Camino: protagonistas terminales - El Ojo que piensa

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EL OJO QUE PIENSA revista de cine iberoamericano
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Camino: protagonistas terminales
Lorena Ortiz
Cada vez son más las películas que tienen como protagonista a un enfermo terminal. La enfermedad se ha vuelto un
tema de preocupación y de interés para el cine. Curiosamente en la última década muchas de estas películas
resultaron ser sino las más premiadas, al menos sí reconocidas en varios festivales internacionales. Tampoco quiere
decir que cualquier película que aborde la enfermedad tiene el éxito garantizado. Pero muchas de éstas lo han
logrado: Mar adentro (2004) de Alejandro Amenábar, con 14 premios Goya y el Óscar a la mejor película extranjera;
Las invasiones bárbaras (Les invasions barbares, 2003) de Denys Arcand, ganadora del Óscar a la mejor película
extranjera y mejor guión en Cannes, o Mi vida sin mí (My Life Without Me, 2002) de Isabel Coixet, ganadora de dos
premios Goya, uno de ellos a mejor guión adaptado, y el Premio Sant Jordi a la mejor película española.
Este año en el Festival de Cine en Guadalajara, en la sección oficial iberoamericana, se presentaron dos películas
con protagonistas víctimas de una enfermedad: La teta asustada (2008) de Claudia Llosa, premiada con un Oso de
Oro y por FIPRESCI en la pasada Berlinale, y Camino(2008)de Javier Fesser1, ganadora de seis Goyas, la cual
trata sobre una niña de once años que tiene cáncer y pocas posibilidades de vencerlo.
La religión y los estereotipos de Camino
Es cierto que el sólo hecho de saber que el personaje padece alguna enfermedad terminal, lo vuelve más vulnerable
ante los ojos del espectador. Sin embargo, enCamino la enfermedad de la protagonista es un mero pretexto para
poner sobre la mesa el tema de la religión y a sus representantes. En concreto, es una crítica directa al Opus Dei y a
su actitud cristiana de abordar la muerte.
Camino además de ser el nombre de la película, es también el de la protagonista, y lo más significativo o lo que ha
generado más controversia, es que se trata del nombre del libro más representativo del Opus Dei, escrito por su
fundador, el sacerdote Escrivá de Balaguer.
Es ésta una de las tantas razones por las que Javier Fesser ha recibido un sinfín de críticas por esta institución,
quien asegura que el director manipula la realidad y exagera en el manejo de situaciones en las que el Opus Dei
interviene.
Lo que es un hecho es que luego de ver la película el espectador siente un rechazo total hacia la religión y a sus
creyentes. La historia impresiona, pero saber que lo que se acaba de ver es real, horroriza y genera una repulsión
automática hacia la Iglesia católica.
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Es por eso quizá que los personajes de Camino parecen un tanto estereotipados y los que están apegados a la
religión son “los malos”, y los que dudan y se atreven a cuestionar la fe son “los buenos”, y a su vez, víctimas de los
que no ponen en tela de juicio a la religión.
Sin embargo, el estereotipo de personajes en Camino se ve justificada al contar la película como si se tratara de un
cuento de hadas donde hay una bruja o madrastra que le hace la vida imposible a la protagonista. En este caso se
trata de la madre de Camino, quien adopta el rol de la madrastra del cuento de La Cenicienta.
Camino tiene once años, estudia en un colegio de monjas, le gusta bailar canciones de Shakira y un día por primera
vez se enamora. Se trata de Jesús, el niño que tiene el personaje del príncipe en la obra de teatro La Cenicienta. Lo
que más desea Camino es audicionar para esta obra, pero su enfermedad y las ideas conservadoras de su madre
se lo impiden. Posteriormente lo único que quiere es acudir al estreno para volver a ver a Jesús.
No es casualidad que el chico lleve ése nombre y que en su lecho de muerte Camino solo tenga fuerzas para
mencionarlo a él y así conmover a médicos, sacerdotes y familiares fanáticos de la religión cristiana, quienes se
empeñan en verla como una mártir y una futura santa. “Sólo quiero estar con Jesús, quiero ver su obra… Jesús me
ama y yo lo amo a él”, y mientras la madre llora a borbotones y el resto lloriquea convencido de que en cualquier
momento la habitación se llenará de ángeles y serafines, Camino alucina que baila música pop con Jesús, vestida
de jeans y converse rojos.
Este tipo de asociaciones, como los nombres de los personajes con la religión y el cuento de La Cenicienta, se dan
constantemente en la película. Camino es amiga del ratón que vive en su casa y que su madre quiere atrapar con
una ratonera. El padre de Camino es como el Hada Madrina que fracasa al no lograr salvar a su hija de su propia
madre. La Clínica Universitaria de Navarra, a donde es enviada la niña cuando empeora, donde nadie puede
visitarla, salvo su familia, representa el calabozo donde es encerrada Cenicienta para que no vaya al baile.
Los 143 minutos de la película circulan con buen ritmo a pesar de tratarse de una historia densa por su temática. La
fotografía es un buen amortiguador pues logra una belleza impecable como si de verdad se tratara de un cuento de
hadas: los ojos de Camino brillan y cada vez que ésta sonríe pareciera que en cualquier momento saldrá un destello
de luz de su dentadura. La composición de cada plano acentúa la postura religiosa de los personajes y a “los malos”
los hace ver “más malos”, y a los buenos “más buenos”.
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A pesar de tratarse de un drama incluso con momentos muy bien logrados de lágrima fácil, Javier Fesser no
abandona del todo los elementos fantásticos y de humor, que ha mostrado en sus películas anteriores (La Gran
Aventura de Mortadelo y Filemón, 2003, La Sorpresita, 2001 o El milagro de P. Tinto, 1998), y en algunas
partes de la historia los deja fluir con cierto toque infantil a través principalmente de dos de los personajes
secundarios: la mejor amiga de Camino, quien lleva el papel de una de las hermanastras en la obra, y la adolescente
que ha conseguido el protagónico, una chica, apática, rebelde y desaliñada, que más bien podría ser la antítesis de
Cenicienta.
Camino es una película que ha causado polémica donde se ha presentado. La imagen de la Iglesia no se ve
precisamente favorecida. El hecho de presentar a una niña de once años enferma de cáncer que empieza a perder
la fe en Dios cuando su salud empeora y los dolores aumentan, junto a una madre que ve en su hija la oportunidad
de convertirse en la próxima niña santa, genera controversia entre quienes están de acuerdo con el director al
exhibir al Opus Dei como una secta, y entre quienes piensan que exageró o se aprovechó de la situación.
Sin embargo, al final de la película cuando se piensa que ya todo está dicho y que por fin todo ha terminado, viene el
último trago amargo y con el que el espectador saldrá de la sala de cine.
Luego de aparecer los primeros créditos y de recordarnos que la película está basada en hechos reales, el director
nos revela que “actualmente Alexia González-Barros y González se encuentra en proceso de canonización”.
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Notas:
1. Camino está basada en la historia real de Alexia González-Barros y González, niña procedente de una familia
católica a la que le diagnosticaron un tumor maligno y murió antes de cumplir 14 años. Su enfermedad, la relación de
su familia con la Iglesia, y las circunstancias en que se dio su muerte, llevaron al director Javier Fesser a interesarse
por la historia.
Lorena Ortiz. Escritora y videoasta. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación y cuenta con una Maestría en
Estudios Cinematográficos, con especialidad en guión, que cursó en el Centro Universitario de Arte, Arquitectura y
Diseño de la Universidad de Guadalajara. Sus cortos han participado en festivales experimentales de Alemania,
Canadá, Argentina y México. En el 2007 ganó el premio de cuento breve en la Feria Internacional del Libro de
Guadalajara. Fue coeditora del suplemento Mayahuel en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara 2009.
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