustancia. El análisis de ambos es altamente revelador, por ello tiene interés tratar un tema tan árido. No se trata aquí, por otra parte, de ofrecer una visión completa de la Función Pública comunitaria, sino de reflejar una visión subjetiva referida a un momento determinado. Estas notas no pretenden ofrecer mas que las impresiones producidas por los funcionarios españoles que ingresaron en las instituciones europeas a raíz de la adhesión. La adhesión de un país o grupo de países a la Unión supone siempre un terremoto dentro de la organización interna de las Instituciones europeas, especialmente de * Técnico Comercial y Economista del Estado. Ex Director General Adjunto de Personal y Administración de la Comisión Europea. la Comisión, que es la más voluminosa de todas ellas. En efecto, una norma seguida en las Instituciones comunitarias consiste en mantener una cierta proporción en los puestos de su plantilla entre las diversas nacionalidades. Esta proporción es absolutamente rígida en los puestos de máximo nivel y se flexibiliza según se baja en el nivel de los puestos, hasta llegar a su dilución práctica en niveles de entrada y en categorías auxiliares. Por ello, desde el punto de vista de las Instituciones la entrada de un país supone varias operaciones que afectan a su estructura organizativa y a sus funcionarios. Normalmente para facilitar este proceso se produce una suspensión temporal y selectiva de la aplicación del Reglamento de funcionarios. Para un Estado recién adherido, por su parte, se plantea el establecimiento de una política específica respecto al personal en las Instituciones comunitarias y a su personal en dichas Instituciones. Tener situados a sus nacionales en determinados puestos no carece de importancia. LAS POLÍTICAS COMUNITARIAS: UNA VISIÓN INTERNA Julio-Agosto 2006. N.º 831 ICE 95 PEDRO DE TORRES SIMÓ Antes de entrar en estos asuntos es conveniente dedicar unos cuantos párrafos a describir la función pública europea. 2. Un Gobierno sin país La Función Pública europea está a mitad de camino entre la típica función pública nacional y la de los funcionarios de un organismo internacional. En efecto, ello responde a que la propia naturaleza de las Instituciones europeas está a medio camino entre la estructura política de un Estado y un organismo internacional. Así, las funciones de la Comisión y del Parlamento no son más que aproximadamente comparables con las de sus homónimos nacionales. Las dudas que se han revelado con motivo del intento de aprobación de la Constitución Europea reflejan la dificultad de definir y hacer comprender a los votantes el proyecto de un gobierno sin país, con la existencia de múltiples países, múltiples ciudadanías, múltiples patriotismos. Y con un débil patriotismo europeo. Esta indefinición a nivel institucional impregna la estructura de la Función Pública europea. Así, la defensa de los funcionarios frente a las posibles presiones de los Estados miembros, la búsqueda de un estatus de independencia, base de una actuación ecuánime, es un principio fundamental que tiñe toda la normativa al respecto. Ésta es la idea central que guía la normativa de la Función Pública europea y se puede ver reflejada en sus diversos aspectos, desde la estructura de la carrera hasta el servicio médico. La estructura de la carrera es extremadamente jerarquizada. Recuerda mucho a la militar. Para ilustrarlo nada mejor que hacerlo sobre el nivel A o cuerpo superior de funcionarios que exige la previa licenciatura universitaria. Se ingresa por los niveles A8 (sin experiencia laboral) y A7 (con una mínima experiencia laboral), tras haber aprobado unos concursos que dan derecho a estar en unas listas de elegibles por aquellas unidades administrativas que tengan plazas provistas. 96 ICE LAS POLÍTICAS COMUNITARIAS: UNA VISIÓN INTERNA Julio-Agosto 2006. N.º 831 A partir de ahí, el paso a los niveles superiores se va haciendo por dos criterios: la antigüedad y la calificación de la actuación profesional del funcionario. Los ejercicios de promoción se frenan si la calificación o evaluación formal y por escrito que se hace regularmente a cada funcionario presenta una nota negativa. Lo que quiere decir que para los funcionarios sin notas negativas la antigüedad es la razón prioritaria de su promoción, especialmente en las primeras fases de su carrera. A partir de A5 intervienen cada vez más otras razones, como es inevitable, en donde van adquiriendo mayor peso la nacionalidad y las actividades de gestión desempeñadas en la propia estructura administrativa. Al llegar a A3 se culmina la carrera administrativa. A partir de ese nivel aparecen los altos cargos: A2 (director) y A1 (director general o director general adjunto). El camino de acceso a la categoría de alto cargo es en todo caso de elección o concurso singular al cual pueden acceder los funcionarios del nivel inmediatamente inferior o bien, de declararse formalmente la inexistencia de candidatos funcionarios idóneos, se da entrada a otras personas cualificadas procedentes del exterior, ciudadanos de algún Estado miembro. En la categoría de alto cargo la nacionalidad es una razón de gran importancia, de creciente significado según se sube de categoría o nivel: los puestos de director general titular o adjunto y especialmente el de secretario general tienen siempre una bandera nacional; aunque esta distribución se base en una regla no escrita, no por ello se cumple con menor rigidez. Evidentemente, si bien la cuantía y la calidad de los puestos es más o menos fija para cada Estado miembro, se producen intercambios entre las banderas asignadas a puestos concretos. Una primera conclusión que se deriva de esta somera descripción de la estructura de la carrera del funcionario europeo consiste en que el sistema vigente garantiza la entrada en las Instituciones de una base de funcionarios competentes y, lo que no es menos importante, adaptados al trabajo en unas exigencias muy especiales y demandantes. El sistema funciona muy adecuadamente para los niveles de entrada o de base. MITOS Y REALIDADES DE LOS FUNCIONARIOS DE LA UNIÓN EUROPEA Por otra parte, la elección de altos cargos está muy influida por consideraciones nacionales, como no podía ser de otra forma. La Europa que tenemos hoy no es sino un conjunto de Estados miembros que tratan de forma voluntariosa de crear un mercado común, incluso varios de ellos de ceder la soberanía monetaria para disponer de una moneda común, que no es poco. Pero, el teórico camino a los Estados Unidos de Europa está, en su caso, muy lejano todavía y pensar que los altos cargos de las Instituciones comunitarias tuvieran una estructura ajena a esta realidad política sería muy utópico y, a la postre, negativo. Este sistema, a qué negarlo, introduce una fuente de ineficiencia importante al establecer en la selección de personal la razón de la nacionalidad por encima, a veces, de la capacidad. A pesar de todo, también para altos cargos el sistema funciona de forma relativamente aceptable y lo hace porque responde a la realidad de Europa. Si bien, como se acaba de ver, el sistema es verdaderamente eficiente para la creación de una base de funcionarios competentes en los niveles inferiores y, por otra parte, la estructura de altos cargos permite que la administración de las Instituciones europeas funcione con relativamente pocas tensiones e ineficiencias, el middle management se encuentra en una tierra de nadie donde las tensiones entre la realidad (nacionalidades) y la lógica de la eficiencia administrativa no parecen bien resueltas. En ningún caso se muestran estas cuestiones con mayor claridad que cuando se produce una ampliación de la Unión. En esta eventualidad se establece el número de altos cargos asignados al país adherente y se determina cuáles serán los puestos de cada nivel. Evidentemente ello supone que o bien se aumenta la plantilla de altos cargos, lo que es difícil, dada la vigilancia estricta del Parlamento y el Consejo sobre el presupuesto de las Instituciones, o bien se deben cesar o jubilar algunos de ellos, lo que es traumático para la organización. Pero, en fin, éste es un mecanismo previsto por el estatuto para los altos cargos que en la práctica supone una prejubilación por interés del servicio que suele funcionar con notable suavidad. Al fin y al cabo es inherente a la aceptación de un puesto de alto cargo una cierta inestabilidad y riesgo. Para el middle management se plantea un problema especifico. Si bien se habilita un sistema de prejubilaciones para «dejar hueco», los candidatos a cubrir puestos a este nivel deben provenir del cuerpo de funcionarios según el estatuto de funcionarios, cuando por definición el Estado adherido carece de funcionarios. La solución es una derogación temporal y parcial del citado estatuto que permita con facilidad la cobertura de determinados puestos de este nivel por profesionales procedentes del exterior, del país en cuestión. A estas alturas cabe preguntarse si es tan perentorio cubrir estos puestos intermedios con tanta urgencia, no esperando la llegada y maduración de los jóvenes que entren por el procedimiento normal. Es evidente que no se puede olvidar que, dada la estructura de la carrera en las Instituciones se tardaría un larguísimo período en disponer de funcionarios de los países entrantes como vivero para altos cargos. Pero quizá carecer de nacionales en puestos de nivel intermedio sea más grave de lo que podría pensarse a primera vista. Para darse cuenta de la importancia de disponer de nacionales en puestos de middle management conviene hablar de algunas peculiaridades de la Función Pública europea y su forma de trabajar. 3. Una burocracia casi sin burócratas En la mentalidad de los ciudadanos de la Unión, especialmente de los países anglosajones, las Instituciones europeas se asocian al concepto de burocracia pesada, casi kafkiana. Se trata de un mito bien arraigado. Sin embargo, lo primero que hay que reseñar es que el número de funcionarios de las Instituciones europeas es muy reducido. Algunas Comunidades Autónomas uniprovinciales españolas tienen en su administración muchísimos más funcionarios que los que hay en las citadas instituciones. Y ciertamente no se está haciendo re- LAS POLÍTICAS COMUNITARIAS: UNA VISIÓN INTERNA Julio-Agosto 2006. N.º 831 ICE 97 PEDRO DE TORRES SIMÓ ferencia a una de alto nivel de población, como la Comunidad Autónoma de Madrid, sino a otras de población mucho más escasa. ¿Una organización burocrática sin burócratas? Suena paradójico, pero la realidad indiscutible es que en la fecha de la adhesión española el número de funcionarios de todas las instituciones era inferior a los 14.000 (eliminando los de las actividades de investigación), de los cuales solamente sumaban alrededor de 3.500 de nivel A. Y el crecimiento se ha mantenido bastante contenido, lo que no puede decirse de no pocas administraciones de los Estados miembros... La explicación de esta aparente paradoja está en la forma de trabajo de las Instituciones europeas, que se va a ilustrar con un ejemplo de la actividad de la Comisión, con mucho la de mayor volumen de todas ellas. Una actividad muy típica de ella consiste en la preparación de borradores de directivas y reglamentos, de normativa europea. Dada la complejidad de los temas, agravado por el todavía muy diferente derecho y ambiente social en los Estados miembros, es necesario manejar una información muy amplia y matizada. Sin embargo, se suele dejar en uno o dos pares de manos de funcionarios de nivel intermedio la labor de ir preparando el borrador de directiva. Normalmente se les concede además bastante autonomía y capacidad de iniciativa. ¿De dónde consiguen la información para realizar su trabajo? Básicamente de las administraciones nacionales, de expertos y universidades, de las asociaciones patronales y sindicales y de otros lobbies variados que circulan con mayor o menor éxito por Bruselas. La administración europea se concentra en la concepción de políticas apoyándose en fuentes externas de información: he ahí la explicación de su bajo número. Y he ahí la importancia de la labor que hacen los cuadros intermedios. Las administraciones nacionales están mucho mejor dotadas de personal, del especializado técnicamente, además de disponer de una fuente de información de los problemas reales y locales por su contacto más directo con ellos. Constituyen un camino por donde se ca- 98 ICE LAS POLÍTICAS COMUNITARIAS: UNA VISIÓN INTERNA Julio-Agosto 2006. N.º 831 nalizan los reflejos de los intereses nacionales que después se irán discutiendo a lo largo de los procesos de formación de los documentos y la voluntad de la Comisión. Aunque sólo fuera por reforzar esta relación entre las administraciones nacional y europea la importancia de la disposición de funcionarios de la misma nacionalidad de nivel intermedio en las Instituciones estaría mas que justificado. Y otro tanto se puede decir de las otras fuentes de información citadas dos párrafos más arriba. Para no ser demasiado prolijo solamente se van a dedicar unas líneas a los lobbies, al no poder evitar la nostalgia del autor de estas reflexiones. En efecto, en la década de los ochenta la experiencia de participar en un lobby de nivel europeo de banca cooperativa merece la pena reflejarse, por ser muy ilustrativa. En aquella época se estaban diseñando en la Comisión las directivas bancarias y la banca cooperativa, por su parte, estaba muy preocupada porque se tuvieran en cuenta en su elaboración sus especificidades societarias, en concreto la forma de determinar su cifra de capital a efectos regulatorios. A tal fin se organizó una pequeña oficina de contacto en Bruselas para que siguiera la preparación de las directivas desde su inicio —nivel cuadro intermedio—. Como la información necesaria en este asunto era extraordinariamente compleja se hizo imprescindible que un trío de especialistas nos reuniéramos mensualmente en Bruselas para discutir la estrategia y contenido de la información a pasar. Es indiscutible que este lobby ayudó a que no se olvidase a las cooperativas de crédito en la normativa bancaria europea, constituyendo una fuente de información básica para los funcionarios encargados de su redacción y para esas entidades bancarias. Conviene recordar que al producirse esa actuación España todavía no era miembro de la entonces CEE, aunque estuviese en negociaciones para serlo. No cabe duda que la administración europea es una casa de cristal y sus funcionarios están obligados a conceptualizar informaciones e interpretar presiones a un nivel de complejidad realmente insuperable. MITOS Y REALIDADES DE LOS FUNCIONARIOS DE LA UNIÓN EUROPEA Pero es evidente, por concluir este razonamiento, que llama la atención que una muy pequeña administración, absorbiendo información de las fuentes citadas, sea capaz de crear una caudalosa corriente de normativa europea. Precisamente su amplio caudal es responsable de que se la califique de burocracia. Por otra parte, cabe resaltar la importancia de los cuadros intermedios en esa administración y la relevancia de ir cubriendo puestos con nacionales desde el momento de la adhesión. 4. Otros mitos y realidades Uno de los tópicos más difundidos sobre la Función Pública europea es el buen tratamiento económico que recibe. Antes de entrar en una evaluación de este mito es conveniente analizar su justificación y contenido. Ya se ha ido diciendo que la necesidad de dar independencia y autonomía a los funcionarios europeos, incluso y muy particularmente frente a sus propios países de origen, es la justificación general de los derechos económicos y otros que disfrutan. Esta justificación es general en todos los organismos internacionales, pero está más justificada o, dicho en otras palabras, es más necesaria, cuando el organismo en cuestión tiene funciones «gubernamentales», cuanto más concretamente influya en la política económica. Sobre algunos medios de protección al funcionario, por ejemplo, la rigidez de la normativa de promociones y las garantías de estabilidad en el empleo, ya se han avanzado unos breves trazos que convendría completar haciendo referencia a los intentos de separar jurídicamente el bloque de la administración de la cúpula política de las instituciones. Esta separación jurídica siempre es limitada, pero es más completa en la Función Pública europea que en muchas administraciones nacionales. Por ejemplo, en la administración española un cambio de gobierno debido a un vuelco electoral da lugar a un baile de altos cargos simultáneo y generalizado, mientras que en la Comisión, una renovación de la misma, aparte de los ob- vios cambios en los gabinetes de los comisarios, no se produce una ola de cambios simultánea en las direcciones generales y direcciones. El proceso es mucho más matizado. Pero volviendo al tema de este epígrafe —al tratamiento económico de los funcionarios europeos— es conveniente precisar que su remuneración es similar a la de otros funcionarios internacionales o a la de funcionarios expatriados (personal diplomático, por ejemplo). Lo que es singular es la tributación sobre sus rendimientos de trabajo, el impuesto comunitario, regulado por el protocolo de privilegios e inmunidades. La justificación sigue siendo la misma que ya se ha visto. Es, pues, falso el mito de que los funcionarios comunitarios no pagan impuestos. Pagan los de su propio país, salvo el impuesto directo europeo sobre sus rendimientos como funcionarios. Ciertamente, que una parte de su renta sea excluida de la tributación nacional es singular, pero ello protege su independencia. Y otro tanto ocurre con otros derechos como la cobertura médica, tanto en situación administrativa de activo como tras la jubilación. Esta cobertura se asemeja mucho a la de algunos países miembros de los que está inspirada. Aunque la aplicación de este sistema en Estados con otros sistemas crea dificultades, por ejemplo a los funcionarios jubilados que residen en España, que no son pocos, pues España es país de jubilación, la Florida de Europa. Mucha más lógica todavía tiene la existencia de un sistema de pensiones propio, de tipo de capitalización, aunque mixto, porque cuenta con una garantía de última instancia en el presupuesto de las Instituciones. No obstante la cotización del funcionario es de un tercio de la aportación a los fondos. Éstos son los principales derechos que constituyen la coraza que aísla al funcionario europeo y le dan la garantía económica y de estatus necesaria para poder ejercer su función con plena independencia; así, no es fácil que algún Estado miembro pueda presionarle sobre aspectos de su vida particular. LAS POLÍTICAS COMUNITARIAS: UNA VISIÓN INTERNA Julio-Agosto 2006. N.º 831 ICE 99 PEDRO DE TORRES SIMÓ 5. ¿Cómo se ve al funcionario europeo español en las Instituciones europeas? Hoy día en las Instituciones europeas se ve a los funcionarios españoles con muy pocas diferencias respecto a los de otros Estados miembros. Tras veinte años de formar parte de estas Instituciones y, sobre todo, casi treinta de disfrutar de un sistema político democrático, junto con el desarrollo del sector turístico español, la percepción del funcionario español o, más generalmente, del ciudadano español ha perdido casi todos los tópicos tradicionales que lo caracterizaban, con o sin razón, fruto del desconocimiento en la mayor parte de los casos. Pero no cabe duda que en el momento de la adhesión era alta la curiosidad por el funcionario español, incluso para un colectivo tan viajado como el de los funcionarios de los países «antiguos» miembros. Es más, algunos servicios con capacidad de contratar nuevos funcionarios se plantearon alguna reticencia. Pero duró poco. Los funcionarios españoles mostraron pronto unos altos niveles éticos y un espíritu de trabajo aceptable o mejor que aceptable. El tema ético, por así decirlo, siempre es importante en cualquier relación laboral, pero es de la mayor relevancia en los organismos internacionales. Al autor de estas reflexiones le dijeron frecuentemente en aquellos primeros años que, a efectos laborales, el funcionario español era el alemán del sur. En general, la adaptación fue razonablemente buena, no exenta de problemas, a pesar de no lograr establecer una buena política española al respecto. Como no sorprenderá a nadie, funcionaron mejor las personas que las estructuras administrativas españolas en estos temas. 6. Algunos contrastes entre la Administración europea y la española Se ha citado anteriormente la relativa separación de la Administración europea y su cúpula política como una protección a la independencia del funcionario público europeo. Ahora volveré sobre este tema, y con algo más de detalle, desde el punto de vista de la comparación 100 ICE LAS POLÍTICAS COMUNITARIAS: UNA VISIÓN INTERNA Julio-Agosto 2006. N.º 831 entre dos sistemas diferentes porque ciertamente contrasta con la práctica y la normativa españolas y ha suscitado interés en España. El objetivo de esta comparación es el de examinar los efectos de esta forma de organización administrativa sobre su eficacia. En primer lugar hay que señalar que la separación es limitada, porque la cúpula política siempre es la autoridad de la que depende la administración, en otras palabras, se trata de buscar que el funcionamiento administrativo sea relativamente independiente de la habitual lucha política interpartidista o que no sea «politizada» en el lenguaje popular. Por otra parte, la cúpula política es, ante todo, política, y de hecho los jefes de los departamentos ministeriales son la máxima expresión de la política. En tanto que jefes políticos, no solamente son jefes de un departamento con competencias administrativas sino que tienen una actividad política pura que necesita su correspondiente apoyo. Establecer la distinción o separación entre lo que es «administración» y «apoyo político» no es fácil. En España esa distinción prácticamente no existe y ello tiene importantes efectos negativos sobre la eficiencia de la Administración. Empezando por la Administración europea, y poniendo como ilustración a la Comisión, la distinción, la frontera entre la política y la gestión, la marcan los gabinetes de los comisarios, por un lado, que son órganos de apoyo político y, por el otro, los directores generales que son cabeza de los diferentes «departamentos» administrativos. En medio, como pivote, queda el secretario general, quien asiste como tal, levantando acta, incluso, de las sesiones de la Comisión, órgano colegiado presidido por el presidente y compuesto por los comisarios, cúpula de la institución. Entre sus actividades más conocidas en el interior figuraba la conferencia que daba a los directores generales el día siguiente a la reunión semanal del colegio en la que hacía una referencia de los acuerdos adoptados. Los gabinetes de los comisarios son órganos de apoyo político de los mismos. Su jefe tenía un nivel inferior al de director general y entraban y cesaban simultánea- MITOS Y REALIDADES DE LOS FUNCIONARIOS DE LA UNIÓN EUROPEA mente con su comisario. Su naturaleza de órgano de apoyo político es indiscutible, aunque en la práctica estuvieran formados por funcionarios europeos en comisión de servicio. Al otro lado, en la Administración, están las direcciones generales constituidas en todo a semejanza de los departamentos ministeriales clásicos, donde se cumple la descripción de las características de la Función Pública europea descrita más arriba, con su estabilidad muy acentuada hasta el nivel A3 y su garantía de empleo. Sus altos cargos tenían en el pasado bastante estabilidad: era frecuente que sirviesen a varios comisarios sucesivamente en el mismo puesto. Las últimas modificaciones en la práctica de la Administración europea proponen cambios a los directores generales casi con los cambios de colegio. Con cualquiera de los sistemas la estabilidad de los altos cargos es mucho mayor que en la Administración española, aunque es evidente que, en este aspecto, la europea últimamente va convergiendo con la española. Por su parte, en la Administración española un cambio de Gobierno motivado por un vuelco electoral, por ejemplo, da lugar a un cambio de todos o de casi todos los altos cargos, además, por supuesto, de los gabinetes de los ministros, cuya naturaleza es en todo similar a los equivalentes de los comisarios. Si a esta situación se une la práctica inexistencia de una carrera administrativa de los funcionarios, junto con la práctica seguridad de seguir disfrutando de algún empleo el alto cargo cesante, aunque sea a nivel mucho más bajo, el sistema español tiende a expulsar a aquellos funcionarios más ambiciosos y brillantes. Basta ver con ojo crítico las altas proporciones de ex altos cargos en situación de excedencia en los mejores cuerpos de la Administración, al tiempo que conserva a los que tienen menos capacidades para ser captados laboralmente por otros sectores de la sociedad. Un sistema que expulsa a una parte importante de sus mejores elementos tiene importantes defectos. La estabilidad en el empleo, atractiva para los funcionarios a nivel personal, se debe evaluar desde el punto de vista de la Administración en función de su aporta- ción a su buen funcionamiento, a su eficiencia. No cabe duda de que crea rigideces inevitablemente, pero combinada con una política de carreras genera un importante estímulo al trabajo a los funcionarios y a la eficacia de la Administración. La esperanza del funcionario de desarrollar una carrera es un estímulo realmente importante, confiriendo una disciplina adicional a la organización. Y ello se puede ver tanto en la Administración europea, como en aquellos sectores de la española que tienen una política de carreras estructurada: la carrera militar y la diplomática. Dentro de la política de carreras un aspecto de notable interés lo constituye el ejercicio de una evaluación regular del funcionario. Como se dijo anteriormente, este ejercicio se practica en las instituciones europeas. Aquí sólo podemos dedicar un párrafo a las principales características de este proceso y sus consecuencias porque su carencia en la Administración española es muy significativa y representó una sorpresa para los funcionarios españoles que procedían del sector público, no así para los de otra procedencia porque esta práctica está bastante extendida en el sector privado. Un ejercicio de este estilo debe hacerse por escrito, con exigencia de discusión por lo menos bilateral —del jefe evaluador con el evaluado— cuyas conclusiones se pueden reflejar en el informe y debe tener consecuencias en la evolución de la carrera. El ejercicio por escrito con un cuestionario detallado plantea unos niveles de exigencia importantes cuyos condicionantes difícilmente son óptimos en cualquier organización. No sólo hay que hacer una evaluación detallada, sino que es imprescindible discutirla, normalmente con un colaborador directo del evaluador. Ello implica un diálogo muy complejo e instructivo. Mostrar al colaborador una opinión sobre su capacidad, actitud, hábitos de trabajo y sus posibilidades de mejora para discutirla a continuación, reflejando en muchos casos las conclusiones de esta discusión y, en todo caso, su aceptación o no por el evaluado, es un ejercicio comprometido y saludable, que se va perfeccionando con su repetición sucesiva y a intervalos regulares. LAS POLÍTICAS COMUNITARIAS: UNA VISIÓN INTERNA Julio-Agosto 2006. N.º 831 ICE 101 PEDRO DE TORRES SIMÓ Este tipo de ejercicio crea una tensión en la organización que debe ser evaluada previamente y monitorizada. Una tensión dentro de ciertos límites es positiva y crea estímulos. Pero también hay que plantearse una serie de controles y de procedimientos para solucionar los inevitables y puntuales enfrentamientos personales. Por otra parte, si no existe en la organización una política de carreras, con la disciplina que implica, los resultados de un ejercicio de evaluación con las características descritas puede tener efectos negativos. Su mayor riesgo, aparte de la tensión que introduce, es la falta de compromiso de los evaluadores. Cuando la consecuencia que se obtenía del ejercicio de evaluación era frenar la carrera de los que tenían evaluaciones negativas cabría afirmar que se conseguían resultados positivos, apreciables. Pero no completos, puesto que como consecuencia de este proceso difícilmente se lograba acelerar directamente la carrera de los más brillantes. No es lo mismo frenar la carrera de aquellos con notas negativas que acelerar la de los más destacados. De cualquier forma, los riesgos que conlleva este proceso en la carrera de algunos funcionarios, no por motivos estrictamente laborales, debe ser vigilado con cuidado. Por esta razón, la aportación de los representantes del personal y de los sindicatos es de gran importancia, no sólo para el personal, sino para la propia jerarquía administrativa. Todos los ejercicios regulares de evaluación se discutían y recibían una amplia colaboración de los represen- 102 ICE LAS POLÍTICAS COMUNITARIAS: UNA VISIÓN INTERNA Julio-Agosto 2006. N.º 831 tantes del personal, aunque la responsabilidad de ponerlos en marcha y monitorizarlos fuese lógicamente de la Dirección General de Administración. El autor de estas línea debe rendir tributo a la actuación de los sindicatos en este ejercicio de evaluación, especialmente en la detección de posibles irregularidades y en la corrección de algunas injusticias. Un ejercicio regular de evaluación añade mucho poder (aparte de exigencia) a los jefes, siendo especialmente grave esta «brecha de poder» cuando los evaluados son de nivel laboral mucho más bajo que el del evaluador. Este ejercicio no se podría realizar en una Administración sin su apoyo. No hay que olvidar que una Administración tiene múltiples restricciones en su política de personal en comparación con una empresa u organización privadas. Por ejemplo, en estas últimas una evaluación, además de su impacto en la carrera del empleado, puede y de hecho se concreta frecuentemente en el pago de «bonus» o retribuciones variables complementarias. En resumen, la Función Pública europea está fuertemente condicionada por las características de la Unión: diferentes lenguas, diferentes países, todo lo cual supone un serio hándicap para su buen funcionamiento. Pero, por otra parte, su política de personal tiene una cierta racionalidad. Esta última es la base que justifica su alta productividad y, lo que es la otra cara de la moneda, el escaso número de sus funcionarios y su bajo coste. Medido en porcentual del PIB, sin duda, su coste es el más bajo de entre todas las Administraciones europeas.