El Tiempo Que Hace Falta - Escuela Freudiana de Buenos Aires

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"El Tiempo Que Hace Falta"
(*) Reunión Lacanoamericana De Psicoanálisis. Buenos Aires. 2013.-
Silvia García Espil
Hace falta tiempo. En Radiofonía Lacan juega con la equivocidad de esta expresión. El “hace
falta” denota lo que es necesario, lo que es preciso, lo que tiene que, lo que sin eso no sería
posible. Pero tambien connota el hacer como producir falta, incurrir en falta, faltar, fallar, en
español podriamos decir la falta que hace el tiempo.
Fue una presentación en el espacio clínico de mi Escuela lo que me llevo a pensar en el
tiempo que hacía falta. En primer lugar el tiempo que hace falta en un análisis, el tiempo de la
retroacción significante, la temporalidad de la repetición. Pero también el tiempo que hizo falta
en este caso, que me hizo falta, para poder leer cual había sido la lógica que se había jugado
en la operatoria analítica.
Voy a relatar brevemente dos escenas en el curso de un análisis que dieron lugar a este
trabajo.
La invitación al espacio clínico me llevo a recortar esta escena: Al finalizar una sesión,
después de una intervención mía el cuerpo de la analizante parece contraerse. Cuando se
levanta del diván muestra su cara crispada con una clara expresión de dolor. Se dirige hacia
la puerta caminando con mucha dificultad agarrándose la cintura. La detengo preguntándole
qué le pasa. Habla de un dolor insoportable. Le sugiero que se siente en el diván, que espere
un poco. Lo hace y en un breve lapso el dolor cede y puede irse.
Al detenerme a pensar en esta escena, en apariencia no demasiado relevante, rápidamente
se puso en serie con otra anterior, esta si muy conmocionante, que había tenido lugar
algunos años antes. En aquella ocasión ella interrumpió abruptamente la sesión, tras
anunciarme en tono destemplado que había decidido matarse. Se incorporó violentamente
mostrándose muy agitada, desparramando por el piso todo el contenido de su cartera. Al
verla en ese estado intento retenerla, diciéndole también en esa oportunidad, que espere un
poco, que no salga tan alterada. Finalmente, ante la imposibilidad de dejarla encerrada, le
propongo otra cita y es al escuchar su réplica que resuelvo dejarla ir. Responde en un tono
mucho más calmado, que no va a poder porque tiene que ayudar a su hermana en una
mudanza. Durante algunos días mantuvimos un breve intercambio de mensajes de texto
porque ella se negaba a hablar conmigo, hasta que finalmente pudo llamarme. Pienso ahora
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que esta forma de contacto por textos que excluye la voz, está en relación a una caída de la
atronadora voz materna que se pudo leer después.
En su momento, esta primera escena me había conmocionado mucho, pero su lectura me
resultaba problemática. A raíz de un sueño que trajo a la sesión siguiente me había parecido
que hablaba de una inversión de la demanda de mi parte. Sin embargo en este sueño se
podía leer un despegue del goce materno con su consecuente efecto de pacificación. Por lo
tanto quedó en mí una pregunta abierta sobre la operatoria producida.
Fue la segunda escena, varios años después, lo que me llevó a reabrir la pregunta al advertir
una gran similitud entre ambas. Pude encontrar este rasgo común: ella se precipita a la salida
mostrando claros signos de alteración, yo la detengo diciéndole que espere un poco, que no
se vaya así.
Decidí poner en contrapunto estas dos escenas buscando ubicar la lógica en juego. Mi
primera conclusión fue que se trataba de una misma escena, dos versiones de una misma
escena. La intensidad dramática de la primera en contraste con la segunda me evocó la frase
de Marx que dice que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia la segunda
como farsa. Esto me sirvió para pensar que efectivamente se trata de dos versiones de una
misma escena, cuya diferencia pasa porque la segunda está despojada de la carga de
urgencia dramática que presenta la primera.
Ubicar, de una forma que no fuera meramente imaginaria, la diferencia entre mis dos
intervenciones es lo que me resultó más complejo Finalmente encontré una punta gracias a la
oportunidad que me dio aquella invitación al espacio clínico. Para poder trasmitir algo de lo
que se había producido en este análisis, tuve que empezar por escribir. Y al escribir pude
leerme. Y al leerme leo que cuando describo la primera escena digo: “intento retenerla” y en
cambio en la segunda digo “la detengo”.
Y fue en este pasaje del retener al detener que pude ubicar una diferencia. Podría decir que
en la primera, la escena convoca al analista a retenerla. Ahora bien, al releer el texto que
había escrito descubro que este significante, retener, está muy presente en el decir de la
analizante. La escena me convoca a retenerla y yo entro en este convite. Recibo esta
demanda que responde a la lógica fantasmática: retener –hacerse retener.
En la segunda escena creo que se introduce otra lógica. La detengo, le digo que espere un
poco, que postergue la precipitación en concluir. Y ahí se introduce una pausa, un tiempo de
espera. Me parece que podemos pensar este tiempo de espera como un tiempo lógico, en la
línea del tiempo de comprender. Y esto se puede escuchar también en sus efectos. Se
empieza a escuchar en su decir la posibilidad de una pausa que le permite dar otra vuelta,
subjetivando, en lugar de precipitarse en el acting.
Dice Lacan en RSI: “es indispensable que el analista sea al menos dos, el analista para
obtener efectos y el analista que, a esos efectos, los teoriza” (1). Pero lo que quería
transmitir hoy es que a pesar de que la primera escena, por lo límite de la situación, me
conmocionó mucho hizo falta tiempo para que pudiera teorizarla. En un primer momento
pensé que el hecho de que la pregunta quedara en suspenso durante tanto tiempo se debía
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simplemente a que la cura había seguido su rumbo y habitualmente es el obstáculo lo que nos
pone a teorizar. Pero al ir haciendo este recorrido me fui dando cuenta de que en realidad el
obstáculo estaba en el tiempo que hacía falta.
Hizo falta el tiempo de la repetición, es recién a partir de la segunda escena que es posible
hacer esta lectura de la primera. Hizo falta esa segunda vuelta para poder leer lo que no se
leía de entrada. El al menos dos con su consecuente uno en mas. Es la vuelta en más de la
repetición, el movimiento de retorno desde la segunda hacia la primera lo que va a marcarla
como repetida. Recién ahí queda marcada y por ende recién ahí se puede leer la marca.
Y aún mas, hizo falta un tercer tiempo, el de la escritura para poder leer lo que se presentaba
como demanda muda aceptada por el analista. Fue ese borde que introdujo la escritura, al
modo de una supervisión, lo que me permitió leer la gramática pulsional.
Este tiempo que hizo falta para la lectura contrapuesto a la falta que hizo el tiempo en el
transcurso de aquella sesión me condujo al tiempo de la urgencia. ¿Qué lugar darle a esto
que llamé carga de urgencia dramática? Mi hipótesis es que por ahí cae sobre el analista la
demanda muda de goce, demanda pulsional que recién ahora puede ser nombrada como
demanda de ser retenida.
Pero cae bajo una forma peculiar, bajo la forma de la urgencia, y lo peculiar de la urgencia es
que quien queda urgido es el analista. Y me parece que esto posibilita otra lectura del tiempo
que hace falta.
La urgencia cae sobre el analista. El analista queda tironeado por el tiempo, acuciado por lo
que tan bien describe el aforismo freudiano: un yerro puede ser irreparable porque el león
solo salta una vez. Propongo que la urgencia introduce la falta en el analista agujereando su
saber.
Para pensar que la falta que introduce el tiempo recae sobre el analista me resulta
paradigmática la última sesión de Dora. En esa oportunidad Dora pone en apremios a Freud.
Apremiado por la falta de tiempo, Freud queda enfrentado a su propia castración, en sus
palabras “la gran falla que llevó a la ruptura prematura” (2), fué no haber logrado dominar a
tiempo la transferencia, y es así como en esta falla la transferencia le entrega su secreto.
Esta falta introducida por el tiempo al agujerear el saber freudiano, le revela la importancia
de la transferencia en la dirección de la cura.
“A medida que me voy alejando en el tiempo de la terminación de este análisis “ (3), así
comienza Freud la nota al pie agregada varios años después en el epilogo. Hizo falta tiempo
también para que Freud al teorizar sobre su posición se encontrara con lo que lo dejaba
“atascado” o “en total confusión”.
Demasiado tarde para Dora porque la caída del saber del analista no llegó a jugarse en la
cura. Pero aun así, este al menos dos de Freud, deja al psicoanálisis su valioso legado.
Entonces, en ocasiones, hace falta tiempo para teorizar sobre los efectos de nuestro acto,
para poder hacer alguna lectura de la operación allí producida. Hace falta tiempo porque si se
produce operación castración, cuando el analizante puede leer sobre el analista la falta como
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marca de castración en el Otro, esta marca es la barradura que cae sobre el analista mismo.
Hace falta tiempo porque en el momento del acto, al perforarse el semblante, al agujerearse
ese lugar que estaba ocupado por el semblante, también se perfora el saber y entonces el
analista no sabe cómo opera. No sabe porque precisamente lo que allí se juega en acto es la
insuficiencia del saber, el agujereamiento del saber.
NOTAS:
(1) J.Lacan. Seminario XXII, R.S.I. Clase 16/12/74
(2) Freud S. Fragmento de análisis de un caso de histeria. AE VII. Pag 103
(3) Freud S. Fragmento de análisis de un caso de histeria. AE VII. Pag 104. Nota al pie 7
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