Uso del aula virtual en Primer Año

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Uso del aula virtual en Primer Año:
Producciones de estudiantes
Margoth Cuevas
Instituto de Formación Docente N° 12 - Neuquén
La
experiencia
pedagógica
que
presento
es
complementaria de la publicada en esta Revista en el N° 3
(2), Isotopías sección ¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?, con el
título “Reescribiendo un cuento tradicional, usando la wiki
del aula virtual”. En esa oportunidad puse la experiencia en
relato con el objetivo de hacerla inteligible y evaluarla, en
términos de logros, virtudes, debilidades y desafíos.
En esta, en cambio, busco ilustrar
esa experiencia con los relatos producidos
por las/os estudiantes de 1° Año C, ciclo
lectivo 2014. Los objetivos siguen siendo
los mismos, que los alumnos interioricen
una
percepción
del
lenguaje
como
discurso, como una práctica social en la que el contexto es
un componente del significado, no un simple marco y,
también, que usen las nuevas tecnologías para producir un
texto en forma colaborativa.
http://eljardindedouglas.blogspot.com.ar/2012/01/cuentos-para-peces-los-tres-chanchitos.html
LOS RELATOS
UNA PELIGROSA AVENTURA ........................................................................ 3
LOS NUEVOS TRES CHANCHITOS .................................................................. 5
EN LO PROFUNDO DEL MAR......................................................................... 9
LOS PECECITOS Y EL TIBURÓN .................................................................... 12
LOS TRES PULPITOS .................................................................................... 14
LA MAREA, Y SUS VISITANTES. ................................................................... 15
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UNA PELIGROSA AVENTURA
Todo empezó una tarde de verano en las profundidades del Océano Atlántico
y luego de participar de juegos extremos con medusas y anguilas. Tres
pequeños peces, Juan, Felipe y Teo, amigos de toda la vida, casi hermanos,
deciden emprender un viaje para conocer el mundo marino a lo largo y a lo
ancho y las profundidades del mar e ir en busca de nuevos riesgos.
Después de días de recolectar provisiones, se despiden de familiares y
amigos. Don Pulpo les regala sabios consejos; les da estrategias para poder
relacionarse con los hipocampos que podrían ser un problema. Doña Medusa,
sabia cocinera, les regala recetas con sencillos ingredientes, fáciles de
encontrar. Se despiden por último de sus amigos los cangrejos y comienzan la
aventura.
Parten desde los arrecifes, precisamente cuando el mar comienza a
embravecer. Contentos estaban los tres porque el viaje parecía prometedor.
Llevaban no muchos kilómetros recorridos cuando deciden hacer un alto,
alimentarse y encontrar un lugar donde pasar la oscuridad de la noche. Juan, el
más tedioso, decide dormir dentro de una burbuja de mar. Felipe, el más
dormilón, se encierra en una ostra para que los ruidos no lo molesten y Teo, el
más precavido, construye una pequeña cueva con piedritas que recolectó.
Lejos estaba de su imaginación lo que les esperaba. Mientras dormían, en
otro punto del arrecife, Garfio, el tiburón más temido, se había escapado de la
prisión que custodiaban las pirañas. La travesía comenzaba a ponerse
peligrosa.
A la mañana siguiente, al despertar, ven como todo el mar se encuentra
revolucionado y alterado, los caballitos de mar corren llevándose todo por
delante, los cangrejos se chocan entre ellos, y así, toda la población
arrecifelense nada en un mar de terror… En ese momento, cuando buscan a
quién preguntar sobre el por qué de semejante alboroto, ven a lo lejos,
recortado en el horizonte, un triángulo negro, y escuchan gritos:
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– ¡Se escapó Garfio! ¡Se escapó Garfio!
¡Corran!
Salen corriendo entre la multitud, pero de
pronto se detienen bruscamente, los tres piensan
lo mismo:
– ¡Esto es lo que queríamos! ¡Aventura!
¡Acción! ¡Peligro!
Al unísono dan la vuelta y deciden enfrentar a Garfio. Juan, el pez más
tedioso, se ofrece a hacer de carnada. El malvado tiburón, que había pasado
semanas sin comer, decide embestirlo.
– ¡Ya verás lo que te pasa! Vocifera el malvado tiburón.
Juan, siguiendo el plan, huye y se mete en la cueva donde sus amigos están
aguardándolo.
– ¡Bien hecho! – Exclaman –, ¡viene directo a la trampa!
Garfio da vueltas alrededor de la cueva sin imaginar que en unos segundos
sería capturado por la red que Teo y Felipe, colgaron a la entrada de la cueva
como parte del plan.
La población del arrecife que había seguido atentamente los movimientos de
los tres peces, da aviso a las pirañas quienes devuelven a Garfio a la prisión.
Muy contentos, los lugareños organizan una gran comida para agasajar a
Teo, Juan y Felipe. Como muestra de agradecimiento por haber devuelto la
tranquilidad a los vecinos del arrecife, los declaran ciudadanos de honor, les
entregan las llaves del lugar y los invitan a regresar las veces que quieran.
Emprenden el viaje de vuelta a sus casas, cansados, pero felices de haber
sido protagonistas de esa gran aventura.
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LOS NUEVOS TRES CHANCHITOS
Hubo una vez tres chanchitos, Titi el mayor y el mas habilidoso, Cako el
del medio, que era el más sociable y Chacho el mas chiquito y perezoso. Los
chanchitos descubrieron que podían respirar debajo del agua un día que
estaban escapando del lobo, fue así que se fueron a vivir debajo del mar.
Sin pensarlo, los tres hermanos comenzaron a explorar un nuevo mundo lleno
de aventuras y nuevos amigos y entonces descubrieron una ciudad donde todo
era alegría y diversión, donde el dios del mar Poseidón los protegía de los
tiburones, que eran los malvados peces que destruían las casas de la ciudad
llamada Atlántida.
Al llegar a esta hermosa ciudad, conocieron a Oscar, un pez muy ansioso,
Milo perezoso y fiestero que se destacaba por ser loco, divertido y energético
y Ostrencia la súper moderna especialista en moda de toda la ciudad, para ella
los colores y la moda eran su locura. Con el tiempo, fue surgiendo entre todos
ellos una gran amistad, que sellaron con un pacto, formando un grupo al que
llamaron "Claros como el agua".
Una tarde, en plena organización del aniversario de amistad, se
encontraban en el lugar de festejo Cako y Ostrencia; ellos se encargaban de
toda la decoración y colores que destacaban al grupo, de ellos dependía que el
lugar quedara alegre y acogedor; los demás se encargaban de las compras y
la música. El ambiente era de mucha alegría y diversión, era un clima
expectante.
Cuando se pensaba que todo
iba marchando bien, tocaron a la
puerta,
produciendo
un
fuerte golpe y asustando a todos.
Paralizados y asustados por el
sonido fuerte y con miradas de
asombro,
algunos
se
escondieron detrás de las cosas.
Uno de ellos decidió ir abrir
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la puerta (Oscar) aquella que fue tocada con fuerza, provocando un sonido
tenebroso. Esta guardaba el misterio de quien sería el que estaba del otro lado.
Al abrir muy despacito, un fuerte empujón dejó a Oscar entre la pared y la
puerta: eran los malvados tiburones que comenzaron a descargar toda su furia
de destrucción, rompiendo todo lo que se había logrado con tanto entusiasmo.
En medio de tanto revuelo decidieron escapar en busca de ayuda, pero todos
los demás peces estaban encerrados en sus casas por temor de que los
tiburones destruyeran su hogar. Ya cansados de andar y andar vieron a lo lejos
un grandote y fuerte tiburón, él no era como los demás tiburones (malo,
amenazante) era todo lo contrario dulce, amable y ¡muy valiente!
Con las ilusiones a flor de piel, los peces decidieron pedirle ayuda al
amable tiburón. Como no sabían su nombre eso fue lo primero que le
preguntaron, a lo que respondió ¡mi nombre es Filón el Fortachón! Titi, ni
lento ni perezoso fue el primero que se animó a pedirle ayuda, a lo que Filón
el fortachón dijo:
—por supuesto que sí y no solo los voy a ayudar a ustedes sino que a mi
especie también.
Aprovechando que los tiburones estaban haciendo desastres dentro del
lugar donde nuestros amigos habían estado haciendo su festejo, Filón el
Fortachón se acercó a la puerta, inhaló profundamente y para sorpresa de
todos exhaló enormes burbujas coloridas que cubrieron todo espacio existente
que había dentro del salón. Al reventar las burbujas el agua se tiñó de colores
que envolvieron a esos temibles tiburones.
Todos estaban expectantes por saber cómo era que Filón el Fortachón
había podido hacer con tan solo esas burbujas algo tan misterioso e
impresionante como envolver a esos temibles tiburones y así salvar no tan solo
a los que le habían pedido ayuda, sino también a los de su especie. Muy
impacientes y con la ansiedad por seguir con su festejo, sin medir las
consecuencias de acercarse a los tiburones, que eran malos, amenazantes y
que destruían todo lo que estaba a su alcance sin contemplaciones, Titi, Cako
y Chacho se tomaron de las manitas y con la ansiedad en sus venas decidieron
ingresar al salón de fiesta, que por cierto estaba muy, pero muy silencioso. No
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podían creer lo que veían sus ojos, los tiburones estaban ordenando
alegremente el salón de fiestas.
Los tres chanchitos se acercaron a Filón el Fortachón y le prometieron
que lo llevarían con Poseidón, porque seguramente le sería de mucha ayuda en
Atlántida.
Titi le dijo a Cako y a Chacho que salieran a avisarles a los demás lo que
estaba ocurriendo dentro del salón, ya que conociendo a Oscar y Milo
seguramente estarían armando junto a los demás una estrategia de rescate de
los chanchitos, dada la circunstancia de que no habían vuelto a salir. Sin más
demoras salieron a darles la noticia y como era de esperar Oscar y Milo ya
tenían todo preparado para el rescate. Todos juntos se dirigieron al salón para
ver lo ocurrido con los tiburones, al llegar y ver todo arreglado decidieron
continuar con su gran fiesta.
Desde ese día, Atlántida se convirtió en un lugar de paz y alegría, donde
hasta los tiburones estaban incluidos dentro de las invitaciones para cualquier
festejo que se realizara, inclusive ya todos eran amigos.
Al pasar los días, los tres chanchitos ya extrañaban su hogar, fue en ese
momento que decidieron volver a su casa, pero ¿cómo harían con el lobo?
tomándose un largo rato para pensar y pensar, encontraron la solución para su
peludo problema.
Después de una gran fiesta de despedida, los tres chanchitos volvieron a su
casa. Llegando a su hogar vieron que en el interior se encontraba el lobo, muy
sentado meneándose en la silla de Cako y disfrutando de una gran paleta de
caramelo. Al verlo tan entretenido, decidieron abrir la ventana y con
muchísimo cuidado metieron una burbuja que Filón el Fortachón les había
regalado, cerraron rápidamente la ventana y esperaron a que el lobo saliera de
la casa. Dos horas más tarde la puerta se abrió. Al salir el lobo lo primero que
vio fue a los tres chanchitos, que estaban expectantes detrás de un árbol. El
lobo se acercó cuidadosamente y les pidió disculpas.
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Así es como termina esta historia llena de aventuras, fiestas y amistad.
Con los tres chanchitos en su hogar y un amable lobo como vecino. Y no nos
olvidemos de la ciudad donde, a partir de ese gran cambio, los temibles
tiburones se convirtieron en los guerreros guardianes de la nueva y alegre
Atlántida y donde los tres chanchitos formaron parte de una hermosa historia
para contar.
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EN LO PROFUNDO DEL MAR
Una tarde de verano, cuando el ocaso y el océano se volvían uno, un rayo
estremeció las
profundidades del arrecife, fue en ese instante cuando las ninfas volvieron al
agua, eran las hijas de Hades, dueño de las oscuridades del mar.
Lila era la menor y la más perezosa, Luz era la del medio y le encantaba
comer, disfrutaba de los ricos sabores, Luna siempre fue la más precavida e
inteligente de todas por ser la mayor.
Después de años de permanecer a orillas del mar y en total acuerdo
decidieron ir en busca de la verdadera razón por la que fueron alejadas de su
padre, juntas emprendieron camino al antiguo pueblo de sus abuelos paternos
quienes se encontraban en la marea turbia de las algas marinas de Ardides.
Al llegar allí, se encontraron con una terrible y espeluznante sorpresa, todo
el pueblo había sido destruido por un gran y temible tiburón blanco quien, con
sus dientes muy afilados y una cola extremadamente veloz, arrasaba con todo
lo que tenía por delante. Esto sucedía cada vez que había una tormenta en la
superficie y un rayo estremecedor resonaba en las profundidades del arrecife,
sin saber que el verdadero motivo de los ataques del tiburón era su obsesión
por las ninfas. Al enterarse de esto, Lila, Luz y Luna recordaron
inmediatamente lo que sus abuelos les habían advertido acerca de este
maligno ser y la maldición que recaía en él. Al verse desprotegidas en el
medio de esta oscura y tenebrosa
tormenta, decidieron salir en busca de
materiales para construirse cada una un
refugio.
Advertido por sus discípulos de que
en la marea turbia de las algas marinas
de Ardides había tres ninfas, el gran y
temible tiburón blanco Parménides
emprendió una cacería arrasando con
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todos los pueblos del profundo mar en su búsqueda. Ellas, desesperadas al ver
como este maligno ser destruía todo lo que estaba a su alcance, se apresuraron
a terminar su refugio. Lila con pereza, lo construyó con algas, ya que le daba
flojera nadar por el océano en busca de materiales, Luz encontró una concha
gigante y allí mismo se escondió, en cambio Luna recorrió y recorrió
descubriendo un barco militar abandonado en el fondo del mar, un refugio
amplio, resistente y acogedor para que ni toda la fuerza del maligno tiburón
blanco pudiese derrumbarlo y a la espera de la inminente llegada de la temible
bestia, cada una de las hermanas nadó hacia su refugio.
En un abrir y cerrar de ojos, la tenebrosa tormenta estalló, trayendo con ella
al maligno tiburón, que con su veloz cola arrasaba con lo poco que quedaba en
pie y fue en ese momento que de un solo soplido creó una oleada gigante que
despertó a la ninfa menor que asustada y en el medio de la polvoreada se dio
cuenta de que su casa de alga había desaparecido. Fue entonces que nadó con
todas sus fuerzas hasta la casa de Luz que, como de costumbre, estaba
comiendo en la habitación. No bien entró le contó lo que había ocurrido y con
miedo cerraron todo, pero no sirvió de mucho, ya que el tiburón blanco volvió
a agitar su cola destruyendo la casa de ésta y desesperadas nadaron hasta el
fondo del mar y llegaron a la casa de Luna.
Mientras tanto el embravecido y enojado tiburón giró en torno de la casa de
la ninfa mayor; decidido a acabar con todo y todos arremetió con su fuerza
maligna. Luna, con miedo pero decidida a terminar con el problema que
atormentaba al pueblo, abrió la puerta y salió. Mientras todos miraban y
admiraban el valor de la hermana mayor, el tiburón solo pensaba en devorarla
y cuando estaba por atacarla, fue en ese preciso momento que Luna recordó lo
que sus abuelos le habían contado sobre la maldición; y en ese santiamén
entonó unas palabras raras, seguramente conjuros: “truir nafer caidgen”.
Advirtió el asombro del tiburón quien, ante semejante imposición y soflamas,
se vio convencido de los poderes que tenía la ninfa por ser la hija Hades.
Atónita, la bestia huyó despavorida por el miedo que generaba enfrentarse a la
hija del temible dueño de la oscuridad del mar.
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Desbordados de alegría, los habitantes del pueblo y sus dos hermanas le
agradecieron infinitamente la valentía y la inteligente ocurrencia que había
tenido. Convencidos de que el temible Parménides no volvería jamás,
reconstruyeron nuevamente el pueblo de Ardides.
A pesar del espantoso acontecimiento vivido y con la gran emoción por la
derrota de su gran verdugo y en honor a la valentía de Luna festejaron con
todos sus amigos y allegados del fondo del mar, haciendo de esta gran
aventura un festejo inolvidable con todas las pompas, ya que no existía ningún
mal que los aterrorizase.
Fue de esta manera que las hijas de Hades, Lila, Luz y Luna se convirtieron
en las herederas del mar, por su gran coraje y audacia, perdurando en la
memoria de todo ser… Y colorín colorado este cuento ha terminado.
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LOS PECECITOS Y EL TIBURÓN
Había una vez tres pececitos que se llamaban Tifón (El peleador), Perry (El
colgadito), Fulanito (El compasivo) y un tiburón que se apodaba Cachete.
Estos cuatro personajes vivían todos juntos en el fondo del mar.
Cuando los pececitos y el Tiburón se conocieron comenzaron a establecer una
buena amistad ya que eran los únicos que se encontraban en ese lugar.
Tifón y Perry eran los más traviesos y les gustaba molestar a Cachete, ya que
eso les causaba mucha risa. Fulanito les decía que no lo molesten porque
era un tiburón muy bueno, pero Tifón lo molestaba diciéndole que era
cachetón, gordo y que ocupaba demasiado espacio y pesaba mucho; sin
embargo Perry se cansaba de reírse de lo que decía Tifón, y Cachete se sentía
mal al ver como estos pececitos se reían y se
burlaban de él.
Un día Cachete, cansado de que Tifón y Perry se
rieran de él, decidió darles un buen susto para
que no lo molestaran más y así poder estar
tranquilo. Como Fulanito era él que más lo
defendía le propuso que se aliaran para poder
darles un gran susto a los pececitos burlones. Fulanito, sin dudarlo, le dijo que
sí, que contará con él para lo que sea. Cachete le pidió que invitara a los
pececitos a jugar a las escondidas, mientras él se escondía en un lugar seguro
donde no lo pudieran ver.
Fulanito invitó a sus hermanos a jugar a las escondidas y ellos, sorprendidos,
aceptaron. Al principio no se ponían de acuerdo para saber quién iba a contar
primero, entonces decidieron hacer un piedra, papel o tijera y él que perdiera
sería el primero en contar.
Tifón fue el primero, y mientras terminaba de contar Perry y Fulanito se
escondieron en una casa muy oscura ya que ahí sería muy difícil que Tifón los
encontrara. Este terminó de contar y comenzó a buscarlos por todos lados y se
dio cuenta de que no los encontraría fácilmente. Mientras pensaba esto,
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comenzó a escuchar una fuerte voz rara que venía desde el fondo del mar y se
empezó a asustar y llamó rápidamente a sus hermanos.
El colgadito no entendía por qué el peleador los llamaba tan asustado,
entonces le gritó desde la casa “acá estamos, escóndete con nosotros y
cuéntanos que te sucede”. Tifón les contó lo que sucedía, los tres pececitos
estaban muy asustados y no lograban ver a Cachete que se acercaba a la casa
con una voz rara diciéndoles: “Y si no salen soplaré, y soplaré hasta llenar la
casa de burbujas…”
Cada vez estaban más asustados y no sabían si salir para ver quién era o
quedarse esperando, porque tenían mucho miedo de que quien estuviera afuera
les hiciera algo malo. Entonces Perry dijo “tenemos que ser valientes,
salgamos de una vez y veamos quien nos quiere asustar” y Tifón dijo:
—Tenés razón.
Mientras salían Tifón pensaba “¿Será Cachete que nos quiere asustar? Pobre,
lo vivimos molestando casi todo el tiempo”.
Cuando salieron los tres pececitos de la casa, se encontraron con Cachete
quién gustosamente, agarrándose la panza, se estaba riendo porque había
logrado su objetivo y no había fallado su plan.
Tifón y Perry estaban muy enojados con Fulanito porque él los había
engañado y era cómplice de Cachete. Pero esto le sirvió para que aprendieran.
Entonces se disculparon con el tiburón y prometieron no burlarse más de él.
El tiburón muy contento aceptó las disculpas y volvió a ser amigo de los
pececitos.
Tifón y Perry aprendieron la lección y nunca más volvieron a burlarse de
nadie.
Moraleja: “No es bueno burlarse de los demás, porque tarde o temprano las
cosas vuelven. Siempre es bueno aceptar los errores y pedir disculpas a
tiempo, para no pasar situaciones que no nos gustan”.
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LOS TRES PULPITOS
Había una vez, en una ciudad escondida bajo el mar, tres divertidos pulpitos
que eran hermanos. Tito, el mayor, era constructor, Pancho, el del medio, era
el holgazán de la familia y el más chico, Beto, el rebelde.
Una tarde, Beto se escapó para juntarse con sus amigos quienes, al verlo, le
impusieron un reto para que siguiera perteneciendo al grupo. Este consistía en
derrumbarle la casa a César, el tiburón de la zona. El pulpo cumplió el
desafío, pero en el momento en que el voraz pez estaba ausente de su hogar.
Nunca pensó que un amigo de César le avisaría que su casa estaba siendo
derrumbada por Beto. De inmediato, furioso, salió nadando de prisa y logró
ver cuando el pulpo tiraba la última pared. El tiburón no pudo atraparlo porque
Pancho le advirtió a tiempo que Cesar estaba detrás.
Los hermanos escaparon lo más rápido posible
y se escondieron en la casa de Pancho. Hasta
allí llegó su perseguidor, quien decidió llenar de
soplidos el escondite… entonces dijo: “Y si no
salen soplaré, soplaré hasta llenar la casa de
burbujas” y, en efecto, sopló y sopló y la casa
de burbujas llenó. Pero ellos lograron escapar
hacia el hogar resistente de Tito, el cual era
imposible llenar de aire.
Cuando César llegó a la casa de Tito, les advirtió que soplaría y la casa de
burbujas le llenaría…
Para acabar con el problema, todos aconsejaron a Beto que se disculpara con
el tiburón, ya que él lo había provocado. Además, le prometieron que ellos lo
ayudarían a construir una nueva y mejor casa.
El tiburón aceptó las disculpas y los tres hermanos comenzaron la
construcción…
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LA MAREA, Y SUS VISITANTES
Había una vez en el Mar Rojo tres langostas que eran hermanas, muy traviesas
y conflictivas. Vivían en un arrecife gigante y colorido donde el sol asomaba
sus rayos transformando en una fiesta cada amanecer. Las noches eran frías y
oscuras pero en lo alto siempre estaba allí la luna. Eran muy famosas en el
barrio porque desde lejos se escuchaban que peleaban y peleaban. Las vecinas
les decían:
—Basta ya, langostas, tienen que ser unidas.
Entonces ellas las miraban y a carcajadas se reían.
A dos de ellas les encantaba presumir con sus hermosas casas frente a los
demás animales marinos. Se destacaban de las demás langostas por ser muy
sabias e ingeniosas para reutilizar los desechos que tiraban al mar las personas
y hacer sus casas. La más grande, Jenny, era la que se especializaba en la
construcción de su casa con botellas de plástico. La langosta del medio
Llamada Kitty era la que realizaba su casa con trocitos de maderas y palitos
que el mar arrastraba desde la orilla. La más chica llamada Cuca era la más
perezosa y malhumorada de las tres hermanas, no le gustaba trabajar, ni
realizar esfuerzos, solo quería dedicarse a jugar.
Faltaban pocos días para que la marea subiera y cada langosta debía tener su
casa terminada para tal eventualidad. Porque con ella venían nuevas visitas
como delfines, ballenas, y la más temible de todas, los tiburones; y cada una
debía estar resguardada en su casa
hasta que esto pasara.
Jenny, la langosta más grande,
empezó a aconsejar a su hermana
menor de que comenzara a construir
su casa con botellas de plástico,
porque se acercaba este terrible
suceso, pero ella no le hacía caso ya
que solo quería jugar y disfrutar el
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tiempo libre que le quedaba antes de que subiera la marea. Y le parecía muy
cansador y aburrido trabajar sobre todo con botellas ya que eran muy pesadas
para ella.
Kitty, muy preocupada por la situación de su hermana Cuca, le llevó algunos
palitos y trozos de madera para que ella construyera su casa, pero esta no tenía
demasiado interés en hacerlo debido a que nunca había pasado por esta
experiencia a raíz de su corta edad.
Y llegó el día en que comenzó a subir la marea. Cuca se encontraba tan
entretenida jugando que no se dio cuenta de que comenzaban a llegar visitas
desde el fondo del mar, hasta que vio a un enorme tiburón (llamado Timoteo);
muy asustada se fue nadando y se refugió dentro de una bolsa. El tiburón,
hambriento, hambriento, la siguió y le dijo: "Sal de ahí, porque si no soplaré,
soplaré y tu casa de burbujas llenaré". Cuca temblaba dentro de su casa de
bolsa y al soplar el feroz tiburón tuvo que salir nadando a la casa de su
hermana Kitty para pedir refugio. Timoteo la siguió hasta la casa de su
hermana y al ver que eran dos las que iban a ser su cena gritó muy fuerte:
"Salgan de ahí, porque si no soplaré, soplaré, SOPLARÉ y su casa de burbujas
llenaré"
El tiburón sopló, sopló y no sucedió nada; así que tomó muchísimo aire y de
nuevo sopló!! Sopló!! y la casa de palitos derribó.
Debajo de los palitos salieron muy asustadas las dos a la casa de su tercera
hermana, Jenny, la cual se encontraba descansando. Entraron gritando
"Auxilio!! Socorro!! Nos sigue un feroz Tiburón y nos ha derribado nuestras
casitas!!". Jenny, al ver que el tiburón las seguía e iba a derribar su hermosa
casa, dijo a sus hermanas “Unámonos para reforzar mi casa. Cuca, vos distraé
al tiburón, Kitty traé algunos de los palitos que están flotando y reforcemos las
paredes de mi casa".
Rápidamente pusieron el plan en marcha, reforzaron la casa de la hermana y
Cuca distraía a Timoteo haciéndole chistes. El tiburón dijo: "Basta de charla
tengo hambre y ahora son tres para la cena RINDANSE, O SOPLARÉ Y
SOPLARÉ Y SU CASA DE BURBUJAS LLENARÉ!".
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Tras varios intentos de derribar la casa, el tiburón se dio por vencido y se
marchó. las hermanas felices se abrazaban con emoción. Al día siguiente
trabajaron las tres juntas en la reconstrucción de las casas con botellas y
palitos. Ala más pequeña se le ocurrió revocar la casa con arena y pintarle de
naranja un cartel que dijera...
“Tres hermanas se han unido porque esa es la ley primera... al tiburón le
decimos ¡¡¡FUERA, FUERA FUERA!!!”
Al terminar la reconstrucción de las casa salieron a jugar ya que estaban más
unidas y sabían que siempre se iban a necesitar la una de la otra, ya sea para
trabajar o jugar.
La moraleja de la historia sería... no dejes para mañana lo que puedes
hacer hoy, si no quieres que te coma de un bocado el tiburón.
Y COLORÍN COLORADO ESTE CAMBIO DE
CONTEXTO HA FINALIZADO.
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